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La señal del amor.

Domingo, 15 de mayo de 2022
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Amistad-640x427Domingo V de Pascua

15 mayo 2022

Jn 13, 31-35

Es habitual que cada grupo trate de identificarse a través de algunos signos concretos: una bandera, un escudo, un hábito, un eslogan, un color, una actividad… En la sociedad de Jesús, los fariseos se distinguían por las filacterias de sus mantos, los esenios por vivir retirados en el desierto, los discípulos de Juan por la práctica del bautismo…

El Jesús del cuarto evangelio propone una “señal” universalmente válida, porque constituye la expresión más acertada de aquello que somos en nuestra identidad profunda. La certeza de no-separación (o no-dualidad) se plasma en la vivencia del amor. De ahí que la señal más característica de la comprensión o sabiduría sea justamente el amor desapropiado, gratuito e incondicional, que se traduce en compasión.

Se trata de una señal con validez universal, porque no nace de una creencia ni de una ideología, sino de la comprensión de lo que somos, o más aún, de la comprensión de lo que es la realidad.

No es, por tanto, una señal “religiosa” ni exclusiva de un grupo determinado, que con ella se diferenciaría de otros. Conecta con la sabiduría atemporal y señala un horizonte inclusivo, donde nadie queda fuera. Es una propuesta que propugna el final de todo sectarismo y enfrentamiento, que invita a desarrollar una mirada que sabe ver al otro en profundidad y que aboga por la fraternidad universal.

Con esta propuesta resulta fácil descubrir a Jesús de Nazaret como un hombre sabio, que sabe trascender cualquier tipo de particularismo social, cultural o religioso. No funda una “nueva religión” ni pretende poner en marcha una institución religiosa más -todo ello serán “creaciones” posteriores-, sino mostrar el camino de la sabiduría que ilumina la existencia humana y se plasma en la vivencia del amor. A partir de ahí, no resulta exagerado afirmar que Jesús no fue un hombre “religioso”, sino radical, universal y profundamente “humano”.

¿Cuál es la “señal” de mi vida?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Las palabras del papa Francisco: “Me gustaría que la Iglesia fuese un hospital de campaña”, no son una simple metáfora en nuestra diócesis.

Domingo, 15 de mayo de 2022
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imagesDel blog de Tomás Muro, la Verdad es Libre:

01.- Algunas Notas Introductorias

  • El capítulo 13 del evangelio San Juan es un regalo, es el testamento de Jesús a la comunidad cristiana: el lavatorio de los pies (servicio) y el mandamiento del amor.Estas palabras están dichas por Jesús en la despedida de sus discípulos, la víspera de su muerte. El servicio y el amor no son una norma moral, son un regalo, un don para convivir en la Iglesia y en la vida normal.
  • Jesús es el nuevo Moisés, el nuevo legislador. Pero cuando Jesús propone su ley, ya no es la del Sinaí, sino que dice: amaos. Jesús no exige unos deberes religiosos, sino que Jesús propone a los suyos: amaos unos a otros como yo os he amado, en esto conocerán que sois mis discípulos.
  • El centro de la religión es el Templo y lo que el Templo supone. El centro del Evangelio del Señor es el amor con lo que conlleva de bondad, misericordia, sanación para con el ser humano.
  • La figura de Judas es enigmática y trágica. Pero nunca digamos de nadie, nunca la Iglesia ha dicho de nadie, ni de Judas, que esté condenado.

Mejor dejamos a todos los seres humanos en los brazos de Dios Padre. También Judas, suicidado, murió en la misericordia de Dios. Todos vimos y morimos en el amor de Dios.

02.- Dios Padre de Jesús es amor, bondad. El Dios Padre de Jesús es Amor.

La experiencia fundamental de Jesús tiene su origen en Dios Padre, que es amor. Dios es amor, (1Jn 4,8).

    Nos hará bien quedarnos en esta vivencia. Es bueno que nos dejemos embargar del amor de Dios. Dios nos ama. Dios es solamente amor. Cuando tengamos experiencia de sentirnos queridos por Dios, que nos ama, podremos también nosotros amar.

Hemos recibido una tradición religiosa muy poco cristiana, porque el amor quedaba desplazado y apenas estaba presente. El pecado, la culpabilidad, la angustia, el infierno y la condenación impregnaban todo el “tejido religioso” y hacían mejor carrera que el amor de Dios. Dios era bueno muy escasamente y a duras penas. El Dios en el que hemos sido educados era justiciero, más condenador que salvador.

Con humor decía aquel cura rural que el Dios de la moral católica es muy justo, porque condena a los malos y a los buenos en cuanto se descuidan.

Quizás hayamos de olvidar todo lo que hemos aprendido de Dios, pero si sabemos y vivimos que Dios es amor, sabemos mucho acerca del Dios de Jesús.

Y el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios y cumplimos “hasta la letra pequeña” del catecismo o de la moral. Él, Dios, nos amó primero a nosotros y nos envió a su Hijo, Jesús, (1 Jn 4,8).

Lo que caracteriza la experiencia cristiana, lo más íntimo y peculiar de la vivencia cristiana es la bondad y el amor.

Cristiano somos cuando y porque hemos percibido la bondad y el amor de Dios y de los demás.

Dios es amor. (1Juan 4,8). El amor es Dios. Allá donde se vive o se intenta vivir en respeto, libertad, allá donde hay amor, está Dios.

