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“Lo posible y lo imposible“, por José Arregi

Martes, 26 de septiembre de 2023
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IMG_0479De su blog Umbrales de Luz:

Es lo que hay”, decimos, rubricando no sabemos si la lucidez realista o la dejación derrotista. Es lo que hay, y no es posible nada más. Es lo que hay, y es imposible ponerse en pie, esperar, respirar, confiar, crear: ser y hacer ser más.

¿Qué es posible, qué es imposible? Para José Ángel Valente (1929-2000), poeta y ensayista místico alejado de todo dogma, iniciado en el misterio de la realidad por inspiración de la pensadora de las profundidades María Zambrano, lo imposible es “el infinito despliegue del horizonte de lo posible”. Y se pregunta: “No sería lo imposible la metáfora de un posible que infinitamente nos rebasa?” (Cf. “La memoria del fuego”).

Y cita a Edmond Jabés (1912-1991), su alma gemela, poeta francés de origen egipcio, místico y ateo, testigo del Infinito vacante: “Estamos vinculados por lo imposible”. Vinculados, traduce Valente, “por la absoluta infinitud de lo posible”.

La realidad es abierta, infinitamente abierta. Y en una realidad infinitamente abierta, ¿quién puede decir “lo posible llega hasta aquí, ya no es posible seguir”? La posibilidad no tiene fin. Siempre está abierta a una nueva posibilidad. Lo imposible no es sino la infinitud de la posibilidad inscrita en el vacío o en el corazón de la realidad. Somos parte de esa realidad con su horizonte infinito de posibilidad(es).

Edmond Jabés, una y otra vez citado por Valente, escribe en Le Parcours (El Recorrido): “Hay en todo lo posible un imposible que lo burla. Ese imposible, sin embargo, no es lo imposible. Es solamente el fracaso de lo posible. Siempre más allá está lo imposible”. Y añade: “Ese imposible es Dios”.

Imposible: ahí tienes otro nombre de Dios o de lo Divino. Imposible, es decir, Infinitud de lo posible. Por eso dijo Jesús de Nazaret, místico de la fe en lo Imposible y profeta de la acción posible: “Nada es imposible para el que cree”. Pero no nos confundamos: “creer” no significa profesar dogmas y creencias, sino acoger el aliento necesario para levantar la mirada y dar un paso posible hacia el horizonte infinito.

ESO es lo que hay.

Aizarna, 8 de septiembre de 2023

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Con la fuerza del Espíritu.

Lunes, 15 de mayo de 2023
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Donde menos lo imaginas,
cuando menos lo esperas,
donde todo es gris de tristeza,
cuando la pesadumbre pesa,
donde nadie imagina ni sueña,
cuando el horizonte se nubla…
¡es posible la vida
con la fuerza del Espíritu!

En la tierra callada,
en el surco abierto,
en el bosque perdido,
en el barro del camino,
en las montañas áridas,
en los valles secretos…
¡es posible la vida
con la fuerza del Espíritu!

En los ojos que miran,
en las manos que aprietan,
en las palabras no dichas,
en las entrañas que gimen,
en los regazos que acunan,
en tu corazón cambiante…
¡es posible la vida
con la fuerza del Espíritu!

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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Han robado la única flor.

Miércoles, 29 de septiembre de 2021
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0407B367-ECD5-470E-9921-41449E4C97B6-768x384Llevaba más de una semana esperando el día, la hora en que iba a florecer. Se estaba formando lentamente, el proceso, para los impacientes, es largo, para la naturaleza es, simplemente, su proceso.

Cada vez que pasábamos por delante, la mirábamos, ¿será hoy?, y no, otro día, otra noche…la particularidad de esta flor es que se abre de noche. Cuando las luces se apagan, ella emerge, elegante y luminosa en el humilde seto de nuestro apartamento.

