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I Domingo de Cuaresma. 10 marzo, 2019

Domingo, 10 de marzo de 2019
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Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”.

(Lc 4, 1-13)

Tras la fuerte e íntima experiencia de su propio Bautismo, Jesús se dirige al desierto. Acaba de conocer quién es, su identidad: “Tú eres mi Hijo amado”. Hijo y Mesías, Hijo y enviado, el Ungido.

Por la fragilidad de su condición humana necesita tiempo, espacio, pensar, asimilar su identidad y, en función de ella, reorientar su vida. Se retira al silencio y a la soledad del desierto. Con el paso de los días y lejos de las distracciones exteriores, es ahí, en la quietud del desierto, en su noche, cuando le asaltan los temores y la voz de su ego: “si eres hijo de Dios…” Reto que también le acompañará en la Cruz: “si eres hijo de Dios, sálvate a ti mismo y baja de la cruz”.

Lo es. Es Hijo de Dios, y además, Amado. Sentir esa certeza en lo más profundo de su ser es lo que le lleva a permanecer, al igual que en la cruz, hasta el final. En la soledad del desierto, en su noche, en la nada. Y sin embargo, esa misma permanencia le agudiza la escucha de la Palabra. Llenándole de confianza y seguridad, agarrándose a ella una y otra vez, y mirando cara a cara a sus temores: “Está escrito…”.

Jesús escucha la Palabra, la acoge en su corazón, la pronuncia con sus labios y la cumple por medio de sus acciones. Interesante y difícil tarea la que nos propone para, al menos, estos cuarenta días de Cuaresma. Podemos prestar especial atención a nuestra manera de escuchar la Palabra, de escuchar las palabras de quienes nos rodean. Reflexionar sobre el valor que damos a nuestras propias palabras e interrogarnos cuántas veces rompemos el Silencio pronunciando palabras absurdas.

Oración

Dios Trinidad, nuestro corazón está alegre
porque sabe que tú lo escuchas y lo miras.
Ojalá tu Palabra se sienta escuchada y acogida por nuestro corazón.
Que nuestros labios no la corrompan al pronunciarla.
Ojalá nuestras acciones sean reflejo suyo.
Amén.”

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Si vemos una sombra, es que al otro lado hay una luz

Domingo, 10 de marzo de 2019
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tentacionesLc 4, 1-13

Debemos superar el enfoque maniqueo de la cuaresma que hemos arrastrado durante demasiado tiempo. Sin embargo, el sentido profundo de la cuaresma debemos mantenerlo e incluso potenciarlo. En efecto, en ninguna época de la historia el ser humano se había dejado llevar tan masivamente por el hedonismo. A escala mundial el hombre se ha convertido en productor-consumidor. El grito de guerra de las revueltas estudiantiles del 68 en Francia, era: “No queremos vivir peor que nuestros padres”. No querían ganar menos y consumir menos; para nada hacían alusión a la posibilidad de ser más humanos.

La crisis económica nos puede ayudar a superar la trampa. ¿Queremos consumir más o nos interesa ser cada día más humanos? En teoría no hay problema para responder, pero en la práctica, todos nos dejamos llevar por el hedonismo, aún a costa de menor humanidad. Aquí está la razón de la cuaresma. Todos tenemos la obligación de pararnos a pensar hacia dónde nos dirigimos. Alcanzar plenitud de humanidad exige el esfuerzo de no instalarnos en la comodidad. Para crecer en humanidad debemos ir más allá de la satisfacción de los instintos. Este es el planteamiento de una cuaresma para la reflexión.

No debemos escandalizarnos cuando los exégetas nos dicen que los relatos de las tentaciones no son historia sino teología. Mc, que fue el primero que se escribió, reduce el relato a menos de tres líneas. No son crónicas de sucesos, pero son descarnadamente reales. Empleando símbolos conocidos por todos, nos quieren hacer ver una verdad teológica fundamental: La vida humana se presenta siempre como una lucha a muerte entre los dos aspectos de nuestro ser; por una parte lo instintivo o biológico y por otra lo espiritual o trascendente. Esa lucha no hay que plantearla en el orden del obrar sino en del conocer.

El mito del mal personificado (diablo), ha atravesado todas las culturas y religiones hasta nuestros días. No necesitamos ningún enemigo que nos tiente desde fuera. El diablo nace como necesidad de explicar el mal, que no puede venir de Dios. Lo que llamamos mal no tiene ningún misterio; es inherente a nuestra condición de criaturas. La voluntad solo es atraída por el bien, pero como nuestro conocimiento es limitado, la razón puede presentar a la voluntad un objeto como bueno, siendo en realidad malo. Todos buscamos el bien, pero nos encontramos con lo malo entre las manos, no porque lo busquemos sino por ignorancia.

El mal es consecuencia de una inteligencia limitada. Sin conocimiento, la capacidad de elección sería imposible y no podía haber mal moral. Si el conocimiento fuera perfecto, también sería imposible el mal, porque sabríamos lo que es malo, y no nos atraería. Si la voluntad va tras el mal, es siempre consecuencia de una ignorancia. Es decir, creemos que es bueno para nosotros lo que en realidad es malo. La libertad de elección solo se puede dar entre dos bienes. Plantear una lucha entre el bien y el mal, es puro maniqueísmo. La lucha se da entre el bien aparente (mal), y el bien real para mí. Esto es muy importante.

El ser humano es un proyecto que está toda su vida desarrollándose. Para que el desarrollo humano concluya con éxito, cada etapa tiene que integrar la anterior y unificarse en una personalidad, solo que más cerca del objetivo final. Que las tentaciones sean tres, no es casual. Se trata de un resumen perfecto de las relaciones que puede desarrollar un ser humano. La tentación consiste en entrar en una relación equivocada con nosotros mismos, con los demás y con Dios. Una auténtica relación humana con los demás depende, querámoslo o no, de una adecuada relación con nosotros mismos y con Dios.

1ª tentación: poner la parte superior de nuestro ser al servicio de la inferior. Si eres Hijo de Dios… No se debe entender desde los conceptos dogmáticos acuñados en el s. IV. No hace referencia a la segunda persona de la Trinidad. Significa hijo en el sentido semita. Si tú has hecho en todo momento la voluntad de Dios, también Él hará lo que tú quieres. Fíjate bien que la tentación de hacer la voluntad de Dios para que después Él haga lo que yo quiero, no tiene que venir ningún diablo a sugerírnosla; es lo que estamos haciendo todos, todos los días. Jesús no es fiel a Dios porque es Hijo, sino que es Hijo porque es fiel…

Di que esta piedra se convierta en pan. La tentación permanente es dejarse llevar por los instintos, sentidos, apetitos. Es decir hacer en todo momento lo que te pide el cuerpo. Es negarse a seguir evolucionando y superarse a sí mismo, porque eso exige esfuerzo. Los instintos nos ayudan a garantizar nuestro ser animal. Si ese fuera nuestro objetivo, no habría nada de malo en seguirlos, como hacen los animales. En ellos los instintos nunca son malos. Pero si nuestro objetivo es ser más humanos, solo a través del esfuerzo lo podremos conseguir, porque debemos ir más allá de lo puramente biológico. El fallo está en utilizar la inteligencia para potenciar nuestro ser animal.

No solo de pan vive el hombre. El pan es necesario, pero, ni es lo único necesario ni es lo más importante. Para el animal sí es suficiente. Nuestro hedonismo cotidiano demuestra que aún no hemos aceptado estas palabras de Jesús. El dar al cuerpo lo que me pide es para muchos lo primero y esencial, descuidando la preocupación por todo aquello que podía elevar nuestra humanidad. El antídoto de esta tentación es el ayuno. Privarnos voluntariamente de aquello que es bueno para el cuerpo, es la mejor manera de entrenarnos para no ceder, en un momento dado, a lo que es malo aunque sea apetitoso.

2ª tentación: Si me adoras, todo será tuyo. El poder, en cualquiera de sus formas, es la idolatría suprema. El poder lleva siempre consigo la opresión, que es el único pecado que existe. Adorar a Dios no significa dar incienso a un dios exterior. Se trata de descubrir lo que de Dios hay en nosotros y vivirlo. Nuestro auténtico ser no está en el ego aparente sino más a lo hondo. Si descubro mi ser profundo, no me importará desprenderme de mi falso yo y, en vez de buscar el dominio de los demás, buscaré el servicio a todos. El antídoto es la limosna. Para no caer en la tentación de aprovecharnos de los demás, debemos hacer ejercicios de donación voluntaria de lo que tenemos y de lo que somos.

3ª tentación: Tírate de aquí abajo. Realiza un acto verdaderamente espectacular, que todo el mundo vea lo grande que eres. Todos te ensalzarán y tu vana-gloria llegará al límite. La respuesta: deja a Dios ser Dios. Acepta tu condición de criatura y desde esa condición alcanza la verdadera plenitud. Dios no tiene que darte nada. Ya se lo ha dado todo a todos. Eres tú el que debes descubrir las posibilidades de ser que tienes sin dejar de ser criatura. Ya es hora de que dejemos de acusar a Dios de haber hecho mal su obra y exigirle que rectifique. El antídoto es la oración. Al decir oración no queremos decir “rezos” sino meditación profunda. Descubrir al verdadero Dios me librará de utilizar al dios ídolo.

Decía S. Agustín: amor meus, pondus meum = mi amor es mi peso. Pero “pondus” significa también “calidad, punto de gravedad”. Otra frase del evangelio: “donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón”. El ser humano nunca conseguirá el equilibrio si no encuentra un verdadero “peso”, un valor supremo que enderece y ponga a raya todas sus tendencias.

Meditación

Para llegar a tu verdadero ser hay que atravesar tu propio desierto.
Libérate de todo lo que crees ser para llegar a lo que eres de verdad.
En el desierto, y solo, tienes que tomar la decisión definitiva.
La tierra prometida”, está ya ahí, al otro lado de tu falso yo.
Mantente en el silencio, hasta que se derrumbe el muro que te separa de ti mismo.
En tu verdadero ser ya lo eres todo.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Dejarse llevar

Domingo, 10 de marzo de 2019
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Jesus_en_el_desiertoSigue a tu corazón, pero lleva contigo a tu cerebro. (Alfred Adler)

10 de marzo. Domingo I de Cuaresma

Lc 4, 1-13

Jesús, lleno del Espíritu santo, se alejó del Jordán y se dejó llevar por es Espíritu al desierto

No es un dejarse llevar por las sirenas al mundo de los sueños, donde la mente no piensa y se pierde en pensamientos yermos que desvalijan cosechas dejando los graneros de las conciencias vacíos, ni un caminar por el desierto, tentados por el demonio con una oferta de poder, semejante a la que Lady Macbeth hacía al protagonista de la ópera Macbeth, de Giuseppe Verdi, con estas tentadoras palabras de señorío:

“¡Ven! ¡Apresúrate! ¡Quiero encender
tu frío corazón!
Yo te daré valor para cumplirl
a audaz empresa;
las videntes te prometieron
el trono de Escocia”.

Son brisas que estimulan voluntades y empujan los sentidos a recoger las mieses del verano, sembradas con esperanza en el campo personal de primavera.

“Sigue a tu corazón, pero lleva contigo a tu cerebro”, dijo el Alfred Adler, médico y psicólogo austríaco, que. me invita a poner rumbo sobre las olas hacia un perenne crecimiento.

Del viento aprendemos a dejarnos llevar. No puedes guiar al viento, pero puedes cambiar tus velas de dirección. Navegando hacia el Norte a todo trapo, descubrirás una isla de belleza desnuda, milagrosamente virginal en apariencia, aunque milagrosamente embarazada por el Espíritu Santo para que tu puedas transformarla tratándola con mimo.

Claude Debussy compuso una obra en la que invita a los niños a dejarse llevar, y disfrutar de muchas cosas. Un concierto que integra la narración, la manipulación de objetos, la visualización de obras de arte y la interpretación al piano para hacer de la música de Debussy una auténtica aventura para niños y mayores, un monumento musical construido sobre siete movimientos:

Todo comienza en París – Vals ‘La plus que lente’
Juegos bajo la lluvia – Jardins sous la pluie
Cae la noche – Claire de lune
Amigos furtivos – La danse de Puck
Nieva – The snow is dancing
Ruge la tormenta – Ce qu’a vu le vent d’ouest
Hay otros mundos – Minstrels

La Caja de Música -todo aquello que le gustaba de la vida- estaba dentro del piano  y en él cabían muchas cosas: un paraguas, un libro, la nieve, el viento…, porque el piano es la caja en la que Debussy metía sus cosas favoritas, sacando de ella esas formas convertidas en música.

¿Incluso la luna estaba dentro del piano? (“¡Chi lo sa!…”)

Cuando buscamos dentro de nosotros mismos lo encontramos siempre

En la cara oculta de esta frase: ama y haz lo que quieras, está la historia del cristiano. Jesús de Nazaret, un Maestro que con su vida en la que tienen cabida silencios y palabras; oración y acción, porque quizá, sólo con él y como él, sí que podemos decir con San Agustín “Ama Deum et fac quod vis”.

