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Ahora te amo a Ti sólo, a Ti sólo sigo y busco…

Domingo, 8 de octubre de 2017
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Ahora te amo a Ti sólo, a Ti sólo sigo y busco, a Ti sólo estoy dispuesto a servir; porque Tú sólo justamente señoreas; quiero pertenecer o tu jurisdicción. Manda y ordena, te ruego, lo que quieras, pero sana mis oídos para oír tu voz; sana y abre mis ojos para ver tus designios; destierra de mi todo ignorancia para que te reconozca a Ti. Dime adónde debo dirigir la mirada para verte a Ti, y espero hacer todo lo que mandes.

Recibe, te pido, a tu fugitivo, Señor, clementísimo Padre; basta ya con lo que he sufrido; basta con mis servicios a tu enemigo, hoy puesto bajo tus pies, basta ya de ser juguete de las apariencias falaces. Recíbeme ya siervo tuyo, que vengo huyendo de tus contrarios, que me retuvieron sin pertenecerles, cuando vivía lejos de Ti. Ahora comprendo la necesidad de volver a ti; ábreme la puerta, porque estoy llamando; enséñame el camino para llegar hasta ti.

Solo tengo voluntad; sé que lo caduco y transitorio debe despreciarse para ir en pos de lo seguro y eterno. Esto hago, Padre, porque esto sólo sé, y todavía no conozco el camino que lleva hasta Ti. Enséñamelo Tú, muéstramelo tú, dame la fuerza para el viaje. Si con la fe llegan a ti los que te buscan, no me niegues la fe; si con la virtud, dame la virtud; si con la ciencia, dame la ciencia. Aumenta en mi la fe, aumenta la esperanza, aumenta la caridad. ¡Oh, cuan admirable y singular es tu bondad!

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Agustín de Hipona,
“Soliloquios”, 1,1,5,
en Obras de san Agustín, I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1979, 440.

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En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo:

“Escuchad otra parábola:

Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje.

Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose:

-“Tendrán respeto a mi hijo.

Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron:

“Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.” Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.

Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”

Le contestaron:

-“Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.”

Y Jesús les dice:

-“¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.

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Mateo 21,33-43

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“Crisis religiosa”. 8 de octubre de 2017. 27 Tiempo ordinario (A). Mateo 21, 33-43

Domingo, 8 de octubre de 2017
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vineyard parableLa parábola de los “viñadores homicidas” es un relato en el que Jesús va descubriendo con acentos alegóricos la historia de Dios con su pueblo elegido. Es una historia triste. Dios lo había cuidado desde el comienzo con todo cariño. Era su “viña preferida”. Esperaba hacer de ellos un pueblo ejemplar por su justicia y su fidelidad. Serían una“gran luz” para todos los pueblos.

Sin embargo aquel pueblo fue rechazando y matando uno tras otro a los profetas que Dios les iba enviando para recoger los frutos de una vida más justa. Por último, en un gesto increíble de amor, les envío a su propio Hijo. Pero los dirigentes de aquel pueblo terminaron con él. ¿Qué puede hacer Dios con un pueblo que defrauda de manera tan ciega y obstinada sus expectativas?

Los dirigentes religiosos que están escuchando atentamente el relato responden espontáneamente en los mismos términos de la parábola: el señor de la viña no puede hacer otra cosa que dar muerte a aquellos labradores y poner su viña en manos de otros. Jesús saca rápidamente una conclusión que no esperan: “Por eso yo os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca frutos”.

Comentaristas y predicadores han interpretado con frecuencia la parábola de Jesús como la reafirmación de la Iglesia cristiana como “el nuevo Israel” después del pueblo judío que, después de la destrucción de Jerusalén el año setenta, se ha dispersado por todo el mundo.

Sin embargo, la parábola está hablando también de nosotros. Una lectura honesta del texto nos obliga a hacernos graves preguntas: ¿Estamos produciendo en nuestros tiempos “los frutos” que Dios espera de su pueblo: justicia para los excluidos, solidaridad, compasión hacia el que sufre, perdón…?

Dios no tiene por qué bendecir un cristianismo estéril del que no recibe los frutos que espera. No tiene por qué identificarse con nuestra mediocridad, nuestras incoherencias, desviaciones y poca fidelidad. Si no respondemos a sus expectativas, Dios seguirá abriendo caminos nuevos a su proyecto de salvación con otras gentes que produzcan frutos de justicia.

Nosotros hablamos de “crisis religiosa”, “descristianización”, “abandono de la práctica religiosa”… ¿No estará Dios preparando el camino que haga posible el nacimiento de una Iglesia más fiel al proyecto del reino de Dios? ¿No es necesaria esta crisis para que nazca una Iglesia menos poderosa pero más evangélica, menos numerosa pero más entregada a hacer un mundo más humano? ¿No vendrán nuevas generaciones más fieles a Dios?

José antonio Pagola

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“Arrendará la viña a otros labradores”. Domingo 8 de octubre de 2017. 27º domingo de tiempo ordinario.

Domingo, 8 de octubre de 2017
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50-OrdinarioA27Leído en Koinonia:

Isaías 5,1-7: La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel
Salmo responsorial: 79La viña del Señor es la casa de Israel.
Filipenses 4,6-9: Poned esto por obra, y el Dios de la paz estará con vosotros.
Mateo 21,33-43: Arrendará la viña a otros labradores

Algunos seguimos aferrados a un «servicio de la palabra» más apto para generaciones pasadas que para la sociedad actual. Pretendemos hacer oír una «palabra» alejada de la realidad que vivimos, expresada en un lenguaje teórico, con poco sabor de la vida y la problemática de la gente… La inculturación sigue siendo una «materia pendiente» para demasiados predicadores cristianos. Nos preguntamos cómo lograr que nuestro «servicio de la palabra» se inspire y se haga carne en compromisos concretos por la Vida, la Justicia y la Solidaridad concretas, tal como se viven en el día a día…

Miremos a los profetas, que pueden orientarnos en este sentido. Ellos siempre mantuvieron una actitud crítica frente a las instancias de poder y, simultáneamente, vivían en medio del pueblo. Isaías, por ejemplo, no duda en utilizar una vieja canción romántica, sobre una viña, para comunicar con eficacia su mensaje. No teme que lo tilden de coplero de amoríos, o que la gente piense que sus recursos didácticos no están a la altura requerida. Para Isaías lo importante era hacer captar al decadente reino de Judá los peligros evidentes de una política interna ejercida mediante el autoritarismo, la represión y el inmediatismo. Y la maestría de su «servicio de la palabra», comprometido y vital, accesible y a la vez profundo, quedó reflejado en la «Canción de la viña» que hoy escuchamos como primera lectura.

Ocurre otro tanto con la predicación de Jesús, como podemos ver en el evangelio de hoy. Jesús se vale del mismo tema de la viña para expresar su mensaje.

