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Uno de Enero 2019, Día del Sol. Fiesta de Dios Padre y de María Madre

Martes, 1 de enero de 2019

49072846_1144786495698541_6328167224372625408_nDel blog de Xabier Pikaza:

Nació Jesús según la tradición del hemisferio norte el 25 de Diciembre, solsticio de invierno, cuando empezaba a celebrarse la fiesta del Sol, que dejaba de menguar, tras haber declinado a lo largo de otoño.

Tras una semana en que el Sol apenas se había elevado en el horizonte, siete días de frío y poca luz, el sol comenzaba (¡ha comenzado a elevarse!) de manera que se puede celebrar ya el Año Nuevo, tres fiestas en una, este día en que Sol ha empezado a crecer, añadiendo unos minutos a los días:

1. Hoy, Uno de Eneero, es la fiesta del año nuevo del Sol (imagen 2: Sol niño en el vientre de María Madre), que con su luz y calor ofrece a la tierra un nuevo ciclo de vida. No olvidemos hoy al Sol, que es la luz de nuestra tierra, primer signo del Cristo, a quien los cristianos celebraron desde antiguo como Sol Naciente, no sol de imperios que dominan e imponen su norma sobre el mundo, sino sol de amor, plantas que crecen, otra vez la Vida. No olvidemos que esta fiesta es una celebración compartida, con todos aquellos que dan gracias por el Sol, en oriente y occidente.

2. Ésta es la fiesta del año nuevo de María, la Madre de Dios, la Virgen de Enero (que significa Tiempo de la puerta, ianua, puerta abierta a la vida, a quien muchos cristianos católicos celebran hoy como “madre de la vida” (Imagen 2: María madre del año niño), como signo y recuerdo de la gran maternidad del cosmos, que se enciende de rojo de amor, como esta mañana de frío en Castilla, alumbrando el horizonte. Con ella decimos hoy Dios es Madre, y celebramos la fiesta universal de María… Pero ésta no es sólo una Fiesta de Cristianos, sino de todos los hombres y mujeres que celebran y honran a sus madres, que son con el sol el principio de la vida (como decían los medievales).

49099524_1144781155699075_5091609593977503744_n3. Es finalmente la fiesta del año nuevo del Padre Dios, y así quiero recordarlo en especial esta mañana, recordando que es la Fiesta del Dios Padre. Cuando le preguntó Moisés un día como hoy en la montaña de la Zarza Ardiendo quién era, Dios le respondió soy el que soy (=Yahvé), sin darle mas respuesta. Pero Jesús vino a decirnos que no tengamos miedo en llamarle Abba, Aitá: Dios es Padre. Esta es la fiesta de los padres que se oponen a las madres, sino que comparten con ellas el camino de la vida que se ofrece, se regala, se celebra.

De esa manera, hoy, Uno de Enero, acabado el solsticio de invierno del hemisferio norte, podemos declarar comenzado el Año Nuevo del Sol, simbolizado por la Madre Universal, Naría, Fiesta del Padre Dios y de todos los padres.

Definitivamente, el sol se eleva, empieza a recorrer la marcha del año 2019 de la era cristiana, animado por el Dios que es Padre y Madre, con el Sol de Jesús, a la semana de su nacimiento, quiero deseas felicidades, 375 días de felicidad 2019, a todos los amigos del blog, a los familiares y los lectores.

Detalle AmpliadoSe ha cumplido el tiempo, no podemos seguir en la violencia y el odio. Llega, tiene que llegar el Reino del Sol hijo de Dios, la nueva creación, con ese Dios de Miguel Ángel (imagen 3), que abraza con la izquierda a la Mujer Sabiduría, tocando con los dedos de su mano derecha nuestros dedos (¡todos somos Adán!), mientras nos dice: ¡Feliz Año, levantaos ya, vivid sin miedo, pues yo estoy con vosotros!

Llega el Reino de la Humanidad fraterna, tiene que llegar, porque Dios es Padre/Madre y podemos re-nacer y re-novarnos (buscar la paz, vivir en ella) porque somos sus hijos .