En la película X, uno de los protagonistas dice: “¿Y qué pretendes con esto?” A lo que otro responde: “Encontrarme a mí mismo”. Una búsqueda que cuando es sincera, produce siempre abundante fruto.

Escena cuarta del Acto II, de la ópera Nabuco, de Giuseppe Verid, en la que los hebreos, desterrados a Babilonia, entonan el famoso Coro “Va’, pensiero, sull’ale dorate”;

VA´, PENSIERO

¡Vuela pensamiento, con alas doradas,
pósate en las praderas y en las cimas
donde exhala su suave fragancia
el aire dulce de la tierra natal!

¡Saluda a las orillas del Jordán
y a las destruidas torres de Sión!
¡Ay, mi patria, tan bella y abandonada
¡Ay recuerdo tan grato y fatal!
Arpa de oro de los fatídicos vates,
¿por qué cuelgas silenciosa del sauce?

Revive en nuestros pechos el recuerdo,
¡háblanos del tiempo que fue!
Canta un aire de crudo lamento
al destino de Jerusalén
o que te inspire el Señor una melodía
que al padecer infunda virtud.

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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No tentarás al Señor, tu Dios

Domingo, 10 de marzo de 2019
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158524_desierto.jpgI Cuaresma. (Lc 4, 1-13)

Cuaresma y tentaciones. Cuaresma: Psicodrama de nuestra vida: Del miércoles de ceniza al domingo de la Resurrección. En compañía (comunidad) y con la confianza de un final feliz. Tentaciones: De usar a Dios a nuestro servicio o ponernos nosotros a su servicio en los hermanos.

Cuaresma es un tiempo de preparación, con ayuno, oración y limosna, para lo que nos aguarda: la Pascua de Resurrección. La Cuaresma es tiempo de reflexión, aprendizaje y discernimiento sobre la evolución y desarrollo de nuestras posibilidades como ser humano pleno. Revisión de vida, de proyectos y metas, de objetivos y rutas. Lo podemos comparar con el trabajo necesario para preparar unas oposiciones a notaría.

El primer domingo de Cuaresma, en los tres ciclos litúrgicos, leemos el relato de las tentaciones de Jesús, en sus distintas versiones: Mt 4, 1-11. (Ciclo A); Mc 1, 12-15. (ciclo B); Lc 4, 1-13. (Ciclo C). Esto nos debe hacer pensar que es importante, para la tarea de preparación a la Pascua y revisión de nuestra vida, empezar por las tentaciones, las de Jesús y las nuestras. Cuaresma y tentaciones se conjugan.

El relato de las tentaciones de Jesús en el desierto tiene un carácter simbólico que las primitivas comunidades cristianas lo supieron traducir e interpretar como mensaje de liberación para ellas. Jesús, al iniciar su tarea como mesías libertador, tuvo tentaciones que le proponían desviaciones de su propósito y misión. Que Jesús fuera tentado lo humanizaba a su vista. Que lejos de ver en las tentaciones de Jesús un menoscabo de su personalidad, las tentaciones le hacían más cercano a la vida de sus seguidores. Si Jesús fue capaz de vencer las tentaciones, con la fuerza del Espíritu, ellos también podrían. La vida de Jesús y su mensaje así les parecía un modelo posible humanamente. Nosotros también podemos sacar las mismas conclusiones y alguna más. Por ejemplo: La tentación no significa nada negativo ni desmoralizante. Es ocasión de reconocimiento de nuestra vulnerabilidad y límite, pero también de la posibilidad de superación y crecimiento.

Los textos evangélicos sitúan las tentaciones de Jesús en un lugar y tiempo muy precisos aunque esas tentaciones, por genéricas y ejemplarizantes, le debieron de rondar a Jesús, como a cada uno de nosotros, siempre y en todo lugar mientras vivió en la tierra. Las tentaciones nos presentan la humanidad de Jesús. Tentado como todo humano. Con ellas nos da ejemplo de la vivencia de la vulnerabilidad, límites, errores y debilidades que los humanos tenemos.

La tentación, en Jesús y nosotros, es la posibilidad de desviarse del buen camino emprendido. Renunciar al proyecto empezado. Es la lucha que todo humano sostiene entre las pulsiones de vida y las de muerte, el bien y el mal, la humanidad y la inhumanidad que nos constituyen. A su vez, vencer la tentación es mantenerse fiel a la misión emprendida a pesar de la duda y la incertidumbre. El afrontamiento y éxito contra la tentación exige lucidez en el discernimiento de la meta propuesta, vigilancia y esfuerzo en el camino, y fidelidad al compromiso.

El denominador común de las tres tentaciones que, a vía de ejemplo, los textos bíblicos narran es: Servir a Dios o servirse de Dios. Dios y yo.  Tomemos como prototipo la tercera tentación. “Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo, y le dijo:  Si eres hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y también: Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras. Jesús le contestó: Está mandado: No tentarás al Señor, tu Dios”.

En Jerusalén, en lo alto del templo, el maligno tienta a Jesús con la seguridad, la garantía, la tranquilidad que le dará saber que Dios hará todo por él. Que mandará a legiones de ángeles en su ayuda si lo precisa. Dios será su servidor. Estará al quite de cualquier demanda. La propuesta es “tentadora”. La respuesta es misteriosa: No tentarás al Señor, tu Dios. Es decir, si Jesús hace lo que el maligno le propone, “probar” a Dios, usar a Dios a su capricho, instrumentalizar a Dios, está tentando a Dios. Esto nos tiene que hacer pensar cuándo nosotros podemos estar tentado a Dios.

En la educación cristiana tradicional la imagen de Dios aprendida es bastante negativa para Dios y para sus creyentes.  Dios era un factotum, que  estaba en los cielos y desde allí intervenía, a su voluntad, en la marcha de la creación. El creyente, con creer (no se sabía muy bien que era eso) y cumplir los mandamientos tenía bastante. Frente a esta educación, ahora sabemos que otras imágenes de Dios y del creyente son posibles y necesarias. Que esas imágenes son evolutivas que tienen que ir cambiando al unísono con nuestra propia evolución como personas en constante desarrollo. Ejemplo de ese cambio: Del dios en los cielos al Dios encarnado en toda realidad, en la creación y en cada ser humano. Del Dios todopoderoso al Dios que me necesita, al Dios que tengo yo que ayudar (Etty Hillesum).  A su vez, la evolución de la idea de Dios arrastra la evolución de la idea de lo humano.

Si tentar a Dios es usarle de mala manera, tengo que revisar mi modo de usar a Dios desde la idea actualizada de Dios. Si pienso en un Dios encarnado en su creación como fundamento de todo lo que existe. También encarnado en mí y constituyendo mi esencia, siendo el ser de mi ser, el fondo de mi ser profundo y verdadero. Si Dios es inmanente y transcendente a la vez. Si me ha hecho a su imagen y semejanza.  Si Dios me ha creado creador para que continúe su obra, si me ha dotado de todo lo necesario para esa misión, no puedo ridiculizarle haciendo de Él un bombero que acude a todos los fueguitos que monto, ni haciéndole venir de ninguna parte. No está fuera de la creación. Tengo que poner a Dios en su sitio: en todo y descubrir la unidad de todo en el Todo, sin confusión. Y es segundo lugar tengo que asumir mi autonomía, libertad y responsabilidad en la creación.

Como conclusión: Examina tus tentaciones en este tiempo de cuaresma, tentaciones no solo ni principalmente de orden moral. También las de orden social y espiritual. Revisa cómo puedes estar “tentando” a Dios. Por ejemplo: No usando todo lo que te ha dado para tu crecimiento y logro de tu plenitud humana. Todo ya te lo ha dado. Pero tú lo tienes que poner en rendimiento. Activarlo. Tienes que desplegar tus recursos y posibilidades. Eres un ser con posibles. Ya eres lo que quieres ser. No esperes lo que ya tienes. “Tientas” a Dios si renuncias a tus posibilidades. Si renuncias a tu vocación. Dios te ha creado cocreador con Él en esta creación continuada que es la historia humana. Te ha dotado de recursos para que los gestionen en favor de tus hermanos. Lo que has recibido gratis, gratis lo tienes que dar. Este es el salto mortal que debes ensayar esta cuaresma: De pedir que Dios te ayude a ayudar tu a Dios (Etty Hillesum). Para ello: Oración, ayuno y limosna.

África de La Cruz Tomé

Fuente Fe Adulta

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Tener, poder, aparentar

Domingo, 10 de marzo de 2019
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Peru_Hunger_Cloth_Luke4_71010 marzo 2019

Lc  4, 1-13

Los evangelios sinópticos –Marcos (1,12-13) apenas mencionándolo; Mateo (4,1-11) y Lucas (4,1-13) desarrollándolo ampliamente– construyen el “relato de las tentaciones” de Jesús, justo al inicio de su actividad pública, con una clara intencionalidad: mostrar que esas trampas acecharían al Maestro a lo largo de toda su existencia.

De hecho, una de ellas –la tercera, en el relato de Lucas; la segunda, en el de Mateo– aparecerá incluso con las mismas palabras en las imprecaciones que dirigen al crucificado: “Si es rey de Israel, que baje ahora de la cruz, y creeremos en él” (Mt 27,42).

Que se trata de una “construcción” legendaria parece claro, no solo por el hecho de que no aparece en el evangelio de Marcos, al que los otros dos siguen, sino porque, tal como lo relatan, es claro que no hubo ningún testigo de lo que ahí se narra.

La finalidad del relato es, por tanto, teológica y, más profundamente aún, antropológica. Por un lado, muestra a Jesús enfrentándose al mal –personificado en el diablo– y venciéndolo. Por otro, nombra con precisión las que constituyen las trampas que acechan a todo ser humano y que se erigen en programa de vida en cuanto nos identificamos con el ego.

Dado que el ego se define por la carencia, todo su empeño consiste en tratar de colmarla. Como un parásito que vive de la energía que roba, el ego funciona a través del mecanismo de la apropiación, aferrándose a todo aquello que puede otorgarle una sensación de existir. Y tal afán se concreta, justamente, en el tener, el poder y el aparentar.

Mientras ve que posee riquezas, ostenta poder y refleja una imagen plausible, el ego se siente vivo y cree haber logrado la seguridad de la que, por su propia naturaleza, carece. Lo cual significa que, en tanto dure la identificación con el yo, es imposible sortear aquellas trampas.

Son trampas porque son inconsistentes, generan sufrimiento –personal y colectivo– y nos mantienen en la ignorancia acerca de quiénes somos.

Son inconsistentes: todo aquello a lo que nos aferramos, lo acabaremos perdiendo; la vida es un soltar permanente. Como alguien ha dicho, “hay quienes se inflan como un globo de helio con un título, un cargo, un cuerpo fit, un apellido o una cuenta bancaria, y se olvidan de que vivimos en un mundo lleno de alfileres”.

Generan sufrimiento: todo apego genera sufrimiento porque, debido a la naturaleza impermanente de todo objeto, conlleva frustración. Sufre la persona que se había aferrado a algo y, en el camino, provoca dolor de todo tipo a los demás.

Nos mantienen en la ignorancia: porque nos llevan a identificarnos con aquello a lo que nos aferramos: la riqueza, el poder o la imagen. Con lo cual, se cumple lo que han advertido los sabios: lo que poseemos, nos posee. Somos libres de todo aquello que soltamos y esclavos de todo aquello a lo que nos apegamos.

Jesús, hombre sabio, supera la trampa, apelando a la sabiduría, es decir, a la comprensión profunda de su verdad –eso es lo que significa la referencia a los textos sagrados de la Torá–. Solo cuando comprendemos que no somos el yo separado, sino la Vida misma que toma temporalmente forma en este yo, se produce la liberación de los apegos. Hemos encontrado la “casa” y la seguridad, que no son separadas ni distintas de lo que somos. La comprensión de nuestra verdad hace cesar las pesadillas de pedigüeño.

¿Dónde busco la seguridad?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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El Diablo no es un señor al que Dios le permite tentar al personal.

Domingo, 10 de marzo de 2019
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

La Creación un acto de Amor

  1. El diablo.

         En el primer domingo de cuaresma leemos y recordamos las tentaciones del Cristo y del ser humano.

         Era natural que se echase mano de la figura del diablo. Pero a estas alturas de la vida y del pensamiento cristiano no podemos creer que el diablo sea un personaje, un señor al que Dios le permite que ande por ahí haciendo el “canelo” con un tridente, oliendo a azufre y a la caza y captura de clientes para el infierno. Sería -es- un infantilismo carnavalero.

         Diablo es lo contrario de símbolo.

Los símbolos centran, concentran significados: banderas, colores, anagramas, etc. representan pueblos, instituciones, movimientos, etc.

Diablo es lo que puede descentrar la libertad humana. Hay realidades en la vida que pueden despistar nuestra libertad: el dinero, la comida, el sexo, etc.

         La cuestión del diablo y de las tentaciones radican en la libertad humana, no en un señor que pulula por ahí.

  1. un relato entramado de símbolos.

         El relato de las tentaciones de Jesús es un entramado de símbolos que evocan el Éxodo, la libertad, los cuarenta días / años de desierto, es decir: toda la vida caminando para llegar a la Tierra de Promisión.

         Toda vida humana es un Éxodo, un camino, una nostalgia (un intento) de absoluto, una promesa de tierra de plenitud.

