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El Frente Nacional de Francia está ganando apoyo en la comunidad LGTB

Martes, 11 de abril de 2017
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bb30buoigaae3ozEl mes pasado ya hablábamos de esta inquietante tendencia… Y paarece que se confirma, como nos cuenta el activista italiano LGBTQI Andrea Puggelli al inicio de la campaña electoral en Francia…  El pasado domingo, Marine Le Pen negaba el papel, innegable, de Francia en el Holocausto, como hizo antes de la entrega de las autoridades francesas pronazis del Gobierno de Vichy de homosexuales franceses que fueron asesinados en los campos de exterminio… Por algo tantos colaboracionistas franceses durante la ocupación Nazi de Francia y nostálgicos del gobierno colaboracionista de Vichy y sus hijos, les votan… Su homofobia, antisemitismo e islamofobia

A dos semanas de las elecciones presidenciales francesas, ha empezado el cortejo a los votantes LGBT por parte de Marine Le Pen para tratar de distanciar a su partido de los frentes internos más nazis.

Ya durante su campaña para dirigir el Frente Nacional en 2010, Marine Le Pen se propuso enterrar el legado del fundador del partido, su padre Jean-Marie Le Pen (que ha sido procesado dos veces por negación del Holocausto) intentando cambiar el nombre del partido y de esta forma liberarlo de su obsesión por la ocupación nazi en Francia. marine Le Pen afirmó que los votantes franceses debían estar mucho más preocupados por la nueva “ocupación ilegal” por parte de los inmigrantes musulmanes. Es lo que la prensa francesa llamó “la desdemonización” del Frente Nacional.

Esta estrategia, a día de hoy, está funcionando. Desde que ganó el liderazgo del Frente Nacional en 2011, Marine Le Pen ha logrado incorporar en el partido varias posiciones sobre diferentes frentes algo que se refleja en algunas encuestas de opinión que señalan un creciente electoral apoyo entre, por ejemplo, los votantes LGBT.

Algunos activistas progresistas LGBT y unos políticos de la derecha francesa ya predijeron que los votantes LGTB podrían ayudar políticos como Marine Le Pen  porque “cada vez más temen a los inmigrantes musulmanes”.  Llama la atención que si bien los partidos de izquierda han sido responsables de casi todos los avances de los derechos LGBT en el continente, los homosexuales, bisexuales y trans pueden estar ahora eligiendo a los partidos nacionalistas. Sugieren que la crisis política de la izquierda en el continente es aún más profunda de lo que muchos pensaban.

Sin embargo, esta estrategia no es fácil de aguantar para Marine Le Pen. Si empuja demasiado, corre el riesgo de una revuelta dentro de la base tradicional de su partido. Así que menciona a personas LGBT rara vez y apoya la derogación de la ley del matrimonio igualitario del 2013. Pero ha dado la bienvenida a un gran número de hombres gays en su círculo mas cercano, incluyendo el vice presidente del partido Florian Philippot. El Frente Nacional ahora tiene más figuras gay de alto rango que cualquier otra formacion politica importante en Francia.

En diciembre del año pasado, Le Monde publicó un  articulo con este titular, “El Frente Nacional capta la atención de una parte del electorado gay”. El artículo se basa en una encuesta realizada por el instituto de investigación Cevipof. El estudio registró que casi el 40% de los gays votaron por el Frente Nacional en las ultimas elecciones regionales.

Según el Instituto IFOP, entre marzo de 2011 y noviembre de 2016, el apoyo al Frente Nacional ha crecido entre los LGBT  desde un 9% hasta  al 16,5% . En una encuesta realizada por Ipsos entre los votantes LGTB en 2016 nos puede dar otras pistas al expresar estos su preocupación por la inmigración, la delincuencia y el terrorismo.

