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El día en que Jesús “hizo las maletas” ¿Dónde estaban Mateo y Juan?

Domingo, 21 de mayo de 2023
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La Ascensión del Cristo es el complemento lógico de su Resurrección y el preludio necesario para su divinización.

En posts anteriores he señalado que se suponía que el mítico fundador de Roma, Rómulo, había corrido la misma suerte .

Añadiré hoy un complemento sobre el valor histórico, desde el punto de vista de algunos, que convendría conceder a tal hecho, bajo el pretexto de que figuraría en documentos que son históricos y presentados como testimonios. Cuando digo “de”, entendamonos: el relato de la Ascensión figura bien en ciertos evangelios apócrifos; pero dejemos éstos de lado por hoy, ya que, según el punto de vista que acometo, es decir el de la historia infestada de teología, los llamados evangelios apócrifos no serían creíbles, de ningún modo; mientras que los cuatro canónicos lo serían. Veamoslos pues.

Primera observación: de los cuatro Evangelios decretados creíbles, sólo dos hablan de la Ascensión : Marcos y Lucas. El pasaje de Marcos es de una brevedad notable: “Entonces, el Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. “ (Marcos 16 , 19 ) . Cada uno sacará las conclusiones que quiera. Lucas es un poco más largo, pero tiene una vaga mirada de la narración, ya que el lugar es mencionado como un gesto (bendición) : “Después los llevó Jesús hasta Betania; allí alzó las manos y los bendijo. Sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo”. (Lucas 24, 50-51) Esto es realmente corto , sobre todo teniendo en cuenta el hecho de que los Evangelios de Marcos y Lucas son muy abundantes en los detalles de género “vivido” y esto para cantidad de episodios que están lejos de tener la importancia de este último.

Los teólogos no tuvieron ningún problema para edificar un razonamiento para establecer que esta brevedad es querida y significativa; posiblemente veremos allí el signo tangible de la salida simultánea del tiempo y del espacio que debía tener su equivalente en el estilo del relato… ¿Por qué no? Pero los historiadores no pueden, evidentemente, seguirlo y se preguntarán más bien si no se trata, muy simplemente, de una interpolación, es decir de un añadido ulterior debido a un copista que encontraba sin duda que la Ascensión, que conocía por otro lado, sea por la tradición oral, sea por otros evangelios, verdaderamente faltaba en éste y que esto podía ser sólo como consecuencia de un error de uno de sus predecesores, un error que había que reparar.

¿Pero entonces, en este caso, por qué la Ascensión no figuraba en el Evangelio de Mateo y en el de Juan, ya que, de cerca o de lejos, no se encuentra en estos dos textos ninguna mención de tal acontecimiento? Pues bien, primero: nada permite afirmar que no hubieran existido evangelios, según Mateo y según Juan, que no hubieran contenido, precisamente, una mención breve, a manera de Marcos y Lucas, del último episodio de la Ascensión. Haré, un poco más tarde, un post sobre los primeros manuscritos íntegros de los evangelios que poseemos. Los manuscritos muy antiguos de los cuatro evangelios no están exentos de divergencias entre ellos con gran numero de variaciones en relacion a los más antiguos que se encuentra en nuestra posesión. Pero no hay ninguno, claro está, que se sepa que incluya una mención de la Ascensión. No obstante, la hipótesis de que haya existido alguno no es descabellada.

Desconfiemos, sin embargo, de hipótesis en historia y quedémonos con el hecho de que Mateo y Juan no mencionan la Ascensión. Pero recordamos también el hecho, porque está ahí, que Orígenes y Jerónimo se quejan de las variantes que observan en los diversos manuscritos que tienen en su disposición.

Para concluir sobre la Ascensión, la ausencia de este episodio en Mateo y Juan parece estar más cerca del hecho de que, – por lo menos teóricamente ¿debiera suscribirlo? Es otra la cuestión – Mateo y Juan son testigos directos de los acontecimientos que cuentan, contrariamente a Marcos y Lucas.

Suponiendo que Mateo y Juan hayan estado ocupados con otras cosas el día de la Ascensión – lo que sería poco menos que un desastre – por lo menos debían habernos dicho que sus compañeros habían visto …

¿Será que la importancia de la Ascensión se les había escapado? Pero, en este caso, habría sido necesario que el Espíritu Santo que los inspiraba, se hubiera también, el mismo, distraído…

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Jean-Paul Yves le Goff

http://www.lelivrelibre.net

Publicado en fr.soc.religio

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En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, paro algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

“Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”

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Mateo 28,16-20

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Existe otro mundo. Su tiempo no es nuestro tiempo, su espacio no es nuestro espacio; pero existe. No es posible situarlo, ni asignarle una localización en ningún sitio de nuestro universo sensible: sus leyes no son nuestras leyes; pero existe.

Yo lo he visto lanzarse, con la mirada del espíritu, cual «fulguración silenciosa», como trascendencia que se entrega; en semejante circunstancia ve el espíritu, con deslumbrante claridad, lo que los ojos del cuerpo no ven, por muy dilatados que estén por la atención y a pesar de que subsista en ellos, después de todo, una especie de sensación residual.

Existe casi una contradicción permanente en hablar de este otro mundo, que está aquí y que está allí, como del «Reino de los Cielos» del evangelio, que puede hacerse inteligible sin palabras y visible sin figuras, que sorprende totalmente sin confundir; pero existe. Es más bello que lo que llamamos belleza, más luminoso que lo que llamamos luz; sería un grave error hacernos una representación fantasmal y descolorida del mismo, como si fuera menos concreto que nuestro mundo sensible.

Todos caminamos hacia este mundo donde se inserta la resurrección de los cuerpos; en él es donde se realizará, en un instante, esa parte esencial de nosotros mismos que se puso de manifiesto para unos por el bautismo, para otros por la intuición espiritual, para todos por la caridad; en él es donde volveremos a encontrar a los que creíamos haber perdido y están salvos. No entraremos en una forma etérea, sino en pleno corazón de la vida misma, y allí haremos la experiencia de aquella alegría inaudita que se multiplica por toda la felicidad que dispensa en torno a sí, y por el misterio central de la efusión divina.

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André Frossard,
¿Hay otro mundo?
Rialp, Madrid 1981.

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“Jesús está con nosotros”. 21 de mayo de 2023. Ascensión del Señor (A). Mateo,28, 16-20.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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dompasB07Asc04Mateo no ha querido terminar su narración evangélica con el relato de la Ascensión. Su evangelio, redactado en condiciones difíciles y críticas para las comunidades creyentes, pedía un final diferente al de Lucas.

