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El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido… Para dar libertad a los oprimidos

Domingo, 23 de enero de 2022
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Una llamada a la entrega, al compromiso de seguirle sólo a Él:

*

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Preguntas para subir y bajar el monte Carmelo

(A Gustavo Gutiérrez,
maestro espiritual
en los altiplanos de la Liberación,
por su itinerario latinoamericano
Beber en su propio pozo).

«Por aquí ya no hay camino».
¿Hasta dónde no lo habrá?
Si no tenemos su vino
¿la chicha no servirá?

¿Llegarán a ver el día
cuantos con nosotros van?
¿Cómo haremos compañía
si no tenemos ni pan?

¿Por dónde iréis hasta el cielo
si por la tierra no vais?
¿Para quién vais al Carmelo,
si subís y no bajáis?

¿Sanarán viejas heridas
las alcuzas de la ley?
¿Son banderas o son vidas
las batallas de este Rey?

¿Es la curia o es la calle
donde grana la misión?
Si dejáis que el Viento calle
¿qué oiréis en la oración?

Si no oís la voz del Viento
¿qué palabra llevaréis?
¿Que daréis por sacramento
si no os dais en lo que deis?

Si cedéis ante el Imperio
la Esperanza y la Verdad
¿quién proclamará el misterio
de la entera Libertad?

Si el Señor es Pan y Vino
y el Camino por do andáis,
si al andar se hace camino
¿qué caminos esperáis?

(Desde la Amazonia brasileña,
en tiempos de probación
y de invencible esperanza criolla).

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la espera. Sal terrae, 1986

***

En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendio por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.

Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.

Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista.

Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.”

Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:

–  “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oir.”

*

Lucas 1, 1-4; 4, 14-21

***

El anuncio del Mesías va dirigido antes que nada a los afligidos. En primer lugar, dispone a los humildes por estar humillados; después, a los abatidos, a los que tienen roto el corazón por las penas; a continuación, se dirige a las cárceles para gritar a los prisioneros la libertad, para abrir los cepos de los atados. El Mesías no distingue entre culpables e inocentes, sino que proclama en su tiempo una amnistía general, que afecta, naturalmente, a los siervos, a los esclavos vendidos.

A Jesús le correspondió leer un sábado estos versículos de Isaías en la sinagoga. Fue en Nazaret, como nos cuenta el evangelio de Lucas. Leyó ante su gente estos versículos plenos de poder y anunciadores de la llegada de grandes cambios. Cuando acabó la lectura declaró que aquellas palabras de Isaías se habían vuelto urgentes, actuales, a través de él, Jesús. Él era el ungido de Dios, el Mesías venido a cumplir en el presente las profecías pendientes. Los presentes se quedaron estupefactos y, después, reaccionaron con hostilidad, expulsándole. Para ellos, era una blasfemia que un hombre se pudiera declarar mesías.

Ahora bien, por encima de esto, estaban espantados por el anuncio de que los versículos de Isaías pudieran cumplirse verdaderamente en su tiempo. Aunque una persona de fe pueda pedir a Dios que venga su Reino y se haga su voluntad, no por ello estará dispuesta a acoger el primero y la segunda. Aquí está el Mesías que consuela a los humildes y a los abatidos y libera a los prisioneros y a los siervos de sus cepos.

Estos versículos de Isaías, como muchos otros, ponen a prueba a las personas de fe: ¿están dispuestas a resistir la venida, el cumplimiento de los tiempos anunciados? Al final, pocos están dispuestos a creer que los versículos de Isaías son actuales. Pocos se comportarían de una manera diferente a los habitantes de Nazaret. Sin embargo, cada generación pasa rozando al Mesías, y corresponde sólo a los creyentes allanar su llegada.

*

E. de Luca,
Ora prima,
Magnano 1997, pp. 75-77, passim.

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“Buena Noticia para los pobres”. 3 Tiempo ordinario – C (Lucas 1,1-4; 4,14-21)

Domingo, 23 de enero de 2022
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973BFAAA-8F7E-4DB4-8D9D-BC310988551BUno de los rasgos más escandalosos e insoportables de la conducta de Jesús es su defensa decidida de los pobres. Una y otra vez, los cristianos tratamos de escamotear algo que es esencial en su actuación.

No nos engañemos. Su mensaje no es una buena noticia para todos, de manera indiscriminada. Él ha sido enviado para dar una buena noticia a los pobres: el futuro proyectado y querido por Dios les pertenece a ellos.

Tienen suerte los pobres, los marginados por la sociedad, los privados de toda defensa, los que no encuentran sitio en la convivencia de los fuertes, los despojados por los poderosos, los humillados por la vida. Ellos son los destinatarios del reino de Dios, los que se alegrarán cuando Dios «reine» entre sus hijos e hijas.

Pero ¿por qué son ellos los privilegiados? ¿Es que los pobres son mejores que los demás para merecer de Dios un trato especial? La posición de Jesús es sencilla y clara. No afirma nunca que los pobres, por el hecho de serlo, sean mejores que los ricos. No defiende un «clasismo moral». La única razón de su privilegio consiste en que son pobres y oprimidos. Y Dios no puede «reinar» en el mundo sino haciéndoles justicia.

Dios no puede ser neutral ante un mundo desgarrado por las injusticias de los hombres. El pobre es un ser necesitado de justicia. Por eso la llegada de Dios es una buena noticia para él. Dios no puede reinar sino defendiendo la suerte de los injustamente maltratados.

Si el reinado de Dios se impone, los pobres serán felices. Porque donde Dios «reina» no podrán ya reinar los poderosos sobre los débiles ni los fuertes sobre los indefensos.

Pero no lo olvidemos. Lo que es buena noticia para los pobres resuena como amenaza y mala noticia para los intereses de los ricos. Tienen mala suerte los ricos. El futuro no les pertenece. Sus riquezas les impiden abrirse a un Dios Padre.

José Antonio Pagola

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“Hoy se cumple esta Escritura”. Domingo 23 de enero de 2022. Domingo 3º del Tiempo Ordinario

Domingo, 23 de enero de 2022
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11-ordinario3 (C) cerezoLeído en Koinonia:

Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10: Leían el libro de la Ley, explicando el sentido.
Salmo responsorial: 18: Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
1Corintios 12, 12-30:  Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.
Lucas 1, 1-4; 4, 14-21: Hoy se cumple esta Escritura.

En el libro de Nehemías se nos cuenta de una lectura pública y solemne del libro de la ley de Dios, el que nosotros los cristianos llamamos Pentateuco y en cambio los judíos designan como “Toráh”, Ley. Estamos a finales del siglo V AC, los judíos hace pocos años que han regresado del destierro en Babilonia y a duras penas han logrado reconstruir el templo, las murallas de la ciudad, sus propias casas. Les hace falta urgentemente una norma de vida, una especie de “constitución” por medio de la cual puedan regirse en todos las aspectos de la vida personal, social y religiosa. Esdras, un líder carismático, respetado por todos y considerado levita y escriba, es decir, sacerdote y maestro, les da esa ley, esa constitución que necesitan, proclamando solemnemente, ante todo el pueblo reunido, la santa Ley de Dios. Ya vimos como respondió la gente: comprometiéndose a cumplirla y guardarla, llorando sus infidelidades y, a instancias de sus líderes, celebrando una fiesta nacional: la fiesta de la promulgación de la Ley divina. Desde ese remoto día, quinientos años antes de Jesucristo, hasta hoy, los judíos ordenan sus vidas según los mandatos de la Toráh o Pentateuco.

