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Dom 19.2.17. No resistir al mal, amar al enemigo ¿puede cumplirse el Sermón de la Montaña?

Domingo, 19 de febrero de 2017

icon-glr-cross-tDel blog de Xabier Pikaza:

No hay quizá palabras más hirientes ni más duras, de manera que en general las invertimos,diciendo: ¡resistid al mal, oponeos a vuestros enemigos! Así pedimos a Dios: ¡Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor!

Joachim Jeremías recoge en su famoso tratado El Sermón de la Montaña (Palabras de Jesús, Fax, Madrid 1968) el testimonio de la ortodoxia luterana, que decía: Estas palabras no pueden cumplirse. Pero ellas están ahí bien, colocadas, para recordar que somos pecadores (y que así, por serlo, nos perdona Dios)…, a no ser que se entiendan como “ética del ínterim” (A. Schweitzer), que sólo se pueden en el momento final, cuando todo termina.

De un modo aún más intenso, F. Nietzsche decía también que estas palabras no pueden cumplirse , que sólo las cumplió un hombre llamado Jesús, pero que le crucificaron por ello. La Iglesia posterior (sigue diciendo Nietzsche) no sólo no ha cumplido esas palabras, sino que las subvertido, haciendo lo contrario a lo que ellas dicen, proclamando de hecho el odio al enemigo (o, mejor dicho, el resentimiento), queriendo defenderse del mal (de los enemigos) por la fuerza.

— Posiblemente no tiene razón sin más un tipo de neo-ortodoxia luterana, ni A. Schweitzer, ni Nietzsche… . Posiblemente esas palabras de Jesús pueden y deben cumplirse de hecho, no sólo en sentido intimista (¡algunos cristianos lo han hecho!), sino también “social”… Pero el problema que ellos y otros muchos han planteado sigue siendo muy serio, quizá el más serio de todo el cristianismo:

images— ¿Se puede compaginar el Derecho Canónico con esas palabras?
— ¿Se puede compaginar con ellas una Iglesia que ha empleado y sigue empleando el poder no sólo para “resistir al mal” (en contra de Jesús?, sino para imponer sus principios sobre el mundo?
— ¿Puede estar iglesia actual, de vaticanos y curias, de nuncios y poderes fácticos, con moral de miedo, cumplir el Sermón de la montaña?

Dejo el tema abierto, que lo vean y sientan (y resuelvan, si pueden) los lectores. No me atrevo a darles soluciones. Sólo sé que de vez en cuando pienso en la parte de verdad de la neo-ortodoxia luterana, en la verdad de A. Schweiter… y me digo.¡Jesús, cómo lo has puesto de esa forma!

En esos momentos me consuela la visión de una Jerusalén romántica, distinta, en la que todo parece fácil (imagen 3…), para seguir leyendo y comentando el texto, como haré (con la ayuda de mi Comentario de Mateo, VD, Estella 2017)…

1.Jesús nos dice: No resistas al mal con otros males… no superéis una violencia con otra, renunciad más bien a la violencia, rompiendo así la cadena de opresiones y contra-opresiones que destruyen vuestra vida. Pero ¿cómo?

imagees2. Jesús sigue diciendo: En vez de oponerte con violencia, pon la otra mejilla buscando el bien del otro en cuanto otro, aunque sea tu enemigo (sobre todo, si es tu enemigo). Ésta es la respuesta. Donde no hay amor pon amor, y encontrarás amor, serás como Dios Amor…

Ciertamente, estas palabras se repetirán una vez más en nuestras iglesia, en la misa del próximo domingo (19.2.17: no resistáis al mal, amad al enemigo). Yo sentiré al menos un estremecimiento, y pedirá a Dios que nos ayude (en esa línea van las reflexiones que siguen, buen domingo).

