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Archivo para Domingo, 14 de mayo de 2017

Camino, Verdad y Vida.

Domingo, 14 de mayo de 2017
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Debemos siempre estar muy seguros de hacer la distinción entra la Iglesia invisible, universal y espiritual (Ecclesia) y la organización religiosa sin ánimo de lucro que se reúne en un edificio coronado por un campanario. La diferencia es inestimable, y no tenemos derecho a cometer el error de confundir las dos. Comprende por favor que no cuestionamos el derecho de cualquier grupo religioso de reunirse en paz, de elegir a sus líderes, de recibir dinero, de tener criterios para llegar a ser miembro, de administrarse del modo que le parezca justo – hace tiempo que comprendemos que tal derecho es un derecho civil y no es  en ningún caso inalienable,  escrito o autorizado por el mismo Dios. Esto no significa que sea malo, pero esto no lo hace espiritual. La Ecclesia no es una organización o una invención humana, sino un organismo lleno de Vida, y que adorarlo “en Jerusalén o sobre esta montaña” es menos importante para Dios que  adorarlo “en Espíritu y de verdad“.

¿Entonces dónde es la diferencia? ¿Dónde está el problema? Esto se convierte en un problema cuando el significado espiritual y escriturario  es falsamente relacionado con las costumbres sociales, con una norma cultural, con una religión de tradiciones, con una organización o con un lugar para reunirse. Cuando la línea de demarcación si difumina entre, por  una parte, la expectativa social, la tradición o las costumbres de la Religión Organizada y por otra parte, la verdadera vida espiritual, la misma esencia de la Ecclesia o del creyente individual, entonces tal sistema tiene la posibilidad de evolucionar en una forma peligrosa de abuso espiritual o de elitismo religioso.

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Chip Brogden

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– “No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí.En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.”

Tomás le dice:

“Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”

Jesús le responde:

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.”

Felipe le dice:

-“Señor, muéstranos al Padre y nos basta.”

Jesús le replica:

-“Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.”

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Juan 14,1-12

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , ,

“El Camino”. 14 de mayo 2017. 5 Pascua (A). Juan 14, 1-12.

Domingo, 14 de mayo de 2017
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cristo_caminando1Al final de la última cena, los discípulos comienzan a intuir que Jesús ya no estará mucho tiempo con ellos. La salida precipitada de Judas, el anuncio de que Pedro lo negará muy pronto, las palabras de Jesús hablando de su próxima partida, han dejado a todos desconcertado y abatidos. ¿Qué va ser de ellos?

Jesús capta su tristeza y su turbación. Su corazón se conmueve. Olvidándose de sí mismo y de lo que le espera, Jesús trata de animarlos: ”Que no se turbe vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí”. Más tarde, en el curso de la conversación, Jesús les hace esta confesión: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí”. No lo han de olvidar nunca.

“Yo soy el camino”. El problema de no pocos no es que viven extraviados o descaminados. Sencillamente, viven sin camino, perdidos en una especie de laberinto: andando y desandando los mil caminos que, desde fuera, les van indicando las consignas y modas del momento.

Y, ¿qué puede hacer un hombre o una mujer cuando se encuentra sin camino? ¿A quién se puede dirigir? ¿Adónde puede acudir? Si se acerca a Jesús, lo que encontrará no es una religión, sino un camino. A veces, avanzará con fe; otras veces, encontrará dificultades; incluso podrá retroceder, pero está en el camino acertado que conduce al Padre. Esta es la promesa de Jesús.

“Yo soy la verdad”. Estas palabras encierran una invitación escandalosa a los oídos modernos. No todo se reduce a la razón. La teoría científica no contiene toda la verdad. El misterio último de la realidad no se deja atrapar por los análisis más sofisticados. El ser humano ha de vivir ante el misterio último de la realidad

Jesús se presenta como camino que conduce y acerca a ese Misterio último. Dios no se impone. No fuerza a nadie con pruebas ni evidencias. El Misterio último es silencio y atracción respetuosa. Jesús es el camino que nos puede abrir a su Bondad.

“Yo soy la vida”. Jesús puede ir transformando nuestra vida. No como el maestro lejano que ha dejado un legado de sabiduría admirable a la humanidad, sino como alguien vivo que, desde el mismo fondo de nuestro ser, nos infunde un germen de vida nueva.

Esta acción de Jesús en nosotros se produce casi siempre de forma discreta y callada. El mismo creyente solo intuye una presencia imperceptible. A veces, sin embargo, nos invade la certeza, la alegría incontenible, la confianza total: Dios existe, nos ama, todo es posible, incluso la vida eterna. Nunca entenderemos la fe cristiana si no acogemos a Jesús como el camino, la verdad y la vida.

José Antonio Pagola

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“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. Domingo 14 de mayo de 2017. 5º Domingo de Pascua.

Domingo, 14 de mayo de 2017
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27-PascuaA5 cerezoLeído en Koinonia:

Hch 6,1-7: Eligieron a siete hombres llenos de espíritu
Salmo responsorial 32: Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti
1Pe 2,4-9: Ustedes son una raza elegida, un sacerdocio real
Jn 14,1-12: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida

En la comunidad lucana descrita en la primera lectura, los apóstoles tienen plena conciencia que no lo pueden hacer todo y que necesitan valerse de otros para atender a las necesidades urgentes de la comunidad pero sin desatender el ministerio de la Palabra. Pero ellos no imponen. Invitan a la comunidad a escoger sus propios servidores, animadores. Les presentan a siete personas que son «autorizados» por los apóstoles para satisfacer las necesidades de la comunidad. No son servidores de segunda. Son personas encargadas o enviadas a realizar ministerios diferentes. Pero todos estaban empeñados en la difusión de la Palabra y en el crecimiento numérico y cualificado de la comunidad.

Así mismo, el autor de la carta de Pedro quiere subrayar el papel de todos los miembros de la comunidad creyente en la construcción del templo vivo de Dios. Jesús es la piedra viva, el fundamento, la base para construir la casa de Dios. Sobre esa piedra se instalan las demás piedras, los seguidores de Jesús. De manera pues que no somos sólo espectadores de la construcción. Somos artífices y al mismo tiempo materia fundamental para alcanzar la construcción del gran edificio humano, levantado sobre la roca, Jesucristo, sostenido por la columna del Espíritu Santo y estructurado con la activa cooperación de cada uno de los bautizados. El sacerdocio, más que un honor, un privilegio, una casta… es un dinamismo desatado por el Espíritu para el servicio de la comunidad eclesial. Todos somos ministros, todos sacerdotes, todos servidores en una densa experiencia fraternal al servicio del Reinado de Dios.

