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Domingo, 27 de noviembre de 2016
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Primer domingo de Adviento

Pequeño ejercicio para despertarse.
Veamos los verbos:
Velar
no saber
venir
encontrar
las cosas negativas (aquellas a las que sería necesario evitar)
no saber
no haría falta
no encontraros dormidos
¡Qué bello texto!
El Señor viene por nosotros.
¡Todo lo que despliega para venir a nosotros!
Y nosotros:
Justo estar allí,
disponibles, a la espera,
acogiendo a Aquél que viene,
Despiertos …
*
Zabulon

***

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:

–  “Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por lo tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.”

*

Mateo 24,37-44

***

***

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“Con los ojos abiertos”. 1 Adviento – A (Mateo 24,37-44)

Domingo, 27 de noviembre de 2016
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1-adv-a-600x1010Las primeras comunidades cristianas vivieron años muy difíciles. Perdidos en el vasto Imperio de Roma, en medio de conflictos y persecuciones, aquellos cristianos buscaban fuerza y aliento esperando la pronta venida de Jesús y recordando sus palabras: «Vigilad. Vivid despiertos. Tened los ojos abiertos. Estad alerta».

¿Significan todavía algo para nosotros estas llamadas de Jesús a vivir despiertos?

¿Qué es hoy para los cristianos poner nuestra esperanza en Dios viviendo con los ojos abiertos?

¿Dejaremos que se agote definitivamente en nuestro mundo secular la esperanza en una última justicia de Dios para esa inmensa mayoría de víctimas inocentes que sufren sin culpa alguna?

Precisamente, la manera más fácil de falsear la esperanza cristiana es esperar de Dios nuestra propia salvación eterna mientras damos la espalda al sufrimiento que hay ahora mismo en el mundo. Un día tendremos que reconocer nuestra ceguera ante Cristo Juez: ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, extranjero o desnudo, enfermo o en la cárcel, y no te asistimos? Este será nuestro diálogo final con él si vivimos con los ojos cerrados.

Hemos de despertar y abrir bien los ojos. Vivir vigilantes para mirar más allá de nuestros pequeños intereses y preocupaciones. La esperanza del cristiano no es una actitud ciega, pues no olvida a los que sufren. La espiritualidad cristiana no consiste solo en una mirada hacia el interior, pues su corazón está atento a quienes viven abandonados a su suerte.

En las comunidades cristianas hemos de cuidar cada vez más que nuestro modo de vivir la esperanza no nos lleve a la indiferencia y el olvido de los pobres. No podemos aislarnos en la religión para no oír el clamor de los que mueren diariamente de hambre. No nos está permitido alimentar nuestra ilusión de inocencia para defender nuestra tranquilidad.

Una esperanza en Dios que se olvida de los que viven en esta tierra sin poder esperar nada, ¿no puede ser considerada como una versión religiosa de un optimismo a toda costa, vivido sin lucidez ni responsabilidad? Una búsqueda de la propia salvación eterna de espaldas a los que sufren, ¿no puede ser acusada de ser un sutil «egoísmo alargado hacia el más allá»?

Probablemente, la poca sensibilidad al sufrimiento inmenso que hay en el mundo sea uno de los síntomas más graves del envejecimiento del cristianismo actual. Cuando el papa Francisco reclama «una Iglesia más pobre y de los pobres», nos está gritando su mensaje más importante e interpelador a los cristianos de los países del bienestar.

José Antonio Pagola

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“Estad en vela para estar preparados”. Domingo 27 de noviembre de 2016. 1º de Adviento

Domingo, 27 de noviembre de 2016
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01-advientoa1-cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 2, 1-5: El Señor reúne a todas las naciones en la paz eterna del Reino de Dios.
Salmo responsorial: 121: Vamos alegres a la casa del Señor.
Romanos 13, 11-14. Nuestra salvación está cerca.
Mateo 24, 37-44: Estad en vela para estar preparados.

Hoy comienza el «año litúrgico», que no coincide con el año civil, ni con el curso lectivo, ni tal vez con el «ejercicio económico anual»… El año litúrgico es una periodización propia de la Iglesia católica.

Comienza con el tiempo de «adviento», uno de los varios que lo componen… «Ad-viento», apócope de «ad-venimiento», significa venida, llegada, y alude a «la venida de Cristo», que, bíblicamente hablando, son dos: la venida que ya tuvo lugar, que celebraremos en Navidad, y la futura, la llamada «segunda venida» de Jesús, «en poder y majestad», que, en la visión clásica tradicional, pondrá fin al mundo, inaugurará el «juicio final» o «juicio de las naciones», y abrirá la era definitiva, el «nuevo eón», la «vida eterna» beatífica para los salvados, y el sufrimiento eterno en el infierno para los «condenados». Todo ello, dicho en el lenguaje clásico tradicional religioso cristiano. Pero, ¿qué creemos hoy, realmente, de todo ello? ¿Cuánto de todo ello lo creemos sólo «simbólicamente», con un contenido de significado muy diferente del literal?

Los dos últimos capítulos del evangelio de Mateo forman el llamado «discurso escatológico» de Jesús. El evangelista pone en su boca y agrupa en estos capítulos los dichos «escato-lógicos», o sea, los que se refieren al final (del mundo). Ya sabemos hermenéutica bíblica y no vamos a entrar en el tema de la historicidad de esos dichos en cuanto efectivamente dichos (o no) por Jesús. Bien pudiera ser que Jesús expresara estas u otras ideas semejantes, porque Jesús estuvo inmerso en la mentalidad religiosa y cultural de su época -igual que dijo que Dios «hace salir el sol» sobre justos y pecadores, porque participaba de la visión cosmológica precopernicana-. Pero la pregunta importante es: ¿debemos creer nosotros hoy en esa «descripción del final» propia de aquella visión apocalíptica? ¿Creemos efectivamente que Jesús «vendrá de nuevo», tal vez «pronto», «como el ladrón», y con semejantes consecuencias?

