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Una fe cristiana sin Theos

Sábado, 14 de agosto de 2021

GoliasHebdo679-couvLa publicación de este artículo en la revista más progresista de Francia, nos reafirma en que el debate que hemos acogido en ATRIO sobre No-teísmo y fe cristiana . Estamos publicando todo lo que sobre este vanguardista movimiento nacido en España que está captando la atención en revistas italianas –Adista– y ahora en la francesa Golias. Un resumen de este texto de Alain  Durand se presentó en la reunión del domingo pasado a la que se refiere Arregi y a la que asistí. Me cuesta exponer y razonar por escrito mi posición. Pero sí que la expresé de palabra: este paradigma de no teísmo y no dualidad, si llegara a dominar en las bases progresistas cristianas, desinflaría la fuerza que puede aportar la fe cristiana a un futuro mejor para la humanidad. AD.   

Léon Gambetta declaró en la Cámara de Diputados el 4 de mayo de 1877 en Francia: «Clericalismo, ahí está el enemigo». Hoy, algunos creyentes y algunos teólogos se atreven a declarar pacíficamente: «Teísmo, aquí está el enemigo».

Ésta es la convicción fundamental de toda una corriente teológica, minoritaria pero vigorosa. John Shelby Spong, ex obispo episcopal de Newark, es sin duda el más conocido en Francia entre los representantes de este movimiento, ya que varios de sus libros están ahora disponibles en francés. La misma corriente también minoritaria, se está estructurando en América Latina, de una manera más radical me parece, en torno a una teología inspirada en los descubrimientos arqueológicos sobre la cuestión de dios. Últimamente, comienzan a producirse debates sobre este tema en España e Italia.

¿Qué es el teísmo? Según John Shelby Spong, «llamamos ‘teísmo’ a la teoría que concibe a Dios como un Ser fuera del mundo, con poder sobrenatural, que actúa sobre el mundo para llevarlo a la obediencia y abrirlo a su Presencia». Dios es un Ser celestial y exterior al que tradicionalmente se le atribuyen acontecimientos que escapan a nuestra comprensión. Por tanto, existe simultáneamente la creencia en una división de lo real entre un “arriba” que habita este dios, y un “abajo” donde residimos (sin mencionar un posible tercer nivel correspondiente a los infiernos debajo de la tierra). Como el progreso de la ciencia nos permite ahora explicar los acontecimientos de nuestro mundo sin recurrir a tales representaciones, ya no habría necesidad de recurrir tampoco a tal dios.

Un mundo dividido y jerárquico

Según uno de los defensores de esta corriente en América Latina, José Maria Vigil, ya conocido por sus posiciones a favor de las teologías de la liberación, el rasgo principal del teísmo es esta división de la realidad entre un arriba y un abajo, es decir, que estamos tratando, al menos desde los trastornos culturales vinculados a la revolución agraria del Neolítico, con una realidad en dos niveles, a diferencia de la unidad primordial anterior del “huevo cósmico”, del “sagrado útero maternal”, y con una asimetría radical, ya que hay un poder jerárquico del mundo de arriba sobre el de abajo, y por lo tanto con una desigualdad fundamental entre la realidad visible en la que estamos y la invisible donde reside Theos. Éste, supremamente inteligente y todopoderoso, crea todo, interviene en el mundo, cura o castiga, etc. Este todopoderoso se ha revestido, al menos hasta ahora, de rasgos exclusivamente masculinos; pero esto está cambiando actualmente, gracias al nuevo lugar reconocido para la mujer en la modernidad.

El teísmo, que corresponde a una fase en la evolución de nuestro desarrollo cognitivo, es una “creación cultural”. Para una persona moderna es inaceptable es que tal Theos nos exija sumisión, entre en competencia con la humanidad; igualmente resulta inaceptable para cualquier persona que sea consciente de los derechos y la dignidad de los seres humanos.

El interés del enfoque

Antes de expresar algunas reservas, conviene subrayar, en primer lugar, el interés de su enfoque, porque pretende confrontar profundamente nuestra fe con la modernidad y decir lo que debería ser la fe cristiana si se tiene en cuenta la aproximación a lo real que hacen las ciencias. Es un hecho que el cristianismo se hunde hoy, porque su forma de mirar la realidad parece obsoleta o irrelevante. Por tanto, es urgente un examen detenido de nuestra fe en el marco de la cultura actual, sin miedo ni vacilaciones. Eso es lo que hacen estos autores.

