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“¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”. Domingo 12 de noviembre de 2017. 32º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 12 de noviembre de 2017
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55-OrdinarioA32Leído en Koinonia:

Sabiduría 6,12-16:Encuentran la sabiduría los que la buscan.
Salmo responsorial: 62: Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
1Tesalonicenses 4,13-18: 
A los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.
Mateo 25,1-13: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!
En estos domingos «finales» del año litúrgico, los textos nos dirigen una invitación a reflexionar sobre el «fin» de toda existencia. Éste fin es considerado no sólo como la meta en que la vida adquiere realización o acabamiento, sino también como la meta del caminar histórico colectivo del ser humano y de la realidad toda. Semanas para contemplar este aspecto ineludible de nuestras vidas.

La primera lectura, del Libro de la Sabiduría, es un himno que canta los maravillas de la Sabiduría. Ésta sale al encuentro de quienes la buscan, de quienes la aman, y ella misma se muestra. La sabiduría es una cualidad, una manera en que Dios se manifiesta a quienes realmente le buscan. La única condición para que este encuentro se llegue a dar, es estar abierto a la sabiduría, buscarla; como se busca a Dios. (Importante darse cuenta de que la Sabiduría es presentada en este libro como «personificada», pero no «hipostasiada»: la personificación es simplemente una figura literaria, una forma de hablar).

Por su parte Pablo, en la carta a los Tesalonicenses, intenta responder las dudas de algunos hermanos que han ingresado hace poco a la comunidad. Estos hermanos consideran desfavorecidos a los difuntos porque iban a estar ausentes de la cercana venida del Señor. Pablo reafirma la enseñanza que él recibió. Los que murieron en Jesús estarán presentes con él en el último día. Ellos resucitarán en primer lugar y los que quedemos seremos llevados al Señor. Por que si creemos que Jesús murió y resucitó, Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús, pues para Pablo en el bautismo, expresión de conversión, nos sumergimos en la muerte del Señor para resucitar con él; así mismo quienes murieron con Cristo resucitan con él porque han participado del camino, del seguimiento, y la alegría por continuar anunciando la Utopía de Dios, que llamamos Reino. Terreno difícil para distinguir lo que es sustancia de nuestra fe –o de nuestra esperanza- sin confundirla con una cosmología o mitología del tiempo y de la cultura helenista que no era la de Jesús… teniendo en cuenta que la cosmología o representación de la vida y la muerte en la cultura de la sociedad en que vivió Jesús tampoco son para nosotros «Palabra de Dios»…

El evangelio del día de hoy nos trae la parábola de las diez vírgenes, prudentes y necias, que estaban esperando al novio. No dice a sus novios o a los novios. «El novio» designa a Jesús mismo (Mateo 9, 15). Y recordemos que el reino de Dios también es simbolizado con un banquete de bodas…

La parábola nos enseña que el final de cada persona depende del camino que se escoja, que de alguna manera, la muerte es consecuencia de la vida –prudente o necia- que se ha llevado. Muchachas necias son las que han escuchado el mensaje de Jesús pero no lo han llevado a la práctica. Muchachas prudentes son las que lo han traducido en su vida, por eso entran al banquete del Reino. De esta manera, la lectura del evangelio se enmarca en la preocupación de los cristianos recién convertidos de la comunidad de Tesalónica, Grecia, (los Tesalonicenses), la preocupación por el final de los tiempos.

La parábola es una seria llamada de atención para nosotros. “ustedes velen, porque no saben el día ni la hora“. No dejen que en ningún momento se apague la lámpara de la fe, porque cualquier momento puede ser el último. Estén atentos, porque la fiesta de la vida está teniendo lugar ya, ahora mismo. El Reino está ya aquí. Enciendan las lámparas con el aceite de la fe, con el aceite de la fraternidad, de la caridad mutua. Nuestros corazones llenos así de luz nos permitirán vivir la auténtica alegría aquí y ahora. Los demás, los que viven a nuestro alrededor se verán también iluminados, conocerán también el gozo de la presencia del Novio esperado. Jesús nos pide que nunca nos falte ese aceite en nuestras lámparas.

Ciertamente tenemos que aprovechar el momento presente, pero para construir fraternidad, no para buscar de manera egoísta nuestro propio bienestar. Las vírgenes necias pusieron otro aceite en sus lámparas: el que sólo sirve para alumbrar egoístamente nuestro camino. No pudieron entrar en la fiesta de la boda. Y si hubiesen entrado no hubiesen entendido absolutamente nada. En la fiesta de la hermandad los que sólo miran por su propio interés se aburren.

