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Pulso a tu misericordia.

Lunes, 10 de junio de 2024
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jesusamor

Señor:
demasiados interrogantes,
dudas y oscuridades;
a veces, demasiados golpes,
heridas y fracasos,
como para no protestar
y plantearte pleito.

Me enfado y quejo,
te reprocho, te increpo
y levanto la voz,
te acuso de ambiguo y tramposo
y me enfrento a ti sin autocensura,
mantengo el pleito.

Y Tú, no te incomodas
ni te impacientas,
ni rompes los lazos de seducción y amor
que un día forjaste;
toleras nuestras impertinencias
aunque se repitan.

Pero no sé si te ríes
o eres todo misericordia
rompiendo nuestros esquemas.

Quizá te agrade nuestra libertad,
frescura y rebeldía,
y temas más el silencio
y la incomunicación de tus hijos
que nuestros cuestionamientos
y salidas de tono.

Sabes que este pulso sucede,
aunque no lo parezca,
en nuestro huerto y bodega;
y que es reflejo de nuestra trayectoria vital
que se asemeja a un arco de tiro
que, al tensarse, une los dos extremos
con los que juega y se manifiesta.

Cuanto más nos tensamos,
más juntos están en nosotros
la rebeldía y la confianza,
la protesta y la obediencia,
el grito y el abrazo,
el no y el amén;
y más veloz sale la flecha
con los anhelos más cálidos y vivos,
dejando las cañadas oscuras,
hacia la tierra prometida
y el regazo de quien le da acogida.

Y después de tantas quejas y protestas,
o en medio de ellas,
la única respuesta que descubrimos
está ya tatuada en la historia
y en la Buena Noticia:
Si tenéis fe,
¡cómo no te voy a hacer justicia!

***

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , ,

No hay “otro” en la familia de Dios

Lunes, 10 de junio de 2024
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IMG_7401Sr. Jane Aseltyne, IHM

La publicación de hoy es de es de la colaboradora invitada Sr. Jane Aseltyne, IHM. La Hna. Jane está en primeros votos con las Hermanas Siervas del Inmaculado Corazón de María de Monroe, Michigan. Tiene una maestría en Teología Sistemática y Espiritualidad de la Unión Teológica Católica de Chicago. Su tesis de maestría titulada “Más allá de lo binario: ampliando la comprensión de la Imago Dei” busca desarrollar una comprensión más inclusiva de lo que significa ser hecho a imagen y semejanza de Dios, particularmente en lo que respecta al género y la orientación sexual.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el X Domingo del Tiempo Ordinario, se pueden encontrar aquí.

Para muchos de nosotros, personas LGBTQ+, el proceso de salir del armario no es lineal ni un trato único. Es continuo. Momentos de claridad (la sensación de finalmente poder nombrarse a uno mismo y abrazar una identidad que puede haber estado enterrada durante mucho tiempo) se alternan con momentos de miedo (preguntarnos si aquellos a quienes se lo decimos todavía nos amarán tal como somos). Y hay momentos de tranquilidad, en los que nos sentamos con nuestro Dios y nos permitimos ser amados por Aquel que nos creó tal como somos.

En mi propio viaje de salida del armario, recuerdo este tipo de momentos muy claramente. Durante años, permanecí en las sombras del armario, temiendo abrir la puerta para dejar entrar la luz. Me preocupaba que si salía, sería rechazado, llamado pecador y mirado de manera diferente. Pero lo que superó el miedo a las reacciones negativas fue el deseo de mostrarle al mundo quién soy y quién siempre he sido.

La segunda lectura de la liturgia de hoy me recuerda un viaje de salida del armario, como el mío y el de otras personas con las que he caminado. Pablo dice: “que el que resucitó al Señor Jesús, también a nosotros nos resucitará con Jesús y nos colocará con vosotros en su presencia. Por tanto, no nos desanimamos; más bien, aunque nuestro yo exterior se va desgastando, nuestro yo interior se va renovando día a día”. Continúa diciendo que “lo que se ve es transitorio, pero lo que no se ve es eterno”. Esta noción de una disposición interna de renovación y una relación correcta con uno mismo y con Dios revela que el viaje que se desarrolla dentro de cada uno de nosotros debe considerarse sagrado, incluso cuando las cosas son difíciles.

Para los católicos LGBTQ+, la lucha interna por la autenticidad a veces puede ser intensa. Hemos internalizado la homofobia y debemos navegar en una Iglesia y una cultura que todavía luchan por aceptarnos plenamente y vernos a través de los ojos de Dios. A veces, nos preguntamos si ciertos espacios serán lo suficientemente seguros para que podamos presentarnos tal como somos. Nos ocupamos de titulares clickbait que en un momento declaran al Papa Francisco como un defensor LGBTQ+ inclusivo y en el siguiente sugieren que posiblemente usó un insulto homofóbico. Si bien los titulares pueden ser engañosos y a menudo no cuentan toda la historia, el impacto emocional de este tira y afloja puede ser un desafío. Destaca la realidad de que existimos en un mundo que tiene muchos pensamientos y opiniones sobre lo que significa ser gay y católico.

Como personas queer, a menudo nos vemos obligados a filtrar la retórica exterior para poder prestar atención a lo que se agita en nuestro interior, como describe Paul.

Pablo también nos recuerda que no nos desanimemos porque Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos también nos resucitará a nosotros. El deseo de vivir como Dios nos llamó a vivir alimenta la renovación de nuestra vida interior a través de la oración, la comunidad y la lucha continua por la justicia y la inclusión. Jesús traspasó los límites de la inclusión, como vemos en la lectura del Evangelio de hoy cuando desafió las concepciones tradicionales de la familia.

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En el pasaje del evangelio de hoy, leemos que cuando la madre y los hermanos de Jesús lo encuentran enseñando frente a la multitud, no los recibe fácilmente con los brazos abiertos. En cambio, cuando se le notifica su llegada, pregunta: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?” Estoy seguro de que esta pregunta sorprendió a algunos de los que estaban allí con Jesús. Básicamente pregunta: ¿quién es cercano a mí en la relación? ¿Quién está ahí para mí? ¿Quién me entiende? ¿En quien puedo confiar? ¿Quién comparte mi vida, misión y visión para lograr el reino de Dios?

En la comunidad queer, a menudo hablamos de “familia elegida“. Si bien una familia elegida puede parecer diferente para todos, en términos generales está formada por personas cuyo amor y apoyo son inquebrantables, independientemente de su orientación sexual o identidad de género. Para algunas personas queer, tenemos tanto una familia elegida como una familia de origen amorosa y tolerante en la que nacimos. Para otros, una familia elegida puede ser el sistema de apoyo central cuando la familia de origen no es un espacio seguro.

Como revela Jesús, no hay “otro” en la familia de Dios. Todos tienen un lugar en la mesa. Dios es quien nos llama a ser nosotros mismos y quiere que vivamos en la luz de Dios como los seres hermosos para los que Dios nos creó. Unidos en la misión con Jesús, podemos entrar en espacios difíciles sabiendo que el Dios dentro de nosotros nos ama y guía, sosteniéndonos y amándonos mientras navegamos por las complejidades de un mundo polarizado. Dios nos levantará. Mi esperanza para nosotros, especialmente durante este mes del Orgullo, es que dejemos espacio para las experiencias de vida de los demás: que escuchemos, aprendamos, soñemos y trabajemos juntos por un mundo más justo.

—Sr. Jane Aseltyne, IHM, 9 de junio de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“La fuerza sanadora del Espíritu”. Domingo 10 Tiempo ordinario – B (Marcos 3,20-35)

Domingo, 9 de junio de 2024
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IMG_5217El hombre contemporáneo se está acostumbrando a vivir sin responder a la cuestión más vital de su vida: por qué y para qué vivir. Lo grave es que, cuando la persona pierde todo contacto con su propia interioridad y misterio, la vida cae en la trivialidad y el sinsentido.Se vive entonces de impresiones, en la superficie de las cosas y de los acontecimientos, desarrollando solo la apariencia de la vida. Probablemente esta trivialización de la vida es la raíz más importante de la increencia de no pocos.

Cuando el ser humano vive sin interioridad, pierde el respeto por la vida, por las personas y las cosas. Pero sobre todo se incapacita para «escuchar» el misterio que se encierra en lo más hondo de la existencia.

El hombre de hoy se resiste a la profundidad. No está dispuesto a cuidar su vida interior. Pero comienza a sentirse insatisfecho: intuye que necesita algo que la vida de cada día no le proporciona. En esa insatisfacción puede estar el comienzo de su salvación.

El gran teólogo Paul Tillich decía que solo el Espíritu nos puede ayudar a descubrir de nuevo «el camino de lo profundo». Por el contrario, pecar contra ese Espíritu Santo sería «cargar con nuestro pecado para siempre».

El Espíritu puede despertar en nosotros el deseo de luchar por algo más noble y mejor que lo trivial de cada día. Puede darnos la audacia necesaria para iniciar un trabajo interior en nosotros.

El Espíritu puede hacer brotar una alegría diferente en nuestro corazón; puede vivificar nuestra vida envejecida; puede encender en nosotros el amor incluso hacia aquellos por los que no sentimos hoy el menor interés.

El Espíritu es «una fuerza que actúa en nosotros y que no es nuestra». Es el mismo Dios inspirando y transformando nuestras vidas. Nadie puede decir que no está habitado por ese Espíritu. Lo importante es no apagarlo, avivar su fuego, hacer que arda purificando y renovando nuestra vida. Tal vez hemos de comenzar por invocar a Dios con el salmista: «No apartes de mí tu Espíritu».

José Antonio Pagola

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“Satanás está perdido”. Domingo 09 de junio de 2024. Tiempo Ordinario B

Domingo, 9 de junio de 2024
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IMG_5118(imagen WikiCommons CC BY-SA 2.5)

Leído en Koinonia:

Génesis 3, 9-15: Establezco hostilidades entre tu estirpe y la de la mujer.
Salmo responsorial: 129: Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
2Corintios 4, 13-5,1: Creemos y por eso hablamos.
Marcos 3, 20-35: Satanás está perdido.

Para sus familiares Jesús está loco, fuera de sí. Ha perdido la cabeza y deben contenerlo volviéndolo a su casa y haciéndole reflexionar, para eso llevan a su madre con ellos. Y para los letrados de Jerusalén, Jesús está poseído de un demonio. Loco y endemoniado. Desquiciado y dominado por un mal espíritu. ¡Pobre Jesús! Se necesitaba mucha valentía y convicción para superar opiniones tan negativas de su propia familia y de los maestros de su pueblo. ¡Cómo quedarían de confundidos los discípulos después de escuchar comentarios de tal calibre sobre el Maestro que recién comenzaban a seguir!

Jesús no pierde la serenidad. Enfrenta con firmeza profética a sus adversarios. A los escribas los desenmascara colocándolos delante de sus propias contradicciones. Si está poseído por un demonio ¿Cómo puede echar otro demonio? Si Satanás está contra Satanás significa que su reino está siendo destruido. Si una persona está siendo liberada por el poder de Jesús de la alienación a la que estaba sometida, ¿cómo pueden declarar a Jesús endemoniado, si el que aliena y domina es el demonio? Están luchando contra la evidencia de que Dios ha comenzado a actuar en la historia a través de Jesús. Están luchando para no ver, para cerrar los ojos a la verdad. Están luchando contra el Espíritu de Dios que libera y da vida. Ese pecado no puede ser perdonado porque es cerrazón a la gracia, es contumacia, es obstinación. No niegan a Dios, niegan que la práctica liberadora de Jesús sea de Dios. Y a su familia que lo tiene por desquiciado, Jesús agrega una nueva locura: declara que ese pequeño grupo de hombres y mujeres de Galilea, sentados a su alrededor, son más familia suya que la que lo busca. Esa nueva familia está comulgando con sus ideas y sus enseñanzas más que la otra.

Delante de este Jesús valiente y libre, debemos preguntarnos cuántas veces nosotros mismos que nos decimos cristianos, que nos decimos su comunidad, enmascaramos nuestras cobardías ante lo nuevo de Dios y nos refugiamos en poner etiquetas y descalificar lo que no queremos admitir: que donde hay liberación, más salud, más vida y dignidad está actuando el Espíritu de Dios. Leer más…

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09.06.2024. Jesús, Dios falsificado. Muchos le acusan de ser un demonio (Mc 3, 22-30)

Domingo, 9 de junio de 2024
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IMG_7392Del blog de Xabier Pikaza:

Éste es quizá, con sus paralelos (Mt 12, 24-29; Lc 11, 15-23 y Ap 17-18),  el texto más inquietante del NT.  Los que acusan a Jesús de “demonio” no son gente de fuera, sino de su “iglesia”, incluso de sus “familiares” (argumento de Mc 3).

El tema no es que muchos dejen este cristianismo (esta iglesia), sino que una iglesia (sociedad) llamada cristiana diga estar con Jesús para hacer y decir lo contrario de lo que  él hacía y decía. El problema  no es nuevo. Había comenzado ya poco después de Jesús (e incluso en el tiempo de su vida) conforme a Marcos (y Mateo).

Éste es el argumento de fondo del libro de Th. Ruster (portada): Si no vales para cristiano como Jesús, intenta “dar el cambiazo”, diciendo que él estaba endemoniado A juicio de Ruster, uno que no falsificó/demonizó a Jesús fue Juan de la Cruz, recio cristiano del XVI.   

Un tema complejo

    Mil años de cristianismo de poder nos han enseñado a leer este pasaje al revés, de forma que es preciso un ejercicio de “inversión” para entenderlo a “las derechas”. Así he querido hacerlo en mis comentarios a Marcos y Mateo y especialmente al Apocalipsis (Ap 17-18). Aquí me limito a ofrecer unas simples reflexiones de “advertencia”. Siga quien quiera entrar en el tema o lea con cierta detención el evangelio:

Marcos 3,20-35

En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales. También los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: “Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.”

Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas: “¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.

Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.” Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

  Los escribas acusan a Jesús llamándole endemoniado… porque no está de acuerdo con su forma de luchar contra Satán

Los escribas/dirigentes del pueblo quieren que Jesús defienda su sistema de poder, expulsando a los malvados, a los “endemoniados”, a los distintos.

Jesús, en cambio, defiende a los excluidos, en contra del sistema de poder… Por eso le acusan diciendo que está aliado con los enemigos, que no es buen “patriota”. — Jesús se defiende, insistiendo en el pecado contra el Espíritu Santo, que consiste en no dejar que Dios (su enviado mesiánico) libere a los pobres y posesos. Éste es el pecado de aquellos que negando a los otros se niegan y destruyen a sí mismos.  Los escribas le acusan de expulsar demonios con ayuda de Belcebú…Dicen que en el fondo (esta guerra)  el fondo está  contra los que quieren destruir la nación de Dios…., ayudando a gente de mala vida, excluidos, endemoniados.

La condena de los escribas resulta coherente: Sólo el Dios de Israel es para ellos el Señor de la Morada Buena y ejerce su reinado desde Jerusalén, salvando a los humanos a través del judaísmo; el Diablo, en cambio, es Señor de la Morada Mala y quiere destruir la obra de Dios por todos los medios a su alcance. Al servicio de ese Diablo obra Jesús: parece bueno lo que hace; como un hombre piadoso ayuda a posesos y enfermos, pero en realidad actúa así para engañar a los ingenuos, destruyendo al judaísmo y encerrando a los humanos bajo el reino implacable de Satán.