El texto de Lc 4, 14ss era un texto sin relevancia en la vida práctica de la comunidad cristiana hasta hace sólo 50 años, un texto olvidado, como tantos otros que hoy nos parecen fundamentales. Fue la teología latinoamericana la que puso de relieve este texto como capital. Lucas lo pone al inicio de la vida pública de Jesús. Puede que no corresponda a algo que aconteciera realmente al principio (Juan, de hecho, pone otros pasajes como comienzo de su evangelio), pero lo fue en su significación. O sea, tal vez no ocurrieron las cosas así (y no es posible saberlo históricamente), pero Lucas tiene razón cuando sitúa esta escena en su evangelio como un inicio programático que contiene ya, en germen, simbólicamente, toda su misión.

Jesús, sin duda, tuvo que interpretar muchas veces su propia vida con estos textos proféticos de Isaías. Parece obvio que Jesús vio su vida como el cumplimiento, como la prolongación de aquel anuncio profético de la “Buena Noticia para los pobres”. La misión de Jesús es el anuncio de la Buena Noticia de la Liberación. La “ev-angelización” (“eu-angelo” = buena noticia) no es más que una forma de la liberación, la “liberación por la palabra”.

Las aplicaciones son muchas, y bastante directas:

-La misión cristiana hoy, continuando la misión de Jesús, tiene que ser… eso mismo, o sea: “continuación de la misión de Jesús”, en sentido literal y directo. Ser cristiano, en efecto, será «vivir y luchar por la Causa de Jesús», sentirse llamado a proclamar la Buena Noticia de la Liberación, entendiéndolo en su literalidad más material también: la “Buena Noticia” tiene que ser «buena» y tiene que ser «noticia». No se puede sustituir semánticamente por el «catecismo» o la «doctrina». Jesús no vino a enseñar “la doctrina”; la “evangelización” de Jesús no fue una «catequesis eclesiástico-pastoral»…

-La misión de Jesús no puede pretender ser neutral, “de centro”, “para todos sin distinción”, no inclinada ni para los ricos ni para los pobres… como pretenden tantas veces quienes confunden la Iglesia con una especie de anticipo piadoso de la Cruz Roja… Lo peor que podría decirse del evangelio es que fuese neutral, que no se pronuncia, que no opta por los pobres… La peor ideología sería la que ideologiza el evangelio de Jesús diciendo que es neutro e indiferente a los problemas humanos, sociales, económicos y políticos, porque se referiría sólo a “lo espiritual”…

-Puede ser bueno recordar una vez más: Jesús está lejos de la beneficencia y del asistencialismo… No se trata de “hacer caridad” a los pobres, sino de inaugurar el orden nuevo integral, el único que permite hablar de una liberación real… Es importante caer en la cuenta de que muchas veces que se habla de opción “preferencial” por los pobres se está claramente en una mentalidad asistencial, muy alejada del espíritu de Lc 4, 14ss.

-La palabra evangelizadora, o es activa y práctica en la praxis de liberación, o es anti-evangelizadora. La palabra evangelizadora no es palabra de teoría abstracta. Es una palabra que hace referencia a la realidad y la confronta con el proyecto de Dios. “Evangelizar es liberar por la palabra” (Nolan). Una palabra que no entra en la historia, que no se pronuncia, que se mantiene por encima de ella o en las nubes, que no moviliza, no sacude, no provoca solidaridad (ni suscita enemigos)… no es heredera de la «pasión» del Hijo de Dios.

Algunos recursos para trabajar catequéticamente este evangelio y este tema: Leer más…

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23.1.22. Manifiesto de Nazaret. A vosotros: Pobres, prisioneros, cegados y oprimidos… (Lc 4, 16-30)

Domingo, 23 de enero de 2022
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AD8CEBC3-0F88-4142-A695-09F169F27473Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 3. Tiempo ordinario. Ciclo c. Jesús proclama y expone en Nazaret (Lc 4, 16-30) su manifiesto mesiánico, a favor de pobres, prisioneros, cegados y oprimidos, partiendo del programa de Isaías Is 61, 1-3. Esta es la Carta Magna de su Reino, en contra del Imperio Romano que Lucas él conocía bien, como intelectual y ciudadano.

Cada evangelio tiene su estilo y programa. Marcos era un inmenso narrador, Mateo un catequista judeo-cristiano, Juan era un místico en la línea de la gnosis.

Lucas, en cambio, es un escritor de oficio, un intelectual greco-romano, que quiere promover un camino de transformación social del imperio, empezando desde Nazaret, para culminar en Roma donde presentrá a Pablo encadenado anunciando el evangelio de la transformación universal que Jesús empezó anunciando en Nazaret.

Introducción. Manifiesto en contra de un judaísmo y cristianismo entendidos como poder  establecido.

Lucas ha estudiado, ha comparado, ha descubierto la singularidad del evangelio de Jesús (Lc 1,1-4) y así quiere proponerla, desarrollando de un modo ordenado su argumento. Ha comenzado presentando la “prehistoria” del evangelio, con la anunciación y nacimiento de Juan Bautista y de Jesús (Lc 1-2).

Ha seguido exponiendo el mensaje del Bautista, con el bautismo y las tentaciones de Jesús, es decir, con las falsas propuestas de un “mesianismo diabólico” que él quiere superar (Lc 3,1-4, 13). Y en esa línea quiere proclamar la “novedad” del mensaje y camino de Jesús, escogiendo para ello el lugar propio (Nazaret) y un lugar apropiado (un sábado, en la sinagoga del oficial judaísmo).

Este manifiesto de Jesús, fundado en el programa mesiánico de Isaías, sigue siendo escandaloso. Lo fue para los judíos “nacionalistas” de Nazaret, que querían poner la religión al servicio de su “pueblo” (es decir, de su iglesia particular). Y lo sigue siendo para gran parte de los cristianos actuales, que ponen sus iglesias al servicio del “orden establecido”:

  1. Es contrario a los que ponen sus intereses de Iglesia, sus posibles dogmas y estructuras sacrales por encima de los pobres y excluidos, los oprimidos y esclavizados del mundo, sean de la religión y país que fueren.
  2. Es contrario a los que defienden su “cristianismo sociológico” (su forma de entender un tipo de Estado, Capital, Empresa, TV o radio) por encima de la liberación de los pobres.
  3. Los judíos nacionales de Nazaret tenían razón en contra de Jesús, pues Jesús iba en contra de su estructura socio-religiosa, esto es, de su judaísmo de clan egoísta, al servicio de sí mismo.
  4. Este manifiesta de Jesús va también en contra de un tipo de cristianismo sociológico, propio de un tipo de jerarcas que creen en su religión, no en la liberación y libertad de todos los pobres del mundo…
  5. Va también en contra de un “cristianismo establecido” como poder social, en defensa del orden, poder y riqueza de algunos en contra de los oprimidos del mundo.

Anuncio profético: cinco obras mesiánicas (Lc 4, 16-21).