La espera tiene para mí una connotación sentimental. Una de las personas que más he querido la cuidaba. Cuando florecía, era una fiesta, su cara se iluminaba, y nos contagiaba. Yo heredé este apartamento y con él, el seto y la planta y… la flor.

Después de años, este Agosto, de pronto florecieron dos, una es la de la foto. Duran poco, pero el tiempo que duran son preciosas. Se cerraron y con ellas la sonrisa que trajeron, el recuerdo de seres queridos, la alegría de lo sencillo y bello- bellísimo, y único.

Hace unos días de pronto descubro que hay otra en camino, y expectantes, miramos y miramos y al fin dijimos: será esta noche, como la otra vez, a las 6 de la mañana voy con el móvil para no perderme su belleza y mandarla a familia y amigos, y NO ESTÁ.

La sensación es que te han arrancado algo propio. No es el valor material, estas cosas no se pueden calcular. Es la impotencia e indignación que produce la desfachatez e ignorancia de quien arrebata algo cuyo significado no puede ni intuir.

Todos los fantasmas aparecen cuando conectamos con lo indignadas que estamos las mujeres por todo lo que nos arrebatan, día a día, con la desfachatez de quien considera que todo es suyo, y menosprecia y ridiculiza lo que hemos trabajado, lo que hemos esperado, lo que el Espíritu nos ha regalado como don y talento y es bello, en definitiva, cuando lo que somos NO ESTÁ, no cuenta, se invisibiliza y se roba.

Esa flor, es un símbolo de un largo proceso de espera y trabajo escondido, que cuando florece, alguien lo puede arrancar y usar para “decorar” o simplemente darte a entender que le gusta y por ello puede hacerlo suyo y cogerlo, sin más, como todo lo demás.

Pienso en mis hermanas Afganas y Africanas y de tantos lugares, que son como esa flor. Ellas habían logrado llegar a florecer en mitad de una larga noche. Y con el poderío que caracteriza al inseguro, al inestable, al enfermo, llegan de día, haciendo mucho ruido para intimidar, para controlar, y roban lo que un largo proceso había posibilitado que empezara a florecer.

Os invito hermanas, no importa el país, ni la situación, a que le pongamos nombre a esa flor ¿qué es para ti? y luego que le pongas nombre al sentimiento que te produce que te la roben. Démonos un tiempo de duelo. Y de oración, acogiendo los sentimientos encontrados y todo lo que emerja.

Cuando te sientas mejor, mira a tu alrededor por si acaso hay otras flores en proceso. En nuestro caso sí. Y haré vigilia para que el ladrón no se la lleve. ¿Puedes, podemos vislumbrar una mano, una posibilidad, dentro de la noche, que vigile para que no nos roben lo que es bello y propio y genuino?

Yo hoy en mi tiempo de silencio he podido hacer esa distancia y algo me ha llamado por dentro: los mismos días que me robaron la flor alguien me regaló un libro. Ese libro es una adaptación de los Salmos al mundo de hoy, escrito en mi lengua materna, con una cantidad de matices lingüísticos que me transportan a esas mismas personas que me enseñaron a hablar y a rezar en nuestra querida lengua, que como la flor, nos robaron, pero con esfuerzo, se ha mantenido.

El autor es un sacerdote amigo de mi familia. Es clérigo sí, diferente, utiliza el lenguaje inclusivo, por ejemplo el Buen Pastor es “Ella” y miles de detalles del mundo de hoy. La persona que me lo facilitó es un diácono casado, sí, dos hombres integrados, respetuosos, ordenados pero no clericales. Un regalo de amigos y hermanos. Una flor en el desierto.

Hacía mucho que nadie me regalaba algo. El detalle del libro me ha abierto los ojos, de nuevo, a que la vida es Un Regalo.

Para terminar, te invito, de nuevo, a que mirando a tu alrededor, descubras algún regalo reciente. Tal vez no lo habías visto o no te acordabas o necesitas tiempo para valorarlo.

