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Dom 28. 2. 18. Echó al demonio de la sinagoga

Domingo, 28 de enero de 2018

md22588230946Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 4 tiempo ordinario. Ciclo B. Tras la llamada de los primeros seguidores de Jesús, junto al lago, el evangelio de la misa de hoy, tomado de Marcos, nos lleva con ellos a la sinagoga, que era la escuela y casa de oración de los judíos.

En este misa es también sabroso el tema de la epístola (sobre las mujeres vírgenes/solteras según Pablo), y así lo dejaré para mañana. Hoy me interesa más el motivo la escuela-iglesia-sinagoga, entendida como casa donde piadosos y entendidos se juntaban para decidir los temas importantes, pero sin advertir que entre ellos se agazapa el diablo (o que ellos mismos proyectan allí sus diablos sobre un pobre hombre marginadoI.

Pues bien,lo primero que hizo Jesús al comenzar su tarea de Reino, según Marcos, fue acudir al “santuario” de la escuela para echar de allí al demonio, porque la sinagoga del pueblo era entonces capilla, colegio y sala del concejo, todo junto, como saben bien los expertos en historia judía. Echar a ese demonio significaba transformar la escuela-sinagoga, para convertirla en lugar de diálogo abierto, liberador, de curación.

Fue a la escuela y ¿qué hizo? Echar al demonio que había por allí, un demonio que curiosamente no estaba en un niño, sino en un tipo mayor (no sé si era cura o albañil, maestro o carpintero). Quiero que leáis vosotros mismos texto para leer quizá después mi comentario.

evangelio-de-marcosHoy os recomiendo además, como homenaje a J. Gnilka, que acaba de fallecer (cf. postal de ayer), su comentario a Marcos, junto al mío. De él (Gnilka) aprendí algunas de las mejores cosas que he sabido y dicho sobre Marcos. De ambos esta tomado el argumento de esta postal sobre el hombre de la sinagoga.

A veces, las mismas sinagogas-iglesias-escuelas son casas del diablo (donde se demoniza a los demás) más que espacios de libertad. A nosotros nos toca convertirlas en lo que deben ser. Pidamos a Dios que Jesús venga a nuestras sinagogas-escuelas-iglesias, y que nosotros vayamos con él. Buen domingo a todos.

Buen domingo.

Texto. Marcos 1, 21-28.

21 Y fueron a Cafarnaum y de pronto, llegado un sábado, entró en la sinagoga y se puso a enseñar. 22 La gente estaba admirada de su enseñanza, porque los enseñaba con autoridad, y no como los escribas. 23 Había precisamente en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que se puso a gritar:
24 ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quien eres: ¿El Santo de Dios!
25 Jesús lo increpó diciendo:
¡Cállate y sal de él!
26 El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un fuerte alarido, salió de él.
27 Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: ¿Qué es esto? (Una doctrina nueva con autoridad! (Manda incluso a los espíritus inmundos y éstos le obedecen!
28 Pronto se extendió su fama por todas partes, en toda la región de Galilea.

Éste es un paradigma o ejemplo de la enseñanza de Jesús.

Además del templo de Jerusalén (sacralidad máxima) había sinagogas donde acudían los fieles para escuchar la Palabra de Dios y comentar (aplicar) sus enseñanzas, resolviendo además los temas comunitarios, con bastante democracia (casi todos podían leer y comentar lo que leían). Pues bien,precisamente donde el pueblo cultivaba y mantenía su pureza, ha encontrado Jesús al hombre impuro. La ley sinagogal no ha podido curarle, la escuela no ha podido educarle. Sólo la nueva enseñanza de Jesús le sana.

Viene Jesús a crear Reino. Para eso ha llamado a cuatro agentes de su “gran misión” (evangelio del domingo pasado: los cuatro pescadores) y el primer lugar donde va con ellos para cumplir su tares es una sinagoga: casa de enseñanza y oración donde se juntan los judíos para cultivar su ley sagrada. Lógicamente, el evangelio de Marcos está proyectando hacia la historia anterior su propia experiencia de evangelio: está contando lo que tiene que pasar cuando llega Jesús a una escuela/capilla.

Jesús no ha comenzado ofreciendo su palabra en los lugares que se dicen más contaminados. No se dice que empiece acudiendo a las casas públicas, cuarteles romanos, mercados judíos, caminos de todos. El evangelio dice que ha venido al corazón de la pureza judía (sinagoga) como indicando que precisamente allí, en el espacio que debía ser más limpio, se encontraba un hombre hundido en gran necesidad, poseído por un espíritu impuro.