Ésta es la sentencia final de unos letrados oficiales que han venido de Jerusalén para observar a Jesús y definir con autoridad el sentido de su obra. Han verificado su conducta, han sopesado su intención de fondo y su manera de enfrentarse al poder de lo satánico en el mundo. Han visto claro y pueden emitir su veredicto. No se sientan en el aula de condenas capitales (como harán en 14, 53-66, con sacerdotes y ancianos), pero a nivel social y religioso ya han fijado la sentencia: ¡Culpable de magia diabólica o satanismo! Este tribunal se coloca en el lugar de Dios, en cuyo Nombre (viniendo de Jerusalén y apoyándose en su Ley) dicta sentencia. No se limita a rechazar algunos rasgos menores del mensaje de Jesús: no le acusa por desviaciones secundarias. Ha visto lo que hace y desde Dios emite sentencia:

— Es una sentencia teológico-social. El tema de discusión no es Dios, en plano de teoría o de experiencia individual sino saber cómo se expresa, a través de quién (de qué comunidad o iglesia) actúa, cómo se manifiesta en la vida social. El tema de fondo es el de saber cuáles son las mediaciones sociales de la manifestación y presencia de Dios.

— Es sentencia razonada y razonable. Los escribas no parecen envidiosos o engañado: piensan que el movimiento de Jesús es un peligro pues destruye la identidad social del pueblo israelita. Por eso su más hondo deber (cf. Dt 17) les obliga a dar sentencia: piensan que Jesús es emisario de Satán y así lo tienen que decir, en nombre de Jerusalén y el judaísmo.  La acusación en contra de Jesús sigue la lógica de los poderes del mundo, que se defienden a sí mismo (su visión de estado, diciendo que los que van en contra de ella (de su poder, de su autoridad, de su visión de Estado) son unos endemoniados.    Los escribas de Jerusalén han condenado el movimiento de Jesús, diciendo que es satánico. Marcos le defiende, poniendo en boca de Jesús unas palabras rítmicas, con una pregunta, tres frases condicionales y una afirmación conclusiva, que retoma el motivo de la pregunta. Éste es el núcleo de su argumento: a Pregunta de Jesús: ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? (2, 23). ¿Cómo puede permitir Satanás que yo ayude a los marginados…? Si Satanás permite que yo ayude a los pobres, acoja a los sin casa, defienda a los expulsados… está luchando en contra de sí mismo. Este es el problema de fondo:

Los escribas nacionales… quieren el bien de la nación, el orden del estado, la autoridad establecida… Todo lo que debilite de algún modo el poder sagrado del templo y sus escribas, del poder del Estado y sus prerrogativas es diabólico… Por eso, ellos acusan a Jesús de estar endemoniado, de ir en contra del poder de Dios.

 Jesús, en cambio piensa que la autoridad de Dios son los pobres, los locos, los expulsados, los posesos, los enfermos… El bien de los pobres (expulsados, posesos, enfermos, extranjeros…) está por encima del Estado Sacral del templo y de sus instituciones…

El problema es dónde está Dios, cómo se defiende la obra de Dios… defendiendo al Estado-Poder-Sistema por encima de los pobres…. O defendiendo a los pobres, expulsados por encima del sistema…Entiéndase desde aquí las preguntas (parábolas) de Jess:

  1. Si un reino está dividido… (3, 24). Sirve como ejemplo o concreción del tema (por eso empieza kai ean, y si…), situándolo a la luz del símbolo del reino (basileia; cf. 1, 15). Ha venido Jesús a construir el Reino de Dios, pero los escribas dicen que de hecho está construyendo el de Satán. Jesús responde: ¿podría mantener su reino Satanás si estuviera dividido, permitiendo que Jesús cure a sus posesos? ¿no habrá que entender la acción sanadora de Jesús y de su iglesia como argumento en favor de la caída del reino de Satán? Así supone Marcos.
  2. Si una casa está dividida… (3, 25).Repite el comienzo anterior (kai ean) y la estructura de la frase, pero no desde la perspectiva del reino, sino de la casa, entendida como espacio (edificio) donde Dios y Satán disputan su dominio. Los escribas llaman a Jesús enviado de Satán, dicen que rompe la casa judía y destruye su verdad sagrada. Jesús responde adoptando el argumento anterior: si la casa de Satán estuviera dividida, si Jesús luchara en contra de sus habitantes (posesos), esa casa no podría mantenerse. Argumentando así, Marcos desea que el oyente (lector) responda de manera negativa: ¡No! Satán no deja que su casa se divida
  3. Si Satanás está dividido… (3, 26).Lo que decía sobre el reino y casa se aplica ahora a Satán, objeto de la controversia. Han acusado a Jesús de emisario suyo diciendo que en su nombre expulsa a los demonios. Jesús contesta otra vez en estilo condicional (kai ei…): ¿cómo podría mantenerse Satanás así escindido? La respuesta del lector ha de ser esta: Satanás no está escindido; Jesús ha conquistado el duro edificio de su reino y casa; no ha venido a destruir la casa de Israel sino a Satán que dominaba a los humanos; de esa forma construye la iglesia/casa de los liberados. b. Afirmación mesiánica conclusiva: nadie puede entrar en la casa del Fuerte sin atarle o vencerle primero (3, 27). De las condicionales pasamos a afirmación solemne de Jesús (encabezada por un alla, pero…), por las que él se presenta veladamente como triunfador de Satán. Fuerte (iskhyros) era Satán; dura su casa o familia (oikia), potente su reino. Pero Jesús es el Más Fuerte (cf. Iskhyroteros de 1, 7), conforme a una palabra de clara confesión mesiánica: él ha conquistado ya el reino/casa de Satán; le ha vencido, le ha atado, ha empezado a liberar a sus cautivos, cumpliendo así lo que latía en 1, 12-13. La iglesia de Jesús está constituida por aquellos que confiesan su victoria sobre el Diablo y continúan realizando su tarea sobre el mundo.
  4. Argumentación de Jesús sobre Satanás (3, 23-27). Jesús asume el reto de los escribas y responde, en palabras de gran dureza que expresan su mensaje. Recogiendo elementos prepascuales, su discurso (3, 23-30) forma parte de la polémica cristiana con el judaísmo. La respuesta de Jesús empieza siendo una llamada al pensamiento, para culminar en una de condena fuerte expresada a través de una intensa voz de alerta, que dirige a los que manipulan a los otros, manteniendo la propia religión (seguridad) a costa de oprimirles. No desarrollo la respuesta; me limito a presentar sus temas:

Reino o casa dividida. Siguiendo la terminología de aquel tiempo, Jesús supone que Satanás tiene su reino bien organizado y así pregunta: ¿Cómo podría mantenerse ese reino si está dividido? Si una casa se escinde en lucha interna, no puede mantenerse. Si, como dicen los escribas, luchara Satanás contra Satanás, esa sería una noticia buena. ¿Qué más podrían pedir los escribas? La propia división de Satanás ofrecería un signo de su ruina. Pero ¿es eso cierto? Así pregunta Jesús, introduciendo un tinte de ironía inquietante en el discurso que han trenzado los escribas (3,23-27).

• La casa del fuerte. Juan llamó a Jesús «más fuerte» (1,7). Pero en el lenguaje de los escribas el más fuerte es Satanás. Así lo emplea Jesús y pregunta: ¿quién puede entrar en su casa y atarle para apoderarse luego de su armamento? Pues bien, al venir y vencer a Satanás, el mismo Jesús cumple la palabra del Bautista y se presenta, de un modo implícito, pero bien claro, como aquel que es más fuerte que Satanás: es emisario de Dios. Sus enemigos, los escribas, no lo han entendido. Viene a luchar contra Satanás, liberando a los posesos-pecadores y ofreciendo a todos un camino de reino, y los escribas, enfrascados en sus discusiones eruditas y en su forma de entender los ritos de su pueblo, no le aceptan (3, 27).

• Profundización: Pecado contra el Espíritu Santo (3, 28-29). Son iglesia los que aceptan la acción liberadora de Jesús. Caen en pecado, según Marcos, aquellos que le condenan como emisario de Satán. De esa manera, Jesús invierte la razón de los escribas, diciendo que son ellos en el fondo los endemoniados (pues luchan contra el Espíritu de Dios), corriendo el riesgo de quedar prendidos, destruidos, bajo el poder diabólico de la opresión humana.

El argumento de Jesús: Los pobres, posesos, expulsados… por encima del sistema de poder el templo    Los escribas acusan a Jesús de traición contra la casa nacional del judaísmo, afirmando que es un “poseso”: no es hombre de Dios, sino del Diablo. Jesús les contra-acusa diciendo que son ellos los que en realidad destruyen la obra de Dios (del Espíritu Santo), corriendo así el riesgo de quedar prendidos bajo el poder de Satán (pecado contra el Espíritu Santo). La misma ayuda que Jesús ofrece a los proscritos, su forma de acoger a los posesos, pecadores, publicanos, viene a presentarse también (junto al tema de la comida con los pecadores y marginados, cf. 2, 16) como articulum stantis et cadentis Ecclesiae (es decir, como el “dogma práctico” que define la esencia de la iglesia).

Los escribas piensan que al abrir su comunión a los posesos, marginados, pecadores, Jesús destruye la estructura sagrada del judaísmo legal, actuando así como emisario satánico. Por el contrario, Jesús muestra que su acción expresa y despliega la más honda verdad del judaísmo universal (abierto desde ahora a todos los necesitados del mundo). En el fondo de esta disputa se vinculan el aspecto teológico y social. Hemos destacado hasta aquí más el rasgo social; ahora evocamos el teológico:

— Dios. Sólo rechazando a los escribas, Jesús puede ofrecer mensaje de Dios y acción liberadora en favor de los proscritos. Por eso emplea la fórmula de revelación solemne (amên legô hymin), mostrando (cf. pasivo divino) que Dios mismo perdona los pecados… (3, 28). En nombre de ese Dios actúa Jesús cuando ayuda a los endemoniados. Sin el descubrimiento fuerte y creativo de su gracia carece de sentido esta controversia. Sólo allí donde Dios se revela como amor, venciendo la opresión de los que intentan controlar a los demás con su legalismo, puede hablarse de evangelio.

— Espíritu Santo. Han acusado a Jesús de poseso, infiltrado de Satán, Espíritu impuro (3, 22), como muestra el aparte literario conclusivo: ¡Decían: tiene un Espíritu impuro! (3, 30). Pues bien, al hablar así, los escribas pecan en contra del Espíritu Santo, rechazan la acción salvadora universal que convoca por Jesús a los posesos y pobres (3, 28-29). De esta forma se oponen los espíritus: el impuro de la destrucción del ser humano, vinculado a Satán; y el santo que brota de Dios y se presenta por medio de Jesús como fuerza de liberación. El Espíritu Santo es el Poder de pureza que se opone a la impureza del demonio; es el amor y comunión que va creando familia desde los últimos (posesos). — Jesús. Aparece en el centro de la discusión como Fuerte (iskhyros, cf. 3, 27), en palabra que sitúa nuestra escena en el trasfondo del Bautismo (cf. iskhyroteros: 1, 7). Vino a vencer a Satanás, ya le está venciendo. Esa victoria no implica el fortalecimiento de la ley sino superación del Israel de los escribas. Jesús no es mensajero de renovación israelita; no ha venido a repetir u organizar en clave de ley lo que ya existe, para bien de la nación sagrada, como desean los escribas (cf. 1, 22), sino a vencer a Satanás y construir sobre el mundo la nueva familia de Dios, con autoridad sobre los espíritus impuros (cf. 1, 21-28). Leer más…

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“Desconfianza, condena, aceptación”. Domingo 10. Ciclo B

Domingo, 9 de junio de 2024
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IMG_5121Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Estos son mi madre y mis hermanos

Después de tantas fiestas (Pentecostés, Trinidad, Corpus Christi), volvemos al Tiempo Ordinario y a los comienzos de la actividad de Jesús. Ateniéndonos al relato de Marcos, después del Bautismo y las Tentaciones, Jesús ha predicado en la sinagoga de Cafarnaún y ha realizado diversos milagros. Sin embargo, su forma de actuar, sus ideas y sus pretensiones, provocan la oposición de los fariseos que, ya desde el principio, «se pusieron a planear con los herodianos la forma de acabar con él» (Mc 3,6). Pero todavía queda mucho para la pasión y muerte. Jesús sigue ganando popularidad en todas partes (3,7-12) y elige a los doce (3,13-19).

En este momento comienza el evangelio de hoy. Se compone de tres episodios que reflejan tres actitudes ante Jesús: 1) Desconfianza: la familia de Jesús desconfía de él y piensa que está loco. 2) Condena: los escribas lo acusan de endemoniado. 3) Aceptación: hay personas que se convierten en la verdadera familia de Jesús.

Desconfianza de la familia

En aquel tiempo, Jesús llegó a casa con sus discípulos y de nuevo se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí.

  Los escribas y fariseos se escandalizan de lo que hace y dice Jesús. La reacción de su familia es distinta. Cuando se entera de que no tiene tiempo ni para comer, piensan que está loco, «fuera de sí», y quieren llevárselo a la fuerza a Nazaret. [La traducción litúrgica deja mejor a la familia. No traduce: «porque decían», sino «porque se decía», como si la familia no compartiese del todo la opinión.] Al principio no queda claro quiénes son «los suyos». Al final, cuando lleguen a Cafarnaúm, sabremos que son «tu madre y tus hermanos y tus hermanas». Toda la familia.

Para Mateo y Lucas, la simple sospecha de que la familia de Jesús lo considerase «fuera de sí» resultaba inaceptable, y suprimieron estos versículos de su evangelio: la madre y los hermanos bajan a visitarlo, no porque desconfíen de él. Sin embargo, el evangelio de Juan confirma esta desconfianza de sus hermanos (no de María): «sus hermanos no creían en él» (Juan 7,5). Si queremos conocer bien a Jesús, este dato es fundamental. Las críticas de escribas y fariseos, el rechazo de los sacerdotes, el desinterés de muchos de sus oyentes, le resultarían dolorosos; pero la desconfianza de la propia familia sería algo más duro de lo que podemos imaginar. Sin embargo, el saberlo serviría de consuelo a tantos cristianos del siglo I para los que hacerse cristianos supondría un enfrentamiento a la familia.

Condena de los escribas

Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:

Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.

El los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas:

-¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido.

Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.

En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.

Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

  Los grandes conocedores de la Ley de Moisés, los escribas, emiten un juicio más radical: «Tiene dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». Lo peor que puede decirse de uno que pretende hablar y actuar en nombre de Dios. A nosotros puede extrañarnos que el evangelista dedique tanta atención a este tema, pero Jesús debía defenderse, y las comunidades cristianas saber responder a esta acusación gravísima. Curiosamente, Jesús no reacciona de forma airada. Se porta como un maestro que hace reflexionar a sus alumnos y los instruye. Su breve discurso contiene un argumento, una enseñanza y una amenaza.

  El argumento es de sensatez: si Satanás se introduce en Jesús para expulsar a los endemoniados, está luchando contra sí mismo, destruyéndose. Solo un estúpido puede decir que Jesús «expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».

La enseñanza se centra en la victoria de Jesús sobre Satanás. Los discípulos, al ver los milagros de Jesús y las curaciones de endemoniados, pueden considerarlos hechos aislados, sin relación entre ellos. Para Jesús, demuestran que él ha vencido a Satanás, el aparentemente forzudo, y por eso puede arrebatarle todas sus víctimas. La primera lectura de hoy, tomada del Génesis, pienso que se ha elegido porque anuncia esta victoria de Jesús sobre el demonio.

La amenaza se dirige a los escribas y a quienes piensan como ellos: quien considere a Jesús un endemoniado, blasfema contra el Espíritu Santo y no tendrá perdón jamás. Es el famoso «pecado contra el Espíritu Santo»: cuando Jesús perdona los pecados lo hace con el poder del Espíritu; quien dice que ese espíritu es el demonio, se cierra el perdón, porque Satanás no puede perdonar.

Aceptación

Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dice:

Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.

Él les pregunta:

¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?

Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:

Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.

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  Estos son mi madre y mis hermanos

Jesús ha terminado su breve discurso y le avisan de su familia está fuera y lo busca. Una vez más comienza formulando una pregunta: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos»? Como Sócrates, quiere que la gente piense, aunque lo más probable es que nadie respondiera nada. Pero así adquiere más fuerza la solución: «El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre». Esas palabras las dirige a quienes los rodean y escuchan. Porque la condición indispensable para hacer la voluntad de Dios es escuchar a Jesús. Y ellos lo hacen. Ellos son la familia de Jesús.

