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Archivo para Domingo, 15 de abril de 2018

Peregrinos de Emaús

Domingo, 15 de abril de 2018
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Señor Jesús, acuérdate
de esta pequeña casa, allí en Emaús,
y del fin del camino que conduce a ella cuando se viene de la carretera principal.
Acuérdate de aquellos a los que una tarde, abordaste allí,
acuérdate de sus corazones abatidos,
acuérdate de tus palabras que les abrasaron,
acuérdate del fuego en el hogar a cuyo lado te sentaste,
y de donde se levantaron transformados,
y de donde partieron hacia las proezas de amor…

Míranos.

Mira, todos somos peregrinos de Emaús,
somos todos los hombres que luchan en la oscuridad de la noche,
llenas de dudas después de los días malos.
Nosotros también somos los de los corazones cobardes.
Ven sobre nuestro camino, abrásanos el corazón a nosotros también.
Entra con nosotros a sentarte junto a nuestro fuego…
Y que exultando de alegría triunfal, a nuestra vez,
nos levantemos para saltar y revelar.

*

Abbé Pierre

***

Arcabas-Emmaus

*

En aquel tiempo, los discípulos [de Emaús] contaban lo que les había ocurrido cuando iban de camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Estaban hablando de ello, cuando el mismo Jesús se presentó en medio y les dijo:

La paz esté con vosotros.

Aterrados y llenos de miedo, creían ver un fantasma.

Pero él les dijo:

¿De qué os asustáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Ved mis manos y mis pies; soy yo en persona. Tocadme y convenceos de que un fantasma no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.

Y dicho esto, les mostró las manos y los pies.

Pero como aún se resistían a creer, por la alegría y el asombro, les dijo:

¿Tenéis algo de comer?

Ellos le dieron un trozo de pescado asado. Él lo tomó y lo comió delante de ellos. Después les dijo:

Cuando aún estaba entre vosotros ya os dije que era necesario que se cumpliera todo lo escrito sobre mí en ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.

Entonces les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras y les dijo:

Estaba escrito que el Mesías tenía que morir y resucitar de entre los muertos al tercer día y que en su nombre se anunciará a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados. Vosotros sois testigos de estas cosas.

 

 *
Lucas 24, 35-48
***

La paz no es una situación; ni siquiera un estado de ánimo, ni tampoco es, ciertamente, sólo una situación política; la Paz es Alguien. La paz es un nombre de Dios. Es su «nombre, que se acerca» (Is 30,27) y trae con él la bendición que funda la comunidad, que toca personalmente y reconcilia. La paz es Alguien, el Traspasado, que aparece en medio de nosotros y nos muestra sus manos y su costado diciendo: «La paz esté con vosotros».

La paz es verle a él: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28) y aceptar asimismo la muerte como algo que no puede ser separado de su amor. «El es nuestra paz. Paz para los que están cerca y para los que están lejos» (Ef 2,17). En este pasaje encontramos la identificación más fuerte de la paz con el nombre de Jesús.

«El ha hecho de los dos pueblos uno solo» (Ef 2,14). A partir de toda dualidad, desorden y separación, a partir de toda división, ha hecho el «Uno», ha fundado el Uno y «ha anulado la enemistad en su propia carne» (Ef 2,14). Quien por medio de la oración busca la paz con todo su corazón, busca a aquel que es la paz, en el único lugar en que se entregan la reconciliación, el perdón de los pecados y la paz: el lugar del sacrificio, el Gólgota, el Moria eterno.

*

B. Standaert,
Paz y Oración,
en G. Alberigo – E. Bianchi – C. M. Martini, La paz: don y profecía,
Magnano 19912, pp. 129s).

***

*

(Imágenes de Jean-Marie Pirot, Arcabas)

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

“Testigos”. 3 Pascua – B (Lucas 24, 35-48)

Domingo, 15 de abril de 2018
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821287Lucas describe el encuentro del Resucitado con sus discípulos como una experiencia fundante. El deseo de Jesús es claro. Su tarea no ha terminado en la cruz. Resucitado por Dios después de su ejecución, toma contacto con los suyos para poner en marcha un movimiento de «testigos» capaces de contagiar a todos los pueblos su Buena Noticia: «Vosotros sois mis testigos».

No es fácil convertir en testigos a aquellos hombres hundidos en el desconcierto y el miedo. A lo largo de toda la escena, los discípulos permanecen callados, en silencio total. El narrador solo describe su mundo interior: están llenos de terror; solo sienten turbación e incredulidad; todo aquello les parece demasiado hermoso para ser verdad.

Es Jesús quien va a regenerar su fe. Lo más importante es que no se sientan solos. Lo han de sentir lleno de vida en medio de ellos. Estas son las primeras palabras que han de escuchar del Resucitado: «La paz esté con vosotros… ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?».

Cuando olvidamos la presencia viva de Jesús en medio de nosotros; cuando lo ocultamos con nuestros protagonismos; cuando la tristeza nos impide sentir todo menos su paz; cuando nos contagiamos unos a otros pesimismo e incredulidad… estamos pecando contra el Resucitado. Así no es posible una Iglesia de testigos.

Para despertar su fe, Jesús no les pide que miren su rostro, sino sus manos y sus pies. Que vean sus heridas de crucificado. Que tengan siempre ante sus ojos su amor entregado hasta la muerte. No es un fantasma: «Soy yo en persona». El mismo al que han conocido y amado por los caminos de Galilea.

Siempre que pretendemos fundamentar la fe en el Resucitado con nuestras elucubraciones lo convertimos en un fantasma. Para encontrarnos con él hemos de recorrer el relato de los evangelios; descubrir esas manos que bendecían a los enfermos y acariciaban a los niños, esos pies cansados de caminar al encuentro de los más olvidados; descubrir sus heridas y su pasión. Es ese Jesús el que ahora vive resucitado por el Padre.

A pesar de verlos llenos de miedo y de dudas, Jesús confía en sus discípulos. Él mismo les enviará el Espíritu que los sostendrá. Por eso les encomienda que prolonguen su presencia en el mundo: «Vosotros sois testigos de estas cosas». No han de enseñar doctrinas sublimes, sino contagiar su experiencia. No han de predicar grandes teorías sobre Cristo, sino irradiar su Espíritu. Han de hacerlo creíble con su vida, no solo con palabras. Este es siempre el verdadero problema de la Iglesia: la falta de testigos.

