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Dom 6.7.17. No saben los sabios, conocen los pequeños

Domingo, 6 de julio de 2014

im251010Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 14, tiempo ordinario, ciclo A. El evangelio de hoy ofrece la clave del mensaje cristiano, entendido como “revelación”, es decir, es decir como apertura y despliegue de una experiencia más alta del sentido y tarea de la vida.

a. Quien proclama el texto es Jesús Resucitado, portador de esa Revelación, aquel que puede hablar en nombre de Dios, hombre cercano, nueva humanidad, en gesto de amistad y gracia.

b. Frente a Jesús se elevan los “sabios y entendidos”, que calculan y organizan la vida siguiendo unas normas de prudencia económica, social y religiosa…

Éstos son los sabios del mundo: los representantes del FMI, del BMC, los políticos… Es evidente que no resolverán el problema de la vida.

Éstos son los sabios de la Iglesia, el G8/9, los cardenales…, la comisión del Banco Vaticano (de la que ayer hable). Es evidente que tampoco ellos arreglarán nada, a no ser que aprender a ver las cosas y a vivirlas de un modo distinto, como los pequeños y los niños de los que habla el evangelio, desde abajo, en un nivel más alto.

c. En contra de los sabios se elevan aquí, desde Jesús, los “pequeños” (nepioi), que son los sencillos, los pobres y oprimidos, los niños… aquellos que son capaces de comprender que es posible otro mundo, otra vida, otra familia, otra humanidad… Estos son los que “saben” de verdad, los que obtienen un conocimiento más alto de la vida, a través de Jesús.

imagesd. Este pasaje proclama la gran “inversión” del evangelio, es decir, la revelación del conocimiento supremo que se expresa en el amor mutuo, en la ternura, en la acogida… Así viene a expresarse la verdad del corazón, que es la verdad de la vida, que Dios ofrece a todos, de un modo especial a los pequeños y a los pobres.

e. Ésta es una verdad “cristológica”: Está fundada en la experiencia de Jesús, que ha dialogado con Dios, como un Hijo con su Padre, y que por tanto puede responderle, y revelar su misterio de vida. Ésta es una verdad “social”, abierta a todos los que quieran dialogar con Jesús y aprender su camino.

f. Ésta es una verdad radicalmente revolucionaria… En ella se expresa la condena de un mundo guiado por comités de sabios militares y sociales, económicos y políticos… que van dirigiendo a la ruina la vida de los hombres. Frente a ellos descubrimos aquí que otro mundo es posible, otra vida.

Aquí se plantea y propone la gran revelación/revolución de la vida, desde abajo, desde los pequeños y pobres, en la línea de Jesús. Éste es el más alto manifiesto cristiano de los evangelios sinópticos. Bienaventurados quienes lo asuman y cumplan.

Texto litúrgico:

En aquel tiempo, exclamó Jesús:
a. Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido mejor.
b. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
c. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera (Mateo 11,25-30)

Un texto clave

El texto (que pertenece a la tradición del Q: cf. Lc 10, 21-22) se sitúa entre el rechazo de las ciudades galileas, que optan por seguir la ley tradicional (Mt 11, 20-24) y la acusación de los fariseos, que pretenden matar a Jesús porque no guarda el sábado (cf. 12, 1-14; especialmente 12, 7). Puede interpretarse como centro de Mt (y en algún sentido de todo el NT) y ofrece, de algún modo, su revelación cristológica suprema: aquí culmina lo anterior; desde aquí debe entenderse lo que sigue (especialmente Mt 28, 16-20).

Quien habla en el texto es el Cristo pascual, que se revela como fuente de sabiduría, Hijo de Dios y Salvador ante sus fieles. Quizá puede recoger la palabra de un profeta cristiano, que habla en nombre de Jesús resucitado, revelando su más hondo secreto, en una línea que será desarrollada por el evangelio de Juan. Lo dividimos en tres partes:

a. Revelación del Padre (11, 25-26)

En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo:
a. Yo te confieso, Padre, Señor de cielo y tierra,
b. pues has ocultado esto a sabios y entendidos,
b’. y lo has revelado á los pequeños.
a’. Sí, Padre, pues que esta ha sido tu voluntad.

Frente a los sabios y entendidos, representados por los orgullosos galileos de de 11, 20-24 (b), se sitúan ahora los “pequeños” (nêpiois,oij), que han acogido la palabra de Jesús (b’). La revelación salvadora de la voluntad del Padre (su apocalipsis) se vincula a la acogida y confesión de Jesús; por eso, él da gracias al Padre, en gesto de admiración religiosa (a y a’).

