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Dom 15.1.17. Juan Bautista dijo “éste es el cordero de Dios”… y Jesús les dió a comer su pan

Domingo, 15 de enero de 2017

15941244_718912258285969_8180124396911989245_nDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 2, tiempo ordinario. Ciclo A. Jn 1, 29-34. Comienza un nuevo ciclo litúrgico, el tiempo ordinario del año 2017, animado por el Evangelio de Mateo, pero que empieza con una imagen fuerte de Juan Bautista (recogida por Juan Evangelista), retomando el motivo del domingo anterior (Bautismo de Jesús), que hoy aparece con el signo de el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

— Juan Bautista dice, con una palabra del Antiguo Testamento, que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo… como si él tuviera que morir sacrificado, ante el altar de la “ira” de Dios, para así reparar los pecados.

— Pero el evangelio de Juan sabe y dice que Jesús no es cordero sacrificado ante la ira de Dios, sino el mismo Dios hecho pan compartido… De esa forma pasa y nos hace pasar el Antiguo al Nuevo Testamento.

Sea como fuere, este signo del cordero-pan (que es Dios) ha marcado y sigue marcando de forma poderosa la conciencia de los cristianos que, en general, seguimos estando en el Antiguo Testamento (con Juan Bautista) más que en el Nuevo Testamento de Jesús (y del evangelio de Juan). Por eso quiero destacar hoy tres motivos principales:

a. Éste es un signo teológico, que nos sitúa ante e el sentido del “sacrificio”: Cierta Iglesia cristiana ha seguido pensando muchas veces en claves de “expiación” (de reparación sangrienta), como si el cordero inocente tuviera que morir para que Dios quede satisfecho. No ha pasado del Antiguo Testamento.

b. Este signo tiene una inmensa importancia litúrgica: En todas las misas, tras el recuerdo de la Cena de Jesús (de la “consagración”), se repite: Cordero de Dios… Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo ¡dichosos los llamados a la Cena del Señor! También aquí corremos el riesgo de estar en el Antiguo de los sacrificios para aplacar a Dios más que en el Nuevo Testamento de la gracia. De todas formas, algo muy importante ha cambiado: ¡Decimos Cordero de Dios que quita el pecado del mundo… y tomamos una porción de y lo compartimos, en nombre de Jesús!

c. El tercero es un motivo de conciencia cristiana. ¿Se puede hoy creer en el valor del “sacrificio” (de la muerte del cordero para? para hablar de Dios? Hace cinco siglo, Lutero puso una interrogación sobre el sacrificio… hoy seguimos con el mismo tema.

15895094_718914604952401_1532088971065685503_nCiertamente, no puedo resolver esos y otros temas, pero quiero y debo plantearlos, con ocasión de este domingo, para situar mejor el tema del “sacrificio o no-sacrificio”, de la institución de la nueva alianza y de la expiación (si es que hay tal expiación…).

En esa línea me limito a evocar algunos rasgos del signo del Cordero en el conjunto de la Biblia y, sobre todo, en el Nuevo Testamento, partiendo de la entrada correspondiente de mi Gran Diccionario de la Biblia (Verbo Divino, Estella 2015).

Los mismos lectores del blog sabrán sacar las consecuencias y trazar las aplicaciones de este símbolo, uno de más ricos y problemáticos de la Biblia y de la historia cristiana.

Texto: Jn 1, 29-34

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.” Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.”

Y Juan dio testimonio diciendo: “He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.”

Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

El signo del Cordero. Acepciones principales

El cordero es para el Antiguo Testamento el animal sagrado (sacrificial) por excelencia. El Nuevo Testamento le vincula con Jesús, «cordero de Dios que quita los pecados del mundo» (cf. Jn 1, 29. 36), viniendo a convertirse de esa forma en un símbolo unificador del conjunto de la Biblia. Estos son algunos de los textos y figuras con los que puede vincularse ese Jesús, cordero de Dios.

(1) Cordero de la Aquedah o ligadura de Isaac. Aparece vinculado al sacrificio de Isaac, al que sustituye (Gen 22, 7-8). Desde ese fondo aparece, con frecuencia, como signo de la vida humana, en esa línea se puede afirmar que Dios «perdonó» a Isaac, pero nos ha ofrecido la vida de su Hijo, como auténtico cordero salvador (cf. Rom 8, 32).

