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Magda Bennásar: ¿Perdonar? Sí, podemos.

Sábado, 12 de septiembre de 2020
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989587f5b8000cbf820ed23acb34bf78De la mano de Clara de Asís y de Lidia, discípula  y primera mujer europea que se convirtió al cristianismo, nos adentramos un paso más en el proceso de Despertar- Estar Atent@s al Universo.

¡Qué claro se ve desde ellas, qué sencillo y envidiable su modo de mantenerse Despiertas!

Ambas escucharon el mensaje de labios de hombres enamorados de Jesús, hombres que se dejaron cambiar por la fuerza irresistible del Espíritu.

Lidia (Hechos 16,14-15) escucha la predicación de Pablo en su pueblo Tiatira, situado a unos 60 kms de Atenas. El nombre es étnico, su origen está en la antigua región griega de Lidia.

Posiblemente era una respetable mujer de negocios, y al no mencionarse ningún varón, el patriarcado deduce que posiblemente era viuda, lo cual puede o no ser la realidad. Sí parece que era una mujer independiente que no dudó en acoger a un grupo de hombres extranjeros en su casa, indicativo de su carácter libre y abierto. Hoy diríamos  que estaba “empoderada” por la fuerza del Espíritu de Jesús, al que acogió en sus entrañas.

También Clara nos muestra unas características de personalidad fuerte y tierna a la vez, tan propia de mujeres tocadas por la Ruah.

Es verdad que a ambas es un varón, quien les anuncia el evangelio, como el caso de Jesús y M. Magdalena y las demás discípulas. Es una maravilla cuando ambos géneros trabajan al unísono, en igualdad y respeto. Es así como el fruto madura tranquilo.

Estas dos mujeres al entrar en contacto con la Palabra experimentan un despertar que provoca un giro en su vida.

El paso de una vida normal, cada una según su cultura y situación social a una vida de alguien que ha experimentado el Amor, que ha dejado que la envolviera y que ha permitido que éste se convirtiera en el sentido de su vida. Y es que esa calidad de amor origina un antes y un después en la persona a nivel emocional, profesional, familiar, social…y religioso.

Lidia protagoniza un estilo de vida que podemos actualizar y comprender hoy fácilmente:

Su casa se convierte en iglesia doméstica: lugar de acogida y encuentro, de predicación y de partir el pan. Lugar de acogida y formación en el vino nuevo que se ha catado en las bodegas interiores. Vino que emborracha de fuerza para perdonar y crear puentes con lo que antes veíamos imposible, con los que antes no podíamos ni considerar cómo reconstruir la relación.

Y es que la oración: diálogo amoroso y práctico nos lleva a acercarnos a los menos fáciles, a los que no nos nace humanamente. Siempre es bueno preguntarnos si buscamos en nuestros compromisos sentirnos a gusto, lo cual no está mal, pero a veces tenemos personas cercanas que evitamos por razones que cada uno sabe.

Ahí agradezco de nuevo el carisma de sfcc “que todo sea uno” porque esa unidad sólo emerge de un corazón expuesto a diario al filtro del Espíritu. Esas son las aguas turbulentas y las tormentas donde la comunidad se hunde si no tiene Jesús a bordo.

Cuando oras la fuerza te llega en su momento. Se acortan distancias y además de los de lejos: migrantes, refugiados… también vemos con otros ojos a las personas de las que nos distanciamos por su carácter, o soberbia o ideología y podemos descubrir debajo de esa capa, su auténtica identidad y también en muchos casos reconocer nuestra propia limitación.

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Clara abraza a la hermana pobreza, contagiándonos su pasión por la ecología, la sencillez y la solidaridad. Todo esto y mucho más, amasado con su pasión por el Maestro Interior, a quien ama con todo su ser y quien le facilita un estilo de vida que entre los dos, resulta altamente atractivo.

Clara no es la niña rica, de familia noble, que depende en todo de Francisco, el gran reformador… Clara, de nuevo, es la mujer capaz de dar forma a un estilo de vida que la sociedad y la iglesia de su momento histórico necesitaba.

Las coordenadas actuales son otras. Pero ambas son auténticas portadoras de la solución: pasión por el Crucificado en las personas y el planeta y una gran dosis de iglesia doméstica, hoy también online.

