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Somos bondad.

Domingo, 24 de febrero de 2019
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2349e1_amar-perdonarDomingo VII del Tiempo Ordinario

Lc  6, 27-38

Las palabras de Jesús giran en torno a la llamada “regla de oro” –presente en todas las tradiciones espirituales– que pide tratar a los demás como queremos que ellos nos traten.

Bien entendida, no nace de un imperativo moral, sino de la comprensión de lo que somos: solo puedo tratar al otro como a mí mismo cuando comprendo, de manera vivencial, que el otro es no-separado de mí, que su suerte es mi suerte y su dolor mi dolor.

Fuera de esa comprensión, no podré vivir sino de una manera egocentrada, caracterizada por la reactividad, que me llevará a reaccionar según me afecte el estímulo, es decir, a pagar con la misma moneda.

La propuesta de Jesús transciende el nivel de la reacción para situarse en la comprensión que nos permite no reaccionar, sino responder de acuerdo a lo que somos.

La reactividad refuerza el ego; la respuesta se expresa como compasión. Es sabido que el yo se afirma a través del contraste, la comparación y el enfrentamiento. Y que esa misma autoafirmación constituye el mayor obstáculo para vivir la compasión.

En la medida en que funcionamos de acuerdo a las exigencias del ego, nos hallamos lejos de nuestra verdadera identidad. Cuando, por el contrario, vivimos desde la bondad nos descubrimos “hijos del Altísimo”, es decir, anclados en la Fuente, expresión genuina de la Vida que somos.

A pesar del lenguaje utilizado en el texto, no se trata de una cuestión de “méritos” ni “recompensas”, sino de la vivencia de la plenitud que brota de la comprensión y se plasma en compasión. De ahí que se halle coloreada en todo momento por la gratuidad, la misma gratuidad que define al Dios que, en contra de lo que tendería a pensar la persona religiosa –no olvidemos que el catecismo proclamaba que “Dios premia a los buenos y castiga a los malos”–, “es bueno con los desagradecidos y malvados”.

Somos llamados a vivir con bondad y compasión porque somos Bondad y Compasión.

¿Cómo me veo a mí mismo/a? ¿Como un yo preocupado por sus intereses o como Bondad que busca expresarse en todo?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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Bendita compasión.

Domingo, 24 de febrero de 2019
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F6799A96-DFA2-4586-9293-6DE64CCEF402Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. LA EXPERIENCIA FUNDAMENTAL DEL CRISTIANO.

La experiencia primordial y fundante del cristiano es la de ser amado por Dios. Dios es amor, (1Jn 4,8). Dios nos ama siempre y, sobre todo, en nuestra condición de pecadores y seres débiles:

Dios nos ama cuando aún éramos pecadores, (Rom 5,8).

El Dios que se nos da a conocer en Jesús no es un Dios exigente o amenazante, sino el Dios de la bondad, de la ternura.

Ni tan siquiera se trata de un amor recíproco, de amistad (filia), sino de que Dios nos ha amado primero, (1Jn 4,10.16).

La experiencia cristiana más genuina y es el amor. Donde hay amor, hay cristianismo. Es lo que tantas veces hemos cantado en nuestra vida: Ubi charitas et amor, Deus ibi est: donde hay caridad y amor, allí está Dios

Somos cristianos cuando nos sentimos amados por Dios incluso -y sobre todo- cuando nos vemos hundidos en la vida.

Cuando no se tiene la experiencia de ser amado en la vida es muy difícil vivir el cristianismo, sentirse bienaventurado en la vida (recordemos lo que escuchábamos el domingo pasado: sed bienaventurados, felices en la vida).

Uno puede ser un perfecto cumplidor de la ley, aceptar militarmente el dogma y la disciplina eclesiástica, pero ser cristiano es amar y ser amado.

02. AMOR INCLUSO AL ENEMIGO.

El amor al enemigo es el núcleo moral del cristianismo. En ocasiones amar significa perdonar al enemigo.

La primera pulsión ante el enemigo es el odio, la venganza. Ante viejas cuestiones familiares, políticas, en el pueblo, etc brotan sentimientos de “ajuste de cuentas”, de desprecios, “cerrar puertas”, represalias, etc.
Pero la venganza multiplica el mal, la enemistad, el odio y no soluciona nada, sino que encona las situaciones.

La enemistad y el odio se solucionan con el perdón, no con la venganza.

Amar y perdonar -incluso a los enemigos- suponen un vaciamiento de mí mismo, quizás de mi propio “tener razón” y que la bondad impregne y llene nuestro ser

03. PONER RAZÓN EN LOS SENTIMIENTOS.

209D2313-304C-4BAD-90BB-A91AA4BB34FFEl primer sentimiento que brota en nosotros ante un grave agravio u ofensa es el odio. Somos humanos. Pero hemos de aprender a dar salida sensata y razonable a nuestros impulsos. Se trata de poner razón en nuestra pulsionalidad. La venganza más eficaz es el perdón.

Saber perdonar y dejar de lado viejas actitudes, problemas y ofensas indican una gran calidad personal, una profunda bondad, un alto nivel cristiano.

04. JUSTICIA Y AMOR.

El amor incluso a los enemigos ha de llegar también a la justicia. Una justicia sin bondad fácilmente se convierte en venganza, en ajuste de cuentas.

En la vida sociopolítica estamos viviendo unos cuantos juicios en los que ciertamente no parece que se tenga en cuenta el amor, la caridad.

Ante el juicio del “procés” que está teniendo lugar estas semanas, los obispos catalanes han pedido que se tenga respeto, diálogo y magnanimidad. Es una postura humana y cristiana, (VIDA NUEVA).

La justicia a gran y pequeña escala no puede mirar la realidad solamente desde los diversos “códigos de derecho”. Quienes han de administrar justicia no hay de mirar solamente la ley, sino la convivencia, la bondad, el respeto, el pensamiento y actitudes de los demás.