Richard DAWKINS, que se ha hecho muy popular con su combate crítico a creencias religiosas sobrepasadas (que él cree que representan todavía la forma de creer de los cristianos inteligentes y actualizados de hoy), confiesa que queda «abatido alconstatar que el 50% de los estadounidenses cree que el mundo tiene apenas 6 mil años», y añade: «La única superpotencia mundial actual está a punto de ser dominada por electores que creen que el universo entero comenzó después de la domesticación del perro. Creen también que serán personalmente ‘arrebatados’ a las alturas celestrianes todavía en el tiempo de su vida, hecho que será seguido por un Armagedón muy bienvenido como heraldo de la segunda venida de Cristo». Sam HARRIS por su parte (Letter to a Christian Nation), aduciendo encuestas del Instituto Gallup, sustiene que «nada menos que el 44% de la población estadounidense está convencida de que Jesús va a volver para juzgar a los vivos y a los muertos, en algún momento de los próximos cincuenta años». «Imagine usted las consecuencias, si algún miembro significativo del gobierno estadounidense realmente creyese que el mundo está pronto a acabar de esta manera… El hecho de que casi la mitad de la población de EEUU crea en eso, en base simplemente a un dogma religioso, debe ser considerado una emergencia moral e intelectual». Dawkins, que prologa el libro de Harris, añade que hablar de una «emergencia moral e intelectual» tal vez es muy moderado.

Efectivamente, aunque hayamos olvidado historias pasadas de los muchos movimientos milenaristas de siglos pasados, hoy sabemos bien de consecuencias terribles que están teniendo en la actualidad las creencias religiosas que derivan en violencia y terrorismo por motivaciones religiosas verdaderamente apocalípticas, tanto de un signo como de otro. Las creencias religiosas, sobre todo su interpretación, no son un mero «asunto privado» de cada quien. Qué crean los norteamericanos electores del gobierno de la mayor potencia militar del mundo, para mí no es simplemente un «asunto privado» de ellos. Qué crean y piensen sobre el final del mundo y sobre la intervención y el dominio que Dios tiene sobre nuestro modo de gestionar este mundo, no es un asunto religioso privado del que la sociedad no deba preocuparse, porque, en determinadas circunstancias, puede llegar a ser verdaderamente «una emergencia moral e intelectual». Pensemos también en la cantidad de creyentes de pequeñas «iglesias libres» que se multiplican entre masas de población que viven en sectores de pobreza o miseria, y en las creencias fundamentalistas que difunden… ¿No son realidades de interés público, tal vez de salud pública, o incluso de «emergencia moral e intelectual»?

Casi con toda seguridad, los lectores de este comentario bíblico no están en esas penosas situaciones religiosas a las que acabamos de aludir. Pero es bien probable que no sepan bien qué decir ante el evangelio de hoy: ¿seguimos creyendo en una «segunda venida de Cristo»? Probablemente no creen en su inminencia, ni en su carácter «apocalíptico», ni en Armagedón y sus amenazas… pero no han decidido si seguir creyendo o no en «la segunda venida de Cristo». Mientras no lo decidan críticamente –o sea, mientras no personalicen su fe, en ese sentido– seguirán creyendo con la creencia tradicional (confiarán una parte importante de su vida a esa creencia), de que lo más profundo de la realidad es que es el plan de un Dios que quiso crearnos y ponernos una prueba, y que esa «segunda venida» será el paso a una vida eterna de premio o castigo por nuestra conducta moral en este mundo. Todo eso es lo que está implicado en la «segunda venida».

Ocasiones como ésta, del domingo que inaugura el Adviento, que pone ante nuestros ojos meditativos esa segunda venida, son, deberían ser, una ocasión para «agarrar el toro por los cuernos» y abordar estos temas, sin contentarnos con darles en la homilía simplemente varios «pases» litúrgicos que los utilizan simbólicamente, sin tener el coraje de responder a ninguna de las preguntas fuertes que pasan por la mente de los oyentes.

La esperanza ha sido considerada clásicamente como la virtud típica del Adviento, la dimensión de nuestra vida que cultivar especialmente en estas cuatro semanas. Como el pueblo de Israel y tantos otros pueblos, que vivieron la historia como un caminar iluminado por la esperanza del encuentro con Dios, el adviento nos invita a considerar nuestra vida como un caminar que no podemos sobrellevar sino con la fuerza de la esperanza. ¿Cuál es el peso de la esperanza en nuestra vida?

Tal vez, en el ambiente de nuestra ciudad o de los medios de comunicación… ya se ha instalado la publicidad navideña. Para el comercio, adviento significa bombardeo publicitario prenavideño, una navidad que, para ellos, no sería exitosa sin un aumento del consumo en todos los campos. Un cristianismo coherente no puede caer en en la trampa de tanto mensaje publicitario aparentemente religioso, que lo que pretende es solamente hacernos consumir.

La primera lectura, de Isaías, una de cuyas frases –la de la conversión de las lanzas en podaderas– figura en el vestíbulo del edificio de las Naciones Unidas en Nueva York, expresa bien la dimensión terrena de la utopía de esperanza que animaba a los profetas: un mundo reconciliado, en la paz de la convivencia y el trabajo, superadas las guerras y las preparaciones para las guerras –los arsenales de armas y las maniobras militares–. Por ser parte del Primer Testamento, a Isaías le falta la visión universalista: ni el «final» ni mucho menos el «fin» son que la Humanidad camine hacia el monte de Sión, sino simplemente hacia la Utopía de Dios, sea cual sea el monte sagrado de su religión.

