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La mujer que lo da todo sin pestañear

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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“… La palabra de Jesús siempre se hace carne, en este caso en la persona de una viuda que se acerca, y aun siendo su situación histórica, religiosa y social parecida a la nuestra, ella sin dudar, sin pestañear, da todo. Realmente exagerado (..)

(…) Y Jesús la admira. Ellos dos no se conocían. Ella no es discípula, ni cristiana… ella es una mujer de pies a cabeza, que fiel a su conciencia, da todo al Templo cuyo Dios la excluye de casi todo por ser mujer, pero que suponemos, ella sabe, como Jesús, en el fondo de su entraña, que Dios no es como dicen aquellos que oprimen y aparentan…sino como dicen los profetas y los salmos…y se confía totalmente (…)

(…) Jesús, de nuevo nos pone a una mujer, pobre e insignificante, como modelo de discípulo. Mira que le gusta el tema, pero no se da cuenta de que esto no mola y que posiblemente va a acabar mal… pues sí, pero no se calla, porque hay tan poca gente que dice la verdad, que a los que la dicen les quitan de en medio. Caramba, que raro es el evangelio. ¿Y si lo contáramos así? No sé, tú, impresiona un poco. Me lo pensaré. Tal vez a los niños y jóvenes les gustaría saber como fue en realidad Jesús. Tendremos que buscar a algunas de esas “viudas” para que se lo cuente y les contagie de ese reino.”

*

Magdalena Bennásar,
Eukleria

*** 

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo:

“¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.”

Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a los discípulos, les dijo:

“Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.”

*

Marcos 12, 38-44

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Dios es absolutamente más rico que nadie, porque es absolutamente el más pobre. No tiene nunca nada para sí, sino siempre para el otro. El Padre para el Hijo, el Hijo para el Padre, el Padre y el Hijo para el Espíritu Santo común. Pero tampoco el Espíritu tiene nada para sí, sino todo para el Padre y para el Hijo. Esto no es tampoco un egoísmo a dos o a tres, puesto que en Dios cada uno piensa verdaderamente sólo en el otro y quiere enriquecer al otro. Y toda la riqueza de Dios consiste en este darse y recibir el Tú.

La pobre viuda, que ha dado todos sus haberes, está muy cerca de este Dios. ¿Acaso no se puede decir que Dios ha echado todos sus haberes en el cepillo de las ofrendas del mundo, cuando nos dio a aquel hombre sin apariencia, escondido, apenas localizable en la historia del mundo, llamado Jesús de Nazaret?

¿No se puede decir que en este casi nada nos ha entregado Dios más que con el rico y gigantesco universo, puesto que así nos ofreció «todo lo que necesitaba para vivir», a fin de que nosotros, aunque él muriera, pudiéramos vivir de su vida eterna?.

*

H. U. von Balthasar,
Tú coronas el año con tu gracia,
Encuentro, Madrid 1997.

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“Lo mejor de la Iglesia”. 32 Tiempo Ordinario – B (Marcos 12,38-44)

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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32-852868El contraste entre las dos escenas no puede ser más fuerte. En la primera, Jesús pone a la gente en guardia frente a los dirigentes religiosos: «¡Cuidado con los maestros de la Ley!», su comportamiento puede hacer mucho daño. En la segunda llama a sus discípulos para que tomen nota del gesto de una viuda pobre: la gente sencilla les podrá enseñar a vivir el Evangelio.

Es sorprendente el lenguaje duro y certero que emplea Jesús para desenmascarar la falsa religiosidad de los escribas. No puede soportar su vanidad y su afán de ostentación. Buscan vestir de modo especial y ser saludados con reverencia para sobresalir sobre los demás, imponerse y dominar.

La religión les sirve para alimentar su fatuidad. Hacen «largos rezos» para impresionar. No crean comunidad, pues se colocan por encima de todos. En el fondo solo piensan en sí mismos. Viven aprovechándose de las personas débiles, a las que deberían servir.

Marcos no recoge las palabras de Jesús para condenar a los escribas que había en el Templo de Jerusalén antes de su destrucción, sino para poner en guardia a las comunidades cristianas para las que escribe. Los dirigentes religiosos han de ser servidores de la comunidad. Nada más. Si lo olvidan, son un peligro para todos. Hay que reaccionar para que no hagan daño.

En la segunda escena, Jesús está sentado frente al arca de las ofrendas. Muchos ricos van echando cantidades importantes: son los que sostienen el Templo. De pronto se acerca una mujer. Jesús observa que echa dos moneditas de cobre. Es una viuda pobre, maltratada por la vida, sola y sin recursos. Probablemente vive mendigando junto al Templo.

Conmovido, Jesús llama rápidamente a sus discípulos. No han de olvidar el gesto de esta mujer, pues, aunque está pasando necesidad, «ha echado de lo que necesitaba, todo lo que tenía para vivir». Mientras los maestros viven aprovechándose de la religión, esta mujer se desprende por los demás, confiando totalmente en Dios.

Su gesto nos descubre el corazón de la verdadera religión: confianza grande en Dios, gratuidad sorprendente, generosidad y amor solidario, sencillez y verdad. No conocemos el nombre de esta mujer ni su rostro. Solo sabemos que Jesús vio en ella un modelo para los futuros dirigentes de su Iglesia.

También hoy tantas mujeres y hombres de fe sencilla y corazón generoso son lo mejor que tenemos en la Iglesia. No escriben libros ni pronuncian sermones, pero son los que mantienen vivo entre nosotros el Evangelio de Jesús. De ellos hemos de aprender los presbíteros y los obispos.

José Antonio Pagola

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“Esa pobre viuda ha echado más que nadie”. Domingo 11 de noviembre de 2018. Domingo 32º ordinario

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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59-ordinarioB32 cerezoLeído en Koinonia:

1Reyes 17, 10-16: La viuda hizo un panecillo y lo llevó a Elías.
Salmo responsorial: 145: Alaba, alma mía, al Señor.
Hebreos 9, 24-28: Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos.
Marcos 12, 38-44: Esa pobre viuda ha echado más que nadie.