En la Iglesia también se han olvidados estas cosas y muchas veces se actúa y condena con justicia que suena más a represalia y a condenación que a misericordia.

No nos olvidemos que cuando Dios hace justicia, lo que hace es amarnos más.

05. BENDECID Y ORAD POR QUIENES O MALDICEN / HACED EL BIEN / SED COMPASIVOS.

Decid bien, orad.

Ante un problema grave, ante un pecado, ante una ofensa o un defecto de los demás, enseguida le “damos al ventilador” para que se extienda lo más posible la cuestión.

Si queremos decir algo, digamos bien: bendigamos y no echemos más leña al fuego. En ocasiones la mejor forma de hablar es callarse.

Y al mismo tiempo: orad y sed compasivos.

Es otra actitud hondamente cristiana: ser compasivos, no juzgar, no condenar. ¡Cuántas veces leemos en los evangelios que Jesús sintió lástima, tuvo compasión, incluso en alguna ocasión lloró!

Acojamos en nuestra vida el amor y el perdón del Seños. Con ese amor y perdón, también nosotros podremos amar y perdonar.

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“Una llamada escandalosa”. 23 de febrero de 2014. 7 Tiempo ordinario (A). Mateo 5, 38-48.

Domingo, 19 de febrero de 2017
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enemigosLa llamada al amor es siempre seductora. Seguramente, muchos acogían con agrado la llamada de Jesús a amar a Dios y al prójimo. Era la mejor síntesis de la Ley. Pero lo que no podían imaginar es que un día les hablara de amar a los enemigos.

Sin embargo, Jesús lo hizo. Sin respaldo alguno de la tradición bíblica, distanciándose de los salmos de venganza que alimentaban la oración de su pueblo, enfrentándose al clima general de odio que se respiraba en su entorno, proclamó con claridad absoluta su llamada: “Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os calumnian”.

Su lenguaje es escandaloso y sorprendente, pero totalmente coherente con su experiencia de Dios. El Padre no es violento: ama incluso a sus enemigos, no busca la destrucción de nadie. Su grandeza no consiste en vengarse sino en amar incondicionalmente a todos. Quien se sienta hijo de ese Dios, no introducirá en el mundo odio ni destrucción de nadie.

El amor al enemigo no es una enseñanza secundaria de Jesús, dirigida a personas llamadas a una perfección heroica. Su llamada quiere introducir en la historia una actitud nueva ante el enemigo porque quiere eliminar en el mundo el odio y la violencia destructora. Quien se parezca a Dios no alimentará el odio contra nadie, buscará el bien de todos incluso de sus enemigos.

Cuando Jesús habla del amor al enemigo, no está pidiendo que alimentemos en nosotros sentimientos de afecto, simpatía o cariño hacia quien nos hace mal. El enemigo sigue siendo alguien del que podemos esperar daño, y difícilmente pueden cambiar los sentimientos de nuestro corazón.

Amar al enemigo significa, antes que nada, no hacerle mal, no buscar ni desear hacerle daño. No hemos de extrañarnos si no sentimos amor alguno hacia él. Es natural que nos sintamos heridos o humillados. Nos hemos de preocupar cuando seguimos alimentando el odio y la sed de venganza.

Pero no se trata solo de no hacerle mal. Podemos dar más pasos hasta estar incluso dispuestos a hacerle el bien si lo encontramos necesitado. No hemos de olvidar que somos más humanos cuando perdonamos que cuando nos vengamos alegrándonos de su desgracia.

El perdón sincero al enemigo no es fácil. En algunas circunstancias a la persona se le puede hacer en aquel momento prácticamente imposible liberarse del rechazo, el odio o la sed de venganza. No hemos de juzgar a nadie desde fuera. Solo Dios nos comprende y perdona de manera incondicional, incluso cuando no somos capaces de perdonar.

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

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“Amad a vuestros enemigos” . Domingo 19 de febrero de 2014. 7º domingo de tiempo ordinario.

Domingo, 19 de febrero de 2017
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love_enemyLeído en Koinonia:

Lv 19,1-2.17-18: Amarás a tu prójimo como a ti mismo
Salmo responsorial 102:  El Señor es compasivo y misericordioso
1Cor 3,16-23: Todo les pertenece, ustedes de Cristo, y Cristo de Dios
Mt 5,38-48: Amen a sus enemigos

Todos estamos llamados por Dios a ser santos, a ser perfectos, como el mismo Padre lo es; y el camino para llegar a la plena santidad es el amor: amor a Dios y a los hermanos, amor a los que sufren, amor a sí mismo, a la familia, amor a la naturaleza, al cosmos-caos entero.

Las tres lecturas de hoy podría considerarse que están centradas en el tema de la «santidad por el amor».

La primera lectura, un fragmento del «código de santidad» del libro del Levítico, presenta una imagen de santidad mediada por la responsabilidad con el prójimo; es decir, que el camino para llegar a Dios y lograr la santidad comienza con el respeto hacia la vida y la dignidad del otro. Este criterio es el centro de la Ley y los Profetas, el eje que determina nuestra verdadera relación con Dios, el elemento fundamental de la fe, ya que a través de la apertura a los demás es como ciertamente somos partícipes de la promesa de salvación dada por Dios a su pueblo.