Este primer domingo de Adviento, esta inauguración del nuevo ciclo litúrgico, con este planteamiento inicial del tema de la esperanza y de la imagen –un tanto chocante a nuestra sensibilidad– del fin del mundo y de la segunda venida de Jesucristo, pueden hacernos pensar. Así como el tema de la muerte personal (sus circunstancias, su acercamiento, su conveniente previsión) es un tema un tanto tabú en la sociedad occidental, también entre los cristianos de la actualidad resultan un tanto tabú estos temas que los textos litúrgicos del adviento nos plantean; no porque sean tabús, sino porque no sabemos bien qué decir. La expresión clásica y tradicional depende de un lenguaje mítico y precientífico hoy día casi inaceptable, y es necesaria una urgente actualización. Buena tarea para para este tiempo de Adviento, o incluso para todo el año litúrgico que hoy iniciamos. Leer más…

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Dom 27.11.16. De las espadas forjarán arados. Adviento con Isaías

Domingo, 27 de noviembre de 2016
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luna-300x229Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 1º de Adviento, ciclo A, año par. Is 2, 2-5. Comienza el año litúrgico, una vez más, con Adviento, el mes de la esperanza: El anuncio de la llegada de la Navidad.

Comienza así el año 2017, abriendo un mensaje de paz , y la lectura principal es la de Isaías, profeta de la esperanza, cuyo libro se ha llamado muchas veces el Quinto Evangelio, especialmente porque contiene el pasaje que hoy se lee en la liturgia, uno de los textos más famosos de la historia de occidente, el Canto de los Peregrinos de Sion, “Montaña de Dios”, que es montaña de Paz para los hombres.

Antes de presentar y comentar el texto quiero ofrecer cuatro reflexiones , que nos pueden ayudar a situarlo y comprenderlo en nuestro tiempo:

1) Is 2, 2-5 transmite la más honda esperanza de la Biblia: Todos los pueblos caminarán a Sión, montaña simbólica, donde encontrarán la paz como regalo del mismo Dios creador y aprenderán a cultivarla, rompiendo las armas para siempre, para adiestrarse ahora en la paz.
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2) El monte actual de Sión, en Jerusalén, no es lugar de paz, sino de enfrentamiento entre pueblos, de fuerte imposición, de duros atentados. Eso significa que no se ha cumplido todavía la esperanza de la Biblia, no solamente allí (en la ciudad simbólica de Jerusalén), sino en el mundo entero, que debía convertirse en nueva Jerusalén.

3) Hay en las tierras del mundo un Monte y Morada de Paz, que debía ser la Iglesia, y en especial, la Católica, que se llama y quiere ser universal, lugar donde se acoge en paz a todos, lugar donde se inicia y enseña un camino de paz universal, por encima de razas y culturas, de religiones y de Iglesia.

4) Sólo así se puede superar (destruir) la Sociedad del Escándalo, de la que he tratado ayer, de la mano de Bernardo P. Andreo . Is 2 anuncia y exige que rompamos las armas, que las pongamos al servicio de la paz… Esa misma dinámica de la profecía nos lleva a romper esta Sociedad del Escándalo, que es la guerra de unos cuantos contra todos… Romper las armas de esa guerra implica destruir los principios económicos, financieros de esta sociedad capitalísta, escandalosa, asesina.

Por eso he querido presentar esta postal como Adviento con Isaías, es decir, Adviento con la Iglesia convertida en monte y escuela de Paz:

— Una Iglesia que no enseña simplemente la paz, con bellos sermones y libros, con encíclicas y manifestaciones retóricas, sino que es ella misma una encarnación de la esperanza mesiánica, un principio de paz para pueblos y gentes.

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— Una iglesia que sea Insumisa… por el evangelio, como evangelio encarnado , empezando a romper en su interior las Armas ideológicas de la muerte (como dice el feliz título de un libro de F. Himkelammert, a quien recuerdo como hombre y cristiano de paz en Costa Rica).

— Una Iglesia que dice a los estados que se desarmen, que empiecen ya a desarmarse, no por impotencia, sino por superabundancia de gozo esperanzado, por un poder más alto de concordia y de comunión humana.

(Traté hace tiempo de este tema en El Camino de la Paz, Khaf, Madrid 2010; hoy vuelvo a retomar algunos argumentos que allí había desarrollado). Buen domingo a todos

Texto. El Monte Sión

Al final de los tiempos estará firme el Monte de la casa del Señor…
hacia él confluirán las naciones, caminarán pueblos numerosos.
Dirán: venid, subamos al monte del Señor;
él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas…
Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra
(Is 2, 2-5; cf. Miq 4, 1 ss.)

Monte Sión, universidad de paz

Los profetas de Israel (al menos algunos de los más importantes) definieron a su Dios como fuente de paz. Por eso, pidieron a sus fieles que no acudieran a las armas, porque él mismo les defendía. De esa manera desarrollaron el tema de la no-violencia activa. Para responder al Dios de paz, sus fieles tienen que renunciar a la guerra, es decir, des-armarse, respondiendo así al ofrecimiento creador de Dios:

Ay de los que bajan a Egipto por auxilio, confiados en su caballería…
Porque los egipcios son hombres y no dioses;
sus caballos son carne y no espíritu (Is 31, 1-3).

Bajar a Egipto significa acudir a la guerra, pidiendo el auxilio del Faraón, en contra de otros reyes de oriente. Pues bien, en contra de eso, la paz bíblica no se alcanza con pactos militares, que son una forma larvada de guerra, sino a través de una confianza superior en Dios, es decir, en la raíz de vida y de diálogo de la humanidad, una paz que se expresa en la comunión, a través de la palabra. Por eso hay que invertir de un modo radical el tipo de educación. Existía entonces y sigue existiendo ahora una educación para la guerra, expresaba en los ejercicios y pactos militares. En contra de eso, debe instaurarse una educación para paz, expresada en el diálogo y comunicación entre todos los hombres.

Conforme a ese pasaje, la misma existencia de un ejército va en contra de Dios, pues está mostrando, físicamente, que sus fieles (los hombres, creador por él) no creen en la paz por la palabra. En esa línea, el ejército en cuanto tal aparece como idolatría: una forma falsa de entender la realidad. El verdadero ídolo de un pueblo (el más peligroso) no es una estatua de piedra o madera, sino su armamento y soldados.

