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“Tres caminos hacia Jesús.” 2º Domingo de Adviento. Ciclo B

Domingo, 6 de diciembre de 2020
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3623727-lgDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El camino poético (lectura de Isaías)

Hacia el año 540 a.C., los judíos llevaban casi cincuenta años desterrados en Babilonia. Años duros, de grandes sufrimientos, de ansia de libertad y de vuelta a la patria. Esa buena noticia es la que anuncia el profeta. Pero el largo camino, a través de zonas a menudo inhóspitas, puede asustar a muchos y desanimarles de emprender el viaje. Entonces, una voz misteriosa, da la orden, no se sabe a quién, de preparar el camino al Señor. No se dirige a hombres, porque la labor que realizarán es sobrehumana: construir un el desierto una espléndida autopista, allanando montes y colina, rellenando valles. Por ella volverá el pueblo judío, acompañado de su Dios, como un pastor apacienta a su rebaño.

“Consolad, consolad a mi pueblo, -dice vuestro Dios-; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle,  que se ha cumplido, su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha  recibido doble paga por sus pecados.”

Una voz grita: “En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos – ha hablado la boca del Señor”-

-Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá:  “Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con el su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres.”

El camino ético (Qumrán)

Con el tiempo, la idea de preparar un camino al Señor en el desierto adquirió un sentido nuevo: a mediados del siglo II a.C., un grupo de sacerdotes y seglares judíos, descontentos con el comportamiento de los sumos sacerdotes de Jerusalén y de las costumbres paganas que se estaban introduciendo, recordando el texto del libro de Isaías, decide retirarse al desierto de Judá y allí, en Qumrán, fundar una especie de comunidad religiosa. En el desierto preparan el camino del Señor. Ya no se trata de un camino poético, sino de una conducta conforme a la Ley del Señor. (En hebreo, derek puede significar “camino” y “forma de conducta”, igual que way en inglés).

El camino del Señor Jesús (evangelio)

Esta misma interpretación del texto de Isaías es la que aplica el evangelio a Juan Bautista. También él marcha al desierto a preparar un camino. A primera vista parece tratarse de un camino ético, como un Qumrán, ya que Juan exhorta a la conversión y al bautismo para el perdón de los pecados. Pero sus palabras dejan claro que prepara el camino a una persona más poderosa que él y que trae un bautismo superior al suyo: Jesús.

Está escrito en el profeta Isaías: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.” Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y é1 los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:  “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero é1 os bautizará con Espíritu Santo.”

[A propósito de la diferencia entre el bautismo de Juan y el de Jesús conviene recordar que el verbo “bautizar” significa en griego “lavar”. Los fariseos, por ejemplo, “bautizan” los platos, los lavan. Pero se puede lavar con agua sola, como hace Juan, que es un lavado superficial, incapaz de limpiar las manchas más profundas; y se puede lavar con “Espíritu Santo” (o “con Espíritu Santo y fuego”, como dice otro texto) limpiando totalmente a la persona.]

Esperad y apresurad la venida del Señor (2 Pedro 3, 8-14)

A mediados y finales del siglo I, muchos cristianos empezaron a sentirse desconcertados. Les habían repetido que la vuelta del Señor y el fin del mundo eran inminentes. Sin embargo, pasaban los años y el Señor no volvía. El autor de la 2ª carta de Pedro (que no es san Pedro) sale al paso de esta inquietud, ofreciendo una respuesta que, después de veinte siglos, no convence demasiado: el Señor no se retrasa, sino que nos da un plazo para que podamos convertirnos. El autor mantiene la postura tradicional de que la llegada del Señor y el fin del mundo será algo repentino, inesperado. Y en vez de quejarnos de que el Señor se retrasa, debemos “esperar y apresurar la venida del Señor”. Además, el fin del mundo será el comienzo de un nuevo cielo y una nueva tierra, y hay que prepararse para recibirlos llevando una vida santa y piadosa, en paz con Dios, inmaculados e irreprochables.

Queridos hermanos:  No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos. Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino  que todos se conviertan. El día del Señor llegará como un ladrón. Entonces el cielo desaparecerá con gran estrépito; los elementos se desintegrarán abrasados, y la tierra con todas sus obras se consumirá. Si todo este mundo se va a desintegrar de este modo, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra vida! Esperad y apresurad la venida del Señor, cuando desaparecerán los cielos, consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos. Pero nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia. Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables.

Una ética basada en Jesús

La segunda lectura, igual que el evangelio, une el camino de la ética con el camino que lleva a Jesús: Juan Bautista lo relaciona con la primera venida; la carta de Pedro, con la segunda. La liturgia nos indica que el Adviento no es época de espera pasiva, como quien espera que empiece la película: hay que comprometerse activamente. Y ese compromiso debe basarse en el recuerdo de la venida del Señor y en la esperanza de su vuelta.

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Segundo Domingo de Adviento. Ciclo B. 06 Diciembre, 2020

Domingo, 6 de diciembre de 2020
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Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo. Yo no soy digno ni de postrarme ante él para desatar la correa de sus sandalias.”

(Mc 1, 1-8)

El evangelio de este Domingo nos coloca en la primera página del Evangelio de Marcos. El Evangelio más antiguo que tenemos. Y Marcos abre su obra diciendo: “comienzo de la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo De Dios”. No se anda con rodeos, casi podríamos decir que nos hace spoiler… aunque bien pensado no puede contarnos el final, sencillamente porque este evangelio no tiene final. Se queda abierto, se dirige a ti (a quien tenga la osadía de leerlo) y te pide que lo continúes, te pide que te impliques.

Pero no nos vamos a adelantar tanto, ahora estamos en la primera página y se nos presenta al primer personaje. De hecho se presenta él mismo con la contundencia, la humildad y la lucidez de quién se conoce a sí mismo. “Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo. Yo no soy digno ni de postrarme ante él para desatar la correa de sus sandalias.”

La actitud de Juan es la actitud de todo verdadero discípulo. Ese saber quitarse de en medio. Ser un anuncio que no distraiga. Para ello primero necesitamos conocernos y conocer a Jesús. Acallar nuestro orgullo y permitir que la humildad nos haga conocernos, acogernos y amarnos. Solo así nos preparamos para ser discípulas y discípulos.

También Juan necesitó tiempo y desierto para prepararse. Antes de salir al Jordán a Bautizar, pasó años en la soledad y el silencio, acallando ruidos y tentaciones, moldeando una vida sencilla y austera. El evangelio nos lo muestra tan seguro de sí en mitad de una multitud que lo escucha y lo respeta, pero nos lo muestra casi al final de su recorrido, cuando ya se conoce, cuando ya se ha equivocado mil veces. Ahora se encuentra en el momento decisivo de su vida, y aun así tendrá dudas y necesitará enviarle mensajeros a Jesús: “¿Eres tú o tenemos que esperar a otro?”. El camino de la fe no es fácil, no es una autovía, se parece más a un bosque sin sendero, donde solo hay camino si das un paso más.

Oración

Enséñanos, Trinidad Santa, a andar vestidas de Evangelio y con sandalias por este tiempo de Adviento.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Juan construyó su propio camino, Jesús lo recorrió y continuó.

Domingo, 6 de diciembre de 2020
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baptist_Mc 1,1-8

El evangelio del domingo pasado nos hablaba de estar despierto. Hoy hablan los que han despertado, los centinelas, los profetas. No se trata de un adivinador del porvenir. Tampoco se trata de un ser humano separado y elegido por Dios, que le va indicando lo que tiene que decir a los demás. Profeta es todo aquel que está despierto. La principal característica de los profetas es precisamente su inserción en el pueblo y su preocupación por la suerte de los más humildes. Su principal objetivo ha sido denunciar la injusticia.

Verdadero profeta sería el que ha llegado a una experiencia de su verdadero ser y, fiel a ella, ayuda a los demás a descubrir el camino de lo humano. Falso sería el que conduce al hombre a mayor egoísmo. El problema está en que lo “humano” solo se puede valorar desde lo humano. Por eso no hay manera de distinguir lo falso de lo verdadero mientras no se tenga una mínima experiencia de humanidad.

No debemos extrañarnos de encontrar tantos y tan expresivos textos para este tiempo litúrgico. Lo que el segundo Isaías anuncia es un evangelio (buena noticia). El destierro había acabado con toda una teología triunfalista que invitaba a dormirse en los laureles de sentirse elegidos, sin aceptar ninguna responsabilidad para con Dios ni para con los demás. Las denuncias de todos los profetas advertían de que no se puede confiar en Dios mientras se practican toda clase de atropellos e injusticias.

