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No siempre se puede estar contento, pero sí que podemos vivir en serenidad

Domingo, 13 de diciembre de 2020

juanDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

  1. Nota introductoria

         Este año nos toca leer el Evangelio de Marcos, pero en ciertas fiestas importantes: Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua, se recurre al Evangelio de Juan.

Y una de las claves de lectura del evangelio de Juan es el “Yo soy”: Yo soy la luz, soy el pan, yo soy el agua de vida eterna, yo soy el camino, la verdad, yo soy el buen pastor, yo soy la resurrección.

El “Yo soy el que soy” del A Testamento que pronuncia Dios a Moisés, el evangelio de Juan se lo aplica a Xto. Xto es Dios. El Evangelio de San Juan es un “Yo soy” continuo: largas catequesis desde un “yo soy”.

  1. Juan Bautista “no es[1].

Surgió un hombre (v 6). En contraste con Cristo, Juan es presentado como humano: un hombre. Juan Bautista es, pues, un hombre, no Dios. “Yo no soy” (sigamos la teología del evangelio de Juan).

Juan evangelista lo deja bien claro al comienzo cuando presenta a Juan Bautista: “Yo no soy”. Por tres veces dice de sí mismo que “no soy” ni Cristo, ni Elías, ni profeta.

En realidad el hombre es “lo que no es”, pero que espera ser. El ser humano vive de y a la espera del Otro que desea con toda su alma. No somos, pero anhelamos ser.

Pero -como siempre- los judíos, levitas fariseos y sacerdotes: “los del partido”, los amigos de Job, los del obispado, los del poder, siempre dando la vara (v 19). ¿Tú quién eres? ¿Eres tú…? ¿Quién te has creído que eres…? Y es que no hay manera de entenderse con los de “arriba”, con los poderosos, no sea que les quiten el poder. Los sacerdotes y levitas, los poderosos no le peguntan para abrir un diálogo noble, sino para acusar a Juan Bautista. Los poderosos no quieren perder el control sobre el pueblo. Interrogan a Juan porque su prestigio es una amenaza para ellos,

Esto pasa en política, en la Iglesia y donde quiera que haya veinte céntimos de poder.

Posiblemente detrás de tantas preguntas está latiendo un deseo de “ser” como dioses…”

Juan Bautista ni duda ni se cansa de decir: “Yo no soy”.

El “Yo soy” es cosa de Jesús: yo soy la verdad, el agua, el pan, el camino, la luz, el buen pastor, la puerta, el pan, la resurrección, etc.

Juan Bautista es noble: “Yo no soy”, yo soy solamente la voz que clama, la “palabra” es otro: Xto. Yo no soy un ídolo que reclamo para mí la gloria, el brillo político, deportivo, eclesiástico, yo soy un pobre hombre, un icono que os remito al que es: a Cristo.

En la vida sociopolítica y en la vida eclesiástica abunda mucha gente que creen que son, se aplican el “Yo soy” olímpicamente (más bien despóticamente), cuando en realidad son unos “don nadie”.

Estamos llamados en la vida a ser “Juan Bautista”: hombres y mujeres que –primero- escuchamos la palabra y después somos testigos de ella y señalamos (no imponemos) el camino hacia el que es y no nos apropiamos del “Yo soy”. No es muy evangélico creerse “san-dioses”, “salvapatrias”, “superpoderosos”.

Es amable encontrarse con personas sencillas, hombres y mujeres que sin engreimientos y con gestos sencillos, desde su fe en la palabra, nos remiten al que es.

Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las revelado a la gente sencilla. (Lc 10,21)

  1. Esperanzas y gozos: espíritu y alegría-serenidad.

Las dos primeras lecturas nos hablan, nos animan a vivir con gozo, en un buen tono vital, en un espíritu:

+ Isaías: El Espíritu del Señor está sobre mí. Desbordo de alegría en el Señor.

+ San Pablo (1Tesalonicenses): Estad siempre alegres / no apaguéis el Espíritu.

         La vida tiene sus luces y sombras, hay días que mejor si no hubiesen amanecido, que diría Job, y otros días que se nos hacen cortos de felicidad.

         Hay etapas duras en la vida que no invitan a la alegría. Esta larga y áspera pandemia que nos embarga no invita precisamente a la alegría.

         El gozo y la alegría no siempre vienen de manos del éxito, del triunfo, de los números económicos, pastorales, de las votaciones políticas o eclesiásticas, del reconocimiento social, eclesiástico, etc.

Siempre, pero más en los momentos o épocas de debilidad y de sufrimiento, el gozo y la paz en la vida provienen y descansan en Dios, en el Espíritu evangélico del Señor. Y ello es fuente de sosiego profundo en medio de las agitaciones y turbulencias de la vida.

Decía Pablo VI: La vocación cristiana es una vocación al gozo esencial. El cristianismo es gracia, plenitud, felicidad.[2]

         El espíritu del Señor, el tono vital de Cristo, la ultimidad de Dios confiere paz en la vida, serenidad, ánimo, esperanza.

         Intentar transmitir un poco de esperanza, de ánimo, de audacia, es una noble tarea.

         No siempre se puede estar contento, pero sí que podemos vivir en serenidad. Es evidente que en esta pandemia no vamos a estar contentos, pero sí podemos estar serenos porque estamos en Dios porque:hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados, (Mt 10,30).

Tratemos de descansar en el Señor. Bueno sería que la iglesia transmitiera esperanza, y serenidad en estos momentos difíciles para el pueblo. Al menos no recortemos ilusiones y esperanzas, no metamos palos en las ruedas del carro de la esperanza. Es un oficio penoso sembrar desánimo y frustración. Lo peor de estas posturas ultraconservadoras que dominan muchas iglesias locales es que dinamitan la esperanza, la ilusión de muchos creyentes y de la misma iglesia.

  1. El espíritu del Señor

Muchas veces nos falta ánimo, nos venimos abajo en la vida. Es natural. Somos humanos y, por tanto, débiles.

  • o A veces nuestra vida es el mismo caos del Génesis, pero el Espíritu de Dios se cierne también sobre nuestras aguas y surgirá la luz y el sentido (Gn 1,2-3).
  • o Somos poco más que barro, necesitamos de su aliento vital, ganas para vivir. (Gn, 2,7)
  • o En ocasiones no sabemos por dónde tirar: dudas y oscuridades nos embargan en la vida, el espíritu es luz que ilumina y da fuerzas en nuestro caminar (Ex 13, 21).
  • o Muchas veces en las asperezas familiares, eclesiásticas el Espíritu de Dios nos envuelve y acaricia con su suave (1Re 19, 12).
  • o Es el mismo espíritu, señor y dador de vida, el que hizo fecunda a María, (Mt 1, 18).
  • o El Espíritu de Dios está sobre Jesús y es quien le envía a liberar a los oprimidos. (Lc 4, 18-19).
  • o El Espíritu es quien nos anima y consuela en nuestros desánimos y depresiones. (Jn 16, 7).
  • o Jesús crucificado nos entregó su espíritu cuando volvía al Padre. (Jn 19, 30). De su costado brotó bautismo y espíritu, agua y sangre
  • o El fruto del espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. (Gálatas 5, 23.)
  1. Estad contentos, dad gracias.

         Es la Eucaristía: una acción de gracias por el espíritu que alienta nuestras vidas y por el que es: Cristo.

Estad siempre alegres en el Señor.

[1] El profetismo ha desparecido en la vida de la Iglesia. Y es que las instituciones no necesitan profetas, necesitan funcionarios.

[2] Pablo VI en la Audiencia General del 4. enero.1978.

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