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Un Dios que desciende

Martes, 7 de enero de 2020
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Del blog de Henri Nouwen:

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“La compasión de Jesús se caracteriza por un empuje hacia abajo. Esto es lo que nos molesta. Nosotros no podemos ni pensar en nosotros mismos sino en términos de empuje hacia arriba, de movilidad ascendente en que luchamos por vidas mejores, salarios más altos y posiciones más prestigiosas. Por tanto, nos molesta profundamente un Dios que encarna un movimiento hacia abajo. En vez de luchar por una posición más elevada, por más poder y más influencia, Jesús va – como dice Karl Barth – de “las alturas a la profundidad, de la victoria a la derrota, de las riquezas a la pobreza, del triunfo al sufrimiento, de la vida a la muerte”. Toda la vida y misión de Jesús implica la aceptación de la impotencia y la revelación en esa impotencia del ilimitado amor de Dios.

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Aquí vemos lo que significa compasión. No significa inclinarse hacia los desprivilegiados desde una posición privilegiada; no es un abrirse desde arriba a los desafortunados de abajo; no es un gesto de simpatía o piedad hacia quienes no han tenido éxito en el empuje hacia arriba. Por el contrario, la compasión significa ir directamente a las gentes y lugares en que el sufrimiento es más agudo, y construir allí un hogar. La compasión de Dios es total, absoluta, incondicional, sin reserva. Es la compasión de quien sigue yendo a los más olvidados rincones del mundo y que no puede descansar mientras sabe que hay seres humanos con lágrimas en sus ojos. Es la compasión de un Dios que no sólo se comporta como siervo, sino cuya servidumbre es una expresión directa de su divinidad”.

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Henri Nouwen

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , ,

Según un estudio conjunto de las iglesias católica y evangélica, las iglesias de Alemania tendrán la mitad de fieles para 2060

Lunes, 6 de mayo de 2019
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000 EKD-Logo-Kuller-kleinkatholisch-de-0e74aa69Un estudio conjunto de la Conferencia Episcopal Alemana y la Iglesia Evangélica de Alemania, las dos más grandes, pronostica una reducción del 49% de sus miembros dentro de cuarenta años.

Por ese y otros motivos perderán un 51% de su poder adquisitivo

Si se tienen en cuenta la inflación y los aumentos de sueldos, las iglesias necesitarán unos 25.000 millones de euros para pagar los sueldos de personal, el mantenimiento de edificios y otros gastos relacionados con sus actividades

La cifra de miembros de las dos mayores iglesias de Alemania, la católica y la protestante, se reducirá en un 49 por ciento hasta 2060, pronostica un estudio publicado hoy en conjunto por la Conferencia Episcopal Alemana y la Iglesia Evangélica de Alemania.

Según la proyección del estudio elaborado por un instituto de la Universidad de Friburgo, ambas iglesias percibirán en forma nominal ingresos por 12.000 millones de euros (13.400 millones de dólares) mediante el impuesto eclesiástico en 2060, es decir la misma suma que ingresan hoy (datos de 2017).

Pero si se tienen en cuenta la inflación y los aumentos de sueldos, las iglesias necesitarán unos 25.000 millones de euros para pagar los sueldos de personal, el mantenimiento de edificios y otros gastos relacionados con sus actividades, detalla el informe.

Por lo tanto, el estudio calcula una pérdida del poder adquisitivo de las iglesias de un 51 por ciento.

El impuesto eclesiástico es una particularidad de Alemania y otros países europeos.

Este impuesto es aplicado a católicos y protestantes que viven en Alemania y declaran su pertenencia a una de estas dos religiones en el respectivo registro civil. La contribución es recaudada por las autoridades fiscales y se utiliza para cubrir los gastos de las iglesias.

En Alemania, el monto de este impuesto varía entre el ocho y el nueve por ciento de los ingresos brutos, según la región.