El evangelio de Juan revela la situación crítica que vive la comunidad naciente provocada por el ambiente hostil y peligroso en que se va desarrollando. Jesús no sólo es la piedra fundamental, sino que Jesús es también camino, verdad y vida. Los discípulos están confundidos ante las Palabras de Jesús. En los anteriores versículos Jesús ha anunciado la traición de Judas y la negación de Pedro. Este episodio refleja la situación de crisis de los discípulos porque no entienden el camino de Jesús. Las palabras que Jesús pronuncia pretenden alentarles en la esperanza, fortalecerlos en medio de la angustia, devolverles el horizonte de vida.

Jesús es camino, es decir, es proyecto, horizonte de vida para muchos. Su muerte está llena de sentido porque en ella se manifiesta el amor de Dios por la Humanidad y les devuelve la razón de vivir en momentos de confusión y desesperación.

Jesús es verdad: la mentira, el engaño, la corrupción se apodera del corazón de la persona humana. La Palabra anunciada y testimoniada por Jesús, que es la Palabra del Padre, se convierte en criterio de verdad, en transparencia que devuelve la luz.

Es vida: frente a las fuerzas de la muerte que causan terror, Jesús da sentido a la vida, se revela como Señor de la vida y vencedor de la muerte. Y en él todos los que apuestan a favor de un proyecto de vida, de verdad y amor como horizonte que puede salvar a la Humanidad del caos, la injusticia, la corrupción, la exclusión y la maldad.

Quién cree en Jesús cree en el Padre y será transparencia del Resucitado. En el fondo eso es ser cristiano, que es una forma de ser en plenitud hijos/hijas de Dios. Pero la propuesta de Jesús no es un asunto meramente individual, intimista, espiritualista. El proyecto de su seguimiento es exigente y radical. También la persona cristiana, integrada al cuerpo comunitario, debe ser camino, verdad y vida. Estamos llamados a ser una alternativa de vida, junto con otras alternativas de vida -representadas por otras personas y comunidades inspiradas por otras religiones- en medio de un mundo desorientado que con frecuencia no encuentra el sentido de la existencia. Somos servidores de la Vida aún en medio de la muerte que siembra el egoísmo humano cuando desatiende la sabiduría que se manifiesta «por los muchos caminos de Dios». La desatención a esta sabiduría divina manifestada por tantos caminos, repercute en las crecientes injusticias sociales y guerras que pretenden justificarse con apelos a la defensa de la libertad y de la seguridad, o a la imposición de la democracia o de la «libertad de comercio»… pero que en el fondo esconden mezquinos intereses económicos y hegemónicos de las grandes potencias y plagan de hambre y de miseria a los pueblos pobres.

Nuestra misión, pues, como personas cristianas, es juntarnos con muchas otras personas y comunidades creyentes, practicantes de otras religiones, y ser alternativa de vida, de resistencia y esperanza para todos.

En una época como la que vivimos, marcada por la entrada en curso en un nuevo paradigma, el paradigma pluralista, hemos de leer y proclamar con cuidado tanto la expresión de Pedro de un «linaje escogido», como la expresión de Juan, que él pone en labios de Jesús: «Yo soy ‘el’ Camino»… Esta última sobre todo no deja de ser una expresión propia de un lenguaje confesional, un lenguaje de amor y de fe, cultual, y en ese contexto hay que entenderla. No hay que perder de vista que, en otro sentido, son muchos los caminos de Dios, «sus caminos, que no son nuestros caminos», y que nos pueden sorprender siempre con el descubrimiento de «nuevos caminos» de Dios. Recomendamos la lectura de la serie «Por los muchos caminos de Dios», de la Asociación Ecuménica de Teólogos del Tercer Mundo, en la colección «Tiempo axial» (http://latinoamericana.org/tiempoaxial). O el libro de José María VIGIL Teología del pluralismo religioso, disponible en la red (http://cursotpr.adg-n.es/?page_id=3). Leer más…

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Dom 14.5.17. Yo soy la Verdad.

Domingo, 14 de mayo de 2017
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 5 Pascua. Juan 14,1-12. El evangelio de este domingo, tomado de Juan, igual que el del anterior, no presenta una aparición del resucitado, sino al mismo Resucitado, que se presenta y habla en la Iglesia, diciendo yo soy el camino, la verdad y la vida.

En un primer momento resulta insoportable que alguien diga yo de esa manera, añadiendo soy el camino, la verdad y la vida. ¿Quién puede hablar así en un mundo de relativismos y de post-verdades? ¿Quién puede identificar la verdad con su vida?

Éste es un texto insoportable, pero a medida que vamos entrando en su movimiento interior descubrimos que quien habla no es un hombre ya muerto del pasado, ni un fantasma de mentira, sino aquel que ha muerto por los demás (lo ha dado todo, no se reserva nada…), de manera que entonces, sin tener nada, puede decir “yo” (el yo de alguien que no es para sí, sino que se entrega…), añadiendo: “soy el camino, la verdad, vida…

images-1Ésta no es una voz de ultratumba (de un muerto aparecido), ni una voz de dominio, la voz de la Intra-Vida, la voz de aquel es es al darse todo.

Algunos de los temas de este evangelio del Camino, la Verdad y la Vida del Cristo Pascual son los más importantes de la historia cristiana, vinculados a las figuras de Tomás y de Felipe, pero no quiero ni puedo desarrollarlos aquí sino fijarme sólo en Jesus como Verdad.

Hoy que hablamos de verdades y mentiras, de ortodoxias y heterodoxias, de ideologías y engaños… hoy que hablamos de la post-verdad, hay Alguien que puede decirnos y nos dice: Yo soy la Verdad.

imagesImagen 3, en hebreo: emunah, verdad.

Texto

En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.”

Tomás le dice: “Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” Jesús le responde: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.”

Felipe le dice: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta.” Jesús le replica: “Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí?

Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.” (Jn 14, 1-12).

Temas

Quizá nunca se han dicho las cosas que aquí se están diciendo, condensadas, luminosas, palabras como rayos que rasgan la oscuridad e iluminan la noche de la vida. Éstos son algunos de los temas:

Las moradas del Padre. “En la casa de mi Padre hay muchas moradas o estancias…”. Todos los caminos llevan no a Roma, sino al Padre, a las Moradas del amor, que supo describir Santa Teresa. Del Padre/Madre venimos y al Padre/Madre vamos… Esa es la experiencia suprema de la vida.