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

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“Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día”. Domingo 15 de abril de 2018. Domingo tercero de Pascua

Domingo, 15 de abril de 2018
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29-PascuaB3 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 3,13-15.17-19: Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
Salmo responsorial: 4: Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor.
1Juan 2,1-5: Él es víctima de propiciación por nuestros pecados y también por los del mundo entero:
Lucas 24,35-48: Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día.

En la lectura de los Hechos encontramos de nuevo a Pedro, que se dirige a todo Israel y lo sigue siendo invitado a la conversión. Pedro tranquiliza a sus oyentes haciéndoles ver que todo ha sido fruto de la ignorancia, pero al mismo tiempo invita a acoger al Resucitado como al último y definitivo don otorgado por Dios. La muerte de Jesús se convierte para el creyente en sacrificio expiatorio. No hay asomo de resentimiento ni de venganza, sino invitación al arrepentimiento para recibir la plenitud del amor y de la misericordia del Padre, que se concreta en la confianza y en la seguridad de haber recuperado aquella filiación rota por la desobediencia.

El creyente, expuesto a las tentaciones, rupturas y caídas no tiene por qué sentirse condenado eternamente al fracaso o a la separación de Dios. San Juan nos da hoy en su Primera Carta el anuncio gozoso del perdón y de la reconciliación consigo mismo y con Dios. El cristiano está invitado por vocación a vivir la santidad; sin embargo, las infidelidades a esta vocación no son motivo de rechazo definitivo por parte de Dios, más bien son motivo de su amor y su misericordia, al tiempo que son un motivo esperanzador para el cristiano, para mantener una actitud de sincera conversión.

En el evangelio nos encontramos una vez más con una escena pospascual que ya nos es común: los Apóstoles reunidos comentado los sucesos de los últimos días. Recordemos que en esta reunión que nos menciona hoy san Lucas, están también los discípulos de Emaús que habían regresado a Jerusalén luego de haber reconocido a Jesús en el peregrino que los ilustraba y que luego compartió con ellos el pan.

En este ambiente de reunión se presenta Jesús y, a pesar de que estaban hablando de él, se asustan y hasta llegan a sentir miedo. Los eventos de la Pasión no han podido ser asimilados suficientemente por los seguidores de Jesús. Todavía no logran establecer la relación entre el Jesús con quien ellos convivieron y el Jesús glorioso, y no logran tampoco abrir su conciencia a la misión que les espera. Digamos entonces que “hablar de Jesús”, implica algo más que el simple recuerdo del personaje histórico. De muchos personajes ilustres se habla y se seguirá hablando, incluido el mismo Jesús; sin embargo, ya desde estos primeros días pospascuales, va quedando definido que Jesús no es un tema para una tertulia intranscendente.

Me parece que este dato que nos cuenta Lucas sobre la confusión y la turbación de los discípulos no es del todo fortuito. Los discípulos creen que se trata de un fantasma; su reacción externa es tal que el mismo Jesús se asombra y corrige: “¿por qué se turban… por qué suben esos pensamientos a sus corazones?”.

Aclarar la imagen de Jesús es una exigencia para el discípulo de todos los tiempos, para la misma Iglesia y para cada uno de nosotros hoy. Ciertamente en nuestro contexto actual hay tantas y tan diversas imágenes de Jesús, que no deja de estar siempre latente el riesgo de confundirlo con un fantasma. Los discípulos que nos describe hoy Lucas sólo tenían en su mente la imagen del Jesús con quien hasta un poco antes habían compartido, es verdad que tenían diversas expectativas sobre él y por eso él los tiene que seguir instruyendo; pero no tantas ni tan completamente confusas como las que la “sociedad de consumo religioso” de hoy nos está presentando cada vez con mayor intensidad. He ahí el desafío para el evangelizador de hoy: clarificar su propia imagen de Jesús a fuerza de dejarse penetrar cada vez más por su palabra; por otra parte está el compromiso de ayudar a los hermanos a aclarar esas imágenes de Jesús.

Es un hecho, entonces, que aún después de resucitado, Jesús tiene que continuar con sus discípulos su proceso pedagógico y formativo. Ahora el Maestro tiene que instruir a sus discípulos sobre el impacto o el efecto que sobre ellos también ejerce la Resurrección. El evento, pues, de la Resurrección no afecta sólo a Jesús. Poco a poco los discípulos tendrán que asumir que a ellos les toca ser testigos de esta obra del Padre, pero a partir de la transformación de su propia existencia.

Las expectativas mesiánicas de los Apóstoles reducidas sólo al ámbito nacional, militar y político, siempre con característica triunfalistas, tienen que desaparecer de la mentalidad del grupo. No será fácil para estos rudos hombres re-hacer sus esquemas mentales, “sospechar” de la validez aparentemente incuestionable de todo el legado de esperanzas e ilusiones de su pueblo. Con todo, no queda otro camino. El evento de la resurrección es antes que nada el evento de la renovación, comenzando por las convicciones personales. Este pasaje debe ser leído a la luz de la primera parte: la experiencia de los discípulos de Emaús.

Las instrucciones de Jesús basadas en la Escritura infunden confianza en el grupo; no se trata de un invento o de una interpretación caprichosa. Se trata de confirmar el cumplimiento de las promesas de Dios, pero al estilo de Dios, no al estilo de los humanos.

De alguna forma conviene insistir que el evento de la resurrección no afecta sólo al Resucitado, afecta también al discípulo en la medida en que éste se deja transformar para ponerse en el camino de la misión. Nuestras comunidades cristianas están convencidas de la resurrección, sin embargo, nuestras actitudes prácticas todavía no logran ser permeadas por ese acontecimiento. Nuestras mismas celebraciones tienen como eje y centro este misterio, pero tal vez nos falta que en ellas sea renovado y actualizado efectivamente.

