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“¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”. Domingo 20 de diciembre de 2015. 4º de Adviento

Domingo, 20 de diciembre de 2015

04-advientoC4De Koinonia:

Miqueas 5, 1-4a. De ti saldrá el jefe de Israel:
Salmo responsorial: 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Hebreos 10, 5-10: Aquí estoy para hacer tu voluntad.
Lucas 1, 39-45: ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

Miqueas, de quien está tomada la primera lectura, vivió en el reinado de Ezequías. Cuando el modesto profeta llegó a la corte, se encontró con Isaías, de quien al parecer recibió influjo literario, aunque siempre conservó su estilo personal.

Miqueas atacó sobre todo a los poderosos que abusan del pobre para robar y oprimir, a los jueces corrompidos, pero compuso también magníficos poemas de salvación, entre los que sobresale la profecía sobre Belén. El Mesías esperado nacerá en Belén, pequeña población de Judá y hará que los seres humanos puedan vivir tranquilos y Él será nuestra paz.

La segunda lectura está tomada de la carta a los Hebreos. Supuestamente Pablo compara la obra cultual de Cristo con la del Antiguo Testamento, y el sacrificio de Cristo con los antiguos “sacrificios” religiosos. A través de esta comparación se nos muestra con profundidad la naturaleza y finalidad de la encarnación. El sacrificio de Cristo tiene lugar de una vez para siempre y no consiste tanto en la inmolación de una víctima, cuanto en la comunión con el Padre, a la que todos somos invitados. En lo sucesivo no habrá una religión de ceremonias y de ritos, sino una religión “en Espíritu y en Verdad”. La voluntad de Dios no ha sido la muerte del Hijo, sino el hacer partícipe a su Hijo de la condición humana con el suficiente amor para que todo lo humano quedara transformado. La sangre del Hijo, más que ofrenda para aplacar a un Dios justiciero, es don a los seres humanos de un Dios lleno de amor. Nuestra santificación consiste en vivir “en Espíritu y en Verdad” esa amistad con Dios. Aquí radica la esencia del Espíritu religioso.

Acercarse a celebrar el nacimiento de Jesús conlleva recordar la condición de mujer y la fe de María. El episodio llamado de la visitación, del evangelio de Lucas nos relata el encuentro de dos mujeres madres. María, la galilea, va a Judá, la región en la que un día el hijo que lleva dentro de ella será rechazado y condenado a muerte (Lc 1,39). Ante el saludo de la joven, el niño que Isabel está a punto de dar a luz “salta de gozo” (vv. 41 y 44). La madre alude poco después a lo que siente dentro de sí; se trata de la alegría del niño –el futuro Juan Bautista- alrededor de quien habían girado hasta el momento los acontecimientos narrados en este primer capítulo de Lucas. Juan cede ahora el paso a Jesús. El gozo es la primera respuesta a la venida del Mesías. Experimentar alegría porque nos sabemos amados por Dios es prepararnos para la navidad.

Isabel pronuncia entonces una doble bendición. Como ocurre siempre en manifestaciones importantes, Lucas subraya que lo hace “llena del Espíritu Santo” (v. 41). María es declarada “Bendita entre las mujeres”(v. 42), su condición de mujer es destacada; en tanto que tal es considerada amada y privilegiada por Dios. Esto es ratificado por el segundo motivo del elogio: “Bendito el fruto de tu vientre” (v.42). Este fruto es Jesús, pero el texto subraya el hecho de que por ahora está en el cuerpo de una mujer, en sus entrañas, tejido de su tejido. El cuerpo de María deviene así el arca santa donde se alberga el Espíritu y manifiesta la grandeza de su condición femenina. En su visitante, Isabel reconoce a la “madre del Señor” (v 43), aquella que dará a luz a quien debe liberar a su pueblo, según lo anunciaba el profeta Miqueas (5,2-5).