Sería bueno preguntarnos de qué tipo es el aceite que alimenta nuestras lámparas. Sería bueno examinar cómo trabajamos día a día para aumentar la intensidad de nuestro fuego, y de nuestras reservas. ¿O acaso desperdiciamos las ocasiones de crear fraternidad, de amar y servir a los hermanos?

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Tomás Gómez propone a Pedro Zerolo como presidente del Partido Socialista de Madrid

Miércoles, 21 de enero de 2015
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r-PEDROS-large570Pedro Sánchez abrazando a Pedro Zerolo

Tomás Gómez, secretario general del Partido Socialista de Madrid (PSM), ha propuesto a Pedro Zerolo como nuevo presidente del partido tras la renuncia de Juan Barranco. El cargo de presidente es básicamente representativo y supone, sobre todo, un reconocimiento a la trayectoria política del activista LGTB, concejal socialista en el Ayuntamiento de Madrid y actual secretario de Movimientos Sociales de la Ejecutiva Federal del PSOE (posición que ya ocupó en tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero).

“El/La Presidente/a ostenta la representación oficial del PSM-PSOE. Preside y modera las reuniones de la Comisión Ejecutiva Regional y cuantos actos oficiales organice. Autoriza con su firma todos los documentos políticos, orgánicos y administrativos”, establecen los Estatutos del PSM. El cargo estaba ocupado por Juan Barranco, el que fuera último alcalde socialista de Madrid, que ha anunciado su retirada completa de la política. “Tengo 67 años y el tiempo nos alcanza a todos y es el momento de decir adiós a los cargos políticos”, ha declarado Barranco, que deja también su escaño como diputado regional.

Las declaraciones de Barranco y el anuncio de Gómez se han producido este mismo lunes, durante un acto de homenaje a otro exalcalde socialista de Madrid, el ya fallecido Enrique Tierno Galván. En opinión de Gómez, Zerolo es un hombre “con fuerza y con mucha energía” y un luchador. Pedro Zerolo ha declarado por su parte que se encuentra “preparado” y con ánimo para asumir esta responsabilidad. La decisión debe ser aún formalmente refrendada por los órganos de dirección del partido.

Zerolo volvía este verano a la dirección federal del PSOE como secretario de Movimientos Sociales tras la elección como nuevo líder socialista de Pedro Sánchez, y recibía un  merecido homenaje que le rindieron sus compañeros de partido. El hecho de que Zerolo libre desde hace ya más de uno año una dura batalla contra el cáncer no actuó en este caso como freno a su vuelta a la dirección del partido. Zerolo, no lo olvidemos, es uno de líderes socialistas más claramente comprometidos con las políticas de izquierda, especialmente en el ámbito de la lucha en favor de las mujeres y de las personas LGTB.

Fuente Infolibre

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“¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”. Domingo 9 de noviembre de 2014. 32º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 9 de noviembre de 2014
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Mateo 25, 1-13Leído en Koinonia:

Sabiduría 6,12-16:Encuentran la sabiduría los que la buscan.
Salmo responsorial: 62: Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
1Tesalonicenses 4,13-18:
A los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.
Mateo 25,1-13: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!

En estos domingos «finales» del año litúrgico, los textos nos dirigen una invitación a reflexionar sobre el «fin» de toda existencia. Éste fin es considerado no sólo como la meta en que la vida adquiere realización o acabamiento, sino también como la meta del caminar histórico colectivo del ser humano y de la realidad toda. Semanas para contemplar este aspecto ineludible de nuestras vidas.

La primera lectura, del Libro de la Sabiduría, es un himno que canta los maravillas de la Sabiduría. Ésta sale al encuentro de quienes la buscan, de quienes la aman, y ella misma se muestra. La sabiduría es una cualidad, una manera en que Dios se manifiesta a quienes realmente le buscan. La única condición para que este encuentro se llegue a dar, es estar abierto a la sabiduría, buscarla; como se busca a Dios. (Importante darse cuenta de que la Sabiduría es presentada en este libro como «personificada», pero no «hipostasiada»: la personificación es simplemente una figura literaria, una forma de hablar).