La primera lectura tomada de 1Re nos presenta el caso de una viuda que comparte lo poco y único que tiene con el profeta Elías. El pasaje está ambientado en una sequía que el mismo profeta había pedido a Yavé para Israel. Ante una situación tan extrema, todo el mundo evita gastar lo poco que tiene como una forma de mantenerse aferrado a la vida. Eso es lo que ha hecho esta viuda. Sin embargo se ve «obligada» por el profeta a compartir con él aquello que solamente le proporcionará unas horas más de vida. Este gesto de la viuda tiene un final feliz: no faltó harina en la tinaja ni aceite en la jarra. Significa esto que cuando se comparte con generosidad lo poco que se tiene, parece que se multiplicara, y esa es una de las características principales del pobre. Donde más disponibilidad hay para compartir, donde más desprendimiento uno encuentra es entre los pobres; con toda razón se puede decir que los pobres nos evangelizan. Con razón están ellos en primer lugar en el corazón de Dios, no sólo porque es Él lo único que a ellos les queda, sino porque entre ellos, los signos de la presencia de Dios son más visibles; son ellos por medio de los cuales Dios se hace ver con mayor claridad en el mundo; ellos son el sacramento de Dios en el mundo y el testimonio permanente de cuán lejos estamos del proyecto de solidaridad y de la igualdad querido por Dios.

Nos encontramos en el reino del Norte. El país está pasando por una de las etapas más difíciles de su historia: la dinastía de Omrí ha ido dejando el país en la miseria; el último de los monarcas de esa monarquía, Ahab, gobierna veintidós años (nunca un largo gobierno es benéfico para ninguna institución, más frecuentemente termina por arruinarla), y también él ha hecho su aporte al desastre nacional: se casó con una extranjera: Jezabel, hija de Et-Baal, rey de Sidón, y acabó por adorar y rendir culto a Baal (1Re 16,29-31). Es fácil entonces imaginar el ambiente del reino en todos sus ámbitos: político, económico, social y religioso. El autor bíblico lo simboliza en una sequía que el profeta hace venir sobre Israel. En esa situación de extrema urgencia, el profeta hará ver que sólo Yavé es la salvación para el pueblo, y que esa salvación de la que está urgido el pueblo Dios la realizará con y desde los desheredados, con los pobres. En el Segundo Testamento vamos a encontrar esta misma realidad: Dios actuado en medio de los pobres, y con los pobres llama a la construcción de un orden de cosas distinto en donde los pobres parece que fueran los únicos capaces de aportar.

El evangelio de hoy nos presenta dos perícopas: la primera, todavía en conexión con la del domingo anterior sobre la declaración del mandamiento más importante o, mejor, los dos mandamientos más importantes. Jesús previene a sus discípulos para que no repitan el modo de ser de los escribas que se las dan de mucho cuando en su interior no existe ni amor a Dios ni al prójimo, sólo amor a sí mismos.

La segunda perícopa está más en consonancia con la primera lectura del primer libro de los Reyes. El dar implica renuncia, desprenderse no de lo que abunda y sobra, sino desde la misma escasez.

A Jesús, que observa cómo los fieles van pasando a depositar su ofrenda para el tesoro del templo, no lo ha impresionado, como al común de los observadores, la cantidad que cada rico ha depositado en el cofre de las ofrendas; sus criterios y parámetros de juicio son completamente diferentes a los criterios mercantilistas y economicistas que se basan en la cantidad, en el binomio inversión ganancia (costo beneficio se diría hoy).

A partir de esta imagen Jesús instruye a sus discípulos y en definitiva alecciona hoy a las iglesias. Esa viuda que a duras penas sobrevive, objeto de la caridad y del recibir, se mete a pesar de todo en la fila para dar, no desde lo que le sobra, y sin intención alguna de aparentar, todo lo contrario lo haría con cierto disimulo para que nadie viera la «cantidad» que depositó. Aún si pensáramos que ella también deposita lo que tiene con el fin de ser retribuida, y lo más seguro es que así fue porque ya la falsa religión había alienado su conciencia, aún admitiendo eso, no deja ser un caso aleccionador que Jesús no deja pasar por alto. Mientras los demás teniendo ya suficiente para vivir desean tener mucho más, para lo cual realizan la inversión que sea, esta mujer echa lo único que tiene y seguro lo ha hecho con amor, con toda seguridad no se atreve a pedirle a Dios le multiplique esa mínima cantidad, tal vez su único «interés» es que Dios no le falte con aquello con lo cual sobrevive.

Desde la óptica de Jesús, esta pobre viuda, representación de lo más pobre entre los pobres, salió del templo justificada; fue quien recibió un mayor don a cambio de su desprendimiento: la gracia divina, mas desde la óptica de un donante rico, esta mujer tendría muy poca, casi ninguna recompensa.

El reino que Jesús proclama no puede regirse por los mismos criterios de personas como los dirigentes de Israel; el reino se construye desde los criterios de la calidad y disponibilidad para aportar desde una genuina generosidad, desde las propias carencias, no desde lo superfluo.

Se necesita discernir continuamente nuestro comportamiento y actitudes con aquellas personas que dan generosas ofrendas a nuestros centros religiosos comparado con aquellos que ofrecen poco o definitivamente no tienen nada qué ofrecer, ¿quiénes son los de mayor objeto de nuestra «consideración» y aprecio? Seamos sinceros en esto y reconozcamos con humildad que las más de las veces nos sentimos muy a gusto con aquellos que dan más, que tienen más y mejores medios; y el evangelio… ¿dónde está?