             Lucas lleva a Jesús a Nazaret, su pueblo, para que presente allí su Manifiesto de Dios; pero los nazarenos, sus paisanos, no le aceptan, y parecen preguntarle: ¿tú, quién eres? y él responde citando unas palabras de Isaías. Vengamos al  texto:

Entró en la sinagoga, tomó el libro… y encontró el pasaje donde está escrito: El Espíritu del Señor esta sobre mí; ‒ por eso me ha ungido para evangelizar a los pobres; – por eso me ha enviado: para ofrecer la libertad a los presos y la vista a los ciegos; para enviar en libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor. Enrolló el volumen… y dijo: Hoy… se ha cumplido esta Escritura (cf. Lc 4, 16-21).

Como Ungido de Dios (=Mesías), Jesús retoma J las palabras de Is 61, 1-3, introduciendo en ellas una novedad significativa, tomada de Is 58, 6: “Me ha ungido para enviar en libertad a los oprimidos”. No es mensajero de un Dios puramente interior, ni maestro intimista (¡que lo es!), sino que declara cumplidas para todos, de un modo social, en su vida y persona, las promesas de la misericordia:

  1. (Dios…) me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres (ptôkhois). El Espíritu de Dios le ha ungido, y por eso puede anunciar su presencia, evangelizando a los pobres, hambrientos de pan y/o carentes de esperanza. Ésta es la raíz de su programa de Reino, expandido en los momentos que siguen. No habla de Dios en sí, ni de una Iglesia separada, no de unos derechos de los bien establecido (eclesiásticos, civiles, económico o culturales). Empieza hablando del derecho divino de los pobres.
  2.  Me ha enviado para proclamar la libertad a los prisioneros (aikhmalôtois), esclavizados en cárcel o destierro, víctimas de la violencia. Prisioneros son los que han caído bajo el poder de los fuertes, los vencidos, expulsados y encadenados, víctimas de guerra… Prisioneros son los que no pueden vivir en libertad y autonomía, en conocimiento y gozo,  porque el conocimiento y poder lo han “copado” los poderosos y ricos del mundo. Tampoco ahora habla Jesús de Dios, ni de sus derechos como “cristo”, ni de la iglesia. Sigue hablando del derecho divino de los pobres-oprimidos.
  3.  Me ha enviado para proclamar (=ofrecer) vista a los invidentes, aquellos a quienes luna enfermedad propia o la violencia del sistema “cultural” les impide que vean.  Jesús proclama su “palabra de verdad” (su iluminación, su conocimiento) por encima y en contra de las redes de un sistema de “medios” que se han puesto al servicio del poder, condenando a la ceguera cultural y social a los pobres.
  4. Para enviar en libertad a los oprimidos. Los antes pobres y prisioneros aparecen ahora como “oprimidos” en sentido económico, social, personal.  No son “oprimidos por sí mismos”, están oprimidos por otros. “Enviar en libertad a los oprimidos” significa enfrentarse con los opresores, quitarle el poder de opresión que ellos han tomado por la fuerza. Éste programa de Jesús (y de aquellos que quieren seguirle) es peligroso y le constará al vida. Le matarán al fin lo que no quieren la libertad de los pobres…
  5. Para proclamar el año de gracia (dekton= aceptable) del Señor. El “año” significa aquí el “tiempo nuevo” de la rehabilitación, de la redención, de la liberación… A Jesús pueden matarle, pero su programa y camino de liberación sigue adelante, porque es el programa y camino de Dios.

 Jesús puede afirmar así, de un modo público, ante todos: Hoy se ha cumplido esta Escritura (Lc 4, 21), que se expresa y despliega en las cinco obras de misericordia liberadora, de mesianismo socialmente transformador, que empiezan con la buena noticia a los pobres, siguen con la liberación de prisioneros/oprimidos (y la curación de ciegos), y culminan en el cumplimiento del jubileo de la redención universal.

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Jesús en Nazaret (1ª parte). Domingo 3º. Ciclo C.

Domingo, 23 de enero de 2022
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Escrituras-Jesús-Sinagoga-MVCDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Después de celebrar las tres epifanías (a los magos, en el Jordán, en Caná), volvemos al evangelio de Lucas. Cuando lo escribió tomó como punto de partida el de Marcos. Incluso lo copió a veces al pie de la letra. Pero, en bastantes ocasiones, lo cambia y completa. Uno de los casos más curioso de cambio y añadido lo tenemos en el evangelio de este domingo.

            La liturgia ha complicado las cosas al unir dos textos muy distintos: la introducción de Lucas a su evangelio (1,1-4) y la actuación de Jesús en Nazaret (4,14-21). Quien pretenda tratar los dos temas en la homilía puede provocar que sus oyentes terminen con la cabeza caliente y los pies fríos. Aconsejaría limitarse al segundo. Dejo el comentario a la introducción para un apéndice.

Actuación de Jesús en Nazaret (Lc 4,14-21)

            Marcos cuenta que Jesús, cuando metieron en la cárcel a Juan Bautista, se dirigió a Galilea y proclamaba: “Se ha cumplido el plazo y está cerca el reinado de Dios. Convertíos y creed la buena noticia”.

            Lucas también dice que Jesús se dirigió a Galilea y predicaba en las sinagogas, pero no dice qué predicaba. Las primeras palabras públicas las pronunciará en la sinagoga de Nazaret, y no hablan del plazo que se ha cumplido ni de la cercanía del reinado de Dios; tampoco piden la conversión y la fe.

En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.»

            Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:

            – Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.

El reinado de Dios no está cerca, se ha hecho presente en Jesús

Lo primero que hace Jesús es leer un texto de Isaías que pretende consolar a los pobres, los cautivos, los ciegos, los oprimidos. Son imágenes que no debemos interpretar al pie de la letra. No se trata de ciegos físicos ni de presos. Este texto, escrito probablemente en el siglo VI o V a.C., describe la triste situación en la que se encontraba por entonces el pueblo de Israel, sometido al imperio persa. Una situación bastante parecida a la de los judíos del tiempo de Jesús, sometidos al imperio romano. Los presentes en la sinagoga de Nazaret podían verse reflejados perfectamente en esas palabras del libro de Isaías. Pero lo importante es lo que Jesús añade: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.

            Cuando se comparan las primeras palabras de Jesús en Marcos y Lucas se advierte una interesante diferencia. En Marcos, lo esencial es el reinado de Dios y la actitud que debemos adoptar ante su cercanía (conversión y fe). En Lucas, la fuerza recae en el personaje sobre quien Dios ha enviado su Espíritu: Jesús. No se trata de que el reinado de Dios esté cerca, se ha hecho ya presente en Jesús.

¿Qué se cumple hoy?

            El texto de Isaías se puede interpretar, a la ligera, como si el personaje del que habla (para nosotros, Jesús) fuese a llevar a cabo la mejora social de los pobres, la liberación de los cautivos, la curación de los ciegos, la libertad de los oprimidos. Sin embargo, el texto no pone el énfasis en la acción, sino en el anuncio. La traducción litúrgica usa tres veces el verbo “anunciar” (en griego sería una vez “evangelizar” y dos “anunciar”). Este matiz es importante, porque coincide con lo que hizo Jesús. Es cierto que curó a algún ciego, pero no liberó de los romanos ni mejoró la situación económica de los pobres. Lo que hizo fue “anunciar el año de gracia del Señor”, hablar de un Dios Padre, que nos ama incluso cuando las circunstancias de nuestra vida siguen siendo muy duras.