Una lectura ingenua y equivocada de la Ascensión podía crear en aquellas comunidades la sensación de orfandad y abandono ante la partida definitiva de Jesús. Por eso Mateo termina su evangelio con una frase inolvidable de Jesús resucitado: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».

Esta es la fe que ha animado siempre a las comunidades cristianas. No estamos solos, perdidos en medio de la historia, abandonados a nuestras propias fuerzas y a nuestro pecado. Cristo está con nosotros. En momentos como los que estamos viviendo hoy los creyentes es fácil caer en lamentaciones, desalientos y derrotismo. Se diría que hemos olvidado algo que necesitamos urgentemente recordar: él está con nosotros.

Los obispos, reunidos con ocasión del Concilio Vaticano II, constataban la falta de una verdadera teología de la presencia de Cristo en su Iglesia. La preocupación por defender y precisar la presencia del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la eucaristía ha podido llevarnos inconscientemente a olvidar la presencia viva del Señor resucitado en el corazón de toda la comunidad cristiana.

Sin embargo, para los primeros creyentes, Jesús no es un personaje del pasado, un difunto a quien se venera y se da culto, sino alguien vivo, que anima, vivifica y llena con su espíritu a la comunidad creyente.

Cuando dos o tres creyentes se reúnen en su nombre, allí esta él en medio de ellos. Los encuentros de los creyentes no son asambleas de hombres huérfanos que tratan de alentarse unos a otros. En medio de ellos está el Resucitado, con su aliento y fuerza dinamizadora. Olvidarlo es arriesgarnos a debilitar de raíz nuestra esperanza.

Todavía hay algo más. Cuando nos encontramos con un hombre necesitado, despreciado o abandonado, nos estamos encontrando con aquel que quiso solidarizarse con ellos de manera radical. Por eso nuestra adhesión actual a Cristo en ningún lugar se verifica mejor que en la ayuda y solidaridad con el necesitado. «Cuanto hicisteis a uno de estos pequeños, a mí me lo hicisteis».

El Señor resucitado está en la eucaristía alimentando nuestra fe. Está en la comunidad cristiana infundiendo su Espíritu e impulsando la misión. Está en los pobres moviendo nuestros corazones a la compasión. Está todos los días, hasta el fin del mundo.

José Antonio Pagola

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“Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra”. Domingo 21 de mayo de 2023. Ascensión del Señor

Domingo, 21 de mayo de 2023
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29-AscensionA cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles: 1,1-11: Lo vieron levantarse
Salmo responsorial: 46
Efesios 1,17-23:
Lo sentó a su derecha en el cielo
Mateo 28,16-20:
Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra

La primera lectura de la liturgia nos ofrece el relato de la Ascensión del Señor cuyo objetivo fundamental es trazar los rasgos específicos de la esperanza cristiana. Jesús, nuevo Elías, asciende a los cielos y este hecho no significa el fin de la historia deseado por los discípulos según se refleja en su pregunta: «¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino para Israel?» (v.6). Se trata por el contrario, del tiempo del testimonio que prepara ese final. En el salmo interleccional se proclama la entronización de Dios como «emperador» y «rey» de toda la tierra y la carta a los cristianos de Éfeso conecta el señorío del Mesías Jesús a la comprensión que deben tener los miembros de la comunidad eclesial sobre la esperanza a la que «abre su llamamiento» (1,18) .

El evangelio, final del relato de Mateo, vuelve a subrayar esa conexión. Comprende las circunstancias del último encuentro entre Jesús y sus discípulos (vv. 16-17) y las palabras finales del Señor a su comunidad (vv. 18-20).

Respecto a las circunstancias, el texto sitúa la escena en una montaña de la Galilea. Se produce en ella la teofanía del Resucitado que debe colocarse en relación con la montaña de la Tentación y con la montaña de la Transfiguración. Se anticipa, así el Señorío de Jesús, tema principal que se desprenden de las palabras que éste pronuncia.

Lejos del centro de la dirigencia religiosa, Jesús se encuentra con los Once. El número es el resultado de la sustracción de Judas de la cifra original de los Doce discípulos y significa la totalidad de los seguidores de Jesús que no defeccionaron. Todos ellos son beneficiarios de la experiencia del Resucitado.

Ante esa experiencia su actitud es una mezcla de adoración y de duda. Como Pedro ante el embate de las olas (cf Mt 14,23-33), la comunidad lleva en su seno estos dos sentimientos contradictorios. Ambos son los dos únicos textos de Mateo que combinan los verbos que se refieren a esos dos sentimientos.

Las palabras de Jesús se dirigen a fortalecer la fe comunitaria desde un encargo en que están implicados tres personajes: Jesús, el círculo de los discípulos y «todos los pueblos». Respecto a sí mismo, Jesús afirma que ha recibido «plena autoridad en el cielo y en la tierra» (v. 18). Para el evangelista, la autoridad ocupa un puesto importante en la presentación de Jesús. Este, al inicio de su actividad, había rechazado la última propuesta del diablo en orden recibir «todos los reinos del mundo» (cf Mt 4,8-10), los discípulos habían visto actuante en Jesús el significado del poder divino pero debían mantenerlo en secreto (cf Mt 16,28-17,9). Ahora es el momento de la proclamación de ese señorío, recibido por Jesús del Padre.

Los elementos que subrayan el universalismo son acumulados en este breve pasaje. Junto a «cielo y tierra» y la mención de los «pueblos» se da una significativa repetición del término «todo», «plena autoridad» (v. 18), «todos los pueblos» (v. 19), «todo lo que les mandé» (v. 19), «cada día» (v. 20). La obediencia al querer divino confiere a Jesús un señorío universal que se ejerce sobre toda realidad creada.

Este «relato de vocación» de la comunidad eclesial describe la transmisión que le hace Jesús de «todo su poder». Gracias a él pueden convocar a nuevos discípulos mediante el bautismo y la enseñanza. Por el bautismo, Jesús había iniciado el cumplimiento definitivo de la justicia del Reino (Mt 3,15), igualmente el bautismo cristiano injerta a cada bautizado en la misma dinámica. Junto al bautismo, el otro rasgo característico de la existencia cristiana es la «enseñanza». No se trata de una teoría que se debe proclamar, sino de la Buena Noticia del Reino frente a la cual todo creyente es un seguidor al que se exige un comportamiento coherente. Se trata de «guardar todo lo que les mandé». De esa forma, toda obra y palabra de Jesús se convierten en punto de referencia que se debe tener presente en la propia vida.

El mandato de Jesús compromete a toda la comunidad eclesial y la responsabiliza frente a todas las naciones. Aunque ya iniciado en el círculo de los discípulos, el señorío de Jesús no puede agotarse al interno de la vida de las comunidades cristianas. Para ello cuenta con la asistencia de su Señor: «Yo estaré con ustedes». Esta asistencia suministra el coraje necesario para superar todos los temores y tempestades y confiere un ámbito ilimitado para la actuación de la salvación.

