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La misión inherentemente queer de Juan el Bautista

Lunes, 11 de diciembre de 2023
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IMG_1793 Sor Jane Aseltyne, IHM

La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Sr. Jane Aseltyne, IHM. Sor Jane, está en primeros votos con las Hermanas Siervas del Inmaculado Corazón de María de Monroe, Michigan. Tiene una maestría en Teología Sistemática y Espiritualidad de la Unión Teológica Católica de Chicago. Su tesis de maestría titulada “Beyond the Binary: Expanding Understandings of the Imago Dei,”  (“Más allá de lo binario: ampliando la comprensión de la Imago Dei”) busca desarrollar una comprensión más inclusiva de lo que significa ser hecho a imagen y semejanza de Dios, particularmente en lo que respecta al género y la orientación sexual.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el segundo domingo de Adviento se pueden encontrar aquí.

Hace unos meses, me invitaron a ser parte de un nuevo esfuerzo en mi parroquia, St. James Wabash, en el barrio Bronzeville de Chicago. La invitación a codirigir un ministerio LGBTQIA+ en la parroquia fue una grata sorpresa. Me emocionó que mi parroquia estuviera dispuesta a salir de su zona de confort y comenzar algo tan necesario, pero también tenía dudas, preguntándome cómo recibiría la congregación el ministerio.

El primer domingo que se anunció el ministerio, mi colíder y yo nos paramos frente a nuestra comunidad parroquial e invitamos a aquellos que se identifican como queer y aliados a unirse a nosotros en una reunión para hablar sobre nuestros viajes. Estaba nerviosa pero confiaba en que el Espíritu nos guiaría.

No teníamos una agenda estricta y rápida para nuestra primera reunión. El objetivo era tener una idea de las necesidades existentes en la parroquia en torno a las cuestiones LGBTQIA+. En esa primera reunión, me encantó la cantidad de personas que asistieron y que nuestra conversación reveló las muchas y variadas formas en que cada uno de nosotros navegamos siendo queer o aliados en una iglesia que no siempre acepta fácilmente las experiencias y vidas de las personas queer.

Al reflexionar sobre esa reunión a través del lente de las lecturas litúrgicas de hoy, me encontré regresando a Juan el Bautista y su experiencia de proclamar la venida de “uno más grande que él”. A menudo se retrata a John como un poco “excéntrico”. Marcos nombra el tipo de ropa que usa y la comida que come para mostrarnos que Juan no era como las demás personas. Viste ropas hechas de pelo de camello, come langostas y miel silvestre y pasa sus días en el desierto clamando por la venida del salvador. Por lo que podemos deducir de Marcos, tenemos la sensación de que Juan estaba al margen de la comunidad dominante.

Aplicando una lente queer al evangelio de hoy, podríamos decir que la misión de Juan el Bautista es inherentemente queer (esto no quiere decir nada sobre su orientación sexual, que nunca sabremos). Según el teólogo Patrick Cheng, queering significa ir más allá de lo binario, desafiar el status quo y poner la autoridad patas arriba. ¿No era eso exactamente lo que estaba haciendo Juan? Instó a la gente a arrepentirse, desafió a los poderes fácticos y vivió una vida que hizo que las personas se cuestionaran a sí mismas y reflexionaran sobre sus acciones de nuevas maneras. Al aplicar el concepto de queering a lo que hace John, nos permitimos entrar en su misión y experimentarla más plenamente.

IMG_1790Cuando miramos la vida de Juan a través de esta lente, lo vemos como alguien valiente que creía tan apasionadamente en la misión redentora de Jesús que estaba dispuesto a dar su vida por ella. Predicó la urgencia. Sabía que su tiempo era limitado y sabía que las personas que lo rodeaban necesitaban reorientar sus vidas y actitudes para dar paso a la venida de Jesús.

Si tomamos en cuenta el panorama LGBTQIA+ actual en nuestra iglesia y en el mundo, vemos a defensores de la justicia defendiendo la causa por la plena inclusión y aceptación. Algunos que me vienen a la mente son Craig Ford, Bryan Massingale, Jim Martin y Yunuen Trujillo, todos quienes han escrito y hablado extensamente sobre asuntos queer en la iglesia. Organizaciones católicas como New Ways Ministry y DignityUSA brindan recursos y aportan una voz corporativa a las preocupaciones LGBTQIA+. Al igual que Juan, estas personas y organizaciones (y muchas más) se han puesto en posición de ser criticadas e incomprendidas porque dan voz a una comunidad que está constantemente marginada dentro de nuestra iglesia y el mundo.

Cuando pienso en los que asisten al grupo de apoyo mensual de nuestra parroquia, veo gente común y corriente que se presenta para hacer el trabajo. A su manera, están actuando con valentía y valentía por el amor y la inclusión. Sus historias resuenan en mí: la lucha por ser escuchado, conocido, visto, historias de esperanza y resiliencia, el compromiso de seguir presente incluso cuando es difícil.

Mientras continuamos nuestro viaje de Adviento, recordemos que es una temporada de anhelo y misterio. Es un momento para que recordemos que Cristo vino al mundo tal como era, y debemos involucrarnos con el mundo hoy tal como es y no rehuirlo. Deja que la urgencia de Juan te hable sobre cómo puede actuar en nombre de los más marginados, esperando el día en que “la bondad y la verdad se encuentren, y la justicia y la paz se besen”. No existe el momento perfecto. El tiempo es ahora. Que nuestras vidas proclamen con urgencia la misión liberadora de Jesús.

—Sr. Jane Aseltyne, IHM, 10 de diciembre de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Renovación interior”. 2º Domingo de Adviento – B (Marcos 1,1-8). 10 de diciembre 2023

Domingo, 10 de diciembre de 2023
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IMG_1684Para ser humana, a nuestra vida le falta una dimensión esencial: la interioridad. Se nos obliga a vivir con rapidez, sin detenernos en nada ni en nadie, y la felicidad no tiene tiempo para penetrar hasta nuestro corazón. Pasamos rápidamente por todo y nos quedamos casi siempre en la superficie. Se nos está olvidando escuchar la vida con un poco de hondura y profundidad.

El silencio nos podría curar, pero ya no somos capaces de encontrarlo en medio de nuestras mil ocupaciones. Cada vez hay menos espacio para el espíritu en nuestra vida diaria. Por otra parte, ¿quién se va a ocupar de cosas tan poco estimadas hoy como la vida interior, la meditación o la búsqueda de Dios?

Privados de alimento interior, sobrevivimos cerrando los ojos, olvidando nuestra alma, revistiéndonos de capas y más capas de proyectos, ocupaciones e ilusiones. Hemos aprendido ya a vivir «como cosas en medio de cosas» (Jean Onimus). Pero lo triste es observar que, con demasiada frecuencia, tampoco la religión es capaz de dar calor y vida interior a las personas. En un mundo que ha apostado por «lo exterior», Dios resulta un «objeto» demasiado lejano y, a decir verdad, de poco interés para la vida diaria.

Por ello no es extraño ver que muchos hombres y mujeres «pasan de Dios», lo ignoran, no saben de qué se trata, han conseguido vivir sin tener necesidad de él. Quizá existe, pero lo cierto es que no les «sirve» para su vida.

Los evangelistas presentan a Jesús como el que viene a «bautizar con Espíritu Santo», es decir, como alguien que puede limpiar nuestra existencia y sanarla con la fuerza del Espíritu. Y quizá la primera tarea de la Iglesia actual sea precisamente la de ofrecer ese «bautismo de Espíritu Santo» a los hombres y mujeres de nuestros días.

Necesitamos ese Espíritu que nos enseñe a pasar de lo puramente exterior a lo que hay de más íntimo en el ser humano, en el mundo y en la vida. Un Espíritu que nos enseñe a acoger a ese Dios que habita en el interior de nuestras vidas y en el centro de nuestra existencia.

No basta que el evangelio sea predicado. Nuestros oídos están demasiado acostumbrados y no escuchan ya el mensaje de las palabras. Solo nos puede convencer la experiencia real, viva, concreta, de una alegría interior nueva y diferente.

Hombres y mujeres convertidos en paquetes de nervios excitados, seres movidos por una agitación exterior y vacía, cansados ya de casi todo y sin apenas alegría interior alguna, ¿podemos hacer algo mejor que detener un poco nuestra vida, invocar humildemente a un Dios en el que todavía creemos y abrirnos confiadamente al Espíritu que puede transformar nuestra existencia? ¿Podrán ser nuestras comunidades cristianas un espacio donde vivamos acogiendo el Espíritu de Dios encarnado en Jesús?

José Antonio Pagola

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”Allanad los senderos del Señor”. Domingo 10 de diciembre de 2023. Domingo 2º de Adviento.

Domingo, 10 de diciembre de 2023
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02advientoB2cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 40,1-5.9-11: Preparadle un camino al Señor.
Salmo responsorial: 84:
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
2Pedro 3,8-14: Esperemos un cielo nuevo y una tierra nueva.
Marcos 1,1-8: Allanad los senderos del Señor.

En los tiempos que escribe el profeta Isaías el pueblo de Israel se encuentra en el exilio de Babilonia y es inminente un posible retorno a la tierra de Israel. Isaías da aliento a su pueblo diciéndoles que ya han satisfecho la pena que tenía estipulada por sus culpas, satisfacción lograda por medio de la esclavitud y los trabajos forzosos que han vivido en Babilonia. Ahora vendrá un mensajero, que el escritor no le da nombre, proclamando que todo monte sea rebajado, allanando, aplanado para hacer una senda a nuestro Dios que regresa triunfante a Jerusalén conduciendo a su pueblo como en otro tiempo lo hizo con los israelitas saliendo de Egipto. El escritor ha tomado una costumbre de su época, según la cual cuando un rey ganaba una guerra o una batalla se hacían caminos ceremoniales en los cuales se celebraba el triunfo del rey sobre sus enemigos. Asimismo Yahvé es el Señor, el Dios de Israel que retorna glorioso triunfante a Jerusalén por un camino preparado por Él. El mensajero anuncia a todo el pueblo esta noticia, noticia de esperanza y de alegría para una comunidad que vivía marginación y explotación. Los evangelistas han asociado a este mensajero que prepara el retorno de Yahvé con Juan el Bautista.

El Salmo canta la esperanza del pueblo desterrado que ahora retorna. Ellos se preguntan hasta cuándo Dios estará alejados de ellos, y la respuesta es unánime: Él mora en aquellos que le son fieles. Ese día Yahvé se hará presente. La justicia y la paz reinarán y las cosechas, que no han producido lo esperado, prosperarán. Es un himno al Dios compasivo que ahora retorna a su tierra para hacerla fructificar. Es la espera y la esperanza en un futuro mejor.

La segunda lectura de la carta de Pedro, nos sitúa dentro del debate sobre el día de la segunda venida del Señor. La comunidad para la que esta dirigida la carta de Pedro se preguntaba cuándo sería ese día en que Jesucristo resucitado volvería. En un principio se les había dicho que pronto pero pasaba el tiempo y no retornaba. El apóstol le responde diciéndole que el Señor no se retrasa en el cumplimiento de la promesa como ellos suponen, sino que usa de la paciencia de los hombres queriendo que todos lleguen a la salvación; por que un día es como mil años y mil años como un día para el Señor. En ese día se inaugurara un nuevo cielo y nueva tierra. Lo que nosotros tenemos que hacer es esforzarnos para ser hallados en paz ante él, y ésta debe ser una actitud permanente pues no sabemos el día en que vendrá. Pedro anima a la espera a una comunidad impaciente, y más que a una espera a vivir esperanzadamente en un futuro mejor. No niega que haya problemas en la comunidad (divisiones, persecuciones), pero lo que nos debe identificar como cristianos es la confianza en un futuro mejor.

El evangelio de Marcos se centra en la predicación de Juan el Bautista. En él se cumple la profecía de Malaquías según la cual vendrá un mensajero delante del Mesías (que sería Elías); y del profeta Isaías que expresa la misión del precursor preparar el camino de aquel que ha de venir. Juan proclamaba un bautismo de conversión el cual era signo del perdón de los pecados y que implicaba el compromiso de cambio de vida. Predicaba un castigo inminente de Dios y ante esa amenaza debíamos reconocernos pecadores, débiles, que hemos fallado, por lo cual el bautismo era expresión de un real cambio de vida y no solo un simple rito. Esta predicación era muy aceptada por las gentes de Jerusalén y de Judea, especialmente los más pobres (luego evangelistas nos dirán que los fariseos y los doctores de la ley, personas importantes, no creyeron en él). Caracteriza a Juan su vestimenta y su dieta, que significaba su talante profético. Se viste a sí porque las tradiciones de la época identificaban con estos rasgos a los profetas. La venida inminente de quien bautizará en Espíritu, es la esperanza que el grupo de seguidores de Juan arraiga en su corazón.