Un optimismo desafiante

La liturgia ha dividido el relato de Lucas en dos domingos. Con ello, nos quedamos sin saber cómo reaccionará el auditorio a lo que ha dicho Jesús. La sabremos el próximo domingo. Lo que hoy debe quedarnos es el profundo optimismo del mensaje de Isaías, que, al mismo tiempo, supone un desafío para nuestra fe. ¿Se ha cumplido realmente esa Escritura que anuncia la mejora y la salvación a pobres, ciegos, cautivos y oprimidos? Una rápida lectura del periódico bastaría para ponerlo en duda. Cuando Lucas escribió su evangelio, cuarenta o cincuenta años después de la muerte de Jesús, también tendría motivos para dudar de esta promesa. Sin embargo, no lo hizo. Jesús había cumplido su misión de anunciar el año de gracia del Señor, había traído esperanza y consuelo. Había motivo más que suficiente para creer que esa palabra se había cumplido y se siguen cumpliendo hoy.

La 1ª lectura (Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10)

En aquellos días, el sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea, compuesta de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era mediados del mes séptimo. En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie en el púlpito de madera que había hecho para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo -pues se hallaba en un puesto elevado- y, cuando lo abrió, toda la gente se puso en pie. Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: «Amén, amén.» Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.

            Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura. Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo decían al pueblo entero: «Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis.» Porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley. Y añadieron: «Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza.»

            Este episodio se interpreta generalmente como el punto de partida histórico de la lectura pública de los textos sagrados judíos y ayuda a comprender lo ocurrido en la sinagoga de Nazaret. La escena se sitúa en la segunda mitad el siglo V a.C., en tiempos de Esdras, y representa una gran novedad. Hasta entonces, quienes hablaban en público eran los profetas. Ahora se lee el libro de la Ley de Moisés (quizá alguna parte del Deuteronomio), de acuerdo con un ritual muy preciso, que se mantuvo parcialmente en las sinagogas: Esdras se sitúa en un púlpito, la gente se pone en pie, Esdras bendice al Señor y todos adoran. Según otra versión, quienes leen son los levitas, que, al mismo tiempo, explican el sentido de lo que han leído.

La introducción al evangelio (Lc 1,1-4)

            Ya que el ciclo C está dedicado al evangelio de Lucas, se recoge el prólogo, en el que Lucas ofrece cuatro datos esenciales: a) por qué escribe la obra; b) a quién la dedica; c) qué método usa; d) qué pretende. [La traducción litúrgica ha cambiado el orden, colocando el primer lugar al destinatario].

Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo, después de informarme, he resuelto, ilustre Teófilo, escribirte todo por orden y exactamente, comenzando desde el principio; para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.

            Justificación. Llama la atención la referencia a esos muchos que emprendieron la tarea de contar lo sucedido. Si Lucas escribe en la década de los años 80-90, ¿quiénes son esos muchos? Podemos citar con seguridad el evangelio de Marcos, que usará como punto de partida, y el documento con dichos de Jesús conocido como «fuente Q». También otra serie de documentos menores, fragmentarios, utilizados por Lucas en la redacción de su evangelio. Más importante es que los califica de «testigos oculares», convertidos más tarde en «servidores de la Palabra».

            Destinatario. ¿Quién es Teófilo? Normalmente se ha pensado en un pagano convertido al cristianismo, de buena posición social y económica, dispuesto a costear los gastos que suponen viajes, investigación y redacción de la obra. Otros no ven claro que se trate de un pagano convertido; podría ser un judío.

            Método. Volviendo a los precursores, Lucas no se siente satisfecho con su labor. Encuentra que no han escrito «desde el principio» (a;nwqen), «todo» (pa/sin), «exactamente» (avkribw/j) y «por orden» (kaqexh/j). Estas cuatro deficiencias son las que pretende mejorar. En un breve resumen, podemos decir que «desde el principio» lo lleva a comenzar por la infancia; «todo», a incluir en el relato de Marcos la gran aportación de los Dichos (Q) y de otras tradiciones que él ha descubierto; «exactamente», a situar los hechos en su contexto histórico preciso: censo de Quirino (2,1-2), actividad de Juan Bautista (3,1-2); «por orden», a componer la obra de forma coherente, cuidando al mismo tiempo su calidad literaria.

            Finalidad. Se indica claramente: «para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido». Esto sugiere que Teófilo ha sido «catequizado» (kathch,qhj) solo oralmente. La obra de Lucas servirá para dar autoridad y solidez a esa enseñanza, confirmando y ampliando lo aprendido anteriormente. Este dato es fundamental para no extrañarse de ciertas «incongruencias» de Lucas. Por ejemplo, en 5,3 habla de Simón como si fuera conocido para el lector, aunque es la primera vez que lo nombra. De hecho, un lector que ya ha sido catequizado sabe muy bien quién es Simón Pedro.

***

Quien desee completar estas ideas puede consultar J. L. Sicre, El evangelio de Lucas. Una imagen distinta de Jesús. Verbo Divino. Estella 2021, pp. 63-67.

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23 Enero. III Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C

Domingo, 23 de enero de 2022
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TO-III

 

“En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea, con la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la comarca.”

(Lc 1, 1-4; 4, 12-14)

Volvió” y nosotros volvemos a estrenar tiempo litúrgico. Bueno, en rigor empezamos hace casi dos semanas. El tiempo de Navidad terminó con el Bautismo del Señor y desde entonces empezamos el “Tiempo Ordinario”. Es el más largo de los tiempos litúrgicos y sin embargo parece que le damos poca importancia.

El Adviento y la Cuaresma son tiempos fuertes, llenos de compromisos y anhelos. La Navidad y la Pascua son tiempos de mucha fiesta y alegría. El Tiempo Ordinario pasa más desapercibido, es silencioso, pero es aquí donde se “cuece” la vida.

Lo que decíamos, lo estamos estrenando y durante este año la liturgia nos presenta el evangelio de Lucas. Tenemos treinta y pico semanas para saborear la experiencia de Jesús que tuvo la comunidad de Lucas.

Y así, de una volada, nos hemos plantado en el capítulo 4, en la vida pública de Jesús. Los relatos del anuncio y el nacimiento los hemos recordado en Navidad. Ahora estamos de nuevo en la línea de salida. Jesús vuelve a Galilea y volverá alguna vez más, y también nos hará volver. Pero no vuelve de cualquier manera, vuelve “con la fuerza del Espíritu”. ¿Qué tal si también nosotras nos animamos a volver así, con la fuerza del Espíritu?

Ahora que las fiestas de Navidad nos han devuelto a nuestras rutinas, a nuestra cotidianidad, volvamos con ganas. Volvamos con novedad.

Lo conocido no es menos emocionante o más pobre, las cosas buenas no solo suceden en vacaciones. Toda nuestra vida está llena de regalos por abrir. Muchas veces no llevan papel de colores ni son objetos que podamos almacenar. Quizá por ello a penas los percibimos y se quedan esperando.

¡Anímate! Y vuelve tú también a tu Galilea. Pero vuelve con la fuerza del Espíritu para que en ti se cumpla el Sueño de Dios.

Oración

Derrama, Trinidad Santa, tu Espíritu sobre nosotras para que nos acerquemos a tu Palabra y descubramos la Buena Noticia. Para que nuestras vidas sean signos de libertad. Amén.