Pero para ello, se exige de la Iglesia la misma obediencia de Jesús. Sólo en el rechazo del poder de dominio, en la obediencia filial al Padre, podrá realizar su tarea. Este «manifiesto» final del Señor Resucitado liga íntimamente la misión de la Iglesia al camino recorrido históricamente por Jesús de Nazaret, Hombre y Dios. Leer más…

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Ascensión de Dios. Dos salmos (18-21 de mayo 2023)

Domingo, 21 de mayo de 2023
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Del blog de Xabier Pikaza:

Los 40 días de Pascua culminan con la Ascensión, que debía celebrarse el jueves 18. Pero, por motivos laborales de traspaso de las fiestas al domingo, este año esa fiesta de Jueves se celebra  el domingo 21.

Quedan así tres días que forman el “triduo pascual” de la Ascensión, que yo quiero animar con la música y canto de dos salmos principales de ascenso, subida y triunfo de Dios en Cristo (el 24 y el 47), conforme al tema de mi Libro de los salmos.

Tú me sondeas y me conoces. El salmo del cielo (Sal 138)

Ascensión: 17.5. 23.  Cuándo y cómo empieza el Cielo. Un Papa condena a otro Papa

Salmos de subida, cantos de ascensión

Salmos de Ascensión de Dios. El símbolo de su elevación (subida) se vincula al hecho de que el templo de Jerusalén (Sion) se encuentra en una altura. Así lo ponen de relieve los salmos graduales o de los ascensos (120-134). En esa línea, el Dios judío aparece básicamente como Elyon, Dios del alto (Altísimo), como pone de relieve Sal 47, centrado en la subida de Dios (de su Arca) a la morada de Sion, para reposar allí, reinando en Sion y subiendodesde allí (desde su montaña de Sion)ð al cielo supremo , entre aclamaciones, como Altísimo (Elyon,), Rey Grande.

El Sal 47 celebra la fiesta de la Ascensión de Yahvé, que sube entre aclama- ciones para sentarse en su trono celeste. El salmista (o sacerdote-profeta) que dirige este culto de ascensión/entronización dice a los pueblos que can- ten al Dios de Jerusalén, que triunfa subiendo al cielo. Los cristianos han aplicado ese motivo a la Ascensión de Cristo al cielo, desde el monte de los Olivos (cf. Lc 24,44-50 y Hch 1,1-14).

Con ese canto se vincula el  Salmo 24, que no trata del ascenso y triunfo de Dios, sino del triunfo y ascenso de los hombres, que suben con Dios a su más alta gloria, al Templo de la vida, siendo ellos mismos Vida de Dios.  Este es el salmo de la más alta gloria, que no se alcanza venciendo enemigos en guerra del mundo, sino habitando en el templo Dios (siendo Dios, hombres plenos) en este mismo mundo.

Y sin más introducción pasamos a presentar y comentar estos dos salmos, como cantos de los días de esta “pascua de ascensión”, que es la fiesta de subida y triunfo de Dios, la fiesta de gozo de la vida de los hombres y mujeres en el mundo.

SAL 47 (46). DIOS ASCIENDE ENTRE ACLAMACIONES

Este salmo pertenece al grupo de los salmos de los hijos de Coré, lo mismo que el anterior (Sal 46) que celebraba la presencia de Dios en Sion, ciudad sagrada. Esa presencia se interpreta aquí (Sal 47) como entronización y ascenso, y en esa línea podemos tomar este salmo como el primero de los que celebran la realeza de Yahvé no sólo sobre el templo y la ciudad de Jerusalén, sino entre los pueblos del entorno de Israel del mundo entero. Entre esos salmos de ascenso y triunfo de podemos recordar además Sal  95; 96; 99 y 100, e incluso algunos otros, como Sal 2 (poder de Dios y de su Ungido) y Sal 45 (epitalamio del rey vencedor). Éstos son sus rasgos principales:

– Estos salmos se vinculan temáticamente con los de Sion, en los que Dios aparecía como vencedor sobre las fuerzas de caos, imponiendo desde Jerusalén, su dominio sobre el mundo. En esa línea vinculan el reinado cósmico de Yahvé y su dominio político sobre las naciones.

Estos salmos forman parte de una liturgia antigua del templo, previa a la caída del reino (587 a. C.), cuando el rey de Jerusalén aparecía como signo y presencia del Rey del cielo. Es muy posible que ellos formaran parte de una liturgia de entronización o exaltación de Yahvé-Dios, celebrada una vez al año o en momentos especiales de entronización del nuevo rey.

Estos salmos han sido recreados a partir de la herencia nacional israelita. En esa línea es significativo el hecho de que, a pesar de proclamarse en un ámbito de templo, este salmo evoque no solo la gloria de Jacob (47, 5), sino también la de Abraham (47, 10), remitiendo a los orígenes y vida del pueblo.

Finalmente, estos salmos, han tomado gran importancia tras la caída de la monarquía (587), cuando la referencia al reino de Dios y a su rey (divino o mesiánico/humano) tiene que recibir aspectos nuevos. Más aún, a partir de la vida y mensaje de Jesús, el cristianismo ha ofrecido una reinterpretación intensa y  nueva de la realeza de Dios, de forma que estos salmos han de proclamarse y entenderse en un contexto distinto.

Este salmo revela una gran conciencia de universalidad, que proviene, precisamente de un grupo yahvista de Judea, donde se vinculan y fecundan tradiciones tribales anteriores (de Jacob y de Abraham) con la experiencia del templo de Jerusalén donde se veneraba el Dios Elyón (Altísimo y Rey), al que se identifica por un lado con Yahvé (Dios nacional de la alianza israelita) y, por otro, con Elohim, Dios universal. Esta experiencia y canto del Reinado de Dios, que se proclama en Jerusalén pertenece a la raíz originaria (profética y sacral) de la profecía anterior (Isaías y Miqueas, de Jeremías y Ezequiel). Sólo a partir de ella se ha podido formular tras el exilio la nueva conciencia universal judía, tal como aparece en este salmo:

2 Pueblos todos, batid palmas, | aclamad a Dios con gritos de júbilo;

3 porque Yahvé Altísimo es terrible, | Rey grande de toda la tierra.4 Él nos somete los pueblos | y nos sojuzga las naciones;5 él nos escogió por heredad suya: | gloria de Jacob, su amado. (Pausa)

6 Dios asciende entre aclamaciones; | Yahve, al son de trompetas:

7 tocad para Dios, tocad; | tocad para nuestro Rey, tocad.8 Porque Dios reina en toda la tierra: | tocad con maestría.