Como vemos, la liturgia del día de hoy nos invita a esperanza, a creer que en medio de las dificultades, de las persecuciones, de las realidades más duras de la vida; es posible un futuro mejor, porque el Señor es fiel a quienes asumen los valores de la verdad, de la justicia, de la fraternidad. Todas estas esperanzas que nos invitan las lecturas, como cristianos, las leemos en Jesús, sobre todo en este tiempo de espera alegre de la Navidad, espera de un nuevo mundo. Que nuestra esperanza sepa dar testimonio ante el mundo de que un futuro mejor, en medio de las difíciles condiciones de nuestra realidad, es posible. Leer más…

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10.12.23: Dom 2 Adviento. Principio de Navidad, Juan Bautista (Mc 1, 1-8)

Domingo, 10 de diciembre de 2023
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275px-San_Juan_Bautista_-_El_Greco_-_Lienzo_-_hacia_1600_-_1605Del blog de Xabier Pikaza:

Muchos no sabemos cómo empezar Navidad, aunque muchas ciudades han encendido luces de colores, han alzado árboles de christmas y han sacado a la calle renos con Papa-Klaus o San Nicolas  vestidos de blanco y colorado, con toques verdes, bellas muchachas y comidas de familia con turrones.

Todo eso está bien, aunque apenas aparece el niño del verdadero futuro de la vida  cristianaque es Navidad. Está bien, aunque para los cristianos, según el Evangelio de Marcos, evangelio del año litúrgico que empieza, en el principio, como precursor de la Navidad, no está el Santo Klaus, ni los renos/abetos del norte,  sino Juan Bautista, en el río del desierto, con comida y vestido especial, invitándonos al agua de su río, a la palabra de su mensaje, al presente y futuro más hondo de la vida de Jesús, porque es Adviento, viene la Navidad.

Texto: Marcos 1,1-8

 Éste es el comienza del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios, como está  escrito en el profeta Isaías: “Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.” Este comienzo es Juan bautizando en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaba sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán.

Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.”

Desierto, contra una cultura consumo y desperdicio, que crea pobreza Jesús iniciará su camino en Galilea (Mc 1, 14), para culminarlo en Jerusalén. Juan, en cambio ha comenzado volviendo al desierto, al principio de la vida, que está hecha de lo esencial, de la vida simple, de los dones esenciales,  sin cruzar el Jordán de la gran abundancia y empezar malgastando la vida con riquezas inútiles y opresoras, con comidas de derroche….

Juan nos invita a volver al desierto ¿estamos preparados? Al desierto de la vida compartida en el camino… para buscar lo esencial. Desde ese fondo, Juan  rechaza las estructuras sociales y las instituciones sacrales de los judíos instalados ya en la tierra de la gran abundancia. Su estilo de vida es un signo de condena para aquellos que quieren tener y tener siempre más, oprimiendo si es preciso a los pobres los ricos. Por eso vuelve al principio de la historia israelita (trazada en los libros que van del Éxodo al Deuteronomio), reuniendo a unos discípulos en el desierto y preparar la llegada del juicio de Dios, que les permitirá entrar en la tierra prometida.

Río de frontera, emigrantes todos Allí donde acaba el desierto discurre el Jordán y aquellos que lo crucen de verdad (como hicieron antaño Josué y los suyos; cf. Jos 1-4) recibirán la herencia de la tierra prometida. A la vera del río habita Juan, preparándose para pasar al otro lado, a la tierra de la fraternidad (Mc 1, 5). En su entorno se forma una “iglesia” o comunidad de emigrantes, atentos al primer “movimiento” del agua (cf. Jn 5, 3-4) para atravesar el río y entrar en la tierra prometida.

Juan no podrá pasar el rio, pues le matarán antes de cruzarlo; no podrá emigrar, pero quiere que otros emigremos con Jesús… Sigue habiendo emigrantes de necesidad, del sur pobre al norte rico, del hambre a la comida, de la persecución a la libertad… Muchos quieren sobrevivir, cruzando el  río Grande de América del Norte, el gran Estrecho del mar para llegar a la  Europa fecunda en vanidades; muchos mueren en el camino…

Pero la más honda emigración tenemos que hacerla nosotros, los instalados en la abundancia,  los ricos de la tierra, una emigración para vaciarnos de nuestro egoísmo, para encontrar nuestra verdad, para celebrar con Juan el camino del Adviento que lleva a Jesús.

Vestidos con vestiduras de fidelidad a la tierra de comunicación de bienes.

La Navidad de nuestro mundo opulento es Navidad de vestiduras de lujo,  de apariencia vanidosa de marcas, de colores de reclamo hacia un gozo de apariencia.   En contra de esos vestidos de apariencia de mercado, tejidos con el sudor y opresión de los pobres, Juan Bautista, en el desierto, junto al río,  nos pide ante todo con su ejemplo que nos desnudemos de nuestros “hábitos” de mentira  y opresión, que quedemos desnudos, siendo lo que somos, en comunión de vida con los otros, lo que somos,  para entrar de esa manera al río.

Juan quiere que abandonemos las vestiduras de poder,  tejidas de orgullo, poder y opresión se los otros.  Por eso, mientras llega el momento de cruzar el río, Juan y sus discípulos se cubren con túnicas sencillas, de pelo de camello, y se ciñen con simples cinturón de cuero (Mc 1, 6), recordando a a Elías, profeta ejemplar (a quien seguirá recordando Jesús), anunciador del juicio de Dios sobre el Carmelo (cf. 1 Rey 18).

Estas vestiduras son signo de austeridad profética y de vida en comunión  de todos, signo de vuelta a la naturaleza, en la línea de una ecología hecha de respeto a la naturaleza y a la vida. Se trata de no destruir el mundo para vestirnos nosotros; no vestirnos de lujo para que otros sufran de hambre… Nuestro “hábito  (hábitat) es la naturaleza que nos ofrece, hojas de higuera, con tejidos naturales de lino y algodón, con  de pelos/pieles de animales a los que hemos cuidado como hermanos.   Somos de alguna manera lo que vestimos, lo que ponemos por encima de nuestra  piel, igual para todos…

Adviento es aprender a desvestirnos de las ropas de orgullo y violencia, para establecer así una   comunicación real, de persona a persona. Ser lo que somos, eso es adviento. Vestirnos de naturaleza, de pelo de camello (los animales del campo…), de cinturón de cuero, de la piel de animales que han sido nuestros compañeros de camino, con ellos, como ellos, en un mundo donde hay espacio para todos.

Comida natural, en fraternidad: saltamontes y miel silvestre (Mc 1, 6). Lo que vestimos somos, pero también lo que comemos, como sabe y dice Jesús en el Sermón de la Montaña (Mt 6, 25-34), en comunión con la naturaleza, con lirios del campo y la pájaros/cuervos del cielo. Nos viste Dios, es decir, la naturaleza, como sabe y dice Jesús, discípulo de Juan Batista. Podemos confiar, como pájaros y  lirios, pero trabajando de un modo fraterna en la naturaleza, no para destruirla, sino para cuidarnos con ella y para devolverle su dignidad con nuestro cuidado.

Un tipo de cultura actual lo “come” (devora, fagocita todo…), combustibles fósiles y minerales,  come y come, destruye y destruye todo, en todo el mundo, de todo el mundo. Juan, en cambio, quiere comer lo que le ofrece la naturaleza, de un modo normal, como sobrante…, lo que le sobra al mundo. En su contexto de desierto, junto al río, saltamontes y miel silvestre… En nuestro contexto otros frutos, plantas  y animales, manzanas de árbol, cereales de campo… Pero comer lo que necesitamos, en fraternidad con la naturaleza, no para destruirla, para enriquecerse unos y pasar hambre otros, destruyéndonos y destruyendo la tierra.

Comer con sobriedad, sin devorarlo todo… Vivir con lo que nos da la naturaleza, allí donde estamos, cada uno en un hábitat distinto, compartiendo con solidaridad, para enriquecer a la tierra con nuestro paso por ella,s para dar gracias de Dios y bendecirnos mutuamente, unos a los otros.

Conversión, transformación, y bautismo. La vida de Adviento, preparación de la llegada del “más fuerte” que es un niño, ha de ser, conforme a lo anterior, una vida sobriedad, de inserción positiva en el mundo, de fraternidad,  revestidos de la vida de la tierra, alimentados de ella, sin devorarlo todo, sin devorarnos unos a los otros, en gesto de conversión, dispuestos a pasar por el “agua nueva del bautismo a  la vida” verdadera.

Bautizarse significa con-vertirse, transformarse, empezar de nuevo, como seres que respiran (viviendo), que comen, que se limpian y renuevan y reviven en el agua de la con-versión, para así “pasar” e introducirnos en la vida de Dios.

  Esa vida de con-versión (en vestidos y comida, en fraternidad) culmina y se expresa en el bautismo. Ésta es la mayor esperanza de los discípulos de  Juan; esta fue la esperanza de Jesús, discípulo de Juan, esta es nuestra esperanza de Adviento: pasar Jordán y entrarán, de manera liberada, en la tierra prometida. Leer más…

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“Tres caminos hacia Jesús.” 2º Domingo de Adviento. Ciclo B

Domingo, 10 de diciembre de 2023
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IMG_1744Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El camino poético (Isaías 40,1-5.9-11)

            Hacia el año 540 a.C., los judíos llevaban medio siglo desterrados en Babilonia. Años duros, de grandes sufrimientos, de ansia de libertad y de vuelta a la patria. Esa buena noticia es la que anuncia el profeta. Pero el largo camino, a través de zonas a menudo inhóspitas, puede asustar a muchos y desanimarles de emprender el viaje. Entonces, una voz misteriosa, da la orden, no se sabe a quién, de preparar el camino al Señor. No se dirige a hombres, porque la labor que realizarán es sobrehumana: construir en el desierto una espléndida autopista, allanando montes y colina, rellenando valles. Por ella volverá el pueblo judío, acompañado de su Dios, como un pastor apacienta a su rebaño.

Consolad, consolad a mi pueblo, -dice vuestro Dios-; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados.

Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos – ha hablado la boca del Señor».

Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, reúne con su brazo los corderos y los lleva sobre el pecho, hace recostar a las madres».

         El camino ético (Qumrán)

         Con el tiempo, la idea de preparar un camino al Señor en el desierto adquirió un sentido nuevo: a mediados del siglo II a.C., un grupo de sacerdotes y seglares judíos, descontentos con el comportamiento de los sumos sacerdotes de Jerusalén y de las costumbres paganas que se estaban introduciendo, recordando el texto del libro de Isaías, decide retirarse al desierto de Judá y allí, en Qumrán, fundar una especie de comunidad religiosa. En el desierto preparan el camino del Señor. Ya no se trata de un camino poético, sino de una conducta conforme a la Ley del Señor. (En hebreo, derek puede significar “camino” y “forma de conducta”, igual que way en inglés).

        El camino del Señor Jesús (Marcos 1,1-8)

        Esta misma interpretación del texto de Isaías es la que aplica el evangelio a Juan Bautista. También él marcha al desierto a preparar un camino. A primera vista parece tratarse de un camino ético, como en Qumrán, ya que Juan exhorta a la conversión y al bautismo para el perdón de los pecados. Pero sus palabras dejan claro que prepara el camino a una persona más poderosa que él y que trae un bautismo superior al suyo: Jesús.

Comienzo del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.

Como está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío a mi mensajero delante de ti el cual preparará tu camino. Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos»; se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados.

Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:

-Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo, y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero é1 os bautizará con Espíritu Santo.

            Lugar. «En el desierto». ¿Por qué no predica Juan en Jerusalén, o en alguna ciudad, como Hebrón o Jericó? Si recordamos las tensiones religiosas y políticas que se produjeron en Israel desde el siglo II a.C., el hecho de que Juan predique en el desierto significa que pertenece a un grupo de oposición, que mira con malos ojos al clero de Jerusalén. El Reino de Dios no se puede anunciar en el templo, ni en la ciudad santa. Tiene que ser en un ambiente distinto, al margen de la religión institucional. Y el signo de la conversión no serán sacrificios de animales, sino el reconocimiento de los pecados y el bautismo.

        Actividad bautismal. Bautizar significa en griego «lavar». Es lo que hacen los fariseos y la mayor parte de los judíos cuando vuelven de la plaza: «no comen si no se lavan/bautizan totalmente» (Mc 7,4).   Juan se dedica a lavar, no copas, jarras y ollas (ver Mc 7,4), sino personas. Lógicamente, lo hace con agua, por eso actúa junto al río Jordán. ¿De dónde le viene esa idea? El profeta Ezequiel, dirigiéndose a los deportados en Babilonia y en otros países, les promete en nombre de Dios que volverán a la patria, y allí: «Os rociaré con un agua pura que os purificará, de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar» (Ez 36,25). En Israel existían desde antiguo ritos de purificación, pero a comienzos del siglo I estaban especialmente difundidos entre los fariseos y en la comunidad de Qumrán. La novedad que introduce Juan es que no se trata de un rito que se repite varias veces al día (como en Qumrán) sino de un rito único, acompañado de la confesión de los pecados, y supone un cambio de vida.

             Respuesta de la gente. La distancia del desierto y la extraña personalidad de Juan no desanima a la gente. Acude a él toda la región de Judea e incluso los habitantes de Jerusalén. El hecho de que estos se desplacen al desierto para escucharlo significa que encuentran en él algo que no encuentran en los dirigentes religiosos. Se trata de una crítica velada que el evangelista no desarrolla, solo sugiere.

           La gente acudía para recibir el bautismo tras confesar sus pecados. No sabemos cómo hacían esta confesión. En la Biblia encontramos confesiones individuales y comunitarias. David confiesa su pecado cuando el profeta Natán lo acusa de haber cometido adulterio con Betsabé y de haber asesinado a su marido Urías. En estos hechos se inspira el autor del famoso salmo 50: «Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa». El rey Ajab reconoce haber pecado permitiendo que su mujer ordenase la muerte de Nabot. Pero no sabemos cómo confesaba la gente sus pecados ante Juan.