La primera palabra del evangelio de Mc es “arje”, que en griego designa el comienzo de un texto, pero también algo mucho más profundo. El evangelio de Jn comienza también con esta palabra y lo traducimos: “en el principio” = origen. “Arje” significa origen y fundamento; es decir, aquello que ha sido la causa de que otra cosa surja. La Vulgata lo tradujo por “Initium” que también significa “origen”. El texto se debía traducir: “Éste es el origen de la alegre noticia de Jesús el Ungido, el Hijo de Dios”.

Tampoco euanggelion” debemos traducirlo por evangelio, que es un concepto muy elaborado, sino por buena noticia. Quiere decir que comienza el evangelio y que es todo él una buena noticia. Lo mismo tenemos que decir de “Jesous” y “Christos” que en griego están separados y significan simplemente, Jesús el ungido. Con el tiempo los cristianos unieron el nombre con el adjetivo y confesaron al Jesucristo que ha llegado hasta nosotros. Este texto es un resumen de todo lo que en él se va a proponer.

Este evangelio, a pesar de ser el primero que se escribió, no sabe nada de la infancia de Jesús. Esto es muy interesante a la hora de interpretar los textos de Lc y Mt, que vamos a leer en todo el tiempo de Navidad. Estos relatos se fueron elaborando a través de los primeros años de cristianismo y no tienen nada que ver con la historia. Son relatos míticos y leyendas casi todas anteriores al cristianismo que se han cristianizado para darnos un mensaje teológico, no para informarnos de lo que pasó.

Mc pasa directamente a hablarnos de Juan Bautista como último representante del profetismo. El Bautista es uno de los personajes claves en el tiempo de Adviento, porque se trata del último de los profetas del AT. Debemos recordar que hacía casi trescientos años que no se había conocido un verdadero profeta. Todos los evangelistas lo consideran el heraldo de Jesús, lo anuncia, lo propone al pueblo y es protagonista de su nacimiento en el Espíritu (bautismo), donde empieza Jesús a manifestar lo que realmente era.

No podemos asegurar que este relato responda a una situación histórica. Es muy poco lo que sabemos sobre la relación de Jesús con Juan. De todos modos, es cierto que el primer dato histórico sobre Jesús, que encontramos en fuentes extra-bíblicas, es su bautismo por parte de Juan. No es descabellado suponer que Jesús, un buscador incansable, le llamara la atención un personaje como Juan, que ya era famoso cuando él empezó su vida pública. A Juan, como a Jesús, no le gustaba el cariz que había tomado la religión judía.

Los primeros cristianos dieron al Bautista un papel relevante en la aparición del cristianismo; seguramente mayor del que hoy le reconocemos. La prueba está en que, en un momento determinado, vieron la necesidad de marcar distancias entre Jesús y Juan para dejar claro quién era el más importante. Seguramente esa relevancia se deba más a la necesidad de justificar una figura tan desconcertante como la de Jesús, conectándole con el profetismo del AT, que a una real influencia de Juan en la doctrina de Jesús

Preparadle el camino al Señor. Este grito es el mejor resume del espíritu de Adviento. Pero fijaros que fuerza el sentido del texto, que habla de prepararle un camino a Yahvé, mientras Mc habla de preparar un camino a Jesús. El texto está insinuando que si Dios no llega a nosotros es porque se lo impedimos con nuestra actitud vital, que orienta su preocupación en otras direcciones. Él viene, pero nosotros nos vamos.

Yo bautizo con agua, pero él bautizará con Espíritu Santo. Es la clave del relato y marca la diferencia abismal entre Jesús y Juan. Las primeras comunidades tenían muy clara la originalidad de Jesús frente a los personajes del pasado. Toda la relación con Dios, hasta la fecha, era consideraba como externa al hombre y en relación desigual. Dios era el soberano y el ser humano el súbdito. Jesús manifiesta una relación con Dios distinta. Él está empapado del Espíritu y nos sumerge (bautiza) a todos en ese mismo Espíritu.

Los textos de este domingo nos hablan de utopía. Isaías dice: “Aquí está vuestro Dios”. Pedro: “Nosotros esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia” El salmo: “La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan”. Mc: “Él bautizará con Espíritu Santo”. En un mundo tan poco propicio al optimismo, encontrarnos con esta oferta puede ser impactante. Pero tampoco tenemos que caer en el triunfalismo. Derrotismo y triunfalismo son estrategias extremas que utiliza el yo para fortalecerse.

Hoy, la necesidad de estar alerta es más apremiante que nunca, porque jamás se han ofrecido al ser humano más caminos falsos de salvación. Hay toda una gama de productos disponibles en el mercado, desde las drogas hasta los gurús a medida. Por eso necesitamos más que nunca de la figura del profeta. Seres humanos que por su experien­cia personal puedan arrojar alguna luz en esa maraña de senderos que se entrecruzan y que la inmensa mayoría son sendas perdidas que no llevan a ninguna parte.

Podemos volcarnos sobre lo sensible, buscando el placer inmediato o descubrir las posibilidades de plenitud que todos tenemos. El no tomar una decisión es ya tomar partido por lo que nos pide el cuerpo. No despertar es seguir dormidos. Decidirse por lo más difícil solo es posible después de una toma de conciencia, que tiene que ir más allá de los sentidos y de la razón. Es una iluminación que me empuja por un camino que ni siquiera sé a donde me va a llevar, pero estoy convencido que me hará más humano.

Meditación

La experiencia del bautismo es la clave para entender a Jesús.
Después de esa experiencia personal, dice a Nicodemo:
“Hay que nacer del agua y del Espíritu”.
El único camino hacia lo humano es el que Jesús recorrió.
Tenemos que sumergirnos en lo sagrado.
Tenemos que dejarnos inundar por lo divino.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Enderezad los senderos del Señor.

Domingo, 6 de diciembre de 2020
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1172982384_f[1]6 de diciembre. DOMINGO II DE ADVIENTO

Nadie puede volverse por el camino que ha recorrido (Heráclito)

Mc 1, 1-8 «Voz del que proclama en el desierto: “Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas”».

No forzar jamás a nadie para que los senderos se pongan rectos, pues en una ocasión se lo preguntaron al evangelista de forma indiscreta y les respondió de esta manera y en verso, pues era poeta:

“¿Quién os ha dicho que yo,
dije nada de senderos
que subieran o bajaran
desde la Tierra a los Cielos?”

Y cuantos se lo habían preguntado, que eran muchos, particularmente fariseos, se callaron como muertos, y el sendero se irritó de manera prepotente.

Luego Jesús, mientras escribía unas letras en el suelo, porque in illo tempore no existía el papel y los papiros de Egipto eran excesivamente caros, “terminó diciendo a los ya dichos fariseos, que se fueran a hacer puñetas cuanto antes”. Los hombres no dijeron nada, pero en cambio las mujeres alboradas por lo de hacer puñetas, regresaron a sus casas riendo, para contárselo a los maridos.

 

Mientras tanto los senderos, en lugar de su de subir, se bajaron y la gente pudo seguir escuchando el evangelio de Marcos, que decía cosas muy interesantes, como aquello de Juan Bautista, recordando lo que Isaías decía: “Mira bien, pues envío por delante a mi mensajero para que prepare el camino del Señor”.

Poema de mi libro De hombre y de dioses:

Trashumancia

Cuarenta años transitó el pueblo judío
por un inhóspito desierto
desde Egipto a la Tierra Prometida,
como siglos más tarde transitaban
los pastores nómadas de León a Extremadura.

Las ovejas merinas daban lana,
que luego las mujeres cardaban en sus casas,
haciéndose tejedoras hábiles
como Las Hilanderas, del cuadro de Velázquez.

Bolsos, bermudas, y rebecas
que dan calor al cuerpo, y quitan frío al alma.

Y los judíos pasaron hambre y frío,
y sin apenas beber agua
que aliviara su sed en el camino,
hasta que Moisés llegó Mará,
y con voz sedienta dijo:

“¡Aquí, si que vamos a beber! 

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Carmen Soto: Preparar caminos inexplorados para la buena noticia.

Domingo, 6 de diciembre de 2020
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Mc 1,1-6

Marcos comienza su obra resumiendo en una sola frase la historia que nos va a narrar a continuación. Con brevedad, pero con mucha contundencia, afirma que hay una buena noticia en la vida y en el mensaje de Jesús, que es Mesías e hijo de Dios y, al hacerlo, está expresando una convicción profunda, una experiencia que ha cambiado su vida y a la que desea que accedan todas las personas que escuchen su relato (Mc 1,1).

