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Una nube brillante: una historia de transfiguración de la India

Lunes, 7 de agosto de 2023
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IMG_0175Dwayne Fernandes

La reflexión para la Fiesta de la Transfiguración está escrita por Dwayne Fernandes, Director de Espiritualidad, New Ways Ministry y colaborador de Bondings 2.0.

Las lecturas litúrgicas para la Fiesta de la Transfiguración se pueden encontrar haciendo clic aquí.

Si desea compartir algunas de sus reflexiones con otros lectores de Bondings 2.0, no dude en publicar las respuestas que tenga en la sección “Comentarios” de esta publicación.

Mientras leía el evangelio de la Transfiguración de hoy, recordé vívidamente una experiencia que tuve recientemente en un viaje a mi India natal. Mientras estuve allí, tuve la suerte de asistir a una reunión LGBTQ+ en un convento en Mumbai. Cuando la Hna. Neeta, monja canossiana y fundadora del ministerio, dijo que había unas 120 personas en el grupo me despertó la curiosidad, sobre todo cuando añadió que muchos serían de la comunidad kinnar.

El kinnar es un grupo social y cultural distinto que desafía las normas de género binarias tradicionales. La comunidad existe en el sur de Asia, incluidos India, Pakistán, Bangladesh y Nepal. Una vez que se los tuvo en alta estima por su lealtad a los dioses hindúes, con destacadas posiciones de poder bajo los gobernantes hindúes y musulmanes en los primeros siglos, su estatura en la sociedad cayó con la ocupación británica de la India y las políticas y leyes sucesivas. Hoy en día, los kinnars continúan siendo rechazados a pesar de estar legalmente reconocidos como un tercer género en India con un derecho afirmado a la autoidentificación.

IMG_0169La comunidad de Kinnar con una imagen de Santa Magdalena de Canossa al fondo.

Sin mucho acceso al empleo, la atención médica y la educación convencionales, esta comunidad a menudo se ve afectada por la pobreza y se ve obligada a sobrevivir por medios no convencionales, ofreciendo bendiciones, mendicidad y/o trabajo sexual. Las familias indias, históricamente conservadoras en términos de género y sexualidad, apenas quieren ser identificadas con un niño de género fluido, dejando a las personas kinnar abandonadas o forzadas a abandonar sus hogares para preservar la dignidad de la familia.

Son difíciles de perder en las concurridas calles de la India. Vestidos con saris vibrantes y un maquillaje llamativo, los kinnars suelen atravesar intersecciones llenas de gente ofreciendo bendiciones (y maldiciones) mientras suplican. Mientras algunos indios buscan sus bendiciones, otros temen sus maldiciones. Esta paradoja, lamentablemente, solo contribuye a su marginación y miedo en el país. Y en una triste ironía, mientras que sus bendiciones incluyen la fertilidad, la prosperidad y una larga vida, ellos mismos permanecen en la pobreza, no tienen hijos y viven una vida plagada de burlas y violencia.

Siempre he desconfiado de la comunidad kinnar en parte debido al estigma cultural que los rodea. Mi cautela proviene de muchos roces con ellos en la infancia en los trenes y las vías públicas de Mumbai. Verse obligado a entregar dinero por miedo a ser acosado o acosado no es muy agradable, sobre todo ante una asamblea de dos o más personas. Entonces, cuando recibí una invitación para presenciar un ministerio católico con ellos, supe que tendría que confrontar mi pasado.

Llegué a tiempo, solo para darme cuenta de lo fluida que es la hora en la India. Pero mientras esperaba a que se reunieran los participantes, me sorprendieron las conversaciones animadas que surgieron de una “sala verde” improvisada en el salón principal. Vi personas indescriptibles, de apariencia masculina, entrar en la habitación, solo para emerger, completamente transformadas, en relucientes saris y personalidades resplandecientes.

IMG_0172Dwayne Fernandes del New Ways Ministry (izquierda) con líderes del ministerio LGBTQ+ del convento Canossian, incluida la Hna. Neeta, (derecha) la fundadora del ministerio en Mumbai, India

“Les encanta disfrazarse”, explicó la Hna. Neeta. “Es un hombre casado con hijos”, señaló, “pero solo aquí se siente seguro y puede ser él mismo”. A medida que escuché más historias, el dolor, las alegrías y los desafíos que enfrenta esta comunidad, mis malentendidos, como escamas, cayeron de mis ojos y pude presenciar a la persona sin adulterar detrás de la etiqueta.

Mi momento más humillante de la noche fue cuando uno de los participantes me ofreció una mezcla de frutas cortadas en una hoja de plátano. Ellos, entonces, se arrodillaron para tocar mis pies en señal de respeto. Nunca olvidaré este gesto, porque aquí estaba yo, contaminado con juicios hacia la comunidad kinnar, solo para ser recibido, honrado y bendecido por uno de los suyos.

En el Evangelio de hoy de la Fiesta de la Transfiguración, Pedro le dice a Jesús: “Señor, es bueno que estemos aquí”. Salí esa noche del ministerio sintiendo exactamente la misma emoción. Que bueno es que Dios nos lleve a las altas cumbres de los montes. Porque, más allá de la escalada metafórica (malestar, miedo), lo que nos espera no es más que la revelación cruda del Reino de Dios y el consuelo susurrado de las palabras de Jesús: “No tengáis miedo”.

  La transfiguración de Jesús en el Evangelio sugiere un potencial prodigioso para el cambio y la renovación, muy parecido al viaje kinnar: un proceso de despojarse de las expectativas clásicas de hombres y mujeres, para abrazar una comprensión infinitamente más alta de uno mismo. El evento de la transfiguración también ocurre solo después de que Jesús predice su inminente sufrimiento y muerte. Con la discriminación, la exclusión, los desafíos económicos y los prejuicios que plagan a la comunidad kinnar, su camino también está patentado con resiliencia y fortaleza frente a la adversidad acentuada.

Incrustado en el evangelio de hoy hay un oxímoron desconocido: “una nube brillante”. Mientras reflexiono sobre mi velada con la comunidad kinnar, siento que “una nube brillante” es precisamente lo que los define: aparentemente opaca, pero sin embargo llena de la presencia y la voz de Dios.

– Dwayne Fernandes, New Ways Ministry, 6 de agosto de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Dadles vosotros de comer”. 6 de agosto de 2023. 18 Tiempo ordinario – A (Mateo 14,13-21).

Domingo, 6 de agosto de 2023
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IMG_0141El evangelista Mateo no se preocupa de los detalles del relato. Solo le interesa enmarcar la escena presentando a Jesús en medio de la «gente» en actitud de «compasión». Lo hace también en otras ocasiones. Esta compasión está en el origen de toda su actuación.

Jesús no vive de espaldas a la gente, encerrado en sus ocupaciones religiosas e indiferente al dolor de aquel pueblo. «Ve el gentío, le da lástima y cura a los enfermos». Su experiencia de Dios le hace vivir aliviando el sufrimiento y saciando el hambre de aquellas pobres gentes. Así ha de vivir la Iglesia que quiera hacer presente a Jesús en el mundo de hoy.

El tiempo pasa y Jesús sigue ocupado en curar. Los discípulos le interrumpen con una propuesta: «Es muy tarde; lo mejor es “despedir” a aquella gente y que cada uno se “compre” algo de comer». No han aprendido nada de Jesús. Se desentienden de los hambrientos y los abandonan a su suerte: que se «compren comida». ¿Qué harán quienes no puedan comprar?

Jesús les replica con una orden tajante, que los cristianos satisfechos de los países ricos no queremos ni escuchar: «Dadles vosotros de comer». Frente al «comprar», Jesús propone el «dar de comer». No lo puede decir de manera más clara. Él vive gritando al Padre: «Danos hoy nuestro pan de cada día». Dios quiere que todos sus hijos e hijas tengan pan, también quienes no lo pueden comprar.

Los discípulos siguen escépticos. Entre la gente solo se encuentran cinco panes y dos peces. Para Jesús es suficiente: si compartimos lo poco que tenemos, se puede saciar el hambre de todos; incluso pueden «sobrar» doce cestos de pan. Esta es su alternativa: una sociedad más humana, capaz de compartir su pan con los hambrientos, tendrá recursos suficientes para todos.

En un mundo donde mueren de hambre millones de personas, los cristianos solo podemos vivir avergonzados. Europa no tiene alma cristiana y «despide» como delincuentes a quienes vienen buscando pan. Y, mientras tanto, ¿quiénes son en la Iglesia los que caminan en la dirección marcada por Jesús? Por desgracia, la mayoría vivimos sordos a su llamada, distraídos por nuestros intereses, discusiones, doctrinas y celebraciones. ¿Por qué nos llamamos seguidores de Jesús?

José Antonio Pagola

Fotografía Comunicación Social

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“Su rostro resplandecía como el sol”. Domingo 6 de agosto de 2023. 18º Ordinario. Transfiguración del Señor

Domingo, 6 de agosto de 2023
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15-CuaresmaA2De Koinonia:

Daniel 7,9-10.13-14: Su vestido era blanco como nieve.
Salmo responsorial: 96: El Señor reina, altísimo sobre la tierra.
2Pedro 1,16-19: Esta voz del cielo la oímos nosotros.
Mateo 17,1-9: Su rostro resplandecía como el sol.

La primera lectura del libro de Daniel nos recuerda que Israel como el mundo de aquel tiempo y lugar se encontraba en un proceso de helenización. La fuerza de la cultura griega invadía todo y se extendía con rapidez. Toda una nueva forma de entender la vida. Esto trajo una crisis profunda en todos los que vivían con pasión su fe. Con la llegada de Antíoco IV Epífanes, lo que en un primer momento no era más que una mayor promoción de la cultura griega, va a dar paso a una persecución abierta de los judíos que siguen fieles a su fe desde su cultura tradicional. A la irracionalidad de la intolerancia se suma la irracionalidad de la violencia. La «cultura superior» lleva consigo la prepotencia y termina por masacrar a personas sencillas, inocentes, que lo único que pretenden es vivir en paz (¿quiénes son los «bárbaros»?).

En este clima surge el libro de Daniel, retomando acontecimientos del pasado, animando a resistir también ahora. En su segunda parte cambia de género literario y ante la presión y la inestabilidad por lo absurdo de la fuerza… no puede expresarlo en lenguaje convencional y echa mano del género de «la apocalíptica». Todo el capítulo al que pertenece el texto de este día hace de bisagra entre las dos partes del libro.

La segunda lectura, la segunda carta de Pedro es una de las pocas lecturas litúrgicas pertenecientes al último escrito, cronológicamente hablando, del Nuevo Testamento. No sólo por este motivo sino sobre todo por su contenido, es claro que no fue obra del apóstol Pedro, «primer Papa», aunque a él se le haya atribuido desde antiguo. Su intención es animar a los cristianos de las generaciones posteriores a la primera a la permanencia y fidelidad, poniéndolos en guardia frente a posibles desviaciones. La certeza de la victoria total de Cristo se basa, entre otras cosas, en la Transfiguración, una especie de adelanto teológico de lo que Cristo es y representa para todos. Contrapone el autor esta realidad a mitos y leyendas poco de fiar. Y no es que la transfiguración haya de considerase un hecho histórico. Se trata, más bien, de una reflexión espiritual de lo que el Señor Jesús significa para los cristianos. Probablemente no hubo una voz perceptible por los testigos; lo importante es que Jesús es el Hijo de Dios y ha de volver a culminar su obra comenzada. Es importante esta mención de Jesucristo como fundamento de la vida presente del cristiano, de su fe, de su realidad histórica en conjunto y, a la vez, la tensión hacia el futuro, hacia la realización completa.

Los símbolos que utiliza el profeta Daniel se inspiran en la apocalíptica judía del siglo III a. C. La apocalíptica intentaba presentar las grandes opciones de Dios para el presente mediante símbolos litúrgicos, cósmicos y sobrenaturales. El blanco representa la máxima santidad, la presencia divina. Los tronos simbolizan la capacidad para gobernar la historia. El hijo del hombre, un ser humano capaz de hacer realidad la voluntad de Dios.

En el evangelio de Mateo el episodio de la Transfiguración, tiene una relación directa con el episodio del bautismo (Mt 3,13-17). En ambos descubrimos la experiencia filial como forma permanente de relación con Dios: “Éste es mi Hijo preferido; escúchenle”. La presencia de Moisés y Elías en la escena representan el encuentro con «la Ley y los Profetas». La voz que desciende del cielo muestra que nuestra relación filial con Dios determina todo nuestro ser. La escucha de Jesús se convierte de ahora en adelante en el gran imperativo cristiano. La experiencia de Jesús durante su bautismo (Mt 3,17) se convierte en el patrimonio de toda la comunidad cristiana, aunque habrá que esperar a la experiencia pascual para descubrir cómo ese camino de ascenso al Padre pasa por la cruz. La vida cristiana es una vida transfigurada, esto es, una vida que se vive en plenitud desde la conciencia de ser hijos de Dios. Debemos abandonar la iniciativa de Pedro de vivir una vida dividida, desarticulada, simbolizada por su deseo de levantar tres chozas e instalarse allí en la montaña. Leer más…

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6.8.23 (JMJ 4). Juventud, tiempo y tarea de transfiguración (Mt 17, 1-9)

Domingo, 6 de agosto de 2023
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IMG_0168-768x394Del blog de Xabier Pikaza:

Culmina la JMJ 23 con la Trans-figuración, fiesta de la juventud como tiempo y tarea de educación personal cristiana:

-Educar (e-ducere) es hacer que surja desde el fondo de la Vida (de nosotros mismos) aquello que somos de raíz, pero sin serlo todavía  ya desarrollado. Somos seres de educación, de naturaleza que nace re-naciendo.

– Juventud es el tiempo (estadio vital) en que el hombre/mujer, que surgido sin “definición de sí mismo” se define, se identifica, fijando así y asumiendo las coordinadas básicas de su vida.

– Conforme a la tradición evangélica (Mc 9, 2-9), la educación cristiana culmina en el encuentro e identificación con Jesús, en la montaña de la trans-figuración. Éste es el evangelio del domingo, el tema clave de la JMJ 23, que hoy culmina en Lisboa-

Mateo 17,1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se trans-figuró (=meta-porphothe) delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.

Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: “Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.” Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: “Levantaos, no temáis.”

Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.

Prólogo: Educación humana de Dios, Himno de Pablo (Flp 2, 6-11)

IMG_0166-768x768Jesús pudo haber vivido “como Dios”… en forma de eternidad sin cambio, siempre igual, sin proceso de maduración alguna y, sin embargo, quiso aprender a ser “hombre” (ser humano, varón o mujer), en este mundo concreto… y para eso  se “vació” (ekenôsen) a sí mismo, tomando forma (morphê) de joven (aprendiz de humano, siervo).

Ésta fue su juventud, su proceso de maduración/identificación humana, aprendiendo a vivir y viviendo como “esclavo” (doulos) de los demás, hasta la muerte.  Ésta fue su identidad, éste su proceso humano de maduración divina…Aprendió a ser siervo de los demás, en amor, en entrega de sí.

De esta forma se mostró Jesús como Dios esclavo, Dios siervo de amor hasta la muerte y muerte en Cruz. Aprender a morir por los demás, y morir de hecho, en cruz, regalando su vida, plenamente, en amor, ésta fue la identidad de Jesús, su proceso de vida hasta la muerte…

Por eso Dios le levantó (le elevó-resucitó) por encima de todo lo que existe, de forma que él es Señor de cielo y tierra, siendo y por ser “siervo de todos”. Esta es la identidad de Jesús, su resurrección (glorificación) como proceso de muerte por los otros, por todos.

Comentario textual: Re-surrección del hombre en Cristo (Mt 17, 1-9 par).

          Este pasaje define en forma simbólica la resurrección de Cristo, formulado por Mc 9, 2-8 y recreado en formas convergentes por Mateo y Lucas (9, 28-36). Estos son los elementos básicos del texto:

Jesús lleva a tres discípulos (signo y compendio de todos, varones y mujeres) a la montaña elegida para que descubran su verdad humana como caminantes y se identifiquen con él (con Jesús, presencia de Dios) , conforma al esquema de Flp 2, 5-9, conforme al cual Dios “aprende a ser Dios” haciéndose humano, en amor y servicio a los demáss

Jesús introduce a sus discípulos en la trans-figuración, haciéndoles ver que la identidad (morphe, forma) de Dios se expresa y despliega en su camino de siervo/doulos, dando su vida por todos. Jesús es Dios haciéndose siervo/esclavo, en amor hasta la muerte. No guarda y mantiene su “forma” para sí, no se aprovecha de los demás, para elevarse sobre ellossí mismo, sino que se abaja y entrega en amor a los demás hasta la muerte.

