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Jueces inicuos.

Domingo, 20 de octubre de 2019
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12190055_984102751651193_5912908670137319560_n“En tiempos de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario” (George Orwell)

20 de octubre 2019. DOMINGO XXIX DEL TO

Lc 18, 1-8

Había en una ciudad un juez que ni respetaba a Dios ni respetada a los hombres

Una viuda que representa la clase más desprotegida y abandonada de aquel tiempo y un juez, golpeada por una sociedad desprotegida de los más mínimos derechos, y unos jueces inicuos que no atendían los derechos de nadie.  En la ópera Porgy and Bess, de George Gershwin (1898-1937), autor de Rahpsody in blue hay numerosas frases, fácilmente aplicables a nuestro juez inicuo Porgy: “Porgy, ahora soy tuya, sí, completamente ¡tuya!”, le decía Bess, protagonista de la obra, a su lisiado amigo, o posiblemente eso era lo que él se creía de la viuda pobre y desprotegida.

La propuesta de Jesús, en cambio, como es el caso de esta viuda, era animar a esa masa de empobrecidos y tan injustamente desahuciados, a luchar a rebelarse contra la opresión y la justicia. Una rebelión que llevaban en la sangre cristianos y judíos.

Mario Javier Sabán dice en su libro Las raíces judías del cristianismo:

“Cada vez que, los judíos se rebelaban contra el poder del Imperio, los cristianos también sufrían las consecuencias porque los romanos los consideraban un “grupo judío”, el objetivo ideológico del judeo-Cristianismo desde el 110 y el 120 fue diferenciarse totalmente del judaísmo desde el que hasta entonces formaba parte”.

Jesús habla en parábolas y en imágenes, pues sabe que las simples ideas y conceptos, se quedan cortos para significar lo que él quería decir  con las palabras, y nos ponen en la dirección correcta para alcanzar la meta del camino, lo que supone una ventaja y un peligro: la ventaja de que nos ponen en la dirección adecuada, para entender mejor a la naturaleza: el agua, el pastor, el padre, que son lo mejor para nosotros; y el error, que sacamos a veces las consecuencias indebidas.

Las novelas críticas de George Orwell (1903-1950), pensador distópico, -“representación imaginaria de una sociedad futura con características negativas, causantes de alienación moral-, como la definió José María Merino- con el statu quo de su tiempo, tienen una lectura totalmente contemporánea, en las que se fustiga los abusos del poder.

Orwel dice refiriéndose a la docilidad de las masas, y por qué en muchos casos no despiertan a pesar de ser víctimas de opresión, que “Hasta el momento en que no tengan conciencia de su fuerza, no se rebelarán, y hasta después de haberse revelado, no será, conscientes: ese es el problema”.

Y en su faceta periodística da fe de esta máxima sobre la libertad de expresión:

“En tiempos de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario, decía el novelista británico.

Pero los jueces inicuos de Lucas 18.2: –Había en una ciudad un juez que ni respetaba a Dios ni respetada a los hombres- siguen representado la justicia en nuestros días.

-He encontrado un hermoso Poema de Leonard Cohen que, a modo de protesta contra las imposiciones de Tiempo y de la Naturaleza, solfea:

Los pájaros cantan al hacerse de día:

“empieza de nuevo”,
oí que decían.

No pierdas el tiempo
pensando en lo que ya pasó
o en lo que aún no ha pasado.

Tañe las campanas que aún pueden repicar,
olvídate de tu ofrecimiento perfecto.

Todo tiene una grieta:
así es como entra la luz.
“Vuelve tu rostro hacia el sol y las sombras caen detrás de ti”.

Leonard Cohen

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Orar sin desfallecer o ser cansinos en la oración?

Domingo, 20 de octubre de 2019
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imagesLc 18,1-8

Para orientarnos desde el principio, el evangelio de este domingo empieza diciéndonos que tipo de relato vamos a escuchar, una parábola, y la intención de Jesús al narrarla: enseñarles, y enseñarnos, que hay que orar siempre, sin desfallecer.

Pero no es lo mismo orar sin desfallecer que ser cansinos en la oración pidiendo a Dios que cumpla nuestra voluntad.

No desfallecer es de orantes, de los que confían y se ponen en manos de Dios, buscando su voluntad. Dejar que la oración toque y transforme nuestra vida es distinto de pedir a Dios cosas para que nos las conceda, convencidos de que cuantas más veces lo hacemos más probabilidades tenemos de lograrlo.

Lucas, el evangelista que nos presenta a Jesús como el gran orante, se vale de dos personajes muy definidos para enseñar esta actitud a las primeras comunidades cristianas.

Un juez, persona de autoridad en el pueblo, al que describe de modo muy  significativo. En tiempos de Jesús, los ejes sobre los que se asienta el comportamiento humano son Dios y los demás, el amor, el respeto o la importancia que cada persona da a ellos la definen. Al decirnos que a este juez no le importan ni Dios ni los hombres, nos está destacando la “calaña” del juez. Una persona terrible, sin principios, al margen de toda ley y al margen de todos.

Una viuda, que en ese momento era, junto con los huérfanos, el prototipo de la persona pobre, que no tiene quien la defienda, de la que muchos otros, sin escrúpulos, suelen abusar. Ya los profetas hacen llamadas a defenderlas.  Y esta mujer pide justicia a un hombre injusto el juez, que al final cede y le imparte justicia. No por compromiso ético, sino para que le deje en paz.

Cuando la gente escuchara a Jesús y entendiera que los ruegos de una mujer, que no es nada en la sociedad, conmueven el corazón de un juez sin principios, entenderían más claramente que nuestros pobres ruegos llegan al corazón de Dios.

Sorprende a la gente de entonces, y a nosotros hoy, el que un juez injusto le haga justicia. Evidentemente este juez no es imagen de Dios. No tenemos que “ganarnos” el corazón de Dios a fuerza de insistir. Esa imagen está muy lejos de Abbá que nos presenta Jesús como Buena Noticia.

Por eso la pregunta es muy importante, y marca la distancia entre lo que dice y hace el juez y el modo de actuar de Dios. ¿Es que Dios no hará justicia… o nos dará largas? Dios es justicia y está preparado para hacerla pronto. Pero no es lo mismo hacer justicia que hacer lo que nosotros queremos y a nuestro ritmo.

Las primeras comunidades cristianas viven en medio de muchas dificultades y persecuciones y su tentación es que Dios les saque de ellas, y lo haga ya. Les parecía que Dios no les escuchaba y la tentación del desanimo y el abandono de la fe y de la comunidad, estaban presentes.

Ante esta tentación, que nos lleva a pensar que Dios es un juez que no atiende a todos, Jesús nos invita a cambiar nuestra mirada y descubrir el auténtico ser de Dios. A descubrir que muchas veces la justicia que Dios quiere queda interrumpida por nuestro comportamiento injusto, que estamos siendo un obstáculo a la justicia de Dios

Orar sin desfallecer y con fe es abrirnos a la justicia de Dios y descubrir mi responsabilidad y la parte que me toca en aquello que estoy pidiendo.

No basta con insistir pidiendo a Dios que conceda la paz y la justicia a nuestro mundo, si nos somos, allí donde estamos y con todas nuestras posibilidades, constructores de paz y de justicia. La paz y la justicia que, en la oración, el Espíritu del Señor infunde en nuestros corazones. Construir el reino es trabajar en la línea de la justicia de Dios.

El evangelio de hoy, así como empezaba enmarcándolo todo para que supiéramos que estábamos escuchando, termina sorprendentemente con una pregunta abierta, para la que no tenemos una contestación rápida. La segunda venida de Jesús era algo esperado como inminente por los primeros cristianos, como nos dicen en diversas ocasiones los evangelios.  En ella se cifran muchas veces el triunfo de la justicia de Dios. Pero Lucas nos plantea, en este momento, el Hijo del Hombre ¿encontrará esta fe en la tierra? ¿Seremos capaces de perseverar hasta el final? ¿Nos mantendremos en la oración como la viuda?

Que este domingo nos ayude a renovar nuestra fe y  nuestra oración.

Mª Guadalupe Labrador Encinas fmmdp

Fuente Fe Adulta

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¿Orar todavía?