Muchos grupos fanáticos consideraban que la salvación de Israel era la única meta de la historia. Jesús cuestionó duramente esta manera de pensar, por superficial y excluyente. Por eso, muchos líderes sectarios, tanto de derecha como de izquierda, consideraron que Jesús era una amenaza.

Para Jesús el Reino de Dios estaba abierto a todos los seres humanos «de buena voluntad», o sea, todas las personas que tengan como valor primero de su vida el Amor y la Justicia. Porque, como dice esa maravillosa canción litúrgica (el salmo 71), el Reino es «Vida, Verdad, Justicia, Paz, Gratuidad, Amor». Por eso es por lo que no eran importantes para Jesús las diferencias raciales, de género o de cualquier otro tipo: todas las personas «de buena voluntad», todas las que estén dispuestas a vivir la solidaridad fraterna, están invitadas. Y Jesús no sólo propuso esto como un ideal, sino que lo realizó con su práctica.

Esta manera de actuar y de pensar le acarreó agudos y profundos conflictos con los grupos religiosos y políticos de la época, incluso con sus propios discípulos. Para los hombres ortodoxos, esta apertura del Reino de Dios a los extranjeros, enfermos y pecadoras era absolutamente impensable. Más aún, ellos consideraban que fuera de Israel y de su particular religión no había salvación para nadie. Se consideraban «propietarios» del Reino de Dios.

Jesús los desafía abiertamente, y por medio de esa comparación con la viña, les muestra que la ortodoxia recalcitrante no conduce a la salvación. El profeta de Galilea se burla de las pretensiones privatizadoras de los ortodoxos, y les muestra que Dios entrega el Reino a aquellas comunidades que viven el amor y la justicia. El Reino no es propiedad privada de nadie ni de ningún grupo en particular. Nadie lo tiene asegurado a título de una raza o religión concreta.

Toda la vida y ministerio de Jesús es compromiso con la vida. Sus acciones y palabras convocan a todos a compartir su vida en la nueva realidad humana y mundana que la construcción del Reino va provocando: sus obras poderosas, su acogida hacia los excluidos, el anuncio de la utopía de Dios que abre nuevos horizontes de esperanza en el corazón de los pobres. Éstos y otros signos son manifestaciones de la voluntad del Padre que envía a Jesús para que los hijos e hijas «tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10) y que, por ello, invita a celebrar el retorno del hijo «que estaba muerto y ha vuelto a la vida» (cf. Lc 15,32).

La denuncias de Jesús, por otra parte, nos indican que el mensajero del Dios de la Vida no puede permitir que el ser humano esté permanentemente torturado por experiencias de muerte. Queremos que nuestra vida y nuestro ministerio sean una confesión y un testimonio de nuestra fe en el Dios «que ama la vida» (Sab 11,26). Como seguidores de Jesús sabemos que esta vida se manifiesta y goza en plenitud cuando se pone totalmente al servicio del Reino (cf Mt 10,39).

Jesús, el Hijo del hombre, está dispuesto a dar su vida en rescate por todos (cf Mt 20,28). Nadie le quitó la vida; él la entregó libremente. De él hemos aprendido que ser buen pastor es desvivirse por el rebaño, dar la vida por los hermanos (cf Jn 10,11). En este momento debemos sumarnos a tantos cristianos y cristianas que en los últimos años han optado por servir a la vida, aun a riesgo de perder o complicar la suya propia. Al hacerlo, prolongamos la mejor tradición cristiana, confiados en la intercesión de nuestros hermanos y hermanas mártires. Leer más…

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Dom 8.10.17. Parábola de los viñadores: Cuidar la viña o subyugarla (matar al heredero)

Domingo, 8 de octubre de 2017
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22195775_865925510251309_341802359411230037_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 27, Mateo 21, 33-45. Esta parábola, llamada de los viñadores, describe la trama de Jesús, desde la perspectiva del Amo y de los Encargados de cuidarla, para compartir los frutos, no para ellos mismos sino para todos. Éstos son sus rasgos principales:

1. Dios (el Amo/Amor) ha puesto la Viña en manos de unos “encargados”, para que la cuiden y compartan sus frutos. Estos encargados no son amos, sino administradores, pero quieren hacerse dueños de ella (dominarla, que es al fin domarla o subyugarla, que es ponerla bajo el yugo, cf. imagen 3: Yugo de Isabel, con flechas de Fernando).

2. La Viña es el pueblo de Israel, pero en sentido extenso es el templo, y puede ser la la Iglesia, la nación (Cataluña, España o Siberia), el Estado, el Mundo entero, con arrendatarios envidiosos convertidos en diosecillos (que se declaran dueños de la viña).

3. Esos encargados en concreto (unos “criados” viñadores) que se sienten dioses son los sacerdotes y gobernantes, poder civil y religioso tanto en aquel tiempo (el tiempo de Jesús), como en éste. Son en un plano las autoridades civiles de Madrid o de Barcelona… y las ONU, con otras invisibles, que no aparecen (mano negra) pero que dominan todo (incluso el Vaticano, si no tiene cuidado Francisco).

4. El impulso de fondo es que los “principados, poderes y dominaciones” (así le llama Pablo, dándoles un tinte demoníaco) gobiernan para sí…, y se queden con la herencia, es decir, con los frutos de la viña, pensando que la viña y los frutos son suyo, por derecho de pernada de poder, no del pueblo…

5. La situación de fondo que Jesús describe es el gran riesgo en que se encuentran las autoridades y el pueblo… Las autoridades porque se pervierten y serán juzgadas,el pueblo (representado por Jesús) porque pueden matarle.

6. Ésta es el panorama, en tiempos de Jesús y en los nuestros… Las autoridades tienden a matar a los inocentes, es decir, a aprovecharse de ellos, que representados por Jesús, pensando que son dueñas de la vida y de la muerte de los hombres. Pues bien, puede llegarles y le llega el gran juicio,si siguen obrando de esas forma.

7. Y queda pendiente el gran tema: ¿Quiénes son verdad los herederos? ¿Qué queda si se mata al heredero (Jesús, los pobres…)? Hay que levantar la voz, Jesús la levantó en Jerusalén, muriendo por hacerlo. Hay que levantar la voz: ¿Cuando llegue el Hijo del Hombre habrá algún tipo de fidelidad sobre la tierra? (El mismo Jesús se pregunta:Lc 18, 8).

Y con esto sigue el tema que he querido explicar comentando el texto de Mateo. Buen domingo a todos.

Primer parte del texto. La parábola (Mt 21, 33-3).

Mt 21 33 Escuchad otra parábola: Había un dueño de casa que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos agricultores y se marchó de viaje. 34 Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a donde los agricultores, para percibir los frutos que le correspondían. 35 Pero los agricultores, agarrando a sus criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. 36 Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. 37 Por último les mandó a su hijo, diciéndose: Tendrán respeto a mi hijo. 38 Pero los agricultores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia. 39 Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.