Los datos disponibles sobre los crímenes de odio en Francia no sugieren que el crecimiento de la inmigración haya convertido a las personas LGBT en un objetivo de ataque. Los crímenes de odio reportados a una línea telefónica dirigida por el grupo SOS Homophobie alcanzaron un máximo histórico de 3.517 en 2013 (año en que se debatió la propuesta de matrimonio igualitario) y cayeron a 1.318 en 2015, a pesar de que se han concedido a cientos de miles de inmigrantes nuevos permisos de residencia en ese período.

Didier Lestrade (fundador de Act Up) publicó “Why Gays Turned Right” en 2011 -mucho antes de que la nueva dirección de Marine Le Pen se solidificara y las primeras encuestas mostraran un apoyo LGTB al Frente Nacional- el hecho, más que aceptado socialmente, especialmente entre los hombres gays, de expresar opiniones anti-inmigrantes. “La gente ya no tiene problemas para decir que es de derechas”, dijo Lestrade. “Es el final de un tabú”. Algunos activistas LGBT enojados por la gestión del debate sobre el matrimonio igualitario (y otros temas) han perdido su confianza en el Partido Socialista, diciendo que no votarán a este partido político este año. Los socialistas, que eligieron a su candidato presidencial, Benoît Hamon, hace unas semanas, tienen mucho trabajo por hacer para recuperar los apoyos.

Francia vota para elegir el próximo Presidente de la República en dos vueltas: una primera votación será el 23 de abril y en ella serán once los partidos que acudirán. Si ningún candidato obtiene más del 50% de los votos son los dos primeros los que se enfrentarán en una segunda vuelta programada para el 7 de mayo.

El candidato con mas posibilidades de ganar a Marine Le Pen era el republicano François Fillon. Pero su campaña ha sido sacudida por las acusaciones de que pagó cientos de miles de euros de fondos del gobierno a su esposa por un trabajo que nunca hizo. Fillon también es visto como un aliado fiel a los conservadores católicos, apoyando abiertamente a los participantes en las protestas de La Manif Pour Tous contra el matrimonio igualitario. De hecho tomó posiciones públicas más a la derecha que las expresada por la misma Marine Le Pen.

El caos en el Partido Republicano y en el Socialista ha hecho surgir como un contendiente en estas elecciones al ex Ministro de Economía, Emmanuel Macron. Pero Marine Le Pen todavía lidera unas encuestas para la primera vuelta y tiene la oportunidad de consolidar el apoyo del electorado LGBT al resultar simplemente como el menor de los dos males si finalmente hay una segunda vuelta contra el candidato republicano.

Una victoria de Le Pen no solo significaría el triunfo de una presidenta en Francia que quiere debilitar a la Unión Europea, sino que también podría servir de modelo para los partidos nacionalistas de otros países de Europa occidental. Partidos que, generalmente, tienen vínculos mucho más profundos con la derecha religiosa que el Frente Nacional de Francia, algo que podría empujar a un realineamiento a la hora de expandir su base electoral.

En los Países Bajos, el primer país del mundo que aprobó el matrimonio igualitario, se celebraron elecciones en marzo y el Party for Freedom (Partido Nacional por la Libertad de extrema derecha) también intentó durante mucho tiempo buscar el apoyo de las personas LGBT  a su plataforma anti-inmigrante y antimusulmana. En Alemania, con elecciones a finales de verano, el partido nacionalista Alternatives for Germany (Alternativa para Alemania) que es antiLGBT se está refiriendo a estos ultimos con el lema “Mi pareja y yo no tenemos ninguna razon para conocer a los inmigrantes musulmanes. Para ellos nuestro amor es un pecado mortal “.

Esta misma estrategia es la que en parte usó Trump, aunque no le hizo ganar muchos votos LGBT pero intentó lograr este apoyo después de los atentados en Orlando. Si bien tuvo peores resultados que cualquier otro candidato republicano de los últimos 24 años entre los votantes LGBT en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, ganándose sólo el 14% de sus votos, según las encuestas  a pie de calle. Sin embargo, la reacción hacia la inmigración se ha vuelto tan volátil en la política europea que esta estrategia podría funcionar mejor para los líderes nacionalistas europeos que lo que le ha resultado a Trump.