          Tampoco sabemos con exactitud cómo realizaba Juan el bautismo. Poco después se cuenta que Jesús, tras ser bautizado, «subió del agua». Esto sugiere que el bautizando entraba en el río.

           Forma de vida de Juan. En el evangelio no se habla generalmente del modo de vestir de una persona ni de su forma de alimentarse. De Juan se dice que su vestido era de piel de camello, tenía un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. El vestido recuerda al del profeta Elías, que «llevaba una piel ceñida con un cinto de cuero» (2 Re 1,8). Este simple detalle basta para que el lector piense en el cumplimiento de lo anunciado por Malaquías: «Yo os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día del Señor, grande y terrible» (Mal 3,23). El alimento a base de saltamontes y miel silvestre carece de paralelo en el Antiguo Testamento, pero recuerda al grupo de los recabitas, más radicales que los vegetarianos, enemigos de la cultura agrícola porque supone impetrar la ayuda de los dioses paganos para que concedan la lluvia y la fecundidad de la tierra. En cualquier caso, Juan se opone al lujo en la comida y el vestido, típicos de la clase alta y del sacerdocio jerosolimitano. No hacen falta vestidos lujosos para preparar el camino al Señor ni una comida abundante para mantenerse en forma. ¿Será esta forma de vestir y de alimentarse un modelo para Jesús? Marcos dejará claro más adelante que no.

         Mensaje. Aunque al principio dice Marcos que Juan predica un bautismo de conversión, al final añade unas palabras a propósito de Jesús, sin nombrarlo expresamente. Se limita a considerarlo superior a él («no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias») y anuncia que trae un bautismo mucho más importante: él bautiza con agua, el que viene bautizará con Espíritu Santo. La fórmula «bautizar con Espíritu Santo» debe pertenecer a la catequesis primitiva porque aparece en los textos más diversos (Mt 3,11; Mc 1,8; Lc 3,16; Jn 1,33; Hch 11,16). En el contexto de Marcos, el sentido parece ser: yo os limpio simplemente con agua; mi bautismo se queda en lo exterior; el que viene os limpiará interiormente con el don del Espíritu Santo.

           Juan establece una interesante relación entre el poder del que vendrá y el Espíritu Santo, que también se encuentra en los Salmos de Salomón, de origen fariseo. Hablando del rey descendiente de David que salvará a su pueblo dice: «No se debilitará durante toda su vida, apoyado en su Dios, porque el Señor lo ha hecho poderosos por el espíritu santo» (SalSal 17,37). La relación entre Jesús y el Espíritu quedará mucho más clara en el episodio del bautismo.

          Esperad y apresurad la venida del Señor (2 Pedro 3, 8-14)

          A mediados y finales del siglo I, muchos cristianos empezaron a sentirse desconcertados. Les habían repetido que la vuelta del Señor y el fin del mundo eran inminentes. Sin embargo, pasaban los años y el Señor no volvía. El autor de la 2ª carta de Pedro (que no es san Pedro) sale al paso de esta inquietud, ofreciendo una respuesta que, después de veinte siglos, no convence demasiado: el Señor no se retrasa, sino que nos da un plazo para que podamos convertirnos. El autor mantiene la postura tradicional de que la llegada del Señor y el fin del mundo será algo repentino, inesperado. Y en vez de quejarnos de que el Señor se retrasa, debemos «esperar y apresurar la venida del Señor». Además, el fin del mundo será el comienzo de un nuevo cielo y una nueva tierra, y hay que prepararse para recibirlos llevando una vida santa y piadosa, en paz con Dios, inmaculados e irreprochables.

No olvidéis una cosa, queridos míos: que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos accedan a la conversión. Pero el día del Señor llegará como un ladrón. Entonces los cielos desaparecerán estrepitosamente, los elementos se disolverán abrasados, y la tierra con cuantas obras hay en ella quedará al descubierto. Puesto que todas estas cosas van a disolverse de este modo, ¡qué santa y piadosa debe ser vuestra conducta, mientras esperáis y apresuráis la llegada del Día de Dios!

Ese día los cielos se disolverán incendiados y los elementos se derretirán abrasados. Pero nosotros, según su promesa, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia. Por eso, queridos míos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, intachables e irreprochables.

         Una ética basada en Jesús

         La segunda lectura, igual que el evangelio, une el camino de la ética con el camino que lleva a Jesús: Juan Bautista lo relaciona con la primera venida; la carta de Pedro, con la segunda. La liturgia nos indica que el Adviento no es época de espera pasiva, como quien espera que empiece la película: hay que comprometerse activamente. Y ese compromiso debe basarse en el recuerdo de la venida del Señor y en la esperanza de su vuelta.

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Segundo Domingo de Adviento. Ciclo B. 10 Diciembre, 2023

Domingo, 10 de diciembre de 2023
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Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo. Yo no soy digno ni de postrarme ante él para desatar la correa de sus sandalias.”

(Mc 1, 1-8)

El evangelio de este Domingo nos coloca en la primera página del Evangelio de Marcos. El Evangelio más antiguo que tenemos. Y Marcos abre su obra diciendo: “comienzo de la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo De Dios”. No se anda con rodeos, casi podríamos decir que nos hace spoiler… aunque bien pensado no puede contarnos el final, sencillamente porque este evangelio no tiene final. Se queda abierto, se dirige a ti (a quien tenga la osadía de leerlo) y te pide que lo continúes, te pide que te impliques.

Pero no nos vamos a adelantar tanto, ahora estamos en la primera página y se nos presenta al primer personaje. De hecho se presenta él mismo con la contundencia, la humildad y la lucidez de quién se conoce a sí mismo. “Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo. Yo no soy digno ni de postrarme ante él para desatar la correa de sus sandalias.”

La actitud de Juan es la actitud de todo verdadero discípulo. Ese saber quitarse de en medio. Ser un anuncio que no distraiga. Para ello primero necesitamos conocernos y conocer a Jesús. Acallar nuestro orgullo y permitir que la humildad nos haga conocernos, acogernos y amarnos. Solo así nos preparamos para ser discípulas y discípulos.

También Juan necesitó tiempo y desierto para prepararse. Antes de salir al Jordán a Bautizar, pasó años en la soledad y el silencio, acallando ruidos y tentaciones, moldeando una vida sencilla y austera. El evangelio nos lo muestra tan seguro de sí en mitad de una multitud que lo escucha y lo respeta, pero nos lo muestra casi al final de su recorrido, cuando ya se conoce, cuando ya se ha equivocado mil veces. Ahora se encuentra en el momento decisivo de su vida, y aun así tendrá dudas y necesitará enviarle mensajeros a Jesús: “¿Eres tú o tenemos que esperar a otro?”. El camino de la fe no es fácil, no es una autovía, se parece más a un bosque sin sendero, donde solo hay camino si das un paso más.

Oración

Enséñanos, Trinidad Santa, a andar vestidas de Evangelio y con sandalias por este tiempo de Adviento.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Juan fue una figura decisiva y autónoma.

Domingo, 10 de diciembre de 2023
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Mc 1,1-8

El evangelio del domingo pasado nos hablaba de estar despierto. Hoy hablan los que han despertado, los centinelas, los profetas. No se trata de un adivinador del porvenir. Tampoco se trata de un ser humano elegido por Dios, que le va indicando lo que tiene que decir. Profeta es el que está despierto. La principal característica del profeta es precisamente su inserción en el pueblo y su preocupación por la suerte de los más humildes. Su principal objetivo ha sido denunciar la injusticia.

Verdadero profeta sería el que ha llegado a una experiencia de su verdadero ser y, fiel a ella, ayuda a los demás a descubrir el camino de lo humano. Falso sería el que conduce al hombre a su deshumanización. El problema está en que lo “humano” solo se puede valorar desde lo humano. Por eso no hay manera de distinguir lo falso de lo verdadero, mientras no se tenga una mínima experiencia de humanidad.

No debemos extrañarnos de encontrar tantos y tan expresivos textos para este tiempo litúrgico. Lo que el segundo Isaías anuncia es un evangelio (buena noticia). El destierro había acabado con toda una teología triunfalista que invitaba a dormirse en los laureles de sentirse elegidos, sin aceptar ninguna responsabilidad para con Dios ni para con los demás. Las denuncias de todos los profetas advertían de que no se puede confiar en Dios mientras se practica toda clase de atropellos e injusticias.

La primera palabra del evangelio de Marcos es “arje”, que en griego designan el comienzo de un texto, pero también algo mucho más profundo. El evangelio de Juan comienza también con esta palabra y lo traducimos: “en el principio” = origen. “Arje” significa origen y fundamento, aquello que ha sido la causa de que otra cosa surja. La Vulgata lo tradujo por “Initium” que también significa “origen”. El texto se debía traducir: “Éste es el origen de la alegre noticia de Jesús el Ungido, el Hijo de Dios.

Tampoco “euanggelion debemos traducirlo por evangelio, que es un concepto muy elaborado, sino por buena noticia. Quiere decir que comienza el evangelio que es todo él una buena noticia. Lo mismo pasa con “Jesous” y “Christos” que en griego están separados y significan Jesús el ungido. Con el tiempo los cristianos unieron el nombre con el adjetivo y confesaron al Jesucristo que ha llegado hasta nosotros.

Mc es el primer evangelio que se escribió, pero no sabe nada de la infancia de Jesús. Debemos recordarlo a la hora de interpretar los textos de Lc y Mt, que vamos a leer en Navidad. Se fueron elaborando en primeros años de cristianismo y no tienen nada que ver con la historia. Son relatos míticos y leyendas anteriores al cristianismo que se han utilizado para dar mensajes teológicos, no para informarnos de lo que pasó.

Marcos pasa directamente a hablarnos de Juan Bautista como último representante del profetismo. El Bautista es el personaje clave en el tiempo de Adviento, porque se trata del último de los profetas del AT. Debemos recordar que hacía casi trescientos años que no había aparecido un profeta. Todos los evangelistas lo consideran el heraldo de Jesús, lo anuncia, lo propone al pueblo y es protagonista de su nacimiento en el Espíritu (bautismo), donde empieza Jesús a manifestar lo que realmente era.

No podemos asegurar que este relato responda a una situación histórica. Es muy poco lo que sabemos sobre la relación de Jesús con Juan. Es cierto que el primer dato histórico sobre Jesús, que se encuentra también en fuentes extrabíblicas, es su bautismo. No es descabellado suponer que Jesús, un buscador incansable, le llamara la atención un personaje como Juan que ya era famoso cuando él inició su vida pública. A Juan no le gustaba el cariz que había tomado su religión, como a Jesús.

Los primeros cristianos dieron al Bautista un papel relevante en la aparición del cristianismo, mayor del que hoy le reconocemos. La prueba está en que, en un momento determinado, vieron la necesidad de marcar distancias entre Jesús y Juan para dejar claro quién era el más importante. Seguramente esa relevancia se deba más a la necesidad de justificar una figura tan desconcertante como la de Jesús, conectándole con el profetismo del AT, que a una real influencia de Juan en Jesús.

Preparadle el camino al Señor. Este grito es el mejor resume del espíritu de Adviento. Pero fijaros que fuerza el sentido del texto, que habla de prepararle un camino a Yahvé, mientras Mc habla de preparar un camino a Jesús. El texto está insinuando que si Dios no llega a nosotros es porque nosotros se lo impedimos, que orientamos nuestra vida en otras direcciones. Él viene, pero nosotros nos vamos.

Yo bautizo con agua, pero él bautizará con Espíritu Santo. Es la clave del relato y marca la diferencia abismal entre Jesús y Juan. Las primeras comunidades tenían muy clara la originalidad de Jesús frente al pasado. Toda la relación con Dios, hasta la fecha, era considerada como externa al hombre y en relación desigual. Dios era el soberano y el ser humano el súbdito. Jesús manifiesta una relación con Dios distinta. Él está empapado del Espíritu y nos sumerge (bautiza) a todos en ese mismo Espíritu.

Los textos de este domingo nos hablan de utopía. Isaías dice: Aquí está vuestro Dios. Pedro: Nosotros esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia. El salmo: La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan. Mc: Él bautizará con Espíritu Santo. En un mundo tan pesimista, encontrarnos con esta oferta, es impactante. Pero tampoco tenemos que caer en el triunfalismo. Derrotismo y triunfalismo son estrategias extremas que utiliza el yo para fortalecerse.

Hoy la necesidad de estar alerta es más apremiante que nunca, porque jamás se han ofrecido al ser humano tantos caminos falsos de salvación. Tenemos toda una gama de productos disponibles en el mercado, desde las drogas hasta los gurús a medida. Por eso necesitamos más que nunca de la figura del profeta. Seres humanos que por su experien­cia personal puedan arrojar alguna luz en esa maraña de senderos que se entrecruzan, pero son sendas perdidas que llevan a ninguna parte.

Nos volcarnos sobre lo sensible, buscando el placer inmediato o descubrir las posibilidades de plenitud que todos tenemos. El no tomar una decisión es ya tomar partido por lo que nos pide el cuerpo. No despertar es seguir dormidos. Decidirse por lo más difícil solo es posible después de una toma de conciencia, que tiene que ir más allá de los sentidos y de la razón. Es una iluminación que me empuja por un camino que ni siquiera sé a donde me va a llevar, pero convencido que me hará más humano.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Juan y Jesús.