Domingo, 20 de octubre de 2019
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Manos_Oracion_JillCC-BY-SA-2_0_Flickr_120315-300x167Domingo XXIX del Tiempo Ordinario 

20 octubre 2019

Lc 18, 1-8

No podemos saber con certeza si este relato –la parábola del “juez inicuo”– salió de los labios de Jesús o, por el contrario, con mayor probabilidad –se trata de un texto que no aparece en los otros evangelios–, fue una creación de Lucas, en su interés catequético por insistir en la necesidad de orar incesantemente.

          Sea como fuere, no se podía haber elegido una comparación más desafortunada, al comparar a Dios con un juez sin escrúpulos, que cede únicamente para que dejen de importunarlo.

        Parece claro que, a medida que crece en consciencia, el ser humano se ve llevado a desechar la llamada “oración de petición”. Y ello no desde una actitud arrogante, sino gracias a una mayor comprensión de lo que se halla en juego.

          La oración de petición yerra en dos sentidos: por un lado, falsea la imagen de Dios, al dar por supuesto que podría portarse mejor de lo que lo hace y, por otro, nos mantiene en el engaño acerca de nuestra verdadera identidad.

          Esa forma de oración –y más allá de la intención del orante–, transmite la imagen de un Dios avaro de sus dones, un tanto arbitrario e incluso caprichoso a la hora de otorgarlos, a la vez que insensible –como el juez de la parábola–, ya que necesita que se le insista incesantemente para conseguir que doblegue su voluntad. ¿Qué dios sería ese, sino una mera proyección antropomórfica, fruto de una mente infantil?

          Pero hay más. Esa forma de oración identifica al orante como carencia, que necesita “algo” de fuera que lo complete: orar, desde esta perspectiva, significa implorar todo aquello que podría liberarnos de la carencia, otorgándonos un estado de mayor bienestar. Es innegable que la persona en la que nos experimentamos es sumamente frágil y vulnerable, pero es un error tomarla como si fuera nuestra identidad. Somos plenitud. Y lo único que necesitamos es tomar consciencia de ello, de una forma experiencial, para vivirnos en coherencia con lo que somos.

          Con este planteamiento, ¿deja de tener sentido la oración? Si se refiere a la oración de petición, la respuesta solo puede ser afirmativa. Sin embargo, ello no significa dejar de vivir otras actitudes orantes como el sobrecogimiento, la admiración, la gratitud y, sobre todo, el Silencio.

          La oración va tomando la forma de alineamiento con lo real, de unificación con la Vida –“Que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”–, hasta comprender que somos uno con ella. Hemos comprendido que el Dios al que nos dirigíamos no es un Ente separado, sino el Fondo último de todo lo real, también de nosotros mismos.

          Al comprenderlo, la oración se torna silencio contemplativo que nos conduce desde el estado mental –que nos identificaba con el yo separado– hasta el estado de presencia, en el que nos descubrimos como plenitud.

¿Qué “oración” vivo?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No sé si hacen falta funcionarios en las curias y en los entramados episcopales, lo que hace falta es evangelio, el evangelio de la misericordia

Domingo, 20 de octubre de 2019
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índiceDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

DOMUND / MISIONES

  1. Eu – angelion: buena – noticia.

         Si a nosotros, cristianos-católicos, (sobre todo cristianos-católicos del ámbito hispano de los últimos 30 años, más o menos) nos observaran y analizaran “desde afuera” gentes de otras religiones (o simplemente no creyentes), ¿qué dirían acerca del cristianismo? ¿Nos verían como quienes viven serena y gozosamente una buena noticia, el evangelio? ¿O más bien nos verían como quienes andamos siempre barajando –y polemizando- tres o cuatro cosas de tipo moral y eclesiástico?

         El mismo Francisco detecta este estado de cosas cuando decía en una entrevista que:

No podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Yo no he hablado mucho de estas cuestiones … no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar.[1]

El Evangelio es amable, sanante, salvífico para nuestra vida. El habitat evangélico y eclesial es “un hospital de campaña tras una batalla. Lo que la Iglesia necesita con urgencia es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones”.[2]

         Heridas tenemos muchas en la vida. Cada cual podemos diagnosticarnos nuestras heridas:

Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida. Miguel Hernández (1910-1942)

  1. Misionar no es adoctrinar

         Todavía perviven entre nosotros, en nuestras tramoyas eclesiásticas modos y maneras doctrinarias y de fanatismos.

¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas.[3]

         Evangelizar es ante todo, curar heridas. Si un misionero diera una conferencia en Guinea Ecuatorial o en el Altiplano boliviano sobre lo pernicioso que es el colesterol, tendría “toda la razón” del mundo, pero sería algo perfectamente insensato. ¡Pero no ves que los niños y la gente se están muriendo de hambre, de malaria y de pena!

         ¿Para qué tanta precisión teorizante, tanto “filioque” si la gente entre nosotros no tiene ganas de vivir, se suicida, sufre angustia, está en paro, etc.?

Los ministros de la Iglesia deben ser, ante todo, ministros de misericordia … a las personas hay que acompañarlas, las heridas necesitan curación … ¿Cómo estamos tratando al pueblo de Dios? Los ministros de la Iglesia tienen que ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo. Dios es más grande que el pecado.[4]

         Volvamos al Evangelio. Sintamos el alivio, la misericordia de Dios en nuestro interior.

A lo mejor a alguien le pueda parecer algo heterodoxa la expresión, pero en ocasiones y situaciones hay que echar mano de ella: si lo eclesiástico te ha hecho daño, descansa en el Evangelio. ¡Estos modos eclesiásticos cansan tanto en la vida! Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviare. (Mt 11,28).

  1. Evangelio de misericordia. Ser misionero.

         En el papa Francisco llama la atención y alivian las frecuentes alusiones que hace al Evangelio de misericordia, a ser misericordiosos. El evangelio solamente será tal si es bondad y amabilidad. Incluso el confesonario, no es una sala de tortura, sino aquel lugar de misericordia.[5]

         Ser misionero, catequista, servir en la Iglesia no es mantener el orden público, sino transmitir la bondad de Dios.

Los ministros del Evangelio deben ser personas capaces de caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche, de saber dialogar e incluso descender a su noche … El pueblo de Dios necesita pastores y no funcionarios “clérigos de despacho”.[6]

         Yo no sé si hacen falta funcionarios en las curias y en los entramados episcopales, lo que hace falta es evangelio, el evangelio de la misericordia. Y en el cristianismo, para sentirse querido “no hay que pasar por ventanilla”.

         Posiblemente a muchos de nosotros, el momento actual de Francisco nos ayude a recuperar el Evangelio de JesuCristo.

  1. Solidaridad con las iglesias.

         Con frecuencia evocamos y oramos por las misiones en nuestra Eucaristía. Seamos solidarios en la fe con tantas comunidades extendidas por toda la tierra:

Pobres comunidades africanas atendidas por un catequista nativo africano. Estas comunidades no tienen sacerdotes, pero tienen evangelio y fe. Comunidades en Latinoamérica alentadas por el espíritu de un modo eclesial vivido desde los pobres, (Teología de la Liberación) con el testimonio de tantos mártires. Comunidades del -para nosotros- lejano mundo oriental en cuyas tradiciones y religiones hay semillas de  la Palabra

Son hermanos nuestros en la fe y en la esperanza. En este día misional seamos solidarios en la fe y en la caridad.

  1. Gracias por el evangelio y la fe

         En este día misional nos hará bien evocar agradecidamente, recordar a quienes nos han transmitido el evangelio y han sembrado en nosotros la semilla de la fe: nuestros padres, algunos nobles sacerdotes, quizás alguna catequista, algún buen profesor, etc.

Las dos actitudes son valiosas y amables: el agradecimiento y la fe en el evangelio.

Gracias a nuestros mayores que sembraron la semilla lo mejor que supieron y pudieron. Nosotros hemos sido tierra lo más noble que hemos podido. Alguna piedra habrá en nuestro campo, alguna mala hierba – cizaña, pero sin duda que hemos procurado hemos sido tierra noble. El evangelio -la Palabra- ha iluminado e ilumina nuestras vidas. A lo largo de nuestra vida, en muchas situaciones a veces normales, en ocasiones difíciles: opciones, enfermedades, muertes, etc. el Evangelio nos ha dado luz, nos ha liberado, ha dado sentido a nuestra vida.