Y una capacidad arrolladora de acoger, perdonar, comprender, quitar hierro… ¿cómo se hace comunidad sino?  Vivo estos días historias de “comunidades de vecinos” de lo más instructivas. El calor, el Covid, el bien nutrido ego… pueden crear situaciones nada agradables. También en casa, todos juntos, niños, espacios más pequeños tal vez en verano, la mascarilla… ¡uff! Y miedo al desempleo y a recortes en pensiones…

¿Real? ¡Como la vida misma! ¿Soluciones? Ni una. Sólo la urgencia interior de responder al Amor, de estar Despierta para desde ahí poder reinterpretar la realidad, con otros ojos, con otras manos.

Aprovecho por agradecer a las personas que hoy nos permiten saber y sentir que podemos y de hecho algo de todo eso ya hacemos. Nuestro ser ecuménico, nuestro carisma tan amplio hace que la acogida sea posible también en el seno de nuestra comunidad de 12 hoy en España. ¡Qué fuerte! Doce. Y os aseguro que tanto ellas como ellos, por su compromiso y pasión podrían ser obisp@s y reformadores de comunidades entumecidas. Como nuestro hermano Pere que estos días al fin pudo viajar a Casa. Crear comunidad en medio de la nada, de la dificultad.

“No tener nada, no callar nada… y de pasada, solo de pasada no robar nada…” y perdonar y acercarnos y abrazarnos como hacíamos el domingo con dos médicos amigos que muy taxativamente  dijeron: mira para el otro lado y cuando me quise dar cuenta estábamos fundidos en un abrazo largo y empoderador, como la oración afectiva y efectiva.

Abrazos, en este caso, virtuales.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente Fe Adulta

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Perdonar a la Iglesia

Viernes, 9 de noviembre de 2018
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Del blog de Henri Nouwen:

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Unas meditaciones de Nouwen acerca de la Iglesia me resultaron cercanas y significativas y tomé algunas notas en mi diario personal (2017). Por ejemplo, esta afirmación: “A cualquiera con alguna autoridad en la Iglesia debiera recordársele constantemente que la mejor palabra para caracterizar a la autoridad religiosa es compasión”.

También: “Cuando hemos sido heridos por la Iglesia, nuestra tentación es rechazarla. Pero cuando rechazamos a la Iglesia se vuelve muy difícil mantenernos en contacto con el Cristo vivo. Cuando decimos: amo a Jesús, pero odio a la Iglesia, no solamente terminamos perdiendo a la Iglesia, sino también a Jesús”.

“El desafío es perdonar a la Iglesia. Este desafío es especialmente difícil porque la Iglesia muy pocas veces nos pedirá que la perdonemos, por lo menos no de manera oficial. Pero la Iglesia como una organización humana, a menudo falible, necesita nuestro perdón, mientras que la Iglesia como Cristo vivo entre nosotros sigue ofreciéndonos el perdón”.

Pensar siempre a la Iglesia como “una comunidad de personas débiles que luchan, de la cual formamos parte, y en quien encontramos a nuestro Señor y Redentor”.

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Obras ES /3. Consolar, soportar, dialogar

Jueves, 19 de mayo de 2016
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consolar01Del blog de Xabier Pikaza:

Termina con esta postal la exposición de las siete obras de misericordia espirituales (propias del Espíritu Santo), que he querido poner de relieve con ocasión de la fiesta de Pentecostés.

El mismo Espíritu de Dios consuela a los tristes, nos consuela y hace que nosotros podamos consolar a los demás, como dice San Pablo en Rom 8 y 2 Cor 1. Por eso le llamamos Consolador o Paráclito: Fuente y sentido de todo consuelo profundo.

Éstas son las tres últimas: consolar a los tristes, soportar las adversidades de la vida y dialogar con el misterio (esto es, pedir a Dios por vivos y difuntos), descubriendo y realizando así el sentido de la vida como diálogo con Dios, dialogando (en lo que podamos) con todos los hombres y mujeres.
Cada lector podrá destacar una de ellas.

images— Para algunos, la más importante será el consuelo, que consiste en acompañar y animar a los tristes, angustiados, abatidos, levantando la “moral” de los demás, para caminar con ellos.