La viuda del evangelio que hoy escuchamos simboliza aquella porción del Israel empobrecido, que entró en la dinámica de Jesús, que está dispuesto a dar, a darse, a entregarse con lo que tiene a la causa del reino del Padre. Esos que dedican tiempo desinteresadamente en nuestras obras nos evangelizan con su generosidad, y especialmente ellas que no escatiman nada para que la obra del reino continúe su marcha, ¿captan esas personas nuestra atención como aquella viuda a Jesús, y nos dejamos interpelar realmente por ellas? Leer más…

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Dom 11.11.18. Los escribas y la viuda. Poder religioso, opresión de la mujer

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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45539916_1109970865846771_8670478723587244032_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 32 tiempo ordinario. Ciclo B. Mc 12, 38-44. Este pasaje recoge dos escenas vinculadas no sólo en el imaginario religioso del judaísmo sino, de igual manera, en el cristianismo y en otras religiones:

a) Por un lado aparecen los escribas (podrían ser también sacerdotes y rabinos), es decir, los nuevos “funcionarios” de la religión, una casta de “letrados” (grammateis, hombres de letras) que se aprovechan de su “estatuto” superior (de tipo socio‒religioso) para elevarse otros, viviendo de esa forma a costa de ellos, en especial de las viudas (es decir, de las mujeres indefensas), de las que se aprovechan en plano económico y social.

b) Por otro lado está la viuda buena, que cree realmente en Dios, y que es capaz de dar por religión todo lo que tiene, aunque le engañen los escribas, de forma que, pensando que da sus bienes para Dios, aunque de hecho los para para los escribas (a quienes en diversas religiones se les llama “beneficiados”, es decir, los que viven de un beneficio eclesiástico).

Esta oposición de escribas (rabinos, sacerdotes) y de viudas (mujeres pobres) nos viene de inmediato a la mente y a los ojos de los que somos algo mayores.

Ciertamente, se han dado cientos y cientos de escribas‒sacerdotes buenoe que han ayudado a las viudas, de un modo generoso, desprendido…, en un plano espiritual y económico. Yo mismo recuerdo en tiempos no tan lejanos las asociaciones de viudas a las que se asistía en las parroquias y centros religiosos (más de una vez les he dado, en los años setenta, del siglo pasado hasta pequeños cursos de evangelio).

45687987_1109970195846838_6591839132144631808_nPero han también escribas (funcionarios sagrados) sacerdotes que se han buscado a sí mismos, creyéndose superiores a los otros, y han vivido a costa de los donativos, engaños, regalos y ofrendas de las viudas. Así lo supone Jesús, así lo resalta el evangelio de Marcos, en este relato sorprendente, lleno de ironía y de durísima condena (contra los escribas) y de simpatía inmensa hacia la viuda creyente (y quizá engañada por los escribas‒sacerdotes).

Ésta es quizá la imagen más persistente de mi catolicismo rural, espelcialmente en la Galicia marinera, con un tipo de curas/escribas con tipo de funcionarios, que mandaban sobre la mujeres pobres de negro (en gran parte viudas) que asistían a sus cultos y pagaban misas…Distingo así las dos partes del texto, un prodigio de crítica acerda contra los escribas y otra de ternura emocionada por lasa viudas pobres.

Hoy quizá las cosas son algo distintas, pero el estereotipo de esta páginas de Marcos me sigue impresionante.

MC. 12, 38-40. DIATRIBA CONTRA LOS ESCRIBAS

38 Tened cuidado con los escribas, a quienes gusta pasear con largos vestidos y ser saludados en las plazas 39 Buscan las primeras cátedras en las sinagogas y los primeros asientos en los banquetes. 40 Estos, que devoran las casas de las viudas con el pretexto de largas oraciones, tendrán un juicio muy riguroso.

a. Escribas, un riesgo.

El texto habla de escribas (grammateis, gramáticos), la clase ilustrada emergente del judaísmo galileo, de aldea, de los tiempos de Jesús y de la primera iglesia… Estos eran los equivalentes aldeanos de los sacerdotes‒rabinos, un tipo de abogados‒funcionarios religiosos dominantes que, en general, se opusieron a los cristianos. Este tipo de escribas sagrados eran el riesgo mayor de un tipo de judaísmo, y son actualmente el riesgo de un tipo de Iglesia cristiana.

45650871_1109972099179981_837338478906703872_nEran profesionales del libro, es decir, de la religión: Aquellos que debían estudiar bien la palabra para interpretarla en favor de los más pobres, y debían ser principio de bendición y ejemplo de vida entregada al servicio de los demás. Ellos eran según Jesús el mayor peligro para el judaísmo (y pueden ser hoy el mayor peligro de la Iglesia).

Pues bien, en este momento, en el final de su gran enseñanza en el templo, Jesús se dirige a los escribas de Jerusalén, y de esa forma a todos los que tienden a convertir la ley (libro-religión) en principio de poder sobre los otros, en el antiguo judaísmo o en el nuevo cristianismo. Éstos eran en aquellos tiempos sus signos distintivos (hoy pueden ser otros):

− Largos vestidos (stolais: Mc 12, 38). No son nada en sí, no se sienten seguros por dentro y por eso necesitan crear una apariencia. Viven de fachada, enmascarados detrás de unas telas y adornos que sirven para distinguirse de los otros e imponerles su dominio. En ellos critica Jesús la mentira de un tipo de vestiduras que la Ley israelita (y las costumbres rituales de muchas iglesias, incluidas las cristianas) ha preceptuado para sacerdotes y ministros religiosos (no sólo cuando ofician en el culto, sino en la vida diaria). Jesús la condena como expresión de poder falso (en la línea de 7, 3-5).

Saludos en las plazas (12, 38). La religión les convierte en funcionarios y así ellos, por oficio, la pervierten, haciéndola principio de autoridad pública: utilizan el Libro para representar su teatro de prestigios. Quieren ser superiores (y hacerse honrar) sobre las bases de un conocimiento religioso que utilizan para así imponerse sobre los demás. Es evidente que no viven para crear comunidad sino al contrario, para elevarse sobre ella.

− Las primeras cátedras
(prôtokakhedrias) en las sinagogas (12, 39). Pasamos de la calle a la casa, de la plaza al recinto donde se reúnen los creyentes. También en ese espacio imponen su dominio los escribas, convirtiendo el lugar y tiempo comunitario de estudio y plegaria en medio para imponerse sobre los demás. Así buscan las primeras cátedras (que aquí son de enseñanza, pero que podrían ser y serán pronto de “episcopado”, dentro de la Iglesia) para controlar o dirigir desde allí a los menos dignos o sometidos, imponiéndoles su ley.