 Jesús inicia así el camino más alto, la Vía Magna de Dios en la tierra, en forma humana, como servidor de todos…Ésta es su identidad, no tener identidad exclusiva, sólo suya (un yo-dominante por encimad e los otrosdemás), sino hacerse principio de existencia para todos, hasta la muerte (y muerte en Cruz): Todos se aprovechan de él, todos le utilizan, todos al fin le matan

Ése camino de Dios en Jesús, siendo el novedoso (nueva alianza), es el más antiguo, el camino de Moisés y Elías, la ley y los profetas, la vía regia de la muerte y resurrección de Jesús en quien sus discípulos descubran al Dios de la Escritura de Israel y de la Plenitud humana. No abandonan a Israel, para encontrar a Jesús, sino que descubren en Jesús la verdadera identidad del Dios de Israel y de todos los pueblos.

La experiencia de la transfiguración (centrada simbólicamente en tres varones) retoma y expresa el sentido de la experiencia pascual de la tumba vacía, tal como ha sido vivida por las tres mujeres de la Cruz y Pascua de Mc 15-16 par (Magdalena, la madre de José y Santiago, Salomé…). La escena de la transfiguración retoma y expresa en forma visionaria de varones el motivo y mensaje originario de la experiencia de la tumba vacía de las tres mujeres.

Introducción. El gen humano (como alambique de alquimia donde se tansfigura la vida).

Hacerse humano en Cristo (varón y mujer) significa aprender a dar la vida y darla. Los seres que se aman existen en la medida en que se relacionan y entregan unos a los otros, en forma gratuita, es decir, en la medida en que salen de sí, se entregan, se dan y se acogen, siendo, de esa forma, los unos en los otros.

La vida/educación humana es, por esencia, movimiento de diferenciación y comunicación en Dios (en él vivimos, nos movemos, somos: Hech 17, 18), en un “la plenitud divina” que se encarna en la historia de los hombres,  de tal forma que no absorbe y anula a los individuos humanos, sino  que se expresa y encarna en ellos, en forma dialogal, como entrega mutua de vida. Donde sólo hay “yo” no hay “yo” (ni siquiera en Dios) donde sólo hay uno no hay ninguno (ni siquiera en Dios); Dios “es” (soy el que soy) siendo comunión de vida, amor que se da, se acoge se comparte en la historia de los hombres.

 Todo existe en movimiento, a modo de palabra de comunicación, que se ofrece, se acoge y se comparte. Así es Dios, dándose a sí mismo y recibiéndose, esto es, compartiéndose, en un camino (proceso) de vida que se expresa y realiza de modo pascual en los hombres.  Así se revela Dios, tal como él es, en la vida de los hombres, en Cristo.

Así podemos afirmar que cada ser humano (persona) es, en una línea un “yo” absoluto (soy el que soy: Ex 3, 14), pero sólo puede serlo y decirse (yo soy), siendo dependiente, recibiendo su ser de otras personas, dialogando y dando aquello que es a los demás, descubriendo y realizando así su esencia su ser en sí) sí, siendo en los otros. Eso significa que que sólo puede decir “yo” (soy el que soy),  haciéndose “tú”  para los otros, dándoles su propia vida y viviendo en ellos.Según eso, una persona sólo existe en sí existiendo desde, para para y en (con) otras personas. (a) Sólo soy porque me han dado mi ser. (b) Sólo soy porque regalo y comparto mi ser con otros.

Según eso, la unidad/identidad (yo soy) existe únicamente en forma de dualidad, alteridad. Sólo haciendo que otros sean soy yo mismo, sólo al darles lo que soy me hago a mí mismo,  por gracia de los otros.

Ratificación. El gen educativo

 IMG_0167En la línea anterior, pudiendo (en teoría) ser Dios separado, por encima de los otros, se ha hecho y es Dios en nosotros, haciéndose siervo y siendo así verdadero “señor” (Dios en el cielo, Dios en la tierra, Dios en los mundos inferiores, todo en comunión y don de vida),conforme al himno de Flp 2, 6-11. Según eso, en su radicalidad el gen humano es gen cristiano.

 En esa línea, amar-dialogar (ser humano) no consiste en buscar la perfección propia en un Todo superior, cerrado en sí, para ser allí absorbidos, sino en dar y recibir la vida, compartiéndola con otros. Inmerso en este Dios que es palabra dialogada, un ser humano sólo puede encontrar su perfección en la perfección del otro. Un hombre/mujer  sólo puedes ser independiente potenciando la independencia del otro, para gozar así de su presencia y disfrutar de su encuentro.

  1. Según eso, amar/dialogar supone existir de forma «extática», saliendo cada uno de sí mismo y encontrándose en el otro. Amar es darse, es difundirse, salir de sí y morir, para encontrarse y ser (resucitar) en otro. «Vivo sin vivir en mí» … Vivir en el amado, eso es resucitar (Teresa de Jesús). Morir al propio yo egoísta, eso es vivir por siempre
  2. Según eso, morir no es perder la vida, sino ganarla. Vivo porque he dado mi vida (la he perdido, he muerto), en la línea de aquello que decía Juan de la Cruz, de forma lapidaria:“El alma más vive donde ama que en el cuerpo donde anima, porque en el cuerpo ella no tiene su vida, antes ella le da (da vida al cuerpo), mientras que ella vive por amor en lo que ama (en el que ama)” (Cantico b. Comentario 8, 3).

Según eso, la naturaleza del hombre consiste en hacerse persona (comunión dialogal de palabra y obra), con otras personas, de manera que la miwmq vida se convierte en don, a modo de tarea y gracia compartida. En ese sentido, la vida del hombre es trans-vida (vida que se da, que pasa a otros), su esencia es prae-esencia, en una línea que podemos llamar de  trans-figuración (como define el himno de Flp 2, 6-11).

Educación, maduración humana como transfiguración

  Cada ser humano es uno siendo otro (es otros), saliendo de de sí para perderse y encontrarse en elloso, siendo así per-sona, esto es, re-sonancia de y en los demás, en sentido etimológico de per-sonare (sonar, resonar en los otros, como voz compartida).  Sólo de esa forma, cuando un hombre (ser humano) se transciende siendo en otro puede hablarse de presencia de amor, se puede hablar de Gracia con mayúsculo, de Dios que es gracia, dualidad de amor (Trinidad).

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Dios Padre habla poco, pero no se limita a repetirse. Fiesta de la Transfiguración. Ciclo A

Domingo, 6 de agosto de 2023
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transfiguracion-fondo1Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Origen de la fiesta

En 1453, Mahomet II conquistó Constantinopla, lo que supuso una terrible tragedia para los cristiandad. Pero cuatro años más tarde, en 1457, los cristianos lo derrotaron en Belgrado. Cuando el 6 de agosto llegó a Roma la noticia, el papa Calixto III ordenó celebrar ese día la fiesta de la Transfiguración del Señor, conocida desde antiguo en las iglesias de Oriente y Occidente. Este año 2023, el Domingo 18 del Tiempo Ordinario coincide con la fiesta y le cede el puesto.

El relato de la Transfiguración

        En el Antiguo Testamento, Dios habla con mucha frecuencia, con las más diversas personas (incluso con la serpiente) y sobre toda clase de temas (desde la construcción de un arca que salve del diluvio hasta la táctica militar que debe emplear Josué). Sin embargo, en el evangelio de Mateo, Dios Padre solo habla en dos ocasiones: en el bautismo de Jesús y en la Transfiguración. En las dos dice lo mismo: «Este es mi hijo amado, mi predilecto». Pero en la Transfiguración añade una orden muy importante: «Escuchadle».

El relato podemos dividirlo en tres partes: la subida a la montaña, la visión, y el descenso de la montaña. Desde un punto de vista litera­rio, se trata de una teofanía, una manifestación de Dios, y los evangelistas utilizan los mismos elementos que empleaban los autores del Antiguo Testamento para describirlas. Por eso, antes de analizar cada una de las partes, recordaré brevemente algunos datos de la famosa teofanía del Sinaí, cuando Dios se revela a Moisés.

En primer lugar, Dios no se manifiesta en un espacio cualquiera, sino en un sitio especial, la montaña. A esa montaña no tiene acceso todo el pueblo, sino sólo Moisés, al que a veces puede acompañar su hermano Aarón (Ex 19,24), o Aarón, Nadab y Abihú junto con los setenta dirigentes de Israel (Ex 24,1). La presen­cia de Dios se expresa mediante la imagen de una nube espesa, desde la que habla. Es también frecuente que se mencione en este contexto el fuego, el humo y el temblor de la montaña, como símbolo de la gloria y el poder de Dios que se acerca a la tierra. Estos elementos demuestran que los evangelistas no pretenden ofrecer un informe objetivo, histórico, de lo ocurrido, sino crear un clima semejante al de las teofanías del Antiguo Testa­mento.

            La subida a la montaña

Es significativo el hecho de que Jesús sólo elige a tres discípu­los, Pedro, Santiago y Juan. Esta exclusión de los otros nueve no debemos interpretarla sólo como un privilegio; la idea principal es que va a ocurrir algo tan importante que no puede ser presen­ciado por todos. Por otra parte, se dice que subieron «a una montaña alta y apartada». La tradición cristiana, que no se contenta con estas indicaciones generales, la ha identificado con el monte Tabor, que no tiene mucho de alto y nada de aparta­do. Lo que los evangelistas quieren indicar es otra cosa. Están usando el frecuente simbolismo de la montaña como morada de Dios o lugar de revelación divina. Entre los antiguos cananeos, el monte Safón era la morada del panteón divino. Para los griegos se trataba del Olimpo. Para los israelitas, el monte sagrado era el Sinaí (u Horeb). También el Carmelo tuvo un prestigio especial entre ellos, igual que el monte Sión en Jerusalén. Una montaña «alta y apartada» aleja horizontalmente de los hombres y acerca verticalmente a Dios. En ese contexto va a tener lugar la mani­festación gloriosa de Jesús, sólo a tres de los discípulos.

            La visión

La presentación de Mateo, muy parecida a la de Mc, aunque con ciertos cambios significativos, es de una agilidad y rapidez asombrosas, que puede hacer que el lector no caiga en la cuenta de todos los detalles significativos. En la visión hay cuatro elementos que la hacen avanzar hasta su plenitud: 1) la transformación del rostro y las vestiduras de Jesús; 2) la aparición de Moisés y Elías; 3) la aparición de una nube luminosa que cubre a los presentes; 4) la voz que se escucha desde el cielo.

1) La transformación de Jesús la expresaba Marcos con estas pala­bras: «sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no es capaz de blanquearlos ningún batanero del mundo» (Mc 9,3). Mateo omite esta comparación final y añade un dato nuevo: «su rostro brillaba como el sol». No se trata de una luz que se proyecta sobre Jesús, sino de una luz deslumbradora y maravillosa que brota de su inte­rior, transformando su rostro y sus vestidos; simboliza la gloria de Jesús, que los discípulos no habían percibido hasta ahora de forma tan sorprendente.

2) «De pronto, se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él». Moisés es el gran mediador entre Dios y su pueblo, el profeta con el que Dios hablaba cara a cara; sin Moisés, humana­mente hablando, no habría existido el pueblo de Israel ni su religión. Elías es el profeta que salva a esa religión yahvis­ta en su mayor momento de crisis, hacia el siglo IX a.C., cuando está a punto de sucumbir por el influjo de la religión cananea; sin él, habría caído por tierra toda la obra de Moisés. Por eso los judíos concedían especial importancia a estos dos personajes. El hecho de que se aparezcan ahora a los discípu­los (no a Jesús), es una manera de confirmarles la importancia del personaje al que están siguiendo. No es un hereje ni un loco, no está destruyendo la labor religiosa de siglos, se encuentra en la línea de los antiguos profetas, llevando su obra a plenitud.

En este contexto, las palabras de Pedro proponiendo hacer tres chozas suenan a simple despropósito. Generalmente nos fijamos en las tres chozas. Pero esto es simple conse­cuencia de lo anterior: «qué bien se está aquí». En el contexto de las anteriores intervenciones de Pedro resulta coherente con su intención de que Jesús no sufra. Es mejor quedarse en lo alto del monte con Jesús, Moisés y Elías que tener que seguir a Jesús con la cruz.

3) «Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió, y dijo una voz desde la nube: Este es mi Hijo amado, mi predilecto. Escuchadlo». Como en el Sinaí, la presen­cia de Dios se expresa mediante la imagen de una nube espesa, desde la que Dios habla (Ex 19,9).

4) Sus primeras palabras reproducen exactamente las que se escucharon en el momento del bautismo de Jesús, cuando Dios presentaba a Jesús como su siervo. Pero aquí se añade un imperativo: ¡Escuchadlo! Esta orden se relaciona con el anuncio hecho por Jesús una semana antes a propósito de su pasión, muerte y resurrección. A Pedro le provocó un gran escándalo, pero Jesús no dio marcha atrás: «Quien quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga». Dios Padre confirma que ese mensaje no puede ser eludido ni trivializado. ¡Escuchadlo!

            El descenso de la montaña

La orden de Jesús de que no hablen de la visión hasta que él resucite se inserta en la misma línea de la prohibición de decir que él es el Mesías. No es momento ahora de hablar del poder y la gloria, suscitando falsas ideas y esperanzas. Después de la resurrección, cuando para creer en Cristo sea preciso aceptar el escándalo de su pasión y cruz, se podrá hablar con toda libertad también de su gloria.

Resumen

Este episodio no está contado en beneficio de Jesús, sino como experiencia positiva para los apóstoles y para todos nosotros. Después de haber escuchado a Jesús hablar de su pasión y muerte, de las duras condiciones que impone a sus seguidores, tienen tres experiencias complementarias: 1) ven a Jesús transfigurado de forma gloriosa; 2) se les aparecen Moisés y Elías; 3) escuchan la voz del cielo.

Todo esto supone una enseñanza creciente: 1) al ver transformados su rostro y sus vesti­dos tienen la expe­riencia de que su destino final no es el fracaso, sino la gloria; 2) al aparecérseles Moisés y Elías se confirman en que Jesús es el culmen de la historia religiosa de Israel y de la revela­ción de Dios; 3) al escuchar la voz del cielo saben que seguir a Jesús no es una locura, sino lo más conforme al plan de Dios.

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Domingo XVIII de Tiempo Ordinario. La Transfiguración del Señor. 6 Agosto, 2017

Domingo, 6 de agosto de 2023
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“Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.”

(Mt 17, 1-9)

El episodio de la transfiguración se encuentra en un momento “crítico” del evangelio. La hostilidad hacia Jesús crece, él es consciente. Y en medio de las dificultades se toma un tiempo para orar.

Pero también un tiempo para estar con su círculo más íntimo. Llama a tres de sus amigos y se va un día de “retiro”. De excursión. Se aleja de la ciudad, de las gentes. Suben a la montaña.

Caminan, respiran, cantan algún salmo. Se llenan de naturaleza. Se detienen en un lugar retirado y hablan en intimidad. Jesús abre su corazón. Se confía a sus amigos. Les habla de cómo ve y de cómo siente a Dios. Les explica lo que descubre en la Ley (Moisés) y en los Profetas (Elías). Y hablando de Dios y de su Palabra acaban orando juntos.

El corazón de sus amigos sintoniza con la voz del Padre y ellos mismos pueden ver y oir lo que siente y experimenta Jesús. Es un momento plenamente luminoso y ellos no quieren que termine.

Cuando entras de lleno en el corazón de la Trinidad no quieres salir, no quieres moverte de allí. Querríamos quedarnos para siempre. Pero Jesús nos invita a levantarnos y a regresar a nuestra cotidianidad.