Fuente 20 Minutos

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¿Por qué algunos gays se han pasado a la ultraderecha?

Sábado, 18 de marzo de 2017
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bb30buoigaae3ozEl avance de la ultraderecha y la xenofobia en Occidente se está produciendo mediante la búsqueda de nuevos votantes.

El pasado 11 de junio Barack Obama pronunció un discurso que tuvo algo de visionario. Trazó un paralelismo claro entre racismo y homofobia, al asegurar que «no puedes, por un lado, quejarte cuando alguien te lo hace a ti, y luego hacérselo a los demás. Tiene que haber cierta consistencia en tu forma de pensar sobre estos temas».

Dos días más tarde, un estadounidense de origen afgano mataba a 50 personas en un club gay de Orlando. El que estaba llamado a ser el sucesor de Obama no tuvo problema en defender la hipótesis contraria. Donald Trump se apresuró a alertar sobre la entrada de radicales «que esclavizan a mujeres y asesinan a gays» al tiempo que acusó a las comunidades musulmanas de EEUU de proteger a los responsables.

Las dos ideas, la que defiende Obama y equipara discriminación sin atender el motivo que la origina, y la de Trump, que se vale del miedo de unos para discriminar a otros, representan dos formas de entender la política. La primera sigue teniendo más predicamento entre el votante LGBT. La segunda está aumentando a niveles alarmantes.

El primer político europeo en combinar con éxito tolerancia gay e intolerancia racial fue Pim Fortuyn. El fundador del partido ultraderechista neerlandés era abiertamente homosexual y aún más abiertamente xenófobo. Fue asesinado a tiros en 2002.

En su ensayo Contra la islamización de nuestra cultura, apuntaba que el islam atenta contra los derechos de las mujeres y contra minorías sociales como el colectivo LGTB. Este era y es el factor clave, potenciado por acontecimientos recientes como los asaltos sexuales masivos en la estación de tren de Colonia o la citada masacre de Orlando, que se ha convertido en la encarnación de un fantasma que la extrema derecha lleva tiempo agitando.

Estos acontecimientos han causado el efecto esperado. Según los últimos sondeos, el Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen tiene el apoyo de un 25% de los homosexuales de la ciudad de París, un porcentaje que baja al 16% cuando hablamos de heterosexuales. Abriendo el abanico al resto de Francia, dos tercios de las parejas casadas homosexuales podrían optar por el FN, un partido que hace unos años, cuando el padre de la actual presidenta estaba al frente, describía la homosexualidad como una «anomalía biológica y social». Pero ¿a qué se debe este viraje?

En su libro Pourquoi les gays sont passés à droite (Por qué los gays se han pasado a la derecha, 2012), Didier Lestrade, fundador de la revista Têtu, critica el estilo de vida gay contemporáneo por superficial, consumista y estático, características que asocia a los movimientos políticos conservadores.

«El racismo siempre ha existido», reconoce Lestrade, «pero actualmente la extrema derecha abre sus brazos a los gays para defenderlos de los negros y los árabes. Hace falta denunciar esto, porque es contrario a la agenda LGTB, contrario al ideal gay, contrario a todo lo que nos ha hecho felices y orgullosos de ser homosexuales», predica el escritor. Pero más allá de estereotipos sociales, el vuelco del voto LGTB tiene nombres y apellidos.

Julien Odoul es la cara (y el cuerpo) de la nueva ultraderecha francesa. En la portada de la revista de temática gay Têtu (irónicamente, la revista de Lestrade) aparecía luciendo unos potentes brazos, unos sugerentes pectorales y una mirada acero azul que haría temblar al mismísimo Zoolander. Años después, Odoul se presenta encorbatado, repeinado y siempre cerca de su valedora, Marine Le Pen.

