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6.8.23 (JMJ 4). Juventud, tiempo y tarea de transfiguración (Mt 17, 1-9)

Domingo, 6 de agosto de 2023

IMG_0168-768x394Del blog de Xabier Pikaza:

Culmina la JMJ 23 con la Trans-figuración, fiesta de la juventud como tiempo y tarea de educación personal cristiana:

-Educar (e-ducere) es hacer que surja desde el fondo de la Vida (de nosotros mismos) aquello que somos de raíz, pero sin serlo todavía  ya desarrollado. Somos seres de educación, de naturaleza que nace re-naciendo.

– Juventud es el tiempo (estadio vital) en que el hombre/mujer, que surgido sin “definición de sí mismo” se define, se identifica, fijando así y asumiendo las coordinadas básicas de su vida.

– Conforme a la tradición evangélica (Mc 9, 2-9), la educación cristiana culmina en el encuentro e identificación con Jesús, en la montaña de la trans-figuración. Éste es el evangelio del domingo, el tema clave de la JMJ 23, que hoy culmina en Lisboa-

Mateo 17,1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se trans-figuró (=meta-porphothe) delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.

Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: “Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.” Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: “Levantaos, no temáis.”

Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.

Prólogo: Educación humana de Dios, Himno de Pablo (Flp 2, 6-11)

IMG_0166-768x768Jesús pudo haber vivido “como Dios”… en forma de eternidad sin cambio, siempre igual, sin proceso de maduración alguna y, sin embargo, quiso aprender a ser “hombre” (ser humano, varón o mujer), en este mundo concreto… y para eso  se “vació” (ekenôsen) a sí mismo, tomando forma (morphê) de joven (aprendiz de humano, siervo).

Ésta fue su juventud, su proceso de maduración/identificación humana, aprendiendo a vivir y viviendo como “esclavo” (doulos) de los demás, hasta la muerte.  Ésta fue su identidad, éste su proceso humano de maduración divina…Aprendió a ser siervo de los demás, en amor, en entrega de sí.

De esta forma se mostró Jesús como Dios esclavo, Dios siervo de amor hasta la muerte y muerte en Cruz. Aprender a morir por los demás, y morir de hecho, en cruz, regalando su vida, plenamente, en amor, ésta fue la identidad de Jesús, su proceso de vida hasta la muerte…

Por eso Dios le levantó (le elevó-resucitó) por encima de todo lo que existe, de forma que él es Señor de cielo y tierra, siendo y por ser “siervo de todos”. Esta es la identidad de Jesús, su resurrección (glorificación) como proceso de muerte por los otros, por todos.

Comentario textual: Re-surrección del hombre en Cristo (Mt 17, 1-9 par).

          Este pasaje define en forma simbólica la resurrección de Cristo, formulado por Mc 9, 2-8 y recreado en formas convergentes por Mateo y Lucas (9, 28-36). Estos son los elementos básicos del texto:

Jesús lleva a tres discípulos (signo y compendio de todos, varones y mujeres) a la montaña elegida para que descubran su verdad humana como caminantes y se identifiquen con él (con Jesús, presencia de Dios) , conforma al esquema de Flp 2, 5-9, conforme al cual Dios “aprende a ser Dios” haciéndose humano, en amor y servicio a los demáss

Jesús introduce a sus discípulos en la trans-figuración, haciéndoles ver que la identidad (morphe, forma) de Dios se expresa y despliega en su camino de siervo/doulos, dando su vida por todos. Jesús es Dios haciéndose siervo/esclavo, en amor hasta la muerte. No guarda y mantiene su “forma” para sí, no se aprovecha de los demás, para elevarse sobre ellossí mismo, sino que se abaja y entrega en amor a los demás hasta la muerte.

 Jesús inicia así el camino más alto, la Vía Magna de Dios en la tierra, en forma humana, como servidor de todos…Ésta es su identidad, no tener identidad exclusiva, sólo suya (un yo-dominante por encimad e los otrosdemás), sino hacerse principio de existencia para todos, hasta la muerte (y muerte en Cruz): Todos se aprovechan de él, todos le utilizan, todos al fin le matan

Ése camino de Dios en Jesús, siendo el novedoso (nueva alianza), es el más antiguo, el camino de Moisés y Elías, la ley y los profetas, la vía regia de la muerte y resurrección de Jesús en quien sus discípulos descubran al Dios de la Escritura de Israel y de la Plenitud humana. No abandonan a Israel, para encontrar a Jesús, sino que descubren en Jesús la verdadera identidad del Dios de Israel y de todos los pueblos.