(Bibliografía y tema complete desarrollado en El evangelio de Mateo. De Jesús a la Iglesia…)

evangelio-de-mateoLa viña es Israel o, quizá mejor, la obra de Dios en su sentido extenso (el país, el pueblo, la iglesia….), y los “viñadores” aparecen así como encargados de una tarea superior, es decir, de la obra y tarea de Dios, al servicio de todos los hombres. Así entendida, esta parábola se encuentra entrelazada no sólo con la historia de Israel, sino con la vida y destino de Jesús, de manera que ella puede interpretarse como parábola biográfica.

No quiere ofrecer informaciones teóricas, sino hacernos penetrar en el sentido de la obra de Dios y de la muerte de Jesús, utilizando para ello algunos elementos simbólicos bien conocidos del Antiguo Testamento: Había un dueño de casa que plantó una viña… (Mt 21, 33). Este comienzo es una clara referencia al canto de Is 5, 1-7 y quizá una alusión a Gen 2-3: Dios ha puesto a los hombres en el jardín Edén, como viña, para que la cultiven y consigan frutos.

‒ Es una parábola para los administradores de la viña, que, mirados en perspectiva bíblica, eran en tiempos de Jesús los sacerdotes y ancianos (senadores) del pueblo, que aparecerán después como sacerdotes y fariseos (21, 44). La parábola se eleva así en contra de los dirigentes de Jerusalén, en sentido religioso, social y económico, es decir, contra aquellos que triunfan matando a los siervos de Dios, y viven a costa de la herencia de los otros, es decir, de todos. Es una parábola que les recuerda (y nos recuerda) que no son (no somos) dueños absolutos de la viña (de un sacerdocio, rabinato o propiedad sagrada), sino administradores al servicio del cultivo de la tierra de Dios, cuyos frutos han de ser para los pobres, los necesitados

— La palabra griega es geôrgós (de ge, tierra, y orgeo, trabajar) alguien que labra los campos, como en los idiomas latinos el agri-cultor (que cultiva el agro). Puede aplicarse de un modo especial al viñador (que trabaja la viña, como en nuestro caso). Estrictamente hablando, estos georgoi o trabajadores de la tierra no son unos renteros asalariados en el sentido moderno, pues conforme a la visión bíblica más honda toda la tierra es de Dios (Lev 25, 23), de manera que no se puede poseer ni trabajar como propiedad exclusiva de algunos, sino al servicio del bien común, como he destacado en Fiesta del Pan, fiesta del vino, Verbo Divino, Estella 2005.

‒ La parábola supone que el dueño (Dios, amigo de los pobres) ha enviado a sus siervos para que recuerden a los agricultores, que no son propietarios de la viña, que no pueden hacer lo que ellos quieran con su finca (su dinero, su vino, su imperio…), que son renteros y, por tanto, servidores de una tarea y de una tierra para bien de todos, y en especial de los más pobres. Mc 12, 2-5 contaba la historia de esos enviados de manera más libre y literaria (un siervo, otro siervo, otro siervo…:). Mateo lo hace aquí de manera más monótona, hablando de dos tandas de siervos (24, 34-36), a quienes los renteros hieren, matan y apedrean, como se decía en la historia deuteronomista.

‒ El dueño de casa envió al fin a su hijo, diciendo: “respetarán a mi hijo” (21, 37). Los relatos de este tipo suelen hablar de un tercer intento ya eficaz, para alcanzar lo pretendido. En esa línea, el dueño (Dios) tendría que haber enviado a unos siervos más fuertes que los anteriores, con grandes poderes, para conseguir el objetivo. Pero, de pronto, cuando esperamos que vengan y desplieguen su fuerza, descubrimos que el amo no responde con violencia a los violentos, sino con una debilidad aún más grande, con un gesto radical de no violencia, enviando desarmado a su mismo hijo. Ésta era la última oportunidad, tanto para el dueño como para los arrendatarios, y así lo muestra el mismo texto: hysteron, por fin, envío a su hijo .

22154254_865946976915829_454602664533077514_nEl asesinato del Hijo aparece como un hecho temido (¡el mismo Padre dice como vacilando: respetarán a mi hijo!), . Ese asesinato del hijo (del pueblo) se sitúa en la línea de una tradición de violencia, reflejada, de formas diversas, no sólo en el relato de la akedah o sacrificio de Isaac (Gen 22, 1-19), sino también en la figura del siervo/elegido de Is 42, 1 o del justo asesinado de Sab 2, 13-18. Es como si el final de la historia de Israel hubiera quedado pendiente y tuviera que definirse ahora. El amo pide las rentas de un modo paciente, sin apelar a las armas. ¿Qué harán los renteros? ¿Cómo responderá el amo ante lo que ellos hagan?

Es posible que en un primer momento, la parábola hubiera terminado aquí, con la propuesta de este envío del Hijo (21, 37), dejando la respuesta y solución en manos de los oyentes/actores (como en Lc 15, 32, donde ignoramos si el hermano mayor acogerá o rechazará al pródigo que ha vuelto). Entendida así, esta parábola más breve (Mt 21, 33-37) tendría pleno sentido y podría interpretarse como una expresión narrativa y simbólica del destino de Jesús: la historia sigue abierta, el hijo viene, el desenlace pertenece a los actores (renteros y Jesús), pues son ellos los que deben cumplir lo narrado y terminar este relato con su gesto de acogida o con un asesinato, concretando así el sentido de la trama, de manera que sepamos si los renteros seguirán siendo envidiosos y violentos hasta el fin, o si descubrirán que ellos son hijos con el Hijo querido del Amo.

Pero la parábola sigue en 21, 38, añadiendo que los agricultores, al ver al hijo, se dijeron: “Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia…”, matando de hecho al Hijo (Mt 21, 39-40). E

El tema es la herencia (kleronomía, la riqueza de la nación…), es decir, la adquisición de la viña, que hasta ahora parecía arrendada y que los renteros quieren conquistar por la fuerza, para hacerla propia, matando para ello al Heredero (kleronomos, el pueblo). Quizá ha sido Jesús quien ha formulado ese final, diciendo que los renteros mataron al hijo querido, anticipando así lo que le podría sucederle… Quizá lo ha formulado la comunidad cristiana, diciendo que para adueñarse de la viña los renteros han matado al Hijo Heredero.

2. Interpretaciones: ¡la piedra que desecharon los arquitectos! (21, 40-42).

El autor de la parábola sabe que el asesinato ha llegado al corazón de Dios, pues los renteros (encargados de su obra) han matado a su Hijo, planteando así un tema que va más allá de las fronteras humanas. En esa línea, para destacar el carácter cristológico de la parábola, Mateo ha matizado la forma de contar la muerte del Hijo. Mc 12, 8 afirmaba que le mataron dentro de la viña y que después le expulsaron fuera de ella. Mateo en cambio ha querido que el orden de los hechos responda al relato posterior (Mt 27), donde se supone que los renteros expulsaron primero a Jesús de la viña, es decir, de Jerusalén, entregándole en manos de los gentiles, para matarle luego fuera de la ciudad. Leer más…

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De canción de amor a canción de muerte. Domingo 27 Ciclo A.