Queremos llamar la atención sobre el necesario cuidado al tratar el tema de las apariciones del Resucitado, y su conversar con los discípulos y comer con ellos… No podemos responsablemente tratar ese tema hoy como si estuviéramos en el siglo pasado o antepasado… Hoy sabemos que todos estos detalles no pueden ser tomados a la letra, y no es correcto teológicamente, ni responsable pastoralmente, construir toda una elaboración teológica, espiritual o exhortativa sobre esos datos, como si nada pasara, igual que si pudiéramos dar por descontado que se tratase de daos empíricos rigurosamente históricos, sin aludir siquiera a la interpretación que de ellos hay que hacer… Puede resultar muy cómodo no entrar en ese aspecto, y el hacerlo probablemente no suscitará ninguna inquietud a los oyentes, pero ciertamente no es el mejor servicio que se puede hacer para el para el pueblo de Dios…

Permítasenos transcribir sólo un párrafo del libro «Repensar la resurrección» (Trotta, Madrid 2003, cuyo resumen puede leerse o recogerse en la Revista Electrónica Latinoamericana de Teología, http://servicioskoinonia.org/relat/321.htm):

«Si antes influía sobre todo la caída del fundamentalismo, ahora es el cambio cultural el que se deja sentir como prioritario. Cambio en la visión del mundo, que, desdivinizado, desmitificado y reconocido en el funcionamiento autónomo de sus leyes, obliga a una re-lectura de los datos. Piénsese de nuevo en el ejemplo de la Ascensión: tomada a la letra, hoy resulta simplemente absurda. En este sentido, resulta hoy de suma importancia tomar en serio el carácter trascendente de la resurrección, que es incompatible, al revés de lo que hasta hace poco se pensaba con toda naturalidad, con datos o escenas sólo propios de una experiencia de tipo empírico: tocar con el dedo al Resucitado, verle venir sobre las nubes del cielo o imaginarle comiendo, son pinturas de innegable corte mitológico, que nos resultan sencillamente impensables».

Invitamos a leer el texto completo (o, mejor aún, el libro entero). Leer más…

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Dom 15.4.18. Resurrección: Cuerpo y comida, perdón y Espíritu Santo

Domingo, 15 de abril de 2018
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30652926_963918797118646_3780939794933646511_nDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo III de Pascua, Lc 24, 36-49. Este evangelio ofrece la experiencia central de los discípulos reunidos, que reciben a Jesús y le conocen cuando él come con (ante) ellos y les concede el “poder” de perdonar y extender su pascua. De esa forma muestra que nosotros mismos somos la resurrección de Dios Jesús resucitado.

No están sólo Doce, está toda la Iglesia, formada por los Once (falta Judas) con las mujeres de Lc 24, 1-11 (que han convertido a esos Once), los fugitivos de Emmaús, 24, 13-35 (que han dado testimonio a todos) y los otros compañeros (cf. Lc 24, 9.33). Son muchos, los ciento veinte que cita Hch 1, 15, la comunidad que espera y acoge a Jesús. Somos (estamos) todos los cristianos, llamados a ser resurrección de Cristo, que nos ofrece sus cuatro signos:

— El primer signo de pascua es el cuerpo, las manos y los pies… No es cuerpo en la forma anterior de muerte, pero es el mismo: Pies y manos, signo y testimonio de la corporalidad humana, hecha de pies y manos, corazones y presencia. Cristo resucita en el cuerpo sufriente de la humanidad llamada al respeto, al cuidado y respeto, al cariño y amor que resucitan. Sin cuerpo no hay Cristo, no hay vida de Dios en la tierra (como tierra).

— El segundo signo es la comida. Ciertamente, Jesús resucitado no come como antes, el texto es simbólico… Pero en el sentido más profundo del símbolo él es Cuerpo que necesita comer pan o pescado, leche o miel, compartiendo la comida de su cuerpo eclesial, de todos los creyentes y en especial de los hambrientos de la tierra. Cristo resucita como pan real, concreto:los hombres y mujeres vivan, que los pobres se alimenten, que todos puedan compartir comida y esperanza, eso es resurrección. Una iglesia donde los creyentes no comen (no comparten la comida) no es Jesús resucitado.

— El tercero es el perdón… El signo más hondo de resucitado no es un tipo de visión contemplativa aislada, separada de los otros, en medio de una tierra de lucha mutua, engaño y muerte. Cristo resucita en el perdón mutuo del amor que se ofrece y recibe, un perdón que es patrimonio de todos los creyentes, pues donde ellos se perdonan y extienden el perdón sobre la tierra vive Dios y el Cristo resucita. Creer en la pascua es perdonarse y perdonar, es amarse y amar, pero de tal forma que allí donde no se perdona Jesús resucitado no puede mostrarse. Nosotros mismos al perdonarnos somos la resurrección de Dios.

— El cuarto signo es el Espíritu Santo, esto es, la presencia creadora y transformadora de Dios que convierte a los hombres en portadores de vida, de Jesús resucitado. En este último sentido, nosotros mismo, acogiendo y ofreciendo la Palabra de la Vida de Dios somos el Espíritu Santo, la vida extendida de Dios, su resurrección.

Siga leyendo quien quiera entender mejor esta palabra de vida, que es el testimonio de la resurrección de Jesús según el evangelio de Lucas, que queremos comparar con el de Juan. Buen domingo a todos.

Texto

[Visión]Hablaban de estas cosas, cuando él (=Jesús) se presentó entre ellos y les dijo:
– La paz con vosotros.

[Identidad]Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero él les dijo:
– ¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?
Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo.
Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo.
Y, diciendo esto, los mostró las manos y los pies.

[Comida] Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo:
– ¿Tenéis aquí algo de comer? Ellos le dieron un trozo de pez asado.
[muchos manuscritos añaden: y un trozo de panal con miel].
Lo tomó y comió delante de ellos.

[Palabra]Después les dijo:
– Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando aún estaba con vosotros:
Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito
en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí.

[Misión de perdón] Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo:
– Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos…

[Espíritu Santo] Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre.
Vosotros permaneced en la ciudad hasta recibir el Poder de lo alto (Lc 24, 36-49).