9 Dios reina sobre las naciones, | Dios se sienta en su trono sagrado.

10 Los príncipes de los gentiles se reúnen | con el pueblo del Dios de Abrahán;| porque de Dios son los “escudos” de la tierra, | y él es excelso.  

            Tras el encabezado (47, 1), que presenta este salmo como propio de los “hijos de Coré”, el texto incluye dos “invitaciones” paralelas (47, 2. 7), por la que el pueblo de Israel, reunido ante (en) el templo pide a las naciones que aclamen a Dios. A ellas siguen dos razonamientos (47, 3-6 y 8-10), introducidos por un “porque (yKiÛ), en los que se expone el alcance de esa aclamación. Leer más…

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Ascensión del Señor. Ciclo A: Triunfo y Misión.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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giotto_-_scrovegni_-_-38-_-_ascensionGiotto, Ascensión.

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En lenguaje moderno, la fiesta de hoy sería como el premio fin de carrera para Jesús, o mejor, el premio Nobel que reconociese la gran labor realizada durante toda su vida. Como diría san Ignacio de Loyola, motivo suficiente para «alegrarnos y gozarnos de tanta alegría y gozo de Cristo, nuestro Señor».

            Los autores del Nuevo Testamento no saben lo que es el fin de carrera ni el premio Nobel. Ellos recurren a imágenes muy distintas. Lucas, en el libro de los Hechos, basándose en la cultura grecorromana, presenta el triunfo como subida al cielo; la carta a los Efesios, como estar sentado a la derecha de Dios; el evangelio, como la plenitud del poder. Pero este triunfo no debe dejarnos embobados, mirando al cielo. En la primera y tercera lecturas adquiere especial relieve el tema de la misión.

Subir al cielo como imagen del triunfo (Hechos 1,1-11)

            Jesús subiendo al cielo es una imagen bastante representada por los artistas, y la tenemos incorporada desde niños, además de formar parte de nuestra profesión de fe. Alguno podría imaginar que esta escena se encuentra en los cuatro evangelios. Sin embargo, el único que la cuenta es Lucas, y por dos veces: al final de su evangelio y al comienzo del libro de los Hechos. Pero son versiones bastante distintas.

            El evangelio ofrece una versión muy breve. El mismo día de la resurrección, después de aparecerse a los discípulos y hablar con ellos, Jesús los saca hacia Betania, los bendice alzando las manos y es llevado al cielo. Ellos se postran y vuelven alegres a Jerusalén.

            Cuando escribe el libro de los Hechos, Lucas introduce cambios muy notables en este momento final.

En mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y enseno desde el comienzo hasta el día en que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo. Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino: «aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar, porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de no muchos días». Los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?». Les dijo: «No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y “hasta el confín de la tierra”». Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo».

1.- Los cuarenta días. El evangelio de Lucas y los otros evangelistas no dice nada de este período de 40 días entre la resurrección y la ascensión. ¿Por qué lo introduce Lucas en el libro de los Hechos? ¿Qué quiere decirnos? El número 40 se usa en la Biblia para indicar plenitud, sobre todo cuando se refiere a un período de tiempo. El diluvio dura 40 días y 40 noches; la marcha de los israelitas por el desierto, 40 años; el ayuno de Jesús, 40 días… Se podrían citar otros muchos ejemplos. En este caso, lo que pretende decir Lucas es que los discípulos necesitaron más de un día para convencerse de la resurrección de Jesús, y que este se les hizo especialmente presente durante el tiempo que consideró necesario, para terminar también de instruirlos sobre el Reino de Dios.

2.- La comida de despedida. Se centra en la orden de Jesús de permanecer en Jerusalén hasta que reciban el Espíritu Santo. Algo parecido había escrito Lucas en el evangelio: «Quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos de una fuerza de lo alto». Aquí queda más clara la referencia al Espíritu Santo, preparándonos para la próxima fiesta de Pentecostés.

3.- Se supone que el grupo se pone en marcha hacia el monte de los Olivos, porque más tarde se dirá que «se volvieron a Jerusalén desde el monte de los Olivos». Al llegar allí los discípulos manifiestan su preocupación puramente política: la restauración del reino de Israel. Su pregunta le sirve a Jesús para volver la atención a lo realmente importante: la venida del Espíritu, que les dotará de fuerza para extender el evangelio desde Jerusalén hasta el confín de la tierra. Estas palabras resumen lo que contará el libro, que anuncia la llegada del evangelio a Samaria, la costa, los paganos de Cesarea, Antioquía de Siria, actual Turquía, Grecia, terminando en Roma (que algunos consideran “el confín del mundo”). Apenas terminado de decir esto, Jesús es arrebatado e, igual que se contaba de Hércules, una nube lo oculta. Mientras los discípulos miran al cielo se les aparecen dos personajes vestidos de blanco que les hablan de la vuelta definitiva de Jesús.

            Con respecto al momento de la ascensión se advierten las siguientes diferencias:

                    En el Evangelio, Jesús bendice antes de subir al cielo (en Hch, no).

                   * En Hechos, una nube oculta a Jesús (en el evangelio no se menciona la nube).

                   * En el evangelio, los discípulos se postran (en Hch se quedan mirando al cielo).

                 * En el evangelio vuelven a Jerusalén; en Hch se les aparecen dos personajes vestidos de blanco que les dirigen unas palabras.

            Si el mismo autor, Lucas, cuenta el mismo hecho de formas tan distintas, significa que no podemos quedarnos en lo externo, en el detalle, sino que debemos buscar el mensaje profundo.

Desde las primeras páginas de la Biblia encontramos la idea de que una persona de vida intachable no muere, es arrebatada al cielo, donde se supone que Dios habita. Así ocurre en el Génesis con el patriarca Henoc, y lo mismo se cuenta más tarde a propósito del profeta Elías, que es arrebatado al cielo en un carro de fuego. Interpretar esto en sentido histórico (como si un platillo volante hubiese recogido al profeta) significa no conocer la capacidad simbólica de los antiguos.

Sin embargo, existe una diferencia radical entre estos relatos del Antiguo Testamento y el de la ascensión de Jesús. Henoc y Elías no mueren. Jesús sí ha muerto. Por eso, no puede equipararse sin más el relato de la ascensión con el del rapto al cielo.

Es preferible buscar la explicación en la línea de la cultura clásica greco-romana. Aquí sí tenemos casos de personajes que son glorificados de forma parecida tras su muerte. Los ejemplos que suelen citarse son los de Hércules, Alejandro Magno, Augusto, Drusila, Claudio, y Apolonio de Tiana. Los incluyo al final para los interesados.