06     Y ¿hoy en día?

Tal vez hoy en día la misión, “las misiones” las tenemos en casa. Ya en nuestra misma diócesis se bautizan menos del 50% de los que nacen. Ha descendido mucho el número de niños que hacen la primera comunión, igual que ha bajado el número de adolescentes-jóvenes que se confirman La descristianización es profunda, si nos tapamos los ojos y no  somos sinceros en nuestros planteamientos pastorales, al menos seámoslo en el diagnóstico.

Estamos viendo ya cómo están viniendo a nosotros cristianos de otras latitudes. Las varias Iglesias evangélicas que hay en nuestra ciudad de San Sebastián están llenas de cristianos provenientes de Latinoamérica. Las dos comunidades ortodoxas entre nosotros son de proveniencia rumana y del patriarcado de Serbia: ucranianos, rusos, etc. Están viniendo a algunas diócesis sacerdotes polacos, rumanos y de Latinoamérica.

Los clásicos decían que bonum est diffusivum sui: el bien tiende a difundirse. Es decir: lo que para nosotros es bueno, tratamos de comunicarlo, enseñarlo. Hoy en día la pregunta de fondo es si el evangelio ya no es un bien a comunicar a los demás.

Habremos de emprender una nueva evangelización.

  • o Los padres evangelizan a sus hijos con los esquemas de vida en que se desarrolla la vida familiar, con los criterios que barajamos a la hora de escoger un colegio – ikastola para los niños y cuando éstos ya van avanzando en edad, ¿qué criterios se siguen a la hora de escoger una carrera?
  • o Evangelizar en los colegios y catequesis. ¿Llegan los colegios realmente a evangelizar? Cuando se dice que los niños-adolescentes pasan muchos años en el colegio, es verdad: un niño puede pasarse 18 años “sentado en un pupitre” en un colegio católico, pero no parece que eso signifique que salgan cristianos de las aulas. Los muchachos de los colegios católicos no duran en el ámbito cristiano más, que los que pasan por las aulas de los colegios laicos e institutos. No pocas de las “primeras comuniones” de muchos niños, son casi la “ultima”.

         Posiblemente la evangelización no es cuestión de masas sino algo más humilde y personal y ya no contarán tanto los números de la cristiandad, sino la sencillez de los pequeños grupos. La cristiandad que hemos conocido previsiblemente no va a volver por más que nos resistamos numantinamente. Eso es una nostalgia que tiene que ver más con el poder que vamos perdiendo que con la siembra evangélica.

         Sembrar es noble y callado.

Una convivencia bien llevada, una vida familiar amable y austera es sembrar. Una clase bien preparada y dada lo mejor posible, es evangelizar. Inyectar criterios evangélicos en la estructura de un plan de educación es misionar.

Id por todo el mundo y predicad el evangelio de la bondad de Dios

[1] Francisco, Busquemos ser una  Iglesia que encuentra caminos nuevos. Entrevista de Antonio Spadaro, director de Civiltà Cattolica, Quaderno N° 3918 del 19/09/2013 – (Civ. Catt. III 449-552 )En español: Razón y Fe, pp 14-15).

[2] Ibid, ‘ 13.

[3] Ibid, p 13.

[4] Ibid, p 13

[5] Ibid, p 14.

[6] Ibid, p 13.

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Henry Sias podría hacer historia como el primer juez trans de EE.UU.

Sábado, 23 de marzo de 2019
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henry-sias-podria-hacer-historia-como-el-primer-juez-trans-de-los-eeuuHenry Sias está en la carrera para ser juez en Filadelfia, una elección que podría convertirlo en el primer juez trans en los Estados Unidos.

El graduado de la Facultad de Derecho de Yale ha estado trabajando como abogado de defensa penal y derechos civiles en Filadelfia, donde también se desempeña como Comisionado de la Comisión de Asuntos LGBTQ de Pennsylvania.

El abogado de 42 años de edad quiere continuar sirviendo a la comunidad como juez en el Tribunal de Causas Comunes de Filadelfia.

Anteriormente, Sias presentó una candidatura infructuosa para el banquillo en 2017, pero no ha perdido la esperanza de hacer historia. “Me presento como juez porque sé lo que es ser marginado y privado de derechos”, dijo Sias en su video de campaña presentándose a los votantes potenciales. “Al crecer, no tenía ninguna esperanza de que alguien como yo fuera tratado justamente. Pero los hombres como yo, los trans, no se supone que sean visibles. Nunca hemos ganado una elección para un cargo estatal o federal, y mucho menos para juzgar”, agregó Sias.

Hasta ahora en los Estados Unidos, ha habido dos mujeres transgénero que han servido en un tribunal: Phyllis Frye, la jueza de la Corte Municipal de Houston, la primera jueza abiertamente transgénero designada en los Estados Unidos, y Victoria Kolakowski, la jueza de la Corte Superior del Condado de Alameda, la primera jueza abiertamente transgénero que ha sido elegida para el tribunal.

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En el vídeo de su campaña, Sias describió su transición como el momento en que “se convirtió en su verdadero yo”. Dijo: “Hasta los 35 años viví como una mujer. Crecí pobre, criado por una madre soltera en una vivienda de bajos ingresos. Trabajé duro y fui a la Facultad de Derecho de Yale. Intenté ser lo que todos querían que fuera. Pero sabía que si quería vivir con integridad, tenía que vivir como realmente soy. Me cambié el nombre a Henry, me convertí en mi verdadero yo.”

Sias, que ha estado casado con su esposa Carey desde 2013, dijo que ha dedicado su carrera “a asegurarse de que el sistema de justicia funcione para todos”.

La votación primaria en la elección se lleva a cabo el 21 de mayo, antes de las elecciones generales del 5 de noviembre.

Como se describe en Philadelphia Gay News, otros dos candidatos para competir por uno de los seis puestos actualmente disponibles son miembros de la comunidad LGBT+: la abogada abiertamente lesbiana Tiffany Palmer, quien es una defensora de las familias LGBT+, y el abogado abiertamente gay Wade Albert.

Fuente Pink News

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“El amor de los que sufren”. 29 Tiempo ordinario – C (Lucas 18,1-8)

Domingo, 16 de octubre de 2016
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29-to-600x638La parábola de la viuda y el juez sin escrúpulos es, como tantos otros, un relato abierto que puede suscitar en los oyentes diferentes resonancias. Según Lucas, es una llamada a orar sin desanimarse, pero es también una invitación a confiar en que Dios hará justicia a quienes le gritan día y noche. ¿Qué resonancia puede tener hoy en nosotros este relato dramático que nos recuerda a tantas víctimas abandonadas injustamente a su suerte?

En la tradición bíblica la viuda es símbolo por excelencia de la persona que vive sola y desamparada. Esta mujer no tiene marido ni hijos que la defiendan. No cuenta con apoyos ni recomendaciones. Solo tiene adversarios que abusan de ella, y un juez sin religión ni conciencia al que no le importa el sufrimiento de nadie.

Lo que pide la mujer no es un capricho. Solo reclama justicia. Esta es su protesta repetida con firmeza ante el juez: «Hazme justicia». Su petición es la de todos los oprimidos injustamente. Un grito que está en la línea de lo que decía Jesús a los suyos: «Buscad el reino de Dios y su justicia».

Es cierto que Dios tiene la última palabra y hará justicia a quienes le gritan día y noche. Esta es la esperanza que ha encendido en nosotros Cristo, resucitado por el Padre de una muerte injusta. Pero, mientras llega esa hora, el clamor de quienes viven gritando sin que nadie escuche su grito, no cesa.

Para una gran mayoría de la humanidad la vida es una interminable noche de espera. Las religiones predican salvación. El cristianismo proclama la victoria del Amor de Dios encarnado en Jesús crucificado. Mientras tanto, millones de seres humanos solo experimentan la dureza de sus hermanos y el silencio de Dios. Y, muchas veces, somos los mismos creyentes quienes ocultamos su rostro de Padre velándolo con nuestro egoísmo religioso.

¿Por qué nuestra comunicación con Dios no nos hace escuchar por fin el clamor de los que sufren injustamente y nos gritan de mil formas: «Hacednos justicia»? Si, al orar, nos encontramos de verdad con Dios, ¿cómo no somos capaces de escuchar con más fuerza las exigencias de justicia que llegan hasta su corazón de Padre?

