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(Asunción 4). Se venden cuerpos y almas (Ap 17-18): Historia de la Prostituta

Sábado, 21 de agosto de 2021

1c9887_27205babiloniaDel blog de Xabier Pikaza:

Caerá la gran Ciudad

He presentado en tres “postales” la Revelación de la Mujer (Asunción de María). En oposición a ella, el Apocalipsis  expone la “historia” (apogeo y destrucción) de la Prostituta o Anti-Mujer. 

Bestias y prostituta (triángulo satánico) son revelación de Satán: Dos bestias (una militar otra ideológica) y la Prostituta, ciudad del comercio mundial.

Apogeo de la Prostituta, diosa-mujer de la mentira y la muerte, ciudad donde todo se compra/vende, Hasta cuerpos y almas humana.

Destrucción de la Prostituta: Es poderosa pero pronto pronto quemada y comida por sus mismos poderes sometidos. Esa destrucción  constituye una de las revelaciones más hondas y terribles de la historia.

Expongo estos motivos siguiendo un comentario del Apocalipsis, buscando las claves de la Antropología Bíblica. Estos días (14-17.08.2021), con la “caída” sorprendente y esperada (¡aunque algunos servicios de inteligencia parecían ignorarla!) de Kabul he vuelto a meditar en estos temas.  Buen día a todos los lectores y amigos del blog.  

TRIÁNGULO SATÁNICO. LOS TRES PODERES: BESTIA MILITAR, BESTIA IDEOLÓGICA Y MEGA-CIUDAD PROSTITUTA

220px-B_Escorial_108vPoder primero: Imperio militar, la Bestia del mar (Ap 13, 1-10). Encarna la perversión de los poderes político-militares que reciben su fuerza del Dragón, para combatir contra “el resto de la estirpe de la mujer”, es decir, contra los seguidores de Jesús (contra todos los pobres del mundo). Hasta ahora, ningún profeta había presentado con esta radicalidad el mal concreto. El Apocalipsis lo hacer: ese primer poder es el Imperio Militar de Roma

Diversos textos hablaban de potencias sacrales destructoras (cf. Dan 2 y 7; 1 Henoc, 2 Baruc y 4 Esdras). Pues bien, el Apocalipsis ha visto y descrito a la Gran Bestia, identificándola con el imperio de Roma, aunque el tema podrá aplicarse a los restantes imperios perversos de la tierra.

Segundo poder, la Bestia de la tierra, la ideología dominadora (13, 11-18). Este poder es la perversión profético-religiosa, encarnada en los sacerdotes y/o filósofos al servicio de la Primera Bestia, funcionarios de su violencia social e ideológica (religiosa). Ap 6, 15 citaba a reyes, nobles, comandantes militares, ricos y poderosos de la tierra. Todos aparecen ahora condensados en esta figura mentirosa al servicio de la violencia del sistema. La Primera Bestia era el Poder militar del imperio. Pues bien, al servicio de ese poder ha surgido esta Segunda, que es la religión y/o conocimiento pervertidos[1].

Tercer poder: Megápolis del comercio: La ciudad perversa, prostituta económica (Ap 17). La “amada” de las bestias es la Ciudad del Imperio,¡, emporio central de todas las riquezas, mercado donde se compra y vende todo. Ella aparece así como expresión definitiva y cumplimiento del sistema de poder total que el Dragón intenta elevar sobre la tierra, la racionalidad político‒económica encarnada en la ciudad del Roma.

            Esta  Mujer‒Ciudad Prostituta puede defenderse, diciendo que ella representa el orden social y garantiza la riqueza y comercio, la relación y unidad entre los pueblos. Muchos filósofos y sabios del imperio la llamaban Diosa y la veneraban, quemando en su honor el buen incienso.  A pesar de ello, el Apocalipsis la ha condenado, presentándola como aliada de las Bestias, encarnación socio‒económica del Dragón sobre la tierra. Es muy posible que este pasaje de condena sea exagerado en sus matices, pero su juicio profético resulta brecogedor y certero: el profeta ha visto y destacado algo que normalmente no vemos, el riesgo de un sistema que se diviniza a sí mismo sobre bases de imposición y engaño (bestias), encarnándose en un orden político que expulsa y niega a los disidentes y contrarios, condenando a muerte a los pobres, y actuando de esa forma como prostituta