Los primeros asientos (prôtoklisias) en los banquetes (12, 39). Jesús invitaba a comer a los demás, en grupos fraternos, ofreciéndoles los panes y los peces de su grupo. En contra de eso, los escribas se aprovechan de su religión (su dominio del Libro) para comer a costa de los otros. No forman iglesia, no crean verdadera comunión, sino que emplean su pretendida superioridad para vivir a costa de los demás. Leer más…

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Viudas buenas y teólogos malos. Domingo 32 ciclo B

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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maxresdefaultDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El evangelio del domingo anterior nos dejó en el templo de Jerusalén. Por delante de Jesús han ido desfilando autoridades religiosas, fariseos, saduceos, y un escriba que le preguntó por el mandamiento principal y terminó recibiendo un gran elogio de Jesús. Al parecer, ya no queda nadie importante a quien presentar. Sin embargo, falta el personaje más desconcertante: una viuda que no se interesa por Jesús. La primera lectura, tomada de la historia del profeta Elías, ayuda a entender y valorar la actitud de esta viuda.

Una viuda generosa y con mucha fe (1 Reyes 17,10-16)

En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda, que recogía leña. La llamo y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»

            Mientras iba a buscarla, le grito: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.» Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda solo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»

            Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “La orza de harina no se vaciara, la alcuza de aceite no se agotara, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra. Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agoto, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

            Se trata de un relato muy sencillo, que recuerda a las leyendas sobre San Francisco de Asís (las “Florecillas”). Lo importante no es su valor histórico sino su mensaje. Destaco algunos detalles.

  1. La pobreza de los protagonistas. En el mundo antiguo, las personas con mayor peligro de marginación y miseria eran las viudas y los huérfanos de padre, al carecer de un varón que las protegiese. En nuestro relato, esta situación se ve agravada por la sequía, hasta el punto de la mujer está segura de que ni ella ni su hijo podrán sobrevivir.
  2. La fe y la obediencia de la mujer. Muchas veces, comentando este texto, se habla de su generosidad, ya que está dispuesta a dar al profeta lo poco que le queda. Pero lo que el autor del relato subraya es su fe en lo que ha dicho el Señor a propósito de la harina y el aceite, y su obediencia a lo que le manda Elías.
  3. La categoría excepcional de Elías, al que Dios comunica su palabra y a través del cual realiza un gran milagro.

Teólogos presumidos y una viuda generosa (evangelio)

El relato tiene dos partes: la primera denuncia a los escribas; la segunda alaba a una viuda. Lo que las relaciona es la actitud tan contraria de los protagonistas: los escribas “devoran los bienes de las viudas”, la viuda echa en el arca “todo lo que tenía para vivir”.

            ¡Cuidado con los escribas!

            En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»

Los escribas eran especialistas en cuestiones religiosas, dedicados desde niños al estudio de la Torá. Tenían gran autoridad y gozaban de enorme respeto entre los judíos. Pero Jesús no se fija en su ciencia, sino en su apariencia externa y sus pretensiones. La descripción que ofrece de ellos no puede ser más irónica, incluso cruel. Forma de vestir (amplios ropajes), presunción (les gustan las reverencias en la calle), vanidad (buscan los primeros puestos en la sinagoga y en los banquetes), codicia (devoran los bienes de las viudas), hipocresía (con pretexto de largos rezos). Todo esto es completamente contrario al estilo de vida de Jesús y a lo que él desea de sus discípulos. Por eso los amonesta severamente: «¡Cuidado con los escribas!».

No es preciso añadir que los discípulos le hicieron poco caso y terminaron vistiendo como los escribas, exigiendo reverencias y besos de anillos, ocupando primeros puestos, y devorando bienes de viudas, viudos y casados. Por desgracia, de este evangelio no se puede decir: «Cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia», aunque debemos reconocer que la situación ha mejorado bastante.

            Elogio de la viuda

Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echo dos leptas, que equivale a un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

            En la 1ª lectura y en esta segunda parte del evangelio tenemos personajes parecidos: una viuda y un profeta (Elías-Jesús). Pero la relación entre ellos se presenta de manera muy distinta. Basta fijarse en los siguientes detalles:

            ¿De qué hablan la viuda y el profeta? Elías y la viuda mantienen un diálogo, mientras que Jesús no dirige ni una palabra a la viuda. Cuando ve lo que ha hecho, no la llama para dialogar con ella, sino que llama a sus discípulos para darles una enseñanza. (La imagen inicial resulta engañosa porque coloca frente a frente a Jesús y a la viuda).

            ¿Qué hace la viuda por el profeta? La viuda entrega todo lo que tiene a Elías y trabaja para él; la viuda del evangelio no hace nada por Jesús.

            ¿Qué hace el profeta por la viuda? Elías hace un gran milagro para resolver el problema económico de la viuda; Jesús no le da ni un céntimo.

            La enseñanza silenciosa de la viuda

            Los relatos anteriores de Marcos (que no se han leído en las misas del domingo) hablan de una serie de personas y grupos que se presentan ante Jesús para discutir con él las cuestiones más diversas: de dónde procede su autoridad, si hay pagar tributo al César, si hay resurrección de los muertos, cuál es el mandamiento principal, etc. Al final aparece esta viuda, que no se preocupa de cuestiones teóricas ni teológicas, ni siquiera se interesa por Jesús; sólo le preocupa saber que hay gente pobre a la que ella puede ayudar con lo poco que tiene.

            La viuda es un símbolo magnífico de tantas personas de hoy día que no tienen relación con Jesús, pero que se preocupan por la gente necesitada e intentan ayudarlas, sin considerarse ni ser cristianos. Pero es importante advertir que la preocupación de la viuda no es de boquilla, entrega todo lo que tiene.

            Jesús, que no llama a la viuda para dialogar con ella ni pedirle que pase a formar parte del grupo de sus discípulos, nos puede servir de ejemplo para la actitud que debemos adoptar ante esas personas. No hay que intentar convertirlas a toda costa.