Domingo, 10 de diciembre de 2023
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Mc 1, 1-8

«Preparad el camino del Señor. Enderezad sus sendas»

Juan era un profeta enfrentado al sistema; un hombre austero y exigente consigo mismo que recorría el Jordán invitando al pueblo a volver la espalda al pecado, a cumplir su parte de la Alianza con Dios, a la penitencia y al bautismo por inmersión.

El gran éxito de Juan provenía del hecho insólito de abrir una puerta de salvación al pueblo llano y depauperado. A aquella chusma maldita —según expresión de los fariseos—, a los que todos despreciaban y condenaban de antemano, les decía que el Señor no les despreciaba; que también podían acceder al reino de Dios; que, en contra de lo que decían las autoridades religiosas, la salvación no estaba reservada a los selectos, sino a todos los que se convirtiesen arrepintiéndose de sus pecados.

Su enfrentamiento con las autoridades civiles tenía su origen en que Juan les hablaba con inusitada crudeza, denunciaba en público sus abusos y ponía de relieve sus vicios y corrupciones. También estaba amenazado por las autoridades religiosas, porque ofrecía la salvación al pueblo a través de un rito no sancionado por ellas, y en lugar profano; ajeno al Templo. La gente sagrada de Israel no podía permitir un hecho de estas dimensiones al margen de su omnímoda influencia.

En cualquier caso, su fama como profeta era formidable y crecía de día en día. Mucha gente de Jerusalén, de toda Judea e incluso de Galilea, salía al Jordán a escucharle y a ser bautizados por él. A Juan se le considera el heraldo de Jesús y por eso tiene un puesto destacado en los textos del Adviento, pero posiblemente fue mucho más.

Si leemos el evangelio con cierta perspectiva, resulta evidente la influencia de Juan en la decisión de Jesús de lanzarse a los caminos a predicar la buena Noticia. Por los sinópticos sabemos que Jesús visitó al Bautista, que fue bautizado por él (incluida la teofanía que aparece en todos ellos), que se retiró al desierto y fue tentado por el diablo, que volvió a Galilea e inició su vida pública. El evangelio de Juan, fiel a su estilo, omite el bautismo y las tentaciones, aunque también sitúa al Bautista al comienzo de todo.

Podemos imaginar que en un momento de su vida Jesús sintió la llamada de Dios, abandonó Nazaret y se dirigió al Jordán al encuentro del profeta al que todo el mundo respetaba. Algunos especialistas creen que permaneció allí bastante tiempo, e incluso que llegó a convertirse en discípulo de Juan. Aquel ambiente de oración y penitencia era propicio para que Jesús se empapase espíritu de Dios, y quedó tan lleno de él, que se sintió Hijo y decidió dedicar la vida a trabajar en las cosas de su Padre.

Antes, se retiró a los rigores del desierto a contrastar y afianzar su proyecto; a pedirle a su Padre fuerzas para culminarlo. Volvió a Galilea y (con mayor o menor conciencia mesiánica, no lo sabemos) se echó a los caminos a compartir con todos la buena Noticia que a él le había sido revelada: Dios no es el Juez que nos castiga, es Abbá.

Juan heraldo de Jesús. Jesús heraldo de Abbá.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fe Adulta

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Carmen Soto: Preparar caminos inexplorados para la buena noticia.

Domingo, 10 de diciembre de 2023
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Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios…”
Mc 1,1-8

Comienza…

antes de aquel día.
Antes de ser voceado
por Juan,
lo dijo Isaías.
Antes de escribir,
de gritar, antes.

Comienza…

Mucho antes
de predicar
de perdonar
de bautizar,

Comienza…”

cada día y
sigue, sigue, sigue…
en un instante infinito.

Comienza…

y nos llega
el agua fresca del Espíritu
que alivia y fortalece
por los siglos de los siglos.

+++

Mari Paz López Santos

2º Domingo Adviento,
FEADULTA

2023.12.10

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El camino como metáfora

Domingo, 10 de diciembre de 2023
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IMG_1545Domingo II de Adviento

10 diciembre 2023

Mc 1, 1-8

 El camino es una metáfora universal para referirnos a nuestra existencia, constante y “obligado” caminar, incluso a pesar nuestro. En cierto modo, podría decirse que estamos “obligados” a caminar, de la misma manera que estamos “obligados” a ser libres. No salimos nunca de la paradoja.

En otros momentos de la historia, los humanos creyeron que se trataba de un camino hacia “algo” o “Alguien” fuera: el nivel mítico de consciencia no puede imaginarlo de otro modo, por cuanto creía en otro mundo paralelo habitado por dioses. Así, la vida se entendía como un camino hacia Dios (hacia el cielo) o incluso, como en la tradición bíblica, se hablaba de Dios que caminaba hacia nosotros. Así hay que entender el texto que se lee hoy, en la cita de Isaías con la que Marcos inicia su evangelio: “Preparad el camino al Señor”.

Las tradiciones sapienciales y espirituales, sin embargo, siempre han entendido que el camino del ser humano es un “camino sin camino”, por cuanto la meta a la que habría que llegar no se halla lejos, ni fuera, ni en el futuro. Somos ya eso que andamos buscando. Se trata, en consecuencia, no de perseguir algo externo, sino sencillamente de caer en la cuenta de lo que ya somos. No hay que alcanzar algo; solo hay que reconocerlo.

Es cierto que todo empieza por la búsqueda, que nace, no solo de la necesidad, sino también del anhelo profundo que nos habita. Necesitamos cosas que nos llenen, pero anhelamos también aquello que trasciende el mundo de los objetos. El ser humano es un buscador desde el inicio mismo de su existencia. En un primer momento, se volcará hacia fuera, pensando que así encontrará aquello que lo sacie. Con el pasar de los años y tras varias crisis y frustraciones padecidas, tal vez dirija la mirada hacia su interior y llegue un momento en que se haga consciente de que no hay nada que buscar, porque ya es, en su dimensión profunda, todo aquello que anhelaba.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El Evangelio más que un libro es una persona, Cristo.

Domingo, 10 de diciembre de 2023
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1jlfbweDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- EL EVANGELIO COMO PRINCIPIO DE NUESTRA VIDA.

El evangelio de hoy nos ofrece el PRINCIPIO del evangelio de JesuCristo.

San Marcos se sitúa en el comienzo de la Biblia, en el Génesis: en el PRINCIPIO creó Dios… (Gn 1,1) y también es el mismo modo con el que san Juan comienza su evangelio: En el PRINCIPIO existía la Palabra (Cristo).

No es una mera cuestión lingüística: No comenzamos a leer un libro, una biografía. Se nos está diciendo que el evangelio es el principio, la luz y la fuente de nuestra vida. El Evangelio es por principio “Buena Noticia” de JesuCristo para el ser humano. Nuestro principio (“nuestros principios”, como decimos coloquialmente) es el Evangelio de JesuCristo Hijo de Dios.

El mismo Dios de la creación y que se ha hecho uno de nosotros es nuestro evangelio, es nuestro principio en la

vida. Desde el PRINCIPIO, desde el Génesis hasta el final de la historia estamos impregnados de EVANGELIO, de salvación. ¡Estamos salvados!

Evangelio significa noticia salvífica, anuncio liberador.

02.-  EL EVANGELIO NO ES UN LIBRO, ES UNA PERSONA: CRISTO.

Se suele decir con razón que el evangelio es anterior a los cuatro evangelios. Y es que el evangelio no es un libro, o cuatro, sino una persona: el Señor Jesús. La buena noticia es Cristo. El encuentro personal con Cristo es evangelio, liberación, salvación.

Este es nuestro PRINCIPIO en la vida, este evangelio, Cristo, embarga toda nuestra existencia.

Hay situaciones en la vida en las que nos hace bien volver sobre “nuestros principios”, dirigir de nuevo la mirada y el corazón al “PRINCIPIO”: al EVANGELIO que preside desde el comienzo nuestras vidas. En nuestras noches oscuras, en nuestras dudas, “desiertos”, volvamos a la fuente de aguas vivas, al Evangelio.

Desde el principio y por principio Cristo es nuestro Evangelio.

03.-  ESTAMOS EN EL DESIERTO: JUAN BAUTISTA, (Marcos).

El texto de Marcos sitúa a Juan Bautista en el desierto. Extrañamente Juan Bautista predica, grita en el desierto. Pero en el desierto no vive nadie. ¿O sí?

El desierto no es tanto un lugar geográfico, cuanto un lugar de travesía, de crisis, y por tanto, el desierto es un momento de experiencia dura, de experiencia intensa humana y religiosa.

a. El Éxodo y la travesía de las tribus hebreas durante cuarenta años por el desierto fue una experiencia dura de constitución del pueblo. En el desierto, en el momento Sinaí se plasma la ética, los diez mandamientos. La libertad no es fácil y en el camino de Egipto estábamos mejor: al menos teníamos para comer. Vivieron una experiencia de la dureza de la vida: sin pan, sin agua (maná y la roca).

b. También hoy en día -siempre- los humanos atravesamos por desiertos y etapas de sequía y aridez. Se suele decir que no estamos tanto en una época de cambios, sino en un cambio de época. Todo se viene abajo: la religión, el matrimonio, la familia, las tradiciones. Sentimos que un mundo está concluyendo y nos

lamentamos de la pérdida de valores, de lo que han cambiado las cosas y de lo mal que van. Nada es ya lo que fue.

Este es nuestro desierto, nuestro lugar de crisis, de hundimientos, de no ver salida. Es también el lugar de purificación, de paciencia, de camino y esperanza.

04.-  CONSOLAD A MI PUEBLO, A MI GENTE, (ISAÍAS).

Pocas veces pensamos y ofrecemos consuelo, tan necesario en la vida.

El consuelo es el descanso y alivio de la pena y sufrimientos que pueden afligir y oprimir el ánimo del ser humano.

Dios consuela a su pueblo.

Consolar, estar cerca, aliviar son actitudes muy de nuestro Dios, de JesuCristo y, por tanto, entra también en nuestro PRINCIPIO para con nosotros mismos y para con los demás. Seremos consolados por el Señor, (Mt 5).

¡Cuántas veces vemos a Jesús consolando a personas, sintiendo lástima de los enfermos, llorando ante el pueblo de Jerusalén!

La misericordia, sentir compasión, consolar son cuidados muy humanizadores y, por tanto, cristianos.

05.- EL DESIERTO TERMINARÁ Y LLEGARÁN LOS CIELOS NUEVOS Y LA TIERRA NUEVA, (2 PEDRO).

El desierto de la vida termina. El evangelio del Señor nos anuncia un cielo nuevo y una tierra nueva.

El cielo no puede esperar”, porque es lo que da sentido a la tierra. Desde el PRINCIPIO estamos llamados a terminar nuestro desierto, nuestro Éxodo en la tierra de promisión. El destierro de las “muchas babilonias” concluye en la Nueva Jerusalén.

Esperemos y soñemos con los cielos nuevos y la tierra nueva.

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¿Manchados o inmaculados?

Jueves, 8 de diciembre de 2022
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captura-de-pantalla-2017-04-03-a-las-17-06-23Fiesta de la Inmaculada Concepción

8 diciembre 2022

Lc 1, 26-38

Habitualmente se ha entendido el “pecado” como una “mancha”, refiriéndose incluso al llamado “pecado original”, por el que todo ser humano nacería ya “manchado” con aquella culpa primera. Se confundió lo que era un mito con un supuesto hecho histórico, acaecido en un tiempo y lugar determinados.

De aquella “mancha” primera quedaría excluida, según la definición dogmática de 1854, María la madre de Jesús, razón por la cual se la empezó a designar bajo la advocación de “Inmaculada Concepción”. Es decir, al revés de lo que sucedería en el resto de los humanos, María fue “concebida sin pecado original”.

Más allá de los mitos y los dogmas, la comprensión transpersonal nos hace ver que todos somos “inmaculados” en nuestra identidad última, aunque luego nuestro funcionamiento cotidiano esté lleno de “manchas” o de actitudes y comportamientos inadecuados. Pero una cosa no niega la otra.

Y eso nos lleva a replantear el tema del “pecado”, tal como también habitualmente se ha entendido. En la enseñanza religiosa, el pecado era (es) considerado como una “mancha” que rompe la comunión con Dios y hunde a quien lo comete en la culpa.

Sin embargo, el sentido del término que aparece en el evangelio no es ese. El término griego que aparece en el Nuevo Testamento es hamartia, que significa “errar el tiro”, es decir, equivocarse. Con ello, más que “mancha”el pecado es ignorancia. Y ahí aparece una convergencia entre todas las grandes tradiciones sapienciales: el mal es fruto de la ignorancia, es decir, del desconocimiento de lo que realmente somos. Debido a esa ignorancia –al tomarnos por lo que no somos–, “erramos el tiro”, sosteniendo actitudes y comportamientos que hacen daño.

No se niega nuestra capacidad de hacer daño, pero tampoco se olvida que, en todo momento, cada persona hace lo mejor que sabe y puede. Por ello, puede comprenderse todo comportamiento, si bien comprender no equivale en absoluto a justificar.

En el plano de las formas, cada persona será “responsable” de lo que hace. Pero, en el nivel profundo, todos somos “inmaculados”. Lo que somos es Verdad, Bondad y Belleza –por nombrarlo con los “transcendentales” de la filosofía escolástica–, Plenitud de Presencia, puro Ser.