MEGÁPOLIS SATÁNICA. EL APOGEO DE LA PROSTITUTA

imagesEl Apocalipsis presenta a la mujer‒prostituta como Diosa, montada en caballo imperial, dominando sobre las naciones, como poder económico universal que oprime a todos los hombres. Desde este fondo podemos evocar la figura de Roma, la Megápolis mundial, vienen a expresarse y se condensan los poderes de las Bestias y los del Dragón originario (cf. Ap 13-16), como dice el profeta del Apocalipsis[2]:

Se me acercó entonces uno de los siete ángeles… y me habló diciendo:

Ven. Te mostraré el juicio de la Prostituta grande, sentada sobre aguas caudalosas, con la que se prostituyeron los reyes de la tierra y se emborracharon los habitantes de la tierra con el vino de su prostitución.Me llevó en espíritu a un desierto y vi una Mujer sentada sobre una Bestia color escarlata, llena de nombres blasfemos, que tenía siete cabezas y diez cuernos.

La Mujer iba vestida de púrpura y escarlata, y estaba adornada de oro, piedras preciosas y perlas. En su mano tenía una copa de oro llena de abominaciones y de la impureza de su prostitución. Escrito en su frente tenía un nombre: ¡Misterio! Babilonia, la grande, la Madre de los prostitutos y de todos los abominables de la tierra.Y vi a la Mujer emborrachándose con la sangre de los santos y la sangre de los mártires de Jesús (Ap 17, 1-6)

Apogeo. Revelación de la anti-diosa

       La maldad de las Bestias(Ap 13) desemboca y se condensa Roma Prostituta Comercial , que recibe de ellas su poder y quiere presentarse como Diosa (un tipo de esposa/prostituta del Dragón), siendo en realidad la madre de los prostitutos de la tierra, es decir, de todos los que, en un sentido u otro, se venden por influjo social o dinero (desde los grandes comerciantes a los que viven en su plano del engaño y la mentira)[3].

Ciertamente, en sí misma esta figura no es varón ni mujer. Pero, significativamente, desde una antigua tradición israelita, el texto la presenta de manera femenina, como ciudad infiel o anti-esposa (con lo que eso supone de posible devaluación de la mujer). Culminando la maldad de las Bestias simbólicamente masculinas (aunque en griego sean neutras: ta theria), se eleva esta Ciudad representada como Mujer prostituida, al servicio del dinero:
  1. Es la Prostituta Imperial (Pornê: Ap 17, 1-2), que los lectores identifican con la Ciudad imperial, que ha convertido todo lo que existe en objeto de un mercado donde nada vale en sí, sino para el negocio: eso es ella. Es el Poder que se ha vuelto prostitución o, a la inversa, la prostitución hecha poder: así recibe el dinero que le ofrecen las Bestias y de esa forma domina a los Reyes de los pueblos, poniéndolos a su servicio; así emborracha a los habitantes del mundo, haciéndoles beber su vino de olvido y muerte (cf. Ap 17, 2).
  2. Es Reina sentada (=entronizada) sobre la Bestia escarlata (17, 3). Al principio del texto la vimos sentada sobre las Aguas caudalosas del mar satánico (17, 1; cf. Ap 13, 1), que son los pueblos, naciones y lenguas: la totalidad de poderes del mundo en los que se asienta y domina la Mujer. Pues bien, aquí se añade, en otra perspectiva, que ella ha subido y cabalga sobre el trono de la Bestia de violencia militar de Ap 13, 1-10: no tiene su sede junto a (en el) Trono de Dios, como el Hijo vencedor (12, 5), sino en la Bestia. Sobre sus lomos cabalga, sobre su poder de destrucción se sienta. Bestia y Mujer se vinculan de esa forma, pero no en abrazo matrimonial gozoso y gratuito, de enriquecimiento personal, sino en contrato de manipulación: la Bestia utiliza a la Mujer-Ciudad, para conquistar de esa manera el mundo, con apariencia de cultura y orden; la Mujer cabalga sobre la Bestia, vendiendo su amor como Prostituta, para engañar a los pueblos de la tierra.
  3. Es Diosa falsa (Ap 17, 4). El lector podía esperar el triunfo de Roma como un despliegue de jinetes victoriosos o como expresión de una Diosa de justicia que extiende un orden de paz sobre la tierra (cf. Ap 6, 1-6). Pues bien, el Apocalipsis responde que la Diosa Roma es una simple y perversa Prostituta, que se vende al poder del dinero y cabalga sobre lomos de la Bestia. Está vestida de honor sacerdotal, como Reina y Señora del mundo, de púrpura y escarlata, con oro y pedrería, sentada en seña de honor (Ap 18, 7.16), como si pudiera conceder sus favores a todos los habitantes de la tierra. Pero ella sólo busca placer y riqueza: con todos se vende, a todos utiliza, para elevarse a sí misma. Por eso puede alzarse mucho, pero es simple apariencia destructora, diosa falsa: expresión de maldad, pecado que se encarna en unas instituciones de opresión, en la Ciudad del mundo Ha logrado su poder engañando y matando a los demás. No es diosa, como quieren sus devotos, ni autoridad neutral, sino poder de muerte: ha creado una religión imperial al servicio de sí misma, matando a los pobres[4].
  4. Es Babilonia, Madre de los prostitutos y abominables de la tierra (Ap 17, 5). Babilonia la Grande, la Ciudad y Torre que quiso elevar su poder sobre los cielos, sufriendo así el gran rechazo de Dios (cf. Gen 11, 1-9); es la capital del imperio que en otro tiempo destruyó a Jerusalén y cautivó a sus hijos, los judíos (el 587 a. de C.). Evidentemente, esa Ciudad es ahora Roma, que quiere elevarse como Diosa y Madre, siendo simplemente prostituta. Se le puede llamar madre, pero no como dadora de vida, sino todo lo contrario, como signo y principio de muerte, al servicio del Dragón: así concede su semilla a todos los “prostitutos y abominables” de la tierra, es decir, a los que se imponen por la fuerza a los demás y les engañan.
  5. Es la asesina. Toda la gloria y el poder de Roma culminan en el asesinato… El poder militar, la falsa sabiduría profética, la religión, el dinero… Todo está al servicio de la muerte. Por eso, el texto dice que ella se ha embriagado con la sangre de los santos: está loca y borracha: vive de matar, bebe la vida de los fieles. Ella representan el riesgo definitivo de la humanidad: es el Sistema político‒ideológico que se diviniza a sí mismo de manera destructora, en clave económica, de comercio de muerte. Entendida así, ella puede identificarse con Mamón, el anti‒Dios (cf. Mt 6, 24). Es la humanidad que niega a Dios, negándose a sí misma, para terminar convirtiéndose en muerte.