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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El Espíritu libera y capacita para liberar

Domingo, 23 de enero de 2022
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D98CCDEF-8944-45B9-ACC0-30DA9086D90BDOMINGO III (C)

Lc 4,14-21

Este ciclo (C) toca leer el evangelio de Lucas, que empieza con un paralelismo de la infancia entre el Bautista y Jesús en los dos primeros capítulo. A partir de aquí, se olvida de todo lo dicho y comienza solemnemente su evangelio: “En el año quince del gobierno de Tiberio Cesar… vino la palabra de Dios sobre Juan… Después del bautismo y las tentaciones, propone un nuevo comienzo con un resumen: Regresó a Galilea con la fuerza del Espíritu, enseñaba en las sinagogas y su fama se extendió.

No es la primera vez que entra en una sinagoga pues dice: “como era su costumbre”. Y “haz aquí lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm. El texto de Isaías es el punto de partida. Pero más importante aún que la cita, es la omisión voluntaria de la última parte que decía: “… y un día de venganza para nuestro Dios” (estaba expresamente prohibido añadir o quitar un ápice del texto). Los que escuchaban se dieron cuenta de la omisión. Atreverse a rectificar la Escritura era inaceptable.

Isaías habló en metáforas, no habla de curación física. Jesús se niega a entrar en la dinámica que ellos esperan. Ni la misión de Elías ni la de Eliseo fue remediar necesidades materiales. Continúa Lucas con un texto en que Jesús realiza toda clase de curaciones, ahora en Cafarnaúm. Pero termina orando en descampado y diciendo a los que le buscan: Vámonos a otros pueblos a predicar, que para eso he venido.

No comenta un texto de la Torá, que era lo más sagrado para el judaísmo sino un texto profético. El fundamento de la predicación de Jesús se encuentra más en los profetas que en el Pentateuco. Para los primeros cristianos estaba claro que el mismo Espíritu, que ha inspirado la Escritura, unge a Jesús a ir mucho más allá de ella, superando el carácter absoluto que le habían dado los rabinos. Ninguna teología,  ninguna norma tiene valor absoluto. El ser humano debe estar siempre abierto al futuro.

Al aplicarse a sí mismo el texto, está declarando su condición de “Ungido”. Seguramente es esta pretensión la que provoca la reacción de sus vecinos, que le conocían de toda la vida y sabían quién era su padre y su madre. En otras muchas partes de los evangelios se apunta a la misma idea: La mayor cercanía a la persona se convierte en el mayor obstáculo para poder aceptar lo que es. Para un judío era impensable que alguien se atreviera a cambiar la idea de Dios de la Escritura.

Partiendo de Isaías, Jesús anuncia su novedoso mensaje. A las promesas de unos tiempos mesiánicos por parte de Isaías, contrapone Jesús los hechos: “hoy se cumple esta Escritura”. Toda la Biblia está basada en una promesa de liberación. No debemos entender literalmente el mensaje y seguir esperando lo que ya nos han dado. Dios no nos libera, Dios es la liberación. Soy yo el que debo tomar conciencia de ello.

La libertad es el estado natural del ser humano. La “buena noticia” de Jesús va dirigida a todos los que padecen cualquier clase de sometimiento, por eso tiene que consistir en una liberación. No debemos caer en una demagogia barata. La enumeración que hace Isaías no deja lugar a dudas. En nombre del evangelio no se puede predicar la simple liberación material, pero tampoco podemos conformarnos con una salvación espiritual, desentendiéndonos de las esclavitudes materiales.

Oprimir a alguien, o desentenderse del oprimido, es negar el Dios de Jesús. El Dios de Jesús no es el aliado de unos pocos. No es el Dios de los buenos, de los piadosos ni de los sabios; es, sobre todo, el Dios de los marginados, de los excluidos, de los enfermos y tarados, de los pecadores. Solo estaremos de parte Dios si estamos con ellos. Una religión, compatible con cualquier clase de exclusión, es idolátrica.  “Id y contarle a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan…”

Hoy el ser humano busca con ahínco la liberación de las opresiones externas, pero descuida la liberación interior que es la verdadera. Jesús habla de liberarse antes de liberar. En el evangelio de Juan, está muy claro que tan grave es oprimir como dejarse oprimir. El ser humano puede permanecer libre a pesar de los sometimientos externos; hay una parte de su ser que nadie puede doblegar. La primera obligación del hombre es no dejarse esclavizar y el primer derecho, verse libre de toda opresión.

¿Cómo conseguirlo? El evangelio nos lo acaba de decir: Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu. Ahí está la clave. Solo el Espíritu nos puede capacitar para cumplir la misión que tenemos como seres humanos. Tanto en el AT como en el NT, ungir era capacitar a uno para una misión. Pablo nos lo dice con claridad meridiana: Si todos hemos bebido de un mismo Espíritu, seremos capaces de superar el individualismo, y entraremos en la dinámica de pertenencia a un mismo cuerpo.

La idea de que todos formamos un solo cuerpo es genial. Ninguna explicación teológica puede decirnos más que esta imagen. La idea de que somos individuos con intereses contrapuestos es tan demencial como pensar que una parte de nuestro cuerpo pueda ir en contra de otra parte del mismo cuerpo. Cuando esto sucede le llamamos cáncer. El individualismo solo puede ser superado por la unidad del Espíritu.

Pablo nos invita a aceptarnos los unos a los otros como diferen­tes. Esa diversidad es precisamente la base de cualquier organismo. Sin ella el ser vivo sería inviable. Tal vez sea una de las exigencias más difíciles de nuestra condición de criaturas, aceptar la diversidad, aceptar al otro como diferente, encontrando en esa diferencia, no una amenaza sino una riqueza. Es fácil descubrir que estamos en la dinámica opuesta. Seguimos empeñados en rechazar y aniquilar al que no es como nosotros.

Lo único que predicó Jesús fue el amor, es decir, la unidad. Eso supone la superación de todo egoísmo y toda conciencia de individuali­dad. Los conocimientos científicos adquiridos en estos dos últimos siglos vienen en nuestra ayuda. Somos parte del universo, somos parte de la vida. Si seguimos buscando el sentido de mi existencia en la individualidad terminaremos todos locos. El sentido está en la totalidad, que no es algo separado de mi individualidad, sino que es su propio constitutivo esencial.

El Espíritu no es más que Dios presente en lo más hondo de nuestro ser. Eso que hay de divino en nosotros es nuestro verdadero ser. Todo lo demás, no solo es accidental, transitorio y caduco, sino que terminará por desaparecer. No tiene sentido que sigamos potenciando aquello de lo que tenemos que despegarnos. Querer poner en lo caduco el sentido a mi existencia es ir en contra de nuestra naturaleza más íntima.

Meditación

Hoy se cumple esa Escritura también en ti.
El Espíritu que actuó en Jesús, está actuando en ti.
El ego nos separa. El Espíritu nos identifica.
Conecta con esa energía divina que ya está en ti,
y la espiritualidad será lo más espontáneo y natural de tu vida.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Sabiduría y necedad.

Domingo, 23 de enero de 2022
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Lc 4, 16-21

«Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos»

En un momento determinado de su vida, Jesús deja su oficio y abandona Nazaret para dedicarse a una vida de profeta itinerante. Alcanza la fama en el entorno del lago de Genesaret, y cuando regresa a su tierra es rechazado por sus antiguos vecinos. Nada de particular, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de farsantes que se lanzaban entonces a los caminos de Galilea a predicar cualquier ocurrencia.

Vamos pues a fijarnos en el texto de Isaías leído por Jesús en la sinagoga.

