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La Comisión Bíblica del Vaticano ‘reinterpreta’ la visión bíblica sobre la homosexualidad o el divorcio… y el secretario de Doctrina de la Fe enmienda la plana al texto de la Comisión Teológica: “No existe ninguna ‘apertura’ a las uniones de personas del mismo sexo”

Sábado, 21 de diciembre de 2019
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bodas-taiwan-lgtbLas uniones gay , son “una expresión digna y legítima del ser humano”

La Comisión Bíblica, a petición del Papa, publica ‘¿Quién es el hombre?’, una relectura de las Escrituras acerca de las relaciones homosexuales, el divorcio, el adulterio o el celibato

“¿Quién soy yo para juzgar a un gay?” dijo en su día el Papa Francisco. Ahora, Roma le respalda

Será requerida una atención pastoral, en particular frente a las personas individuales, para llevar a cabo aquel servicio de bien que la Iglesia debe asumir en su misión para los hombres”

“Ciertas formulaciones de los autores bíblicos, como las directivas disciplinarias del Levítico, requieren una interpretación inteligente que salvaguarde los valores que el texto sagrado intenta promover”

La persona que “decide separarse de aquellos que amenazan la paz o la vida de la familia, no realiza por ello un acto contrario al matrimonio”

Una “nueva relectura bíblica”. Esta es la base de ‘¿Quién es el hombre?’, un documento publicado, a petición del Papa, por la Comisión Bíblica y con el que el Vaticano ‘reinterpreta‘ las interpretaciones clásicas que se han hecho sobre la visión de las Escrituras acerca de la homosexualidad, el divorcio, el adulterio o el celibato.

No se trata de ninguna revolución, como explica el jesuita Piero Bovati, secretario de la citada Comisión, sino de ofrecer una herramienta autorizada para los expertos, catequistas y formadores y también “un texto de referencia del que derivar principios para la reflexión sobre temas que están en el centro del debate social y civil: el divorcio, el adulterio, la homosexualidad o, de otra manera, el celibato sacerdotal, por citar sólo algunos ejemplos”.

A lo largo de 330 páginas, el texto se zambulle en temas polémicos, aunque el propio Bovati sostiene, en una entrevista con Vatican News, que hay preguntas que la gente se hace hoy que no encuentran una respuesta inmediata y precisa en la Biblia”. La visión más sorprendente es la que se hace del matrimonio y de las uniones homosexuales.

Ejemplos de uniones gays reconocidas

La relación erótica homosexual no debe ser condenada”, se lee en el texto, según algunas agencias, que recuerda que no existen “ejemplos de unión legalmente reconocida entre personas del mismo sexo” en la tradición bíblica. Por ello se insta a aceptar “la homosexualidad y las uniones homosexuales como expresión legítima y digna del ser humano”.

La Biblia poco o nada dice acerca de este tipo de relación erótica, que por lo tanto no debe ser condenada, también porque a menudo indebidamente se confunde con otros comportamientos sexuales aberrantes”, se lee en el texto, que subraya cómo “ciertas formulaciones de los autores bíblicos, como las directivas disciplinarias del Levítico, requieren una interpretación inteligente que salvaguarde los valores que el texto sagrado intenta promover evitando, por lo tanto, repetir literalmente aquello que también trae consigo rasgos culturales de aquel tiempo. Será requerida una atención pastoral, en particular frente a las personas individuales, para llevar a cabo aquel servicio de bien que la Iglesia debe asumir en su misión para los hombres”.

No todos los divorcios son pecado

Otros temas, como el de la indisolubilidad del matrimonio, también tienen una lectura renovada en el documento. Así, la Comisión Bíblica sostiene cómo “el cónyuge que, observando que la relación conyugal ya no es una expresión de amor, decide separarse de aquellos que amenazan la paz o la vida de la familia, no realiza por ello un acto contrario al matrimonio sino que “atestigua la belleza y la santidad del vínculo precisamente al declarar que no se da cuenta de su significado en condiciones de injusticia e infamia”.