Explicación

Este es así el testimonio total de la pascua según Lucas. En contra de lo que parece indicar Hech 1,3 (¡Jesús se habría aparecido muchas veces!), este pasaje que Jesús se ha mostrado sólo una vez y para siempre al conjunto de la Iglesia. Estos son los signos de su presencia, los elementos fundantes de la Iglesia:

– Visión. Parece un fantasma (24, 36-37).

Viene y dice la paz sea con vosotros, conforme al saludo normal entre judíos. Pero algunos que le miran sienten miedo, pensando que es un espíritu (Lc 24, 37; cf. Jn 20, 24-29). Es muy posible que se trate de una acusación de los no creyentes del entorno contra los cristianos: ¡habéis visto un fantasma!. Así habían rechazado los “sabios” discípulos a las mujeres de la tumba vacía (cf. Lc 24, 11.23).

La historia antigua y moderna está llena de visiones: muchos han visto figuras “celestes”: ovnis y vírgenes, rostros de carácter simbólico o fantástico. En sentido general, no podemos dudar de ellas, porque el ser humano tiene gran capacidad de alucinación, de tal modo que muchos forman (dicen recibir) y descubren (miran) imágenes precisas (religiosas, mágicas, etc.) de realidades que les desbordan. Entre ese tipo de personas podrían encontrarse los primeros “testigos” de la pascua. Por eso, la acusación es lógica. Los mismos discípulos deben estar preparados para superarla.

– Identidad. “¿Por qué estáis turbados?

Mirad mis manos y mis pies” (Lc 24, 38-40). Fantasma es algo que se forma en la imaginación. Jesús en cambio viene de la historia antigua: es un hombre real y concreto que ha vivido y ha muerto: conserva su corporalidad en el sentido fuerte del término. Según eso, la pascua no es evasión de fantasía que nos lleva y pierde entre ilusiones, sino encuentro con Jesús resucitado, que vuelve a llevarnos a la corporalidad de su vida y de su muerte, como indicará la eucaristía. Leer más…

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Perdón, resurrección y misión. Domingo 3º de Pascua. Ciclo B

Domingo, 15 de abril de 2018
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20._jesus_appears_at_emmaus-lowresDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El perdón

            Las tres lecturas de hoy coinciden en el tema del perdón de los pecados a todo el mundo gracias a la muerte de Jesús. La primera termina: “Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.” La segunda comienza: “Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el justo.” En el evangelio, Jesús afirma que “en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos”.

Gente con muy poco conocimiento de la cultura antigua suele decir que la conciencia del pecado es fruto de la mentalidad judeo-cristiana para amargarle la vida a la gente. Pero la angustia por el pecado se encuentra documentada milenios antes, en Babilonia y Egipto. Lo típico del NT es anunciar el perdón de los pecados gracias a la muerte de Jesús.

La resurrección y sus pruebas

            El evangelio de este domingo concede especial importancia al tema de la resurrección. Imaginemos la situación de los primeros misioneros cristianos. ¿Cómo convencer a la gente para que crea en una persona condenada a la muerte más vergonzosa por las autoridades, religiosas, intelectuales y políticas? Necesitaban estar muy convencidos de que su muerte no había sido un fracaso, de que Jesús seguía realmente vivo. Y la certeza de su resurrección la expresaban con los relatos de las apariciones. En ellas se advierte una evolución muy interesante:

  1. En el relato más antiguo, el de Marcos, Jesús no se aparece; es un ángel quien comunica a las mujeres que ha resucitado, y éstas huyen asustadas sin decir nada a nadie (Mc 16,1-8).
  1. En el relato posterior de Mateo, a la aparición del ángel sigue la del mismo Jesús; su resurrección es tan clara que las mujeres pueden abrazarle los pies (Mt 28,9-10).
  1. Lucas parece moverse entre cristianos que tienen muchas dudas a propósito de la resurrección (recuérdese que en Corinto había cristianos que la negaban), y proyecta esa situación en los apóstoles: ellos son los primeros en dudar y negarse a creer, pero Jesús les ofrece pruebas físicas irrefutables: camina con los dos de Emaús, se sienta con ellos a la mesa, bendice y parte el pan. Pero sobre todo el episodio siguiente, el que leemos este domingo, insiste en las pruebas físicas: Jesús les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de tocarlos, y llega a comer un trozo de pescado ante ellos.

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice:

̶  Paz a vosotros.

Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo:

̶  ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:

̶  ¿Tenéis ahí algo que comer?

Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.

  1. Juan parece matizar el enfoque de Lucas: Jesús ofrece a Tomás la posibilidad de meter el dedo en sus manos y en el costado. Pero ese tipo de prueba física no es el ideal. Lo ideal es “creer sin haber visto”, como el discípulo predilecto cuando acude con Pedro al sepulcro. En esta misma línea se mueve la aparición final junto al lago: cuando llegan a la orilla y encuentran ven las brasas preparadas y el pescado (Jesús no come) “ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor”. Juan ha expresado de forma magistral la unión de incertidumbre y certeza. No hay pruebas de que sea Jesús, pero no les cabe duda de que lo es.
  1. La sección final del evangelio de Marcos, que se añadió más tarde, inspirándose en relatos conocidos, ofrece un punto de vista muy curioso. Las personas que hablan de la resurrección de Jesús no parecen las más dignas de crédito: de María Magdalena había expulsado siete demonios; los dos que dialogan con él por el camino dicen que se les apareció «con otro aspecto». Parece lógico que no les crean. Sin embargo, Jesús les reprocha su incredulidad.

He querido alargarme en estas diferencias entre los evangelistas porque a menudo se utilizan los relatos de las apariciones como armas arrojadizas contra los que tienen dudas. Dudas tuvieron todos y, de acuerdo con los distintos ambientes, se contó de manera distinta esa certeza de que Jesús había resucitado y de que se podía creer en él como el Salvador al que merecía la pena entregarle toda la vida.

La sección final de Lucas

            El hecho de que Jesús comiese un trozo de pescado podría ser una prueba contundente para los discípulos, pero no para los lectores del evangelio, que debían hacer un nuevo acto de fe: creer lo que cuenta Lucas.

            Por eso, Lucas añade un breve discurso de Jesús que está dirigido a todos nosotros: en él no pretende probar nada, sino explicar el sentido de su pasión, muerte y resurrección. Y el único camino es abrirnos el entendimiento para comprender las Escrituras. A través de ella, de los anunciado por Moisés, los profetas y los salmos, se ilumina el misterio de su muerte, que es para nosotros causa de perdón y salvación.

