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Fiesta de la Epifanía del Señor. 6 de enero de 2017

Viernes, 6 de enero de 2017

Leído en Koinonia:

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Isaías 60, 1-6

La gloria del Señor amanece sobre ti

¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti: tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos. Te inundará una multitud de camellos, los dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Sabá, trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor.

Salmo responsorial: 71

Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra.

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes:
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R.

Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra. R.

Que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributos;
que los reyes de Sabá y de Arabia
le ofrezcan sus dones,
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan. R.

Porque él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R.

Efesios 3, 2-6

Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos

Hermanos: Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro. Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa en Jesucristo, por el Evangelio.

Mateo 2, 1-12

Venimos de Oriente para dorar al Rey

Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:

“¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”.

Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron:

– “En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel””.

Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:

– “Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño, y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo”.

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

Y habiendo recibido en sueños un oráculo para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

***

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy
(6 de enero de 1978)

Queridos hermanos sacerdotes y fieles,

Distinguidos miembros de la Comisión Nacional de Justicia y Paz,

Estimados radio-oyentes:

 INTRODUCCIÓN

 DESDE TODOS LOS CONFINES VAN LLEGANDO A JESÚS

Esta noche esta Catedral repleta de fieles es protagonista de una procesión de siglos y de pueblo, que comenzó hace 20 siglos.

El profeta Isaías en la primera lectura de esta noche nos anunciaba cómo desde la oscuridad del mundo iban a surgir los pueblos en busca de aquella mística luz que brillaba en Jerusalén: LA LUZ DE DIOS. Y con una poesía maravillosa nos ha cantado esta noche el profeta esa Epifanía de un Dios que se hace presente a los pueblos; encontradizo a los que en las tinieblas, en las dudas, en la oscuridad BUSCAN. Buscan la solidez de una paz, de una alegría que al fin encontraron, precisamente -según nos ha contado el Evangelio de San Mateo también esta noche- aquellos magos qué fueron precisamente la primicia de esa profecía que comenzaba a cumplirse. Aquellos magos del Oriente son los que van como a la vanguardia de esa procesión de siglos y de pueblos. Y entonces comenzó a cumplirse lo de Isaías: “Que desde todos los confines van llegando a la cuna de Jesús a reconocerlo Dios, Rey, Salvador de los hombres”.

Nosotros ahora, esta noche, somos parte de esa procesión. ¡Dichosos los que con fe sienten la alegría inmensa de los magos de haber encontrado a Jesús! y los que aún no tengan esta fe -que ciertamente habrá personas que dudan todavía en esas tinieblas del mundo en esta hora de confusión- se preguntarán: ¿Y existe de verdad esa paz? ¿Y existe de verdad ese Cristo Salvador? ¿Existe acaso ese Dios que puede salvar estas situaciones tan horrorosas en que vivimos?

JORNADA DE LA PAZ. MENSAJE DE PABLO VI

Hermanos, terminamos precisamente 3 noches de reflexión.

Yo quiero felicitar muy cordialmente a los laicos de la Comisión Nacional de Justicia y Paz, que han hecho eco tan profundo al Magisterio de la Iglesia. Gracias a ellos hemos escuchado en esta misma cátedra las profundas reflexiones teológicas del Sr. Arzobispo de Panamá, uno de los grandes teólogos actuales de América Latina, enfocando el mensaje de Pablo VI no solamente en 1978, sino a lo largo de toda la historia de la Iglesia, que no ha sido otra cosa que proponer a los hombres un mensaje de paz, que se hace más enfático en estos tiempos cuando la paz se deteriora por la violencia y se oye el grito rotundo del Magisterio de esa Iglesia: “NO A LA VIOLENCIA, SÍ A LA PAZ”.