            En los tiempos que corren, de tanta necesidad para tanta gente, el evangelio de este domingo nos da mucho que pensar y que rezar.

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Domingo XXXII del Tiempo Ordinario. 11 de Noviembre de 2018

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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“-¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos.”

(Mc 12, 38-44)

Y es así, todas tenemos el gen “letrado”. El evangelio no deja de prevenirnos acerca de lo que ocurre cuando nos dejamos llevar por él. Marcos es especialmente insistente y nos dice de una manera muy clara que ni siquiera el hecho de ser de los colaboradores más próximos a Jesús nos evita el peligro.

Nos advierte que los primeros discípulos, e incluso el mismísimo Pedro, tuvieron grandes dificultades para comprender a Jesús y seguir su camino.

Pero al mismo tiempo salpica todo su evangelio de pequeñas chispas de esperanza, cada vez que nos dice que los discípulos no entienden, o cuando nos cuenta un episodio como el de Santiago y Juan y su deseo de ser los primeros. También nos va mostrando otros personajes secundarios que son capaces, en su debilidad, de encarnar las verdaderas actitudes del discipulado.

Hace unas semanas teníamos a Bartimeo, hoy nos presenta a una viuda pobre. Pero su pobreza no le impide ser generosa.

Se acerca al Templo no con lo que tiene, sino “con TODO lo que tiene para vivir”. De hecho, para algunas personas, más que generosa puede resultar exagerada, inconsciente. Dejando en la ofrenda del Templo esas dos monedillas de escaso valor no enriquece al Templo y sin embargo ella se queda en una completa indigencia.

Ciertamente es una actitud que se escapa de toda lógica humana. No es una actitud razonada ni razonable. Nada tiene que ver con los esquemas mentales. Es una realidad, pertenece al ambito del amor.

Esa viuda pobre hace un gesto de entrega total muy parecido al del propio Jesús. Quizá por eso Jesús se siente profundamente vinculado con esa mujer anónima. Por eso la observa y le cuenta a sus discípulos lo que ha hecho.

La entrega de Jesús, su muerte en cruz, es tan paradójica como la gestión de estas dos monedillas. Ante nuestra razón su muerte podría haberse evitado. Sin embargo, esa muerte es el más bello gesto de amor. El más sublime y gratuito.

Oración

Ayúdanos, Trinidad Santa, a entrar en la lógica del Amor que es entrega y generosidad sin límites, sin razón.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Solo la actitud interna es expresión válida de una auténtica espiritualidad.

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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da3253a9f8751f3430b78afe36008fd4Mc 12, 41-44

Nos encontramos en los últimos versículos del c. 12. Jesús una vez más, enseña. A pesar de que el episodio que acabamos de leer se reduce a cuatro versículos, tiene una profundidad enorme. Es el mejor resumen que se puede hacer del evangelio. La simplicidad del relato esconde el más profundo mensaje de Jesús: Toda la parafernalia religiosa externa no tiene ningún valor espiritual; lo único que importa es el interior de cada persona. Muy probablemente fue en su origen una parábola que se convirtió en episodio real.

Este simple relato deja clara la crítica de Jesús a la religión de su tiempo. Señala la diferencia entre religión y religiosidad; entre cumplimiento y vivencia; entre rito y experiencia de Dios. Hoy seguimos dando más importancia a lo externo que a una actitud interior. A la religión sigue interesándole más que seamos fieles a doctrina, ritos y normas. Seguimos estando más pendientes de lo que hacemos o dejamos de hacer que de nuestra actitud vital.

Queda claro el talante de Jesús. Hoy le hubiéramos dicho a la viuda: no seas tonta; no des esas monedas a los sacerdotes; tienen más que tú. Utilízalas para comer. Pero Jesús, que acaba de criticar los trapicheos del templo, descubre la riqueza espiritual que manifiesta la viuda y reconoce que a ella sí le sirve ese modo de actuar, porque es reflejo de su actitud con Dios. Alejada de todo cálculo, se deja llevar por el sentimiento religioso más genuino.

Muchos ricos echaban cantidad. Las monedas se depositaban en una especie de embudos enormes en forma de bocina, colocados a lo largo del muro. La amplia boca de las bocinas de bronce permitía lanzar las monedas desde una distancia considerable. Los ricos podían oír con orgullo, el sonido de sus monedas al chocar con el metal. Lo que echó la viuda fueron dos monedas del más bajo valor. Hoy serían dos céntimos, cantidad ridícula.

Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. El comienzo “en verdad os digo” indica que lo que sigue es muy importante. La idea de que Dios mira más el corazón que las apariencias no es nueva en la religiosidad judía; se encuentra en muchos comentarios del AT. Jesús profundiza en la idea y se la propone a los discípulos como ejemplo de actitud religiosa. Esta es la originalidad de la propuesta de Jesús.

Dio todo lo que tenía para vivir. Para captar toda la fuerza de esta frase final, debemos tener en cuenta que en griego “bios” significa no sólo vida, sino también, modo de vida, recursos, sustento; sería el conjunto de bienes imprescindibles para la subsistencia. Hoy nosotros podíamos emplear otros términos: “víveres” o “sustento”. Dio todo lo que constituía su posibilidad de vivir. Equivaldría a poner su vida en manos de Dios.

Jesús ya había llevado a cabo la “purificación del templo”. Sabemos su opinión sobre la manera como se gestionaba el culto y su crítica al expolio de los pobres en nombre de Dios, para que los jefes religiosos vivieran como reyes. De hecho, el templo era el centro económico de todo el país. Esa economía estaba basada en la obligación de ofrecer sacrificios y de dar al templo el diezmo de todo lo que cosechaban, además de proponer encarecidamente donativos voluntarios. El Dios liberador, convertido en el dios opresor.