Giacomo Morandi:No existe ninguna ‘apertura’ a las uniones de personas del mismo sexo”

La institución del matrimonio, constituida por la relación estable entre marido y mujer, se presenta constantemente como evidente y normativa en toda la tradición bíblica”

“El documento de la Pontificia Comisión Bíblica sigue exactamente esta línea y ciertamente no se “abreal divorcio, como algunos, de manera distorsionada o instrumental, creen o quisieran

(Vatican News).- El Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, monseñor Giacomo Morandi, comenta el reciente estudio de la Pontificia Comisión Bíblica “¿Quién es el hombre?”. Algunos argumentan ideológicamente sobre este tema, pero dice que en la Biblia “no hay ejemplos de ‘unión’ legalmente reconocida entre personas del mismo sexo”.
Excelencia, ¿puede explicar el significado del documento sobre antropología que acaba de publicar la Pontificia Comisión Bíblica? ¿Cuál es su propósito?

El mismo documento afirma que pretende ser “una interpretación fiel de toda la Sagrada Escritura respecto del tema antropológico”. Este se basa “en un procedimiento expositivo original que ha tomado como texto de referencia el relato fundacional de Génesis 2-3… porque estas páginas bíblicas son consideradas fundamentales por la literatura neotestamentaria y por la tradición dogmática de la Iglesia”. En definitiva, el texto pretende “promover una visión global del proyecto divino sobre el hombre, que comenzó con el acto de la creación y se realiza en el transcurso del tiempo, hasta su cumplimiento en Cristo, el hombre nuevo, que constituye la clave, el centro y la meta de toda la historia humana”.

Algunos se sorprendieron por la declaración sobre la posibilidad de que los cónyuges se separen, a pesar de que esta es la posición tradicional de la Iglesia. ¿Eso significa “abrir” al divorcio? ¿Qué significa ese pasaje y cómo se relaciona con la enseñanza de la indisolubilidad?

La enseñanza de la Iglesia, con el Código de Derecho Canónico, ya concede a los cónyuges válidamente unidos por el sacramento del matrimonio el derecho a separarse en ciertos casos particulares. Pero este hecho no ha significado nunca ninguna legitimación del divorcio, entre otras cosas porque un sacramento del matrimonio válidamente contraído permanece así y nunca puede ser anulado por ningún otro acto. Por el contrario, es diferente la hipótesis en la que el matrimonio se reconoce como nulo desde el principio: este es el caso de los procedimientos para la declaración de nulidad del matrimonio. Sin embargo, a veces hay situaciones en las que la convivencia entre los cónyuges se hace prácticamente imposible por diversas razones. Es precisamente en estos casos que la Iglesia admite la separación física de los cónyuges y el fin de la cohabitación. Sin embargo, los cónyuges que están válidamente unidos por el sacramento del matrimonio no dejan de ser marido y mujer ante Dios y, por lo tanto, no son libres de contraer una nueva unión. La comunidad cristiana está llamada a estar cerca de estas personas y a ayudarlas a vivir cristianamente su situación, como recuerda con autoridad el Catecismo de la Iglesia Católica en el n. 1649. El documento de la Pontificia Comisión Bíblica sigue exactamente esta línea y ciertamente no se “abre” al divorcio, como algunos, de manera distorsionada o instrumental, creen o quisieran.

Otros párrafos que han llamado la atención son los relativos a la homosexualidad. Hay quienes han leído en el documento de la Pontificia Comisión Bíblica una apertura a las uniones entre personas del mismo sexo. ¿Es así?

