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D 11. 2. 18.Maestro de Jesús, un leproso (os sanarán los enfermos)

Domingo, 11 de febrero de 2018

imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 6,tiempo ordinario, ciclo b. Mc 1, 40-45. Jesús está en el duro campo, una tierra de leprosos, expulsados, que no pueden entrar en la sinagoga, ni en los pueblos.

Seguimos en un mundo de impuros que no pueden integrarse en la sociedad, tras muros y mares de separación, pues son distintos y la sociedad dominante no quiere recibirles.

Entre los “asociales” se encuentra ese leproso, hombre de piel impura. No sabemos si su enfermedad es lo que actualmente se llama en medicina lepra (causada por el bacilo de Hansen). Sea como fuere, se trata de una afección a la piel, que suele tomar un color distinto, produciendo un tipo de escamas,una enfermedad de marginación social y sacral.

Una enfermedad del enfermo (es evidente); pero es también, y sobre todo, una enfermedad de la sociedad que no le acoge, sino que le registra entre los impuros y le mantiene separado

images-1Pues bien, Jesús se acerca donde no lo hace ninguna: viene hasta el leproso y le admite en su espacio de vida(le cura).

Todo lo que sigue es consecuencia… pero una consecuencia decisiva El leproso enseñará a Jesús un camino que Jesús él antes no sabía, ni el Hijo de Dios, un camino de evangelio, de ruptura con los sacerdotes, una nueva sociedad sin controles sanitarios (policiales) como aquello que marcaba un tipo de sociedad israelita.

Un texto inquietante, un texto poderoso, necesario en nuestro tiempo. Tomo lo que sigue de mi Comentario de Marcos (Estella 2012). Buen domingo a todos.
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Un texto en tres tiempos (Mc 1, 40-45)

1) 40 Se le acercó un leproso y le suplicó de rodillas: Si quieres, puedes limpiarme. 41 Y compadecido, extendió la mano, lo tocó y le dijo: #Quiero, queda limpio. 42 Al instante desapareció la lepra y quedó limpio.

2) 43 Entonces lo despidió, advirtiéndole severamente:44 No se lo digas a nadie; vete, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para testimonio de ellos.

3) 45Pero él, saliendo se puso a divulgar a voces lo ocurrido, de modo que Jesús no podía ya entrar abiertamente en ninguna ciudad. Tenía que quedarse fuera, en lugares despoblados, y aun así seguían acudiendo a él de todas partes.

Introducción. Lepra médica,lepra social, lepra humana. Ser marginado en Israel

En el campo (fuera de la sinagoga y casa) habitan los leprosos. Con ellos inicia Jesús una serie de signos de expulsados (vendrán luego el paralítico y publicano). Según ley, ellos sufren una enfermedad social: están impuros, son fuente de peligro y mancha para la buena familia israelita.

Desde una perspectiva médica actual, se podría decir que este hombre sufre un tipo de enfermedad de escamas, como traduce e interpreta J. Milgrom, el mayor investigador bíblico sobre el tema, al hablar de una scale disease). Se trata, según eso, de una enfermedad de la pigmentación y de la estructura misma de la piel, que se puede deformar, ofreciendo manchas y zonas escamosas. Esto es lo que significa la palabra hebre sāra‛t, que los LXX han traducido en griego como lepra.

Esa traducción resulta actualmente resulta engañosa, pues sāra‛t / lepra designa una variedad de casos en los que la piel se vuelve «escamosa», pero no suele incluir lo que actualmente se llama lepra (según las investigaciones de Hansen).

Según la ciencia moderna, la lepra es una enfermedad bacteriana crónica de la piel, los nervios de las manos y los pies y de las membranas de la nariz. Por el contrario, la “lepra bíblica” (de Lev 13-14 y de los textos evangélicos) es una enfermedad más genérica, que abarca varias infecciones y afecciones, una enfermedad que se desarrolla rápidamente y que puede desaparecer también rápidamente, pues hay personas que, a veces, se curan de ella, también rápidamente.

En resumen según las investigaciones de Hansen, la lepra estrictamente dicha se desarrolla a lo largo de bastantes años y es incurable, a no ser que se apliquen algunos medios terapéuticos modernos. Por el contrario, la lepra bíblica tiene un carácter más general y se refiere a varias malformaciones de la piel, que exigen la expulsión social de quien la sufre.