En contra de los que solemos pensar, el evangelio nos está diciendo que el principal valor de la limosna no es socorrer una necesidad perentoria de otra persona, sino mostrar una verdadera actitud religiosa. La limosna de la viuda, a pesar de su insignificancia, demuestra una actitud de total confianza en Dios y de total disponibilidad. En nuestra relación con Dios no sirven de nada las apariencias. La sinceridad es la única base para que la religiosidad sea efectiva. No podemos engañar a Dios ni debemos engañarnos con acciones calculadas.

No se trata directamente de generosidad, sino de desprendimiento. Lo que el evangelio deja claro es que el egoísmo y el amor son dos platillos de la misma balanza; no puede subir uno si el otro no baja. Nuestro error consiste en creer que podemos ser generosos sin dejar de ser egoístas. Lo que Jesús descubre en la viuda pobre es que, al dar todo lo que tenía, el platillo del ego bajó a cero; con lo que, el platillo del amor había subido hasta el infinito. Si mi limosna no disminuye mi egoísmo, no tiene valor espiritual.

El evangelio de hoy, ni cuestiona ni entra a valorar la limosna desde el punto de vista del necesitado, porque lo que la viuda echó en el cepillo no iba a solucionar ninguna necesidad. Se trata de valorar la limosna desde el punto de vista del que la hace. Es una perspectiva que solemos olvidar y por eso nuestros donativos terminan valorándose según la repercusión bienhechora que tengan en los destinatarios de la limosna. Es un error.

La limosna de la que hoy se habla, no es la que salva al que la recibe, sino la que salva al que la da. La diferencia es tan sutil que corremos el riesgo de hablar hoy de tanta necesidad acuciante que podemos encontrar en nuestro mundo y por tanto, de la necesidad de hacer limosna para remediar esas necesidades extremas. Hoy no se trata de eso. Se trata de dilucidar dónde ponemos nuestra confianza. Podemos ponerla en la seguridad que dan las posesiones o en Dios que no nos va a dar ninguna seguridad.

La motivación de la limosna no debe ser remediar la necesidad de otro sino el manifestar el desapego de las cosas materiales y afianzar nuestra confianza en lo que vale de verdad. La cuantía de la limosna en sí no tiene ninguna importancia; solo tendrá valor espiritual si, el hacerla, supone privarme de algo. Dar de lo que nos sobra, puede aliviar la carencia de otro, pero no tener ningún valor religioso para mí. Mi limosna valdrá solo cuando me duela.

El que recibe una limosna puede estar necesitado de lo que recibe; en ese caso, la limosna ha cumplido un objetivo social. Ese objetivo no es lo esencial. El que recibe una limosna, puede aceptarla como una lotería sin descubrir la calidad humana del que se la ha dado. O puede darse cuenta de que la actitud del otro le está invitando a ser también él más humano. Si esto segundo no sucede, es que la limosna como acto religioso ha fallado para el que la recibe. Alcanzar este último objetivo depende de la manera de hacerla.

El que la da puede dar de lo que le sobra; o puede ser que se prive de algo que necesita. En el primer caso podía demostrar la renuncia al afán de acaparar y buscar en las riquezas la única seguridad que me tranquiliza. En el segundo, entramos en una dinámica religiosa. Un necesitado podría dar una limosna al que no la necesita. En ese caso, el objetivo religioso del que la da se cumple. Sin tener esto en cuenta, con frecuencia dejamos de dar una limosna, porque pensamos que no va a utilizarse para remediar una necesidad perentoria.

Solo cuando das lo último que te queda, demuestras que confías absolutamente. El primer céntimo no indica nada; el último lo expresa todo, decía S. Ambrosio: Dios no se fija tanto en lo que damos, cuanto en lo que reservamos para nosotros. Un famoso escritor actual dijo en una ocasión: solo se gana lo que se da; lo que se guarda se pierde. La viuda, al renunciar a la más pequeña seguridad, pone de manifiesto la verdadera pobreza.

Meditación

No importa que sea insignificante lo que des.
Su valor está en lo más íntimo de la persona.
Mi escala de valores debe cambiar.
Debo dejar de valorar lo que se ve,
para empezar a valorar en mí y en los demás
lo que me hace más humano y más cristiano.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La viuda pobre y Elías.

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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218900532ead951fc31d821b3697dfadGenerosidad no es que me des aquello de lo que tengo más necesidad que tú, sino que me des aquello que tú necesitas más que yo” (Jalil Gibrán)

11 de noviembre. Domingo XXXII del TO

Mc 12, 38-44

Esta viuda pobre ha echado más que nadie

En 1 Re 17, 10-16. Se relatan los hechos de la viuda que preparó una pequeña torta y se la llevó a Elías. Le dio lo poco que tenía para ella y para su hijo: un puñado de harina en el jarro y un poco de aceite en la aceitera. Entonces ella hizo lo que le dijo Elías, y el Señor de Israel cumplió con su promesa: “comieron él, ella y su hijo durante mucho tiempo. El cántaro de harina no se vació, ni la aceitera se agotó, como lo había dicho el Señor por Elías”.

La viuda, como todos nosotros, como los pueblos y sus gentes, particularmente los políticos y los mandatarios de la Iglesia, tenemos necesidad de resetear el ordenador personal de nuestra conciencia para ponerlo al día en sus funciones.

Santiago, en su primera carta, nos recuerda estas obligaciones: “Suponed que un hermano o hermana andan medio desnudos, faltos del sustento cotidiano, y uno de vosotros le dice: Id en paz, calientes y saciados, pero no le da para las necesidades corporales, ¿de qué le sirve?”.

Las puertas de mi casa se cerraron avaras, y mis ojos egoístas se quedaron dentro contemplando el ombligo de mi mundo. Contra los cristales de mis también egoístas y avaras ventanas golpearon sus alas los pájaros hambrientos y desnudos. Había heridas sangrantes en sus alas, y sus miradas solicitaban compasión y lástima, mientras yo me forraba de vinos de Borgoña, y suculentos chuletones de Ávila. La naturaleza entera esperaba que mis ventanas se abrieran en algún instante, pero yo las había cerrado a cal y canto.