Las mismas torres militares, los caballos y carros de combate, es decir, las armas de guerra, van en contra de la identidad de Dios y del don y promesa de vida, que se muestra en cada niño que nace (cf. Is 2, 7-9). Los soldados en cuanto individuos pueden ser muy buenos, pero el ejército en cuanto tal es una institución perversa, va en contra del Dios de Isaías. Por eso, cuando los reyes de Damasco y Samaria amenazan con su ejército a Sión, el profeta responde presentando a un niño:

Ten cuidado, está tranquilo, no temas, ni desmaye tu corazón…
He aquí que la doncella concebirá y dará a luz un hijo
y le pondrán por nombre Emmanuel, Dios con nosotros (cf. Is 7, 13-14).

La defensa de la ciudad está en el niño que nace y en la madre que le cuida, no en los soldados. Mientras haya madres que eduquen a sus hijos para la paz, Dios se mostrará (se revelará) sobre la tierra. Leer más…

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¿Qué y cómo debemos esperar? Primer domingo de Adviento. Ciclo A

Domingo, 27 de noviembre de 2016
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esperar-en-dios-versiculos-biblicosDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

Los textos bíblicos de los cuatro domingos de Adviento no constituyen propiamente una preparación a la Navidad, sino una introducción a todo el nuevo año litúrgico. Por eso abarcan etapas muy distintas: 1) lo que se esperó del Mesías antes de su venida; 2) su nacimiento; 3) su actividad pública, y las reacciones que suscitó; 4) su vuelta al final de los tiempos. Estas cuatro etapas se mezclan cada domingo y resulta difícil relacionar las distintas lecturas. Si buscamos un elemento común sería el tema de la esperanza: ¿qué debemos esperar?, ¿cómo debemos esperar?

  1. ¿Qué debemos esperar? La utopía de la paz universal

            La primera lectura (Isaías 2,1-5) responde a una de las experiencias más universales: la guerra. Israel debió enfrentarse desde su comienzo como estado a pueblos pequeños, a guerras civiles y a grandes imperios. Pero no sólo los israelitas era víctimas de estas guerras, sino todos los países del Cercano Oriente, igual que hoy día lo son tantos países del mundo.

            Podríamos contemplar este hecho con escepticismo: el ser humano no tiene remedio. La ambición, el odio, la violencia, siempre terminan imponiéndose y creando interminables conflictos y guerras. Sin embargo, la lectura de Isaías propone una perspectiva muy distinta. Todos los pueblos, asirios, egipcios, babilonios, medos, persas, griegos, cansados de guerrear y de matarse, marchan hacia Jerusalén buscando en el Dios de Israel un juez justo que dirima sus conflictos e instaure la paz definitiva.

            El texto de Isaías une, lógicamente, la desaparición de la guerra con la desaparición de las armas. En este contexto, hoy día es frecuente hablar de las armas atómicas, los submarinos nucleares, los drones de última generación. Quisiera recordar unos datos muy distintos, de armas mucho más sencillas.

            Se estima que en el mundo existe un arsenal de 639.000.000 de armas de fuego, la mitad de las cuales en manos de civiles, el resto a disposición de los cuerpos policiales y de seguridad, lo que supone un arma por cada diez personas.

            Desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial (1945), unos 30 millones de personas han perecido en los diferentes conflictos armados que han sucedido en el planeta, 26 millones de ellas a consecuencia del impacto de armas ligeras. Estas armas, y no los grandes buques o los sofisticados aviones de combate, son las responsables materiales de cuatro de cada cinco víctimas, que en un 90% también han sido civiles (mujeres y niños en particular).

            Esta primera lectura bíblica nos anima a esperar y procurar que un día se haga realidad lo anunciado por el profeta: De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.

  1. ¿Cómo debemos esperar? Vigilancia ante la vuelta de Jesús (Mateo 24,37-44)

La liturgia da un tremendo salto y pasa de las esperanzas antiguas formuladas por Isaías a la segunda venida de Jesús, la definitiva. En el contexto del Adviento, esta lectura pretende centrar nuestra atención en algo muy distinto a lo habitual. Los días previos al 24 de diciembre solemos dedicarlos a pensar en la primera venida de Cristo, simbolizada en los belenes. El peligro es quedarnos en un recuerdo romántico. La iglesia quiere que miremos al futuro, incluso a un futuro muy lejano: el de la vuelta definitiva de Jesús, y la actitud de vigilancia que debemos mantener.

            La actitud de vigilancia queda expuesta en dos comparaciones, una basada en el AT, y otra en la experiencia diaria.

            La primera hace referencia a lo ocurrido en tiempos del diluvio. Antes de él, la gente llevaba una vida normal, despreocupada. La catástrofe le parecía inimaginable. Lo mismo ocurrirá cuando venga el Hijo del Hombre. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.

            La segunda comparación está tomada de la vida diaria: la del dueño de una casa que desea defender su propiedad contra los ladrones. El mensaje es el mismo: estad en vela.

            A propósito de estas comparaciones podemos indicar dos cosas:

            1) Ambas insisten en que la venida del Hijo del Hombre será de improviso e imprevisible; no habrá ninguna de esas señales previas que tanto gustaban a la apocalíptica (oscurecimiento del sol y de la luna, terremotos, guerras, catástrofes naturales).

            2) Las dos comparaciones exhortan a la vigilancia, a estar preparados, pero no dicen en qué consiste esa vigilancia y preparación; se limitan a crear un interés por el tema. Esta falta de concreción puede decepcionar un poco. Pero es lo mismo que cuando nos dicen al comienzo de un viaje en automóvil: «ten cuidado». Sería absurdo decirle al conductor: «Ten cuidado con los coches que vienen detrás», o «ten cuidado con los motoristas». El cristiano, igual que el conductor, debe tener cuidado con todo.