La parábola nos interpela a todos los creyentes. ¿Seguiremos alimentando nuestras devociones privadas olvidando a quienes viven sufriendo? ¿Continuaremos orando a Dios para ponerlo al servicio de nuestros intereses, sin que nos importen mucho las injusticias que hay en el mundo? ¿Y si orar fuese precisamente olvidarnos de nosotros y buscar con Dios un mundo más justo para todos?

José Antonio Pagola

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Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan

Domingo, 16 de octubre de 2016
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54-ordinarioc29-cerezoLeído en Koinonia:

Éxodo 17,8-13: Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel.
Salmo responsorial: 120: El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
2Timoteo 3, 14-4, 2: El hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena.
Lucas 18, 1-8: Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: “Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.

En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario.”

Por algún tiempo se llegó, pero después se dijo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.””

Y el Señor añadió: “Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”

Jesús propuso esta parábola para invitar a sus discípulos a no desanimarse en su intento de implantar el reinado de Dios en el mundo. Para ello, además de trabajar duro, deberán ser constantes en la oración, como la viuda lo fue en pedir justicia hasta ser oída por aquél juez que hacía oídos sordos a su súplica. Su constancia, rayana en la pesadez, llevó al juez a hacer justicia a la viuda, liberándose de este modo de ser importunado por ella.

Esta parábola del evangelio tiene un final feliz, como tantas otras, aunque no siempre suele suceder así en la vida. Porque, ¿cuánta gente muere sin que se le haga justicia, a pesar de haber estado de por vida suplicando al Dios del cielo? ¿Cuántos mártires esperaron en vano la intervención divina en el momento de su ajusticiamiento? ¿Cuántos pobres luchan por sobrevivir sin que nadie les haga justicia? ¿Cuántos creyentes se preguntan hasta cuándo va a durar el silencio de Dios, cuándo va a intervenir en este mundo de desorden e injusticia legalizada? ¿Cómo permite el Dios de la paz y el amor esas guerras tan sangrientas y crueles, el demencial armamento militar, el derroche de recursos que destruyen el medio ambiente, el hambre, la desigualdad creciente entre países y entre ciudadanos?

En medio de tanto sufrimiento, al creyente le resulta cada vez más difícil orar, entrar en diálogo con ese Dios a quien Jesús llama “padre”, para pedirle que “venga a nosotros tu reinado”. Desde la noche oscura de ese mundo, desde la injusticia estructural, resulta cada día más duro creer en ese Dios presentado como omnipresente y omnipotente, justiciero y vengador del opresor.

O tal vez haya que cancelar para siempre esa imagen de Dios a la que dan poca base las páginas evangélicas. Porque, leyéndolas, da la impresión de que Dios no es ni omnipotente ni impasible –al menos no ejerce como tal-, sino débil, sufriente, “padeciente”; el Dios cristiano se revela más dando la vida que imponiendo una determinada conducta a los humanos; marcha en la lucha reprimida y frustrada de sus pobres, y no a la cabeza de los poderosos.

El cristiano, consciente de la compañía de Dios en su camino hacia la justicia y la fraternidad, no debe desfallecer, sino insistir en la oración, pidiendo fuerza para perseverar hasta implantar su reinado en un mundo donde dominan otros señores. Sólo la oración lo mantendrá en esperanza.

No andamos dejados de la mano de Dios. Por la oración sabemos que Dios está con nosotros. Y esto nos debe bastar para seguir insistiendo sin desfallecer. Lo importante es la constancia, la tenacidad. Moisés tuvo esa experiencia. Mientras oraba, con las manos elevadas en lo alto del monte, Josué ganaba en la batalla; cuando las bajaba, esto es, cuando dejaba de orar, los amalecitas, sus adversarios, vencían. Los compañeros de Moisés, conscientes de la eficacia de la oración, le ayudaron a no desfallecer, sosteniéndole los brazos para que no dejase de orar. Y así estuvo –con los brazos alzados, esto es, orando insistentemente-, hasta que Josué venció a los amalecitas. De modo ingenuo se resalta en este texto la importancia de permanecer en oración, de insistir ante Dios.

En la segunda lectura Pablo también recomienda a Timoteo ser constante, permaneciendo en lo aprendido en las Sagradas Escrituras, de donde se obtiene la verdadera sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. El encuentro del cristiano con Dios debe realizarse a través de la Escritura, útil para enseñar, reprender, corregir y educar en la virtud. De este modo estaremos equipados para realizar toda obra buena. El cristiano debe proclamar esta palabra, insistiendo a tiempo y a destiempo, reprendiendo y reprochando a quien no la tenga en cuenta, exhortando a todos, con paciencia y con la finalidad de instruir en el verdadero camino que se nos muestra en ella. Leer más…

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Dom 16.10.16. Viuda (¿iglesia?) indignada: El poder de los impotentes

Domingo, 16 de octubre de 2016
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 29 Tiempo ordinario. Ciclo C. Lc 18, 1-8. En una de las páginas más hondas de la filosofía del siglo XX (Totalidad e Infinito), E. Levinas, judío curtido en opresiones, nos habló de la eficacia del “rostro suplicante”, es decir, del argumento de los indignados que gritan con su rostro, exigiendo justicia.

El mayor poder del mundo no es la Bomba, ni el Gran Capital, ni un Estado pretendidamente soberano, ni una Iglesia triunfante, sino el rostro impotente del huérfano, la viuda y extranjero…, el rostro que sufre y se indigna, que mira y suplica, pues lleva en el fondo toda la energía de Dios ; éste es el poder más hondo, el grito de los indignados.

En esa línea se sitúa hoy el testimonio de la viuda del evangelio, sin más ley ni derecho que su rostro indignado y su grito suplicante para exigir justicia, siendo así capaz de cambiar incluso al juez inicuo.

14718708_665266803650515_7437983696970535053_nLas viudas son para la Biblia judía y cristiana el prototipo de los necesitados: Son personas sin derechos familiares, sin padre que pueda acogerlas en su casa, sin marido que les ofrezca protección, sin hijos que puedan defenderlas.

Éstas son las viudas, es decir, las mujeres en estado puro, dentro de una sociedad donde el único derecho es la fuerza de los hombres. Pues bien, por encima de ese derecho de la fuerza está el grito de las viudas, de los huérfanos y extranjeros indignados, pidiendo justicia.

Las mujeres viudas se concebían entonces (en el AT, en el tiempo de Jesús) como un bien mostrenco, bajo la amenaza económica, social y sexual de los hombres, bajo el riesgo de ser utilizadas, vendidas, sometidas. Pues bien, tradición bíblica las vincula, en el corazón del Pentateuco y en los profetas, con los huérfanos (niños sin protección) y con los extranjeros (hombres y/o mujeres sin amparo legal).

14705807_664766247033904_845131620558345362_nEl grito indignado y exigente de viudas, huérfanos y extranjeros constituye el más hondo de todos los poderes, como sabe el AT, como sabe el evanelio de hoy. Desde ese fondo quiero ofrecer primero una visión general del AT, para detenerme después en el evangelio de este día, la viuda suplicante. Buen domingo.

Imágenes: 1-2. Dos versiones del cuadro famoso del grito, de Edvard Munch (1863-1944), que pueden ayudarnos a entender el tema (con viuda, con huérfano).

Imágenes 3-4: Unamuno se refugia en el coche,en Salamanca, tras el discurso académico/político de protesta (12.10.1936), en contra de la guerra, pidiendo que nadie venciera… sino que convencieran. A su lado (¿a favor, en contra?) el obispo Plá i Deniel, con falangistas dispuestos a lincharle. Muere a los pocos días, queda su grito indignado, ochenta años después.

ANTIGUO TESTAMENTO. HUÉRFANOS, VIUDAS Y EXTRANJEROS

La Biblia Antigua ha condensado las obras de misericordia en la ayuda a esos tres tipos de personas, que habían aparecido en los profetas, y que anticipan el mensaje de Lc 4, 18-19 y Mt 25, 31-46.

El cuerpo de la ley protegía ante todo a los connacionales fuertes, mientras los otros (huérfanos, viudas y extranjeros) parecían abandonados a sí mismos, sin el patrocinio del conjunto social.

