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Dom 8. 2. 15. Jesús y la “empresa” de Pedro

Domingo, 8 de febrero de 2015

Imagen2Bde2BJesus2Ben2Bel2Bcamino1Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 4 tiempo ordinario, ciblo c. El evangelio de este domingo consta de tres partes, de las que voy a destacar la tercera:

a. Jesús “cura” a la suegra de Simón en un día de sábado y ella, superando la ley que prohíbe trabajar ese día se pone a “servirle”, a él y a sus discípulos.

b. Cuando se pone el sol del sábado y comienza el nuevo día, al principio de la noche, Jesús acoge y cura, a la puerta de la casa de Simón (es decir, de su suegra) a un gran número de gente.

c. Cuando Simón “busca y sigue” a Jesús, para convertirle en “curandero de barrio”, creando así una “empresa de sanaciones”, Jesús se marcha, porque quiere conservar su libertad, promoviendo la llegada del Reino y curando por campos y aldeas.

Buen fin de semana a todos, con la suegra de Simón y con Simón aquel que empezó queriendo convertir el evangelio en una empresa.

Un texto con tres partes (Mc 1, 29-37)

(a. Suegra de Simón) 29 Al salir de la sinagoga, se fue inmediatamente a casa de Simón y Andrés, con Jacob y Juan. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre. Le hablaron en seguida de ella, 31 y él se acercó, la agarró de la mano y la levantó. La fiebre le desapareció y se puso a servirles.

(b. Milagros a la puerta de la casa). 32 A la puesta del sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. 33 La población entera se agolpaba a la puerta. 34 Y curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, y no dejaba hablar a los demonios, pues sabían quién era

(c. Simón persigue a Jesús). 35 Y temprano, aún muy de noche, se levantó, salió, se fue a un lugar solitario y allí se puso a orar. 36 Simón y los que estaban con él le persiguieron, buscándole 37 Cuando lo encontraron, le dijeron: Todos te buscan. Y les contestó: Vamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para predicar también allí, pues para esto he salido.

a) La lección de la suegra.

Del “exorcismo” de la sinagoga (donde parecían abundar los demonios, como vimos el domingo pasado: Mc 1, 19-38) pasamos a las “curación” en la casa (donde no hay demonios, sino enfermos), y su primer destinatario de la acción de Jesús es la suegra de Simón, a la que Jesús sanó en sábado, levantándola de la cama. Ella, una vez sanada, respondió con un gesto de servicio, en su casa, ofreciendo la comida a Jesús y a sus compañeros, con una acción que inaugura el primer ministerio cristiano.

Nadie se lo ha dicho; no ha tenido que aprender de alguna exégesis rabínica. Lo ha comprendido ella misma, como mujer, que sabe estar al servicio de la vida, al recibir la ayuda de Jesús y al responderle, precisamente en sábado, de manera que su gesto (dejarse levantar por Jesús y servir a los demás) marcará de ahora en adelante todo el evangelio (hasta el final en que las mujeres vuelven a ser protagonistas: Mc 15, 40.37; 16, 1-8).

Simón y los restantes discípulos no lo entenderán hasta la pascua (y quizá nunca, si no vuelven a Galilea: Mc 16, 7), a no ser que se hagan servidores de los otros (cf. 9, 35; 10, 43), siguiendo al Hijo del hombre, que ha venido a servir y dar la vida por todos (10,45). Ella, en cambio, lo sabe desde el principio: ha superado un tipo de religión de escribas y se ha vinculado a Jesús de un modo personal, como servidora, el primer “ministro” de la comunidad de Jesús

b) Milagros a la puerta de la casa

A la curación durante el día y en casa (en tiempo de sábado) siguen las curaciones del anochecer, acabado el sábado, en la calle, a la puerta de la casa de Simón, es decir, en el entorno de la iglesia (de la comunidad establecida), como indica este sumario, que distingue cuidadosamente dos palabras: le traían a todos (pantas) los enfermos y endemoniados, y Jesús curaba a muchos (pollous) de esos enfermos, expulsando a muchos (polla) demonios.

Todo eso sucede “a la caída la tarde, tras la puesta del sol…”. Según el calendario judío, el sábado (tiempo de descanso) termina al ocaso de sol, esto es, a la caída de la tarde, Como observantes de la ley, los vecinos de Cafarnaúm esperaron ese ocaso. Así dejan que pase el sábado ritual, tiempo de un descanso que no logra liberar al ser humano, y sólo entonces, transcurrido ya el lapso sagrado, en el momento más profano de la nueva noche que se va extendiendo, buscan a Jesús para que les cure, a la puerta de la casa de la suegra de Simón.

Tanto Jesús como la suegra han superado ya una comprensión exclusivista del sábado, porque él ha curado y ella ha servido ese día. Pero el conjunto de los habitantes de Cafarnaúm se rigen todavía por el cómputo antiguo del tiempo y por eso esperan la puesta del sol para traer ante la puerta de la casa a los enfermos, a fin de que Jesús les cure. No pueden entrar en la casa, porque es pequeña y no caben, o porque no actúan aún como iglesia (comunidad de Jesús), sino como admiradores externos.