  1. ¿Cómo debemos esperar? Disfrazarnos de Jesús (Romanos 13,11-14)

            Pablo parte de la experiencia típica de las primeras comunidades cristianas: la vuelta de Jesús es inminente, «nuestra salvación está más cerca», «el día se echa encima». El cristiano, como hijo de la luz, debe renunciar a comilonas, borracheras, lujuria, desenfreno, riñas y pendencias. Es el comportamiento moral a niveles muy distintos (comida, sexualidad, relaciones con otras personas) lo que debe caracterizar al cristiano y como se prepara a la venida definitiva de Jesús. Ese pequeño catálogo podría haberlo firmado cualquier filósofo estoico. Pero Pablo añade algo peculiar: «Vestíos del Señor Jesucristo». Esto no es estoico, es típicamente cristiano: Jesús como modelo a imitar, de forma que, cuando la gente nos vea, sea como si lo viese a él. Creo que Pablo no tendría inconveniente en que sus palabras se tradujesen: «Disfrazaos del Señor Jesucristo». Comportaos de tal forma que la gente os confunda con él. Buen programa para comenzar el Adviento.

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Primer Domingo de Adviento. 27 noviembre, 2016

Domingo, 27 de noviembre de 2016
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“Por esto estad también vosotros preparados porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”

(Mt 24, 37-44)

Aquí está de nuevo el Adviento llamando a nuestra puerta. Nos pilla casi “descuidadas”, con este verano que no acababa da la sensación de que llega antes de tiempo.

-Pero, no te quedes en la puerta, pasa. Estábamos algo despistadas, es verdad, pero te estábamos esperando.

Y entonces, el bueno del Adviento, entra, así como es él y empieza a prepararlo todo. Inquieto, alegre, un poco precipitado, a ratos “tremendista”, pero siempre tierno.

Esta semana el Adviento viene a prepararnos, desea que estemos preparadas, no vaya a llegar la Navidad y tenga que pasar de largo…

Bien, tenemos esta semana para prepararnos, para abrir esas cinco puertas que son nuestros sentidos y estar alerta.

Tener preparados nuestros ojos, bien limpios y abiertos para descubrir los mensajes ocultos de nuestro Dios Amor. Tener preparados nuestros oídos, evitando ruidos, buscando el silencio que nos abre a la Palabra. Tener preparado nuestro olfato, nuestra intuición, reconociendo ese olor que despierta en nosotras el Recuerdo de lo Conocido. Tener preparado nuestro tacto, con la piel suave y desnuda que nos permita acariciar la Vida  Recién Nacida. Tener preparado nuestro gusto, con el paladar fino para gustar y degustar las delicias de la Buena Nueva.

Es lo que nos dice, con otras palabras, el evangelio de hoy, quizá con un tono apocalíptico que nos hiere un poco la sensibilidad, pero que aquellas primeras comunidades de mujeres y hombres entendían perfectamente.

No, no conocemos los tiempos de Dios, no sabemos cuándo irrumpirá en nuestra vida ni cómo lo hará, por eso tenemos que estar siempre preparadas, siempre listas, siempre atentas.

-Bienvenido Adviento, ponte cómodo, tenemos mucho de qué hablar.

Oración

Gracias, Dios Trinidad, por regalarnos este tiempo de Adviento que nos ayuda a tomarnos más en serio nuestra responsabilidad como cristianas, como portadoras de una Buena Noticia.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Ni lamentar el pasado ni esperar nada del futuro

Domingo, 27 de noviembre de 2016
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hombre-sentado-biblia-campoMt 24, 37-42

Hoy, comenzamos un nuevo año litúrgico. El tiempo de adviento se caracteriza por su complicada estructura. Por una parte recordamos el largísimo tiempo de adviento que precedió a la venida del Mesías. Esta es la causa de que encontremos en el AT tantos textos bellísimos sobre el tema. Fue un tiempo de sucesivas expectativas, porque las promesas nunca terminaban de cumplirse. Esas esperanzas eran claramente equivocadas, porque suponían una intervención directa, externa y puntual de Dios a favor de un pueblo. Todas las lecturas del AT van en este sentido y pueden despistarnos.

Por otra parte, tenemos la aparición histórica de Jesús. Aunque no sabemos ni el día ni el año de su nacimiento, se trata del punto de partida imprescindible para comprender nuestras expectativas como cristianos. Jesús hizo presente el Reino de Dios en su persona, a través de su trayectoria humana. La primera e imprescindible referencia para nosotros, es su vida terrena, porque es en su vida donde hizo presente el amor y desterró el odio. La preocupación por el “Jesús histórico”, que se ha despertado en nuestro tiempo con tanta fuerza, es el punto de partida para todo lo que podemos decir de Jesús teológicamente.

Jesús no sólo hizo presente el Reino, sino que hizo una propuesta a todos los hombres de todas las naciones, de todas las culturas, de todas las religiones. Se trata de una oferta de salvación definitiva para el hombre. Él quiso indicar, a todos los seres humanos, el camino de la verdadera salvación. Celebrar el adviento hoy sería tomar conciencia de esta propuesta de salvación y prepararnos para hacerla realidad. Esa posibilidad de plenitud humana, debe ser nuestra verdadera preocupación. Ebeling dijo: lo más real de lo real no es la realidad misma, sino sus posibilidades. Jesús, viviendo a tope una vida humana, desplegó todas sus posibilidades de ser y propuso esa misma meta a todos.

Hay otro aspecto del adviento que es necesario tener muy claro. Al constatar, siglo tras siglo en la historia de Israel, que las expectativas no se cumplían, se fue retrasando el momento de su ejecución, hasta que se llegó a colocarlo en el final de los tiempos. Surgió así la escatología, un genero literario que nos dice muy poco hoy día. Es sorprendente que ni siquiera la venida de Jesús se consideró definitiva para los cristianos. Es la mejor prueba de que la salvación que él propuso no nos convence. Por eso los cristianos sintieron la necesidad de una segunda venida, que sí traería la salvación que todos esperamos.

Armonizar estas perspectivas es muy complicado para nosotros hoy. El tiempo anterior a Jesús, la vida terrena de Jesús, nuestra propia realidad histórica y el hipotético futuro escatológico nos puede llevar a una dispersión que convierta el adviento en un batiburrillo que nos impida enfocar bien su celebración. Creo que lo más urgente para nosotros hoy, es centrarnos en hacer nuestro el mensaje de Jesús y vivir esa posibilidad de plenitud que él vivió y nos propuso. Partiendo de su vida, debemos tratar de dar sentido a la nuestra.

