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Archivo para Domingo, 13 de marzo de 2022

Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.

Domingo, 13 de marzo de 2022
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DEUS ABSCÓNDITUS

Eres un Dios escondido,
pero en la carne de un hombre.
Eres un Dios escondido
en cada rostro de pobre.
Más tu Amor se nos revela
cuanto más se nos esconde.

Siempre entre Tú y yo,
un puente.
Es imposible el vado.

Tanto me llamas Tú
como Te busco yo.
Los dos somos encuentro.
Haciéndome el que soy
-anhelo y búsqueda-
Tú eres el que eres
-don y abrazo-.

*

Pedro Casaldáliga
Todavía estas palabras
1994

*

Así dice el Señor:

“Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”

 (Lucas 3, 22)

***

 

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.

De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:

“Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

No sabía lo que decía.

Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía:

“Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.”

Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

*

Lucas 9, 28b-36

***

El Evangelio nos dice que su rostro apareció totalmente transfigurado. Sabes muy bien que el rostro revela el corazón, revela la interioridad de un ser. Con los ojos de tu corazón contempla ese rostro, pero a través del rostro encuentra el corazón de Cristo. El rostro de Cristo expresa y revela la ternura infinita de su corazón. Cuando sientes una gran alegría, tu rostro se ilumina y refleja tu felicidad.

Es un poco lo que le ha pasado a Jesús en la transfiguración. Si escrutas el corazón de Cristo en la oración, descubrirás que la vida divina, en fuego de la zarza ardiente, estaba escondido en el fondo del mismo ser de Jesús. Por su encarnación, ha “humanizado” la vida divina para comunicártela sin que te destruya, pues nadie puede ver a Dios sin morir. En la transfiguración, esta vida resplandece con plena claridad de una manera fugaz e irradia el rostro y los vestidos de Jesús. Sobre el rostro de Cristo contemplas la gloria de Dios.

En la transfiguración, todo el peso de la gloria del Señor -es decir, la intensidad de su vida- irradia de Jesús. Las figuras de Moisés y Elías convergen hacia él. No hay que engañarse en esto: el ser mismo de Cristo hace presente al Dios tres veces santo de la zarza ardiente y al Dios íntimo y cercano del Horeb. Sin embargo, hay que aprehender toda la dimensión de la gloria de Jesús, que brilla de una manera misteriosa en su éxodo a Jerusalén, es decir, en su Pasión. En el centro mismo de su muerte gloriosa es donde Jesús libera esta intensidad de vida divina escondida en él.

La contemplación de la transfiguración te hace penetrar en el corazón del misterio trinitario, del cual la nube es el símbolo más brillante. Si aceptas en Jesús el entregar tu vida al Padre por amor, participas del beso de amor que ef Padre da al Hijo.

*

Jean Lafrance,
Ora a tu Padre,
Editorial Narcea
Madrid 1.981, 104-105.

***

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“¿A quién escuchar?”. 2 Cuaresma – C (Lucas 9,28-36)

Domingo, 13 de marzo de 2022
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transfiguration1Los cristianos hemos oído hablar desde niños de una escena evangélica llamada tradicionalmente la «transfiguración de Jesús». Ya no es posible saber con seguridad cómo se originó el relato. Quedó recogido en la tradición cristiana sobre todo por dos motivos: les ayudaba a recordar el misterio encerrado en Jesús y les invitaba a escucharle solo a él.

En la cumbre de una «montaña alta», los discípulos más cercanos ven a Jesús con el rostro «transfigurado». Le acompañan dos personajes legendarios de la historia de Israel: Moisés, el gran legislador del pueblo, y Elías, el profeta de fuego que defendió a Dios con celo abrasador.

Los dos personajes, representantes de la Ley y los Profetas, tienen el rostro apagado: solo Jesús irradia luz. Por otra parte, no proclaman mensaje alguno, vienen a «conversar» con Jesús: solo este tiene la última palabra. Solo él es la clave para leer cualquier otro mensaje.

Pedro no parece haberlo entendido. Propone hacer «tres chozas», una para cada uno. Pone a los tres en el mismo plano. No ha captado la novedad de Jesús. La voz surgida de la nube va a aclarar las cosas: «Este es mi Hijo, el escogido. Escuchadlo». No hay que escuchar a Moisés o a Elías, sino a Jesús, el «Hijo amado». Sus palabras y su vida nos descubren la verdad de Dios.

Vivir escuchando a Jesús es una experiencia única. Por fin estamos escuchando a alguien que dice la verdad. Alguien que sabe por qué y para qué vivir. Alguien que ofrece las claves para construir un mundo más justo y digno del ser humano.

Los seguidores de Jesús no vivimos de cualquier creencia, norma o rito. Una comunidad se va haciendo cristiana cuando va poniendo en su centro el Evangelio y solo el Evangelio. Ahí se juega nuestra identidad. No es fácil imaginar un hecho social más humanizador que un grupo de creyentes escuchando juntos el «relato de Jesús». Cada domingo podemos sentir su llamada a mirar la vida con ojos diferentes y a vivirla con más responsabilidad, construyendo un mundo más habitable

José Antonio Pagola

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“Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió” . Domingo 13 de marzo de 2022. Domingo 2º de Cuaresma (C)

Domingo, 13 de marzo de 2022
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18-cuaresmaC2 cerezoLeído en Koinonia:

Génesis 15, 5-12. 17-18: Dios hace alianza con Abrahán, el creyente.
Salmo responsorial: 26:  El Señor es mi luz y mi salvación.
Filipenses 3, 20-4, 1: Cristo nos transformará, según el modelo de su cuerpo glorioso.
Lucas 9, 28b-36: Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió.

Análisis

El texto de Gn 15 pertenece a una unidad que tiene dos partes muy marcadas: la primera vv.1-6 sobre la promesa de un hijo y descendencia, la segunda vv.7-21 sobre la promesa de la tierra. El texto que hoy presenta la liturgia presenta una cierta confusión ya que encontramos la conclusión de la primera parte, y parte de la segunda. Muchos estudiosos se han preguntado por la antigüedad del texto, hoy parece haber acuerdo que si bien mucho material es antiguo, tenemos también elementos tardíos (como por ejemplo semejanzas con el Segundo Isaías). Incluso los primeros defensores de la teoría de fuentes del Pentateuco afirmaban que descubrir las fuentes de este texto resultaba muy difícil si no imposible.

La primera parte (vv.1-6) nos muestra la promesa de Dios (v.1), la objeción de Abraham, (vv.2-3), la respuesta de Dios en forma de signo (vv.4-5: v.4, negación a la objeción, v.5, signo en el cielo) y aceptación de Abraham (v.6). Como vemos, la liturgia sólo incorpora el signo y la aceptación final. La escena es muy conocida, por ser uno de los momentos iniciales, primordiales, del Primer Testamento.

Es sabido que a los domingos de Cuaresma se les ha asignado «textos bíblicos fuertes», referentes a elementos o dimensiones capitales de la fe judeo-cristiana. Este de hoy es claro: nada menos que la Alianza de Dios con Abraham, la Alianza que dio origen a todo, porque a partir de ahí es que supuestamente se comenzaría a formar el pueblo de Israel –de la descendencia de Abraham– y de ahí saldría Jesús, y de ahí el cristianismo, la Iglesia, y de ahí todo el Occidente Cristiano. De hecho, sin ir más lejos, la Doctrina del Destino Manifiesto de los Estados Unidos de América considera a este país como el nuevo Israel para los tiempos de la modernidad democrática. Países, religiones –incluido el Islam– y culturas creen llevar dentro de su código genético cultural el ADN de Abraham, todas ellas se consideran, de alguna manera, elegidas por Dios, queridas por Él, por medio de este Patriarca privilegiado que hoy estaría marcando más de la mitad de la Humanidad (cristianos y musulmanes ya sumamos el 54% de la población actual).

