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Corpus Christi. 29 mayo, 2016

Domingo, 29 de mayo de 2016

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“Cuando los apóstoles regresaron, le contaron cuanto habían hecho. Y Jesús, tomándolos consigo, se retiró aparte, hacia una ciudad llamada Betsaida. Pero las gentes lo supieron y le siguieron. Y él, acogiéndolas, les hablaba del Reino de Dios y curaba a las que tenían necesidad de ser curadas.”

Este es el pórtico del pasaje evangélico que conocemos como “la multiplicación de los panes”, que es el que este año nos propone la Iglesia para celebrar el Corpus Christi. ¿Qué puede decirnos hoy esta fiesta, que surge en la Edad Media  como una celebración de la Presencia de Jesús en la Eucaristía? Con este evangelio, la Iglesia nos ofrece una respuesta: volvamos nuestra mirada aún más atrás, a la vida misma de Jesús y al tiempo de las primeras comunidades cristianas que nacen de su Resurrección.

Para estas primeras comunidades, esta escena debió de ser tan esencial que aparece recogida  en los cuatro evangelios como una profundísima catequesis sobre la Eucaristía. La Presencia de Jesús en la Eucaristía se nos presenta en estos relatos como indisolublemente unida a:

  • la Comunidad de discípulos y discípulas que se deja incorporar a Cristo (“tomándolos consigo”) y, así, es introducida en misterio de Dios Trinidad (“se retiró aparte”);
  • y a esta misma Comunidad que, desde esta profunda comunión, se entrega, en pobreza y humildad, a la humanidad más herida y necesitada (“dadles vosotros de comer”).

Es a través de este doble movimiento como Jesús se hace Eucaristía, presencia viva en el mundo.

Podemos, pues, acoger hoy este evangelio dejándonos “tomar” por Jesús, que, como a los primeros discípulos, nos incorpora a su propio cuerpo y “se retira aparte”,  es decir, se adentra en su relación con el Padre. Permitamos que, con nosotras en su corazón, Jesús “acoja a las gentes que lo buscan” y se les entregue anunciándoles el Reino (la presencia de Dios) y sanando sus corazones y sus vidas. Dejemos resonar en nuestro interior su poderosa invitación: “dadles vosotros de comer”. Pongamos en sus manos nuestra pobreza para que Él la llene de su Presencia y nos la devuelva convertida en alimento de Dios para ser entregado a nuestros hermanos y hermanas.

Oración:

Tómanos, Señor Jesús, en tu corazón y haznos Comunidad. Toma nuestra pobreza y devuélvenosla llena de tu Santo Espíritu, para que podamos entregarla a nuestros hermanos y hermanas como alimento del Reino de Dios.

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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