Una Buena Noticia que consuela y sana…

Cualquier habitante del mundo mediterráneo antiguo al escuchar que algo era una buena noticia, un evangelio, entendía que se estaba produciendo un acontecimiento que podía cambiar el estado presente de las cosas, que podía traer alegría, paz o liberación para sus destinatarios. Por eso, decir que Jesús de Nazaret era una buena noticia para el mundo era algo más que escuchar un mensaje bonito, era una invitación a confiar en que algo nuevo estaba comenzando a suceder, algo capaz de suscitar esperanza y futuro.

Para ofrecer a sus oyentes una garantía de que lo que van a escuchar no era, como decimos hoy una fake news, les recuerda algunas palabras del II Isaías (Is 40, 3). Con estas palabras de la Escritura, los invita a recordar un acontecimiento donde Dios se hizo consuelo, liberación y esperanza (Is 40, 1-11). El profeta anuncia al pueblo exiliado en Babilonia que su situación va a cambiar, que el Dios de la misericordia y del perdón (Is 40, 1-2) va a actuar y los va a llevar de nuevo a casa. Pero para que esto ocurra hay que cuidar el corazón, hay que preparar el camino, recuperar los senderos por los que esa buena notica va a llegar (Is 40, 4-8). Hay que escuchar la voz del anuncio, hay que creer que es posible, hay que permanecer a la espera (Is 40, 9-11).

La memoria de aquel acontecimiento del pasado es aval para dar crédito a la buena noticia que acontece en Jesús de Nazaret. En él se hará de nuevo visible el encuentro entre Dios y el ser humano. De la mano de Jesús podremos ver en acción la compasión, la bondad y el consuelo de Dios. Una acción que necesita ser acogida, ante la que hay que preparar de nuevo el camino, sintonizar con las palabras del mensajero y confiar en el enviado. Solo así, como proclamaba Isaías, acontecerá lo que esperamos.

Juan, un testigo que sabe que está llegando la Buena Noticia de Dios

Para Marcos la historia de Jesús comienza a orillas del rio Jordán porque es allí donde su misión se discierne a la luz del anuncio de reconciliación que Juan el Bautista ofrece en su modo de actuar y enseñar (Mc 1, 4-8).

Juan desea un mundo diferente y, por eso, ofrece un camino de conversión. Como Isaías en el destierro, sabemos que Dios actúa siempre a favor del ser humano pero cuando el corazón se encoge por la culpa, el miedo, la ira o el sufrimiento, no es posible reconocer la mano amorosa de Dios. Por eso, con radicalidad e inmensa generosidad, ofrece una oportunidad a quienes se acercan de comenzar de nuevo. Su bautismo es un signo de liberación, de reencuentro con el Dios (a veces olvidado) de la misericordia y perdón.
El mensaje de Juan no es la buena noticia, pero sí camino hacia ella. Él es testigo de que la Buena Noticia está llegando, porque lo ve en los ojos de quienes lo escuchan, en sus gestos y acciones, y sabe que tarde o temprano alguien se acercará y encarnará el sueño de Dios (Mc 1,7-8).

Arriesgarse a hacer camino

Al llegar el adviento y recordar este comienzo del evangelio de Marcos sin duda nos podremos sentir llamadas/os a la conversión, al cambio, como proclamaba el bautista, pero para acoger y confiar en la Buena Noticia de Jesús, se necesita algo más. Se necesita una escucha atenta para que las ideas se conviertan en certezas, una mirada capaz de ver novedad donde todo parece agotado, unos pies dispuestos a dejar nuestra zona de confort y arriesgarse a abrir caminos de esperanza.

En adviento Marcos nos recuerda que hay que arriesgarse a confiar como lo hizo él, como lo hizo Juan el Bautista, como lo hicieron aquellos hombres y mujeres palestinos que cambiaron sus vidas al calor de la vida y el mensaje del nazareno. Comenzar a escuchar una vez más la Buena Noticia de Jesús, Mesías, hijo de Dios, es arriesgarse a ir a los desiertos existenciales propios y ajenos abriendo surcos que lleven el agua fresca que fecunde la vida. Es disponerse a cambiar el rito por la experiencia para no dejarse atrapar por lo de siempre, por lo aprendido. Es acoger con humildad y sencillez la grandeza y oportunidad que me ofrece la otra u el otro para no quedarme referenciado/a en mí mismo/a como si todo acabase a orillas de mi Jordán.

Escuchemos la Buena Noticia como si fuese la primera vez, como si Marcos nos la contase personalmente, como una primicia. Dejemos que nos sorprenda, que nos inquiete y que nos provoque…Hagamos el camino para que la esperanza germine y se enraíce en nuestras vidas y podamos ser portadoras/es de un mensaje de autentica liberación, sanación y consuelo en estos tiempos nada fáciles que nos toca vivir.

Carme Soto Varela

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Leer el Evangelio desde una nueva comprensión

Domingo, 6 de diciembre de 2020
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Caminando-bajo-la-lluvia_1920x1080Domingo II de Adviento

6 diciembre 2020

Mc 1, 1-8

 Los evangelios presentan a Juan el Bautista como el mensajero que “prepara el camino” de Jesús. Y lo retratan como un profeta austero y exigente, que no duda en recurrir a la amenaza divina para exigir la conversión de quienes se acercan a él.

  En todas sus manifestaciones, los evangelistas subrayan, de manera expresa, su “inferioridad” con respecto a Jesús, patentizada en este caso por el diferente tipo de bautismo que realizan. Si el de Juan era algo simbólico –el agua en cuanto símbolo de limpieza–, el de Jesús es “espiritual”, en el sentido genuino del término: comunica el Espíritu.

 Una lectura literal parecía entender esa expresión en el sentido de que Jesús transmitía el Espíritu de Dios –entendido como un Ser separado– a quienes creían en él, con lo cual la persona quedaba enriquecida y transformada para iniciar una nueva forma de vida.

 Tal lectura, aun apuntando en la dirección adecuada, encerraba el peligro de –y, en la práctica, quedaba atrapada en– un dualismo insuperable y una objetivación del propio misterio que somos. En concreto, la salvación se consideraba como algo venido de fuera, como don de una divinidad separada y encarnada en un hombre particular, don adquirido gracias a la propia fe en él.

 Desde la comprensión no-dual, la lectura queda modificada. No hay separación, nada viene desde “fuera” ni es consecuencia de la propia actitud. Lo que somos, lo somos siempre. En nuestra identidad profunda, somos Espíritu. Nadie nos lo comunica; lo que puede hacer es ayudarnos a caer en la cuenta, a comprender y reconocer lo que hemos sido desde siempre.

 La salvación no viene de fuera. Estamos ya salvados. Lo que nos hace falta es, sencillamente, comprenderlo.

 Leídas desde la mente, estas afirmaciones suelen ser desechadas sin miramiento. Y desde la perspectiva religiosa, suelen considerarse como muestra de autosuficiencia, fruto de un pelagianismo que negaría la acción transcendente, fiándolo todo a la obra humana.

  Sin embargo, el sujeto de aquellas afirmaciones no es el yo. No es él quien está salvado ni conoce la plenitud. El sujeto es nuestra identidad profunda, la consciencia ilimitada, atemporal y no-local que somos. Y lo que sucede en la comprensión es, justamente, lo opuesto a la inflación del ego: su disolución. No hay ningún ego que pueda salvarse. La comprensión nos “salva” de la identificación con el ego, al mostrarnos nuestra verdadera identidad. No estamos, por tanto, ante un yo pelagiano y engañosamente autosuficiente, sino ante el gozo de compartir la misma identidad profunda con todos los seres: el Espíritu.

¿Me abro a reconocerme en lo que somos, transcendiendo la identificación con el yo?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Desde el principio y por principio del Evangelio de JesuCristo, estamos salvados

Domingo, 6 de diciembre de 2020
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1jlfbweDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Principio del evangelio de Xto.

         Durante este año litúrgico que acabamos e comenzar, leeremos el Evangelio de San Marcos. Y hoy hemos asistido al principiodel evangelio de JesuCristo, que no consiste en las primeras líneas del evangelio, sino que San Marcos sitúa el Evangelio, la buena noticia como principio vital. Así comienza también la Biblia, en el Génesis: En el principio creó Dios… (Gn 1,1) y también es el mismo modo con el que san Juan comienza su evangelio: En el principio existía la Palabra (Cristo).

No es una mera cuestión lingüística: No inicia un libro, una biografía. Se nos está diciendo que el evangelio es el principio, la luz y la fuente de nuestra vida. El principio es Evangelio: la buena noticia Nuestro principio (nuestros principios, como decimos coloquialmente) es existencialmente el Evangelio de JesuCristo Hijo de Dios.

         El mismo Dios de la creación y que se ha hecho uno de nosotros en JesuCristo, es nuestro evangelio, es buena noticia. Desde el principio, desde el Génesis hasta el final nuestra historia es evangelio, es salvación. ¡Estamos salvados!