Son ellos, los vecinos de Cafarnaúm, los que vienen y traen a los enfermos, y los ponen ante él (epheron pros auton). Así inician las escena, como diciendo a Jesús lo que debe hacer. Llegan con prisa, no vienen a escuchar (como harían en la sinagoga), sino a pedir a Jesús que cure, pues son muchos los que están oprimidos por el mal, los endemoniados.

c) Por las aldeas del entorno. Jesús no acepta la “empresa” de Pedro

Jesús nos saca de la sinagoga (judaísmo) y de la casa de Simón (un tipo de iglesia, a la puerta de esa casa), para llevarnos al servicio misionero, a campo abierto. De esa forma, este tipo de “noche pascual”, llena de curaciones, desemboca en una primera división. Tras marcharse los enfermos, muy de madrugada, Jesús y sus discípulos (¡los cuatro del principio, con Simón!) toman decisiones distintas:

Los que “persiguen” a Jesús, con Simón, son representantes de un tipo de iglesia judeocristiana que quiere “encerrarle en una casa”, que es ya la de Simón (no la de su suegra servidora), sin asumir la apertura pascual, universal, del evangelio, que ha de extenderse por los bordes de Galilea (cf. 16, 7-8), sobrepasando siempre los espacios cerrados de un tipo de religión apegada a su propia ley.

a. Jesús sale de la casa donde quieren encerrarle, y lo hace en primer momento para orar (Mc 1, 35). El protagonista es Jesús, que se levanta de mañana (resucita) para orar en un lugar desierto (1, 35); es como si debiera retornar en oración, a su experiencia de encuentro con Dios (Bautismo), para reiniciar el camino . Esta “salida” de Jesús, en pleno noche, le permite “superar” el “cerco” que querían imponerle. Hasta ahora, después de la “llamada” de los cuatro discípulos, él había ido respondiendo a la presión de aquellos que, de un modo u otro, habían implorado su ayuda: el poseso de la sinagoga, los familiares de la suegra de Simón o los que llevaban a los enfermos de Cafarnaúm. Ahora se sitúa en soledad ante Dios, para así descubrir de un modo directo, por sí mismo, su misión. No tiene las cosas resueltas de antemano; por eso se pone en oración, para descubrir el camino que debe recorrer.

Ésta es la primera vez que Jesús aparece abiertamente en oración en Marcos, aunque parece claro que su experiencia anterior, tras el bautismo (cuando ha visto los cielos abiertos, y al Espíritu bajando sobre él: 1, 11-12), ha sido de oración. Ahora le vemos orando expresamente, muy temprano, aún de noche, en un lugar desierto, después de su primera acción mesiánica, y en esa misma línea le veremos otras veces en el evangelio. Es evidente que el desierto no es aquí lugar de penitencia, ni de lucha contra el diablo (sin más), sino de encuentro personal con Dios .

b. Simón y sus compañeros (hoi met’autou: cf. Mc 1, 36) le persiguen (1, 36-37). Deben ser del grupo de pescadores de hombres de 1, 16−20, que salen en su persecución (katediôxen), apelando a la necesidad de la multitud (todos te buscan: 1, 37). Éste es el primer enfrentamiento, la primera discusión mesiánica, y Simón (a quien todavía no se le llama Pedro/Roca, como se le llamará desde 3, 16) parece actuar como portavoz de una iglesia que quiere utilizar a Jesús para servicio propio, como si fuera un curandero doméstico establecido ante (o en) su propia casa a la que acudirían los necesitados y enfermos del entorno (cf. 1, 33-34).

Quizá podríamos decir que este Simón no quiere servir a los demás (en contra de lo que ha hecho su suegra), sino servirse de Jesús para provecho propio, interpretando en forma egoísta la tarea de pescador que ha recibido. Así quiere actuar como “dueño” de Jesús, representante de su empresa, cabeza de una Iglesia establecida .

Estamos ya ante una comunidad de Jesús que tiende a convertirse en sistema establecido, una especie de club de curaciones en torno a la casa de Simón (en Cafarnaúm o en Jerusalén), a diferencia de Pablo y de aquellos que quieren abrir el mensaje de Jesús al mundo entero. De esa manera, implícitamente, Marcos dice que la misma dinámica de la actividad de Jesús rompe y supera las fronteras de un sistema establecido (como el que quiere Simón).