  1. ¿Dios nos creó, pero le salió mal la creación?

         Decimos y creemos que Dios es creador. Pues bien, cuando Dios crea, lo hace con amor y con todas sus consecuencias.

         Si Dios crea la tierra, no pensemos que luego va a evitar los terremotos. La tierra, el universos y los pluriversos tienes sus leyes y pueden ocurrir catástrofes, que Dios no va a evitar.

         Si Dios crea los mares, luego no va a evitar que se den maremotos.

         Si Dios crea libre al ser humano, el hombre puede equivocarse y hacer el mal (pecado).

         Las criaturas no somos dioses, somos limitados, corruptibles porque así nos ha creado Dios. Los humanos somos débiles y estamos llamados a morir. Dios nos ha creado siendo muy consciente de que podemos fallar.

04    La creación no es un acto de poder, sino de amor.

La clave para acercarse al misterio de Dios creador no es su poder, sino su amor.

Aunque Dios es todopoderoso, sin embargo la relación de Dios con el hombre no es desde la omnipotencia, sino desde el amor. Dios es amor (1Jn 4,16).

Cuando Dios emplea su poder (como su justicia), está regido por su amor hacia el mundo y hacia los seres humanos, (27).

Si Dios usara sin más el poder para suprimir todo mal, violentaría la creación, y, sobre todo, al hombre en su dignidad y libertad. Y la condición del amor es dejar a los otros ser lo que son en su identidad profunda. La permisión del mal es inherente a un Dios que transmite y respeta la vida, (Segundo Galilea).

        El ser humano es libre y en el ejercicio de su libertad puede elegir, decidir, y se puede equivocar incluso puede actuar mal. La única manera de evitar las equivocaciones y el mal es no creando al ser humano, no creando las cosas ni la creación. Pero es mejor vivir la miseria humana con esperanza, con Éxodo y Tierra de Promisión que no vivir.

Mundo (360)Por eso Dios crea con amor, aun a riesgo de que el ser humano se corrompa y se frustre.

Estamos en el núcleo del problema del mal, del misterio del mal.

La clave para iluminar el problema del mal es otra vez el amor de Dios. Por el amor que Dios nos tiene, es el único que puede transformar los males en bien final.

La solución al problema del mal humano, del pecado está en JesuCristo. Jesús crucificado es la razón última de la esperanza cristiana, de la liberación, de la Tierra de promisión. Jesús crucificado y no mis fuerzas, ni mi voluntarismo, es donde queda superado el aparente absurdo del mal inevitable.

Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.

(rezamos todos juntos estas palabras de San Pablo)

¿Quién nos separará del amor de Cristo?

¿El sufrimiento, la angustia, la persecución, el hambre,

 la desnudez, el peligro, la muerte violenta?

Estamos siempre expuestos a la muerte.

Pero en todo esto salimos más que vencedores

por medio de aquel que nos amó.

Nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente ni lo futuro,

ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios.

¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús,

 nuestro Señor!

(Romanos 8, 35-37)

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¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?

Domingo, 10 de junio de 2018
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Propósito

Por fin echaré a andar…
Sólo, por donde sea,
por donde quiera Dios y su momento
y mi sinceridad.

Ya me estaba cansando
de pisarme la vida tristemente.

¡Aire, cielo, aire, mar, cielo, mar, aire!

Sólo, o con vosotros, ¡con los hombres!
¡¡ pero fuera de mí !!

*

Pedro Casaldáliga

Palabra Ungida, 1955

***

163514-600-338
***

 

En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales. También los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: “Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.”

Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas:

“¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.

Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

Llegaron su madre y sus hermanos y, desde fuera, le mandaron llamar. La gente estaba sentada a su alrededor, y le dijeron:

-“¡Oye! Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.”

Jesús les respondió:

-“¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”

Y mirando entonces a los que estaban sentados a su alrededor, añadió:

-“Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.”

*

Marcos 3, 20-35

***

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El ser humano puede llegar a ser y se hace, de hecho, culpable. Esta es una convicción cristiana fundamental de fe. La encontramos expresada de manera clara o implícita en todos los escritos de la Biblia. «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros» (1 Jn 1,8). La convicción de la posibilidad de la realidad de la culpa humana no brota sólo de la revelación divina de la antigua y de la nueva alianza. Se basa asimismo en la experiencia humana cotidiana, en cuyo interior conocemos nuestro fracaso personal, la libertad, la responsabilidad y la culpa […].

        La libertad es una realidad que se nos da en virtud de que el hombre es persona, aunque no es plenamente comprensible de un modo analítico. La libertad podemos experimentarla, pero no comprenderla. De este carácter incomprensible participa asimismo la culpa, en cuanto abuso de la libertad. En el fondo, no es posible explicar ni las decisiones libres ni el fracaso culpable. Sólo es posible explicar los procesos que pueden estar motivados y pueden ser esclarecidos sobre la base de la regularidad, en cuanto desarrollos necesarios. La libertad o, mejor aún, la libertad de elección atestigua en realidad precisamente lo contrario de la regularidad y de la necesidad.

        En la esencial incapacidad en que nos encontramos de «llevar las bridas» de nuestras propias decisiones libres y de nuestra propia culpabilidad, de comprender del todo y de demostrarlas de una manera convincente, ahí precisamente, en esa incapacidad, es donde se fundamenta la posibilidad de negarlas. Si queremos escapar del peligro que supone semejante desconocimiento de nosotros mismos, debemos mantenernos abiertos al testimonio de la revelación y a la experiencia de nosotros mismos que aparece en la conciencia.

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D- Grothues, Schuld und Vergebung, Munich 1972, pp. 7ss;
existe trad. italiana: Amare iI prossimo, Brescia 1991, pp. 139ss.

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“Entre conflictos y tentaciones”. Domingo 1 Cuaresma – B (Marcos 1,12-15)

Domingo, 18 de febrero de 2018
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808109-204x300Antes de comenzar a narrar la actividad profética de Jesús, Marcos nos dice que el Espíritu lo impulsó hacia el desierto. Se quedó allí cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían. Estas breves líneas son un resumen de las tentaciones o pruebas básicas vividas por Jesús hasta su ejecución en la cruz.

Jesús no ha conocido una vida fácil ni tranquila. Ha vivido impulsado por el Espíritu, pero ha sentido en su propia carne las fuerzas del mal. Su entrega apasionada al proyecto de Dios le ha llevado a vivir una existencia desgarrada por conflictos y tensiones. De él hemos de aprender sus seguidores a vivir en tiempos de prueba.

«El Espíritu empuja a Jesús hacia el desierto»

No lo conduce a una vida cómoda. Lo lleva por caminos de pruebas, riesgos y tentaciones. Buscar el reino de Dios y su justicia, anunciar a Dios sin falsearlo, trabajar por un mundo más humano es siempre arriesgado. Lo fue para Jesús y lo será para sus seguidores.

«Se quedó en el desierto cuarenta días»

El desierto será el escenario por el que transcurrirá la vida de Jesús. Este lugar inhóspito y nada acogedor es símbolo de pruebas y dificultades. El mejor lugar para aprender a vivir de lo esencial, pero también el más peligroso para quien queda abandonado a sus propias fuerzas.

«Tentado por Satanás»

Satanás significa «el adversario, la fuerza hostil a Dios y a quienes trabajan por su reinado. En la tentación se descubre qué hay en nosotros de verdad o de mentira, de luz o de tinieblas, de fidelidad a Dios o de complicidad con la injusticia.

A lo largo de su vida, Jesús se mantendrá vigilante para descubrir a «Satanás» en las circunstancias más inesperadas. Un día rechazará a Pedro con estas palabras: «Apártate de mí, Satanás, porque tus pensamientos no son los de Dios». Los tiempos de prueba los hemos de vivir, como él, atentos a lo que nos puede desviar de Dios.

«Vivía entre alimañas y los ángeles le servían»

Las fieras, lo seres más violentos de la tierra, evocan los peligros que amenazarán a Jesús. Los ángeles, los seres más buenos de la creación, sugieren la cercanía de Dios, que lo bendice, cuida y sostiene. Así vivirá Jesús: defendiéndose de Antipas, al que llama «zorro», y buscando en la oración de la noche la fuerza del Padre.

Hemos de vivir estos tiempos difíciles con los ojos fijos en Jesús. Es el Espíritu de Dios el que nos está empujando hacia el desierto. De esta crisis saldrá un día una Iglesia más humana y más fiel a su Señor.

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

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“Se dejaba tentar por Satanás, y los ángeles le servían”. Domingo 18 de febrero de 2018. Domingo primero de cuaresma

Domingo, 18 de febrero de 2018
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19-cuaresma B1 cerezoLeído en Koinonia:

Génesis 9,8-15: El pacto de Dios con Noé salvado del diluvio.
Salmo responsorial: 24:Tus sendas, Señor, son mi misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza.
1Pedro 3,18-22: Actualmente os salva el bautismo.
Marcos 1,12-15:Se dejaba tentar por Satanás, y los ángeles le servían.

La primera lectura, Génesis 9, contiene la «alianza de Dios con Noé». La alianza famosa, la más importante, tendrá lugar más tarde, la alianza con Abraham. La Alianza con Noé pertenece a un segundo plano de “la economía de la salvación”. ¡Nunca más habrá diluvio para destruir la tierra!, le asegura Dios a Noé (Gn 9,11). Y esta promesa va acompañada de un memorial: el arco iris, señal del nuevo pacto entre Dios y la humanidad.

¡El miedo al “diluvio” ha sido quebrado! Ahora tenemos una nueva alianza a partir de una alternativa de vida para todos los seres vivientes. El arca que ha abrigado a la familia se transforma en una gran casa acogedora de la vida, en donde el cuidado con los animales se destaca de una manera especial (Gn 9,1-7). Es la casa de la vida que coloca al ser humano en comunión con la tierra, con la naturaleza, con el cosmos.

El río Jordán, el desierto, y la Galilea son como un mismo “hilo conductor” de un desplazamiento fundamental que da inicio al evangelio de Marcos. Ahí percibimos el movimiento del reino de Dios que nos invita a movilizarnos en búsqueda de nuestros propios “lugares del Reino” donde se concreten y desarrollen nuestras opciones por la vida, por la dignificación de las personas y de las comunidades.

El río Jordán evoca grandes y significativos hechos de la historia de Israel. El más importante, sin duda, cuando Josué y el grupo del desierto atraviesan el río para entrar en la tierra prometida (Jos 3-4). Relato de los orígenes de aquel proyecto de vida igualitaria revelado por Dios a los esclavos fugitivos de Egipto. A partir de esta memoria primordial, Juan el Bautista convoca al pueblo alrededor de una nueva esperanza mesiánica. Allí también acude Jesús, procurando “las aguas de Juan”.

El desierto es muy frecuentemente mediación de discernimiento, formación y maduración en el proyecto de Dios. Jesús es llevado por el Espíritu al desierto, lugar por excelencia donde Israel aprendió a ser pueblo. Sujeto y proyecto anudados alrededor de la memoria del éxodo dando inicio al evangelio de Jesús.

Galilea es el lugar donde Jesús concreta su opción de humanidad y de humanización. Esta geografía es para Jesús el espacio vital del Reino. Es un mar, una tierra y un pueblo abierto a las naciones del entorno. Las fronteras se “cruzan” dando lugar a la inclusión de lo diverso en múltiples “misturas”. Favorabilidad donde madura e irrumpe el kairós del reino de Dios.

El paso del Jordán al desierto, plantea la articulación de movimientos mesiánicos proféticos que tienen en esos lugares, sus fuentes de inspiración y de organización. La confrontación con Satanás, como principio cósmico del mal que Marcos lo vincula con la enfermedad, la marginación y la muerte de los pobres, será para Jesús la definición de su vida por la ruta del reino de Dios. El desierto deja de ser lugar de prueba y penitencia según la tradición judía, para convertirse en lugar de aprendizaje definitivo en la confrontación y el desequilibrio. El Espíritu de Dios lleva a Jesús hasta la memoria fundacional de Israel, donde, venciendo a Satán, la vida se torna en fidelidad hacia Dios y hacia lo humano.

El simbolismo de los “cuarenta” tiene que ver con el trauma del nuevo nacimiento. Los poderes de la historia se hallan enfrentados: Jesús como principio de la humanidad liberada desde Dios, y Satanás, que es signo y causa de la muerte en el mundo. Nos hallamos frente al relato de un nuevo origen. Marcos re-escribe la historia, llevándonos del agua del bautismo a la re-construcción de la humanidad, para decirnos que Jesús está ahí apostando por una opción de vida, dignidad y felicidad humana. Pero Jesús no asume el combate solitario. Está junto con los animales y los ángeles como evocando un nuevo paraíso. El servicio angélico comunica esperanza y porta salvación. Al retomar el “paraíso” para re-iniciar el camino de lo humano, Jesús cuenta con fuerzas naturales y angelicales (la tierra y el cielo) favorables. Jesús se encuentra entre la tentación satánica y el servicio angélico. Es el dilema que permanentemente enfrentaremos. Marcos ha evocado estos poderes como en un espejo para que podamos mirarnos en ellos. Nos ha dicho lo que es tentar y servir, nos ha arraigado en la “historia original”. Ya en la historia concreta esos actores sobrenaturales desaparecen y es cuando Jesús nos enseña a servir, sirviendo a su comunidad discipular.

