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Dom 20 9 15. Y Jesús, poniéndole en medio de todos, dijo: Éste es Aylan

Domingo, 20 de septiembre de 2015

12009624_322511787872848_2495163546598535740_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 25 del tiempo ordinario. Ciclo b. Mc 9, 30-37. Quizá se llamaba Ben-Barek (Hijo de la Bendición), o Ben-Anie (Hijo del Dolor), el niño al que Jesús puso en el centro de su grupo, pero este domingo le ha llamado Aylan (el Niño de la Playa de Turquía, junto a Siria).

Muy cerca de allí, en una isla del Gran Mar, llegó en otro tiempo, a otra playa, Afrodita, en una Concha Marina, como dice el mito griego, radiante de hermosura, para encender en amor la vida de los hombres. Pero la misma Afrodita se ha escondido avergonzada este domingo, porque han dejado morir al niño Aylan, a quien el mar ha devuelto en la playa.

Y la foto del niño Aylan, varado en una playa de muerte, ha sacudido nuestra conciencia satisfecha. Se ha dicho ya casi todo de esa foto, y yo pensaba estar callado, pero el evangelio de este domingo vuelve a sacudirme como el niño de la playa.

La antigua Afrodita no sabe decir nada, está llorando (como Raquel en Mt 2, 16-18). Pero ella deja hablar a Jesús habla, de la manera más fuerte y cariñosa, más dura y más íntima este día. Desde ese fondo he vuelto a leer lo que dice el texto antiguo:

“Y Jesús, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándole, les dijo: “Éste es el más grande…”.

No sabemos cómo se llamaba (Aylen, Ben-Barek, Ben-Anie, Antoñito…). No sabemos si era judío, árabe de Siria, kurdo o cristiano… Pero sabemos que era niño, y eso basta.

Un “destino perverso”, trazado con la sombra de Caín, le trajo hasta la playa, y le ha puesto ante el foco de millones de miradas… como a aquel niño al que Jesús puso en el centro de los Doce famosos, en el sagrario de su Iglesia, en el verdadero Vaticano, para decir a todos: Éste es Dios, éste soy yo, éste es el más grande (judío o cristiano, kurdo, árabe o ruso…), simplemente un niño.

El niño Aylan no debía haber muerto.

Nuestro destino violento le ha matado, no el Dios de Jesús, que quería haberle acogido, abrazado y bendecido, para ponerle en el centro del hogar de la nueva humanidad.

El Dios de Jesús, que es Dios de niños, nos sigue hablando en el evangelio de este domingo, como indicará el comentario que sigue. Buen fin de semana a todos, pero no olvidemos al niño del centro del corro de Jesús, que es el corro de la humanidad, de todos los pueblos, de todas las religiones… No olvidemos al niño de la playa.

. Un niño en el centro (Mc 9, 33-37).

Mc 9, 33 Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntó a los Doce discípulos:
¿De qué discutíais por el camino? 34 Ellos callaban, pues por el camino habían discutido sobre quién era el más grande.
35 Y sentándose llamó a los doce y les dijo: El que quiera ser el primero, hágase el último de todos y el servidor de todos. 36 Luego tomó a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: Quien reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino al que me ha enviado.

Los discípulos discutían ¿De qué dicutímos nosotros?

No hablaban, iban discutiemdo. Caminemos con ellos, pues se han separado del maestro y discuten por su cuenta; piensan que Jesús no atiende, pero él oye y pregunta: ¿De qué hablabais? (9, 33-34):

— Podrían hablar de la exigencia de dejarlo todo y seguir a Jesús, superando los lazos de una sociedad egoísta para ofrecer así un espacio de vida en amor para todos (sobre todo para niños). Quieren tener seguridad y dinero, a costa de los otros (sin interesarse de ellos), dejando que los niños del mundo sigan teniendo hambre.

Jesús les acaba de decir que han de estar dispuestos a dar lo que tienen y a entregar la propia vida por el bien de los demás, incluidos sobre todo los niños. Ellos pueden contestar que Jesús es gente dura, que es sabio pero un poco intransigente en cuestiones como esas… Otros podrían añadir que en un grupo como el nuestro no hay lugar para ternuras de niños.