Entretanto, en el cielo exterior una voz gritaba: “Generosidad no es que me des aquello de lo que tengo más necesidad que tú, sino que me des aquello que tú necesitas más que yo” (Jalil Gibrán. Aire y Espuma). Por el ojo de la cerradura de mi puerta, alguien me lanzó esta sentencia, en eco de amenaza: ¡¡Tu grito en el desierto!!

Al acostarme aquella noche mis sábanas estaban gélidas, y soñé con una viuda, su hijo, Elías y Santiago. ¿Eran acaso ellos los que gritaban por el ojo de la cerradura?

Al despertar por la mañana, mi conciencia se abrió y abrí las puertas y ventanas, e invité a sentarse en mli mesa a todos, incluidos los pájaros desnudos, a ventanas y puertas, que de nuevo de par en par se abrieron.

Salí al exterior, y grité con todas mis potencias: ¡¡¡No habrá más gritos ya en el desierto!!! Los rayos y los truenos huyeron no sé donde… y el sol brilló de nuevo en las alturas.

UN CHOPO ENAMORADO

¿Por qué el viento acaricia suspirando
la piel suave del chopo y me da celos?

¿Por qué sus verdes hojas
acarician al viento,
y mi piel y la suya estremecidas
se desmayan de gozo y de deseos?

………………….

En las aguas del río embravecido,
la corriente y el agua se dan besos.

(El legendario mundo de los sentimientos.
Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Otro modo de vivir.

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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viudaMc 12, 38-44

Marcos sólo necesita siete versículos para mostrarnos dos realidades de alto contraste que evidencian dos formas de situarse ante la vida y la religiosidad.

Comienza el texto situando a Jesús en su rol didáctico. Enseñaba a la gente, enseñaba con honestidad y desde la libertad que le caracterizaba. En esta ocasión, su enseñanza se convierte en un consejo casi imperativo: tened cuidado con los escribas. Y da razones por las que hay que protegerse de ellos. Ciertamente los escribas eran los expertos e intérpretes oficiales y lícitos de la Escritura. Gozaban de gran autoridad. Buscaban siempre ser vistos y adorados. Vestían de forma especial. Jesús denota que les gustaba pasearse con amplio ropaje. No es casualidad que también indique que “devoran los bienes de las viudas” puesto que solían persuadirlas demostrando ser muy devotos para administrar sus bienes y aprovecharse de ellas. Posteriormente pondrá a una mujer viuda como antítesis a lo que vive este grupo religioso.

Son justo lo contrario a lo que viene predicando Jesús; el conflicto está servido. Estos líderes religiosos podrían mostrar ese nivel líquido de vivir la fe y el compromiso creyente. Una religiosidad basada en la apariencia, en la conservación de una posición socio-eclesial, en mantener un puesto visible y jerárquico, en la prioridad de mantener un ego enaltecido que conduce a vivir en modo ego-céntrico y ego-ísta. La religión, el seguimiento a Jesús en nuestro caso, es un modo de vivir, un compromiso existencial; no estamos ante una ideología o una adquisición cultural. Desde la posición de estos líderes religiosos, cualquier gesto solidario, de atención a los pequeños, de entrega de algo de uno mismo, será una exhibición, un acto público de reconocimiento para demostrar el bien que se hace. Una manera muy poco honesta de vivir lo esencial de nuestro vínculo con la Divinidad.

Marcos añade una nueva situación: la viuda que echa dos monedas y que servirá de contraste para comprender su mensaje. Jesús observa que una mujer viuda echaba dos monedas en las ofrendas. Esta mujer es mucho más que una viuda que echa una insignificancia en el cesto. Jesús realza esta figura simbólica que ha roto los esquemas patriarcales y religiosos de los poderosos judíos, teólogos judíos en este caso. Un simple gesto ha recuperado la dignidad de una mujer que, por ser mujer, no iba a ser visible de ninguna manera y por ser viuda está en una posición de indigencia absoluta según la visión judía. Si bien es verdad que la viudez la sitúa en una independencia económica (aunque sea pobre) y en una capacidad de decisión que, en aquel momento, era inviable para una mujer. Parece que esta mujer estaba liberada de los que hubieran podido administrar sus bienes o sus necesidades.

La generosidad de esta mujer no está basada en una obligación moral, ni en un gesto público para ser aplaudido, sino que se apoya en una conciencia de su dignidad que la moviliza a entregar lo que ella considera que debe donar. Jesús utiliza este ejemplo vivo para ilustrar el modo de situarse ante su seguimiento en contraste con los escribas y fariseos. Critica a estos personajes, ciertamente, pero propone una alternativa: la de una vida conectada a la dignidad y que tiene como consecuencia gestos de entrega, de sencillez y libertad. El modo de vivir la vida y la fe no es una cuestión de cantidad, de las veces que repetimos ritos, de las veces que hacemos gestos generosos, de los dineros que donamos u otros actos repetitivos que se van vaciando de sentido. Es más bien una cuestión de calidad, de una autoconciencia de percibirnos arraigados en una PRESENCIA que nos moviliza a poner toda nuestra realidad bajo la influencia de la energía creadora de Dios; La mujer viuda echa todo lo que tiene para vivir. Trascendiendo el sentido económico de este gesto, somos invitados a echar todo lo que tenemos y somos para vivir, en esta opción por seguir a Jesús, desde la autenticidad y la dignidad que nos confiere.

¡¡¡FELIZ DOMINGO!!!

Rosario Ramos

11 de Noviembre de 2018

Fuente Fe Adulta

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Escribas: Puestos de honor y la pobre viuda.

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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53225_n_19-08-12-0-15-50Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01. RUPTURA ENTRE EL EVANGELIO Y LOS ESCRIBAS.

Las dos pobres viudas: la de Sarepta, que da el poco pan que tenía para ella y su hijo, y la viuda que echa en el templo veinte céntimos, también todo lo que tenía para vivir, suponen la ruptura definitiva entre Jesús, el evangelio de Jesús con el fariseísmo y con los escribas. Guardaos, cuidaos de los escribas, que eran los intérpretes de la ley y se sentían muy cercanos a los fariseos.

La contraposición es radical y queda significada en los escribas frente a la pobre viuda.