Desde hace algún tiempo, sobre todo en la cultura occidental, se han alzado voces de disensión respecto al enfoque antropológico de la Escritura, tal como la Iglesia la entiende y la transmite en sus aspectos normativos; todo ello se juzga a menudo como el simple reflejo de una mentalidad arcaica e históricamente condicionada. Sabemos que diversas afirmaciones bíblicas, en el ámbito cosmológico, biológico y sociológico, han sido consideradas gradualmente como superadas con la progresiva afirmación de las ciencias naturales y humanas. En este sentido, algunos dicen que una nueva y más adecuada comprensión de la persona humana impondría una reserva radical sobre el valor exclusivo de la unión heterosexual, a favor de una aceptación análoga de la homosexualidad y las uniones homosexuales como una expresión legítima y digna del ser humano. Además – se argumenta a veces – la Biblia dice poco o nada sobre este tipo de relaciones, que por lo tanto ya no deberían considerarse ilícitas desde el punto de vista moral. Se trata de una aproximación ideológica y parcial a la antropología. En realidad, el documento en el n. 185 dice textualmente: “La institución del matrimonio, constituida por la relación estable entre marido y mujer, se presenta constantemente como evidente y normativa en toda la tradición bíblica. No hay ejemplos de ‘unión’ legalmente reconocida entre personas del mismo sexo”. Por lo tanto, no existe ninguna “apertura” a las uniones entre personas del mismo sexo, como algunos lo han afirmado erróneamente.

Fuente Religión Digital

Historia LGTBI, Homofobia/ Transfobia., Iglesia Católica, Sexualidad , , , , , , , , ,

Javier Elzo: Los textos de la Iglesia son ininteligibles para la inmensa mayoría de creyentes. “

Lunes, 30 de abril de 2018
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iglesiavacia-blog_imagen“¿Un Credo del siglo IV? ¿Salmos de hace treinta y más siglos?”

La gente sencilla, sin estudios, no se reconoce en la Iglesia post-conciliar”

¿Hora de cambiar el lenguaje de la Iglesia?

Guillaume Cuchet es profesor de historia contemporánea en la universidad de Paris-Est-Creteil. Este libro (“Comment notre monde a cessé d’être chrétien. Anatomie d’un effondrement“. Ed du Seuil, Paris, febrero de 2018) impacta por la erudición que muestra el autor, con conocimiento de casi todos, si no todos, los estudios socio-religiosos de Francia hasta el Concilio Vaticano II. Así como por los medios de los que dispuso para redactar su libro. Pura envidia, lo admito.

El libro se centra en Francia, pero muchas de sus realidades son aplicables entre nosotros.

Datos para Francia

Si hacia 1965 el 94 % de la población francesa estaba bautizada y el 25 % iban a misa todos los domingos, en la actualidad solamente el 2% va a misa (y la mayoría de edad avanzada) y no pasa del 30 % los menores de 7 años que están bautizados.

Una iglesia conservadora, de gente mayor, y de derechas. Los católicos de izquierda (“les cathos de gauche”, de hace dos o tres décadas) han desaparecido en la iglesia, o son una minoría muy minoritaria en medios urbanos e intelectuales, con casi nula capacidad de influencia social. Están ahora, secularizados, en las ONGs progresistas o en partidos claramente de izquierdas o verdes.

Su tesis de fondo: Más allá de mayo del 68 (fuera de la iglesia) y de Humanae Vitae (dentro de la Iglesia, el mismo año 1968, el 25 de julio), el Concilio Vaticano II, desencadena (más que impulsa o genera) el desplome del cristianismo en Francia. El año 1965 sería el año de inflexión.

Pero el tema viene de lejos. Desde la revolución francesa, dice Cuchet. Desde la Ilustración, digo yo. En mi opinión el tema de fondo es el derrumbe, no tanto del cristianismo, sino del Estado de cristiandad.

Chuchet apunta varias causas, razones o motivos de este derrumbe que yo completo con ideas propias.

En las páginas que siguen, en su mayor parte sigo el trabajo de Cuchet pero me permito, aquí y allá, insertar mis propias ideas o comentarios al texto y reflexiones de Cuchet. Distingo, por mi cuenta, argumentos extra-eclesiales e intra-eclesiales. A veces telegráficamente, a veces con cierta extensión, pero siempre breve. Habrá algunas, pocas, pero centrales, ideas repetidas.