— Por eso, los discípulos no hablan, sino que discuten sobre quién es (o debe ser) más grande (9, 34). El tema podría personalizarse diciendo que han surgido envidias, deseos de liderazgo, disputas sobre privilegios. Suele suceder: Jesús no es dictador, no impone su dominio por la fuerza; lógicamente, su grupo tenderá a escindirse en grupitos de influjo o prestigio (como sucedía entre los israelitas antiguos,cf. Núm. 14 y 16, como sucede en nuestro tiempo, pues todos quieren mandar…

Ciertamente, pueden decir que se trata de una discusión de principios: precisamente allí donde Jesús, partiendo de su propia utopía sentimental, poco ajustada a la realidad, parece haberse inhibido (no organiza el poder) tienen que hacerlo ellos, sus discípulos: tienen que aprender a mandar en serio, a organizar la economía mundial, con realismo… Las cosas son como son, y la muerte de niños como Aylan es un simple y pequeño daño colateral.

Los discípulos no quieren entender

No tenemos derecho a criticar su sed de mando. Están siguiendo a Jesús, y eso supone que aceptan de algún modo su ideal de reino, es decir, de nueva humanidad. Pero, como humanos, deben traducirlo en cauces de poder.

— Hacen lo que han hecho y siguen haciendo las organizaciones sagradas (iglesias) de la tierra: acogen a Jesús, pero luego lo interpretan, rechazando de hecho su angelismo, su ingenuidad, su falta de contacto con los poderes reales de la tierra.

— Hacen lo que tienen que hacer los políticos del mundo... Buscar formar de organización del poder, partidos políticos, estados, para mandar mejor, para organizar el mundo por la fuerza.

Por eso conspiran a la espalda de Jesús, es decir, a la espalda de los valores humanos… y pueden añadir que lo hacen para bien de Jesús, introduciendo un correctivo en su proyecto de evangelio. Es como si fuera necesaria una doble verdad, un doble lenguaje. Para que pueda triunfar, el proyecto mesiánico de Jesús (verdad utópica) requiere organización de poder, excelencia, supremacía de algunos…y ellos parecen dispuestos a crearla (verdad concreta).

El gesto de Jesús

Pero Jesús desenmascara ese falso realismo de sus seguidores. Sólo superando la lógica y deseo de poder se puede edificar el reino de la humanidad, un mundo donde Aylan y los niños (Ben-Barca, Antoñito…) puedan vivir en amor y crecer en vida.

Así sigue la escena. Jesús llega a la casa, lugar de su grupo, signo y verdad de la iglesia (como en Mc 3, 20-35), no para criticar a los de fuera (escribas y familiares) sino a sus propios seguidores. Pues bien, en este nuevo contexto de evangelio, supongamos que él llega a la playa de Aylán:

–a: Principio: inversión (9, 35). Jesús se sienta en la cátedra, convoca a los Doce (poder eclesial) y dice: ¡Quien quiera ser primero hágase el último… !).

Querían construir la iglesia en bases de poder, desde el mayor y primero (meidson, prôtos). Pero él no necesita mayores ni primeros, busca últimos y servidores (eskhatoi, diakonoi). Quiere personas que sepan ponerse al final, para ayudar desde allí a los otros, superando la lógica del mando. Al hablar así, no ha criticado un simple vicio de egoísmo sino que ha invertido las mismas estructuras de la vieja sociedad, edificada a partir de los poderosos3.

–b: Gesto simbólico: llama a un niño (9, 36).

Los discípulos se creen importantes porque pueden ordenar la estrategia del reino de Dios. Para que funcione un grupo humano hacen falta dirigentes. Pero allí donde ellos mandan, los inútiles (y niños) quedan dominados, en segundo plano, pues no pueden imponerse todavía. Allí donde dominan los fuertes (los Asad y los de Isis, del USA y los de la OMC) los niños siguen muriendo en cualquier playa. Pues bien, para invertir ese modelo de mundo y de mando, Jesús toma a un niño, realizando con él dos signos:

– Gesto de autoridad: Jesús pone al niño al centro de todos (estêsen auto en mesô autôn).

Buscan ellos el centro, pero el verdadero centro de la Vida de Dios está ocupado ya por el más niño a quien Jesús coloca en pie, en señal de autoridad, en medio del corro donde él mismo se había situado en Mc 3, 31-35, convirtiéndole en jerarquía máxima.