Con esta fe en el Dios creador, Padre de los años, Padre/Madre quiero saludar a todos los amigos y comentaristas del blog al comienzo de este Año Nuevo de la Era Cristiana (era común), 2019.

Imágenes: Del altar del Santa María del Sol Niño que nace, según un modelo bizantino, del año 1460, Virgen del Adviento (en la catedral de Córdoba, España, en el recinto de la Mezquita), y del Dios Creador de Miguel Ángel (Capilla Sixtina,Vaticano).

1. La figura de Dios Padre

Dios es Padre/Madre de todos, no sólo de algunos creyentes especiales, pero nosotros, los cristianos, le recordamos hoy de esa manera, como Fuente gratuita de Vida, comenzando el año a los siete días del Nacimiento de Jesús, cuando se celebraba su circuncisión, es decir, su entrada en el pacto israelita, que ha empezado a ser, de manera muy precisa e intensa, un Pacto Universal, Alianza de Humanidad para todos los pueblos y personas. Así, las fiestas de la Navidad y Año Nuevo nos sitúan ante el don de la paternidad de Dios, ante la tarea de una alianza universal.

La imagen de Miguel Ángel de la Capilla Sixtina nos empieza presentando a Dios como un hombre poderoso, rodeado del halo de la divinidad, extendiendo su mano derecha de un modo afirmativo, dando así vida al Hombre que surge desnudo de los dedos de su amor.

imagesEs un Dios que crea, y nosotros provenimos de su mano derecha, de su amor extendido. Es un Dios que ama: con su mano izquierda abraza a una Mujer, algo más pequeña, inmensamente bella: su Sabiduría y su ternura, su amor femenino. Este Dios Padre/Madre, varón y mujer, mano derecha extendida para crear y mano izquierda arqueada para abrazar, es el Dios de la Vida a quien hoy celebramos.

Ese Dios del brazo extendido y la mano amorosa, varón y mujer, está creando al Hombre (Adán/Jesús) que recibe la vida de sus dedos cariñosos y frágiles, que rozan y acarician la piel de sus dedo. Según la tradición, este hombre creado es un varón desnudo, clara su belleza y misterio de hombre. Pero en el fondo, quien sepa leer, sabe que es un hombre/mujer, pronto ya para amar, para crear nueva vida, para poblar la tierra. A su lado y con él hay que ver a la mujer que está con él y en él, ambos desnudos para vivir, sin más valor que su propia humanidad.

49496940_1144781625699028_7083122488170774528_nAsí queremos vernos hoy, desnudos y limpios, sin más capital que nuestra propia humanidad… Desnudos salidos de la madre/tierra (de la madre/madre, del Dios/Madre)… todos nosotros, varones y mujeres, cristianos y musulmanes. Así, desnudos y amados, somos lo más grande. Dejemos las armas (sin armas nacimos), dejemos a un lado el dinero, las diversas culturas y religiones, las diferencias…

Veámonos desnudos en Dios, ante la vida, desde Trump hasta el Primer Ministro de España, desde el Papa hasta el Gran Mufti de una gran Mezquita, desnudos todos, banqueros que ganan cientos de millones de euros al año hasta pobres parados que estrenan el año con deudas y deudas, y casa vacía o requisada por los bancos y los fondos buitre (¡con perdón de los buenos buitres de los montes!).

Sea como fuere, demos gracias a Dios, porque estamos vivos, con un cuerpo frágil (fragilísimo) y fuerte (¡lo más fuerte!), amenazado y lleno de esperanza, dispuesto al amor, en las manos de Dios.

veámonos así, todos hijos de Dios y de su sabiduría amorosa, femenina, desnudos así, unos y otros, hombres y mujeres, y veremos que nos sobran muchas cosas: búsqueda de armas y de seguridades, violencia de sistemas económicos y de terroristas quizá sin sistema.
Veámonos así, desnudos todos, y veremos que tenemos mucho que desaprender (que olvidar, que perdonar), para aprender a vivir, este Año Nuevo, un año en que yo quiero que llegue (¡queremos que llegue!) para todos el el Reino, sin que nadie se imponga sobre nadie, sin que nadie destruya a nadie. ¡Feliz año para todos!