1. NO RESISTÁIS AL MAL (Mt 5, 39)

Mt 5 38 Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. 3 9 Pero yo os digo: No resistáis al mal, sino que:
a quien te golpee en la mejilla derecha, ponle también la otra; 40 y al que quiera llevarte a juicio y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41a quien que te haga llevar la carga una milla, llévasela dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo niegues.

imagesssSobre la ley antigua (ojo por ojo y diente por diente, 5, 38) se eleva una nueva revelación (profundización e inversión de esa ley), que se expresa en un principio general (no resistáis al mal/malo: 5, 39a), con tres aplicaciones socio-políticas (5, 39b-41: poner la otra mejilla, dar también la capa al que exige la túnica, acompañar dos millas al que te exige que vayas una) y otra económica (5, 42: dale al que pide y presta al necesitado).

La ley regula el orden social, utilizando la violencia. Más que ordinatio rationis (ordenamiento de razón) es ordinatio potentiae, regulación del poder. Ciertamente, consigue un orden, pero lo hace por la fuerza. Así actúa con poder, por un talión (ojo por ojo) que impone su control, pero de manera que tiene que oponerse al mal de un modo violento, impidiendo que pueda propagarse de manera incontrolada. La Ley no cree en la bondad, ni en que el hombre pueda superar la violencia a través de una gracia superior, sino que utiliza para ello otro tipo de violencia, para castigar de esa manera a los trasgresores. En contra de eso, la nueva revelación apodíctica de Jesús, cuando dice no os opongáis al mal (malo, ponêrô), supera ese principio de violencia desde un plano superior de gracia.

carteles-enemigo-desmotivaciones-15La primera obligación de la Ley era oponerse al malo (injusto), a fin de que los justos pudieran vivir tranquilos, elevando así una especie de cerca o valla en contra de los transgresores, para que los legales vivieran protegidos dentro de ella. Pues bien, Jesús ha querido derribar esa valla, abriendo un espacio de vida más allá de las leyes político-judiciales violentas, renunciando así al talión, es decir, al principio de resistencia violenta frente al ante el malo, sin el cual no puede darse un tipo de justicia legal sobre la tierra. En esa línea, superar unilateralmente la violencia significaría dejar que la sociedad humana se destruya; sin un tipo de talión no hay justicia legal sobre la tierra.

‒ El talión es unívoco y claro: sabe distinguir entre inocentes y culpables; tiene lógica y la emplea, en equilibrio de juicio moralista. Puede admitir un tipo de utopía, pero mientras tanto defiende lo que existe. No quiere cambiar el mundo, sino mantener el orden de lo que hay, pues sólo Dios podrá cambiarlo, cuando él quiera. No transforma a las personas, sino que regula su conducta, manteniendo de esa forma lo que existe.

‒ Jesús es paradójico y, en un sentido, acepta la Ley, pero lo hace para superarla, pues ha llegado el tiempo mesiánico del Reino, superando así la ley (sin negarla) por medio de la gracia. Jesús empieza suponiendo que existen hombres malos, que amenazan a otros, poniendo en peligro su vida; pero no les responde con otra ley, no les expulsa ni mata (como mala raíz que debe arrancarse de la tierra; cf. Mt 13, 28-29), sino que se eleva de plano, para transformarles así, en perspectiva de gracia.

La Ley (incluso la mejor) regula el orden social por la fuerza, utilizando algún tipo de violencia, conforme al talión (ojo por ojo) que se impone por la fuerza, oponiéndose a la violencia ilegal con otra legal, para hacer así posible la vida concreta, en un mundo amenazado de muerte. Pues bien, en contra (o, mejor dicho, por encima) de esa ley, al decir no resistáis al Mal, es decir, al Malo», Jesús, desborda los supuestos de una ley (israelita o no), cuya primera obligación es trazar las diferencias y oponerse al mal (al malo, al injusto), con la fuerza, para que los justos puedan mantenerse y seguir viviendo, protegidos por la valla de la justicia.

Muchos pensaban y piensan que la sociedad (la justicia) nace de la resistencia contra el Malo, como supone el principio del talión, que busca siempre a los culpables a quienes la buena sociedad puede y debe oponerse, impidiendo que sigan haciendo daño o expulsándoles del grupo.

En un primer nivel, el talión de la justicia parece necesario: sabe distinguir entre inocentes y culpables; tiene lógica y la emplea, en equilibrio de la ley (es decir, de la vida de los “justos”).