Al hecho mismo de esta Alianza de Yavé con Abraham se apela en el Parlamento del Estado Israelí para invocar el derecho de Israel a la tierra que ocupa, en medio de un conflicto de dimensiones prácticamente mundiales. Esos pocos versículos del capítulo 15 no son pues un fragmento piadoso sin importancia. Treinta y cinco siglos más tarde (según la tradición bíblica) del hecho que relata, sigue teniendo siendo considerado, pues, decisivo, cultural y políticamente.

¿Pero fue histórico un hecho tan importante? Más concretamente, ¿lo fue el personaje protagonista, Abraham? En muchas universidades –estamos queriendo hablar de hechos científicos, no de creencias religiosas– hace tiempo que se enseña que no, que no lo es, a la luz de las investigaciones arqueológicas más avanzadas. Obviamente, estamos ante una nueva edición del conflicto de la fe con la ciencia. En nuestra fe y en nuestras eucaristías podemos seguir hablando de todo esto, pero no podríamos hacerlo en el ámbito riguroso de la ciencia o de la universidad.

No vamos a resolverlo ahora, ni siquiera a abordarlo como sería conveniente. Solamente queremos dejar constancia de esta cuestión pendiente. Como el domingo pasado, recomendamos abordar el tema del «nuevo paradigma arqueológico-biblico». Véase la revista VOICES (eatwot.net/VOICES) y tómese su último número –en línea, gratuito–).

La carta de Pablo a los Filipenses tiene una serie de puntos que merecerían ser discutidos. Señalemos, sin embargo, que 3,1-4,1 parece ser una unidad (o quizá hasta 4,3 por la repetición de la invitación a estar alegres). En la mayor parte del cap. 3 Pablo alerta a la comunidad contra los “perros”, “obreros malos”, “falsos circuncisos”, todo lo que parece una ironía contra los grupos judaizantes, es decir quienes pretendían que los cristianos para ser verdaderamente salvados previamente debían aceptar la circuncisión. El tema es complicado: ¿quiénes eran? la cosa se discute, pero parecen ser grupos que pretenden que los cristianos venidos del mundo no judío se hagan a sí mismos primero judíos (circuncisión mediante) para poder gozar luego de los beneficios de la salvación. Puede ser para evitar conflictos: el judaísmo es una religión lícita, las novedades no son bien vistas por algunos griegos; puede ser por cerrazón ante la novedad de parte de los “judaizantes”; puede ser por una suerte de idolatría de la Ley, la circuncisión y la misma ley puestas casi al mismo nivel que Dios… la cuestión es que misioneros itinerantes han llegado a Filipos e insistido en que es necesario hacerse judíos por la circuncisión, y dejar de ser perros (= paganos). Pablo les dice que ellos son los incircuncisos, los perros, etc… A continuación presenta una especie de “curriculum” frente a los que lo cuestionaban: él tiene tantas o más razones para gloriarse de ser judío, pero no pone allí su seguridad, “todo eso lo tiene como estiércol” y sigue en camino para alcanzar a Cristo. Estemos donde estemos, avancemos (3,16).

El Evangelio de la Transfiguración según la versión de Lucas propone una serie de elementos que es interesante tener en cuenta. La diferencia con los textos de Mateo y Marcos hizo que muchos se pregunten si Lucas tuvo en su poder una fuente propia, aunque otros piensan que posiblemente las diferencias se deban propiamente a la redacción del evangelista.

Los elementos comunes son conocidos: Jesús ha anunciado que le espera el rechazo y la muerte. En los otros Sinópticos Pedro se ha escandalizado y Jesús lo compara con “Satanás” aunque esto es omitido por Lc. Jesús anuncia que quien quiera ser discípulo debe cargar la cruz (“cada día” añade Lc). Esto es muy duro, pero termina aclarando que “algunos de los que están… no probarán la muerte hasta que vean” (Mt aclara “al Hijo del hombre viniendo”) el Reino. Precisamente Jesús se aparta a algunos y les hará “ver”. Así sucede la Transfiguración.

Hay elementos que son propios de Lc y son interesantes: a diferencia de Mc/Mt los días son “ocho”, Jesús sube “al” monte (como si supiéramos cuál es) y sube “para orar” lo que es muy frecuente en Lc; lo que ocurre sucede “mientras oraba”, como una consecuencia de esta oración. Lc agrega como algo importante el contenido de la conversación entre Jesús, Moisés y Elías. Agrega el temor en medio de la nube, Jesús es además de “Hijo” presentado como “elegido”. Finalmente Lc omite toda relación entre Elías y el Bautista en el descenso del monte. Es interesante que este monte no sea el monte Sión, lugar donde Dios se encuentra con su pueblo: la cita “este es mi hijo” remite al Sal 2 que en v.6 dice que “ha instalado a su rey en Sión, su monte santo”.

Ante la presencia de Moisés y Elías interviene Pedro, pero “no sabe lo que decía”, probablemente Lc lee la clásica incomprensión propia de Mc pensando que es toda la Iglesia la que debe ser reunida por el Señor, o porque no se le puede dar a Dios una morada… La nube es un signo de la presencia divina y de su gloria (“vieron la gloria”, v.32), y por eso cuando los discípulos entran en la nube (sólo Lc señala expresamente que también ellos quedan cubiertos por la nube) “se llenaron de temor”; ellos no son simples espectadores, la nube es reunión de los discípulos en torno a la palabra de Dios, y unidos a su vez con los personajes del cielo en una suerte de “comunión de los santos”. Sin embargo, como en Getsemaní, el sueño los vence (22,45-46), no son testigos del diálogo, y sólo después de la resurrección comprenderán.

Escúchenlo” es la clave del relato: para estar en cercanía a Jesús no es necesario armar tiendas, sino escucharlo, vivir de su palabra. La peregrinación no ha terminado, estamos en camino aunque la transfiguración ilumine brevemente el escándalo de la cruz anunciada; la Iglesia en marcha a su éxodo en el cielo mira el monte, como Israel miraba el Sinaí en su éxodo.

De golpe, súbitamente todo termina y encontramos a “Jesús solo”. Sin prohibición de por medio, los discípulos guardan el secreto, seguramente porque no han comprendido y se mantienen en el misterio.

Comentario

¡Jesús es tan extraño…! Después de tirar abajo todas las expectativas propias de su tiempo, y remarcar que como Mesías lo van a matar, y así salvará a todos, -después de eso-, dice que sus seguidores deben caminar su mismo camino, deben pasar las mismas cruces, y hasta el mismo martirio, y esto ¡cada día!… ¿Quién lo entiende? Pero cuando todo parece, casi, una invitación al masoquismo, se nos manifiesta transfigurado… “¡esto es lo que les espera!”, nos señala, como en un relámpago en medio de la noche. Cruz y resurrección, van tan de la mano, que se hace imposible separarlas. La resurrección da un sentido nuevo y fructífero a una vida que quiere gastarse y entregarse, como el fruto da sentido al entierro del grano. Pero también, la muerte da un sentido nuevo a la resurrección, ¡¡¡el amor nunca se hace tan generoso como cuando da la vida!!!, y Jesús no será un Mesías “allá en las nubes”, sino uno que camina nuestros pasos, uno que pasó por la cruz y que se dirige a Jerusalén, tierra de Pascua, y tierra que es punto de partida de la misión.

La transfiguración es un anticipo; es un “eclipse al revés”: una luz en medio de la noche. Da un sentido completamente nuevo a la vida, ¡y a la muerte! Hace comprensible la maravillosa reflexión de Hélder Câmara: “El que no tiene una razón para vivir, no tiene una razón para morir”.