La oración, el encuentro con Dios, en ocasiones es un espacio confortable, lleno de luz que nos deja frente a lo bueno y lo mejor que hay en nosotras mismas. Alguna vez la oración nos desvela nuestra identidad más profunda. Nos susurra que somos Hijas Amadas de Dios. Y nos respiramos como parte de ese corazón Trinitario.

Pero no podemos quedarnos en esa montaña tranquila. El verdadero encuentro con Dios nos lanza hacia nuestras hermanas y hermanos. Nos abre a la realidad de las demás. Y nos compromete con ella.

Oración

Permítenos, Buen Jesús, contemplar tu Rostro Transfigurado para que se nos conmuevan las entrañas y nos comprometamos con el sufrimiento de nuestras hermanas y hermanos.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Lo que realmente era Jesús está más allá de las apariencias, pero estaba siempre allí.

Domingo, 6 de agosto de 2023
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transfiguracion011TRANSFIGURACIÓN (6 de agosto)

Mt (17,1-9)

Aunque no sabemos cómo se fraguó este relato en la primera comunidad, debe ser muy antiguo, porque Marcos ya lo narra completamente elaborado. Una vez que descubrieron lo que Jesús era en la experiencia Pascual, trataron de encontrar la manera de comunicar esa vivencia que les había dado Vida. Para hacerlo creíble, lo adornaron con imágenes tomadas de la Escritura. Así disimulaban la ceguera que les había impedido descubrir quién era Jesús.

La manera de construir el relato quiere demostrar que, lo que descubrieron de Jesús después de su muerte ya estaba en él durante su vida, solo que no fueron capaces de apreciarlo. Jesús fue siempre lo que se quiere contar en este relato, antes de la muerte y después de ella. Lo que hay de divino en Jesús está en su humanidad, no está añadido a ella en un momento determinado. Este mensaje es muy importante a la hora de superar visiones demasiado maniqueas de Jesús con el fin de manifestar de manera apodíctica su divinidad.

Una vez que la exégesis ha demostrado que no se trata de un hecho real, nos vemos obligados a afrontar su explicación de forma completamente diferente a como se había hecho a través de los siglos. Al tratarse de un relato simbólico, debemos buscar el significado más allá de la literalidad de las expresiones. Esta nueva perspectiva nos dispensa de aceptar una puesta en escena por parte de Jesús que ni está de acuerdo con su estilo ni tiene ningún sentido como un intento de preparar a sus discípulos más cercanos para el mal trago de la pasión y muerte.

Esos símbolos están tomados de las teofanías del AT. Estas manifestaciones de la divinidad son experiencias personales que no se pueden meter en palabras ni conceptos. Por eso utilizan relatos mitológicos con los que intentan expresar lo inexpresable. Los primeros seguidores de Jesús intentaron, por todos los medios, convencer a los demás judíos de que Jesús era el Mesías. Para ello, el mejor camino era conectarle directamente con todo el AT. Si Jesús actuaba de acuerdo con lo dicho por sus Escrituras, sería una prueba de autenticidad.

Partiendo de que es un relato simbólico, nuestra tarea es desentrañar esos símbolos para descubrir lo que en realidad nos quieren comunicar. Sin tener en cuenta el lenguaje del AT no podemos dar un paso para explicar el significado de cada frase, incluso de cada palabra del relato. Todo son símbolos y como tales debemos desentrañarlos. El hecho de que todos sean símbolos, no disminuye en nada la profundidad del mensaje que nos quieren transmitir. Al contrario, el lenguaje bíblico nos lleva a una verdad distinta, pero más profunda.

Pedro, Santiago y Juan, los únicos a los que Jesús cambió el nombre. Era buena gente, pero un poco duros de mollera. Necesitaron clases de apoyo para poder llegar al nivel de comprensión de los demás. Los tres acompañan a Jesús en el huerto. Los tres son testigos de la resurrección de la hija de Jairo. Pedro acaba de decir a Jesús, que, de pasión y muerte, ni hablar. Santiago y Juan van a pedir a Jesús, en el capítulo siguiente, que quieren ser los primeros en su reino. Los tres demuestran que les costó dios y ayuda entender el mensaje de su Maestro.

La montaña alta, la nube, la luz, la voz, el miedo, son todos elementos que aparecen en las teofanías del AT. El monte es una clara referencia al Sinaí donde Moisés experimentó la mayor teofanía de todo el AT. La nube fue signo de que Dios los acompañaba, sobre todo en el desierto. La nube trae agua, sombra, vida. Los acompañaba de día y de noche: de día les daba sombra, de noche era luminosa. los vestidos blancos son signo de la divinidad. La luz, la voz y el miedo acompañaban siempre a toda manifestación de Dios a su pueblo.

Moisés y Elías, además de ser los testigos de grandes teofanías, representan todo el AT, la Ley y los profetas. Significa que Jesús no se sacó su mensaje de la manga, sino que está en total acuerdo con las Escrituras. Lo que se intenta es manifestar el traspaso del testigo a Jesús. Hasta ahora, La Ley y los profetas eran la clave para descubrir la voluntad de Dios. Desde ahora, la clave de acceso a Dios será Jesús.

¡Qué bien se está aquí! Es una expresión muy significativa. Pretende hacernos ver que para Pedro era mucho mejor lo que estaba viendo y disfrutando en ese momento, que la pasión y muerte, que les había anunciado unos versículos antes Jesús para dentro de muy poco. Cuando les anuncia por primera vez la pasión, Pedro había dicho a Jesús: ¡Ni hablar! Eso no puede pasarte. Ahora se encuentra a sus anchas disfrutando de la gloria que está manifestando su Maestro y de la que están participando. El mismo afán de gloria que a todos nos acecha.

Vamos a hacer tres chozas. Pedro está en la “gloria” y pretende retener el momento. Pedro, diciendo lo que piensa, manifiesta su falta total de comprensión del mensaje de Jesús. Le ha costado subir, pero ahora no quieren bajar, porque se habían acercado a Jesús con buena voluntad, pero sin descartar la posibilidad de medrar. Al poner al mismo nivel a los tres personajes que está contemplando, Pedro niega la originalidad de Jesús. No acepta que la Ley y los profetas han cumplido su papel y están ya superados. La voz corrige esta visión de Pedro.

¡Escuchadlo! En griego, “akouete autou” significa escuchadle a él solo. A Moisés y Elías (la Ley y los profetas) llevaban mucho tiempo escuchándolos. Llega el momento de escucharle a él. El AT es el mayor obstáculo para escuchar a Jesús. Hoy lo son los prejuicios que nos han inculcado sobre Jesús. Escuchar es la actitud del discípulo. En el Éxodo, escuchar a Dios no es oír sus mensajes y aprenderlos de memoria sino obedecerle. La Palabra, que no solo oímos sino que escuchamos, nos compromete seriamente y nos arranca de nosotros mismos.

Lo importante no es que Jesús sea el Hijo amado. Lo determinante es que, cada uno de nosotros somos el hijo amado como si fuéramos único. Dios nos está comunicando en cada instante su misma Vida y habla en lo hondo de nuestro ser en todo momento. Esa voz es la que tenemos que escuchar. No tenemos que aceptar la cruz como camino para la gloria. No llegamos a la vida a través de la muerte. En la “muerte” está ya la Vida.

No contéis a nadie… Es la referencia más clara a la experiencia pascual. No tiene sentido hablar de lo que ellos, ni estaban buscando, ni habían descubierto. No sólo no contaron nada, sino que a ellos mismos se les olvidó. En el capítulo siguiente nos narra la petición de los primeros puestos por parte de Santiago y Juan. Pedro termina negándolo ante una criada. Hechos que hubieran sido impensables después de una experiencia como la transfiguración.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Lo que me salva no es comer el pan sino darme a los demás.

Domingo, 6 de agosto de 2023
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41-Ordinario_18_ADOMINGO 18 (A)

Mt 14,13-21

Seis veces se narra en los evangelios este episodio. Jesús da de comer a una multitud en despoblado. Es seguro que algo muy parecido pasó en realidad y probablemente más de una vez. Pero lo que pasó no tiene ninguna importancia, porque se trata de un relato simbólico. Lo importante es lo que nos quieren decir al contarnos esta historia. Las circunstancias de tiempo y lugar son datos teológicos, que nos tienen que acercar, no a un conocimiento discursivo y racional sino a una profunda vivencia religiosa.

Con los conocimientos exegéticos que hoy tenemos, no podemos seguir entendiendo este relato como multiplicación milagrosa de unos panes y peces. Es más, entendido como un milagro material y puntual, nos quedamos sin el verdadero mensaje del evangelio. Podíamos decir que es una parábola en acción. También hacen falta “oídos” y “ojos” bien abiertos para entenderla. El punto de inflexión del relato está en las palabras de Jesús: dadles vosotros de comer. Jesús sabía que eso era imposible. Parece ser que no entraba en los planes del grupo preocuparse de las necesidades materiales de los demás.

No podemos seguir hablando de un prodigio que Jesús lleva a cabo gracias a un poder divino. Si Dios pudo hacer un milagro para saciar el hambre de los que llevaban un día sin comer, con mucha más razón tendría que hacerlo para librar hoy de la muerte a millones de personas que están muriendo de hambre en el mundo. Tampoco podemos utilizar este relato como un argumento para demostrar la divinidad de Jesús. El sentido de la vida de Jesús salta hecho añicos cuando suponemos que era un ser humano, pero con el comodín de la divinidad guardado en la chistera y que podía utilizar a capricho.

No se dice que los panes y los peces se multiplicaran. Realmente fue un verdadero “milagro” que un grupo tan numeroso de personas compartiera todo lo que tienen hasta conseguir que nadie quedara con hambre. En aquel tiempo no se podía repostar por el camino, todo el que salía de casa iba provisto de alimento para todo ese tiempo. Los apóstoles tenían cinco panes y dos peces; seguramente, después de haber comido ese día. Estamos ante un ejemplo de respuesta a la generosidad que Jesús predicaba y practicaba.

Con frecuencia, en la Biblia se hace referencia a los tiempos mesiánicos como banquete. El mismo Jesús se dejaba invitar por las personas importantes. Él mismo organizaba comidas con los marginados; esa era una de las maneras de manifestarles su aprecio y cercanía. La más importante ceremonia de nuestro culto cristiano está estructurada como una comida. Que todo un día de seguimiento haya terminado con una comida no nos debe extrañar. Lo verdaderamente importante es que, en esa comida, todo el que tenía algo que aportar colaboró y el que no tenía nada se sintió acogido fraternalmente.

Si tenemos “ojos” y “oídos” abiertos, en el mismo relato podemos hallar las claves para una correcta interpretación. Los discípulos se dan cuenta del problema y actúan con toda lógica. Como tantas veces decimos o pensamos nosotros, se dijeron: es su problema, ellos tienen que solucionárselo. Jesús rompe con esta lógica y les propone una solución mucho menos sensata: “dadles vosotros de comer”. Él sabía que no tenían pan para tantas personas. Aquí empieza la necesidad de entenderlo de otra manera. No se trata de solucionar el problema desde fuera sino de provocar la generosidad y el compartir.

Recordar algunos datos nos ayudará a comprender el relato más ajustadamente. Junto al lago, los alimentos básicos de la gente eran el pan y los peces. Los libros de la Ley eran cinco; y dos el resto de la Escritura: Profetas y Escritos. El número siete (5+2) es símbolo de plenitud. También el número de los que comieron (cien grupos de cincuenta) es simbólico. Los doce cestos aluden a las doce tribus. Es el pan compartido el que debe alimentar al nuevo pueblo de Dios. La mirada al cielo, el recostarse en la hierba… Ya tenemos los elementos que nos permiten interpretar el relato más allá de la letra.

El verdadero sentido del texto está en otra parte. La dinámica normal de la vida nos dice que el “pan”, indispensable para la vida, tenemos que conseguirlo con dinero; porque alguien lo acapara y no lo deja llegar a su destino más que cumpliendo unas condiciones que el que lo retiene impone: el “precio”. Lo que hace Jesús es librar el pan de ese acaparamiento injusto. La mirada al cielo y la bendición son el reconocimiento de que Dios es el único dueño y que a Él hay que agradecer el don. Liberado del acaparamiento, el pan, que significa la vida, llega a todos sin tener que pagar un precio por él.

Jesús, nos dice el relato, primero siente compasión de la gente, y después invita a compartir. Jesús no pidió a Dios que solucionara el problema, sino que se lo pidió a sus discípulos. Aunque en su esquema mental no encontraron solución, lo cierto es que, todo lo que tenían lo pusieron a disposición de todos. Esta actitud desencadena el prodigio: La generosidad se contagia y produce el “milagro”. Cuando se dejan de acaparar, los bienes llegan a todos. Cuando lo que se acapara son los bienes imprescindibles para la vida, lo que se está provocando es la muerte. Los hombres no deben actuar de manera egoísta.

Curiosamente hoy son la primera y la segunda lectura las que nos empujan hacia una interpretación espiritual del evangelio. Los interrogantes planteados en las dos primeras lecturas podrían ser un buen punto de partida para la reflexión de este domingo. La primera nos advierte que la comida material, por sí misma, ni alimenta ni da hartura espiritual. Solo cuando se escucha a Dios, cuando se imita a Dios, se alimenta la verdadera Vida. En la segunda lectura nos indica Pablo dónde está lo verdaderamente importante para cualquier ser humano: el amor que Dios nos tiene y se manifestó en Jesús.

Después de un día con Jesús, el pueblo fue capaz de compartir lo poco que tenían: unos pedazos de pan duro y peces resecos. Ese es el verdadero mensaje. Nosotros, después de años junto a Jesús, ¿qué somos capaces de compartir? No debemos hacer distinción entre el pan material y el alimento espiritual. Solo cuando compartimos el pan material, estamos alimentándonos del pan espiritual. En el relato no hay manera de separar el nivel espiritual y el material. La compasión y el compartir son la clave de toda identificación con Jesús. Es inútil insistir porque es el tema de todo el evangelio.

No olvidemos que la eucaristía comenzó como una comida en que todos los alimentos se compartían. Cada vez que se comparte el pan, se comparte la Vida y se hace presente a Dios que es Vida-Amor. No hay otra manera de identificarnos con Dios y de acercar a Dios a los demás. La eucaristía es memoria de esta actitud de Jesús que se partió y repartió. Al partirse y repartirse, hizo presente a Dios, que es don total. El pan que verdaderamente alimenta no es el pan que se come, sino el pan que se da. El primer objetivo de compartir no es saciar la necesidad de otro, sino manifestar la Unidad entre todos.
Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La crisis galilea.

Domingo, 6 de agosto de 2023
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eucaristia+panes+y+peces

«Dadles vosotros de comer»

Decía Ruiz de Galarreta que «antes creíamos por los milagros, y ahora creemos a pesar de los milagros». Y tenía razón, pues los milagros chocan con el muro infranqueable de nuestra mente ilustrada, y, o bien los rechazamos de plano, o bien los interpretamos de forma alternativa. Pero los milagros llenan las páginas de los evangelios y no se pueden obviar. Algo parece seguro; que en torno a Jesús ocurrían hechos asombrosos que sus contemporáneos, de forma generalizada, tomaban por milagros.

La multiplicación de los panes debió de ser algo muy sonado, pues está recogida en los cuatro evangelios. Pero nuestra mentalidad escéptica nos impide aceptar la versión que ofrecen los evangelistas (alguno de ellos, testigo del hecho), y hemos preferido elaborar otra versión, muy atractiva, muy al estilo de Jesús, pero que no se desprende de los textos. Según ella, lo que allí ocurrió es que Jesús quiso aprovechar la ocasión que se le brindaba para dejar patente lo más profundo de su mensaje; un mensaje que podía ser formulado así: “El Reino es la abundancia de compartir”.

De acuerdo con esta interpretación, Jesús no realizó ningún milagro espectacular, sino un milagro mucho mayor: el milagro de que los allí presentes compartiesen lo que tenían; que aprovechó la ocasión para enseñarles que cuando se comparten las cosas, aunque no lo parezca, hay para todos y todavía sobra… Pero eso no lo dicen los evangelios…

En cualquier caso, después de comer se desató la euforia. Habían comido bien y se sentían atendidos por Jesús como jamás habían sido atendidos por nadie. Ya no eran ovejas sin pastor, sino un pueblo cohesionado en torno a su líder, y viendo la señal que Jesús acababa de realizar, se dijeron: «Éste verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo», y quisieron hacerle rey.

