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Sea sólo Adviento

Domingo, 2 de diciembre de 2018
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flores

Adviento,
otra vez Adviento,
sea siempre Adviento,
sea sólo Adviento
el Tiempo. 

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera. Sal Terrae, 1986

***

Pregón de Adviento

Os anuncio que comienza Adviento.
Alzad la vista,
Restregaos los ojos,
Otead el horizonte,
Daos cuenta del momento.
Aguzad el oído.
Captad los gritos y susurros,
El viento,
La vida…

Estad alerta y escuchad.
Lleno de esperanza grita Isaías:
“Caminemos a la luz del Señor”.
Con esperanza pregona Juan Bautista:
“Convertíos, porque ya llega el reino de Dios”.
Con la esperanza de todos los pobres de Israel,
De todos los pobres del mundo,
Susurra María su palabra de acogida:
“Hágase en mí según tu palabra”.

Alegraos,
Saltad de júbilo.
Poneos vuestro mejor traje.
Perfumaos con perfumes caros.
¡Que se note!
Viene Dios.
Avivad alegría, paz y esperanza.
Preparad el camino.
Ya llega nuestro Salvador.
Viene Dios…
Y está a la puerta.
¡Despertad a la vida!

*

F. Ulibarri

***

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.

Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.

Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.”

*

Lucas 21, 25-28. 34-36

***

Tendrá lugar entonces, sin duda, la Parusía sobre una Creación llevada al paroxismo de sus aptitudes para la unión. Revelándose al cabo la acción única de asimilación y de síntesis que se proseguía desde el origen de los tiempos, el Cristo universal brotará como un rayo en el seno de las nubes del Mundo lentamente consagrado.

Las trompetas angélicas no son más que un débil símbolo. Agitadas por la más poderosa atracción orgánica que pueda conocebirse (¡la fuerza misma de cohesión del universo!), las mónadas se precipitarán al lugar en que la maduración total de las cosas y la implacable irreversibilidad de la Historia entera del Mundo las destinarán irrevocablemente; las unas, materia espiritualizada, en el perfeccionamiento sin límites de una eterna comunión; las otras, espíritu materializado, en las ansias conscientes de una interminable descomposición.

De este modo se hallará constituido el complejo orgánico: Dios y Mundo, el Pleroma, realidad misteriosa que no podemos decir sea más bella que Dios solo, puesto que Dios podía prescindir del Mundo, pero que tampoco podemos pensar como absolutamente accesoria sin hacer con ello incomprensible la Creación, absurda la Pasión de Cristo y falto de interés nuestro esfuerzo.

Entonces será el final.

Como una marea inmensa, el Ser habrá dominado el temblor de los seres. En el seno de un Océano tranquilizado, pero que en cada gota tendrá conciencia de seguir siendo ella misma, terminará la extraordinaria aventura del mundo. El sueño de toda mística habrá hallado su manifestación plena y legítima. Dios será todo en todos.

*

Pierre Teilhard de Chardin,
El porvenir del hombre,
Madrid 1965, 378- 379.

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

“Indignación y Esperanza”. 1 Adviento – C (Lucas 21, 25-28.34-36)

Domingo, 2 de diciembre de 2018
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d501c421-eb6d-45bd-a904-9eade193b1bfUna convicción indestructible sostiene desde sus inicios la fe de los seguidores de Jesús: alentada por Dios, la historia humana se encamina hacia su liberación definitiva. Las contradicciones insoportables del ser humano y los horrores que se cometen en todas las épocas no han de destruir nuestra esperanza.

Este mundo que nos sostiene no es definitivo. Un día la creación entera dará «signos» de que ha llegado a su final para dar paso a una vida nueva y liberada que ninguno de nosotros puede imaginar ni comprender.

Los evangelios recogen el recuerdo de una reflexión de Jesús sobre este final de los tiempos. Paradójicamente, su atención no se concentra en los «acontecimientos cósmicos» que se puedan producir en aquel momento. Su principal objetivo es proponer a sus seguidores un estilo de vivir con lucidez ante ese horizonte.

El final de la historia no es el caos, la destrucción de la vida, la muerte total. Lentamente, en medio de luces y tinieblas, escuchando las llamadas de nuestro corazón o desoyendo lo mejor que hay en nosotros, vamos caminando hacia el misterio último de la realidad que los creyentes llamamos «Dios».

No hemos de vivir atrapados por el miedo o la ansiedad. El «último día» no es un día de ira y de venganza, sino de liberación. Lucas resume el pensamiento de Jesús con estas palabras admirables: «Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación». Solo entonces conoceremos de verdad cómo ama Dios al mundo.

Hemos de reavivar nuestra confianza, levantar el ánimo y despertar la esperanza. Un día los poderes financieros se hundirán. La insensatez de los poderosos se acabará. Las víctimas de tantas guerras, crímenes y genocidios conocerán la vida. Nuestros esfuerzos por un mundo más humano no se perderán para siempre.

Jesús se esfuerza por sacudir las conciencias de sus seguidores. «Tened cuidado: que no se os embote la mente». No viváis como imbéciles. No os dejéis arrastrar por la frivolidad y los excesos. Mantened viva la indignación. «Estad siempre despiertos». No os relajéis. Vivid con lucidez y responsabilidad. No os canséis. Mantened siempre la tensión.

¿Cómo estamos viviendo estos tiempos difíciles para casi todos, angustiosos para muchos, y crueles para quienes se hunden en la impotencia? ¿Estamos despiertos? ¿Vivimos dormidos? Desde las comunidades cristianas hemos de alentar la indignación y la esperanza. Y solo hay un camino: estar junto a los que se están quedando sin nada, hundidos en la desesperanza, la rabia y la humillación.