Obviamente, los cuarenta días del desierto no desaparecen. Duran todo el evangelio, toda la vida. Son paradigma de la contradicción y el desequilibrio que permanentemente atraviesan la historia. En la trama de la vida humana se ha venido a introducir y decidir la trama de pecado y esperanza de todos los vivientes (incluidos los animales, los ángeles y los diablos).

En definitiva, la liturgia nos presenta este evangelio del comienzo del ministerio de Jesús, por paralelo con el comienzo de la cuaresma. La Cuaresma es la vida humana… Leer más…

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D 18. 2. 18. Cuaresma, el mito de la tentación: ¡Entre Dios y el Diablo!

Domingo, 18 de febrero de 2018
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27971909_935161956660997_3972509272901833610_nDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 1 Cuaresma. Ciclo b. Mc 1, 12-13. Conforme al evangelio de Marcos, tras haber sido bautizado, antes de iniciar su ministerio Jesús permanece cuarenta días con el Diablo, en el desierto, para ser probado y superar la prueba, realizando así la primera cuaresma de la historia cristiana.

Éste es un relato mítico, pero (¡y por eso!) extrañamente actual y verdadero, pues sólo en forma simbólica pueden contarse las cosas más profunda, como sabe la poesía como cuenta el buen cine.

Este relato recoge el primero de los grandes dramas de la historia, el de la vida del hombre como tensión y prueba, un tema que ha sido contado en casi todas las culturas, y que el evangelio sitúa en el comienzo de la vida pública de Jesús, allí donde tiene que escoger entre Dios y el Diablo, entre la fidelidad a su llamada (al servicio de los hombres) y el deseo de huir, de escaparse, o de refugiarse en su propio Diablo.

Entre Dios y Satán habitará Jesús, en su desierto. Entre Dios y Satán seguimos encontrándonos simbólicamente, nosotros, ante el tema y tarea de la guerra final, que suele presentarse como lucha entre imperios e imperios, ángeles y diablos, la última de todas las guerras de la historia.

Pero el evangelio de Marcos sabe y nos dice que esa guerra se ha librado en el mismo corazón de Jesús y se sigue librando en el nuestro, entre la llamada de Dios y la “tentación” del Diablo, que habla, nos llama y nos prueba, para que entreguemos en sus manos nuestra vida.

evangelio-de-marcosSiendo humano, según el evangelio, Jesús se ha introducido en esa guerra (¡nuestra guerra!), buscando y encontrado su tarea (¡que es la tarea!), la de proclamar e iniciar la llegada del Reino de Dios entre aquellos a quienes la gente tomaba como abandonados de Dios (locos, posesos y enfermos), de forma que esa guerra personal se vuelve guerra social, universal, de la historia entera.

Ésta es la guerra que libramos cada uno de nosotros, pues somos desde antiguo un campo de batalla, entre Dios y Satán; pero ésta es, al mismo tiempo, la guerra universal por el dominio del mundo, por la supremacía económica, la guerra de Mammón (Mt 6, 24), en la que mueren cada día más de 40 personas de hambre.
El evangelio ha contado esta batalla de un modo simbólico (mítico), y quien piense que él no está implicado en ella no entiende nada… Quien se olvide de esa lucha y viva como si no le afectara se ha olvidado de sí mismo, no comprende nada de nada.
(lo que sigue está tomado de mi Comentario de Marcos).

Buen domingo a todos.

Texto. Mc 1, 12-13

12 Y de pronto, el Espíritu lo expulsó al desierto;
13 y estaba en el desierto durante cuarenta días, siendo tentado por Satanás.
Y estaba con las fieras y los ángeles le servían

Lleno del Espíritu del Dios, que le ha llamado Hijo Querido, tras salir del agua del bautismo (habiendo superando así el nivel de conversión de Juan Bautista), Jesús debe asumir la tentación satánica, en un gesto donde se vinculan, en clave simbólica, los rasgos principales de la trama de Marcos, que presenta a Jesús entre fieras y ángeles.

Éste es un relato anticipatorio, de tipo especular (un texto espejo) que permite comprender desde el principio lo que sigue. Es como si pudiéramos quitar por un momento los velos que ocultan la verdad de los personajes, para ver la identidad de cada uno.

Introducción. Jesús probado.

No es Hijo (ni ha recibido el Espíritu) para encerrarse y vivir en aislamiento, sino para extender la filiación, como indica el texto al afirmar que de pronto (euthys, 1, 12), el mismo Espíritu que había recibido le arrojó al desierto, que ya no es lugar de “metanoia” o conversión (como para el Bautista), sino de prueba mesiánica, signo de las dificultades y problemas que Jesús ha de vencer en su camino de Hijo de Dios, a lo largo de su vida, en lucha con Satanás.

Así lo dice este breve texto, construido a modo de parábola fundante, que proyecta sobre Jesús los cuarenta años de prueba de los israelitas de antaño en el desierto. Es posible que el autor del evangelio de Marcos ignore los motivos más concretos de la tentación, que aparecen en el documento Q (Lc 4 y Mt 4: pan, poder, milagro). Pero parece más probable suponer que Marcos no quiso introducirlos, aunque fueran conocidos y narrados en algunos ambientes, construyendo, en cambio, este relato de tipo más general, que resulta necesario para entender su Evangelio, pues sirve para presentar a un personaje clave de su trama (Satán).

Ciertamente, él ha comenzado hablando del Bautista como iniciador profético y ha descubierto a Dios como agente principal (trascendente), pero a fin de comprender la vida y obra de Jesús, él debe presentar también a Satanás como antagonista, acudiendo para ello a unos motivos importantes de su tradición israelita (y de la primera Iglesia).

Para situar el tema

Marcos ha querido presentar desde el principio a Satanás, para que se sepa quién ha sido (y está siendo) el antagonista de Jesús. Por otra parte, como irá mostrando todo el evangelio, Satanás y/o los espíritus inmundos sólo actúan de manera expresa hasta un momento de la trama (dejamos de sentir a Satanás en 8,33 y a los espíritus malignos en 9,29).

¿A qué se debe? Probablemente al hecho de que Satanás es ante todo un «indicador» de los poderes perversos que se adueñan de la humanidad. Por eso, cuando los seres humanos llegan a su maldad extrema (en los relatos del juicio de Jesús en Jerusalén y en los motivos centrales de su muerte), son ellos mismos y no Satanás ni sus demonios, los que tientan a Jesús.

Pero vengamos ya al pasaje. Tras la gran revelación que sigue al Bautismo, allí donde parece que Jesús (Hijo Querido) debería vencer toda oposición, sin dificultades, Marcos ha querido mostrar que su camino mesiánico, definido por el descenso del Espíritu y la palabra de Dios, estará marcado por la tentación y el conflicto.

En un primer momento, este pasaje nos resulta extraño
, con mezcla de fábula (presencia de fieras), de mito religioso (oponen ángeles y diablo) y de relato edificante (el héroe Jesús vence a Satanás). Ciertamente hay esos y otros rasgos en el texto. Pero al estudiarlo con más detenimiento, descubrimos que los diversos rasgos quedan de tal forma ensamblados que se integran en un tipo de unidad de oposición revelatoria, en cuyo centro está Jesús, entre ángeles y fieras, entre el Espíritu y Satán, en un espacio y tiempo muy especial (del desierto y los cuarenta días):

Y de pronto el Espíritu lo «expulsó» (1, 12).

Se trata, sin duda, del Espíritu de Dios (santo), que él ha recibido tras el bautismo (1, 9; cf. 1, 8), que no le deja ya estar junto al río de la conversión (el Jordán, con el Bautista), sino que le “expulsa” (ekballei), como expulsó a Adán del paraíso (exeballen, con el mismo verbo: Gen 3, 24), para que habite así en el mundo de la prueba.

Según Gen 2, 3, Dios había ofrecido a los hombres su Espíritu (aliento), haciéndoles capaces de vivir en sí mismos (de discernir y decidirse). Pues bien, ese mismo Espíritu de Dios “arroja” ahora a Jesús (le expulsa del lugar de una filiación que resolvería todos sus problemas) para llevarle al desierto de la prueba, de manera que él aparece como un “poseído” del Espíritu.

El texto dice que le expulsó al Desierto (1, 12). Por exigencia de la tradición israelita, según el relato de Marcos, el lugar de prueba no es ya el paraíso (como en Gen 2-3), sino el desierto: espacio inhabitado, donde el hombre ha de moverse entre las fuerzas primigenias de la realidad. Este desierto donde el Espíritu expulsa a Jesús no es el de Juan, en 1, 4, junto al río del bautismo, sino el lugar de las “tentaciones y pruebas” de los israelitas, según el Pentateuco (en Éxodo, Números y Deuteronomio).

Cuarenta días. Éstos son los días de su prueba (1, 13), reflejo y concreción de los cuarenta años de prueba del antiguo Israel. En algún sentido se puede añadir que ese desierto (espacio) y esos cuarenta días (tiempo) responden también al paraíso de Gen 2, que aparece así como lugar donde Jesús, nuevo Adán, invierte el antiguo pecado y despliega la verdad del ser humano.

Jesús ha vuelto así al principio (los cuarenta días), para convocar, como Hijo de Dios y con la fuerza del Espíritu, la auténtica familia de Dios sobre la tierra. En ese principio de Jesús se encuentran incluidos sus seguidores . Leer más…

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Tentación sin tentaciones. Primer domingo de Cuaresma. Ciclo B

Domingo, 18 de febrero de 2018
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tentaciones“… y los ángeles le servían”

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Volver a empezar

El primer domingo de Cuaresma, en cualquiera de los tres ciclos, se dedica siempre a recordar las tentaciones de Jesús. Eso supone que debemos dar marcha atrás, olvidarnos de que ya estaba recorriendo Galilea con sus discípulos y volver a empezar. Jesús acaba de bautizarse, ha recibido una misión de Dios. Pero antes de lanzarse a una actividad pública, el espíritu lo impulsa al desierto. Con este relato, muy simbólico y que no se presta a conclusiones piadosas, Marcos quiere plantearnos desde el comienzo el misterio de la persona de Jesús.

Un relato sin tentaciones

Si se hiciera una encuesta a los cristianos sobre las tentaciones de Jesús (suponiendo que hayan oído hablar de Jesús y de las tentaciones) algunos mencionarían la de convertir una piedra en pan; otros, que Satanás le ofreció toda la gloria y riqueza si lo adoraba; los más listos incluso recordarían lo de tirarse desde el pináculo del templo. Con eso, demostrarían conocer los relatos de las tentaciones que cuentan Mateo y Lucas. Pero Marcos no dice nada de eso.

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían.

Más que un relato parece un guion con seis datos que el catequista deberá desarrollar.

El Espíritu. En las tradición bíblica, el Espíritu es el que impulsa a los Jueces y a los profetas a realizar la misión que Dios les encomienda: salvar al pueblo de sus enemigos o transmitir su palabra. En este caso, con notable diferencia, el Espíritu impulsa a Jesús al desierto.

 El desierto es el lugar de la prueba, como lo fue para el pueblo de Israel cuando salió de Egipto, camino de la Tierra Prometida. Allí fue tentado, para ver si eran fieles. Y la inmensa mayoría sucumbió en la prueba, mostrándose un pueblo de corazón duro y obstinado. Jesús, en cambio, superará en el desierto la tentación.

 Los cuarenta días equivalen a los cuarenta años que, según la tradición bíblica, pasó Israel en el desierto. Es número de plenitud, de tiempo redondo (recuérdense los cuarenta días del diluvio, los cuarenta días entre la resurrección de Jesús y la Ascensión, etc.).

Satanás. Nosotros hemos adornado este personaje con tantos elementos (incluidos cuernos y rabo) que conviene dejar claro cómo lo concibe Mc. El evangelista usa el nombre de Satanás en cinco ocasiones (1,13; 3,23.26; 4,15; 8,33), y desaparece en la segunda parte del evangelio (cc.9-16); curiosamente, la última vez que se menciona a Satanás no se refiere al demonio sino el apóstol Pedro, que quiere apartar a Jesús de la pasión y la cruz. Por consiguiente, Satanás es el símbolo de la oposición al plan de Dios. Satanás quiere apartar a Jesús del camino que Dios le ha trazado en el bautismo: hacer que se olvide de pobres y afligidos, dejar de consolar a los tristes, no anunciar la buena noticia. O, como hará Pedro más adelante, pedirle que cumpla su misión, pero sin pensar en cruz ni sufrimientos.

 Fieras y ángeles. Esta curiosa mención está cargada de simbolismo. Los animales del desierto no son los que ve cualquier campesino galileo a su alrededor: mulos, vacas, ovejas… Son escorpiones, alacranes, etc. Y esto nos recuerda el Salmo 91,11-13, donde aparecen mencionados junto con los ángeles:

«A sus ángeles ha dado órdenes

para que te guarden en todos tus caminos;

te llevarán en sus palmas

para que tu pie no tropiece en la piedra;

caminarás sobre chacales y víboras,

pisotearás leones y dragones».