Precisamente en la escuela-sinagoga está el problema; precisamente en la escuela está el demonio, un demonio sucio y malo, que impide pensar a la gente, de forma que el lugar donde se debía enseñar aparece como lugar donde se engaña más a la gente.

Era difícil encontrar un signo más hiriente. La sinagoga debería ser espacio de total pureza, un hogar y una escuela donde hombres y mujeres forman la auténtica familia de Dios, en libertad y amor mutuo. Pues bien, en contra de eso, Jesús sabe que la misma sinagoga o escuela y capilla, la casa del Gran Concejo, sirve para endemoniar a los hombres.

Jesús viene a “limpiar” la Escuela, comienza por el Ministrio de Educación. No, no es que los maestros sean peores que los otros ciudadanos; al contrario, tienden a ser mejores, lo sé por experiencia de sesenta años… Pero en la escuela también hay demonios.

Qué hace Jesús en la escuela

Él viene con cuatro acompañantes (sus amigos) para liberar en gesto solemne al pobre endemoniado, primer destinatario de su reino. Viene a buscarle allí donde debía encontrarse todo limpio. En esa sinagoga/escuela sufren y malviven los humanos oprimidos por los varios “demonios” de este mundo: enfermos, marginados, destruidos por la patología religiosa. Con ellos, para ellos, quiere construir Jesús su reino. Por eso se oponen los escribas, que eran los maestros oficiales (cf. 1, 22):

Una mala escuela. Los escribas (los que saben leer/escribir, que para enseñar eso están en la escuela) mantenían en la sinagoga una enseñanza vinculada a tradiciones de ley que deja al hombre en manos en su propia enfermedad, dominado por espíritus impuros que brotan de su misma religión.

La ley sacral del judaísmo (la mejor que ha existido hasta ahora…) aparece de esta forma como mala o, por lo menos, como inútil: no consigue sanar al enfermo, quizá aumenta su opresión con nuevas opresiones. La misma estructura religiosa (en este caso sinagoga) es fuente de impureza.

Lo que aquí decimos de la sinagoga puede aplicarse en otra perspectiva a la iglesia: ella debería ser espacio de máxima limpieza y libertad, curación y esperanza para los enfermos; muchas veces, ella aparece, sin embargo, como espacio donde malviven (sufren oprimidos) marginados de tipo social y religioso. Limpiar la escuela… esa es la tarea de Jesús.

Jesús ha ofrecido en esa sinagoga su enseñanza nueva (didakhê kainê: 1, 27) con autoridad para sanar a los enfermos. Jesús no viene a la escuela a enseñar matemáticas, que eso no está mal, pero no es lo más importante. Viene a curar a niños y maestros, para que puedan ser personas…

No cura como mago, con ensalmos de misterio sino como maestro humano, con la palabra, con la nueva enseñanza. La enseñanza de Jesús desata, libera, purifica al ser humano que se hallaba oprimido dentro de una escuela/sinagoga que educa para la opresión Frente a la esclavitud de una escuela oficial que se utiliza para oprimir ha elevado Jesús su palabra de poder que libera a los enfermos.

De la escuela al templo. La pedagogía de Jesús

Conforme al evangelio de Marcos, Jesús empezó su tarea limpiando una escuela/sinagoga, expulsando los demonios que allí había, para que hombres y mujeres pudieran vivir en libertad, pudieran pensar… Pues bien, la tarea de Jesús en Marcos termina en el templo: Jesús va al templo (Mc 11) para acabar de hacer lo que había empezado en la escuela: expulsar de allí a los traficantes de ideas perversas, a los opresores de niños y mayores.

La autoridad pedagógica de Jesús se identifica con su misma palabra sanadora que cura al oprimido por la escuela ritual de las autoridades oficiales. La escuela/sinagoga no era mala, líbreme Dios, pero en el fondo servia para oprimir. Frente a la sinagoga que impone una enseñanza que no cura, ofrece Jesús la enseñanza que cura y transforma, superando la opresión del espíritu impuro.

Esa enseñanza de Jesús no es valiosa por ser más profunda en plano teórico, por ser más rica en simbolismos literarios o cósmicos, sino porque libera al oprimido de la sinagoga (1, 23).