José Antonio Pagola

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“Se acerca vuestra liberación”. Domingo 02 de Diiembre de 2018. Primer Domingo de Adviento (Comienza el ciclo C)

Domingo, 2 de diciembre de 2018
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01-advientoC1Leído en Koinonia:

Jeremías 33, 14-16. Suscitaré a David un vástago legítimo.
Salmo responsorial: 24, 4bc-5ab. 8-9. 10 y 14: A ti, Señor, levanto mi alma.
1Tesalonicenses 3, 12-4, 2: Que el Señor os fortalezca internamente, para cuando Jesús vuelva.
Lucas 21, 25-28. 34-36: Se acerca vuestra liberación.

Este primer domingo de adviento sirve de puente entre el tiempo ordinario y el tiempo de adviento. El tiempo ordinario termina reflexionando sobre la segunda venida de Jesús, sobre los acontecimientos del fin de los tiempos. En esta medida el primer domingo del adviento se inaugura con el tema del final de los tiempos, y nos va a introducir en el tiempo de la espera y de la esperanza, el tiempo de adviento.

La lectura del libro de Jeremías nos sitúa en el tiempo inmediatamente posterior a la destrucción de Jerusalén en el año 587 a.C. El pueblo está desolado y empieza a tomar conciencia de su situación. Jeremías dirige su palabra profética a su pueblo para decirle que Dios no los ha abandonado, que hará regresar a los cautivos y los perdonará, se construirán de nuevo las ciudades, los campos volverán a granar y los ganados a pastar. Es esos días el Señor hará brotar en rey justo, no como los reyes que los llevaron al destierro, el cual será llamado «Dios es nuestra justicia». Vendrá un rey justo a restaurar al pueblo de Israel.

El salmo responsorial expresará que esa esperanza que leemos en la primera lectura, no quedará defraudada, pues quien espera y quien es fiel al Señor no queda defraudado. Yahvé siempre lleva al cumplimiento su palabra. Por esta razón el salmo enfatiza la idea de Jeremías, el rey de justicia que esperamos sí llegará. Ese rey esperado es para nosotros los cristianos, Jesús el señor.

El Segundo Testamento a partir de la novedad de Jesús nos introducirá en otro tipo de espera y esperanza. Supone claramente que el rey esperado del Primer Testamento es Jesús, pero abre la puerta a una espera en el esperado, hacia el final de los tiempos. Jesús vino en humildad, como el campesino de Nazaret que fue obediente al Padre, y que por esa obediencia fue muerto y resucitado. Pero al final de los tiempos, él regresará a manifestar su gloria. Por eso en la carta de los Tesalonicenses, Pablo exhorta a la comunidad a mantenerse fieles a Jesús y prepararse para esa segunda venida. El evangelio de Lucas describe de manera metafórica, los acontecimientos que precederían a esa segunda venida de Jesús. Por este acontecimiento final es que Lucas invita a los hermanos y hermanas a mantenerse fieles y vigilantes para mantenerse en pie (fieles) ante el Hijo del Hombre.

El texto del evangelio de hoy es un texto difícil: la liberación llega. En los versículos anteriores Lucas nos hablaba del asedio a Jerusalén (21,20-23). Ahora, alude a la segunda venida de Jesús: es decir a lo que llamamos la parusía. El discurso de Jesús es apocalíptico y adaptado a la cultura de su tiempo (apocalipsis no significa catástrofe, como tendemos a pensar, sino revelación), y nosotros tenemos que releer esas señales del mundo natural en el mundo de la historia, que es el lugar en que el Espíritu se manifiesta. La segunda venida del Señor revelará la historia a sí misma. La verdad que estaba oculta aparecerá a plena luz. Todos llegaremos a conocernos mejor (1Cor 13,12b).

En nosotros existe la angustia, el miedo y el espanto, no causados por “las señales en el sol, la luna y las estrellas”. Nuestras angustias e inseguridades están causadas más bien por las crisis económicas, por los conflictos sociales, por el abuso del poder, por la falta de pan y trabajo, por la frustración… de tantas estructuras injustas, que solo podrán ser removidas por el paso -del amor de Dios y su justicia- en el corazón del ser humano.

El mensaje de Jesús no nos evita los problemas y la inseguridad, pero nos enseña cómo afrontarlos. El discípulo de Jesús tiene las mismas causas de angustia que el no creyente; pero ser cristiano consiste en una actitud y en una reacción diferente: lo propio de la esperanza que mantiene nuestra fe en las promesas del Dios liberador y que nos permite descubrir el paso de ese Dios en el drama de la historia. La actitud de vigilancia a que nos lleva el adviento es estar alerta a descubrir el “Cristo que viene” en las situaciones actuales, y a afrontarlas como proceso necesario de una liberación total que pasa por la cruz.

Por eso el Evangelio nos llama a “estar alerta”, a tener el corazón libre de los vicios y de los ídolos de la vida (la conversión), para hacernos dóciles al Espíritu de Cristo que habita las situaciones que vivimos en nuestro entorno. Nos llama a “estar despiertos y orando”, porque este Espíritu se descubre con una Esperanza viva, punto de encuentro entre las promesas de la fe y los signos precarios que hoy envuelven esas promesas. La esperanza es una memoria que tiende a olvidarse, se nutre con la oración, nos adhiere a las promesas de la fe y nos inspira, cada día, la búsqueda de sus huellas en las señales del tiempo. La Esperanza cristiana se hace por nuestra entrega a trabajar para que las promesas se verifiquen en nuestras vidas.

El adviento es tiempo de preparación de espera. Jesús cumplió las promesas del Antiguo Testamento con su vida y predicación. No esperamos su nuevo nacimiento. Esperamos que él vuelva a juzgar la creación. Es ese momento el que esperamos, y para ese momento en que creemos que la justicia, que la igualdad, que la solidaridad se impondrán. Leer más…

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Dom 2.12.18. Adviento, preparar con Jesús la llegada del Hombre

Domingo, 2 de diciembre de 2018
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47310882_1123944121116112_6554130715150123008_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 1. Adviento. Lucas 21, 25-28. 34-36. Así puede resumirse el evangelio de este día, primero de Adviento:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación…
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.”