Con lo anterior ya basta. Ha querido ser mi felicitación, como hace casi trece años, cuando empezaba este blog (el 18.107.96). Pero si alguien quiere seguir y meditar conmigo sobre el Dios Padre según el Evangelio puede hacerlo. Sigue por tanto una reflexión ya más específicamente cristiana.

2. Abba Padre. La primera palabra

La primera palabra del niño, la primera voz del año, la mayor aportación del mensaje de Jesús que ya tiene (según la liturgia) una semana es: Abba, Padre:

Gracias por el año, gracias por la vida.
Gracias porque tú, Dios, eres Abba.

Quiero que éste sea el año del Abba, del Padre Dios que ha dado su vida a Jesús y nos la ha dado a nosotros. Éste es un Dios paradójico, que no dirige a su Reino y que, sin embargo, no quiere llamarse Rey, sino Padre.

Este Dios del año nuevo de Jesús es el mismo Dios de Israel, es Abinu-Malkenu (Nuestro Padre, nuestro Rey), pero Jesús ha querido llamarle básicamente “Abba” (padre, mi padre), invitándonos así a nacer al Año nuevo de Dios, en brazos del Padre

Abba es una palabra aramea que significa «papá». Con ella se dirigen los niños a sus padres, pero también las personas mayores, cuando quieren tratarles de un modo cariñoso. Jesús la ha utilizado en su oración, al referirse al Padre Dios. Es una palabra importantes, novedosa, y por eso Mc 14, 36 la cota en arameo y la tradición posterior la ha seguido empleando también en arameo, como nota distintiva de la plegaria cristiana (cf. Rom 8, 14; Gal 4, 6).

De todas formas, en la mayoría de los casos, los evangelios la han traducido al griego y así dicen: Patêr. Entre los lugares donde Jesús llama a Dios «Padre» pueden citarse los siguientes: Mc 11, 25; 13, 32; Mt 6, 9.32; 7, 11.21; 10, 20; 11, 25; 12, 50; 18, 10; Lc 6, 39; 23, 46 etc. Algunos de esos casos, especialmente en Mateo, son creaciones de la iglesia primitiva. Pero en el fondo de ellos late una profunda experiencia de Jesús, que destacaremos a continuación.

. 3. Abba, Padre/Madre, la palabra originaria

La singularidad de esa manera de relacionarse con Dios reside, precisamente, en su falta de singularidad. Esa palabra (Abba) expresa la absoluta inmediatez, la total cercanía del hombre respecto a su ser más querido, al que concibe como fuente amorosa y misteriosa de vida. No es una palabra secreta, cuyo sentido deba precisarse con cuidado (como el Yahvé de Ex 3, 14).

Ésta es la palabra de Año Nuevo, Abba, Padre ¿Empezamos?.

No es una palabra sabia, de eruditas discusiones, que sólo se comprende tras un largo proceso de aprendizaje escolar, sino la más sencilla, la que el niño aprende y sabe al principio de su vida, al referirse cariñosa y agradecida al padre (un padre materno), que es dador de vida.

Quien haya tenido la dicha de nacer y pueda agradecer la vida que le han dado, no sólo a través del cuidado inmediato (expresado sobre todo por la madre), sino a través de un origen y fuente de vida más oculta, a la que el niño llega en general a través de la palabra de la madre, que le dice ¡ese es tu padre!, puede saber que la vida es don y puede responder diciendo: ¡Padre! ¡Padre/Madre! Esa es la primera palabra que la madre enseña al niño, indicándole así el sentido y fuente de la vida, de manera que en ella (en la Madre) se abre un camino que dirige al Padre, que no está fuera, sino que es un momento integral de la misma Madre. Así nos pone Jesús ante el Padre Dios, que es Padre/Madre.