— Pues bien, para proteger a huérfanos, viudas y extranjeros ha elaborado el AT una norma religiosa de misericordia, que aparecía ya en Is 1, 17 (huérfanos y viudas) y en Jer 7, 6 (forasteros, huérfanos y viudas), la norma y principio del grito indignado.

‒ Viuda (‘almanah) era una mujer sin protección y ayuda de marido, sea porque ha muerto o le ha dejado, quedando así sola, sin padres, hermanos o parientes que la cuiden. En aquel contexto patriarcal violento era difícil vivir como viuda, pues sin casa (padre o marido) una mujer se hacía prostituta o se hallaba en riesgo de ser utilizada. En ese contexto se sitúa la ley del levirato (Dt 25,5-10): el hermano o pariente más cercano del marido muerto debía ocuparse de la viuda (cf. Gen 38; Rut 4), pero en muchos casos no había tal pariente.

‒ Huérfano (yatom) es el niño o menor sin familia ni protección jurídica y/o social, a merced del capricho o prepotencia de otros. La tradición israelita ha unido a huérfanos y viudas, haciéndoles objeto de cuidado especial por parte del resto de la sociedad (cf. Is 1,23; Jer 49,1; Job 22,9; 24,3; Lam 5,3). Yahvé aparece así como Padre de huérfanos a quienes protege y como juez (dayan) de viudas (Sal 68,6), a quienes defiende, dando ese encargo a todos los creyentes.

‒ Extranjeros o gerim. Son los que residen (gur) en Israel, pero sin formar parte de la institución sagrada de las tribus, ni estar integrados en la estructura económico/social y religiosa del pueblo. No están protegidos por la alianza de Israel, y así constituyen una categoría especial, con riesgo de ser expulsados (cf. Esdras-Nehemías). Pues bien, en contra de eso, les protegen las leyes más sagradas la Biblia, las proto-leyes de la misericordia y hospitalidad.

Uno de los textos legales más antiguos de la Biblia, el dodecálogo de Siquem (Dt 27,15-26), formula de manera radical esta exigencia de misericordia, expresada en tres obras de ayuda.

¡Maldito quien defraude en su derecho al forastero, huérfano y viuda!
¡Y todo el pueblo responda: así sea! (Dt 27,19)

Esta maldición interpreta el derecho (mishpat) como misericordia, ayuda a los excluidos, en un gesto solemne, presidido por levitas que proclaman la ley suprema, mientras el pueblo, reunido en asamblea (cf. Dt 27,1.9), responde ‘amen, así sea. Esta defensa de los oprimidos no ha entrado en los decálogos estrictos de Ex 20 y Dt 5 (con su legislación oficial), pero constituye el derecho fundante de Israel: no cree en Dios (no puede responder amén) quien no cumpla esta exigencia. El esa línea se sitúa el Código de la Alianza (Ex 20, 22‒23, 19), incluido tras el decálogo del Sinaí (Ex 19-24), con leyes antiguas (del siglo IX-VIII a.C.) de tipo social, criminal, económico y cultual:

No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis en Egipto. No explotarás a la viuda y al huérfano, porque si ellos gritan a mí yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, y quedarán viudas vuestras mujeres y huérfanos vuestros hijos (Ex 22, 20-22).

Este recuerdo del origen social israelita (¡fuiste ger o extranjero!) fundamenta su moral y la edifica sobre la solidaridad con los oprimidos: Dios tuvo misericordia de los hebreos en Egipto; ahora son ellos los que deben imitarle, protegiendo a extranjeros, huérfanos y viudas. Si alguien les explota ellos pueden gritar y Dios les oye.

En esa línea avanza el cuerpo doctrinal del Deuteronomio (Dt 12-26), que recoge y sistematiza (en el VII a.C.) esas leyes, en línea de fiesta y comida

Celebrarás (la fiesta) ante Yahvé, tu Dios, tú y tus hijos y tus hijas y tus siervos y tus siervas, y el levita que está junto a tus puertas, y el extranjero, huérfano y viuda que viva entre los tuyos, en el lugar que Yahvé tu Dios elija para que more allí su nombre. Recuerda que fuiste siervo de Egipto; guarda y cumple todos estos preceptos (Dt 16, 11-12).

Junto al huérfano/viuda/extranjero, esta ley incluye a siervos y siervas, criados o esclavos, igual que a los levitas que carecen de propiedad para organizar las fiestas sagradas, que debían celebrarse en Jerusalén. Todos han de participar en ellas. En ese contexto se formula la ley sobre el rebusco:

Cuando siegues la mies de tu campo… no recojas la gavilla olvidada; déjasela al extranjero, al huérfano y a la viuda, y te bendecirá Yahvé tu Dios en todas las tareas de tus manos. Cuando varees tu olivar… Cuando vendimies tu viña no rebusques los racimos; déjaselos al extranjero, al huérfano y a la viuda; recuerda que fuiste esclavo en Egipto (Dt 24, 19-22).

Yahvé, que ha empezado siendo un Dios de esclavos, se ocupa de los nuevos oprimidos: huérfanos, viudas, extranjeros. Por eso, frente a la codicia de los propietarios, el Deuteronomio apela al derecho de los desposeídos. Poderosa es la voz del pobre (´ani, ´ebyon), que clama a Yahvé (cf. 24, 14-15); por eso hay que ayudarle.


EL GRITO INDIGNADO DE LA VIUDA SUPLICANTE. EVANGELIO DE LUCAS

He presentado el tema de las viudas (con los huérfanos y extranjeros) desde la perspectiva de la voz suplicante. Las viudas aparecen sometidas a la arbitrariedad de los poderosos, pero tienen una voz que llega hasta Dios. Ellas aparecen de un modo especial en el evangelio de Lucas, que seguimos leyendo este domingo:

Está la viuda del nacimiento de Jesús (Lc 2, 37);
Está la viuda y madre del hijo muerto de Naím (Lc 7, 12);
Está la viuda que da todo lo que tiene, la mejor cristiana (Lc 21, 2-3).
Hoy está la viuda suplicante, la del grito que todo lo consgue (Lc 18, 1-8).

En contra de los que piensan que no merece la pena salir a la calle y gritar (en plano social y religioso, político y eclesial) habla este evangelio, que nos sitúa ante el grito de la viuda, capaz de cambiar el orden injusto del sistema. Leer más…

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“Oración, fin del mundo e injusticia”. Domingo 29 Ciclo C

Domingo, 16 de octubre de 2016
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maxresdefaultDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

Un enfoque distinto de la oración

Los cristianos para los que Lucas escribió su evangelio no estaban muy acostumbrados a rezar, quizá porque la mayoría de ellos eran paganos recién convertidos. Igual que muchos cristianos actuales, sólo se acordaban de santa Bárbara cuando truena. Lucas se esforzó por inculcarles la importancia de la oración: les presentó a Isabel, María, los ángeles, Zacarías, Simeón, pronunciando las más diversas formas de alabanza y acción de gracias; y, sobre todo, a Jesús retirándose a solas para rezar en todos los momentos importantes de su vida.

            El comienzo del evangelio de este domingo (Lucas 18, 1-8) parece formar parte de la misma tendencia: “En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola”. Sin embargo, el final nos depara una gran sorpresa.

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola:

            ‒ Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle:

            ‒ Hazme justicia frente a mi adversario.

            Por algún tiempo se negó, pero después se dijo:

            ‒ Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.

            Y el Señor añadió:

            ‒ Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios…

Interrumpe la lectura y pregúntate cuál sería el final lógico. Probablemente éste: Pues Dios, ¿no escuchará a los quienes le suplican continuamente, sin desanimarse?

Sin embargo, no es así como termina la parábola de Jesús, sino con estas palabras:

            Pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar.

El acento se ha desplazado al tema de la justicia, a una comunidad angustiada que pide a Dios que la salve. No se trata de pedir cualquier cosa, aunque sea buena, ni de alabar o agradecer. Es la oración que se realiza en medio de una crisis muy grave.

Los elegidos que gritan día y noche

Recordemos que Lucas escribe su evangelio entre los años 80-90 del siglo I. Algunas fechas ayudan a comprender mejor el texto.

Año 62: Asesinato de Santiago, hermano del Señor.

Año 64: Nerón incendia Roma. Culpa a los cristianos y más tarde tiene una persecución en la que mueren, entre otros muchos, según la tradición, Pedro y Pablo.