En centro y sentido de la vida no es la CIA, ni un Estado (como España o Catalonia), ni el FM, ni ninguna sigla de poder…El centro es el niño en la playa de la vida, donde llegó un día Afrodita para que hombres supieran de amor, donde quedó varado el otro día el Niño Aylan.

– Gesto de amor: Jesús le abraza (enankalisamenos).

Buscaban los discípulos poder, habían empezado a conspirar. Pues bien, Jesús descubre y vence su conspiración ofreciendo amor (abrazando) a un niño. De esa forma, la autoridad (ponerle en medio) se vuelve ternura: el niño es importante porque está a merced de los demás y necesita cariño. Jesús se lo ofrece haciendo su iglesia lugar para el abrazo.

– a’: Enseñanza conclusiva: recibir al niño (9, 37)

El servicio (ser último, hacerse servidor) se expresa como acogida familiar del niño. Estamos en un mundo donde los niños sufren las consecuencias de la lucha por el poder: son el último eslabón de una cadena de opresiones, de forma que al final quedan sin casa (sin familia, sin comunidad).

Contra esa situación habla Jesús: ¡Quien reciba (dexêtai) a uno de estos niños…! Ellos son signo mesiánico, expresión de autoridad, son el mismo Dios sobre la tierra.

Pero no se trata sólo de recibir el niño… sino al niño con su madre y con su padre, al niño con su familia… Se trata de recibir y acoger a los que vagan por todos los caminos de la soledad, perseguidos, hambrientos…

Había en aquel tiempo niños sin familia, pobres sin casa o afecto. Pues bien, Jesús les declara centro y sentido de la iglesia. De esa forma, lo que empezaba siendo pregunta sobre el poder, entendido como signo de Dios sobre el mundo (¿quién es más grande?), desemboca en exigencia práctica de inversión del poder, de anti-jerarquía: (la esencia de la iglesia consiste en suscitar campo de vida, autoridad y afecto, para los necesitados, esto es, para los niños!

La iglesia y los niños. Un tema de poder, un tema de hogar

El problema de la iglesia no se soluciona sabiendo quién domina en ella, quién controla u organiza el poder sacral, magisterial o ministerial, sino acogiendo de hecho a los niños (es decir, a los menos importantes).

No quiero hablar ya de la sociedad en general… de los estados y naciones, sino de la Iglesia, pues de ella trata este evangelio… y así empezaré diciendo que los niños han de ser el centro de una comunidad donde todos deben encontrarse acogidos.

Así pasamos del ámbito privado de un pequeño hogar (con unos padres que se ocupan de sus hijos) al espacio comunal de la iglesia donde los niños (unas veces con padres, otras sin ellos) forman el centro de identidad y cuidado del grupo entero. La misma iglesia viene a presentarse de esta forma como ámbito materno, casa en que los niños encuentran acogida, siendo honrados, respetados y queridos.

La Iglesia no es (no debería ser) un grupo dominados por sabios ancianos (una gerontocracia), no es sociedad de sacerdotes poderosos o influyentes, un sindicato de burócratas sacrales, funcionarios que escalan paso a paso los peldaños de su gran pirámide de influjos, poderes, competencias (y también incompetencias). Conforme a este pasaje, la iglesia es ante todo hogar para los niños, espacio donde encuentran acogida y valor los más pequeños.

Éste es el mensaje radical del evangelio: Precisamente allí donde Juan Bautista anunciaba el fin del mundo (en fuerte crisis social), de manera que no merecía la pena traer niños al mundo para que mueran así en cualquier plaza…, empieza el mundo de los niños: merece la pena haber nacido, tiene sentido la existencia.

La iglesia no puede decir esto con teorías o estructuras siempre repetidas de autoridad impositiva, sino convirtiéndose ella misma en hogar para los niños, por encima del deseo del de los hombres dominadores, por encima de los esquemas de poder que buscan sus discípulos.

–Los niños no tienen que hacer nada, sino simplemente ser y recibir aquello que les ofrezcamos. No deben conseguir ninguna meta; no tienen que esforzarse por lograr influjo por encima de los otros. Su valor está en su propia pequeñez. No han de luchar para volverse símbolo de Cristo: lo son en sí, por encontrarse en manos de los otros.