Los protagonistas de esta corriente se inspiran en la fe cristiana para formular lo que ahora creen. Es para nosotros una invitación a aceptar la diversidad de corrientes posibles que se reclaman al Evangelio, aunque no compartamos su punto de vista. También ellos deben tener su parte de verdad. En cierto modo, esta actitud es un a priori necesario de cualquier enfoque integral. La benevolencia es esencial, y esencial incluso cuando está atravesada por desacuerdos.

Finalmente, es importante reconocer hoy que nadie tiene un punto de vista que pueda poner fin a los debates en curso porque habría accedido a la Verdad. Los desafíos a las expresiones habituales de fe que hacen estos autores deben recordarnos que ningún lenguaje es adecuado cuando buscamos hablar de Dios. Por tanto, es en este contexto en el que formularé algunas críticas y preguntas.

Preguntas a los autores

Estos autores identifican a Dios con una cierta forma de referirnos nosotros a él. Según eso, si dejo de rezarle/pedirle a este dios salud o algún milagro, habría que concluir de ello –pues obviamente no funciona– que este Dios es ilusorio. Pero, ¿es Dios o mi representación de Él lo que es ilusorio? ¿Por qué no concluir que es mi relación con Dios y mi representación de Dios lo que debe cambiar? La pregunta que se hace no es principalmente la de Dios mismo, sino la relación que declaramos tener con él. No es porque tengamos una relación infantil con Dios que Dios tenga que corresponder a esa imagen.

La corriente no-teísta rechaza lo que corresponde al universo de los dogmas cristianos, pero conserva ciertos principios morales fundamentales del cristianismo, sobre todo los que se resumen en el precepto del amor al prójimo. Reconozcamos que se trata efectivamente de una herencia esencial, sin duda más importante que la expresada en la dogmática, aunque la arquitectura de la fe no aísla el amor del hermano del amor de Dios. Desde este punto de vista, los no-teístas aceptan una parte muy esencial de la herencia cristiana.

La negación de un Dios personal obviamente es un problema. Es cierto que bajo esta palabra, «persona», ponemos una realidad que no necesariamente tiene mucho que ver con el Dios de la fe cristiana. Además, Dios fue identificado como persona en la dogmática cristiana en el sentido que el lenguaje metafísico dio a esta palabra durante las primeras definiciones conciliares, mientras que en la actualidad la palabra persona ha adquirido un significado predominantemente psicológico. Sea como fuere, el hecho es que la noción de persona no se identifica necesariamente con la de un dueño todopoderoso como lo hace la teología teísta.

Su investigación claramente dirige a los autores en la dirección de un trasfondo último del universo, impersonal y universalmente presente, de un centro que es simultáneamente la fuente de todo y la expansión de uno mismo en todo, una realidad última, sin un rostro identificable, presente en el corazón de todo lo que es, o que incluso eso es el Todo. Estas expresiones recuerdan la realidad última vista por el budismo o el hinduismo. Algunos incluso lo aluden. Esta nueva formulación de la fe, lejos de subrayar cualquier originalidad del cristianismo, se desarrolla en beneficio de una visión impersonal de un dios singular sin rostro, una visión aún difusa que, a sus ojos, estimula. Este cristianismo no-teísta se acerca a esas grandes religiones que se desarrollaron en Asia, en las que tampoco se puede hablar de fe en un Dios personal.

Por otro lado, afirmar a Dios como distinto del mundo –como lo hace la fe cristiana tradicional– no lo transforma necesariamente en un ser dominante que ejerza una omnipotencia indiscriminada sobre nosotros y sobre toda su creación. Muchas expresiones teológicas o espirituales actuales (como cuando se habla de un Dios humilde, pobre y compasivo), o expresiones literarias (como la que designa a Dios como el Más Bajo), merecen ser tenidas en cuenta por los autores.

Jesús y su evangelio

¿Y Jesús? Si aceptamos que la negación del Dios trascendente, amo del universo se hace en beneficio de una realidad última, inmanente, presente en todo, incluso identificada con el Todo, es necesario modificar profundamente la identidad que tradicionalmente los cristianos le atribuyen a Jesús.