Domingo, 8 de octubre de 2017
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661902_1Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Acto I: Explanada del templo de Jerusalén. Hacia 735 a.C.

El murmullo se apaga lentamente. Cuando se hace silencio, Isaías se dirige a la gente congregada: «Voy a cantar una canción de amor. Del amor de mi amigo a su viña». El público sonríe incrédulo. No imagina al profeta cantando una canción de amor. Lo más frecuente en él son denuncias y elegías.

            La canción habla del trabajo entusiasta que dedica su amigo a una hermosa viña: entrecava el terreno, lo descanta, plata buenas cepas, construye una atalaya y, esperando una magnífica cosecha, cava un lagar. Pero, al cabo del tiempo, la viña, en vez de dar uvas hermosas y dulces, da ácidos agrazones.

            Isaías aparta la cítara y mira fijamente al público: «Ahora os toca a vosotros hacer de jueces entre mi amigo y su viña. ¿Podía hacer por ella más de lo que hizo».

La gente guarda silencio e Isaías continúa: «Voy a deciros lo que hará mi amigo: derribará su valla para que sirva de pasto a ovejas y cabras, para que la pisoteen mulos y toros; la arrasará para que crezcan en ella zarzas y cardos, y prohibirá a las nubes que lluevan sobre ella».

El profeta se interrumpe y pregunta de nuevo: «¿Quién es mi amigo y cuál es su viña?» Pero no da tiempo a que nadie intervenga: «La viña del Señor sois vosotros, los hombres de Israel y de Judá. Dios ha hecho mucho por vosotros, y esperó a cambio que practicarais el derecho y la justicia, que os portarais bien con el prójimo. Pero sólo habéis producido asesinatos y provocado lamentos».

            El texto de la canción es la 1ª lectura de hoy:

Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña. 

Mi amigo tenía una viña en fértil collado. 

La entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas;

construyó en medio una atalaya y cavó un lagar. 

Y esperó que diese uvas, pero dio agrazones. 

Pues ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá,

por favor, sed jueces entre mí y mi viña. 

¿Qué más cabía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho? 

¿Por qué, esperando que diera uvas, dio agrazones? 

Pues ahora os diré a vosotros lo que voy a hacer con mi viña:

quitar su valla para que sirva de pasto,

derruir su tapia para que la pisoteen. 

La dejaré arrasada:

no la podarán ni la escardarán, crecerán zarzas y cardos;

prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella. 

La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel;

son los hombres de Judá su plantel preferido.

Esperó de ellos derecho, y ahí tenéis: asesinatos; 

esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos.

Acto II: Explanada del templo de Jerusalén. Hacia año 29 de nuestra era.

Jesús acaba de contar a los sacerdotes y senadores la parábola de los dos hermanos, advirtiéndoles que las prostitutas y los publicanos les llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Inmediatamente, sin darles tiempo a reaccionar ni responder, les dice:

― Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar…

― Ésa ya la sabemos, comenta uno en voz alta. Ésa no es tuya, es de Isaías.

Jesús no se inmuta. Y la parábola toma de repente un rumbo imprevisible. A diferencia de la viña de Isaías, ésta sí da fruto. El problema no radica en la viña, sino en los viñadores, que se niegan a entregar los frutos a su legítimo propietario.

El drama se desarrolla en tres etapas. En las dos primeras, el dueño envía unos criados, y los viñadores los apalean, matan o apedrean. En la tercera, envía a su propio hijo. Cuando lo matan, Jesús, igual que Isaías, se encara con los oyentes, pidiéndoles su opinión: «¿Qué hará con aquellos labrado­res?»

A diferencia de lo que ocurre en Isaías, los oyentes intervienen, emitiendo una sentencia tremendamente dura: los viñadores merecen la muerte y la viña será entregada a otros más honrados.

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

― Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo.”Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: “Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.” Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?»

Le contestaron:

― Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.

Y Jesús les dice: 

― ¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?  Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»

Tres grandes enseñanzas

            1. La canción de la viña de Isaías insiste en una idea que a muchos cristianos todavía les resulta extraña: el amor de Dios se paga con amor al prójimo. Dios ha hecho mucho por los israelitas, pero lo que pide de ellos no es actos de culto sino la práctica de la justicia y el derecho. Jesús dirá que el segundo mandamiento (amar al prójimo) es tan importante como el primero (amar a Dios). Y la 1ª carta de Juan afirma: «Si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amar… a nuestros hermanos».

            2. Para Jesús, a diferencia de Isaías, el pueblo no es una viña mala e improductiva. Al contra­rio, da frutos a su tiempo. El mal radica en las autoridades religiosas, que consideran la viña propiedad privada y no recono­cen a su auténtico propietario. Por eso Mateo termina con un comentario incomprensiblemente suprimido por la liturgia: «Al oír sus parábolas, los sumos sacerdotes y los fariseos se dieron cuenta de que iban por ellos» (v.45). Sería completamente equivocado utilizar la homilía de este domingo para atacar al público presente, que bastante hace con soportarnos. Quienes debemos sentirnos especialmente interpelados somos los que tenemos una responsabilidad dentro de la comunidad cristiana.

            3. En su versión final (véase “Una cuestión discutida”), la parábola subraya la importancia y triunfo de Jesús. Después de todos los profetas (los criados), él es “el hijo”, lo más valioso que Dios puede mandar. Y aunque las autoridades religiosas lo infravaloren y desprecien, él termina convertido en la piedra angular del nuevo edificio de la Iglesia.

Una cuestión discutida

Muchos comentaristas piensan que la parábola primitiva contada por Jesús hablaba sólo del envío de los criados, los profetas, a los que los viñadores apalean, matan o apedrean. Y terminaría con las palabras: «Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.» Es pueblo eran los seguidores de Jesús.

Cuando lo mataron, los primeros cristianos pensaron que este era el mayor crimen, y se habrían añadido las palabras referentes al envío y la muerte del hijo. En la misma línea de subrayar la importancia de Jesús habría añadido las palabras del Salmo 118,22: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente». Es un cambio fuerte de metáfora. Los viñadores se convierten en arquitectos, y el hijo en una piedra. Los constructo­res la desechan, porque no la consideran válida como piedra angular, la que soporta el peso de todo el arco. Sin embargo, Dios la coloca en un puesto de privilegio. Con este añadido, la parábola pierde en clari­dad, pero advierte a las autoridades religiosas que su crimen no ha servido de nada, y alegra a los cristianos con la certeza del triunfo de Jesús.