Año 66: los judíos se rebelan contra Roma. La comunidad cristiana de Jerusalén, en desacuerdo con la rebelión y la guerra, huye a Pella.

Año 70: los romanos conquistan Jerusalén y destruyen el templo.

Año 81: sube al trono Domiciano, que persigue cruelmente a los cristianos y promulga la siguiente ley: “Que ningún cristiano, una vez traído ante un tribunal, quede exento de castigo sin que renuncie a su religión”.

En este contexto de angustia y persecución se explica muy bien que la comunidad grite a Dios día y noche, y que la parábola prometa que Dios le hará justicia frente a las injusticias de sus perseguidores.

Sin embargo, Lucas termina con una frase desconcertante: Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?

La venida del Hijo del Hombre

¿A qué viene esta referencia al momento final de la historia, que parece fuera de sitio? Para comprenderla conviene leer el largo discurso de Jesús que sitúa Lucas inmediatamente antes de la parábola de la viuda y el juez (Lc 17,20-37). Algunos pasajes de ese discurso parecen escritos teniendo en cuenta lo ocurrido el año 79, cuando el Vesubio entró en erupción arrasando las ciudades de Pompeya y Herculano. Muchos cristianos debieron ver este hecho como un signo precursor del fin del mundo y de la vuelta de Jesús. Ese mismo tema lo recoge Lucas al final de la parábola para relacionar la oración en medio de las persecuciones con la segunda venida de Jesús.

La fe de una oración perseverante

El tema de la vuelta del Señor es esencial para entender el evangelio de Lucas, aunque subraya que nadie sabe el día ni la hora, y que es absurdo perderse en cálculos inútiles. Lo importante es que el cristiano no pierda de vista el futuro, la meta final de la historia, que culminará con la vuelta de Jesús y el final de las persecuciones injustas.

Pero esa no era entonces la actitud habitual de los cristianos, ni tampoco ahora. Lo habitual es vivir el presente, sin pensar en el futuro, y mucho menos en el futuro definitivo, que nos resulta, hoy día, mucho más lejano que a los hombres del siglo I.

Eso es lo que quiere evitar el evangelio cuando termina desafiándonos: Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? Que nuestra fe no se limite a cinco minutos o a un comentario, sino que nos impulse a clamar a Dios día y noche.

* * *

La primera lectura, tomada del libro del Éxodo (17, 8-13), propone las mismas ideas aunque de forma que a muchos puede resultar políticamente incorrecta. Los amalecitas, un pueblo nómada, atacaban a menudo a los israelitas durante su peregrinación por el desierto hacia la Tierra Prometida. Una persecución parecida a la que sufrieron los cristianos por parte de Roma. Pero Moisés no espera que Dios intervenga para salvarlos; ordena a Josué que los ataque. Lo interesante del relato es que mientras Moisés mantiene las manos en alto, en gesto de oración, los israelitas vencen; cuando las baja, son derrotados. Pero a los judíos nunca le faltan ideas prácticas para solucionar el problema. Lee el texto.

            En aquellos días, Amalec vino y atacó a los israelitas en Rafidín. Moisés dijo a Josué:

            ‒ Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón maravilloso de Dios en la mano.

            Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; mientras Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte. Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía baja, vencía Amalec. Y, como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su tropa, a filo de espada.

Este texto se ha elegido porque va en la línea de orar siempre sin desanimarse que intenta inculcar el evangelio. Pero la idea de usar la oración para matar amalecitas no parece la más evangélica.

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Dios no tiene que hacer justicia humana

Domingo, 16 de octubre de 2016
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persistent_widow-60184351_stdComentar las lecturas de hoy es complicado porque partiendo de ellas, tenemos que concluir literalmente lo contrario de lo que dicen. La 1ª:el mito de la elección. El Dios de Jesús no puede estar en contra de nadie. Amalec es para Dios tan querido como el pueblo israelita, aunque los judíos sigan pensando otra cosa. La 2ª: El mito de la inspiración. No toda la Escritura es útil para enseñar. Recordad las palabras de Jesús: habéis oído que se dijo… pero yo os digo… La 3ª: el mito de la justicia de Dios. Ni ahora ni después, ni al que se lo pida con insistencia ni al que no se lo pida, va a hacer justicia humana de ninguna manera.

La Escritura es fruto de una experiencia religiosa, pero está expresada en conceptos que corresponden a una visión mítica del mundo. Al entenderla y juzgarla desde nuestra mentalidad, que ya no es mítica, distorsionamos el mensaje. Debemos tener la valentía de separar el mensaje, del envoltorio en que ha sido transmitido. Nuestra teología ha sido un intento de convertir el mito en logos. La racionalización del mito nos impide descubrir su valor y nos lleva a una falsificación de la verdad que en él se contiene. A este proceso que ha durado veinte siglos, le podíamos llamar mitologización. Por eso desde Bultmann se habla de una necesaria desmitologización.

La modernidad cometió el error de lanzar por la borda la increíble riqueza de la experiencia religiosa, porque confundió el embalaje mítico en que venía presentada con la verdad que quería trasmitir. Con el agua del baño hemos tirado por la ventana al niño. Pero las religiones, sobre todo la nuestra, siguen manteniendo el error de no querer prescindir del envoltorio porque, después de tanto tiempo insistiendo en que había que mantener a toda costa el mito, ahora no tienen la valentía de proponer la verdad separada del mismo mito.

También hoy es imprescindible atender al contexto para entender el texto. A continuación del relato de los diez leprosos que hemos leído el domingo pasado, le preguntan a Jesús los fariseos sobre cuando llegará el Reino de Dios. Jesús responde con afirmaciones sobre el Reino de Dios y sobre la última venida del Hijo del hombre. Con la perspectiva de ese pequeño apocalipsis, el relato de hoy cobra su verdadero sentido. No trata de prevenir cualquier desánimo, sino del peligro de caer en el desaliento porque la parusía se retrasaba demasiado. Recordemos que la expectativa de un final inmediato, era el ambiente en que se vivió el primer cristianismo.

La parábola del juez y la viuda no tiene aplicación posible desde nuestra religiosidad actual. No se trata solo de no confundir al juez injusto con Dios. Es que ni siquiera podemos esperar que haga justicia. Hoy sabemos que Dios no puede tener ahora una postura y otra para dentro de una hora o para el final de los tiempos. Dios es siempre el mismo y no puede cambiar para amoldarse a una petición. No tenemos que esperar al final del tiempo para descubrir la bondad de Dios. Se puede descubrir a Dios presente, incluso en todas las calamidades, injusticias y sufrimientos que los hombres nos causamos unos a otros.

El tema es de máxima importancia, porque la oración, en cualquiera de sus formas, es una de las manifestaciones religiosas que más nos dice sobre nuestra manera de entender a Dios y al hombre. En concreto, lo que esperamos de la oración de petición nos puede servir de test para comprender el estadio en que se encuentra nuestra religiosidad. Agustín, con su genialidad, nos ha metido por un callejón sin salida cuando afirmó que la oración no era eficaz, quia malum, quia mala, quia male. Que quiere decir: porque soy malo, porque pido cosas malas, porque las pido de mala manera. Este razonamiento es insostenible, porque, constatado que Dios no responde, nos las arreglamos para dejar a salvo a Dios, pues la culpa la tenemos siempre nosotros.

De manera menos lapidaria yo me atrevo a decir: Si rezamos, esperando que Dios cambie la realidad: malo. Si esperamos que cambien los demás, malo, malo. Si pedimos, esperando que el mismo Dios cambie: malo, malo, malo. Y si terminamos creyendo que Dios me ha hecho caso y me ha concedido lo que le pedía: rematadamente malo. Cualquier argucia es buena, con tal de no vernos obligados a hacer lo único que es posible y además, está en nuestras manos: cambiar nosotros.

No es tarea de Dios impartir justicia humana, y la justicia divina se está realizando en todo momento. Para Él todo está en orden en cada instante. El que es objeto de injusticia no será afectado en su verdadero ser si él no se deja arrastrar por la misma injusticia. La justicia humana se impone por el poderjudicial.Cuando pedimos a Dios que imponga “justicia” le estamos pidiendo que actúe como los poderosos. Dios no puede actuar contra nadie por muchas fechorías que haya hecho. Dios está siempre con los oprimidos, pero nunca para concederles la revancha contra los opresores.