— Otros insistirán en la paciencia activa, entendida como aguante en las adversidades. No se puede consolar si uno se deja hundir, si se deprime por nada, si no sabe mantenerse en un mundo cargado de riesgos.

Paciencia activa es el aguante, es decir, la resistencia , como ha puesto de relieve el libro del Apocalipsis. No es una resistencia resentida, sino un gesto de compromiso activo con la vida, a favor de los demás, en esperanza.

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— Finalmente, la más importante de todas las obras es la oración, entendida como diálogo, con Dios y con los otros. No se trata simplemente de pedir, sino de pedir y dar, de acompañar a los demás en el camino (y de un modo especial al mismo Dios).

La oración nos vincula sobre el campo de la vida, como a la pareja del cuadro de Millet, con la pareja orando al mediodía el Ángelus. Ambos dialogan así y se vinculan, no sólo con el campo en que trabajan, sino con el Dios creador, con los vivos y difuntos.

Como verá quien lea la postar entera, sigo tomando como referencia la obra que hemos escrito J. A. Pagola y un servidor con el título de Entrañable Dios. Las obras de misericordia (Verbo Divino, 2016). Allí he puesto de relieve el origen y sentido de las obras de misericordia corporales y espirituales (por utilizar este lenguaje, quizá poco apropiado, de la tradición teológica, pues también las obras llamadas corporales, tomadas de Mt 25, 31-46, son obras espirituales).

CONSOLAR AL TRISTE

El perdón era la obra central de la misericordia (era la cuarta, estaba en medio de las siete). Pues bien, tras el perdón, como despliegue ulterior del proceso educativo, viene el consuelo, en la línea de las bienaventuranzas que han sido y siguen siendo la lección más honda de la escuela de Jesús, cuando decía «felices los que lloran, porque serán consolados» (Mt 5,5). No son felices porque lloran (ni porque tienen hambre, ni son pobres…), sino porque recibirán consuelo de otros (serán saciados, heredarán el Reino).
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Esta es sin duda una obra de Dios, el gran consolador, pero es, al mismo tiempo, una obra de la comunidad cristiana, entendida como escuela de consuelo para los tristes.

En este contexto se inscriben las palabras simbólicas de Pablo, cuando afirma que la tierra entera gime, en dolores de parto, y nosotros los seres humanos gemimos con ella, esperando la liberación que proviene de Dios, viniendo de los hermanos que nos ofrecen su consuelo (Rom 8,21-24; cf. 2 Cor 1,3-7). Así lo recordaba una propuesta esencial de Ignacio de Loyola: «Mirar el oficio de consolar que Cristo Nuestro Señor trae, comparando cómo unos amigos suelen consolar a otros» (Ejercicios espirituales 224). Pero en nuestro caso no se trata solo de unos amigos que se consuelan entre sí, sino de la misma escuela cristiana entendida como tiempo y tarea de consuelo.

Los cristianos forman una comunidad de consolados y consoladores, empezando por las mujeres de Pascua (cf. Mt 28,5.9), a las que Jesús decía «no temáis, alegraos». En la base del testimonio de Jesús y de la escuela cristiana sigue estando el testimonio de aquellas mujeres de la tumba vacía, que cambiaron su oficio de plañideras por el de consoladoras, anunciando a todos que Jesús se hallaba vivo, iniciando así una obra de educación por (para) el consuelo, que han realizado y siguen realizando sobre todo las mujeres en la Iglesia.

No ha llamado Jesús a los creyentes para llorar junto a una tumba, sino para que sean testigos de la alegría de Dios, para anunciar la resurrección de su Hijo (¡la nuestra!), en la línea de las experiencias de pascua. Sin duda hay otros temas de educación pascual, pero sin consuelo acaban siendo insuficientes, de forma que la Iglesia corre el riesgo de hacerse escuela de muerte, un culto de cementerio (cf. El papa Francisco, Evangelii Gaudium —El gozo del Evangelio—, 2013). Hay momentos de tristeza, vinculados con el luto a los muertos y la opresión de los débiles, pero han de estar al servicio del consuelo más alto de pascua.