Estos ejemplos confirman que el relato tan escueto de Lucas no debemos interpretarlo al pie de la letra, como han hecho tantos pintores, sino como una forma de expresar la glorificación de Jesús

Sentado a la derecha de Dios (Efesios 1,17-23)

En la segunda lectura, el autor de la carta a los Efesios (Pablo o, más probablemente, un colaborador suyo) no cuenta la ascensión de Jesús al cielo, pero se explaya hablando de su triunfo con una imagen distinta: está sentado a la derecha de Dios, por encima todo y de todos. Se cumple la promesa hecha al Mesías en el Salmo 110: «Siéntate a mi derecha mientras pongo a tus enemigos como escabel de tus pies». Pero la carta no menciona enemigos, sino realidades que le quedan sometidas. Quienes estudiábamos de pequeño los órdenes angélicos recordamos la serie: «ángeles, arcángeles, querubines, serafines, virtudes, tronos, dominaciones y potestades». En Éfeso, quienes tenían especial importancia en la piedad popular eran una especie de divinidades intermedias: principados, potestades, fuerzas, dominaciones. El autor de la carta no arremete contra ellos con pasión inquisitorial sino que los coloca a los pies de Jesús para dejar claro su triunfo.

Hermanos:

Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

Potestad plena y misión (Mateo 28,16-20)

            La primera lectura (Hechos) y el evangelio (Mateo) coinciden en ofrecernos unas palabras de despedida de Jesús a sus discípulos. El evangelio las cuenta así:

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

― Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Si comparamos lo que dice Mateo con lo que ha contado Lucas en los Hechos encontramos también aquí notables diferencias:

            ― Lucas sitúa la despedida en Jerusalén, los discípulos muestran una vez más su preocupación política por la restauración del reino de Israel, y Jesús desvía la atención hacia la próxima venida del Espíritu Santo.

              ― Mateo la sitúa en Galilea, los discípulos no dicen nada, Jesús los envía de inmediato al mundo entero y lo que promete no es la venida del Espíritu sino su compañía continua: «Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo».

            A pesar de estas grandes diferencias, los dos textos coinciden en la importancia de la misión.

                ― Hechos: Recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.

                 ― Mateo: Id y haced discípulos de todos los pueblos.

            Por eso, la Ascensión de Jesús no es motivo para quedarse mirando al cielo. Hay que mirar a la tierra, al mundo entero, en el que los discípulos de Jesús debemos continuar su misma obra, contando con la fuerza del Espíritu y la compañía continua del Señor.

            Pero las palabras de Jesús comienzan con otra idea fundamental: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra». El evangelio de Mateo ha ido contrastando desde el comienzo a Jesús con Moisés. Al principio sufrían la misma amenaza por parte del faraón o de Herodes; luego, Jesús aparecía en las tentaciones como un buen discípulo de Moisés, que citaba sus palabras en el momento oportuno; pero más tarde, en el Sermón del monte, Jesús se revela superior a Moisés, contraponiendo lo que él enseño con lo que él dice («Habéis oído que se dijo… pero yo os digo»). Cuando se llega al momento final, Moisés muere y se entona por él una elegía fúnebre al final del Deuteronomio (Dt 34). Jesús, en cambio, después de muerto recibe «pleno poder en cielo y tierra». Mateo no cuenta la ascensión pero exalta su triunfo final.

Textos clásicos sobre la subida al cielo de un gran personaje

         A propósito de Hércules escribe Apolodoro en su Biblioteca Mitológica: “Hércules… se fue al monte Eta, que pertenece a los traquinios, y allí, luego de hacer una pira, subió y ordenó que la encendiesen (…) Mientras se consumía la pira cuenta que una nube se puso debajo, y tronando lo llevó al cielo. Desde entonces alcanzó la inmortalidad…” (II, 159-160).

        Suetonio cuenta sobre Augusto: “No faltó tampoco en esta ocasión un antiguo pretor que declaró bajo juramento que había visto que la sombra de Augusto, después de la incineración, subía a los cielos” (Vida de los Doce Césares, Augusto, 100).

        Drusila, hermana de Calígula, pero tomada por éste como esposa, murió hacia el año 40. Entonces Calígula consagró a su memoria una estatua de oro en el Foro; mandó que la adorasen con el nombre de Pantea y le tributasen los mismos honores que a Venus. El senador Livio Geminio, que afirmó haber presenciado la subida de Drusila al cielo, recibió en premio un millón de sestercios.

        De Alejandro Magno escribe el Pseudo Calístenes: “Mientras decía estas y otras muchas cosas Alejandro, se extendió por el aire la tiniebla y apareció una gran estrella descendente del cielo hasta el mar, acompañada por un águila, y la estatua de Babilonia, que llaman de Zeus, se movió. La estrella ascendió de nuevo al cielo y la acompañó el águila. Y al ocultarse la estrella en el cielo, en ese momento se durmió Alejandro en un sueño eterno” (Libro III, 33).

       Con respecto a Apolonio de Tiana, cuenta Filóstrato que, según una tradición, fue encadenado en un templo por los guardianes. “Pero él, a medianoche se desató y, tras llamar a quienes lo habían atado, para que no quedara sin testigos su acción, echó a correr hacia las puertas del templo y éstas se abrieron y, al entrar él, las puertas volvieron a su sitio, como si las hubiesen cerrado, y que se oyó un griterío de muchachas que cantaban, y su canto era: Marcha de la tierra, marcha al cielo, marcha” (Vida de Apolonio de Tiana VIII, 30).

         Sobre la nube véase también Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma I,77,2: “Y después de decirle esto, [el dios] se envolvió en una nube y, elevándose de la tierra, fue transportado hacia arriba por el aire”.

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21 de Mayo: Ascensión del Señor. Ciclo A

Domingo, 21 de mayo de 2023
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Y sabed que yo estoy con vosotras todos los días, hasta el fin del mundo.”

(Mt 28, 16-20)

Que Jesús se queda con nosotras lo sabemos, pero aun así la tentación de quedarse mirando al cielo es grande. Y es que esa manera tan “encarnada” de quedarse que tiene Jesús da bastante vértigo por eso sale espontáneo lo de mirar al cielo por si cambia de opinión.

La escena me recuerda a cuando era pequeña y alguien con “autoridad” te decía que tenías que hacer algo que a ti te parecía muy difícil o que te daba vergüenza. Sabías que tenías que hacerlo pero te daba miedo y levantabas los ojos buscando el coraje que te faltaba.

Aquellos primeros discípulos estaban como niños desconcertados, entre tímidos y asustados, con esa mirada que busca en las alturas el valor que le falta por dentro.