Para muchas personas que hicisteis la evaluación sobre nuestro trabajo y oferta, lo mejor del curso había sido el regalo del Libro: La lectura acompañada de la Palabra.

Esa es la flor que nadie puede robar. Es el regalo diario del Libro que forma comunidad. De la comunidad que se forma alrededor del Libro.

Y, últimamente, después de algún tiempo de duelo, por flores robadas, vislumbro el regalo de la Comunidad estable, de las personas que comparten, como las compañeras y discípulas de María de Magdala y así, sencillamente, forman comunidad. Y este es el regalo de una flor que nadie puede truncar. Sólo yo misma puedo, con madurez, optar con libertad.

Gracias a esa fuerza y flores de la comunidad, puedo acercarme a la vulnerabilidad propia y de las hermanas no sólo de Afganistán, también de mi barrio, y de mi iglesia, tan apaleada. Hoy parece más importante un chico enfermo al que hicieron obispo por imposición, que la realidad cruda de miles y miles de hermanas que cuidan de su flor y a las que se la arrebatan, así , paseando en su noche, y no valorando su vida, su lucha, su trabajo. Ellas no son ya noticia. Para nosotras sí, queremos, deseamos, luchamos para que recuperen su flor y su Libro. Su libertad y su futuro.

¿Cuál es tu flor, y tu libro que te regala vida?

Magda Bennásar Oliver, sfcc

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

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Vivo en la Posibilidad

Miércoles, 18 de agosto de 2021
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Vivo en la Posibilidad ;
Una casa más hermosa que la Prosa
Es mayor en número de Puertas;
Sus ventanas son más numerosas.

.

Habitaciones que el Ojo
no puede abarcar, como Cedros;
Y por eterno Tejado
Las Bóvedas del Firmamento.

.

Visitas, las mas agradables;
Mi Ocupación, ésta que aquí os digo:
Extender completamnte mis estrechas Manos
Para abarcar el Paraíso –

*

I dwell in Possibility –
A fairer House than Prose –
More numerous of Windows –
Superior – for Doors –

.

Of Chambers as the Cedars –
Impregnable of Eye –
Ando for an Everlasting Roof
The Gambrels of the Sky –

.

Of Visitors – the fairest –
For Ocuppation – This –
The spreading wide my narrows Hands
To gather Paradise –

+

Emily Dickinson
Poema F-657 (J-466), traducción de Enrique Goicolea,
Editorial Amargord (Colección Candela),
Madrid, 2012

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“Utopía como posibilidad”, por Gabriel Mª Otalora

Lunes, 1 de junio de 2020
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l_1584875869De su blog Punto de Encuentro:

A primera vista, puede parecer un contrasentido formular una utopía posible cuando el neologismo creado por Tomás Moro tiene el significado etimológico de “lugar que no existe” o “lo que no puede ser”. Sin embargo, “utopía” también puede señalar una inexistencia de “algo que todavía no es”, por tanto no imposible que ocurra.

A pesar de que Moro fue un personaje del siglo XVI, su utopía nace del anhelo de perfecta felicidad que anida el corazón humano. La historia que narra en su isla ideal incluye críticas a la injusticia social, económica y política de la Inglaterra renacentista, que fue la realidad en la que le tocó vivir, aunque se ha convertido en un arquetipo universal. Lo que logra Tomás Moro con este mensaje universal es abrirnos a una esperanza posible que seduce en cualquier tiempo porque se puede ver como una vivencia anticipada. Es como un horizonte que da sentido al presente, aquí y ahora, un imán que nos atrae, una lejanía próxima, real. Es lo que todavía no es, no lo que no puede ser, desde una disposición interior y esfuerzos a diario por alejar el fatalismo pasivo.