Jesús, en el desierto, sufre la tentación de Satanás. Pero Dios está a su lado, lo protege mediante sus ángeles, y hace que triunfe de todos los peligros.

Estos elementos (tentación, vivir con los animales, servicio de los ángeles) recuerdan al relato de Adán en el paraíso, tal como se contaba en las tradiciones rabínicas. De este modo, Mc presenta a Jesús como el nuevo Adán, que, a diferencia del primero, no sucumbe a la tentación, sino que la supera.

Primera actividad de Jesús y síntesis de su predicación

El relato de las tentaciones en Mc es tan breve que la liturgia ha añadido las frases siguientes. Aunque tratan un tema muy distinto (el comienzo de la actividad de Jesús) y ya las leímos en el Domingo 3º, la invitación a la conversión encaja muy bien al comienzo de la Cuaresma.

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»

Esas palabras ya las leímos el domingo 3º. Recuerdo lo que comenté a propósito de ellas. Marcos ofrece tres datos: 1) momento en que comienza a actuar; 2) lugar de su actividad; 3) contenido de su predicación.

 Momento. Cuando encarcelan a Juan Bautista. Como si ese acontecimiento despertase en él la conciencia de que debe continuar la obra de Juan. Nosotros estamos acostumbrados a ver a Jesús de manera demasiado divina, como si supiese perfectamente lo que debe hacer en cada instante. Pero es muy probable que Dios Padre le hablase igual que a nosotros, a través de los acontecimientos. En este caso, la desaparición de Juan Bautista y la necesidad de llenar su vacío.

Lugar de actividad. A diferencia de Juan, Jesús no se instala en un sitio concreto, esperando que la gente venga a su encuentro. Como el pastor que busca la oveja perdida, se dedica a recorrer los pueblecillos y aldeas de Galilea, 204 según Flavio Josefo. Galilea era una región de 70 km de largo por 40 de ancho, con desniveles que van de los 300 a los 1200 ms. En tiempos de Jesús era una zona rica, importante y famosa, como afirma el libro tercero de la Guerra Judía de Flavio Josefo (BJ III, 41-43), aunque su riqueza estaba muy mal repartida, igual que en todo el Imperio romano.

Los judíos de Judá y Jerusalén no estimaban mucho a los galileos: “Si alguien quiere enriquecerse, que vaya al norte; si desea adquirir sabiduría, que venga al sur”, comentaba un rabino orgulloso. Y el evangelio de Juan recoge una idea parecida, cuando los sumos sacerdotes y los fariseos dicen a Nicodemo: “Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta” (Jn 7,52).

Mensaje. ¿Qué dice Jesús a esa pobre gente, campesinos de las montañas y pescadores del lago? Su mensaje lo resume Marcos en un anuncio (“Se ha cumplido el plazo, el reinado de Dios está cerca”) y una invitación (“convertíos y creed en la buena noticia”).

El anuncio encaja en la mentalidad apocalíptica, bastante difundida por entonces en algunos grupos religiosos judíos. Ante las desgracias que ocurren en el mundo, y a las que no encuentran solución, esperan un mundo nuevo, maravilloso: el reino de Dios. Para estos autores era fundamental calcular el momento en el que irrumpiría ese reinado de Dios y qué señales lo anunciarían. Jesús no cae en esa trampa: no habla del momento concreto ni de las señales. Se limita a decir que “está cerca”.

Pero lo más importante es que vincula ese anuncio con una invitación a convertirse y a creer en la buena noticia.

Convertirse implica dos cosas: volver a Dios y mejorar la conducta. La imagen que mejor lo explica es la del hijo pródigo: abandonó la casa paterna y terminó dilapidando su fortuna; debe volver a su padre y cambiar de vida. Esta llamada a la conversión es típica de los profetas y no extrañaría a ninguno de los oyentes de Jesús.

Pero Jesús invita también a “creer en la buena noticia” del reinado de Dios, aunque los romanos les cobren toda clase de tributos, aunque la situación económica y política sea muy dura, aunque se sientan marginados y despreciados. Esa buena noticia se concretará pronto en la curación de enfermos, que devuelve la salud física, y el perdón de los pecados, que devuelve la paz y la alegría interior.

El recuerdo del bautismo (dos primeras lecturas)

Desde antiguo, la celebración de la Pascua quedó vinculada con el bautismo de los catecúmenos el Sábado Santo, y eso ha influido en la selección de las lecturas de la Cuaresma, que pretenden recordar episodios que jugaron un gran papel simbólico en la preparación para el bautismo. La carta de Pedro (llamada así aunque no la escribió san Pedro) ve en el diluvio un simbolismo del bautismo: Noé y sus hijos se salvaron cruzando las aguas del diluvio, el cristiano se salva sumergiéndose en el agua bautismal. Menos clara es la relación de la lectura del Génesis con el bautismo; aunque también ella habla de Noé, todo se centra en la promesa de Dios de no volver a destruir la tierra. Es posible que se haya elegido el texto por la convivencia de hombre y animales, que recuerda a lo que dice el evangelio sobre Jesús viviendo con las fieras.

Jesús y nuestro bautismo

La presentación de Jesús como nuevo Adán está estrechamente relacionada con la nueva vida que comienza en el cristiano con el bautismo. La Cuaresma es el mejor momento para profundizar en este sacramento que, en la mayoría de los casos, recibimos sin ser conscientes de lo que recibíamos.

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Primer Domingo de Cuaresma. 18 de febrero, 2018

Domingo, 18 de febrero de 2018
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cuaresma-i

El Espíritu impulsó a Jesús al desierto”.

(Mc 1, 12-15)

Parece que al leer esto, lo primero que nos sale es: “¡Ay, ay, Jesús no vayas! ¡Ten cuidado! Van a intentar liarte y hacerte mal… ” Pero se nos olvida, o no prestamos atención, al sujeto de la frase: el Espíritu. Es Dios quien le empuja… No va a estar solo… Además, el evangelista Marcos nos lo presenta justo después del Bautismo donde Jesús escuchó: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”.

Nos olvidamos de la acción del Espíritu de Dios en nuestro día a día. Nos podemos preguntar: ¿qué pasaría si fuesemos consciente de la acción de Dios en cada momento, en este mismo instante? ¿Cómo sería si nos dejásemos empujar libremente por su Espíritu? Nuestra vida cambiaría, ¿verdad? Seríamos personas llenas de agradecimiento, de confianza, de esperanza.

El desierto… ese lugar que nos atrae y nos da miedo al mismo tiempo… Silencio y soledad. Escucha atenta. Mirada profunda. Encuentro con nuestras sombras, con aquello que tratamos de esconder en nuestra vida porque duele… Dios está aquí, con nosotras, siempre.

Jesús fue puesto a prueba, y no solo en el desierto. Dios decidió hacerse persona, y eso incluía las pruebas, los miedos y el dolor. Conoce nuestra fragilidad, nuestros límites. Y, con toda nuestra realidad, nos llama a amar, a servir y a anunciar su Reino.

Se nos invita hoy también a convertirnos, a volver el corazón a Dios, a creer en el Evangelio. ¿Creemos en la Buena Noticia de Jesús? ¿Nos habla la Palabra de Dios? ¿Nos interpela y nos mueve a hacerla vida?

Tenemos tarea para esta Cuaresma (y para toda nuestra vida): volver nuestro corazón a Dios, creer en la Buena Noticia de Jesús y ponerla en práctica, y dejarnos impulsar por el Espíritu. ¡Ánimo, que promete salir bien!

Oración

Trinidad Santa, vuelve nuestro corazón a ti. Haz que nos dejemos impulsar por tu Espíritu en cada momento de nuestra existencia.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Sin lucha no puede haber victoria.

Domingo, 18 de febrero de 2018
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20130418-jesus_tentacion_en_el_desierto_pinturaMc 1, 12-15

Durante siglos, hemos puesto en el perdón de Dios la meta de nuestras relaciones con Él. Esta idea de Dios está en las antípodas del evangelio. Jesús nos dice que el perdón es el punto de partida. Nuestro concepto de pecado se basa en el mito de la ruptura. A partir de ahí, la religiosidad consistirá en una recuperación de lo perdido. Hoy tenemos datos para intentar otras explicaciones. Somos fruto de la evolución y seguimos avanzando.

El pecado es una de las experiencias más dolorosas y humillantes del ser humano. Lo que tenemos que superar es una explicación demasiado primitiva de fallo y descubrir un modo de afrontarlo que pueda ser útil para superarlo eficazmente. El mal no tiene nada de misterio. Es consecuencia inevitable de nuestra condición de criaturas limitadas. Una inercia de tres mil millones de años de evolución, que nos empuja hacia el individualismo, no puede ser contrarrestada por unos cientos de miles de años de trayectoria humana.

El primer objetivo de todo ser vivo fue mantener esa vida contra todas las agresiones externas e internas. Esta experiencia se va almacenando en el ADN. Gracias a él, la vida no solo se conservó, sino que fue alcanzando cotas más altas de perfección, hasta llegar al “homo sapiens”. Su relativa perfección permite al hombre unas relaciones completamente distintas; ahora fundadas en la armonía. Pero permanece el instinto de conservación que le lleva al individualismo. La visión miope tiene que ser superada por un nuevo conocimiento.

Fijaos bien que los tres temas clásicos de la cuaresma son: Oración, ayuno, limosna. En ellos quedan resumidas todas las posibles relaciones humanas: con Dios, con uno mismo, con los demás. La calidad humana del hombre depende de la calidad de sus relaciones. Si no sobrepasan lo puramente instintivo, esas relaciones estarán basadas en un individualismo feroz, buscando el provecho biológico inmediato. Si esas relaciones están basadas en el conocimiento de tu auténtico ser, te llevarán a la armonía con todos los seres.

El hecho de que Mc sea tan breve, siendo el primero que escribió, nos está diciendo que en Mt y Lc, se trata de una elaboración progresiva, y no de un olvido de los detalles por parte de Mc. También pudiera ser que Mt y Lc encontraran ya el relato ampliado en la fuente Q, anterior a Mc. En todo caso, esas diferencias nos estarían demostrando el carácter simbólico del relato, más allá de las limitaciones de tiempo y lugar. Mc está planteando en tres líneas toda la trayectoria humana de Jesús.

El objetivo del relato es muy distinto en Mt y Lc, y en Mc. Este último no pretende ponernos en guardia sobre las clases de tentaciones que podemos experimentar. En Mc no hay tres tentaciones, porque plantea toda su vida como una constante lucha contra el mal. En el evangelio de Mc, no vuelve a aparecer Satanás. Su lugar lo van a ocupar instituciones y personas de carne y hueso, que a través de toda la obra intentarán apartar a Jesús de su misión liberadora. La tentación está siempre a nuestro alrededor.

Inmediatamente. Comienza la lectura de hoy con la anodina frase de siempre “en aquel tiempo”. Es interesante saber que en el versículo anterior nos habló de la bajada del Espíritu sobre Jesús en el bautismo. Es muy significativo que el Espíritu se ponga a trabajar, de inmediato. Toda la actuación de Jesús se realiza bajo la fuerza del Espíritu. Este Espíritu, no es todavía el “Espíritu Santo” según la idea que nosotros tenemos; se trata de la fuerza de Dios que le capacita para actuar.

El Espíritu le empujó. El verbo griego empleado es “ekballo” = Empujar, echar fuera. No se trata de una amable invitación, sino de una acción que supone una cierta violencia. El Espíritu no abandona a Jesús, pero le arrastra a otro lugar: el desierto. Al recibir el Espíritu en el bautismo, Jesús no queda inmunizado y apartado de la lucha contra el maligno. Como todo hijo de vecino (hijo de hombre), Jesús tiene que debatirse en la vida para alcanzar su plenitud. Precisamente por haber alcanzado la meta como ser humano, está capacitado para marcarnos el camino a nosotros.

Al desierto. El desierto es el lugar teológico de la lucha, de la prueba; y, superada la prueba, del encuentro con Dios. Es imposible comprender todo el simbolismo del desierto para el pueblo judío. La clave de su historia religiosa se encuentra en el desierto. Jesús sufre las mismas tentaciones que Israel, pero las supera. No se trata del desierto físico, sino del símbolo de la lucha. Es muy significativo que todos los evangelios nos hagan ver cómo Jesús encontrará a Satanás en su mismo pueblo.

Se quedó en el desierto cuarenta días. El número cuarenta es otra clave simbólica para entender el relato: 40 días duró el diluvio, 40 años pasó el pueblo judío en el desierto. 40 días estuvo Moisés en el Sinaí. 40 días fueron necesarios para que se conviertan los ninivitas. 40 días camina Elías por el desierto. No se trata de señalar un tiempo cronológico, sino de evocar una serie de acontecimientos salvíficos en la historia del pueblo judío, que quedarán superados por la experiencia de Jesús.

Tentado por Satanás. “Peireo” indica más bien una prueba que hay que superar. No puede haber un aprobado si no hay examen. ‘Satán’ significa el que acusa en el juicio, exactamente lo contrario que ‘paráclito’, el que defiende en un juicio. En Mt y Lc, las tentaciones tienen lugar al final de los cuarenta días de ayuno. En Mc no aparece el ayuno por ninguna parte, y la tentación abarca todo el tiempo que duró el retiro en el desierto. Mc no nos habla de penitencia, sino de lucha.