         Evangelio significa noticia salvífica, anuncio liberador. Evangelio es mensaje de salvación: es el anuncio de la voluntad salvífica de Dios, es su misericordia.

  1. El evangelio no es un libro, es una persona: Cristo.

         Se suele decir con razón que el evangelio es anterior a los cuatro evangelios. Y es que el evangelio no es un libro, o cuatro, sino una persona: el Señor Jesús. La buena noticia es Cristo. El encuentro personal con Cristo es evangelio, liberación, salvación.

         Este es nuestro principio en la vida, este evangelio, Cristo, embarga toda nuestra existencia.

         Desde el principio y como principio Cristo es nuestro Evangelio.

         Desde el principio estamos salvados. Dios crea para salvarnos, vivir una vida plena.

  1. el desierto: Juan Bautista.

         El texto del evangelio Marcos comienza no con el nacimiento de Jesús, sino con Juan Bautista en el desierto. Extrañamente Juan Bautista predica, grita en el desierto. Pero en el desierto no vive nadie. ¿O sí?

El desierto no es tanto un lugar geográfico, sino que tiene un significado teológico. El desierto es la aspereza de la vida, un lugar de travesía, de crisis, y por tanto, el desierto es un momento de experiencia dura, de experiencia intensa humana y religiosa.

La vida es un desierto.

  1. El Éxodo y la travesía de las tribus hebreas durante cuarenta años por el desierto fue una experiencia dura de constitución del pueblo; una experiencia de la ética(Sinaí); una experiencia dura de camino hacia la tierra de libertad.

La libertad no es fácil y en un momento del camino por el desierto, los israelitas añoran la esclavitud de Egipto: En Egipto estábamos mejor: al menos teníamos para comer. Vivieron una experiencia de la dureza de la vida: sin pan, sin agua (maná y la roca).

  1. El Exilio y el destierro de Israel en Babilonia (587 a.C.) constituyó una verdadera tragedia nacional, un hundimiento colectivo. Una especie de “caída del Imperio romano”. Todo se viene abajo: pueblo, tradiciones, religión, cultura, etc. Eso fue un auténtico desierto.
  2. También hoy en día -siempre- los humanos atravesamos por desiertos y etapas de sequía y aridez. La pandemia que vivimos es un duro desierto. Sentimos que un mundo está concluyendo y nos lamentamos de la pérdida de valores, de lo que han cambiado las cosas y lo mal que van. Nada es ya lo que fue.
  3. Finalmente, cada uno afrontamos también nuestros propios desiertos, noches oscuras.

Este es nuestro desierto. Como siempre desierto es el lugar de crisis, de hundimientos, de no ver salida. Es también el lugar de silencio, de purificación, de paciencia, de camino y esperanza.

  1. Deseo y esperanza.

         El ser humano siente un profundo deseo de salir del desierto. Todos tenemos deseo de tiempos y situaciones mejores. El deseo humano es natural, nacemos con deseos de una vida mejor, de cosas, de situaciones mejores. Pero el deseo no es esperanza. El deseo es connatural al ser humano, el deseo va inscrito en nuestra naturaleza. La esperanza es un don: el don de Dios: terminaremos en Dios que se nos da y plenifica nuestra esperanza. Lo que anhela el deseo humano se puede realizar -o no- con el esfuerzo y trabajo humano. Lo que añora la esperanza es don de Dios, es gracia.

O5.   Dios nos acompaña.

         La historia de la humanidad no está abandonada a su suerte. Es una historia de salvación, es la historia de la promesa de Dios. Nos acompaña y nos cubre con su sombra como a las tribus israelitas en la travesía del desierto las protegía del rigor del sol por medio de la nube.

La cercanía y experiencia de Dios nos embarga e involucra toda la persona: vivimos y caminamos con y desde Dios. La esperanza se va haciendo presente en la cercanía de Dios en nuestra vida.

         Dios envía sus mensajeros que alientan la esperanza, consuelan y confortan, nos impulsan hacia adelante. Son voces que, como la de Juan Bautista, gritan sin miedo contra la injusticia y la violencia, voces que están de parte de los pobres y de los débiles, de los oprimidos y despreciados y, en este sentido, se oponen contra el poder económico, político, ideológico y religioso. Hay personas que son mensajeros de Dios, que transmiten la bondad y misericordia de Dios

  1. consolad a mi pueblo, a mi gente, (Isaías).

         Pocas veces pensamos y hablamos del consuelo, tan necesario en la vida y, por lo mismo, muy frecuente también en el mundo bíblico.

El consuelo es el descanso y alivio de la pena y sufrimientos que afligen y oprimen el ánimo del ser humano.

         Dios consuela a su pueblo. No es fácil ser lúcido en el momento, en los problemas y desiertos que nos tocan vivir. ¿Qué hacer? Consolar, estar cerca, aliviar son actitudes muy de nuestro Dios, de JesuCristo y, por tanto, entra también en nuestro principio para con nosotros mismos y para con los demás. Seremos consolados por el Señor, (Mt 5).

         La misericordia, el consuelo, sentir compasión, consolar son cuidados muy humanizadores y, por tanto, cristianos.

  1. El desierto terminará y llegarán los cielos nuevos y la tierra nueva, (2 Pedro).

         El desierto de la vida termina. El evangelio del Señor nos anuncia un cielo nuevo y una tierra nueva. El cielo no puede esperar, porque es lo que da sentido a la tierra. Desde el principio estamos llamados a terminar nuestro desierto, nuestro Éxodo en la tierra de promisión, en los cielos nuevos y la tierra nueva. El destierro de las “muchas babilonias” concluye en la “Nueva Jerusalén”.

         Este segundo domingo de adviento nos evoca el principio salvífico: el Evangelio de JesuCristo, que consuela nuestra existencia y nos anuncia unos cielos nuevos y una tierra nueva.

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“Abrirnos a Dios”. 3 Domingo de Adviento – B (Juan 1,6-8.19-28)

Domingo, 17 de diciembre de 2017
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03_adv_b-600x400La fe se ha convertido para muchos en una experiencia problemática. No saben exactamente lo que les ha sucedido estos años, pero una cosa es clara: ya no volverán a creer en lo que creyeron de niños. De todo aquello solo quedan algunas creencias de perfil bastante borroso. Cada uno se ha ido construyendo su propio mundo interior, sin poder evitar muchas veces graves incertidumbres e interrogantes.

La mayoría de estas personas hace su «recorrido religioso» de forma solitaria y casi secreta. ¿Con quién van a hablar de estas cosas? No hay guías ni puntos de referencia. Cada uno actúa como puede en estas cuestiones que afectan a lo más profundo del ser humano. Muchos no saben si lo que les sucede es normal o inquietante.

Los estudios del profesor de Atlanta James Fowler sobre el desarrollo de la fe pueden ayudar a no pocos a entender mejor su propio recorrido. Al mismo tiempo arrojan luz sobre las etapas que ha de seguir la persona para estructurar su «universo de sentido».

En los primeros estadios de la vida, el niño va asumiendo sin reflexión las creencias y valores que se le proponen. Su fe no es todavía una decisión personal. El niño va estableciendo lo que es verdadero o falso, bueno o malo, a partir de lo que le enseñan desde fuera.

Más adelante, el individuo acepta las creencias, prácticas y doctrinas de manera más reflexionada, pero siempre tal como están definidas por el grupo, la tradición o las autoridades religiosas. No se le ocurre dudar seriamente de nada. Todo es digno de fe, todo es seguro.

La crisis llega más tarde. El individuo toma conciencia de que la fe ha de ser libre y personal. Ya no se siente obligado a creer de modo tan incondicional en lo que enseña la Iglesia. Poco a poco comienza a relativizar ciertas cosas y a seleccionar otras. Su mundo religioso se modifica y hasta se resquebraja. No todo responde a un deseo de autenticidad mayor. Está también la frivolidad y las incoherencias.

Todo puede quedar ahí. Pero el individuo puede también seguir ahondando en su universo interior. Si se abre sinceramente a Dios y lo busca en lo más profundo de su ser, puede brotar una fe nueva. El amor de Dios, creído y acogido con humildad, da un sentido más hondo a todo. La persona conoce una coherencia interior más armoniosa. Las dudas no son un obstáculo. El individuo intuye ahora el valor último que encierran prácticas y símbolos antes criticados. Se despierta de nuevo la comunicación con Dios. La persona vive en comunión con todo lo bueno que hay en el mundo y se siente llamada a amar y proteger la vida.

Lo decisivo es siempre hacer en nosotros un lugar real a la experiencia de Dios. De ahí la importancia de escuchar la llamada del profeta: «Preparad el camino del Señor». Este camino hemos de abrirlo en lo íntimo de nuestro corazón.