Jesús, el Camino. Caminantes somos (¡ayer dije: navegantes!), caminantes somos y todos los caminos se centran y condensan para los creyentes en el Cristo. Por eso, quien toma su camino, que es camino de Evangelio, está ya en manos del Padre.

Los maestros que preguntas. En este evangelio aparecen dos voces que preguntan: una es de Tomás, otra de Felipe. Significativamente, ellos aparecen más tarde como autores de los dos evangelios apócrifos más significativos de la Iglesia. Pues bien, aquí no actúan como autores des evangelios, sino como discípulos del único Cristo

El “yo” de Jesús: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida… Éste es el Jesús pascual que se atreve a decir “yo”, como el Dios del Antiguo Testamento (¡Yo soy el que soy!), pero no un yo aislado en sí, sino abierto al Padre (un yo-camino) y dirigido a todos los que quieran acogerle (un yo-ensanchado, que se hace verdad y vida para todos).

El que me ve a mí ve al Padre… Ésta es la experiencia de los cristianos: ver a Jesús resucitado es ver a Dios. No hay un “más allá” de Jesús en un sentido de verdad o vida más alta. En Jesús, abierto al Padre, en Jesús que es Camino, está la verdad, está la vida.

El que cree en mí hará las “obras que yo hago”. Jesús no está cerrado, como maestro exclusivo, sino como maestro que ofrece y comparte, que enseña y promueve. Por eso, sus seguidores, que somos nosotros, podemos hacer no sólo sus obras, sino aún mayores… La obras del Espíritu de Dios.

Una aplicación. Yo soy la Verdad.

Resulta imposible desarrollar todos los temas de este evangelio. Por eso voy a centrarme en la verdad, distinguiendo algunos de sus tipos (siguiendo un esquema que solía emplear X. Zubiri).

1. En griego, verdad se dice aletheia:

desvelamiento del Ser (de Dios), que rompe el velo del engaño y olvido, para desplegarse en desnudez fundamental, en todo su misterio. Dos son sus aspectos o momentos principales:

– Dios es voluntad y poder de manifestación: no se oculta primero y luego viene a desvelarse de manera caprichosa; no se esconde para burlar a los humanos, ofreciéndoles un rostro que varía según las circunstancias, de manera que ellos nunca pueden conocerle plenamente; no es esfinge indescifrable que jamás conoceremos porque nunca desvela totalmente su misterio. En contra de eso, Dios es verdad manifestada: descorre el velo de su rostro y nos deja penetrar en el misterio de su vida (cf. 2 Cor 3, 12-18).

– El humano aparece en muchos mitos como viviente superior que puede desvelar enigmas, penetrando de esa forma en el misteri¬o de las cosas. Pues bien, el ser humano puede conocer el gran Misterio no por ser más hábil, sino porque Dios mismo ha querido desvelarlo. El conocimiento ofrece a este nivel un signo religioso: no es dominio técnico del mundo, ni pensamiento caprichoso que inventamos según las conveniencias, sino aletheia: desvelamiento más profundo del misterio de Dios en nuestra vida.

Ciertamente, en un nivel de ciencia conocemos solamente aquello que nosotros mismos vamos construyendo con la mente. Pero, en el nivel más alto, conocemos a Dios porque Él mismo hace presente su Verdad en nuestra vida: su presencia es verdadera, porque Él mismo ha querido desnudarse en amor y claridad ante nosotros, en actitud fontal de gracia.

2. En hebreo verdad es “emuna” o fidelidad:

verdadero es lo firme, aquel que ofrece garantía y da confianza, tanto en plano activo como receptivo. Pues bien, Dios nos ofrece la máxima confianza; por eso nos sentimos seguros en su presencia. La verdad ha de entenderse así en clave personal: es fidelidad de Dios que asiste a los humanos a lo largo del camino; es fidelidad de los humanos que se fían de su gracia de Dios, viviendo su presencia. Por eso, ella es siempre dialoga¬da:

– La Verdad es Presencia fiel de Dios, que ofrece su palabra y la mantiene por encima de las dificultades y rechazos del humano. Dios es Verdadero, pues se afirma como Roca firme en la que pueden asentarse los creyentes. No es una ilusión de ensueño, un espejismo que nos deja vacíos cuando le queremos tocar con nuestras manos. No es mentira que va y viene, que se dice primero sin firmeza y después se niega o se retira, cuando llega el tiempo malo. La Verdad de Dios es Fidelidad, Presencia amistosa para siempre.

– La Verdad ha de expresarse como Presencia fiel de los humanos, confianza entre personas. Sólo ellas, las personas, pueden ser en ese plano verdaderas. Así lo certifica la Biblia Hebrea cuando dice que el conocimiento más perfecto surge a nivel de relación interhumana, allí donde el varón y la mujer se encuentran y conocen como tales, en amor enamorado.

Pues bien, Dios y el humano se vinculan en un tipo de Verdad de matrimonio, en Presencia de alianza, como sabe la tradición profética (Os, Jer, Is). Este es el Dios que se preocupa de los pobres, los perdidos y pequeños de su pueblo, siendo fiel, portador de emuna.

Sólo conoce quien ama, haciéndose presente. Dios conoce en verdad: se fía de los humanos, siendo Presencia para ellos. El humano conoce en verdad cuando, apoyado en la promesa de Dios, acoge su presencia y se acerca en amor a los hermanos. En este plano, la Presencia de Dios está ligada al despliegue de su propia Verdad como confianza creadora, susci¬tando para los humanos un camino fiable de existencia compartida.

3. En latín verdad es “veritas”:

es la justicia en las relaciones interhumana. Para convivir sobre la tierra, los humanos tienen que aceptar la ley y respetarse mutuamen¬te. Ésta es la verdad de la justicia que se aplica a todos, por encima de cada uno, como expresión de un orden social…Ésta es la verdad que ha querido expresarse en el proceso político y social de occidente, pero que ha corrido el riesgo de caer en manos de las diversas ideologías….

Marx ha demostrado que la verdad económica y social de la justicia se ha hecho ideologías. Esa pretendida verdad ha servido (y sirve) para tapar la boca a los pequeños. La misma estructura religiosa de los pueblos triunfadores se utiliza para sacralizar el poder establecido. Ellos dicen “yo tengo la verdad”, pero oprimen a los vencidos.

