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“Soy rey… para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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¿ME DEJÁIS SOLO?

¿Me dejáis solo?
¿Con la verdad?

¿Por qué no me ayudáis
a examinar la piedra fascinante
que me ha atraído siempre a la frontera?

Los caminos trillados
son caminos de todos.
Nosotros, por lo menos,
debemos arriesgar estas veredas
donde brota la flor del Tiempo Nuevo,
donde las aves dicen la Palabra
con el vigor antiguo,
por donde otros arriesgados buscan
la humana libertad…

Si el corazón es limpio
no ha de atraparnos nunca
la noche intransitable.
El viento y las estrellas
nos dictarán los pasos.

¿Por qué me dejáis solo,
con o sin la verdad?

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera, 1986

***

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús:

– “¿Eres tú el rey de los judíos?”

Jesús le contestó:

“¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?”

Pilato replicó:

– “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?”

Jesús le contestó:

“Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.”

Pilato le dijo:

“Conque, ¿tú eres rey?”

Jesús le contestó:

“Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

*

Juan 18, 33b-37

***

Jesús, que está a punto de subir al patíbulo, sin que se intente un solo gesto, de la tierra o del cielo, para defenderle, este mismo Jesús afirma con una calma suprema: «Yo soy rey». Rey, es decir, no sólo libre (y está atado), sino también Señor (y están a punto de matarle).

Aquel instante exigía la fe más firme, porque era el de la oscuridad más profunda, era el momento en que daba la impresión de que del Dios-nombre ya no quedaba nada de Dios y, dentro de muy poco, tampoco quedaría nada del hombre. No era difícil creer en el poder de Jesús cuando mandaba sobre las enfermedades, sobre la tempestad, sobre la muerte. Ahora bien, para pensar como Rey y como Dios a uno que ha sido vencido, aplastado, reducido a nada, es preciso recurrir a una lógica que invierta cualquier pensamiento humano, es preciso dejar que se hunda nuestra propia inteligencia en las tinieblas más densas; en una palabra, renunciar a cualquier otra luz que no sea la de la confianza ciega, propia del amor […].

En aquel momento era menester el amor mismo de Dios para comprender que el despojo total podría constituir la ofrenda suprema del amor, para descubrir en la aniquilación de la cruz la manifestación más sublime de la omnipotencia de Dios.

Jesús manifiesta su propia realeza y su soberano señorío sirviéndose de la mala voluntad de los hombres para cumplir su voluntad de salvación, utilizando su odio para su obra de amor.

Le crucificaban para quitarle de en medio, y he aquí que lo vuelven a zambullir en la eternidad de donde había venido y que, con su retorno, volverá a abrirla a todos los hombres

*

I. Riviére,
A chaqué jour suffit sa joie,
París 1949, pp. 171 ss.

***

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“Lo decisivo”. Jesucristo, Rey del universo – B (Juan 18,32-37)

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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34_to_b-600x400El juicio contra Jesús tuvo lugar probablemente en el palacio en el que residía Pilato cuando acudía a Jerusalén. Allí se encuentran una mañana de abril del año 30 un reo indefenso llamado Jesús y el representante del poderoso sistema imperial de Roma.

El evangelio de Juan relata el diálogo entre ambos. En realidad, más que un interrogatorio parece un discurso de Jesús para esclarecer algunos temas que interesan mucho al evangelista. En un determinado momento, Jesús hace esta solemne proclamación: «Yo para esto nací y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz».

Esta afirmación recoge un rasgo básico que define la trayectoria profética de Jesús: su voluntad de vivir en la verdad de Dios. Jesús no solo dice la verdad, sino que busca la verdad, y solo la verdad de un Dios que quiere un mundo más humano para todos sus hijos.

Por eso Jesús habla con autoridad, pero sin falsos autoritarismos. Habla con sinceridad, pero sin dogmatismos. No habla como los fanáticos, que tratan de imponer su verdad. Tampoco como los funcionarios, que la defienden por obligación, aunque no crean en ella. No se siente nunca guardián de la verdad, sino testigo.

Jesús no convierte la verdad de Dios en propaganda. No la utiliza en provecho propio, sino en defensa de los pobres. No tolera la mentira o el encubrimiento de las injusticias. No soporta las manipulaciones. Jesús se convierte así en «voz de los sin voz, y voz contra los que tienen demasiada voz» (Jon Sobrino).

Esta voz es más necesaria que nunca en esta sociedad atrapada en una grave crisis económica. La ocultación de la verdad es uno de los más firmes presupuestos de la actuación de los poderes financieros y de la gestación política sometida a sus exigencias. Se nos quiere hacer vivir la crisis en la mentira.

Se hace todo lo posible para ocultar la responsabilidad de los principales causantes de la crisis y se ignora de manera perversa el sufrimiento de las víctimas más débiles e indefensas. Es urgente humanizar la crisis poniendo en el centro de atención la verdad de los que sufren y la atención prioritaria a su situación cada vez más grave.

Es la primera verdad exigible a todos si no queremos ser inhumanos. El primer dato previo a todo. No podemos acostumbrarnos a la exclusión social y la desesperanza en que están cayendo los más débiles. Quienes seguimos a Jesús hemos de escuchar su voz y salir instintivamente en defensa de los últimos. Quien es de la verdad escucha su voz.

José Antonio Pagola

 

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“Tú lo dices: soy rey.” Domingo 25 de noviembre de 2018. Domingo 34 del tiempo ordinario. Fiesta de Cristo Rey

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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61-ordinarioB34 cerezoLeído en Koinonia:

Daniel 7, 13-14: Su dominio es eterno y no pasa.
Salmo responsorial: 92: El Señor reina, vestido de majestad.
Apocalipsis 1, 5-8: El príncipe de los reyes de la tierra nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios.
Juan 18, 33b-37: Tú lo dices: soy rey.

Problemática pastoral concreta de la festividad de Cristo Rey

Vamos a comenzar removiendo obstáculos, porque hay problemas respecto a los posibles significados de esta fiesta. Veamos algunos:

a) El origen de esta fiesta y su contexto original. Esta fiesta fue establecida en un contexto anterior al Vaticano II, en 1925, por Pío XI, y con un espíritu muy cercano al de cristiandad, cuando el Vaticano expresaba claramente su deseo de que el cristianismo fuera la religión oficial, la religión de los Estados cristianos. Al confesar a Cristo como Rey universal se quería con ello vehicular el deseo de que también la Iglesia fuese testigo y participante ya aquí en la tierra de esa realeza: una realeza de Cristo reconocida, redundaba inevitablemente en una Iglesia respetada, favorecida por el Estado, con alto estatus en la sociedad, fuerte y organizada, que aunque no podía ya revestirse de poder político temporal, al menos podía participar de él por una relación estrecha y armoniosa con los poderes sociales. Durante mucho tiempo, el título de “Cristo Rey”, el “reinado social del Corazón de Jesús”… incluyeron esos aspectos de autoencumbramiento de la Iglesia, olvidando que la práctica de Jesús de Nazaret fue muy distinta, incluso totalmente contraria.

b) El concepto de Reino-monárquico. El Reino no es hoy día la forma más frecuente de organización sociopolítica. La mayor parte de los países son repúblicas, de diferentes rostros, y los reinos que persisten, ya no lo son en su forma clásica, sino en adaptaciones a la cultura política actual (por ejemplo las monarquías “parlamentarias”) que, al superarla, niegan en el fondo la esencia misma de lo que era un “reino”.