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

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Preparad el camino del Señor.

Domingo, 10 de diciembre de 2017
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rendez-drois-ses-sentiers

Si la paciencia es la madre de la espera, es la misma espera la que produce nuevo gozo en nuestras vidas. Jesús nos ha hecho entrever no sólo nuestros sufrimientos sino también lo que está más allá de ellos. «También vosotros ahora estáis tristes, pero os veré de nuevo y vuestro corazón se llenará de gozo». Un hombre, una mujer que no alimentan su esperanza en el futuro, no están en disposición de vivir el presente con creatividad.

La paradoja de la espera está precisamente en el hecho de que los que creen en el mañana están en disposición de vivir mejor el hoy; que los que esperan que de la tristeza brote el gozo están en disposición de descubrir los rasgos inaugurales de una vida nueva ya en la vejez; que los que esperan con impaciencia la vuelta del Señor pueden descubrir que él ya está aquí y ahora en medio de ellos (…).

Precisamente en la espera confiada y fiel del amado es donde comprendemos cómo ya ha llenado nuestras vidas. Como el amor de una madre por su propio hijo puede crecer mientras espera su regreso, como los que se aman pueden descubrirse cada vez más durante un largo período de ausencia, así nuestra relación interior con Dios puede ser cada vez más honda, más madura mientras esperamos pacientemente su retorno.

*

H. J. M. Nouwen,
Forza dalla solitudine, Brescia 1998, 59-62).

***

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías

“Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.””

Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaba sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:

– “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.”

*

Marcos 1,1-8

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“Con Jesús comienza algo bueno”. 2º Domingo de Adviento – B (Marcos 1,1-8). 10 de diciembre 2017

Domingo, 10 de diciembre de 2017
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gargalloA lo largo de este nuevo año litúrgico, los cristianos iremos leyendo los domingos el evangelio de Marcos. Su pequeño escrito arranca con este título: «Comienzo de la buena noticia de Jesús, el Mesías, Hijo de Dios». Estas palabras nos permiten evocar algo de lo que encontraremos en su relato.

Con Jesús «comienza algo nuevo». Es lo primero que quiere dejar claro Marcos. Todo lo anterior pertenece al pasado. Jesús es el comienzo de algo nuevo e inconfundible. En el relato, Jesús dirá que «el tiempo se ha cumplido». Con él llega la buena noticia de Dios.

Esto es lo que están experimentando los primeros cristianos. Quien se encuentra vitalmente con Jesús y penetra un poco en su misterio sabe que con él empieza una vida nueva, algo que nunca había experimentado anteriormente.

Lo que encuentran en Jesús es una «Buena Noticia». Algo nuevo y bueno. La palabra «evangelio» que emplea Marcos es muy frecuente entre los primeros seguidores de Jesús y expresa lo que sienten al encontrarse con él. Una sensación de liberación, alegría, seguridad y desaparición de miedos. En Jesús se encuentran con «la salvación de Dios».

Cuando alguien descubre en Jesús al Dios amigo del ser humano, el Padre de todos los pueblos, el defensor de los últimos, la esperanza de los perdidos, sabe que no encontrará una noticia mejor. Cuando conoce el proyecto de Jesús de trabajar por un mundo más humano, digno y dichoso, sabe que no podrá dedicarse a nada más grande.

Esta Buena Noticia es Jesús mismo, el protagonista del relato que va a escribir Marcos. Por eso su intención primera no es ofrecernos doctrina sobre Jesús ni aportarnos información biográfica sobre él, sino seducirnos para que nos abramos a la Buena Noticia que solo podremos encontrar en él.

Marcos le atribuye a Jesús dos títulos: uno típicamente judío; el otro, más universal. Sin embargo, reserva a los lectores algunas sorpresas. Jesús es el «Mesías» al que los judíos esperaban como liberador de su pueblo. Pero un Mesías muy diferente del líder guerrero que muchos anhelaban para destruir a los romanos. En su relato, Jesús es descrito como enviado por Dios para humanizar la vida y encauzar la historia hacia su salvación definitiva. Es la primera sorpresa.

Jesús es «Hijo de Dios», pero no dotado del poder y la gloria que algunos hubieran imaginado. Un Hijo de Dios profundamente humano, tan humano que solo Dios puede ser así. Solo cuando termine su vida de servicio a todos, ejecutado en una cruz, un centurión romano confesará: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios». Es la segunda sorpresa.

José Antonio Pagola

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”Allanad los senderos del Señor”. Domingo 10 de diciembre de 2017. Domingo 2º de Adviento.

Domingo, 10 de diciembre de 2017
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02advientoB2cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 40,1-5.9-11: Preparadle un camino al Señor.
Salmo responsorial: 84:
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
2Pedro 3,8-14: Esperemos un cielo nuevo y una tierra nueva.
Marcos 1,1-8: Allanad los senderos del Señor.

En los tiempos que escribe el profeta Isaías el pueblo de Israel se encuentra en el exilio de Babilonia y es inminente un posible retorno a la tierra de Israel. Isaías da aliento a su pueblo diciéndoles que ya han satisfecho la pena que tenía estipulada por sus culpas, satisfacción lograda por medio de la esclavitud y los trabajos forzosos que han vivido en Babilonia. Ahora vendrá un mensajero, que el escritor no le da nombre, proclamando que todo monte sea rebajado, allanando, aplanado para hacer una senda a nuestro Dios que regresa triunfante a Jerusalén conduciendo a su pueblo como en otro tiempo lo hizo con los israelitas saliendo de Egipto. El escritor ha tomado una costumbre de su época, según la cual cuando un rey ganaba una guerra o una batalla se hacían caminos ceremoniales en los cuales se celebraba el triunfo del rey sobre sus enemigos. Asimismo Yahvé es el Señor, el Dios de Israel que retorna glorioso triunfante a Jerusalén por un camino preparado por Él. El mensajero anuncia a todo el pueblo esta noticia, noticia de esperanza y de alegría para una comunidad que vivía marginación y explotación. Los evangelistas han asociado a este mensajero que prepara el retorno de Yahvé con Juan el Bautista.

El Salmo canta la esperanza del pueblo desterrado que ahora retorna. Ellos se preguntan hasta cuándo Dios estará alejados de ellos, y la respuesta es unánime: Él mora en aquellos que le son fieles. Ese día Yahvé se hará presente. La justicia y la paz reinarán y las cosechas, que no han producido lo esperado, prosperarán. Es un himno al Dios compasivo que ahora retorna a su tierra para hacerla fructificar. Es la espera y la esperanza en un futuro mejor.

La segunda lectura de la carta de Pedro, nos sitúa dentro del debate sobre el día de la segunda venida del Señor. La comunidad para la que esta dirigida la carta de Pedro se preguntaba cuándo sería ese día en que Jesucristo resucitado volvería. En un principio se les había dicho que pronto pero pasaba el tiempo y no retornaba. El apóstol le responde diciéndole que el Señor no se retrasa en el cumplimiento de la promesa como ellos suponen, sino que usa de la paciencia de los hombres queriendo que todos lleguen a la salvación; por que un día es como mil años y mil años como un día para el Señor. En ese día se inaugurara un nuevo cielo y nueva tierra. Lo que nosotros tenemos que hacer es esforzarnos para ser hallados en paz ante él, y ésta debe ser una actitud permanente pues no sabemos el día en que vendrá. Pedro anima a la espera a una comunidad impaciente, y más que a una espera a vivir esperanzadamente en un futuro mejor. No niega que haya problemas en la comunidad (divisiones, persecuciones), pero lo que nos debe identificar como cristianos es la confianza en un futuro mejor.

El evangelio de Marcos se centra en la predicación de Juan el Bautista. En él se cumple la profecía de Malaquías según la cual vendrá un mensajero delante del Mesías (que sería Elías); y del profeta Isaías que expresa la misión del precursor preparar el camino de aquel que ha de venir. Juan proclamaba un bautismo de conversión el cual era signo del perdón de los pecados y que implicaba el compromiso de cambio de vida. Predicaba un castigo inminente de Dios y ante esa amenaza debíamos reconocernos pecadores, débiles, que hemos fallado, por lo cual el bautismo era expresión de un real cambio de vida y no solo un simple rito. Esta predicación era muy aceptada por las gentes de Jerusalén y de Judea, especialmente los más pobres (luego evangelistas nos dirán que los fariseos y los doctores de la ley, personas importantes, no creyeron en él). Caracteriza a Juan su vestimenta y su dieta, que significaba su talante profético. Se viste a sí porque las tradiciones de la época identificaban con estos rasgos a los profetas. La venida inminente de quien bautizará en Espíritu, es la esperanza que el grupo de seguidores de Juan arraiga en su corazón.