Nietzsche ha descubierto los mecanismos de proyección vengativa de algunos oprimidos que tienden a satanizar a los triunfadores, haciendo de la religión principio de venganza. Por eso, cuando ellos dicen “yo soy la verdad” están imponiendo su propia envidia y su resentimiento…
Freud ha hablado también de una verdad que es “mentira”, la verdad de un amor que es proyección de las propias envidias

Jesús, el Jesús muerto y resucitado, dice: Yo soy la verdad

Cuando Jesús dice “yo soy la verdad” está diciendo lo que es el camino de Dios, que es camino de vida. Jesús no descubre los secretos del cosmos, ni los grados del ser, ni la profunda experiencia de las almas que descienden a la tierra; no nos introduce en un camino de ascética o mística de tipo intelectual. Interpretado en un millar de variaciones, su tema es siempre el mismo: él proviene del Padre y Dios mismo es, por lo tanto, quien le envía. Así puede presentarse a los humanos como pan de vida, luz del mundo, puerta, camino, verdad y vida, resurrección y viña verdadera. El Jesús de los sinópticos proclama la llegada del reino. El de Juan habla del Padre como testigo y signo de su gracia (cf. 6, 35; 8, 12; 10, 9. 11. 14; 11, 25; 14, 6; 15, 1).

Esta es la verdad de Jesús: Dios es Padre universal. Este su programa: vincular a todos los humanos partiendo desde el Padre, superando así el antiguo exclusivismo; como enviado del Padre ha realizado su obra sobre el mundo, enseñando lo que manda (12, 48-49), cumpliendo lo que quiere (6, 38). Revelándose a sí mismo, Jesús revela al Padre. Pero él no se limita a cumplir una función impersonal y pasajera: no es un medio que se emplea un momento y que después se deja, un camino que se corre y se abandona. Jesús mismo pertenece al misterio de Dios, de manera que ambos se vinculan en encuentro permanente. Así podemos afirmar que la verdad del Padre es su amor hacia Jesús y la de Jesús su amor al Padre:

– Está conmigo aquel que me ha enviado (Jn 8, 16; cf. 8, 18).
– Como el Padre me conoce y yo conozco al Padre… (10, 15).
– Yo y el Padre somos uno (10, 30).

Esta verdad de amor (presencia, comunión, conocimiento mutuo) constituye la entraña y mensaje superior del evangelio, su buena nueva: Dios ama a Jesús, Jesús ama a Dios y en su mutuo amor (Espíritu Santo) se funda todo lo que existe. Ese conocimiento y entrega fundante del Padre y el Hijo es el misterio del ser, la verdad de la existencia. Ser es amarse. Existir es entregarse, habitar uno en otro; por eso, Jesús puede afirmar “quien que me ha visto, ha visto al Padre” (14, 9; cf. 14, 10). Esta inhabitación amorosa constituye el principio y meta de toda verdad, es la verdad del Espíritu santo, entendido como vida compartida y donación recíproca (14, 20).

– El Padre ama al Hijo y lo ha puesto todo en sus manos… (Mc 3, 35)
Como el Padre me ha amado, también Yo os he amado a vosotros (15, 9).
Si alguien me ama cumplirá y mi Padre le amará
y vendremos a él haremos en él una morada” (14, 23).
– Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en tí…
para que sean uno como Nosotros somos uno; Yo en ellos y Tú en mí…
para que el mundo conozca que Tú me has enviado
y que les amas como a mí me has amado (17, 20-23).

Esta verdad es el camino de la vida

— Si el Padre envía al Hijo, lo hace para salvar al mundo (3, 16-18).
— Si el Hijo cumple la voluntad del Padre, lo hace también para salvar (juzgar) al mundo (5, 19-27).
De esa forma se expande y expansiona su camino de amor: como el Padre me amó, os amo yo a vosotros; permaneced en mi amor (15, 9). Lo que Dios y el Hijo viven en amor, encuentro poderoso de entrega creadora, ha de expresarse en la existencia de todos los humanos (cf. 16, 26), que penetran en el círculo de amor de lo divino, pudiendo así compartir su vida y realizar sus obras:

– El que crea en mí realizará el también las obras que Yo hago (14, 12).
– Como el Padre me ha enviado así os envío Yo a vosotros (20, 21).
– Como Tú me has enviado al mundo también Yo les he enviado al mundo (17, 18).

En la entraña más profunda de su ser, los elegidos de Jesús (discípulos, cristianos) tienen un origen y existencia trascendente: nacen de Dios, son enviados con su Hijo (cf. 1, 12-13). No son ya esclavos del mundo, ni siervos de Dios, ni extranjeros. Se llaman y son hijos de Dios, amigos del Cristo y amigos entre sí, para realizar en la tierra el nuevo mandamiento: amaos unos a los otros, es decir, “vivid en comunión de amor, como el Padre y el Hijo son en comunión” (cf. 15, 1-17):

– Que sean uno como Tú, Padre, en mí y Yo en ti;
que también ellos sean uno
y el mundo conozca que Tú me has enviado (17, 21).

Una aplicación, una comparación

He presentado a Jesús como verdad. Sería bueno comparar su postura con la del budismo, centrado en la cuatro nobles verdades de Gautama, el Iluminado. Pero con eso entraríamos en otro tema. Por hoy basta recordar y situar en su contexto pascual, dentro de todo su evangelio, lo que Jesús ha dicho “yo soy la verdad”.

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Iglesia naciente, sufriente, creyente. Domingo 5º de Pascua

Domingo, 14 de mayo de 2017
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Caminando-con-Jesus-300x300Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Como indiqué el domingo pasado, las tres lecturas de los domingos de Pascua nos hablan de los orígenes de la Iglesia, de las persecuciones de la Iglesia, y de nuestra relación con Jesús.

Iglesia naciente

La primera lectura nos cuenta la institución de los diáconos y el aumento progresivo de la comunidad, subrayando el hecho de que se uniesen a ella incluso sacerdotes.

En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el suministro diario no atendían a sus viudas. Los Doce convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron:

No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea: nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra

La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando. La palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.