La Transfiguración es decirnos “esto es lo que les espera”, es decirnos que “dar la vida vale la pena”. Todo proceso de conversión y cambio tiene sentido porque tenemos una roca firme, tenemos uno que no cambia, y garantiza nuestra vida fecunda, un “resucitado que es el crucificado” (J. Sobrino). Por eso la importancia que tiene “escuchar” a Jesús. Es la voz del profeta de los tiempos finales, del profeta como Moisés, que nos enseña el camino de la vida, el camino del éxodo que es camino de Pascua. Leer más…

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13.3.22. Transfiguración (Lc 9, 28-36): Rostro de Luz, Moisés, y Elías: El éxodo de Jerusalén

Domingo, 13 de marzo de 2022
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cristo-adviento-2020Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 2 cuaresma, Ciclo C. Este evangelio (Lc 9, 28-36) describe  el signo de Jesús en su monte, cara a cara ante Dios, reflejando la Luz en el rostro (ojos y boca, frente y oídos…), escuchando a  sus maestros (Moisés y Elías) e iniciando un éxodo de liberación universal. Éste es el centro de la historia de Jesús.

El evangelio de Marcos (9, 2-8), del que proviene este relato, insiste en la trans-figuración (meta-morfosis) de Jesús, invirtiendo el motivo de Flp 2,6-11), insistiendo en el cambio de color de los vestidos (cf. Is 6), como si no se atreviera a ponernos ante el rostro de Dios revelado en los pobres/oprimidos del mundo

El evangelio de Lucas se fija en el rostro de Jesús (en la humanidad de Dios que mira a los hombres, les llama, les habla, caminando así con ellos. Su relato no es de trans-figuración, sino de iluminación del rostro de Jesús, que escucha y acoge en oración la palabra de Israel (Moisés y Elías),  para iniciar el éxodo de la nueva humanidad, saliendo de Jerusalén.

Esta visión del monte de Lucas 9 es un complemento del relato post-pascual de Emaús (Lc 24). Todos sus elementos se complementan e iluminan mutuamente: enseñanza de las escrituras, descubrimiento del valor divino de la entrega humana, éxodo a favor de los demás… Este relato del monte de Jesús (Lc 9) aparece así como un resumen del sentido y verdad de la vida de Jesús.

Introducción

Jesús nos sube al monte de su oración y se desnuda en Dios ante nosotros, mostrándonos su rostro, para que le veamos, le miremos, de forma que sepamos quién es, y podamos dialogar con él.

Ese rostro de Dios que se ilumina en Jesús sobre la montaña se despliega y encarna para los cristianos en el rostro de cada uno de los hombres que están necesitados, a quienes debemos escuchar, con quienes debemos dialogar, cara a cara… Así lo mostraré en las reflexiones que siguen, indicando el sentido de las palabras que pongo en negrita en el texto.

Lucas 9, 28b-36

 En aquel tiempo, Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, la visión de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que iba a consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros cayeron cargados de sueño;  pero, desperándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: “Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.”No sabía lo que decía.

Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: “Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.”Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

(Texto en griego: No suelo introducir el texto original en mis comentario. Pero esta vez lo hago, pues me apoyo un poco en las palabras griegas de los evangelio. Puede valer para algún lector más interesado en la intención original de Lucas. Los demas pueden pasarlo por alto:

  • 28 Ἐγένετο δὲ μετὰ τοὺς λόγους τούτους
  • ὡσεὶ ἡμέραι ὀκτὼ καὶ παραλαβὼν Πέτρον καὶ Ἰωάννην
  •  καὶ Ἰάκωβον ἀνέβη εἰς τὸ ὄρος προσεύξασθαι
  • 29 καὶ ἐγένετο ἐν τῷ προσεύχεσθαι αὐτὸν τὸ εἶδος
  • τοῦ προσώπου αὐτοῦ ἕτερον καὶ ὁ ἱματισμὸς αὐτοῦ
  • λευκὸς ἐξαστράπτων
  • 30 καὶ ἰδοὺ ἄνδρες δύο συνελάλουν αὐτῷ
  • οἵτινες ἦσαν Μωϋσῆς καὶ Ἠλίας
  • 31 οἳ ὀφθέντες ἐν δόξῃ ἔλεγον τὴν ἔξοδον αὐτοῦ
  • ἣν ἤμελλεν πληροῦν ἐν Ἰερουσαλήμ
  • 32 Ὁ δὲ Πέτρος καὶ οἱ σὺν αὐτῷ ἦσαν βεβαρημένοι
  • ὕπνῳ διαγρηγορήσαντες δὲ εἶδον*
  • τὴν δόξαν αὐτοῦ καὶ τοὺς δύο ἄνδρας τοὺς συνεστῶτας αὐτῷ
  • 33 καὶ ἐγένετο ἐν τῷ διαχωρίζεσθαι αὐτοὺς ἀπ’ αὐτοῦ
  • εἶπεν ὁ Πέτρος πρὸς τὸν Ἰησοῦν Ἐπιστάτα καλόν ἐστιν
  • ἡμᾶς ὧδε εἶναι καὶ ποιήσωμεν σκηνὰς τρεῖς μίαν σοὶ
  • καὶ μίαν Μωϋσεῖ καὶ μίαν Ἠλίᾳ μὴ εἰδὼς ὃ λέγει
  • 34 Ταῦτα δὲ αὐτοῦ λέγοντος ἐγένετο νεφέλη
  • καὶ ἐπεσκίαζεν αὐτούς ἐφοβήθησαν δὲ
  • ἐν τῷ εἰσελθεῖν αὐτοὺς εἰς τὴν νεφέλην
  • 35 καὶ φωνὴ ἐγένετο ἐκ τῆς νεφέλης λέγουσα
  • Οὗτός ἐστιν ὁ Υἱός μου ὁ ἐκλελεγμένος αὐτοῦ ἀκούετε
  • 36 καὶ ἐν τῷ γενέσθαι τὴν φωνὴν εὑρέθη Ἰησοῦς μόνος
  • καὶ αὐτοὶ ἐσίγησαν καὶ οὐδενὶ ἀπήγγειλαν
  • ἐν ἐκείναις ταῖς ἡμέραις οὐδὲν ὧν ἑώρακαν

 UN TEXTO EN DOS FORMAS.

Aquel Monte (según la tradición,el Tabor)es simplemente “el monte”, un lugar alto de experiencia  ante Dios, para dejarse alumbrar por su luz: es el Monte Sinaí de Moisés, el Carmelo y Horeb de las tradiciones de Elías, el Monte Sion del judaísmo sacerdotal.

Marcos 9, 2-4: Y seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, les subió a solas a un monte muy alto y fue transformado (meta-morfosis) ante ellos. Y sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como ningún batanero del mundo podría blanquearlos. Y se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús.

Lucas 9, 28b-30:Y, mientras oraba, la visión de su rostro cambió (se transfiguró), sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo (liberación, entrega entrega), que iba a consumar en Jerusalén.

UN RELATO RICO EN SIMBOLISMO

1.Seis días después (Marcos), ocho días después (Lucas)

Según Marcos han pasado seis días desde la escena de Cesárea de Felipe,  cuando Pedro y los suyos querían tomar el reino por las armas. Han pasado esos días, que son los seis días de la vieja creación, va a comenzar el séptimo, el día  del “descanso” y plenitud de Dios, el días de su gloria en Cristo, desde Jerusalén… Llega el “séptimo día”, el día de la nueva humanidad, que Marcos va a evocar, pero no desarrollar en el final de su evangelio (Mc 16).

  Lucas tiene que poner el día octavo, que es el día del éxodo cristiano, de la entrega de la vida que se manifiesta como “principio de gloria”. Ese día octavo es el domingo, el día de la gloria de Cristo. Ha pasado la semana de los días de la creación, llega el día séptimo de la nueva humanidad, que es ya día de Cristo. Ha pasado el tiempo de los seis/siete días equilibrios luchas y equilibrios, los seis días de esta iglesia “gregoriana”, ajustada a los tiempos del mundo, escondida, tapada, en medio de engaños…

Ha llegado el día octavo de la nueva creación, del rostro iluminado, de la conversación cara a cara, del amor pleno, en entrega total de ojos y oídos, de frente, de boca, de palabras. Es el día de la revelación del hombre nuevo en Cristo.