Pablo, en la primera carta a los Corintios, considera al ser humano como templo de Dios y morada del Espíritu. Con ello está diciendo que cada persona es presencia concreta de Dios en la historia humana. Este templo del cual habla Pablo es la comunidad cristiana de Corinto, en donde la Palabra anunciada ha sido escuchada y ha surtido efecto. La intención, entonces, de Pablo es advertir a sus oyentes de los peligros que acechan ese templo y que amenazan con destruirlo; esos peligros se encarnan en aquellos que pretenden anular el mensaje de Cristo crucificado a través de discursos provenientes de la sabiduría humana, que rechazan la vinculación e identificación de Dios con la debilidad humana y la solidaridad de Dios con los marginados de la sociedad. El mensaje de Pablo es supremamente importante, pues comprende que el verdadero templo en donde habita Dios son las personas, es en la vida de la humanidad, en los hombres y mujeres de todo el mundo, sin distinción de raza, cultura o religión; de esta manera Pablo supera la reducción de la presencia viva de Dios a una construcción, a unas paredes o a un “lugar” específico de culto. Son las personas el lugar verdadero donde debemos dar culto a Dios; son las personas el lugar privilegiado en donde toda nuestra fe se debe expresar, especialmente con aquellos hombres y mujeres, que, siendo santuarios vivos de Dios, han sido profanados por la pobreza, la violencia y la injusticia social.

El elemento fundamental del proyecto cristiano es presentado en esta sección del evangelio de Mateo: el amor. Este amor propuesto por Jesús supera el mandamiento antiguo (Lv 19,18) que permite implícitamente el odio al enemigo. Lo supera porque es un amor que no se limita a un grupo reservado de personas, a los de mi grupo, o los de mi etnia, o a mis compatriotas, o a los que me aman, sino que alcanza a los enemigos, a los que parecerían no merecer mi amor, o incluso parecerían merecer mi desamor. Es un amor para todos, un amor universal, expresión propia del amor de Dios que es infinito, que no distingue entre buenos y malos. Ser perfecto, como Dios Padre lo es, significa vivir una experiencia de amor sin límites, es poder construir una sociedad distinta, no fundada en la ley antigua del Talión («ojo por ojo, diente por diente», que ya era una manera primitiva de limitar el mal de la venganza), sino en la justicia, la misericordia, la solidaridad, enmarcados todos estos valores en el Amor.

Como seres simbióticos que somos, que no podemos vivir nuestra vida aisladamente, sino que incluso para llegar a ser necesitamos de la convivencia, la compañía, el diálogo… la dimensión moral nos es de inevitable abordaje. No podemos convivir sin alimentar y suavizar continuamente los límites de nuestras relaciones. No hay sociedad humana sin moral, sin derecho, sin ley, sin normas de convivencia. Por su parte, la dimensión religiosa no podría no incluir esa dimensión esencial.

En el Primer Testamento vemos que la mayor parte de los mandamientos son negativos, marcando lo que no se puede hacer, los límites que no se deben traspasar. Es un primer estadio de la moral.

El Evangelio da un salto hacia adelante. Parecería no estar preocupado tanto por los límites cuanto por el «pozo sin fondo» que hay que llenar, la perfección del amor que hay que alcanzar, lo cual no se consigue simplemente evitando el mal, sino acometiendo el bien. Con el Evangelio en la mano, no estaríamos consiguiendo el bien moral supremo, la santidad, simplemente omitiendo el mal, porque podríamos estar pecando «por omisión del bien». Y, como dice santo Tomás, el mandamiento del amor siempre resulta de algún modo inasequible, pues nunca podemos dar cuenta plena de él, siempre se puede amar con más entrega, con más generosidad y más radicalidad. Es típica del Evangelio la propuesta del amor a los enemigos, el amor humanamente más inasequible y racionalmente más difícilmente justificable.

No obstante, la propuesta de esta liturgia de la palabra de una santidad a la que se accedería por el amor, casi como en un acceso privilegiado o casi único, habríamos de adicionarle alguna matización. A la santidad cristiana no se accede sólo por el amor práctico, por la práctica moral o ética. Es cierto que en la historia de las religiones el cristianismo se ha hecho famoso como la religión que más ha organizado la práctica del amor, y por el hecho de que su presencia va acompañada siempre con las «obras de caridad» (hospitales, escuelas, centros de promoción humana, leprosarios, atención a los pobres, a los excluidos…) que le son características. ¿Pero bastará el amor?

¿Y la dimensión espiritual? ¿La espiritualidad, la contemplación, la mística… dónde quedan?

Obviamente, no estamos ante una alternativa amor-caridad/espiritualidad-mística, y los grandes santos de la caridad han sido también grandes místicos. No se trata de una alternativa (o una cosa o la otra), sino de una conjunción necesaria: las dos cosas. Porque las dos se interpenetran perfectamente. De hecho, el santo también es un «contemplativus in caritate», vive la contemplación en el ejercicio de la caridad. La Espiritualidad de la liberación acuñó la famosa fórmula: «contemplativus in liberatione»… como un perfecto ensamblaje entre acción y contemplación, práctica moral y mística.

En realidad, cuando se vive la mística, la moral brota espontáneamente. Sin duda, el cristianiso está desafiado a cambiar su modo de acceder a lo moral, que no ha de ser ya tanto un acceso directo, «moralizante», insistiendo en los preceptos y sus amenazas o castigos, cuanto en un acceso indirecto, por la vía de la mística, de la experiencia mística, que no deja de ser la experiencia misma del amor.

El Concilio Vaticano II, cuyo 50 aniversario se aproxima, abrió un panorama hasta entonces inusitado, el de la «universal llamada a la santidad», una santidad que anteriormente muchos cristianos consideraban reservada a los considerados entonces «profesionales» de la santidad (los monjes, los religiosos, el clero…pero no el común de los fieles. Leer más…

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Dom 19.2.17. No resistir al mal, amar al enemigo ¿puede cumplirse el Sermón de la Montaña?

Domingo, 19 de febrero de 2017
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icon-glr-cross-tDel blog de Xabier Pikaza:

No hay quizá palabras más hirientes ni más duras, de manera que en general las invertimos,diciendo: ¡resistid al mal, oponeos a vuestros enemigos! Así pedimos a Dios: ¡Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor!