Y a nosotras nos pasa exactamente lo mismo. Se acaba la Pascua. La Vigilia Pascual con el “subidón” de alegría nos queda ya lejos. Nuestras “Galileas” personales nos imponen nuevos retos y viejos obstáculos, pero en medio de esta cotidianidad Tú nos desafías de nuevo. A nosotras se nos escapa una mirada al cielo: ¿yo?, ¿ahora?, ¿cómo?

Y tú, de mil maneras diferentes, a cada una según sus posibilidades, nos repites el encargo:

“-Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.”

Sí, esto es lo que nos pides. Tan grande y a la vez tan sencillo. Imposible pero real.

Real porque eres Tú quien está “con nosotras todos los días.” no es en el cielo donde encontraremos el coraje que nos falta, sino junto a nosotras mismas, en tu mirada compañera y cómplice.

Oración

¡Gracias, Trinidad Santa, por quedarte con nosotras de una manera tan cotidiana que a veces nos despista, pero siempre nos acompaña!

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La ascensión de Jesús se inició en su nacimiento y terminó en la muerte.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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ASCENSIONDOMINGO 7º DE PASCUA (A) (ASCENSIÓN)

Mt 28,16-20

Si hemos vislumbrado en alguna medida lo que nos decía Juan los dos domingos pasados, se nos hará muy cuesta arriba entender la fiesta de hoy y la de los tres domingos siguientes. La subida de Jesús al cielo, la venida del Espíritu, la Trinidad, la Eucaristía están presentadas por los textos litúrgicos como realidades externas que se dieron en un determinado tiempo y lugar. Entendiendo literalmente los textos, desenfocamos su verdadero sentido. Estamos hablando de realidades que están fuera del tiempo y del espacio, de las que no podemos hablar en sentido estricto.

El lenguaje que utilizan los textos es simbólico y no podemos entenderlo como si fuera lógico. No podemos seguir falseando el lenguaje mítico. Cuando se creía que Dios estaba en el cielo, que el demonio estaba en el infierno y que el hombre estaba debatiéndose entre los dos, ese modo hablar era normal y se entendía perfectamente en aquella época. De Jesús se dice expresamente: Bajó del cielo, se hizo hombre, descendió a los infiernos y volvió al cielo. Nuestra manera de entender la realidad ha cambiado. Hoy no nos dice nada un cielo o un infierno como lugares de referencia.

Debemos entender la ascensión como parte del misterio pascual que es una única realidad. Ni la resurrección, ni la ascensión, ni el sentarse a la derecha del Padre, ni la glorificación, ni la venida del Espíritu, son hechos separados. Se trata de una realidad única que está sucediendo en este mismo instante, porque está fuera del tiempo y del espacio. Decir de Jesús después de muerto: a los tres días, a los ocho días, a los cuarenta días, a los cincuenta días, no tiene sentido ninguno. Hablar de Galilea o de Jerusalén, o decir que está sentado a la derecha de Dios, es literalmente absurdo.

Esto no quiere decir que sea una realidad inventada. Todo lo contrario, esa es la ÚNICA REALIDAD. Es lo que está sujeto al tiempo y al espacio lo que no tiene consistencia. Esa realidad intangible ha tenido una repercusión real en la vida de los seguidores de Jesús, y eso sí se puede descubrir a través de los sentidos. Esa realidad no temporal, es la que hay que descubrir para que tenga también en nosotros la misma eficacia. Si seguimos creyendo que es un acontecimiento que sucedió hace veinte siglos en un lugar y un momento determi­nado, ¿qué puede significar para nosotros hoy?

Las realidades espirituales, por ser atemporales, pertenecen al hoy como al ayer, son tan nuestras como de Pedro o Juan. No han sucedido en el pasado, sino que están sucediendo en este instante. Son realidades que están afectando a nuestra vida aquí y ahora. Puedo vivirlas yo como las vivieron los apóstoles. Es más, el único objetivo del mensaje evangélico, es que todos lleguemos a vivirlas como las vivieron ellos.

La ascensión empezó en el pesebre y terminó en la cruz: ¡Todo está cumplido! Ahí terminó la trayectoria humana de Jesús y sus posibilidades de crecer como criatura. Después de eso no existe el tiempo para él, por lo tanto, no puede suceder nada en él. Es como un chispazo que dura toda la eternidad. Él había llegado a la plenitud total en Dios. Por haberse despegado de todo lo que en él era transitorio y terreno, solo permaneció de él lo que había de Dios, y con Él se identificó absolutamente, totalmente, definitivamente. Este es el sentido profundo de la Ascensión.

¿De verdad queremos ser cristianos? ¿Tenemos la intención de recorrer la misma senda, de alcanzar la misma plenitud, la misma meta? ¿Estamos dispuestos a dejarnos aniquilar en esa empresa, a aceptar que no quedará nada de lo que creo ser? Es duro, pero no puede haber otro camino. Si renuncio al don total de mí mismo, renuncio a alcanzar la meta. Como en Jesús, ese don total solo será posible cuando descubra que Dios Espíritu se me ha dado totalmente y está en mí para llevar a cabo esa obra.

No podemos conformarnos con quedarnos pasmados mirando al cielo esperando que él vuelva. Esa es la mejor manera de hacer polvo todo el quehacer de Jesús en la tierra. La idea de que Dios o Jesús o el Espíritu pueden hacer en un momento determinado algo por mí, ha desvirtuado la religiosidad cristiana. Dios, Jesús y el Espíritu lo han hecho todo por mí y lo siguen haciendo en todo instante. Yo soy el que tengo que hacer algo en un momento determinado para descubrir esa realidad y vivirla.

El relato de Mateo, que acabamos de leer, es un prodigio de síntesis teológica. No hay en él ninguna alusión a la subida al cielo, ni a dejar de verlo. Consta simplemente de una localización dada, una proclamación de poder y tres ideas básicas. Situar la escena en un monte, es una indicación suficiente de que lo que le interesa no es el lugar, sino el simbolismo (ámbito de lo divino donde está Dios). Que lo sitúe en Galilea, tiene para el evangelista un significado muy concreto. Judea había rechazado a Jesús y no era ya el lugar donde encontrarse con Dios.

Jesús no pudo decir que se le ha dado todo poder, porque después del bautismo rechazó el poder como una tentación. Este doble lenguaje nos ha despistado. No hay un poder bueno y otro malo. Todos son perversos. Se trata de expresar que ha alcanzado la plenitud absoluta por haberse identificado con Dios en el don total de sí mismo. Debemos tener en cuenta que la primera interpretación del misterio pascual, está formulada en términos de glorificación; antes incluso de hablar de resurrección.