Por su parte Pablo, en la carta a los Tesalonicenses, intenta responder las dudas de algunos hermanos que han ingresado hace poco a la comunidad. Estos hermanos consideran desfavorecidos a los difuntos porque iban a estar ausentes de la cercana venida del Señor. Pablo reafirma la enseñanza que él recibió. Los que murieron en Jesús estarán presentes con él en el último día. Ellos resucitarán en primer lugar y los que quedemos seremos llevados al Señor. Por que si creemos que Jesús murió y resucitó, Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús, pues para Pablo en el bautismo, expresión de conversión, nos sumergimos en la muerte del Señor para resucitar con él; así mismo quienes murieron con Cristo resucitan con él porque han participado del camino, del seguimiento, y la alegría por continuar anunciando la Utopía de Dios, que llamamos Reino. Terreno difícil para distinguir lo que es sustancia de nuestra fe –o de nuestra esperanza- sin confundirla con una cosmología o mitología del tiempo y de la cultura helenista que no era la de Jesús… teniendo en cuenta que la cosmología o representación de la vida y la muerte en la cultura de la sociedad en que vivió Jesús tampoco son para nosotros «Palabra de Dios»…

El evangelio del día de hoy nos trae la parábola de las diez vírgenes, prudentes y necias, que estaban esperando al novio. No dice a sus novios o a los novios. «El novio» designa a Jesús mismo (Mateo 9, 15). Y recordemos que el reino de Dios también es simbolizado con un banquete de bodas…

La parábola nos enseña que el final de cada persona depende del camino que se escoja, que de alguna manera, la muerte es consecuencia de la vida –prudente o necia- que se ha llevado. Muchachas necias son las que han escuchado el mensaje de Jesús pero no lo han llevado a la práctica. Muchachas prudentes son las que lo han traducido en su vida, por eso entran al banquete del Reino. De esta manera, la lectura del evangelio se enmarca en la preocupación de los cristianos recién convertidos de la comunidad de Tesalónica, Grecia, (los Tesalonicenses), la preocupación por el final de los tiempos.

La parábola es una seria llamada de atención para nosotros. “ustedes velen, porque no saben el día ni la hora“. No dejen que en ningún momento se apague la lámpara de la fe, porque cualquier momento puede ser el último. Estén atentos, porque la fiesta de la vida está teniendo lugar ya, ahora mismo. El Reino está ya aquí. Enciendan las lámparas con el aceite de la fe, con el aceite de la fraternidad, de la caridad mutua. Nuestros corazones llenos así de luz nos permitirán vivir la auténtica alegría aquí y ahora. Los demás, los que viven a nuestro alrededor se verán también iluminados, conocerán también el gozo de la presencia del Novio esperado. Jesús nos pide que nunca nos falte ese aceite en nuestras lámparas.

Ciertamente tenemos que aprovechar el momento presente, pero para construir fraternidad, no para buscar de manera egoísta nuestro propio bienestar. Las vírgenes necias pusieron otro aceite en sus lámparas: el que sólo sirve para alumbrar egoístamente nuestro camino. No pudieron entrar en la fiesta de la boda. Y si hubiesen entrado no hubiesen entendido absolutamente nada. En la fiesta de la hermandad los que sólo miran por su propio interés se aburren.

Sería bueno preguntarnos de qué tipo es el aceite que alimenta nuestras lámparas. Sería bueno examinar cómo trabajamos día a día para aumentar la intensidad de nuestro fuego, y de nuestras reservas. ¿O acaso desperdiciamos las ocasiones de crear fraternidad, de amar y servir a los hermanos?

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Felipe VI, ¿Su Majestad Católica?

Sábado, 21 de junio de 2014
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peq_coronaLos Reyes de España han estado muy vinculados a la Iglesia, sin embargo la única referencia que apareció en la proclamación del nuevo monarca fue una pequeña cruz

JUAN RUBIO | Pese a ostentar en el largo listado de títulos, y además en primer lugar, el de Su Majestad Católica, Felipe VI no tuvo en su coronación ni simbología ni ceremonia religiosas. Solo una cruz se coló en el acto.

La corona, que junto al cetro, lució en el estrado del Congreso de los Diputados, está rematada por una pequeña cruz, que aparece desde que en 1983 se adoptó oficialmente tanto el diseño de la corona como el del escudo,como símbolos del Estado.

No podía ser de otra manera. En la Constitución de 1978 se dice de forma explícita:

Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones. (Artículo 16, apartado 3)

En virtud de este artículo, la cruz fue desapareciendo de los lugares oficiales, aunque, de vez en cuando, se remuevan las cosas y salten las anécdotas. En el despacho de quien fuera presidente del Congreso, el socialista José Bono, destacaba un gran crucifijo que no parecía gustar a muchos diputados.