Todo eso se condensa en la palabra Abba, la más cercana y poderosa. Precisamente en su absoluta cercanía se encuentra su distinción y diferencia. Los hombres y mujeres del entorno buscaban las palabras más lejanas y sabias para referirse a Dios, dándole nombres elevados, poderosos, como si Abba, Papá/Mamá, la palabra del niño que llama en confianza a su padre querido, fuera irreverente, demasiado osada (sobre todo en aquellas condiciones de opresión, en las que parecía que no existe Padre alguno que se ocupe de los hombres). Pues bien, Jesús ha tenido esa osadía: se ha atrevido a dirigirse a Dios con la primera y más cercana de todas las palabras, con aquella que los niños confiados y gozosos utilizan para referirse al padre/madre acogedor y bueno de este mundo.

4. Conocer a Dios, lo más sencillo

Conocer a Dios resulta, para Jesús, lo más fácil y cercano. No necesita argumentos para comprender su esencia. No tiene que emplear demostraciones, porque Abba/Padre (Madre/Padre) es para él lo más sabido, lo primero que aprenden y dicen los niños. Para hablar así de Dios, los adultos tienen que cambiar y aprender (¡si no os volvéis como niños!: cf. Mt 18, 3), pero, al mismo tiempo, tienen que olvidar o desaprender muchas cosas que se han ido acumulando en la historia religiosa. Jesús nos pide volver a la infancia, en gesto de neotenia o recuperación madura de la niñez, en apertura a Dios. Los hombres no están hechos ya y terminados: los sabios judíos, los fuertes romanos, tienen que abandonar sus conquistas legales y/o sociales, para aprender a nacer y nacer nuevamente, haciéndose niños (como ha destacado, partiendo de la experiencia de Jesús, el evangelio de Juan: cf. Jn 3, 1-10).

Para muchos de entonces (y de ahora), la religión consiste en ascender místicamente hacia la altura supra-humana, o en cumplir unas normas sacrales y/o sociales. Pues bien, en contra de eso, como niño que empieza a nacer, como hombre que ha vuelto al principio de la creación (cf. Mc 10, 6), Jesús se atreve a situar su vida y la vida de aquellos que le escuchan en el mismo principio de Dios, a quien descubre y llama ¡Madre/Padre!, para así entender y asumir (recrear), de forma nueva, las relaciones y deberes de los hombres entre sí.

5. Conocer a Dios, reconciliarse los hermanos

Ese Padre Dios penetra en la vida de los hombres, como Jesús ha mostrado en la parábola de un padre con dos hijos (cf. Mt 11, 25-27). En ella cuenta la historia de un hijo que se ha ido, derrochando la fortuna de su vida, pero vuelve al Padre y el Padre/Dios le acoge, pidiendo al otro hijo (que ha quedado en casa, cumpliendo la buena ley) que también le acoja, para que así los dos hermanos, uno y otro, puedan vivir juntos, aceptándose entre si. El mensaje del Reino no es algo que se sabe y resuelve de antemano, sino un camino que se recorrey despliega en la medida en que los hombres se reconcilian, poniendo cada uno lo que tiene al servicio del otro, pues los dos (¡y todos!) somos hijos del mismo Padre. Por eso, la experiencia de Dios se inserta en la experiencia de trasformación personal y social de los “hermanos”, en el duro contexto de marginación y pobreza de la Galilea de entonces, que tiende a separarlos.

Jesús ha dialogado con la realidad de su pueblo, de su entorno social, descubriendo a Dios precisamente en medio del conflicto de su gente. Para ello ha necesitado la más honda inteligencia, la más clara y decidida voluntad, al servicio de los pobres. Pero esta inteligencia y voluntad se manifiestan para él en el amor de un niño, al que se ofrece el don de la vida, un niño al que se pide que crezca y madure, en comunión con todos los restantes hombres y mujeres. Éste es un camino que viene de Dios, desciende del Abba, Padre, que alimenta, sostiene y ofrece un futuro de vida para todos.

