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“La crítica social de “los maestros de la sospecha”, por José Ignacio González Faus

Sábado, 3 de junio de 2023

900f4beca1a44e7cbaa8e76549e3d864De su blog Miradas Cristianas:

Individualismo, Inconsciencia, Hipocresísia

Así se llama con razón al trío K. Marx, S. Freud y F. Nietzsche. Y una de nuestras grandes incoherencias es que aceptamos como definitivas sus críticas a la religión mientras ignoramos tranquilamente sus críticas a la modernidad y a nuestra sociedad. Vale la pena conocerlas al menos.

Esos “maestros de la sospecha” creen que somos la sociedad alienada (Marx) la sociedad culpable (Freud) y la sociedad hipócrita (Nietzsche). Ante ella ofrecen una esperanza ilusa de reconciliación (Marx), una tragedia resignada (Freud) y una tragedia heroica (Nietzsche).

Así se llama con razón al trío K. Marx, S. Freud y F. Nietzsche. Y una de nuestras grandes incoherencias es que aceptamos como definitivas sus críticas a la religión mientras ignoramos tranquilamente sus críticas a la modernidad y a nuestra sociedad. Vale la pena conocerlas al menos.

1.- Para Marx, lo que llamaríamos “pecado original” no es aquel asesinato freudiano de un “padre”, sino que la historia ha sido siempre historia de la lucha de clases, lo cual quiere decir: de verdugos y víctimas. Nuestros fallos no provienen pues de la dificultad del progreso sino de que hemos progresado en una dirección equivocada. Y este es su balance: lo que nosotros llamamos derechos del hombre, los califica Marx como “derechos del hombre alienado”: como “mónada aislada” [1]. Esta acusación es anterior al Marx economista. Ante algunas reivindicaciones que presenciamos hoy, cabe preguntar si no tendría mucha razón aquel barbudo innombrable.

 Según eso, nuestra Ilustración necesita ser rehecha. Pero Marx mantiene la ilusión supersticiosa de que ese pecado original tiene redención mediante el simple cambio de estructuras: con ese cambio la reconciliación es ya posible y no será necesario ningún “mandamiento” de amor al prójimo. La estructura dialéctica de la materia viene a ser para Marx lo que es, para un cristiano la encarnación de Dios.

2. Para Freud esa esperanza de Marx no es más que “el porvenir de una ilusión” (usando un título del mismo Freud). El hombre socialista no será aquel en que coinciden amor y egoísmo: ¡qué más quisiera Marx! En el hombre hay un inconsciente que le lleva siempre a buscarse a sí mismo. Prescindamos aquí de si ese “pecado original” proviene de la matanza de un “padre” de una tribu, que Freud da como hecho cierto a pesar de las críticas que se le hicieron. Nuestra historia está atravesada por una culpa que tiene que ver con nuestra conducta sexual y de la cual no hay redención sino solo reconocimiento: porque no es una ofensa a nadie sino solo un mal camino.

3. Nietzsche ha visto mejor que ellos que, sin Dios, no se sostiene esa moral de Occidente de “permitido y prohibido”. Todo está permitido y hay que reconstruir la moral en otro sentido y que no sirva de argumento de unos para imponerse a otros. Ha visto también Nietzsche que la opción definitiva de la vida humana es “Dionisos o el Crucificado”: un sufrimiento admitido sólo como parte de la belleza del mundo, o un sufrimiento que aspira a tener liberación y hasta sentido. Es pues “trágico” como Freud, aunque en lugar de reconocer la culpa aspira a construir un hombre sin ella, a base de esa grandeza dionisíaca de la belleza.

Pero Nietzsche es ciego ante la existencia de las víctimas, en su moral aristocrática: la considera justificada (frente a Marx) por la despreciable debilidad de esas víctimas y la necesidad de esclavos para poder dedicarse al pensamiento. Y es ciego también (frente a Freud) al creer en la posible reconstrucción de otra moral (del superhombre) aunque es consciente de que si no llegamos al superhombre nos convertiremos en “los últimos hombres”. Por eso luego de él nos hemos limitado a esa mera moral “de conveniencia”: que si yo no te ataco a ti y tú no me atacas a mí, mejor para los dos. Pero eso es desconocer que el hombre es un ser que no ataca sólo al que también puede atacarle: si uno tiene todo el poder y otro carece de él, entonces el hombre también ataca. Por eso, si Nietzsche habló de un “platonismo para el pueblo”, como descripción del cristianismo de su época, hoy podríamos hablar de un “nietzscheanismo para el pueblo” como descripción de nuestra sociedad.

En total: Individualismo, inconsciencia e hipocresía. ¿No valdría la pena examinarnos de esas tres acusaciones? Esos “maestros de la sospecha” creen que somos la sociedad alienada (Marx) la sociedad culpable (Freud) y la sociedad hipócrita (Nietzsche). Ante ella ofrecen una esperanza ilusa de reconciliación (Marx), una tragedia resignada (Freud) y una tragedia heroica (Nietzsche).

[1] Una de tantas descripciones de esa alienación: “ninguno de los así llamados derechos humanos va, por tanto, más allá del hombre egoísta, del hombre tal y como es miembro de la sociedad burguesa, es decir: del individuo replegado en sí mismo, en su interés privado y en su arbitrariedad privada y separado de la comunidad” (En Sobre la religión, edición reelaborada de R. Mate y J. A. Zamora, p. 177).

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