2.Tomando a solas a Pedro, Santiago y Juan les subió a un monte muy alto para

 Puede haber un momento de “iluminación interior y solitaria”, “sola cum solo” (a solas con el Dios solitario, como decían los libros de devoción de muchas monjas encerradas con su Dios.  Pero ésta no es una iluminación en solitario, con el Dios-soledad, sino una iluminación con y para. Una iluminación con el Dios de Moisés y de Elías (Dios de la historia de los hombres…, como en el relato de la mujer de siete maridos: Mc 12, 26-27). Jesús quiere compartir la luz de su rostro con sus “amigos” (Pedro, Santiago, Juan), que son la Iglesia entera, su grupo de intimidad y apertura universal, compendio de todos los creyentes.

No se comunica (no comunica su luz) con Pedro sólo, sino como Pedro y otros dos, que son la “iglesia trinitaria”, de tres centros, de tres rostros… Toda la vida pública de Jesús está condensada en esta escena: Quiere compartir la experiencia de su rostro iluminado, de la claridad de Dios, con tres “amigos”, que pueden ser signo de toda la nueva humanidad cristiana.

Esta es una “escena eclesial”. Históricamente, el primer “tabor”, la primera iluminación de Jesús ha sido la de las mujeres de la pascua. Ellas (Magdalena, María la de Jesús, las tres marías…) fueron los primeros testigos y misioneros del Tabor luminoso del rostro de Jesús. Pero en este momento (como en Pablo cuando cuenta las experiencias de la luz pascual en 1 Cor 15), ante un “público” que sólo admite el testimonio de “hombres”, los tres evangelios sinópticos cuentan la iluminación de Jesús a los tres primeros cristianos significativos de la tradición palestina, antes de Pablo: Pedro, Juan y Santiago.

Éstos tres son el signo de una Iglesia dominante, llamada a cambiar, descubriendo la señal de la presencia de Dios en Jesús. Son los tres que tienen que “aprender a orar” (es decir, a compartir la luz de Dios en Jesús, viendo su rostro iluminado), escuchando la palabra del “nuevo éxodo”

Es como si Jesúd les hiciera “ascender” con él (con el verbo anapherei, en griego), a un monte (horos, sin artículo, a cualquier monte). Desde la perspectiva de Cesárea de Filipo, donde había estado Jesús, debería ser el Hermón, el monte más alto de la gran cordillera, entre Galilea, Fenicia y Siria. Pero, desde la perspectiva de Galilea (donde parece que el pasaje quiere situarnos), puede y debe tratarse, simbólicamente, del Monte Tabor, lugar de la gran batalla del libro de los Jueces 4, 1.

Jesús tiene que subir (hacernos subir a todos), para que seamos de otras forma. , para que aprendamos a descubrir su rostro, para que tomemos distancia y nos alejemos de los problemas e intrigas inmediatas, para dejarnos transformar por dentro, descubriendo  el “rostro” de Jesús, que es el rostro de Dios en los pobres, los marginados, oprimidos… para realizar de esa manera el gran éxodo, el camino pascual de la nueva humanidad, con ellos.

3.Oración de presencia: rostro diferente, presencia de Dios.  

La palabra clave del relato de Marcos 9 y Mt 17 es metemorphôze (fue transfigurado o metamorfoseado por Dios, en pasivo divino) ante ellos. Se trata de un término que es casi técnico en griego (e incluso en latín) y que evoca las transfiguraciones o cambios de figura que asumen (padecen) los dioses y seres divinos, tomando diversas formas para presentarse y actuar, como sabe Ovidio (Las Metamorfosis), escrita el año 7 d.C.

Pero Lc 9, 29 no habla de “metamorfosis” (con sus rasgos míticos y “filosóficos” de tipo quizá mágico, pagano… sino de “cambio de rostro” (rostro iluminado). A lo largo de toda la Biblia (como han seguido poniendo de relieve los “maestros” judíos: Rosenzweig, Buber, Levinas…) el hombre es rostro y palabra, mirada y llamada. Todo el camino de la humanidad, toda la Biblia, se condensa en un rostro (descubrir la gloria de Dios en el rostro del hombre, del amigo, del orante, del pobre, del despreciado…). Éste es el gran cambio de Jesús en la oración. Es un cambio suyo, pero desde su “lectura” (actualización) de Moisés y de Elías… un cambio para realizar el verdadero éxodo” de la humanidad, desde Jerusalén.

Así lo ha destacado Lc,  9, 29. El posible cambio en los vestidos resulta secundario. Lo que importa es la oración, el encuentro en profundidad con Dios y con los otros… El cambio que se expresa en el rostro, en los ojos, a través de la mirada. Ni Marcos ni Mateo dicen nada del cambio del rostro de Jesús, sólo se fija en sus vestidos, que se vuelven blancos, es decir, de color de cielo (cf. Ap 3, 18; 19, 14). De esa manera siguen la tradición del Antiguo Testamento, por ejemplo en Is 6, 1, donde se dice que el profeta vio a Dios, pero sólo habla de sus vestidos… De esa manera siguen la tradición del Apocalipsis, que habla de las “vestiduras” de los salvados.

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La anticipación del triunfo de Jesús y de nuestro triunfo. 2ª domingo de Cuaresma. Ciclo C

Domingo, 13 de marzo de 2022
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08-transfiguaracionDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo 1º de Cuaresma se dedica siempre a las tentaciones de Jesús, y el 2º a la transfiguración. El motivo es fácil de entender: la Cuaresma es etapa de preparación a la Pascua; no sólo a la Semana Santa, entendida como recuerdo de la muerte de Jesús, sino también a su resurrección. Este episodio, que anticipa su triunfo final nos ayuda a enfocar adecuadamente estas semanas.

El contexto: la promesa

Jesús ha anunciado que debe padecer mucho, ser rechazado, morir y resucitar. Y ha avisado que quienes quieran seguirle deberán negarse a sí mismos y cargar con la cruz. Pero tendrán su recompensa cuando él vuelva triunfante. Y añade: «Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán antes de ver el reinado de Dios». ¿Se cumplirá esa extraña promesa?

El cumplimiento: la transfiguración

Ocho días después de estas palabras, Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, aparecieron con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros se caían del sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: Maestro, que bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. No sabía lo que decía.

Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle.

Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

El relato de Lucas, el que leemos este domingo, podemos dividirlo en dos partes: la subida a la montaña y la visión. Desde un punto de vista litera­rio es una teofanía, una manifestación de Dios, y los evangelistas utilizan los mismos elementos que empleaban los autores del Antiguo Testamento para describirlas. Por eso, antes de analizar cada una de las partes, conviene recordar algunos datos de la famosa teofanía del Sinaí, cuando Dios se revela a Moisés.

            La teofanía del Sinaí

Dios no se manifiesta en un espacio cualquiera, sino en un sitio especial, la montaña, a la que no tiene acceso todo el pueblo, sino sólo Moisés, al que a veces acompaña su hermano Aarón (Ex 19,24), o Aarón, Nadab y Abihú junto con los setenta dirigentes de Israel (Ex 24,1). La presen­cia de Dios se expresa mediante la imagen de una nube espesa, desde la que habla (Ex 19,9). Es también frecuente que se mencione en este contexto el fuego, el humo y el temblor de la montaña, como símbolo de la gloria y el poder de Dios que se acerca a la tierra. Estos elementos demuestran que los evangelistas no pretenden ofrecer un informe objetivo, “histórico”, de lo ocurrido, sino crear un clima semejante al de las teofanías del Antiguo Testa­mento.

            La subida a la montaña

Jesús sólo elige a tres discípu­los, Pedro, Santiago y Juan. Este dato no debemos interpretarlo solo como un privilegio; la idea principal es que va a ocurrir algo tan grande que no puede ser presen­ciado por todos.

Lucas introduce aquí un cambio pequeño pero importante. Marcos y Mateo dicen que subieron “a una montaña alta y apartada”; Lucas, que “subieron a la montaña para rezar”. La altura y aislamiento del monte no le interesa, lo importante es que Jesús reza en todas las ocasiones trascendentales de su vida.