Escuchamos anoche también a un hombre que, viviendo en la profesión y en el mundo, recoge la sintonía de los hombres del siglo, de los hombres que en el mundo saben que tienen que mirar a este Magisterio, a esta Iglesia; y cuando se tiene el corazón noble, la intención sana, se oye a la Iglesia. No hay prejuicio contra ella y se escucha con el corazón limpio que la Iglesia tiene razón en su grito tan actual como eterno: NO A LA VIOLENCIA, SÍ A LA PAZ.

MENSAJE ESPECÍFICO DE PABLO VI PARA EL SALVADOR.

Y yo creo, hermanos, que es providencial que junto con este regalo del mensaje Mundial de Pablo VI, haya resonado también un mensaje específico para El Salvador. Que junto al mensaje de los ángeles en Belén se concretara como una homilía dirigida a los salvadoreños, aquel “Paz a los hombres” en el discurso de Pablo VI al Embajador de los salvadoreños ante la Sede Apostólica, para decirles que esta búsqueda sincera de los salvadoreños de la paz, que ha caracterizado estas noches, tiene una respuesta. Y que si el corazón salvadoreño sigue esta búsqueda con sinceridad la encontrará. Yo quisiera recoger toda esa esperanza de Pablo VI para sembrarla precisamente en el corazón de los salvadoreños y hacer de esta Epifanía, como los magos, nosotros salvadoreños encontrar a Cristo en los brazos de MARÍA, REINA DE LA PAZ, precisamente bajo el signo más bello de Jesús: La Paz, el don que simboliza todo el fruto de la redención. Aquel con que saludaba resucitado, libre ya de las ataduras de los pecados que habían sido ya redimidos, libre de los cerrojos de la muerte y del infierno que ha quedado ya clausurado bajo el imperio de la redención. En una sola palabra, todo su saludo a los hombres de buena voluntad: “PAZ A VOSOTROS”, “MI PAZ OS DOY”, no como la da el mundo. La paz, la que sigue ofreciendo esta Iglesia.

Entonces, Cristo, a quien San Pablo llama “Pax Nostra” -nuestra paz- porque Él reconcilió a los hombres con Dios y a los hombres entre sí y botando con su sangre el muro de odios de violencias, de rencores, de resentimientos, ha sembrado la condición ineludible de la Paz: la Justicia y el Amor. “AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS”.

De eso es eco Pablo VI cuando se refiere con una visión certera a nuestra realidad salvadoreña. En su discurso quisiera destacar yo estas 3 ideas y que sean como el mensaje final de estas noches maravillosas que ustedes, queridos hermanos presentes en la Catedral, han acentuado con su entusiasmo, con la acogida, con el hombre y la fe del pueblo que se expresa en ustedes. Expresión de una ansia de paz. Para nosotros habló el Papa.

1º. TRASCENDIENDO TODA DEBIDA CORTESÍA, QUEREMOS DARLE LA BIENVENIDA EN VD. A TODA LA REPÚBLICA DE EL SALVADOR Y A CADA UNO DE LOS HABITANTES SIN DISTINCIÓN ALGUNA.

La primera idea que yo encuentro en su discurso es que los salvadoreños miran a aquel centro de la Iglesia con esperanza, buscando la paz, y el Papa al abrir sus brazos al embajador, le dijo: “TRASCENDIENDO TODA DEBIDA CORTESÍA, QUEREMOS DARLE LA BIENVENIDA EN USTED A TODA LA REPÚBLICA DE EL SALVADOR Y A CADA UNO DE SUS HABITANTES SIN DISTINCIÓN ALGUNA”.

¡Qué amplio el corazón del representante de Cristo! Yo creo que en esta frase, hermanos, hay toda una Epifanía, hay todo el encuentro de un pueblo con aquel que representa a Cristo en la tierra para sembrar la Paz.

El Papa da ese grito que ha resonado en todo el mundo: NO A LA VIOLENCIA, SÍ A LA PAZ. Se hacía corazón salvadoreño para recibir sin distinción ninguna, trascendiendo toda cortesía, como quien dice: rompiendo moldes para que el corazón de todos los salvadoreños, sin distinción, se sientan muy cerquita del Papa. Y le decía que pensaba muchas veces en nuestra República con la solicitud de quien ve en los salvadoreños unos hijos muy queridos.