La comunidad de Jerusalén estaba formada por judíos de lengua hebrea y judíos de lengua griega (probablemente originarios de países extranjeros, la Diáspora). Los problemas lingüísticos, tan típicos de nuestra época, se daban ya entonces. Los de lengua hebrea se consideraban superiores, los auténticos. Y eso repercute en la atención a las viudas. Lucas, que en otros pasajes del libro de los Hechos subraya tanto el amor mutuo y la igualdad, no puede ocultar en este caso que, desde el principio, se dieron problemas en la comunidad cristiana por motivos económicos.

Los diáconos son siete, número simbólico, de plenitud. Aunque parecen elegidos para una misión puramente material, permitiendo a los apóstoles dedicarse al apostolado y la oración, en realidad, los dos primeros, Esteban y Felipe, desempeñaron también una intensa labor apostólica. Esteban será, además, el primer mártir cristiano.

Iglesia sufriente

La primera carta de Pedro recuerda las numerosas persecuciones y dificultades que atravesó la primitiva iglesia. Lo vimos el domingo pasado y lo veremos en los siguientes. Pero este domingo, aunque se menciona a quienes rechazan a Jesús y el evangelio, la fuerza recae en recordar a cristianos difamados e insultados la enorme dignidad que Dios les ha concedido: «Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa».

Queridos hermanos: Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo. Dice la Escritura: «Yo coloco en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado.» Para vosotros, los creyentes, es de gran precio, pero para los incrédulos es la «piedra que desecharon los constructores: ésta se ha convertido en piedra angular», en piedra de tropezar y en roca de estrellarse. Y ellos tropiezan al no creer en la palabra: ése es su destino. Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa.

Iglesia creyente

El evangelio nos sitúa en la última cena, cuando Jesús se despide de sus discípulos. Sabe el miedo que puede embargarles a quedar solos. Y los anima a no temblar, insistiéndoles en que volverán a encontrarse y estarán definitivamente juntos.

Aparece en este texto una de las mejores definiciones de Jesús, de las más adecuadas para presentar su persona: «Yo soy el camino, la verdad y la vida.»

Camino para llegar al Padre (el evangelio parece sugerir que para llegar a Dios hay muchos caminos, pero para llegar a Dios como Padre el único camino es Jesús).

Verdad en medio de las dudas y frente al escepticismo que mostrará poco más tarde Pilato preguntando: «¿Qué es la verdad?»

Vida que todos anhelamos que no termine nunca, la vida eterna, que empieza ya en este mundo y que consiste «en que te conozcan a ti, único dios verdadero, y a quien enviaste, Jesucristo».

Como ocurre siempre en el cuarto evangelio, el texto supone también un reto para la fe. Nos invita a creer en Jesús como se cree en Dios; a creer que, quien lo ve a él, ve al Padre; quien lo conoce a él, conoce al Padre; que él está en el Padre y el Padre en él. Y al final, el mayor desafío: creer que nosotros, si creemos en Jesús, haremos obras más grandes que las que él hizo. Parece imposible. El padre del niño epiléptico habría dicho: «Creo, Señor, pero me falta mucho. Compensa tú a lo que en mí hay de incrédulo».

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»
Tomás le dice:
-«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Jesús le responde:
-«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»
Felipe le dice:
-«Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»
Jesús le replica:
-«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.»

    

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Quinto Domingo de Pascua. 14 Mayo, 2017

Domingo, 14 de mayo de 2017
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pascua

Llevo tanto tiempo con vosotros, ¿y todavía no me conoces, Felipe?”.

(Jn 14, 1-12)

Así, de primeras, ¿cómo te imaginas a Jesús en este momento?

Sí, sí, así… me refiero a eso que percibes que puede haber detrás de sus palabras, de esta frase; además, sin reparar en el contexto. Más bien tal vez te suene algo así como “Llevo taaaaaaanto tiempo…, ¡¡¿y todavía no me conoces, Felipeee?!!”, a modo mosqueo in crescendo. Aunque también se me ocurre que tal vez, solo tal vez, te lo imagines desanimado; Jesús desanimado, frustrado, triste, encontrándose con sus límites y su ser de barro. En definitiva, Jesús humano.

Pero vamos a entrar en el contexto. Este evangelio nos sitúa en la que llamamos última cena. Jesús ha hecho un gesto de servicio a sus discípulos, les ha lavado los pies; un servicio en esa época asignado a las mujeres y a los esclavos. Y ahí se ha encontrado con la objeción de Pedro, un tanto fanfarrón: “no me lavarás los pies”, pero también con su seguimiento incondicional cuando le responde: “Señor, no sólo los pies, también las manos y la cabeza”. En definitiva, Pedro humano.

Cenan, y al terminar Jesús parte un pan y se lo reparte, toma una copa de vino y se la pasa. Hace un gesto de entrega. Y ahí, se encuentra con que otro discípulo, Judas, sale del lugar en el que están porque ha quedado con las autoridades religiosas para llevarles, a cambio de unas monedas, hasta Jesús. Judas el oportunista, el “por interés te quiero Andrés”, el negociante. Judas humano, al fin y al cabo.

Y ahora, después de estos gestos tan significativos y culmen de su vida, ahora que les está hablando del Padre, que se reconoce Hijo y Hermano… es aquí cuando descubre que otro de los suyos, Felipe, o no se ha enterado de nada o de muy poco. Felipe el despistado, distraído, tal vez incluso el “mente embotada”. Felipe humano, claramente humano.

Ahora sí. Ahora, ¿cómo te imaginas a Jesús en este momento? Adéntrate a verlo, apostando por los suyos una vez más, dándoles otra oportunidad a pesar de todo. En definitiva… Jesús humano.

Oración

Abre nuestros ojos, Señor.

Y abre nuestro corazón, Señor.

Abre nuestra escucha a tu susurro “no temáis, soy yo”.

Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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En Jesús se manifiesta Dios-Vida.

Domingo, 14 de mayo de 2017
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homiliaJn 14, 1-12

El contexto de este evangelio es el discurso de despedida después de la cena. En el capítulo 13, el centro es Jesús. Termina con la despedida, diciendo: a donde yo voy vosotros no podéis venir. En éste (14) el centro es el Padre. El ambiente es de inquietud. La traición de Judas, el anuncio de la negación de Pedro, el anuncio de la partida. Todo es inquietante. Está justificada la invitación a la confianza. La clave del mensaje en este capítulo es la relación de Jesús, y la de sus discípulos, con el Padre.