1. Algunos factores socio culturales, más allá de la evolución interna de la Iglesia Católica

Las consecuencias de la Revolución Francesa. Marca la cartografía socio religiosa francesa todavía hoy en día.

La lectura de la ciencia como respuesta valida a determinadas prácticas religiosas (las rogativas) con efecto de arrastre a otras cuestiones.

Una sociedad que está terminando de salir del estado de cristiandad. Una sociedad que se dice secular (pero secular, añado yo, de lo religioso cristiano, pues aceptando otras sacralidades: políticas, deportivas, vestimentarias, alimenticias…).

En Francia al menos, (y creo que en España también) antes del Vaticano II se vivió el boom demográfico lo que hizo que, en los años del Concilio y hasta una década después en España, hubiera más niños y menores que hacía difícil percibir la caída de la práctica religiosa.

La transmisión en general, luego también la familiar en particular ha cambiado: se aplaude la moral autónoma sobre la heterónoma, incluso familiar (en el terreno religioso particularmente).

Transformaciones en las uniones familiares: del matrimonio canónico a las parejas de hecho.

Las relaciones sexuales más allá de la reproducción. Reivindicación del eros, por sí mismo.

Es capital tener en cuenta las diferencias socioculturales en general y socio-religiosas en particular a la hora de abordar la evolución de la religiosidad de la gente. Euskadi no es Andalucía, ni Oyarzun Irún.

Más allá de la infravaloración de la práctica religiosa por parte de determinadas corrientes en alza en la Iglesia católica dominante en los años del Concilio, también cambió la significación social y sociológica de la práctica religiosa. Básicamente, es mi hipótesis de fondo, porque se está dejando atrás el estado de cristiandad y se avanza, resueltamente hacia la era secular que diría Charles Taylor.

En ámbitos sociológicos, en muchos lugares de España y Francia, se hable del catolicismo sociológico, un catolicismo de herencia histórica, correspondiente a un momento en el que se era “naturalmente” católico.

En la sociología francesa, pensando en Europa Occidental en general y en Francia más en particular, suelen distinguir tres momentos en los cambios socioculturales después de la segunda guerra mundial (no quiero repentizar aquí, ahora, algo similar para España o Euskadi):

– 1945-1949, la reconstrucción en la inmediata postguerra

– 1950- 1960, modernización de los países

– De 1960 en adelante el gran cambio cultural con un punto álgido, en Francia, en mayo de 1968

2. Algunos factores socio culturales que contribuyeron, directamente, a la mutación socio-religiosa

El final de las reservas de la ruralidad religiosa por el éxodo hacia las ciudades. La religión católica, a diferencia de la protestante, es una religión de masas, comunitaria.

La caída de la natalidad, también, entre los católicos practicantes. En este aspecto me parece esencial recordar el papel clave, fundamental a mi juicio, que supuso la generalización de la píldora anticonceptiva que hacía, por primera vez en la historia de la humanidad, a la mujer dueña de la procreación. Que coincidiera, en el tiempo, con Humanae Vitae fue devastador para la Iglesia Católica.

Los efectos de la inmigración, aunque no suficientemente estudiados, han tenido consecuencias para los inmigrantes (a menudo con convicciones diferentes en la segunda generación y tercera generación de inmigrantes respecto de la primera) y en los países de acogida que, en principio, los recibían con recelo, pero no podían no preguntarse por el ardor religioso de algunos de los inmigrantes. El pluralismo religioso era más que una teoría: una realidad cotidiana, como insiste Peter Berger.

Estadísticamente se da una concomitancia entre el auge de la televisión en las familias y el desmoronamiento de la practica social de la religión. Algo similar cabe decir también del aumento del parque automovilístico y los desplazamientos de fin de semana y el desplome de la práctica religiosa. Pero de ahí no cabe concluir en una relación de causalidad pura. Veamos.