En nuestra sociedad, muchos presumen de «conocer» a una familia importante, de haberla visto un día en directo, incluso de haber dado la mano a alguno de ellos. Tenemos un motivo de orgullo mucho mayor: ser la familia de Jesús… si lo escuchamos y cumplimos lo que nos dice.

Nota pastoral para la homilía

En el evangelio hay dos cuestiones que pueden resultar complicadas (por no mencionar la primera lectura, en la que todo es complicado):

1) La familia de Jesús. El mismo Marcos ofrecerá más tarde los hombres de los hermanos: Santiago, José, Judas y Simón. No creo que merezca la pena, en una homilía, perderse en las discusiones sobre este tema: si eran hijos de un primer matrimonio de José (cosa que ya rechazaba san Jerónimo), si se trata de primos hermanos (el concepto de «hermano» es muchísimo más amplio entre los pueblos semitas que entre nosotros), etc.

2) Quienes disfrutan hablando del demonio, como Marcos, tienen este domingo materia abundante. Pero otros pueden sentirse molestos de tener que abordar este tema. El ejemplo de Mateo y Lucas es muy instructivo. Cuando encontraban en Marcos algo que podía escandalizar o extrañar a sus lectores, lo omitían.

Algo me parece esencial en el evangelio de hoy: las actitudes tan distintas que provoca la persona de Jesús, que siguen dándose hoy día. No creo que nadie lo acuse de endemoniado (cada vez son menos los que creen en el demonio); pero el rechazo de su persona, o el rebajarlo a un simple iluso «fuera de sí», son reacciones muy frecuentes. Aunque su familia sea pequeña (cada vez más), aconsejaría centrar en ella la atención.

 

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Domingo X del Tiempo Ordinario. 10 de junio de 2018

Domingo, 9 de junio de 2024
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“Y pasando la mirada por el corro, dijo: -Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.”

(Mc 3, 20-35)

El evangelio de Marcos acaba de comenzar, nos encontramos en el tercer capítulo. Sin embargo, la incomprensión y la oposición a Jesús ya es bien palpable.

Por un lado, su familia lo busca porque piensa que “no está en su cabales”. Por otro lado, los letrados, las personas influyentes del tiempo de Jesús, andan diciendo que Jesús tiene un demonio dentro.

La verdad es que todo junto no se puede catalogar como un buen inicio. Se oye decir eso de que “si es de Dios saldrá”. Es una frase peligrosa.

¿Acaso todo lo que acaba “saliendo” es cosa de Dios? Porque es evidente que muchas veces prosperan cosas que son malas de raíz. Y también sucede que muchas veces hay cosas buenas que encuentran grandes obstáculos y acaban por no salir.

Nosotras, las personas cristianas, creemos que lo de Jesús venía todo de Dios, sin embargo no le salieron las cosas muy bien que digamos. La marca de Jesús es la marca del fracaso personal.

Es condenado a muerte como un criminal, se oponen a él tanto el poder religioso como el poder civil de su tiempo, su grupo de seguidores le abandona y de su familia no volvemos a saber nada, desaparece aquí, al principio del evangelio, y lo que sabemos es que pensaban que estaba loco.

Tendemos a relacionar lo bueno que nos pasa en la vida con la voluntad de Dios y eso está bien. Dios habita nuestras alegrías y, como nos recuerda el profeta Sofonías, ¡es el primero en danzar y saltar de alegría por nosotras! De esto no hay duda.

Pero de lo que no deberíamos dudar ni un solo instante es que Dios habita también nuestros fracasos. Dios también está en la adversidad, es más, nos lleva la delantera (Cfr. Mc 10, 32)

Dios en Jesús nos dice que Él ha querido ocupar esos lugares de desprecio y sin razón, de dolor y de sufrimiento. La muerte en cruz de Jesús es el grito de Dios por la humanidad sufriente. Es la compasión de Dios encarnada y doliente que acompaña a cada una de sus hijas.

Los cristianos deberíamos estar convencidos de que Dios está en cada fracaso humano, en toda adversidad y sufrimiento. No, Dios no nos envía el sufrimiento, no. Lo que hace Dios es sufrir con nosotros, arrimar el hombro, procurar que el peso de la adversidad no nos aplaste.

El sufrimiento forma parte de la existencia humana. Eso lo sabemos todos por propia experiencia. Desde el momento en que nacemos, antes incluso de respirar, experimentamos el sufrimiento. Dicen los expertos que el parto es doloroso tanto para la mujer que da a luz como para la criatura que nace.

Sí, el sufrimiento es un misterio que acompaña la existencia humana y Dios no ha querido desentenderse, al contrario, ha elegido pasarlo con nosotros. Ha querido ser hijo y hermano nuestro.

Oración

Regálanos, Trinidad Santa, esa hermosa mirada de Jesús, que nuestros ojos se encuentren con los suyos y podamos reconocernos como hermanas, y hermanos, y madre suyas.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Para Jesús fue más importante la familia de Dios que su familia.

Domingo, 9 de junio de 2024
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Mc 3,20-35

Es frecuente en el evangelio de Marcos hacer relatos encerrados en otro relato. En este caso el acusarlo de poseído por Belcebú está colocado dentro de un episodio, más bien desagradable con sus familiares. No fue un hecho puntual ni anecdótico. Este enfrentamiento familiar se manifiesta de muchas maneras en los evangelios y debemos tenerlo en cuenta si queremos acercarnos a los hechos reales. No es ningún desdoro para ellos, porque lo que intentaban era evitar su marginación y un fatal desenlace.

El relato sobre el enfrentamiento de su familia tiene muchas posibilidades de ser histórico porque a nadie se le hubiera ocurrido añadir por su cuenta esta oposición de su familia a la predicación de Jesús. Encontramos en los evangelios otros claros indicios de que su familia se opuso a que Jesús sacara los pies del tiesto y se pusiera a predicar abandonando su estado social. Lo que su familia buscaba era que Jesús se acomodara a la manera normal de pertenecer a una familia, actuando como uno más de sus miembros.

Casi nunca se trata el tema de la relación de Jesús con su familia, porque plantea serios problemas. No encaja con el concepto que nos hemos hecho de la sagrada familia. Si somos capaces de superar los prejuicios, veremos como normal que incluso su madre se preocupara de las andanzas de Jesús que no podían acarrearle nada bueno. En los evangelios se ve con toda claridad el conflicto que Jesús tuvo con sus parientes; y eso a pesar de las matizaciones que hacen y la delicadeza con que tratan el tema.

A los doce años nos cuentan el primer problema; se queda en Jerusalén sin que lo supieran sus padres. En su pueblo, les echa en cara su falta de confianza: “solo desprecian a un profeta en su pueblo y entre sus parientes”. Su familia quiere apartarlo de la vida pública porque considera que esa manera de actuar es una locura. El tiempo les dio la razón. Ellos no tenían capacidad para comprender desde qué perspectiva actuaba Jesús. Desde su punto de vista humano, puramente humano, era lógico que su familia se preocupara por las acciones de Jesús que ponían en peligro su honor y su vida.

Este relato deja muy claro que todo lo que habían dicho Mateo y Lucas sobre la infancia de Jesús eran elucubraciones piadosas. Si hubieran tenido algún fundamento histórico, su madre y familiares hubieran aceptado desde el primer momento todo lo que Jesús hacía y enseñaba. Lo que hicieron su madre y sus hermanos (parece que José había muerto) fue cumplir con su obligación de preocuparse del futuro de la familia y de Jesús, evitándole una catástrofe como la que terminó sucediendo con su persecución y muerte.

Debemos dejar muy claro que esta actitud de la familia de Jesús lo que pretendía era salvar su honor. El honor era el principal valor de una familia, sin él no había posibilidad ninguna de mantener relaciones dignas con los demás. Por esta razón, la principal obligación de todo miembro de la familia era velar por ese honor familiar. Lo que veían los familiares de Jesús era que estaba poniendo en riesgo ese honor y por lo tanto había que hacer todo lo que estuviera en sus manos para evitar la catástrofe. Jesús ya había dado muestras suficientes de que le interesaba más el reino de Dios que su familia.

A pesar de todo Jesús sigue adelante en su empeño de comunicar a los demás su experiencia de Dios, a años luz de la de su religión. Esta postura de Jesús puede ilustrar el tema del desapego de su familia. Jesús no se conforma con lo que le enseñan de Dios, quiso ir más allá en el descubrimiento de lo que Dios es para el hombre y el hombre para Dios y para los demás. Se abre al Espíritu. No tiene inconveniente en cuestionarse hasta las verdades más sagradas. ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?

Esta enseñanza supone una cristología muy elaborada que supone una larga andadura de la comunidad. Desde muy pronto comenzaron a llamarse hermanos, lo que denota una conciencia de familia espiritual con lazos más fuertes que los de cualquier familia carnal. Con ello quería expresar su convicción de que sentirse unidos por lazos espirituales les daba mayor seguridad que los lazos puramente biológicos. De hecho, muchos cristianos tuvieron que elegir entre su familia y la pertenencia a la nueva comunidad.

Acusarle de endemoniado tiene mucho que ver con la locura de que le acusa su familia. En aquella época, toda enfermedad se creía que estaba causada por espíritus diabólicos. Tal vez esta idea es la que une el tema del endemoniado con el de su familia. En ambos casos se da por supuesto que Jesús está fuera de sí y que no actúa desde la libertad de una persona normal. Ni unos ni otros fueron capaces de admitir que Jesús no era una persona normal, pero no porque era menos, sino porque sobrepasaba toda expectativa.

No es fácil concretar lo que en el texto quiere decir ‘pecado contra el Espíritu Santo’. Podría referirse a estar cerrados a toda posible novedad, por miedo a lo nuevo o por creernos en la posesión de la verdad absoluta. La mente rechaza espontáneamente todo aquello que no encaja con lo que ya tiene adquirido. Es un mecanismo de defensa automático que le da seguridad. Podríamos recordar el dicho castellano: el que no se arriesga no pasa la mar. O aquel otro oriental que me habéis oído tantas veces: El que se empeña en cerrar la puerta a todos los errores, dejará inevitablemente fuera la verdad.

Siempre que nos aferramos a una verdad, dándole valor absoluto, estamos pecando contra el Espíritu Santo que siempre empuja hacia delante. La Verdad es inalcanzable para nuestra mente, por eso debemos estar siempre abiertos a ir más allá de la verdad que ya tenemos, por muy seguros que estemos de ella. Tampoco podemos apelar a la revelación para defender una verdad, porque ni el mismo Dios puede actuar por encima de nuestras limitaciones. La Verdad no puede ser formulada con nuestros conceptos racionales.

Nos ha tocado vivir una época de cambios drásticos en todos los órdenes, sobre todo en el orden de las verdades trascendentes. Estamos constatando que verdades que creíamos absolutas se están desvaneciendo como un azucarillo en un vaso de agua. Hace falta tener una gran valentía para superar las seguridades y abrirnos a lo que nos deja más a la intemperie. El principal reto de nuestro tiempo es aprender a vivir en constante búsqueda sin pretender tenerlo todo atado y bien atado como pretende la religión.

La verdadera salvación sólo puede venir por el camino del conocimiento. En la medida que tengamos conocimiento de lo que es bueno para nosotros, seremos capaces de actuar en consecuencia. No olvidemos la frase capital del evangelio: la verdad os hará libres. Solo la verdad tiene capacidad de liberar y de salvar del error y por lo tanto del pecado. Estar abiertos a la verdad es estar abiertos al Espíri­tu y viceversa.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El dinero

Domingo, 9 de junio de 2024
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20190110-Dios-o-el-dinero-mockup-final.1jpgMc 3, 20-35

«Está poseído por Belcebú»

El evangelio de hoy es muy instructivo para conocer el ambiente de incomprensión y acoso en que tuvo que moverse Jesús en Galilea, pero de él podemos sacar pocas enseñanzas útiles para vivir nuestra vida. Por ello, me van a permitir dedicar esta reflexión a un tema que nada tiene que ver con el texto de hoy, pero que es recurrente a lo largo de todo el evangelio y nos atañe muy directamente: el dinero.

El dinero es sin duda un talento que podemos poner a trabajar por el Reino, pero es un talento peligroso por el que Jesús muestra un gran recelo. Llama bienaventurados a los pobres, alerta sobre la dificultad de los ricos para entrar en el Reino, considera necio al hombre ufano de su riqueza que esa noche va a morir, en la parábola de Epulón y Lázaro muestra hasta qué punto se puede endurecer el corazón de un hombre por causa de su riqueza… «Aunque resucite un muerto» … y se entristece cuando el “joven rico” renuncia a seguirle porque tenía muchos bienes…

El dinero no es algo marginal en el evangelio, algo que se menciona de pasada, sino una línea clara y recurrente dentro del mensaje global y la concepción del Reino. Algo que nos interpela de manera especial, porque vivimos en una sociedad de ricos en la que el dinero ha dejado de ser un medio para convertirse en el fin por excelencia de nuestra vida. Y cuando esto sucede, el dinero se convierte en amo, en el peor amo que podemos tener, porque nos esclaviza, socava nuestra humanidad y nos arrebata la capacidad de compadecer, de ayudar, de perdonar, de servir…

La expresión que usa Jesús para alertarnos de la trampa mortal que encierra el dinero, es una de esas exageraciones geniales que empleaba para hacer especial énfasis en algo importante: «Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios».

Pero siendo realistas, en el mundo actual el dinero es necesario no solo para vivir el día a día, sino también para prevenir el futuro ante las infinitas incertidumbres que presenta la sociedad actual. Por eso, para nosotros, «vende lo que tienes y dalo a los pobres» no es una orden que podamos cumplir al pie de la letra, pero sí es un espíritu que puede marcar nuestra forma de poseer y de usar.

Y lo que es válido a nivel individual también lo es a nivel colectivo, porque las sociedades opulentas estamos llevando al mundo al desastre con nuestra forma de vivir. Sólo un cambio de mentalidad generalizado puede evitarlo, pero cuando más necesita la humanidad de un potente bagaje moral para hacer frente a la situación extrema a la que se ve abocada, mayor es su carencia; mayor es la dureza de su corazón. Quizá la única vía de salida que le queda a este mundo sean las palabras que Jon Sobrino repetía tan a menudo: «Debemos caminar hacia la cultura de la austeridad compartida».

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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La Buena Noticia que legitima el actuar de Jesús.

Domingo, 9 de junio de 2024
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thebible_castMc 3,20-35

Marcos relata un episodio en el que encontramos a Jesús viviendo una situación muy difícil. Después de un tiempo proclamando la Buena Noticia de Dios por las tierras de Galilea se ve confrontado no solo por escribas y fariseos sino por su propia familia. La experiencia de liberación que acompañaba a sus curaciones, sus enseñanzas sobre un Dios amor y perdón que solo quería acoger y salvar se veían cuestionadas por el miedo, la vergüenza y las actitudes rigoristas de aquellos/as que no podían entender que Dios iba más allá de lo que esperaban de él (Mc 1).

Los/as pobres, los/as heridos/as, los/as marginados/as lo buscaban porque en él encontraban lo que nadie les había ofrecido nunca. Junto a él encontraban nuevas posibilidades de ser y de vivir, descubrían que Dios no los/as había abandonado, aunque la sociedad y la religión si lo hicieran. Sabían que solo necesitaban confiar en aquel hombre, que los/as miraba con ternura, los defendía y los/as acogía, para recuperar el camino perdido, el espacio robado y su voz silenciada (Mc 2, 1-3, 12). Pero había quien no entendía que esa alegría y esperanza recuperada pudiese venir de Dios sino pasaba por las normas, doctrinas o valores instituidos (Mc 2, 23-3,6).

Lo acusaban de blasfemo

Para los que se consideraban fieles observantes de ritos y normas establecidos siglos atrás para cumplir con la voluntad de Dios y honrarlo adecuadamente, la conducta y el mensaje de Jesús eran blasfemas porque hablaban mal de Dios y por lo tanto, la autoridad para hablar así y el poder para actuar del modo en que lo hacía no podía venir de Dios, sino que era obra de Satanás (Mc 3, 22-23).