2º. UNAS ORIENTACIONES DE CARÁCTER SOCIAL

Aquí el segundo pensamiento del Papa: Unas orientaciones de carácter Social. “Sabemos bien -le dice el Santo Padre al Embajador- que la gran mayoría de los salvadoreños vive su existencia con una referencia ideal a su fe cristiana y no olvida las múltiples implicaciones prácticas que en lo personal, lo familiar y social, esa condición lleva consigo.

Todo esto hace surgir un conjunto de relaciones y expectativas a los que la Sede Apostólica y la Iglesia, fieles a su deber, no pueden menos de prestar atenta reflexión. Ante todo este reconocer y alabar el empeño del pueblo salvadoreño por mejorar sus condiciones generales de vida, partiendo de esa visión global del hombre y de la humanidad que le enseña la Iglesia”.

DESDE LA FE HAY QUE LUCHAR POR UNA LIBERACIÓN INTEGRAL

Hermanos, yo quiero sentirme orgulloso de ser salvadoreño esta noche, y decirle a todos mis compatriotas que nos sentimos profundamente elogiados por esta palabra del Papa que hace ver nuestras inquietudes sociales a partir de una visión cristiana, que hace ver en las luchas por nuestra liberación la trascendencia de una fe, que hace ver al revés de todos aquellos que nos han calumniado en nuestras luchas de Iglesia, que los salvadoreños no pueden romper esa relación entre sus preocupaciones sociales y sus referencias de fe; y que por eso la Iglesia, cumpliendo su deber, tiene que iluminar desde esa fe también estas realidades de la tierra, también esas preocupaciones de no tener pan, de estar marginados, de estar hambrientos, de ser pobre. La Iglesia se siente respaldada por todo el Evangelio y todo el mensaje de la Iglesia cuando el Papa ha hecho referencia a esa realidad salvadoreña.

El salvadoreño lleva su fe en el corazón, y desde su fe ilumina las realidades de la tierra. Y por eso no puede pensar en una fe desencarnada, en una fe como la del sacerdote y el levita que miran al herido y no hacen caso porque van a rezar. Una fe que solamente se concretara en ese alejamiento de las realidades dolorosas de la tierra no sería la fe que tiene relación con el dolor humano, con las situaciones difíciles de la tierra.

Bendito sea Dios que el Papa ha dicho que la Santa Sede y la Iglesia no pueden renunciar al deber de orientar a este pueblo que lleva en su corazón una fe trascendental muy profunda y desde su fe lucha por una liberación auténticamente cristiana.

Yo hago un llamamiento también, para que en esta lucha renunciemos a liberaciones meramente temporales, a liberaciones que no trascienden más allá de la historia, a liberaciones que quieren resolver las cosas con odio, con violencia y con lucha. No es ese el modo de ser de los salvadoreños, es una deformación del corazón. Cuando en el corazón de un noble salvadoreño se enciende el odio, la lucha, el secuestro, el crimen, la sangre, no es un salvadoreño auténtico, no hace honor a su patria y a su fe, es un traidor de esa trascendencia que nosotros hemos -diría- amamantado en el mismo pecho de nuestras madres.

VISIÓN GLOBAL DEL HOMBRE

Cuando el Papa evoca esa visión global del hombre que ha aprendido en la Iglesia, cita su propia Encíclica Populorum Progressio en el No. 13 y 14, donde el mismo Papa dijo hace muchos años: “Que la Iglesia, tomando parte en las mejores aspiraciones de los hombres y sufriendo al no verlas satisfechas, desea ayudarlos a conseguir su pleno desarrollo”. Y esto precisamente porque ella les propone lo que ella posee como propio: una visión global del hombre y de la humanidad. La Iglesia se siente orgullosa de poder decir esta frase: “el desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre”. Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera.