Y les dijo:

̶  Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.

Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:

̶  Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.

La mejor prueba de la resurrección de Jesús

Las últimas palabras de Jesús anuncian el futuro: “En su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.” La frase final: “vosotros sois testigos de esto” parece dirigida a nosotros, después de veinte siglos. Somos testigos de la expansión del evangelio entre personas que, como dice la primera carta de Pedro, “lo amáis sin haberlo visto”. Esta es la mejor prueba de la resurrección de Jesús.

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3º Domingo de Pascua. 08 Abril, 2018

Domingo, 15 de abril de 2018
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iii-d-pascua

“Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: ‘Paz a vosotros.’ Entonces ellos, espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados y surgen dudas en vuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies, que soy yo mismo; palpad y ved.’”

(Lc 24, 35-48).

En este tercer domingo de Pascua leemos el mismo episodio que el domingo pasado, esta vez en el evangelio de Lucas. Nos encontramos en el tiempo que va entre la Resurrección de Jesús y su Ascensión al cielo. Es un tiempo en que Jesús hace saber a sus discípulos que, tal y como había dicho, ha resucitado, está vivo y está con ellos. Les devuelve el sentido.

En el evangelio de Lucas, justo antes del texto que leemos hoy, tenemos a Jesús manifestándose a los dos discípulos que iban hacia Emaús y que han vuelto corriendo a Jerusalén, y también se nos dice que se ha mostrado a Pedro. Ahora Jesús se aparece a sus discípulos reunidos, que viven una experiencia de comunidad. En ella, al fin entenderán plenamente quién es ese Mesías tantas veces incomprensible, y a partir de ahí podrán cumplir lo que les ha encargado: predicar la conversión y el perdón, vivir de la manera que les ha enseñado.

Desde que entraron en Jerusalén, los discípulos han vivido en el desconcierto. Su Maestro ha muerto. Antes, ha sufrido a manos de su propio pueblo, y en nombre de Dios. Ellos mismos, las personas más cercanas a él, lo han traicionado, negado, abandonado. Pero algo les sigue uniendo, esperan sin saber qué, y el desconcierto crece desde que han encontrado el sepulcro vacío y las mujeres aseguran su resurrección.

El evangelio nos habla en este punto de extrañamiento, de incomprensión, de tristeza, de expectativas defraudadas, de incredulidad. En el fragmento que leemos hoy, vemos que las primeras reacciones de los discípulos al ver a Jesús son de espanto, de duda, de turbación. Después empiezan a sentir alegría, aunque mezclada con sorpresa e incredulidad. Esta alegría será completa poco después, en la Ascensión. Junto con la alegría, la aparición del Maestro resucitado les trae comprensión y sentido. Ahora comprenden lo que Jesús les ha explicado tantas veces antes.

Si hasta aquel momento los seguidores de Jesús hablaban con desazón, ahora, de nuevo delante de él, callan y escuchan a su Maestro, que les quiere hacer entender que es el mismo que habían conocido de tan cerca, y que sigue presente y guiándolos hasta que recibirán el Espíritu en Pentecostés.

Oración

Padre, concédenos el don de sentir a Jesús siempre con nosotras. Que esta certeza llene nuestras vidas de alegría y de sentido. Que comprendamos todos los hechos de nuestra vida a la Luz de aquél que tú has resucitado.”

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Que les costara tanto creer, es una garantía para nosotros.

Domingo, 15 de abril de 2018
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resucitado4Lc 24, 35-48

Vamos a hacer un rápido repaso por todos los relatos de apariciones para que quede claro  que no son crónicas de lo que sucedió tal día a tal hora en cierto lugar. Si fueran relatos de algo que ha sucedido, los primeros que escriben los tendrían más recientes y podían hacerlo con mucha más precisión que aquellos que lo hacen habiendo pasado mucho más tiempo. Pero resulta que en los relatos pascuales que nos han llegado, pasa justo lo contrario.

Mc que es el primero que escribió, no sabe nada de apariciones. Incluso en el final canónico, que es un añadido del s. II, únicamente se mencionan algunas apariciones constatadas ya en otros evangelistas. En Mt tampoco hay ningún relato completo. Jesús se aparece a las mujeres que van al sepulcro y les manda anunciar a los discípulos que vayan a galilea y allí le verán. En un monte en Galilea se aparece Jesús y les manda a predicar y a bautizar. Lc y Jn, que son los últimos que escriben, tienen relatos con todo lujo de detalles, lo que nos indica que los relatos se han ido elaborando por la comunidad a través de los años.

Lc y Jn nos trasmiten relatos muy elaborados teológicamente. En los textos más antiguos se habla siempre de (ôphthè) “dejarse ver”. Es un término técnico, que normalmente se traduce por aparecerse, pero no es una traducción adecuada. Para que veáis la dificultad de traducir esa palabreja, basta recordar que Pablo la utiliza en 1 Cor, 15 para decir que Cristo se apareció a Cefas, a Santiago y a Pablo; y en 1 Tim 3,16, para decir que se apareció a los ángeles. La misma palabra se emplea para decir que Moisés y Elías se “aparecieron” junto a Jesús. Las lenguas de fuego también “aparecieron” sobre los apóstoles en Pentecostés.

En los relatos más tardíos, se tiende a la materialización de la presencia, tal vez para contrarrestar la duda, que se destaca cada vez más. En Mt se duda que sea el Cristo; en Lc y Jn se duda de que sea Jesús de Nazaret. La materialización y la duda están relacionadas entre sí. Cuando los testigos de la vida de Jesús van desapareciendo, se siente la necesidad de insistir en la corporeidad del Jesús resucitado. Caen en la trampa en la que nosotros seguimos aprisionados: confundir lo real con lo que se puede constatar por los sentidos.