Lo que más les molestaba era que Jesús dijese que los seres humanos tenían a su alcance el perdón de Dios de forma gratuita y sin condenas, que podían reincorporarse a la comunidad si confiaban y se dejaban sanar por el amor de Dios que los acogía sin límites y sin esperas. Para ellos Jesús no tenía autoridad para afirmar tal cosa de parte de Dios. Con esa actitud se imposibilitaban para acoger ellos mismo ese perdón que Dios también les ofrecía a ellos.

Jesús les responde con contundencia: ellos son los que blasfeman porque están negando la acción que Dios está realizando. El Espíritu de Dios es el que está haciendo nuevas las cosas, es el que trae vida y vida en abundancia, es que el que pone en nosotros/as la fuerza para construirnos desde lo mejor de nosotros/as mismos/as. No hay nada más triste y desesperanzador, más limitante y destructor que negar esa acción de Dios en todo ser humano. Nadie es más ciego que quien pretende limitar la misericordia y la bondad de Dios creyendo que cumple su voluntad. (Mc 3, 28-30)

Pensaban que estaba fuera de sí

El relato recuerda también que s u madre y sus hermanos van a buscarle para vuelva a casa y reoriente una conducta que no solo le afecta a él sino a sus familiares pues las críticas que está recibiendo ponen en entredicho la honorabilidad familiar.

En el mundo antiguo la familia designaba a un grupo amplío de parentesco a través del cual se transmitía el honor, las propiedades y la condición social. En ella se ofrecía apoyo y sustento y, salvo excepciones, nadie consideraba honorable abandonarla porque suponía la perdida de la identidad y pertenencia. El hecho de que Jesús abandonase su casa dejando a su madre viuda era difícil de entender. Sin embargo, Jesús dio a esta decisión un profundo significado y le permitió construir una nueva familia, la familia del Reino. Una familia que cuestionaba muchos de los valores tradicionales y posibilitaba relaciones circulares e inclusivas.

Ante las demandas familiares Jesús responde señalando que la Buena Noticia del Reino de Dios incluía la propuesta audaz de una comunidad alternativa. Por eso, cuando proclama que su familia es quien cumple la voluntad del Padre, no está rechazando a su familia biológica, sino que está proponiendo un nuevo modo de relaciones, una nueva forma de encuentro y de vida compartida en la que la única jerarquía era la paternidad/maternidad de Dios y el único poder era el servicio. Y era así como de verdad se podía encarnar la Buena Noticia.

Cumplir la voluntad de Dios

La voluntad del Padre era para Jesús liberar y sanar, perdonar e incluir y por eso quien decide vivir haciendo vida la voluntad de Dios es su hermano, su hermana y su madre (Mc 3, 35). Su nueva familia, su comunidad. Una comunidad llamada a ser inclusiva, generadora de vínculos sanadores y de sueños compartidos. Una comunidad que discierne la voluntad de Dios desde lo que genera vida y potencia lo mejor de cada miembro.

Una comunidad que libera la memoria del perdón, la misericordia y la acción salvadora de Dios y la ofrece allí donde hay heridas, sufrimiento, impotencia o miedo.  Una memoria que no quiere ser encerrada en los límites de nuestra justicia, de nuestras costumbres o ideas. Una memoria que reivindica la alegría, la pasión, la esperanza y el encuentro. Una memoria conflictiva y audaz. En definitiva, la memoria del Reino.

 

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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Descalificaciones

Domingo, 9 de junio de 2024
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IMG_5204Domingo 9 de junio de 2024

Mc 3, 20-35

Con demasiada frecuencia, el ser humano recurre a descalificaciones, utilizando recursos simplones, que consisten en imponer una etiqueta despectiva a quienes discrepan de sus propios planteamientos.

Como es lógico, las etiquetas varían, según el momento histórico y el ambiente cultural. Así, en tiempos de Jesús -en una cultura mítica y marcadamente religiosa-, una de las más graves acusaciones, con las que se pretendía descalificar a alguien de manera definitiva, era etiquetarlo como “endemoniado” o poseído por Satanás. En otros momentos, más cercanos a nosotros, a alguien se le descalifica de modo sumario colgándole otras etiquetas igualmente simplonas, según las modas y los propios prejuicios.

La descalificación degrada o incluso llega a imposibilitar la convivencia armoniosa, generando un ambiente de crispación, que tiende a retroalimentarse en un crescendo sin límites, donde cada cual busca la etiqueta más peyorativa con que descalificar al adversario. Encerrados en una mente dicotómica, cuesta reconocer que toda postura mental, por verdadera que parezca, contiene algún error, de la misma manera que toda postura errada contiene alguna verdad.

Bien mirado, el fenómeno de la descalificación esconde, al menos, estas características: pereza intelectual, autoafirmación del propio ego, desprecio del otro e inseguridad afectiva de base.

En primer lugar, resulta más sencillo colocar una etiqueta que entrar en un diálogo razonado y sereno que requiere inteligencia, lucidez, serenidad y empatía. En segundo lugar, quien descalifica no busca, aunque sea de manera inconsciente, sino autoafirmar su propio ego: es sabido que este vive únicamente gracias a la confrontación y a la creencia de separación; solo cuando me confronto con el otro, tengo la sensación de ser un “yo”. En tercer lugar, en esa confrontación afloran con facilidad actitudes de desprecio que buscan desvalorizar al otro como medio para autoafirmarse uno mismo. Y finalmente, en la base de ese tipo de comportamientos, yace, aunque no se advierta de manera consciente, un arraigado y quizás reprimido sentimiento de inseguridad afectiva: solo quien se siente inseguro intenta rebajar o anular al otro.

Frente a la tendencia a la descalificación, que con frecuencia suele ir acompañada de acritud, la convivencia sana requiere valoración del otro, respeto y empatía. Más brevemente, tal convivencia armoniosa únicamente es posible cuando, superando la falsa creencia de separatividad, que nos hace creernos yoes separados, se vive de manera expresa en la consciencia de unidad.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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La familia de Jesús sagrada, sí; tranquila, no.

Domingo, 9 de junio de 2024
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IMG_5244Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

¿Quiénes son familia de Jesús?

01. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales

Llama la atención –y no es la primera vez en el NT- que la familia de Jesús se queda extrañada ante las actitudes y el comportamiento de Jesús.

La familia de Nazaret será santa, pero tranquila, no. La Sagrada familia fue sin duda santa, pero ciertamente no fue tranquila.

Tenemos una imagen muy distorsionada de la familia de Jesús: La Virgen vestida de manto celeste hilando lana, San José medio angelical trabajando la madera y “Jesús niño” rubio como un sueco, ojos azules, de color sonrosado,

¿Todo muy idílico? Pues no, de eso nada de nada.

La agitación, como en tantas familias, es causada por el hijo y no le comprenden.

        Bien es verdad que Jesús tampoco facilita mucho las cosas.

Los tres, Jesús, José y María son santos pero inquietos.

        Inquieto José porque no ve respetada su autoridad. Inquieta María, que no entiende a este Hijo. Inquieto Jesús, porque soporta mal las pretensiones de sus padres.

Jesús adolescente en el Templo

        Nos retrotraemos un poco en el tiempo, en la vida familiar de Jesús.

José y María, buenos creyentes, nunca faltaron a la celebración de la Pascua en la ciudad santa: Jerusalén. Esta vez llevan a su hijo todavía menor de edad.

        Después de haber celebrado la Pascua en Jerusalén con los paisanos de Nazaret y demás peregrinos, comienzan el viaje de vuelta, parten para Nazaret. Serán cuatro o cinco días para recorrer los 141 kms que separan Nazaret de Jerusalén.

        El ambiente de la caravana es festivo, caminan alegres como en las romerías a las ermitas de nuestros pueblos: saludos, encuentros, comidas de campaña,  música, cantos…

Los hijos van por su cuenta jugando.

        Pero Jesús permanece en Jerusalén cuando todos han partido.

María y José no se dan cuenta. (¿Seguro que no se dan cuenta?)

Tras un día de viaje, distantes ya de Jerusalén una treintena de kilómetros, comienzan a darse cuenta de que Jesús no está entre ellos.

No lo han visto en la comida … estará comiendo en cualquier grupo  de la caravana… llegará … Sin embargo Jesús no aparece.

Han de volver a Jerusalén para encontrarlo.

¿Dónde encontrarlo?

Tres días de angustia y de búsquedas inútiles.

Nada.

Finalmente es localizado Jesús. ¿Y dónde va a estar?  En el Templo.

María seguramente angustiada, aunque ya aliviada ve a Jesús en el centro de una polémica conversación teológica con los maestros de la Ley, en el Templo.

María le dice a Jesús: “Hijo” ¿por qué te has comportado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados, (Lc 2,48).

Jesús no acepta la reprensión.

Jesús conocía el cuarto mandamiento: padre y madre, pero se “salta” al primer mandamiento: Amarás a Dios ante todo (Ex 20, 1-12). Y es Jesús quien pasa a reprochar a sus padres. Y lo hace con palabras duras, que merecerían más que un “tirón de orejas” por parte de José.

¿Por qué me buscabais? ¿Todavía no habéis entendido que yo debo ocuparme en las cosas de mi Padre? (Lc 2,49). Y Jesús subraya ante José, mi Padre.

María está equivocada. Y Jesús se lo recuerda: su padre no es José (“tu padre y yo…”).  “Mi Padre es otro…”

“Le haría mucha gracia a José esta contestación…

Jesús les recuerda a María y José que no tiene ninguna obligación hacia su familia. Jesús, no ha venido para seguir el camino de los padres, sino del Padre.

Lo recordarán siempre, pero sin entenderlo. No entendieron aquellas palabras que les decía, (Lc 2,50).

¿Se trata de un arrebato o una bravuconada de un mocoso adolescente?

Vuelven juntos a Nazaret.

Jesús ha quedado decepcionado de cuanto ha visto lo que sucede en el Templo.

Actitudes de Jesús

Por otra parte y al mismo tiempo, Jesús estaba habituado al sereno culto familiar de Nazaret, a la lectura de la Palabra en la sinagoga de Nazaret, a cantar los salmos, a las bendiciones en armonía pacífica.

Y Jesús ha quedado desconcertado del culto sanguinario del Templo en Jerusalén. Por vez primera ha asistido a un sacrificio de animales: una carnicería. Se sacrificaban centenares de corderos, becerros, palomas, toros degollados en honor de Yahvé. Un río de sangre para satisfacer a Dios. Más que un santuario aquello parecía una carnicería, con el humo del incienso que se mezclaba el de la carne asada.

Algo ha cambiado en Jesús. Algo se ha roto.

El Jesús que vuelve a Nazaret no es el mismo que el de antes de subir a Jerusalén. “las cosas” del Padre le queman por dentro.: un fuego que ha llegado para incendiar la tierra, (Lc 12,49). Le entristece no logra transmitir esta llama a sus padres, del mismo modo que tampoco lo ha logrado con los maestros del Templo.

Es el comienzo de la ruptura radical con la familia, con la religión, con la patria.

        Por otra parte más adelante, ya como adulto, el comportamiento de Jesús no es especialmente ejemplar para el mundo judío, para sus paisanos, ni para su familia. Jesús se salta la ley, el sábado,  para curar enfermos, lo mismo toca leprosos que se deja toca por la hemorroísa (sangre). Parte de sus discípulos son medio zelotas si no zelotas enteros. Entre sus discípulos hay mujeres: Magdalena, la samaritana, sana a la suegra de Pedro, la hija de Jairo; tiene amistad con Marta y María. Jesús come con pecadores y publicamos, acoge a prostitutas. Para más inri vuelca las mesas de los mercaderes del Templo, finalmente es condenado a muerte en cruz.

¿Quién es, pues, para José y María, para su familia biológica y para sus paisanos Jesús?

        Es “natural” que su familia pensara que estaba loco y lo quisiera retirar de la vida pública.

02. – ¿Quiénes son familia de Jesús?

«Quiénes son mi madre y mis hermanos?»

Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:

«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».

Dos aspectos:

03.- Una primera cuestión es que Jesús nos trata, nos llama y nos trata como familia.

        La relación de Dios con los seres humanos es de padre, y la relación de Jesús con nosotros es de hermanos.

        Nos podía llamar adeptos de su religión, pero no. Jesús nos convoca como hermanos: mi madre y mis hermanos sois los que tratáis de vivir conforme al Padre.

        La Iglesia no es una “agencia de seguros salvíficos” que ha de conseguir cuantos más clientes mejor. Más bien los cristianos somos hijos de Dios y hermanos de Jesús:

        Jesús nos enseñó a llamar a Dios: Padre: Padre nuestro…

Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu madre.

San Mateo entenderá la iglesia como una comunidad de hermanos: todos vosotros sois hermanos, (Mateo 23,9)

        San Pablo comentará cómo Dios en Cristo nos ha destinado a ser hijos de Dios, (Efesios 1,5)

        Alivia mucho la existencia entendernos y vivir no como adeptos o clientes de un sistema religioso, sino como familia de Jesús y de Dios.

        En una familia sana y -más o menos normal-, se está bien, en paz, se está en casa.

03.- Mi madre y mis hermanos son los que viven conforme a Dios Padre.

Cumplir la voluntad de Dios es vivir conforme a la bondad de Dios expresada en Jesús: vivir en paz, servicio, amor, libertad nos hace familia de Dios.

Para saber lo que es vivir conforme a Dios miremos no al cumplimiento de la normativa vigente sino al evangelio de Jesús. ¿Qué pensaba y hacía Jesús? Pues aquello por lo que su familia biológica creía que Jesús no estaba en sus cabales: ser libre, curar en sábado, devolver la vista, sanar la lepra, tratar por igual a todos: hombres y mujeres, judíos, samaritanos y romanos…

        Salgamos hoy de la Eucaristía con la conciencia de que somos familia de Jesús y de Dios, que el amor preside nuestra vida y nuestra relación con Dios.

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“ Los “de la casa” son los discípulos que cumplen la voluntad de Dios”, por Consuelo Vélez

Domingo, 9 de junio de 2024
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De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del domingo X del Tiempo Ordinario 09-06-2024

Lo que representa el diablo y los demonios son las fuerzas del anti reino, contra las que Jesús lucha. Pero no imaginemos fuerzas sobrenaturales sino toda la realidad de opresión y exclusión que viven los contemporáneos de Jesús y a quienes él les anuncia la Buena Noticia del Reino.

En realidad, los escriban están atacando al Espíritu Santo quien obra en Jesús y ellos se niegan a reconocerlo.

La familia del reino son los que entran a la casa, los que escuchan la palabra, los que reconocen el obrar del Espíritu de Jesús

Jesús llegó a una casa, y la multitud se juntó de nuevo, a tal punto que ellos ni siquiera podían comer. Cuando sus parientes oyeron esto, fueron para hacerse cargo de Él, porque decían: Está fuera de sí. Y los escribas que habían descendido de Jerusalén decían: Tiene a Belcebú; y expulsa los demonios por el príncipe de los demonios. Y llamándolos junto a sí, les hablaba en parábolas: ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Y si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede perdurar. Y si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá permanecer. Y si Satanás se ha levantado contra sí mismo y está dividido, no puede permanecer, sino que ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes si primero no lo ata; entonces podrá saquear su casa. En verdad les digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias con que blasfemen, pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo no tiene jamás perdón, sino que es culpable de pecado eterno. Porque decían: Tiene un espíritu inmundo. Entonces llegaron su madre y sus hermanos, y quedándose afuera, le mandaron llamar. Y había una multitud sentada alrededor de Él, y le dijeron: He aquí, tu madre y tus hermanos están afuera y te buscan. Respondiéndoles Él, dijo: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban sentados en círculo, a su alrededor, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque cualquiera que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre. (Marcos 3, 20-35)

Después de tantas festividades que hemos venido celebrando -Ascensión, Pentecostés, Trinidad, Corpus-, volvemos a retomar los domingos del tiempo ordinario y continuamos leyendo el evangelio de Marcos que es el que corresponde a este año del Ciclo B. Marcos ha venido presentando el ministerio de Jesús en Galilea, enseñando, curando y llamando a sus discípulos. En el evangelio de hoy, se nos presenta a un Jesús que llega a una casa y está rodeado, de nuevo, de una multitud. A partir de aquí, el texto va a tener tres partes: La primera, los parientes que van a buscarlo porque han oído decir que “esta fuera de sí”. La segunda, la discusión con los escribas que afirman que tiene a Belcebú o príncipe de los demonios y en su nombre expulsa los demonios y, la tercera, Jesús aprovecha la presencia de sus familiares para declarar quién es la verdadera familia del reino.