Aun siendo conscientes de la limitación inevitable que todo lenguaje teológico tiene por su misma naturaleza analógica, figurada, simbólica, apofática… cada vez más se viene insistiendo en que la palabra “reino” no sería la más adecuada para expresar la utopía bíblico-mesiánica del Reino de Dios, porque en esta altura de la historia la palabra «Reino» ya no expresa una forma de organización sociopolítica deseable para los humanos. Cada vez se evidencia más la dificultad de hablar de Dios (y de Cristo) como “rey”, y de su proyecto escatológico como un “reino”. ¿Estamos seguros de que un reino, una monarquía, podría ser una analogía del “Reino de Dios” realizado? La realización del reino de Dios, ¿no exigiría la superación de muchos aspectos de lo que es una monarquía, un “reino”? Acaso una comunidad, ¿puede ser comparada con un «reino», con una «monarquía»? ¿Y una familia?

Pablo Suess viene proponiendo la expresión “democracia participativa del RD” para corregir la evocación que el término clásico conlleva. Ya sabemos que no se puede simplemente sustituir una expresión por otra, pero es bueno aludir con frecuencia a esa insuficiencia de la expresión clásica, para hacer caer en la cuenta a los oyentes, y para liberar al contenido (el Reino mismo, el significado), de las limitaciones del significante (una palabra no completamente adecuada).

Para hablar del Reino puede ser mejor hablar del Proyecto, de la Utopía de Dios… que hacemos nuestra: queremos «construir la Democracia de Dios, cósmica, pluralista, inclusiva, y por eso, amorosa, encarnación viva del Dios de los mil rostros, colores, géneros, culturas, etnias, sentidos…».

c) Connotación de género en la palabra “Reino”.

Es útil saber que en el ámbito de la teología feminista angloparlante se rechaza también la expresión (God’s Kingdom), a causa de su machismo larvado (kingdom alude directamente a king, no a queen…). En castellano no tenemos ese problema en esta expresión, pero el saber que existe en otras lenguas invita a prevenirlo en su uso consciente.

Los grandes temas de la fiesta de hoy y de la semana

Hay varios grandes temas que podrían servir para orientar la reflexión de la homilía o la reflexión del círculo bíblico o la comunidad cristiana en torno a los textos de este domingo. Habrá que elegir entre ellos. Aquí sólo los apuntamos:

a) El Reino de Dios, como contenido del mensaje de Jesús. Jesús nunca se proclamó Rey: nada más lejos de Él. Lo que Jesús hizo fue ponerse al servicio total del Reino, de forma que éste fue el centro mismo de su predicación y de su vida, la Causa por la que dio la vida. Importa pues hacer honor a la identidad verdadera de Jesús: Él no fue rey, ni lo quiso ser nunca, por mucho que algunos cristianos crean que llamándolo así lo honran… La intención puede ser buena, pero el título que de hecho se le atribuye no podría ser de su agrado.

Jesús habló del Reino, fue su servidor y su mensajero, pero sus seguidores se olvidaron del Reino. y lo constituyeron a él como el Reino mismo, como el Rey… El mensaje fue sustituido por el mensajero. Jesús nos indicaba el Reino, como la Causa por la que estaba apasionado y por la que dio su vida, y un buen grupo de seguidores se olvidaron de esa causa, y se enamoraron de Jesús. Es preciso volver a Jesús, y su Causa…

Para hablar concretamente del Reino es bueno reparar en el texto del prefacio de esta fiesta, que da una «descripción» muy plástica de su contenido. Esa idea fue recogida en el conocido estribillo del Salmo 71 del compositor Manzano, que dice: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia… es Paz… es Gracia… es amor, ¡venga a nosotros tu Reino, Señor». Bien glosada, y debidamente justificada esa perspectiva teológica, puede ser un buen guión para la homilía. Y no debería faltar ese canto en la celebración de hoy.

b) La relación entre cristocentrismo y reinocentrismo. Una cierta interpretación de esta fiesta –muy común por lo demás en el cristianismo en general– propicia un cristocentrismo exagerado, absoluto, que no hace justicia a la verdad de la revelación, al mensaje real de Jesús, a lo que Jesús realmente dijo, no a lo que después dijeron que había dicho. Importa pues pastoralmente discernir una «correcta jerarquía de valores», que la teología de la liberación fue la primera que dio en llamar “reinocentrismo”, con tal fuerza de persuasión, que no hay teología ni espiritualidad honesta que se puedan resistir.

c) El mesianismo de Jesús. La aclamación o la espera de Jesús como Rey se dio en el contexto del mesianismo: se esperaba un liberador. Hoy la postración es tal que ni siquiera se espera nada, pudiendo hacer de la aclamación de Jesús como Rey algo bien alejado de lo que el mesías supuso realmente para los que lo esperaron.

d) La dimensión escatológica: el final de los tiempos, nuestro ineludible caminar en la historia, el “juicio final”… El final del año litúrgico nos hace tematizar en nuestra reflexión el final mismo de la historia, y el final también de nuestras vidas personales. Pero ya en un contexto mental diferente, en el que sabemos que nuestra aventura humana no es la razón del cosmos, que el mundo no acabará el día que Dios decida acabar el ciclo de la humanidad y pasar a la vida eterna, y que no se trata de que estemos aquí para una prueba que se verificará en el día del juicio final, tras lo cual iríamos al cielo o al infierno… Leer más…

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24.XI.18: Un Cristo‒Rey, más parecido a Constantino que a Jesús nazoreo

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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1caf2670-1782-44f0-a508-c9daf23df3a7Del blog de Xabier Pikaza:

Domingo de Cristo Rey. Ciclo b. Jn 18, 33-37. A Jesús le condenaron, según el evangelio, por ser un anti‒rey, como proclama con burla el letrero de la Cruz: Jesús nazareno (nazoreo) rey de los judíos.

El gobernador romano se burla de él, llamándole “anti‒rey”, todo lo contrario a lo que puede y debe ser un rey del mundo (como Basileus‒Rey o Emperador de Roma). Y, sin embargo, en vez limitarse a reírse y expulsarle del tribunal, le mata. Ésa es la paradoja, el humor macabro, sangriento y bendito de Jesús que fue ante todo un anti-sistema, es decir un anti-rey, en la línea de Pilato de Jerusalén y de Tiberio de Roma.