Esta mujer‒prostituta aparece como la forma suprema de opresión del mundo: no es una simple ciudad, un orden político objetivo y neutral, que regula para bien de todos el aspecto más externo de la vida y deja que cada uno ejerza luego su religión particular, sino que es la economía imperial como Sistema de vida absoluto, sociedad destructora de lo humano, que se opone a la experiencia de Jesús, de tal manera que en ella se expresa y culmina el pecado de homicidio y engaño del Dragón antiguo (cf. 12, 4.9, en relación con 18, 24).

             Invirtiendo el signo cristiano de la copa (regalo de vida, eucaristía), esta Ciudad lleva en su mano una copa o Cáliz de Oro(potêrion khrysoun: Ap 17, 4), pero no con un vino de amor y/o de sangre de entrega gozosa en favor de los humanos, sino con la sangre de los inocentes que la Ciudad ha derramado para triunfar y elevarse sobre todos. Va  montada sobre lomos de Bestia y como humanidad bestial se alimenta de la vida de los sacrificados, en gesto de antropofagia. Devorar la carne de los otros, emborracharse de su sangre: ése era el gesto más antiguo del Dragón que intentaba comer al Hijo mesiánico (Ap 12, 4); ese mismo es el sacrificio de una religión invertida, el pecado de esta Ciudad perversa, que asesina y roba a los humanos para dominarles y así alzarse por encima de ellos[5]:

Ciudad de asesinos: pecado político/Militar (Ap 17, 6; 18, 24).

   Ella es la Ciudad‒Economía (comercio mundial) montada sobre la Bestia del poder político y militar, que “se emborracha con la sangre de los santos y testigos de Jesús” (Ap 17, 6), de forma que así aparece como primera de las asesinas. La bebida de su Cáliz (17, 4), que debía ser eucaristía gozosa, regalo de vida en favor de los demás, es sangre de injusticia, asesinato sacralizado, siempre repetido y necesario para seguir imponiéndose de un modo violento a los demás.