Expliquemos brevemente cada parte. El hecho que los familiares vayan a buscarlo se entiende mejor hoy, a partir de los aportes de las ciencias sociales a la hermenéutica bíblica, que nos ayuda a comprender la importancia del “honor” para la familia judía. El que critiquen a Jesús no lo mancha solo a él, sino a toda la familia. De ahí, que sea tan importante que ellos vayan a ocuparse de Jesús.

De la segunda parte, conviene decir una palabra sobre el diablo o príncipe de los demonios, los demonios y los exorcismos. Del diablo siempre se habla en singular y de los demonios en plural. Estos últimos son los que poseen a las personas, no el diablo. Y Jesús los expulsa, por la autoridad de su palabra y no por un exorcismo -lo cual implicaría seguir un ritual-. Con esto ya vemos que toda la cinematografía que se ha construido en torno a los exorcistas está muy lejos de corresponder a los datos bíblicos. Ahora bien, lo que representa el diablo y los demonios son las fuerzas del anti reino, contra las que Jesús lucha. Pero no imaginemos fuerzas sobrenaturales sino toda la realidad de opresión y exclusión que viven los contemporáneos de Jesús y a quienes él les anuncia la Buena Noticia del Reino. Es buena noticia porque supone la transformación de la realidad que viven. Pero precisamente los escribas lo acusan por su denuncia profética acusándole de actuar en nombre del diablo. Jesús les invita a entender que ni un reino, ni una casa, ni satanás, divididos contra sí mismos pueden subsistir. En realidad, los escriban están atacando al Espíritu Santo quien obra en Jesús y ellos se niegan a reconocerlo.

En la tercera parte, vuelven a aparecer los familiares de Jesús, encabezados por su madre y la respuesta de Jesús parece desconcertante. Pregunta quienes son su madre y sus hermanos y mirando a los que están en la casa, dice que ellos son su madre y sus hermanos. Hay que entender que no es un desprecio hacia su familia sino una aclaración de la familia que se está formando en torno suyo. La familia del reino son los que entran a la casa, los que escuchan la palabra, los que reconocen el obrar del Espíritu de Jesús. Es decir, la familia que se forma en torno a Jesús no es la familia biológica sino la de los discípulos.

Con todo lo anterior podríamos concluir que el mensaje de hoy para nosotros puede centrarse en algunas preguntas: ¿estamos formando parte de la familia de Jesús, es decir de los discípulos en torno suyo? ¿entramos a la casa, es decir, le escuchamos verdaderamente y nos dejamos conducir por su espíritu? ¿anunciamos la buena noticia del reino capaz de transformar las situaciones que esclavizan y excluyen a las personas?Son tiempos de comprometernos con la misión encomendada por Jesús a los suyos y no de alimentar historias de diablos, demonios y exorcismos que trasladan a fuerzas exteriores lo que no existe más que en el corazón humano y que con la fuerza del Espíritu estamos llamado a transformar.

(Foto tomada de: https://www.redentoristasdecolombia.com/24-de-enero-quienes-son-mi-madre-y-mis-hermanos/)

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Corpus Christi : Saldrá a vuestro encuentro un “maricón”, seguidle

Martes, 4 de junio de 2024
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Del blog de Xabier Pikaza:

“Este homosexual del agua es el principio de la Fiesta”

Hablando a los obispos italianos, con su habitual desparpajo  porteño, el Papa les ha dicho que no quiere “mariconeos” entre curas.  Esa palabra (maricón) tiene cien usos,  muchos se  han escandalizado al escucharla y el mismo Francisco ha tenido que pedir  perdón por emplearla.

Pero no es suya, la dijo primero Jesucristo,  con más hondura y radicalidad: “cuando entréis en la Ciudad Jerusalén encontraréis al homosexual, con su cántaro de agua; seguidle, él os dirá donde y cómo celebrar la Fiesta“.

Toda la prensa ha comentado el tema. En RD aparecen hoy  (20.4.24) tres justificaciones sobre el tema,  una de A. F. Barrajón, otra de J. M. Gordo y otra de J. Kamiruaga.  No defienden al Papa, sino que defienden a Jesús, que quiso poner como parábola (dirigente y guía de su fiesta de Corpus/pascua) al homosexual del cántaro de agua de Jerusalén,  sin tener que pedir perdón por ello.

Este es uno de esos evangelios que parecen escondidos y, sin embargo, muy vivos en la memoria de la iglesia. Feliz jueves de Corpus. Este homosexual del agua es el principio de la Fiesta.

Evangelio del Corpus : Mc 14,12-16.22-26

 El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
– “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?”
Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

“Id a la ciudad saldrá a vuestro encuentro (apantêsei) encontraréis un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle (akolouthêsate)  y, en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.”

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

+ “Tomad, esto es mi cuerpo.”

Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:

+ “Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.”

Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

INTRODUCCIÓN

A la liturgia pascual en casa de Simón Leproso (Mc14, 3-9) sigue en Marcos la cena de pascua que los discípulos proponen a Jesús, ratificando la tradición judía (14, 12). Jesús acepta esa propuesta, pero sustituye la celebración de la Pascua antigua que le piden los discípulos por una fiesta de solidaridad mesiánica, iniciada por el homosexual marginado y despreciado del agua de Jerusalén.

− Historia. Este pasaje evoca un acontecimiento de la vida de Jesús, en el momento final de su camino, para indicar que él mantuvo su programa y esperanza de Reino, allí mismo, en Jerusalén (14, 25), celebrando con sus compañeros la fiesta judía, pero aceptando (y anunciando), al mismo tiempo, su entrega/muerte (el don de su cuerpo) al servicio de  Reino. Sus discípulos quieren manipularle. Pero hay un homosexual que no anda con “mariconeos” pero que le entiende y guía a sus discípulos a la fiesta del Corpus, el cuerpo de Cristo que somos todos.

− Iglesia. Éste es un texto de fe pascual, que asume y formula la comprensión que la iglesia de Marcos (y antes la de Pablo: cf. 1 Cor 11, 23-25) ha tenido de la Cena del Cuerpo de Jesús, centrada en los signos del pan y del vino que expresan su entrega y alianza a favor de todos (=muchos). Posiblemente, la formulación que ofrece Marcos sólo ha podido fijarse en un contexto helenista (judeo-cristiano) que interpreta de un modo sacramental el cuerpo y la sangre de Jesús, que se vinculan al despliegue total de su vida, abriendo un camino de agua/amor y de eucaristía (comunión) que es Jerusalén, la iglesia. Esta fiesta de corpus se inicia con el aguador/homosexual (afeminado, despreciado por los grandes “machos”)

Elementos  

IMG_5127(1) La iniciativa parte de los discípulos, que quieren celebrar la pascua (Mc 14, 12-17)… y para prepararla bien Jesús hace que encuentren y sigan a un aguador afeminado/homosexual, (con gestos de mariconeo) que les marca el camino. En la línea que lleva a la iglesia resulta esencial  este afeminado del Corpus, en Jerusalén, Roma y la ONU, por poner tres lugares.

(2) Al comienzo de la cena, Jesús anuncia que uno de ellos va a entregarle. A diferencia del afeminado, que les lleva por el buen camino, Jesús dice a sus discípulos que, queriendo ser muy machos, haciéndose importantes, ellos van atraicionarle. (14, 17-21). (3) A pesar de ello, Jesús les ofrece su cuerpo y sangre, diciéndoles que sigan al afeminado que les marcará el camino   (14, 22-24).

(3) En ese contexto, Jesús  ratifica su proyecto y promete a sus discípulos que tomará con ellos la próxima copa en el Reino (14, 25).  Todo acaba con el anuncio de la negación y escándalo de sus discípulos (14, 26-31). Pero el afeminado del agua sigue esperando a la entrada de Jerusalén

A la entrada de la ciudad, ante la fiesta del Corpus un “afeminado” Los discípulos quieren sacrificar (cf. ethyon: 14, 12) con Jesús la pascua, al modo tradicional. Son los Doce (14, 17) y representan la esperanza nacional israelita. No le preguntan si quiere celebrarla, sino dónde deben prepararla (ellos) para que él la coma. Desean que él celebre la pascua judía, según la costumbre. Ellos lo proponen y Jesús lo acepta, al menos en un primer momento, para decirles después, en el centro de la celebración judía, que van a rechazarle, a pesar de que él les ofrece su propio pan y vino, es decir, su propia comida (14, 18-21.27-31).

La cena del cuerpo de Jesús (tomad y comed, amaos unos a los otros) empieza con el signo de este afeminado del agua: Jesús entrega  su cuerpo  a los Doce fuertes discípulos. Han seguido al homosexual de la entrada, pero no han entendido,  no quieren entender,   El aguador cumple su tarea: Le lleva a la casa de la celebración… pero los discípulos terminan rechazando la eucaristía como don del cuerpo  y terminan buscando cada uno su propio poder.

De todas formas, el paso por Jerusalén no ha sido inútil, pues Jesús ha debido pronunciar allí el gran discurso sobre el fin del templo y el anuncio del evangelio a todas las naciones (Mc 13, 10). La subida a Jerusalén ha sido necesaria, no para quedarse allí (las estructuras israelitas han fracasado), sino para iniciar el nuevo camino de pascua en Galilea. Desde ese fondo seguiremos leyendo el texto.

La cena que quieren los discípulos

Lógicamente, la iniciativa ha partido de los Doce que siguen moviéndose a nivel israelita de comidas puras y de templo, de exclusión de los “afeminados” y de condena de los diferentes: Quieren celebrar así la solidaridad “eterna” de Israel, tanto en perspectiva de recuerdo (se identifican con los liberados de Egipto) como de compromiso actual: todos los judíos se vinculan en un cuerpo, especialmente aquellos que comparten la pascua del cordero. Pues bien, esa pascua judía del cordero introduce una profunda disonancia en la trama teológica de Marcos (Jesús no comerá el cordero santo del pueblo santo, sino que dará cu cuerpo en amor por todos, empezando por los expulsados de Israel..

Como parece normal, los discípulos quieren sacrificar la pascua al modo judío, es decir, formando con Jesús una comunidad limpia, de puros observantes de la Ley nacional, como si Jesús no hubiera traído ninguna novedad. Pues bien, ellos proponen y, de manera sorprendente, Jesús acepta, pero no para hacer lo que ellos quieren, sino algo muy distinto, en línea histórica y teológica.

Marcos ha querido resaltar de esa manera la novedad de Jesús frente a la pascua judía y lo hará, mostrando en ese escena, con traición y negaciones, el fracaso del mesianismo israelita de los Doce y de la función intra-judía de los discípulos (a quienes Jesús había elegido para “ser-con-él” y proclamar el reino; cf. 3, 13-19). Ellos le rechazan en el centro de la “pascua” que quieren ofrecerle en Jerusalén. Por eso, la misión universal de Jesús se iniciará de otra manera, no en Jerusalén sino en Galilea (Mc 14, 28; 16, 7-8), fundándose en la Cena de entrega Jesús y no en la pascua nacional judía que sus discípulos buscaban.

IMG_5128En nuestro caso, el hombre del cántaro de agua (14, 13) a quien los discípulos deben acudir para preparar la fiesta puede referirse a un disminuido psíquico (pues los varones “normales” no solían ir a la fuente por agua o un hombre de sexualidad “ambigua” (se decía que sólo los homosexuales realizaban trabajos de mujeres como éste).Sea como fuere, Jesús ofrece el signo del hombre del cántaro (que servirá) para poner de relieve el carácter concreto de la escena y de todo lo que sigue.

(a) Saldrá a vuestro encuentro un aguador (un hombre cargando con un cántaro de agua)… Todas las palabras son significativas:

Apantêsei hymin… No se dice que le encontraréis tras buscarle, sino que saldrá (vendrá) a vuestro encuentro. Está allí como esperándoos. No le encontráis vosotros,  viene él a vuestro encontento: Se pondrá ante vosotros, con dos partículas performativa: Ap y Anti…. Es como si quisiera ocupar vuestro camino, como si supiera que le necesitáis. No es uno “arrojado al borde” (como el herido de la parábola del buen samaritano). Viene él, porque quiere, porque os quiere, porque os necesita y le necesitáis… En ningún otro lugar del NT, que yo sepa, se habla de un hombre (anthropos, ser humano), varón o mujer, que sale a nuestro encuentro con esta urgencia…..

Un hombre (ser humano) cargado con un cántaro de agua… Bi se duce que lleva un cántaro…, sino que lo “soporta”, que “carga con él”, como si estuviera oprimido por su peso. Es “esclavo” del agua, con la que sube a hombros desde la fuente de Siloé (el enviado de Dios) hasta la altura de la ciudad…, un homosexual con la carga y peso de todos los hombres y mujeres… Bastadson, encorvado, aplastado…. por el agua para todos…

El cántaro de agua se llama keramion,  es decir, un recipiente de “cerámica”, el cántaro propio de las mujeres. un ánfora, un jarrón, una vasija… Sabe lo que es estar todo el día aplastado bajo el peso del agua para otros, como mujer-esclava, como homosexual despreciado al servicio de los “grandes-puros…

Seguidlo. Jesús no dice “seguidme” como en otros casos, como casi siempre, sino seguirle a él, akolouthêsate autô, seguid al homosexual, al hombre del cántaro…  Los cristianos de pascua (es decir, del Corpus) somo seguidores de un homosexual, portador de un cántaro de agua, a la entrada de la ciudad.

Seguidle a él…akolouthêsate autô. En Mc 14, 3-9 Jesús había dicho que recordemos lo que había hecho la mujer de la unción (en todos los lugares donde se anuncie el evangelio se dirá y hará lo que ella ha hecho…). Pues bien, en este momento, Jesús nos dice a los buscadores de la pascua, a los celebrantes del Corpus, que sigamos al hombre del cántaro. se podría decir más alto, pero no más fuerte…

 Éste es un hecho insólito, ya que eran mujeres las que solían llevar el agua en recipientes en cántaros, jarras o tinajas. Además, el cántaro/ánfora es signo femenino, tanto en Grecia (Pandora) como en todo el oriente. El Antiguo Testamento vincula la traída de agua en cántaros con mujeres (Gn 24, 11-21; Ex 2, 16; 1 Sm 9, 11). Por otras parte, los artistas griegos y romanos presentan regularmente a esclavos portando jarras de vino o de agua (como muestra el signo del Acuario…).

Es un signo es extraño:. No esperaríamos a un hombre con cántaro a la entrada de Jerusalén. Menos podemos entender el hecho de que ese hombre deba “dirigir” la celebración de la pascua/corpus de los discípulos la iglesia actual (tema del que seguían discutiendo el otro día los obispos de Italia con el Papa porteño). Pues bien, diga lo que diga el Papa Francisco, Jesús nos sigue diciendo que sigamos al “amariconado” del cántaro de agua. Ése es el director de seminario de los dos “discípulos” oficiales de Jesús, que me parecen los zebedeos (aunque no puedo probarlo).