En este contexto, quiero decir (diré mañana) que se trata de una Festividad muy moderna, instituída por el Papa Pío XI, el 1925,para celebrar los 1.600 años del concilio de Nicea, donde el Rey‒Emperador Constantino se presentó como heredero real de Jesús, como su representa en el mundo, reuniendo en su palacio y bajo su autoridad a los obispos, que dijeron que Jesús era Hijo de Dios.

Los Padres Conciliares dijeron que Jesús era Hijo de Dios, de la Naturaleza del Padre… pero ese tema le importaba a Constantino menos…, pues a él le bastaba con que fuera Rey… y que él, Constantino, pudiera ser su represente regio sobre el mundo.

Los temas de fondo en esta “fiesta” moderna (y a mi juicio ya “abortada”, en el sentido que quiso darle el Papa Pio XI, que quería seguir siendo “Rey” de Roma) podrían ser éstos:

a. ¿Cómo había cumplido Jesús su tarea de instaurar el Reino de Dios? ¿Cómo expresó y realizó su intento, siendo crucificado por el representante del rey de Roma como pretendiente falso?

b. ¿Cómo pudo pasarse del Jesús anti-rey del evangelio al Cristo rey de una piedad cristiana moderna, Rey de Reyes, con un reino que quiere expresarse en formas no sólo de poder político,sino también de guerra santa?

Desde ese fondo empezaré hoy presentando el título de Jesús como rey, es decir, el motivo de su “coronación” en la cruz, para sacar algunas consecuencias de ello, en línea de inversión “regia” del cristianismo. Mañana indicaré el sentido moderno de esta fiesta… y pasado leeré y comentaré el evangelio de Jn 18, 33‒37 (ser rey es ser testigo y portador de la verdad).

Imagen 1: Letrero de la Cruz, según evangelio de Juan, en las tres lenguas. El original evangélico es el griego. El texto hebreo y el latino son traducciones.
Imagen 2-3. Jesús como Cristo-Rey, que reina en España (y en otros lugares). La imagen 2 es de tipo “monarquico” con la flor de lis de los borbones y los escudos de las naciones-regiones de España en el entorno. La imagen 3 de tipo fascista.

El título de la cruz: INRI. Versión de Marcos y de Juan

La tradición ha conservado dos versiones de ese título o causa de la condena de Jesús, pero las dos concuerdan en un hecho: le han condenado por “hacerse” de forma intensa y clave “rey de los judíos”.

La versión de Marcos dice así: «había una inscripción de su condena, que decía: El rey de los judíos»; (Mc 15, 26). Esta versión ha sido aceptada y ligeramente modificada por Mt 27, 27 («éste es Jesús, el rey de los judíos») y por Lc 23, 38 («el rey de los judíos es éste»).

La otra es de Juan, quien afirma que el título estaba escrito en hebreo (arameo), latín y griego y decía: «Jesús el Nazoreo el Rey de los judíos» (Jn 19, 19). Es muy posible que Juan conserve aquí, como en otros casos, un recuerdo histórico más preciso que el de Marcos.

–Marcos: El Rey de los judíos (15, 26).

Este pasaje, más breve y conciso, recoge la acusación que los sacerdotes presentaron a Pilato contra Jesús, y que sirvió como causa y razón de su condena. Jesús había actuado como profeta del Reino de Dios en Galilea, pero se había presentado en Jerusalén como Mesías, término que, en lenguaje jurídico y político, podía traducirse como Rey de los judíos.

Es poco probable que Jesús se llamara sí mismo Rey (y menos “rey de los judíos”), pues el Reino era de Dios. Él se tomaba más bien como profeta, un tipo de mesías‒servidor, de o, quizá mejor, como pretendiente mesiánico en una línea no militar, de toma de poder, y en esa línea contesta al Sumo Sacerdote cuando le preguntaba si es el “Cristo, el Hijo del Altísimo”, y él responde: «yo soy» (Mc 14, 62).

Es evidente que a Pilato no le importa el término “mesías”, pues no entraba en cuestiones intrajudías, pero sí le preocupa que Jesús pueda presentarse como Rey de los Judíos (pues hacerse rey contra o al margen de Roma es un crimen digno de muerte).

juan: Jesús el Nazoreo el Rey de los judíos (Jn 19, 19).

El Cuarto Evangelio afirma que el letrero estaba escrito en tres lenguas y que presentaba a Jesús como el Nazoreo. Pero esos dos motivos pueden y deben distinguirse con cuidado.

(1) La escritura en tres lenguas resulta probablemente una ampliación del mismo evangelista, que quiere presentar a Jesús como mesías universal, no sólo en hebreo/arameo (la lengua de la zona), sino en latín y griego (las lenguas del imperio). Pero es difícil que Pilato estuviera interesado en ese tema, y que los soldados, que habrían escrito el letrero, pudieran hacerlo en tres lenguas.

(Normalmente, podemos suponer que lo escribieron en griego, la lengua más utilizada en la parte oriental del imperio (aunque pudieron hacerlo también en Latín), pero el evangelista quiso resaltar el carácter universal de la condena, añadiendo que estaba escrita también en latín y hebreo (o arameo), como algunas inscripciones imperiales, redactadas en varias lenguas. Cf. R. E. Brown, La muerte del Mesías II, Verbo Divino, Estella 2006, 1144-1151

El evangelio de Juan interpreta ese letrero (rey de los judíos) como una venganza irónica de Pilato sobre los sacerdotes: Ellos han acusado a Jesús de presentarse como “rey de los judíos” sin serlo en realidad (ellos no quieren un rey como Jesús, ni quieren que ese título aparezca como causa de su condena.

Jesús, el Nazoreo, Rey de los judíos

Mírense bien las palabras en la imagen 1:

El texto hebreo dice Yeshua ha-notsri, Melek… A Jesús se le llama el Notsri (nazoreo, no nazareno), y se le presenta como Melek, rey.

El texto griego dice Iesous ho Nadsôraios (también el Nazoreo), Basileus (=rey)

El texto latino dice Iesus Nazarenus...Ha perdido la diferencia entre nazoreo y nazareno (como he puesto de relieve en mi Historia de Jesús, VD, Estella 2016) Éste es el texto que ha dado lugar al “INRI”

(a) Sin duda, esa palabra (nazoreo) puede haber sido “creada” por el mismo evangelio de Juan, para presentar el “nombre completo” de Jesús, siguiendo el estilo solemne de los emperadores, que tenían tres nombres, como “Tiberio César Emperador” (de manera que siguiendo ese ejemplo algunos cristianos dirían: “Jesús Nazoreo Rey”).