Desde la más remota antigüedad, y en todos los ámbitos geográficos y todas las culturas, han surgido personas con una especial intuición de Dios —o una especial comunicación con Dios— que nos han revelado su sabiduría; la sabiduría de Dios.

En este hecho se da además una circunstancia reveladora, y es que aunque en el mundo encontramos culturas muy distintas, los principios morales y sapienciales son idénticos en todas las grandes religiones y los grandes sistemas filosóficos, lo que nos mueve a pensar que su origen tiene que ser el mismo; es decir, que Dios procura la felicidad de sus hijos y se vale de estos personajes para señalarles el camino.

Esta idea nos invita a revisar nuestro concepto de religión. Es habitual concebir la religión como un conjunto de normas o mandamientos de carácter ético cuyo cumplimiento nos acerca a Dios, pero quizá fuese más apropiado ver la religión como un cauce a través del cual los seres humanos vamos desentrañando la sabiduría de Dios; vamos encontrando las claves para lograr la felicidad que Dios quiere para nosotros.

¿Pero cuáles son esos grandes principios?… Pues en el fondo de todos ellos encontramos una misma idea: las actitudes humanitarias llenan de sentido nuestra vida, nos producen la plenitud del alma —del ánimo— y, en definitiva, nos producen felicidad… Muy sencillo y muy gratificante.

Pero llega un momento de la historia en que la humanidad en su conjunto empieza a dudar de estos grandes guías; en que pierde la fe que sus mayores tenían en sus criterios, y empieza a pensar que todas aquellas cosas que han soportado la vida humana a lo largo de los siglos, no son más que prejuicios que nos alienan, nos infantilizan y que debemos superar…

Y renunciamos a su sabiduría. Y cometemos la necedad de confiar nuestra vidas a unos guías que ni conocen el camino ni les interesa que nosotros lo conozcamos; que nos han arrebatado el sentido de nuestra vida y nos han convertido en algo muy parecido a un grupo de excursionistas perdidos en un bosque que camina en círculos a machetazos, arrasándolo todo y dejando por el camino un reguero de víctimas que no pueden aguantar el ritmo de los más fuertes.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Hoy se cumple esta Escritura.

Domingo, 23 de enero de 2022
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 DOMINGO 3º T.O. (C)

La fe en Jesús entraña creer como él creyó, afiliado enteramente a su Abbá, con quien se identifica desde su entrega a la realización del Reino de Dios. Consecuencia de ello es el hecho del seguimiento. Creer en Jesucristo es seguirle. En otras palabras: tiene fe quien cree en el Dios de Jesús o en el Jesús de Dios.

Jesús se sitúa en la tradición de los profetas. Le preocupa el cambio de la persona y de la sociedad para que reine la justicia o el reinado de Dios. La consecuencia es obvia: está cerca de Dios y de la conversión quien rompe un pasado o un presente de injusticia y vuelve a Dios o al reino de justicia. Lo esencial es descubrirlo implicado en el proceso transformador de la persona y de la sociedad.

Convertirse no es simplemente renunciar, hacer sacrificios, disponerse a recibir la gracia de un sacramento, ni siquiera equivale a creer en Dios desde lo más propio de la conciencia, ni se da sólo en el interior del corazón, sino que se enraíza, como la fe, la esperanza y la caridad, en la conciencia madura, adulta.

Nadie se convierte por imposición, sino por invitación del Espíritu de Jesús. Esta invitación exige una respuesta que se traduce en la ruptura de un pasado y un presente de injusticia, de relaciones desiguales, de superioridad y subordinación y vuelve a Dios o al reino de justicia.

Nada más profético en el contexto de un Sínodo que lleva por lema: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, a convocatoria del papa Francisco, que la primera lectura de Pablo a los Corintios (12,12-30) en la que se nos dice que la Iglesia es como el cuerpo humano: debe haber diversas funciones y ministerios, pero ninguno puede funcionar sin los otros. Es más, aquellos que implican autoridad (no autoritarismo), son los que menos pueden funcionar aisladamente, ya que deben servir a la base. En la Iglesia no se puede mandar sin dejarse impactar o conmover por la base; todos somos Pueblo de Dios que camina.

En el evangelio, Jesús expone claramente en la sinagoga de su pueblo, su programa mesiánico: dar una buena noticia a los pobres, a los condenados la libertad, a los ciegos la vista, a los oprimidos la liberación. Lucas se lo transmite con entusiasmo a su joven amigo Teófilo “para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido” y “mantener siempre viva la verdad de las cosas en las que ambos fueron enseñados”. También hoy a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI.

Jesús proclama que la unción que recibimos en el Bautismo, no separa del mundo, sino que compromete con el mundo en el sentido de la liberación de toda opresión. “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido”. Todo cristiano debería ser el primero en la lucha contra toda clase de opresión y discriminación. Con más razón quienes ostentan la autoridad, que no es sino el servicio, ejercido sin prejuicios ni estereotipos, para que “todos seamos Uno en Cristo Jesús” (Gal 3,28).

La autoridad en la Iglesia no puede separar y dividir a unos de otros, clérigos y laicos, hombres y mujeres. Esto es, clérigos que mandan y mujeres y hombres que obedecen; sacerdotes que predican en virtud de un “poder sagrado” y laicos eternamente callados, que escuchan y no tienen su palabra. Clérigos que celebran, enseñan, ejercen el poder poniéndose por encima de la Comunidad, dictan las normas morales favoreciendo la pasividad del Pueblo de Dios, que pese a todo, sigue trabajando y dando razón de su fe en todas las tareas eclesiales sin reconocimiento de la autoridad competente.

Si la base de la Iglesia es ser todos seguidores de Jesús, todos somos sinodales, compañeros de camino; todos consagrados, ungidos por el Espíritu para realizar nuestra misión en el mundo. Todos laicos, Pueblo de Dios consagrado por el Bautismo en el Espíritu.

La Iglesia discrimina por razón de sexo. Tampoco las mujeres ni los varones casados podemos representar a Cristo en la Iglesia occidental. El sexo y el celibato se han convertido en voluntad del Espíritu de Jesús. Y todo ello con un argumento engañoso de consecuencias desastrosas que descuida las necesidades de las comunidades cristianas, mina la debilitada autoridad de la Iglesia y provoca la desobediencia a las normas eclesiásticas del estamento clerical. ¿Dónde queda la verdad y la libertad evangélica?

Me conmueven hoy, especialmente las palabras de Jesús:

El Espíritu del Señor está sobre mí, sobre ti, porque te ha ungido.

Te ha enviado a dar la Buena Noticia a los pobres, a los descartados, a los sencillos, te ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos. Cautivos de sus prejuicios, de sus estereotipos, de su terquedad, de su prepotencia, de sus miedos, de sus recelos.

Y te ha enviado a anunciar el año de gracia del Señor, con audacia y con esperanza.

Todos tenían los ojos fijos en Él. Y añadió:

Hoy se cumple el pasaje de la Escritura que acabáis de escuchar.

La movilización feminista católica en Europa y Latinoamérica es un signo de los tiempos incuestionable. Anhelamos cambiar la estructura eclesial medieval por una Iglesia de corte profético, liberadora, valiente, circular, peregrina, que camina junto a todos los que creen y siguen a Jesús, el Señor. La reforma de la Iglesia es la vuelta a la fuente, a Jesucristo.