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Domingo XXVII, fiesta del Buen Remedio. 8 octubre, 2017

Domingo, 8 de octubre de 2017
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“Por último, les mandó a su hijo diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo.”

(Mt 21, 33-43)

¡Felicidades a todas las personas con corazón trinitario! Sí, hoy tenemos tres motivos para estar de fiesta. En primer lugar porque es domingo y el domingo es la fiesta de las fiestas. Es la Pascua revivida semana tras semana. Celebramos que Jesús ha resucitado. Murió por nosotras y Vive para darnos Vida.

En segundo lugar, hoy es la fiesta del Buen Remedio, la Familia Trinitaria celebramos esta fiesta de María, la mujer bendita y sencilla de Nazareth. Y la reconocemos como un Buen Remedio para los males y dolencias de nuestra humanidad. Nos fijamos en ella y queremos aprender de su vida y de su canto. ¡Gracias María por ser compañera de camino! Y en este día nos acordamos especialmente de nuestros hermanos y hermanas perseguidas por su fe en Jesús. A cada uno de ellos los ponemos en tus manos para que tú se los presentes al Padre.

En tercer lugar, celebramos la Buena Noticia de un Dios inmensamente paciente, capaz de enviarnos a su hijo. Es decir, capaz de enviarnos lo más valioso que tiene. Y no nos lo envía cuando somos buenos, sino aun sabiendo que no sabremos ni acogerlo ni respetarlo.

La Bueno Noticia, lo veíamos también la semana pasada, es que Dios no se da por vencido. A pesar de la cizaña, la semilla de la humanidad es buena y Él sabe que al final, todo saldrá bien. La luz vencerá la oscuridad.

Oración

Gracias, Trinidad Santa, por tu eterna confianza. Por renovarla cada mañana, muy a pesar de nuestras guerras, envidias, codicias y larga lista de debilidades. Gracias porque nos recuerdas que nuestra verdadera esencia no es todo eso. Gracias por esa semilla divina que puede crecer y desarrollarse precisamente, en el estiércol de nuestra condición humana.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El relato nos insta a no apropiarnos de lo que no es nuestro.

Domingo, 8 de octubre de 2017
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parabola-de-los-vinadores-asesinos-41Mt 21, 33-43

Continuación del domingo pasado: de las tres parábolas con que responde Jesús a lo jefes religiosos, la de hoy es la más provocadora. Al rechazo de los jefes responde Jesús con suma crudeza. Esta parábola se narra ya en el evangelio de Mc, del que copian Mt y Lc. Cuando se escriben estos evangelios, hacia el año 80, ya se había producido la destrucción de Jerusalén y la total separación de los cristianos de la religión judía y se había concretado la muerte de Jesús. Era muy fácil ‘anunciar’ lo que había sucedido ya.

Aunque el relato puede verse como parábola, el mismo Mt nos la presenta como una alegoría, donde, a cada elemento del relato, corresponde un elemento metafórico espiritual. El propietario es Dios. La viña es el pueblo elegido. Los labradores son los jefes religiosos. Los enviados una y otra vez, son los profetas. El hijo es el mismo Jesús. Los frutos que Dios espera son derecho y justicia. El nuevo pueblo, a quien se ha entregado la viña, que tiene que producir abundantes frutos, es la comunidad cristiana.

El relato del evangelio es copia, casi literal, del texto de Isaías. Pero si nos fijamos bien, descubriremos matices que cambian sustancialmente el mensaje. En Is el protagonista es el pueblo (viña), que no ha respondido a las expectativas de Dios; en vez de dar uvas, dio agrazones. En Mt los protagonistas son los jefes religiosos (viñadores), que quieren apropiarse de los frutos e incluso de la misma viña. No quieren reconocer los derechos del propietario. Pero, curiosamente, al final se retoma la perspectiva de Is y se dice que la viña será entregada a otro pueblo, cosa que ni a Is ni a Jesús se les podía ocurrir.

Como los domingos anteriores, se nos habla de la viña, una de las imágenes más utilizadas en el AT para referirse al pueblo elegido. Seguramente, Jesús recordó muchas veces, el canto de Isaías a la viña; sin embargo, no es probable que la relatara tal como la encontramos en los evangelios. No solo porque en él se da por supuesto la muerte de Jesús y el total rechazo del pueblo de Israel, sino también porque a ningún judío le podía pasar por la cabeza que Dios les rechazara para elegir a otro pueblo. Por lo tanto, está reflejando una reflexión de la primera comunidad cristiana muy posterior a Jesús.

Se os quitará la viña y se dará a otro pueblo que produzca sus frutos. Una manera muy bíblica de justificar que los cristianos se consideraran ahora el pueblo elegido. Esto era inaceptable y un gran escándalo para los judíos que consideraban la Ley y el templo como la obra definitiva de Dios, y ellos, sus destinatarios exclusivos. El relato no sólo justifica la separación, sino que también advierte a las autoridades de la comunidad, que pueden caer en la misma trampa y ser rechazada por no reconocer los derechos de Dios.

Recordemos que, entre la Torá (Ley) y el mensaje del Jesús, existe un peldaño intermedio que a veces olvidamos, y que seguramente hizo posible que la predicación de Jesús prendiera, al menos en unos pocos. Recordad las veces que se dice en el evangelio: “para que se cumplieran las escrituras”. Ese escalón intermedio fueron los profetas, que dieron chispazos increíbles en la dirección correcta; aunque no fueron escuchados. Muchas de las enseñanzas de Jesús, y precisamente las más polémicas, ya las encontramos en ellos.

La piedra desechada por los arquitectos es ahora la piedra angular, da por supuesto la apreciación cristiana de la figura de Jesús. Jesús no pudo contemplar el rechazo del pueblo judío como la causa de su propia muerte. Jesús nunca pretendió crear una nueva religión, ni inventarse un nuevo Dios. Jesús fue un judío por los cuatro costados, y nunca dejó de serlo. Si su predicación dio lugar al nacimiento del cristianismo, fue muy a su pesar. El traspaso de la viña a otros sobrepasa con mucho el pensamiento bíblico. En el AT el pueblo de Israel es castigado, pero permanece como pueblo elegido.

Tendremos verdadera dificultad en aplicarnos la parábola si partimos de la idea de que aquellos jefes religiosos eran malvados y tenían mala voluntad. Nada más lejos de la realidad. Su preocupación por el culto, por la Ley, por defender la institución, por el respeto a su Dios, era sincera. Lo que les perdió fue la falta de autocrítica y confundir los derechos de Dios con sus propios intereses. De esta manera llegaron a identificar la voluntad de Dios con la suya propia y creerse dueños y señores del pueblo.