No mata por error o pasión, o de un modo ocasional, sino por necesidad sacral, de manera que lleva en una copa de culto religioso la sangre de los asesinados: Vive de beber la vida de los inocentes, como el Vampiro Dragón de Ap 12, 4. Según eso, ella no tiene otra realidad ni oficio que matar y alimentarse de la vida de los otros, y después lo justifica, diciendo que así impone y mantiene el orden divino sobre el mundo. Pero el profeta Juan sabe que este es un orden invertido, como indica la elegía de lamento y gozo por su muerte, donde se dice que en ella se condensa la maldad del conjunto de la historia… “la sangre de los profetas y los santos y de todos los asesinados de la tierra” (Ap 18, 24).

La Ciudad Roma aparece así como Sistema sacralizado de muerte: vive de matar, mata por necesidad, para así mostrar su grandeza. De esa forma se alimenta y diviniza a sí misma, llevando hasta su culminación la lógica de todos los sacrificios de la historia religiosa del poder: Se eleva a sí misma abajando a los demás, vive de oprimir y matar a los demás, como máquina refinada y malvada de aniquilación sacral, conforme a una experiencia que la tradición sinóptica ha centrado en Jerusalén, diciendo que caerá sobre ella “la sangre de todos los asesinados, desde el comienzo del mundo”(cf. Mt 23, 35). Por fin, se ha descubierto y desvelado el mal del mundo: el pecado insuperable, la divinización total de la violencia, fundada en el poder económico.

            Ciertamente, puede haber y hay pecados personales, propios de cada ser humano, como sabe muy bien el evangelio, que nos invita a la conversión personal. Pero este pasaje presenta más bien el pecado original y total (pecado del sistema del Dragón), de tal forma que Roma aparece como Ciudad de todas las sangres, condensación y culmen de los asesinatos de la historia: antes había espacios y momentos de humanidad, grupos aislados, naciones diversas; este pasaje del Apocalipsis ha logrado descubrir y condensar en Roma todos los pecados de la historia humana, que comienzan (como sabe Mt 23, 35) en el asesinato primero de Caín y culminan en la condena y muerte de Jesús[6].

Comerciantes de muerte: (18, 11-13). Se venden cuerpos y almas humanas.

Del asesinato pasamos al robo. Conforme a una técnica de anticipación, a través del mensaje y lamento de Ap 18, descubrimos que la Ciudad ha sido ya arrasada por el fuego (ha muerto), de tal forma que podemos descubrir en conjunto lo que ha sido, como en una escena de juicio, que no viene proclamado por Dios sino por aquellos que se habían “prostituido” con ella (es decir, con la ciudad). El texto nos hace escuchar el gemido de los falsos amigos”, reyes (17, 9-10) y navegantes (17, 17-19), que habían utilizado a Roma (y habían sido utilizados por ella) para conseguir muchas riquezas. Ellos ahora se lamentan pues quedan sin ganancia, pobres y frustrados.

            De un modo especial se lamentan y gritan los comerciantes, que habían aprovechado el orden imperial para convertir la Ciudad y el Orbe en un mercado de pura compraventa o prostitución legalizada, robando y destruyendo así a los pobres. Cada cosa tenía en ella un precio y se podía conseguir pagando el precio correspondiente, como indica esta lista de bienes de venta y consumo (Ap 18, 11-13):

 Oro y plata, piedras preciosas y perlas; lino, púrpura, seda y escarlata, toda clase de madera aromática, los objetos de marfil, instrumentos de madera preciosa, de bronce, hierro y mármol; 13 cinamomo y plantas olorosas, perfumes, mirra e incienso, vino y aceite, flor de harina y trigo, vacas y ovejas, caballos y carros, cuerpos (esclavos) y almas (personas) humanas.

Dinero: Oro, plata,piedras pre‒ciosas, perlas.Tejidos:Lino, púrpura, seda, escarlata. Materiales caros: Sándalo, marfil, madera, bronce, hierro, mármol.  Especias: Canela, clavo, perfumes, incienso. Alimentos: Vino, aceite,flor de harina y trigo.  Animales: Vacas, ovejas, caballos y carros. Personas: Cuerpos (esclavos), almas humanas.

Ésta es la lista de bienes que ofrece el Sistema a quienes quieran disfrutar sus beneficios; ella empieza con el oro y acaba en los seres humanos, incluyendo las cosas que pueden comprarse y venderse, incluidos los cuerpos y almas de los hombres. Roma había creado un espacio de rica libertad pero sólo para los ricos, convirtiendo el amor en compraventa y la vida en objeto de cambio y consumo, esclavizando de esa forma a todos los pueblos. Por eso, cuando la Ciudad se va quemando, lloran sin remedio los comerciantes, pues su “negocio” de robo legal y universal, vinculado al sacrificio, que señalábamos atrás ha terminado.