Nos hallamos ante un verdadero misterio: la manifestación de Dios rompe la dinámica religiosa de sabiduría y grandeza que se encarna en las ciudades galileas, presumiblemente orgullosas por su conocimiento de las Escrituras, que están siendo explicadas por los “maestros” fariseos que empiezan a misionar en la zona, oponiéndose a los discípulos de Jesús (entre el 40 y 70 d. C.).

Frente a los “grandes rabinos” que operan en esas ciudades, eleva Jesús, por gracia de Dios, a los pequeños que escuchan su Palabra. En este contexto, al presentar a Dios como Padre “señor del cielo y de la tierra”, Mt ha enraizado la cristología en el más radical monoteísmo israelita.

b. Unión de Jesús con el Padre (11, 27):

a. Todo me ha sido entregado por mi Padre:
b. y nadie conoce al Hijo, sino el Padre;
b’. y nadie conoce al Padre, sino el Hijo,
a’. y aquel a quien el Hijo lo quisiere revelar

La revelación de Dios a los pobres se encuentra vinculada a la vida y obra de Jesús, que ahora aparece como Hijo, internamente unido al Padre, que le conoce y comparte con él su ser entero (realidad y revelación salvadora). Jesús no es maestro o transmisor de una Ley que permanece fuera de él, sino que ha recibido todo el ser de Dios (su Padre). Por eso, al hablar de Dios está hablando de sí mismo, como lo explica el texto, empleando la parábola del mutuo conocimiento del Padre e Hijo.

((Es significativo el hecho de que Jesús, que comienza hablando de sí mismo en primera persona, se refiere luego al Hijo en tercera (lo mismo que en Mt 28, 16-20). No actúa todavía como Hijo (no dice: Soy el Hijo), sino como mesías pascual, que se identifica implícitamente con el Hijo, en lenguaje de revelación parabólica. Además de comentarios a Mt y textos de cristología bíblica, sobre el Hijo, cf. M. Hengel, Hijo de Dios, Sígueme, Salamanca 1974; J. Jeremias, Abba.El mensaje central del NT, Sígueme, Salamanca 1971; S. Kim, The Origins of Paul’s Gospel, Eerdmans, Gran Rapids MI 1981; W. Marchel, Aba, Père!, AnBib 19a, Roma 1971; J. Schlosser, El Dios de Jesús. Estudio exegético, Sígueme, Salamanca 1995)).

Empecemos por el centro del pasaje (b y b’). La biografía de Jesús es dialogal: su verdad y su persona de Jesús pertenece al Padre y viceversa. Ambos existen dándose uno al otro, conociéndose (en ambos casos se repite la palabra conoce: epiginôskei) en amor y/o donación completa. Por eso, Dios aparece ahora plenamente Padre y Jesús del todo como Hijo. En el principio de todos los principios se expresa ahora su amor: la unidad de comunión en que comparten plenamente la existencia.

Vengamos a los extremos. En el principio se halla el Padre que entrega a Jesús (con paredothe, casi como en 28, 18) no sólo aquello que tiene sino su mismo ser y entraña. Pues bien, de manera correspondiente, expandiendo su biografía en forma misionera, Jesús ofrece o revela lo que él tiene (su conocimiento de Dios) a quienes el desea, es decir, a quienes aceptan el mensaje de sus misioneros (28, 16- 20). La función cristológica fundamental de Jesús consiste en actuar como revelador de Dios para los humanos: ya no les ofrece simplemente unos milagros (como en 11, 2-6), sino el mismo ser divino.

((Mt se sitúa de esa forma cerca de textos joánicos fundamentales como Jn 1, 18 (a Dios nadie le ha visto jamás… ) y 10, 15 (como el Padre me conoce y yo conozco al Padre). Sin embargo, él no ha desarrollado temáticamente (de una forma separada) esta vinculación original entre Jesús y el Padre, en lenguaje de revelación apocalíptica o sapiencial, sino que introduce la revelación de Dios dentro de biografía de Jesús. Desde ese fondo, debemos afirmar que este pasaje puede interpretarse como clave hermenéutica de todo Mt: el conjunto de su evangelio está al servicio del “conocimiento del Padre”, que Jesús ofrece a quienes quiere. De esa forma, Mt ha identificado la apocalíptica con la revelación del Padre; cf. D. A. Hagner, “Apocalyptic Motifs in the Gospel of Matthew”: Horizons in Bib.Theol 7 (1985) 53-82)).

c. Ley/Sabiduría en Jesús (11, 28-29)

a. Venid á mí todos los agotados y cargados pues yo os aliviaré.
b. Cargad con mi yugo, y aprended de mí,que soy manso y humilde de corazón, pues hallaréis descanso para vuestras almas.
c. Porque mi yugo es suavey mi carga es ligera.