Desde esta comprensión, celebrar a “María Inmaculada” es celebrar nuestra identidad profunda. Aunque nuestro pequeño yo –personalidad– funcione en la limitación y la ignorancia, apareciendo incluso “manchado” en algunas ocasiones, nuestra identidad es pura luz. La sabiduría consiste en hacer posible que la Luz que somos ilumine toda nuestra existencia.

¿Me veo “manchado/a” o “inmaculado/a”?

 

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Hasta las raíces

Lunes, 5 de diciembre de 2022
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86AAB726-4F10-4ED9-9A28-D7B8167F5F28Este Adviento, Bondings 2.0 te invita a hacer un viaje espiritual a través de reflexiones guiadas sobre las lecturas de los cuatro domingos de la temporada. El ejercicio de reflexión a continuación se puede hacer individualmente, con un amigo cercano o en un grupo de intercambio de fe. Los reflejos están especialmente diseñados para personas LGBTQ y aliados.

Estos ejercicios de Adviento son parte de la serie Journeys de New Ways Ministry: una colección de selecciones bíblicas, preguntas de reflexión, oraciones y meditaciones en video.

Esperamos que estas ayudas espirituales los ayuden a todos en sus propios viajes. Para las lecturas de este domingo, haga clic aquí.

Si desea compartir algunas de sus reflexiones con otros lectores de Bondings 2.0, no dude en agregar las respuestas que tenga en la sección “Comentarios” de esta publicación.


En la Biblia, lo único que aprendemos sobre la persona de Jesé es que fue el padre de David, quien se convertiría en el rey más grande de Israel. Nada más se registra sobre él.

En 1 Samuel 16: 1-13, Dios le dice al profeta Samuel: “Llena tu cuerno con aceite, y sigue tu camino. Porque te envío a Jesé en Belén, porque he escogido como rey a uno de entre sus hijos… Tú me ungirás a mi elegido”.

Cuando Samuel llega a Belén, invita a Jesé y a su familia a una fiesta de sacrificio. Isaí trae consigo a sus siete hijos mayores. David, el más joven, se queda atrás para cuidar las ovejas. Cada uno de los siete hijos se presenta a Samuel, pero los siete son rechazados por Dios. “¿Estos son todos los hijos que tienes?” pregunta Samuel. Cuando David es llamado y anunciado, Dios dice: “Levántate y unge a éste”.

En la “raíz de Jesé” (Isaías 11:10), el profeta Isaías traza el linaje del Mesías que nacerá a través de la “simiente de David” (Romanos 1:3).

Utilizando el término “tocón de Jesé”, Isaías profetiza el futuro de la nación de Israel. Dios había escogido a Israel para que fuera el propio pueblo de Dios. Debido a que Israel rechazó los caminos de Dios y se negó a arrepentirse, Dios permitió que Asiria destruyera y esclavizara al pueblo escogido de Dios. En el exilio lejos de la tierra, Israel se convirtió en un pueblo quebrantado y devastado. Sin embargo, incluso en esta desesperación, Israel fue llamado a la esperanza, porque “del tronco de Jesé brotaría un retoño, y de sus raíces una rama daría fruto” (Isaías 11:1). Aunque el gran florecimiento de los reyes davídicos se había reducido a un mero tronco en el exilio, un retoño sobreviviría, y del linaje de Jesé y David, el Mesías elegido traería al Pueblo de Israel de vuelta a la gracia de Dios.


Isaías 11:1-10

En aquel día, un retoño brotará del tronco de Jesé; de las raíces de Jesse, florecerá un capullo.

Reposará sobre vosotros el Espíritu de YHWH, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y de temor a YHWH.

Te deleitarás en obedecer a YHWH, y no juzgarás por las apariencias ni tomarás decisiones por rumores. Juzgarás a los pobres con justicia y defenderás los derechos de los afligidos de la tierra. Con una sola palabra, abatiréis a los tiranos; con tus decretos matarás a los impíos. La justicia será un cinturón alrededor de tu cintura; la fidelidad te ceñirá.

Entonces el lobo morará con el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito; el becerro y el cachorro de león pacerán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca se alimentará con el oso, sus crías descansarán juntas; el león comerá heno como el buey, el bebé jugará junto a la guarida de la cobra, y el niño pequeño bailará sobre el nido de la víbora.

No habrá daño ni destrucción en todo mi santo monte; porque como las aguas llenan el mar, así la tierra se llenará del conocimiento de YHWH.

En ese día, la raíz de Jesé será un símbolo para los pueblos del mundo: las naciones se congregarán a ti y tu morada será gloriosa.


PARA LA REFLEXIÓN

01.- Mientras reflexionas sobre la historia de la unción de David y la metáfora del “tocón de Jesse“, ¿puedes recordar algún incidente en tu vida como persona o aliado LGBTQ en el que fuiste elegido contra todo pronóstico, o sobreviviste cuando las fuerzas intentaron eliminarte? ¿Cómo aseguró Dios tu prosperidad? Si no puede pensar en un ejemplo en su vida, ¿puede pensar en uno en la vida de otra persona o aliado LGBTQ?

02.- Dos títulos bíblicos que se le dan al Mesías son “Raíz de Jesé” y “Heredero de David”. A través de tu historia LGBTQ/aliado, ¿qué título describiría mejor tu relación con su familia de origen? ¿Cómo reflejaría este título no sólo tu genealogía, sino también tu historia y vocación?

03.- A través de la primera venida de Jesús, se han cumplido las siguientes promesas: adopción como hijos de Dios LGBTQ, perdón de los pecados y salvación. ¿Cómo refleja tu vida de fe y adoración estas bendiciones? ¿Qué te impide poseer estas gracias?

04.- Mientras te “deleitas en obedecer a YHWH”, ¿cómo te desafías no solo a ti mismo, sino también a tu familia, iglesia y comunidad LGBTQ a dar buenos frutos? ¿Dónde ves arrepentimiento y dónde encuentras desafío?

05.- La segunda mitad de la lectura de Isaías enumera la unión de parejas improbables: lobo/cordero, becerro/león, vaca/oso. ¿Con quién te ves a ti mismo, o a la comunidad LGBTQ, en un futuro libre de “daño o destrucción”? ¿Por qué?

06.- Dios juzgará a los pobres con justicia y defenderá los derechos de los afligidos de la tierra”. ¿Cómo definirías la justicia para ti (o para aquellos que son LGBTQ)? ¿A quién puedes nombrar de la comunidad LGBTQ/aliada que se beneficiaría de alguna forma de justicia, oración, una palabra de consuelo o sanación? ¿Cómo se extenderá o ayudará a que se haga justicia?


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Fuente: Unsplash

ORACIÓN

de David hijo de Jesé

Salmo 72: 1-2, 7-8, 12-14, 17

Oh Dios, da a tu ungido tu juicio y tu justicia.
Enseña a tu elegido a gobernar correctamente a tu pueblo y a hacer justicia a los oprimidos.

Florecerá la justicia a través de los días, y la paz profunda, hasta que no haya más luna.
Tu ungido gobernará de mar a mar, y desde el río Éufrates hasta los confines de la tierra.

Tu ungido rescatará a los pobres cuando clamen,
y los oprimidos cuando no hay quien los ayude.
Tu elegido se apiadará de los humildes y de los pobres, y les salvará la vida.
Tu elegido los rescatará de la violencia y la opresión,
y tratarán su sangre como preciosa.

Que el nombre de tu ungido perdure para siempre,
y continue mientras exista el sol.
En tu elegido serán benditas las naciones de la tierra,
y ellos bendecirán a los ungidos a cambio.


VÍDEO MEDITACIÓN

El siguiente video titulado “Lo que la genealogía de Jesús nos enseña sobre el Salvador”, nos guía a través de los primeros versículos del Evangelio de Mateo.

En esta genealogía se hace evidente que cada uno de nosotros juega un papel crucial en la construcción del Reino de Dios. Además, al incluir personas imperfectas con pasados cuestionables en el linaje de Jesús, el mensaje subyacente es que nadie está jamás excluido del amor de Dios y que nuestra contribución, por pequeña que sea, es aceptable para Dios.

-Dwayne Fernandes, New Ways Ministry, December 4, 2022

Fuente New Ways Ministry

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“Sin caminos hacia Dios”. 2 Adviento – A (Mateo 3,1-12)

Domingo, 4 de diciembre de 2022
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2324302B-E33A-4327-82FC-53F0B38EFD92 Son muchas las personas que no son ni creyentes ni increyentes. Sencillamente se han instalado en una forma de vida en la que no puede aparecer la pregunta por el sentido último de la existencia. Más que de increencia deberíamos hablar en estos casos de una falta de condiciones indispensables para que la persona pueda adoptar una postura creyente o increyente.

Son hombres y mujeres que carecen de una «infraestructura interior». Su estilo de vida les impide ponerse en contacto un poco profundo consigo mismos. No se acercan nunca al fondo de su ser. No son capaces de escuchar las preguntas que surgen desde su interior.

Sin embargo, para adoptar una postura responsable ante el misterio de la vida es indispensable llegar hasta el fondo de uno mismo, ser sincero y abrirse a la vida honestamente hasta el final.

Tras la crisis religiosa de muchas personas, ¿no se encierra con frecuencia una crisis anterior? Si tantos parecen alejarse hoy de Dios, ¿no es porque antes se han alejado de sí mismos y se han instalado en un nivel de existencia donde ya Dios no puede ser escuchado?

Cuando alguien se contenta con un bienestar hecho de cosas, y su corazón está atrapado solo por preocupaciones de orden material, ¿puede acaso plantearse lúcidamente la pregunta por Dios?

Cuando una persona anda buscando siempre la satisfacción inmediata y el placer a cualquier precio, ¿puede abrirse con hondura al misterio último de la existencia?

Cuando uno vive privado de interioridad, esforzándose por aparentar u ostentar una determinada imagen de sí mismo ante los demás, ¿puede pensar sinceramente en el sentido último de su vida?

Cuando una persona vive volcada siempre hacia lo exterior, perdiéndose en las mil formas de evasión y divertimiento que ofrece esta sociedad, ¿puede encontrarse realmente consigo misma y preguntarse por su último destino?

«Preparad el camino al Señor». Este grito de Juan Bautista no ha perdido actualidad. Seamos conscientes o no de ello, Dios está siempre viniendo a nosotros. Podemos de nuevo encontrarnos con él. La fe se puede despertar otra vez en nuestro corazón. Lo primero que necesitamos es encontrarnos con nosotros mismos con más hondura y sinceridad.

José Antonio Pagola 

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“Convertíos, porque está acerca el reino de los cielos”. Domingo 04 de diciembre de 2022. Domingo 2º de Adviento

Domingo, 4 de diciembre de 2022
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02-advientoa2-cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 11,1-10: Juzgará a los pobres con justicia.
Salmo responsorial: 71: Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.
Romanos 15,4-9: Cristo salva a todos los hombres.
Mateo 3,1-12: Convertíos, porque está acerca el reino de los cielos.

La primera lectura es uno de esos varios preciosos textos de Isaías –y de los profetas bíblicos en general– que nos «describen» la «utopía» bíblica. Por definición, la utopía «no tiene lugar», no se la puede encontrar, todavía no se ha concretado en ningún sitio, no existe… y en ese sentido tampoco se puede describir cómo es. Pero si hablamos de la utopía -y si incluso soñamos con ella- es porque sí tiene alguna forma de existencia. No es que no exista, simplemente, sino que «no existe… todavía». Como decía Ernst Bloch, no sólo existe lo que es, sino lo-que-no-es-todavía (el “noch nicht Sein”). No es, pero puede llegar a ser, quiere ser y, como podemos comprobar de tantas maneras, lucha por llegar a ser. Y será. Como decía Ebeling, «lo más real de lo real, no es lo real mismo, sino sus posibilidades»…

El pensamiento utópico es un componente esencial del judeocristianismo. No lo es de otras religiones, incluidas las grandes religiones. No hay sólo un tipo de religiosidad. Podemos encontrar varias corrientes en las religiones «neolíticas», las de los últimos cinco mil años. Unas experimentan lo sagrado sobre todo en la conciencia (la interioridad, el pensamiento silencioso, la experiencia de la iluminación, de la no dualidad… una especie de «estado modificado» de conciencia); otras lo experimentan en la naturaleza, en la experiencia cósmica… (la experiencia de sintonía con la naturaleza, de unidad e interdependencia con ella, de su sacralidad imponente, de la Pachamama… lo que Mircea Elíade llamó la «experiencia uránica», ésa que todos los pueblos han sentido al contemplar la belleza del cosmos, del cielo estrellado…). Las religiones abrahámicas, un tercer grupo, por su parte, han experimentado lo sagrado «en la historia», por medio de la fe, la esperanza y el amor, a través del llamado de una Utopía de Amor-Justicia. Véanse los tres enfoques diferentes de las tres gamas o ramas del árbol de las religiones: la interioridad de la conciencia, la misteriosidad de la naturaleza, y el llamado utópico de la justicia en el decurso de la historia…

Este tercer foco es, concretamente, el ADN de nuestra religión. Todo lo demás (doctrina, moral, liturgia, institución eclesiástica…) añade, reviste, completa… pero la esencia de la religiosidad abrahámica es esa fuerza espiritual que experimentamos en el llamado de la Utopía del Amor-Justicia. Que, por ser “amor-justicia”, obviamente, siempre estará de parte de los pobres, de los “injusticiados”, en cualquier nivel o tipo de injusticia (económica, cultural, racial, de género…) en que se realice.