(b) Pero esa razón no explica el uso concreto del nombre (Nazoreo, no Nazareno), que tiene un sentido regio y mesiánico (del nezer de David, como habría que indicar con más cuidado)… Parece evidente que Jesús se presentó como un “nazoreo mesiánico” (de la línea de David, pero invirtiendo el sentido de las esperanzas políticas nacionales). Fue nazoreo, pero no quiero tomar el poder político-social, sino superarlo.

(Nosotros solemos decir “Jesús Nazareno…”, pero el texto de Juan dice Jesús Nazoreo… Ciertamente, Nazoreo y Nazareno pueden significar lo mismo, como algunos suponen. Pero en principio son palabras distintas, con sentidos o matices distintos, que a veces no suelen percibirse)

La cuestión es saber si Marcos suprimió ese título (Nazoreo), porque no quería presentar a Jesús en la línea mesiánica davídica, o si Juan lo inventó o encontró, transmitiendo así una tradición antigua, que presentaba a Jesús como nazoreo, vinculado a la promesa de David.

A mi juicio, las cosas se explican mejor suponiendo que Marcos (para desvincular a Jesús del mesianismo davídico/nazoreo) abrevió el texto anterior, de forma que el título originario, sería Jesús Nazoreo Rey de los Judíos (palabras que, por sus iniciales, aparecen como INRI en las imágenes de la crucifixión). En ese fondo es también más verosímil la protesta de los sacerdotes de Jn 19, 19-24, que pueden reconocer a Jesús como nazoreo (pues lo es, por familia), pero que no quieren aceptarle como rey de los judíos. Leer más…

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Domingo 34. Ciclo B. Fiesta de Cristo Rey

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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J026_PantocratorDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Como la Iglesia siempre va por sus caminos, el próximo domingo termina el año litúrgico, con más de un mes de anticipación al año civil. Los domingos posteriores los dedicaremos a preparar la Navidad (tiempo de Adviento) y a celebrarla. Pero ahora nos toca cerrar el año, y la Iglesia lo hace con la fiesta de Cristo Rey.

Motivo y sentido de la fiesta

No se trata de una fiesta muy antigua, la instituyó Pío XI en 1925. Por eso, cuando se buscan imágenes de Cristo Rey en Internet, aparece una serie de estampitas horribles, de pésimo gusto, en las que siempre lleva una corona en la cabeza. En cambio, el arte románico y el gótico, cuando representan a Jesús en majestad lo hacen como Maestro, con la mano derecha levantada en señal de enseñar, no como Rey.

            ¿Por qué quiso Pío XI subrayar este aspecto? Para comprenderlo hay que recordar la fecha de la institución de la fiesta: 1925. La Primera Guerra Mundial ha terminado hace siete años. Alemania, Francia, Italia, Rusia, Inglaterra, Austria, incluso los Estados Unidos, han tenido millones de muertos. La crisis económica y social posterior fue tan dura que provocó la caída del zar y la instauración del régimen comunista en Rusia en 1917; la aparición del fascismo en Italia, con la marcha sobre Roma de Mussolini en 1922, y la del nazismo, con el Putsch de Hitler en 1923. Mientras en los Estados Unidos se vive una época de euforia económica, que llevará a la catástrofe de 1929, en Europa la situación de paro, hambre y tensiones sociales es terrible.

            Ante esta situación, Pío XI no hace un simple análisis socio-político-económico. Se remonta a un nivel más alto, y piensa que la causa de todos los males, de la guerra y de todo lo que siguió, fue el “haber alejado a Cristo y su ley de la propia vida, de la familia y de la sociedad”; y que “no podría haber esperanza de paz duradera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de Cristo Salvador”. Por eso, piensa que lo mejor que él puede hacer como Pontífice para renovar y reforzar la paz es “restaurar el Reino de Nuestro Señor”. Las palabras entre comillas las he tomado del comienzo de la encíclica Quas primas, con la que instituye la fiesta.

            La posible objeción es evidente: ¿se pueden resolver tantos problemas con la simple instauración de una fiesta en honor de Cristo Rey?, ¿conseguirá una fiesta cambiar los corazones de la gente? Los noventa años que han pasado desde entonces demuestran que no.

            Por eso, en 1970 se cambió el sentido de la fiesta. Pío XI la había colocado en el mes de octubre, el domingo anterior a Todos los Santos. En 1970 fue trasladada al último domingo del año litúrgico, como culminación de lo que se ha venido recordando a propósito de la persona y el mensaje de Jesús.

            Ahora, la celebración no pretende primariamente restaurar ni reforzar la paz entre las naciones sino felicitar a Cristo por su triunfo. Como si después de su vida de esfuerzo y dedicación a los demás hasta la muerte le concedieran el mayor premio.

Las lecturas

            La primera lectura, de Daniel, anuncia el triunfo del Hijo del Hombre, que recibe el poder y la gloria.

Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el anciano y fue llevado a su presencia. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás.

            La segunda, del Apocalipsis, llama a Jesús “Príncipe de los reyes de la tierra”. Pero no se considera por encima de nosotros ni lejos de nosotros. “Nos ama y nos ha lavado con su sangre”, y nos hace compartir su dignidad convirtiéndonos en un “reino de sacerdotes”. Tras la desaparición de la monarquía judía, esta expresión significaba que el pueblo estaría regido por sacerdotes. El Apocalipsis lo enfoca de manera distinta: no exalta el poder de los sacerdotes, sino el carácter sacerdotal del pueblo de Dios.

Y de parte de Jesucristo, el Testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados y ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos. Amén. Mirad, que viene acompañado de nubes; todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por él harán duelo todas las razas de la tierra. Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, Aquel que es, que era y que va a venir, el Todopoderoso.

            La tercera, del evangelio de Juan, ofrece una visión más crítica de la realeza. Es un auténtico interrogatorio, en el que Pilato formula cuatro preguntas; pero Jesús no es un acusado que se limita a responder. A la primera pregunta responde con otra pregunta casi insultante para un prefecto romano. A la segunda, “¿Qué has hecho?”, tampoco responde. Se remonta a la pregunta inicial de Pilato sobre si es el rey de los judíos, y se expresa de forma tan desconcertante, hablando de “un reino que no es de aquí”, que a Pilato no le quedan las ideas claras. Su pregunta final no es “¿Eres tú el rey de los judíos”, sino “¿Luego tú eres rey?”. La dimensión nacionalista desaparece; lo importante es la realeza misma de Jesús. Después de lo anterior, lo lógico sería que Jesús se limitase a responder: “Sí, soy rey”. En cambio, añade algo absolutamente nuevo: no ha venido a gobernar, ni a recibir honor y gloria, sino a dar testimonio de la verdad. Si recordamos que él es “el camino, la verdad y la vida”, Jesús ha venido a dar testimonio de sí mismo, a darse a conocer, a demostrar a la gente que “tanto amó Dios al mundo, que le dio a su hijo unigénito”. Un testimonio por el que lo acusarán de blasfemo y que, entre otros motivos, le costará la vida.

Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” Respondió Jesús: “¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?”  Pilato respondió: “¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?” Respondió Jesús: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.” Entonces Pilato le dijo: “¿Luego tú eres Rey?” Respondió Jesús: “Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.”

Reflexión personal

 Generalmente esperamos de la homilía que nos ilumine y nos anime a ser mejores, a vivir de acuerdo con la enseñanza y el ejemplo de Jesús. Y esto es esencial si tenemos en cuenta las últimas palabras del evangelio: “Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. Pero la fiesta de Cristo Rey nos invita también a felicitar, dar la enhorabuena a quien tanto ha hecho por nosotros.

Al mismo tiempo, el sentido primitivo de la fiesta encaja perfectamente con la situación que vivimos hoy de problemas sociales, políticos y económicos. No podemos ser ingenuos en las soluciones, pero tampoco podemos negarle la razón a Pío XI: si el mundo viviese de acuerdo con el evangelio, otro gallo nos cantaría.

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Jesucristo Rey del Universo. Último Domingo del Tiempo Ordinario. 25 de Noviembre de 2018

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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“Tú lo dices: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.”

(Jn 18, 33-37)

Jesús es Rey. Hoy celebramos precisamente eso: Jesucristo Rey del Universo. Pero hay que reconocer que después de tantos reyes (¡y de tantos tiranos!) la imagen de rey no nos cae simpática. Tampoco los gobernantes nos ofrecen una imagen en la que apoyarnos.

Vivimos un cambio de época en el que las instituciones y los organismos de poder se encuentran en crisis, algo que sucede en la historia con una rítmica periodicidad.

El poder tiende a convertir a todos en lo mismo. Da exactamente igual si uno llega al poder por heredar un apellido o por aclamación popular, una vez en el poder se sucumbe al propio bienestar y al de los más cercanos. Pasa con los grandes poderes y pasa con los pequeños.

Tal vez por eso Jesús se apartó siempre del poder. Cuando las multitudes quieren proclamarlo rey él se aparta. Él había venido para servir. Parece que el único antídoto contra la tiranía es precisamente el servicio al estilo de Jesús.

Pero no nos engañemos, el servicio es desagradable. Ponerse a los pies de los demás facilita el ser pisoteado. Y también se corre el peligro de caer en el servilismo que denigra.

El camino que recorre Jesús es estrecho y poco claro. Caminar tras sus huellas es decidirse a dejarse confrontar continuamente.

El mismo Jesús se pasa medio evangelio “retirándose a orar”. Jesús se hizo ser humano y pasó por las mismas dudas y las mismas tentaciones que pasamos todas las personas.

Su reinado estaba al servicio de la verdad. Y la verdad suele ser siempre más amplia. Nuestros puntos de vista, nuestra claridad meridiana suelen palidecer cuando se descubre la verdad. La verdad no se deja poseer por una sola persona. Al contrario, se reparte. Todas tenemos algo de verdad. El problema es creer que esa pequeña verdad que tenemos es la verdad completa. Ese es el principio de la tiranía y del fanatismo.

Oración

¡Que venga tu reino, Trinidad Santa! Ábrenos la mente para que podamos reconocer que Tu Verdad es siempre más amplia de lo que alcanzamos a ver.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Serás rey de ti mismo si despliegas las exigencias de tu verdadero ser

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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corona-hombre-6Jn 18, 33-37

Es muy importante que tengamos una pequeña idea del momento y el motivo por el que se instituyó esta fiesta. Fue Pío XI en 1925, cuando la Iglesia estaba perdiendo su poder y su prestigio acosada por la modernidad. Con esta fiesta se intentó recuperar el terreno perdido ante un mundo secular, laicista y descreído. En la encíclica se dan las razones para instituir la fiesta: “recuperar el reinado de Cristo y de su Iglesia”. Para un Papa de aquella época, era inaceptable que las naciones hicieran sus leyes al margen de la Iglesia.

Ha sido para mí una gran alegría y esperanza el descubrir en una homilía sobre esta fiesta del papa Francisco, una visión mucho más de acuerdo con el evangelio. Pio XI habla de recuperar el poder de Cristo y de su Iglesia. El papa Francisco habla, una y otra vez, de Jesús poniéndose al servicio de los más desfavorecidos. No se trata de un cambio de lenguaje sino de la superación de la idea de poder en el que la Iglesia ha vivido durante tantos siglos. El cambio debía ser aceptado y promovido por todos los cristianos.

El contexto del evangelio que hemos leído, es el proceso ante Pilato, a continuación de las negaciones de Pedro, donde queda claro, que Pedro ni fue rey de sí mismo ni fue sincero. Es muy poco probable que el diálogo sea histórico, pero nos está transmitiendo lo que una comunidad muy avanzada de finales del s. I pensaba sobre Jesús. Dos breves frases puestas en boca de Jesús nos pueden dar la pauta de reflexión: “mi Reino no es de este mundo” y “yo para eso he venido, para ser testigo de la verdad”.

¿Qué significa un Reino, que no es de este mundo? Se trata de una expresión que no podemos “comprender” porque todos los conceptos que podemos utilizar son de este mundo. ¿En qué estamos pensando los cristianos cuando, después de estas palabras, nombramos a Cristo rey, no solo del mundo sino del universo? Con el evangelio en la mano no es fácil justificar el poder absoluto que la Iglesia ha ejercido durante siglos.

Tal vez encontremos una pista en la otra frase: “he venido para ser testigo de la verdad”. Pero solo si no entendemos la verdad como verdad lógica (adecuación de una formulación racional a la realidad) sino entendiéndola como verdad ontológica, es decir, como la adecuación de un ser a lo que debe ser según su naturaleza. Jesús siendo auténtico, siendo verdad, es verdadero Rey. Pero lo que le pide su verdadero ser (Dios) es ponerse al servicio de todo aquel que le necesite, no imponer nada a los demás.

No se trata de morir por defender una doctrina. Se trata de morir por el hombre. Se trata de dar testimonio de lo que es el hombre en su verdadera realidad. El Hijo de hombre (único título que Jesús se aplica a sí mismo), nos da la clave para entender lo que pensaba de sí mismo. Se considera el hombre auténtico, el modelo de hombre, el hombre acabado, el hombre verdad. Su intención es que todos lleguen a identificarse con él. Jesús es la referencia para el que quiera manifestar la verdadera calidad humana.

Poco después del párrafo que hemos leído, Pilato saca afuera a Jesús, después de ser azotado, y dice a la multitud: “Este es el hombre”Jesús no solo es el modelo de hombre, sino que exige a sus seguidores que demuestren con su vida, que responden al modelo que ven en él. Jesús dice: soy rey”, no: soy el rey. Indicando así que todo el que se identifique con él, será también rey. Esa es la meta que Dios quiere para todos los seres humanos. Rey de poder solo puede haber uno. Reyes servidores debemos ser todos. No se trata de que un hombre reine sobre otro, sino de un Reino donde todos se sientan reyes.