No se pone en duda que la viña dé frutos. Se trata de criticar a los que se aprovechan de los frutos que corresponden al Dueño. A Jesús le mataron por criticar su propia religión. Atacó radicalmente los dos pilares sobre los que se sustentaba: el culto del templo y la Ley. Tenemos que recordar a nuestros dirigentes, que no son dueños, sino administradores de la viña. La tentación de aprovechar la viña en beneficio propio es hoy la misma que en tiempo de Jesús. No tenemos que escandalizarnos de que en ocasiones, nuestros jerarcas no respondan a lo que el evangelio exige.

La historia no demuestra que es muy fácil caer en la trampa de identificar los intereses propios o de grupo, con la voluntad de Dios. Esta tentación es mayor, cuanto más religiosa sea la comunidad. Esa posibilidad no ha disminuido un ápice en nuestro tiempo. El primer paso para llegar a esta actitud es separar el interés de Dios del interés del hombre. El segundo es oponerlos. Dado este paso ya tenemos todo preparado para machacar al hombre en nombre de Dios.

¿Qué espera Dios de mí? Dios no puede esperar nada de mí porque nada puedo darle. Él es el que se nos da totalmente. Lo que Dios espera de nosotros no es para Él, sino para nosotros. Lo que Dios quiere es que todas y cada una de sus criaturas alcancen el máximo de ser. Como seres humanos, tenemos que alcanzar nuestra plenitud precisamente por nuestra humanidad. Desde que nacemos tenemos que estar en constante evolución. Jesús alcanzó esa plenitud y nos marcó el camino para que todos podamos llegar a ella.

¿De qué frutos nos habla el evangelio? Los fariseos eran los cumplidores estrictos de la Ley. El relato de Isaías nos dice: “esperó de ellos derecho y hay tenéis asesinatos; espero justicia y ahí tenéis lamentos. En cualquier texto de la Torá hubiera dicho: esperó sacrificios, espero un culto digno, espero oración, esperó ayuno, esperó el cumplimiento de la Ley. Pedir derecho y justicia es la prueba de que el bien del hombre es lo más importante. Jesús da un paso más. No habla ya de “derecho y justicia”, que ya era mucho, sino de amor, que es la norma suprema.

La denuncia nos afecta a todos, porque todos tenemos algún grado de autoridad y todos la utilizamos buscando nuestro propio beneficio en lugar de buscar el bien de los demás. No sólo el superior autoritario que abusa de sus súbditos como esclavos a su servicio, sino también la abuela que dice al niño: si no haces esto, o dejas de hacer aquello, Jesús no te quiere. Siempre que utilizamos nuestra superioridad para aprovecharnos de los demás, estamos apropiándonos de los frutos que no son nuestros.

Meditación

Si en nuestro interior descubrimos alguna queja contra Dios,
no hemos entendido nada de lo que Dios es para nosotros
y nuestra relación con Dios será inadecuada.
El primer paso seguro hacia Dios
es descubrir que Él ya ha dado todos los pasos hacia mí.
Toda nuestra vida espiritual consiste en responder a ese don total.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Dar buenos frutos

Domingo, 8 de octubre de 2017
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uva-vite-prunottoDebo a esta religión, y por tanto a esta Iglesia (en mi caso la católica), una parte fundamental de lo que yo soy, o de lo que intento ser. Mi moral, desde mis años piadosos, apenas ha cambiado (André Comte-Sponville)

8 de octubre- Domingo XXVII del TO

Mt 21, 33-43

Le respondieron: Acabará con aquellos malvados y arrendará la viña a otros viñadores que le entreguen su fruto a su debido tiempo.

El profeta Isaías hace un canto de amor a la viña de su amigo (Is, 5), y en Oseas se dice que Israel era una vid frondosa que daba fruto abundante (Os 10, 1-8). El Salmista recuerda la vid traída de Egipto, cuya sombra cubría montañas (Sal 79). Textos que identifican a la viña con la casa de Israel que, infiel, deserta por enésima vez de los planteamientos de su Dios.

En la parábola de los viñadores malvados, el evangelista relata la ilusión del hacendado con su viña y el abandono con que la trataron los arrendatarios. El culmen de tamaña osadía acabó con el maltrato y la matanza de los emisarios, incluido el propio hijo del señor de la viña. Jesús nos cuenta el final de tan triste historia: “Por eso os digo que a vosotros os quitarán el reino de Dios y se lo darán a un pueblo que produzca sus frutos” (Mt 21, 43).

Los exégetas y comentaristas afirman que “tanto la Iglesia primitiva como la de hoy sabe que su razón de ser está ligada a la fidelidad a la misión de Jesús, que no se define tanto por la ortodoxia de la doctrina como por la praxis de la liberación de los pobres” (Schökel). En dicha parábola recogida por Mt 21, 33-43, y sus paralelos Mc (12, 1-8) y Lc (20, 9-15) nos damos cuenta de que Jesús se está enfrentando a todos los “grandes” de Israel: fariseos, sacerdotes, doctores, ancianos.

Pero lo que Jesús busca siempre unión frente a separación. Willigis Jäger, lo expuso claramente en Sabiduría eterna“Superamos nuestra existencia escindida y experimentamos la unidad con todo ser. Por tanto, la experiencia mística no conduce al apartamiento de los hombres y al retiro del mundo. Por el contrario, dice sí a la vida y lleva a un acercamiento a los hombres”.

Un acercamiento como el que propone la protagonista de la película Ida (2013), dirigida por el polaco Pawel Pawlikowski: “La religiosidad personal profunda de la vida está sobre la religión arbitraria y superficial del convento”.   

El filósofo francés André Comte-Sponville (1952), confesado ateo, reconoce los valores cristianos en estos términos: “Debo a esta religión, y por tanto a esta Iglesia (en mi caso la católica), una parte fundamental de lo que yo soy, o de lo que intento ser. Mi moral, desde mis años piadosos, apenas ha cambiado”.

Por otra parte, el birmano Sri Satya Narayan Goenka (1924-2013), uno de los principales maestros de la meditación vipassana, dice que Buda enseñó algo de lo que se puede beneficiar gente de cualquier procedencia: Un arte de vivir.

En el texto que hoy proponemos, reflexiona sobre la universalidad de este arte, y que Teresa de Calcuta repetirá más tarde.

EL ARTE DE VIVIR

“Un cristiano se convertirá en un buen cristiano, un judío se convertirá en un buen judío, un musulmán será un buen musulmán, un hindú será un buen hindú, un budista se convertirá en un buen budista. Lo primero que hay que hacer es ser un digno ser humano, pues en otro caso no se puede ser un buen cristiano, ni un buen judío, ni un buen musulmán, ni un buen hindú, ni un buen budista. Lo más importante es cómo convertirse en un buen ser humano”.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Un canto de amor a la viña.