En primer lugar, debemos reconocer que Jesús era un creyente en un Dios teísta, que debe ser superado por completo. No es hijo de un dios personal que, además, lo hubiera enviado a la tierra. ¿Qué lugar ocupa Cristo? En su respuesta a las críticas del teólogo español José María Castillo, uno de los partidarios de este cristianismo sin teísmo, José Arregi, escribe sobre este tema: “Nos reafirmamos como discípulos de Jesús, y queremos vivir en el siglo XXI su Evangelio liberador, su espíritu que vive más allá de la letra y las instituciones religiosas católicas que sofocan la vida. Y tratamos de decirlo, sabiendo que nunca lo lograremos, con palabras y paradigmas compatibles con la cosmovisión, la ciencia y la cultura de hoy. ”

Otro punto que me cuestiona en esta nueva corriente de teología sin Theos, es la ausencia de reflexión filosófica, o, en todo caso, su bajísimo nivel de elaboración. El único referente en el que se basa, al menos me parece, es la ciencia y la cultura científica. ¿Podemos pasar de la ciencia a la religión tan rápido? Si nuestra mente moderna, profundamente marcada por el modo de pensamiento científico, en verdad hace difícil interpretar literalmente ciertas afirmaciones, como el nacimiento virginal, la ascensión corporal de María, un estado primitivo paradisíaco de la humanidad, los milagros, la resurrección concebida como la revivificación de un cadáver, la infalibilidad de un hombre, la conducta providencial de los acontecimientos de este mundo por una divinidad residente en el cielo, etc., sigo convencido de que no corresponde a la cultura científica pronunciarse sobre la existencia o no de un Dios personal, mucho menos sobre un Dios que no fuese personal.

Según Santiago Villamayor, para designar lo que los hombres han llamado Dios, sólo es posible el lenguaje simbólico, pero despojado de todas las “pretensiones ontológicas”. Por tanto, podemos hablar de Dios simbólicamente, pero este lenguaje “no presupone la existencia de lo que él simboliza”.

Liberar al hombre

El enfoque de los autores se sustenta en una actitud fundamental: una perspectiva de liberación del ser humano de todo lo que lo oprime, lo disminuye, lo debilita. Por lo tanto, debemos reconocer la relevancia de los autores, la grandeza del propósito perseguido, aunque no compartamos todo su enfoque.

Comencé este artículo refiriéndome al teólogo John Shelby Spong y, a partir de entonces, dejé espacio principalmente para las otras expresiones menos conocidas de esta corriente teísta, y quizás sin dar suficiente espacio y hacer justicia al pensamiento de Spong. Las investigaciones y propuestas de este último (más centradas en una obra de “desmitologización”) son ciertamente más accesibles para un cristiano que aquellas, más radicales, a las que me refería. Spong, a través de los textos de los Evangelios, a menudo resalta con fuerza el significado de estas historias para nuestras vidas. La principal crítica que haré a su enfoque es dar a entender que el acceso al significado simbólico de una historia pasa sistemáticamente por la negación de su historicidad. Puede, pero no siempre es necesario. Hay algún exceso en el método. La oposición entre historia y símbolo no puede ser tan sistemática. Spong comparte puntos importantes con los teólogos no-teístas aquí considerados. Pero, en lo que a él respecta, estoy totalmente de acuerdo con lo que escriben los prefacios franceses en uno de sus libros: “Él [John Shelby Spong] está reconstruyendo una fe cristiana que puede dar sentido a la vida de cristianos y humanos plenamente insertos en la cultura de nuestro tiempo, deseosos de desarrollar su potencial humano y, por tanto, de participar activamente en la construcción de un mundo más justo y fraterno.

Reforma de la teología

Hace más de medio siglo, Estados Unidos fue el lugar de nacimiento de un movimiento teológico que se llamó “teología de la muerte de Dios”. Hay varios puntos de convergencia con esta nueva teología sin Theos. Por eso tomaré prestada mi conclusión provisional de André Gounelle, quien así concluyó un artículo (sin fecha) sobre la “teología de la muerte de Dios”: “A través de nuestra educación y nuestra cultura, llevamos dentro de nosotros un conjunto de imágenes religiosas e ideas filosóficas que esconden o distorsionan al Dios vivo. Deben desaparecer para que aparezca. Aquí se cree que, al proclamar la muerte de Dios, no vemos la muerte del mismo Dios, sino la quiebra de cierta forma de pensar, hablar y vivir. El fracaso de una forma histórica del cristianismo no es el fracaso del cristianismo. Que un discurso sobre Dios sea falso no significa la imposibilidad de hablar de él con precisión. Debemos disociar a Dios de las representaciones absurdas, asfixiantes y odiosas que nos hemos formado de él. Según la expresión de Tillich, necesitamos descubrir que Dios está por encima de Dios, es decir, por encima de lo que decimos y pensamos sobre él, con tanta frecuencia. Es necesaria una reforma de nuestra teología”.

Fuente Atrio

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