Cuando los hebreos (nómadas) entran en contacto con la gente que vivía en ciudades, descubren las ventajas de aquella estructura social y piden a Dios un rey. Esto fue interpretado por los profetas como una traición (el único rey de Israel es Dios); pero al final tienen que ceder. El rey era el que cuidaba de una ciudad o un pequeño grupo de pueblos. Tenía la responsabilidad de que hubiera orden en las relaciones sociales. Les defendía de los enemigos, se preocupaba de los alimentos, impartía justicia… El Mesías esperado siempre respondió a esta dinámica materialista. Los primeros cristianos no pudieron aceptar un cambio tan radical como el que Jesús les proponía y siguieron con el Mesías glorioso.

Solo en este contexto podemos entender la predicación de Jesús sobre el Reino de Dios. Sin embargo el contenido que él le da es más profundo. En tiempo de Jesús, el futuro Reino de Dios se entendía como una victoria del pueblo judío sobre los gentiles y una victoria de los buenos sobre los malos. Jesús predica un Reino de Dios muy distinto; un Reino del que nadie va a quedar excluido, y del que forman parte las prostitu­tas, los pecadores, los marginados. También los gentiles están llamados, pero muchos judíos se quedarán fuera. El Reino que Jesús anuncia no tiene nada que ver con las expectativas de los judíos de la época. Por desgracia tampoco tiene nada que ver con las expectativas de los cristianos hoy.

Hay otros datos que pueden darnos luz. Jesús, en el desierto, percibió el poder como una tentación: “Te daré todo el poder de estos reinos y su gloria”. En Jn, después de la multiplicación de los panes, la multitud quiere proclamarle rey, pero él se escapa a la montaña, él solo. Toda la predicación de Jesús gira entorno al “Reino”; pero no se trata de un reino suyo, sino de “el Reino de Dios”. Jesús nunca se propuso él mismo como objeto de su predicación. Es un error confundir el “reino de Dios” con el reino de Jesús. Mayor disparate es querer identificarlo con el poder de la Iglesia, que es lo que pretendió la fiesta.

La característica fundamental del Reino predicado por Jesús es que ya está aquí, aunque no se identifica con las realidades mundanas. No hay que esperar a un tiempo escatológico, sino que ha comenzado ya. “No se dirá está aquí o está allá, porque mirad: el reino de Dios está dentro de vosotros”. No se trata de preparar un reino para Dios, se trata de un reino que es Dios. Cuando decimos “reina la paz”, no estamos diciendo que la paz tenga un reino. Se trata de hacer presente a Dios entre nosotros, siendo lo que tenemos que ser. No es un reino de personas físicas, sino de actitudes vitales.

¿Es éste el sentido que le damos a la fiesta? Cualquier connotación que el título tenga con el poder, tergiversa el mensaje de Jesús. Una corona de oro en la cabeza y un cetro de brillantes en las manos de Jesús, son mucho más denigrantes que la corona de espinas y la caña que le pusieron los soldados. Si no nos damos cuenta de esto, es que estamos proyectando sobre Dios y sobre Jesús nuestros propios anhelos de poder. Ni el “Dios todopoderoso” ni el “Cristo del Gran Poder” tienen absolutamente nada que ver con el evangelio. El Dios de Jesús es el “Abba”, padre y madre que cuida de nosotros.

Hace unos domingos nos decía Jesús que el que quiera ser primero, sea el último y el que quiera ser grande, sea el servidor. Ese afán de identificar a Jesús con el poder y la gloria, ¿no será una manera de justificar nuestro afán de poder y de estar por encima de los demás? Nuestro yo, creado y sostenido por la razón, no ve más futuro que potenciarse al máximo. Como no nos gusta lo que dice Jesús, tratamos por todos los medios de hacer le decir lo que a nosotros nos interesa. Eso es lo que siempre hemos hecho con la Escritura.

Meditación

Jesús está hablando de la autenticidad de su ser,
Falso es todo aquello que aparenta ser lo que no es.
Ser Verdad es ser lo que somos sin falsearlo.
El objetivo de tu vida, es descubrir tu verdadero ser
y manifestarlo en todo momento.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Un rey que nace en un establo.

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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navidad-nacimiento-del-nino-dios-en-la-gruta-de-la-montana“A los galgos del rey no se les escapa liebre alguna” (Refrán español)

25 de noviembre. Domingo XXXIV. Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

Jn 18, 33b-37

Tú lo dices, soy Rey

No hay cuna real en el establo, ni hay ministros; ni tampoco partera. Tan sólo hay un pesebre, una vaca y un buey, y una mujer y un hombre con aire de criados. Luego nacerá un niño que un día dirá a un gobernador: Soy rey. Sin embargo, los ángeles, en lugar de entonar el Gloria in excelsis Deo, le cantarán al recién nacido esta canción popular:

“Pobre y con honor
madre me parió a mí”.

En un sarcófago antiguo puede verse la escena de un zapatero y un hilandero trabajando.   San Pablo, al igual que ellos, era un trabajador manual, (Hechos 18, 3). Se dedicaba a trabajar el cuero…, predicaban mientras trabajaban, para no tener que vivir a costa de nadieSi quis non vult operari nec manducet”; es decir, “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma”, como dijo el apóstol en su Segunda Carta a los Tesalonicenses.

He recorrido mi ciudad, y en ella he visto calles, iglesias, palacios, supermercados, tiendas de lujo, y pobres que demandaban limosnas. En mi parroquia he visto también a la puerta de entrada a un mendigo que, desde hacía años recibía de los feligreses compasivos, sonrisas y dinero. Yo me he negado a hacerlo, y me entristecía el dinero y las sonrisas de los feligreses, porque pensaba que aquellas donaciones empobrecían al pordiosero, que le condenaba a ser un pedigüeño para siempre. A no ser libre y pensar por sí mismo. ¿O recibe quizás órdenes de otros para ello?, como le ocurrió a Quinto, a quien el Emperador romano Cómodo le dijo, según nos cuenta el autor del último Premio Planeta Yo, Julia“Tú no piensas, ya pienso yo por los dos, por la urbe entera”. Y aquel día, en la misa de domingo, en el momento que se dan limosnas, pensé en un niño nacido pobre en un establo y di la mía rezando esta plegaria:

¡Señor, cómo me gustaría que cambiaras su eterna profesión al pedigüeño!

Cerré los ojos, borré la figura del mendigo de mi mente, y dibujé el rostro de Jesús en ese lienzo.