El envío a predicar también tiene un carácter absoluto: “todos los pueblos”. El tema de la misión es crucial en todos los relatos pascuales. La primera comunidad intenta justificar lo que era práctica generalizada de los cristianos. Predicar el Reino de Dios no es un capricho de unos iluminados sino mandato expreso de Jesús. Todo cristiano tiene como primera obligación llevar a los demás el mensaje de su Maestro.

No se trata de enseñar doctrinas ni ritos ni normas morales sino de instar a una manera de proceder. Esto está muy de acuerdo con la insistencia de los evangelios en las obras como presencia de Dios en Jesús y en los que le siguen. Si tenemos en cuenta que el núcleo del evangelio es el amor, comprenderemos que, en la práctica, el amor es lo primero que tiene que manifestarse en un cristiano.

Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Fue el tema del evangelio de los dos domingos pasados. Ya habían dejado claro que todo lo que hizo Jesús era obra del Padre y del Espíritu. Ahora sigue siendo Dios en sus tres dimensiones el que va a continuar la obra de salvación a través de sus seguidores. Jesús habla de enviar al Espíritu, de quedarse él con nosotros, de que el Padre vendrá a cada uno. Los tres “vendrán” a mí cuando me dé cuenta de que ya están.
Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La casa del Padre.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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bien-acompanados

Mt 28, 16-20

«Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo»

(Extracto de la homilía de Ruiz de Galarreta en una misa funeral)

La muerte es lo más seguro de nuestra vida. Día tras día se nos van muriendo amigos, conocidos, parientes, desconocidos. La muerte es lo normal, pero la sentimos como lo más inesperado, lo más terrible, lo más absurdo. Y tenemos razón, porque no nos hizo Dios para morir sino para vivir. No existe la muerte; existe este modo de vivir al que llamamos vida, y la VIDA, con mayúsculas y sin muerte; la casa del Padre donde se nos espera a todos.

A todos. Porque el que nos ha puesto en la vida no puede fracasar. Si dependiera de nuestro amor, no se nos morirían los seres queridos. Al Amor todopoderoso no se le muere ningún hijo. Al Buen Pastor todopoderoso no se le pierde ninguna oveja. Creados para la vida, en manos del amor todopoderoso, en buenas manos.

Cuando Jesús muere rodeado de tinieblas, sus discípulos no se lo pueden creer. Ellos esperaban el triunfo terreno del Mesías, y esperaban mal, y fue la muerte de Jesús la que les hizo esperar otras cosas, esperar mejor. Y les nació otra fe y otra esperanza. Como la de Jesús. Jesús no murió gritando «Dios mío ¿por qué me has abandonado?». Jesús murió gritando «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y tras ese acto de confianza, saltó al vacío, seguro de que allí estaban esperándole los brazos de su Padre.

Misión cumplida.

Nosotros esperamos quizá disfrutar aquí y ahora sin disgustos, sin enfermedades, sin contrariedades, esperamos que no se nos mueran los seres queridos, esperamos que el consumo nos dé felicidad, esperamos tantas cosas… y esperamos mal, y la presencia de la muerte nos invita a esperar mejor. No se puede ser feliz en esta vida que tenemos. El caminante es del todo feliz solamente cuando llega. Se pueden pasar buenos ratos en el camino, pero la felicidad está sólo al final.

Y así, paradójicamente, de la muerte, precisamente de la muerte, nace la fe en la VIDA, en la vida tal como nosotros nunca podremos imaginar, porque está pensada, planeada por Dios mismo, por el mismo Amor Todopoderoso, y como dijo Pablo: «Ni ojo vio, ni oído oyó, ni inteligencia humana puede siquiera concebir lo que Dios tiene preparado para sus hijos».

En las manos de Dios dejamos a los seres queridos que se nos van, en buenas manos. Damos gracias al Padre porque nos los regaló y por la vida que nos regala. En las manos de Dios nos sentimos nosotros, los que todavía somos caminantes y le pedimos, todos por todos, para que nos enseñe a caminar y devuelva a nuestros corazones la fe y la paz. Una paz que no nace de la resignación ni de los razonamientos, sino de la confianza en que el Padre sigue estando ahí, aunque a veces nos resulte tan difícil de entender.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Reflexiones de María, discípula amada, en el monte de Galilea.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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7-ASCENSION-297x300Mt 28, 16-20

Mateo 28, 16-20

Nunca imaginé que la presencia de Jesús llegaría a ser tan viva, en la comunidad y en cada un@ de nosotr@s.

El grupo de discípul@s nos fuimos a Galilea, allí donde Jesús empezó su misión. Hombres, mujeres y niñ@s, nos pusimos en camino, como nos había pedido, con la esperanza de volver a encontrarle.

Y así fue. Eran tiempos difíciles, muy difíciles. Mientras caminábamos fueron cobrando vida muchas palabras que nos había dicho el Maestro cuando predicaba: “No os dejaré huérfanos…, voy a prepararos una morada… id a Galilea, allí me veréis…” Y su presencia se fue haciendo más palpable a lo largo del camino.

En el monte de Galilea tuvimos una experiencia increíble. No sabría explicar bien lo que ocurrió, pero tuvimos la certeza de que Jesús se acercó y nos dijo: Yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el final de los tiempos.

Muchas personas nos postramos, como hacíamos en el Templo de Jerusalén. Nos rendimos ante el misterio de Jesús de Nazaret. Lo habían condenado como un proscrito, pero tras su muerte y resurrección, se nos cayeron las escamas de los ojos y le aceptamos como el Hijo Amado del Abbá y como el Señor de nuestra vida.

Tengo que reconocer que algunos apóstoles dudaban. Les dijimos que tenían esclerocardia, es decir, dureza de corazón, porque eran incapaces de ver lo que estaba ocurriendo y se aferraban a sus viejas ideas (y a sus miedos, aunque no querían reconocerlo)

Jesús nos envió a hacer discípulos a todos los pueblos y a enseñarles lo que Él nos había transmitido. Creo que en nuestro interior tuvimos un sentimiento parecido: ¿cómo íbamos a ser capaces de enseñar, si éramos gente sencilla, muy sencilla? ¿Cómo podíamos dirigirnos a otros pueblos, con otras lenguas y culturas?

Pero las palabras de Jesús estaban cargadas de vida:  Yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el final de los tiempos.

Volvimos a nuestras casas, a nuestras aldeas, felices y conscientes de nuestra misión. Y sabíamos que podríamos llevarla a cabo, porque Jesús estaba con nosotros, y estaría hasta el final de los tiempos.

******************

Sugiero que en las homilías de este fin de semana haya un tiempo de silencio para que cada persona podamos interiorizar las palabras: Estás conmigo, estás con nosotr@s, todos los días, hasta el fin de los tiempos.