Joachim Jeremías recoge en su famoso tratado El Sermón de la Montaña (Palabras de Jesús, Fax, Madrid 1968) el testimonio de la ortodoxia luterana, que decía: Estas palabras no pueden cumplirse. Pero ellas están ahí bien, colocadas, para recordar que somos pecadores (y que así, por serlo, nos perdona Dios)…, a no ser que se entiendan como “ética del ínterim” (A. Schweitzer), que sólo se pueden en el momento final, cuando todo termina.

De un modo aún más intenso, F. Nietzsche decía también que estas palabras no pueden cumplirse , que sólo las cumplió un hombre llamado Jesús, pero que le crucificaron por ello. La Iglesia posterior (sigue diciendo Nietzsche) no sólo no ha cumplido esas palabras, sino que las subvertido, haciendo lo contrario a lo que ellas dicen, proclamando de hecho el odio al enemigo (o, mejor dicho, el resentimiento), queriendo defenderse del mal (de los enemigos) por la fuerza.

— Posiblemente no tiene razón sin más un tipo de neo-ortodoxia luterana, ni A. Schweitzer, ni Nietzsche… . Posiblemente esas palabras de Jesús pueden y deben cumplirse de hecho, no sólo en sentido intimista (¡algunos cristianos lo han hecho!), sino también “social”… Pero el problema que ellos y otros muchos han planteado sigue siendo muy serio, quizá el más serio de todo el cristianismo:

images— ¿Se puede compaginar el Derecho Canónico con esas palabras?
— ¿Se puede compaginar con ellas una Iglesia que ha empleado y sigue empleando el poder no sólo para “resistir al mal” (en contra de Jesús?, sino para imponer sus principios sobre el mundo?
— ¿Puede estar iglesia actual, de vaticanos y curias, de nuncios y poderes fácticos, con moral de miedo, cumplir el Sermón de la montaña?

Dejo el tema abierto, que lo vean y sientan (y resuelvan, si pueden) los lectores. No me atrevo a darles soluciones. Sólo sé que de vez en cuando pienso en la parte de verdad de la neo-ortodoxia luterana, en la verdad de A. Schweiter… y me digo.¡Jesús, cómo lo has puesto de esa forma!

En esos momentos me consuela la visión de una Jerusalén romántica, distinta, en la que todo parece fácil (imagen 3…), para seguir leyendo y comentando el texto, como haré (con la ayuda de mi Comentario de Mateo, VD, Estella 2017)…

1.Jesús nos dice: No resistas al mal con otros males… no superéis una violencia con otra, renunciad más bien a la violencia, rompiendo así la cadena de opresiones y contra-opresiones que destruyen vuestra vida. Pero ¿cómo?

imagees2. Jesús sigue diciendo: En vez de oponerte con violencia, pon la otra mejilla buscando el bien del otro en cuanto otro, aunque sea tu enemigo (sobre todo, si es tu enemigo). Ésta es la respuesta. Donde no hay amor pon amor, y encontrarás amor, serás como Dios Amor…

Ciertamente, estas palabras se repetirán una vez más en nuestras iglesia, en la misa del próximo domingo (19.2.17: no resistáis al mal, amad al enemigo). Yo sentiré al menos un estremecimiento, y pedirá a Dios que nos ayude (en esa línea van las reflexiones que siguen, buen domingo).

1. NO RESISTÁIS AL MAL (Mt 5, 39)

Mt 5 38 Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. 3 9 Pero yo os digo: No resistáis al mal, sino que:
a quien te golpee en la mejilla derecha, ponle también la otra; 40 y al que quiera llevarte a juicio y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41a quien que te haga llevar la carga una milla, llévasela dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo niegues.

imagesssSobre la ley antigua (ojo por ojo y diente por diente, 5, 38) se eleva una nueva revelación (profundización e inversión de esa ley), que se expresa en un principio general (no resistáis al mal/malo: 5, 39a), con tres aplicaciones socio-políticas (5, 39b-41: poner la otra mejilla, dar también la capa al que exige la túnica, acompañar dos millas al que te exige que vayas una) y otra económica (5, 42: dale al que pide y presta al necesitado).

La ley regula el orden social, utilizando la violencia. Más que ordinatio rationis (ordenamiento de razón) es ordinatio potentiae, regulación del poder. Ciertamente, consigue un orden, pero lo hace por la fuerza. Así actúa con poder, por un talión (ojo por ojo) que impone su control, pero de manera que tiene que oponerse al mal de un modo violento, impidiendo que pueda propagarse de manera incontrolada. La Ley no cree en la bondad, ni en que el hombre pueda superar la violencia a través de una gracia superior, sino que utiliza para ello otro tipo de violencia, para castigar de esa manera a los trasgresores. En contra de eso, la nueva revelación apodíctica de Jesús, cuando dice no os opongáis al mal (malo, ponêrô), supera ese principio de violencia desde un plano superior de gracia.

carteles-enemigo-desmotivaciones-15La primera obligación de la Ley era oponerse al malo (injusto), a fin de que los justos pudieran vivir tranquilos, elevando así una especie de cerca o valla en contra de los transgresores, para que los legales vivieran protegidos dentro de ella. Pues bien, Jesús ha querido derribar esa valla, abriendo un espacio de vida más allá de las leyes político-judiciales violentas, renunciando así al talión, es decir, al principio de resistencia violenta frente al ante el malo, sin el cual no puede darse un tipo de justicia legal sobre la tierra. En esa línea, superar unilateralmente la violencia significaría dejar que la sociedad humana se destruya; sin un tipo de talión no hay justicia legal sobre la tierra.