Como vemos, la liturgia del día de hoy nos invita a esperanza, a creer que en medio de las dificultades, de las persecuciones, de las realidades más duras de la vida; es posible un futuro mejor, porque el Señor es fiel a quienes asumen los valores de la verdad, de la justicia, de la fraternidad. Todas estas esperanzas que nos invitan las lecturas, como cristianos, las leemos en Jesús, sobre todo en este tiempo de espera alegre de la Navidad, espera de un nuevo mundo. Que nuestra esperanza sepa dar testimonio ante el mundo de que un futuro mejor, en medio de las difíciles condiciones de nuestra realidad, es posible. Leer más…

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“Allanar el camino a Jesús”. 3 Domingo de Adviento – B (Juan 1,6-8.19-28)

Domingo, 14 de diciembre de 2014
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03advientoB3cerezo«Entre vosotros hay uno que no conocéis». Estas palabras las pronuncia el Bautista refiriéndose a Jesús, que se mueve ya entre quienes se acercan al Jordán a bautizarse, aunque todavía no se ha manifestado. Precisamente toda su preocupación es «allanar el camino» para que aquella gente pueda creer en él. Así presentaban las primeras generaciones cristianas la figura del Bautista.

Pero las palabras del Bautista están redactadas de tal forma que, leídas hoy por los que nos decimos cristianos, provocan en nosotros preguntas inquietantes. Jesús está en medio de nosotros, pero ¿lo conocemos de verdad?, ¿comulgamos con él?, ¿le seguimos de cerca?

Es cierto que en la Iglesia estamos siempre hablando de Jesús. En teoría nada hay más importante para nosotros. Pero luego se nos ve girar tanto sobre nuestras ideas, proyectos y actividades que, no pocas veces, Jesús queda en un segundo plano. Somos nosotros mismos quienes, sin darnos cuenta, lo «ocultamos» con nuestro protagonismo.

Tal vez, la mayor desgracia del cristianismo es que haya tantos hombres y mujeres que se dicen «cristianos», en cuyo corazón Jesús está ausente. No lo conocen. No vibran con él. No los atrae ni seduce. Jesús es una figura inerte y apagada. Está mudo. No les dice nada especial que aliente sus vidas. Su existencia no está marcada por Jesús.

Esta Iglesia necesita urgentemente «testigos» de Jesús, creyentes que se parezcan más a él, cristianos que, con su manera de ser y de vivir, faciliten el camino para creer en Cristo. Necesitamos testigos que hablen de Dios como hablaba él, que comuniquen su mensaje de compasión como lo hacía él, que contagien confianza en el Padre como él.

¿De qué sirven nuestras catequesis y predicaciones si no conducen a conocer, amar y seguir con más fe y más gozo a Jesucristo? ¿En qué quedan nuestras eucaristías si no ayudan a comulgar de manera más viva con Jesús, con su proyecto y con su entrega crucificada a todos. En la Iglesia nadie es «la Luz», pero todos podemos irradiarla con nuestra vida. Nadie es «la Palabra de Dios», pero todos podemos ser una voz que invita y alienta a centrar el cristianismo en Jesucristo.

José Antonio Pagola

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“Confesar nuestros pecados”. 2º Domingo de Adviento – B (Marcos 1,1-8). 7 de diciembre 2014

Domingo, 7 de diciembre de 2014
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02advientoB2cerezo
«Comienza la Buena Noticia de Jesucristo, Hijo de Dios». Este es el inicio solemne y gozoso del evangelio de Marcos. Pero, a continuación, de manera abrupta y sin advertencia alguna, comienza a hablar de la urgente conversión que necesita vivir todo el pueblo para acoger a su Mesías y Señor.

En el desierto aparece un profeta diferente. Viene a «preparar el camino del Señor». Este es su gran servicio a Jesús. Su llamada no se dirige solo a la conciencia individual de cada uno. Lo que busca Juan va más allá de la conversión moral de cada persona. Se trata de «preparar el camino del Señor», un camino concreto y bien definido, el camino que va a seguir Jesús defraudando las expectativas convencionales de muchos.

La reacción del pueblo es conmovedora. Según el evangelista, dejan Judea y Jerusalén y marchan al «desierto» para escuchar la voz que los llama. El desierto les recuerda su antigua fidelidad a Dios, su amigo y aliado, pero, sobre todo, es el mejor lugar para escuchar la llamada a la conversión.

Allí el pueblo toma conciencia de la situación en que viven; experimentan la necesidad de cambiar; reconocen sus pecados sin echarse las culpas unos a otros; sienten necesidad de salvación. Según Marcos, «confesaban sus pecados» y Juan «los bautizaba».

La conversión que necesita nuestro modo de vivir el cristianismo no se puede improvisar. Requiere un tiempo largo de recogimiento y trabajo interior. Pasarán años hasta que hagamos más verdad en la Iglesia y reconozcamos la conversión que necesitamos para acoger más fielmente a Jesucristo en el centro de nuestro cristianismo.

Esta puede ser hoy nuestra tentación. No ir al «desierto». Eludir la necesidad de conversión. No escuchar ninguna voz que nos invite a cambiar. Distraernos con cualquier cosa, para olvidar nuestros miedos y disimular nuestra falta de coraje para acoger la verdad de Jesucristo.

La imagen del pueblo judío «confesando sus pecados» es admirable. ¿No necesitamos los cristianos de hoy hacer un examen de conciencia colectivo, a todos los niveles, para reconocer nuestros errores y pecados? Sin este reconocimiento, ¿es posible «preparar el camino del Señor»?

José Antonio Pagola

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” Allanad los senderos del Señor”. Domingo 7 de diciembre de 2014. Domingo 2º de Adviento.

Domingo, 7 de diciembre de 2014
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gargalloLeído en Koinonia:

Isaías 40,1-5.9-11: Preparadle un camino al Señor.
Salmo responsorial: 84:
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
2Pedro 3,8-14: Esperemos un cielo nuevo y una tierra nueva.
Marcos 1,1-8: Allanad los senderos del Señor.

En los tiempos que escribe el profeta Isaías el pueblo de Israel se encuentra en el exilio de Babilonia y es inminente un posible retorno a la tierra de Israel. Isaías da aliento a su pueblo diciéndoles que ya han satisfecho la pena que tenía estipulada por sus culpas, satisfacción lograda por medio de la esclavitud y los trabajos forzosos que han vivido en Babilonia. Ahora vendrá un mensajero, que el escritor no le da nombre, proclamando que todo monte sea rebajado, allanando, aplanado para hacer una senda a nuestro Dios que regresa triunfante a Jerusalén conduciendo a su pueblo como en otro tiempo lo hizo con los israelitas saliendo de Egipto. El escritor ha tomado una costumbre de su época, según la cual cuando un rey ganaba una guerra o una batalla se hacían caminos ceremoniales en los cuales se celebraba el triunfo del rey sobre sus enemigos. Asimismo Yahvé es el Señor, el Dios de Israel que retorna glorioso triunfante a Jerusalén por un camino preparado por Él. El mensajero anuncia a todo el pueblo esta noticia, noticia de esperanza y de alegría para una comunidad que vivía marginación y explotación. Los evangelistas han asociado a este mensajero que prepara el retorno de Yahvé con Juan el Bautista.

El Salmo canta la esperanza del pueblo desterrado que ahora retorna. Ellos se preguntan hasta cuándo Dios estará alejados de ellos, y la respuesta es unánime: Él mora en aquellos que le son fieles. Ese día Yahvé se hará presente. La justicia y la paz reinarán y las cosechas, que no han producido lo esperado, prosperarán. Es un himno al Dios compasivo que ahora retorna a su tierra para hacerla fructificar. Es la espera y la esperanza en un futuro mejor.

La segunda lectura de la carta de Pedro, nos sitúa dentro del debate sobre el día de la segunda venida del Señor. La comunidad para la que esta dirigida la carta de Pedro se preguntaba cuándo sería ese día en que Jesucristo resucitado volvería. En un principio se les había dicho que pronto pero pasaba el tiempo y no retornaba. El apóstol le responde diciéndole que el Señor no se retrasa en el cumplimiento de la promesa como ellos suponen, sino que usa de la paciencia de los hombres queriendo que todos lleguen a la salvación; por que un día es como mil años y mil años como un día para el Señor. En ese día se inaugurara un nuevo cielo y nueva tierra. Lo que nosotros tenemos que hacer es esforzarnos para ser hallados en paz ante él, y ésta debe ser una actitud permanente pues no sabemos el día en que vendrá. Pedro anima a la espera a una comunidad impaciente, y más que a una espera a vivir esperanzadamente en un futuro mejor. No niega que haya problemas en la comunidad (divisiones, persecuciones), pero lo que nos debe identificar como cristianos es la confianza en un futuro mejor.