Aunque Jn pone en boca de Jesús todo el discurso, en realidad se trata de reflexiones de la comunidad a través de muchos años de andadura. Lo que se propone como futuro, es ya presente para el que escribe y para aquella comunidad para la que se escribe. Pero este presente deja entrever un nuevo futuro que el Espíritu irá realizando. Se percibe la dificultad que tiene la comunidad de expresar su experiencia. Esta vivencia pascual está anclada en la presencia viva de Jesús, del Espíritu y del Padre.

Creed en Dios y creed también en mí. “Pisteuete eis”, no significa creer, en el sentido que damos hoy a esa palabra. Sería “creer” en sentido bíblico, es decir, “poned vuestra confianza en…” Jn utiliza esta construcción 30 veces, aplicada a Jesús. Solo dos ocasiones, en 12,44 y aquí, pone como término a Dios, indicando claramente la identidad de ambas adhesiones. La confianza en Jesús y la confianza en Dios son la misma cosa. Si buscan a Dios, están en el buen camino, porque están con él. No tienen nada que temer.

En el hogar de mi Padre, hay muchas estancias. Jesús va al Padre, para procurarles un tipo de relación con Dios, similar a la suya. No hay diferencia entre unas moradas y otras. No se trata de un lugar, sino del ámbito del amor de Dios. En el corazón de Dios, todos tienen cabida. También podría traducirse: en la familia de Dios hay sitio para todos. Todos los seres humanos están llamados a formar parte de la familia del mismo Dios. Jesús está en el seno del Padre y todos pueden sentirse allí.

Todo el lenguaje es mítico-simbólico. Me voy, me quedo, vuelvo, etc. No se puede entender literalmente. Esta teología es clave para entender la marcha de Jesús y a la vez, su permanencia con ellos. Aunque la formulación es mítica, el mensaje sigue siendo válido. Hoy tendríamos que decir que la meta de todo está en Dios. Esa identificación con Dios es la que tenemos que descubrir y vivirla ya aquí. En Jesús, Dios ha manifestado su proyecto para el hombre, que se tiene que realizar en ellos.

Yo soy Camino. Yo soy Verdad. Yo soy Vida. Sin artículo ni determinado ni indeterminado, porque lo que se quiere decir está más allá de ambos. Se trata del texto más profundo de todo el evangelio. Camino, Verdad, Vida hacen referencia al Padre. No se pueden separar los conceptos. La Realidad a la que se refieren, está más allá de tiempo y espacio. Se han dado infinidad de interpretaciones desde los primero padres y siguen hoy los exegetas intentando desentrañar el significado del texto.

Jesús es Camino, que empieza y termina en Dios. En medio está Jesús, pero no significa  espacio ninguno. Desde Dios hasta Dios no puede haber ningún trecho. Jesús es, como todo ser humano, un proyecto ya realizado, porque recorrió el camino que le llevó a la plenitud humana. Ese camino es el amor total que abarca toda su vida. Los que le siguen deben recorrer también ese camino, es decir, ir de Dios que es el origen, hasta Dios que es la meta. En el AT el camino era la Ley. Jesús la sustituye por su persona.

Yo soy verdad, es decir, soy lo que tengo que ser. No se trata de la verdad lógica sino de la verdad ontológica que hace referencia al ser. Jesús es auténtico, hace presente a Dios, que es su verdadero ser. Es lo que tiene que ser. Lo contrario sería ser falso. “Yo soy” es el nombre que se dio a sí mismo Dios en la zarza. Jn repite hasta la saciedad el “yo soy”. El complemento puede ser cualquiera: puerta, pastor, camino, vida, verdad, vid. Si descubro y vivo que Dios está identificado conmigo, ya lo soy todo.

Yo soy Vida, es decir, lo esencial de mi ser está en la energía que hace que sea lo que soy. Recordad: “El Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me coma, vivirá por mí.” Está hablando de la misma Vida que es Dios, que se le ha comunicado a él y que se nos comunica a nosotros. De la misma manera que no podemos encontrar la vida biológica independientemente de un ser que la posea, así no podemos encontrarnos con un Dios ahí fuera separado de un ser que lo manifieste.

Nadie va al Padre sino por mí. En c. 6 había dicho: “nadie viene a mí si el Padre no lo atrae”. Estas aparentes contradicciones deben hacernos pensar. Las dos ideas se complementan. Para el que nace del Espíritu, el Padre no es alguien lejano ni en espacio ni en tiempo, su presencia es inmediata. Hacerse hijo es hacer presente al Padre. La identificación con Jesús, hace al discípulo participar de la misma Vida-Dios.

“Si llegáis a conocerme del todo, conoceréis también a mi Padre”. Una vez más se refleja el “ya, pero todavía no” de la primera comunidad. El seguimiento de Jesús es un dinamismo constante. No se trata de progresar en el conocimiento, sino en la comunión por amor. El conocimiento vivencial de Jesús, hará que el Padre se manifieste en el discípulo. Lo que pide Felipe es una teofanía como las narradas en el AT. Piensa que Jesús es un representante de Dios, no la presencia misma de Dios.

¿Cómo dices tú, muéstranos al Padre? Esta queja es una clara reflexión pascual. En su vida pública, sus seguidores no entendieron ni jota de lo que era Jesús. Felipe sigue separando a Dios del hombre. No ha descubierto el alcance del amor-Dios ni su proyecto sobre el hombre. No se han enterado de que Dios sólo es visible en el hombre. Desde esta perspectiva, Jesús podía decir: quien me ve a mí, ve a mi Padre. Y: si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre porque el Padre es más que yo.

“Las exigencias que os propongo no lo hablo por cuenta propia”. “Remata” no significa dicho o palabra sino propuesta, exigencia realizada y manifestada a través de la vida. Fíjate que a continuación habla de obras: “el Padre que permanece en mí, él mismo hace las obras”. Y a continuación: “si no me creéis a mí, creed a las obras”. Las obras son la manifestación de que Dios está en Jesús. El Padre ejerce su actividad creadora a través de Jesús. Él, a partir de su propia experiencia, propone las “exigencias” que Dios le pide a él. Jesús a través de sus obras realiza el designio creador.

Meditación

Jesús era uno con el Padre.
Ésta es la experiencia de los cristianos de finales del s. I.
En Jesús descubrieron la presencia de Dios.
Mi tarea hoy es descubrir en mí, ese Dios-Vida de Jesús.

Para encontrar ese Dios, tengo que abandonar mis ídolos.
Dioses que tengo muy arraigados en lo hondo de mí.
El Dios de Jesús, por ser amor, me exige amar.
Y eso es lo más contrario a mis deseos egoístas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Camino, verdad y vida.

