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De Jerusalén a Roma

Lunes, 13 de diciembre de 2021
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5533“Lo que hace a la Iglesia ser Iglesia es el Evangelio”

El coordinador del libro “De Jerusalén a Roma”, con sus 264 páginas, es  Rafael Aguirre, y  en su redacción participan Carmen Bernabé Ubieza, Carlos Gil Arbiol, Estela Aldave Medrano,  Sergio Rosell Nebreda, David Álvarez Cineira, Fernando Ribas Rebaque, Elisa Estévez López,  y además y por supuesto,  el mismo Rafael Aguirre Monasterio

La formación-información que se dice religiosa y se imparte en la actualidad, es poca. Muy poca. Y además, una buena parte de la misma, es sesgada, espuria, al gusto del consumidor” y, en reciente y certera expresión jerárquica, que reclama “menos memorizar y más convivir”, por aquello de “por los frutos lo conoceréis” y “obras son amores que no buenas razones”.

El panorama de la educación llamada religiosa es preocupante y decisivo a la hora de tomarle el pulso a ”Nuestra Santa Madre la Iglesia”, con el fin de descubrir su justificación y razón de ser en la historia de la humanidad, dándose además por supuesto que no son los ritos, ni las ceremonias, ni el mismísimo culto litúrgica, ni el Código de Derecho Canónico, lo que hace ser Iglesia a la Iglesia, sino el EVANGELIO.

Y en tal tarea y ministerio es  un  deber destacar la labor efectuada por la Editorial  “Verbo Divino”,  en este caso concreto , por el “Grupo de Investigación  sobre los Orígenes del Cristianismo”, en el caso concreto de obras como  “Así vivían los primeros cristianos”,  “Así empezó el Cristianismo” y más recientemente De Jerusalén a Roma.  Y es que aquí, y siempre, hay que comenzar por el principio, como condición indispensable para afrontar cualquier problema de renovación y reforma dentro de la Iglesia. Ser fiel a la misma y a sus orígenes, es -será- punto de referencia inexcusable. Lo demás es literatura interesada y barata.

El coordinador del libro “De Jerusalén a Roma, con sus 264 páginas, es  Rafael Aguirre, y  en su redacción participan Carmen Bernabé Ubieza, Carlos Gil Arbiol, Estela Aldave Medrano,  Sergio Rosell Nebreda, David Álvarez Cineira, Fernando Ribas Rebaque, Elisa Estévez López,  y además y por supuesto,  el mismo Rafael Aguirre Monasterio.

Síntesis del libro es la idea de que “la obra se adentra en el estudio de la actitud que los primeros cristianos  adoptaron ante la sociedad…, con proposición  de  variadas reflexiones de relevancia  que para el cristianismo actual  puede tener redescubrir que la creatividad y fuerza  de atracción en sus orígenes  nacía de su carácter minoritario…”

Mención sagrada y relevante demanda, por ejemplo, el apartado “La  insostenible situación  de las mujeres en la Iglesia”, de las páginas  255 y ss., en las que se refiere que “La Iglesia católica  se enfrenta a un gran problema  porque la situación de las mujeres  en su seno es insostenible  en una sociedad democrática. En esta coyuntura el recurso al estudio crítico de los orígenes del cristianismo plantea interrogantes y arroja una luz muy valiosa…Las mujeres siguen siendo  consideradas menores de edad, incapaces de representarse a sí mismas, incapaces de representar a otros, y menos a los varones… La equiparación  de varones y mujeres  en derechos y posibilidades  de desarrollo personal  es realidad, a veces más teórica que práctica  en las sociedades privilegiadas del planeta, estando sometidas a estructuras  machistas  con sus secuelas de pobreza , violencia y sufrimientos

Fuente Religión Digital

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La familia de Jesús, esa gran desconocida

Domingo, 31 de diciembre de 2017
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familia-jesus_560x280De sus abuelos no sabemos nada y de su padre, José, casi nada

¿Tuvo Jesús hermanos y la virginidad de María hay que entenderla simbólicamente?

(José M. Vidal).- ¿Qué sabemos hoy, a ciencia cierta, de José, María y Jesús? ¿Qué opinan los exegetas católicos más serios sobre los hermanos y hermanas de Jesús? ¿Es creíble que en la cultura judaica de su tiempo no hubiese formado una familia propia? ¿Cómo vivió su sexualidad? ¿Sintió tentaciones? ¿Pudo enamorarse? ¿Qué relación mantuvo con María Magdalena?

A pesar de ser el personaje más estudiado y analizado por la cultura occidental, Jesús sigue siendo uno de los más desconocidos. Poco se sabe con exactitud del hombre al que 1.000 millones de personas veneran como el “Hijo de Dios”. Siglos de manipulaciones borraron las escasas pistas sobre su realidad. ¿Y los Evangelios?

Tradicionalmente se nos han presentado como textos históricos. Hoy, todos los teólogos reconocen que no se puede escribir con ellos una biografía de Jesús. “El Evangelio es un testimonio de los creyentes. Lo que los evangelistas cuentan no es historia, sino expresión de su fe en Jesucristo”, explica en sus obras el prestigioso teólogo holandés Edward Schillebeck.