Domingo, 8 de octubre de 2017
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red-vineyards-vincent-van-gogh-12483405-723-575Mt 21, 33-43

El símbolo de la viña nos está acompañando desde hace varias semanas. Dos domingos atrás contemplábamos a Jesús explicando a sus discípulos a qué se asemeja el Reino de los Cielos, a través de una parábola sobre un propietario que, desde el amanecer hasta el anochecer, contrata jornaleros para su viña y, al final del día, paga lo mismo a todos.

El domingo pasado el evangelio nos presentaba al Maestro contando una nueva historia –esta vez a los sumos sacerdotes y a los ancianos- en la que los protagonistas son los dos hijos de un hombre que pide a ambos que vayan a trabajar a la viña. La respuesta del primero fue negativa sin embargo, más tarde, se arrepintió de lo dicho y fue a trabajar. El segundo hijo, en cambio, respondió afirmativamente a su padre, pero finalmente no cumplió su palabra. La narración acaba con una sentencia de Jesús acusando a sus oyentes de ser como el segundo hijo y afirmando que los publicanos y las prostitutas les llevan la delantera en el Reino de Dios.

Hoy el evangelio nos invita a escuchar a Jesús dirigiéndose, de nuevo, a los sumos sacerdotes y senadores del pueblo y escogiendo, una vez más, el símbolo de la viña. En esta ocasión, y en progresión ascendente con respecto a las anteriores, la parábola que Jesús cuenta es tremendamente impactante. Tal y como comienza la narración y, después de haber leído la primera lectura de Isaías con su canto de amor a la viña (Is 5,1ss), no podemos más que imaginarnos el amor y la ternura del propietario de una viña que, con sus propias manos la planta, la rodea con una cerca, cava en ella un lagar y hasta construye, para protegerla, la casa del guarda. La mima y cuida y, tras atender hasta el último detalle, la confía a unos labradores.

Lo doloroso comienza en el momento en el que, al enviar a sus criados para recibir los frutos de la viña, el dueño ve cómo uno tras otro es apaleado, apedreado o asesinado por estos labradores hasta llegar a un final desgarrador: el asesinato del heredero de la viña, de su propio hijo. Jesús concluye el relato declarando con firmeza a los oyentes: “se os quitará a vosotros el Reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos”.

Tras todo este recorrido se hace innecesario explicar el símbolo de la viña y, puesto que el evangelio de Mateo fue escrito en el seno de unas primeras comunidades cristianas procedentes del judaísmo, podemos entender aún mejor que, para este evangelista, la viña es símbolo del pueblo elegido y que el propietario no es otro sino Dios que ha ido enviando uno a uno a sus profetas hasta llegar a enviar a su propio hijo Jesucristo. Los labradores son esos sumos sacerdotes, senadores y ancianos que le escuchan, los jefes religiosos de su tiempo, que en lugar de entregar los frutos de la viña -el derecho y la justicia a las que se refiere el texto de Isaías-, entregaron lo que el mismo profeta expresa como asesinatos y lamentos.

Una parábola dura, pero que hoy es también Palabra que se dirige a nosotros. Puede suceder que nos cueste identificarnos con esos labradores “egoístas y malvados” que parecen querer la viña para ellos solos. Sin embargo, seguramente se nos hará más cercana la historia si pensamos que esa alegoría hace referencia a la actuación de los responsables religiosos judíos. Aún más si somos capaces de observar a estos dirigentes sin prejuicios adquiridos y comprender que su actuación no surge del egoísmo y la maldad, sino de un celo real por la Ley, por el culto, por aquello que ellos habían aprendido como “lo deseado por Dios”.

Cuando, en nuestra jerarquía de valores, lo relativo queda por encima del Absoluto; cuando nos preocupamos por “cumplir”, pero no por cuidar la relación con el Propietario de la viña a la que hemos sido enviados, podemos estar actuando como los trabajadores de la parábola. Los labradores, de hecho, hicieron bien su trabajo. A diferencia de la lectura de Isaías, en la que se explica que en lugar de dar uvas, la viña da agrazones, en el evangelio no se cuestiona que la viña haya dado frutos. Lo que se pone en cuestión es el modo en el que los labradores se han situado en esa viña, no llegando a reconocer que dichos frutos no les pertenecían a ellos sino al dueño de la misma.

También la viña puede ser para nosotros hoy símbolo de nuestra casa común, la Madre Tierra. El Dios de la ternura, de la humanidad y el cuidado ha puesto en nuestras manos una viña que ha embellecido y preparado para dar abundantes frutos. Como a los labradores de la parábola, también a nosotros nos hace co-creadores con Él en su obra, para que la cuidemos, protejamos y amemos, posibilitándole dar todos sus frutos. También para que la disfrutemos, pero conscientes de ser obreros en ella, no dueños de la misma. El Dios de la entrega y del amor extremo nos invita a relacionarnos con Él, a acoger esta encomienda y a reconocer que todo es del Hijo, quien será la piedra angular de nuestra vida si lo acogemos y sabemos entregarle todo lo que hemos recibido. Sólo de esa manera nuestra viña dará su fruto y sabremos trabajar en ella desde la creación de lazos de fraternidad y entendimiento, junto a otras y otros que también fueron llamados a cuidar de ella. Y así, unidos en el Hijo, continuaremos cantando un canto de amor a la viña.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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Le empujaron fuera de la viña y lo mataron.

Domingo, 8 de octubre de 2017
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Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

tn_vinadores0401. LE EMPUJARON FUERA DE LA VIÑA Y LE MATARON.

Llevamos tres domingos escuchando parábolas que Jesús dirige a la clase religiosa dirigente: la de los que van a trabajar a distintitas horas del día, pero todos reciben el mismo salario: un denario (Mt 20,1-16), la parábola de los dos hijos que van o novan a trabajar (Mt 21, 28 32) y esta parábola de hoy, de los viñadores homicidas, (Mt 21,33-43).

Los viñadores homicidas es la parábola más dura de los evangelios contra los dirigentes religiosos del judaísmo. Describe la causa de la muerte de Jesús en cruz. Fue el poder religioso, unido al poder civil, quienes planificaron su muerte. Jesús, consciente de la muerte que le esperaba, con esta parábola les echa en cara su rechazo y su ingratitud.

¿Por qué los religiosos del judaísmo rechazaron a Jesús e hicieron fracasar el plan de Dios sobre Israel? Porque no quisieron perder su seguridad, su poder prestigio, poder, bienestar económico, etc.

Probablemente esta parábola se escribió después del año 70 (destrucción de Jerusalén) y los cristianos quedaron excluidos del mundo judío. La viña (Jerusalén) quedó arrasada y los cristianos pudieron interpretar como que pasó a otro pueblo, a la Iglesia.

Esta parábola no debe dar pie para un antisemitismo larvado.