Pues bien, sin negar ese nivel, el mensaje y ejemplo de Jesús quiere lograr que subamos de plano: Sabe que hay “malos” (que hay mal), pero cree que el talión (la justicia de la Ley) no basta para cambiarlos y superar de esa forma el mal.

Pues bien, en ese contexto, Jesús piensa que sólo puede superarse el mal con una nueva y más alta educación y compromiso, en línea de no violencia activa. Se trata de no oponerse en su mismo plano de violencia al mal (es decir, al Malo /|), pues en esa plano seguimos atrapados en el mismo espacio de acción y reacción. Se trata de subir de plano; de oponerse al mal (al Malo), pero de otra manera, en la línea de Padrenuestro (donde pedimos a Dios que nos libre del Malo: 6,13 /), como Jesús, que entiende su evangelio como batalla contra el Malo, el Diablo, desde las tentaciones (4,1-12), pero sin acudir a la violencia opresoras, sino liberando a las personas para que así puedan vivir en libertad.

En esa línea, la alternativa de Jesús no se sitúa en el mismo plano del mal/Malo, utilizando sus medios, sino en un plano más alto de perdón activo, de creatividad superior, como iremos viendo a lo largo de todo el evangelio, que viene a presentarse así como libro (manual) de lucha contra los poderes del mal, en línea de curación, amor al enemigo. Éste es el sentido de la meta-noia que Jesús ha propuesto en 4, 17, una forma distinta, más alta, de pensar y sentir, en la línea de Dios, al servicio de su Vida. Desde ese fondo podemos pasar a las aplicaciones del texto

1. A quien te golpee en la mejilla derecha, ponle también la otra (5, 39). Éste es el ejemplo que más ha impactado a la tradición posterior, y proviene con toda seguridad de Jesús, que se opone de esa forma a toda solución armada (violenta) del conflicto social. Quien te golpea en la mejilla puede ser un enemigo personal, en una pequeña disputa de vecinos, pero también la autoridad social y militar, que te trata como a un esclavo, apelando no sólo a la violencia, sino a la humillación física. Normalmente, un hombre de “honor” tiene que oponerse, no sólo según Ley, sino en legítima defensa. Pues bien, Jesús pide a sus discípulos que acepten el deshonor de ser golpeados, no por impotencia, sino por potencia y autoridad más alta, poniendo la otra mejilla. De esa forma podrán mostrar que son portadores de un evangelio de gratuidad creadora.

2. Al que quiera llevarte a juicio y quitarte la túnica déjale también el manto (Mt 5, 40). En ese contexto, aquel que quiere quitarme la túnica no es un simple ladrón, sino un cumplidor de la justicia, que acude para ello al tribunal de justicia. Pues bien, quien pretenda seguir el principio de no-juicio y gratuidad de Jesús, debe renunciar a ese tipo de justicia, aunque, según ley, pudiera hacerlo, situando su respuesta en un plano más alto (provocativo, creador), de gratuidad (dar el mismo manto), por encima de los principios de la justicia establecida, en línea de misericordia activa. Conforme a este pasaje, si se asume el principio de la gratuidad, el creyente de Jesús debe superar la “razón” judicial (la justicia legal), situándose en un plano más alto, por encima de la competencia mutua y de la lucha del derecho (ley), para situarse en un nivel de gratuidad.

3. A quien que te haga llevar la carga una milla, llévasela dos (5, 41). Los soldados del ejército de ocupación podían exigir a los civiles que les llevaran por un tramo (una milla) sus enseres. Esa exigencia suscitaba la protesta y rechazo de muchos, que se alzaban contra los soldados. Pues bien, subiendo de nivel, en una línea de gratuidad y no-violencia activa, el texto pide que ayudemos a los mismos soldados (¡invasores!), de una forma que resulta al menos paradójica. Entenderíamos mejor la resistencia no violenta: no atacamos a los invasores, pero rechazamos y evitamos toda relación con ellos. Pero este ejemplo parece exigir un tipo de un colaboracionismo, que muchos juzgarán peligroso: ¿Y si las armas que llevamos por dos millas se utilizan contra pobres inocentes? ¿Y si nuestro gesto les ayuda para conseguir una victoria injusta?.
4 Al que te pida, dale… (5, 42).

