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Santa María Magdalena

Martes, 26 de julio de 2016

Magdalena

Advertencia: Esta pequeña reflexión fue escrita a mediados mayo, es decir, un poco antes de que nos sorprendiera la noticia el día 10 de junio de que por expreso deseo del Papa Francisco la celebración de Santa María Magdalena haya sido “elevada” a Fiesta. ¿Nos leyó el corazón?

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¿Humildad? no, más bien hay que llamarlo “invisibilidad” o incluso “ocultamiento”. Las grandes mujeres de nuestra historia cristiana a penas encuentran hueco en nuestra liturgia. Hoy celebramos la “memoria obligatoria” de Santa María Magdalena, la Apóstol de los apóstoles (como se la reconoció en el siglo IX) y ni siquiera se celebra en la liturgia como “fiesta”, solo como “memoria obligatoria”.

Nuestra liturgia hace tiempo que necesita una buena reforma, una que nos muestre a la mujeres, a las que han sido grandes referentes, las modelos de nuestra fe “ocultadas” durante demasiado tiempo.

Hoy deberíamos celebrar la “Solemnidad” (que es más que ‘fiesta’) de Santa María Magdalena y hablar de esta mujer no como de una prostituta penitente (como se ha hecho) sino como lo que fue en verdad: una discípula fiel. La última en marchar al pie de la Cruz y la primera en regresar en la mañana de Resurrección.

Fue a ella y no a otra u otros a quien eligió el Resucitado para anunciar la Buena Noticia de su VIDA con mayúsculas. Fue una mujer la primera testigo de la Resurrección, la primera en reconocer a Jesús en su vida recién estrenada. Ella anunció, aunque la tomaron por loca. Ella anunció, aunque sabía que la palabra de una mujer no era tenida en cuenta.

Y fue ella quien con su desconcierto y con su llanto le robó el primer abrazo al resucitado. Aquella primera mañana de Pascua el duelo y la impotencia le devolvieron la identidad perdida: ¡María! Y al oír su nombre, con el timbre inconfundible de la voz del Maestro, el miedo y el desconsuelo desaparecieron para siempre.

Ella que había sabido acompañar a Jesús por los caminos (Lc 8, 1-3), dejándolo todo, arriesgándolo todo, es también la primera en inaugurar el nuevo camino que amanece en la mañana de Pascua.

No, María Magdalena no es la eterna penitente vestida de saco y cenizas. María Magdalena es la mujer fiel y feliz, arriesgada y con autoridad que emprende la hermosa labor de anunciar a todas las gentes. Ella, como los primeros apóstoles, también contó lo que había vivido con el Maestro y su experiencia, tan rica y tan válida como la de ellos ha sido y es instrumento del Reino.

Sin las mujeres en la Iglesia no habría “mañana de Pascua”, si acaso tarde porque ellos, los varones, no madrugaron para ir al sepulcro.

Ahora te invitamos a leer la noticia del 10 de junio.

Fuente:  Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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