Esa misma actitud de búsqueda y afincamiento en el poder, en la seguridad puede darse también en nosotros. La visión y lectura de la vida que se tiene cuando se confía en el poder en la política, en la religión, es muy distinta a la visión que tenía Jesús de la vida. Si alguna “alergia” tenía Jesús era al poder y se lo hizo notar muchas veces a sus discípulos. Los príncipes de la tierra tiranizan y oprimen, entre vosotros no ha de ser así, (Mt 20-26). Jesús tampoco fue un hombre de poder ni político, ni religioso, ni económico. Más bien fue pobre, crítico con los poderes religiosos.

Las religiones dividen y enfrentan a las gentes religiosas (JM Castillo): pensemos es las rupturas y conflictos a lo largo de la historia de la Iglesia, pensemos en el Islam. Cuando las religiones creen que son las únicas, las que poseen la verdad, pretenden autoafirmarse y son motivo de odios, divisiones y conflictos.

Es la misma situación con la que se enfrentaron los sacerdotes del templo de Jerusalén y los poderosos de su tiempo (viñadores homicidas) ante el mensaje de Jesús.

¿Qué otro sentido puede tener el actual enfrentamiento religioso de cardenales, obispos, curas, movimientos religiosos ante el espíritu evangélico de Francisco?

02. LA PIEDRA QUE DESECHARON LOS ARQUITECTOS ES AHORA LA PIEDRA ANGULAR.

La imagen de la piedra angular es muy empleada en la Biblia. El salmo 117 está construido en torno a la alegoría de la piedra angular. También se emplean símbolos semejantes: el fundamento de la vida, (salmos 17 / 30). Dios es la roca que nos salva, (salmo 94).

En la vida necesitamos:
o por una parte, estar bien cimentados: fundamentación en Dios, criterios, saber “dónde pisamos.
o Por otra parte necesitamos apoyarnos en alguien. ¡Cuánto se agradece -especialmente en momentos de dificultad- encontrar apoyo y comprensión en una persona amiga, en un familiar, en el médico, etc!

¡Cuántas veces nos sobreviene la dificultad: una crisis, un problema grave de salud, una mala situación psicológica, familiar, una crisis con las instituciones, etc! En esos casos y siempre, necesitamos un cimiento sólido, una roca donde apoyarnos, la piedra angular.

Para el pensamiento cristiano la piedra angular de la existencia, el fundamento y la roca que cimienta la vida, no está en las urnas, ni en el poder militar ni en las urnas, ni en los parlamentos, ni en la religión que pretende “comprar a Dios”, ni en el dinero, ni en la ciencia sino en aquello que desecharon los arquitectos, la confianza en la hondura, en la profundidad de la vida, que es Dios.

images02. LA SUPERFICIALIDAD Y LA PROFUNDIDAD DE LA VIDA.

Digo en la profundidad de la vida

Nuestra vida puede transcurrir en la “cresta de la ola”, en la superficialidad de las cuestiones políticas, nacionales, económicas, eclesiásticas, etc. Podemos perdernos en diatribas jurídicas, institucionales, reuniones, palabrería y / o divertimentos.
Hay “un momento” en la vida en el que “tocamos fondo”, la profundidad. La profundidad de la vida es Dios. Dice un teólogo que: Si sabéis que Dios es la profundidad de la vida, sabéis mucho acerca de Él. Esa es la roca que nos salva. Esa es la piedra angular. Ahí hemos de llegar, afincarnos.

Los caminos de la profundidad pueden ser muy dispares. A veces la angustia, en otras ocasiones el fracaso, quizás la enfermedad, en ocasiones la amabilidad, también la estética.

Es como la música: Mozart es claro, diáfano, pero se ve la profundidad en las aguas cristalinas. Wagner son mareas de aguas oscuras y turbulentas (como Simón and Garfunkel) en los que la profundidad es más confusa y abisal.

Siempre hay un nivel, una cota mayor de profundidad. No existe nada realmente importante que sea demasiado profundo para nadie. Nunca hemos tocado el fondo del amor, de la libertad, de la justicia, de la paz. Siempre hay una profundidad mayor y esa profundidad es Dios

03. EL EVANGELIO DE JESÚS NOS LLAMA A LA PROFUNDIDAD.

JesuCristo no nos llama a un sistema religioso, a una moral, a una ultra-ortodoxia eclesiástica. JesuCristo no coincide con lo eclesiástico. Estas cosas les gustan y son el arma que emplean muchos jerarcas de las iglesias, pero JesuCristo nos llama a la profundidad donde Tú, Señor, me sondeas y me conoces, (Salmo 139)

La historia de la humanidad es un continuo adentrarse por la terra ignota que somos nosotros mismos. Místicos, poetas, filósofos, científicos, han pensado y han recorrido largos tramos de introspección humana. Siempre hay un nivel mayor de profundidad, porque la profundidad es Dios:

El nombre de esta profundidad infinita e inagotable y el fondo de todo ser es Dios. Esta profundidad es lo que significa la palabra Dios. Y si esta palabra carece de suficiente significación para vosotros, traducidla y hablad entonces de las profundidades de vuestra vida, de la fuente de vuestro ser, de vuestro interés último, de lo que os tomáis seriamente, sin reserva alguna. Para lograrlo, quizá tendréis que olvidar todo lo que de tradicional hayáis aprendido acerca de Dios, quizás incluso esta misma palabra, pero si sabéis que Dios significa profundidad, ya sabéis mucho acerca de Él. Entonces ya no podréis llamaros ateos o incrédulos. Porque ya no os será posible pensar o decir: la vida carece de profundidad, la vida es superficial, el ser mismo no es sino superficie. Si pudierais decir esto con absoluta seriedad, seríais ateos; no siendo así, no lo sois. Quien sabe algo acerca de la profundidad, sabe algo acerca de Dios.

Esa es nuestra piedra angular. Podemos vernos débiles y hundidos en la vida, al descansar en Dios, todo está en su sitio y en paz. Descansemos en esa piedra angular que es Dios, un Dios que es amor y en el amor no hay lugar al temor, (1Jn 1,18).

images-104. AL FINAL, EN LA PROFUNDIDAD ESTÁ LA ALEGRÍA.

La vida se ventila y se resuelve en la profundidad. Allá es donde uno piensa, ama, decide y se entrega, en “el país de la profundidad”.

Al fondo del camino, en la profundidad de la vida, encontramos el ser: Dios.

El camino que nos lleva hacia el ser es la actitud de Éxodo y de Emaús. El desierto siempre es duro. Pero al final de este camino nos espera un gozo profundo. La profundidad de la vida entraña el encuentro consigo mismo y con la verdad. El encuentro con la Verdad y la aceptación de la propia verdad produce un humilde realismo, serenidad y gozo.

El mundo es profundo, y más profundo de lo que pensaba el día; profundo es su dolor; la alegría es más profunda que la pena. El dolor dice: ¡Pasa y termina! Pero toda alegría quiere la eternidad, quiere la profunda, honda eternidad.

CRISTO ES NUESTRA PIEDRA ANGULAR

 

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