La visión de Isaías en la primera lectura, está muy lejos de ser una realidad. Es la utopía que puede mantenernos firmes dentro de una realidad que sigue siendo sangrante. La realidad no debe eliminar la esperanza de un mundo más humano. Debemos aferrarnos a la utopía de que otro mundo es posible. La esperanza se funda en que Dios no nos puede abandonar ni retirar la oferta de esa plenitud. Esa esperanza, a la que nos invitan las lecturas, no es de futuro sino de presente. La percibimos como de futuro, porque todavía no hemos hecho nuestras todas las posibilidades que tenemos a nuestro alcance.

Pablo nos repite que ya va siendo hora de espabilarse, pero seguimos portándonos como verdaderos insensatos. Seguimos caminando en una dirección equivo­cada. Las advertencias que hace Pablo a los romanos, son las mismas que tendríamos que hacer hoy: nada de comilonas y borracheras, lujuria y desenfre­no, riñas y pendencias. El excesivo cuidado de nuestro cuerpo, fomentará los malos deseos. El hedonismo que pretende el placer inmediato, terminará por aniquilar nuestro verdadero ser.

El evangelio nos invita a estar vigilantes. Estar despiertos es la condición mínima para desarrollar nuestra humanidad. Creo que estamos bien despiertos para todo lo terreno y material. Esa excesiva preocupación por lo material, es lo que la Escritura llama “estar dormido”. Hoy empezamos el Adviento, preparación para la Navidad, pero los grandes almacenes, y todos los medios de comunicación ya hace casi un mes que han empezado su preparación. Menos de un 15 % de nuestra sociedad escuchará unos minutos cada domingo el anuncio de que Jesús nace, frente a las muchísimas horas que va a soportar la propaganda consumista. ¿Será suficiente para contrarrestar su efecto devastador?

Crecer en la parte verdaderamente humana de nuestro ser, exige esfuerzo y dedicación. Halagar la parte instintiva es mucho más fácil que espolear el espíritu. Los emperadores romanos ofrecían pan y circo a las masas para que no exigieran otras cosas. Hoy la oferta tranquilizante es fútbol y tele. Nuestra religión, olvidando el evangelio, ha caído también en la trampa de una salvación acomodada a las apetencias de la mayoría, ofreciendo al hombre la eliminación del dolor, el pecado, la muerte. Como eso es imposible aquí y ahora, porque son inherentes a nuestra naturaleza, se ha proyectado la salvación para un más allá. No, Dios quiere la plenitud para todos, aquí y ahora, mientras aún somos humanos.

Adviento no es solo la preparación para celebrar dignamente un acontecimiento que se produjo hace más de veinte siglos. El adviento debe ser un tiempo de reflexión profunda, que me lleve a ver más claro el sentido que debo dar a toda mi existencia. No hay tiempos más propicios que otros para afrontar un tema determinado. Soy yo el que tengo que acotar el tiempo que debo dedicar a los asuntos que más me interesan. Y lo que más me debía interesar, tal como nos lo advierte la liturgia, es mi verdadero ser, no mi falso ser.

Dios está viniendo en todo instante, pero solo el que está verdaderamente despierto se dará cuenta de esa presencia. Si no descubro esa presencia, mi vida puede transcurrir sin enterarme de la mayor riqueza que está a mi alcance. Dios no tiene que venir en ningún momento ni de ninguna parte, porque es la base y fundamento de mi ser y si se separara de mí un solo instante, mi ser volvería a la nada. Lo que llamamos Dios está en mí como fundamento aunque yo no descubra su presencia. Pero como ser humano, mi más alta posibilidad de plenitud consiste precisamente en descubrir y vivir conscientemente esa realidad. Dios está en todo, pero solo el hombre puede ser consciente de esa presencia.

No tengo que esperar tiempos mejores para poder realizar mi proyecto humano. Si tengo que esperar a que Dios cambie algo o cambien los demás para encontrar mi salvación, no he descubierto lo que soy ni lo que es Dios. La salvación que Jesús propuso, no está condicionada por circunstancias externas. Aún en las situaciones más adversas, está siempre a nuestro alcance. En cualquier momento puedo hacer mía esa salvación. En cualquier instante de mi vida puedo descubrir la plenitud. Si no soy capaz de descubrir mi salvación en esta situación en que hoy me encuentro, no seré capaz de descubrirla nunca.

El error en el que estamos instalados, es esperar que esa salvación venga de fuera en un próximo futuro. Dios no tiene futuro y esta viniendo siempre y desde dentro. Aquí puede que esté la clave para cambiar nuestra mentalidad. Pero preferimos seguir pensando en el Dios todopoderoso que actúa a capricho y desde fuera. De esa manera no hay forma de hacer nuestro el Reino de Dios que está ya dentro de nosotros. Hoy el evangelio nos advierte: si el encuentro no se produce es porque seguimos dormidos.

Meditación-contemplación

“Daos cuenta del momento en que vivís”.
Se trata de despertar, de tomar conciencia de las posibilidades.
Soy un ser humano, no simple biología.
Mi meta, mi plenitud está más allá de toda materialidad.
……………

“Comían, bebían, se casaban…” ¿Qué hay de malo en ellos?
Lo único malo es poner el objetivo de tu vida en comilonas y borracheras.
Ni siquiera es preciso hacer daño a otros para impedir la plenitud.
El fallo está en vivir enredado en las cosas de este mundo.
………………

“¡Caminemos a la luz del Señor!”
Aún desde las tinieblas, podemos vislumbrar la luz.
La muerte no es la noche hacia la que encamino mientras vivo.
Al contrario, desde la noche nos encaminamos hacia el día.
……………..

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Ser alguien

Domingo, 27 de noviembre de 2016
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accion-haz-algo-esperar-retribucion_1_1070025El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos (Marcel Proust)

27 de noviembre, domingo I de Adviento

Mt 24, 37-44

Por tanto, estad preparados, porque este Hombre llegará cuando menos penséis

La búsqueda del reino interior es uno de los principales temas de los escritos de los Padres de la Iglesia. “Parece que realmente el más grande de los conocimientos, decía San Clemente de Alejandría, sea el conocimiento de sí mismo, pues aquél que se conoce a sí mismo tendrá el conocimiento de Dios y, al tener este conocimiento, se hará semejante a Dios”.