Mateo ha destacado este motivo menos que Lucas (cf. Lc 6, 27-36), pero le da también mucha importancia: el principio de no-violencia (no-juicio) ha de traducirse también en forma de gratuidad económica y de comunicación de bienes. El que es dueño exclusivo de algún tipo de fortuna, tendrá que defenderla con las armas. Por el contrario, el que renuncia a la defensa militar, debe ofrecer sus bienes y ponerlos al servicio de los otros, compartiendo lo que tiene.

AMAD AL ENEMIGO (Mt 5, 43-48)

No basta renunciar a la guerra como solución, hay que amar activamente, como personas, como iglesias, como grupos sociales.

(Revelación) Mt 5, 43 Habéis oído que se dijo “amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”, 44 pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen,
(Base teológica) 45 para que seáis hijos de vuestro Padre celestial; porque El hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.
(Razón) 46 Porque si amáis a los que os aman, qué recompensa tenéis? No hacen también lo mismo los recaudadores de impuestos? 47 Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, qué hacéis de más: ¿No hacen también lo mismo los gentiles?
(Conclusión) 48 Sed pues perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.

El texto es sorprendente por su forma de citar la ley antigua: «Habéis oído que se ha dicho amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo». Se ha venido diciendo que el segundo inciso (odiarás a tu enemigo) no aparece expresamente en ningún lugar del Antiguo Testamento, aunque sí el primero (amarás a tu prójimo: Lev 19, 18). Algunos han pensado que Jesús (o el redactor de Mt 5, 43) ha sido injusto al resumir así la ley antigua, pero esas palabras se encuentran en Qumrán (1QS I, 5.9-10).

Sea como fuere, Mateo no polemiza con la ley en cuanto tal (con la Escritura en sí), sino con una interpretación, a su juicio sesgada, de la tradición israelita. En esa línea, el problema no es saber la fuente de la cita de Jesús, ni su fidelidad formal respecto al AT o al conjunto de la tradición israelita. Lo que está en juego es el principio de la ley antigua como ley de grupo y el sentido de la nueva revelación que trasciende los límites de un grupo para abrirse de un modo universal. Por otra parte, el tema no puede entenderse como polémica con un tipo de judaísmo antiguo o contemporáneo de Jesús, sino más bien como expresión de una experiencia universal:

‒ Un tipo de ley, condensada en forma de amor-odio (bien-mal) divide a los hombres por razones familiares, nacionales, sociales, culturales, religiosas… Hay normas de juicio y según ellas los hombres deben distinguirse, en proceso de discernimiento que marca y define el lugar de cada uno en el conjunto. La misma ley del judaísmo instaura un sistema de dualidad, dividiendo a los hombres en buenos y malos.

‒ La revelación de Jesús ha superado ese nivel, haciendo al hombre capaz de amar a todos, superando así, desde un plano más alto, la oposición entre el bien y el mal. Conforme a una visión popularizada por A. Nygren, el amor de tipo eros sigue actuando en plano judicial, y así se ofrece a aquellos a quienes el “amante” piensa que son dignos de acogerlo (sus amigos). Pero Cristo ha revelado ya el amor-agape: ha ofrecido su vida por todos, superando así las divisiones ratificadas por una ley que separa a los malos y los buenos.

Entendido de esa forma, este pasaje aparece como principio supremo de interpretación cristiana de la Biblia. En esa línea, Mt 5, 43-45 ofrece un programa de vida que va incluso más allá de las afirmaciones del judaísmo helenista de Sab 5, 21-22 que defiende una justicia inmanente de Dios en el mundo en plano de talión. Este pasaje transciende incluso el nivel originario de Gen 2-3 (cf. Dt 30, 15), que pone al hombre ante una ley de talión, que condena a muerte a los culpables, para situarnos en la línea de Gen 1, que presenta un mundo positivo y bueno para todos, y especialmente en la línea de Gen 8, 20-21 (no volveré a maldecir…), donde Dios se compromete a “defender su creación”, no enviando más diluvios (aunque ofrezca una visión pesimista de la vida humana, según la cual Dios no castiga, porque los humanos son malos desde el principio) .

