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Dom 6.9.15. EFETA: Ábrase, “milagro” en la tierra convulsa

Domingo, 6 de septiembre de 2015

Del blog de Xabier Pikaza:

imagesDom 23, ciclo b. Mc 7, 31-37. El “milagro” de este día consta de tres partes, muy significativas y actuales:

El lugar es un camino por tierras (casi) de ISIS, de las fronteras de Tiro-Sidón (actual Fenicia), a través de Fenicia-Siria o de la Alta Galilea y la Gaulanítide (Golán) a la Decápolis (en la actual Siria o Jordania), lugares de máxima actualidad en estos días.

‒ El “milagro” es la curación de un hombre que tenía cerrados el oído y la lengua. Curar es abrir, que este hombre pueda comunicarse con otros, en virtud de una palabra que ¡Efeta! Abríos oídos y labios, abríos fronteras y corazones de unos hombres (judíos y/o pagano, arameo, árabes, cristianos… en una tierra que sigue ensangrentada por falta de palabra.

‒ La tercera parte destaca la admiración de la gente y del mandato de silencio de Jesús: Quiere hacer, quiere curar, no hacer propaganda. Que cesen las palabras que acusan y/o mienten, que aprendamos a convivir, sabiendo escuchar, sabiendo hablar.

No hay mención de Dios en toda la escena a no ser la palabra éfeta (que puede ser un plural divino), pero todo es Dios en ella. Una palabra para aquella tierra hoy en manos de la guerra. Una palabra para todos nosotros, conmocionados por el niño que venía de allí hacia nosotros, pero que murió en la playa, como hemos podido ver estos días.

Para aficionados a la geografía antigua y moderna presento unos mapas, que nos pueden ayudar a situar el tema, en tiempo antiguo y en el nuestro:

Mapa 1º . El conjunto de la tierra, con Tiro y Sidón arriba, a la izquierda… y el lago de Galilea más abajo. Trazad un camino que vaya de Sidón…a la Decápolis al otro lado del Mar de Galilea (sin pasar por Galilea).

Mapa 2º. Zona norte, con Tiro-Sidón a la izquierda y Decápolis al otro lado del Mar de Galilea (zona actual de Siria y Jordania).

Mapa 3º, al final del texto. Tiro y Sidón al sur, izquierda, en el actual Líbano, a la altura de Damasco (a la derecha). Al sur izquierda el mar azul de Galilea, muy pequeño. La zona derecha de ese mar aparece como Siria, pero ahora está ocupada por Israel. Hacia el centro de Siria está Palmira. De allí al norte y oriente todo parece ocupado por ISIS.

El texto que presento aquí es más bien sencillo; quien quiera seguir profundizando puede ir a mi Comentario de Marcos (Verbo Divino, Estella 2013).

Texto: Mc 7

images3(a. Presentación) 31 Y de nuevo, saliendo de las fronteras de Tiro, llegó, a través de Sidón, al mar de Galilea, a través de las fronteras de la Decápolis. 32 Y le llevaron un hombre que era sordo y tartamudo y le suplicaban que le impusiera la mano;

(b. Milagro) 33 y separándolo de la gente y, a solas con él, le metió los dedos en los oídos y escupiendo tocó la lengua con saliva. 34 Luego, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: Effatha (que significa: ábrete).35 Y al momento se le abrieron sus oídos, se le soltó la traba de la lengua y comenzó a hablar correctamente.

(c. Conclusión) 36 El les mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más insistía, más lo pregonaban. 37 Y en el colmo de la admiración decían: Todo lo ha hecho bien. Hace oír a los sordos y hablar a los mudos (1) .