La experiencia de la transfiguración (centrada simbólicamente en tres varones) retoma y expresa el sentido de la experiencia pascual de la tumba vacía, tal como ha sido vivida por las tres mujeres de la Cruz y Pascua de Mc 15-16 par (Magdalena, la madre de José y Santiago, Salomé…). La escena de la transfiguración retoma y expresa en forma visionaria de varones el motivo y mensaje originario de la experiencia de la tumba vacía de las tres mujeres.

Introducción. El gen humano (como alambique de alquimia donde se tansfigura la vida).

Hacerse humano en Cristo (varón y mujer) significa aprender a dar la vida y darla. Los seres que se aman existen en la medida en que se relacionan y entregan unos a los otros, en forma gratuita, es decir, en la medida en que salen de sí, se entregan, se dan y se acogen, siendo, de esa forma, los unos en los otros.

La vida/educación humana es, por esencia, movimiento de diferenciación y comunicación en Dios (en él vivimos, nos movemos, somos: Hech 17, 18), en un “la plenitud divina” que se encarna en la historia de los hombres,  de tal forma que no absorbe y anula a los individuos humanos, sino  que se expresa y encarna en ellos, en forma dialogal, como entrega mutua de vida. Donde sólo hay “yo” no hay “yo” (ni siquiera en Dios) donde sólo hay uno no hay ninguno (ni siquiera en Dios); Dios “es” (soy el que soy) siendo comunión de vida, amor que se da, se acoge se comparte en la historia de los hombres.

 Todo existe en movimiento, a modo de palabra de comunicación, que se ofrece, se acoge y se comparte. Así es Dios, dándose a sí mismo y recibiéndose, esto es, compartiéndose, en un camino (proceso) de vida que se expresa y realiza de modo pascual en los hombres.  Así se revela Dios, tal como él es, en la vida de los hombres, en Cristo.

Así podemos afirmar que cada ser humano (persona) es, en una línea un “yo” absoluto (soy el que soy: Ex 3, 14), pero sólo puede serlo y decirse (yo soy), siendo dependiente, recibiendo su ser de otras personas, dialogando y dando aquello que es a los demás, descubriendo y realizando así su esencia su ser en sí) sí, siendo en los otros. Eso significa que que sólo puede decir “yo” (soy el que soy),  haciéndose “tú”  para los otros, dándoles su propia vida y viviendo en ellos.Según eso, una persona sólo existe en sí existiendo desde, para para y en (con) otras personas. (a) Sólo soy porque me han dado mi ser. (b) Sólo soy porque regalo y comparto mi ser con otros.

Según eso, la unidad/identidad (yo soy) existe únicamente en forma de dualidad, alteridad. Sólo haciendo que otros sean soy yo mismo, sólo al darles lo que soy me hago a mí mismo,  por gracia de los otros.

Ratificación. El gen educativo

 IMG_0167En la línea anterior, pudiendo (en teoría) ser Dios separado, por encima de los otros, se ha hecho y es Dios en nosotros, haciéndose siervo y siendo así verdadero “señor” (Dios en el cielo, Dios en la tierra, Dios en los mundos inferiores, todo en comunión y don de vida),conforme al himno de Flp 2, 6-11. Según eso, en su radicalidad el gen humano es gen cristiano.

 En esa línea, amar-dialogar (ser humano) no consiste en buscar la perfección propia en un Todo superior, cerrado en sí, para ser allí absorbidos, sino en dar y recibir la vida, compartiéndola con otros. Inmerso en este Dios que es palabra dialogada, un ser humano sólo puede encontrar su perfección en la perfección del otro. Un hombre/mujer  sólo puedes ser independiente potenciando la independencia del otro, para gozar así de su presencia y disfrutar de su encuentro.

  1. Según eso, amar/dialogar supone existir de forma «extática», saliendo cada uno de sí mismo y encontrándose en el otro. Amar es darse, es difundirse, salir de sí y morir, para encontrarse y ser (resucitar) en otro. «Vivo sin vivir en mí» … Vivir en el amado, eso es resucitar (Teresa de Jesús). Morir al propio yo egoísta, eso es vivir por siempre
  2. Según eso, morir no es perder la vida, sino ganarla. Vivo porque he dado mi vida (la he perdido, he muerto), en la línea de aquello que decía Juan de la Cruz, de forma lapidaria:“El alma más vive donde ama que en el cuerpo donde anima, porque en el cuerpo ella no tiene su vida, antes ella le da (da vida al cuerpo), mientras que ella vive por amor en lo que ama (en el que ama)” (Cantico b. Comentario 8, 3).