En esa línea ha de entenderse la revelación bíblica, partiendo de Ex 34,6-7, donde el mismo Dios aparece como rahum y hannun, con entrañas maternas, lleno de gracia y de consuelo. Así han de mostrarlo los creyentes, en un mundo amenazado por la tristeza, en el que muchos buscan el consuelo no solo de terapeutas profesionales, sino de augures y videntes que no logran alcanzar el fondo humano/divino del alma amenazada por la depresión, angustia y tristeza:

Depresión psicológica. Se ha venido extendiendo no solo entre los mayores, sino entre niños y adolescentes; como un bajón vital, que tiene varias causas (soledad familiar, miedo a lo desconocido, incapacidad de afrontar el futuro…) y que parece extenderse cada vez con más fuerza, pudiendo convertirse en una gran pandemia. Este es un problema universal, pero afecta especialmente a las sociedades que parecen más adelantadas. Leer más…

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Las obras del Espíritu Santo 2. Corregir y perdonar

Miércoles, 18 de mayo de 2016
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13006502_589978524512677_9210146826564605329_nDel blog de Xabier Pikaza:

Ayer presenté las dos primeras obras de misericordia espiritual, es decir, las dos primeras obras del Espíritu Santo (enseñar y aconsejar). Hoy presento las dos siguientes: Corregir y perdonar. Estas obras van en la línea de la cuarta estrofa del Himno al Espíritu Santo:

Riega la tierra en sequía.
Sana el corazón enfermo.
Lava las manchas.
Infunde calor de vida en el hielo.
Doma al espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

La novedad está en que esas obras no las realiza el Espíritu Santo desde fuera, como si fuera un poder externo, independiente de nosotros, sino a través de aquello que nosotros vamos impulsando, promoviendo, realizando, como testigos y portadores del Espíritu de Cristo. Somos nosotros los que podemos y debemos:

Regar la tierra en sequía, sanar el corazón enfermo,
domar el espíritu indómito, guiar al que tuerce el sendero…

Nosotros mismos somos portadores del Espíritu de Cristo, realizadores de su obras, que es nuestra siendo de él, del mismo Espíritu Divino de Pentecostés.

Éstas son pues las dos siguientes obras del Espíritu Santo: corregir y perdonar. Así lo indicaré a continuación. Sigo tomando el texto de mi libro Entrañable Dios, las Obras de Misericordia. Continúa la semana de Pentecostés, buen día.

CORREGIR AL QUE YERRA

Tras el consejo viene la denuncia y corrección, como supieron los profetas, y como ratifica Jesús cuando proclama: «Se ha cumplido el tiempo y llega el Reino de Dios, convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15). La corrección se expresa así en forma de conversión: Jesús ha creído en la capacidad de cambio de los seres humanos, y por eso les corrige, a fin de que se conviertan, es decir, para que empiecen a pensar de otra manera (con meta-noein, pensar de un modo distinto, más alto).

Ese cambio de mente, para dejar el pasado y pensar/obrar de otra manera constituye un momento clave de la educación, promovida por el Espíritu Santo. En esa línea, como signo y anuncio del Reino, han de entenderse las correcciones que están en el fondo de las antítesis (Mt 5,21-48), en las que Jesús polemiza con escribas y fariseos, mostrándoles el riesgo en que se encuentran, pidiéndoles que cambien: «Habéis oído que se ha dicho, yo en cambio os digo…».

Es insuficiente no matar; hay que superar el odio. No basta el talión («ojo por ojo…»), hay que amar al enemigo, etc. En esa línea de corrección se sitúa su gesto final de «purificación» del templo (Mc 11,15-17 y par.), cuando descubrimos que no le ha bastado criticar y corregir de palabra, sino que lo ha hecho con un gesto intenso de protesta (cosa que ha motivado su condena a muerte). En ese aspecto quiero citar un rasgo de la corrección de Jesús, desde la parábola de la oveja extraviada (errante), que pierde su rumbo y debe ser rescatada del peligro por el pastor:

Oveja errante (Mt 18,12-14). A diferencia de lo que pasa en Lc 15,4-7, la oveja de la parábola de Mateo no está simplemente perdida (apolesasa), sino que va errante/planea (planêthê), se aleja del rebaño de las otras cien ovejas y de esa forma se extravía, de manera que el pastor ha de salir a buscarla. Esto significa que el educador cristiano no busca solo a la perdida (quizá sin causa propia), sino que deja todo para a encontrar a la que «planea» (va errante) por su ignorancia o culpa, como los astros caídos de la tradición apocalíptica del judaísmo tardío (libros de Henoc) y del primer cristianismo (Orígenes). Mateo supone así que Jesús busca a la errante, no para obligarla a volver, sino para corregir su rumbo y ofrecerle su perdón, si es que se deja.