7, 31-32. PRESENTACIÓN

Jesús está recorriendo un camino que lleva de Tiro, al noroeste de Galilea, en el Mar Mediterráneo, en Fenicia-Siria (entonces unidas), por el camino del Norte, a través de Sidón (en el mismo Gran Mar) al Pequeño Mar de Galilea (lugar de encuentro de los diversos pueblos), pasando por la Decápolis, que está básicamente al oriente, al otro lado de Galilea, entre Siria, Jordania y Palestina . Leamos de nuevo el texto:

Y de nuevo, saliendo de las fronteras de Tiro, llegó, a través de Sidón, al mar de Galilea, a través de las fronteras de la Decápolis. Y le llevaron un hombre que era sordo y tartamudo y le suplicaban que le impusiera la mano

Es un camino en zigzag, difícil de fijar en el mapa, al menos de un modo rectilíneo, pues el quizá el relato tiene un sentido y una finalidad más teológica y pastoral que geográfica, indicando que Jesús quiere curar a los paganos del entorno de su tierra. Sea como fuere, el recorrido es muy importante:

‒ Jesús, que en Mc 7, 24 estaba en el territorio de Tiro, sube hacia el norte (por la zona de Sidón), abarcando de esa forma el conjunto de Felicia, zona muy significativa en la historia más antigua de Israel (en especial en los relatos de Elías y Eliseo) y también en el comienzo de la Iglesia.

‒ Pues bien, en vez de dirigirse después directamente hacia el sudeste, al mar de Galilea, Marcos dice que Jesús dio un gran rodeo, pasando por la Decápolis (=Las Diez Ciudades), un ancho territorio de metrópolis siro-helenistas (entre las que se hallaban Damasco y Gerasa), al norte y al este del Mar de Galilea.

‒ Para hacer ese camino, Jesús ha debido cruzar los valles del gran Hermón, entrando en la actual Siria, para descender a la Decápolis. No sabemos dónde está Jesús en el momento del “milagro” aunque todo nos permite suponer que se encuentra fuera de la tierra de Israel, en una zona que puede actualmente de mucho conflicto.

Ciertamente, el sordo-tartamudo de este relato puede ser judío (pues había muchos judíos en la zona), pero puede igualmente ser pagano; lo que importa es que es un sordomudo, alguien que no puede escuchar, ni hablar, ni comunicarse. Es un hombre que vive cerrado en sí mismo, como parecen estar actualmente los que combaten en aquel frente (como parecemos seguir estando nosotros, los de Occidente, tierra a la que entonces se llegaba por los puertos de Tiro y Sidón, abiertos a todas las naves de Grecia, de Roma y de Tarsis.

El texto que le traen a un hombre que es sordo (no es capaz de escuchar la palabra) y tartamudo (mogilalon: tiene la lengua impedida), de manera que apenas se expresa. Es un enfermo de comunicación: no puede hablar expresarse con soltura, ni puede escucha la voz de Dios, ni comunicarse de verdad con los demás.

Este hombre es es un esclavo de su propia sordera y tartamudez: no logra entender lo que dicen, no puede decir lo que quiere. Por eso vive encerrado en la doble distorsión de su lenguaje, como alguien que es incapaz de escuchar y hablar, sin poder conversar con los demás.

Así aparece como signo de aquellos que no entienden (¡no quieren entender!), prefieren mantenerse en sus esquemas viejos, escuchando sólo sus palabras y razones, que terminan siendo razones de violencia.

Parece condenado al aislamiento permanente, pero no está completamente sólo: tiene a su lado personas que le llevan (como los camilleros del paralítico en 2, 1-12) y que ruegan a Jesús, para que le imponga las manos, en gesto de autoridad (que se repite con los niños en 10,16) y de curación.

Está enfermo de sordera, pero lo reconoce, y se deja llevar. Está enfermo, pero vive en una comunidad humana que quiere ayudarle. Es un enfermo curable.

7, 33-35. ABRIR LOS OÍDOS, SOLTAR LA BOCA.

Para que este enfermo entienda y hable, es decir, para que pueda comunicarse con los demás, ha de haber alguien que le abra los oídos y le suelte la lengua. Y esto es lo hace con él Jesús, siguiendo probablemente un ritual de catequesis e iniciación humana, que se utilizaba en la Iglesia primitiva. Éste “milagro” es pues una terapia: Hacer que este hombre pueda escuchar, pueda hablar, comunicarse:

Y Jesús le llevó aparte y, a solas con él, le metió los dedos en los oídos y escupiendo tocó la lengua con saliva. Luego, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: Effatha/Efeta (que significa: ábrete). Y al momento se le abrieron sus oídos, se le soltó la traba de la lengua y comenzó a hablar correctamente.