            La visión

En ella hay cuatro elementos que la hacen avanzar hasta su plenitud. El primero es la transformación del rostro y las vestiduras de Jesús. El segundo, la aparición de Moisés y Elías. El tercero, la aparición de una nube luminosa que cubre a los presentes. El cuarto, la voz que se escucha desde el cielo.

  1. La transformación de Jesús la expresaba Marcos con estas pala­bras: «En su presencia se transfiguró y sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no es capaz de blanquearlos ningún batanero del mundo» (Mc 9,3). La fuerza recae en la blancura del vestido de Jesús. Lucas, en cambio, destaca que el cambio se produce mientras Jesús oraba, y se centra en el cambio de su rostro, no en el de sus vestidos: “Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.” Lucas nos invita a contemplar un escena a cámara lenta, centrada en el primer plano del rostro de Jesús. Es un anticipo de las apariciones de Cristo resucitado, cuando su rostro es difícil de identificar para María Magdalena, los dos de Emaús y los discípulos en el lago .
  2. La aparición de Moisés y Elías. Moisés es el gran mediador entre Dios y su pueblo, el profeta con el que Dios hablaba cara a cara. Sin Moisés, humana­mente hablando, no habría existido el pueblo de Israel ni su religión. Elías es el profeta que salva a esa religión en su mayor momento de crisis, hacia el siglo IX a.C., cuando está a punto de sucumbir por el influjo de la religión cananea. Sin Elías habría caído por tierra toda la obra de Moisés. Por eso los judíos concedían especial importancia a estos dos personajes. El hecho de que se aparezcan ahora a los discípu­los (no a Jesús) es una manera de garantizarles la importancia del personaje al que están siguiendo. No es un hereje ni un loco, no está destruyendo la labor religiosa de siglos, se encuentra en la línea de los antiguos profetas, llevando su obra a plenitud.
    En este contexto, las palabras de Pedro proponiendo hacer tres chozas suenan a simple despropósito. Pero son simple conse­cuencia de lo que dice antes: «qué bien se está aquí». Es preferible quedarse en lo alto del monte que cargar con la cruz y seguir a Jesús hasta la muerte.
  3. Como en el Sinaí, el monte queda cubierto por una nube.
  4. Las palabras de Dios reproducen exactamente las que se escucharon en el momento del bautismo, cuando Dios presentaba a Jesús como su siervo. Pero aquí se añade un imperativo: “¡Escuchadle!” La orden se relaciona directamente con las anteriores palabras de Jesús, sobre su propio destino y sobre el seguimiento y la cruz de sus discípulos.

            Resumen

Este episodio no está contado en beneficio de Jesús, sino como experiencia positiva para los apóstoles. Después de haber escuchado a Jesús hablar de su pasión y muerte, de las duras condiciones que impone a sus seguidores, tienen tres experiencias complementarias: 1) ven a Jesús transfigurado de forma gloriosa; 2) se les aparecen Moisés y Elías; 3) escuchan la voz del cielo.

            Esto supone una enseñanza creciente: 1) al ver transformados su rostro y sus vesti­dos tienen la expe­riencia de que su destino final no es el fracaso, sino la gloria; 2) la aparición de Moisés y Elías confirma que Jesús es el culmen de la historia religiosa de Israel y de la revela­ción de Dios; 3) la voz del cielo les enseña que seguir a Jesús no es una locura, sino lo más conforme al plan de Dios.

            La anticipación de nuestro triunfo (Filipenses 3,17-4,1)

A la comunidad de Filipos, igual que a otras fundadas por Pablo, llegaron misioneros cristianos, pero de la línea radical, judaizante. Estaban convencidos de salvarse por observar una serie de normas alimentarias (“su Dios es el vientre”) y por la circuncisión (“se glorían de sus vergüenzas”); en consecuencia, aunque no lo reconozcan, para salvarse no es preciso que Jesús muera por nosotros, y “se comportan como enemigos de la cruz de Cristo”.

            Frente a esta postura, los filipenses, seguidores de Pablo, no aspiran a cosas terrenas sino que aguardan a un salvador, Jesús, que transformará nuestro cuerpo humilde a semejanza del suyo glorioso. Esta promesa de la transformación de nuestro cuerpo es la que ha movido a elegir esta lectura, en paralelo con la del evangelio: la transfiguración de Jesús no solo anticipa su gloria sino también la nuestra.

Seguid mi ejemplo, hermanos, y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas.

Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. El transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelos de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.

            La teofanía a Abrahán (Gn 15, 5-12. 17-18)

            En el libro del Génesis, Abrahán, presentado como un pastor seminómada, recibe las dos mayores promesas que puede desear: una descendencia numerosa y una tierra donde asentarse. El texto podemos dividirlo en tres partes: la primera promete una descendencia numerosa como las estrellas; la segunda, la tierra (sin concretar de qué tierra se trata, se supone la de Canaán); la tercera une los dos temas: la descendencia de Abrahán heredará la tierra (en este caso se le atribuye una extensión fabulosa).

            No consigo entender por qué se ha elegido esta lectura. Probablemente porque la sección central (2) hace referencia a una teofanía, y se la ha visto en paralelo con la transfiguración de Jesús. Pero cualquier parecido entre ambos relatos es pura coincidencia.

            1)

                        En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrahán y le dijo:

                        – Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.

                        Y añadió:

                        – Así será tu descendencia.

                        Abrahán creyó al Señor, y se le contó en su haber.

            2)

            El Señor le dijo:

            – Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos para darte en posesión esta tierra.

            El replicó:

            – Señor Dios, cómo sabré yo que voy a poseerla.

            Respondió el Señor:

            – Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.

            Abrahán los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrahán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrahán, y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso, y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados.

3)

            Aquel día el Señor hizo alianza con Abrahán en estos términos: A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río Éufrates.

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II Domingo de Cuaresma. 13 marzo, 2022

Domingo, 13 de marzo de 2022
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Una voz desde la nube decía:
-Este es mi Hijo, el escogido; escuchadle.”

(Lc 9, 28b- 36)

A los matrimonios o las parejas se les suele preguntar algo así como: “Y vosotros, ¿cómo os conocisteis?”. A las personas consagradas nos suelen preguntar por nuestra vocación.

Pienso que si a Jesús le hubiéramos preguntado por su vocación nos habría contado dos cosas: el momento de su bautismo en el Jordán y el momento que describe el evangelio de hoy, y que nosotros llamamos la transfiguración.

Esos son dos momentos decisivos de la vida de Jesús y es probable que Jesús mismo hablara de ellos en más de una ocasión, de hecho nos los cuentan los tres evangelios sinópticos: Marcos, Mateo y Lucas.

Las primeras seguidoras de Jesús guardaron en el corazón el recuerdo de estos dos “hitos” en la vida de su Maestro. Las dos veces que Jesús oye la voz del Padre que le recuerda su propia identidad: “Este es mi Hijo”.

El núcleo fuerte de cualquier vocación no es hacer esto o aquello sino descubrir quiénes somos. Cuando Dios nos llama nos desvela nuestra identidad. Por eso la vocación no es una cosa que sucedió si no que se renueva diariamente.

La llamada de Dios es a SER, ¿a ser qué? ¡A ser HIJAS AMADAS! Esto es lo más importante. Después viene la manera concreta de realizarlo que es única para cada persona. Unas responderán desde el matrimonio, otras desde la vida consagrada, la maternidad o paternidad, la soltería. Desde un compromiso total con la gente empobrecida o desde una opción preferencial por la vida de oración. Porque aunque aparentemente la llamada es la misma para todas y todos, ya se sabe (las madres lo saben muy bien): ¡no hay dos hijas iguales!

Acompañemos a Jesús en este día importante de su vida. Recreemos en nuestro corazón los detalles de aquel momento: la montaña, la intimidad con los amigos, el encuentro con Dios, su voz… Jesús nos deja entrar en una de sus experiencias más profundas.