Fuente Religión Digital

General, Iglesia Católica, Iglesia Luterana , , ,

Sábado Santo. Descendió a los infiernos, un compromiso en la historia

Sábado, 15 de abril de 2017
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17903930_775496642627530_7979820271437443145_nDel blog de Xabier Pikaza:

La confesión pascual fundante del NT incluye la certeza de que Jesús fue sepultado, como indican de formas convergentes tradición paulina (1 Cor, 15, 4) y evangelios (cf. Mc 15, 42-47 par). Pues bien, el Credo de los apóstoles añade que descendió a los infiernos expresando de esa forma un misterio de muerte y de victoria sobre la muerte, que pertenece a la experiencia más honda de la iglesia antigua y de la moderna ortodoxia (icono de la resurrección).

Ese infierno se ha entendido de forma básicamente “moral” (en plano intimista o social), y así lo ha destacado Dante A. en la Divina Comedia, recreando con rasgos cristianos pero también (y sobre todo paganos, e incluso musulmanes) la vida de los condenados, en sus diez círculos, divididos a veces en varios giros. En sentido estricto, Dante no presenta sólo el infierno de más allá, sino el infierno de la historia humana, ofreciendo el retrato más sangrante de los males (de los malos) de este mundo.

Ciertamente, el infierno sigue siendo un tema moral y psicológico…, pero tiene también unos elementos sociales. Y en ese sentido podemos y debemos hablar de diversos círculos de infierno (y compararlos con los 10 círculos del Infierno de Dante):
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1. El infierno del dolor, de la enfermedad y la tortura…
2. El infierno del hambre, de la opresión social, de la exclusión (Mt 25, 31-46)
3. El infierno de la droga, con sus implicaciones personales y sociales
4. El infierno de la trata de niños y mujeres, de las disputas familiares…
5. El infierno del miedo, del miedo al infierno, que a veces han cultivado los mismos que debían superar el infierno de este mundo con su vida y su entrega por los otros.

Al papa Francisco nos habla cada día de la necesidad de descender a los infiernos de la historia humana (cárceles, lugares de opresión, bolsas de hambre, hospitales…) para liberar a los hombres de los infiernos actuales del mundo, esperando la gran liberación final de Dios.

Hablaré quizá otro día de los diversos tipos de infierno… no sólo el de Dante, sino el que vio y sintió Santa Teresa. Hoy quiero detenerme en el infierno de la “muerte” salvadora de Jesús, es decir, a su “descenso” al infierno de la historia, según el Credo de los Apóstoles… para indicar también la forma en que los comprometidos por Jesús han de bajar a los infiernos históricos, para liberar a los que allí sufren oprimidos.

Hablaré en esa línea de los tres infiernos… deteniéndome al final en la posibilidad de un infierno eterno… que desde la perspectiva de Dios es imposible, pero que podría ser posible desde la maldad humana (a pesar de Dios).

1. Muerte e infierno.

Porque asume nuestra vida en finitud, Jesús ha tenido que aceptar nuestro destino, expresando su misterio radical de Hijo de Dios en nuestra propia condición de seres para la muerte. Porque asume nuestra condición de pecado (violencia), ha tenido que penetrar en el abismo de la lucha interhumana, introduciendo el cielo del amor y gracia de Dios en el infierno de conflictividad de nuestra historia, donde envidia y violencia le han matado.

Algunos iconos de Oriente presentan la cuna de Jesús como sepulcro donde el mismo Dios comienza a morir ya cuando nace como humano. Pues bien, invirtiendo esa figura, el evangelio ha interpretado la muerte como nuevo nacimiento y cuna de la historia. Lógicamente, esa muerte puede presentarse como principio de discernimiento: para que se revelen los pensamientos interiores (dialogismoi) de muchos corazones (cf. Lc 2, 35).

– La muerte de Jesús es el momento del máximo pecado, c

omo muestran las palabras de los sacerdotes que pasan y pasan, en torno al patíbulo, diciendo:”Tú, que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, ¡sálvate a ti mismo y baja de la cruz si eres el Hijo de Dios! Ha salvado a otros y a sí mismo no puede salvarse ¡Dice ser rey de Israel! Que baje de la cruz y creeremos en él.