Éste es un “milagro” en el sentido clásico de término, es decir, una terapia, una sanación. El evangelio lo cuenta de una forma que parece “mágica”, conforme a los rituales simbólicos de aquel tiempo. Pero se trata de lo más hondo y sencillo:

‒ Abrir los oídos, hacer que unos hombres y mujeres puedan escuchar, entender lo que dicen otros, aprender un lenguaje de comunión, saliendo de su sordera violenta;

‒ Curar la lengua, lograr que este hombre (estos hombres, los de aquella zona, nosotros…) pueda hablar. Todo está aquí, en que podamos comunicarnos. Que aquellos hombres escuchen, y que escuchemos nosotros. Que aquellos hombres hablen, y que hablemos nosotros… Una vez que hablemos, sin mentira, podremos resolver nuestros problemas.

Marcos supone que este enfermo, aunque tiene amigos que le llevan al lugar donde está Jesús. No ha recibido todavía, nunca, una atención personal, nadie le ha hecho caso. Jesús se lo hace: ¿Cuánto tiempo necesita? ¿un día, dos semanas? El texto no lo dice, estamos ante una terapia radical, que se cuenta de un modo simbólico. Jesús no le enseña ninguna doctrina especial, no le impone ninguna religión o filosofía en concreto. Simplemente le enseña a comunicarse, nada más. Eso es Dios para Jesús. Su terapia consta de tres momentos:

–Tocar y abrir los oídos

Jesús empieza metiendo sus dedos en los oídos del enfermo (7, 33b), en gesto que dramatiza una experiencia personal de limpieza auditiva y de liberación, como diciéndole al sordo que no tema las voces que llegan, que no rechace la palabra que viene, que no encierre su vida en el miedo de un silencio amargado, de una norma ya fijada. Hay una sociedad hecha de mentiras y ocultamientos, donde sólo algunos pueden escuchar y saber de esa manera lo que pasa, mientras otros, todos los restantes, se encuentran condenados al silencio o al ocultamiento, recibiendo solamente aquello que el sistema les impone. Evidentemente, el sordomudo es miembro de esa sociedad enferma, sin acceso a la palabra.

Pues bien, Jesús abre con el dedo sus oídos, para que pueda escuchar la palabra, realizando así un gesto de transformación integral de la persona (judía o pagana, da lo mismo), que se vuelve así capaz de escuchar y acoger la palabra de Dios (el mensaje mesiánico). Ante el tema de la sordera y tartamudez no hay distinción de judíos y paganos.

–Ungir la lengua con su propia vida (saliva)

Jesús no le aplica ningún remedio exterior (ningún tipo de aceite o medicina), sino que le toca (le unge) mojando con su propia saliva humana la lengua del enfermo (7, 33c). Parece que escupe en la mano, para después mojar la punta del dedo y ungir así, con su dedo ensalivado, la lengua impedida del mudo, que es incapaz de comunicarse con los otros. Hoy, en nuestro contexto, la saliva de otro se evita, a no ser en el caso del beso de los enamorados.

En tiempo antiguo no era así. La saliva se tomaba como signo terapéutica, como signo íntimo de la fuerza personal del ser humano, de la presencia que cura, del beso que une y vincula a los amantes. Curar con saliva es curar con la propia vida.

Los comentarios de Marcos han puesto de relieve el poder curativo que la medicina antigua atribuía a la saliva. Es evidente que Jesús puede compartir y comparte esa visión cultural. Pero el gesto de Jesús tiene un sentido peculiar, ligado a su mensaje y a su proyecto de Reino: al ungir con su saliva la lengua del sordo/tartamudo, Jesús está queriendo transmitirle su propia, haciéndole consciente del poder que él mismo tiene para comunicarse con los demás. De esa forma le ofrece su más hondo mensaje: que no tenga miedo, que escuche y confíe en los otros, que se comunique.

–Una oración especial.

Finalmente, Jesús mira hacia el Cielo, suspira y dice ¡Ephatha/Efeta!, una palabra aramea (¡la lengua de los sirios, que significa: ¡Qué se abra! (7, 34). La tradición ha conservado esta palabra en arameo/sirio, el lenguaje de este enfermo, la lengua madre de Siria.

Esa palabra aramea, ¡Ephatha/Efeta! según las transcripciones, viene de patah/fatah, abrirse, una palabra llena de fuerza, una de las primeras palabras que estudiamos en hebreo y arameo. Es una palabra que invita a la apertura personal: abrir los oídos, desatar las lenguas, hablar, comunicarnos.