La caída de Roma significa el fin de un “orden” económico montado sobre el “libre” intercambio de bienes para servicio de los poderosos y para opresión de los débiles, dentro de un Sistema sacral que se diviniza a sí mismo a costa de la expulsión y muerte de los que no pueden imponer su fuerza. El Pecado de esta Ciudad no es un gesto ocasional, sino todo el sistema. Su misma estructura social, su economía de base es Pecado. Por eso, para bien de los pobres y de todos los humanos, es necesario que ella sea destruida.

Pues bien, frente al Sistema de opresión y esclavitud (robo legal) que es la Ciudad del mundo se eleva el signo de la Madre-Mujer perseguida, que no puede establecerse en forma de Ciudad imperial a lo largo de la historia, pues no utiliza armas de sangre-opresión y robo. El Apocalipsis no plantea, según eso, una lucha homogénea o de magnitudes equivalentes entre la Ciudad y la Mujer, sino un enfrentamiento de realidades inversas. (a)

            Según eso, la Prostituta (que quiere presentarse a sí misma como Diosa) es signo y principio de un sistema de opresión social, que se expresa en Roma como Ciudad que ha triunfado y se mantiene por el asesinato y robo legal (sacralizado: para bien del imperio). Por el contrario, la Mujer perseguida de Ap 12, 6-17, que no quiere hacerse Diosa, representa a todos los que no ponen el fruto de su vida (y su misma vida) en manos del Dragón (cf. 12, 1-5), sino que lo entregan y se entregan por amor, unos a otros, en gesto generoso de donación personal y comunicación de bienes, que se expresa simbólicamente en el milenio, que es el triunfo de los sacrificados de la historia (cf. 20, 1-4)[7].

ASESINA ASESINADA, MUERTE DE LA PROSTITUTA

          La mayoría de los filósofos y sabios de aquel tiempo (final del siglo I d. C.), como los “sabios” del sistema actual (2021) la cantaban como Diosa eterna (Roma inmortal), pero el Apocalipsis ha descubierto que es simple Prostituta y que se encuentra condenada a muerte. Detrás de su ropaje y misterio, no es más que una vulgar prostitución político‒económica, al servicio de la muerte y, por tanto, condenada ella misma a morir. Pues bien, de un modo sorprendente, en este contexto, descubrimos que no es necesario que descienda Dios para destruirla, pues lo harán sus mismos falsos amantes:

[a. Identidad] Las siete Cabezas (de la Bestia) son siete montañas donde se asienta la Mujer… Los diez Cuernos que has visto son diez reyes…, que darán su fuerza y poder a la Bestia… (Ap 17, 9-13; cf. 17, 3). Las aguas que has visto, sobre las que está sentada la Prostituta, son pueblos, muchedumbres, razas y lenguas.

[Destrucción] Y los diez Cuernos que has visto y la misma Bestia despreciarán a la Prostituta, la convertirán en desierto, la desnudarán, comerán sus carnes y la convertirán en pasto de las llamas. Porque Dios les ha inspirado para que cumplan su Consejo: que tengan un único Consejo y entreguen su reino a la Bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios.

 [a’ Identidad] Y la Mujer que has visto es la Gran Ciudad, la que domina sobre los reyes de la tierra (Ap 17, 15-18)

             La Prostituta tenía su trono en la Bestia de siete cabezas (colinas de Roma) y ejercía su poder sobre los pueblos de la tierra, reflejados en las aguas de su río (o del mar de pueblos en los que se asentaba su poder). Ella era un sistema bien trabado por lazos de intereses y dinero. Pero de pronto se rompen esos lazos (que no eran de amor, ni de fidelidad, sino de puro interés y violencia), y el “orden” anterior se desordena, sin razones exteriores, como una bomba cuando estalla, como el tiempo cuando acaba.

La Ciudad era orgullo del mundo, “perla ” de la historia; siglos y siglos habían tardado las bestias y reyes en labrarla. Pues bien, de pronto (sin razones que puedan razonarse), Bestia y reyes del mundo (que habían disfrutado de ella) se elevan y se juntan para destruirla, desvelando así un secreto de Dios, expresando una verdad que se halla escrita en la misma entraña de violencia del sistema[8]:

Dios les ha inspirado este consejo. Parecía que se hallaba ciego y sordo, dejando que la tierra se destruyera en manos de las Bestias y la Prostituta; pero ahora descubrimos que él mismo ha ido guiando los caminos hasta inspirar este “consejo” en las Bestia y los Reyes: que se unen con violencia en contra de la Ciudad que ellos mismos han construido sobre bases de mentira. Este “consejo” está inscrito en la misma dinámica del amor perverso de bestias, reyes y prostituta.