En el caso de la televisión, en Francia, ya desde los años 60, en un canal mayoritario (A2), las mañanas de los domingos estaban reservadas a las confesiones religiosas: judaísmo, iglesias de la reforma y la Iglesia católica con una misa mayor a las 11.00 que se podía presentar como “la primera parroquia de Francia” que logró “recuperar a una parte del público practicante desestabilizado por las transformaciones post-conciliares” a decir de Cuchet (p. 157), aunque no tengo el recuerdo de que esas celebraciones televisadas fueran pre-conciliares, en absoluto. Pero si es cierto que la misa era seguida, casi exclusivamente, por personas enfermas o de edad avanzada. Ya se había producido el desenganche de los más jóvenes.

La idea del derrumbe de la práctica dominical, en razón del auge del parque automovilístico y de los desplazamientos de fin de semana, fue sostenida durante un tiempo por el inmenso estudioso del fenómeno socio-religioso en Francia, el canónigo Boulard, heredero del pionero en estas lides, Gabriel Le Bras.

La influencia de estos dos estudiosos traspasó los límites de Francia. Recuerdo haberlos estudiado en Lovaina de la mano de Jean Remy, entre otros, que publicó un libro importante junto a Boulard. Pero la tesis de la correlación entre el auge de los desplazamientos de fin de semana con el derrumbe de la práctica religiosa dominical sufre un mentís rotundo al constatar que no son las clases pudientes, las que en mayor proporción pudieron comprarse un coche y utilizarlo para el recreo de los fines de semana, quienes en mayor proporción abandonaron la práctica religiosa dominical. (No continuo aquí en las correlaciones entre clase social y práctica religiosa, que me llevaría demasiado espacio. Baste decir que estas correlaciones varían en razón del lugar considerado y del transcurso del tiempo).

3. Algunos factores internos a la propia Iglesia (de forma telegráfica)

Una iglesia elitista cuando todavía era rural. Minusvaloración de la religiosidad popular. La gente sencilla, sin estudios, no se reconoce en la iglesia post-conciliar.

Un Iglesia marcadamente clerical y masculina, aun diciendo valorar al laico y a la mujer.

Infravaloración, por parte de la Iglesia, de las prácticas religiosas y de la dimensión cultual de lo religioso, tras el Vaticano II: la misa y la confesión, de entrada: no hace falta ir a misa para ser un buen cristiano, ni pasar por el confesonario. Después, de forma sorpresiva, no pensada ni querida, y sin solución de continuidad, caída del matrimonio religioso y del bautismo. Ahora ya los funerales: el último bastión.

Una teología y unos lenguajes de otros tiempos y contextos. Hoy obsoletos. Un Credo del siglo IV. Salmos de hace treinta y más siglos. Textos ininteligibles para la inmensa mayoría de creyentes.

Dificultad de la generación del Concilio Vaticano II en admitir que, al menos cronológicamente, haya coincidido con la caída espectacular de las prácticas religiosas. Además, admitirlo supondría dar la razón a la rama más conservadora y tradicional de la Iglesia que había quedado en minoría en el Vaticano II.

En algunos sectores y en algunos momentos en la Iglesia se vivía, como una necesidad, de ocultación o, al menos, de no excesiva visibilización de la matriz cristiana de determinadas obras, en cuya fuente u origen estaba la Iglesia. Lo viví el año 1986 en el Congreso Mundial Vasco, en la sección de drogodependencias, cuando un periodista nos preguntó por qué ocultábamos que “Proyecto Hombre” había venido a Gipuzkoa de la mano de la Iglesia, “Proyecto Hombre” donde, en su cuna en Italia, estaba la figura de un sacerdote. La argumentación era doble: la Iglesia no buscaba colgarse medallas, y, sobre todo, en las obras de la iglesia no se hacía acepción de personas. Además, visibilizar la marca iglesia en Proyecto Hombre podría retraer a posibles drogodependientes no creyentes.