Jesús, revelador del Padre, llama de un modo especial a los judíos que se sienten agobiados y aplastados por el peso de la Ley, como sabe la tradición rabínica y el mismo NT. Jesús ocupa ahora el lugar de la Ley, no como un simple exegeta, que la interpreta desde fuera, sino como revelación personal de Dios, principio de humanización y descanso (de encuentro personal cercano).

En un determinado nivel, el Jesús de Mt puede aceptar y acepta la Ley judía (cf. 5, 17-19), interpretada en claves de Sabiduría, pues es Ella (la Sophia de Dios, simbólicamente presentada como mujer) la que aparece en el fondo del pasaje, llamando a los humanos (cf. Eclo 6, 24ss; 24, 19; 51, 23ss). Mt combate la Ley, no la niega; pero la interpreta desde un plano más hondo de Sabiduría, que acaba identificándose con el mismo Jesús.

No hace falta discutir en un nivel teórico, no hace falta rechazar la experiencia judía en plano externo, sino recrearla desde Jesús. Lo que en el texto anterior aparecía en clave apocalíptica (de revelación) se dice aquí a nivel sapiencial, de llamada. Algunos textos judíos anteriores habían identificado Revelación apocalíptica, Ley y Sabiduría de Dios. Pero sólo aquí, desde la persona y experiencia de Jesús, puede llevarse hasta el final esa identificación. De un modo especial destacamos la relación de Jesús con la Sabiduría de Dios, personificada ya en algunos textos clave de Prov, Eclo y Sab.

Apéndice

Compárese el texto con un pasaje de la Misná: “Rabí Nejonías, hijo de Aqaná, decía: al que acepta sobre sí el yugo de la Torah se le ha de eximir del yugo del reino y del yugo de lo terreno; pero a todo aquel que rompe el yugo de la Torah se le ha de imponer el yugo del reino y de la ocupación terrena” (cf. Abot 3, 5). Mt 23, 4 habla del peso que escribas y fariseos cargan sobre los judíos y Hech 15, 10 del peso/yugo que la Ley ha impuesto sobre los judíos.

Jesús empieza siendo intérprete de la Ley, auténtico rabino que conoce la voluntad de Dios, revelando su rostro misericordioso salvador para los humanos, de un modo especial para los pobres (cf. 12, 7). Pues bien, dando un paso más, podemos llamarle encarnación personal de la Ley, pues el mismo Dios de la Ley, que es Padre de Jesús, se expresa en él de un modo pleno. Este es el cambio cualitativo, el giro espistemológico más hondo de Mt: todas las realidades salvadoras de Israel (Sabiduría y Ley, plenitud apocalíptica) se identifican ahora con Jesús.

Bibliografía:

Cf. P. E. Bonnard, La Sagesse en Personne annoncé et venue, Jesús-Christ, LD, Cerf, Paris 1966 (sobre Prov págs 17-43); Varios, La Sagesse de l’AT, BETL 51, Leuven 1979; J. J. Busto, El descubrimiento de la Sabiduría de Israel, EstEcl 56 (1981) 625-649; H. Conzelmann, “Die Mutter der Weisheit (Sir 24, 3-7)”, en Fest. R. Bultmann II, Mohr, Tübingen 1964, 225-234; G. Schimanowski, Weisheit und Messias, WUNT 17, Tübingen 1985, 38-61; P. W. Skehan, Structures in Poems on Wisdom: Proverbs 8 and Sirach 24, CBQ 41(1979) 365-379; G. von Rad, La Sabiduría de Israel, FAX, Madrid 1973, 208-216. Han destacado la visión sapiencial de Jesús, especialmente en Mt: M. D. Johnson, “Reflections on a WisdomApproach to Matthew’s Christoly”: CBQ 36 (1974) 44-74; E. Schüssler Fiorenza, Jesús: Miriam’s Child, Sophia’s Prophet, Continuum, New York 1994; M. J. Suggs, Wisdom, Christology and Law in Matthew’s Gospel, Harvard Univ.P., Cambridge 1970; B. Witherington, Jesus the Sage. The Pilgrimage of Wisdom, Fortress, Minneapolis 1994.

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