Los profetas, Isaías en el caso de la lectura de hoy, «describe» la Utopía, «cuenta el sueño» que le anima: un mundo amorizado, fraterno, sin injusticia, sin injusticiados, en armonía incluso con la naturaleza… La Utopía fue tomando en Israel el nombre de «reinado de Dios»: cuando Dios reina el mundo se transforma, la injusticia deja lugar a la justicia, el pecado al perdón, el odio al amor… las relaciones humanas descompuestas se recomponen en una red de amor y solidaridad. El conocido estribillo del canto del salmo 71 (el de la liturgia de este domingo) lo dice magistralmente: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia, tu Reino es Paz, tu Reino es Gracia, tu Reino es Amor». Donde Dios está presente y «reina», es decir, donde se hacen las cosas «como Dios manda», allí hay Vida, Verdad, Justicia, Paz, Gracia y Amor. Por eso hay que clamar con el estribillo cantado de ese salmo: «Venga a nosotros tu Reino, Señor». No hay sueño ni Utopía más grande, aunque esté tan lejana.

El adviento es, por antonomasia, el tiempo litúrgico de la esperanza. Y la esperanza es la «virtud» (la virtus, la fuerza) de la Utopía, la fuerza que la Utopía provoca, crea en nosotros para esperar contra toda esperanza. Adviento es por eso un tiempo adecuado para reflexionar sobre esta dimensión utópica esencial del cristianismo, y un tiempo para examinar si con el paso del tiempo nuestro cristianismo tal vez olvidó su esencia, tal vez arrincónó tanto la utopía como la esperanza.

El evangelio de Mateo nos presenta a Juan Bautista pidiendo a sus coetáneos la conversión, «porque el reinado de Dios [reinado “de los cielos” dirá Mateo, con el pudor reverencial judío que evita «tomar el nombre de Dios en vano»] está cerca». En aquellos tiempos de mentalidad precientífica y apocalíptica, la propensión a imaginar futuras irrupciones del cielo o del infierno servía para mover a las masas. Hoy, con una visión radicalmente distinta sobre la plausibilidad de tales expectativas apocalípticas, la argumentación de Juan Bautista ya no sirve, resulta increíble para la mayor parte de nuestros contemporáneos. No es que hayamos de cambiar (que hayamos de convertirnos) «porque el reino de Dios está cerca», sino exactamente al revés: el Reino de Dios puede estar cerca porque (y en la medida en que) decidimos cambiar nosotros (convertirnos), y es con ello como cambiamos este mundo… Ya no estamos en tiempos de apocalipsis (una irrupción venida de fuera y de arriba), sino de praxis histórica de transformación del mundo y de su historia (una transformación venida de abajo y desde dentro). El reinado de Dios -la Utopía, para decirlo con un lenguaje más amplio e interreligioso- no es ni puede ser objeto de «espera» (como ante algo que sucederá al margen de nosotros), sino de «esperanza» (la desinencia «anza» expresa ese matiz de actividad endógena). La esperanza es esa actitud que consiste en «desear provocando», desear ardientemente una realidad todavía «u-tópica», tratando de hacerla «tópica», presente en el «topos», en el lugar y en el tiempo, aquí y ahora, en la Tierra, no en el cielo futuro.

Insistimos: otras religiosidades discurren por otro tipo de experiencia de lo sagrado –y ello no es malo, es muy bueno, y es muestra de la pluriformidad de la religiosidad–, pero la vivencia espiritual específicamente judeocristiana es esta esperanza activa histórico-utópica comprometida. En este Adviento podríamos hacer de esto una materia de reflexión y examen.

Por cierto, la segunda lectura, de la carta a los romanos, coincide curiosamente con este mismo enfoque esencial: «Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza»… Mantener la «esperanza», mantener esa tensión de compromiso histórico-utópico es el objetivo de las Escrituras (por cierto, de «todas las Escrituras», no sólo de la Biblia…). Es decir: las Escrituras fueron escritas para eso. No para fines piadosos, para fines estrictamente transcendentes o sobrenaturales… sino «para mantenernos en la esperanza», por tanto, para comprometernos en la historia, para encontrar lo divino en lo humano, el Futuro absoluto en el futuro histórico y contingente. Cualquier utilización bíblica que nos encierre dentro de la Bíblia misma, nos separe de la vida o nos haga olvidar el compromiso histórico de construir apasionadamente la Utopía en esta tierra, será un uso malversado –o incluso perverso– de la Biblia. Leer más…

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Dom 4.12.22. Adviento 2: Galileo marginal y discípulo disidente de Juan Bautista

Domingo, 4 de diciembre de 2022
Comentarios desactivados en Dom 4.12.22. Adviento 2: Galileo marginal y discípulo disidente de Juan Bautista

madaba-iglesia-mosaico-jericóDel blog de Xabier Pikaza:

Antes que tiempo de preparación para la Navidad de Jesús, el Adviento ha sido preparación de Jesús para su misión al servicio del Reino de Dios.

Hay en Adviento otros motivos y personas; Isaías profeta, José padre justo, María madre…). Pero la más significativos este domingo es Juan Bautista, a quien ayer (30.11) presenté como maestro de de Jesús y de Andrés. En esa línea sigue esta postal, que consta de dos partes. (1) Jesús galileo marginal. (2) Discípulo disidente del Bautista

Texto. Mt 3, 1-12 (sección):

Juan Decía: Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo… Tiene el el bieldo en la mano: aventará su parva, limpiará la era y quemará la paja en una hoguera que no se apaga (etc.).

 1. GALILEO MARGINAL

Había en aquel tiempo líderes (celosos) militares, aunque ninguno pudo compararse con David, desde la restauración fallida de Zorobabel, del 539 al 515 a. C. (cf. Ag 1, 1.12-14; 2, 2-4; Zac 4, 6-10). Entre ellos había dos “judas”:

– Judas Macabeo, caudillo de la revuelta sacerdotal y militar contraria a los intentos de helenización de los seléucidas de Siria, que quisieron imponer un tipo de cultura y religión helsnista, partiendo de Jerusalén, con la ayuda de algunos sacerdotes de la alta nobleza. El héroe Macabeo murió en el campo de batalla (el año 160 a.C.), pero su memoria siguió y sigue siendo venerada de formas distintas por el pueblo.

Judas Galileo, al que Gamaliel presenta junto a Teudas, como dirigente de un movimiento paralelo al de Jesús, un “celoso” que fracaso “porque Dios no lo apoyaba” (Hech 5, 37). Se alzó (quizá en un plano doctrinal más que militar), hacia el 6 d. C., tras la deposición de Arquelao (cuando Jesús era un muchacho), contra del censo que Quirino, gobernador de Siria, había impuesto sobre Judea y Samaría. Cf. F. Josefo Ant 18.1. 1-8 y en Bell 2.8.1.

  No sabemos cómo murió Judas Galileo. Sabemos, en cambio, que Judas Macabeo murió como un héroe de la resistencia, en defensa de su pueblo, mientras Jesús Galileo morirá más tarde como traidor oficial, condenado por las autoridades de Israel y Roma. Conforme a la visión de Judas Galileo, el adviento Reino de Dios era más que un proceso de liberación política, pues implicaba aspectos más hondos de trasformación social y personal más hondos, aunque de algún modo debían avalarse con las armas.

El adviento de Jesús Galileo puede compararse a los de Judas Macabeo y Judas Galileo, pero su método y sus fines son distintos, no por simple rechazo de la guerra, sino por su exigencia de transformación de la comunidad (iglesia) del Reino, desde los pobres y excluidos, en perdón, curación, gratuidad. sin guerra.

Había también en el contexto de Jesús esenios y fariseos, vinculados de algún modo a los hasidim del entorno de los macabeos. Entre los esenios destaca el Maestro de Justicia, figura central de la renovación israelita de la segunda mitad del siglo II a. C. Fue sacerdote, pero contrario a los sadoquitas (de la dinastía de Sadoc: cf. 2 Sam 8, 17; 1 Rey 1, 8; Ez 40, 46; 1 Cron 6, 8) que habían sido dominantes en la primera mitad del siglo II, hasta la muerte de Alcimo (159 a.C.) y también contrario a la nueva dinastía asmonea, que triunfó con Jonatán (hermano de Judas Macabeo) y con sus sucesores, tras el (152 a. C), de forma que vivió en un tipo de “exilio”.

Este Maestro de justicia era rigorista en su visión de la ley, apocalíptico en su forma de entender la historia. Esperaba una intervención fuerte de Dios, que renovaría el orden religioso de Israel y la estructura política y social de su territorio. Su nombre y figura se encuentra asociada al establecimiento de los esenios en Qumrán, con su afán de pureza: sólo ellos, los elegidos de la alianza, habrían entendido bien el tiempo de Dios y así esperaban en el desierto su llegada.

            Pudieron haberse dado contacto entre Qumrán y Juan Bautista y, en esa línea, podríamos hablar de un primer momento en que Jesús (discípulo de Juan) estaba cercano a los esenios. Pero cuando empezó a promover su movimiento de Reino en Galilea, Jesús rechazó el modelo sacral del Maestro de Justicia [1].

El movimiento de Qumrán podría ayudarnos para situar el mensaje de algunos grupos cristianos primitivos, como el de Santiago, en Jerusalén, pero la forma de entender las promesas de Dios y la visión de fondo del Maestro de Justicia y de Jesús, aún brotando de un mismo sustrato israelita, eran muy diferentes y reflejaban dos maneras de entender la identidad israelita.

 (1) El Maestro de justicia se interesaba por la limpieza moral y sacral de su comunidad, que debía separarse de otros grupos “manchados”, para expresar de manera elitista y “limpia” los principios de la Ley. (2) En contra de eso, Jesús ofrece el Reino de Dios a los pobres y expulsados del sistema sacral (a quienes Qumrán rechazaba): no quiere un grupo de puros, sino un movimiento de Reino.

Entre los (proto-fariseos) que nacieron también de los hasidim, igual que los esenios, en tiempos de la crisis macabea, destaca Hilel, maestro del judaísmo nacional posterior (rabínico), representado por la Misná (codificada hacia 200 d. C.). Fue algo anterior a Jesús (vivió entre el 30 a. C. y el 10 d. C.) y había venido de Babilonia a Judea. No era partidario de la guerra (contra los celotas); no buscaba una separación radical (de grupo y vida), como muchos esenios, sino una separación legal, en la línea de un judaísmo de pureza familiar y social, que pudiera vivirse en los poblados y ciudades de la tierra de Israel o de la diáspora y cultivarse de un modo abierto en las sinagogas, profundizando en el estudio y cumplimiento de la Ley Nacional (Tora, Pentateuco) en grupos de fieles, separados de la masa de los gentiles. [2]

Qué era. Entorno social: Marginado galileo

220px-Lower_Galilee_map-es.svgNació en una familia de carácter “religioso” y erudito de Galilea, en conexión con el judaísmo proto-rabínico de Judea, pero con los rasgos propios de un cultura campesina, retomando los ideales y caminos de justicia social de la tradición primitiva (más campesina que letrada) del Israel antiguo. Así parece mostrarlo la forma de vida y doctrina de Santiago, su hermano (hermano del Señor: Gal 1, 15-20; 1 Cor 9, 5-6), primer “obispo” de Jerusalén, a quien se atribuye una carta-circular escrita en su nombre sobre la ley universal del amor. La tradición iglesia antigua (avalada por Pablo y Hech 15, y por el mismo F. Josefo: Ant 20, 197-203), supone que Santiago no era un “inculto mesiánico”, sino un erudito, estudioso de la ley. Eso nos llevaría a pensar que Jesús nació en una familia donde, al menos, alguno de sus hermanos valoraba el estudio y cumplimiento de la Ley, en un sentido piadoso [3].

Educado en el trabajo: escuela campesina de vida. Ni Mateo ni Marcos suponen, en contra de Lucas, que Jesús subió al templo a los 12 para discutir con los letrados. Mt 2 afirma, simbólicamente, que José tuvo que llevarle escondido de Belén a Egipto, donde vivió en el exilio. Algunos exegetas de tipo esotérico añaden que allí pudo haber aprendido las artes ocultas de la religión y la magia sanadora, antes de volver a Nazaret (cf. Mt 2, 13-23). Pero el relato de la “huida a Egipto” es más teológico que histórico, un intento de relacionar a Jesús con Moisés, liberado de las aguas, que debió salir de Egipto para realizar su obra en Galilea y, más concretamente, en Nazaret (cf. Mt 2, 23).