Sepamos, hermanos, que hay quien nos comprende, quien comprende nuestras inquietudes de hombre: LA IGLESIA. Es humana y divina, y como humana sabe que no tiene nada humano que le sea extraño. Todas nuestras inquietudes humanas repercuten en su corazón y sabe que como hombre todo ser humano tiene derecho a ese desarrollo que es el nuevo nombre de la paz. Un desarrollo que no consiste sólo en tener más, sobre todo económicamente, sino en desarrollarse plenamente todo el hombre, todas sus facultades, su vocación divina sobre todo.

3º. UNA ORIENTACIÓN DE FE EN LAS RELACIONES IGLESIA-ESTADO

Y finalmente este tercer pensamiento del Papa en su discurso: Una orientación de fe en las relaciones Iglesia-Estado.

“La Iglesia -dice el Papa al Embajador de los Salvadoreños- promueve y alienta esas aspiraciones dentro del ámbito de su propia competencia específica. Por esto, mientras en ese país (El Salvador) reivindica la imprescindible libertad para predicar la fe, enseñar su doctrina moral y social, y ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna, ella -la Iglesia- desea siempre respetar las competencias del poder temporal en su esfera propia y aceptar un diálogo constructivo con las autoridades civiles, con miras a mejor servir la vocación personal de quienes son a la vez fieles y ciudadanos”. Cita el Papa en este lugar la Constitución del Concilio, en aquel punto en que en su relación con el mundo habla de las relaciones entre la Iglesia y la comunidad política. Las dos tienen como sujeto al hombre en su vocación de ciudadano de la tierra y en su vocación de fiel seguidor de Jesucristo.

Por eso no debía haber conflictos entre estas autoridades que deben procurar el bien común, la felicidad del hombre en la tierra, al mismo tiempo que respetarle su vocación eterna, sus orientaciones hacia lo celestial, su espiritualidad, el desarrollo de toda la intimidad del hombre como cristiano. Por eso el Papa reivindica para El Salvador la libertad de la Iglesia, así como recuerda que la Iglesia respeta también la autonomía del poder civil y aboga por un diálogo constructivo, cuyo único objetivo no es sacar ventaja, privilegios. La Iglesia tiene que renunciar a ellos cuando su testimonio se empaña en esa relación; pero, en cambio, tiene que buscar el diálogo con miras a mejor servir la vocación personal de quienes son a la vez fieles y ciudadanos.

Hermanos, éste es el ideal de la Iglesia: llegar a esa sana cooperación para buscar juntos -el gobierno encargado del bien común de la tierra y la Iglesia responsable de las orientaciones de la vocación eterna del hombre- una vocación que no está descoyuntada entre la tierra y el cielo, sino la vocación que unifique para felicidad del pueblo, para unidad de desarrollo de cada individuo su vocación de ciudadano y de fiel.

EL “NO A LA VIOLENCIA” CONCRETADO EN EL SALVADOR

Por eso termina el Papa señalando los frutos de estas orientaciones: “La Iglesia, en efecto, cree -son palabras del Papa- que este es el camino para prevenir males, superar un clima de violencia que por desgracia ha causado a veces lutos también en el campo eclesial”. He aquí el Papa concretando su NO A LA VIOLENCIA en el ambiente salvadoreño: “Si se siguieran estas orientaciones cristianas -dice- prevendríamos los males, se superaría ese clima de violencia que ha llevado el luto y tiene sumergida en luto a la Iglesia y a muchos hogares”.