02. ESCRIBAS Y FARISEOS

Los escribas y fariseos eran gente de poder, que se consideraban no solamente con derecho, sino con obligación de ser inflexibles y duros en el mantenimiento de los dogmas, normas, ritos y dignidades. (Más o menos como los cardenales y obispos que hoy se oponen a una interpretación benévola de la ley que promueve el papa Francisco respecto de la pastoral de los divorciados, homosexuales y, en general se oponen a la bondad y misericordia de Francisco.

Los poderosos dicen cosas incluso hasta justas, pero no las hacen. Los escribas, hombres de leyes defienden la ley, la norma, la doctrina fosilizada, pero el ser humano les importa poco. (Es curioso cómo los abogados no trabajan para la verdad, sino para su cliente, que les paga).
Los escribas y prepotentes aman los primeros puestos de las sinagogas, de las catedrales, de los parlamentos, etc. Nos gustaría pisar alfombras rojas de festivales de cine o de aeropuertos, o de pasarelas; gusta pasar por las alfombras en las iglesias, etc. A nuestro “ego” le gusta figurar, que nos saluden, que reconozcan nuestra labor, que nos inviten, etc.

La religión, los entramados religiosos: puestos, cargos, vestimentas, honores y dignidades, las leyes y ritos son el tranquilizante y la seguridad de los poderosos, también en la Iglesia.

El cristianismo, por contraposición, es bondad y misericordia.
Los dirigentes de la Iglesia han de ser servidores de la comunidad, si olvidan esto, son un peligro; y lo hacen con frecuencia.

03. VIUDAS

Si la mujer era poco y mal considerada en el mundo bíblico, la viuda todavía era más despreciada. Quedaba sin bienes e incluso había de volver a su familia de origen. Las viudas eran personas sin cargo ni poder. Lo único que tenían era dignidad y generosidad, tenían humanidad y buen corazón.

Las pobres viudas dan en limosna lo que tenían para vivir. Es como la prefiguración de Jesús, que da su vida por la humanidad.

El gesto de las dos viudas, nos descubre el corazón del cristianismo: un abandono y confianza en Dios, una gratuidad plena, amor solidario, generosidad. Aquellas mujeres no tienen poder alguno, ni cargos, ni poseen “dignidad eclesiástica” alguna, lo único que tiene es un corazón bueno, pero esto sirve de poco en las instituciones de poder.

El centro de la Iglesia no es el poder ni los poderosos, sino el pueblo creyente, la fe y el buen corazón de los sencillos y misericordiosos.

04. JESÚS LLAMA A SUS DISCÍPULOS.

im11025monedasJesús llama a sus discípulos (vocación, ministerio en la iglesia) por la importancia del sencillo hecho que acaban de presenciar: una pobre mujer que echa en el cepillo dos reales. Pero para Jesús y para el cristiano es algo muy importante.

La actitud de esta mujer está en abierta oposición al comportamiento de los jefes del pueblo y de la iglesia. Los jefes dicen cosas que puede que sean verdad, pero no hacen. Aquella pobre viuda no dice nada, pero es generosa, da.

Estamos llamados a la misericordia, a la compasión y a la bondad.

Es muy humano muy cristiano atender a los débiles: a las viudas, los huérfanos y los extranjeros: emigrantes, enfermos, etc.

Sentir compasión por los débiles es algo muy noble, que nos hace bien a nosotros mismos. Mala señal es decir que “no es trigo limpio” ante 20 o 50 cadáveres en alguna playa del Mediterráneo. Si no sentimos lástima y misericordia, ¿en qué raza de Iglesia se ha convertido esto?

05. CUANDO HAY ENCONTRONAZOS EN LA IGLESIA.

El talante y la actitud de los escribas y fariseos no se extinguirán nunca, ni tan siquiera en la Iglesia. De hecho vemos y padecemos posturas prepotentes y altivas. Los que son tenidos por jefes del mundo, lo dominan y tiranizan… Entre vosotros no ha de ser así…

Vemos en la Iglesia posturas déspotas que se enfrentan a Francisco o rigen las iglesias con caciquismo.

Cuando las cosas están o se presentan así, pensemos que nuestro maestro es JesuCristo y los modelos son estas pobres viudas que dan lo que tenían para vivir, o el buen samaritano, o el publicano que pedía perdón allá debajo del coro de la parroquia, o la mujer adúltera. Todo menos prepotencias personales, doctrinales farisaicas.

06. ALGUNAS EVOCACIONES.

La Palabra de hoy tiene evocaciones, llamadas:

o RESPETO Y RECONOCIMIENTO HACIA LOS HUMILDES: viudas, huérfanos y emigrantes, pobres, enfermos, etc. No despreciemos nunca a los débiles, a los ignorantes, a los emigrantes, a los niños, no critiquemos nunca a un mendigo, a un drogadicto, a un “maldito” de la sociedad. Cuando nos encontramos con personas en esas situaciones, es cuando más respeto hay que tener hacia el ser humano.

o LA GENEROSIDAD COMO ACTITUD DE VIDA.

iglesia-pobres_270x250La generosidad en la limosna, en la dedicación del tiempo y de las cualidades (los talentos), además de hacer bien, son un buen antídoto contra la neurosis ególatra del capitalismo-consumista y contra el fanatismo ultraortodoxo en algunos esquemas religiosos: dogmático, litúrgico, derecho, moral. Demos lo que somos y tenemos, no de lo que nos sobra.
El cristiano sabe que ayudar es también comprometerse políticamente por la justicia y por la paz.

Los textos de hoy evocan la multiplicación de los panes, que es una variante de la Eucaristía. Si “decimos Misa” es porque queremos celebrar la Eucaristía y celebrar la Eucaristía es amasar un pan para los demás.

AGRADECIMIENTO a las personas y a los gestos sencillos. Gracias por la sencillez del papa Francisco, por los pobres catequistas africanos, por los voluntarios que prestan ayuda, por las personas que ayudan en las tareas parroquiales.

SEAMOS HUMILDES Y GENEROSOS EN LA VIDA.

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