47048760_1123946011115923_6346723231143034880_nAsí podemos imaginar a Jesús, tal como aparece en la primer imagen, como Diógenes con la linterna, buscando a un hombre, sobre el mar de Galilea… Pero se dice que Diógenes no encontró ninguno, allá en Atenas. Jesús, encontró a muchos, sobre el mar de Galilea, iniciando con ellos la travesía de Adviento, por mar y por tierra, hasta Jerusalén.

Así le presenta la imagen de un modo muy convencional, con cinco amigos compañeros en la barca… Pero cambiad la imagen, poned una barca más grande, con docenas de mujeres y hombres, de enfermos, impuros y niños… Jesús iniciando la travesía del Adviento.

Este es el tema. Dentro de un mundo lleno de terrores cósmicos, como sigue siendo el nuestro (año 2018), Jesús sigue esperando al Hombre, simplemente al Hombre, aguardando y preparando la llegada de la humanidad, iniciando su travesía en el lago de Galilea, el Adviento de la nueva humanidad

SEMBLANZA DE JESÚS, ADVIENTO DEL HOMBRE

historia-de-jesusSe llamaba Jesús (en hebreo Yeoshua, Dios-Salva), lo mismo que el primer conquistador de Israel (Josué=Jesús). Era un judío de Galilea, que nació en torno al año 6 a.C. (los que fijaron el calendario común o cristiano se equivocaron, suponiendo que nació el año “0”), en una familia de nazoreos (aspirantes mesiánicos al trono de David) de Nazaret que le transmitieron una identidad especial dentro de Israel.

Jesús creció y maduró en Galilea, dentro de una familia que le transmitió su identidad israelita. Quizá sabía leer, pero no era letrado (escriba, hombre de letras), aunque tampoco era analfabeto, en el sentido moderno, pues tenía gran cultura social y religiosa, como iremos indicando. Fue, como su padre, un artesano (albañil-carpintero) y por su oficio (con trabajo o en el paro) estuvo en contacto con la miseria de una situación social y religiosa opuesta a las promesas de Israel, pues creaba cada vez más pobres y los expulsaba del orden social.

Un día, siendo ya maduro y, al parecer, sin haberse casado, abandonó el trabajo (quizá no lo tenía) y se retiró al desierto, al otro lado del Jordán (Perea), donde fue discípulo de Juan, un profeta bautista que anunciaba el juicio de Dios, la destrucción del “orden” reinante y la nueva entrada en la tierra prometida, como en tiempos de Jesús-Josué, al principio de la historia israelita .

Cuando Juan fue ajusticiado, por orden de Herodes Antipas, soberano de Galilea/Perea, vasallo de Roma, Jesús no rechazó los ideales que con había compartido con él, ni volvió a su aldea, sino que avanzó en línea y, dando un paso en adelante, dejó el desierto (al otro lado del río), como si el mensaje de Juan ya se hubiera cumplido, y comenzó a proclamar la llegad del Reino de Dios en Galilea.

De esa manera, dejó de mantenerse en Perea (al otro lado), para iniciar en la tierra prometida (Galilea) su proyecto y camino de Reino. Fue compañero de los pobres, los expulsados y enfermos, los ilegales y manchados, y con ellos (pero también con otros que tenían tierras y les acogían en sus casas), intentó crear un movimiento de familia universal (de amigos de Dios), actuando como Cristo.

Formó un grupo de amigos, que asumieron, al menos en principio, su proyecto. Tuvo cierto éxito y logró crear grupos mesiánicos en diversos lugares de la periferia campesina de Galilea. Pero suscitó el rechazo de la autoridad establecida.

A pesar de ello (o por ello) subió a Jerusalén, para culminar su obra, esperando que Dios respondiera a su mensaje y ratificara su obra. Pero las autoridades de Jerusalén (y el representante del Imperio) tuvieron miedo de su movimiento y le mataron, como habían matado al Bautista. Así murió, rechazado por unos sacerdotes, crucificado por Roma, abandonado, según muchos, por el mismo Dios, sin más dignidad ni título que ser hijo de hombre, representante humano de Dios.

UN HOMBRE

Fue por su origen y condición un artesano (albañil-carpintero), lo mismo que su padre José, y de esa forma estuvo en contacto con un tipo de miseria social y religiosa que, a su juicio, se oponía a las promesas de Israel, según las cuales todos los buenos judíos tendrían casa, campos y abundancia sobre la tierra que Dios les había dado como herencia. Fue un hombre de profunda experiencia religiosa, un carismático al servicio del Reino de Dios .

Compartió su mensaje y camino con los expulsados y enfermos, los ilegales y manchados, los del otro lado, hombres y mujer, para sentar así las base de una familia universal (de amigos de Dios), sobre su misma tierra, porque el Reino de Dios estaba a las puertas, es decir, estaba viniendo por ellos.

No se limitó a decir que llegaba el Hombre (¡que lo dijo!), sino que fue creando espacios de humanidad reconciliada, desde y con los hombres “del otro lado”, los niños y expulsados, las mujeres de vida distinta (y las de vida igual), descubriendo y creando así la nueva humanidad, no para tomar el poder e imponerse, en un tiempo y lugar controlado por los nuevos ricos, sacerdotes y grandes propietarios, bajo el Imperio de Roma, sino para cambiar las condiciones y modos de vida de los hombres y mujeres de su tierra, creando con ellos un movimiento mesiánico, fundado en su propia experiencia de Dios y en las tradiciones de los campesinos de su pueblo.