Esta es una parábola eclesial, que no trata en principio de ovejas de otros grupos, sino de miembros de la comunidad que se han separado de ella (de su comunión) y andan vagando perdidas. Pues bien, la parábola asegura que Jesús los busca con pasión, alegrándose de recibirlos de nuevo en su grupo. Desde ese fondo se vinculan dos rasgos o elementos paradójicamente cercanos.

(a) Las ovejas son libres, de forma que pueden marcharse y errar (trazar sus caminos).

(b) Pero el pastor/educador las busca, no para castigarlas u obligarlas a volver, sino para ofrecerles espacio en su rebaño.

Corregir es buscar, es perdonar y amar. La tarea del pastor/educador empieza cuando busca a la oveja errante, mientras ella sigue perdida, sin pensar en convertirse. No es la oveja la que se empieza arrepintiendo y busca al pastor, como en la parábola del hijo pródigo que vuelve a casa, sino que es el mismo pastor el que va por los campos a buscarla (cf. Lc 15,11-32). A diferencia del padre que espera, el pastor de esta parábola (cf. también Lc 15,4-7) no se limita a esperar, sino que se arriesga y abandona la seguridad de las noventa y nueve ovejas fieles del rebaño para buscar a la errante, que ha querido perderse ella misma (o se pierde de hecho), y no hace nada por volver, aunque el texto parece suponer que al fin se deja ayudar, cuando el pastor la encuentra.

En este contexto, ‘corregir’ no es amonestar, ni condenar, sino buscar, procurando de todas las maneras el cambio no solo de la oveja errante, sino el resto de aquellas que quieren extraviarse o se pierden.

El evangelio de Juan ha reformulado esta parábola de la corrección añadiendo que el buen pastor (= educador) arriesga su vida por sus ovejas porque las conoce (= las ama), y porque también ellas le aman (cf. Jn 10,14-16), en un gesto de intimidad amorosa que define todo este evangelio. En esa línea puede hablar de un discípulo amado porque sabe que hay un maestro amante, conforme a la pedagogía helenista que establece relaciones de amor muy profundas entre maestro y discípulo (cf. Jn 13,21-26; 19,26-27: 20,1-10; 21,20-23).

Confesión, un tipo de corrección. Esta parábola del pastor nos sitúa ante un tipo de educador de calle, que sale en busca de la oveja extraviada, logrando convencerla a fin para que vuelva, integrándose en la escuela común de los noventa y nueve «hermanos» creyentes o en la vida de conjunto de la sociedad. A diferencia de eso, los confesores (corregidores oficiales) de la tradición posterior de la Iglesia (a partir del siglo X-XI y sobre todo desde el XIII) han venido a presentarse más como educadores establecidos, que no salen a buscar a las ovejas, pero las esperan y acogen en santuarios e iglesias desde donde esperan, acogen y corrigen a los que yerran y acuden a su sacramento.

Estos confesores sacramentales no han ido a buscar a las perdidas, pero las reciben si vienen, y las corrigen y perdonan, porque han recibido poder eclesial y/o social para ello. En ese contexto, la corrección más profunda de la Iglesia se ha realizado a través de la confesión, por la que el pecador reconoce el mal realizado y manifiesta un propósito de enmienda, iniciando así un proceso dialogal, que solo alcanza un resultado positivo si el mismo pecador reconoce su pecado y recibe el apoyo del buen maestro (confesor) y de la comunidad educativa, que le recibe de nuevo y le ofrece una oportunidad de transformación. Leer más…

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Pasar el testigo.

Miércoles, 30 de abril de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

passation-de-serviceRecuerda …

Que si una pequeñez hace sufrir

Una pequeñez también da placer …

Que puedes ser sembrador de optimismo, de ánimo, de confianza …

Que tu buen humor puede alegrar la vida de los demás

Que puedes, en todo, decir una palabra amable …

Que tu sonrisa no sólo te adorna

Sino que embellece la existencia de los que te acercan …

Que tienes manos para dar

Y un corazón para perdonar …

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Thomas Merton

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