‒ El talión es unívoco y claro: sabe distinguir entre inocentes y culpables; tiene lógica y la emplea, en equilibrio de juicio moralista. Puede admitir un tipo de utopía, pero mientras tanto defiende lo que existe. No quiere cambiar el mundo, sino mantener el orden de lo que hay, pues sólo Dios podrá cambiarlo, cuando él quiera. No transforma a las personas, sino que regula su conducta, manteniendo de esa forma lo que existe.

‒ Jesús es paradójico y, en un sentido, acepta la Ley, pero lo hace para superarla, pues ha llegado el tiempo mesiánico del Reino, superando así la ley (sin negarla) por medio de la gracia. Jesús empieza suponiendo que existen hombres malos, que amenazan a otros, poniendo en peligro su vida; pero no les responde con otra ley, no les expulsa ni mata (como mala raíz que debe arrancarse de la tierra; cf. Mt 13, 28-29), sino que se eleva de plano, para transformarles así, en perspectiva de gracia. Leer más…

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“De la venganza al amor”. Domingo 7 Tiempo Ordinario. Ciclo A.

Domingo, 19 de febrero de 2017
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que-es-perdonar-L-CpfDiRDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado vimos dos recursos de Jesús para combatir el legalismo de los escribas: llevar la ley a sus últimas consecuencias (asesinato, adulterio) y anular la ley en vigor (divorcio, juramento). El evangelio de este domingo termina de tratar el tema añadiendo un nuevo recurso: cambiar la norma por otra nueva. Lo hace hablando de la venganza y de la relación con el prójimo.

Generosidad frente a venganza

Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente.” Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.

El quinto caso toma como punto de partida la Ley del Talión («ojo por ojo, diente por diente»). Esta ley no es tan cruel como a veces se piensa. Intenta poner freno a la crueldad de Lamec, que anuncia: «Por un cardenal mataré a un hombre, a un joven por una cicatriz» (Génesis 4,23). Frente a la idea de la venganza incontrolada (muerte por cicatriz) la ley del Talión pretende que la venganza no vaya más allá de la ofensa (ojo por ojo). De todos modos, sigue dominando la idea de que es lícito vengarse.

En Las Coéforas de Esquilo se advierte el valor universal de esta idea. Después del asesinato de su padre, Electra pregunta al Coro qué debe pedir, y éste le responde:

− Que un dios o un mortal venga sobre ellos…
− ¿Cómo juez o como vengador?
− Di simplemente, “alguien que devuelva muerte por muerte”.
− Pero, ¿crees tú que los dioses encontrarán santo y justo mi ruego?
− ¿Acaso no es santo y justo devolver a un enemigo mal por mal?

Jesús no acepta esta actitud en sus discípulos. No sólo no deben enfrentarse al que lo ofende, sino que deben adoptar siempre una postura de entrega y generosidad. Para expresarlo, recu­rre a cinco casos concretos. ¿Cómo debes comportarte con quien te abofetea, te pone pleito para quitarte la túnica, te fuerza a caminar una milla (quizá se refiera a los soldados romanos, que podían obligar a los judíos a llevarles su impedimenta esa distancia), te pide, o te pide prestado? Basta hacerse cada una de estas preguntas, pensando cómo responderíamos nosotros, para advertir la enorme diferencia con las respuestas de Jesús.

De todos modos, lo que dice no debemos interpretarlo al pie de letra, porque terminaría amargándonos la existencia. El mismo Jesús, cuando lo abofetearon, no puso la otra mejilla; preguntó por qué lo hacían. Lo importante es analizar nuestra actitud global ante el prójimo, si nos movemos en un espíritu de venganza, de rencor, de regatear al máximo nuestra ayuda, o si actuamos con generosidad y entrega.

Amor al enemigo

Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»

El último caso parte de una ley escrita («amarás a tu prójimo»: Levítico 19,18) y de una norma no escrita, pero muy practicada («odiarás a tu enemigo»).

Es ciertos que el libro del Éxodo contiene dos leyes que hablan de portarse bien con el enemigo: «Cuando encuentres extraviados el toro o el asno de tu enemigo, se los llevarás a su dueño. Cuando veas al asno de tu adversario caído bajo la carga, no pases de largo; préstale ayuda» (Ex 23,4-5). Pero es curioso cómo se cambia esta ley en una etapa posterior: «Si ves extraviados al buey o a la oveja de tu hermano, no te desentiendas: se los devolverás a tu hermano. Si ves el asno o el buey de tu hermano caídos en el camino, no te desentiendas, ayúdalos a levantarse» (Dt 22,1.4). La obligación no es ahora con el enemigo y el adversario, sino con el hermano (en sentido amplio). Alguno dirá que, para el Deuteronomio no hay enemigos, todos son hermanos. Pero es una interpretación demasiado benévola.

El evangelio es muy realista: los seguidores de Jesús tienen enemigos. Sus palabras hacen pensar en las persecuciones que sufrían las primeras comunidades cristianas, odiadas y calumniadas por haberse separado del pueblo de Israel; y en la que sufren tantas comunidades actuales en África y Asia. Frente a la rabia y el odio que se puede experimentar en esas ocasiones, Jesús exhorta a no guardar rencor; más aún, a perdonar y rezar por los perseguidores.

Lo que pide es tan duro que debe justificarlo. Lo hace contraponiendo dos ejemplos: el de Dios Padre, el ser más querido para un israelita, y el de los recaudadores de impuestos y paganos, dos de los grupos más odiados. ¿A quién de ellos deseamos parecernos? ¿Al Padre que concede sus bienes (el sol y la lluvia) a todos los seres humanos, prescindiendo de que sean buenos o malos, de que se porten bien o mal con él? ¿O preferimos parecernos a quienes sólo aman a los que los aman?

No se trata de elegir lo que uno prefiera. El cristiano está obligado a «ser bueno del todo, como es bueno vuestro Padre del cielo».