Bendecir (bene-dícere) significa hablar bien, ensalzar, glorificar. Con anterioridad al nacimiento de Jesús, aparecen en los evangelios bendiciones por parte de Zacarías, Simeón, Isabel y María. Todos bendicen a Dios por lo que hace. Pero, al mismo tiempo, Jesús bendice a los niños, a los enfermos, a los discípulos, al Padre. Toda bendición va dirigida a Dios. La oración de bendición es, sobre todo, alabanza de acción de gracias. De este modo celebramos la Eucaristía. Pero también la bendición se extiende a todas las criaturas incluso a las inanimadas: ramos, ceniza, pan y vino. Son bienaventurados los santos y especialmente “bendita” es María, la madre de Jesús.

El Espíritu Santo ayuda a Isabel a pronunciar una bendición: “¡Bendita eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre!”. Desde entonces, millones de veces lo hemos dicho todos los cristianos en el “Ave María”. Son benditos, bienaventurados o dichosos los que creen en Dios, los que practican la Palabra, los que dan frutos, los pobres con los que se identifica Jesús.

María creyó. Ésta fue su grandeza y el fundamento de su felicidad: su fe. María se convierte en maestra de la fe, aceptando cuanto se le anuncia de parte de Dios aunque ella no se pudiera explicar el modo como se realizaría aquel plan. Toda la vida de María se fundamenta en su fe, en la adhesión que ha prestado desde el primer momento a la revelación que llegó hasta ella.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 132, «De visita en Ain Karem», de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil. El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1600132 Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap132b.mp3

Para la revisión de vida

¿Cómo voy a vivir esta semana de adviento-navidad?

¿Cómo voy a acoger el misterio del Dios humanado en Jesús?

¿Cómo vivir y expresar con todos los que me rodean la ternura de Dios hecho niño para que nosotros vivamos el mismo amor con la misma ternura? (Tomar decisiones concretas para esta noche de nochebuena: respecto a las personas con las que convivo, a los parientes, los vecinos, los amigos y conocidos, los lejanos…).

Para la reunión de grupo

– Navidad: ¿vuelve a nacer Jesús? ¿Qué es lo que realmente celebramos?

– La Navidad y la Nochebuena están cargadas de símbolos, de riqueza cultural, de tradiciones familiares, de un imaginario social, de una tradición social llena de publicidad comercial… ¿Se puede distinguir el trigo de la paja? ¿Qué sería lo esencial cristiano de la Navidad?

– ¿Qué quiere decir realmente el hecho del nacimiento «virginal» de Jesús? ¿Es una afirmación, de qué género: físico, biológico, histórico, teológico…? ¿Cómo conciliar el nacimiento virginal de Jesús, tan especial, y la voluntad de Dios de encarnarse y anonadarse, “pasando por uno de tantos”? ¿Están en contradicción?

– El libro de Roger Lenaers, «Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo» (Abya Yala, Quito 2008, colección Tiempo Axial, cap. 9, pág. 104), presenta un estudio sobre la necesidad de re-comprender la Navidad: celebramos lo mismo que la cristiandad medieval celebró, pero no podemos expresarlo ni entenderlo de la misma manera, cuando estamos actualmente en una visión post-medieval, sin dos pisos, no heterónoma. Podemos seguir celebrando, no ingenuamente, sino con una «segunda ingenuidad»…

Para la oración de los fieles

– Por todos los hombres y mujeres del mundo, especialmente por los más necesitados, para que un día acojan la venida del Enmanuel, Dios-con-nosotros, roguemos al Señor

– Para que nuestra vida sea testimonio de la eficacia de la venida de Dios en Jesús…

– Para que el ambiente social navideño vaya acompañado en nuestras vidas por una vivencia intensa del misterio de la navidad…

– Por todos los que están lejos de sus hogares, o no tienen familia, o están en soledad obligada o voluntaria; para que experimenten la comunión y el amor por encima del cerco soledad que les rodea…

– Para que el ambiente de la navidad propicie en nuestros hogares el necesario clima de amor y ternura que durante la vida diaria tenemos olvidado con frecuencia…

Oración comunitaria

Dios, Padre Nuestro, que en Jesús nos has dado tu Palabra, hecha carne y sangre, fuerza y ternura, muerte y resurrección; te pedimos nos inspires para seguir sus pasos por el camino que él nos trazó, abrazando en nuestro caminar hacia ti a todos los hermanos y hermanas. Por Jesucristo Nuestro Señor.

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