Según eso, la naturaleza del hombre consiste en hacerse persona (comunión dialogal de palabra y obra), con otras personas, de manera que la miwmq vida se convierte en don, a modo de tarea y gracia compartida. En ese sentido, la vida del hombre es trans-vida (vida que se da, que pasa a otros), su esencia es prae-esencia, en una línea que podemos llamar de  trans-figuración (como define el himno de Flp 2, 6-11).

Educación, maduración humana como transfiguración

  Cada ser humano es uno siendo otro (es otros), saliendo de de sí para perderse y encontrarse en elloso, siendo así per-sona, esto es, re-sonancia de y en los demás, en sentido etimológico de per-sonare (sonar, resonar en los otros, como voz compartida).  Sólo de esa forma, cuando un hombre (ser humano) se transciende siendo en otro puede hablarse de presencia de amor, se puede hablar de Gracia con mayúsculo, de Dios que es gracia, dualidad de amor (Trinidad).

Por amor, el hombre sale de sí mismo y actualiza, encuentra, la verdad de su existencia en otro ser humano, del que proviene, hacia el que va, con el que comparte su exisencia. Pues bien, al fondo de todos los contactos creadores y gratuitos de este mundo, el hombre puede descubrir el Amor con mayúscula, como principio de todas las gracias y palabras.

Cada  ser humano vive porque Otro le ha llamado y porque, de esa forma, pueda llamar y dar la vida a otros, viviendo (siendo y transfigurándose en ellos). El hombre es persona como un “yo-en-relación”: nace porque le han llamado y porque le dicen “tú”; crece y se desarrolla, se trans-figura, dando su vida a los demás y resucitando de esa forma en ellos  (cf. B. Andrade, Dios en medio de nosotros, Salamanca 1999)

 La persona no es sustancia (en línea griega), ni sujeto (en línea cartesiana), sino auto-presencia compartida. Cada hombre o mujer se hace per-sona al resonar en otros, existiendo en ellos, al hacer que ellos existan. Superamos así una forma previa de realidad, de ser puro mundo, haciéndonos personas, esto es, vida compartida en amor,  diálogo de acogida y entrega mutua, en Dios (siendo así Dios encarnado en el mundo).   Así lo formularé comentando cuatro proposiciones:

He nacido por llamada de Dios (de otros seres): tú me haces ser, me hacen ser los otros…. Nacemos a la vida por la llamada de otros (madre, padre, hermano, el amigo…) que me dicen “tú”, de tal forma que puedo ser y soy en mí mismo, porque otro (especialmente Jesús) me ha concedido mi propia identidad.

Soy porque tú me haces ser al llamarme…Éste es el principio de toda educación, tal como se expresa en Jesús, aquel hombre especial que, al desligarte su propio yo, nos ha ido llamado a cada uno, haciendo así que podamos vivir como personas.

Jesús ha ido llamado a los que no eran (no eran reconocidas como personas), a los cojos-mancos-ciegos, incapaces de andar, de actuar, de ver… Ha ido diciendo tú y llamando a los abandonados y expulsados de la vida, de forma que ellos puedan (que podamos) decir, “tú me haces ser, re reconoces, me hacer ser porque me amas, y así coy por tu gracia. Sólo por eso, porque tú me has dicho “sé, vive, camina, actúa…), yo puede sentir y saber que soy, diciendo a los otros que sean por amor, al amarles, de forma que ello se descubran vivos en mí y en sí mismos.

Descubro que soy porque el decirme otros “tú eres” descubro que soy en otros y con otros. Descubro así que nos hacemos ser unos en otros.Soy en mí, porque tú eres para mí, conmigo… porque somos unos en otros, desde otros, para otros.  Yo soy porque otro es para mí principio de vida y amor, ser en compañía, porque Cristo es comunión  (cuerpo, carne, pan de amor) para mí, para nosotros, es cuerpo común, de forma que cada uno podamos ser carne y sangre de amor, unos  para otros.  Desde los otros soy, con y para ellos vivo,  de tal forma que al darles mi propia vida resucito en ellos.