En la Biblia “hacer justicia” es liberar al oprimido. Ésta era la acción más propia de Dios. El pueblo de Israel interpretó los acontecimientos favorables como acción de Dios a su favor. Pero cuando las cosas le iban mal tenían que concluir que se debía a que no habían sido fieles a la Alianza. La verdad es que ante las mayores injusticias de entonces y de ahora, Dios se calla. Es muy difícil armonizar este silencio de Dios con la insistencia en la eficacia de la oración. Dios no puede hacer justicia, tal como la entendemos los humanos.

No se trata de la oración en general, sino de una oración muy concreta: la petición a Dios de justicia para los oprimidos. No tenemos que esperar a la acción puntual de Dios, sino descubrir su presencia en todo acontecer y en toda situación. Es mucho más importante saber aguantar la injusticia que alcanzar nuestra justicia. Es mucho más importante ser siempre “justos” que conseguir justicia de otros. La justicia de Dios es una actitud que permite descubrir todo lo que puedo esperar en el momento actual, sin que Dios tenga que hacer nada, mucho menos, teniendo que echar mano de su poder.

La oración no la hago para que la oiga Dios, sino para escucharla yo mismo y darme la ocasión de profundizar en el conocimiento de mi ser profundo. Todo ello me llevará a dar sentido al sinsentido aparente. El silencio de Dios me obliga a profundizar en la realidad que me desborda y a buscar la verdadera salida, no la salida fácil de una solución externa del problema, sino la búsqueda del verdadero sentido de mi vida en esa circunstancia. Mi justicia la tengo que hacer yo en mí. La injusticia del otro no me debe hacer injusto a mí.

Pedir a Dios justicia, aquí o para el más allá, es mantener el ídolo que hemos creado a nuestra medida. La justicia en el más allá se inventó precisamente para armonizar la idea de un Dios justo al modo humano con la hiriente realidad de una injusticia que clamaba al cielo. En tiempo de los macabeos se vio que los males que afligían a los seres humanos no se podían explicar como castigo de Dios, porque Antíoco estaba sacrificando precisamente a los más fieles a la Ley. Para superar esa contradicción se sacó de la manga un castigo y un premio para después de la muerte.

El mensaje de Jesús está sin estrenar. ¿A quién de nosotros se nos ha ocurrido alguna vez dar la túnica al que nos roba el manto? ¿Quién ha puesto una sola vez la otra mejilla cuando le han dado una bofetada? Ni siquiera admitimos la posibilidad de entrar en la dinámica del evangelio. Todo lo contrario, tratamos por todos los medios de que Dios se acomode a nuestra manera de pensar y actúe como actuamos nosotros. La única manera de ser justo es no practicar ninguna injusticia. Este es el sentido que tiene casi siempre “justicia” en la Biblia.

Meditación-contemplación

La plenitud de la justicia está en la entrega absoluta y total.
Esto no tiene nada que ver con nuestra justicia.
La mayor de las injusticias sufrida desde esta perspectiva,
es compatible con la plenitud humana más absoluta.
…………………

Jesús en la cruz, llegó a la plenitud humana porque se identificó totalmente con Dios.
Ahí está su máxima gloria.
Ese es el camino que él ha marcado para todo ser humano.
Darse totalmente es la meta más alta que puede alcanzar el hombre.
…………………

Nuestra justicia está siempre mezclada con la venganza.
Mi plenitud no está en la derrota del enemigo
sino en dejarme derrotar por mantenerme en el amor.
Esto es el evangelio. ¿Quién se lo cree?

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La oración permanente

Domingo, 16 de octubre de 2016
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12190055_984102751651193_5912908670137319560_nThe tears I shed yesterday have become rain (Thich Nhat Hanh)

16 de octubre. Domingo XXIX del TO

Lc 18, 1-8

Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres

“Las personas viajan, dijo San Agustín, para maravillarse ante las alturas de las montañas, las enormes olas del mar, los largos cursos de los ríos, la inmensa vastedad del océano, el movimiento circular de las estrellas; y, sin embargo, se contemplan a sí mismos sin mostrar el menor asombro”. No son conscientes de que orar es asomarse al interior de sí mismos.

Eso le sucedía al fariseo, que daba gracias a Dios porque no era como los demás hombres mientras el publicano no se atrevía a levantar los ojos al cielo y se golpeaba el pecho. ¡Qué diferente se ha mostrado el Papa en su reciente viaje a Arzerbaiyán y Georgia! En su visita del 3 de octubre a la catedral ortodoxa de Svetitskhovelih recordó al patriarca Elia II el versículo 1 del Salmo 133: “Cómo es bello y dulce que los hermanos vivan juntos en armonía”Alguien dijo que la música–y otro tanto podríamos decir del Evangelio–, está más relacionada con la vida interior que con la realidad externa. Por eso tanto una como otro son capaces de transformar internamente al hombre.

No me gusta el Moisés de Éxodo 17 con los brazos levantados para pedir a Dios la victoria de Josué contra Amelec en Refidim, quizás influenciado por la vana promesa del Salmo 120: “el auxilio viene del Señor que hizo el cielo y la tierra”.

¿Pero qué Dios puede ser ese que permite vencer al enemigo pasando al ejército  y al pueblo por la espada? ¿Es que puede haber oración de venganza? La del profeta y legislador de Israel fue perseverante y vengativa. Hasta que se puso el sol estuvo en oración. Pagó su pecado no pudiendo alcanzar la Tierra Prometida. Únicamente la vio desde el Monte Nebo con aquella mirada de deseo con que le esculpió Miguel Ángel en mármol de Carrara, y las Tablas de la Ley –ley más que amor bajo su brazo.

Su protector Julio II, conocido como el “Papa Guerrero” por la intensa actividad política y militar de su pontificado (1503 a 1513), manejaba con más destreza la espada para derrotar a sus enemigos que las rodillas para pedir por ellos. Frecuentaba con más devoción los campos de batalla que la iglesia. Todo lo contrario de lo que dice y hace nuestro Papa Francisco que, en carta vaticana del 7 de julio de 2016 a los obispos les propone la “Red Mundial de la Oración al servicio de los desafíos de la humanidad y de la misión De la Iglesia.

Los empobrecidos tienen que empezar y perseverar en la lucha por la justicia con palabras y hechos. Incluso teniendo en cuenta que hay jueces y sistemas inicuos que, con toda seguridad, no sólo no defenderán su causa, sino que la tildarán de subversión, rebelión, terrorismo y peligro para la nación y para la estabilidad social. Lucas nos propone hoy la parábola de la viuda y el juez injusto, en la que nos manifiesta la necesidad de “orar siempre y no desmayar”. El mejor camino para ello es, como decía Thich Nhat Hanh: “Las lágrimas que derramé ayer, se han convertido en lluvia”. En nube que fecunda la tierra y todo lo transforma.

Hablando de la dimensión religiosa de su poesía, decía Dámaso Alonso que en ella estaba, precisamente, “la raíz de su pensamiento poético”. En su soneto Hombre Dios podemos apreciarlo claramente.

HOMBRE DIOS

Hombre es amor. Hombre es un haz, un centro
donde se anuda el mundo. Si Hombre falla
otra vez el vacío y la batalla
del primer caos y el Dios que grita «¡Entro!»

Hombre es amor, y Dios habita dentro
de ese pecho y profundo, en él se acalla;
con esos ojos fisga, tras la valla,
su creación, atónitos de encuentro.

Amor-Hombre, total rijo sistema
yo (mi Universo). ¡Oh Dios, no me aniquiles
tú, flor inmensa que en mi insomnio creces!

Yo soy tu centro para ti, tu tema
de hondo rumiar, tu estancia y tus pensiles.
Si me deshago, tú desapareces.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Acosos, ruegos y persecuciones

Domingo, 16 de octubre de 2016
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juez250Lc 18, 1-8

A cada parábola se puede entrar por diferentes puertas y, sea la que sea la que elijamos, a ratos tenemos que avanzar un poco a oscuras hasta dar con un punto de luz.

Si entramos por la puerta del juez, en seguida nos detenemos: ¿cómo vamos a comparar a Dios con alguien tan cruel y depravado? Pero si seguimos intentando comprender algo, llegamos a un lugar luminoso: a Dios también “le pasa” lo que a ese juez: “se derrite”, cede, consiente, cambia y se deja vencer por la insistencia de quien se acerca a él con una súplica desvalida y confiada. Nosotros somos entonces el personaje de la viuda, ella nos representa y nos comunica además una increíble noticia: somos poseedores de un misterioso poder sobre el corazón de Dios y es precisamente nuestro desvalimiento confiado lo que nos da capacidad para “derrotarle”.