Odoul comparte pasado con su compañero de partido, Bruno Clavier, que se fotografía con la misma soltura dando abrazos a otros hombres ligeros de ropa o a Le Pen, esta vez más cubierto y más casto. Son los guiños más evidentes del partido a los jóvenes gays. Pero hay otros, menos mediáticos, más relevantes, como Sebastian Chenu, fundador del colectivo LGTB GayLib y actual consejero de política cultural de Le Pen, o el número dos del partido, Florian Philippot, a quienes muchos acusan de haber instaurado un lobby homosexual alrededor de la líder.

El ejemplo más inesperado lo encontramos en Austria. Jörg Haider nunca pensó en mezclar homosexualidad y xenofobia. Al menos no de forma pública. El líder del racista BZÖ falleció en un accidente de coche en 2008, pero la auténtica tragedia vino después, cuando se supo que conducía ebrio tras abandonar un club de ambiente. La cosa tomó tintes de melodrama cuando Stefan Petzner, su sucesor en el cargo, reconoció en una entrevista que ambos eran más que amigos. Fue destituido pero la semilla quedó ahí, cambiando el ideal de líder heterosexual y xenófobo.

Hoy en día alguien como Haider no tendría que esconder su sexualidad. A nadie le llamaría la atención especialmente. En lugares como Rusia y Alemania proliferan las organizaciones neonazis gays. Las webs de los supremacistas blancos estadounidenses venden banderas confederadas junto a banderas del arcoíris. El movimiento trasciende lo político y empieza a calar en la sociedad civil.

A pesar de todos estos casos, Pablo Simón, politólogo y autor en Politikon, descarta catalogar el fenómeno como global. Pone como ejemplo organizaciones como la Liga Norte italiana o el Amanecer Dorado de Grecia. «Estos partidos se mantienen xenófobos y anti-LGTB, porque esa postura entronca con la historia de sus países», reflexiona. «En Italia, donde hay una tradición religiosa muy fuerte, se mantiene la homofobia. También está el ejemplo de Polonia, otro país enormemente católico y conservador que tuvo el ejemplo de los hermanos Kaczyński, que incluso iniciaron una cruzada contra los Teletubbies por incitar a la homosexualidad. En Europa del este existe un miedo a la decadencia de Occidente. Igual que en otros lados ven el islam como algo nuevo, ellos ven la homosexualidad como una tradición importada».

Todos estos países se mantienen al margen de una tendencia que se da sobre todo en estados donde ha habido mucha inmigración y una integración difícil. En España este tema se encuentra en un término medio. Simón no entra a valorar demasiado a VOX, el partido que más a la derecha se sitúa en el panorama político español. Según el politólogo se encuentra «fuera de cualquier coordenada parlamentaria», aunque concede que «no crea mensajes específicos para este colectivo al tener una base católica».

Catolicismo y racismo parecen ser los dos ingredientes que hacen bascular a la extrema derecha europea hacia una u otra posición. Owen Jones no ve gran diferencia en el resultado final. Jones es columnista del diario The Guardian, homosexual y una de las voces más respetadas de la izquierda europea.

En una de sus últimas columnas alertaba sobre cómo «los movimientos de extrema derecha están marchando sobre el mundo occidental, tratando de apropiarse de la campaña de los derechos homosexuales para su propio beneficio». «Los musulmanes», decía Jones, «son reflejados como una amenaza existencial hacia las personas gays, y hay muchos que sólo mencionan los derechos LGTB para atacar a los inmigrantes o a los musulmanes como si fueran un todo».

El periodista relaciona en su origen la homofobia y el racismo, como ya hiciera Obama, y ve en ambos sentimientos la imposibilidad de empatizar con el diferente. También considera que ambos acabarán yendo de la mano. Para aquellos que piensen de forma diferente recuerda un dato: desde que se impuso el Brexit gracias a argumentos eminentemente racistas, los crímenes homófobos han aumentado en Inglaterra un 147%.

Fuente  Yorokubu, vía SentidoG

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