Mt 5, 45 despliega un programa de gratuidad, situándonos en el límite bueno de la creación, ante un Dios que es amor abierto a todos, no talión (premiar a los buenos, castigar a los malos), superando así todo dualismo escatológico o teológico. En esa línea, Jesús no polemiza contra la Escritura en sí (donde no se manda odiar al enemigo), sino contra una interpretación sesgada de ella, que se extendía en algunos círculos judíos, y que así aparece en Qumrán. Pero el problema de fondo de este texto no es de tipo filológico, sino de experiencia y compromiso evangélico, en la línea de la conversión o cambio de mente y vida que Jesús había proclamado en 5, 17.

‒ ¡Habéis oído que se ha dicho: amarás a tu prójimo! (5, 43). Ésta es la tesis normal. Todo grupo forma un espacio de “coherencia” interna, con un tipo de amor hacia dentro (una relación distinta para los de fuera). Ésta es la ley supuesta en el talión: ¡ojo por ojo y diente por diente! (5, 38), que parece fundada en la naturaleza, como supone Lev 19, 18, un texto clave, asumido por Mt 19, 19 par al tratar del shema. Todo es norma en ella, Jesús no la discute. El problema estará en su aplicación, en saber si el prójimo ha de entenderse de manera universal o exclusivista.

Pues bien, en ese contexto, como formulación complementaria, implícita en la misma ley de amor al amigo, Jesús añade, en nombre de una tradición muy extendida: y odiarás a tu enemigo. Sólo se podría amar a unos odiando a otros, sólo se podría defender al grupo (familia, pueblo) rechazando a los supuestos enemigos. Al añadir esa sentencia, Jesús puede estar pensando en Qumrán, pero no es preciso, pues ella aparece siempre que un grupo pone de relieve el amor a los de dentro. Jesús toma la frase anterior (amar al prójimo) en sentido particularista, como hacían otros judíos de su tiempo, y se limita a sacar las consecuencias que de ella derivan: Para amar al amigo/prójimo habría que “odiar” a otros grupos, concebidos como una amenaza, en un mundo pensado en línea de oposiciones (como en Qumrán: cf. 1Qs 1, 10; 9, 21ss; 10, 17 etc.).

‒ Pero yo os digo: revelación mesiánica (5, 44). Frente al impersonal habéis oído, frase que pareciendo venir de Dios, procede en realidad de la lucha de la historia, ratificada por un tipo de ley particular, eleva Jesús su más clara palabra personal: pero yo os digo. Como testigo auténtico de Dios, él presenta su “yo” que abre un nuevo camino universal de amor, superando el nivel de un deseo que sólo se cumple en un contexto de oposiciones. Parecía que la vida de los individuos se encontraba definida desde fuera y cada uno tenía que amoldarse al lugar donde se hallaba (amigo de los amigos y enemigo de los enemigos).

Pues bien, la respuesta de Jesús rompe ese fatalismo de la división, supera la determinación de la ley de contrarios y sitúa al hombre ante la posibilidad de una respuesta unitaria (más allá de las oposiciones), en línea de amor gratuito, como ratificará al decir “no juzguéis” (Mt 7, 1-6), rompiendo así un tipo de simetría o mimetismo que consiste en depender de algo exterior: de aquello que nos hacen, del lugar en el que estamos.

‒ Amad a vuestros enemigos… Enemigos son aquellos que se sitúan fuera de nuestro círculo de amor (o, mejor dicho, de nuestros intereses) y podrían aprovecharse de nosotros. Por eso, conforme a la palabra de Jesús, el amor que debemos ofrecer a esos enemigos no es respuesta al amor que recibimos (o esperamos recibir) sino expresión de gratuidad: deseo de que vivan, sean felices. No se trata aquí de un amor sentimental, de tipo intimista, sino de amor radical, en el sentido de “hacer el bien”, de cuidar, tomando así a los enemigos como parte de nuestra propia identidad. En esa línea se sitúa la siguiente palabra: Orad por vuestros perseguidores, es decir, por aquellos que pensamos que nos amenazan en concreto, pudiendo hacernos daño, los que nos impiden ser en libertad, los que ponen en riesgo nuestra vida (cf. comentario a 5,11-12).