En otra ocasión, con motivo de un acto cultural en la catedral-mezquita de Córdoba, el Cabildo, por recomendación de la Casa Real, tuvo que retirar una cruz del lugar en el que se iban a celebrar los actos. Dos caras de una moneda.

En medio, la repetida frase de Tierno Galván al tomar posesión de su despacho en la Alcaldía de Madrid, cuando, invitado a quitar el crucifijo, dijo:

La contemplación de un hombre justo que murió por los demás no molesta a nadie. Déjenlo donde está.

El título de Majestad Católica queda como reliquia histórica. Fue concedido por Alejandro VI, el papa Borgia, en 1496 a los Reyes Católicos por su cruzada contra el islam.

reyes-catolicos-300x220Hoy, la Casa Real, en su protocolo, ofrece esta versión:

 

Hizo referencia en su momento a la concreta adscripción religiosa del monarca y a su defensa de la fe católica, aunque también denotaba, según ciertas interpretaciones, una proyección de carácter ecuménico y universalista en un momento en el que, por primera vez en la historia del mundo, un poder político –en este caso la Monarquía Hispánica– alcanzaba una dimensión global con soberanía y presencia efectiva en todos los continentes –América, Europa, Asia, África y Oceanía– y en los principales mares y océanos –Atlántico, Pacífico, Índico y Mediterráneo–.

José Luis Sampedro, experto en temas nobiliarios, refiriéndose a la jura o promesa, dice:

Ya no hay súbditos, sino ciudadanos, por lo que el rey solo tiene que hacer un juramento que consta de dos partes: respeto a la Constitución y a las leyes, y respeto a los derechos de las comunidades autónomas (…). El juramento se hace ante Dios, la promesa ante la conciencia y el honor. Cualquiera de las dos son válidas.

AF_Infantas2_SILUETA-300x200Lo que sí parece cierto, más allá de la sobria ceremonia y de la lógica ausencia de símbolos en un Estado aconfesional, es que haya algún guiño a ese título. Por lo pronto, entre las primeras visitas de los nuevos reyes, ya se ha incorporado la que realizarán al papa Francisco en los primeros días de julio. No faltarán otros gestos de cara a los católicos.

Quienes consideran una afrenta esta ausencia de ceremonia religiosa, evocando la coronación de Juan Carlos I en 1975, han de saber que, cuando el entonces príncipe, sucesor con título de rey, según las leyes vigentes entonces, juró la Ley de Principios del Movimiento de 1958, que decía:

La Nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación.

Luego en 1975 es lo que correspondía hacer.

Eran otros tiempos

La Casa Real sondeó al entonces cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Vicente Enrique y Tarancón, sobre el formato de celebración religiosa que podría llevarse a cabo.

Ya habían hablado antes el príncipe y el cardenal con motivo del entierro de Franco, cuando un grupo de obispos intentó que al sepelio del caudillo acudiera el Episcopado en su totalidad. Se acordó que lo presidiera el cardenal primado de Toledo y unos pocos obispos, mientras que el presidente de la CEE se reservaría el acto de coronación del nuevo rey, también con pocos obispos.

El cardenal madrileño, administrador de sutilezas y equilibrios, no quiso ofrecer una imagen que pareciera la continuidad. Él mismo propuso un sencillo Te Deum, breve ceremonia de acción de gracias. Pero fue el príncipe quien, en una llamada telefónica, le pidió que se celebrara una misa solemne, y en la Iglesia de los Jerónimos.

El cardenal se puso esa misma noche manos a la obra y pidió ayuda al entonces director Vida Nueva, José Luis Martín Descalzo. Ambos sabían que se trataba de un texto histórico. Y lo fue [ver íntegro]

Hubo quienes creyeron advertir en el tono de la homilía del cardenal un aire de admonición que parecía propia de otros tiempos, diciendo que “el altar estaba dictando al trono lo que debía de hacer”. El cardenal tuvo que salir al frente de las acusaciones, no solo con la exquisitez y equilibrio del texto en sí, sino incluso contando cómo “se me olvidaron las gafas para leer de cerca y tuve que hacer un esfuerzo, retirando los folios y alzando la voz”.

Felipe VI, ¿Su Majestad Católica? [íntegro solo suscriptores]

En el nº 2899 de Vida Nueva

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