Era un hombre de inmensa capacidad de relación, amigo de los pobres; tenía dotes especiales para curar y animar a las personas, partiendo de los marginados, a quienes invitaba a compartir la mesa, el perdón y la esperanza, en gesto de fuerte solidaridad social y religiosa. Leer más…

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Justicia, paz y liberación. Domingo 1 de Adviento. Ciclo C

Domingo, 2 de diciembre de 2018
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jesus_les_envoieDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Comenzamos un nuevo año litúrgico, preparándonos, como siempre, para celebrar la Navidad. La primera lectura promete la venida de un descendiente de David que reinará practicando el derecho y la justicia y traerá para Judá una época de paz y seguridad. El evangelio anuncia la vuelta de Jesús con pleno poder y gloria, el momento de nuestra liberación. ¿Cómo se explica la unión de estas dos venidas tan distintas? Lo intentaré con la siguiente historia.

La esposa del astronauta y la Iglesia

            Un día la NASA decidió una misión espacial fuera de los límites de nuestro sistema solar. Una empresa arriesgada y larga que encomendaron al comandante más experimentado que poseía. Cuando se despidió de su mujer y sus hijos, la familia pasó horas ante el televisor viendo como la nave se alejaba de la tierra.

            Los niños, pequeños todos ellos, preguntaban continuamente: “¿Cuándo vuelve papá?” Y la madre les respondía: “Vuelve pronto, no os preocupéis”. Al cabo de unos meses, cansada de escuchar siempre la misma pregunta, decidió organizar una fiesta para celebrar la vuelta de papá. Fue la fiesta más grande que los niños recordaban. Tanto que la repitieron con frecuencia. La llamaban “la fiesta de la vuelta de papá”. Pero la inconsciencia de los niños creaba una sensación de angustia en la madre. ¿Cuándo volvería su marido? ¿El mes próximo? ¿Dentro de un año? “La fiesta de papá”, que podía celebrarse en cualquier día del mes y en cualquier mes del año, se le convirtió en una tortura. Hasta que se le ocurrió una idea: “En vez de celebrar la vuelta de papá ‒dijo a los niños‒ vamos a celebrar su cumpleaños. Sabéis perfectamente qué día nació, así que no me preguntéis más cuándo vamos a celebrar su fiesta.

            A la iglesia le ocurrió algo parecido. Al principio hablaba era de la pronta vuelta de Jesús, la que menciona el evangelio de este domingo. Pero esa esperanza no se cumplía, y la iglesia pasó de celebrar su última venida a celebrar la primera, el nacimiento. Sin embargo, no ha querido olvidar la estrecha relación entre ambas venidas, y así se explica que encontremos textos tan distintos.

De reyes inútiles y canallas a un rey justo (Jeremías 33, 14-16)

YA llegan días —oráculo del Señor— en que cumpliré la promesa

que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.

En aquellos días y en aquella hora,

suscitaré a David un vástago legítimo

que hará justicia y derecho en la tierra.

En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos,

y la llamarán así: “El Señor es nuestra justicia”.

 Para comprender esta lectura hay que recordar la trágica historia de los últimos reyes judíos. Josías, del que tanto se esperaba a nivel religioso y político, murió en la batalla de Meguido luchando contra los egipcios (609). Su hijo, Joacaz, fue deportado a Egipto al cabo de tres meses de reinado. Le sucede Yoyaquim/Joaquin (608-598), al que el profeta Jeremías condena por sus terribles injusticias. Mientras tanto, el dominio internacional ha pasado de Egipto a Babilonia. Nabucodonosor deporta a Joaquín/Jeconías (598-597) y nombra rey a Matanías, cambiándole el nombre por el de Sedecías, que significa “Yahvé es mi justicia”. Este nombre parece una broma, un insulto. ¿De qué justicia habla Nabucodonosor? ¿Qué se puede esperar de un fantoche impuesto por el babilonio? Y la gente se preguntaría: ¿de qué sirve la promesa hecha por Dios a David de una dinastía eterna? ¿Para qué queremos un descendiente de David, si todos los reyes son inútiles o sinvergüenzas?

En este contexto se entiende la promesa hecha por Dios a Jeremías de un rey que se llamará “Yahvé es nuestra justicia”. Un monarca cuyo mismo nombre expresa la estrecha relación de Dios con todo el pueblo, y que salvará a Judá y Jerusalén mediante un gobierno justo. Frente a la angustia y la incertidumbre, implantará la tranquilidad.

Lo fundamental es la idea de un monarca que procura el bienestar del pueblo. En el contexto del Adviento, esta lectura nos recuerda que Dios no se desentiende de los graves problemas políticos y sociales de la humanidad.

El amor como preparación a la Navidad: 1 Tesalonicenses 3, 12- 4,2

Lectura muy importante: indica con qué espíritu debemos vivir siempre la vida cristiana, en especial estas semanas del Adviento.

Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.

Por lo demás, hermanos os rogamos y os exhortamos en el Señor Jesús: ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios; pues comportaos así y seguir adelante. Pues ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.

Esperar y preparar nuestra liberación: Lucas 21, 25-28. 34-36.

El evangelio comienza con las señales típicas de la literatura apocalíptica a propósito del fin del mundo (portentos en el sol, la luna y las estrellas) que provocan en las gentes angustia, terror y ansiedad. Pero el evangelio sustituye el fin del mundo con algo muy distinto: la venida de Jesús con gran poder y gloria; y esto no debe suscitar en nosotros una reacción de miedo, sino todo lo contrario: “cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación”.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

A continuación, nos dice el evangelio cómo debemos esperar esta venida de Jesús. Negativamente, no permitiendo que nos dominen el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de la vida. Positivamente, con una actitud de vigilancia y oración.

Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».

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2 de Diciembre de 2018. Primer Domingo de Adviento. Ciclo C.

Domingo, 2 de diciembre de 2018
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“Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.”

(Lc 21, 25-28.34-36)

“¡Levantaos!”. Este tiempo de adviento irrumpe invitándonos no solo a la esperanza sino también al coraje. Porque hace falta ser valiente para “ponerse en pie y alzar la cabeza”, pues solo cuando estamos de pie es posible vivir el evangelio de verdad.