Por eso, al presentar aquí a Simón y a sus tres compañeros “persiguiendo a Jesús” para llevarle de nuevo a su casa de Cafarnaúm, está evocando el conflicto posterior de una Iglesia que corre el riesgo de cerrarse en sí, como puede verse a largo del evangelio y de un modo especial en la última pascua (16,1-8). El mismo Jesús de Marcos anticipa ya aquí, de esta manera, lo que será la misión universal de la Iglesia. Por eso, allí donde quieren encerrarle, él se marcha, rompe la atadura que le ponen y, a partir de su oración (cf. 1, 35; 14, 35), toma otras opciones distintas de las que han tomado o tomarán sus discípulos.

c. Un camino misionero (1, 38). Jesús rechaza la propuesta de Simón y no quiere establecerse en una casa, para convertirla (convertir su movimiento) en negocio de milagros al que acuden los de lejos y en el que medran, de un modo egoísta, los de cerca. En medio de la noche, él se ha escapado para orar en soledad ante Dios; y cuando llega el día inicia un recorrido por las poblaciones del entorno, tomando así la iniciativa del Reino. No quiere encerrarse en una estructura sagrada, fundando otro centro espiritual de sanación entre los ya existentes (sinagogas, escuelas filosóficas, templos). Dios le ha enviado para ofrecer el kerigma a los necesitados y para que le acompañen en la pesca final ha llamado él a Simón y a los suyos, no para establecerse con ellos sea en la casa de Cafarnaúm, o en un tipo de iglesia que Simón ha podido establecer en Jerusalén u otro lugar.

En ese contexto, al decir que debe ir hacia otras partes, Jesús añade una palabra clave, que puede entenderse de tres formas: pues para eso exêlthon, “he salido”. (a) Ha salido de Cafarnaúm, en sentido geográfico, es decir, de la ciudad donde Simón y los suyos quieren encerrarle. (b) Ha salido de Dios, que le ha enviado para realizar una misión que se extiende más allá de Cafarnaúm. (c) Ha salido del sepulcro… Aquí podría estar hablando el Jesús pascual, que ha resucitado (16, 1-8), no para encerrarse en Jerusalén (o en otro centro político o social), sino para abrir el mensaje desde Galilea a todo el mundo (cf. 13, 10; 14, 9) .

Jesús ha ido a un lugar desierto (erêmos, 1,35, cf. 1, 12), para situarse en oración y para iniciar desde allí un trabajo, universal, para bien de los enfermos y los necesitados, en contacto inmediato con Dios. No va al templo para orar (aunque después dirá que quiere un templo que sea casa de oración para todas las naciones: 11, 17), ni se reúne con la muchedumbre, sino que se retira para orar, a solas, en la noche, para escuchar así, de nuevo, la voz que escuchó tras su bautismo (¡Tú eres mi Hijo!, 1, 12), pues ella ha sido, sin duda, una voz orante. No deja que los suyos le encierren, manipulando su misión a partir del éxito logrado (¡todos vienen…!).

Jesús sale y abandona la “empresa” de Pedro para orar en libertad… y para servir y ayudar después a todos los que van y vienen por los caminos de la vida. Toma distancia (en oración ante Dios), en soledad de tiempo (noche) y espacio (desierto), para redescubrir y recrear su tarea.

Por eso, cuando Simón y los suyos pretenden encerrarle en el círculo cómodo y estrecho de lo ya sabido (como a un curandero doméstico o un simple mesías de una Ley ya fijada en Jerusalén), desde la hondura de su propia libertad mesiánica, Jesús abre su camino hacia los necesitados del entorno. No ha caído en la tentación del éxito, no se ha dejado llevar por el éxito inmediato; no ha creado una casa eclesial de milagros sino que ha ofrecido su poder de curación y/o de palabra a los necesitados del entorno .

Conclusión.
(Esta postal es un resumen de lo que he desarrollado extensamente el Comentario de Marcos, Verbo Divino 2012)

evangelio-de-marcosSimón y los que están con él quieren “fijar” a Jesús, situándole al servicio de sus propias ideas o intereses. Pero Jesús busca un principio orientador más alto, poniéndose en contacto con Dios en oración (kakei prosêukheto), en la línea de su experiencia del bautismo (1,9-11). Simón y los suyos no han comprendido todavía a Jesus, no quieren seguirle de verdad, ni servir a los necesitados, sino triunfar con él, convirtiéndole en un de taumaturgo popular, al servicio de sus propios intereses nacionales, económicos, sociales etc. Pero Jesús rompe esa “clausura” que quieren imponerle .

Simón ha dejado las redes, pero quiere hacerse administrador de las curaciones de Jesús. Pues bien, frente a ese riesgo de institucionalización eclesial (grupal), Jesús instaura su camino de fuerte gratuidad. No busca el honor propio, al servicio de un grupo, no establece en su casa (o en la de Simón) un santuario de sagradas curaciones; un negocio de reino . Simón le quiere establecer junto a su casa. Jesús, en cambio, sale expandiendo su mensaje en las sinagogas de ellos (de los judíos, de los demonios: cf. 1, 23), expulsado los demonios (1, 39). Esta Galilea de la apertura misionera de Jesús es signo de su compromiso al servicio de la liberación de los expulsados sociales.

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