Estaba entre las fieras. La traducción oficial de “alimañas” condiciona la interpretación. El texto griego y el latino dice: animales salvajes concretos, conocidos por todos. Puede entenderse como que Jesús está en la vida en medio de todas las fuerzas que condicionan al hombre, unas buenas (Espíritu, ángeles), otras malas (Satanás, fieras). Pero también podría aludir a los tiempos idílicos del paraíso, donde la armonía entre seres humanos y la naturaleza entera era total. Recordemos que el tiempo mesiánico se había anunciado como una etapa de armonía entre hombres, naturaleza y fieras.

Y los ángeles le servían. El verbo que emplea es “diakoneô”, que significa servir, pero con un matiz de afecto personal en el servicio. En el NT “diaconía” es un término técnico que expresa la actitud vital de servicio, de los seguidores de Jesús. Su primer significado era, “servir a la mesa”. Pero aquí este significado iría en contra de todo el sentido del relato, porque indicaría que en vez de ayunar era alimentado por los ángeles. Podría significar las fuerzas del bien, o expresar que Dios estaba de su parte.

Nada ni nadie puede malearnos sustancialmente; ni el pecado de Adán, ni nuestros propios pecados. Nuestra tarea consiste en ir descubriendo lo que nos deteriora como seres humanos y lo que nos va construyendo como personas.

Meditación

La tentación fundamental es hacer un dios a mi medida,
dejándome llevar por una cómoda idolatría.
El antídoto es el Dios de Jesús,
el Abba que me hace vivir su misma Vida.
Si descubro mi verdadero ser,
surgirán dentro de mí la armonía y la capacidad de amar.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Hambre de Evangelio.

Domingo, 18 de febrero de 2018
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003-jesus-waterHay que hablar del anhelo, de la sed interior y del deseo de la plenitud con las palabras que utiliza hoy la gente. A menudo, el discurso eclesiástico engarza poco con la sensibilidad y el lenguaje de la gente común (Pablo D’Ors)

18 de febrero. Domingo I de Cuaresma

Mc 1, 12-15

Era tentado por Satanás. Vivía con las fieras y los ángeles lo servían

La parábola de Lázaro y el rico Epulón (Lc 16, 19-31) termina con una advertencia, que siguiendo a la teóloga americana Amy-Jill Levine (1956) en su obra Relatos cortos de Jesús, podríamos glosar con este comentario: Haz caso a los mandamientos que te ordenan ayudar a los pobres, a los enfermos y a los hambrientos, o acabarás sufriendo una pobreza peor, un sufrimiento mayor, un hambre más terrible. No solo contribuyas a la colecta de alimentos, sino que además invita al hambriento a tu casa. No solo pongas dinero en la bandeja, sino que además usa tus recursos para proporcionar empleo y apoyo a los necesitados. No trates al enfermo como una carga, sino como a un miembro querido de la familia que merece amor y cuidado. Conoce el nombre de los indigentes, cada uno de los cuales tiene una historia que contar. Admite, como dice Jesús, que no puedes servir a Dios y a Mamón (Lc 16, 13).

Este hambre de Lázaro y los pobres, que no es sólo de pan material, sino espiritual, se satisface proporcionando ayuda de todo orden a quienes lo necesitan. Jesús los invitó a su mesa, y nos dice que Dios los sentará en el Banquete del Reino. En la parábola del Banquete de Bodas, Jesús aconseja que se invite a “pobres, mancos, cojos y ciegos” (Lc, 14, 13).

¡Qué hermoso es cultivar la “Creaturidad”! Un neologismo, quizás, que podríamos definir como el hecho de ponernos en contacto con los seres creados y -¡cómo no!- con el su Creador. ¿Podríamos considerar ésto como “hambre de Dios”? Es posible que no dejara de tener sentido interpretándolo como una invitación a participar todos en la mesa del Banquete de Bodas y del Reino. Todos, como en Tatiana Blue The Nightingale Serenade, de André Rieu: la música, la ardilla, el ruiseñor, los patos, los gansos, la mariposa, el río, el bosque, las nubes y las flores. Música, Naturaleza, Espiritualidad, Evangelio.

La necesidad de la poesía en el mundo actual, y de la poesía mística en particular, la expresó Fernando Rielo en 1985, en un discurso ante la UNESCO: “la poesía es forma de una cultura que pasa por una espiritualidad insobornable; privada de este paso, no puede darnos el fruto de la paz. (…) la cultura es sabiduría que eleva a sistema las intuiciones de la vida. Su lenguaje, la poesía; su fruto, la paz”. Y otro tanto podríamos decir de la espiritualidad que nos oferta el Evangelio. Éste, en términos que entiende el mundo entero. En un lenguaje capaz de ser comprendido incluso por los que los letrados llaman analfabetos. “Hay que hablar del anhelo, de la sed interior y del deseo de la plenitud con las palabras que utiliza hoy la gente. A menudo, el discurso eclesiástico engarza poco con la sensibilidad y el lenguaje de la gente común”, ha dicho en una ocasión Pablo D’Ors, consejero del Papa Francisco.

José Paz, amigo mío y poeta, ha escrito unos hermosos versos en su último libro, Poemas en el tiempo, en el que internacionaliza la sublime tarea -¿divina, humana, evangélica?- de apagar el hambre de pan y de Evangelio.

LA HAMBRUNA DE ETIOPÍA (Fragmento)

(…) Si entre todos los hombres del mundo

existiese un poco de amor,

ante tamaño dolor

digamos un no rotundo;

no perdamos ni un segundo;

vayamos a socorrer

las plantas, que en su nacer,

habrían de echar corolas.

¡No las dejemos tan solas

ni de hambrunas perecer!

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Qué experiencias de desierto sostienen mi vida?

Domingo, 18 de febrero de 2018
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hombre_rezando_en_el_desiertoMc 1, 12-15

El texto del evangelio de este domingo empieza diciéndonos que el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Parece que el texto contradice lo que nos enseña el apóstol Santiago: “Nadie diga en la tentación que es tentado por Dios. Porque Dios ni puede ser tentado al mal, ni tienta a nadie; sino que cada uno es tentado por su concupiscencia, que lo atrae y seduce” (1, 13-14)

A muchas generaciones nos han educado diciéndonos que las tentaciones eran pruebas que teníamos que pasar, luchas en las que muchas veces perderíamos, porque vencería la fuerza del mal. Nos enseñaron a temerlas, como algo negativo. Hoy vamos a ver su dimensión positiva, tanto si proceden de estímulos de fuera de nosotros, como si son nuestros deseos y miedos las que desencadenan el proceso.

A Israel se le hizo muy laaaargo el tiempo de prueba en el desierto, de lucha contra sus propias debilidades y miedos. Lo expresó diciendo que habían estado 40 años de prueba, porque cuarenta años era el tiempo que tardaba toda una generación infiel en desaparecer y dejar paso a otra generación que fuera capaz de empezar algo nuevo.

Una generación tuvo que aprender de los errores cometidos por la anterior y reflexionaron de este modo:

“Acuérdate del camino que el Señor te ha hecho andar durante cuarenta años a través del desierto con el fin de humillarte, probarte y conocer los sentimientos de tu corazón y ver si guardabas o no sus mandamientos. Te ha humillado y te ha hecho sentir hambre para alimentarte luego con el maná, desconocido de tus mayores; para que aprendieras que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del Señor. No se gastaron tus vestidos ni se hincharon tus pies durante esos cuarenta años. Reconoce en tu corazón que el Señor, tu Dios, te corrige como un padre hace con su hijo. Guarda los mandamientos del Señor, tu Dios; sigue sus caminos y respétale”. (Deuteronomio 8, 26)

Han pasado más de tres mil años y los errores de entonces son sabiduría para nosotros.

Moisés necesitó 40 días, para ser transformado en lo alto del Sinaí. Necesitó mucho tiempo para captar el sueño de Dios sobre su pueblo, para comprender que era imprescindible un comportamiento moral para que pudieran respetarse unos a otros. La raíz de ese comportamiento tenía que ser una profunda experiencia de Dios: podrían amar a Yahvé con todo su corazón, su mente y sus fuerzas si antes caían en la cuenta que, de ese modo, eran amados por Dios.

Pero, al bajar del monte para compartir esta revelación, el pueblo se había hecho su becerro de oro. Se les hizo larga la estancia de Moisés en la cima del monte, y organizaron una fiesta para distraerse y gozar de lo tangible.

También este error se ha convertido en sabiduría para todo el pueblo judío y para la Iglesia.

Jesús, en una profunda soledad, tuvo una experiencia fundante, que marcó su vida y le dio un giro. Se enfrentó a lo que todos los seres humanos nos tenemos que enfrentar una y otra vez:

· Que nacemos con un germen de poder. Esa semilla intenta crecer y expandirse por todos los medios posibles. Fijémonos en los poderosos de la tierra, para ver los efectos devastadores del crecimiento de este germen. Para conseguir ese poder, para tener parte en el banquete de los poderosos, podemos llegar a arrodillarnos ante los demás y “adorarlos”.

Jesús nos dice: el amor y el servicio son dos formas de poder que dan vida.

· Queremos quitar los obstáculos de nuestro camino para tener la vida más fácil. Intentamos convertir “las piedras en panes” con lo tenemos a mano: amenazas, extorsión, enchufes, mentiras…

Jesús nos dice: que la Palabra sostenga tu vida.

· Nos sentimos tentados a poner a Dios a nuestro servicio, a comprarle con nuestros ritos y cumplimiento, a negociar, creyendo que está en deuda con nosotros.

Jesús nos invita a vivir como hijos e hijas, sin tentar a Dios.

¿Cuál es nuestro desierto hoy? El espacio interior, vacío, en el que no cabe nada, ni nadie, de lo que nos sostiene a diario. Allí no pueden entrar ni nuestros seres queridos ni ningún objeto, por preciado que sea. Es un enfrentamiento, cuerpo a cuerpo con el mal… ¡incluso con Dios!

¿Cuántas veces hemos experimentado este desierto? ¿Cuánto tiempo hemos pasado en él, sin huir? Igual que Israel, cuando nuestras experiencias de desierto se nos hacen largas, tenemos la tentación de construirnos un “becerro de oro” que dé por finalizada la experiencia. Eso nos permite “bajar inmediatamente de la cima del monte” donde el encuentro con Dios puede llegar a ser casi insoportable, por su densidad y hondura.

Es bueno luchar “cuerpo a cuerpo con Dios”. Es bueno dialogar, preguntar, protestar… ante Dios, porque también crecemos en esta confrontación. Recordemos las palabras de Job: “Voy a quejarme en la amargura de mi alma…” (7, 11) “¿Qué es el hombre para que lo visites todas las mañanas y a cada instante lo sometas a prueba?” (7, 17-18) “Quiero hablar con el Omnipotente, quiero discutir con Dios” (13,3) “Siempre mi queja es una rebelión” (23,2).

Es bueno luchar en el desierto, en nuestro propio desierto, y es imprescindible que la lucha acabe en rendición, para poder experimentar lo mismo que Dios le dijo a Job: “Atiende, escúchame, calla hasta que yo haya terminado de hablar. Si tienes algo que decir, habla, pues yo deseo darte la razón. Si no tienes nada, escúchame; calla y yo te enseñaré la sabiduría” (33, 31-33)

Que en esta cuaresma podamos acoger esta sabiduría, personalmente y en los grupos o comunidades de los que formamos parte.

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.

Imaginemos el impacto que pudo suponer para Jesús y su entorno el brutal asesinato de Juan Bautista en medio de un espectáculo, con danza incluida, para entretener a los poderosos. Era un hombre que había anunciado la conversión y reavivado la esperanza del pueblo.

Para Marcos, la muerte de Juan marcó un antes y un después en la vida de Jesús. Cuando los poderosos consiguieron acallar la voz del precursor, era el momento apropiado –el Kairós- para salir a predicar la Buena Noticia y mostrar los signos del Reino.

Pero empezar predicando en Galilea era como perder el tiempo, en la mentalidad de entonces. Era como “echar perlas a los cerdos”, porque una buena parte de la población estaba contaminada por lo que entonces se consideraba pecado: no subir a Jerusalén a celebrar la Pascua, no respetar el sábado, vivir en estado de impureza, etc. Muchos hombres y mujeres galileos tenían pocas esperanzas de salvación.

Precisamente allí, donde apenas quedaba esperanza humana, llegó Jesús con un mensaje sorprendente y unos signos que hicieron que muchos marginados pudieran ponerse en pie, se liberaran del mal que les aprisionaba y comenzaran un nuevo tipo de vida.

¿Podemos imaginar el impacto que supondrían las palabras y curaciones de Jesús en la gente marginal y desesperanzada? ¿No se nos reaviva nuestra pasión evangelizadora, para ofrecer hoy caminos de liberación hoy?

El gesto de recibir la ceniza ha sido como calzarnos las botas de montaña, ponernos la ropa adecuada, colocarnos la mochila al hombro y empezar “a caminar hacia el centro de nuestro ser”, conscientes de que este camino nos humaniza y diviniza al mismo tiempo. Desde ahí podemos salir al encuentro de los demás con otra hondura, con un amor más limpio y la fuerza del Espíritu; más libres de enredos emocionales y con más gratuidad.