Primera lectura (Levítico 19, 1-2.17-18)

El Señor habló a Moisés:

Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: “Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo. No odiarás de corazón a tu hermano. Reprenderás a tu pariente, para que no cargues tú con su pecado. No te vengarás ni guardarás rencor a tus parientes, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor. “

La idea de imitar al Dios bueno y santo portándonos bien con el prójimo es el tema de la primera lectura. La formulación es muy interesante, alternando prohibiciones y mandatos. Prohíbe odiar, manda reprender, prohíbe vengarse, manda amar. De ese modo, prohibiciones y mandatos se complementan y comentan. No odiar de corazón significa, en la práctica, no vengarse ni guardar rencor. Reprender es una forma de amar; de hecho, lo más cómodo y fácil ante los fallos ajenos es callarse y criticarlos por la espalda; para reprender cristianamente hace falta mucho amor y mucha humildad.

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Domingo VII del Tiempo Ordinario. 19 febrero, 2017

Domingo, 19 de febrero de 2017
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“Amad a vuestro enemigos,

haced el bien a los que os aborrecen

y rezad por los que os persiguen y calumnia”.

(Mt 5, 38-48)

¡Casi nada! Si hasta nos cuesta ceder el asiento en el autobús o dejar pasar a alguien con prisa en la cola del mercado. Y es que, además de que nos cuesta esto de hacer el bien tan gratuitamente, además de eso, no está bien visto. Si vas por la vida devolviendo bien por mal acabas pareciendo un idiota integral.

Dan ganas de decirle a Jesús: “-Mira, con ese programa no se va a apuntar nadie. Mejor será que pongas los pies en el suelo y bajes el nivel”.

Y estoy segura de que a lo largo de la historia más de una persona lo habrá pensado así e incluso habrá tratado de convencer a Jesús. Seguro que sus primeros discípulos algo le dirían. Pero no hizo caso. Y no solo propuso este programa, sino que vivió de acuerdo con él. Se dejó matar por él.

Y a lo largo de la historia otras muchas personas han hecho lo mismo. Hasta aquí la cosa está bien. Porque Jesús era Dios, y todos los demás santos.

Pero no queda ahí la cosa. Hoy, en más de un país, alguien como tú y como yo, un cristiano sencillo cree esas palabras y las está viviendo.

Ahora mismo hay personas cristianas, en países en guerra de mayoría islámica, que atienden en sus hospitales a musulmanes heridos.

Sí, también ahora, en nuestros días hay una lista interminable de mártires cristianos que mueren. Muchas veces torturados, sin renunciar a su fe. Perdonando a sus verdugos, amando.

El amor no es cosa de idiotas, es de personas valientes y generosas. Hay personas (las ha habido siempre) que saben que el odio solo genera odio. Que saben que solo el amor rompe la espiral de violencia. Solo el perdón nos devuelve la dignidad y nos hace crecer como personas.

Cada gesto de odio, de rechazo, de violencia o de rencor, nos deshumaniza. Hace más inhóspito el mundo. Y menos posible la convivencia. Pero de la misma manera. Cada gesto de perdón, de paz, de generosidad o de entrega contribuye de manera eficaz a crecer en humanidad.

Oración

Gracias, Trinidad Santa, por el testimonio valiente de nuestras hermanas cristianas perseguidas.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El otro llega a ti como ola.

Domingo, 19 de febrero de 2017
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amar-a-los-enemigosMt 5, 38-48

Sigue Mt en el sermón del monte, con la intención de armonizar el AT con la predicación de Jesús. Ante la lectura de este evangelio, uno se queda sin aliento. “No hagáis frente al que os agravia”. “Ama a tu enemigo y reza por él”. “Sed perfectos como vuestro padre celestial es perfecto”. Si repaso detenidamente estas exigencias, descubriré lo que me falta para cumplirlas como nos pide Jesús. Tal vez Nietzsche tenía más razón de lo que pensamos, cuando decía: “Sólo hubo un cristiano y ese murió en la cruz.”

Sinceramente creo que la verdadera dimensión cristiana está aún por inaugurar. Hemos construido miles de templos; hemos llevado la cruz a todos los rincones del orbe; hemos elaborado sumas teológicas como para parar un tren; hemos creado leyes que regulan todos los ámbitos de nuestra existencia; pero el único principio esencialmente cristiano está olvidado y sin repercusión alguna en nuestra vida.

Está mandado: “ojo por ojo y diente por diente” Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. El ‘ojo por ojo’, fue un intento de superar el instinto de venganza que nos lleva a hacer el máximo daño posible al que me ha hecho algún daño. Tenemos asumido que la meta es la justicia, identificada con el ojo por ojo. Creo que la racionalidad y el jurisdicismo occidental nos impiden la comprensión del mensaje cristiano.

Reclamamos justicia, pero si examinamos esa justicia que exigimos, descubriremos con horror, que lo que intentamos todos, es hacer de la justicia un instrumento de venganza. Se utilizan las leyes para hacer todo el daño que se pueda al enemigo; eso sí, dentro de la legalidad y amparados por la sociedad. Los buenos abogados son aquellos que son capaces de ganar los pleitos cuando la razón está de parte del contrario.

Las frases tan concisas y profundas pueden entenderse mal. No nos dice Jesús que no debamos hacer frente a la injusticia. Contra la injusticia hay que luchar con todas la fuerzas. Tenemos obligación de defendernos cuando nos afecta personalmente, pero sobre todo, tenemos la obligación de defender a los demás de toda clase de injusticia. Lo que nos pide el evangelio es, que nunca debemos eliminar la injusticia con violencia.

Si utilizamos la violencia para eliminar una injusticia, estamos manifestando nuestra incapacidad de eliminarla humanamente. No convenceré al injusto si me empeño en demostrarle que me hace daño a mí o a otro. Pero si soy capaz de demostrarle que con su actitud se esta haciendo un daño irreparable a sí mismo, sin duda cambiaría de actitud.