Hoy, laicos, pastores, obispo de Roma, comunidad de personas bautizadas con la misma dignidad, conscientes de estar llamadas con otros para seguir a Jesucristo y ser testigos creíbles del Evangelio, nos ponemos en camino en este Sínodo, que es “acontecimiento de gracia, proceso de sanación guiado por el Espíritu Santo”.

Shalom!

Mª Luisa Paret

Fuente Fe Adulta

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Buena Noticia

Domingo, 23 de enero de 2022
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D3BEE826-1A2B-4A65-89D0-3C07C537FCB8Domingo III del Tiempo Ordinario

23 enero 2022

Lc 1,1-4. 4, 14-21

Si el cuarto evangelio presenta a Jesús como fuente de alegría (relato de las “bodas de Caná”), para Lucas es el portador de la “Buena Noticia”, la “respuesta” de Dios a los pobres, a todos los que se reconocen necesitados: “libertad para los cautivos, vista para los ciegos, liberación para los oprimidos”.

Tal presentación de la figura de Jesús contiene una sabia intuición atemporal -válida para todo tiempo- y una forma de expresión particular, condicionada por el momento histórico en que se escribe.

La intuición es que la realidad se halla definitivamente a salvo. Que, más allá de las apariencias y de las limitaciones de todo tipo, en el nivel profundo, en nuestra identidad última, somos plenitud. El horizonte y el fondo de lo real no es frustración, sino liberación radical. La realidad -nosotros incluidos- es necesidad e incluso carencia en el nivel aparente, pero es, al mismo tiempo, respuesta definitiva. Es otro modo de hablar de la paradoja que nos constituye: somos cautivos y somos libertad; somos ciegos y somos luz; nos experimentamos oprimidos y somos liberación.

La forma de expresión, nacida en un momento histórico determinado y condicionada por un determinado nivel de consciencia, coloca esa respuesta en un ser particular, considerado como “salvador celeste” que, desde “fuera”, vendría a saciar plenamente toda nuestra búsqueda.

El teísmo -un modo específico en el que se plasmó el anhelo espiritual y la vivencia religiosa de una gran parte de la humanidad durante unos milenios- ve al ser humano en su carencia e incluso en su pecado. Y cree que la salvación ha de llegar de “fuera”, de parte de un dios que contiene todas las respuestas a nuestras necesidades. Podría decirse que, en cierto modo, la visión que el teísmo tiene del ser humano es radicalmente parcial, ya que parece ver solo nuestra forma aparente. Sin embargo, si bien nuestra forma visible es carencia, nuestra profundidad última es plenitud, una con el fondo de todo lo que es, Vida o Consciencia.

A partir de esta comprensión, se nos regala un doble reconocimiento: por un lado, nuestra identidad no es el yo particular con el que fácilmente hemos vivido identificados -eso es únicamente nuestra personalidad-; por otro, todo lo que en el cristianismo se dice de Jesús puede decirse con toda razón de todo ser humano. Porque todos somos uno en nuestra identidad profunda: siendo diferentes, somos lo mismo.

¿Reconozco y vivo armoniosamente esa doble dimensión?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Según el evangelio, somos amigos de Dios (Teófilo), no clientes de la Iglesia

Domingo, 23 de enero de 2022
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20110816144535df618aDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Ilustrísimo Teófilo (theos: Dios / Filos: amigo)

    Teófilo no es tanto un individuo, sino que hemos de entenderlo en el sentido etimológico de la palabra: “Theos” Dios / “philos”: amigo. Lucas dirige su evangelio a los amigos de Dios. Dios es amigo, amigo nuestro, amigo de todos. (S Juan dirá que Dios es amor (1 Juan 4,8).

Así pues, excelentísimos amigos de Dios.

No es cosa de poca monta saber que sois -somos- amigos y que Dios os -nos- tiene a todos por amigos (incluidas nuestras calamidades). ¡Tantas veces hemos sido denostados por pecadores, tantas predicaciones nos han llamado y nos llaman de casi todo! Ya cansa tanto pecado y tanto infierno.

Es un bálsamo escuchar a san Lucas que nos llama: excelentísimos amigos de Dios. Dios es nuestro amigo.

El evangelio de Jesús es, pues, un evangelio dirigido a los amigos de Dios. El Dios de Jesús no es un justiciero temible al que hemos de contentar y aplacar. Dios es amigo.

Mientras Dios nos quiere, muchas veces vivimos como “clientes” de lo eclesiástico.

¿Me siento querido por Dios?

02.- ¿A qué ha venido Cristo?

    El pasado domingo “asistíamos” al comienzo de la actividad de Jesús según el evangelio de Juan: las bodas de Caná: un vino nuevo de amor.

Hoy, hemos escuchado en el texto evangélico “el discurso programático”, el comienzo de la vida y actividad adulta de Jesús según el Evangelio de Lucas.

03.- Lo que caracteriza la tarea, la misión de Jesucristo.

“¿Cuál es el programa de Jesús?”

Buena noticia a los pobres Y liberación

  1cf8f3_evangelistas1  La palabra eu – angelion significa buena noticia.

    Jesús es la última y definitiva palabra de Dios.

Jesús -Él mismo- es ya buena noticia para los pobres.

    Jesús estaba y está cerca de los débiles: de los enfermos físicos y psíquicos, estaba cerca de las personas problemáticas, de los pecadores.

    Hay personas que en sí mismas son una buena noticia, un don, tienen y transmiten paz, serenidad.

04.- Liberación a los cautivos y oprimidos.

    Dos veces aparece la libertad – liberación de los cautivos / oprimidos.

    Desde Egipto y el destierro de Babilonia, cautividades y opresiones hay muchas en la vida, en la historia de los pueblos y de las personas. Opresiones económicas, sociales, eclesiásticas, políticas, raciales. Cautividades también en el orden personal, esclavitudes morales.

    Es hermoso y cristiano sentirse, ser libre y ayudar a que los demás vivan en libertad.

05.- Un tiempo y una eternidad amables: gracia.

    El texto que hemos escuchado en el evangelio lo toma Jesús del profeta Isaías. Jesús podía -¡debía!- haber continuado con el texto de Isaías: he sido enviado a anunciar el día de venganza de nuestro Dios, pero no lo hizo. Lo de JesuCristo es otra cuestión. Jesús no predica la venganza de Dios, sino que  viene a anunciar el tiempo amable de Dios, un tiempo, una historia de gracia, de amabilidad.

 06.- Y esta gracia y salvación está presente ya hoy

Hoy estamos salvados. Es el “hoy” lucano

Lc 2, 11:    Hoy Os ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.

Lc 4, 21:    Hoy se cumple ante vosotros esta profecía”.

Lc 5, 26:    Hoy hemos visto cosas extraordinarias, dice la gente tras la curación del paralítico

Lc 19, 5.9: Hoy tengo que alojarme en tu casa le dice Jesús a Zaqueo.

                  Hoy ha llegado la salvación a esta casa.

Lc 23, 43:  Hoy estarás conmigo en el paraíso le dice Jesús

Hoy, no mañana, estamos salvados los pobres, oprimidos, esclavos y pecadores.

Esto infunde una gran paz y serenidad en nuestra vida.

Amigo de Dios, la buena noticia de Jesús es que Dios es nuestro amigo y que estamos en un tiempo de gracia y salvación.