Por amor debemos responderles pidiendo a Dios que les bendiga, sosteniendo su camino, y superando así (desde “abajo”) la lógica de la persecución y del talión, no sólo en un plano humano sino también divino. Humanamente hablando, lo normal es que pidamos que el bien triunfe del mal; que se desplieguen y venzan los buenos sobre el mundo.

Pues bien, aquí pedimos precisamente lo anormal (supra-normal): Rogamos a Dios por los enemigos, para que cese la lógica ordinaria del talión, para que se supere el nivel de la ley (¡a cada uno según sus méritos!) y se introduce sobre el mundo una nueva lógica de gratuidad, abierta precisamente hacia aquellos que parecían ser contrarios. Quien así ora descubre un nuevo rostro de Dios, que está por encima de esa oposición, superando así el nivel juicio que suele expresarse que suele expresarse en formas poco evangélicas de entender su juicio como “salvar a los buenos y condenar a los malos”.

‒ Para que seáis hijos de vuestro Padre que ofrece a todos la luz del sol y el agua (5, 45). Esta visión de Dios no puede fundarse de un modo “judicial”, porque toda prueba cae dentro del talión. No puede probarse, pero puede y debe razonarse en clave de revelación: quien obre en gratuidad sabrá que todo es gracia y que Dios es Padre que comprende por con-naturalidad a sus hijos los hombres, sabiendo que la vida no es “ley”, sino amor entrañable, en la línea de las cuatro palabras básicas de de Ex 34, 6-7: Dios es rehem, amor entrañable; es hannun, amor gratuito; es hesed, fidelidad; es ‘emet, emunah, es decir, firmeza, en el sentido de verdad. Esta fidelidad y firmeza de Dios define y fundamenta la vida de los hombres que pueden y deben ser fieles entre sí, relacionándose con entrañas de amor, sobre toda ley impositiva.
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Esta no es una demostración racional de la existencia o acción Dios, en la línea de las vías cósmicas (Aristóteles), racionales (Descartes) o morales (Kant) sino una revelación superior por la que emerge la gratuidad. Sólo en ese contexto, rompiendo el talión de la ley, emerge lo divino, de manera que podernos comprender a Dios como aquel que hace salir su sol para buenos/malos, y ofrece su lluvia para justos/injustos. Estas palabras de tipo sapiencial superan la sabiduría dividida de la Ley (de la pura justicia), abriendo un espacio más hondo de misericordia, por la que Dios ofrece su amor creador a todos, rompiendo de esa forma el pretendido reparto moralista, que tiende a distinguir la suerte de buenos y malos.

‒ Si sólo amáis a los que os aman… Más allá de una sociedad de paganos y publicanos (5, 46-47). Mateo confirma lo anterior con unas preguntas de tipo retórico tomando como punto de referencia la ley de unas sociedades egoístas (de publicanos y paganos). En ese contexto de amor egoísta pueden incluirse no sólo algunos judíos, que sólo han amado al amigo, odiando al enemigo, sino muchos cristianos que han seguido haciendo lo mismo, a pesar de la palabra de Jesús. Pues bien, por encima de ese nivel de talión se eleva el Dios universal del evangelio.

El texto evoca en esa línea una posible sociedad de publicanos, que defienden su grupo y encuentran en su misma relación de servicio mutuo (entre ellos solos) la recompensa que buscaban, con un amor que se entiende en clave de negocio económico: estos publicanos y sus amigos se ayudan entre sí, porque así les interesa, y así se defienden para triunfar mejor, en contra de aquellos que están fuera. En esa misma línea podemos hablar también de una sociedad de paganos, esto es, de personas que se saludan y ayudan entre sí por interés, viviendo en un plano de egoísmo de grupo, que Jesús quiere superar, desde una gracia universal de Dios, al servicio de la vida de todos.