Hoy nos lleva consigo a lo alto de una montaña, para orar. ¿Te apuntas?

Oración

¡Qué hermoso es estar aquí!, Trinidad Santa, en el corazón mismo de la oración del Hijo. Escuchando la voz del Padre. Fluyendo en el amor de la Santa Ruah que nos va transformando en lo que somos: HIJAS AMADAS SUYAS.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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También lo que eres está más allá de las apariencias.

Domingo, 13 de marzo de 2022
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despertar

DOMINGO 2º DE CUARESMA (C)

Lc 9,28-36

Este domingo se nos proponen dos teofanías, una a Abrahán y otra a los tres apóstoles. En realidad, toda la Biblia es el relato de la manifestación de Dios. Se trata de leyendas construidas para fundamentar las creencias de un pueblo. La Alianza sellada por Abrahán con el mismo Dios es el hecho más importante de la epopeya bíblica. Hay un detalle muy significativo. Dios no llegó a la cita hasta que vino la noche y Abrahán cayó en “un sueño profundo”, un terror intenso y oscuro. Naturalmente, se trata de una experiencia subconsciente.

Tampoco la transfiguración debemos entenderla como una puesta en escena por parte de Jesús. El querer explicar el relato como si fuera una crónica de lo sucedido, es la mejor manera de hacer polvo el mensaje. No es verosímil que Jesús montara una exhibición de luz y sonido, ni para tres ni para tres mil. El domingo pasado se proponía una espectacular puesta en escena (tírate de aquí abajo) como una tentación. No tiene mucho sentido que hoy se proponga como una manifestación de “gracia” en beneficio de los tres apóstoles.

Es clave para la comprensión del relato la advertencia final. “Por el momento no dijeron nada de lo que habían visto”. En el mismo relato de Mateo y Marcos, es Jesús quien les prohíbe decir nada a nadie hasta que resucite de entre los muertos. La conversación con Moisés y Elías era sobre el “éxodo de Jesús” (pasión y muerte). Seguramente se trata de un relato pascual. Todos los relatos evangélicos son pascuales. Me refiero a que en un principio se pensó como relato de resurrección pero con el tiempo se retrotrajo a la vida terrena de Jesús, para potenciar el carácter divino de Jesús y su conexión con el AT.

El mejor modo de demostrar que no es un hecho histórico es que todos los elementos que se emplean para construir el relato se toman del AT. El monte, lugar de la presencia de Dios. El resplandor, signo de que Dios estaba allí. La nube en la que Dios se manifestó a Moisés y que después les acompañaba por el desierto. La voz que es el medio por el que Dios comunica su voluntad. El miedo presente siempre que se experimenta lo divino. Las chozas, alusión a la fiesta mesiánica en la que se conmemoraba el paso por el desierto. Moisés y Elías son símbolos: La Ley y los Profetas, los pilares de la religiosidad judía. Conversan con Jesús, pero se retiran. Han cumplido su misión y en adelante será Jesús la referencia última. Pedro pretende perpetuar el momento que cree definitivo.

El relato se presenta como una transfiguración. Cambió la figura, lo que se puede percibir por los sentidos. En lo esencial, Jesús siguió siendo el mismo. Fue la apariencia lo que los tres discípulos experimentaron como distinto. En Jesús, como en todo ser humano, lo importante es lo divino que no puede ser percibido por los sentidos. En los relatos pascuales se quiere resaltar que ese Jesús, que se les aparece, es el mismo que anduvo con ellos en Galilea. En este relato, referido a su vida, se dice lo mismo pero desde el punto de vista contrario. Ese Jesús que vive con ellos es ya Cristo glorificado.

La inmensa mayoría de las interpretaciones de este relato apuntan a una manifestación de la “gloria” como preparación para el tiempo de prueba de la pasión. Además de que el intento falló totalmente, esto sería una manifestación trampa. Cuando interpretamos la “gloria” como lo contrario a lo normal, nos alejamos del verdadero mensaje del evangelio. El sufrimiento, la cruz, no puede ser un medio para alcanzar lo que no tenemos. En el sufrimiento está ya Dios presente, exactamente igual que en lo que llamamos glorificación.

La “gloria de Dios” no tiene nada que ver con la gloria humana. En Dios, la gloria es simplemente su esencia, no algo añadido. Dios no puede ser glorificado, porque nunca puede estar sin gloria. Cuando hablamos de la gloria divina de Jesús, aplicándole el concepto de gloria humana, tergiversamos lo que es Jesús y lo que es Dios. Si en Jesús habitaba la plenitud de la divinidad, quiere decir que Dios y su “gloria” nunca se separaron de él. Jesús hombre sí podría recibir gloria: cetros, coronas, solios, poder, fama, honores… Cuando queremos añadírselo después de su muerte, no es más que la gran tentación.

El evangelio nos dice que no tenemos nada que esperar para el futuro. La buena noticia no está en que Dios me va a dar algo más tarde, aquí abajo o en un hipotético más allá, sino en descubrir que todo me lo ha dado ya (El reino de Dios está dentro de vosotros). En Jesús está ya la plenitud de la divinidad, pero está en su humanidad. La divinidad de Jesús no se puede percibir por los sentidos ni deducir de lo que se percibe. De fenómenos externos no puede venir nunca una certeza de la trascendencia, por muy espectaculares que parezcan.

Todo lo que Jesús nos pidió que superáramos, lo queremos reivindicar con creces, solo que un poco más tarde. Renunciar ahora para asegurarlo después, y para toda la eternidad, es la mejor prueba de que seguimos esperando la salvación a nivel de nuestro ego. Jesús acaba de decir a los discípulos, justo antes de este relato, que tiene que padecer mucho; que el que quiera seguirle tiene que renunciar a sí mismo. Jesús nos enseñó que debemos deshacernos de la escoria de nuestro ego para descubrir el oro de nuestro verdadero ser. Seguimos esperando de Dios que recubra de oropel la escoria para que parezca oro.

Lo divino en nosotros no es lo contrario de nuestras carencias. Es una realidad compatible con las limitaciones, que son inherentes a nuestra condición de criaturas. Después de Jesús, es absurda una esperanza de futuro. Dios nos ha dado ya todo lo que podría darnos. Se ha dado Él mismo y no tiene nada más que dar (Sta. Teresa). Claro que esto da al traste con todas nuestras aspiraciones de “salvación”. Pero precisamente ahí debe llegar nuestra reflexión: ¿Estamos dispuestos a aceptar la salvación que Jesús nos propone, o seguimos empeñados en exigir de Dios la salvación que nosotros desearíamos para nuestro falso yo?

¡Escuchadle a él solo! Seguimos, como Pedro, aferrados al Dios del AT. Yo diría: ¡Escuchad como Jesús escuchó! El cristianismo ha velado de tal forma el mensaje de Jesús, que es casi imposible distinguir lo que es mensaje evangélico y lo que es adherencia ideológica. Esa tarea de discernimiento es más urgente que nunca. La exégesis nos puede ayudar a descubrir la cantidad de relleno que nos han vendido como evangelio. Jesús buscaba odres nuevos que aguantaran el vino nuevo. Hoy son numerosos los odres que esperan vino nuevo, porque no aguantan el vino viejo y agrio que les seguimos ofreciendo.

El hecho de que Moisés y Elías se retiraran antes de que hablara la voz, es una advertencia para nosotros que no acabamos de superar el Dios del AT. Jesús ha dado un salto en la comprensión de Dios que debemos dar nosotros también. En realidad, en ese salto consiste toda la buena noticia. El Dios de Jesús es un Dios que es, siempre y para todos, amor incondicional. El Dios de Jesús nos desconcierta, nos saca de nuestras casillas porque nos habla de entrega incondicional, de amor leal, de desapego del Yo. El Dios del AT ha hecho una alianza al estilo humano y espera que el hombre cumpla la parte que le corresponde.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Discernimiento.