Juan dice en su evangelio que «temiendo Jesús que iban a venir a apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo». Previamente, Jesús había metido a sus discípulos en la barca (posiblemente porque eran los cabecillas) y había despedido a la gente. Hecho esto, se retiró al monte para orar toda la noche (quizá para combatir la tentación de aceptar que por un momento le había asaltado)

Juan dice también que «desde aquel momento muchos discípulos se volvieron atrás y dejaron de andar con él», lo que supuso un punto de inflexión en el seguimiento de Jesús. Había dejado claro que él no era el Mesías que esperaban, y esto provocó el abandono de muchos de sus seguidores que le tenían por tal. Sabemos, además, que la desbandada debió ser importante, pues cuando Jesús se volvió a reunir con los doce les preguntó: «¿También vosotros queréis marcharos?» … a lo que Pedro contestó con una profesión de fe emocionante: «Nosotros creemos en ti». Y se acabó. Los demás tienen sabiduría, argumentos, sistemas filosóficos, razones históricas, poder. Nosotros creemos en ti; el hijo de José y María, el carpintero de Nazaret.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Revelación.

Domingo, 6 de agosto de 2023
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“¡Qué bien estamos aquí!” Esas son las palabras de Pedro, según el relato de Mateo 17,1-9, cuando estaba rodado por Jesús, Juan y Santiago en lo alto de una montaña. Y sigue diciendo Pedro: “haré aquí tres tiendas” al percibir que Moisés y Elías -los grandes protagonistas de la historia de salvación de Israel- entran en diálogo con Jesús. Se trata de un momento especial de revelación que parece como un adelanto de la resurrección de Jesús.

El lugar es significativo. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la montaña es un lugar privilegiado de revelación. El Monte Sinaí, por ejemplo, llamado también Monte Oreb o Monte del Señor, es uno de los lugares más sagrados e importantes de Israel, por ejemplo para la revelación de Dios a Moisés (Éx 3,1), o para la huida de Elías donde pasa cuarenta noches bajo la protección de Dios (1 Re 19). En el NT, es también un lugar de huida o de soledad (Jn 6,15) y un espacio propicio para la oración (Lc 6,12-19), a la vez que se mantiene como el sitio ideal para la revelación y manifestación de la presencia de Dios (Mc 9,2-13; Lc 9,28-36; Mt 17,1-9). En una montaña alta, los discípulos tienen una visión (v. 9), perciben una voz (v. 5 ) y también a Moisés y de Elías conversando con Jesús (v. 3).

Es una visión que acontece en un lugar concreto -la montaña- y aparentemente en un momento concreto pero que no pueden contarla a nadie hasta que Jesús resucite. Es como una percepción anticipada de esta vida del Resucitado en plenitud.

¿Qué nos puede decir este relato a los creyentes de hoy? ¿Podemos tener alguna experiencia de este “estar bien” tan propio de una Vida en plenitud? ¿Podemos percibir la presencia de nuestros antepasados en la fe? ¿Tenemos experiencia de la cercanía y contacto de un Jesús resucitado y lleno de luz? La montaña puede estar a nuestro alcance. Nuestros antepasados siempre están ahí. El presente puede ser, por lo menos en algunos instantes, el tiempo de presencia y cercanía. En algunos momentos hemos podemos decir: “Qué bien estamos aquí”. Tal vez son algunas señales que anticipan la plenitud de lo que está por venir.

Paula de Palma

Fuente Fe Adulta

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Compasión eficaz

Domingo, 6 de agosto de 2023
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IMG_0138Domingo XVIII del Tiempo Ordinario

6 agosto 2023

Mt 14, 13-21

Jesús no era un mago que fuera convirtiendo el agua en vino ni multiplicando, literalmente, los panes. A cualquier lector judío, el texto de Mateo -que comentamos hoy- le evocaba relatos antiguos, que se referían a la situación del pueblo en el desierto -tal como se narra en el Libro del Éxodo- o al poder de profetas como Eliseo. Textos, todos ellos, que requieren ser leídos en clave simbólica.

Este, en particular, gira en torno a la frase: “Dadles vosotros de comer”. De ese modo, se subraya un aspecto de la compasión que el evangelio reconoce como criterio de verdad de la misma. Según la tradición evangélica, solo puede hablarse con propiedad de “compasión” cuando esta se traduce en una acción eficaz en favor de la persona que se halla en necesidad.

Es la diferencia entre una persona simplemente sensible y otra compasiva: la primera puede conmoverse ante la necesidad o el sufrimiento de los demás, incluso sentir lástima, pero todo acaba ahí; la segunda, por el contrario, se siente movilizada y traduce su conmoción en una ayuda eficaz.

La expresión “Dadles vosotros de comer” se refiere tanto a situaciones individuales como colectivas y hoy incluso planetarias. En el corazón de un mundo sangrantemente dividido por la injusticia estructural y la creciente desigualdad entre ricos y pobres -personas y pueblos enteros-, resuena con más verdad y urgencia que nunca la palabra de Jesús, que apremia a ser conscientes de la realidad y a movilizarse a favor de la justicia más elemental: “Dadles vosotros de comer”.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Se trata de transformar, transfigurar la vida

Domingo, 6 de agosto de 2023
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índiceDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Trans – figurar.

    Tal vez nos ha ocurrido también a nosotros, cuando hemos escuchado una música, o hemos visto la constancia de una persona en su trabajo, o tal vez hemos pasado mil veces por delante de la Iglesia de nuestro pueblo o hemos leído una poesía o un salmo y no nos han dicho nada. Pero un buen día vemos esas mismas realidades y nos han impactado, hemos caído en cuenta de aspectos y valores de los que no éramos conscientes.

Muchas veces cuando te encuentras con determinadas personas, “no ves nada”, no translucen nada, al menos nada que valga la pena. Otras veces el encuentro con una persona sencilla, pobre, humilde, transmite luz, bondad, cercanía…

Podemos emplear la palabra transmitir para hablar de transfigurar.

¿Transfiguramos y transformamos las realidades de la vida en luz, en sensatez, en pensamiento?

En el lenguaje del concilio Vaticano II podríamos pensar que la creación, la vida, el amor son sacramento de Dios. La naturaleza, el amor de la pareja, la amistad son como un sacramento de Dios.

02.- No fue tarea sencilla ver a Cristo en Jesús.

    ¡Cuántas veces y cuánto tiempo vieron sus discípulos y sus paisanos a Jesús, pero no vieron a Cristo! De hecho, muchos dejaron de ser sus discípulosdel Señor. (Jn 6).

Incluso pensemos que María, la madre del Señor, sabía, ¡Claro que sabía que Jesús era su hijo!, pero hubo de llegar a la fe en que su hijo era Cristo, la Palabra de Dios.

Por eso decimos de la Virgen María que es la primera creyente en Cristo. Era madre de Jesús, pero hubo de llegar a creer que su hijo era expresión, hijo de Dios.

03.-  Textos  muy semejantes: Bautismo y Transfiguración.

    En el NT Dios habla –directamente- solamente en dos momentos: en el Jordán (Bautismo de Jesús) y en el Tabor (Transfiguración).

En ambos momentos se escucha una voz del cielo: Este es mi hijo amado…

Ambos momentos (bautismo y Transfiguración) son como una epifanía (manifestación) de Jesús. Jesús es  expresión de Dios. Jesús transmite a Dios Padre.

Jesús se manifiesta, en su corporeidad: en sus encuentros con personas, enfermos, en sus discusiones con fariseos, en sus momentos trágicos de muerte y momentos de gloria: resurrección.

Contrastes del relato de la transfiguración:

La escena de la Transfiguración está llena de contrastes.

  • Jesús se encuentra en plena gloria pero habla de su muerte. Los discípulos casi entran en el cielo, pero están asustados y «se caían de sueño».
  • Quieren quedarse allí, pero tienen que bajar y subir a Jerusalén.
  • Dios les manifiesta al Hijo escogido, pero se les ordena no decir nada.

El relato de la transfiguración: un mundo de símbolos

El relato de la Transfiguración está tejido de muchas reminiscencias bíblicas:

Los montes son el lugar más cercano al cielo, casi tocan el cielo, el lugar de Dios. Moisés y Jesús están con Dios.

¿Procuro encontrarme cerca de Dios?

La nube es la protección que Dios ofrece al pueblo ante el rigor del solo caminando por el desierto de la vida. ¿Me siento protegido por Dios? ¿Dios me acompaña en la vida?

    rostros resplandecientes, luz, vestidos luminosos. Desde la luz, desde Dios las cosas y los problemas de la vida y de la muerte se ven de manera distinta.

¿Hay luz en mi vida?

    Escuchadle, Escucha Israel. Es sensato y razonable escuchar, acoger la Palabra y las palabras que se nos dicen en la vida. ¿”Atiendo a razones” en mi vida?

    El Padre, todo padre, se complace en sus hijos. Dios se complace en su Hijo y en nosotros que también lo somos. Lo mejor que nos puede pasar es que nos sintamos queridos y acogidos por Dios. Todo está, pues, preparado:

04.- La transfiguración es un acontecimiento de oración. [1]

    Probablemente este relato de la Transfiguración es la experiencia de fe a la que llegaron en la oración los primeros cristianos, discípulos. En Jesús terminaron por ver la expresión, lo que Dios y la vida nos quieren siempre decir. En algún momento, (proceso, etapa de la vida) los primeros creyentes, representados en Pedro, Santiago y Juan, llegaron a la fe en Cristo a través del encuentro con Jesús.

    La Transfiguración fue también la experiencia fundamental de la vida de Jesús, que probablemente no ocurrió en un momento, ni en un monte, ni con los tres citados, sino después de mucho caminar y pensar las cosas en el camino de la vida.

Podemos pensar que desde la perspectiva de muerte y resurrección que Jesús va intuyendo en su vida, ilumina, transforma, transfigura toda la existencia de Jesús. Tal experiencia de encuentro (oración) con Dios confiere una luz a su vida, a sus problemas, que Jesús también tuvo problemas y crisis en su vida.

El encuentro con Dios transfigura la vida y la muerte, su vida y la nuestra, su muerte y la nuestra.

05.- Transfigurar la monotonía de la vida.

    La mayor parte de los días de la vida son muy parecidos.

    Sin embargo hay días y acontecimientos diferentes; días de mayor profundidad y densidad existencial, que transfiguran la vida:

  • cuando una persona, por los caminos que solamente Dios sabe, descubre el sentido de la vida en la noche oscura del alma, de la depresión: cambia la vida
  • el día en que una pareja se decide casar, todo se transfigura.
  • cuando nace un niño en la familia, la vida de esa familia es ya otra.
  • cuando uno decide entregar su vida al servicio de la iglesia, la vida se configura de un modo especial.
  • cuando vivimos acontecimientos decisivos: enfermedades, muertes, la vida queda transformada.
  • Cuando Oteiza talló, esculpió las piedras de Aránzazu, se transformaron en iconos.

Estas vivencias, encuentros, acontecimientos hacen de la vida otra cosa, es “otra historia” y realmente comienza otra historia.

06.- Transfigurar la realidad.

Vivir es transfigurar las realidades de la vida, es transformar, salir de la mera realidad:

  • la comida no es un mero engullir proteínas por muy ecológicas y científicas que sean. “Comer” es convivir, compartir, acoger, celebrar, disfrutar, despedir… Y eso es transfigurar el Cordero pascual, el pan, el vino, el agua, la mesa, la palabra, etc.
  • La sexualidad no es el simple ejercicio de unas funciones somático-genitales, sino que es amistad y amor, ágape, es entrega, es acompañarse en la vida, compartir, apoyarse y apoyar, procrear, educar, etc. Y eso es transfigurar lo meramente corpóreo en amor.
  • Ser presbíteros, monjes, religiosos o cristianos no es meramente ritualizar sacramentos casi por arte de magia, sino que ser presbítero es vivir el evangelio en el seno de una comunidad cuidando la fe y la esperanza de la comunidad, sobre todo, estando atento a los más pobres. Y eso es transfigurar lo puramente eclesiástico en vida evangélica.
  • Las “piedras” y el cemento, la madera y el hierro, no son para el ser humano meramente granito, roble o materias primas, sino que son Aranzazu, el Peine del Viento, los libros, las mesas, los quirófanos y, a su vez, estos se transforman en salud, cultura, vida. Y esto es transfigurar.

Transfigurar es salir de uno mismo, transcender la materialidad para llegar a una tierra nueva, una comprensión nueva, una vivencia de la realidad llena de luz y sentido. Estamos llamados a transfigurar, transformar la vida.

La Eucaristía es una  transfiguración. Es importante que la transfiguración se realice en el pan y vino, pero más importante que seamos nosotros los que quedemos transfigurados.

Probablemente la afirmación central de la Transfiguración es la voz que brota del cielo

Este es mi hijo amado, escuchadle

Transfiguración, Ciudad del Vaticano, Librería Editrice Vaticana, 2007, Madrid, Ed La Esfera de los Libros

[1] J. Ratzinger – Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Primera parte. 2007, p 361.

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“Siesta de Transfiguración y psicoanálisis en el Tabor”, por Juan Masiá Clavel

Domingo, 6 de agosto de 2023
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325_bDe su blog Vivir y Pensar en la Frontera:

Sueño y despertar de transfiguración en el monte Tabor,

En la reunión del equipo pastoral, preparando la homilía del 6 de agosto, nos hizo reir la catequista Herminia contando el cuento de las tres tiendas de campaña en lo alto del monte Tabor:

“¿Por qué tres solamente, si los personajes son seis en total, contando a los discípulos con los dos profetas y el Maestro? Es que Moisés y Elías son mayores, serios, estirados y encima roncan, necesitan estancia individual. En cambio, los discípulos se acurrucan en la misma tienda con Jesús, que reclina la cabeza en cualquier sitio, aun con menos de dos estrellas”.

Bromas aparte, el resto del equipo dudaba entre subir a montes de contemplación o bajar a rutas de compromiso.

Alicia, catequista de los pequeños, prefiere Lucas a Mateo y propone escenificar el sueño; “Pedro y sus compañeros estaban amodorrados por el sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria” (Lc 9, 32). De fondo, el salmo: “contempladlo y quedaréis radiantes”; aunque no todo es luz resucitadora, sino mitad ilusión de luz y mitad pesadilla de tinieblas en este “éxodo de pasión” que comentan Moisés y Elías (Lc 9, 30).

Enrique, catequista de confirmandos, insistía en que no vale la misma interpretación en la misa de infancia y en la de mayores. Es que no acababa de convencerles mi propuesta de centrarse en nuestros propios sueños, como en el sueño de Pedro, Juan y Santiago.

Los tres discípulos –invitados a quedarse en silencio ante el Enigma para escuchar al Misterio de Vida, que eso es orar…-, simplemente cayeron en el sopor de sobremesa, aunándose los temores con el mesenterio productor de ensoñaciones.

Los tres se quedaron dormidos en la siesta del monte Tabor (Mc 9, 2-13; Mt 17, 1-20; Lc 9, 28-36; cf Jn 12, 22-33), como también se les pegaron las sábanas, un año antes, en la madrugada de Cafarnaúm (Mc 1, 35-38) y como caerían rendidos de sueño, un año después, a media noche en Getsemaní (Lc 22, 39-46; Mt 26, 36-46; Mc 14, 32-42).

Estamos cotejando estos textos en el equipo, pero me parece que nos condiciona demasiado la preocupación con que solemos preparar las homilías: polarizados en cómo explicar la historia, o cómo contar el cuento de la manera que lo cuenta con su intención cada evangelista o cómo aclarar significados convirtiéndo los símbolos en alegorías que racionalicen la fe.

Quizás para Pedro, Juan y Santiago –y para nosotros hoy también- haga falta ayuda consejera: que, en vez de interpretarlo, nos plantee qué vamos a hacer con el sueño.

Y si el psicoanalista es Jesús en persona, escucharé la palabra que me hiere y abraza al mismo tiempo: levántate!

Levántate significa: despierta. Levántate significa: ponte en pie y echa a andar. Levántate significa: resucita.