Domingo, 14 de mayo de 2017
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caminoThree things can no hidden: The sun, the moon, and the truth (Buddha)

14 de mayo. V domingo de Pascua

Jn 14, 1-12

Les dice Jesús: Yo soy el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6)

¿Os imagináis la cara de póker que pondríamos todos si los representantes oficiales de la Iglesia nos convocaran para decirnos: “No es razonable que nosotros descuidemos la Palabra de Dios para servir a la mesa”, pues nosotros debemos atender a la oración y al ministerio de la palabra”? (Hch 6, 2 y 6, 4) ¿Sería bien recibida la propuesta, como sucedió entonces, y aceptaríamos que se eligiera a siete diáconos para que se encargasen de aquellos otros menesteres? Estoy convencido de la cara de póker que se les pondría cuando vieran la presteza con que todos nosotros saldríamos pitando del sacro auditorio.

Y, sin embargo, ésta ha sido la historia  durante siglos: marcar  a los demás el camino, la verdad y la vida mientras ellos estaban sentados para el banquete y los demás, prestos a servirles. De modo que la que realmente no es razonable ni justa es su propuesta. Jesús, el Maestro, lo dejó claro en Mt 20, 28: “Y el que de vosotros quiera ser el primero, sea vuestro siervo, así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir”.

A pocas personas como él podríamos aplicarlas lo que uno de los coros de la ópera El barbero de Sevilla, de Gioachino Rossini, entonaba el Conde Almaviva: “È un signor di qualità!” Virtud con la que veremos adornada la figura de Jesús con tan sólo echar una simple mirada al Evangelio. ¿Y esto por qué?, cabría preguntarse. La respuesta, también simple, podríamos encontrarla en Beethoven cuando en palabras de Nicholas Cook, (De Madonna al canto gregoriano. Alianza Editorial 2012) dijo que “La música puede crear la milagrosa impresión de ir directamente, “del corazón… al corazón”, como escribió el sordo genial en el autógrafo de su Missa Solemnis.

Música en estereofonía que escuchamos en el sonido primordial de la existencia, y que nos suena como la radiación del fondo cósmico descubierta por los físicos en 1965, que llena el Universo.  Microondas desprendidas del saber sideral de todos los sabios y los tiempos, y que han sido Camino, Verdad y Vida de la Humanidad entera. Y no sólo de los sabios, sino también de la vida de cada hombre, como insinúa a George Bailey el ángel de la guarda Clarence Oddbody, en la película ¡Qué bello es vivir!, de Frank Capra (1946). Y con tal fuerza que la ciudad entera se vuelve loca. Capacidad dramatúrgica en la que toda la Naturaleza se funde en armonía con el personaje.

Buddha nos lo condensa en una cita muy simple y muy poética: “Three things cannot be hidden: the sun, the moon, and the truth”: No se puede esconder tres cosas: el sol, la luna y la verdad. Y Javier Melloni nos lo trae a la memoria.

ORACIÓN

¡Oh Profundidad infinita que asomas por doquier!,
danos la obertura de la mente y del corazón
para que podamos reconocerte en todo.
Que cada instante sea el camino por el que volvamos a ti
del mismo modo que tú vienes a nosotros en cada situación.
Que todo momento sea la oportunidad y la celebración
de este encuentro que se hace transparente a tu Presencia.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Confiad en mí.

Domingo, 14 de mayo de 2017
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publicacionvdomingo-de-pascuaJn 14, 1-12

En este V domingo de Pascua, el evangelio de Juan nos vuelve a situar en el cenáculo, en el momento posterior al lavatorio de los pies. Desde la experiencia pascual y para que ésta se sostenga y reafirme, los primeros creyentes necesitan recordar todas las palabras que habían escuchado en boca de Jesús mientras estaba con ellos y cuyo significado, en aquel momento, eran incapaces de comprender del todo.

Situados en el contexto podemos comprender que las primeras palabras de Jesús sean una invitación a mantener la calma. Igualmente los primeros creyentes, para quienes Juan escribe el evangelio, se ven necesitados de aprender a relacionarse de un modo nuevo con un Jesús no visible, pero Vivo y resucitado. Necesitan escuchar una vez más la invitación que éste tantas veces les hizo: “no perdáis la calma”.

También a nosotros nos llega hoy este llamamiento a no perder la paz. “Creed en Dios y creed también en mí. “Creed plenamente en mí y en mi palabra, porque aunque me voy, no os dejo. Porque el Padre y yo, que somos uno (cf. Jn 10, 30), estamos siempre con vosotros”“Creer”, en este sentido, no es un movimiento meramente intelectual, sino la acción de depositar nuestra absoluta confianza en Jesús y vivir consecuentemente. Sólo de ahí puede brotar la verdadera calma. Aunque la vida siga trayendo dificultades, aunque no nos falten preocupaciones, aunque sigamos sintiendo miedo por tantas cosas… Jesús nos invita a no perder la paz que brota de la confianza plena en Quien, sabemos, no nos abandona.

“Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.” Hasta once veces (en doce versículos) pone Juan en boca de Jesús el término “Padre”, además de nombrarlo de otras maneras. En un contexto en el que nuestra atención está centrada en lo que Jesús hace y dice, éste desea desviar nuestra mirada y nuestro corazón hacia el Padre para ratificar que él todo lo ha recibido del Padre y que los dos son uno mismo. “¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?”, le responde a un Felipe que pronuncia el deseo que todos se hacían: “Muéstranos al Padre y nos basta”.

Eso puede sucedernos también hoy a nosotros. Hemos escuchado y sabemos que Dios está en nosotros, que no hay que buscarle “más allá”… Pero este Misterio nos sobrepasa y nos confunde. Por eso Jesús nos lo recuerda una vez más. “Yo soy el camino hacia el Padre”. En él, con él y por él nosotros somos invitados a entrar en el abrazo de amor de la familia divina. “Conocerle” no es sólo progresar en el conocimiento de su vida, sus gestos y sus palabras. Se trata de un conocimiento vivencial, de entrar en mayor comunión con Jesús, de tener verdadera experiencia de encuentro y amistad con él.

“Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores”Jesús repite, como consigna, el mismo imperativo que al principio: “creed”, “creed en mí”, “creedme”. “Creed que yo soy el camino, la verdad y la vida”. En este tiempo en el que miles de hermanos transitan por tantos caminos huyendo del horror; en el que todo lo que nos llega de nuestros líderes parece bañado por la corrupción y la mentira; en el que nos alcanzan continuamente imágenes que muestran cómo la vida es devaluada; la certeza de que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida con mayúsculas alienta nuestra marcha como creyentes, alimenta nuestra esperanza y aviva nuestro compromiso. Si creemos en él, si se nos da vivir cada vez más en comunión con él, nuestro anuncio del Padre y su Reino no será sólo de palabra, sino también –como hacía Jesús- con obras. Obras, gestos, miradas, caricias, acompañamientos… que se convierten en los pequeños milagros cotidianos.

En el comienzo del evangelio Jesús habla de las “muchas estancias en la casa del Padre”. Estamos seguros de que, el día de mañana, cuando pasemos a vivir con él definitivamente, encontraremos su abrazo, su regazo para descansar plenamente. Pero si creemos de verdad que Dios Padre-Madre está aquí, a nuestro lado y que Jesús nos acompaña Vivo y resucitado, sabremos descubrir que nos espera ya en muchas “estancias”: la habitación de quien está enfermo en el hospital, en una residencia o quizás en casa; la de aquella persona conocida que sabemos sufre por alguna causa, o está sola; ese tramo de calle donde alguien suplica atención, ayuda, escucha; tantos espacios en los que levantamos muros y rejas para que el dolor hermano no nos salpique…

En todas estas “estancias” él también nos espera para abrazarnos. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores.” Así sea.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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Domingo 5º De Pascua

Domingo, 14 de mayo de 2017
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comentarios_desglose_ilustComentarios a las dos primeras lecturas

Hechos 6, 1-7

En aquellos tiempos, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el suministro diario no atendían a sus viudas.

Los apóstoles convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron:

– No nos parece bien descuidar la Palabra de Dios para ocuparnos de la administración, por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra.

La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Simón, Pármenas y Nicolás, prosélito de Alejandría. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.

La Palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.

En los relatos de la primera iglesia se nos presenta una iglesia familiar, en la que la autoridad de los Apóstoles no se ejerce de modo monárquico, ni siquiera colegiado. Es la comunidad la que toma las decisiones.

En este texto aparece la designación de los siete primeros diáconos por la comunidad, y la imposición de manos por los apóstoles. Estos relatos dan origen a múltiples consideraciones sobre las formas del ejercicio de autoridad en la iglesia. Indicaremos con brevedad solamente dos:

1)

La imagen un tanto idílica que a veces aparece en Los Hechos, queda un tanto traicionada en estos detalles, Había tensiones y dificultades, había diferencias de opinión…

Y existía en la comunidad el germen de una profunda crisis que se mostrará más adelante: los judaizantes y los helenizantes, dos grupos claramente diferenciados, unos más tradicionales, aún aferrados a la Ley de Moisés: su cabeza visible será Santiago, el hermano del Señor. Otros más abiertos, que entenderán La Nueva Noticia con independencia a la Antigua Ley: su paladín en el futuro será Pablo.

El enfrentamiento de estas dos tendencias se producirá en el llamado “Concilio de Jerusalén”, que se relata en el Libro de los Hechos en el capítulo 15, y en el capítulo 2 de la carta a los Gálatas. Vemos pues que Lucas selecciona e interpreta los sucesos, para dejar clara la presencia del Espíritu, pero es fiel a sus fuentes, aunque lo que cuenta no sea perfecto.

2)

En una Iglesia tan pequeña, la autoridad se ejerce de manera paternal, y no sustituye a la comunidad. Los Apóstoles presentan iniciativas a la comunidad y a ésta “les parece bien” y lo aprueban, y es la comunidad la que elige a los diáconos.

Al leer estas cosas sentimos una fuerte añoranza de aquella organización eclesial; nos gustaría que las cosas pudieran funcionar también hoy así, que fueran los fieles los que eligieran….

Hay sin embargo otra consideración que hacer: las formas de gobierno de la Iglesia actual no son las únicas posibles; históricamente la Iglesia ha funcionado también de maneras diferentes, menos monárquicas, y “los primeros obispos” dejaron claro que preferían no encargarse de los aspectos organizativos de la iglesia, para poder dedicarse “a la oración y al servicio de la Palabra”.

(Habría otro tema de meditación, muy interesante, pero que solamente vamos a enunciar: la última frase: “incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe”. Es decir, que son precisamente los sacerdotes los que más dificultades tenían para aceptar a Jesús… (Dejamos apuntado el tema, sin desarrollarlo)

Pedro 2, 4-9

Acercándoos al Señor, la Piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.

Dice la Escritura:

“Yo coloco en Sión una piedra angular,
escogida y preciosa;
el que crea en ella no quedará defraudado”.

Para vosotros, los creyentes, es de gran precio, pero para los incrédulos es la piedra que desecharon los constructores; esta se ha convertido en piedra angular, en piedra de tropezar y roca de estrellarse. Y ellos tropiezan al no creer en la palabra; ese es su destino.

Vosotros, en cambio, sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y entrar en su luz maravillosa.

En el fragmento que leemos hoy se sigue profundizando en la teología de la iglesia. Un pueblo de sacerdotes, que ofrece sacrificios espirituales. Una nación consagrada por Dios, que ha pasado de las tinieblas a la luz, asentada en Cristo, la primera piedra del edificio. La fe en Jesús es la que constituye a la iglesia. Aceptar al crucificado-resucitado, ésta es la piedra angular, que define a la iglesia como una nueva manera de ser y de vivir en relación con Dios y con los hombres.

Esa es la Piedra en la que tropiezan por ejemplo los sacerdotes de Israel, que parecen tener más dificultades que nadie en aceptar a Jesús. Se apunta aquí el tema de Jesús como piedra de escándalo. Jesús crucificado, locura para los griegos, escándalo para los judíos, fuerza de salvación para los creyentes, como dice Pablo en 1 Corintios 1.

En este texto se hace una velada pero clara comparación de la iglesia con el pueblo de Israel tal como aparecía en el Libro del Éxodo: este es el Nuevo Pueblo, llamado de las tinieblas a la luz, “de la esclavitud al servicio”, nación consagrada, adquirida por Dios, destinada a La Misión, a proclamar las hazañas del Señor, a ser mensajero de la Salvación.

José Enrique Galarreta, S.J.

Fuente Fe Adulta

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