Pensemos en una utopía que interpreta el presente desde un futuro deseable que no sabemos pero con el que contamos. El futuro es el fin y el presente es el medio. No estamos ante algo imposible o ilusorio, sino ante una realidad que se puede crear a base de tiempo y trabajo, día tras día, a veces por caminos llenos de dificultad. Tener fe en una utopía así impulsa a la acción y refuerza esa creencia. Cierto es que la historia está llena de movimientos utópicos llenos de odio y sangre en nombre de ideales que pretendían una sociedad perfecta, consecuencia de haber caído en el principal peligro utópico: aceptar la deshumanización en sus medios y/o en sus fines.

El contrapunto lo tenemos en nuestras acciones de fe y amor. Hay que recordar la historia larga de las utopías heroicas llenas de humanización; comenzando por todos los avances espectaculares de la Humanidad gestados en el seno de utopías que partían de situaciones presentes con escenarios futuros aparentemente imposibles. Personas como Gandhi, Luther King, Mandela y muchos otros sin relevancia social alguna que demuestran cada día que, por imposible que pueda parecer una postura utópica solidaria, cuando alguien se atreve a vivirla radicalmente desde el sentido que aquí le damos, puede lograr resultados extraordinarios. Esto es una constante aunque al principio nadie crea los resultados que logran quienes se lo proponen. Cabe preguntarse, pues, cuál va a ser la siguiente utopía a transformarse en hermosa realidad: ¿concienciarnos de la enorme solidaridad habida en torno al colonavirus como actitud transformadora social, a mantener en lo sucesivo? ¿La paz justa entre palestinos e israelíes? ¿Salvar de morir a millones de personas cada día por falta de agua potable? La ONU afirma que solo se necesitarían menos de quince dólares por ciudadano…

Tomás Moro se esforzó por vivir la “utopía” del Evangelio; quiso comprometerse con su ejemplo por encima de las amenazas del poderoso de turno. La coherencia en su fe utópica le ayudó en sus amargos últimos años; primero le costó su prestigio político y personal y después, la vida. Pero quedó el fruto de su ejemplo y el fino sentido del humor del que hizo gala incluso cuando ya preso, rezaba así: “Señor, dame una buena digestión y, naturalmente, algo que digerir.”

La historia ha hecho famosos a muchos escritos utópicos dispares: Res pública de Cicerón, La ciudad del sol, de Campanella; La ciudad de Dios, de San Agustín, La nueva Atlántida de Bacon, Un mundo feliz, de Huxley; 1982, de Orwell… Y ha recogido realidades utópicas igualmente muy diferentes: el relato del Éxodo, la Revolución francesa o el fenómeno comunista. Pero cualquier utopía que no quiera quedarse en el terreno de lo ilusorio y peligroso, debe estar ligada a ideales positivos que aspiran a llegar a un “buen lugar” o eutopia. Es la manera de lograr aspiraciones parciales del anhelo de felicidad plena que habita en el ser humano. Nada que ver, por tanto, con las filosofías pesimistas o los afanes totalitarios propios de utopías entendidas como “lugares inexistentes”.

Por ser ilusorias y negativas, no queremos sociedades perfectas sin libertad, educación perfecta sin libertad, familias perfectas sin libertad. Sin libertad individual no hay verdadera humanidad ni sitio para la utopía posible. Solo cabe ver el futuro como “la pasión de lo posible” como llamaba Kierkeegard a la verdadera esperanza, una utopía en construcción donde las haya.

Los cristianos solemos hablar también de utopía cristiana, solo posible cuando nos implicamos en la mejora del mundo, luchando por la justicia, la paz y la igualdad, insertando todo ello dentro de un horizonte escatológico en el que Dios da sentido al encomendarnos continuar la Creación mejorando la existencia de su mano, a la escucha. La fe cristiana no supone una contemplación estática del devenir, sino que introduce la comprensión dinámica de la historia abocada a avanzar a pesar de los pesares. Conviene no olvidarlo cuando nos llega el decaimiento, las inconsecuencias o la tristeza de la aparente falta de avances. Lo cuenta muy bien la historia del Éxodo…

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