Pero la parábola tiene también otra puerta de acceso y nos invita a adentrarnos sin miedo en la imagen de un Dios-viuda-insistente que llama constantemente y sin cansarse a la puerta de nuestro corazón esperando darnos alcance. En ese caso no nos resulta difícil reconocernos en el juez de corazón endurecido y esta perspectiva de ser buscados, deseados y perseguidos, nos deslumbra como una ráfaga de luz: estamos llamados a creer que el deseo de Dios precede siempre al nuestro, que le resulta un regalo nuestra presencia, que tiene planes e iniciativas y palabras que dirigirnos y que lo mejor que podemos hacer es rendirnos a su persecución.

Dios nos “acosa” para conseguir de nosotros “justicia”, una manera de relacionarnos con él en la que, de una vez por todas, nos decidamos a fiarnos perdidamente de su amor.

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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Una menor transexual española logra que un juez reconozca legalmente su identidad

Miércoles, 15 de julio de 2015
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1436727711_558635_40694200_fotograma_2Patricia es la primera menor de Pontevedra a la que conceden un cambio legal de nombre y la segunda de Galicia

En Pontevedra, Galicia, una adolescente transexual de 14 años ha conseguido lo que otros muchos menores con distrofia de género no consiguen, que un juez reconozca legalmente su identidad. Un precedente importante para otros casos similares que existen en nuestro país.

Patricia es una adolescente con comportamientos muy similares a los de la mayoría de su edad. Enganchada al móvil, los grupos de moda o el maquillaje. Porque Patricia siempre se ha sentido Patricia, aunque naciera encerrada en un cuerpo de niño: Patricio, del que pronto quiso escapar. Hace dos años hizo el tránsito social, comenzó a vestirse cada día como niña, un paso más en un proceso fácil, en su caso, porque en su familia siempre lo han visto como algo natural.

Ahora un juez ha reconocido legalmente su identidad. Algo que sólo han logrado en España una decena de menores de edad con distrofia de género. Para otras familias es mucho más complicado. De Patricio a Patricia solo hay una vocal, pero esa vocal le ha regalado una nueva vida. Patricia es la primera menor de Pontevedra a la que conceden un cambio legal de nombre y la segunda de Galicia.

Fuente Cadena SER

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Una juez obliga a un menor a hacer la primera comunión en contra de su voluntad

Martes, 18 de noviembre de 2014
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rodillas nene y PapaVergonzoso…  ¿pero no se dan cuenta de que será muy difícil que este chaval vuelva a confiar en la Iglesia? La Fe no hace daño, por supuesto, pero lo que hacen algunos fundamentalistas… vaya que sí.

La primera ¿y última? Comunión

D.J.O. tendrá que empezar este martes las clases de catequesis preparatoria de la primera comunión en una parroquia de Sevilla por imperativo judicial. El menor, de 8 años, se confiesa no creyente, según cuenta su madre. Pero la titular del Juzgado de Primera Instancia número 26 de Sevilla ha resuelto en un auto atribuir al padre la facultad de decidir que acuda a catequesis para la primera comunión.

La juez accedió así a la petición del padre, que había solicitado al Juzgado que adoptara todas las medidas necesarias para que el niño pueda acudir a la catequesis, “incluso en fines de semana en el que le correspondiese disfrutar de la compañía de su madre”, para asegurar que realice la primera comunión. “Él no cree en Dios”, dice Irene, la madre, quien considera que la resolución judicial vulnera los derechos del menor y defiende que esa decisión correspondería a los dos progenitores. De hecho, en el escrito que presentó al Juzgado señalaba que las cuestiones relativas a “la educación o formación del menor en determinadas ideas o creencias religiosas y su participación en actos de iniciación o culto de una confesión religiosa, como la primera comunión”, excedían del ejercicio ordinario de la patria potestad.

La custodia del menor está en manos del padre desde hace poco más de un año, cuando el mismo juzgado de Sevilla se la quitó a la madre por la negativa del niño a cumplir el régimen de visitas. Eso le supuso el cambio de residencia, de Granada a Sevilla, el cambio de colegio y la ruptura con su ambiente y sus amigos. Son circunstancias que el Juzgado obvió en su momento, al retirarle la custodia a la madre, y que ha vuelto a ignorar ahora al determinar que se haga la voluntad del padre, obligando al pequeño a acudir a las clases de catequesis para hacer la primera comunión sin el consentimiento de la madre.

LA JUEZ NO HA OÍDO AL MENOR

primera-comunion-G“Este tipo de decisiones corresponde conjuntamente a los dos progenitores de común acuerdo” decía la madre en su escrito de alegaciones al Juzgado en el que también subrayaba que “no existe una edad máxima para recibir la primera comunión”. En sus alegaciones, la madre alegó, además, que “los menores de edad son también titulares del derecho a la libertad religiosa” y de culto, tal y como ha determinado el Tribunal Constitucional en varias sentencias y como reconocen distintos organismos internacionales y la Convención de Derechos del Niño. Nada de eso se ha tenido en cuenta en la resolución judicial. Ni siquiera se ha oído al menor, como pedía la madre, antes de dictar la resolución, contra la que no cabe recurso.

El Juzgado no ha aceptado ninguno de sus argumentos. La juez ha asumido los argumentos del Ministerio Fiscal que, sin oír al pequeño, consideró que debía atribuirse al padre la facultad de decidir porque no había nada que justificara que las clases podían perjudicar la menor. Lo más curioso del auto son los argumentos que esgrime para forzar al niño a acudir a las clases de catequesis para realizar la primera comunión. En sus fundamentos jurídicos, la juez alude a las consideraciones del Ministerio Público, que le quita la razón a la madre porque se casó por la Iglesia, porque el niño fue bautizado y porque la madre “instó al padre para que inscribiera al hijo común, una vez en Sevilla”, en los Escolapios.

Por estas razones, la Fiscalía consideró “ajustado a derecho atribuir la facultad de decisión al padre respecto a si el menor puede o no recibir clases de catequesis para la preparación de la primera comunión, y ello teniendo en cuenta la doctrina del Tribunal Supremo anteriormente expuesta relativa a la consideración del interés del menor como una cuestión de orden público, debido a la falta de capacidad del mismo para actuar defendiendo sus propios intereses, siempre que los criterios utilizados para su determinación sean razonables y se ajusten a dicho interés”, según se desprende de la resolución judicial.

LA FE NO HACE DAÑO

papa-da-la-comunionAdemás, la juez entiende que la madre del pequeño no ha acreditado en modo alguno que “la decisión del padre de que reciba clases de catequesis, acorde con su educación en la fe católica, suponga un perjuicio para el mismo, pues tan solo se hace referencia a la libertad de decisión del menor y a posibles situaciones de estrés o crisis emocional para el menor no acreditadas”.

Para que no quede ninguna duda, el auto incide en que los cónyuges “contrajeron matrimonio canónico comprometiéndose a formar una familia y educar a sus hijos en la fe católica, y posteriormente bautizaron al menor, siendo renovado dicho compromiso en el momento del bautismo”. También fundamenta la decisión de obligar al pequeño a recibir las clases de catequesis en la sentencia de nulidad matrimonial canónica de la pareja, dictada por el Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica de España, procedimiento instado por la madre, “no considerándose, como indica el Ministerio Fiscal”, que “pueda actuar ahora en contra de los actos libremente asumidos en su día, sin que la decisión para la que el padre interesa autorización suponga un daño o perjuicio acreditado para el hijo menor”.

Para la asociación Granada Laica, la resolución judicial vulnera de entrada los derechos del niño y lo somete a un adoctrinamiento y a cumplir rituales, en este caso, católicos, en contra del niño y de lo que sostiene la propia Iglesia. El coordinador de Granada Laica, Manuel Navarro Lamolda, considera que un juez no puede obligar a un niño a ir a clases de catequesis y a hacer la primera comunión porque va en contra de las convenciones internacionales que han reconocido el derecho a la libertad religiosa de los menores.

Fuente Andaluces.es

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