Encuentro liberador. Cada persona existe al dejarse liberar para el amor por otra personas, en el encuentro mutuo, de tal forma que existe por don y regalo de otras personas. Esta liberación mutua ‘por ti, contigo y para ti’ (para los demás, en Jerús) hace que la vida humana deba interpretarse como regalo, no como conquista de cada uno por aislado o de dominio de uno sobre otros. Así puedo afirmar: Mi vida es mía porque tú me las has dado, diciéndome “sé tú misma”, la vida es tuya, tú eres… Mi vida e mía porque yo se la puedo dar y la doy a otros, siendo en ellos.  Por eso, siendo en Cristo puedo ser para otros, haciendo que ellos puedan ser en mí,  porque les dejo ser, porque quiero que sean en sí mismos, y yo con y para ellos.

4. Encuentro sanante.El amor cura al hombre enfermo como sabe el evangelio (curaciones de Jesús). El ser humano ha sido creado para la salud o plenitud (cf. Gen 1), pero se encuentra amenazado por la enfermedad, que se expresa en el gesto de aislarse, encerrarse, rechazar a los demás. Lógicamente la salvación (de la misma raíz que salud) se despliega realiza «en el encuentro en elque tú me dices quién soy y quién puedo ser». Según eso, crear y sanar se identifican: «Sólo tú puedes ayudarme a devenir aquel que yo soy en forma de búsqueda y de pregunta, como un ‘yo’ auto-presente» (un yo que soy en mí mismo, siento tú en mí. Al recibirme como don, yo mismo soy sanado, pues recibo mi vida de los otros.

Este lenguaje de diálogo no es algo que se añade al ser del hombre, sino la misma realidad del ser humano, que sólo existe al recibir y compartir la vida, en gesto de apertura (pregunta) trascendental, que es búsqueda de comunión definitiva, con Dios a través de la comunión con otros seres humanos.

En ese sentido el diálogo nos “resucita” (nos permite ser desde el otro y en el otro). Eso significa que cada ser humano (hombre o mujer) no resucita en sí, sino en el otro. La resurrección no es la vuelto a un tipo de “sí mismo” cerrado, sino la apertura y despliegue de la propia vida en el otro, en lo que vienen tras nosotros.

 Siendo esencia y presencia dialogal (nacemos unos de otros), debemos convertir ese don en tarea (darnos la vida mutuamente). Somos don y tarea constante. No podemos decir “ya he llegado”. Todos los diálogos que vamos trazando resultan efímeros, siendo, sin embargo, necesarios. Eso significa que los hombres son un diálogo real (¡ha llegado el Reino del amor!), pero no culminado (¡todavía no se ha manifestado plenamente!. cf. B. Andrade, Dios en medio de vosotros, Sec. Trinitario, Salamanca).

 Una palabra final: Resurrección, transfiguración

Según la “confesión” del NT y de la Iglesia primitiva, Jesucristo  se define como dualidad de relaciones:(a) Existe plenamente en sí mismo siendo en Dios. (b) Existe plenamente en sí mismo siendo en los seres humanos. Esta “doble dualidad” define la antropología cristiana en forma de dualidad unitiva: Soy uno en mí mismo, siendo en el otros… De esa forma muero, dando mi vida a los otros; pero sólo al morir por ellos  (en ellos) resucito.

 No se trata de encontrar la unidad en el todo (disolviéndose en la totalidad divina), sino en la comunión con Dios (como Otro) y en la comunión con los demás hombres (como otros).

Este es el sim-bolismo primario y esencial de la muerte y resurrección cristiana, de la transfiguraciòn: (a) Sólo podemos hablar de Dios en el hombre (pues Dios es infinito y el hombre finito); sólo hay Padre-Dios en el Hijo Jesucristo (y en los hombres). (b) Sólo podemos hablar del hombre en plenitud en el diálogo divino, infinito, tal como se manifiesta y expresa en los otros hombres.

          Esto es lo que descubrieron sorprendidos los primeros cristianos; éste fue su mayor tesoro,  como “revelación”, esto es, como apertura de mente y de vida, como tarea gozosa de esperanzas. Esto es lo que los cristianos han seguido “descubriendo” en Jesús de Nazaret, en su propia vida y destino, no en contra de otros (de todos los restantes), sino en nombre de todos. De esa forma, al descubrir la identidad de Jesús descubrimos y podemos confesar la identidad y verdad del hombre, tal como lo expresa Marcos el relato de la transfiguración  (Mc 9, 2-11 par)