La realidad es que Jesús, de Rey nada de nada. En su último libro Simón Pedro, Pablo de Tarso y María Magdala dice Bart D. Ehrman: “El Jesús histórico era un campesino analfabeto de una zona rural, remota y atrasado, del Imperio romano. Cuando nos abrimos paso entre las leyendas que rodean su mundo posterior, lo que encontramos es un hombre común y corriente”. En lo que sí fue Rey, es evidente en su doctrina, en ella sentó cátedra de riqueza infinita. Aquí sí fue todo de todo.

Cátedra rica e insondable, de la que seguimos y seguiremos viviendo los cristianos desde hace más de XX siglos. En su extensa y profunda biblioteca, las enseñanzas de salen de las páginas de los libros.

¡¡Derrama, Señor, la ciencia de tus libros en los nuestros!! 

Dice nuestro refranero que “A los galgos del rey no se les escapa liebre alguna”.

Y un proverbio chino dice: Siempre queda algo de fragancia en la mano que da rosas.

LA LEYENDA DEL REY POBRE (Fragmentos)

El más pobre de un pueblito, que poco le importaba la guerra, sólo podía pensar en una cosa, y eso era comer. No tenía nada, ni techo, ni ropa decente. El vocero del rey había estado viajando pueblo por pueblo para reclutar los hombres más valientes y fuertes. Él no era fuerte, pero tenía algo que muchos hombres no poseían, y eso era experiencia, el vivir en la calle era una guerra constante, y muchas veces había tenido que pelear por un pedazo de comida o un lugar para dormir tranquilo. Era hábil y veloz, y había aprendido a ganar una pelea. Así que lo pensó, el ejército tiene comida para todos los días y una cama para dormir. Sonaba tentador, y como la muerte no le asustaba se enlistó al ejército.

Tuvieron varias semanas de entrenamiento antes de partir a la guerra. La dama de la nobleza, Circulina, le había visitado en varias ocasiones. Incluso le había llamado su amigo y le había hecho prometer que volviera de la guerra como un héroe de batalla nombrado capitán. Finalmente fue ascendido a capitán general una vez que el reino vecino fue vencido. Seios tenía el puesto más alto en toda la milicia y era el hombre más cercano al rey, ya que este le debía su reino a su fuerza de voluntad y su diligencia.

La boda con Cicurina no tardó en llegar. Y se rumoreaba que fueron muy felices en su vida de casados. El rey hizo llamar al capitán general Seios, el hombre que él consideraba de más confianza, a su alcoba. Allí le informó sus intenciones, sabía que no podía detener su final, y que, con su único hijo muerto, no había heredero legitimo para la corona, y sólo había un hombre en el que confiaba lo suficiente para dejar el reino en sus manos y poder morir tranquilo.

El general se resistió, ahora podía vivir en una casa grande y pertenecer a la nobleza, pero nunca pudo olvidar de donde venía, las calles estaban grabadas en sus recuerdos y constantemente le recordaban quien era en realidad. “Que un hombre pobre como yo tenga la corona, será un deshonor para usted y para todo el linaje real que en paz descanse”, “No eres un hombre pobre, eres un hombre fuerte, capaz de salvar a un reino entero, si no te hubiera tenido en el ejército este reino tendría a un mercenario por rey”. El rey le entregó la corona, confiándole el reino entero a sus manos, y le hizo prometer que velaría por el reino con el mismo espíritu indomable con el que lo había hecho en batalla.

La leyenda del rey pobre nunca fue olvidada en aquel reino, y nadie se atrevió ni una sola vez a cuestionar su lugar, porque su mandato fue regido con su espíritu inamovible, así como se lo prometió a su anterior rey.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Cristo ¿rey?

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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cd01e3397f71b6db586fbddd31f19e19-catholic-art-spiritualityA lo largo de toda su predicación y especialmente en el inicio de su misión, Jesús nos habla de un reino y de su inminencia. Este reino aparece en los evangelios innumerables veces, para indicar que hay una nueva realidad que está naciendo, que está entre nosotros o que vendrá en un futuro no muy lejano.

No sin razón algunos grupos judíos, como los zelotas, comprendieron este Reino en clave política de salvación del pueblo de Israel. Pero Jesús no parece cumplir las expectativas políticas, por lo menos a primera vista. Su reino es claramente especial y escatológico y para entenderlo hay que hacerse con el lenguaje paradójico y amplio de las parábolas y aceptar su implicancia entre pobres, enfermos, excluidos…

Pero el final de la vida de Jesús abre explícitamente el interrogante: ¿es Jesús el rey de los judíos? Podríamos decir que en los evangelios sinópticos Jesús no quiere responder a la pregunta por posibles interpretaciones erróneas de esta realeza. Pero Jesús no lo rechaza: “Tú lo dices”. Y, si bien los judíos no aceptan el título, este se mantiene firme como testimonio en el letrero de la cruz: “Jesús Nazareno, rey de los judíos”. En el evangelio de Juan, Jesús no solo no lo rechaza sino que además lo confirma “Sí, yo soy rey”.

Así, en todos los casos, el final de Jesús está marcado por la pregunta acerca de esta realeza. Y aparece en comparación con la autoridad romana. El confrontamiento entre Pilato y Jesús abre la comparación entre dos tipos de realeza. ¿Pilato o Jesús? ¿Cuál es el modelo de liderazgo? ¿Quién está del lado de la verdad? En definitiva, ¿qué tipo de rey y qué tipo de reino?

La pregunta se mantiene abierta y la comprensión de la realeza va progresando y adquiriendo nuevos significados tras la muerte de Jesús. Las primeras comunidades entendieron a Jesús Rey por encima de todos los poderes y lo cantaban en sus himnos. Así lo entienden, por ejemplo, los colosenses:

Él es la imagen del Dios invisible,
el primogénito de toda creación,
porque por medio de él fueron creadas todas las cosas
en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles,
sean tronos, poderes, principados o autoridades:
todo ha sido creado
por medio de él y para él.
Él es anterior a todas las cosas,
que por medio de él forman un todo coherente.
Él es la cabeza del cuerpo,
que es la iglesia.
Él es el principio,
el primogénito de la resurrección,
para ser en todo el primero.
Porque a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud
y, por medio de él, reconciliar consigo todas las cosas,
tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo,
haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz.

Muchos autores contemporáneos, por su parte, afirman que se trata de un reino político y social. Es decir, seguir a Jesus implicaría regirse por normas económicas y políticas como el cuidado, la austeridad (si no pobreza), el servicio, la no violencia y la afirmación de principios “hasta dar la vida”. También hay interpretaciones más individualistas o sociológicas que hablan de un reino que va naciendo y creciendo en nuestro interior, en nuestros grupos, en la Iglesia. Otros afirman que se trata de un reino escatológico en el que se hará justicia al final de los tiempos. Otros dan una interpretación cristológica que asocia la cruz a la imagen verdadera y plena de la misericordia del Padre y por ello la verdadera imagen de Cristo y su realeza.