En su Psychología perennis Ken Wilber escribe: “Es muy probable que la incógnita de quiénes somos haya atormentado a la humanidad desde el inicio de la civilización, y siga siendo, hoy en día, uno de los más inquietantes de todos los interrogantes humanos”.

Esforzada tarea de Titanes a los que cantó en su Teogonía Hesíodo y que, con resonancias bíblicas lucharon por ese “ser como dioses”. Un mito grabado en los muros del infinito, en el que se puede leer la preocupación de los hombres por poseer dicho saber imposible. Rubens (1577-1640) pintó La caída de los Titanes, en cuyo lienzo de desnudos aparecen derrotados.

Jesús nos insta en el Evangelio a que permanezcamos en vela. Toda metanoia, en palabras del Bautista, denota en griego una situación en la que un trayecto exige abandonar el camino en que se andaba y tomar otra dirección. El Príncipe Andrei se lo decía a Pierre en la película Guerra y Paz: “Te valoras en muy poco, Pierre, y no dejas aflorar lo mejor que hay en ti. Procura ser alguien”.

El Cosmos, precipitado en nuestro ser, también nos lo demanda. En una tira japonesa de la Abeja Maya, ésta se hace la siguiente reflexión: “Mmm… veamos. ¿Qué tengo en mi agenda para hoy?: Sólo… ¡Ser!” Una inquietud que azuza la mente de Maya a descubrir nuevos caminos y no contentarse con estar donde estamos, tratando de ver el mundo –y de vernos a nosotros mismos– de otra manera. ”El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos”, como dijo el escritor galo Marcel Proust.

Mi daemon interno me sugiere caminar por los senderos de la vida con un nuevo mirar, y ver las cosas gestando en mí y en ellas un Ser alguien sin fin en crecimiento. Tendré la sensación de crecer y mejorar cuando haya construido algo más grande que mi propio ego.

Una historia zen cuenta que durante un paseo por un paisaje nevado, el discípulo le preguntó al maestro: “Maestro, los tejados están blancos, ¿cuándo dejarán de estarlo?” El maestro tardó en contestar. Se concentró y, al fin, le dijo con voz áspera: “¡Cuando los tejados están blancos, están blancos; cuando no están blancos, no están blancos!” Alejandro Jodorowsky (1929) hace esta interpretación de la historia en su libro La sabiduría de los cuentos:

“Lo importante es aceptarse uno mismo. Si mi condición presente me produce malestar es señal de que la rechazo. Entonces, más o menos conscientemente, trato de ser distinto del que soy, en definitiva, no soy yo. Si, por el contrario, acepto plenamente mi estado de este momento, estoy en paz. No me lamento por creer que debería ser más santo, más bello, más puro de lo que soy aquí y ahora. Cuando soy blanco, soy blanco, cuando soy oscuro, soy oscuro, y punto. Ello no impide que trabaje en mí, que trate de ser un instrumento mejor; esta aceptación de uno mismo no limita las aspiraciones, sino que las sustenta. Porque sólo puedo avanzar a partir lo que soy realmente”.

NO CULPES A NADIE (Fragmento)

Aprende a nacer desde el dolor y a ser
más grande que el más grande de los obstáculos,
mírate en el espejo de ti mismo
y serás libre y fuerte y dejarás de ser un
títere de las circunstancias porque tú
mismo eres tu destino. 

Levántate y mira el sol por las mañanas
y respira la luz del amanecer. 

Tú eres parte de la fuerza de tu vida,
ahora despiértate, lucha, camina,
decídete y triunfarás en la vida;
nunca pienses en la suerte,
porque la suerte es:
el pretexto de los fracasados.

Pablo Neruda

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Cada vez más cerca

Domingo, 27 de noviembre de 2016
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imagesMt 24, 37-44

A las puertas de la Pasión, el evangelista Mateo recoge unas palabras de Jesús en las que nos recuerda que quien siga sus pasos va a sufrir persecución y dificultades. Que no nos llamemos a engaño: la venida que tanto ansiamos irá acompañada de experiencias contrapuestas de gozo y dolor; aceptación y rechazo; comprensión e incomprensión. Las luces de neón, con su atractivo brillo, tan propias del tiempo navideño, no podrán ocultar las sombras, porque precisamente al haber oscuridades, necesitamos la Luz.

Llama la atención que el mensaje de este primer domingo de adviento –tiempo de esperanza– sea poco grato de escuchar. En esta ocasión pareciera que el evangelio nos quiere “aguar la fiesta”. Esperamos a un Dios que se hace niño, pero aquí se nos habla de Él como el Hijo del Hombre, esa figura extraña envuelta en un halo de misterio; confiamos en un Señor que acoge a la humanidad, pero el evangelio avisa de que algunos quedarán apartados –a uno se lo llevarán, a otro lo dejarán (Mt 24,40)–. ¿Qué se nos quiere comunicar?

– En primer lugar que, a pesar de todo, en medio de tantos problemas y peligros, el Señor viene. Dios no nos deja tirados sino que, justamente en las situaciones más sufridas, llega. Lo hizo viviendo una vida terrena, y lo sigue haciendo acompañando la nuestra. Realmente es Dios-con-nosotros. Jesús está con el hombre –porque verdaderamente es hijo de hombre–, no contra él.

– En segundo lugar, se nos recuerda que es importante estar atentos –llamados a ser vigías de la fe– no sea que entre el impacto de la dureza de la vida con sus tristezas, la distracción de efímeras felicidades, y la invasión de tanto ruido, se nos escapen los signos que anuncian su presencia.