Domingo, 13 de marzo de 2022
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Lc 9, 28-36

«Jesús se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a lo alto de una montaña para orar»

Los textos de los sinópticos se centran en los hechos y dichos de Jesús, aunque recalcan su hábito de retirarse frecuentemente a orar buscando la soledad de la montaña. En ocasiones lo hace acompañado de sus discípulos más cercanos, tal como narra el evangelio de hoy o como ocurre en Getsemaní.

Pero hay tres momentos cruciales en que su oración tiene un carácter especial y los evangelistas se hacen eco de ello narrando con detalle la escena. Son momentos en que debe tomar las decisiones más importante de su vida, y en todos ellos recurre a la oración en busca de lucidez para discernir y fortaleza para responder.

El primero se recoge en el texto de la semana pasada y se desarrolla en el desierto de Judea. Probablemente Jesús rondaba en ese momento los 35 años, y podemos suponer que hasta entonces había llevado una vida discreta en Nazaret dedicado a su oficio y profesando la fe de sus padres. Pero algo sacudió su conciencia y decidió ir al Jordán en busca de respuestas en el entorno del Bautista.

Del Jordán subió directamente al desierto y permaneció en él largo tiempo dedicado a la oración… Y ya no volvió a Nazaret, sino que fue a Cafarnaún acompañado de Juan, Andrés, Simón y Natanael para iniciar desde allí la misión a la que se sentía llamado. En la soledad del desierto, entregado a la oración, Jesús había decidido responder a la llamada venciendo la acuciante tentación de ignorarla.

El segundo discernimiento corresponde al evangelio de hoy. Jesús tiene que decidir entre permanecer en Galilea o universalizar su mensaje llevando la buena noticia al mismo corazón de Judea. Si permanece en Galilea como profeta rural, el alcance de su mensaje será muy limitado, pero al menos su vida no correrá peligro. En cambio, si sube a Jerusalén pondrá en grave riesgo su vida, pues sabe que las autoridades le buscan para prenderle: «Vayamos también nosotros a Jerusalén a morir con él», dice Tomás, consciente del enorme peligro que ello supone.

En este caso, el discernimiento queda en cierto modo velado porque Lucas incluye una teofanía que pretende dejar claro (antes de iniciar el relato de la pasión) quién es el hombre que va a subir a Jerusalén, va a ser prendido por las autoridades, torturado y muerto en cruz. Lucas nos viene a decir: “No os equivoquéis; Dios estaba con ese hombre que aparentemente fue vencido por los sacerdotes; y no con quienes lo mataron”… «Y una voz desde la nube decía: Éste es mi hijo amado»

El tercer discernimiento tiene lugar en Getsemaní. Esa tarde Jesús ha organizado una cena de despedida con sus discípulos porque sabe que esa noche va a ser entregado. Ya en el huerto de los olivos, Jesús tiene que tomar la decisión definitiva: escabullirse amparado en las sombras de la noche, o ser consecuente con su misión y aguantar a pie firme la llegada de los guardias. Una decisión brutal, como también lo fue su angustia: «… Padre, aleja de mí este cáliz».

Por fidelidad a la misión, en el primer caso Jesús renuncia a la vida cómoda de Nazaret, en el segundo a la seguridad de Galilea y en el tercero a la propia vida.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

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Llevamos el gen de la transfiguración en nuestro ser.

Domingo, 13 de marzo de 2022
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Lucas 9, 28b-36

En el camino del seguimiento, en el camino de cuaresma, este segundo domingo nos da una clave para seguir avanzando bien orientados. Nos recuerda que caminamos hacia la vida, no hacia la muerte, aunque esta sea un paso necesario. O quizá nos recuerda cómo, aun en el camino hacia la muerte, la presencia cercana y amorosa de Dios Padre transforma, transfigura el camino.

En los versículos anteriores al evangelio de este domingo, Jesús camina con sus discípulos y les anuncia su pasión y muerte, invitándoles a tomar la propia cruz para seguirle y estar dispuestos a perder la vida por el evangelio. ¡Duro mensaje! Para ellos y para nosotros.

Lucas nos deja entrever a Jesús y sus discípulos caminando hacia Jerusalén bajo la sombra de la cruz, del fracaso anunciado por Jesús, para él mismo y para ellos. ¿Describe esto muchos de nuestros caminos? ¡Cuántas veces nos planteamos el caminar con Jesús como el camino hacia la cruz!

Pero el evangelio de hoy nos dice: En este mismo camino hay gloria, hay encuentro con Dios, hay transfiguración. Es decir hay posibilidad de “ir más allá”, a lo esencial de nuestro ser.

Como a Pedro, a Santiago o a Juan, Jesús nos saca del camino y nos toma consigo para hacernos testigos y partícipes de su encuentro con Dios, de este hecho central en su vida: experimentarse como hijo amado.

La experiencia de cercanía de Dios está narrada con todos los elementos de las teofanías bíblicas, subida al monte (lugar en que Dios habita), vestiduras resplandecientes y personajes centrales en la historia del pueblo que nos conectan con la Ley y los profetas… Pero estos elementos de la teofanía no nos deben confundir.

La importancia y grandiosidad de la cercanía de Dios, no está en “el ropaje” del decorado, sino en la hondura de la experiencia de Jesús, que se ve y se siente a si mismo profundamente amado como hijo. Él es el hijo amado del Padre, de su Abbá.

Es de esta experiencia, no del decorado, de lo que Pedro, Santiago y Juan son testigos. Es ahí, al descubrir a Jesús como hijo amado de Dios, cuando sienten la llamada a escucharle y la atracción irresistible a permanecer con El.

Ante este evangelio puedo quedarme en el ropaje del texto: “¡Qué pena, yo nunca he visto nada así!” o dejarme sacar del camino rutinario, y abrirme a lo que está más allá. Puedo reconocer que a mí también se me ha dado el gen de la transfiguración, que me invita continuamente a dejar la imagen, las apariencias, para poner la mirada en lo alto.

Se nos invita a estar atentos, atentas, a la presencia cercana y amorosa de Dios, como hijos e hijas amados, y experimentar el encuentro con Él que nos “transfigura”.

Se trata de elegir entre seguir cuidando lo externo: los ropajes, los aplausos momentáneos, la presencia en las redes sociales, el número de seguidores que tenemos… o cuidar ese otro “encuentro” que nos lleve a lo profundo, que nos saca del camino para hacernos descubrir Su presencia, transfiguradora de nuestra propia persona y de la realidad de nuestro entorno.

Sí, hay presencias que nos cambian, hay momentos que nos abren de golpe la realidad y descubrimos en ella, en esa realidad cotidiana y conocida, algo más de lo visto hasta el momento presente.

Los evangelios nos invitan a ir más allá de esa imagen de Jesús que angustiaba a sus discípulos cuando subiendo a Jerusalén le veían condenado a la cruz, como un proscrito. Nos invitan a ir más allá de esta apariencia: el que “sube” a la cruz es el mismo que hoy “sube” al Tabor, resplandece junto a Dios y se codea con Moisés y Elías, con la Ley y el Profetismo.

Y con esta mirada profunda, y esta conciencia transfigurada de “hijos e hijas amadas” volvamos al camino, a seguir caminando sobrecogidos quizá, sin contarlo a nadie, como ellos, pero escuchando la voz de Hijo que traspasa nuestra vida e ilumina toda realidad.

Mª Guadalupe Labrador. fmmdp

Fuente Fe Adulta

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Espiritualidad y narcisismo

Domingo, 13 de marzo de 2022
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Espiritualidad-pseudo-640x441Domingo II de Cuaresma

13 marzo 2022

Lc 9, 28b-36

Tal como comentaba la semana anterior, el ego vive de la apropiación. Como parásito, necesita alimentarse de la energía que roba allí donde puede. Y, en principio, no hay nada -ni lo más “sagrado”– que se halle a salvo de su voracidad.