“Levantaos” es palabra clave en esta escena: Mt 17, 7:, Levantáos (Gr. Egérzete), no tengáis miedo; Mt 26, 46: Levantáos (Gr. egéireze), vamos.

Nada extraño que tengan pesadillas de miedo los discípulos que, por el camino, habían oido de labios de Jesús el anuncio de la Pasión. Se mezclan en el sueño los miedos de muerte y tinieblas con los anhelos de vida resplandeciente: ellos habían dicho en la crisis galilea: “Nosotros no te dejamos, tú tienes palabras que dan vida definitiva (Jn 6, 68). Pero al abrir los ojos no saben con qué carta quedarse, con el recuerdo del miedo o con la lucidez de la esperanza. Se quedan inmóviles, “aterrados, no sabían cómo reaccionar” (Mc 9, 6), “al verse envueltos por la nube tormentosa se asustaron” (Lc 9, 34) a pesar de que la voz escuchada en sueños les había animado así: “Escuchadlo, es mi Hijo, al que tanto quiero” (Mt 17, 5)

Y Jesús sigue invitando a despertar del ensueño, del engaño; y abrir los ojos a otro sueño mejor, despertar a la realidad, a la lucidez de la iluminación. Despertar y salir del miedo, resucitar a la lucidez de afrontar la realidad y asumrla. Para Jesús, despertar es resucitar y resucitar es nacer de nuevo por el Espíritu, cuya creeatividad hace siempre posibles renaceres de transfiguración.

Pues levantémonos – y levántese la Iglesia- resucitando del miedo a la lucidez tras la consulta de psicoanálisis gratuita con Jesús en el monte Tabor

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Transfiguración del Señor

Sábado, 6 de agosto de 2022
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Del mismo modo que el episodio de la transfiguración prepara en el evangelio a los apóstoles para entrar en la comprensión del misterio de la pasión-muerte de Jesús, así también en la Iglesia, casi con el mismo propósito, se celebra la fiesta de la Transfiguración cuarenta días antes de la correspondiente a la Exaltación de la Cruz. La fiesta de la Transfiguración ya aparece desde el siglo V en el calendario de la liturgia oriental para recordar la subida de Jesús al monte Tabor con Pedro, Santiago y Juan, testigos privilegiados de su gloria. El episodio está atestiguado de manera concorde por los evangelios sinópticos. La fiesta se difundió rápidamente también en la Iglesia romana, pero no fue  introducida oficialmente hasta el año 1457, con ocasión de una victoria obtenida contra los turcos.

LECTIO

1ª lectura:

Su vestido era blanco como nieve

Lectura de la profecía de Daniel 7, 9-10. 13-14

Miré y vi que colocaban unos tronos. Un anciano se sentó. Su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas; un río impetuoso de fuego brotaba y corría ante él. Miles y miles lo servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros.

Seguí mirando. Y en mi visión nocturna vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia.

A él se le dio poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su poder es un poder eterno, no cesará. Su reino no acabará.

*

Al profeta se le revela, en una visión nocturna, el designio de Dios sobre la historia. Ve la sucesión de los grandes imperios y de sus violentos dominadores (7,2-8), mas este espectáculo de la altivez humana se interrumpe: a Daniel se le ha concedido contemplar los acontecimientos desde el punto de vista del Señor de la historia. Él es el Juez omnipotente {cf. v. 10), que conoce y valorará definitivamente la obra de los hombres, pero es también alguien que interviene en el tiempo para rescatarlo: en efecto, a los reinos terrenos se contrapone el Reino que el «Anciano» confía a la obra de un misterioso «Hijo de hombre» que viene sobre las nubes (vv. 13ss). El autor sagrado indica así que este personaje es un hombre, aunque es de origen divino, celeste.

Ya no se trata del Mesías davídico esperado para restaurar con poder el Reino de Israel, sino de su transfiguración sobrenatural: el Hijo del hombre inaugurará un Reino que, aunque se inserta en el tiempo, «no es de este mundo» (Jn 18,36).

Éste triunfará al final sobre los imperialismos mundanos, llevando la historia a su cumplimiento escatológico. Entonces «los santos del Altísimo» participarán plenamente en la soberanía del Hijo del hombre y constituirán una sola cosa con él y en él (Dn 7,18.22.27). Con esta figura bíblica se identificará Jesús a menudo en su predicación y, en particular, en la hora decisiva del proceso ante el Sanedrín que le condenará a morir en la cruz.

***

Salmo

Sal 96, 1-2. 5-6. 9

R. El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra.

El Señor reina,
la tierra goza, se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono. R.

Los montes se derriten como cera ante el Señor,
ante el Señor de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R.

Porque tú eres, Señor,
Altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses. R.

***

Segunda lectura:

2 Pedro 1,16-19

Queridos:

Cuando os dimos a conocer la venida del poder de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos inspirados por fantásticas leyendas, sino porque fuimos testigos oculares de su grandeza.

Él recibió, en efecto, honor y gloria de Dios Padre cuando se escuchó sobre él aquella sublime voz de Dios: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco».

Y ésta es la voz, venida del cielo, que nosotros escuchamos cuando estábamos con él en el monte santo.

Tenemos también la palabra de los profetas, que es firmísima, y hacéis bien en dejaros iluminar por ella, pues es como una lámpara que alumbra en la oscuridad hasta que despunte el día y el lucero matutino se alce en vuestros corazones.

*

Pedro y sus compañeros han contemplado la grandeza de Jesús, han oído la voz celestial que le proclamaba Hijo predilecto, por eso se reconocen portadores de una gracia mayor que la de los profetas. En efecto, pueden confirmar por experiencia personal la veracidad de las profecías a las que Jesús da cumplimiento. La palabra del Antiguo Testamento, sin embargo, no ha agotado su tarea de «lámpara que alumbra en la oscuridad» (v. 19): deberá seguir siempre alumbrando los pasos de los creyentes que avanzan en medio de las tinieblas de la historia hasta el día sin ocaso de la venida de Cristo en la gloria {cf. v. 19). En este camino, la visión radiante de Jesús transfigurado, que los apóstoles nos atestiguan, sostiene nuestra fe y enciende de deseo nuestra esperanza: el «lucero de la mañana» se alza ya en el corazón de quien vela expectante.

***

Aleluya Mt 17, 5c
R. Aleluya, aleluya, aleluya
Este es mi Hijo, el amado,
en quien me complazco.
Escuchadlo
. R.

***

Evangelio:

Este es mi Hijo, el amado

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 2-10

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.

Se les parecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús:

«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

No sabía qué decir, pues estaban asustados.

Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube:

«Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo».

De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

Esto se les quedo grabado y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos.

*

El relato de Marcos tiene una connotación particular de absolutidad que no admite matices de componendas. Absoluta es la exigencia de soledad, de separación del contexto habitual (v. 2b); absoluto es el contraste entre el aspecto de Jesús, contemplado por los tres apóstoles, y la experiencia común (v. 3). Las figuras de Moisés y Elías evocan asimismo una decisión neta y radical: en virtud de su excepcional experiencia en el Horeb/Sinaí y de la fe vivida integralmente, eran esperados, respectivamente, como el profeta (Moisés) que viene a introducir al Profeta definitivo, y como el precursor del Mesías (Elias, cf. v. 11).

El discípulo se da cuenta de su propia inadecuación. Las palabras de Pedro no son disparatadas: probablemente, el acontecimiento tuvo lugar el séptimo día de la fiesta de las Chozas, durante la cual vivía la gente en tiendas hechas con ramas; aunque, a buen seguro, la realidad de la que es testigo la supera infinitamente. El Maestro aparece como el cumplimiento de las expectativas de Israel, y mucho más: es el Hijo amado, como declara la voz que sale de la nube de la Presencia de YHWH. Y la invitación que sigue no deja lugar a la duda: «Escuchadlo» (v. 7). La palabra de Jesús tenía, por consiguiente, el peso de la autoridad divina cuando, pocos días antes, había predicho de manera abierta su  crucifixión y la había propuesto a los discípulos como camino necesario (8,31.34-37). Ahora bien, si esta exigencia de adhesión absoluta a la palabra y a la misma persona de Jesús trae consigo la perdición de nosotros mismos, ofrece también la promesa de la vida verdadera en el Reino de Dios (8,35). La promesa de algo cuya realización se entrevé en el monte de la transfiguración y de lo que Pedro, Santiago y Juan pregustan el cumplimiento en la belleza que irradia del rostro de Jesús.

***

MEDITATIO

Existe una llama interior que arde en las criaturas y canta su pertenencia a Dios, y gime por el deseo de él.

Existe un hilo de oro sutil que une los acontecimientos de la historia en la mano del Señor, a fin de que no caigan en la nada, y los conectará finalmente en un bordado maravilloso. El rostro de Cristo está impreso en el corazón de cada hombre y le constituye en amado de Dios desde la eternidad. Y están, a continuación, nuestros pobres ojos ofuscados…, acostumbrados a dispersarse en la curiosidad epidérmica e insaciable, trastornados por múltiples impresiones; nosotros no sabemos ya orientar la mirada al centro de cada realidad, a su fuente. Nos volvemos incapaces de asumir la mirada de Dios sobre las cosas, porque nuestra lógica y nuestra práctica se orientan en dirección opuesta a la suya, en su esfuerzo por no perder nuestra vida, por no tomar nuestra cruz. Sólo cuando Jesús nos deja entrever algo de su fulgurante misterio nos damos cuenta de nuestra habitual ceguera.

La luz de la transfiguración viene a hendir hoy, si lo queremos, nuestras tinieblas. Ahora bien, debemos acoger la invitación a retirarnos a un lugar apartado con Jesús subiendo a un monte elevado, es decir, aceptar la fatiga que supone dar los pasos concretos que nos alejan de un ritmo de vida agitado y nos obligan a prescindir de los fardos inútiles. Si fuéramos capaces de permanecer un poco en el silencio, percibiríamos su radiante Presencia. La luz de Jesús en el Tabor nos hace intuir que el dolor no tiene la última palabra. La última y única Palabra es este Hijo predilecto, hecho Siervo de YHWH por amor. Escuchémoslo mientras nos indica el camino de la vida: vida resucitada en cuanto dada. Escuchémoslo mientras nos indica con una claridad absoluta los pasos diarios. Escuchémoslo mientras nos invita a bajar con él hacia los hermanos. Entonces el lucero de la mañana se alzará en nuestros corazones e, iluminando nuestra mirada interior, nos hará vislumbrar -en la opacidad de las cosas, en la oscuridad de los acontecimientos, en el rostro de cada nombre- a Dios «todo en todos», eterna meta de nuestra peregrinación en el tiempo.

  ORATIO

Jesús, tú eres Dios de Dios, luz de luz. Nosotros lo creemos, pero nuestros ojos son incapaces de reconocer tu belleza en las humildes apariencias de que te revistes.

Purifica, oh Señor, nuestros corazones, porque sólo a los limpios de corazón has prometido la visión de Dios.

Concédenos la pobreza interior que nos hace atentos a su Presencia en la vida diaria, capaces de percibir un rayo de tu luz hasta en los lugares donde todo aparece oscuro e incomprensible. Haznos silenciosos y orantes, porque tú eres la Palabra salida del silencio que el Padre nos pide que escuchemos. Ayúdanos a ser tus verdaderos discípulos, dispuestos a perder la vida cada día por ti, por el Evangelio; haz crecer tu amor en nosotros para ser contigo siervos de los hermanos y ver en cada hombre la luz de tu rostro.

CONTEMPLATIO

Antes de tu cruz preciosa, antes de tu pasión, tomando contigo a los que habías elegido entre tus sagrados discípulos, subiste al monte Tabor, oh Soberano, queriendo mostrarles tu gloria. Y ellos, al verte transfigurado y más resplandeciente que el sol, caídos rostro en tierra, se quedaron atónitos frente a la soberanía, y aclamaban: «Tú eres, oh Cristo, la luz sin tiempo y la irradiación del Padre, aunque, voluntariamente, te hagas ver en la carne, permaneciendo inmutable».

Tú, Dios Verbo, que existes antes de los siglos, tú que te revistes de luz como de un manto, transfigurándote delante de tus discípulos, oh Verbo, refulgiste más que el sol. Estaban junto a ti Moisés y Elías, para indicar que eres el Señor de vivos y de muertos y para dar gloria a tu economía inefable, a tu misericordia y a tu gran condescendencia, por la que salvaste al mundo, que se perdía por el pecado.

Nacido de nube virginal y hecho carne, transfigurado en el monte Tabor,  Señor, y envuelto por la nube luminosa, mientras estaban contigo tus discípulos, la voz del Padre te manifestó distintamente como Hijo amado, consustancial y reinante con él. De ahí que Pedro, lleno de estupor, exclamara: «¡Qué bien estamos aquí!», sin saber lo que decía, oh misericordiosísimo Benefactor (Anthologhion di tutto l’anno, Roma 2000, IV, pp. 871ss).

ACTIO

Repite a menudo y vive hoy la Palabra: «A tu luz vemos la luz» (Sal 35,10).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Puedes leer de nuevo el texto que viene en la Migaja Espiritual precedente de J. Corbon, …

 

Biblia, Espiritualidad

6.7.22. Tansfiguración. Transfiguración. De la guerra de Dios a la curación del niño enfermo (Mc 9, 2-29)

Sábado, 6 de agosto de 2022
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xtabor2_israeltourism-flickr3.jpg.pagespeed.ic.tjUjjFGDjUsy272YGejFDel blog de Xabier Pikaza:

Un oficial del ejército de Israel, me dijo un día (en un congreso de Fe y Secularidad, de Majadahonda): Yo veo a Jesús con frecuencia yme identifico con  él, en el monte Tabor, que vosotros llamáis de la Transfiguración.

‒ Allí se me aparecen los dos personajes que hablaban con Jesús.Moisés, que es la Ley Elías que es la profecía. Se me aparecen con claridad, les veo con ojos cerrados, les siento con ojos abiertos, me llenan por dentro  espíritu y escucho lavoz delInfinito que me dice, lo mismo que Jesús: ¡Tú eres mi Hijo, redime tú esta tierra, libérala de los poderes!

Recordando a ese oficial judío quiero evocar los dos elementos del “icono” de la transfiguraciòn: Ver a Jesús  y curar al niño enfermo (no luchar en guerra de muerte), en un mundo lleno de visionarios de monte e inutiles de llano).

05.08.2022 | X Pikaza

 1. LÍNEA DE GUERRA: LIBERAR LA TIERRA CON VIOLENCIA

 Así me siguió diciendo el judío:Sobre el monte me elevo como Jesús y me siento enviado por Dios para cumplir la tarea de liberación de esta tierra, con la ley de Israel en la mano (Moisés), con la experiencias más alta de oración (Elías…), con razones y con armas…

Jesús retomó aquí en su tiempo el buen camino, pero no lo supo culminar… o no lo culminaron sus seguidores, los cristianos. Por eso, nosotros, los buenos judíos, herederos de Jesús, en la línea de Moisés y Elías, debemos culminarlo, liberando esta tierra con  leyes,  armas y oraciones

Sí, ya sé que Usted, cristiano, no quiere o puede reconocerlo, me dijo, pero el Tabor es el monte de Barac, el Rayo, el gran guerrero de Israel, con Débora, la Abeja, la profetisa más grande. Allí subieron los soldados escogidos, como sabe Jueces 4, y de allí bajaron, con la ayuda del Dios de Moisés y de Elías (aunque Elías sea posterior), para vencer en la gran batalla a todos los cananeos y palestinos enemigos. No hace falta que se lo recuerde, Usted lee la Biblia, y sabe que este monte, antes de lo que llaman Transfiguración de Jesús, era y sigue siendo la Montaña de la Transfiguración militar y victoriosa de Israel, con Barac y Débora.

 No quise argumentar, guardé silencio. Pero, en un momento dado, me preguntó: Y usted, cristiano ¿ve a Jesús con Moisés y con Elías, como el judío eterno, el hombre universal de la libertad israelita? ¿No habrá espiritualizado a Jesús y convertido   esta imagen poderosa de la Transfiguración, que es una especie de “jura de bandera”  de Israel, en evocación puramente estética de un cielo superior “sin carne” y sin historia,  para evadirse del mundo real, mientras los hombres, mujeres y niños reales siguen oprimidos?