El evangelio de Marcos se centra en la predicación de Juan el Bautista. En él se cumple la profecía de Malaquías según la cual vendrá un mensajero delante del Mesías (que sería Elías); y del profeta Isaías que expresa la misión del precursor preparar el camino de aquel que ha de venir. Juan proclamaba un bautismo de conversión el cual era signo del perdón de los pecados y que implicaba el compromiso de cambio de vida. Predicaba un castigo inminente de Dios y ante esa amenaza debíamos reconocernos pecadores, débiles, que hemos fallado, por lo cual el bautismo era expresión de un real cambio de vida y no solo un simple rito. Esta predicación era muy aceptada por las gentes de Jerusalén y de Judea, especialmente los más pobres (luego evangelistas nos dirán que los fariseos y los doctores de la ley, personas importantes, no creyeron en él). Caracteriza a Juan su vestimenta y su dieta, que significaba su talante profético. Se viste a sí porque las tradiciones de la época identificaban con estos rasgos a los profetas. La venida inminente de quien bautizará en Espíritu, es la esperanza que el grupo de seguidores de Juan arraiga en su corazón.

Como vemos, la liturgia del día de hoy nos invita a esperanza, a creer que en medio de las dificultades, de las persecuciones, de las realidades más duras de la vida; es posible un futuro mejor, porque el Señor es fiel a quienes asumen los valores de la verdad, de la justicia, de la fraternidad. Todas estas esperanzas que nos invitan las lecturas, como cristianos, las leemos en Jesús, sobre todo en este tiempo de espera alegre de la Navidad, espera de un nuevo mundo. Que nuestra esperanza sepa dar testimonio ante el mundo de que un futuro mejor, en medio de las difíciles condiciones de nuestra realidad, es posible.

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Dom 7.12.14.: “Juan Bautista, la crisis del sistema”.

Domingo, 7 de diciembre de 2014
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Juan-Bautista-John-BaptistDel blog de Xabier Pikaza:

 Dom 2º Adviento, ciclo B. La liturgia ofrece un texto más largo (Mc 1, 1-8), pero quiero centrarme en sólo en dos versos (Mc 1, 4-6), en los que Marcos presenta la semblanza de Juan Bautista, quien aparece ante la Iglesia como “adviento”: Mensajero de Dios, iniciador del camino de Jesús.

Quien quiera llegar a Jesús y celebrar su Nacimiento, ha de pasar por “el río de fuego” del Bautista… Juan marca la hora del reloj de Dios, anunciando y preparando la llegada de Jesús, por eso ha de estar dispuesto a que le corten la cabeza.

Juan es el representante supremo de la crítica a un sistema dominante, que se viste de mentiras sagradas y engorda con el hambre de los pobres:

a. Juan crítica al sistema sacral del templo con los sacerdotes
b. Crítica al sistema económico del Templo y del Imperio(con sus ropas y comidas)
c. Crítica al sistema del “orgullo” sacro-nacional de algunos que se creen privilegiados por ser sin más judíos (¿hoy cristianos?).

Juan es un profeta molesto, un profeta necesario. Su figura y propuesta pertenece al comienzo-adviento del cristianismo (del evangelio), como ha destacado de forma programática el evangelio de Marcos, y toda la tradición cristiana… Las reflexiones que siguen están tomadas de mi libro “El Evangelio de Marcos” (Verbo Divino, Estella 2010).

Buen domingo a todos

Texto: Mc 4-6. Vino Juan Bautista

4 Vino Juan el Bautista (bautizando) en el desierto, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. 5 Toda la región de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. 6 Iba Juan vestido con pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero a su cintura, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre.

1, 4b. En el desierto (1,4).

El signo no es Juan sin más, sino Juan bautizando “en el desierto”. Ese término alude, por un lado, a los cuarenta años del primer nacimiento israelita, conforme a las tradiciones recogidas entre Ex y Dt (en la línea de Ex 23, 20). En esa línea, el desierto es un lugar de ruptura fuerte, un espacio de prueba o tentación intensa, y evoca, además, el camino del retorno del exilio, conforme a las palabras de 1s 40, 3. Además, puede aludir al camino de ida y retorno de Elías, vestido como “hombre de desierto” (cf. 2 Rey 1, 8), para realizar la obra que Dios le ha encomendado (cf. 1 Rey 19, 4.15).

Vino proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados (1, 4b).

De manera sorprendente, Marcos no presenta a Juan “bautizando” (como si ello fuera algo ya conocido), sino “proclamando un bautismo de conversión”… De esa manera le vincula con (y le distingue de) Jesús, que vendrá a Galilea “proclamando (con la misma palabra: kerydson) el evangelio” (1, 14). Eso significa que el bautismo (de conversión) de Juan no es un simple rito, sino un acontecimiento de salvación que él ha venido a proclamar. Ese bautismo es el centro y tema del kerigma (kêrissôn) de Juan, un rito que en ese momento constituye, dentro de Israel, algo conocido y, al mismo tiempo, una gran novedad, dentro del orden sagrado (sacerdotal) de Israel.

El rito en cuanto tal resultaba conocido,

pues los “bautismos” de purificación constituían un rasgo importante de la religiosidad del tiempo (como atestigua incluso un libro cristiano: cf. Heb 6, 2). Una parte considerable del judaísmo se hallaba preocupada por los bautismos, como puede verse en Qumrán y en otros grupos de bautistas y en los bautismos/purificaciones de los judíos piadosos y ricos, que instalan en sus casas las “mikvas” o piscinas ceremoniales, para limpiarse todos los días, o siempre que hubieran contraído alguna mancha ritual, ampliando unos ritos de purificación que en principio estaban prescritos para los sacerdotes. La misma Ley prescribía el uso lavatorios y bautismos, para que la purificación de los sacerdotes, al empezar y terminar sus ritos en el templo. Moisés lavó y purificó a Aarón y a sus hijos (Lev 8, 6). De un modo especial tenían que lavarse y bautizarse los celebrantes antes y después de los sacrificios (Lev 16, 4.24), y también aquellos que hubieran participado en los ritos (Lev 16, 26-28).

Pero Juan Bautista es un caso aparte.

Él representaba una línea especial, pues no hablaba de “bautismos”, sino que proclamaba un único bautismo, y porque no decía a los hombres y mujeres que se bautizaran ellos (por sí mismos, en sus piscinas rituales), sino que les bautizaba él mismo, en un río muy especial (el Jordán, río de entrada en la tierra prometida), como enviado escatológico de Dios. Su gesto de “bautizar a otros” impresionó de tal forma a la gente que aquellos que le conocieron le llamaban “el Bautista” (es decir, el que bautiza). Por otra parte, su bautismo era un signo profético de carácter único pues anunciaba la irrupción del “más fuerte” (que ofrecerá el bautismo en el Espíritu Santo, como interpreta Mc 1, 8).

Conforme a la tradición del Q, recogida por Mateo y Lucas, el rito de Juan se vincula con imágenes de dura destrucción, que expresan el fin de este mundo, la vuelta al principio del caos, antes que el tiempo existiera (cf. hacha, huracán, fuego: Lc 3, 17; Mt 3, 11-13). Pero Marcos deja a un lado esos signos y relaciona el bautismo de Juan (con agua, para conversión) con la llegada del Más fuerte (=iskhyroteros), que bautizará en Espíritu Santo y Fuego (Mc 1, 8). Sólo ese Más Fuerte “que viene”, realizará la obra de Dios

Bautismo de conversión

Al centrar su mensaje/kerigma en el bautismo de conversión (metanoia) para perdón de los pecados, según Marcos, Juan estaba asumiendo una función de tipo más “sacerdotal”, es decir, más vinculada a unas normas sagradas de la purificación, de manera que su gesto le relacionaba y le separaba de los sacerdotes de Jerusalén, interesados por las purificaciones (aunque más en la línea de los sacrificios, que de los bautismos).

Así podemos situarle más cerca de los esenios de Qumrán, muy preocupados por los temas sacerdotales (y por los bautismos), aunque contrarios a los sacrificios de Jerusalén. Pero, en contra de los qumramitas, Juan proclama (en su kerigma) un “bautismo de conversión” (metanoia) única, es decir, de transformación personal y social para siempre. De esa forma, él establece un “movimiento de conversión definitiva, ante el fin inminente, más que de penitencia repetida.