Porque si nos lo creemos, nos levantaremos cada mañana con otra energía, con la fuerza del Espíritu, con el dinamismo de la Ruah. En lugar de lamernos las heridas que tenemos.

Si nos lo creemos, al mirar a cada persona, reconoceremos que es una persona “habitada” por el Espíritu. Y nos relacionaremos desde otras claves.

Si nos lo creemos, seremos conscientes de que el mañana, con todas sus incertidumbres, también está “habitado”.

Si nos lo creemos, distinguiremos mejor la enseñanza de la erudición y nos animaremos a crecer como maestras y maestros de vida -y de Vida-, porque es el propio Maestro quien nos va tallando, personalmente y en comunidad.

María, discípula amada.

Marifé Ramos

Fuente Fe Adulta

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Más allá del proselitismo religioso

Domingo, 21 de mayo de 2023
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IMG_9711Fiesta de la Ascensión

21 mayo 2023

Mt 28, 16-20

No se entiende que el autor del evangelio ponga en boca de Jesús un mensaje de este tipo, cuando el mismo autor le hizo decir en unos capítulos anteriores: “No vayáis a regiones de paganos ni entréis en los pueblos de Samaría. Id más bien a las ovejas perdidas de Israel” (Mt 10.5-6).

No solo eso. Parece igualmente claro que el bautismo “en el nombre” de la Trinidad no provino de Jesús, sino que nació más tarde en el contexto de las primeras comunidades.

Todo parece indicar que aquel “envío misionero”, aunque puesto en boca de Jesús, es claramente posterior. Para el año 80 -fecha en que se escribe este evangelio-, las comunidades habían conocido una notable expansión y la teología de Pablo se había extendido, constituyendo ya un “cuerpo doctrinal” que influyó de manera decisiva en los propios evangelios, que se escribieron posteriormente.

Según el parecer de los estudiosos, Jesús no buscó fundar una religión nueva, ni tampoco pretendió crear ninguna iglesia. Todo ello fue surgiendo más tarde, de la mano del ya citado Pablo, cuyos escritos llegaron a conformar un primer cuerpo dogmático, caracterizado -como ocurre en toda secta que nace- por el mesianismo y la rigidez.

Es precisamente en ese marco sectario -en el sentido original del término-, donde encuentra un favorable caldo de cultivo el proselitismo: quienes se consideran portadores de la verdad pretenden atraer a ella a toda la humanidad (“todos los pueblos”).

Sin embargo, el mensaje genuino de Jesús no fue proselitista, sino que destaca, más bien, como llamada a una fraternidad universal, basada en actitudes de confianza radical y amor incondicional.

El proselitismo distingue entre “los nuestros” -que están en la verdad- y “los otros”, que deben ser convertidos a la misma. La comprensión de lo que somos sabe ver la verdad profunda de todo ser humano y, aunque de manera lúcida y crítica, se inclina respetuosamente ante el camino de cada cual.

¿Cómo veo a los otros?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No os quedéis plantados mirando al cielo, pero mirad al cielo.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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383905AF-C7BB-48A9-989F-6B01AE3BC5D5Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01,- Amigo de Dios: Teó – filo

San Lucas comienza el Libro de los Hechos (primer “diario” o “historia” de las comunidades cristianas) dirigiéndose a Teófilo, que significa: amigo de Dios. (Theos: Dios / philos: amigo).

Del mismo modo que en el evangelio de San Juan aparece la figura del Discípulo Amado, y todos somos discípulos amados de Dios. En San Lucas nos encontramos con el amigo  de Dios: amigos de Dios somos todos. Dios es nuestro amigo siempre.

    Bueno es que -como creyentes- nos sintamos amigos de Dios en la vida. Dios y Jesús son amigos nuestros.

02.- La Ascensión

    En el libro de los Hechos (que es de S Lucas), la Ascensión acontece a los cuarenta días de la Pascua, mientras que en el Evangelio de S Lucas, la Ascensión acontece el mismo día de Pascua.

    Por otra parte, los evangelistas Marcos, Juan y Mateo no narran la Ascensión.

San Mateo ubica la despedida –que no la Ascensión- de Jesús en Galilea (tierra de gentiles – misión) y se despide quedándose con ellos: estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos.

Esto significa que la Ascensión es un acontecimiento de fe, no un hecho históricamente comprobable

    Al final la Ascensión es un modo de hablar para decir que Jesús terminó en Dios o con Dios, pero sigue con nosotros y que ahora la misión de evangelizar es tarea nuestra.

03.- ¿Ascensión a los cielos?

El cielo de las estrellas y el cielo de la Ascensión al que ascendió Cristo no son idénticos.

En la fiesta de la Ascensión del Señor no estamos diciendo que Cristo, anticipándose a la ciencia moderna, emprendiera un viaje espacial.

La Ascensión de Cristo, más que una “subida” es un paso del tiempo a la eternidad, de lo visible o lo invisible, de la inmanencia a la trascendencia, de la opacidad del mundo a la luz de Dios, de los hombres a Dios, de la física a la meta-física. La Ascensión de Cristo es “ascensión” sólo en ese sentido.

El cielo no es un lugar, sino un estado personal en Dios.

El lugar de JesuCristo y el lugar del ser humano es Dios, el amor de Dios.

La Resurrección, la Ascensión y Pentecostés son aspectos diversos del mismo acontecimiento que es la Pascua. Los celebramos como momentos distintos por un poco de pedagogía y otro poco de liturgia para poner de relieve el rico contenido que hay en el hecho de pasar Cristo de este mundo al Padre.

04.- La Ascensión esperanza de la vida.

La última mirada.

    Lo vieron levantarse, marcharse y dejarles solos en la vida. Sea como fuere, el Jesús de la historia marchó y –de alguna manera- se despidió de los suyos.

    Es como la última mirada que dirigimos al ser querido que marcha o que nos deja definitivamente. Y dejas Pastor santo, que dirá Fray Luis de León (1527-1591).

Pero dos aspectos alivian y convierten la despedida en esperanza.

05.- La Ascensión alienta nuestra esperanza. Terminaremos como y donde terminó Jesús y María.

 El ser humano es esperante.

Decía el médico y filósofo Pedro Laín Entralgo (1908-2001) que el ser humano espera por naturaleza algo que no está en nuestra naturaleza. Nosotros no podemos darnos la plenitud, la recibimos de Dios.

06.- Celebramos que el Señor permanece y está con nosotros siempre hasta el fin de los tiempos.

Es cierto que no hay que quedarse plantados mirando al cielo, pero hemos de mirar al cielo.

Es una fiesta en la que intuimos y celebramos nuestro final. Vamos a terminar como Cristo, (y como la Virgen María: Asunción).

No os quedéis plantados mirando al cielo,

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