INTERMEDIO

Soy de respuestas retardadas, quizá retrasadas. No quise entrar en polémica con el judeo-argentino, oficial del Ejército de Israel. No dije nada al buen porteño-israelita, que interpretaba con armas de guerra el relato de la Transfiguración y que subía a Tabor para retomar la experiencia de Jesús, con signos de Barac/Débora y para así cumplirla liberando toda la tierra de Israel, el mundo entero, e iniciando la era mesiánica anunciada por Moisés y Elías?

No le dije entonces nada, pero he seguido pensando en ello, año tras año he llegado a la conclusiòn  de que al Tabor se sube para ver a Dios en Cristo y del Tabor se baja para liberar la tierra,pero no como creía este oficial israelí, sino curando a los niños enfermos de todos los pueblos

  1. Mi dialogante judío leía el evangelio en plano mesiánico-militar, partiendo de Barac/Débora,a quienes unía con Jesús, deseando reiniciar y culminar desde el Tabor la Gran Guerra de la reconquista judía y de la culminación mesiánica del Gran Israel… Jesús estaba en el buen camino, pero no supo culminarlo.
  2. Los exegetas profesionales  suelen leeer este pasaje desde una perspectiva de Pascua cristiana y de fiesta judía de los Tabernáculos. La tradición cristiana anterior a Marcos habría “creado” simbólicamente este pasaje para presentar a Jesús Resucitado, Hijo de Dios, introduciendo su figura pascual en un momento de su historia anterior, con Moisés y Elías… De esa forma se habría cumplido, por otra parte, la fiesta judía de los Tabernáculos, es decir, de la plenitud del descanso futuro del Pueblo.
  3. La Iglesia Católica ha querido aplicar esta escena  a la vida es`piritual de los creyentes. Eso es importante, pero el signo de la Transfiguración (ver a Jesús) va unido a la curación del niño enfermo, como he mostrado en evangelio de Marcos.

2. FE SANADORA, CURAR AL NIÑO ENFERMO

 Mi “compañero” soldado quería bajar  del Tabor para luchar contra los enemigos malos, imponiendo su buena “ley” judía en el llano. A diferencia de eso, Jesús bajó con sus tres elegidos para expulsar al “demonio mudo” y violento de un niño enfermo:  

Éste es el mensaje del evangelio de la transfiguración.No es bajar del monte para luchar contra los enemigos, sino para curar al niño enfermo:

(a. Situación) 14 Cuando llegaron al llano la gente quedó sorprendida y corrió a saludarlo. 16 y Jesús les preguntó: ¿De qué estáis discutiendo? 17 Uno de entre la gente le contestó: Maestro, te he traído a mi hijo, pues tiene un espíritu mudo. 18 Cada vez que se apodera de él, lo tira por tierra, y le hace echar espumarajos y rechinar los dientes hasta quedarse rígido. He pedido a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.

(b. Fe del padre) 19  Jesús dijo:  Traédmelo. 20 Se lo llevaron y, en cuanto el espíritu le vio, sacudió violentamente al muchacho, que cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos. 21 Entonces le preguntó al padre:  ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? El padre contestó: Desde pequeño. 22 Y muchas veces lo ha tirado al fuego y al agua para acabar con él. Si algo puedes, compadécete de nosotros y ayúdanos.23 Jesús le dijo: (Dices si puedo. Todo es posible a quien cree).24 El padre del niño gritó al instante: ¡Creo, pero ayuda mi incredulidad!

(c. Milagro: acción de Jesús) 25 Jesús, viendo que se aglomeraba la gente, increpó al espíritu impuro, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, te ordeno que salgas y no vuelvas a entrar en él. 26 Y el espíritu salió entre gritos y violentas convulsiones. El niño quedó como muerto, de forma que muchos decían que había muerto. 27 Pero Jesús, tomándole de la mano, lo levantó, y él se puso en pie (Mc 9).

CF298759-0496-43FC-A0AE-A9B520AF5067Este niño lunático (seleniakos, dice el evangelio ), dominado por la “mala luna”  (Selene)de su padre violento, forma parte de la granprocesión de pobres que recorren la trama del evangelio: locos y leprosos, publicanos y ciegos, cojos, mancos, paralíticos, mujeres impedidas y sobre todo hambrientos, hombres que buscan un poco de pan en el desierto o descampado.

Visionarios de monte, inútiles de llano

En el monte  se hallaba Jesús transfigurado; abajo está el padre impotente con el hijo enfermo, rodeado de escribas, con nueve discípulos inútiles del Cristo (pues no pueden curar al niño enfermo).

Los visionarios de arriba piensan que han hallado a Dios, que han visto su misterio; por eso quieren quedarse allí, haciendo tres tabernáculos sagrados donde pueden descansar ya para siempre con el Cristo transfigurado, sin introducirse en la pasión del mundo, sin pasar por la complejidad de la historia, olvidando todos los problemas (disputas, locuras) de este mundo viejo.

Por su parte, los inútiles de abajo disputan y razonan con todos los escribas de la historia, pero sus razones y gritos no consiguen curar al niño enfermo.

Este es el divorcio de la historia, la ruptura entre una oración sin vida (los de arriba se despreocupan del niño) y un esfuerzo humano sin oración (los discípulos de abajo quieren curarle pero no lo consiguen). Los de arriba desean una casa de recogimiento particular, tabernáculos santos dónde solo se escucha una oración sin compromiso con el mundo. Los de abajo disputan con escribas  sobre el niño enfermo, pero no pueden curarale.

En medio de esa escisión de los discípulos se extiende la tragedia de la historia representada por el padre y el niño enfermo. Sólo Jesús puede superarla, bajando con los discípulos orantes hasta el valle de locura y discusión, para curar al niño y decir a los discípulos de abajo que este tipo de demonios sólo pueden expulsarse con oración (9,29), es decir, subiendo a la montaña de la pascua para recibir allí la fuerza de Dios y traducirla en gesto de servicio hacia los pobres. En la unión de esos planos se mantiene Jesús, uniendo de esa forma cielo y tierra, contemplación y acción liberadora, en gesto que Mc vincula con su muerte. Así ha pintado la escena Rafael Sanzio:

 D7BFAE50-977A-4142-8928-E46EB03F8E35– Arriba está Jesús, el Hijo verdadero, culminando un camino iniciado por la ley (Moisés) y los profetas (Elías), rodeado de testigos que miran ignorantes su misterio, mientras quieren quedar allí por siempre. Ellos no saben expandir la casa de la vida; quieren cerrarse en tres tiendas “sagradas” y eternas. Sólo Dios sabe, define y constituye el sentido de Jesús, en clave de familia, en palabra de ratificación pública de su paternidad. Dios había dicho ya a Jesús, en intimidad personal: ¡Tú eres mi Hijo amado, en tí me he complacido! (1,11).

Ahora expande esa palabra en forma abierta, para que la iglesia entera lo reciba y actúa en consecuencia: ¡Este es mi Hijo amado, escuchadle! (9,7). Esto significa que el misterio de la transfiguración debe expandirse, de forma que todos acogen y escuchen a Jesús, conforme a la voz de Dios. Esta revelación superior (voz de la nube) desvela, al mismo tiempo, la paternidad bondadosa de Dios y el poder creador (salvador) de la palabra de Jesús, a quien constituye Hijo querido. Dios aparece de esa forma como Padre que confía en Jesús, diciéndonos que confiemos en el y le escuchemos, porque es su agapêtos, Hijo entrañable.

– Abajo, en cambio, hay un padre impotente: un hombre que no puede creer en el hijo, ni transmitirle su palabra (cf. 9,17-24). La tragedia de la escena está en el hecho de que el padre humano no consigue decir a su hijo enfermo lo que el Padre Dios dice a Jesús al llamarle mi Hijo amado. Por eso, toda la actuación de Jesús ha de entenderse como terapia paterna: quiere que el padre confíe, acepte a su hijo y le quiera (le crea), llamándole agapêtos, querido, traduciendo así en la tierra el misterio del Dios del reino de Jesús .Este es el tema: un padre incrédulo, un hijo loco, incomunicados entre sí, en medio de unos profesionales de la religión (escribas, discípulos inútiles del Cristo) que no saben más que discutir entre sí.

En el centro de la tierra queda una familia rota, una sociedad impotente, entregada a las disputas estériles. Este es el entorno de una iglesia mundanizada (los nueve de abajo), mientras la iglesia sacralizada del Tabor (los tres de arriba) sueña de forma egoísta en su propia tranquilidad celeste, olvidándose del mundo, olvidándose del Cristo que ha venido a dar la vida en medio de la fuerte locura e injusticia de la tierra.

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La Transfiguración: Una lectura desde el pensamiento de Monseñor Romero

Sábado, 6 de agosto de 2022
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san_romeroMauricio Manzano*

El viernes 05 de agosto se celebró la misa en el atrio de catedral en honor al Divino Salvador del Mundo. En la tarima principal se encontraban autoridades religiosas y políticas, muchas personas portaban poster y camisas con el rostro sonriente de Monseñor Romero. En este contexto litúrgico un amigo me pregunto ¿Cómo entendía Romero la Transfiguración? Algunas reflexiones.

En Teología, la transfiguración indica la transformación experimentada por Jesús en el Monte Tabor ante la presencia de Pedro, Juan y Santiago. Con la “aparición” de Elías y Moisés, el relato fue de gran importancia para las primeras comunidades cristianas que fue plasmando en tres evangelios: Mateo 17,1-9, Marcos 9, 2-10 y Lucas 9,28.36.

Este relato de la Trasfiguración de Jesús impactó profundamente a Romero, sus acciones se pueden leer a la luz de éste. Para él, la Teología de la Trasfiguración abarca y trasciende todo, de esta “Gran Teología” se derivan tres teologías que se vislumbran en sus escritos: la teología sobre Cristo, la teología antropológica y la teología eclesial. Para Romero la transfiguración es una transformación, implica un cambio de forma y de fondo de las personas, de la iglesia y de las estructuras sociales injustas.

Ciertamente, el principio y fundamento de la vida de Romero fue Jesús. Como el niño va formando su símbolo en base al juego y a la imitación, Romero fue configurándose con Jesús en base a la oración, al discernimiento y la contemplación. Tanto en su diario espiritual como en sus homilías, en el centro ubica la figura de Jesús quien fue su referencia de imitación y seguimiento. Para Romero, Jesús no era una divinidad abstracta alejada de la historia, en la humanidad de Jesús percibía su divinidad.

Sin una pizca de ingenuidad, Romero sabía que esta concepción, seguimiento e imitación de Jesús no estaban exentos de conflictos; en una homilía lo expreso: “Cristo es piedra de escándalo, por eso a mí me hacen un inmenso honor cuando me rechazan porque me parezco un poquito a Jesucristo, que también fue piedra de escándalo…” (Hom. 12/08/1978). La teología cristológica de Romero consiste en hacer de Jesús el fundamento más profundo de su vida y, desde esa concepción cristológica, se logra comprender su amor por los pobres y su pasión por la justicia. Sabía que la transfiguración en Jesús, en ocasiones, pasa por el calvario de la cruz, y lo asumió.

También Romero tenía claro que no hay transformación auténtica sin conversión personal. Para Romero la fe en Jesús lleva implícito la exigencia de una transformación humana. Un cambio de estructura si no pasa por un cambio de la persona no sirve de nada, dice Romero, en una homilía, dejando claro que la trasfiguración social demanda un cambio personal:

“Yo creo, queridos hermanos … que nosotros, los cristianos, somos los llamados a ofrecer a la historia del Continente latinoamericano, los hombres nuevos que los obispos señalaron allá en Medellín cuando dijeron: ‘De nada sirve cambiar estructuras económicas, sociales, políticas, de nada sirven estructuras nuevas si no hay hombres nuevos’. Y los hombres nuevos, los hombres renovados, son aquellos que con su fe en la resurrección de Jesucristo hacen suya toda esta grandiosa Teología de la Transfiguración” (Hom. 02/03/ 1980).

Por último, la iglesia transfigurada de Romero es una iglesia encarnada e identificada con los más vulnerables.

Son cuatro cartas pastorales las que escribió, y es significativo que tres de ellas fueron publicadas en el contexto de la fiesta de la trasfiguración de Jesús. Y en las cuatro cartas aparece la convicción de una Iglesia encarnada e identificada con los sufrimientos de los pobres. Incluso, algunos testimonios afirman que adrede detuvo la construcción de la catedral, argumentando que una iglesia de lujo era una ofensa para muchos feligreses que vivían en casas de cartón y lámina.

La misión de la iglesia lleva implícita un mensaje de redención y trasformación de las estructuras injustas, “el reto amoroso de la transfiguración de Cristo a los salvadoreños: la transfiguración de nuestro pueblo”, afirmó el obispo mártir. Y la Iglesia debe ser imagen y testimonio de trasformación.

A Romero se le dio la gracia de entrar al corazón de su Referente y conocer la justicia que lo habitaba y con todos los riesgos que suponía se aferró a ello. Esto era peligroso, sin duda. Para Romero, Cristo fue su principio y fundamento. Una de las causas por las que asesinan a Jesús es por su pretensión de asimilarse a Dios (Marcos 15,2); podemos decir de Romero que una de las causas por lo que es asesinado es por su pretensión de asimilarse a Jesús.

Para Romero, la transfiguración es una transformación que implica un cambio de forma y de fondo de las personas, de la iglesia y de las estructuras sociales injustas. Estaba convencido que este mundo es posible pero transfigurado, es decir, si los que lo habitan, en unidad, se comprometen a realizar una trasformación estructural de la sociedad, más justa, solidaria e inclusiva, que ponga en el centro al ser humano de manera integral, especialmente a los más pobres.

Año con año, el pueblo salvadoreño sigue celebrando la transfiguración de Jesús como parte de su identidad religiosa y cultural. Romero llamó a comprometerse con la transformación. Sus palabras deben seguir inspirando esta tarea que hoy por hoy sigue siendo la mayor deuda de la sociedad salvadoreña, y sobre todo de aquellos y aquellas que un día la propugnaron como la razón de ser de sus vidas.

*Catedrático e investigador de la Universidad Luterana Salvadoreña

Fuente Universidad Luterana Salvadoreña

Espiritualidad ,

Transfiguración del Señor

Viernes, 6 de agosto de 2021
Comentarios desactivados en Transfiguración del Señor

6830757856046117

Del mismo modo que el episodio de la transfiguración prepara en el evangelio a los apóstoles para entrar en la comprensión del misterio de la pasión-muerte de Jesús, así también en la Iglesia, casi con el mismo propósito, se celebra la fiesta de la Transfiguración cuarenta días antes de la correspondiente a la Exaltación de la Cruz. La fiesta de la Transfiguración ya aparece desde el siglo V en el calendario de la liturgia oriental para recordar la subida de Jesús al monte Tabor con Pedro, Santiago y Juan, testigos privilegiados de su gloria. El episodio está atestiguado de manera concorde por los evangelios sinópticos. La fiesta se difundió rápidamente también en la Iglesia romana, pero no fue  introducida oficialmente hasta el año 1457, con ocasión de una victoria obtenida contra los turcos.

1ª lectura:

Su vestido era blanco como nieve

Lectura de la profecía de Daniel 7, 9-10. 13-14

Miré y vi que colocaban unos tronos. Un anciano se sentó. Su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas; un río impetuoso de fuego brotaba y corría ante él. Miles y miles lo servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros.

Seguí mirando. Y en mi visión nocturna vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia.

A él se le dio poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su poder es un poder eterno, no cesará. Su reino no acabará.

*

Al profeta se le revela, en una visión nocturna, el designio de Dios sobre la historia. Ve la sucesión de los grandes imperios y de sus violentos dominadores (7,2-8), mas este espectáculo de la altivez humana se interrumpe: a Daniel se le ha concedido contemplar los acontecimientos desde el punto de vista del Señor de la historia. Él es el Juez omnipotente {cf. v. 10), que conoce y valorará definitivamente la obra de los hombres, pero es también alguien que interviene en el tiempo para rescatarlo: en efecto, a los reinos terrenos se contrapone el Reino que el «Anciano» confía a la obra de un misterioso «Hijo de hombre» que viene sobre las nubes (vv. 13ss). El autor sagrado indica así que este personaje es un hombre, aunque es de origen divino, celeste.