– Y en tercer lugar, que nos dejemos empapar por el diluvio de amor que la persona de Jesús encarna. En tiempos de Noé, el agua arrasó con lo que no estaba bien arraigado en Dios; con el Señor, puede ocurrir ahora algo parecido si no nos aferramos a Él. No se trata de ser agoreros; el evangelio no anuncia una condenación definitiva al final de la existencia, pero nos advierte de que es posible vivir mejor ahora. Por eso, merece la pena aprovechar y disfrutar ya, en este momento, su llegada sanadora.

En el fondo, el Maestro con sus palabras nos está “dando un meneo” para que espabilemos. Podemos perdernos lo más importante de nuestra vida por atolondrados, indolentes y comodones; y todo ello por dejarnos llevar por nuestros egoísmos y por hacer caso a quien no debemos. Nos lo advierte san Pablo en la segunda lectura. Hay un tiempo que corre a nuestro favor. Aprovechémoslo. A día de hoy, el Señor está más cerca que cuando empezamos a creer (Rm 13,14). Tan cerca “que no se puede aguantar”. No malgastemos el tiempo en tonterías porque nos lo podemos perder. ¿A quién le puede amargar un amor tan dulce como el del Señor que nos va a alegrar la vida?

María Dolores López Guzmán

Fe Adulta

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Invitación para vivir el Adviento. 27 noviembre, 2016

Domingo, 27 de noviembre de 2016
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adviento-2016

No lo aseguro al 100% pero al menos para mí pocos textos hay tan sencillos, tan bellos y tan sugerentes como el que sigue: “el pueblo que andaba en tinieblas vio una luz grande” (Is. 9,2).

No tiene desperdicio, posee melodía propia y se te clava en el corazón como un estribillo reconciliador.

Os invitamos a iniciar este Adviento saboreando la frase, desmenuzándola, como cuando tienes una sabrosa galleta y no quieres que se termine.

Repite despacio:

el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande

¿Qué?, ¿verdad que es magnífica?

Antes de que te demos algunas pistas para poder rumiar en torno a ella te animamos a que tú mism@ elabores tu reflexión y oración.

¿Qué puede sugerirnos? Ufff, muchas cosas, pero veamos solo algunas de ellas.

Comenzamos:

– PUEBLO: Olé, así, a lo grande, mejor, mucho mejor, de cuándo acá le va bien a alguien yendo solo por la vida. Nada, nada, mucho mejor en grupo, en familia, en comunidad, en asamblea, en Iglesia, en…  Y además, para darle mayor énfasis al asunto, aparece una palabra en singular para referirse a una realidad plural, múltiple, diversa; como Trinidad, que también expresa pluralidad en la unidad…   Y “pueblo” refleja identidad, además de las connotaciones que posee de sencillez, humildad, y también fuerza. Vamos, que sí, que se parece a la palabra Trinidad 😉

“Pueblo”, sí, no ciudadanía, nación, no, solo “pueblo”. Precioso, sí precioso.

Continuemos. Pero juntos, ¿eh?

– ANDABA: ¡Genial!, nada de estar quieto, es peligrosísimo para la salud. Lo primero que te dice el médico es que el reposo sea moderado, ya sabes: calambres, riesgo de trombos,… No, el pueblo andaba, avanzaba, se preocupaba por moverse, con inquietud, con deseo.  El deseo es un carburante muy potente. El deseo genera movimiento y esperanza, hace levantar la cabeza, indagar posibilidades, otear caminos… Y no solo el deseo propio, también el sabernos y sentirnos desead@s.  Dios se sirve del deseo, y de los deseos, para acercarse más al corazón.

– en TINIEBLAS: bueno, no todo va a ser rosa, pero no vamos a dramatizar. Es verdad que siempre asociamos las tinieblas al temor, a lo desconocido, a la desconfianza, al mal… Pero, si lo miramos bien, eso no es el fin, es más bien el paso.  Dios empezó a crear a partir de un espacio de tinieblas, ¡y de caos! Y en la noche se gestó la resurrección, como cualquier vida nueva,  que todo hay que decirlo. ¡De noche nacerá Jesús!  En tinieblas estamos muchas veces, por eso es importante no estar en la oscuridad solos y quietos, sino “pueblo” y “andando”.  Además, de perogrullo es, si no hubiera noche de vez en cuando, ¿cómo íbamos a darnos cuenta del crecimiento que se produce en la oscuridad? Recordemos que toda semilla precisa de la oscuridad para poder germinar. Y con esto queda dicho todo… o casi todo.

Pero bueno, por lo pronto, aunque a oscuras, estaban juntos y caminando.

– VIO: Buena noticia, algo se estaba cociendo para poder ver, alguna esperanza estaba sondeando el alma,  porque os aseguro que si es noche cerrada no te ves ni la mano por mucho que abras los ojos. Así que el pueblo vio, ¿eh?, mmmmmmm… qué interesante. Estaban atentos, pendientes, con los sentidos aguzados, confiando que alguno de los cinco recogiera un indicio. En este caso fue la vista. ¿O vio con el corazón? Porque hay formas y formas de ver. Ya dijo aquel sabio lo de “lo esencial es invisible a los ojos”.  ¿Vo con los ojos de la fe?, ¿cómo fue ese “vio”?

– UNA GRAN LUZ:  apoteósico, “digno colofón”  que se decía antiguamente. Una luz inmensa, descomunal, una luz colosal, y ya no hay tinieblas, no hay dudas, ni temores, no hay traspiés ni caminos equivocados. En cambio sí siguen juntos, avanzando y mirando intensamente. Ahora ya la búsqueda tiene un objetivo claro, una hermosa meta definida. En un ámbito de oscuridad aparece una luz enorme que permite que el pueblo se reconozca como tal. El misterio de las sombras queda solucionado por la verdad de la luz. No hay nada que no llegue a saberse, nada que se pueda esconder. El pueblo comienza un nuevo tiempo de claridad y honestidad, de vida nueva, de vida abundante.

Repitamos ahora con más hondura:

“el pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz”

No me digas que no es precioso.

Un bonito camino en este Adviento.

El trabajo interior es personal, aunque ya sabes que siempre es bueno compartirlo con alguien.

(Si deseas trabajar estas ideas de manera personal o en grupo pincha aquí y te daremos algunas pistas)

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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