Ciertamente, ese “amariconado del puerto o fuente del agua (como sísifo eterno que lleva la roca-jarrón hasta la altura….) puede ser de un esclavo empleado en tareas domésticas, despreciado por todos, que “pasa” de todos. Pero es precisamente él el que se fija en los enviados de Jesús y descubre que están buscando un lugar y momento para la fiesta del cuerpo de Jesús…

  Este afeminado, esclavizado del agua, despreciado y utilizado por todos,  es el único que está atento y sabe lo que pasa en la ciudad y descubre que estos dos discípulos de Jesús necesitan ayuda, y sale a su encuentro con el agua a cuestas y les habla, y les dirige….Sin este “maricón dela agua”, como dice el papa porteño a los obispos de Italia, es imposible la fiesta del cuerpo de Jesús.

 Éste es un esclavo/maricón atento a los discípulos de Jesús, hombre que sale a su encuentro y les ofrece un “servicio” especial, que parece de mujeres… pero que que es de seres humanos verdaderos, que saben servir, hacer cuerpo, hacerse cuerpo, varones y mujeres.

Este aguador, esclavo del agua, hombre o mujer, de tendencia quizá homosexual (no diferencia como varón de poder)  será el que guía a los discípulos de Jesús. El tema es que  los discípulos para cumplir la palabra de Jesús y celebrar el “corpus”.

El aguador les lleva a la casa donde está dueño (oikodespotê) que es en el fondo el mismo Dios, que les muestra el  katalyma el lugar de la fiesta del cuerpo de la Iglesia. Esta alternancia entre al aguador guía y el dueño divino de la casa para todos es una clave para entender y vivir el evangelio. Todo nos permite suponer que ese “portador de agua” ha recibido aquí un carácter simbólico: Es un signo, el signo, de los ministros de la iglesia, varones y/o mujeres, que se ponen al servicio de la vida, del agua del templo donde Jesús dirá: Venid y bebed todos….

Este hombre “afeminado”, del cántaro de agua, un siervo que realiza tareas secundarias, aparece así como guía de la cena familiar que Jesús celebrará con los Doce, es decir, con aquellos discípulos suyos que quieren que retorne a la “sacralidad judía”. Van sus discípulos, encuentran al hombre del cántaro y llegan hasta el dueño de casa que prepara la sala de la fiesta (el anagaion: 14, 15). Después, entrada ya la tarde, viene a cenar él con sus discípulos (14, 14), cuidadosamente presentados como los Doce (14, 17).

Esta cena constituye la última oportunidad para los Doce en cuanto tales. Sabemos que Jesús les ha elegido (3, 14.16) como señal del Israel escatológico. Ellos han podido conocer (con otros seguidores) el sentido más profundo de las parábolas del reino (4, 10) y han proclamado en Israel el mensaje mesiánico (6, 7). Jesús ha querido hacerles servidores de los otros (9, 35) y por eso les ha instruido en la enseñanza más secreta de su entrega por el reino (10, 32). Le han acompañado en la intimidad de los últimos días (11, 11), aunque sabemos ya que uno de ellos ha decidido traicionarle (14, 10). Pues bien, desde ese contexto, se nos dice que ellos “invitan” a Jesús y que Jesús acepta.

1ª INTERPRETACIÓN DEL AGUADOR  (MANUEL VILLALOBOS, HOMBRES ABYECTOS).

A mi juicio, el autor que mejor ha interpretado el tema del “hombre del cántaro”, iniciador de la fiesta de “corpus” de Cristo ha sido el biblista mexicano Manuel Villalobos Mendoza, en un tipo titulado, publicado en ingles, y en castellano, con el título  Cuerpos abyectos en el evangelio de Marcos (El Almendro, Córdoba y Herder, Barcelona. Villalobos ha mostrado va más allá de la diferencia e imposición de Género   buscando a una serie de personajes que no están definición por su función de género, sino por su humanidad, como son este aguador de la fiesta de Pascua/Corpus y el joven/neaniskos.

Villalobos ha mostrado que el  evangelio de Marcos traspasa todos los límites de género en su relato de la pasión. Los personajes que presenta, incluido Jesús, tienen en común que son del otro lado: transgreden todo tipo de fronteras y causan confusión en la unidad y el orden promovidos por los judíos de la época. Marcos describe algunos personajes del relato como excluidos de la sociedad y del templo debido a su género, enfermedad o afeminamiento. La abyección es lo que distingue lo totalmente humano de lo que no lo es.

El proceso de convertirse en humano o inhumano es un mecanismo de exclusión, rígido y bien orquestado. Jesús define un nuevo orden y unas nuevas fronteras gracias a su celo por anunciar buenas noticias para todos los cuerpos abyectos.

Este homosexual, aguador afeminado,  servidor de los que vienen a Jerusalén que es la Iglesia, nos sigue marcando el auténtico camino, nos lleva al katalyma   de la auténtica iglesia.

IMG_5130Si no encontramos al afeminado del agua, si no n os marca el camino, no entraremos en el misterio del cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Este afeminado del agua de la puerta de Jerusalén es signo de los los cuerpos abyectos, aquellos que son marginados, rechazados y humillados por la sociedad, y particularmente por la religión, pero que se sienten identificados con el cuerpo abyecto de Jesús (cuerpo traspasado por clavos, crucificado…)..

  Los hombres y mujeres de cuerpos abyectos ofrecen una nueva visión de la  vida y muerte muerte de Jesús, que nos abre el espacio y camino divino de su muerte, como  experiencia de amor y esperanza de resurrección.

Conclusiones que se deducen de la exébesis de M. Villalobos y del aguador del Corpus.

  1. La exégesis bíblica ha de ser biográfica, de testimonio personal.  La exégesis de la biblia ha estado dominada por un tipo de “filosofía intemporal” e impersonal, como si no importara la vida, la experiencia y testimonio de los lectores. En contra de eso, R. Villalobos propone una lectura “situada” de los textos. La verdadera lectura de la Biblia son los creyentes, como personas y como iglesia.
  2. La exégesis “bíblica ha de estar “marcada” desde la perspectiva de los “cuerpos”, no de un tipo de almas separadas de los cuerpos, parcial para ser universal. Más que a salvar almas en el sentido posterior de la palabras, Jesús vino a “liberar” cuerpos, especialmente “cuerpo abyectos”, de mujeres dominadas, de varones enfermos (conforme a la visión dominante”. Vino ante todo para acompañar a muchos “del otro lado”, que no cabían en la ortodoxia oficial del templo. Es una exégesis parcial, y sólo así puede ser universal.
  3. Debe ser una exégesis que reconstruya el texto de Marcos,  un evangelio “truncado”, escrito para personas “truncadas”, acortadas, en sentido integral (personal y social, sexual y económico…), superando la función  establecida y dominante de unos “géneros” impuestos desde la autoridad oficial del sistema.
  4. Debe ser una exégesis gozosamente liberadora, al servicio de la vida, en el sentido radical del término. Una exégesis eclesial y social, abierto a todos los hombres y mujeres, al servicio de Dios del amor y de la vida, de la libertad y el gozo de los cuerpos, en la línea de la “resurrección de la carne.”

2º EJEMPLO DE LECTURA DEL TEXTO DEL HOMBRE DEL CÁNTARO SALVADOR SANTOS: Un Paso, un Mundo (Almendro, Córdoba 2009, 742 páginas)

IMG_5133Más que un libro de pura exégesis es una novela escrita a la luz del comentario de mis coletas y amigos  J. Mateos y F. Camacho, El evangelio de Marcos. Análisis lingüístico y comentario exegético I-III, Almendro, Córdoba 1993-2000).

Juan Mateos SJ (1917-2003), fue mi profesor de Griego, luego colega y amigo, traductor de la Nueva Biblia Española.

Fernando Camacho (1946-20189 eramos colegas y amigo, vino a defender su tesis doctoral a Salamanca, formé parte del tribunal (año 1983); como es normal, discutimos y nos abrazamos. Nos dejó aún joven, el año 2018. Ha sido y sigue siendo una luz para la iglesia del entorno de Sevilla, con la ayuda de homosexuales de diverso tipo.

Del comentario de ambos (Juan Mateos y Fernando Camacho) toma Salvador la trama de su “novela” ejemplar, de la que entresaco unas ideas

De la novela de Salvador entresaco las páginas que siguen:

El hombre del cántaro quiebra el orden establecido como natural. Su sola presencia advierte a los enviados de la invalidez de sus códigos de conducta. Sin él, los discípulos carecen de rumbo y destino seguros.

El hombre del cántaro les saldrá al paso como la única garantía de hallar lo que buscan. Ellos habrán de trocar ante él sus esquemas mentales.El hombre invertido aparece en el texto como modelo de discípulo advirtiendo que la sociedad alternativa no se distinguirá por sus privilegios, sino por el insustituible servicio de marcar la ruta hasta el escenario donde se celebrará la definitiva libertad. La escueta consigna a los enviados no admite dudas: “Seguidlo”. La expresión formada por el verbo (ἀκολουθέω) acompañado de pronombre se usa casi siempre en Marcos para indicar el seguimiento a Jesús (1,18; 2,14.15; 6,1; 8,34; 9,38; 10,21.28.32.52; 11,9; 14,54; 15,41).

El hombre-mujer se convierte así en el guía ideal para los discípulos. Hace las veces de Jesús, que se ha identificado con él. Ha depositado en el afeminado su absoluta confianza. El hombre-mujer ocupará su lugar y dirigirá a los enviados hacia su destino. Gracias al Galileo, un personaje insignificante ha pasado a ocupar el papel de protagonista.

La imagen afeminada del hombre del cántaro en posición tan destacada pudo generar escándalo entre lectores de procedencia judía, lo que explicaría que, en su relato, Mateo suprimiera de un plumazo al hombre del cántaro y, con ello, su labor de encaminar a los discípulos hasta la casa: “Id a la ciudad, a casa de Fulano…” (Mt 26,18). Él tiene allí las puertas abiertas. El hombre del cántaro no necesita salvoconducto, pertenece a los de la casa. Una vez en ella, el “dueño” pasa a ser el interlocutor válido para los discípulos.

16. Salieron los discípulos, llegaron a la ciudad, encontraron las cosas como les había dicho y prepararon la cena de Pascua. El relato termina dando cuenta del cumplimiento del encargo por parte de los enviados, de la exactitud con que lo llevaron a efecto y de la preparación de la Cena de Pascua.

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Con amor intrépido, somos el cuerpo de Cristo: un sacerdote gay reflexiona

Lunes, 3 de junio de 2024
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IMG_5197Fr. Fred Daley

La publicación de hoy es de P. Frederick D. Daley, un sacerdote abiertamente gay que es párroco de la parroquia de Todos los Santos en Syracuse, Nueva York.

Las lecturas litúrgicas de hoy para la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Christi), se pueden encontrar aquí.

Tras la publicación del último documento “Dignitas Infinita” (Dignitas Infinita) por parte del Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano, el Grupo de Trabajo LGBTQ+ de nuestra parroquia invitó a los feligreses a leer el documento y reunirse para una sesión de escucha sinodal. Varias personas compartieron el profundo dolor que continúan experimentando como resultado de la declaración del Vaticano sobre la identidad de género, que, en el mejor de los casos, parece obsoleta. Una adolescente transgénero compartió que en su antigua parroquia le dijeron que sería elegible para la Confirmación solo si usaba su nombre bautismal y se vestía “apropiadamente” para el género asignado al nacer.

En esta Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, durante el mes en que celebramos el Mes del Orgullo LGBTQ+, me gustaría reflexionar sobre la verdad de nuestra Fe: que somos el Cuerpo de Cristo. Jesús amó y acogió a cada persona sin excepción. ¡Y como discípulos de Jesús, estamos llamados a hacer lo mismo! En medio del dolor, el sufrimiento y los sacrificios de muchos, en los últimos años se han producido milagros, dentro de la Iglesia y la sociedad y dentro de la comunidad LGBTQ+. Aunque el cambio dramático en las actitudes hacia las personas LGBTQ+ recientemente fue uno de los cambios más rápidos y dramáticos en la sociedad, no ocurrió de la noche a la mañana. El cambio comenzó con voces intrépidas de amor que se arriesgaron por el bien de la verdad: la verdad que nos hace libres.

Hace un par de años, fui invitado por el capítulo de Call to Action (Llamada a la Acción) de la ciudad de Nueva York para contar mi historia de salida del armario como sacerdote gay. El evento se celebró en el convento de las Hermanas de la Caridad, a pocas cuadras del Stonewall Inn. Recuerdo haber caminado temprano en la mañana hasta el Inn y orar con profunda gratitud por esos valientes profetas con amor intrépido que desencadenaron la milagrosa revolución de resistencia al pecado del odio, la exclusión y la opresión de los homosexuales. Estas personas valientes e intrépidas rompieron un ciclo en el que la ignorancia conduce al miedo, el miedo conduce al odio y la violencia y, muy a menudo, la violencia conduce a la muerte… incluso a la muerte en la Cruz. Las acciones de nuestros hermanos en Stonewall rompieron este ciclo: “Detente”, dijeron. “No tenemos que vivir de esta manera“.

Otro momento clave que condujo a este sorprendente cambio cultural fue el comienzo de la epidemia de SIDA. En el otoño de 1989, estaba en un año sabático de estudios en el Regis College de la Universidad de Toronto, a pocas cuadras del Gay Village de la ciudad. Qué maravilloso fue para mí, un sacerdote encerrado en ese momento, disfrutar de ir a restaurantes, teatros y desfiles gay. Pero también recuerdo los cuerpos destrozados, percibidos como “hombres muertos caminando”, los muchos momentos de manifestación pidiendo ayuda e investigación médica, y esas historias inquietantes de hombres jóvenes que regresaban a casa y les decían a sus padres, con amor intrépido: “Soy gay y me estoy muriendo de SIDA”.

Pero en aquellos días, el mundo también estaba expuesto a hombres asombrosos con amor intrépido, que se cuidaban tiernamente unos a otros, se sacrificaban unos por otros, mientras casi todos los demás huían. Ese coraje, ese amor y ese cariño tuvieron un efecto enorme al cambiar los corazones de las personas y destruir los mitos, estereotipos y noticias falsas que habían estado oprimiendo a la comunidad LGBTQ+ durante siglos. Demostraron una vez más que somos el Cuerpo de Cristo.

Otro movimiento que conduce a nuestro momento actual destaca cómo el cambio genuino siempre comienza en los márgenes, en las periferias, con las personas y con el Cuerpo de Cristo. Cuando era pastor de la Iglesia St. Francis De Sales, Utica, Nueva York, la agencia local de Catholic Charities-Caridades Católicas, la oficina del alcalde, los departamentos de bomberos y de policía estaban planeando un aniversario conmemorativo del primer año del 11 de septiembre, y me invitaron a dar el discurso de apertura. Se esperaba que asistieran cientos de personas y yo planeaba reflexionar sobre cómo resistir la violencia con amor no violento.

Una semana antes del evento, había un aviso de cuatro líneas en el Utica Observer-Dispatch anunciando que nuestra parroquia iba a albergar una misa para la comunidad LGBTQ+. Con ese aviso, estalló una bomba: el alcalde y los jefes de la policía y los bomberos dijeron que se retirarían del acto conmemorativo ¡si el P. Daley, quien estaba organizando una misa para los homosexuales, era el orador principal! Veinticuatro horas después, Caridades Católicas se puso en contacto conmigo y retiró mi invitación, diciendo que realmente no tenían otra opción.

Ese domingo celebramos la Misa por la Comunidad LGBTQ+. Habríamos agradecido que vinieran 15 o 20 personas. Imagínese nuestra feliz conmoción y sorpresa cuando asistieron cientos de personas: policías y bomberos, personas con arcoíris y cintas, llenando el espacio hasta quedar de pie solo para apoyar a la comunidad gay de Utica. Agradecí al alcalde, a la policía y a los jefes de bomberos por ayudar a aumentar la asistencia. Las personas de la comunidad, el Cuerpo de Cristo, con amor intrépido, a menudo van muy por delante de los líderes.