Sea como fuere, el caso queda abierto. Lo que he querido destacar es que la “lepra” bíblica es una enfermedad “social” más que puramente corporal, es una enfermedad que se puede atribuir a todos los que tienen manchas en la piel, un tipo de soriasis o de pigmentación distinta, producida muchas veces por causas sociales, psicológicas y religiosas (y no sólo por el bacilo de Hansen.

Eso significa que la “lepra bíbleca” constituye una enfermedad mucho más extensa que la lepra puramente bacteriana. En ese contexto se sitúa todo lo que sigue. Por eso, cuando el sacerdote descubre la “impureza” cutánea de una persona ha de expulsarlos de la sociedad civil y religiosa, conforme a su código sagrado (Lev 13-14). La religión se utiliza así como cordón sanitario para expulsar a los “distintos”

Para mantener la pureza del conjunto social, los leprosos eran expulsados al exterior del campamento o ciudad israelita: no podían orar en el templo, ni acudir a la sinagoga, ni unirse en lecho o mesa con los familiares sanos. Su enfermedad les convertía en solitarios, como especie aparte, secta de proscritos.

1) La curación

El leproso viene y se postra de rodillas, en gesto de ruego y de adoración, pidiendo “si quieres puedes limpiarme”. Quiere “ser limpio”, vivir con dignidad, ser persona…La curación es para él la limpieza, ser “cátaro” (ser puro), ser persona, en una sociedad de personas.

El milagro está allí donde Jesús deja que el leproso se acerque y le toque… (tocándole él mismo). No pone una guardia de protección entorno a su persona. No lleva un policía de seguridad, no se encierra en una oficina… Jesús va al lugar de los leprosos, a cuerpo, como persona, sin más protección que su amor de reino. De esa manera destruye y supera Jesús la religión anterior, creando una nueva al servicio del hombres necesitado.

El leproso se acerca, no sabemos si viene sólo o con muchos (Lucas dice en otro lugar que eran diez). Viene y pide, de rodillas, como un hombre sumiso, casi como un esclavo. Desde aquí se entiende la acción de Jesús, que tiene dos partes:

— Extiende la mano y le toca (1, 41a). No hay curación sin “toque”, sin dar la mano, sin ponerse al lado. Jesús no tiene que agarrarle y levantarle (resucitarle) como hizo con la suegra de Simón (Mc 1, 31). Ahora le basta con tocar o acariciar (haptomai), ofreciendo presencia personal (contacto personalr) al que se hallaba condenado, sin contacto. Esta mano de Jesús es la expresión suprema de la misericordia (splagnistheis) que transciende las leyes de pureza del viejo judaísmo. Ella es signo de piedad y vida compartida.

— Dice (quiero, queda limpio! (1,41b). Junto al contacto es necesaria la palabra. Jesús ha escuchado, ha dejado que el leproso se acerque, le ha tocado. Ahora le habla, con la palabra más honda del vocabulario, una palabra que ratifica el gesto de comunicación. Es palabra creadora, un thelô (quiero! que define la nueva realidad del evangelio. Ese es un querer de poder y un querer de amor. En ese querer misericordioso de Jesús se funda la nueva familia de discípulos, la iglesia de enfermos y expulsados. Lo que define todo lo que sigue es la “voluntad” de Jesús, que es voluntad de limpieza, de comunicación

El contacto y palabra transformante de Jesús llega a la hondura del enfermo expulsado por la sociedad sagrada, pero llega todavía con más fuerza a la sociedad que le expulsa y condena. Jesús no expulsa ni rechaza a lo leprosos. Tampoco espera, como deben hacer los sacerdotes, para sancionar una curación ya realizada (cf. 1, 44; Lev 14, 3). Él escucha la necesidad del enfermo y le acoge, ofreciéndole su toque y palabra sanadora. Así le recibe en el camino de su nueva familia mesiánica.

2) El mandato de Jesús: ¡Vete donde los sacerdotes!