‒ Sed pues perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (5, 48). El texto paralelo de Lc 6, 36 pedía que los creyentes fueran oiktirmones (misericordiosos). Mt 5, 48 ha preferido perfectos (teleioi, en hebreo tamim’), reelaborando desde Dt 18, 13 (sé perfecto…) las palabras de Lev 19, 2: sed santos, como yo soy santo). Buenas son las tres versiones (perfectos, santos, misericordiosos…): clara es la exigencia de misericordia, que brota de Dios y se expresa en el amor gratuito (como quiere Lucas, cf. Mt 23, 23); fuerte es la experiencia de santidad, que Mateo vincula, de un modo tradicional, con el Espíritu de Dios (1, 18. 20; 12, 32; 28, 19), para aplicarla después, en una línea de judeo-cristianismo cerrado (no deis lo santo a los perros: 7, 6), que el mismo Mateo ha querido superar en el conjunto del evangelio. Pero él prefiere hablar aquí de perfección, en la línea de Dt 18, 13: Sed perfectos como vuestro Padre.

Las antítesis culminan de esta forma en la experiencia y despliegue del Dios que quiere que los hombres compartan su misma perfección por el amor a los enemigos. La realidad de Dios aparece así como punto de partida, más que como ejemplo final. No es que acabemos pareciéndonos a Dios cuando amamos a los enemigos, sino que debemos empezar siendo como él, pues solo así podremos amar a los enemigos. Mateo insistía en la raíz teológica del amor al enemigo, pero en vez de llamar a Dios misericordioso (como Lucas) le llama perfecto, un término que podría interpretarse en la línea del Cristo que es el telos, fin o cumplimento de la ley (Rom 10, 4).
Estrictamente hablando, este Dios de Mt 5, 43-48), que ofrece su sol y su lluvia a justos y pecadores, va más allá del Dios de Gen 3, 23-24, que expulsaba al pecador del paraíso. Este Dios se expresa como trascendencia de amor (misericordia o perfección), más allá del talión «judicial» de la historia, y nos sitúa más cerca del Gen 1, donde el mundo aparece como señal y principio universal de vida:

‒ Dios, amor universal gratuito, por encima de culturas y razas, visiones religiosas y simples moralismos. Ésta es la raíz de todo mesianismo. Más allá de las imposiciones judiciales, más allá de nuestras siempre pequeñas divisiones sociales o morales está Dios como principio de existencia. Todo viene de Dios: sol y oscuridad, lluvia y sequía, salud y enfermedad… Pero no todo resulta equivalente, no todo da lo mismo, pues el hombre ha de buscar también la perfección de Dios y eso exige un fuerte compromiso de vida.

‒ Perfección universal. Este Dios que ama a todos viene a presentarse así como principio de perfección para los hombres¸ que podemos hacernos imitadores suyos, siguiendo su modelo de bondad abierta a todos, en línea de creatividad positiva. No estamos en el mundo para juzgar a los otros, sino para suscitar vida; no hemos sido llamados para escindir a buenos y perversos ni tampoco para sancionar en clave judicial las obras de los hombres, sino para acompañarles y ayudarles.

De manera sorprendente se vinculan así protología (creación) y escatología (culminación). Juan Bautista (con 1 Hen 6-36) parecía suponer que este mundo es malo y añadía que es preciso resolver su desajuste, y que para ello se necesita un juicio destructor. También el libro de la Sabiduría buscaba un tipo de solución judicial (centrada en el castigo de los perversos). Pues bien, Jesús se niega a hacerlo: Él nos conduce hasta el principio de la creación para que así participemos en el surgimiento de la vida, en el nivel en el que nos había situado Gen 1, donde Dios actúa como creador, en gesto de bondad (ofreciendo lluvia a justos y pecadores); también nosotros debemos crear, participando de su gesto. De esa forma, el amor al enemigo (escatología) viene a presentarse como signo de la verdadera creación (protología).

Ciertamente, Jesús sabe que hay justos e injustos, buenos y malos, como dice expresamente el texto, evocando en un primer momento un tipo de escisión judicial que nosotros hemos introducido en nuestra vida. Pero al añadir que Dios envía su lluvia sobre todos y al pedir que amemos a todos, él se niega a aceptar esa división y a tomarla como algo definitivo. Así nos lleva hasta el principio de la creación, al lugar de donde él ha brotado dando vida por encima de las divisiones moralistas de la sociedad, por encima del juicio de destrucción de los perversos.

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