En el evangelio de Lc todas las apariciones y la subida al cielo tienen lugar en el mismo día. En el episodio que leemos hoy, Jesús aparece ‘a los once y a todos los demás’, de improviso, como había desaparecido después de partir el pan en Emaús. Se presenta en medio, no viene de ninguna parte. El relato de Emaús, que precede, había dejado claro que Jesús se hace presente en el camino de la vida, en la Escritura y en la fracción del pan. Aquí se hace presente en medio de la comunidad reunida. Esto lo tenía ya muy claro la primitiva iglesia, cincuenta o sesenta años después de la muerte de Jesús, cuando se escribió este evangelio.

Llenos de miedo. No tiene mucha lógica. Los discípulos ya conocían el anuncio de las mujeres, la confirmación del sepulcro vacío, y una aparición al mismo Pedro que el evangelio menciona, pero no narra. Los de Emaús estaban contando lo que les acababa de pasar. Si a pesar de todo siguen teniendo miedo, quiere decir que fue difícil comprender que la Vida puede vencer a la muerte. También nos advierte de que, lo que se narra no pudo ser una invención de los discípulos, porque no estaban nada predispuestos a esperar lo sucedido. En Jn, los discípulos tienen miedo de los judíos; en Lc, tienen miedo del mismo Jesús.

“Creían ver un fantasma”. El texto se empeña en que tomemos conciencia de lo difícil que fue reconocer a Jesús. Los que acaban de llegar de Emaús caminan varios kilómetros con él y cenan con él sin conocerle. Incluso Magdalena pensó que se trataba del hortelano. ¿Qué nos quieren decir estas acotaciones? Era Jesús, pero no era él. En relato de hoy se dice: “Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros”. ¿Es que en ese momento no estaba con ellos? Estas incongruencias nos tienen que abrir los ojos.

Mirad mis manos y mis pies, palpadme. Las manos y los pies, prueba de su muerte por amor en la cruz; y de que ese Jesús que se deja ver ahora, es el mismo que crucificaron. Una vez más se insiste en la materialidad, para demostrar que no se trata de fantasías o ilusiones de los discípulos. En absoluto estaban predispuestos a creer en la resurrección, más bien se les impuso contra el común sentir de todos ellos. Esto da plena garantía de autenticidad a lo que nos quieren trasmitir, aunque al empaquetarlo en una narración, tenemos el peligro de quedarnos en el cuento. No les importa la falta de lógica del relato.

Así estaba escrito. Lc insiste, siempre que tiene ocasión, en que se tienen que cumplir las Escrituras. En todos los salmos que hablan de siervo doliente, termina con la intervención de Dios que se pone de su parte y reivindica al humillado. Los primeros cristianos eran todos judíos; no tenían otro universo religioso para interpretar a Jesús que su Escritura. A pesar de que Jesús dio un paso de gigante sobre las Escrituras a la hora de decirnos quién es Dios, ellos siguen echando mano del AT para interpretar su figura. Al insistir en que la Escrituras se tienen que cumplir, nos está diciendo que todo está bajo el control de Dios.

Mientras estaba con vosotros. Indica con toda claridad que ahora no está con ellos físicamente. Estas son las pistas que tenemos que advertir para no caer en la trampa de una interpretación material. Jesús está presente en medio de la comunidad. Su presencia es objeto de experiencia personal, pero no se trata de la misma presencia de la que disfrutaron cuando vivía con ellos. Jesús es el mismo, pero no está con ellos de la misma manera que lo hacía cuando andaba por los caminos de Galilea. Esta presencia de Jesús en medio de la comunidad es mucho más real que antes. Ahora es cuando descubren al verdadero Jesús.

También el encargo de predicar se apoya en la Escritura. La buena nueva es la conversión y el perdón. Si pecado es toda opresión, el dejarse matar, antes que oprimir a nadie, es la señal de que el pecado está superado. La buena noticia de Jesús es que Dios es amor. Su experiencia del Abba nos tiene que tranquilizar a todos. En la primera lectura, Pedro, y en la segunda Juan, nos recuerdan que somos nosotros los que debemos manifestar ese amor de Dios. “Arrepentíos y convertíos para que se perdonen los pecados“; y Juan: “Quien dice, yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él”.

Para terminar, recordar la última diferencia notable entre Lc y Jn. En Jn exhala su aliento sobre ellos y les confiere el Espíritu. En Lc les promete que se lo enviará. La diferencia es solo aparente, porque el Espíritu ni tiene que mandarlo ni tiene que venir de ninguna parte. Es una realidad Espiritual que está siempre en nosotros. Podemos decir que llega a nosotros cuando lo descubrimos y dejamos que su presencia renueve todo nuestro ser.

La epístola de Jn tiene que hacernos reflexionar. Quien dice: yo le conozco y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso. Está claro que no habla de un conocimiento teórico, sino de una identificación con él. Una erudición exhaustiva sobre la figura de Jesús no garantiza una vida cristiana. Aceptar con escrupulosidad todos los dogmas no dará garantía ninguna de verdadera salvación en Jesús. No se trata de conocer mejor a Jesús, sino de nacer a la Vida que él vivió y desplegarla con la mayor intensidad posible.

Meditación

Jesús se hace presente en medio de la comunidad.
Ésta es la realidad pascual vivida por los primeros seguidores.
Ésta es la realidad que tememos que vivir hoy.
Somos nosotros los que tenemos que hacerle presente.
Eso solo es posible a través del amor manifestado.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La Amada de Jesús Resucitado.

Domingo, 15 de abril de 2018
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mary-magdalene-6e5a131d0dc85e1439fe556313b910251421f22f-s6-c30Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama (S.Agustín)

15 de abril. III domingo de Pascua

Lc 24, 35-48

Ellos por su parte contaron lo que les había sucedido en el camino

La resurrección de Jesús es un signo que expresa una vida nueva y un modo de actuar diferente. El personaje no es un fantasma, como creyeron sus discípulos cuando se les apareció días después en las orillas del Mar de Galilea. Al revés, le sentimos más cercano, similar a una fuerza que nos impulsa a una nueva forma de vivir. Fue El sueño de lo posible, como las sugerentes esculturas tituladas El Ajedrez, de Gustavo Herrera, que decoran uno de los parques madrileños.