Y si de su vida sabemos poco, de su infancia casi nada. Y de su familia, menos. Los abuelos maternos de Jesús no aparecen para nada en los Evangelios. Pero la tradición cristiana no podía dejar al Gran Niño sin abuelos maternos. Sería un pecado contra la ternura. Ese hueco se reconstruye piadosamente a través del “Protoevangelio de Santiago”, un apócrifo escrito en el siglo II, en el que aparecen Joaquín y Ana como padres de María. De la abuela paterna, ni rastro. El abuelo paterno, en cambio, sí figura en los Evangelios de Mateo y Lucas, pero con distinto nombre: Jacob y Helí.

De José, el padre de Jesús, también sabemos muy poco. Era un “tekton” (obrero de la construcción) y los propios Evangelios lo presentan poco más que como una sombra. El teólogo y periodista Juan Arias sostiene en su reciente obra “María, esa desconocida” (Maeva) que José era “un joven de unos 16 a 18 años, que se casó con María cuando ésta tenía entre los 12 y los 16, y no un anciano viudo con seis hijos de un matrimonio anterior, como sostienen los apócrifos”.

“¿No es éste el carpintero, el hijo de María y el hermano de Jacobo, José, Simeón y Judas? ¿No están sus hermanas entre nosotros?” (Marcos 6, 2-5), se preguntan extrañados los vecinos de Nazaret al ver a Jesús convertido en un predicador de campanillas. Referencias como ésta a los hermanos de Jesús hay varias en los Evangelios canónicos. Por ejemplo, Lucas (2,7) le llama “el primogénito“. ¿Tuvo Jesús hermanos carnales y, por consiguiente, la virginidad de María hay que entenderla en sentido simbólico?.

Durante siglos se discutió el asunto. Para los ortodoxos, se trata de hermanastros, hijos de un anterior matrimonio de José. Para la mayoría de los protestantes son hermanos de carne y sangre y, en cambio, para los católicos son primos. La interpretación católica pretende salvaguardar la creencia eclesial de que María fue virgen “antes, durante y después del parto”.

Hoy, la mayoría de los exegetas, incluso católicos, sostiene que Jesús fue el hijo primogénito de María, que tuvo más hijos y que su virginidad hay que entenderla de forma simbólica y, por supuesto, no perpetua. En contra del viejo aforismo de que fue virgen “antes, durante y después del parto”.

Porque es sería tanto como obligar a José a una castidad perpetua, que atentaba contra las leyes judías, donde los hijos eran el mayor bien y la actividad sexual algo noble. Para María, como para toda mujer judía, lo más importante era ser madre y no virgen.

En su voluminosa obra “Un judío marginal” (Verbo Divino), el teólogo jesuita John P. Meier sostiene que Jesús tuvo hermanos de sangre. “La mayoría de los exegetas e historiadores ya no creen (no creemos) en milagros de tipo material, que antes solían emplearse para fundar ‘mejor’ la fe: no creemos que Jesús naciera biológicamente de una virgen, rompiendo las leyes del proceso de la vida. Me parece que lo más probable es que Jesús naciese de la relación carnal de María y José, porque virginidad significa que Jesús nace del misterio de Dios”, explica el teólogo Xavier Pikaza.

Y es que, como sostiene Antonio Piñero, catedrático de Filología del Nuevo Testamento de la Complutense, “en la iglesia primitiva nadie defendía la virginidad absoluta de María. Sólo a partir de San Jerónimo, en el siglo IV, se postula la virginidad física y total de María”. Y de hecho, la virginidad de María no es un dogma. Pertenece a la fe de la Iglesia, pero no alcanza el valor del dogma de la Inmaculada, por ejemplo.

¿Y Jesús se enamoró, estuvo casado? De acuerdo con la más estricta ortodoxia católica, Jesús era un hombre completo, de cuerpo entero y, consiguientemente, sexuado. Dios se hizo hombre, y dentro de esa condición está la sexualidad. ¿Cómo la ejerció? ¿Qué relación mantuvo con las mujeres?

Los grandes exegetas coinciden en negar que Jesús se hubiese casado. Y eso que el celibato contravenía las leyes religiosas de su época. “Quien no tiene mujer es un ser sin alegría, sin bendición, sin felicidad, sin defensas contra la concupiscencia, sin paz; un hombre sin mujer no es un hombre“, dice el Talmud. Y menos, si ése hombre era un rabbí, un intérprete de la Ley que, por lo tanto, no podía oponerse al Talmud.

Y sin embargo, a los teólogos les parece un “disparate” la tesis del Código Da Vinci de que Jesús estuviese casado con María Magdalena. “No hay ningún dato para afirmarlo. Si hubiera estado casado, los Evangelios lo mencionarían. Además, es plausible que Cristo optase por ser célibe, como los esenios de su época”, explica el teólogo Rafael Aguirre. O como dice Meier, “Jesús nunca se casó, lo cual lo convierte en un ser atípico y, por extensión, marginal en la sociedad judía convencional”.

Eso sí, todos los exegetas coinciden también en señalar el papel “especial” de la Magdalena en la vida de Jesús. No fue su mujer, pero estuvo muy cerca de él. En el grupo de mujeres que acompañaban a Jesús y a sus discípulos, ella nunca falla. Es la primera receptora de los acontecimientos pascuales. Por eso se la llama “la apóstol de los apóstoles”. “Pero casarla con Cristo es un disparate”, asegura el teólogo jesuita Juan Antonio Estrada.

Fuente Religión Digital

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