El texto sigue de forma paradójica. Jesús ha curado al enfermo… pero le pide que se inscriba dentro del orden sagrado de los sacerdotes… Que vaya a la oficina de “sanaciones”, al registro de los curados, para que le inscriban, conforme al orden sagrado de Israel. Le quita la lepra, pero el pide que se someta a los sacerdotes…

Jesús manda al curado que calle y vuelva al conjunto social establecido: que los sacerdotes reconozcan su salud y le admitan de nuevo en el pueblo. No quiere ser competidor. No ha intentado deshacer por fuerza el tejido sacral de los sacerdotes judíos, ni imponer su mesianismo con milagros exteriores… haciendo competencia a los sacerdotes. Por eso pide al curado que vuelva a la vida israelita, controlada por los sacerdotes, le pide que se someta, pues sólo así, sometiéndose al orden social, podrá encontrar trabajo y se podrá casar… Todo será perfecto, la ley sagrada seguirá dominando sobre todo (1, 42-43).Esta petición de Jesús tiene dos partes:

a. Vete, no se lo digas a nadie… No quiere que el leproso haga propaganda, no quiere extender su mensaje a través de curación, no quiere convertirse en un curandero sagrado…

b. Preséntate como limpio ante los sacerdotes: acepta el orden sagrado de Israel… Jesús no quiere romper ese orden sagrado, al menos en este momento. Él aparece cumpliendo la ley, como quieren los judeo-cristianos, Entendida así, la curación del leproso viene a ponerse al servicio del sistema social y sagrado. Todo debe seguir como estaba.

3. El leproso cumple el mandato de Jesús, sino que obedece desobedeciendo

Pero el leproso curado desobedece a Jesús y pregona su milagro, sin acudir a los sacerdotes. Antes parecía un esclavo: se echaba a los pies de Jesús, parecía arrastrarse… Ahora se levanta y va… Ahora es un hombre libre y libremente hace lo que piensa que tiene que hacer, aún en contra del mandato externo de Jesús. De esa forma viene a convertirse en testigo de la novedad mesiánica: expone lo que Jesús ha hecho con él, apareciendo como germen de una nueva comunión de liberados, que superan la ley sacral, haciéndose testigos de evangelio. Jesús es para ellos curación y fuente de libertad.

La suegra de Simón respondía al “milagro” poniéndose a servir a los demás en sábado, superando así un aspecto de la sacralidad del judaísmo. Ahora lo hace este leproso, de un modo directo y programado: desobedece a Jesús (no se somete a los sacerdotes), para proclamar el evangelio, influyendo en la estrategia posterior del evangelio, enseñándole a Jesús.

La pregunta es: ¿lo que hace este leproso curado es bueno o malo? Este leproso curado: ¿obedece a Jesús o le desobedece? Marcos deja la respuesta en manos del lector (y de la misma narración del evangelio).

El que siga leyendo y pensando sabrá si el leproso predicador ha obedecido o desobedecido. Yo pienso que ha obedecido desobedeciendo. Marcos evangelista es un narrador, va contando…y deja que los mismos lectores del evangelio saquen las consecuencias. Pues bien, este leproso curado es como la suegra de Simón que trabajaba en sábado (haciendo lo prohibido). También este leproso se niega a cumplir las leyes de los sacerdotes…. y de esa forma se pone al servicio de la buena nueva de Jesús, donde no hay sitio para estos sacerdotes.

a. Un leproso que es maestro de Jesús

Es como si el mismo Jesús tuviera que aprender: ha puesto en marcha un movimiento de reino y debe esperar las reacciones. Le ha pedido que acepte la ley sacral (muéstrate al sacerdote…! Pero el curado ya no puede obedecerle, pues ha descubierto un camino de liberación y reino que supera el control de los sacerdotes. De esa forma surge una situación paradójica que marca el proceso posterior del evangelio. En el fondo, el leproso le dice a Jesús lo que tiene que hacer: romper con los sacerdotes

b El leproso se vuelve predicador:

(Empezó a proclamar con insistencia (kêryssein polla) y a divulgar la palabra (ton logon, es decir, la superación de la ley de exclusión de los leprosos: 1, 45a). Ambos términos llevan al corazón del evangelio: la curación del leproso (tocado y querido por Jesús) se hace kerigma y palabra. Este es el logos mesiánico, que el mismo Jesús proclama y siembra (2, 2; 4, 14 ss), logos de su entrega hasta la muerte (cf. 8, 32). El primero en proclamarlo es el leproso.

c. Jesús ya no puede entrar abiertamente en las ciudades sino que ha de habitar en despoblado (1, 45b).