No se dice la enfermedad que tenía ese oprimido (ceguera, parálisis…). Se dice simplemente que era impuro, alguien que aparece manchado para los demás, alguien que está dominado por un espíritu antihumano al que Jesús desenmascara… par que pueda hablar… Recordemos una escena posterior de Marcos, donde se habla de los demonios de Gerasa, una ciudad pagana.

Pues bien, frente a la legión de demonios que habitan en esa tierra pagana de Gerasa (cf. Mc 5, 9), aparece aquí el colectivo de demonios de la sinagoga que Jesús ha venido a expulsar, un colectivo de demonios que dominan el sistema de enseñanza judío, que era en aquel tiempo el mejor del mundo, con diferencia. Es como si dijéramos hoy que España tiene el mejor sistema educativo del mundo… Pues bien, incluso ese sistema esta endemoniado((Sobre el transfundo de pureza e impureza cf. M. Douglas, Pureza y Peligro, Siglo XXI, Madrid 1991, XVII-XXIII, 106-131.)

La doctrina de Jesús, una enseñanza nueva

No discute Jesús sobre Dios en forma abstracta; no propone teorías de pureza más intensa, sobre ritos y alimentos. Tampoco ofrece una doctrina sapiencial de tipo moralista (como piensan aquellos que han querido convertirle en una especie cínico galileo). No tiene una doctrina mejor sobre leyes o formas de conducta. No es rabino más sabio, hillelita más agudo. Todo eso es secundario para Mc. La enseñanza nueva de Jesús se identifica con su autoridad humana, con su capacidad de limpiar a los enfermos de la sinagoga.

La enseñanza de Jesús es “poder de libertad” y la escuela que él quiere un lugar liberado de demonios, un lugar donde no haya impuros (expulsados, oprimidos, marginados, despreciados, sometidos….), sino un lugar donde todos puedan hablar… Eso es lo que pensaba Milani en su Escuela de Barbiana, un lugar donde Jesús se hubiera encontrado a gusto, como yo descubrió leyendo la Lettera ad una professoressa” (uno de los libros más bellos que he leído en mi vida).

Jesús quiere iniciar el camino de su nueva familia mesiánica nace precisamente allí, en la escuela/sinagoga, curando al endomingado, niño o mayos, profesor o alumno. Para eso, la vieja sinagoga (o la moderna institución educativa cristiana o social) tiene que dejar de ser campo de opresión, lugar donde se esconden los “demonios” que mantienen al hombre sometido, para convertirse en espacio de libertad, fuente de limpieza humana y transparencia.

Esta palabra (enseñanza nueva con autoridad: 1, 27) define a Jesús: no va a la sinagoga/escuela para discutir doctrinas sino para enseñar curando, para liberar a los niños y mayores del demonio social y religioso. Logicamente, su evangelio es palabra sanadora. Frente a la ortodoxia legalista de una antigua o nueva sinagoga que encierra bajo la opresión de sus códigos, ofrece Jesús el poder de su enseñanza sanadora.

Conclusión ¿Y esto qué tiene esto que ver con nuestra escuela 2018?

No sé si Jesús pensaba en los programas de enseñanza del Ministerio central de España, o en los de Cataluña o Melilla, pero pensaba sin duda en los niños y mayores que están oprimidos en un tipo de escuelas/sinagogas que no están hechas para liberar…

No sé si pensaba en el Ministerio de Educación de España… o en Tribunal Supremo o en los obispos… , pero pensaba en todos los endemoniados de la escuela, de un sistema escolar que tiene mil cosas buenas, pero que algunos utilizan como arma arrojadiza para dominar a los demás (para imponer sus demonios).

En este contexto se puede acabar recordar el riesgo evocado en Ap 2, 9 cuando llamaba una iglesia cristiana de Esmirna sinagoga/escuela de Satanás: secta religiosa que destruye a sus creyentes. En contra de eso, el Jesús de este evangelio de Marcos ha ofrecido dentro de la misma sinagoga su enseñanza de libertad: palabra que sana en su raíz al ser humano. Así lo recordaba con su fuerza habitual el gran teólogo protestante E. Käsemann, en La llamada de la libertad, Sígueme, Salamanca 1974, 71-76 (le vi llorar cuando a su hija la mataron los dictadores de Argentina, donde había ido como cooperante escolar cristiana, para educar en libertad).

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