(2) Cordero pascual. Cuando salieron de Egipto, los hebreos sacrificaron el cordero y con su sangre pintaron el dintel y jambas de sus puertas, de manera que el ángel exterminador pasara de largo ante sus casas, sin matar sus primogénitos (Ex 11, 2-14). Por eso, ellos siguieron comiendo por los siglos el cordero de la pascua, en memoria del paso del Señor, en actitud de agradeci¬miento. Este es el cor¬dero que les permitía caminar hacia la libertad, manteniéndoles en vida en medio del de gran riesgo de la muerte; era señal de Dios sobre la tierra.

(3) Cordero profético: Siervo de Yahvé. Al lado del cordero pascual influye la experiencia del cordero manso, que no se opone, ni combate, no se enfrenta con sus carniceros. Desde ese fondo, perseguido por sus enemigos, Jeremías se ha mirado a sí mismo como un «manso cordero llevado al matade¬ro» (Jer 11, 19). En esa línea avanza Segundo Isaías, cuando presenta al Siervo de Yahvé como cordero:

«El Señor cargó sobre él nuestros crímenes. Maltratado, se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, ¬como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia se lo llevaron ¿Quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirie¬ron» (Is 53, 6 8). Este pasaje misterioso ha servido de reflexión para generaciones de creyentes, judíos y cristianos.

(4) Cordero mesiánico. El texto más significativo está vinculado a un eunuco de la reina de Etiopía, que ha venido como prosélito judío al templo de Jerusalén, preguntando sobre el signo del cordero; pero en el templo no le han respon¬dido y así vuelve sobre el carro sin saber lo que el corde¬ro signifi¬ca. En¬tonces se le acerca Felipe evangelista y «partien¬do de este mismo pasaje» le presenta el evangelio (cf. Hech 8, 36 40). Comprender el sentido de ese cordero es comprender y aceptar el cristianismo. Sin más dilación, Felipe bautiza al eunuco, que no necesita más catecumenado.

(5) Cordero que quita los pecados del mundo. El evangelio de Juan ha reflexionado sobre el tema del cordero que quita los pecados. Ciertamente, está en el fondo la experiencia de los sacrificios de Israel, entre los cuales se encuentra también el del cordero, para expiación de los pecados (cf. Lev 4, 32; 5, 7; 9, 3; 14, 12.24-25, Num 6, 12 etc).

Como se sabe, la gran fiesta de la expiación y de perdón de los pecados está vinculada al chivo expiatorio (emisario) y no al cordero (cf. Lev 16), pero eso no impide que el conjunto de la liturgia israelita haya visto al cordero como animal expiatorio. Por otra parte, el ritual del sacrificio supone a veces que pueden emplearse por igual cabritos o corderos (Ex 12, 5 afirma que la pascua se puede celebrar con cordero o cabrito).

Pues bien, desde el ese fondo se eleva la palabra de Juan Bautista refiriéndose a Jesús: «Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1, 29). El plural del texto evocado (Is 53, 5) se ha vuelto aquí singular: en el fondo, según Juan, sólo hay un pecado, la oposición del mundo que se opone a Dios. Pues bien, por medio de su entrega Jesús ha destruido ese pecado del mundo, es decir, de toda la humanidad, no de algunos, volviendo a pone a los hombres ante el misterio de Dios (es decir, abriendo un camino de salvación para todos sin excepción, judíos y gentiles, cristianos y no cristianos).

(6) Apocalipsis. 1 El libro del Cordero degollado (Ap 5, 5-7).

En el contexto anterior se comprende la imagen del Cordero como personaje central del Apocalipsis, en la gran visión del Libro: Ap 5. La escena anterior (Ap 4) ha presentado a Dios sentado sobre el trono. Lleva en su derecha el libro de la historia de los hombres. Nadie puede abrirlo y el profeta llora.

«Entonces uno de los ancianos me dijo: no llores, ha vencido el león de la tribu de Judá, el descendiente de David para abrir el libro y desatar sus siete sellos. Entonces, entre el trono con los cuatro vivientes y el círculo de los ancianos, vi un Cordero: es¬taba de pié, como sacrificado; tenía siete cuernos y siete ojos que son los siete espíritus de Dios enviados a la tierra entera. Se acercó y recibió el libro de la mano derecha del que está sentado sobre el trono. Cuando recibió el libro, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero… cantando un canto nuevo: ¡Digno eres de recibir el libro y de solar sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueb¬lo y nación» (Ap 5, 5 9).