Como ven, el Papa no cancela el pasado, lo recuerda. Pero lo recuerda con una esperanza de que no se vuelva a repetir, que busquemos por el camino de una concordia bien entendida el superar ese clima de violencia. Ese NO A LA VIOLENCIA para 1978 tiene que buscarse por estos caminos que el Papa acaba de señalar. “Y también, será -dice el Papa- el camino para llegar a construir una atmósfera social en la que se enmienden adecuadamente injusticias evidentes que impiden que los bienes creados lleguen de manera equitativa a todos, bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad”. Son palabras del Santo Padre reconociendo esta triste realidad salvadoreña: una atmósfera social donde los bienes creados por Dios no llegan a hacer felices a todos los salvadoreños. Y es necesario que, en un ambiente de justicia y de amor fraterno, sintamos que esta República tan bella, que estas tierras tan fértiles, que estos cielos tan lindos de El Salvador, sean alegría de todos los salvadoreños; que todos nos sintamos hermanos cobijados por los dones del mismo Dios para todos.

EL “NO A LA VIOLENCIA” CIMENTADO EN LA JUSTICIA

Por eso, hermanos, el NO A LA VIOLENCIA tiene que estar cimentado sobre fundamentos de justicia. En Medellín, los Obispos de América Latina -aprobados por este mismo Papa- dijeron que la paz en el continente no será posible mientras no se construya un orden más justo, que la paz no es ausencia de guerra, la paz no es miedo de represión, la paz no es equilibrio de dos poderes que se tienen pavor. La paz es el fruto de la justicia, la paz será flor de un amor y de una justicia en el ambiente. Sí a la Paz, dice el Papa, sí a Dios, sí -diríamos nosotros- a la justicia, sí al amor, sí a la comprensión de todos los salvadoreños. Sólo así tendremos esa afirmación neta de la Paz.

UN LLAMAMIENTO A TENER PAZ Y A CELEBRAR LA EUCARISTÍA

Queridos hermanos, esta es nuestra Epifanía, una Epifanía que nos ha presentado a Cristo bajo este nombre de Paz. Él es nuestra paz. Que estos inicios de 1978, bajo este augurio de la paz que tan intensamente ha resonado en esta Catedral y, a través de la radio, en muchos hogares, sea verdaderamente un llamamiento a la conversión. Que quienes no tienen sentimientos de paz porque tienen mucho egoísmo en su corazón, se conviertan al amor; quienes están lejos de la paz porque tienen sus manos manchadas de sangre y de crímenes, se laven en el arrepentimiento y sientan que también para los pecadores y los criminales hay paz cuando hay arrepentimiento y amor. Un llamamiento a tener paz en los hogares. Que haya reconciliación, que haya amor, que Cristo esté presente en toda la República y en cada uno de los salvadoreños.

La homilía -que no es mía- sobre la paz, se inició en el Vaticano junto al Papa. Se hizo eco grandioso a través de la Comisión Nacional de Justicia y Paz. Vinieron a predicarla de otros lugares, de otras Iglesias. Escuchamos la simpatía de Panamá con El Salvador, escuchamos hombres del mundo de la profesión. La paz ha sido predicada, gracias a Dios.

Ahora la homilía termina donde debe terminar: un llamamiento a celebrar la Eucaristía. Un llamamiento a decir: esta palabra no es simple palabra, esta palabra es vida, es Cristo en el misterio de su muerte y de su resurrección. Cristo que vive dándonos su paz, esperando que nosotros no prefiramos las tinieblas a su luz. Y que la luz de Epifanía, luz de paz, luz de amor, luz de Justicia, llene los ámbitos de El Salvador.

Vamos a celebrar, hermanos, esta Eucaristía. Y quiero agradecer a los queridos sacerdotes el darle esa solemnidad de la concelebración; y a todos ustedes, su presencia, que la convirtamos ya en una plegaria fervorosa para que en la sangre de Cristo que vamos a adorar, y ese cuerpo que se da por nosotros, sea el precio por el cual quede pagado todo pecado, toda iniquidad, todo lo que haya sido ofensa a la paz y que en cambio el Señor nos repita también a los salvadoreños, esta noche, desde su altar: “MI PAZ OS DEJO, MI PAZ OS DOY”. Así sea.

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