En la obra de María y José Ignacio López Vigil Otro Dios es posible, Jesús dice: “Encontrar a María fue como encontrar una perla de gran valor… La lámpara de su cuerpo eran sus ojos… Era muy alegre… Con ella, el Reino era un banquete, una fiesta”. A propósito de lo cual, comentan “Que María la de Magdala sea presentada como primer testigo de la resurrección de Jesús en el cuarto evangelio (Juan 20, 1-18) indica la importancia de esta mujer en el movimiento de Jesús y en la primera comunidad de quienes integraron el movimiento”.

En la película La última tentación, del griego Nikos Zazantzaquis, y El Código da Vinci, del estadounidense Dan Brown, se resalta el gran valor que en la vida de Jesús tuvo María Magdalena. Y en el Evangelio apócrifo de Felipe, es mencionada como particularmente próxima al Maestro: “Tres eran las que caminaban continuamente con el Señor: su madre María, la hermana de ésta y Magdalena, a quien se designa como su compañera. En otro fragmento de este mismo evangelio se lee: Y la compañera del Señor es María Magdalena. En otro texto se añade que la amaba más que a ninguno de sus seguidores. Tanto que los demás discípulos acabaron quejándose por tan patente preferencia, y le dijeron: ¿Por qué la amas más que a ninguno de nosotros?

El texto de Jn 20, 15 sobre lo acaecido en la mañana de la resurrección, pone de relieve las preferencias de María por el resucitado: “Jesús le dice: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, tomándole por el hortelano le dice: señor, si tú te lo has llevado dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo”. El pintor italiano Antoni Allegri da Correggio detuvo el instante en un óleo sobre tabla, hoy en el Museo Nacional del Prado. Un Cristo tranquilo y sereno, con una Magdalena muy efusiva que le mira embelesada. Jesús aparece con un manto azul símbolo del cielo a donde va a subir, frente a los colores más cálidos del vestido de María. Con el brazo derecho hacia abajo parece decirle el Noli me tangere –no me toques-, mientras con el izquierdo le señala el cielo. Parece estarle recordando las palabras de Juan: “No me retengas más, porque todavía no he subido a mi Padre; anda, vete y diles a mis hermanos que voy al Padre, que es vuestro Padre; mi Dios, que es vuestro Dios (Jn 20, 17).

“Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama”, decía S. Agustín. Y lo que Magdalena amaba estaba claro en la mirada dirigida a Jesús en el cuadro de Correggio. A ella le transmitió el encargo de comunicar el acontecimiento a los Apóstoles.

AMOR DE ENAMORADA

Yo quiero estar enamorado
del Jesús Jardinero
que cultiva las rosas.

Y una mujer que llore y que me busque
como hacía María Magdalena.

Quiero que con Jesús
sea ella Jardinera
y vengan a buscarme,
pues nadie sabe como ellos
cultivar mi enamoramiento.

(EVANGÉLICO CUARTETO. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¡Palpadme!

Domingo, 15 de abril de 2018
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laaLucas 24, 35-48

Las lecturas del tiempo pascual nos ofrecen el testimonio de muchos hombres y mujeres que experimentaron, de diferentes formas, que Jesús estaba vivo. A partir de esa experiencia, pudieron ayudar a muchas otras personas con su testimonio. Eran testigos y se convirtieron también en maestr@s de espiritualidad.

El evangelio de hoy no es una secuencia de una película, es un camino para que aprendamos a ser testigos hoy y demos testimonio con valentía (y, a ser posible, con salero). Por eso, podemos comenzar preguntándonos: ¿cómo y cuándo nos encontramos con Jesús resucitado, personalmente y en comunidad? ¿Cómo transforma esta experiencia nuestra vida?

Cuando unas mujeres tuvieron esta experiencia, los apóstoles se sobresaltaron (se descolocaron, diríamos hoy). ¿También se burlarían de ellas, porque sus palabras “les parecieron un delirio”?

La catequesis de Emaús nos invita a tomar conciencia de que otras personas experimentaron que ni la cruz, ni el fracaso, tenían la última palabra. La Vida se abría paso al partir el pan. Cualquier cena podía reavivar el fuego y hacer que volviera a arder su corazón, siempre que fueran capaces de descubrir a Jesús en esa cena-Eucaristía.

En el texto de hoy, el resucitado se hace presente como portador de paz. Pero el grupo no puede reconocerlo porque sus mentes están llenas de miedo. Y donde está presente el miedo, no cabe la fe, a menos que el miedo se rinda y deje el espacio libre.

Confunden a Jesús con un fantasma. ¿Con qué o con quién lo confundo yo? ¿Con una varita mágica que me concederá lo que le pido, si me pongo cansina? ¿Con un juez que me juzgará el último día? ¿Con un economista que lleva cuenta exacta de todo lo bueno y malo que hago? ¿Con un ser “de quita y pon”, al que recurro solo en momentos de necesidad y olvido a diario, porque gestiono bien la vida sin su presencia?

¿Con qué “disfraz” he colocado a Jesús en la hornacina de mi vida, en lugar de dejarme transformar por el Viviente?

¿Qué ocurre en nuestras parroquias y comunidades? Si viene alguien de fuera ¿qué percibe? ¿Nos relacionamos con un pastor amable y dulce que no nos pide gestos de conversión y al que contentamos con ritos y más ritos? ¿Con un revolucionario que solo nos invita a luchar, aunque perdamos la caridad en el intento? ¿Hacia dónde caminan nuestras comunidades y cómo vivimos la experiencia de que nos convoca Jesús resucitado?

Jesús les invita a palparle. Preciosa catequesis que nos anima a perder el miedo y tener con Jesús un encuentro “cuerpo a cuerpo”, en lugar de que nuestra mente o “la doctrina” nos hablen de Él. Como Jacob, luchemos hasta rendirnos, hasta quedar “tocad@s”. ¿A qué tenemos miedo?

Quienes se acercaban a las primeras comunidades tenían dificultades para reconocer al Viviente tras el cuerpo de un crucificado. En los diferentes textos de las apariciones nos dicen que el reconocimiento de Cristo, fue lento y costoso.