Un dato más firme e importante para entender la vida de Jesús lo ofrece Marcos cuando le presenta como tekton o artesano, obrero no especializado que se ocupa, sobre todo, de labores relacionadas con la construcción: cantero, carpintero, trabajador de la madera o la piedra. Sus antepasados vinieron probablemente de Judea a Nazaret, en el tiempo de la conquista de Alejandro Janeo (en torno al 100 a. C.), como agricultores, recibiendo en propiedad unas tierras, que les vinculaban a la promesa y bendición de Dios, en la línea que indican los libros antiguos (especialmente Levítico y Josué). Pero él (o José su padre), como otros muchos, había perdido la tierra, volviéndose así campesino sin campo (y quizá obrero sin obra. [4]

– Marcos le llama “el tekton” (Mc 6, 3). Ésa es su escuela, ése es su oficio y carné de identidad: es un hombre que debe “vender” su trabajo, de forma que, para vivir, no se encuentra a merced de la “providencia de Dios” (lluvia) y de su propio esfuerzo (trabajo personal en el campo), sino que depende de la oferta y demanda de otros, en un mundo lleno de carencia y dureza. No es simplemente “tekton” (un carpintero/obrero como otros), sino “ho tekton”, con artículo definido: éste es su apodo o sobrenombre: el artesano al servicio de las tareas pendientes de su aldea o entorno. Antes de llamarse “el Cristo” (y para serlo), Jesús Galileo ha sido “tekton”, un/el obrero a merced de los demás, un hombre al que todos pueden llamar, para encargarle tareas, de las que él ha de vivir. Esa situación implica una “disonancia” fáctica muy fuerte: su forma de vida no responde a lo que Dios había “prometido” a su pueblo

– Mateo parece suavizar esa afirmación y le presenta como “el hijo del tekton” (Mt 13, 5). Ese cambio puede responder a un intento de “atenuar” la dureza de su estado laboral, pues no se le llama directamente “el tekton” (sino el hijo del tektonJosé), pero en realidad no la atenúa, sino que la refuerza y endurece. Jesús no es simplemente un “nuevo tekton”, alguien que acaba de empobrecer, por situaciones inmediatas de familia, sino que aparece como “el hijo de”,”: alguien que ha nacido en una familia que carecía ya de la seguridad económica que ofrece la propiedad de un campo, cultivado directamente, como signo de bendición de Dios. Cuando más tarde prometa a sus seguidores “el ciento por uno” en campos (agrous: Mc 10, 30 par), Jesús querrá invertir esa situación donde muchos hombres y mujeres como él no han tenido ni tienen un campo para mantener una familia [5].

 Jesús no es un artesano de ocasión (hombre con tierras propias, aunque, en ocasiones, realice otras labores), sino como “el tekton” sin trabajo propio, sin tierra ni hacienda familiar, obrero a lance, sin otro medio de subsistencia que aquello que otros quieran ofrecerle, en un mundo sin contratos ni salarios permanentes.

Éste es un dato negativo, pero en otro sentido puede ofrecer un aspecto positivo: Jesús ha sido capaz de trabajar al servicio de los demás, dentro de un duro mercado de oferta y demanda, conociendo así la dura realidad social de su entorno, desde la perspectiva de precariedad y pobreza de los campesinos que han sido expulsados de su tierra (o la han perdido9. Ésta ha sido su escuela, de forma que ha podido aprender en ella cosas que no suelen aprenderse en la escuela de los rabinos profesionales, ni en el templo de los sacerdotes [6].

4DA59430-5C76-4F3E-A19F-6612FA99AA1DTodo nos lleva a pensar que sus antepasados habían sido propietarios de tierras “prometidas” en Galilea (a partir de la reconquista asmonea, el 104 a. C.), pero, a través de una serie de cambios sociales, introducidos por la cultura greco-romana, que actuaba a través de la política urbanista y centralizadora de Herodes el Grande y de su hijo Antipas, a pesar de las leyes del Jubileo (cada familia recuperaba su cada siete septenarios su tierra: Lev 25), habían sido incapaces de mantener sus propiedades, no teniendo más más salida que hacerse obreros o mendigos para así sobrevivir.

 Desde ese fondo se entiende la situación del Jesús tekton, campesino sin campo, agricultor sin agro. En contra de las bendiciones de Israel y de las promesas mesiánicas, era un hombre sin importancia social: no formaba parte de los propietarios de tierras (en las que se expresa la bendición de Dios), ni heredero de una estirpe sacerdotal acomodada, como pudo ser Juan Bautista (cf. Lc 1) y como fue F. Josefo (según su Autobiografía). En ese sentido se le puede llamar un “marginal”, aunque es quizá mejor llamarle “marginado” [7].

Así aparece como artesano/obrero de la construcción, que puede haber servido en el mercado laboral del rey Antipas, en sus nuevas ciudades (Séforis, junto a Nazaret; Tiberíades, junto al lago de su nombre) o de otros propietarios agrícolas. Ciertamente, ha podido tener más movilidad que un campesino con tierras y más conocimiento que un propietario, pero ha carecido del poder y, sobre todo, de la seguridad que ofrece un campo propio, una herencia israelita.

El artesano carecía de la identidad que viene por la tierra que se transmite y hereda de padres a hijos, le faltaba el arraigo de la familia que se alza y se asegura en torno a la propiedad, de manera que podemos presentarle como un hombre sin raíces permanentes. Pero, en compensación, ha podido tener la oportunidad de conocer otros pueblos y gentes, logrando así una visión más concreta de las condiciones de vida del conjunto de la población, especialmente de los pobres. En ese fondo se sitúa la autoridad de Jesús, a quien veremos como profeta, creador de una nueva familia de hijos de Dios.

No fue un marginal que se retira y marcha, saliendo de los círculos sociales, como alguien que no tiene nada que aportar, un “idiota” que no sabe oponerse y decir “no” (como supuso F. Nietzsche, en un libro escrito precisamente “contra Jesús”: El Anticristo), un hombre que no ofrece nada positivo a las instituciones sociales que son base del eterno Israel (cf. J. Klausner, Jesús), sino que él se ha opuesto al mundo dominante de una forma mucho más radical y creadora.

No critica desde arriba, ni pide u ofrece una simple limosna, ni se limita a mejorar lo que ya existe, con unos pequeños retoques, sino que inicia un camino de transformación social y humana, precisamente desde aquellos que, como él, carecen de tierra y estabilidad económica. Ésta es su forma de “oponerse” al mundo dominante, la más honda que conozco, ésta es su autoridad [8].

Tiene la autoridad que le ha ofrecido la escuela del trabajo asalariado, como artesano dependiente, un trabajo al que él responde de forma creadora. En esa línea habían respondido, en otro tiempo, los hebreos oprimidos en Egipto (condenados a realizar duros trabajos a la fuerza), cuando salieron de Egipto y buscaron formas nueva de existencia en pobreza y libertad compartida. Algo semejante ha sucedido con Jesús: desde una situación social y laboral muy parecida, en las nuevas circunstancias de Galilea, desde la periferia del gran Imperio Romano, retomando las raíces religiosas de Israel, desarrollando un proyecto radical de Reino.

 Era marginado, pero no resentido (no defiende violencia reactiva en contra de los ricos), un marginado con un potencial inmenso de creatividad positiva. Desde ese fondo se entiende su respuesta ante los retos de su tiempo, la manera en que ha venido a situarse ante la realidad israelita, formulando (iniciando y recorriendo) un proyecto de juicio de Dios ante el Jordán, con Juan Bautista e iniciando después un camino de Reino (por sí mismo y con otros, en Galilea)[9].

Su escuela de Adviento ha sido el trabajo y la pobreza, no un trabajo  libre, propio personas que son dueñas de sus campos (y que deben defender su propiedad, contratando quizá a unos artesanos), sino el trabajo dependiente de millones de personas, que no tienen campo propio y que dependen de la oferta y contrato de otros. Jesús no ha sido un trabajador autosuficiente (dueño de su empresa o campo), sino “hetero-dependiente”, como los artesanos, parados, mendigos, que dependen de aquello que otros quieran (o no quieran) ofrecerles. Sólo desde esa situación se entiende su oferta de Reino [10].

Abrir una comunidad de vida en un mundo de opresiones.

El imaginario simbólico de Jesús lo forma una federación de agricultores, pastores (y pescadores del lago), compartiendo bienes y trabajos. Unos y otros, agricultores, pastores/pescadores, han de ser componentes básicos de una sociedad igualitaria (no mercantil, no imperial), formada por familias y clanes y hombres libres, sin supremacía ni dependencia de unos respecto de otros. Por eso, estrictamente hablando, según Jesús, no debería haber campesinos (sometidos) porque su sociedad ideal (en la línea de Lev 25: ley del jubileo), debería estar formada por agricultores/pastores que mantienen un mismo nivel económico, de producción, intercambio y consumo de bienes.

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Paraíso, conversión, acogida. Domingo 2º de Adviento. Ciclo A

Domingo, 4 de diciembre de 2022
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brote2-960x350Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

  1. De las ruinas de Jarkov al paraíso (Isaías 11,1-10)

            El domingo pasado, la primera lectura nos situaba en un mundo utópico sin guerras ni carrera de armamentos. Este domingo, nos habla de la utopía de la paz universal, simbolizada por la vuelta al paraíso, gracias a la acción de un monarca que implantará la justicia en el país.

            Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago.

            Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor.

            No juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oídas; juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados.

            Herirá al violento con la vara de su boca, y al malvado con el aliento de sus labios.

            La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas.

            Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea.

            La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente.

            No harán daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de Jesé se erguirá como enseña de los pueblos: la buscarán los gentiles, y será gloriosa su morada.

            La mejor forma de entender este poema es verlo como un tríptico. La primera tabla (mutilada casi por completo en la lectura) ofrece un paisaje desolador: un bosque arrasado y quemado. En medio de esa desolación, en primer plano, hay un tronco del que brota un vástago: el tronco es Jesé, el padre de David, y el vástago un rey semejante al gran rey judío.

            En la segunda tabla, como en un cuento maravilloso, el vástago vegetal adquiere forma humana y se convierte en rey. Pero lo más importante es que él vienen todos los dones del Espíritu de Dios: prudencia y sabiduría, consejo y valentía, ciencia y respeto del Señor. Y todas ellas las pone al servicio de la administración de la justicia. El enemigo no es ahora una potencia invasora. Lo que disturba al pueblo de Dios es la presencia de malvados y violentos, opresores de los pobres y desamparados. El rey dedicará todo su esfuerzo a la superación de estas injusticias.

            La tercera tabla da por supuesto que tendrá éxito, consiguiendo reimplantar en la tierra una situación paradisíaca, que se describe uniendo parejas de animales fuertes y débiles (lobo-cordero, pantera-cabrito, novillo-león) en los que desaparece toda agresividad. Nos encontramos en el paraíso, y todos los animales aceptan una modesta dieta vegetariana («el león comerá paja con el buey»), como proponía el ideal de Gn 1,30. Como símbolo admirable de la unión y concordia entre todos, aparece un pastor infantil de lobos, panteras y leones, además de ese niño que introduce la mano en el escondite de la serpiente. El miedo, la violencia, desaparecen de la tierra. Y todo ello gracias a que «está lleno el país del conocimiento del Señor». Ya no habrá que anhelar, como en el antiguo paraíso, comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Hay una ciencia más profunda, el conocimiento de Dios, y ésa no queda recluida dentro de unos límites prohibidos, sino que inunda la tierra como las aguas inundan el mar.

            Esta esperanza del paraíso no se ha hecho todavía realidad. Pero el Adviento nos anima a mantener la esperanza y hacer lo posible por remediar la situación de injusticia.

Juan bautista bautizando

  1. Conversión (Mateo 3,1-12)

            El evangelio del primer domingo nos invitaba a la vigilancia. El del segundo domingo exhorta a la conversión, que implica el doble aspecto de vuelta a Dios y cambio de vida, basándose en la predicación de Juan Bautista. Pero el evangelio de Mateo introduce unos cambios muy significativos en el relato de Marcos.

            En Marcos, todo tiene un tono muy positivo. Juan Bautista predica un bautismo de conversión y la gente se bautiza. Juan no es un loco; su forma de vestir y de alimentarse recuerda al profeta Elías. Pero no anuncia un castigo, sino la venida de uno muy superior a él, que bautizará con espíritu santo.

            Mateo, que escribe décadas más tarde, cuando existe un claro enfrentamiento entre los cristianos y las autoridades judías, divide el relato en dos partes.

            En la primera, Juan predica la conversión, pero añade como motivo la cercanía del reinado de Dios, tema que será fundamental en la predicación de Jesús. Un mensaje exigente pero muy positivo, bien acogido por la gente.

            Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.» Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo: «Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”».

            Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán.

            En la segunda, los protagonistas son los fariseos y saduceos, representantes de las autoridades judías opuestas a los cristianos. A ellos Juan se dirige de forma insultante (“camada de víboras”) y con tono amenazador. Cuando habló al pueblo, Juan adujo como motivo para convertirse la inminencia del reinado de Dios. Aquí indica un motivo distinto: la inminencia del castigo, que se compara con un hacha dispuesta a talar los árboles. Y añade que la conversión debe ser práctica, acompañada de obras; como el árbol que da buen fruto o, de lo contrario, es cortado. En medio de esta amenaza, fariseos y saduceos pueden pensar en una escapatoria: «Somos israelitas, hijos de Abrahán, y no podrá ocurrirnos nada malo, Dios no nos castigará». Incluso cuando habla del personaje superior a él, no dice simplemente que bautizará con espíritu santo, sino con espíritu santo y fuego, porque separará el trigo de la paja y ésta la quemará en un fuego inextinguible.

Viendo a muchos fariseos y saduceos que acudían a su bautismo les dijo: «¿Quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Abraham es nuestro padre”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».

            Este pasaje nos obliga a examinar si producimos buenos frutos o si nos refugiamos en la cómoda confesión de que somos cristianos, católicos, y no necesitamos convertirnos. Por otra parte, plantea la duda de si Jesús actuará de esa forma terrible que anuncia Juan Bautista. La respuesta a esta pregunta la ofrecerá el evangelista más adelante.