Marifé Ramos (www.mariferamos.com)

Fuente Fe Adulta

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¿Tentaciones o intentos?

Domingo, 18 de febrero de 2018
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icono_cristo_pantocratorDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. LA VIDA ES CAMINAR POR EL DESIERTO.

Los cuarenta días cuaresmales evocan los 40 años que las tribus hebreas caminaron por el desierto (de la vida) hasta llegar a la tierra de libertad.

La vida es caminar por el desierto de las dificultades, crisis, enfermedades, problemas con una gran nostalgia de libertad, de tierra de promisión.

02. LAS TENTACIONES DE JESÚS.

Hemos escuchado cómo Jesús vivió también la tentación. Jesús fue hombre como nosotros, menos en el pecado.

Las tentaciones de Jesús no pensemos que se producen materialmente en el desierto y, de la noche a la mañana, una vez vencidas, Jesús queda libre de todo peligro. Por tanto hemos de pensar que Jesús fue tentado, como todos nosotros, a lo largo de toda su existencia.

Marcos no especifica las tentaciones que sufrió Jesús. Pero hemos de pensar que sufrió las mismas tentaciones que padecemos todos en la vida, pues Jesús se hizo hombre semejante en todo a nosotros, menos en el pecado.

La escena del evangelio de hoy se sitúa “a continuación” del bautismo de Jesús en el Jordán, donde el Espíritu desciende sobre Jesús: este es mi Hijo.

“Cuarenta días” es toda la vida.

Jesús atravesó el desierto de la vida, y durante toda su vida tuvo sus tentaciones, como todos.

03. ¿LA GRAN TENTACIÓN (INTENTO) NO SERÁ EL DESEO DE ABSOLUTO?

b01_8La tentación no es una invitación al pecado, sino una llamada al infinito.

En lo más hondo de nuestro ser, todos tenemos una nostalgia infinita de vida y bienestar. Somos un eterno deseo incumplido, al menos hoy por hoy. Somos una pasión infinita.

Todo ser humano es una búsqueda infinita. Esta eterna búsqueda no es una cuestión religiosa. La llamada de la felicidad no depende de que uno sea creyente o no. Todos, creyentes y no creyentes, tenemos “hambre y sed de todo y del Todo.” “Todo placer reclama eternidad. El gozo quiere ser eterno”, decía Nietzsche, irreligioso terminal.

Somos siempre para nosotros mismos una asignatura pendiente. Somos una diferencia entre lo que somos y lo que quisiéramos ser y vivir.

Ninguna realidad humana llena nuestro corazón. Nunca el placer es bastante, nunca el dinero colma el corazón de ser humano. El hombre se supera a sí mismo infinitamente porque siempre está en camino hacia la plenitud infinita.

Sobrepasamos el mundo de la naturaleza, superamos el listón de nuestros instintos, pero nuestro corazón no se aquieta con la simple satisfacción de nuestras pulsiones e instintos.

San Agustín escribía aquello de: Nos hiciste para Ti y nuestro corazón está inquieto, pues solamente descansará cuando te encuentre.

Un salmo expresa muy bien estas cosas:

Mi alma tiene sed de ti, mi vida ti ansia de Ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua, (Salmo 63,2)

La misma expresión: “tentación”, viene de “intentar”. Intentamos hacernos con la plenitud, “ser como dioses”. La tentación es la continua tentativa de llegar al absoluto. Las tentaciones son momentos concretos y expresiones de ese deseo “irremediable” de felicidad que todos llevamos dentro.

La tentación está llena de sentido: es un querer salir de la limitación, de la pobreza de todo tipo, del sufrimiento para llegar al puerto de la plenitud. La tentación en el fondo es como un querer llegar rápidamente a la felicidad.

Lo que pasa es que en ocasiones nos equivocamos.

04. ¿TENTACIONES, PECADO, EQUIVOCACIONES O DESEQUILIBRIOS?

viewMuchas opciones en la vida más que pecado, son desequilibrios, errores, viejos problemas psíquicos, costumbres inveteradas, tendencias que tienen que ver más con la psicología, cuando no con la patología, que con la moral. Un drogadicto, un ludópata, un alcohólico no tienen tentaciones. La libertad la tienen, la tenemos dañada. Ya San Pablo experimentaba en sí mismo aquello de: hago el mal que no quiero, (Rom 7,19).

Muchas veces las tentaciones son las diversas crisis con las que nos debatimos en la vida: la desesperación, la desconfianza, las amarguras que pueden terminar por llevarnos a una pérdida de la fe, de la esperanza, del amor.
Hay casos límite como puede ser el suicidio, las adicciones a la droga, el erotismo, cleptomanías, ludopatías, etc. En el fondo se busca calmar y salir de un gran dolor existencial: el dolor del rechazo, de la soledad, el dolor del desafecto, de los fracasos, de la ansiedad, del mal trato de la infancia, de las culpabilidades morales, el dolor de “muchas asignaturas pendientes en la vida” o cualquier otro tipo de dolor.

Probablemente las adicciones consisten en buscar salidas (compulsivas) a grandes sufrimientos y ansiedades. Eso no son tentaciones, ni pecado y no sería cristiano culpabilizar (nunca es cristiano culpabilizar). En estas cosas de tentaciones y tendencias del ser humano, se entremezclan y funcionan mecanismos psicológicos, subconscientes e inconscientes, “viejas historias”, etc., que pueden requerir atención médica, psiquiátrica, también espiritual y, sobre todo, cristiana. La bondad y el sentirse querido sana más que mil ritos religiosos.

VOLUNTARISMOS.

Voluntarismo viene de voluntad, fuerza de voluntad.

Demasiado “olímpicamente” decimos que hay que tener fuerza de la voluntad para dominar tal situación, tentación, etc. Pero no siempre las tentaciones, los desequilibrios, adicciones, etc., se resuelven desde la voluntad. No siempre es cierto el refrán castellano: querer es poder. No siempre ni todo el que quiere, puede.

Hay búsquedas y tentaciones que han de ser tratadas desde la medicina, psicología, logoterapia, desde la apertura a la misión, a los demás, desde la bondad.

Los voluntarismos pueden terminar siendo patológicos. Basta recordar directores espirituales, confesores y confesiones que hemos padecido.

05. LA CUARESMA Y LA VIDA SON TIEMPO DE GRACIA Y EVANGELIO

panLa vida es tiempo de gracia y de evangelio.

Que el espíritu, la fuerza de Dios nos atraiga y nos impulse en la vida, de modo que no nos cansemos de caminar, que, tal vez sea la gran tentación

Tentaciones no nos van a faltar, probablemente el pecado estará presente en nuestra vida, pero con toda seguridad quien estará siempre con nosotros es Dios, como la nube que cubría al pueblo por el desierto.

La conversión no equivale a evocar culpabilidades y remordimientos, sino a poner nuestra mirada en Dios. No significa mirar atrás con amargura, sino mirar hacia adelante con esperanza.

Los cristianos vivimos aquello que dice el salmo 31,1:

Dichoso aquel a quien Dios no le tiene en cuenta su culpa,
a quien le han sepultado su culpa.

Con este espíritu vivamos la cuaresma desde el Evangelio: confiad en el evangelio.

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Pedro, portavoz de Satanás, y la parábola del maletín y el joyero. Domingo 22. Ciclo A

Domingo, 3 de septiembre de 2017
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el-joyero-y-el-maletin-domingo-22-ciclo-amaletinDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En el evangelio del domingo anterior, Pedro, inspirado por Dios, confiesa a Jesús como Mesías. Inmediatamente después, dejándose llevar por su propia inspiración, intenta apartarlo del plan que Dios le ha encomendado. El relato lo podemos dividir en tres escenas.

1ª escena: Jesús y los discípulos (primer anuncio de la pasión y resurrección)

En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.

Pedro acaba de confesar a Jesús como Mesías. Él piensa en un Mesías glorioso, triunfante. Por eso, Jesús considera esencial aclarar las ideas a sus discípulos. Se dirigen a Jerusalén, pero él no será bien recibido. Al contrario, todas las personas importantes, los políticos (“ancianos”), el clero alto (“sumos sacerdotes”) y los teólogos (“escribas”) se pondrán en contra suya, le harán sufrir mucho, y lo matarán. Es difícil poner de acuerdo a estas tres clases sociales. Sin embargo, aquí coinciden en el deseo de hacer sufrir y eliminar a Jesús. Pero todo esto, que parece una simple conjura humana, Jesús lo interpreta como parte del plan de Dios. Por eso, no dice a los discípulos: «Vamos a Jerusalén, y allí una panda de canallas me va a perseguir y matar», sino «tengo que ir» a Jerusalén a cumplir la misión que Dios me encomienda, que implicará el sufrimiento y la muerte, pero que terminará en la resurrección.

Para la concepción popular del Mesías, como la que podían tener Pedro y los otros, esto resulta inaudito. Sin embargo, la idea de un personaje que salva a su pueblo y triunfa a través del sufrimien­to y la muerte no es desconocida al pueblo de Israel. La expresó un profeta anónimo, y su mensaje ha quedado en el c.53 de Isaías sobre el Siervo de Dios.

2ª escena: Pedro y Jesús (vuelven las tentaciones)

Jesús termina hablando de resurrección, pero lo que llama la atención a Pedro es el «padecer mucho» y el «ser ejecutado». Según Mc 8,32, Pedro se puso entonces a reprender a Jesús, pero no se recogen las palabras que dijo. Mateo describe su reacción con más crudeza:

Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:

― ¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.

Jesús se volvió y dijo a Pedro:

― Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.

         Ahora no es Dios quien habla a través de Pedro, es Pedro quien se deja llevar por su propio impulso. Está dispuesto a aceptar a Jesús como Mesías victorioso, no como Siervo de Dios. Y Jesús, que un momento antes lo ha llamado «bienaventurado», le responde con enorme dureza: «¡Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar!»

Estas palabras traen a la memoria el episodio de las tentaciones a las que Satanás sometió a Jesús después del bautismo. El puesto del demonio lo ocupa ahora Pedro, el discípulo que más quiere a Jesús, el que más confía en él, el más entusiasmado con su persona y su mensaje. Y Jesús, que no vio especial peligro en las tentaciones de Satanás, ve aquí un grave peligro para él. Por eso, su reacción no es serena, como ante el demonio; no aduce tranquilamente argumentos de Escritura para rechazar al tentador, sino que está llena de violencia: «tú piensas como los hombres, no como Dios.» Los hombres tendemos a rechazar el sufrimiento y la muerte, no los vemos espontáneamente como algo de lo que se pueda sacar algún bien. Dios, en cambio, sabe que eso tan negativo puede producir gran fruto.

Esta función de tentador que desempeña Pedro en el pasaje y la reacción tan enérgica de Jesús nos recuerdan que las mayores tentaciones para nuestra vida cristiana no proceden del demonio, sino de las personas que están a nuestro lado y nos quieren. Frente a una mentalidad que mitifica y exagera el peligro del demonio en nuestra vida, es interesante recordar este episodio evangélico y unas palabras de santa Teresa que van en la misma línea. Después de contar las dudas e incerti­dumbres por las que atravesó en muchos momentos de su vida, causadas a veces por confesores que le hacían ver el demonio en todas partes, resume su experiencia final: «…tengo yo más miedo a los que tan grande le tienen al demonio que a él mismo; porque él no me puede hacer nada, y estotros, en especial si son confe­sores, inquietan mucho, y he pasado algunos años de tan gran trabajo, que ahora me espanto cómo lo he podido sufrir» (Vida, cap. 25, nn.20-22).

3ª escena: Jesús y los discípulos (parábola del maletín y el joyero)

Entonces dijo Jesús a sus discípulos:

― El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.

            No se conocían de nada, sólo les unió compartir dos asientos de primera clase. Ella colocó en el compartimento un elegante estuche con sus joyas. Él, un pesado maletín con su portátil y documentos de sumo interés. El pánico fue común al cabo de unas horas, cuando vieron arder uno de los motores y oyeron el aviso de prepararse para un aterrizaje de emergencia. Tras el terrible impacto contra el suelo, ella renunció a sus joyas y corrió hacia la salida. Él se retrasó intentando salvar sus documentos. El cadáver y el maletín los encontraron al día siguiente, cuando los bomberos consiguieron apagar el incendio. Extrañamente, ella recuperó intacto el estuche de sus joyas.

En tiempos de Jesús no había aviones, y él no pudo contar esta parábola. Pero le habría servido para explicar la enseñanza final de este evangelio. Para entender esta tercera parte conviene comenzar por el final, el momento en el que el Hijo del Hombre vendrá a pagar a cada uno según su conducta. En realidad, sólo hay dos conductas: seguir a Jesús (salvar la vida, renunciando al joyero) o seguirse a uno mismo (salvar el maletín a costa de la vida). Seguir a Jesús supone un gran sacrificio, incluso se puede tener la impresión de que uno pierde lo que más quiere. Seguirse a uno mismo resulta más importante, salvar la vida y el maletín. Pero el avión está ya ardiendo y no caben dilaciones. El que quiera salvar el maletín, perderá la vida. Paradójicamente, el que renuncia al joyero salva la vida y recupera las joyas.