Habéis oído que se dijo: “amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo” Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos. Hay que aclarar que para ellos el prójimo era el que pertenecía a su pueblo, a su raza, a su familia. El “enemigo” era siempre el extranjero, que atentaba real o potencialmente contra la seguridad el pueblo. Para poder subsistir, no tenían más remedio que defenderse de las agresiones. Jesús da un salto de gigante y podemos apreciar que la diferencia entre ambas propuestas es abismal.

¿Por qué tengo que amar al que me está haciendo la puñeta? El camino para la comprensión de esta norma, es largo y muy penoso. Tenemos que llegar a él, a través de un proceso de maduración, en el que debemos tomar conciencia de que todos somos una sola cosa, y que en realidad, no hay enemigo. En el fondo, el amor al enemigo no es más que una manifestación del verdadero amor, que por ir en contra del instinto de conservación, se ha convertido en la verdadera prueba de fuego del AMOR.

La dificultad mayor para comprender este amor, está en que confundimos amor con sentimiento. El amor evangélico no es instinto ni sentimiento. Por lo tanto no podemos espera que sea algo espontáneo. El verdadero amor, sea al enemigo o a un hijo, no es el instinto que nace de mi ser biológico. El amor de que estamos hablando es algo mucho más profundo y humano. Ni siquiera nuestra razón nos puede llevar a ese nivel.

Enemigo es el que tiene una actitud de animadversión, no el que la sufre. El enemigo no tiene por qué obtener una respuesta de la misma categoría que su acción. Alguien puede considerarse enemigo mío, pero yo puedo mantenerme sin ninguna agresividad hacia él. En ese caso, yo no convierto en enemigo al que me ataca. Si le constituyo en enemigo, he destrozado toda posibilidad de poder amarle.

Un ejemplo puede aclarar lo que quiero decir. En el mar siempre habrá olas, de mayor o menor tamaño, pero siempre estarán ahí. Al llegar al litoral, la misma ola puede encontrar la roca o puede encontrarse con la arena. ¡Qué diferencia! Contra la roca estalla en mil pedazos. Con la arena se encuentra suavemente y de manera imperceptible. Incluso si la ola es muy potente, en la arena rompe sobre sí misma y pierde su fiereza.

¿Necesitas explicación? Pues voy a dártela. Los enemigos van a estar siempre ahí. Pero la manera de encontrarte con ellos dependerá siempre de ti. Si eres roca el encuentro se manifestará estruendosamente y ambos se dañarán. Si eres playa todo su potencial queda anulado y llegara hasta ti con la mayor suavidad. Un detalle, la roca y la arena, están hechas de la misma materia, solo cambia su aspecto exterior.

Así seréis hijos de vuestro Padre… Aquí encontramos una de las mejores muestras de lo que se entendía por hijo en tiempo de Jesús. Hijo era el que salía al padre, el que era capaz de imitarle en todo. Viendo al hijo, uno podía adivinar quién era su padre. También podemos descubrir la idea de Dios que tenía Jesús. Un Dios que ama a todos por igual porque su amor no es la respuesta a unas actitudes o unas acciones sino anterior a toda acción humana. Dios me ama no porque yo sea bueno sino porque él es bueno.

En contra de lo que se nos ha repetido hasta la saciedad, Dios no ama a los buenos, sino que Él ama infinitamente a todos. De la misma manera, el amor que yo tengo a los demás, no puede estar originado ni condicionado por lo que el otro es o tiene, sino por la calidad de mi propio ser. El amor no es respuesta a las actuaciones o cualidades de un ser; su origen tiene que estar en mí, y solo afecta al otro como objetivo, como meta.

Si somos incapaces de amar al enemigo, podemos tener la certeza de que todo lo que nosotros hemos llamado amor, no tiene nada que ver con el evangelio, y por lo tanto del amor que nos ha exigido Jesús. El evangelio no es ciencia ni filosofía ni moral ni teología ni religión. El evangelio es un lenguaje vitalista. El evangelio no está encaminado a enriquecer la inteligencia sino a encauzar la vida.

Meditación-contemplación

No pretendas ir a nadie como ola agresiva.
Pero al que venga hacia ti con violencia,
acógele con suavidad y quedará frustrado en su actitud.

No se te ocurra intentar amar a otra persona,
si te acercas a ella considerándola enemiga.
Descubre, más bien, que no tienes ningún enemigo,
porque eso depende exclusivamente de ti.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Sed Perfectos

Domingo, 19 de febrero de 2017
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el-abrazo-1976-juan-genoves-custom2No puedo hacerte mal sin herirme a mi mismo (Gandhi)

19 febrero, VII domingo del TO

Mt 5, 38-48 Amad a vuestros enemigos

Así seréis hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos

El evangelio de hoy nos dice, en palabras de Jesús, que seamos perfectos como nuestro Padre del cielo es perfecto. Es decir, por esa filiación divina que nos hace también ser hermanos de nuestros semejantes.

Estos preceptos de amor al prójimo hunden sus raíces en la sabiduría de todos los tiempos. El Código de Hammurabi, rey de Babilonia (s. XVIII aC), los recoge grabados en una Estela de diorita. Y pueden leerse también en los papiros del egipcio Libro de los muertos (s III aC). La Biblia, por su parte, está tachonada en su contenido de la expresión “hijo de Dios” y del “amor al prójimo”.