Ya no se trata del Mesías davídico esperado para restaurar con poder el Reino de Israel, sino de su transfiguración sobrenatural: el Hijo del hombre inaugurará un Reino que, aunque se inserta en el tiempo, «no es de este mundo» (Jn 18,36).

Éste triunfará al final sobre los imperialismos mundanos, llevando la historia a su cumplimiento escatológico. Entonces «los santos del Altísimo» participarán plenamente en la soberanía del Hijo del hombre y constituirán una sola cosa con él y en él (Dn 7,18.22.27). Con esta figura bíblica se identificará Jesús a menudo en su predicación y, en particular, en la hora decisiva del proceso ante el Sanedrín que le condenará a morir en la cruz.

***

Salmo

Sal 96, 1-2. 5-6. 9

R. El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra.

El Señor reina,
la tierra goza, se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono. R.

Los montes se derriten como cera ante el Señor,
ante el Señor de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R.

Porque tú eres, Señor,
Altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses. R.

***

Segunda lectura:

2 Pedro 1,16-19

Queridos:

Cuando os dimos a conocer la venida del poder de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos inspirados por fantásticas leyendas, sino porque fuimos testigos oculares de su grandeza.

Él recibió, en efecto, honor y gloria de Dios Padre cuando se escuchó sobre él aquella sublime voz de Dios: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco».

Y ésta es la voz, venida del cielo, que nosotros escuchamos cuando estábamos con él en el monte santo.

Tenemos también la palabra de los profetas, que es firmísima, y hacéis bien en dejaros iluminar por ella, pues es como una lámpara que alumbra en la oscuridad hasta que despunte el día y el lucero matutino se alce en vuestros corazones.

*

Pedro y sus compañeros han contemplado la grandeza de Jesús, han oído la voz celestial que le proclamaba Hijo predilecto, por eso se reconocen portadores de una gracia mayor que la de los profetas. En efecto, pueden confirmar por experiencia personal la veracidad de las profecías a las que Jesús da cumplimiento. La palabra del Antiguo Testamento, sin embargo, no ha agotado su tarea de «lámpara que alumbra en la oscuridad» (v. 19): deberá seguir siempre alumbrando los pasos de los creyentes que avanzan en medio de las tinieblas de la historia hasta el día sin ocaso de la venida de Cristo en la gloria {cf. v. 19). En este camino, la visión radiante de Jesús transfigurado, que los apóstoles nos atestiguan, sostiene nuestra fe y enciende de deseo nuestra esperanza: el «lucero de la mañana» se alza ya en el corazón de quien vela expectante.

***

Aleluya Mt 17, 5c
R. Aleluya, aleluya, aleluya
Este es mi Hijo, el amado,
en quien me complazco.
Escuchadlo
. R.

***

Evangelio:

Este es mi Hijo, el amado

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 2-10

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.

Se les parecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús:

«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

No sabía qué decir, pues estaban asustados.

Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube:

«Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo».

De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

Esto se les quedo grabado y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos.

*

El relato de Marcos tiene una connotación particular de absolutidad que no admite matices de componendas. Absoluta es la exigencia de soledad, de separación del contexto habitual (v. 2b); absoluto es el contraste entre el aspecto de Jesús, contemplado por los tres apóstoles, y la experiencia común (v. 3). Las figuras de Moisés y Elías evocan asimismo una decisión neta y radical: en virtud de su excepcional experiencia en el Horeb/Sinaí y de la fe vivida integralmente, eran esperados, respectivamente, como el profeta (Moisés) que viene a introducir al Profeta definitivo, y como el precursor del Mesías (Elias, cf. v. 11).

El discípulo se da cuenta de su propia inadecuación. Las palabras de Pedro no son disparatadas: probablemente, el acontecimiento tuvo lugar el séptimo día de la fiesta de las Chozas, durante la cual vivía la gente en tiendas hechas con ramas; aunque, a buen seguro, la realidad de la que es testigo la supera infinitamente. El Maestro aparece como el cumplimiento de las expectativas de Israel, y mucho más: es el Hijo amado, como declara la voz que sale de la nube de la Presencia de YHWH. Y la invitación que sigue no deja lugar a la duda: «Escuchadlo» (v. 7). La palabra de Jesús tenía, por consiguiente, el peso de la autoridad divina cuando, pocos días antes, había predicho de manera abierta su  crucifixión y la había propuesto a los discípulos como camino necesario (8,31.34-37). Ahora bien, si esta exigencia de adhesión absoluta a la palabra y a la misma persona de Jesús trae consigo la perdición de nosotros mismos, ofrece también la promesa de la vida verdadera en el Reino de Dios (8,35). La promesa de algo cuya realización se entrevé en el monte de la transfiguración y de lo que Pedro, Santiago y Juan pregustan el cumplimiento en la belleza que irradia del rostro de Jesús.

***

MEDITATIO

Existe una llama interior que arde en las criaturas y canta su pertenencia a Dios, y gime por el deseo de él.

Existe un hilo de oro sutil que une los acontecimientos de la historia en la mano del Señor, a fin de que no caigan en la nada, y los conectará finalmente en un bordado maravilloso. El rostro de Cristo está impreso en el corazón de cada hombre y le constituye en amado de Dios desde la eternidad. Y están, a continuación, nuestros pobres ojos ofuscados…, acostumbrados a dispersarse en la curiosidad epidérmica e insaciable, trastornados por múltiples impresiones; nosotros no sabemos ya orientar la mirada al centro de cada realidad, a su fuente. Nos volvemos incapaces de asumir la mirada de Dios sobre las cosas, porque nuestra lógica y nuestra práctica se orientan en dirección opuesta a la suya, en su esfuerzo por no perder nuestra vida, por no tomar nuestra cruz. Sólo cuando Jesús nos deja entrever algo de su fulgurante misterio nos damos cuenta de nuestra habitual ceguera.

La luz de la transfiguración viene a hendir hoy, si lo queremos, nuestras tinieblas. Ahora bien, debemos acoger la invitación a retirarnos a un lugar apartado con Jesús subiendo a un monte elevado, es decir, aceptar la fatiga que supone dar los pasos concretos que nos alejan de un ritmo de vida agitado y nos obligan a prescindir de los fardos inútiles. Si fuéramos capaces de permanecer un poco en el silencio, percibiríamos su radiante Presencia. La luz de Jesús en el Tabor nos hace intuir que el dolor no tiene la última palabra. La última y única Palabra es este Hijo predilecto, hecho Siervo de YHWH por amor. Escuchémoslo mientras nos indica el camino de la vida: vida resucitada en cuanto dada. Escuchémoslo mientras nos indica con una claridad absoluta los pasos diarios. Escuchémoslo mientras nos invita a bajar con él hacia los hermanos. Entonces el lucero de la mañana se alzará en nuestros corazones e, iluminando nuestra mirada interior, nos hará vislumbrar -en la opacidad de las cosas, en la oscuridad de los acontecimientos, en el rostro de cada nombre- a Dios «todo en todos», eterna meta de nuestra peregrinación en el tiempo.

  ORATIO

Jesús, tú eres Dios de Dios, luz de luz. Nosotros lo creemos, pero nuestros ojos son incapaces de reconocer tu belleza en las humildes apariencias de que te revistes.

Purifica, oh Señor, nuestros corazones, porque sólo a los limpios de corazón has prometido la visión de Dios.

Concédenos la pobreza interior que nos hace atentos a su Presencia en la vida diaria, capaces de percibir un rayo de tu luz hasta en los lugares donde todo aparece oscuro e incomprensible. Haznos silenciosos y orantes, porque tú eres la Palabra salida del silencio que el Padre nos pide que escuchemos. Ayúdanos a ser tus verdaderos discípulos, dispuestos a perder la vida cada día por ti, por el Evangelio; haz crecer tu amor en nosotros para ser contigo siervos de los hermanos y ver en cada hombre la luz de tu rostro.

CONTEMPLATIO

Antes de tu cruz preciosa, antes de tu pasión, tomando contigo a los que habías elegido entre tus sagrados discípulos, subiste al monte Tabor, oh Soberano, queriendo mostrarles tu gloria. Y ellos, al verte transfigurado y más resplandeciente que el sol, caídos rostro en tierra, se quedaron atónitos frente a la soberanía, y aclamaban: «Tú eres, oh Cristo, la luz sin tiempo y la irradiación del Padre, aunque, voluntariamente, te hagas ver en la carne, permaneciendo inmutable».

Tú, Dios Verbo, que existes antes de los siglos, tú que te revistes de luz como de un manto, transfigurándote delante de tus discípulos, oh Verbo, refulgiste más que el sol. Estaban junto a ti Moisés y Elías, para indicar que eres el Señor de vivos y de muertos y para dar gloria a tu economía inefable, a tu misericordia y a tu gran condescendencia, por la que salvaste al mundo, que se perdía por el pecado.

Nacido de nube virginal y hecho carne, transfigurado en el monte Tabor,  Señor, y envuelto por la nube luminosa, mientras estaban contigo tus discípulos, la voz del Padre te manifestó distintamente como Hijo amado, consustancial y reinante con él. De ahí que Pedro, lleno de estupor, exclamara: «¡Qué bien estamos aquí!», sin saber lo que decía, oh misericordiosísimo Benefactor (Anthologhion di tutto l’anno, Roma 2000, IV, pp. 871ss).

ACTIO

Repite a menudo y vive hoy la Palabra: «A tu luz vemos la luz» (Sal 35,10).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Puedes leer de nuevo el texto que viene en la Migaja Espiritual precedente de J. Corbon, …

Biblia, Espiritualidad

La Transfiguración: Una lectura desde el pensamiento de Monseñor Romero

Viernes, 6 de agosto de 2021
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san_romeroMauricio Manzano*

El viernes 05 de agosto se celebró la misa en el atrio de catedral en honor al Divino Salvador del Mundo. En la tarima principal se encontraban autoridades religiosas y políticas, muchas personas portaban poster y camisas con el rostro sonriente de Monseñor Romero. En este contexto litúrgico un amigo me pregunto ¿Cómo entendía Romero la Transfiguración? Algunas reflexiones.

En Teología, la transfiguración indica la transformación experimentada por Jesús en el Monte Tabor ante la presencia de Pedro, Juan y Santiago. Con la “aparición” de Elías y Moisés, el relato fue de gran importancia para las primeras comunidades cristianas que fue plasmando en tres evangelios: Mateo 17,1-9, Marcos 9, 2-10 y Lucas 9,28.36.

Este relato de la Trasfiguración de Jesús impactó profundamente a Romero, sus acciones se pueden leer a la luz de éste. Para él, la Teología de la Trasfiguración abarca y trasciende todo, de esta “Gran Teología” se derivan tres teologías que se vislumbran en sus escritos: la teología sobre Cristo, la teología antropológica y la teología eclesial. Para Romero la transfiguración es una transformación, implica un cambio de forma y de fondo de las personas, de la iglesia y de las estructuras sociales injustas.

Ciertamente, el principio y fundamento de la vida de Romero fue Jesús. Como el niño va formando su símbolo en base al juego y a la imitación, Romero fue configurándose con Jesús en base a la oración, al discernimiento y la contemplación. Tanto en su diario espiritual como en sus homilías, en el centro ubica la figura de Jesús quien fue su referencia de imitación y seguimiento. Para Romero, Jesús no era una divinidad abstracta alejada de la historia, en la humanidad de Jesús percibía su divinidad.

Sin una pizca de ingenuidad, Romero sabía que esta concepción, seguimiento e imitación de Jesús no estaban exentos de conflictos; en una homilía lo expreso: “Cristo es piedra de escándalo, por eso a mí me hacen un inmenso honor cuando me rechazan porque me parezco un poquito a Jesucristo, que también fue piedra de escándalo…” (Hom. 12/08/1978). La teología cristológica de Romero consiste en hacer de Jesús el fundamento más profundo de su vida y, desde esa concepción cristológica, se logra comprender su amor por los pobres y su pasión por la justicia. Sabía que la transfiguración en Jesús, en ocasiones, pasa por el calvario de la cruz, y lo asumió.

También Romero tenía claro que no hay transformación auténtica sin conversión personal. Para Romero la fe en Jesús lleva implícito la exigencia de una transformación humana. Un cambio de estructura si no pasa por un cambio de la persona no sirve de nada, dice Romero, en una homilía, dejando claro que la trasfiguración social demanda un cambio personal:

“Yo creo, queridos hermanos … que nosotros, los cristianos, somos los llamados a ofrecer a la historia del Continente latinoamericano, los hombres nuevos que los obispos señalaron allá en Medellín cuando dijeron: ‘De nada sirve cambiar estructuras económicas, sociales, políticas, de nada sirven estructuras nuevas si no hay hombres nuevos’. Y los hombres nuevos, los hombres renovados, son aquellos que con su fe en la resurrección de Jesucristo hacen suya toda esta grandiosa Teología de la Transfiguración” (Hom. 02/03/ 1980).

Por último, la iglesia transfigurada de Romero es una iglesia encarnada e identificada con los más vulnerables.

Son cuatro cartas pastorales las que escribió, y es significativo que tres de ellas fueron publicadas en el contexto de la fiesta de la trasfiguración de Jesús. Y en las cuatro cartas aparece la convicción de una Iglesia encarnada e identificada con los sufrimientos de los pobres. Incluso, algunos testimonios afirman que adrede detuvo la construcción de la catedral, argumentando que una iglesia de lujo era una ofensa para muchos feligreses que vivían en casas de cartón y lámina.

La misión de la iglesia lleva implícita un mensaje de redención y trasformación de las estructuras injustas, “el reto amoroso de la transfiguración de Cristo a los salvadoreños: la transfiguración de nuestro pueblo”, afirmó el obispo mártir. Y la Iglesia debe ser imagen y testimonio de trasformación.

A Romero se le dio la gracia de entrar al corazón de su Referente y conocer la justicia que lo habitaba y con todos los riesgos que suponía se aferró a ello. Esto era peligroso, sin duda. Para Romero, Cristo fue su principio y fundamento. Una de las causas por las que asesinan a Jesús es por su pretensión de asimilarse a Dios (Marcos 15,2); podemos decir de Romero que una de las causas por lo que es asesinado es por su pretensión de asimilarse a Jesús.

Para Romero, la transfiguración es una transformación que implica un cambio de forma y de fondo de las personas, de la iglesia y de las estructuras sociales injustas. Estaba convencido que este mundo es posible pero transfigurado, es decir, si los que lo habitan, en unidad, se comprometen a realizar una trasformación estructural de la sociedad, más justa, solidaria e inclusiva, que ponga en el centro al ser humano de manera integral, especialmente a los más pobres.

Año con año, el pueblo salvadoreño sigue celebrando la transfiguración de Jesús como parte de su identidad religiosa y cultural. Romero llamó a comprometerse con la transformación. Sus palabras deben seguir inspirando esta tarea que hoy por hoy sigue siendo la mayor deuda de la sociedad salvadoreña, y sobre todo de aquellos y aquellas que un día la propugnaron como la razón de ser de sus vidas.

*Catedrático e investigador de la Universidad Luterana Salvadoreña

Fuente Universidad Luterana Salvadoreña

Biblia, Espiritualidad ,

Transfiguración del Señor

Jueves, 6 de agosto de 2020
Comentarios desactivados en Transfiguración del Señor

6830757856046117

Del mismo modo que el episodio de la transfiguración prepara en el evangelio a los apóstoles para entrar en la comprensión del misterio de la pasión-muerte de Jesús, así también en la Iglesia, casi con el mismo propósito, se celebra la fiesta de la Transfiguración cuarenta días antes de la correspondiente a la Exaltación de la Cruz. La fiesta de la Transfiguración ya aparece desde el siglo V en el calendario de la liturgia oriental para recordar la subida de Jesús al monte Tabor con Pedro, Santiago y Juan, testigos privilegiados de su gloria. El episodio está atestiguado de manera concorde por los evangelios sinópticos. La fiesta se difundió rápidamente también en la Iglesia romana, pero no fue  introducida oficialmente hasta el año 1457, con ocasión de una victoria obtenida contra los turcos.