Este rasgo de ocultación, de retraimiento se ha manifestado también en la dificultad para muchas personas de manifestar públicamente sus convicciones religiosas o, más simplemente, de ser tenido por católico. Todavía hoy en día, para muchos creyentes, es más fácil decirse cristiano que católico. Por muchas razones o motivos. Su connotación de retrogrado, en gran parte. Por considerar que se trata de algo íntimo y personal que no debe por qué tener visibilidad social, aunque habrá menos dificultad, o ninguna dificultad en decirse nacionalista (según donde), de izquierdas, progresista etc., etc. En otras palabras, ser católico no está en el aire del tiempo.

4. Primer avance de elementos para una hipótesis global

Durante los años del Concilio Vaticano II, los años anteriores y los inmediatos posteriores, en el interior de la Iglesia se impuso un modelo, digamos progresista, sobre otro minoritario, tradicional que se reflejó también en los propios documentos conciliares. La Iglesia estaba en ebullición, con planteamientos enfrentados. En pocos años se produce, en la cúspide de la Iglesia, un cambio radical: una serie de teólogos y pensadores católicos que habían tenido dificultades con el Santo Oficio, de pronto, se vieron reconocidos y aparecieron en Roma, durante el Concilio, como grandes asesores y redactores de algunos de los documentos que después refrendarían los obispos en el Aula Conciliar con sus votaciones.

En gran parte del catolicismo pensante de matriz progresista se vivieron aquellos años con auténtica efervescencia. Se miraba el futuro con esperanza. Se esperaba un renacer de la Iglesia y de su presencia en el mundo. Pero muy pronto, coincidiendo con la conclusión del Concilio, en 1965, se produce de forma brusca un cambio importante, una ruptura sobre lo de siempre que, sin embargo, cuesta ver, pues apunta a cambios imprevistos. Más todavía, a cambios en el sentido contrario a los previsto antes del inicio del Concilio. Algunas notas de esa ruptura serían las siguientes:

La caída en picado de las prácticas religiosas, particularmente de la eucaristía y de la confesión individual (aun me veo yendo de la escuela a la iglesia, todos a una, a confesarnos los primeros jueves de mes, de preferencia con D. Pedro, de avanzada edad, algo sordo, breve en sus prédicas y benévolo con la penitencia).

Cambios en la piedad: las novenas, las adoraciones al santísimo, los primeros viernes de mes (no puedo olvidar la iglesia llena de jóvenes en la misa de las 8.30 de la mañana en mi parroquia de Beasain), las imágenes de santos circulando de casa en casa, el rezo del rosario en familia y un largo etcétera, desaparecieron de la noche a la mañana quedando como residuos de tiempos pasados en algunos centros, como excepciones de otro modo de ver la piedad.

Cambios en las creencias religiosas empezando por la idea misma de Dios. Pasar del Jaungoikoa (El Señor de arriba) que todo lo ve, y todo lo juzga, al Dios de Jesus, amigo de los excluidos, azote de los poderosos, es un salto que no se da sin más ni más. Añádase el trastueque total que se ha vivido con el imaginario del más allá.

La reforma de la liturgia. La desaparición del latín en la misa, celebrada de cara al público, sin boato alguno (desaparecen las campanillas, no se eleva la casulla al sacerdote cuando se arrodilla en la consagración, el incensario prácticamente desaparece, la comunión se hace mayoritariamente en la mano, etc., etc.,) modifican la antropología y la psicología religiosa del creyente. Una cierta aura del más allá, de lo radicalmente otro, se difumina, quedando una celebración más pedestre, más terrenal.

La dimensión mistérica de lo religioso queda suplantada por encuentros dominicales en los que lo racional impera sobre lo emocional. Esto último fue particularmente llamativo en la suplantación de cánticos populares, ciertamente de teología del siglo XIX, con modernas composiciones que no llegaban al corazón de los fieles. Cabría también hacer un inciso al intento de misas con guitarras, flautines etc., en un intento de animar a los más jóvenes a participar en las celebraciones dominicales.
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