En el AT, el Pentateuco rompe el fuego: El pueblo de Israel es hijo primogénito de Dios (Éx 4, 22); Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Lev 18, 19); Hijos sois del Señor, vuestro Dios (Dt 14, 1). El profeta Oseas dice: Cuando Israel era niño, lo amé, y desde Egipto llamé a mi hijo (Os 11, 1). El Salmista canta: Tu eres mi hijo, y yo te he engendrado hoy (Sal 2, 7); y en 89, 28: Y yo lo nombraré mi primogénito, excelso entre los reyes de la tierra. En Proverbios se designa metafóricamente al discípulo: Hijo mío no olvides mis enseñanzas (Prov 3, 1). En el Eclesiástico se lee: Escuchad hijos míos a vuestro padre (3, 1). Y, finalmente, el Libro de la Sabiduría: También el justo declara que conoce a Dios y dice que él es hijo del Señor(Sap 2, 13); y en 5,5: ¿Cómo ahora lo cuentan entre los hijos de Dios y comparte la herencia con los santos?

El NT es pródigo tanto en lo de hijo de Dios como en lo del amor al prójimo. Del evangelio del día se deduce la preexistencia de Jesús (Jn 1,1.30), es decir que el Hijo de Dios estaba en el cielo, bajó del cielo y subió de nuevo al cielo. El Hijo de Dios une al cielo y la tierra (Jn 1,51); es el Hijo del Hombre el que ofrece a la humanidad el verdadero alimento de vida eterna (Jn 6, 27). Y en 20, 31 finaliza así el Águila de Patmos su Evangelio: Estas palabras quedan escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios.

Juan introduce un nuevo aspecto de la relación de Jesús con la humanidad: Jesús es el portador de la Revelación y nos muestra el carácter y naturaleza de Dios. A través de él, Dios proclama su propia naturaleza, su divinidad y la divinidad de la vida creada; divinidad y humanidad están unidas en indisoluble unidad. Mateo relata en 14, 33 esta proclamación por parte de los que pescaban: Los de la barca se postraron ante él diciendo: Ciertamente eres Hijo de Dios (Mt 14, 33)

En cuanto al “amor al prójimo”, Jesús refrenda el texto del Levítico en Mt 22, 38 como segundo precepto más importante de la Ley. Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro padre del cielo, que salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos Mt 5 43-45.

En Rom 8 Pablo se explaya en la vida otorgada por el Espíritu; y en Gál 4, que: de esclavos, pasamos a ser hechos libres por adopción; coherederos, con derecho a la inmortalidad, llamamos a Dios Abba y somos realmente hijos e Dios. El logro de todo esto es fruto del esfuerzo personal de cada uno.

En la película La isla de Nim (2008) dirigida por Jennifer Flackett, uno de los buhoneros le dice a la protagonista Alex: “Sé el héroe de tu propia historia”. El cine no se ha quedado indiferente ante el espectáculo descrito, y el director estadounidense Christopher Spencer ha dirigido con gran éxito el film Hijo de Dios (2014).Cuando Gandhi dijo: “No puedo hacerte mal sin herirme a mi mismo”, está subrayando la filiación divina, la unidad y el amor entre todos los seres.

EL SALMÓN

Los sueños del salmón son colorados.

Suben y bajan por ríos torrenteros:

suben al cielo por cascadas,

y por torrentes vuelven al océano.

Al subir se hace dios, se diviniza,

y al bajar endiosado, se hace humano.

En esa reciprocidad se forja

la religión de un futuro cercano.

Nueva no por su forma y modo,

sino por los colores reflejados

en su interioridad como arco-iris

que nos revela el mundo más arcano.

(NATURALIA. Los sueños de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Perfectos?

Domingo, 19 de febrero de 2017
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15ordinarioc7Jesús siempre sorprende con frases inesperadas, excéntricas y hasta contradictorias. Así, por ejemplo, cuando nos invita: “Sean perfectos como el Padre es perfecto”.

¿Perfectos? La perfección no es una virtud deseable en nuestros días. Evidentemente el mundo postmoderno en el que vivimos huye de los perfeccionismos. Y ello resulta muy útil para contrarrestar utopías inalcanzables y deseos impertinentes que no tienen mucho que ver con una concepción ajustada de nosotros mismos. En este sentido, podríamos intentar traducir la perfección desde senderos más equilibrados, en términos de plenitud, de sinceridad, de honestidad y hasta de búsqueda de la verdad. Pero la frase de Jesús continúa curiosamente: “como el Padre es perfecto”.

Si ser perfectos parecía improcedente, ser perfectos como el Padre no parece ser posible para nadie. ¿Cómo es perfecto el Padre? La palabra “como” que vincula la perfección del Padre a la nuestra me ofrece una clave de interpretación comparativa. ¿Cómo y en qué circunstancias podemos ser como el Padre? Las palabras de Jesús tienen mucho de incomprensibles y habría que dejarlas abiertas. Pero ofrezco aquí una posible interpretación que vincula la práctica de acciones de misericordia con una mirada contemplativa.

En clave de bienaventuranzas, el texto que reflexionamos este domingo nos invita a realizar varias acciones concretas que son la parte práctica de esta felicidad: dar a quien nos lo pida, mantenernos firmes, íntegros y con fortaleza cuando nos golpean, acompañar a alguien en su camino…

Pero, tal vez, para que ello no se convierta en mero activismo, Jesús nos ofrece un universo de sentido: nosotros como el Padre. Es decir, nos invita a redescubrir la vinculación profunda con Dios. Hoy, con la fuerza que recobra la espiritualidad y el influjo de la meditación, hablaríamos de abrir nuestra conciencia para vernos a nosotros mismos tal como somos, y entendernos en relación profunda con todos y con Dios. Esto mismo ya lo decía, por ejemplo, santa Clara de Asís cuando invitaba a sus compañeras a mirarse en el “espejo de eternidad”. Esta conciencia transformada puede ser la guía que nos impulsa a las acciones de empatía, de no violencia y de compañía, más allá de arrinconamientos, de victimismos o de desempoderamientos. La perfección, como este entendernos a nosotros mismos desde Dios, se presenta entonces como posibilidad de transitar este mundo de las bienaventuranzas.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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