 

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Tercer domingo después de Epifanía, por el pastor Rubén Bernal Pavón

Domingo, 23 de enero de 2022

jesc3bas-en-la-sinagoga-de-nazaretEl programa liberador de Jesús

Comentario del San Lucas 4:14-21

Comenzamos el pasaje del discurso programático (o el manifiesto) de Jesús en la sinagoga de Nazaret. La porción emplea el método derásico (derash) como modalidad exegética y pedagógica para presentar a Jesús como quien cumple las expectativas anunciadas del Antiguo Testamento.1

Los versículos que veremos aquí corresponden a la primera parte, mientras que el pasaje completo termina en el v. 30. Hay varios aspectos homiléticos muy interesantes en esta primera sección (vv. 14-21).

En el texto lucano, el Espíritu es el motor que mueve las acciones de Jesús. Le vemos en su concepción (1:35), en la bendición de Simeón cuando es presentado en el Templo (2:25-35), descendiendo sobre él en el bautismo (3:22), impulsándole a ir al desierto donde luego es tentado (4:1), y ahora, llenándole de poder, le trae a Galilea (4:14), donde Jesús leerá que este mismo Espíritu “está” sobre él (v. 18).

Por tanto, siguiendo el modelo de Jesús, que es el modelo de la iglesia (que como cuerpo de Cristo actúa en su nombre), hemos de invitar en nuestro sermón a vivir también en el Espíritu, a vivir bajo su sensibilidad y discernimiento. Ese Espíritu acampa ahora en nosotros (1 Co 3:16; 1Co 6:19), y ha de impulsarnos a vivir el mismo proyecto vital de Jesús.

Como veremos en el texto, el programa de Jesús, tomado de Is 61:1-2 (cf. Is 35:5-6) y de Is 58:6 (para la última frase), contrasta vigorosamente con la narración anterior de las tentaciones, donde el diablo le presenta un seductor y triunfalista programa mesiánico que Jesús rechaza. Por tanto, en el discurso sinagogal tenemos el modelo mesiánico que Jesús va a tomar para sí. Este no va a ser un modelo triunfalista, al contrario, veremos que su propuesta, vivida hasta las últimas consecuencias, obtendrá mucho rechazo como comprobamos de inmediato en Lc 4:29. Es decir, una vez sufridas las tentaciones triunfalistas de poder, riqueza y milagrería, el proyecto de Jesús es perfilado con claridad: toca transitar un camino peligroso donde tendrá que ir a la contra del poder religioso, político, militar y económico.2

Según la narración, Jesús toma en la sinagoga el libro de Isaías y realiza una lectura profética denominada haftará. Desde ella anuncia el cumplimiento del tiempo escatológico definitivo: el año de la liberación (el jubileo cf. Lv 25:8-22), lo que implicaba el perdón colectivo3 y la restauración de la situación originaria de justicia y equidad deseada por Dios. Por tanto, según el pasaje, Jesús se presenta como mesías, pero también como el profeta escatológico que inaugura el nuevo tiempo de la gracia divina.4

El programa liberador se irá reflejando tanto en su ministerio como en sus signos (cf. Hch 10:38), tomando postura contra la pobreza, contra el miedo, la opresión y las situaciones de vulnerabilidad. Todo ello, a su vez, conforma junto con el anuncio evangélico, el programa de la iglesia en el mundo5 y debe verse reflejado en nuestra predicación.

Es importante tener en cuenta que Jesús, en este programa liberador, apunta hacia realidades materiales y miserias muy concretas. Por lo tanto, no deberíamos espiritualizar de manera abstracta estas palabras.6 Desde el Espíritu, estamos llamados a actuar en las necesidades de los pobres con toda la dimensión integral del evangelio, a sanar (tanto a nivel interior como físico) dentro de nuestras posibilidades, a liberar cautivos y oprimidos, y a dar vista a quienes no ven. Los resultados positivos de nuestra misión serán solo mérito del Espíritu Santo que nos capacita y actúa en nosotros/as.

Ahora bien, queda un aspecto importante. En su lectura, Jesús no lee las últimas frases del texto de Isaías. Estas frases hacen referencia al castigo de Dios, pero Jesús los omite. Un ejemplo similar tenemos en Mt 11:5 (par. Lc 7:22) donde Jesús pasa por alto la venganza y reconoce (Mt 11:6 y par. Lc 7:23) que esto puede ser un escándalo y un tropiezo a quienes le oyen.7 Quizá, a los oyentes de la sinagoga, esta omisión pudo parecerles una novedad sacrílega.8

En cuanto a la iglesia de hoy, proclamadora del reino de Dios, de su justicia y su paz, nos sigue correspondiendo trasmitir esperanza, anunciar buenas noticias, ejercer la liberación y sanar heridas, aunque siempre tendremos que sufrir la dura oposición de quienes quieren que proclamemos ira y venganza en nombre de Dios, e incluso que la implantemos por derecho, cosa que no nos corresponde (cf. Ro 12:19). El púlpito es para anunciar, sobre la realidad de una existencia alienada en la que nos encontramos, la buena noticia de la gracia de Dios, y no es un espacio para pregonar condenación (a excepción de las correspondientes denuncias proféticas contra las mismas realidades alienantes).

Exhortemos a desarrollar nuestra sensibilidad pastoral, incluyendo la restauración e inclusión de las personas dentro de una eclesiología justa en defensa de los excluidos y necesitados. Caminemos diariamente en el Espíritu llevando la buena noticia, siguiendo el ejemplo de Jesús quien se dio enteramente hasta las últimas consecuencias por una humanidad sufriente a la que ama.


Notas:

  1. A. DEL AGUA, “El cumplimiento del Reino de Dios en la misión de Jesús: programa del evangelio de Lucas (Lc 4,14-44)”, Estudios Bíblicos 38 (1979-1980), 269-293. A. PIÑERO – J. PELÁEZ, El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos (Córdoba: El Almendro, 1995), 283. A. RODRIGUEZ CARMONA, “La obra de Lucas (Lc-Hch),” en: R. AGUIRRE y A. RODRIGUEZ, Evangelios sinópticos y Hechos de los Apóstoles. Nueva edición actualizada y ampliada (Estella: Verbo Divino, 2012), 397.
  2. B. PÉREZ ANDREO, La revolución de Jesús. El proyecto del Reino de Dios (Madrid: PPC, 2018) 56. Cf. 71ss.
  3. N. LOHFINK, “Reino de Dios y economía en la Biblia,” en: Communio (1986), 118. N. T. WRIGHT, Sencillamente Jesús. Una nueva visión de quién era, qué hizo y por qué es importante. 2ª ed. (Madrid: PPC, 2018). 98.
  4. E. SCHILLEBEECKX, Jesús. La historia de un viviente (Madrid: Trotta, 2002). 443 I. H. MARSHALL, Luke: Historian and theologian (Exeter: Paternoster, 1970), 125-128.
  5. L. W. HURTADO, Señor Jesucristo. La devoción a Jesús en el cristianismo primitivo (Salamanca: Sígueme, 2008), 395.
  6. J. SOBRINO, Jesucristo liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret, 2ª ed. (Madrid: Trotta, 1993), 120.
  7. J. JEREMIAS, Teología del Nuevo Testamento I, 7ª ed. (Salamanca: Sígueme, 2001), 242.
  8. J. L. RUÍZ DE LA PEÑA, La Pascua de la Creación. Escatología (Madrid: BAC, 1996), 227.

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