Quizá por eso Jesús se pasó buena parte de su “ministerio” (léase “servicio”) poniendo en pie a todas aquellas personas que encontraba postradas: paralíticas, poseídas, encorvadas, ciegas, muertas, incluso un recaudador de impuestos se puso en pie cuando descubrió lo que la presencia de Jesús significaba en su vida (Cfr. Lc 14, 1-9).

Pero, ¿por qué de pie? Porque solo quien se levanta se predispone a servir y solo desde el servicio descubrimos quién es el Dios de Jesús.

En la última cena, una vez más, Jesús, el que había dedicado tanto tiempo a “levantar” a otras y otros, “se levantó de la mesa, se quitó el manto, tomo la toalla…” y se dispuso a servir, se puso a lavarle los pies a sus discípulos, a esos mismos discípulos a los que unos días antes había invitado a esperar la liberación levantados y con la cabeza alzada.

“Esperar”, en cristiano, es sinónimo de servicio, el Reino llega en forma de semilla, Dios viene al mundo en la fragilidad de un recién nacido y todos nosotros, que esperamos el gran acontecimiento de su venida, tenemos que vivir nuestra espera al estilo del Maestro. Es decir con la “toalla ceñida”.

Por eso no vale esperar de manos cruzadas, ni a medio gas. El seguimiento de Jesús requiere el 100% de disponibilidad, esperanza y servicio. ¿A qué esperas?

Oración

¡Levantaos!, de pie y con la cabeza bien alta.

¡Levantaos! con una sonrisa en el alma.

¡Levantaos! para derrochar un tierno servicio.

¡Feliz Adviento!

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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En cada época el ser humano tiene que liberarse de su angustia.

Domingo, 2 de diciembre de 2018
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3fc1e26e-ea34-4d6f-8245-e484d0c288c3Lc 21, 25-36

Como pasó al principio del Renacimiento, es la ciencia la que nos vuelve a obligar a salir de nuestra ceguera. A Galileo casi le cuesta la vida atreverse a decir que la tierra se mueve. El argumento de la Iglesia era que la Biblia decía lo contrario. Al final resultó que la Biblia no tenía razón pero sí el condenado Galileo. Hoy el problema es mucho más grave, porque atañe a toda la manera que tenemos de interpretar los textos bíblicos. Ni una sola frase de la Biblia podemos entenderla literalmente, porque toda ella es teología narrativa.

Y es, una vez más la ciencia la que nos obliga a dar el cambio. Sobre todo la arqueología pero no solo ella. Los medios con que cuenta hoy la ciencia en todos los órdenes son increíbles. Podemos descubrir lo que hay varios metros por debajo de la tierra sin tocarla. Podemos datar con increíble precisión una mínima parte de materia orgánica o de roca. Muchas otras ciencias están al servicio de la arqueología. La sociología nos permite comprender las circunstancias en que vivían sociedades de las que antes no sabíamos nada. La historia es capaz de ir más allá de lo que podíamos imaginar hace solo unas décadas.

También el mejor conocimiento de las primeras lenguas escritas, nos permite aquilatar el significado de los textos de manera mucho más precisa. La exégesis nos permite interpretar esos mismos textos más de acuerdo con la manera de pensar de cada época. Todos estos avances científicos nos obligan a repensar lo que hasta ahora creíamos de los textos bíblicos. El resultado es que los relatos que han llegado a nosotros no quieren decir lo que, durante mucho tiempo, estábamos convencidos que nos decían.

Lo primero que llama la atención es que todo el AT se escribió entre el s. VII y el IV antes de Cristo. En el siglo séptimo no podían tener ni idea de lo que pasó en tiempo de Noé. Los grandes patriarcas son personajes míticos y todo lo que se dice de ellos no son más que relatos fantásticos utilizando los mitos y leyendas que circulaban en las culturas y religiones del entorno. Haber metido a Dios en los relatos no significa que haya intervenido en la historia para dirigirla y condicionarla. Dios no pudo elegir a un pueblo y hacer maravillas en su favor, sobre todo, si, como pasa casi siempre es en contra de los demás pueblos.

Está demostrado que David no fundó ningún imperio. Si existió realmente, no pasó de ser un jefe de bandoleros que en un momento determinado se hizo con el mando de toda una tribu. En los descubrimientos arqueológicos no hay ni rastro de ese poderío. En aquel entonces, Sión no era más que un pueblucho sin ninguna capacidad organizativa, menos para dirigir un imperio. La fastuosidad de Salomón no fue más que una leyenda fantástica. Puede ser que construyera el primer templo, pero ahí se acabaría todo su esplendor.

Los análisis genéticos han permitido concluir científicamente que los judíos no son una raza especial, que llegaron de alguna otra parte. Son de la misma estirpe que los demás habitantes de la región de Palestina. Tampoco se ha encontrado rastro alguno de que haya habido una emigración del pueblo judío a Egipto. Desde mucho ante de esa época, los egipcios llevaban a rajatabla las anotaciones de los acontecimientos importantes del imperio. No hay ni rastro de ninguna población judía en su territorio. En el tiempo en que se coloca el relato del Éxodo, los egipcios tenían controladas todas las fronteras, con militares colocados de trecho en trecho que les permitían controlar todo flujo de personas.

Es imposible que salieran de Egipto unos 600.000 varones sin que eso quedase reflejado como un peligro. Es imposible que un número tan descomunal de personas pasaran cuarenta años en el desierto sin dejar el más mínimo rastro. No hubo ninguna teofanía en el Sinaí ni Moisés recibió ninguna tabla con los mandamientos. No hubo ninguna conquista de las tierras de Canaán, porque los judíos siempre estuvieron allí. No pudieron derrumbarse las murallas de Jericó, porque en aquella época no era más que una aldea insignificante.

Pero, entonces ¿por qué se escribieron todos esos relatos fantásticos que no hacen más que ponderar la intervención de Dios a favor de un pueblo, casi siempre, machacando a otros pueblos? Todos los relatos tuvieron un objetivo muy claro: intentar mantener la esperanza de un pueblo que se sentía zarandeado por todas partes y con muy pocas posibilidades de subsistir. A la vuelta del destierro, el pueblo judío quedó reducido a un puñado de personas de los más bajos estamentos sociales. Lo que intentaron los escritores, y consiguieron, fue mantener la esperanza y la energía necesaria para superar la dificultad de sobrevivir.