Hoy celebrarnos a Jesús como el líder de este reino, el Rey. La Iglesia propone la fiesta de Cristo Rey como el final del año litúrgico. Así, junto a las comunidades de los orígenes y a las de los siglos siguientes y, sea cual sea la interpretación que adoptemos, estamos invitados a posicionarnos respecto a qué realeza y qué tipo de rey queremos. Podemos nosotros buscar nuestra propia comprensión de esta realeza.

Con esta fiesta se cierra el año litúrgico. A partir de ahora comenzaremos el tiempo Adviento y un nuevo ciclo litúrgico.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Jesús no fue de sangre azul.

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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fc3f43c9-c171-40f1-88c2-f3db67930df0Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01. O SEA QUE ¿TÚ ERES REY?

Que Pilato le pregunte a Jesús si es rey tiene una ironía y retranca más que llamativa. Imaginemos a un pobre hombre, detenido de noche, hace unas pocas horas en un huerto. Es llevado como reo al tribunal de Estrasburgo o al Capitolio de Washington y le acusan de ser o hacerse pasar por rey.

¿Quién es ese pobre hombre frente a Pilatos, ante Roma, frente al esplendor religioso del Templo?

Jesús responde sí, “Yo soy Rey”, pero mi Reino no es como los de este mundo.

De esta fiesta, de esta invocación de Cristo como rey, se ha hecho una mala e interesada lectura y se han cometido no pocas barbaridades en la historia al grito de “Cristo Rey”.

Mejor purificar esta fiesta de todas esas adherencias interesadas y quedarnos con que Cristo es Señor del Universo.

02. DENSIDAD CRISTOLÓGICA.

El evangelio de san Juan, como los otros tres evangelios, tienen sus peculiaridades. El de Juan es de una gran densidad cristológica, es un evangelio plenamente centrado en Cristo Jesús.

San Juan No emplea la expresión “Reino De Dios o Reino de los cielos”. Tampoco hay en san Juan imágenes para hablar de la Iglesia. Así como san Pablo emplea símbolos comunitarios a la hora de hablar de la Iglesia: la Iglesia es pueblo, Templo, Cuerpo, esposa, etc. San Juan no utiliza imágenes comunitarias. Lo que importa es estar unido a Cristo, a la vid, al pastor.

En Juan no hay Reino, sin embargo hay “Rey”: YO SOY REY. En Juan no hay pueblo, pero “uno tiene que morir por el pueblo. En Juan, Cristo es el buen Pastor y hemos de seguir a Cristo, las relaciones entre las ovejas no aparecen. La imagen de la vid es también cristológica. La vida nos viene de la cepa. Los sarmientos hemos de estar unidos a la vid, a Cristo, de Él nos viene la vida.

Se trata de una gran concentración cristológica.

En situaciones de dificultades sociopolíticas, de bajonazos y despotismos políticos, eclesiásticos, comunitarios, volvamos a Cristo.

No es el hombre para la Iglesia, sino la Iglesia para el hombre.

Volvamos a Cristo. Como subraya la tradición del evangelio de San Juan: permanezcamos en Él. (Es constante en la tradición de San Juan la idea de permanecer en Cristo).

La realeza de Cristo es: Venid a mí todos los que estás cansados y agobiados, yo os aliviaré; mi yugo es llevadero y mi carga ligera, (Mt 11,20-30).

f5dbfde1-2c21-45ca-b033-13703dca58b203. REINADO DE CRISTO.

Las palabras, el lenguaje valen en cuanto significan.

Quizás todo esto de la realeza a nosotros no nos sea ya muy revelador. Guardemos el texto, pero entremos en su contenido. El ámbito del reinado de Cristo no es como los de este mundo: aspiraciones de poder, de fuerza económica, militar, en la violencia de todo tipo con artes maquiavélicas. Así se funciona en los gobiernos, incluidos los religiosos y eclesiásticos de este mundo. Lo estamos viendo y padeciendo todos los días.

Mi reino no es como los de este mundo en el que los príncipes de la tierra tiranizan y oprimen a los suyos; entre vosotros no ha de ser así, el que quiera ser el mayor que se haga el menor y servidor. El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos. (Mc 10, 42-45).

El pasado lunes, día 12 de este mes de noviembre, pedía Francisco a los obispos en su homilía en Santa Marta: que fuesen obispos “humildes”, que no sean “príncipes” ni “hombres de negocios”. “El obispo es administrador de Dios, no de bienes, de poder, no: de Dios. Siempre tiene que corregirse a sí mismo y preguntarse: ‘¿Yo soy un administrador de Dios o soy un hombre de negocios?”.

Los criterios cristianos no son los de este mundo.

04. ESTAMOS EN CRISTO.

Algunos teólogos del siglo XX (en torno al Vaticano II) desarrollaron una hermosa teología desde o para esta imagen de Cristo Rey, Cristo Señor del Universo y de la historia.

El P. Alfaro hablaba de Cristofinalización. Teilhard de Chadin hablaba de Cristogénesis como etapa final de la humanidad y del cosmos.
Esta visión de la historia es fuente de esperanza y causa un gran consuelo. JesuCristo encuadra nuestra vida.

En la vigilia pascual decimos ante la luz -cirio pascual- del Señor: Cristo principio y fin, alfa y omega.

La fiesta de Cristo rey es de sencillez, humildad y de futuro. Aquí no hay noches de triunfos electorales, ni victorias aplastantes, ni sentimientos de venganza. No se trata de una victoria sobre nuestros enemigos. Se trata de que siempre emerge el amor sobre el odio, la verdad sobre la mentira, el servicio sobre el poder.

05. VIVIR EN EL ÁMBITO DE JESUCRISTO HACE BIEN

Vivir en el ámbito de Cristo hace bien, vale la pena. Vivimos en una historia en la que desde el princpio existía el sentido, la Palabra, (Jn 1,1) y sabemos y deseamos que esta historia termina con Cristo: Sí, vengo pronto. Amén. ¡Ven, Señor Jesús! (Ap 22,20)

En la esfera de Cristo se vive tranquilo -no sedado- sino serenamente en paz y comprometido con la vida, con la historia, con las tareas de este mundo.

Pues en esas estamos, nos movemos y somos, que dice el libro de los Hechos, (17,28). Cristo es Señor –Rey, en lenguaje un poco ya sin mucho significado- de nuestra vida. Puede brotar en nosotros un sentimiento y una actitud de serenidad y gratitud profunda: Mirarán al –rey- que transpasaron, (Jn 19,37). Y ese futuro en Cristo es nuestro gran y último horizonte.

TU REINO, ES VIDA, TU REINO ES VERDAD,

VENGA A NOSOTROS TU REINO, SEÑOR.

 

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