IMG_5195Mientras nos regocijamos por los avances legales, sociales e incluso religiosos que hemos logrado en los últimos años, es difícil imaginar que las personas LGBTQ+ se hayan convertido en otro fútbol político, saturado de actitudes de odio, mentiras y violencia, y alimentando una creciente reacción política contra las protecciones legales. Las leyes que nos protegerían de la discriminación siguen cayendo en las legislaturas, mientras que al mismo tiempo se multiplican las leyes que promueven la discriminación. Según el Center for American Progress, más de un tercio de las personas LGBTQ+ en Estados Unidos enfrentaron algún tipo de discriminación, a menudo agravada por género, raza, religión, clase y otros factores. A nivel mundial, cientos de personas transgénero son asesinadas cada año debido a su identidad de género, especialmente si son personas de color.

¡Con amor intrépido, estamos aquí y somos el Cuerpo de Cristo! No hay vuelta atrás: ¡no puedes volver a poner la pasta de dientes en el tubo! ¡No puedes contener la primavera! El camino hacia la justicia y la liberación, hacia la paz y el mundo como Dios quiere, es largo, pero cada uno de nosotros puede hacer su parte: algunos plantan las semillas, como la gente de Stonewall; algunos recogen la cosecha, como la Corte Suprema de Estados Unidos en 2015. Poco a poco, el amor intrépido nos hace avanzar como Cuerpo de Cristo.

No importa cuánto creamos en la Presencia Real de Jesús en la Mesa del Altar, no importa cuántas veces vayamos a Misa, no importa cuán devotos seamos, si no logramos ser transformados en el Cuerpo de Cristo fuera de la iglesia, si no logramos convertirnos en la Presencia Real de Cristo fuera de la iglesia, entonces no logramos ser verdaderamente cristianos. Y no logramos ser verdaderamente católicos.

San Agustín nos dice que debemos convertirnos en lo que recibimos, tanto individual como comunitariamente: ¡Recibimos el Cuerpo de Cristo, para convertirnos en el Cuerpo de Cristo! Y continuamos haciéndolo mientras celebramos el Orgullo y continuamos nuestro viaje para convertirnos en ese Cuerpo.

—P. Fred Daley, 2 de junio de 2024

Fuente New Ways Ministry

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Este es mi cuerpo. Esta es mi sangre.

Domingo, 2 de junio de 2024
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Mi cuerpo es comida

Mis manos, esas manos y Tus manos
hacemos este Gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida,

El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser Contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo Historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.

*

Pedro Casaldáliga

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El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

“¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?”

Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

“Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

– “Tomad, esto es mi cuerpo.”

Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:

“Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.”

Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

*

Marcos 14,12-16.22-26

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Hacia un idolatría de la Eucaristía.

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[…] El mismo Cristo  debe asfixiarse en nuestros ostensorios de oro, en nuestros cálices incomparables, en nuestros copones incrustados de joyas, Él quiso sólo la paja del Pesebre o la madera de la cruz. El culto exagerado de la Eucaristía tiende a hacer de nuestras iglesias templos paganos.

Louis Evely

*

Condúceme de lo irreal a lo real, condúceme de las tinieblas a la luz, condúceme de la muerte a la inmortalidad.

Brihadaranyaka Upanishad

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Una liturgia sin compromiso místico

Los faraones de Egipto han sido divinizados y los monumentos no dejan de representar su investidura divina. Cuando, más tarde, Alejandro el Grande conquistó Egipto, no creyó que pudiera asegurar su dominación sobre las colonias sin hacerse reconocer como Dios. Del mismo modo los emperadores romanos, para consolidar la unidad de su imperio, aceptaron, luego finalmente impusieron, esta divinización de Roma y de su persona.

Pero esta divinización del faraón provocaba también, casi necesariamente, la “faraonización” de dios. Había una simbiosis, una suerte de comunidad de vida en la que las reacciones eran recíprocas y, finalmente, la imagen de la divinidad se amoldaba a la del faraón divinizado.

¿Hasta qué punto esta situación ha sido reproducida a lo largo de los siglos, incluso en el pensamiento de Israel? ¿En qué medida nuestra liturgia no guarda vestigios de este intercambio ambiguo entre la realeza terrestre y la realeza divina? ¿Hasta qué punto incluso el concepto de la realeza divina no es simplemente una emanación de la realeza humana?

¿En qué medida, en Bizancio, la liturgia de Palacio y la liturgia de Santa Sofía no coincidían en una misma imagen, donde la realeza divina y la realeza humana se confundían de nuevo?

Y en qué medida nuestra liturgia no es todavía una supervivencia de las liturgias reales que no comprometen nunca el fondo del alma? ¿No podemos pensar, a veces, que en nuestra misma liturgia, se trata de rendir homenaje a un soberano, de procesiónar alrededor de su altar, de erigirle un santuario dedicado a él, y una vez hecho esto, queda con Dios, todo esto que puede realizarse y celebrar sin ninguna especie de compromiso místico?

Algo extremadamente peligroso

Es evidente que, si el hombre de la calle es tan a menudo completamente extraño a lo que pasa en nuestras iglesias, es porque no pasa allí ningún acontecimiento susceptible de tocarlo aunque sea un poco. El no se siente allí de ninguna manera alcanzado y concernido a lo más íntimo de él mismo.

Hay una religión aparente que  no asume compromiso profundo. Esto es extremadamente grave, y podemos preguntarnos hasta qué punto esto no es a causa de la Eucaristía que llegamos a una confusión tan radical sobre la esencia misma del mensaje de Jesús.

Una especie de materialismo religioso, el peor de todos; puede trágicamente establecerse alrededor de la Eucaristía; tenemos un catalizador de paladio, un pararrayos celeste, sobre la casa, podemos dormir tranquilo, Dios está allí en su cajita y lo tenemos constantemente a nuestra disposición.

¿Nos hemos cuestionado suficientemente sobre  el valor de nuestras comuniones? ¿sobre elvalor de esos niños? ¿Qué producen? ¿Qué cambian?

En las comuniones sin compromiso, donde se cuenta con el opus operatum (un efecto producido infaliblemente por el hecho de que se recibe el sacramento), en las comuniones donde mecánicamente se debe ser santificado porque se abrió la boca o se tendió la mano para recibir la hostia: hay allí algo extremadamente peligroso porque no se ve en absoluto toda la exigencia que está en la base de una conversión verdadera, y que supone a un nuevo nacimiento; no vemos en absoluto la exigencia de la comunión que implica esta transformación radical donde se pasa del mí posesivo al mi oblativo. ¿ Incluso, cuántos sacerdotes  que celebran la misa cada día todavía puede, quizá, estar todavía allí?

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Resituar la Eucaristía en la perspectiva evangélica

Debemos pues resituar la Eucaristía, hay que situarla allí dónde la vida de la Iglesia debe encontrar su unidad, hay que situarla en su sitio, es decir en la perspectiva evangélica que se nos impone en los últimos encuentros del Señor con sus discípulos.

La última consigna que resuena en todas las páginas del relato joánico, es que os améis unos a otros como yo os he amado. Y esta consigna es también el criterio que hace reconocer a los discípulos de Jesús: ” en esto os reconocerán que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros.

Y para dar una lección a sus discípulos, Jesús les lavó los pies. Esto es lo que es amar a tu prójimo: lo que he hecho es para que hagáis vosotros lo mismo los unos a los otros.

Por extraño que pueda parecer, la Eucaristía parece haber desaparecido, ni siquiera se nombra en este lugar, ¿por qué? Debido a que está implícita en esta mandato (lavatorio de los pies). Está implícitamente contenida en el mandato y en la consigna final del Señor: “Amaos los unos a los otros”, ya que es exactamente la misma cosa.

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“Os conviene que yo me vaya “

Recordemos las trágicas palabras de Jesús en el discurso después de la Última Cena: “Es bueno que yo me vaya porque, si no me voy, el Paráclito, el Espíritu Santo, no vendrá a a vosotros”. ¿Cómo no ver en estas palabras la confesión de un fracaso? Jesús nunca convirtió a nadie … ¡a nadie! Ni la muchedumbre, ni los sacerdotes, ni las autoridades, ni Herodes ni sus discípulos, ni incluso el discípulo amado que se dormirá como los otros enseguida en el Jardín de la Agonía: no ha convertido a nadie.

Y la llamada suprema que les dirige  a sus discípulos en el lavamiento de los pies se quedará sin eco: no comprenden que el reino de Dios está dentro de ellos mismos.

No comprenderán que es para hacer nacer este reino interior que Jesús se arrodilla delante de ellos para lavarles los pies, y no comprenden  que es para arrancar la piedra de nuestros corazones que Jesús muere sobre la cruz. Y la última pregunta que le harán a Jesús justo antes de la Ascensión será significativa de esta total  incomprensión.

¡La humanidad de Jesús debe pues desaparecer! Y es sólo en lo invisible, en el fuego del Pentecostés, como encontrarán a su Maestro como una presencia interior, no lo verán en lo sucesivo ya más delante de ellos sino dentro de ellos, y es en aquel momento cuando lo reconocerán. ¿Podemos desde entonces imaginar un solo instante que Nuestro Señor nos haya dado la Eucaristía para que refabriquemos con este sacramento un culto idolátrico, para que pudiéramos poseerlo allí, al alcance de nuestra mano, encerrándole en una caja para que nos pertenezca? ¿ Podemos concebir un materialismo igual por parte del Señor? ¿Cómo podemos imaginar que les hubiera robado su presencia visible a los Apóstoles para restituirnos en la hostia un foco de idolatría, como si pudiéramos disponer de Dios como el resultado de un objeto? Es absolutamente imposible, es exactamente lo contrario que sucede cuando Jesús nos da la Eucaristía.

*

Maurice Zundel

La Rochette, 1963

(Fuente)

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“Experiencia decisiva”. Cuerpo y Sangre de Cristo – B (Marcos 14,12-16.22-26)

Domingo, 2 de junio de 2024
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 corpus_bComo es natural, la celebración de la misa ha ido cambiando a lo largo de los siglos. Según la época, los cristianos han ido destacando algunos aspectos y descuidando otros. La misa ha servido de marco para celebrar coronaciones de reyes y papas, rendir homenajes o conmemorar victorias de guerra. Los músicos la han convertido en concierto. Los pueblos la han integrado en sus devociones y costumbres religiosas…Después de veinte siglos puede ser necesario recordar alguno de los rasgos esenciales de la última cena del Señor, tal como era recordada y vivida por las primeras generaciones cristianas.

En el trasfondo de esa cena hay una convicción firme: sus seguidores no quedarán huérfanos. La muerte de Jesús no podrá romper su comunión con él. Nadie ha de sentir el vacío de su ausencia. Sus discípulos no se quedan solos, a merced de los avatares de la historia. En el centro de toda comunidad cristiana que celebra la eucaristía está Cristo vivo y operante. Aquí está el secreto de su fuerza.

De él se alimenta la fe de sus seguidores. No basta asistir a esa cena. Los discípulos son invitados a «comer». Para alimentar nuestra adhesión a Jesucristo necesitamos reunirnos a escuchar sus palabras e introducirlas en nuestro corazón; necesitamos acercarnos a comulgar con él identificándonos con su estilo de vivir. Ninguna otra experiencia nos puede ofrecer alimento más sólido.

No hemos de olvidar que «comulgar» con Jesús es comulgar con alguien que ha vivido y ha muerto «entregado» totalmente a los demás. Así insiste Jesús. Su cuerpo es un «cuerpo entregado» y su sangre es una «sangre derramada» por la salvación de todos. Es una contradicción acercarnos a «comulgar» con Jesús resistiéndonos a preocuparnos de algo que no sea nuestro propio interés.

Nada hay más central y decisivo para los seguidores de Jesús que la celebración de esta cena del Señor. Por eso hemos de cuidarla tanto. Bien celebrada, la eucaristía nos moldea, nos va uniendo a Jesús, nos alimenta con su vida, nos familiariza con el evangelio, nos invita a vivir en actitud de servicio fraterno y nos sostiene en la esperanza del reencuentro final con él.

José Antonio Pagola

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“Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre”. Domingo 02 de junio de 2024. Cuerpo y Sangre de Cristo.

Domingo, 2 de junio de 2024
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36-corpusB cerezoLeído en Koinonia:

Éxodo 24,3-8: Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros.
Salmo responsorial: 115: Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.
Hebreos 9,11-15: La sangre de Cristo podrá purificar nuestra conciencia.
Marcos 14,12-16.22-26: Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre.

Situada entre dos mares, con sus dos puertos, Corinto era el centro más importante del archipiélago griego, encrucijada de culturas y razas, a mitad de camino entre Oriente y Occidente.

Su población estaba compuesta por doscientos mil hombres libres y cuatrocientos mil esclavos. Dicen que Corinto tenía ocho kms. de recinto amurallado, veintitrés templos, cinco supermercados, una plaza central y dos teatros, uno de ellos capaz para veintidós mil espectadores. En Corinto se daban cita los vicios típicos de los grandes puertos. La ociosidad de los marineros y la afluencia de turistas, llegados de todas partes, la habían convertido en una especie de capital de «Las Vegas» del Mundo Mediterráneo. “Vivir como un corintio” era sinónimo de depravación; “corintia” era el término universalmente empleado para designar a las prostitutas, y ya puede uno imaginarse lo que significaba “corintizar”.

En Corinto, cuya población era muy heterogénea (griegos, romanos, judíos y orientales) se veneraban todos los dioses del Panteón griego. Sobre todos, Afrodita, cuyo templo estaba asistido por mil prostitutas.

Hacia el año 50 de nuestra era llegó a esta ciudad Pablo de Tarso. Tras predicar el Evangelio fundó una comunidad cristiana. Durante dieciocho meses permaneció como animador de la misma. Sus feligreses pertenecían a las clases populares (pobres y esclavos), pero también los había de entre la gente notable, por su cultura y por su dinero. Nació así una de las comunidades cristianas primitivas más conflictivas.

Cuando Pablo, por exigencias de su trabajo misionero, se marchó de Corinto, se declaró en su seno una verdadera lucha de clases que se manifestaba vergonzosamente en la celebración de la Eucaristía. Los nuevos cristianos, ricos y pobres, libres y esclavos, convivían, pero no compartían; eran insolidarios. A la hora de celebrar la Eucaristía (por aquel entonces se trataba simplemente de comer juntos recordando a Jesús) se reunían todos, pero cada uno formaba un grupo con los de su clase social, de modo que “mientras unos pasaban hambre, los otros se emborrachaban” (1 Cor 11,l7ss). (¡Qué actual es todo esto!).

Desde Éfeso, Pablo les dirigió una dura carta para recordarles qué era aquello de la Eucaristía, lo que Jesús hizo la noche antes de ser entregado a la muerte, cuando, «mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a ellos, diciendo: Tomen, esto es mi cuerpo. 23Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias, se la pasó y todos bebieron. 24Y les dijo: Esto es la sangre de la alianza mía que se derrama por todos».

Sería malentender a Jesús que lo que estaba haciendo era mandar ir a misa y comulgar, un rito que en nada complica la vida. Rito que no sirve para nada si, antes de misa, no se toma el pan -símbolo de nuestra persona, nuestros bienes, nuestra vida entera- y se parte, como Jesús, para repartirlo y compartirlo con los que son nuestros prójimos cotidianos.

[Impresiona visitar las iglesias y comprobar la diversidad de clases sociales que alojan. Todas tienen cabida en ellas, sin que se les exija nada a cambio. El rico entra rico y el pobre, pobre, y salen los dos igual que entran. En circunstancias similares a las que concurren en muchas misas dominicales, Pablo dijo a los feligreses de Corinto: “Es imposible comer así la cena del Señor”. Dicho de otro modo, “así no vale la eucaristía”, pues la cena del Señor iguala a todos los comensales en la vida, y comulgar exige, para que el rito no sea una farsa, partir, repartir y compartir.

La lucha de clases, como en Corinto, se ha instalado en nuestras eucaristías. Y donde ésta existe no puede ni debe celebrarse la cena del Señor. Los israelitas en el desierto comprendieron bien que la alianza entre Dios y el pueblo los comprometía a cumplir lo que pide el Señor, sus mandamientos. Jesús, antes de partir, celebra la nueva alianza con su pueblo y le deja un único mandamiento, el del amor sin fronteras. Éste es el requisito para celebrar la eucaristía: acabar con todo signo de división y desigualdad entre los que la celebran].