Esto tiene que hacernos pensar y aceptar que hemos estado leyendo la Escritura de una manera equivocada o por lo menos, demasiado simplista. Aunque lo que cuentan no concuerde con lo que pasó, sigue teniendo su valor porque nos invita a buscar una salvación en Dios más allá de la que podemos lograr por nuestra cuenta. Pero las dificultades que encontraron y cómo fueron capaces de superarlas, eso sí es un hecho histórico. Esto nos prepara para aceptar la lección que aquella aptitud puede darnos hoy y buscar una salvación no venida de fuera, sino descubierta en lo profundo de todo ser humano.

El tiempo de Adviento y todo el año litúrgico es un montaje artificial que nos hemos construido. Dios no está sometido a este artificio. Dios no tiene que venir de ninguna parte. Está siempre ahí esperando a que lo descubramos. Pero nosotros sí necesitamos de esos artificios para aprovechar el tiempo y el lugar oportunos para preparar ese encuentro. Se trata de un intento de armonizar el presente con el pasado y el fin de los tiempos. Por eso empezamos el Adviento con lecturas apocalípticas que nos recuerdan los últimos domingos del año litúrgico. El pasado y el futuro debemos afrontarlos desde el presente.

El evangelio que hemos leído es el mismo relato que leímos el domingo 33º, esta vez de Lc que es el evangelista que utilizaremos este ciclo (C). Refleja el ambiente apocalíptico que se vivía todavía en las primeras comunidades cristianas. Están escritos desde una visión mítica del mundo, del hombre y de Dios. Desde esa perspectiva Dios había creado toda la realidad visible quedándose al margen de ella pero gobernándola desde las alturas. El hombre había envenenado la creación con sus malas acciones, pero no tenía capacidad de enderezarla. Finalmente Dios perdonaría a los humanos y con el mismo poder que creó, recrearía el mundo malogrado eliminando incluso a los malos y se lo entregaría a los buenos.

Nuestro universo conceptual es muy distinto. La creación no es un acto de la potencia de Dios que ‘hace’ algo fuera de Él, sino que todo lo que existe es la manifestación de lo divino que permanece escondido en lo más hondo de toda realidad. Como reflejo de lo divino todo es esencialmente bueno y el ser humano no tiene ninguna capacidad de estropearlo. El maniqueísmo empuja a dividir la realidad en opuestos e irreconciliables, pero para Dios todo es bueno y está en una eterna armonía. Nuestra falta de perspectiva nos hace ver el mal que solo está en nuestra cabeza. El ser humano no necesita ninguna salvación externa sino descubrir que nadie le puede arrebatar su plenitud, que debe descubrir en sí mismo.

Meditación

No tienes que esperar ninguna salvación venida de fuera.
Todo lo que puedes llegar a ser, ya lo eres.
Tu tarea es descubrir tu verdadero ser
y simplemente serlo.
Toda la parafernalia de la institución es engañosa,
porque va dirigida a satisfacer tu falso yo.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El que manda como el que sirve.

Domingo, 2 de diciembre de 2018
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lavatorio-5“La ambición es un vicio, pero puede ser madre de la virtud” (Marco Aurelio)

2 de diciembre. Domingo I de Adviento

Lc 21, 25-28. 34-36

Vosotros no seáis así; antes bien, el más importante entre vosotros sea como el más joven y el que manda como el que sirve

La ambición es deseo ardiente de poseer riquezas, fama, poder u honores. Puede tratarse también como ambición, el deseo de obtener algo en grande; de tal manera que, como seres humanos, podemos fijarnos metas ambiciosas, refiriéndonos con esto al hecho de querer lograr superar las expectativas, sobresalir del resto de las personas. La ambición es lo que nos mueve y motiva día a día, el deseo por superarse y llegar mucho más lejos y lograr nuestros objetivos, que para algunos pueden resultar imposible, sin embargo, para la persona ambiciosa todo es posible con determinación, esfuerzo y dedicación. Provee la motivación y determinación necesaria para lograr objetivos, metas en la vida o el deseo de ser mejor.

A lo largo de la historia se pueden señalar numerosos ejemplos de ambiciosos, como por ejemplo, Napoleón Bonaparte, que quería extender su poder desde Francia  hacia el resto de Europa, o el griego Eróstrato, que tenía la ambición de volverse célebre por medio de la destrucción del Templo de Artemisa.

La iconología, no ha estado ausente a ella. Los romanos, por ejemplo, levantaron un templo a la ambición, representándola con alas a las espaldas, para expresar la extensión de sus designios y la prontitud con que quiere ejecutarlos o para expresar las fatigas y las humillaciones que sufre el ambicioso para llenar sus fines.

En el evangelio de este domingo, el relato no es ajeno al tema. Lucas dice en 22, 24, que “Surgió una disputa entre los discípulos sobre quién de ellos era el más importante”. Referente a lo cual, La Biblia de Nuestro Pueblo insiste sobre la inversión de valores que caracteriza el modelo de comunidad y de sociedad nueva que tiene que surgir con la instauración del reino. La respuesta de Jesús a sus discípulos es contundente: Vosotros no seáis así; antes bien, el más importante entre vosotros sea como el más joven y el que manda como el que sirve (Lc 21, 25).

La palabra ambición tiene una connotación negativa en nuestra cultura. Sobre todo en el ámbito de la eclesial, lo que no es del todo cierto.  Ya el emperador romano Marco Aurelio decía ya en el siglo I que “La ambición es un vicio, pero puede ser madre de la virtud”. El Evangelio nos muestra también esta connotación positiva.