Normalmente, en los textos apocalípticos (como en Dan, 4 Es, 2 Bar), suele haber primero una visión enigmática y después viene la aclaración, hecha por un ángel o hermeneuta superior. Aquí se invierte el orden: primero hay una palabra, de tipo israelita (el anciano habla al profeta del león vencedor: Ap 5, 5) y luego viene la visión de tipo cristiano (el profeta mira y ve un cordero: 5, 6). Desde ese fondo se entiende la escena.

Lloraba el vidente pues nadie podía abrir el Libro (Ap 4, 4). Un Anciano con función de ángel (cf. 7, 13; 10, 4.8; 17, 1 etc.) le consuela: Ha vencido el León de Judá (cf. Gen 49, 9: reino davídico), como rey de estepa o selva, animal poderoso, conforme a una imagen conocida en Israel (cf. 1 Mac 3, 3-4; 4 Es 10, 60-12, 35) y su entorno. Ha vencido el retoño, descendiente, de David (del árbol de Jesé: cf. Is 11, 1.10)… Pues bien, ese “retoño de Dios” (retoño de David) es un cordero, es decir, alguien que ama y sabe dar la vida por los demás (no porque le matan para así satisfacer la ira de Dios, sino porque él mismo es presencia de Dios y Dios es regalo y don de Vida, no necesita ningún sacrificio).

El anciano dice al profeta que el león-retoño ya ha vencido, de manera que él puede abrir el libro cerrado, donde se contiene todo el despliegue de la historia del Apocalipsis.
— Pues bien, cuando el vidente mira no descubre un león sino un Cordero (arnion) degollado, de pie, victorioso, en el centro del corro que forman los vivientes del → tetramorfo y los ancianos.

(7) Apocalipsis 2. La identidad del Cordero.

Hemos visto al Cordero. Ahora debemos precisar mejor su sentido dentro del Apocalipsis.

(a) Podría ser carnero luchador. Algunos piensan que el arnion que ha visto Juan no es un cordero, sino el carnero fuerte (Aries) de la constelación celeste, animal de guerra, como el de Dan 8, 3-7. Varios textos apocalípticos (Test XII Pat y 1 Hen 89-90) presentaban la batalla final como combate de animales. En ese fondo debería entenderse el arnion-carnero del texto (cf. Ap 6, 15-16; 14, 1-5; 17, 14).

(b) Es Cordero degollado, pues Juan le llama así (es arnion), añadiendo que está degollado; no es carnero luchador (que se dice en griego krios, en los textos ya citados de Daniel LXX). Vence dando la vida, regalando su propia vida, en amor, como el Siervo de Is 53; es signo pascual, salva a los hombres por su sangre (Ap 5, 9; 7, 14; 12, 11), no a través de una guerra militar.

(c) ¿Es Cordero de la akedah (sacrificio de Isaac: Gen 22)? La tradición judía ha destacado (cf. Targum de las Cuatro → copas) la importancia cósmica y salvadora del cordero de Isaac y en esa línea podrían entenderse algunos elementos de este cordero mártir mesiánico de Ap 5. Sea como fuere, la imagen del Cordero Degollado emerge de la tradición israelita, de un modo especial de Is 53, 7 donde se presenta al Siervo de Yahvé como «cordero llevado al matadero».

Conclusión, la gran paradoja:

a. El Apocalipsis y el evangelio de Juan pueden decir “éste es el Cordero de Dios…”. Pero este cordero no ha de ser matado para así reparar a Dios… sino que el mismo Dios se hace “cordero”, da y comparte la vida (su propia vida) con los hombres, como pan…

b. En la misa, el que preside la celebración dice “este es el Cordero que quita el pecado…” y en vez de cordero ofrece y comparte el pan. El “cordero de Dios” es el pan compartido, Dios mismo hecho en Jesús y por Jesús pan de vida para todos…

c. Este cordero-pan “quizá el pecado del mundo”… El perdón del mundo se identifica con el pan compartido… Ciertamente, compartir el pan (compartir la vida) implica un “sacrificio”, pero no un sacrificio para “expiar”, sino el sacrificio-don de compartir…

(cf. J. M. FORD, Revelation, AB 38, Doubleday, Nueva York 1975; B. J. MALINA, On the Genre and Message of Revelation. Star Visions and Sky Journeys, Hendrickson, Peabody MA 1985).

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