             En el fondo del amor que bestias y reyes muestran por ella no hay más que conveniencia y odio; la prostitución lleva en sí misma un dinamismo de violencia destructora. Lógicamente, aquellos que la amaban por conveniencia, amando por ella a la muerte, acaban por matarla, realizando así con ella eso lo que por y con ella han aprendido y ejercido. Este no es un “consejo” que brota directamente de Dios, como parece decir el texto (pues Dios es sólo amor), sino unl pensamiento y decisión de muerte que brota de la falta de Dios, pues Dios es vida.

Paroxismo del mal. La Ciudad tenía (parecía tener) una grandeza impresionante, capaz de unificar a hombres y pueblos para mantener de esa manera el equilibro del mundo. Por eso, ella inspiraba en Juan un sentimiento de horror admirado. En un plano externo, la misma Ciudad parecía un “baluarte” contra la invasión de los poderes perversos, como quizá evoca el signo apocalíptico del katekhon o realidad que impide por ahora el despliegue total de la maldad sobre la tierra (cf. 2 Tes 2, 6-7).

Ella, la Ciudad, era de alguna forma una barrera, un impedimento de ley y justicia mundana, contra los poderes totalmente irracionales de lo malo, como supone quizá el mismo Pablo (cf. 1 Rom 13, 1-3). Pues bien, ahora, en un momento de paroxismo, la Bestia y los Reyes, se elevan directamente contra ella, para matarla, quemarla y comerla, mostrándose así totalmente perversos, poniendo así el poder, directamente, en manos de la Bestia, esto es, de la pura violencia, sin intermediarios ni sistemas que pudieran parecer legales, como el de la Prostituta[9].

Ritual de destrucción, la destrucción completa. La Prostituta Roma era un Sistema total de opresión, una Ciudad organizada sobre bases de violencia (montada sobre la Bestia), pero tenía al menos un tipo de legalidad: Ofrecía una cobertura económica y social para algunos estamentos del imperio, de manera que muchos agradecían su asistencia. Pues bien, al fin de un largo período de prostitución, los mismos poderes del mal que la habían utilizado, prostituyéndose con ella (Bestias y Reyes) se elevan en contra ella en gesto de asesinato fundacional ydefinitivo, siguiendo un rito que parece tomado del “ajusticiamiento” de una adúltera: se la desprecia y desertiza, se la desnuda y quema, para comer después su carne[10].

            Los asesinatos anteriores parecían tener un sentido: servían para establecer el orden de los triunfadores, en forma de “sistema legal” o ciudad. Este, en cambio, no tiene ya sentido racional alguno: “los reyes de la tierra entregaron su poder a la Bestia”, poniéndolo en manos de la pura destrucción. Antes, la Ciudad podía servir de “contrapeso”, como signo de cierta racionalidad humana, en medio de la gran violencia (como supone la elegía: 17, 1-19, 8); Roma era “valiosa”: había logrado ofrecer algo bueno, una religión de violencia pero organizada, un sistema que había conseguido detener (por miedo, engaño y destrucción) a los poderes destructores. Pero ahora, destruida la Ciudad, con su política y religión de orden impositivo, llega el puro caos: la violencia de una Bestia que es pura violencia, el paroxismo de la muerte que se destruye a sí misma, sin racionalidad alguna[11].

             Pasados veinte siglos, esta destrucción ritual de la Ciudad prostituida nos sigue horrorizando y admirando: no ha hecho falta que se eleve contra ella el Jinete de Dios, ni que luchen los ángeles del Cristo, como harán después contra las Bestias (cf. 19, 11-21), pues los mismos poderes del mundo que la han utilizado (se han prostituido con ella) la aniquilan y devoran. Esta es la historia de la Prostituta condenada a muerte: Quería ser reina, la vuelven esclava; quería vivir, la matarán por siempre; crecía devorando la sangre de los pobres; devoran su carne sus mismos “amigos”[12].