¿Porque le buscan demasiado? )Porque quiere evitar las muchedumbres? (No! (Porque él mismo se ha hecho impuro! Ha tocado al leproso, está contaminado, es hombre sucio, conforme a la visión sacral de sacerdotes y escribas, cuya autoridad parece rechazar el curado. No viene Jesús a los pueblos, pero vienen las muchedumbres de los pueblos a Jesús. Pudiéramos decir que la confrontación está servida: el gesto de Jesús no puede pasar inadvertido. Éste es el Jesús de los descampados, el Jesús que está fuera del orden social, donde no llega la ley de las ciudades
Jesús ha tenido que aprender… Una vez que empieza a curar a los leprosos… (una vez que empieza a acogerles) su movimiento rompe ya el orden sagrado de los sacerdotes…. Ha tenido que aprender y su escuela es el campo abierto de los expulsados y leprosos.

d. Jesús inicia un proceso que le desborda. Un leproso que le acoge en casa

Es como si Jesús estuviera desencadenando un proceso de ruptura y nuevas relaciones sociales. Sus discípulos no entienden y siguen calculando conforme a los principios antiguos de poder del mundo (del judaísmo). Este leproso, en cambio, ha comprendido, como hizo la suegra de Simón (1, 31) y hará la sirofenicia (7, 24-30). Desobedeciendo ha obedecido de verdad, abriendo un camino de esperanza en la trama de opresión del mundo. Mc no dice cómo sigue viviendo, cómo se ha integrado en Israel ((si lo ha hecho!) sin acudir a los sacerdotes.

Todo nos permite suponer que este caso de Jesús y el leproso sigue abierto. Por eso es lógico que volvamos a encontrar a ese leproso curado, al menos veladamente, en Mc 14, 3, en contexto de oposición sacral a los sacerdotes. Cuando los sacerdotes deciden matar a Jesús (que está ya en Jerusalén anunciando el Reino), reaparece este leproso, ofreciéndole casa y comida. Entre los partidarios de Jesús, al final, se encuentran este leproso, que ha ido en contra de los sacerdotes, se encuentra este leproso.

e. El leproso curado, la mujer de la unción

Allí, en la casa de Simón en Leproso de Betania…realiza Jesús el mayor de sus gestos: se deja ungir por una mujer… que le proclama rey. Jesús ha curado a un leproso. El leproso anunciará su mensaje… El gesto del leproso ha enfrentado a Jesús con el judaísmo sacerdotal, de manera que este pasaje (Mc 1, 40-45), situado entre la expulsión de los demonios de las sinagogas (1, 21-28) y el perdón de los pecados (2, 2-12), puede interpretarse como anuncio del enfrentamiento final de Jesús en Jerusalén; es lógico que el leproso vuelva a aparecer en 14, 3-9, en contexto de entrega de la vida. Para Mc, el reto de Jesús está en formar un nuevo grupo humano (iglesia) a partir de los leprosos (marginados, impuros), con lo que ello implica de superación del sistema de purezas sacerdotal.

Nota erudita

He seguido, como he dicho, mi Comentario de Marcos (VD, Estella 2913, Sobre la “lepra” como impureza y los ritos de purificación que marcan el retorno del “curado” a la vida social/sacral cf. E. P. Sanders, Judaism. Practice and Belief 63BCE-66CE, SCM, London 1992, 220-234, con referencia al sistema de purezas estudiado por M. Douglas, Pureza y peligro, Siglo XXI, Barcelona 1991, 42-60. Visión general con bibliografía en D. P. Wright y R. N. Jones, Leprosy, ABD IV, 277-282. Cf. B. J. Malina, El mundo del NT, EVD, Estella 1995, 181-207 Presentación básica en X. Pikaza, El Evangelio. Vida y Pascua de Jesús (BEB 75), Sígueme, Salamanca 1993, 80-93. Sobre los milagros en Mc: K. Kertelge, Die Wunder im Markusevangelium, SANT, München 1970; L. Schenke, Die Wundererzählungen des Markusevangeliums, SBS, Stuttgart 1974.

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