El Dios de Jesús es un Padre materno, que sostiene la vida de los hombres que corrían el riesgo de enfrentarse y matarse sobre el mundo. Es el Abba de los enfermos y pobres, de los rechazados y hambrientos, que no tienen en el mundo ningún “padre-señor” que pueda liberarles y acogerles. El Dios de Jesús no es el Señor de la ley social dominante, que se expresa en los “grandes” padres varones del mundo, sacerdotes y rabinos, presbíteros y sanedritas, muy patriarcales, sino el padre/madre de todos los hombres, especialmente de aquellos que no tienen quien les proteja en el mundo. Interpretado así, el proyecto de Jesús resulta revolucionario.

No es un mensaje de pura intimidad (que nos encierra en Dios, separándonos del mundo), ni un mensaje de sacralidad social (que avala el orden establecido, ratificando la realidad de aquello que ahora existe), sino una experiencia y exigencia de trasformación radical: el padre/madre Dios es aquel que pone en pie a los derrotados y abatidos de la vida para iniciar con ellos el camino de la justicia.

No es un mensaje de pura intimidad, pero es lo más íntimo: Nacemos de ti, Dios, nuestro Padre-Madre

Ciertamente, el Padre de Jesús es el Yahvé de la Escritura, «El que Hace Ser», tal como se manifestó liberando a los hebreos de Egipto. No controla, no vigila, ni se impone, sino que ama a los oprimidos para liberarles. Es Creador de libertad, por eso le llamamos Padre/Madre. De esa forma, en amor creador, no con violencia, pone en marcha el camino del Reino, con lo que implica de trasformación social.

Más que en el fulgor de la estrellas y en la armonía del orden cósmico, Dios se despliega y revela en el camino del reino, allí donde los ciegos ven, los cojos andan. No se limita a hacernos, sino que «hace que hagamos»: que podamos asumir la propia tarea de la vida dentro de un entorno adverso (como el de aquella Galilea). Por eso, la Buena Noticia del Padre/Madre se expande y expresa como fuerte exigencia de fraternidad, desde los más pobres. No estamos condenados a sufrir y morir bajo poderes opresores, envueltos en pecados.

No somos impotentes, simples niños en manos de un padre envidioso o de principios sociales opresores, sino seres maduros que pueden recibir el amor y responder amando, de una forma creadora, revolucionaria. Por eso, la palabra “hay Dios”, “el Padre viene” debe expresarse a través de un amor que supera las condiciones actuales del mundo. No estamos condenados a soportar lo que ahora existe, o a mirar hacia el pasado, con pura nostalgia, sino a crear desde Dios nuestra vida, en justicia y compromiso por el Reino, con Jesús, mensajero del Padre.

Sobre la virgen con niño, imagen del principio y del final:

Del siglo XV es la pintura de Nuestra Señora del Sol, situada en uno de los machones de la ampliación de Abd al-Rahman II. El altar tuvo que erigirse entre los años 1454 y 1460, pues, en la primera de las fechas, se realiza un inventario de capillas y altares de la Catedral en la que no aparece, mientras que se cita en el segundo año, en el que se fecha un documento sobre la elección del lugar para sepultura de Miguel Sánchez de la Morcuera.

Posteriores intervenciones modificaron el aspecto original del altar. Así, en 1519, fue cerrado con una reja; en 1524, la pintura mural quedó oculta por un lienzo con el mismo tema y, en la primera mitad del siglo XVIII, se le colocó una hornacina barroca, a modo de retablo, realizado en madera tallada y dorada. Durante esta remodelación, la pintura original fue ampliada, en su zona inferior, con la incorporación de un amplio paisaje.

La imagen se corresponde iconográficamente con las vírgenes expectantes, que tanta importancia habían tenido a lo largo de la Edad Media. El modelo, de origen bizantino, se caracteriza por representar a la Virgen en avanzado estado de gestación, si bien existen diferentes variantes. En unas, el seno es transparente, a modo de custodia, con el niño en estado embrionario; en otras, la Virgen en aptitud de leer, porta en las manos los libros que anuncian la llegada del Mesías o, como en esta ocasión, Jesús aparece en medio de un círculo luminoso. Esta última variante es conocida como Virgen de la O, nombre que se deriva de los siete versículos de las antífonas anteriores al Magnificat, ya que todos comienzan por esta letra, y que son recitados durante la liturgia de los días 17 al 23 de diciembre

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