NOTAS

[1] Nadie la había presentado de forma tan precisa, desarrollando y destacando con tanta nitidez la perversión de la mentira, esto es, la opresión de una cultura (religión o propaganda, filosofía o educación, ideología) al servicio del poder de algunos y de la muerte de la mayoría. Juan nos ha ofrecido en la figura y rasgos de este Segunda Bestia una radiografía descarnada y demoledora de la “inteligencia sacral” puesta (vendida) al servicio de la Primera Bestia. A su juicio, hay algo peor que las armas y conquistas militares: la falsedad organizada de aquellos que las justifican esas armas y conquistas para su provecho. Estas dos Bestias (con la Prostituta que viene después) encarnan el pecado fuerte (o central) de la humanidad, tal como he mostrado enAntropología bíblica, Sígueme, Salamanca 2005  y especialmente en Apocalipsis, Verbo divino, Estella 2005 El judaísmo anterior no tenía conciencia de un “pecado total” que aparece aquí y en Rom 5.

[2] Cf. D. Ruíz, “La gran prostituta (Ap 17, 1-19, 10)”: Reseña Bíblica 27 (2000) 41-49. El tema de la Prostituta como Ciudad-Nación que se opone al Dios de amor, rompiendo su fidelidad y matrimonio proviene de la antigua tradición profética de Israel, representada por Osea. Cf. H. W. Wolf, Oseas hoy. Las bodas de la remera, Sígueme, Salamanca 1984; J. Mejía, Amor, pecado, alianza. Una lectura del profeta Oseas, UCA, Buenos Aires 1975; H. Simián-Yofre, el desierto de los dioses. Teología e historia en el libro de Oseas, Almendro, Córdoba 1993.

[3]He ofrecido un estudio razonado y extenso del tema en Dios y el dinero. Teologìa y economía, Sal Terrae, Santander 2019. Cf. H. Schlier, Der Staat nach dem NT; Mächte und Gewalten nach dem NT; Jesus Christus und die Geschichte nach der Offenbarung des Johannes, en Id., Exegestische Aufsätze und Vorträge, II, Herder, Freiburg 1964; C. Bedriñán, La dimensión socio-política del mensaje teológico del Apocalipsis, Gregoriana, Roma 1996.

[4] Vestido y adornos, que aquí aparecen como pecado, vendrán a mostrarse después (cf. Ap 21, 2.9-21) como señal de gloria de la esposa, plenitud de la Ciudad escatológica. Ciertamente, el profeta no se opone al vestido y las joyas en sí, sino a la forma de adquirirlas y emplearlas y así aparecen en el texto (15, 4) como signo de engaño y de muerte. Por eso, ellas aparecen después (cf. 19, 8; 21, 2) como amor culminado: adorno de la Novia del Cordero, que se abre en amor a todos los humanos. Este motivo de las vestiduras preciosas, los mantos bordados, los adornos y coronas de oro y pedrería forma parte del culto posterior de las imágenes marianas de muchos santuarios.

[5] Esta Mujer se alimenta de la sangre de los santos, culminando así el pecado de aquellos malos pastores de Israel que “devoran la carne” de su pueblo” (cf. Miq 3, 1-3); por eso es impura y abominable (cf. Ap 17, 5-6). En ese fondo ha de entenderse el engaño deñ Nombre, escrito sobre su frente. No se llama Roma, Reina o Diosa, sino que lleva un título más ambiguo y engañoso: ¡Misterio! Conforme a la terminología apocalíptica, Misterio es la revelación de lo escondido en el principio y meta de toda realidad. Ella, la Mujer Prostituta promete a los suyos la revelación definitiva, pero sólo les ofrece en realidad mentira y muerte. Ciertamente, puede haber un misterio femenino positivo: la misma mujer, en su belleza y promesa de vida (y de un modo complementario el varón) es misterio, como ha mostrado E. Neumann, La grande Madre, Astrolabio, Roma 1981. Pero aquí el misterio es signo de mentira y destrucción. En este contexto se descubre el riesgo de un sacrificio destructor, que es un elemento básico de la religión entendida en forma de violencia, como ha destacado R. Girard, La violencia de lo sagrado, Anagrama, Barcelona 1995.