Relaciones, grupos, trabajos, profesiones, títulos, creencias…: todo puede constituir un goloso alimento para un ego que busca autoafirmarse. Ocurre en el campo de la religión donde, tras una imagen de “religiosidad”, puede esconderse un ego que -con frecuencia, de modo inconsciente- busca apropiarse de algo que lo alimente. Y ocurre también en el campo de la espiritualidad no religiosa.

¿Qué puede haber de “atrayente” para el ego en el campo de la espiritualidad? De entrada, tres elementos que el ego hambrea: señuelo de refugio narcisista, oferta de seguridad y promesa de una “aureola” plausible.

La espiritualidad puede constituir un campo propicio para que el ego construya un “pequeño paraíso narcisista” a su medida, sin ninguna referencia “ajena” ni instancia alguna que lo cuestione: “¡Qué hermoso es estar aquí!”. En ese refugio impera únicamente su ley: este es el sueño de la personalidad narcisista.

El ego puede creer encontrar en la espiritualidad una seguridad que lo libere de una sensación de banalidad, superficialidad, duda, incertidumbre, que le resulta insoportable. Así entendida, la “espiritualidad” sería una opción para cubrir un vacío de sentido.

Si algo busca el ego (narcisista) es sentirse “especial”. No es extraño que, tras la búsqueda de un “camino espiritual”, pueda esconderse, camuflada incluso para el propio interesado, la necesidad infantil de sentirse “especial” y portador de “algo” que le “eleva” por encima de lo que juzga como banalidad.

Lo que ocurre es que, una vez que el ego se la apropia, la espiritualidad se pervierte, hasta el punto de que, de ella, únicamente queda el nombre. Porque si el ego se define por la apropiación, la espiritualidad genuina se plasma en una desapropiación creciente. Si el narcisismo se caracteriza por la egocentración, la espiritualidad conduce a una existencia desegocentrada. Por decirlo brevemente: la espiritualidad se halla en las antípodas del narcisismo. De ahí que, bien vivida, constituya una poderosa fuerza de transformación personal y de liberación (desidentificación) del ego.

¿Percibo alguna trampa que se cuela en mi modo de vivir la espiritualidad?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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La luz de la Transfiguración acontece en el silencio de la vida.

Domingo, 13 de marzo de 2022
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índiceDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.- La luz y la protección del Señor.

    La luz es el simbolismo central de la Eucaristía de hoy.

  1. Dios le manda a Abran: mira al cielo y cuenta las estrellas, si puedes.
  2. S Pablo les dice a los cristianos de Filipos que somos ciudadanos de la luz del cielo.
  3. La Transfiguración del Señor es un relato lleno de luz: resplandecía de luz.

02.- Un mundo de símbolos.

La Transfiguración es un relato de revelación (muy semejante al del bautismo de Jesús en el río Jordán): este es mi Hijo, escuchadle.

Es una hermosa fiesta de luz, que más que en lo alto de una montaña, aconteció en la profundidad de la oración. Jesús subió a orar

Es un texto -un “tejido”- de símbolos del AT aplicados a Jesús:

+ las montañas eran el lugar más cercano a Dios. Jesús sube a la montaña: está cerca de Dios.

+ El resplandor deslumbrante es la luz que emana de Dios.

+ La nube es la protección de Dios a su pueblo en el camino por el desierto tras el Éxodo.

+ Las chozas / tiendas era la fiesta en la que los israelitas recordaban el descanso en el caminar fatigoso por el desierto.

+ La alianza era la amistad que Dios selló con su pueblo y, ahora hace una nueva alianza por medio de JesuCristo.

+ Moisés y Elías son la representación de las dos grandes instituciones de Israel: la ley (Moisés), el profetismo (Elías)

03.- Jesús es reconocido y creído como Cristo.

    En este “escenario” Jesús se presenta como quien vive en Dios, es Dios (en una montaña alta), lleno de la luz (Revelación de Dios), cubierto y protegido por Dios (la nube). Jesús es superior a las instituciones religiosas de Israel (Moisés y Elías).

    Y todo esto acontece no en un espectacular golpe de magia, sino en la oración, en el silencio interior.

    Los discípulos conocían, convivían con Jesús, pero no habían llegado a ver y creer en Cristo.

La Transfiguración es el camino creyente (“catecumenado”) de los discípulos hasta que cayeron en cuenta (en la fe) de que el Jesús con quien convivían era el Hijo, la expresión de Dios.

    En algún momento de su vida, -probablemente después de Pascua- los discípulos de Jesús llegaron a la luz, a la fe en Cristo: este es el Hijo amado de Dios.

04.- El Tabor acontece en el silencio y la oración.

El Tabor no es un 8.000 que en un esfuerzo titánico pudieran hacer los discípulos, sino que el Tabor es laexperiencia mística del encuentro del hombre con Dios.

En el espacio y tiempo sagrado del silencio y la oración de la montaña, de la cercanía de Dios, brota la luz, el sentido.

Jesús desde la nueva montaña (no ya del Sinaí del AT) proclama una nueva ley (tampoco la del Sinaí: el decálogo de Jesús serán las bienaventuranzas).

Del cielo sale una voz que atestigua: Esta es mi Palabra (mi Hijo), escuchadle. Jesús, como en el AT Abraham y Moisés, se pone al frente del pueblo, camino del nuevo Éxodo, que ahora, en Cristo, es ya la Resurrección: ciudadanos del cielo.

La transfiguración de la vida acontece en el silencio de nuestro interior. Que es donde descubrimos o se nos descubre el Señor.

Hay situaciones que se entienden mejor si antes se ha orado. Hay palabras que no las diríamos si antes se hubiésemos orado.

05.- Dos fuentes de luz en el siglo XXI

Podríamos. Decir que el hombre del siglo XX-XXI tiene como dos fuentes de luz:

  1. Una fuente es la razón, la inteligencia. Somos hijos de la Ilustración (al siglo XVIII se le denomina el “siglo de las luces”). Por ello tenemos una fe ciega en la razón, en la técnica y tecnología. Esperamos la salvación del progreso. Nos escandalizamos de que en pleno siglo XXI haya una guerra en Ucrania (¿en el mundo?). Pero es que la tecnología lo mismo produce un gran quirófano que construye un “excelente” misil atómico. La ciencia es ciega. La luz la ha de poner el ser humano, el humanismo, la fe.
  2. Por otra parte, siempre ha existido otra fuente de luz: son las ideologías, las ideas socio-políticas.

Estamos viviendo una situación de tiniebla, de noche oscura en esta guerra que Rusia ha desencadenado contra Ucrania, -si no contra Europa, USA y toda la humanidad-.

    Los fascismos ideológicos tienen también “una cierta mística”: por eso suelen tener un cierto atractivo. Estas ideologías se constituyen en un cierto monte Tabor, que arrastra las masas: la patria, la raza, el gran Reich, el Imperio, la grandeza, la gran Rusia, etc.

    Los fascismos propugnan y prometen grandeza, orden, trabajo, “aquí no pasa nada”, etc. Tales ideologías ciegan más que iluminan.

    Los fascismos suelen ser dirigidos por un líder mesiánico, que pretende alzarse con la verdad y garantiza el orden y la solución de los problemas.

06.- Este es mi Hijo amado, escuchadle.

La Transfiguración nos dice que solamente Cristo es el hijo amado y al Él –solamente al él- escuchamos.

El AT ya caducó. Por la fe vemos en Jesús a Cristo. Por la transfiguración vemos al de otra raza, pueblo o nacionalidad como hermano y compañero de viaje.

    El creyente ve a los demás no por su pasaporte, no mira a los demás como ucranianos, rusos, españoles o vascos, sino como hijos de Dios, que somos todos: transfiguramos al ser humano es hermano e hijo de Dios.

El cristiano vive las mismas realidades que todo el mundo, pero las vive de modo transfigurado, desde la voz que resuena en el monte Tabor:

Este es mi Hijo amado, escuchadle

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Recordatorio

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