Había puesto su confianza en Dios; que Dios le salve ahora, si es que de verdad le quiere, pues se había presentado como Hijo de Dios “(Mt 27, 42-43). Así ríen de Jesús los que le acusan y expulsan como chivo emisario de sus males. Ellos le entierran en el infierno de la violencia suprema, haciéndose (haciéndole) culpable “de toda la sangre de los justos derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la de Zacarías” (Mt 23, 35).

– Pero la muerte de Jesús aparece, al mismo tiempo, como principio de resurrección,

fuente de gracia: “Entonces se rasgó el velo del templo, tembló la tierra, las piedras se quebraron y se abrieron los sepulcros, de tal forma que volvieron a la vida muchos cuerpos de los justos muertos… Al ver lo sucedido, el centurión glorificaba a Dios diciendo: ¡Realmente; este hombre era inocente! Y todas las gentes que habían acudido al espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron a la ciudad golpeándose en el pecho (cf. Mt 27, 51-53; Lc 23, 47-48; Mc 15, 39: ¡Era Hijo de Dios!).

Del infierno de condena, desde el mismo subsuelo de la historia donde Jesús ha descendido brota la esperanza de la vida.

Todos los seres humanos, lo sepan o lo ignoren, se encuentran unidos al Cristo que grita en la noche (¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?: Mc 14, 34) y de un modo igualmente intenso están unidos al Señor de la aurora pascual que abre los sepulcros, ofreciendo esperanza a los humanos (cf. Mt 28, 1-3).

Desde ese fondo queremos evocar la palabra quizá más extraña y misteriosa del Credo: ¡bajó a los infiernos!, al lugar donde todos los humanos estábamos unidos en el destino común de la muerte, como rebaño para de perdición. Jesús ha penetrado en ese abismo, llegando así a lo que la iglesia llama “los infiernos”, el sub-mundo donde mueren los difuntos.

Estos infiernos no son condena anticristiana de aquellos que rechazan la salvación de Jesús, sino perecimiento pre-cristiano de aquellos que mueren aplastados por la finitud de la vida y la violencia de la historia. Conforme a la visión tradicional del judaísmo y de la iglesia antigua, este infierno (scheol, hades, seno de Abrahán…) es el destino de muerte de todos los humanos, a no ser que Dios venga a liberarles por el Cristo. La muerte misma en cuanto destrucción: eso es el infierno. Pues bien, el credo afirma que Jesús “ha descendido” al lugar o estado de ese infierno, para liberar a los humanos de la muerte, ofreciéndoles su resurrección.

2. Bajó a los infiernos. Misterio de pascua.

Diciendo que bajó a los infiernos el credo destaca el abismo de dureza, destrucción y muerte donde Cristo culminó su solidaridad con los humanos. Quien no muere del todo no ha vivido plenamente todavía: no ha experimentado la impotencia poderosa, el total desvalimiento. Jesús ha vivido en absoluta intensidad; por eso muere en pleno desamparo.

Ha desplegado la riqueza del amor; por eso muere en suma pobreza, preguntando por Dios desde el abismo de su angustia. De esa forma se ha vuelto solidario de los muertos. Sólo es solidario quien asume la suerte de los otros. Bajando hasta la tumba, sepultado en el vientre de la tierra, Jesús se ha convertido en el amigo de aquellos que mueren, iniciando, precisamente allí, el camino ascendente de la vida:

– Jesús fue enterrado (cf. Mc 15, 42-47 y par; l Cor 15, 4). Sólo quien muere de verdad puede resucitar “de entre los muertos”: Jesús ha bajado al lugar de no retorno, para iniciar allí el retorno verdadero.

– Como Jonás “que estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches…” (Mt 12, 40), así estuvo Jesús en el abismo de la muerte, para resucitar de entre los muertos (Rom 10, 7-9). Leer más…

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