–Esa misma debilidad de los niños suscita un compromiso de todos. Los miembros de la nueva casa cristiana han de ofrecer para ellos lo que son y tienen. La casa cristiana no es Bet-Anie, casa de quebranto, sino Bet-Barka, casa de bendición, donde se acoge a todos, empezando por los niños, por ser más necesitados.

–La comunidad cristiana se hace grupo especializado en recibir a los niños. La palabra clave del texto es recibir (acoger: dekhomai). Ella había aparecido en 6, 11: los misioneros de Jesús necesitaban acogida. Ahora son ellos, los discípulos de Jesús, los que deben ofrecer ayuda. Frente a la institucionalización del poder que proponían (¿quién es mayor?), instituye Jesús una familia para la acogida integral de los pequeños.

Quiénes son los niños

Los niños a que alude el texto no importan por judíos (de buena raza), ni tampoco por cristianos (iniciados, bautizados) sino simplemente porque son seres humanos que están necesitados, en manos de los otros. Ellos, los niños, son (han de ser) el centro de la Iglesia.

Jesús supera así todo sacralismo eclesial y toda autoridad interpretada como signo de Dios (en la línea que propugnan los discípulos). Frente a una sociedad de presbíteros, padres patriarcales donde los humanos importan por aquello que aprenden y saben (por sexo, ley, función) surge aquí una sociedad de madres que se ocupan ante todo del bien y la felicidad más honda de los niños (necesitados). Es evidente que Jesús funda su iglesia como hogar materno para ellos.

Jesús no es mujer ni madre, en el sentido convencional del término; pero ha dado primacía a la función tradicional de la mujer. Su forma de abrazar a un niño rompe los modelos del varón mediterráneo y judío, educado para el sexo y honor, la autoridad y trabajo. Aquí aparece un Jesús escandaloso, mesías de ternura que no sólo abraza a los niños en grupo sino que propone ese gesto como signo de identidad de su discipulado y reino.

El mismo niño aparece así como autoridad, signo del mesías ((quien le recibe a mi me recibe). En el espacio central de la iglesia, abrazado a Jesús, encontramos a un niño. Ambos, Jesús y el niño, forman la verdad mesiánica. Con esta imagen desaparecen los modelos de dominio (ser más grande, ser primero). El mayor y primero es el niño, no hace falta buscar más. A partir de ahí se puede hablar de iglesia: (Quienes acogen al niño, ofreciéndole espacio para el abrazo en el centro de la casa, esos son comunidad cristiana!

El tema biológico (madre o padres del niño) sigue siendo importante, queda en segundo plano. Lo que importa y crea iglesia es ofrecer espacio humano, lugar de crecimiento cariñoso, al niño que ya existe. No es cuestión de dogmas más o menos racionalizados, ni tampoco de grandes estructuras. La iglesia debe hacerse lugar para los niños! Esta es la función de los Doce a los que el texto presenta como paradigma de la comunidad; han salido a ofrecer evangelio como misioneros (6, 6-13); Jesús les hace ahora creadores de familia (guardianes de niños); evidentemente, han de cambiar para ello. Frente a unos discípulos patriarcalistas que buscaban el dominio (ser grandes, conquistar con riesgo los primeros puestos) ha elevado aquí Jesús el modelo de una iglesia que es familia, hogar materno al servicio de los más pequeños

Conclusión

Como buenos judíos, hombres realistas, los discípulos querían organizar el grupo conforme a principios de dominio (los más grandes, los primeros, dirigen a los otros); así mantienen la ley impositiva y/o masculina que ha definido nuestra historia (según la episteme de lo mismo, traducida como principio de poder). Pero Jesús ha roto esa episteme. No introduce un correctivo en su dinámica sino que la hace estallar, poniendo en el centro del grupo a un niño necesitado, para recibir su amor y ofrecerle su cariño (para abrazarle).

Desde esa Playa de Aylan se está jugando el futuro de la vida humana, es decir, el futuro de Dios sobre la tierra.

((Quien quiera más detalles y exigencias de este texto puede acudir a mi Comentario de Marcos, donde lo explico con detalle))

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