Ésta es una palabra vinculada al amor, en todos los sentidos (¡hasta en un sentido malicioso: ¡abrirse!), tener confianza, comunicarnos unos con los otros. Jesús pide, evidentemente, que se abra el Cielo (esto es, Dios), para que actúe sobre el enfermo, y para que se abran (como el mismo texto indica luego: 7, 35) sus oídos y lengua cerrada; Jesús pide que nos abramos unos a los otros.

Jesús aparece así como “creador de vida”: Sólo un hombre/mujer puede dar vida a otros hombres. Sólo los hombres y mujeres se pueden curar, en la línea de aquello que Dios mismo decía en Gen 1: ¡hágase!. Pues bien, en lugar de ¡hágase! Jesús dice, nos dice ¡ábrase! ¡abríos los unos a los otros, con los otros!.

Curación, más allá de toda magia

Mirado externamente, este gesto puede parecernos magia, pero en el fondo puede y debe mirarse como un ritual de comunicación, un signo de contacto mutuo, de apertura personal y social

Que se abra el enfermo… El redactor del texto comenta que al momento se le abrieron sus oídos, se le soltó la traba de la lengua y comenzó a hablar correctamente (7, 35). Éste es el milagro: que un hombre que antes eras sordo-mudo pueda escuchar y hablar, que pueda conversar.

Que se abra la sociedad… Este sordomudo de la Decápolis, judío o pagano (para el caso es ya lo mismo), era reflejo y consecuencia de una sociedad que le encerraba en su silencio, no pudiendo escuchar y decir, esto es, comunicarse; de esa forma vivía en soledad enferma, como todos aquellos que resultan incapaces de acceder a la palabra (sobre todo, por presión social).

Que se abran las fronteras antiguas… Habrá que abrir muchas, empezando por aquellas que en tiempos de Jesús separaban a los sirios y judíos, entre Tiró y Sidón, Decápolis y Galilea… Jesús pasa por aquellas tierra, superando fronteras, comunicando personas…

Que se abran las nuevas fronteras, las que van de Siria a Grecia e Italia, las que vienen de África subsahariana a España, a toda Europa. Éste es el milagro, que puedan abrirse fronteras, como hizo Jesús en su milagro.

Pero no pueden abrirse fronteras si no se abran las personas, hombres, mujeres y niños… Yo esto de este lado (más occidental, en línea de origen cristiano) y pido que se abra la frontera de Europa (como vengo diciendo en mis postales…), pero estos convencido de que debemos y podemos contribuir a que se abra también la frontera de Isis, de Siria y de Turquía..

7, 36-37. TODO LO HA HECHO BIEN

mapa_siriaJesús cura al enfermo, que empieza a hablar correctamente, de manera que puede y debe suponerse que él quiere que “hable”, que viva a nivel de comunicación, compartiendo su experiencia y su conocimiento con los demás, ya que para eso le ha curado. Pues bien, significativamente, el texto añade que Jesús “les mando” (a sus acompañantes, a los que iban con él y a los que trajeron al enfermo) que no dijeran nada a nadie.

Pero cuanto más pide que callen (que guarden silencio los que han visto), ellos hablan con más fuerza, alzando la voz y proclamando una alabanza, que condensa el sentido de su vida:

36 Y les mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más insistía, más lo pregonaban. 37 Y en el colmo de la admiración decían: Todo lo ha hecho bien. Hace oír a los sordos y hablar a los mudos

Se trata de no hacer propaganda, de no aprovechar el “milagro” (la hospitalidad deseada) para envanecernos pensar que somos mejores que los otros. Que se puedan decir de nosotros las dos cosas:

‒ Por un lado que no nos aprovechamos ahora de nuestra (aparente) superioridad, que confiemos en los otros, que les ayudemos a que puedan abrirse sus oídos y sus lenguas (abriendo nosotros los nuestros…).

‒ Se trata de lograr que puedan decir de nosotros lo que decían de Jesús (sin envanecernos….): Que lo hacemos todos bien, que logramos que oigan los sordos, que hablen los mudos, que nos comuniquemos todos.

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