Habrá que recuperar, por tanto, el significado profundo del rito que Jesús realiza. «La sangre que se derrama por ustedes» significa la muerte violenta que Jesús habría de padecer como expresión de su amor al ser humano; «beber de la copa» lleva consigo aceptar la muerte de Jesús y comprometerse con él y como él a dar la vida, si fuese necesario, por los otros. Y esto es lo que se expresa en la eucaristía; ésta es la nueva alianza, un compromiso de amor a los demás hasta la muerte. Quien no entiende así la eucaristía, se ha quedado en un puro rito que para nada sirve.

Una mala interpretación de las palabras de Jesús ha identificado el pan con su cuerpo y el vino con su sangre, llegándose a hablar del milagro de la «transustanciación o conversión del pan en el cuerpo y del vino en la sangre de Cristo». Los teólogos, por lo demás, se las ven y se las desean para explicar este misterio. Como si esto fuera lo importante de aquel rito inicial. El significado de aquellas palabras es bien diferente: «En la cena, Jesús ofrece el pan («tomad) y explica que es su cuerpo. En la cultura judía «cuerpo» (en gr. soma) significaba la persona en cuanto identidad, presencia y actividad; en consecuencia, al invitar a tomar el pan/cuerpo, invita Jesús a asimilarse a él, a aceptar su persona y actividad histórica como norma de vida; él mismo da la fuerza para ello, al hacer pan/alimento. El efecto que produce el pan en la vida humana es el que produce Jesús en sus discípulos. El evangelista no indica que los discípulos coman el pan, pues todavía no se han asimilado a Jesús, no han digerido su forma de ser y de vivir, haciéndola vida de sus vidas. Al contrario que el pan, Jesús da la copa sin decir nada y, en cambio, se afirma explícitamente que «todos bebieron de ella». Después de darla a beber, Jesús dice que «ésa es la sangre de la alianza que se derrama por todos». La sangre que se derrama significa la muerte violenta o, mejor, la persona en cuanto sufre tal género de muerte. «Beber de la copa» significa, por tanto, aceptar la muerte de Jesús y comprometerse, como él, a no desistir de la actividad salvadora (representada por el pan) por temor ni siquiera a la muerte. «Comer el pan» y «beber la copa» son actos inseparables; es decir, que no se puede aceptar la vida de Jesús sin aceptar su entrega hasta el fin, y que el compromiso de quien sigue a Jesús incluye una entrega como la suya. Éste es el verdadero significado de la eucaristía. Tal vez nosotros la hayamos reducido al misterio -por lo demás bastante difícil de entender y explicar- de la conversión del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo.

«Todos los domingos, en nuestra parroquia, juntos van a misa los trabajadores y los propietarios. Si todos reciben la gracia de Dios, esto no lo entiende ni Santa Lucía ni este servidor». Leer más…

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Dom 2. 06.24. Cuerpo a Cuerpo, Eucaristía

Domingo, 2 de junio de 2024
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Del blog de Xabier Pikaza:

El cuerpo de Dios es nuestro. Nuestro cuerpo es de Dios.

Cuerpo, carne, palabra; camino y presencia de Dios. Eso somos, de manera que su fiesta es nuestra y la nuestra suya.   Buen día a todos: Profetas, sacerdotes y reyes de Dios.  

Fiesta del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, que es la Eucaristía

Juan 6, 51-58. Nos hemos acostumbrado al gesto de Jesús que dice “esto es mi cuerpo”, dándonos su pan, para que lo compartamos, de manera apenas nos causa extrañeza, porque lo entendemos  como palabra teórica, que sólo Jesús y sus grades iniciados pronuncian.

Pero esa palabra (éste es mi cuerpo, esta es  mi sangre)es de todos los creyentes, de todos los compañeros y amigos de Jesús, profetas, reyes sacerdotes.

Un cuerpo, eso es, algo visible y concreto, una forma de comunión entre hombres, mujeres y niños, abierta a todos, en torno al pan que comparten, en nombre de Jesús, recordando y expresando su entrega… sin poderes ni jerarquías de dominio, porque “el Cristo es cuerpo” (cf. 1 Cor 12, 27), un cuerpo donde, en este contexto radical, ni él mismo es Cabeza, pues todos miembros unos de (y con) los otros.

Algunos cristianos posteriores han querido construir una institución “de separados“, con libros importantes y buenas genealogías, pero han corrido el riesgo de perder el “cuerpo a cuerpo” de Jesús, que eso su Iglesia, un encuentro concreto de personas, mujeres y hombres, que se dan la vida y la comparten, formando de esa forma una comunión visible, simbolizada y expresada en el pan compartido, que es el signo supremo de este cuerpo a cuerpo de amor que es la comunión de los compañeros, amigos y hermanos de Jesús.

Texto. Juan 6,51-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

– “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.”

Disputaban los judíos entre sí:

“¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”

Entonces Jesús les dijo:

“Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.

IMG_5178No voy a comentar el texto en forma exegética, ni compararlo a los textos de la fundación de la eucaristía en la Última Cena, según los sinópticos. Sólo quiero evocar el sentido del “cuerpo” ¿Quién y cómo puede decir: esto es mi cuerpo? ¿De qué forma se puede dar y compartir el cuerpo, la vida concreta formando así un “cuerpo” humano?

– El signo de Jesús es el pan compartido. No el alimento de las purificaciones y los ázimos rituales (que comen separados los buenos judíos), sino el pan de cada día, al que alude el Padrenuestro: la comida que se ofrece a los pobres, se comparte con los pecadores y se expande en forma universal. Este es su signo: todo lo que ha dicho, todo lo que ha hecho se condensa y expresa en forma de alimento que sustenta y vincula a los humanos. Sin justicia social y comunicación económica no existe de verdad eucaristía.

– El pan suscita y crea Cuerpo… Jesús no anuncia una verdad abstracta, separada de la vida, una pura ley social, un principio religioso… Al contrario, mesías de Dios, Jesús es cuerpo, esto es, vida expandida, sentida, compartida. El evangelio nos sitúa de esta forma en el nivel de la corporalidad cercana, que la mujer del vaso de alabastro (Mc 14, 3-9) expresaba en forma de perfume y que Jesús ofrece como pan (comida). Sin comunión personal (de cuerpo y sangre) no existe eucaristía, ni existe sociedad humana.

– El pan hecho Cuerpo expresa la vida mesiánica, que se da y acoge, se goza y comparte, en comida de solidaridad y de justicia, de comunión mutua y de fiesta. Una tradición del cristianismo ha entendido esa experiencia de dar y compartir el cuerpo en término de “liturgia sacrificial”, es decir de cuerpo en cruz, de expiación. Pero antes que eso, el pan compartido es regalo (que se da y disfruta), la unión de un cuerpo es un gozo de vivir y compartir en compañía.

PROFETAS, REYES,SACERDOTES DEL CUERPO DE CRISTO. 

Jesucristo es Aquél a quien el Padre ha ungido con el Espíritu Santo y lo ha constituido “Sacerdote, Profeta y Rey”. Todo el Pueblo de Dios participa de estas tres funciones de Cristo y tiene las responsabilidades de misión y de servicio que se derivan de ellas (cf . Redemptor Hominis 18-21).

784 Al entrar en el Pueblo de Dios por la fe y el Bautismo se participa en la vocación única de este Pueblo: en su vocación sacerdotal: «Cristo el Señor, Pontífice tomado de entre los hombres, ha hecho del nuevo pueblo “un reino de sacerdotes para Dios, su Padre”.  

785 El pueblo santo de Dios participa también del carácter profético de Cristo”. Lo es sobre todo por el sentido sobrenatural de la fe que es el de todo el pueblo, laicos y jerarquía, cuando “se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de una vez para siempre” (LG 12) y profundiza en su comprensión y se hace testigo de Cristo en medio de este mundo.

786 El Pueblo de Dios participa, por último, en la función regia de Cristo. Cristo ejerce su realeza atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte y su resurrección (cf. Jn 12, 32). Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de todos, no habiendo “venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20, 28). Para el cristiano, “servir a Cristo es reinar” (LG 36), particularmente “en los pobres y en los que sufren” donde descubre “la imagen de su Fundador pobre y sufriente” (LG 8). El pueblo de Dios realiza su “dignidad regia” viviendo conforme a esta vocación de servir con Cristo.

«Todos los cristianos espirituales y perfectos debe saber que son partícipes del linaje regio y del oficio sacerdotal  (Catecismo de la Iglesia Católica 1992, Num. 783 ).

TODOS LOS CRISTIANOS (MUJERES Y VARON SON CUEPO DE CRISTO)

IMG_5179Todos los bautizados son profetas (es decir, legisladores, portadores  de la Palabra de la palabra… No reciben su doctrina de otros maestros exteriores, no son puros “dependientes” de un magisterio esterno, sino portadores y testigos de la palabra de Dios que son “maestros”, en una línea que han puesto de relieve las Cartas de Juan: Cada cristiano recibe y despliega desde el fondo de sí mismo la palabra de Dos, cada uno “se es ley para sí mismo”, en comunión con otros (Juan de la Cruz, Subida).

Todos los bautizados son reyes en Cristo. No son esclavos de nadie ni de Cristo, sino que son el m mismo Cristo. Nadie puede imponerles su dictado y mandar sobre ellos. Son reyes, responsables de sí mismos, capaces de realizar la obra de Cristo, en él y con él. En Cristo no hay reyes y súbditos, señores y esclavos, sino que todos son “uno” en Cristo, con su mismo poder de amor y servicio mutuo

Todos son, finalmente sacerdotes… en el sentido radical de la palabra. Éste es el sacerdocio verdadero, el más profundo, ése que suele llamarse “sacerdocio común de los fieles” (que es el sacerdocio “ontológico“, si es que puede utilizarse esa palabra helenista). No hay una “tribu sacerdotal“, como la de Leví-Aarón en el AT, sino un sacerdocio único, simbolizado por Melquisedec, que es Cristo (hebreos). La santidad de Cristo y su obra santificadora, representada y celebrada por la eucaristía, es por tanto un “carisma” de todos los bautizados, que se identifican con Cristo, varones o mujeres.

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La sangre y el pan. Fiesta del Corpus Christi. Ciclo B.

Domingo, 2 de junio de 2024
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corpuschristiDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Esta fiesta comenzó a celebrarse en Bélgica en 1246, y adquirió su mayor difusión pública dos siglos más tarde, en 1447, cuando el Papa Nicolás V recorrió procesionalmente con la Sagrada Forma las calles de Roma. Dos cosas pretende: fomentar la devoción a la Eucaristía y confesar públicamente la presencia real de Jesucristo en el pan y el vino. Las lecturas, sin restar importancia a estos aspectos, centran la atención en el compromiso del cristiano con Dios, sellado con el sacrificio del cuerpo y la sangre de Cristo.

1ª lectura: la sangre y la antigua alianza (Éxodo 24,3-8)

En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una:

– «Haremos todo lo que dice el Señor.»

Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar.

Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió:

– «Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos.»

Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo:

– «Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos.»

       La lectura cuenta el momento culminante de la experiencia de los israelitas en el monte Sinaí. Después de escuchar la proclamación de la voluntad de Dios (el decálogo y el código de la alianza), manifiesta su voluntad de cumplirla: «Haremos todo lo que el Señor nos dice».

         En una mentalidad moderna, poco amante de símbolos, esas palabras habrían bastado. El hombre antiguo no era igual. Un pacto tan serio requería un símbolo potente. Y no hay cosa más expresiva que la sangre, en la que radica la vida. Siglos más tarde, algunos caballeros medievales sellaban un pacto haciéndose un corte en el antebrazo y mezclando la sangre. Naturalmente, Dios no puede sellar una alianza con los hombres mediante ese rito. Por muchos antropomorfismos que usen los autores bíblicos al hablar de Dios, él no tiene un brazo que cortarse ni una sangre que mezclar. Tampoco se puede pedir a todos los israelitas que se hagan un corte y den un poco de sangre. Se recurre entonces al siguiente simbolismo: Dios queda representado por un altar, y la sangre no será de dioses ni de hombres, sino de vacas. Al matarlas, la mitad de la sangre se derrama sobre el altar. Se expresa con ello el compromiso que Dios contrae con su pueblo. La otra mitad se recoge en vasijas, pero antes de rociar con ella al pueblo, se vuelve a leer el documento de la alianza (Éxodo 20-23), y el pueblo asiente de nuevo: «Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos

        Pero en la antigüedad hay también otra forma, incluso más frecuente, de sellar una alianza: comiendo juntos los interesados. Esta modalidad también aparece en el relato del Éxodo (pero ha sido omitida por la liturgia). Después de la ceremonia de la sangre con todo el pueblo, Moisés, Aarón, Nadab, Abihú y los setenta dirigentes de Israel suben al monte, donde comen y beben ante el Señor (Éxodo 24,9-11). Esta segunda modalidad será esencial para entender el evangelio.

2ª lectura: la sangre, el perdón y la nueva alianza (Hebreos 9,11-15)

               Como diría un cínico, los buenos propósitos nunca se cumplen. En el caso de los israelita llevaría razón. El propósito de obedecer a Dios y hacer lo que él manda no lo llevaron a la práctica a menudo. Surgía entonces la necesidad de expiar por esos pecados, incluso los involuntarios. Y la sangre vuelve a adquirir gran importancia. Ya que en ella radica la vida, es lo mejor que se puede ofrecer a Dios para conseguir su perdón. Pero el Dios de Israel no exige víctimas humanas. La sangre será de animales puros: machos cabríos, becerros, toros, vacas, corderos, tórtolas, pichones.

            El autor de la carta a los Hebreos contrasta esta práctica antigua con la de Jesús, que se ofrece a sí mismo como sacrificio sin mancha. Con ello, no sólo nos consigue el perdón sino que, al mismo tiempo, sella con su sangre una nueva alianza entre Dios y nosotros.

Hermanos:

Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna.

Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo.

Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.

Evangelio: pan, vino y nueva alianza (Marcos 14-12-16. 22-26)

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

– «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?»

Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

+ «Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”  Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.»

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

+ «Tomad, esto es mi cuerpo.»

Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:

+ «Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.»

Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

          La acción de Jesús en la Cena de Pascua reúne las dos formas de sellar una alianza que comentamos en la primera lectura, pero invirtiendo el orden. Se comienza por la comida, se termina aludiendo a la sangre de la nueva alianza. Aparte de esto hay diferencias notables. Los discípulos no comen en presencia de Dios, comen con Jesús, comen el pan que él les da, no la carne de animales sacrificados; y el vino que beben significa algo muy distinto a lo que bebieron las autoridades de Israel: anticipa la sangre de Jesús derramada por todos.

      ¿Dónde radica la diferencia principal entre la antigua y la nueva alianza? En que la antigua no cuesta nada a nadie; basta matar unos animales para obtener su sangre. La nueva, en cambio, supone un sacrificio personal, el sacrificio supremo de entregar la propia vida, la propia carne y sangre.

       Pero no podemos quedarnos en la simple referencia al pan y al vino, al cuerpo y la sangre. Para Jesús son la forma simbólica de sellar nuestro compromiso con Dios, por el que nos obligamos a cumplir su voluntad.

         El cuarto evangelio, que no cuenta la institución de la Eucaristía, pone en este momento en boca de Jesús un largo discurso en el que insiste, por activa y por pasiva, en que observemos sus mandamientos, mejor dicho, su único mandamiento: que nos amemos los unos a los otros.

         IMG_5074

        Si la celebración del Corpus Christi se limita a una expresión devota de nuestra devoción a la Eucaristía o, peor aún, si se convierte en simple fiesta de interés turístico, no cumple su auténtico sentido. Es fácil lanzar flores a la custodia por la calle; lo difícil es tratar bien a las personas que nos encontramos por la calle.

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