  1. Esta re-velación (meta-morfosis) de los cristianos (que son, existen, dàndose vida unos a otros y en otros) es, por un lado, algo nuevo, que nunca se había formulado así, de esta manera concreta (que sepamos) en otras religiones y culturas. Pero, al mismo tiempo, esa experiencia responde a la visión y camino de Elías y Moisés (¡profecía y ley,en ese orden en el texto de Marcos!). Esa es la novedad y plenitud del judaísmo, de lo que llamamos Antiguo Testamento, representado por Elías y Moisés. Esa es la verdad de fondo de todas las religiones como experiencias de trans-figuración. Es una experiencia de “totalidad” en el diálogo infinito de la “vida trinitaria”, vida en comunión de amor sin fin, en libertad creadora, en comunión concreta con el prójimo.
  2. Esta unidad en comunión (ser/resucitar unos en otros) implica una meta-praxis. No es una pura teoría abstracta, sino una “nueva forma de vida”, una mutación “trans-biológica”. Esta experiencia de transfiguración lleva, por tanto, en sí misma, un compromiso y tarea de agradecimiento y generosidad gozosa que culmina en la muerte; esta experiencia se expresa en forma de vida “gozosa, elevada”, de “monte de Dios”, de vida acogida y regalada a los demás, y compartida con ellos como sigue diciendo expresamente el texto del evangelio del evangelio. Esta es la experiencia de la tumba vacía de Magdalena y las otros dos “marías”, que descubren que Jesús ya no está, porque ellas mismas son Jesús, en comunión unas con otras. Esta experiencia sólo es posible cuando uno está dispuesto a “morir” al hombre “viejo” (cerrado en su propio egoísmo), cuando descubre que su vida es vida en todos, para todos, para vivir con y para todos, resucitando de esa forma en ellos.
  1. Esta unidad implica un tipo de meta-conocimiento, meta-noia (de meta-noein, en griego), es decir, un trans-conocimiento, que puede parecer complicado y que, sin embargo, es lo más simple, algo que supieron desde antiguo los hombres de las más antiguas experiencias religiosas, un conocimiento que vincula (en sim-bolismo), a Dios con (en) el hombre, y al hombre con (en) Dios, en la línea de eso que pudiéramos llamar tras-cendencia en la in-manencia (esto es, de Dios en la misma vida humana): Dios “verdad” del hombre, el hombre “verdad” de Dios, la vida que desemboca en la Vida, pues en ella “existe”.

          Normalmente, esa palabra “meta-noia” (Mc 1, 14-15 par.) suele traducirse como “conversión”, en sentido moral (o, mejor dicho, moralista). Pero no se trata de eso (de un moralismo penitencial, casi siempre negativo y opresor), sino de una apertura de mente, de un conocimiento más amplia, de una experiencia de vida compartida, esto es, de dualidad interhumana. Cada ser humano nace del conocimiento-amor de otros seres humano (desde ellos y en ellos existe); cada ser humano vive y perdura en la medida en que entrega y comparte su vida con otros hombres y mujeres.

  1. Esta es una experiencia de re-surrección (es la experiencia básica de Mc 16, 1-8): Jesús no está ya fuera, sino en sí mismo, como videa de su propia videa , pero no una resurrección puramente después, sino ya en esta misma vida, asumida, gozada y compartida como Jesús, pues, como he dicho, su misma “vida histórica” viene a presentarse y descubrirse en el evangelio como vida resucitada en los demás (en Dios). El texto de la transfiguración de Marcos 9 termina diciendo “no habléis de esto a nadie, pues no os van a entender…”, nohabléis de esto a nadie, no os empeñéis en convencerles a la fuerza, hasta que llegue la resurrección de los muertos, esto es, la experiencia radical de ser uno en otros y con otros,  pues ni vosotros lo entenderéis, ni lograréis que lo entiendan los otros, a no ser que seáis también vosotros “testigos de la resurrección” que es la vida que se expresa por la muerte, que florece y se despliega cuando uno es capaz de ir dándose a sí mismo como gracia (es decir, en amor y gratuidad) a los demás.

5, Entendida así, la trans-figuración (re-surrección, con el re- de elevarse y surgir) es una experiencia de vida en esta misma historia,pero en una historia que no se clausura en un momento dado, en unos protagonistas, sino que se recibe, transmite y acoge en una vida que no acaba. Por eso son esenciales en la transfiguración Elías y Moisés (su vida y testimonio está presente en la vida y testimonio de Jesús);  y  también nosotros somos también esenciales nosotros, cristianos del siglo XXI, con Pedro, Santiago y Juan, que siguen vivos en nuestro testimonio, en nuestra propia vida, pues los que viven en Dios no “mueren” en el sentido de terminar y acabarse para siempre, sino que resucitan transfigurados en la vida de Dios, en la esperanza del Shalom definitivo.

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