Esta metanoia o conversión de Juan (cf. 1, 4.8), responde a la exigencia que la Biblia hebrea y la tradición israelita han condensado en la raíz “shub”, que implica un movimiento de “retorno”, esto es, de vuelta a Yahvé, como vemos en muchos testimonios del judaísmo de aquel tiempo, desde los textos Qumrán y de las Diez y ocho bendiciones (Shmone Esre) hasta la Oración de Manasés. Quizá la novedad de Juan está en que pone a sus oyentes ante “la última conversión” (después no hay otra) y la vincula con un único bautismo en el Jordán, que él mismo imparte, para entrada en la tierra prometida.

Este bautismo es para perdón de los pecados…, en la línea de los ritos de perdón del templo (centrados en el Yom Kippur anual); pero el bautismo de Juan, impartido una sola vez, proclama y suscita de un perdón único y universal, sin machos cabríos ni sacrificios ni templo.

1, 5a. Y venía a él toda la gente de la región de Judea y todos los jerosolimitanos

Esta frase supone que Juan ha tenido un éxito muy grande. Ciertamente, ella puede ser una exageración, pero nos sitúa sobre una buena pista para entender su mensaje y el alcance de su propuesta. A diferencia de Jesús (que desarrolla su misión en Galilea), Juan actúa como profeta de (para) Judea y Jerusalén, en un área que parece controlada por los sacerdotes. En ese sentido podemos afirmar incluso que él aparece como alternativa frente al templo, en la línea de los monjes de Qumrán, como un profeta básicamente judío.

Juan dirige su propuesta desde el otro lado del río, a los habitantes de Judea y de Jerusalén (no se dice que vengan a escucharle de Galilea, a no ser Jesús: 1, 9). Eso significa que Juan está directamente vinculado con Jerusalén. Sin duda, su gesto implica una protesta contra el templo y de esa forma su tarea puede y debe entenderse como alternativa sacral (escatológica) al templo.

Por eso, cuando Marcos dice que venían “todos los de Judea y Jerusalén”, está suponiendo que había crecido la protesta contra sus instituciones sagradas.
Juan no anuncia la caída de Roma, ni promueve una guerra santa contra los ejércitos invasores que dependen directamente de Roma o de Herodes, en Perea), sino que eleva su crítica frente al ritual del Templo de Jerusalén, no con el fin de purificarlo y para poner allí a otros sacerdotes (como querrán los de Qumrán o, más tarde, los celotas de la guerra del 67-70), sino para cambiar el mismo orden sacral del judaísmo de su tiempo.

Venían todos…

El texto añade que “todos” venían y eran bautizados, confesando sus pecados”, en una especie de gran liturgia penitencial pública, que no estaba guiada por el sumo sacerdote (como en el Yom Kippur), sino por el mismo Juan, ante el río, abierto a todos (en las aguas públicas), no en los patios interior del templo, reservado únicamente a los israelitas puros.

De esa manera, Juan se eleva en la frontera del desierto del Jordán, como un personaje del fin de los tiempos, asumiendo de algún modo los atributos de Sumo Sacerdote de una liturgia sagrada de tipo escatológico (del fin de los tiempos), oponiéndose así a los sacrificios y a los sacerdotes del templo de Jerusalén.

Juan ofrecía así un mensaje y una liturgia personal, dirigida a cada uno de los que venían y confesaban sus pecados, por opción (no por simple pertenencia al pueblo elegido), dirigiéndose a todos los habitantes de Jerusalén y de Judea, a los que quiso sin duda reunir y preparar, ante la llegada del fin de los tiempos. Este kerigma del bautismo “de conversión”, para perdón de los pecados, se elevaba, según eso, como alternativa al templo, de manera que podemos afirmar que Juan había ido al desierto (al Jordán) para enfrentarse con las instituciones sacrales de Jerusalén, ofreciendo un mensaje y un rito alternativo. Debemos añadir, además, que su propuesta ha tenido éxito, al menos relativamente, pues venían a él “todos” los de Judea y Jerusalén, según el texto.

1, 5b. Y eran bautizados por él en el río Jordán…

El verbo está en pasiva (ebaptidsonto), como suponiendo que, a través del bautismo de Juan, bautizaba el mismo Dios. De esa forma, el gesto activo de Juan vinculaba la “purificación” (perdón de los pecados, no de faltas rituales), con la entrada final en la tierra prometida (paso del Jordán; cf. 1, 5). Estrictamente hablando, el río Jordán no se adentra en el desierto, pero discurre por zonas casi desérticas, separando la tierra de Judá, donde está Jerusalén (ribera occidental, Westside), de la tierra de Perea (es decir, “Del Otro Lado”, la ribera oriental) que, estrictamente hablando, no formaba parte de la tierra prometida.

— Según eso, Juan vinculaba su bautismo con el perdón de los pecados y con el paso hacia la tierra prometida, desde el borde del desierto. En ese contexto debemos recordar que el éxodo de los israelitas culminó, según Jos 3, en el paso del río: los que venían de Egipto, cruzando el gran desierto, atravesaron milagrosamente el cauce del Jordán para entrar en la tierra prometida.

— También ahora los convertido del Bautista debían penetrar en el agua, confesando los pecados y esperando la liberación final. Este dato es suficiente para Marcos, quien supone (teológicamente) que en el mismo centro del desierto (prueba) hay un río que no es signo de fertilidad (como en Ez 47), sino de bautismo y conversión, un río que se sitúa en la frontera del desierto, y cuyas aguas no sirve2 para dar vida, sino para confesar los pecados y esperar el perdón.

1, 6. Vestidos y comida

Marcos sigue diciendo que Juan «iba cubierto con pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero a su cintura, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre». Estos signos definen y delimitan su vida, frente a los sacerdotes de Jerusalén y frente a todos los que viven “instalados” en este mundo viejo, al que se ajustan a través de sus comidas y bebidas. Su mismo estilo de vida constituye un signo de condena para los sacerdotes de Jerusalén y para los ricos de la tierra. Por eso ha decidido situarse en el principio de la historia israelita (como los que venían de Egipto con Josué, en Jos 1-3), reuniendo a unos discípulos en el desierto y preparando allí (junto al río) la llegada del juicio (destructor y salvador) de Dios, que les permitirá entrar de un modo nuevo en la tierra prometida. Desde ese fondo pueden valorarse algunos de sus signos.

Allí donde acaba el desierto discurre el Jordán, y quien lo pueda cruzar como lo hicieron antaño Josué y los suyos (cf. Jos 1-4) recibirá la herencia prometida. Pues bien, a la vera del río habita Juan, preparándose para pasar a la tierra y recibir el don de Dios (Mc 1, 5) y en su entorno se forma una “comunidad” de entusiastas escatológicos, atentos al primer “movimiento” de Dios (podríamos citar en ese contexto a Jn 5, 3-4) para cruzar el río y entrar en la tierra prometida. A Juan le matarán antes de que llegue su hora de cruzar el río. Jesús lo cruzará para iniciar la tarea del Reino en Galilea (de donde había venido), diciendo que el tiempo se ha cumplido (1, 15).

Ropa como Elías. Juan y sus discípulos se cubren con pelo de camello y cinturón de cuero (Mc 1, 6). Así recuerdan a Elías (2 Rey 1, 8), profeta ejemplar (a quien seguirá recordando Jesús, tras separarse de Juan, aunque en otra línea), anunciador del juicio de Dios sobre el Carmelo (cf. 1 Rey 18). Estas vestiduras son signo de austeridad profética y de vida de desierto (antes de entrar en la tierra cultivada). Pero el camello no es sólo señal de austeridad sino de impureza (cf. Lev 11, 4). Al vestirse de esa forma, Juan protesta contra las normas de los “miembros puros” de Qumrán o del farisaísmo. Por su parte, Jesús seguirá en esa línea de protesta contra un tipo de leyes de pureza, pero no volviendo al desierto como Juan, sino amando y ayudando de un modo especial a los impuros (en comida, curaciones etc.).

Comida: saltamontes y miel silvestre. Parece evocar un ideal de vuelta a la naturaleza, es decir, al tiempo del desierto, antes que los hebreos entraran en la tierra prometida (alimentos sin preparar, no sujetos a las leyes del mercado). Juan y sus discípulos forman, por su comida y vestido, una comunidad contra-cultural y anti-cultual (no compran en el mercado, con su ley injusta; no acuden al templo de Jerusalén, ni acatan las normas de pureza de fariseos y qumramitas). Ellos son unos “transgresores”, pues para los judíos observantes la miel silvestre era impura, por contener restos de mosquitos e insectos. En esa línea avanzará Jesús, pero no comiendo comida de desierto, sino compartiendo la comida con los impuros y expulsados de Galilea.

Éste es Juan, un hombre antisistema…, un crítico total de las instituciones. Sólo pasando por su proyecto y programa de vida se puede llegar al Cristo.

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Recordatorio

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