1ª lectura:

Su vestido era blanco como nieve

Lectura de la profecía de Daniel 7, 9-10. 13-14

Miré y vi que colocaban unos tronos. Un anciano se sentó. Su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas; un río impetuoso de fuego brotaba y corría ante él. Miles y miles lo servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros.

Seguí mirando. Y en mi visión nocturna vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia.

A él se le dio poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su poder es un poder eterno, no cesará. Su reino no acabará.

*

Al profeta se le revela, en una visión nocturna, el designio de Dios sobre la historia. Ve la sucesión de los grandes imperios y de sus violentos dominadores (7,2-8), mas este espectáculo de la altivez humana se interrumpe: a Daniel se le ha concedido contemplar los acontecimientos desde el punto de vista del Señor de la historia. Él es el Juez omnipotente {cf. v. 10), que conoce y valorará definitivamente la obra de los hombres, pero es también alguien que interviene en el tiempo para rescatarlo: en efecto, a los reinos terrenos se contrapone el Reino que el «Anciano» confía a la obra de un misterioso «Hijo de hombre» que viene sobre las nubes (vv. 13ss). El autor sagrado indica así que este personaje es un hombre, aunque es de origen divino, celeste.

Ya no se trata del Mesías davídico esperado para restaurar con poder el Reino de Israel, sino de su transfiguración sobrenatural: el Hijo del hombre inaugurará un Reino que, aunque se inserta en el tiempo, «no es de este mundo» (Jn 18,36).

Éste triunfará al final sobre los imperialismos mundanos, llevando la historia a su cumplimiento escatológico. Entonces «los santos del Altísimo» participarán plenamente en la soberanía del Hijo del hombre y constituirán una sola cosa con él y en él (Dn 7,18.22.27). Con esta figura bíblica se identificará Jesús a menudo en su predicación y, en particular, en la hora decisiva del proceso ante el Sanedrín que le condenará a morir en la cruz.

***

Salmo

Sal 96, 1-2. 5-6. 9

R. El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra.

El Señor reina,
la tierra goza, se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono. R.

Los montes se derriten como cera ante el Señor,
ante el Señor de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R.

Porque tú eres, Señor,
Altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses. R.

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Segunda lectura:

2 Pedro 1,16-19

Queridos:

Cuando os dimos a conocer la venida del poder de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos inspirados por fantásticas leyendas, sino porque fuimos testigos oculares de su grandeza.

Él recibió, en efecto, honor y gloria de Dios Padre cuando se escuchó sobre él aquella sublime voz de Dios: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco».

Y ésta es la voz, venida del cielo, que nosotros escuchamos cuando estábamos con él en el monte santo.

Tenemos también la palabra de los profetas, que es firmísima, y hacéis bien en dejaros iluminar por ella, pues es como una lámpara que alumbra en la oscuridad hasta que despunte el día y el lucero matutino se alce en vuestros corazones.

*

Pedro y sus compañeros han contemplado la grandeza de Jesús, han oído la voz celestial que le proclamaba Hijo predilecto, por eso se reconocen portadores de una gracia mayor que la de los profetas. En efecto, pueden confirmar por experiencia personal la veracidad de las profecías a las que Jesús da cumplimiento. La palabra del Antiguo Testamento, sin embargo, no ha agotado su tarea de «lámpara que alumbra en la oscuridad» (v. 19): deberá seguir siempre alumbrando los pasos de los creyentes que avanzan en medio de las tinieblas de la historia hasta el día sin ocaso de la venida de Cristo en la gloria {cf. v. 19). En este camino, la visión radiante de Jesús transfigurado, que los apóstoles nos atestiguan, sostiene nuestra fe y enciende de deseo nuestra esperanza: el «lucero de la mañana» se alza ya en el corazón de quien vela expectante.

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Aleluya Mt 17, 5c
R. Aleluya, aleluya, aleluya
Este es mi Hijo, el amado,
en quien me complazco.
Escuchadlo
. R.

***

Evangelio:

Este es mi Hijo, el amado

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 17, 1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:

– “Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.”

Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:

“Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.”

Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:

“Levantaos, no temáis.”

Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:

“No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.”

*

Mateo 17,1-9

***

El relato de Marcos tiene una connotación particular de absolutidad que no admite matices de componendas. Absoluta es la exigencia de soledad, de separación del contexto habitual (v. 2b); absoluto es el contraste entre el aspecto de Jesús, contemplado por los tres apóstoles, y la experiencia común (v. 3). Las figuras de Moisés y Elías evocan asimismo una decisión neta y radical: en virtud de su excepcional experiencia en el Horeb/Sinaí y de la fe vivida integralmente, eran esperados, respectivamente, como el profeta (Moisés) que viene a introducir al Profeta definitivo, y como el precursor del Mesías (Elias, cf. v. 11).

El discípulo se da cuenta de su propia inadecuación. Las palabras de Pedro no son disparatadas: probablemente, el acontecimiento tuvo lugar el séptimo día de la fiesta de las Chozas, durante la cual vivía la gente en tiendas hechas con ramas; aunque, a buen seguro, la realidad de la que es testigo la supera infinitamente. El Maestro aparece como el cumplimiento de las expectativas de Israel, y mucho más: es el Hijo amado, como declara la voz que sale de la nube de la Presencia de YHWH. Y la invitación que sigue no deja lugar a la duda: «Escuchadlo» (v. 7). La palabra de Jesús tenía, por consiguiente, el peso de la autoridad divina cuando, pocos días antes, había predicho de manera abierta su  crucifixión y la había propuesto a los discípulos como camino necesario (8,31.34-37). Ahora bien, si esta exigencia de adhesión absoluta a la palabra y a la misma persona de Jesús trae consigo la perdición de nosotros mismos, ofrece también la promesa de la vida verdadera en el Reino de Dios (8,35). La promesa de algo cuya realización se entrevé en el monte de la transfiguración y de lo que Pedro, Santiago y Juan pregustan el cumplimiento en la belleza que irradia del rostro de Jesús.

***

MEDITATIO

Existe una llama interior que arde en las criaturas y canta su pertenencia a Dios, y gime por el deseo de él.

Existe un hilo de oro sutil que une los acontecimientos de la historia en la mano del Señor, a fin de que no caigan en la nada, y los conectará finalmente en un bordado maravilloso. El rostro de Cristo está impreso en el corazón de cada hombre y le constituye en amado de Dios desde la eternidad. Y están, a continuación, nuestros pobres ojos ofuscados…, acostumbrados a dispersarse en la curiosidad epidérmica e insaciable, trastornados por múltiples impresiones; nosotros no sabemos ya orientar la mirada al centro de cada realidad, a su fuente. Nos volvemos incapaces de asumir la mirada de Dios sobre las cosas, porque nuestra lógica y nuestra práctica se orientan en dirección opuesta a la suya, en su esfuerzo por no perder nuestra vida, por no tomar nuestra cruz. Sólo cuando Jesús nos deja entrever algo de su fulgurante misterio nos damos cuenta de nuestra habitual ceguera.

La luz de la transfiguración viene a hendir hoy, si lo queremos, nuestras tinieblas. Ahora bien, debemos acoger la invitación a retirarnos a un lugar apartado con Jesús subiendo a un monte elevado, es decir, aceptar la fatiga que supone dar los pasos concretos que nos alejan de un ritmo de vida agitado y nos obligan a prescindir de los fardos inútiles. Si fuéramos capaces de permanecer un poco en el silencio, percibiríamos su radiante Presencia. La luz de Jesús en el Tabor nos hace intuir que el dolor no tiene la última palabra. La última y única Palabra es este Hijo predilecto, hecho Siervo de YHWH por amor. Escuchémoslo mientras nos indica el camino de la vida: vida resucitada en cuanto dada. Escuchémoslo mientras nos indica con una claridad absoluta los pasos diarios. Escuchémoslo mientras nos invita a bajar con él hacia los hermanos. Entonces el lucero de la mañana se alzará en nuestros corazones e, iluminando nuestra mirada interior, nos hará vislumbrar -en la opacidad de las cosas, en la oscuridad de los acontecimientos, en el rostro de cada nombre- a Dios «todo en todos», eterna meta de nuestra peregrinación en el tiempo.

  ORATIO

Jesús, tú eres Dios de Dios, luz de luz. Nosotros lo creemos, pero nuestros ojos son incapaces de reconocer tu belleza en las humildes apariencias de que te revistes.

Purifica, oh Señor, nuestros corazones, porque sólo a los limpios de corazón has prometido la visión de Dios.

Concédenos la pobreza interior que nos hace atentos a su Presencia en la vida diaria, capaces de percibir un rayo de tu luz hasta en los lugares donde todo aparece oscuro e incomprensible. Haznos silenciosos y orantes, porque tú eres la Palabra salida del silencio que el Padre nos pide que escuchemos. Ayúdanos a ser tus verdaderos discípulos, dispuestos a perder la vida cada día por ti, por el Evangelio; haz crecer tu amor en nosotros para ser contigo siervos de los hermanos y ver en cada hombre la luz de tu rostro.

CONTEMPLATIO

Antes de tu cruz preciosa, antes de tu pasión, tomando contigo a los que habías elegido entre tus sagrados discípulos, subiste al monte Tabor, oh Soberano, queriendo mostrarles tu gloria. Y ellos, al verte transfigurado y más resplandeciente que el sol, caídos rostro en tierra, se quedaron atónitos frente a la soberanía, y aclamaban: «Tú eres, oh Cristo, la luz sin tiempo y la irradiación del Padre, aunque, voluntariamente, te hagas ver en la carne, permaneciendo inmutable».

Tú, Dios Verbo, que existes antes de los siglos, tú que te revistes de luz como de un manto, transfigurándote delante de tus discípulos, oh Verbo, refulgiste más que el sol. Estaban junto a ti Moisés y Elías, para indicar que eres el Señor de vivos y de muertos y para dar gloria a tu economía inefable, a tu misericordia y a tu gran condescendencia, por la que salvaste al mundo, que se perdía por el pecado.

Nacido de nube virginal y hecho carne, transfigurado en el monte Tabor,  Señor, y envuelto por la nube luminosa, mientras estaban contigo tus discípulos, la voz del Padre te manifestó distintamente como Hijo amado, consustancial y reinante con él. De ahí que Pedro, lleno de estupor, exclamara: «¡Qué bien estamos aquí!», sin saber lo que decía, oh misericordiosísimo Benefactor (Anthologhion di tutto l’anno, Roma 2000, IV, pp. 871ss).

ACTIO

Repite a menudo y vive hoy la Palabra: «A tu luz vemos la luz» (Sal 35,10).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Puedes leer de nuevo el texto que viene en la Migaja Espiritual precedente de J. Corbon, …

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La Transfiguración: Una lectura desde el pensamiento de Monseñor Romero

Jueves, 6 de agosto de 2020
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san_romeroMauricio Manzano*

El viernes 05 de agosto se celebró la misa en el atrio de catedral en honor al Divino Salvador del Mundo. En la tarima principal se encontraban autoridades religiosas y políticas, muchas personas portaban poster y camisas con el rostro sonriente de Monseñor Romero. En este contexto litúrgico un amigo me pregunto ¿Cómo entendía Romero la Transfiguración? Algunas reflexiones.

En Teología, la transfiguración indica la transformación experimentada por Jesús en el Monte Tabor ante la presencia de Pedro, Juan y Santiago. Con la “aparición” de Elías y Moisés, el relato fue de gran importancia para las primeras comunidades cristianas que fue plasmando en tres evangelios: Mateo 17,1-9, Marcos 9, 2-10 y Lucas 9,28.36.

Este relato de la Trasfiguración de Jesús impactó profundamente a Romero, sus acciones se pueden leer a la luz de éste. Para él, la Teología de la Trasfiguración abarca y trasciende todo, de esta “Gran Teología” se derivan tres teologías que se vislumbran en sus escritos: la teología sobre Cristo, la teología antropológica y la teología eclesial. Para Romero la transfiguración es una transformación, implica un cambio de forma y de fondo de las personas, de la iglesia y de las estructuras sociales injustas.

Ciertamente, el principio y fundamento de la vida de Romero fue Jesús. Como el niño va formando su símbolo en base al juego y a la imitación, Romero fue configurándose con Jesús en base a la oración, al discernimiento y la contemplación. Tanto en su diario espiritual como en sus homilías, en el centro ubica la figura de Jesús quien fue su referencia de imitación y seguimiento. Para Romero, Jesús no era una divinidad abstracta alejada de la historia, en la humanidad de Jesús percibía su divinidad.

Sin una pizca de ingenuidad, Romero sabía que esta concepción, seguimiento e imitación de Jesús no estaban exentos de conflictos; en una homilía lo expreso: “Cristo es piedra de escándalo, por eso a mí me hacen un inmenso honor cuando me rechazan porque me parezco un poquito a Jesucristo, que también fue piedra de escándalo…” (Hom. 12/08/1978). La teología cristológica de Romero consiste en hacer de Jesús el fundamento más profundo de su vida y, desde esa concepción cristológica, se logra comprender su amor por los pobres y su pasión por la justicia. Sabía que la transfiguración en Jesús, en ocasiones, pasa por el calvario de la cruz, y lo asumió.

También Romero tenía claro que no hay transformación auténtica sin conversión personal. Para Romero la fe en Jesús lleva implícito la exigencia de una transformación humana. Un cambio de estructura si no pasa por un cambio de la persona no sirve de nada, dice Romero, en una homilía, dejando claro que la trasfiguración social demanda un cambio personal:

“Yo creo, queridos hermanos … que nosotros, los cristianos, somos los llamados a ofrecer a la historia del Continente latinoamericano, los hombres nuevos que los obispos señalaron allá en Medellín cuando dijeron: ‘De nada sirve cambiar estructuras económicas, sociales, políticas, de nada sirven estructuras nuevas si no hay hombres nuevos’. Y los hombres nuevos, los hombres renovados, son aquellos que con su fe en la resurrección de Jesucristo hacen suya toda esta grandiosa Teología de la Transfiguración” (Hom. 02/03/ 1980).

Por último, la iglesia transfigurada de Romero es una iglesia encarnada e identificada con los más vulnerables.

Son cuatro cartas pastorales las que escribió, y es significativo que tres de ellas fueron publicadas en el contexto de la fiesta de la trasfiguración de Jesús. Y en las cuatro cartas aparece la convicción de una Iglesia encarnada e identificada con los sufrimientos de los pobres. Incluso, algunos testimonios afirman que adrede detuvo la construcción de la catedral, argumentando que una iglesia de lujo era una ofensa para muchos feligreses que vivían en casas de cartón y lámina.

La misión de la iglesia lleva implícita un mensaje de redención y trasformación de las estructuras injustas, “el reto amoroso de la transfiguración de Cristo a los salvadoreños: la transfiguración de nuestro pueblo”, afirmó el obispo mártir. Y la Iglesia debe ser imagen y testimonio de trasformación.

A Romero se le dio la gracia de entrar al corazón de su Referente y conocer la justicia que lo habitaba y con todos los riesgos que suponía se aferró a ello. Esto era peligroso, sin duda. Para Romero, Cristo fue su principio y fundamento. Una de las causas por las que asesinan a Jesús es por su pretensión de asimilarse a Dios (Marcos 15,2); podemos decir de Romero que una de las causas por lo que es asesinado es por su pretensión de asimilarse a Jesús.

Para Romero, la transfiguración es una transformación que implica un cambio de forma y de fondo de las personas, de la iglesia y de las estructuras sociales injustas. Estaba convencido que este mundo es posible pero transfigurado, es decir, si los que lo habitan, en unidad, se comprometen a realizar una trasformación estructural de la sociedad, más justa, solidaria e inclusiva, que ponga en el centro al ser humano de manera integral, especialmente a los más pobres.

Año con año, el pueblo salvadoreño sigue celebrando la transfiguración de Jesús como parte de su identidad religiosa y cultural. Romero llamó a comprometerse con la transformación. Sus palabras deben seguir inspirando esta tarea que hoy por hoy sigue siendo la mayor deuda de la sociedad salvadoreña, y sobre todo de aquellos y aquellas que un día la propugnaron como la razón de ser de sus vidas.

*Catedrático e investigador de la Universidad Luterana Salvadoreña

Fuente Universidad Luterana Salvadoreña

Espiritualidad, Iglesia Católica ,

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