[6] Roma es un Caín hecho sistema social, ciudad que se construye y triunfa sobre bases de asesinato organizado, legalizado, sacralizado. Esto es lo que Jezabel no había reconocido: El triunfo del Sistema de Roma (y de aquellos que se benefician de ello: Reyes, Comerciantes, Marinos; cfr. 18, 9-19) está montado sobre la opresión y muerte de los degollados de la tierra (18, 24). Al interpretar la historia y sociedad de este manera, el Apocalipsis no cuenta una experiencia religiosa separada de la vida de los hombres, ni se ocupa de pequeños desajustes personales, sino que está descubriendo desde el evangelio de Jesús la más honda perversión de la humanidad que, por vez primera, puede verse como un todo, que se expresa y condensa de un modo privilegiado en Roma, como estructura de política sacral que parece muy gloriosa (la Ciudad imperio del mundo), pero que en realidad es sólo una máquina de muerteHe desarrollado el asesinato de Jesús como “compendio de todas las muertes” y pecado original en Antropología Bíblica, Sígueme, Salamanca 2005.

[7] De esa forma, el signo de la Mujer Celeste (Ap 12, 1-3) recibe forma social: es el signo de Mujer-Persona de amor, que se opone al asesinato y robo de la prostituta Roma, que compra y vende todo, al servicio de su dinero (es decir, de la muerte). Esta mujer es el signo de una humanidad que se mantiene fiel a Dios, en gesto de amor generoso y comunión humana, tal como ha venido a expresarse en el milenio (Ap 20, 1‒6), para culminar en las Bodas del Cordero (Ap 21-22).

[8] Vuelve así el mito de Babel (Gen 11), donde los constructores se enfrentan (no se entienden) y comienzan a expandirse por la tierra. Pues bien, el “mito” de nuestro texto es más fatídico y profundo: los mismos constructores de Babel (la Diosa-Ciudad) se elevan al fin contra ella, la matan y queman y comen, destruyéndose a sí mismos al hacerlo. El psicólogo y filósofo Michel Henry escribió en esa línea una preciosa novela (L’Amour les yeux fermés, Gallimard, Paris 1976) narrando la destrucción civil de una Ciudad perfecta: todo funcionaba bien en ella, pero todo en el fondo era mentira; por eso, un día emergen las contradicciones y la Ciudad se destruyó a sí misma.

[9] R. Girard, El Chivo Emisario, Anagrama, Barcelona 1986, ha evocado el tema de fondo de la crisis mimética donde se destruyen todos los esquemas y modelos de ley, de manera que al fin sólo queda la violencia pura, la destrucción por la destrucción, que está simbolizada por la Bestia.

[10] En el fondo está la ley del “talión”. Pero este es un talión que se destruye a sí mismo. Reyes y Bestias habían podido apoyarse en la aparecen “justicia” de Roma. Ahora que la han matado han perdido toda posibilidad de mantener un tipo de justicia “aparentemente” racional; tienen que enfrentarse con la pura lucha, sin “razón” ninguna.

[11] R. Girard, La violencia de lo sagrado, Anagrama, Barcelona 1995, ha destacado este problema de la opresión violenta que termina volviéndose al fin incapaz de controlar la violencia. Esta opresión había servido en otro tiempo para crear culturas sacrificiales, donde religión y política tenían sometidos a los hombres y mujeres a un sistema ambivalente, como el de Roma, que parecía ayudar a los hombres, mientras les tenía sometidos. Pero en un momento determinado de gran crisis sacrificial los mismos poderes de violencia que han creado la ciudad (el sistema) se elevan en contra de ese sistema (representado por Roma), para venir a convertirse así en agentes de violencia pura. Esto es lo que el Apocalipssis ha descubierto y que estamos descubriendo ahora (año 2020) con gran miedo, incluso con terror: Todos los sistemas económico‒sociales y religiosos que hemos inventado para controlar de alguna forma el estallido de la violencia universal están cayendo, de manera que la humanidad puede entrar en un tiempo nuevo de violencia total, sin posibilidades de evitar la lucha destructora de todos contra todos. Externamente, el Apocalipsis se equivocó, pues Roima resistió varios siglos, pero él acertó diciendo que su sistema se hallaba herido de muerte, como hoy, 2021 sabemos con toda claridad.

[12] Al llegar aquí, en un sentido exterior, todo ha terminado. La caída de Roma representa para el Apocalipsis la caída y fin del sistema, la destrucción del mundo conocido. Después sólo queda la pura lucha, sin orden ni racionalidad ninguna, como puro caos: las Bestias y Reyes, que son pura violencia irracional, enfrentados al Cordero. Pero allí donde acaba todo empieza la esperanza: ha caído la Prostituta, puede elevarse ya la Madre y Mujer perseguida, que es signo de creatividad gratuita, de amor gozoso, en plenitud de bodas.

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