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“Pedro, entre Dios y Satanás”. Domingo 21. Ciclo A.

Domingo, 27 de agosto de 2017
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cristo-ordenando-a-sus-apostoles1Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El evangelio de este domingo y el del siguiente forman un díptico indisoluble. En el de hoy, Pedro recibe una revelación de Dios y una misión. En el siguiente, se convierte en portavoz de Satanás. De este modo, Mateo deja claro que lo importante es la misión recibida, no la santidad del receptor.  El pasaje de este domingo se divide en tres partes: 1) lo que piensa la gente a propósito de Jesús; 2) lo que afirma Pedro; 3) las promesas de Jesús a Pedro.

  1. Lo que piensa la gente a propósito de Jesús

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:

― ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?

Ellos contestaron:

― Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.

¿Cómo es posible que la gente ofrezca respuestas tan extrañas? La culpa es en gran parte de Jesús por usar una expresión que se presta a equívoco: bar enosh puede entenderse de formas muy distintas, y podríamos traducirlo con minúscula o con mayúscula.

Con minúscula, «hijo del hombre», significa «este hombre», «yo», y es frecuente en boca de Jesús para referirse a sí mismo. Por ejemplo: «Las zorras tienen madrigueras, las aves del cielo nidos, pero el hijo del hombre [este hombre] no tiene dónde recostar la cabeza» (Mt 8,20); «El hijo del hombre [este hombre, yo] tiene autoridad en la tierra para perdonar los pecados» (Mt 9,6), etc.

            Con mayúscula, «Hijo del Hombre», hace pensar en un salvador futuro, extraordinario. «Os aseguro que no habréis recorrido todas las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre» (Mt 10,23); «El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles para que recojan de su reino todos los escándalos y los malhechores» (Mt 13,41); «El Hijo del Hombre ha de venir con la gloria de su Padre y acompañado de sus ángeles» (Mt 16,27).

            La gente que escuchaba a Jesús, como en La vida de Brian, podía sentirse desconcertada. Cuando usaba la expresión «el Hijo del Hombre», ¿hablaba de sí mismo, de un salvador futuro o de un gran personaje religioso? Por eso no extrañan las respuestas que recogen los discípulos. Para unos, el Hijo del Hombre es Juan Bautista; para otros, de mayor formación teológica, Elías, porque está profetizado que volverá al final de los tiempos; para otros, no sabemos por qué motivo, Jeremías o alguno de los grandes profetas. Lo común a todas las respuestas es que ninguna identifica al Hijo del Hombre con Jesús, y todas lo identifican con un profeta, pero un profeta muerto, bien hace nueve siglos (Elías) o recientemente (Juan Bautista). Es obvio que Jesús no se explicaba en este caso con suficiente claridad o era intencionadamente ambiguo.

  1. Lo que afirma Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».

Él les preguntó:

― Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

― Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Estamos tan acostumbrados a escuchar la respuesta de Pedro que nos parece normal. Sin embargo, de normal no tiene nada. Los grupos que esperaban al Mesías lo concebían como un personaje extraordinario, que traería una situación maravillosa desde el punto de vista político (liberación de los romanos), económico (prosperidad), social (justicia) y religioso (plena entrega del pueblo a Dios). Jesús es un galileo mal vestido, sin residencia fija, que vive de limosna, acompañado de un grupo de pescadores, campesinos, un recaudador de impuestos y diversas mujeres. Para confesarlo como Mesías hace falta estar loco o tener una inspiración divina.

  1. Las promesas de Jesús a Pedro

Jesús le respondió:

― ¡Dichoso tú, Simón hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.

Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

Esta tercera parte es exclusiva de Mateo. En los evangelios de Marcos y Lucas, el pasaje de la confesión de Pedro en Cesarea de Felipe termina con las palabras: “Prohibió terminantemente a los discípulos decirle a nadie que él era el Mesías”. Sin embargo, Mateo introduce aquí estas palabras de Jesús a Pedro.

Comienzan con una bendición, que subraya la importancia del título de Mesías que Pedro acaba de conceder a Jesús. No es un hereje ni un loco, sus palabras son fruto de una revelación del Padre. Nos vienen a la memoria lo dicho en 11,25-30: “Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y aquel a quien el Padre se lo quiere revelar”.

Basándose en esta revelación, no en los méritos de Pedro, Jesús le comunica unas promesas: 1) sobre él, esta roca, edificará su Iglesia; 2) le dará las llaves del Reino de Dios; 3) como consecuencia de lo anterior, lo que él decida en la tierra será refrendado en el cielo.

Las afirmaciones más sorprendentes son la primera y la tercera. En el AT, la “roca” es Dios. En el NT, la imagen se aplica a Jesús. Que el mismo Jesús diga que la roca es Pedro supone algo inimaginable, que difícilmente podrían haber inventado los cristianos posteriores. (La escapatoria de quienes afirman que Jesús, al pronunciar las palabras “y sobre esta piedra edificaré mi iglesia” se refiere a él mismo, no a Pedro, es poco seria).

La segunda afirmación (“te daré las llaves del Reino de Dios”) se entiende recordando la promesa de Is 22,22 al mayordomo de palacio Eliaquín, tema de la primera lectura de hoy: “Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá”. Se concede al personaje una autoridad absoluta en su campo de actividad. Curiosamente, el texto de Mateo cambia de imagen, y no habla luego de abrir y cerrar sino de atar y desatar. Pero la idea de fondo es la misma.

El texto contiene otra afirmación importantísima: la intención de Jesús de formar una nueva comunidad, que se mantendrá eternamente. Todo lo que se dice a Pedro está en función de esta idea.

¿Por qué pone de relieve Mateo este papel de Pedro? ¿Le guía una intención eclesiológica, para indicar cómo concibe Jesús a su comunidad? ¿O tienen una finalidad mucho más práctica? Ambas ideas no se excluyen, y la teología católica ha insistido básicamente en la primera: Jesús, consciente de que su comunidad necesita un responsable último, encomienda esta misión a Pedro y a sus sucesores.

Es posible que haya también de fondo una idea más práctica, relacionada con el papel de Pedro en la iglesia primitiva. Uno de los mayores conflictos que se plantearon desde el primer momento fue el de la aceptación o rechazo de los paganos en la comunidad, y las condiciones requeridas para ello. Los Hechos de los Apóstoles dan testimonio de estos problemas. En su solución desempeñó un papel capital Pedro, enfrentándose a la postura de otros grupos cristianos conservadores (Hechos 10-11; 15). En aquella época, en la que Pedro no era “el Papa”, ni gozaba de la “infalibilidad pontificia”, las palabras de Mateo suponen un espaldarazo a su postura en favor de los paganos. “Lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. Es Pedro el que ha recibido la máxima autoridad y el que tiene la decisión última.

Apéndice 1. El papel de Pedro en la iglesia primitiva

            Un detalle común a las más diversas tradiciones del Nuevo Testamento es la importancia que se concede a Pedro. El dato más antiguo y valioso, desde el punto de vista histórico, lo ofrece Pablo en su carta a los Gálatas, donde escribe que tres años después de su conversión subió a Jerusalén «a conocer a Cefas [Pedro] y me quedé quince días con él» (Gálatas 1,18). Este simple detalle demuestra la importancia excepcional de Pedro. Y catorce años más tarde, cuando se plantea el problema de la predicación del evangelio a los paganos, escribe Pablo: «reconocieron que me habían confiado anunciar la buena noticia a los paganos, igual que Pedro a los judíos; pues el que asistía a Pedro en su apostolado con los judíos, me asistía a mí en el mío con los paganos» (Gálatas 2,7).

            Esta primacía de Pedro queda reflejada en diversos episodios de los distintos evangelios. Por no alargarme, basta recordar el triple encargo («apacienta mis corderos», «apacientas mis ovejas», «apacientas mis ovejas») en el evangelio de Juan (21,15-17), equivalente a lo que acabamos de leer en Mateo.

            Lo mismo ocurre en los Hechos de los Apóstoles. Después de la ascensión, es Pedro quien toma la palabra y propone elegir un sustituto de Judas. El día de Pentecostés, es Pedro quien se dirige a todos los presentes. Su autoridad será decisiva para la aceptación de los paganos en la iglesia (Hechos 10-11). Este episodio capital es el mejor ejemplo práctico de la promesa: «lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo».

Apéndice 2. Mateo: ¿falsario o teólogo?

            Lo anterior ayuda a responder una pregunta elemental desde el punto de vista histórico: si las promesas de Jesús a Pedro sólo se encuentran en el evangelio de Mateo, ¿no serán un invento del evangelista? Así piensan muchos autores.

            Pero el término «invento» se presta a confusión, como si todo lo que se cuenta fuera mentira. Los escritores antiguos tenían un concepto de verdad histórica muy distinto del nuestro, como he intentado demostrar en mi libro Satán contra los evangelistas. Para nosotros, la verdad debe ir envuelta en la verdad. Todo, lo que se cuenta y la forma de contarlo, debe ser cierto (esto en teoría, porque infinitos libros de historia se presentan como verdaderos, aunque mienten en lo que cuentan y en la forma de contarlo). Para los antiguos, la verdad se podía envolver en un ropaje de ficción.

La verdad, testimoniada por autores tan distintos como Pablo, Juan, Lucas, Marcos, es que Pedro ocupaba un puesto de especial responsabilidad en la iglesia primitiva, y que ese encargo se lo había hecho el mismo Dios, como reconocen Pablo y Juan. Lo único que hace Mateo es envolver esa verdad en unas palabras distintas, quizá inventadas por él, para dejar claro que la primacía de Pedro no es cuestión de inteligencia, ni de osadía, se debe a una decisión de Jesús.

Y para corroborar que no son los méritos de Pedro, añade el episodio que leeremos el próximo domingo.

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No tentarás al Señor, tu Dios

Domingo, 14 de febrero de 2016
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¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!
Él es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.
No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Por eso, no triunfarán los malvados en el juicio,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal.

*

Salmo 1

***

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.

Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.

Entonces el diablo le dijo:

“Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.”

Jesús le contestó:

– “Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre»”.

Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:

“Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.”

Jesús le contestó:

“Está escrito: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto»”.

Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:

“Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras»”.

Jesús le contestó:

“Está mandado: «No tentarás al Señor, tu Dios»”.

Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

*

Lucas 4, 1-13

(tomado del canal de youtube de José L. Garcia Mallada )

***

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“Identificar las tentaciones”. 1 Cuaresma – C (Lucas 4,1-13)

Domingo, 14 de febrero de 2016
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1-CUAR-267x300Según los evangelios, las tentaciones experimentadas por Jesús no son propiamente de orden moral. Son planteamientos en los que se le proponen maneras falsas de entender y vivir su misión. Por eso, su reacción nos sirve de modelo para nuestro comportamiento moral, pero, sobre todo, nos alerta para no desviarnos de la misión que Jesús ha confiado a sus seguidores.

Antes que nada, sus tentaciones nos ayudan a identificar con más lucidez y responsabilidad las que puede experimentar hoy su Iglesia y quienes la formamos. ¿Cómo seremos una Iglesia fiel a Jesús si no somos conscientes de las tentaciones más peligrosas que nos pueden desviar hoy de su proyecto y estilo de vida?

En la primera tentación, Jesús renuncia a utilizar a Dios para «convertir» las piedras en panes y saciar así su hambre. No seguirá ese camino. No vivirá buscando su propio interés. No utilizará al Padre de manera egoísta. Se alimentará de la Palabra viva de Dios, solo «multiplicará» los panes para alimentar el hambre de la gente.

Esta es probablemente la tentación más grave de los cristianos de los países ricos: utilizar la religión para completar nuestro bienestar material, tranquilizar nuestras conciencias y vaciar nuestro cristianismo de compasión, viviendo sordos a la voz de Dios que nos sigue gritando ¿dónde están vuestros hermanos?

En la segunda tentación, Jesús renuncia a obtener «poder y gloria» a condición de someterse como todos los poderosos a los abusos, mentiras e injusticias en que se apoya el poder inspirado por el «diablo». El reino de Dios no se impone, se ofrece con amor, solo adorará al Dios de los pobres, débiles e indefensos.

En estos tiempos de pérdida de poder social es tentador para la Iglesia tratar de recuperar el «poder y la gloria» de otros tiempos pretendiendo incluso un poder absoluto sobre la sociedad. Estamos perdiendo una oportunidad histórica para entrar por un camino nuevo de servicio humilde y de acompañamiento fraterno al hombre y a la mujer de hoy, tan necesitados de amor y de esperanza.

En la tercera tentación, Jesús renuncia a cumplir su misión recurriendo al éxito fácil y la ostentación. No será un Mesías triunfalista. Nunca pondrá a Dios al servicio de su vanagloria. Estará entre los suyos como el que sirve.

Siempre será tentador para algunos utilizar el espacio religioso para buscar reputación, renombre y prestigio. Pocas cosas son más ridículas en el seguimiento a Jesús que la ostentación y la búsqueda de honores. Hacen daño a la Iglesia y la vacían de verdad.

José Antonio Pagola

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