Se supone que los cristianos no debemos ser ambiciosos, sino compartir nuestras posesiones con los demás. No perseguir en nuestra vida las cosas de este mundo, sino enfocarnos en las cosas de arriba (Col 3:2-3). ¿Podrías, evangelista Mateo, repetirnos aquello que tan ilustrativamente dices en la Parábola del tesoro escondido?

Pues claro que sí. Escuchad atentos: “El reino de los cielos es como un tesoro escondido en un campo. Cuando un hombre lo descubrió, lo volvió a esconder, y lleno de alegría fue y vendió todo lo que tenía y compró ese campo”. Lo escribí en el capítulo 13 de mi libro.

También en este sentido positivo, el salmo 67 resume en gran medida, la pasión con la que debemos anhelar la extensión del evangelio:

Dios nos tenga compasión y nos bendiga;
Dios haga resplandecer su rostro sobre nosotros,
para que se conozcan en la tierra sus caminos,
y entre todas las naciones su salvación.
Que te alaben, oh Dios, los pueblos;
que todos los pueblos te alaben.
Alégrense y canten con júbilo las naciones,
porque tú las gobiernas con rectitud;
¡tú guías a las naciones de la tierra!
Que te alaben, oh Dios, los pueblos;
que todos los pueblos te alaben.
La tierra dará entonces su fruto,
y Dios, nuestro Dios, nos bendecirá.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Adviento: Esperanza, oración y compromiso.

Domingo, 2 de diciembre de 2018
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2196d65a-6e33-4b54-9af3-46176a84e075COMENTARIO 2-Dic-18. I de Adviento. Lc 21, 25-28. 34-36.

Pregón de Adviento: Cobrad ánimo, levantad vuestras cabezas porque se acerca la liberación que trae la venida del Hijo del Hombre. Adviento y Navidad es un tiempo propicio para revisar nuestra espiritualidad, nuestra fe y nuestra vida cristiana.

Estrenamos un nuevo año litúrgico. Es Adviento. Cuando empezamos algo nuevo, lo emprendemos con ilusión y ponemos en activo nuestra mejor disposición. El Adviento nos invita a empezar de nuevo. A renovarnos. Se nos ofrece una nueva oportunidad de romper inercias, de dejar atrás lo viejo y explorar algo nuevo en nuestras existencias.

Adviento habla de esperanza-confianza en algo mejor que está por llegar y que nosotros podemos acelerar su llegada. Esta esperanza es como la impronta, la huella, el anhelo que Dios ha puesto en nuestro corazón. Dios ha soñado al hombre, y el hombre anhela a Dios. Nuestra historia cobra un nuevo sentido desde esta fe-esperanza-confianza. La fe confía en Dios. La esperanza confía a Dios. La Liturgia de hoy nos presenta a Dios como nuestra justicia. Dios levanta al oprimido, hace valer al que no vale, porque a Él todos los seres humanos le importan como hijos.

Los cristianos, en estas fechas de Adviento y Navidad, celebramos que Dios está en y con nosotros. Que es la Presencia liberadora de nuestras esclavitudes. Celebramos la fe en el Dios encarnado y en la humanidad que nos hace presente a Dios. Celebramos el valor divino de lo humano y el valor humano de lo divino. Celebramos que Jesús, Enmanuel, es nuestro salvador, nuestro modelo de vida. Que ha venido a enseñarnos a ser y vivir como Él.

La esperanza se alimenta con la oración. El Evangelio de hoy nos llama a estar alerta, a tener el corazón libre de los vicios, del libertinaje y de las preocupaciones de la vida, orando en todo tiempo, “para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está por venir y podáis estar en pie delante del Hijo del Hombre”, para hacernos dóciles al Espíritu del Señor. Nos llama a “estar despiertos y orando”, porque este Espíritu se descubre por la fe y con una esperanza viva: punto de encuentro entre las promesas de la fe y los signos de los tiempos presentes y venideros.

La oración no es para cambiar a Dios; es para cambiar nuestras actitudes y comportamientos. Para cambiarnos a nosotros. La oración da como fruto la conversión hacia la honradez, la bondad y el servicio a los demás. La Liturgia de hoy nos presenta un camino, un itinerario: fe-esperanza-confianza-oración-amor-servicio. En síntesis, espera vigilante en oración y compromiso con el Reinado de Dios. “Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir, y manteneos en pie ante el Hijo del Hombre”. Vigilad y orad. Estad despiertos. Abrid los ojos. Se acerca vuestra liberación. La conversión del corazón. La conversión es un cambio de mentalidad, un cambio de rumbo en nuestra existencia, un cambio de valores. Porque cuando se cambian los valores de nuestra vida, transformamos nuestra forma de ser, de vivir y de actuar.

Se acerca nuestra liberación, la de los otros y la de la naturaleza. Liberarnos de nuestra inhumanidad, indignidad e injusticia. La actitud de vigilancia a que nos lleva el adviento es estar alerta a descubrir el “Cristo que viene en las circunstancias actuales y a afrontarlas como proceso necesario de una liberación total, de la humanidad y su hábitat. Tenemos que descubrir en nuestras “higueras” los signos de los tiempos que nos toca cuidar y liberar. Tenemos que trabajar la liberación de tanto sufrimiento humano y de tanta devastación de la naturaleza. En nosotros existe la angustia, el miedo y el espanto, no causados por “las señales en el sol, la luna y las estrellas”. Nuestras angustias e inseguridades están causadas más bien por las crisis económicas, por los conflictos sociales, por el abuso del poder, por la falta de pan y trabajo, por la frustración… de tantas estructuras injustas, que sólo podrán ser removidas por la llegada del amor de Dios y su justicia al corazón de los seres humanos. (Servicios Koinonía). Este es nuestro compromiso con el Reinado de Dios aquí y ahora.