  1. Acogida (Romanos 15,4-9)

            Las primeras comunidades cristianas estaban formadas por dos grupos de origen muy distinto: judíos y paganos. El judío tendía a considerarse superior. El pagano, como reacción, a rechazar al cristiano de origen judío. En este contexto escribe Pablo:

            Hermanos:

            Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza. Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, según Jesucristo, para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

            En una palabra, acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios. Quiero decir con esto que Cristo se hizo servidor de los judíos para probar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas; y, por otra parte, acoge a los gentiles para que alaben a Dios por su misericordia. Así, dice la Escritura: «Te alabaré en medio de los gentiles y cantaré a tu nombre». 

            Hoy día no existe este problema, pero pueden darse otros parecidos, que dividen a los cristianos por motivos raciales, políticos o culturales.

Reflexión final

            Las lectura de Adviento nos dan un nuevo baño de utopía y realismo. Ante los numerosos problemas de todo tipo que se dan en el mundo, hay que mantener la esperanza del paraíso, sabiendo que eso se logrará mediante gobernantes justos. Pero también debe darse un compromiso personal de conversión, buenas obras, vuelta a Dios y acogida de los demás, incluso los que pueden resultarnos más ajenos y contrarios.

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04 Diciembre. Segundo Domingo de Adviento

Domingo, 4 de diciembre de 2022
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Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.”

(Mt 3, 1-12)

Acudid vosotras y vosotros también…

En este segundo domingo de adviento el evangelista Mateo nos presenta a un Juan Bautista enfadado, o por lo menos, indignado y muy poco preocupado por la imagen, el márquetin o porque se le vaya la gente.

Ahí le tenemos con su curioso atuendo: vestido de piel de camello y correa de cuero, con una dieta también extraña a base de saltamontes y miel silvestre.

Que cuando se ha concentrado a su alrededor mucha gente (toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán) se pone a insultar a voz en grito a los fariseos y saduceos, les llama “raza de víboras” y manda al cuerno sus privilegios diciéndoles que Dios puede sacar hijos de Abrahán de las piedras. Y a partir de ahí ya son todo amenazas: el hacha, el fuego y el bieldo.

La verdad es que todo junto da un poco de miedo. Si lo pienso despacio no sé si iría corriendo a bautizarme o correría en sentido contrario…

Realmente el anunciante y el anunciado se parecen poco. Aunque es verdad que Jesús tampoco se quedará corto a la hora de dedicarles algunos insultos a los fariseos y escribas, incluso a Herodes.

Pero en lo que no se parecen nada de nada es en la experiencia de Dios. Juan nos habla de un Dios justiciero, que tiene ya el hacha en la mano… Jesús nos dirá que Dios tiene una paciencia y una misericordia infinitas y que no pretende ni siquiera quebrar la caña cascada, ni apagar en pábilo vacilante.

Sin embargo, también Jesús nos invitará a la conversión, pero no por temor, ni principalmente para quitarnos los pecados, no. Jesús nos invita a volver a nuestro Dios porque sabe que mientras le falte uno solo de sus hijos, una sola de sus ovejas o una sola de sus monedas, Dios no está tranquilo, no puede estarlo.

Oración

Dios nos está esperando con un abrazo inmenso y Jesús nos dice: ¡Acudid! a los brazos del Padre.

¡Acudid! Porque lo que tiene en la mano no es un hacha, es un anillo. (Cfr. Lc15, 22)

Porque solo es capaz de “amenazarnos” con cargarnos a sus hombros para llevarnos a casa. (Cfr. Lc15,5)

¡Acudid! Porque está deseando encontraros y celebrar una fiesta con sus amigas y vecinas. (Cfr. Lc 15, 9).

Gracias, Trinidad Santa, por esta segunda semana llena de abrazos.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Juan y Jesús nos piden que cambiemos la manera de pensar.

Domingo, 4 de diciembre de 2022
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Mt 3, 1-12

Hoy, los profetas Isaías y Juan tienen la palabra. La palabra de un profeta no es fácil de aceptar porque obliga a cambiar. El profeta es el hombre que ve un poco más allá que el resto de los mortales. Desde su postura escudriñadora, no le gusta lo que ve y busca algo nuevo. Esa novedad la encuentra dentro de sí, viendo las exigencias de su ser verdadero. El profeta no es un portavoz enviado desde fuera; es siempre un explorador del espíritu humano que tiene la valentía de advertir a los demás de lo que ha visto.

Hoy Isaías anuncia lo que debía ser cada hombre personalmente y lo que podía ser la comunidad. Pero extiende los beneficios de una comunidad auténticamente humana a toda la creación. El causante de ese maravilloso cambio será el Espíritu. Los tiempos mesiánicos llegarán cuando las ciencias humanas no tengan la última palabra, sino que la norma última sea “la ciencia del Señor”. Sencillamente genial. Hoy sabemos que esa sabiduría de Dios está en lo hondo de nuestro ser y allí debemos descubrirla.

Lo primero que nos anuncian es que nacerá algo nuevo de lo viejo. En lo antiguo, aunque parezca decrépito y reseco, siempre permanece un germen de Vida. La Vida es más resistente de lo que normalmente imaginamos. En lo más hondo de todo ser humano siempre queda un rescoldo que puede ser avivado en cualquier instante. Ese rescoldo es el punto de partida para lo nuevo, para un verdadero cambio y conversión.

El evangelio de hoy, leído con las nuevas perspectivas que nos da la exégesis, nos puede abrir increíbles cauces de reflexión. Es un alimento tan condensado, que necesitaría horas de explicación (diluirle para convertirlo en digerible). El problema que tenemos es que lo hemos escuchado tantas veces, que es casi imposible que nos mueva a ningún examen serio sobre el rumbo de nuestra vida. Y sin embargo, ahí está el revulsivo. Pablo ya nos lo advierte: “La Escritura está ahí para enseñanza nuestra”.

En aquellos días… Este comienzo es un intento de situar de manera realista los acontecimientos y dejarlos insertados en un tiempo y en un lugar. Jesús ya tenía unos treinta de años y estaba preparado para empezar una andadura única. Sin embargo, los cristianos descubren que los primeros pasos los quiere dar de la mano del primer profeta que aparecía en Israel después de trescientos años de sequía absoluta.

En el desierto. La realidad nueva que se anuncia aparece fuera de las instituciones y del templo, que sería el lugar más lógico, sobre todo sabiendo que Juan era hijo de un sacerdote. Esto se dice con toda intención. Antes incluso de hablar del contenido de la predicación de Juan, nos está diciendo que su predicación tiene muy poco que ver con la religiosidad oficial, que había desfigurado la imagen del verdadero Dios.

Convertíos, porque está cerca el Reino de Dios. Está claro que se trata de una idea cristiana, aunque se ponga en boca del Bautista. Es exactamente la frase con que, en el capítulo siguiente, comienza su predicación el mismo Jesús. Sin duda quiere resaltar la coincidencia de la predicación de ambos, aunque más adelante deja claro las diferencias. Convertirse no es renunciar a nada ni hacer penitencia por nuestros pecados. Conversión (metanoia), en lenguaje bíblico, es cambiar de mentalidad.

Éste es el que anunció el profeta Isaías. Esta manera de referirse al Bautista es muy interesante, porque resume muy bien lo que pensaban los primeros cristianos de Juan. Para ellos, la figura de Juan responde a las expectativas de Isaías. Juan es Elías (correa de cuero) que vuelve para preparar los tiempos mesiánicos.

Llevaba un vestido de piel de camello. La descripción del personaje es escueta pero impresionante. Su figura es ya un reflejo de lo que será su mensaje, desnudo y sin adornos, puro espíritu, pura esencia. ¡Qué bien nos vendría hoy un poco más de coherencia entre lo que vivimos y lo que predicamos! Esa falta de coherencia es lo que denuncia a continuación en los fariseos y saduceos. Juan es un inconformista que no se amolda en nada a la manera religiosa de vivir que tenían los judíos de su tiempo.

Acudía a él toda la gente. La respuesta parece que fue masiva. Se proponen dos ofertas de salvación: la oficial, Jerusalén (templo) y la protestante en el desierto. La gente se aparta del templo y busca la salvación en el desierto junto a un profeta. La religión oficial se había vuelto inútil, en vez de salvar esclavizaba. Más tarde, Mateo   llevará a toda esa gente a Jesús, en quien encontrará la salvación definitiva.

Dad el fruto que pide la conversión. A los fariseos y saduceos, Juan les pide autenticidad. De nada sirve engañarse o engañar a los demás. Los fariseos y los saduceos eran los dos grupos más influyentes en tiempo de Jesús. También van a bautizarse, pero sin cambiar. Las instituciones opresoras tratan por todos los medios de domesticar ese movimiento inesperado, pero son desenmascarados por Juan.

Los fariseos, conocedores de todas las normas, cumplían más de lo que estaba mandado, por si acaso. Los saduceos eran el alto clero y los aristócratas, los que estaban más cerca del templo y de Dios. Éstos son los que tienen que convertirse. ¿De qué? Aquí está la clave. Un cumplimiento escrupuloso de la Ley compatible con una indiferencia e incluso desprecio por los demás, es contrario a lo que Dios espera. Estar todo el día trajinando en el templo no garantiza el cumplimiento de la voluntad de Dios.

La conclusión es demoledora. Ninguna religiosidad que no valore al hombre tendrá sentido. Somos propensos a dilucidar nuestra existencia relacionándonos directamente con Dios, pero se nos hace muy cuesta arriba el tener que salir del egoísmo y abrirnos a los demás. Nos cuesta aceptar que lo que me exige Dios (mi verdadero ser) es que cuide del otro. Sin pudiéramos escamotear esta exigencia, todos seríamos buenísimos.

El Dios, con el que nos relacionamos prescindiendo del otro, es un ídolo. Convertirse no es arrepentirse de los pecados y empezar a cumplir mejor los mandamientos. No se trata de dejar de hacer esto y empezar a hacer aquello. No podemos conformarnos con ningún gesto externo. Se trata de hacerlo todo desde la nueva perspectiva del Ser profundo. Se trata de estar en todo momento dispuesto a darme a los demás.

Él os bautizará con Espíritu Santo. Se trata de otra idea cristiana. Está hablando de un bautismo superior al suyo. Toda plenitud es siempre realizada por el Espíritu. No está hablando del “Espíritu Santo”, sino de la fuerza de Dios que capacita a Jesús y a todo el que “se bautice en él”, para desplegar todas las posibilidades de ser humano.

 

Meditación

La presencia de Dios Espíritu en nosotros es la clave.
Meditar es emprender un camino hacia el hondón de mi ser.
Si de verdad quiero ser auténtico, tengo que descubrir mi ser.
El camino puede ser largo y difícil, pero no hay alternativa.
Si no lo descubro, mi vida se centrará al “ego” (falso yo).

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Convertíos.

Domingo, 4 de diciembre de 2022
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gargallo4Mt 3, 1-12

«Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos»

Convertirse es volver los ojos a Dios y creer en el Espíritu que habita en nosotros.

En mayor o menor medida, y por distintos motivos, todos hemos hecho propósito firme de conversión en diversos momentos de nuestra vida; nos hemos propuesto cambiar, sacudirnos la pereza, renunciar a nuestras pasiones, enfocarnos a Dios y vivir como cristianos; compartiendo, perdonando…

Pero no lo hemos logrado, porque lo hemos fiado todo a nuestra voluntad, y la voluntad no da para tanto. Es como quien intenta dejar de fumar: “A partir de mañana lo dejo”, pero una semana después el propósito se desvanece y todo queda en un mero intento fallido. Con la conversión pasa lo mismo. Cuántas veces, tras superar algún episodio difícil de la vida, hemos visto naufragar nuestro propósito de enmienda porque lo habíamos fiado todo a la voluntad.

Sería estupendo que pudiésemos elegir libremente la opción por Dios como quien elige cambiar el canal de televisión, pero no podemos, porque nuestras pasiones son mucho más fuertes que nosotros. Por eso, quizá sea bueno entender la conversión, no como un acto puntual de voluntad, sino como un proceso que nunca acaba y que nada tiene que ver con ella…

Lo entenderemos mejor con un ejemplo.

Imaginemos un día frío y desapacible. Está nevando y la temperatura permanece bajo cero. Hemos estado caminando toda la mañana por el monte y, al fin, hemos llegado a un refugio caldeado por el fuego que arde en un fogón al fondo de la estancia. Estamos ateridos y queremos entrar en calor lo antes posible, pero, por mucho que nos acerquemos al fuego, tardaremos un rato en conseguirlo. Al menos, dentro, nos iremos calentando, pues quedándonos fuera seguiremos cada vez más congelados.

Y en esto puede consistir la conversión; en acercarse al fuego. Como decía Ruiz de Galarreta: «Convertirse es que la cercanía de Jesús nos va cambiando. Convertirse es que la presencia del Fuego nos va calentado, la presencia del Agua nos va lavando, nos va fertilizando…».

No podemos convertirnos por un acto de voluntad, pero sí podemos acercarnos a la Palabra; sí podemos tratar de conocer mejor a Jesús y dejarnos fascinar por él. Y para ello, podemos orar, contemplar, leer, celebrar bien la eucaristía, practicar el silencio… en definitiva, podemos dejar que el Espíritu crezca en nosotros, desde dentro, como una semilla que va germinando hasta convertirse en un árbol capaz de dar fruto.

Y es que, afortunadamente, quien se acerca al fuego se va calentando…

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fe Adulta

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