Lucas tiene la difícil tarea de explicar que el resucitado y Jesús de Nazaret son la misma persona. Y lo hace con las claves literarias de su tiempo. Para nosotros es impensable que Jesús, resucitado, masticara el pescado para demostrar que estaba vivo. Pero, de este modo, las comunidades podían recordar las comidas en las que Jesús se había hecho presente y abrirse a una realidad nueva, que estaba más allá de lo que percibían por los sentidos.

Ni entonces, ni ahora, es fácil abrirnos a esa realidad; la Historia de la Iglesia nos muestra que muchos hombres y mujeres han traspasado ese umbral a través del servicio a las personas más pobres.

Dar de comer al hambriento y de beber al sediento no solo beneficia a quien lo recibe, sino que es un camino seguro para reconocer a Jesús, vivo, en cada persona.

Este encuentro con Jesús también nos abre el entendimiento y nos ayuda a comprender las Escrituras desde otra perspectiva.

Sin ese encuentro, podemos pasar toda nuestra vida estudiando la Palabra como quien disecciona un cadáver. Seremos capaces de explicar cada versículo, sin habernos dejado encontrar por el Viviente. Podemos estudiar teología y vivir como si no hubiera resurrección. Podemos organizar las comunidades eclesiales como si fueran la mejor ONG.

Entonces… ¿de qué y de quien damos testimonio?

¿Dónde es urgente dar testimonio del Viviente hoy y ayudar a la gente a palparle?

Marifé Ramos

(http://www.mariferamos.com/)

Fuente Fe Adulta

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Partir, compartir el pan.

Domingo, 15 de abril de 2018
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. LOS DOS DE EMAÚS.

El texto del evangelio que acabamos de escuchar es el final del hermoso relato de los dos de Emaús.

Aquellos dos discípulos se marchaban de Jerusalén tras el trágico fracaso de Jesús el Viernes en el calvario.

Los dos de Emaús abandonan la ciudad (Jerusalén), desertan de la causa de Jesús, se van.

02. IBAN CAMINANDO Y HABLANDO.

Sin embargo, a pesar de todo, estos dos discípulos decepcionados de JesuCristo, no pierden la memoria de Jesús, siguen recordando, hablando, discutiendo, evocando. Recuerdan la Palabra.

o Los creyentes estaban hablando, discutiendo.

o Jesús les dice, les explica las Escrituras, la Palabra

En las decepciones y problemas que tenemos todos en la vida: el miedo, preocupaciones, heridas físicas y psíquicas, enfermedades, conflictos comunitarios, etc., la actitud puede ser la de caminar, recordar, evocar la paz, los encuentros en la vida, buscar luz.

La palabra, el diálogo (Logos: palabra) es algo específicamente humano. La Palabra conserva la memoria, nuestra memoria histórica; la palabra conserva la cultura, la fe. Si el asunto Jesús no se ha perdido es por la fe en la Palabra, por el testimonio de los cuatro evangelios, el Nuevo Testamento, por la Palabra que nos transmitió nuestra familia, la catequesis en la Parroquia, la vida eclesial, las homilías, que hemos tenido en nuestra vida.

La palabra es memoria, creatividad y futuro.

La lectura de la Palabra, la conversación con quien merece mi confianza, el diálogo en la familia, en la iglesia, en política, etc es recordar, proyectar, crear, compartir, perdonar, abrir caminos hacia la vida.

03. ¿DINAMITAR LA MEMORIA?

018_discipulos_emausEs una discusión que surge intermitentemente en los medios de comunicación, en la vida política y eclesiástica: las raíces cristianas -o no- de los pueblos, de Europa.

Los dos de Emaús van recordando lo vivido con Jesús. Guardan la memoria.

No quiero llevar las aguas a “mi molino” y decir con estas cosas que la Iglesia tenga siempre y en todo la razón y que haya que volver al mundo eclesiástico y cuanto mayor sea la resistencia numantino-eclesiástica, mejor. Ni es esa la cuestión ni con ese tratamiento.

Quiero decir que es una simpleza pensar que la humanidad ha nacido y ha encontrado la solución a los problemas “anteayer” con la modernidad y la tecnología. El ser humano ha nacido, ha vivido y sufrido, ha cantado y caminado, ha pensado, ha enfermado y envejecido, ha esperado y desesperado, ha muerto mucho antes que surgiera el pensamiento moderno y lo seguirá haciendo siempre. Siempre trabajaremos, celebraremos, enfermaremos, pecaremos, moriremos siempre.

Tal vez, si tratamos de suavizar o eliminar hoy en día los grandes problemas humanos es porque no tenemos una respuesta, porque, tal vez, hemos olvidado nuestra memoria.

Guardemos en nuestra vida la memoria de JesuCristo.

04 VAMOS A COMER

apasc03bnk02El relato de los dos de Emaús es Eucaristía: la Mesa de la palabra y del Pan de Vida. Les explica las Escrituras y parte con ellos el pan.

Tras la resurrección, Jesús se muestra humano. El mismo Jesús que murió, vive. Y su humanidad se muestra en gestos sencillos como comer, compartir, se deja tocar por Tomás, da la paz, transmite alegría.

La comida es el lugar de encuentro, de amistad, de amor (bodas), de encuentro, de fiesta familiar o popular, de amistad o de compartir sufrimiento (muerte).

En el fondo todo eso es la Eucaristía y la mesa de la vida: reunirse, recordar, encontrarse, conversar, comer. En la tradición de la Iglesia se hablaba de la Eucaristía como con dos alimentos: la Palabra y el Pan de Vida.

La VIDA se compone de elementos muy sencillos y creer en esta sencillez es creer en el Señor Resucitado. Una limosna, un poco de pan, cuidar la “herida” de un enfermo, saber escuchar son pequeños sacramentos de la Resurrección y de la vida.

Decía Martin Luther King (1929-1968): Aunque supiera que el mundo se acaba mañana, hoy todavía plantaría un árbol.

A pesar de las desilusiones y de los desánimos, sembremos vida.

05. MENTE Y CORAZÓN ABIERTOS

Lucas resalta la ciudad: Jerusalén significa para Lucas el final de una etapa y el comienzo de otra. “Termina Jerusalén” (judaísmo) y comienza el universalismo: transmitid estas cosas a todas las naciones.

VOSOTROS SOIS TESTIGOS DE ESTO.

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