Para finalizar y como resumen: Dios se ha encarnado en Jesús de Nazaret y esto cambia la historia. También, Dios se encarna en cada uno de nosotros y eso cambia, para bien, nuestra vida: Dios nos libera de nuestro mal y nos capacita para el bien: De nuestra inhumanidad, indignidad e injusticia a la humanidad: honradez, bondad y servicio. Yo tengo que hacer presente a Dios con mi vida y mi palabra. Soy Belén para los demás. Soy adviento para ellos ¿Cómo? Con oración, fe, amor, servicio. (Teresa de Calcuta)

África de la Cruz

Fuente Fe Adulta

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Siempre que es medianoche, comienza un nuevo día

Domingo, 2 de diciembre de 2018
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f59e2176-0332-46c8-9c85-4d7fc0d8280aDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. EL FINAL DEL MUNDO NO ES EL FINAL DEL SER HUMANO.

El evangelio de hoy -como el de hace quince días- nos ofrece una visión del final de la historia humana y lo hacen en el tono apocalíptico, cósmico, algo tremendista, pero no se trata de una descripción histórica o científica del fin del mundo.

El mundo, las estrellas, el cosmos tienen un final, (habría que echar mano de lo que estudiábamos en bachiller: la ley de la entropía, etc.)
El final del mundo no es el final del hombre. El final del mundo cósmico tiene poco interés. Lo decisivo es cómo terminaremos nosotros, los humanos. Al final del tiempo y de la historia humana el ser humano seguiremos en Dios. Y ello no es catastrófico sino salvífico y amable.

02. HABRÁ SIGNOS.

Siempre hay signos en la vida: siempre hay señales de angustia catastrófica: algunas opciones políticas dan vértigo, determinadas posiciones eclesiásticas infunden pavor, las guerras, los desahucios, la violencia de género, además de los crónicos fracasos personales, la inseguridad de la salud, la decadencia por la edad, los conflictos de familia, laborales, eclesiásticos, etc.

Cuando empiecen a suceder estas cosas, SE ACERCA VUESTRA LIBERACIÓN.

03. ES FÁCIL DECIRLO.

Puede resultar algo simple decir que se acerca nuestra liberación cuando no se ve cuándo escampará la situación que estamos atravesando (económico-política, eclesiástica, personal). No se ve muy claro cómo intuir la liberación en medio de tantas galernas y terremotos.

Tal salvación, tal liberación no van a ocurrir de la noche a la mañana ni por arte de magia.

Sin embargo cuando percibimos la “salida del túnel” de los problemas y crisis, la liberación está cerca, al menos personalmente está ya a la vista del ser humano. Cuando intuimos un final sereno, ese futuro ilumina el presente. Siempre que es media noche, comienza el nuevo día, aunque todavía quede mucha noche.

04. ESPERANZA.

La esperanza es la relación amable que establecemos con el futuro, me refiero -sobre todo- al futuro absoluto.

La esperanza es la “materia” de la que estamos hechos los seres humanos. Vivimos porque algo en nuestro interior nos convoca a un futuro pleno.

La esperanza no es optimismo voluntarista, ni tampoco la esperanza consiste en tener proyectos. Hay que tener proyectos en la vida, pero la esperanza es la que da sentido a esos proyectos y a la misma vida.

La esperanza es la confianza en que nuestra vida tiene un horizonte. Creemos que estamos en buenas manos, estamos en manos de Dios.

05. ESPERANZA: EL SUFRIMIENTO CESARÁ.

La esperanza no es cuestión de ningún yoga o terapia oriental. Para intuir la esperanza hay que tener calma y sentarse: sufrir, pensar y poner la vida en manos de Dios. Para mantener viva la esperanza hay que sentarse en la vida y tener calma.

SUFRIMIENTO Y ESPERANZA

El sufrimiento forma parte de la existencia humana.

El sufrimiento nos viene de la finitud humana al mismo tiempo que de la culpa-culpas personales e históricas.

Naturalmente que hay que hacer todo lo posible por disminuir el dolor y el sufrimiento, sobre todo impedir y eliminar el sufrimiento de los inocentes. En la medida de lo posible procuremos eliminar el dolor físico y psíquico, las dolencias psíquicas y morales. Es un noble deber humano y cristiano eliminar el sufrimiento del hombre.

Pero el sufrimiento estará siempre presente en el ser humano. No está en nuestras manos el extirpar por completo el sufrimiento del mundo simplemente porque no podemos desprendernos de nuestra limitación. Nadie es capaz de eliminar el poder del mal y de la culpa, fuente continua de sufrimiento. Esto solamente lo puede hacer Dios, un Dios que haciéndose hombre quita el pecado del mundo, (Jn 1,29).

ESPERANZA

298f8c2f-0e3c-4fac-a732-11a52dcb22f1La esperanza no es una receta, es algo más “de profundis”.

Ante los conflictos serios en la vida, ante la enfermedad, ante el pecado denso, ante la muerte; también los consuelos uno tiene que vivirlos y mirarlos de frente y “echarles una pensada”. ¿Qué salida tiene esto? ¿Por dónde tirar?

La esperanza es descender al abismo de la vida y ponerlo todo en manos de Dios.

Me pase lo que me pase (y nos va a pasar de todo), que no me pase sin Ti, Señor.

06. LA ESPERANZA ES MUY FRÁGIL.

La esperanza es una planta muy delicada, se puede secar pronto, a veces la esperanza es intermitente, aparece y desaparece en nuestro caminar.

Por eso mismo, porque es muy débil, como el sentido de la vida, hemos de cuidarla y cultivarla.

06. VIVIR LÚCIDOS.

No es razonable vivir aletargados, con la sedación como norma de vida. La esperanza no adormece, abre ventanas a los problemas.

ORAD

La oración es ver la vida desde o ante Dios y ello confiere una seriedad, lucidez y horizonte a la existencia. La oración es un modo de vivir lúcidos, atentos y confiados. La oración es un lugar en el que podemos cultivar la esperanza. En la oración están presentes las miserias y las esperanzas humanas.

Comencemos el adviento con buen ánimo y esperanza:

VELAD Y ORAD

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Recordatorio

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