Dios nos ama.

03.- En esto conocerán que sois discípulos míos: en que os amáis unos a otros.

    Jesús -la comunidad de Jesús- está allá donde hay un puñado de semilla de amor y bondad:

Por eso donde hay amor, Dios no está lejos,  allí está Dios.

El amor humano es sacramento de Dios, que es amor. El amor humano, el amor matrimonial es signo – sacramento del amor de Dios.

Desde la vivencia de Dios como amor, también nosotros amaremos.

Son discípulos de Jesús los padres que se quieren y aman a sus hijos, son cristianos los jóvenes que se aman y cuidan su amor. Es discípulo de Jesús quien recoge a un herido en la carretera como el buen samaritano, quien ayuda a un emigrante o no emigrante que pasa por la vida. Es discípulo de Jesús quien sabe perdonar. Es cristiano quien va buscando y sembrando criterios de paz y de convivencia. Amar significa en ocasiones no airear pecados de otros y, mucho menos, levantar calumnias. Amar y ser cristiano es dar limosna, dejar paso a otras personas e ideas, crear, cultivar la amistad y el amor. Amar es respetar, saber escuchar y dialogar

Nos conocerán que somos cristianos por lo que amamos. No nos conocerán por los ritos que celebramos, ni por la moral que intentamos meter a capa y espada; ni nos conocerán por el esplendor del Templo. El DNI cristiano, la identidad cristiana no está en el clerygman, ni en la absolución individual, ni en comulgar en la boca con genuflexión previa, ni en las insignias episcopales, sino que nuestro ADN cristiano es el amor: en eso os conocerán que sois discípulos míos.

04.- Una ética desde la persona humana.

El amor para con el otro, hacia el prójimo es querer, apreciar al ser humano en cuanto valor absoluto.

El ser humano, toda persona humana, es digna de ser respetada y considerada en sí misma. Toda persona humana merece aprecio, estima y respeto en su vida, en su modo de pensar y de entender la vida. La persona humana es un valor absoluto.

Posiblemente la persona humana sea el punto de convergencia ética de creyentes y no creyentes. El ser humano es un valor absoluto en sí mismo.

Fijémonos que Cristo descarta de su vida el poder eclesiástico y político, el dinero y la raza, la nación, el sexo, incluso la ley. Jesús entiende que la persona es anterior y más importante que la ley.

Estamos a la espera del nombramiento de un nuevo obispo para nuestra diócesis. ¿Ha de ser muy inteligente? ¿Progresista? ¿Conservador? ¿nacionalista español o vasco? Me parece a mí que nos basta con que sea “buena gente” y ame al pueblo. Dada la situación de nuestra diócesis, las palabras del papa Francisco: “Me gustaría que la Iglesia fuese un hospital de campaña”, no son una pura metáfora en nuestra diócesis. Que el obispo que haya de venir, no venga a poner orden y concierto, que no venga con la “lección de lo que tiene que hacer” ya sabida. Mucho será que sea buena persona y venga a “sanar los corazones afligidos”

 

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“No separarnos de Jesús”. 5º Pascua – B (Juan 15,1-8)

Domingo, 2 de mayo de 2021
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821289_editada-200x300La imagen es sencilla y de gran fuerza expresiva. Jesús es la «vid verdadera», llena de vida; los discípulos son «sarmientos» que viven de la savia que les llega de Jesús; el Padre es el «viñador» que cuida personalmente la viña para que dé fruto abundante. Lo único importante es que se vaya haciendo realidad su proyecto de un mundo más humano y feliz para todos.

La imagen pone de relieve dónde está el problema. Hay sarmientos secos por los que no circula la savia de Jesús. Discípulos que no dan fruto porque no corre por sus venas el Espíritu del Resucitado. Comunidades cristianas que languidecen desconectadas de su persona.

Por eso se hace una afirmación cargada de intensidad: «El sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid»: la vida de los discípulos es estéril «si no permanecen» en Jesús. Sus palabras son categóricas: «Sin mí no podéis hacer nada». ¿No se nos está desvelando aquí la verdadera raíz de la crisis de nuestro cristianismo, el factor interno que resquebraja sus cimientos como ningún otro?

La forma en que viven su religión muchos cristianos, sin una unión vital con Jesucristo, no subsistirá por mucho tiempo: quedará reducida a folklore anacrónico que no aportará a nadie la Buena Noticia del evangelio. La Iglesia no podrá llevar a cabo su misión en el mundo contemporáneo si los que nos decimos «cristianos» no nos convertimos en discípulos de Jesús, animados por su espíritu y su pasión por un mundo más humano.

Ser cristiano exige hoy una experiencia vital de Jesucristo, un conocimiento interior de su persona y una pasión por su proyecto que no se requerían para ser practicante dentro de una sociedad de cristiandad. Si no aprendemos a vivir de un contacto más inmediato y apasionado con Jesús, la decadencia de nuestro cristianismo se puede convertir en una enfermedad mortal.

Los cristianos vivimos hoy preocupados y distraídos por muchas cuestiones. No puede ser de otra manera. Pero no hemos de olvidar lo esencial. Todos somos «sarmientos». Solo Jesús es «la verdadera vid». Lo decisivo en estos momentos es «permanecer en él»: aplicar toda nuestra atención al evangelio; alimentar en nuestros grupos, redes, comunidades y parroquias el contacto vivo con él; no apartarnos de su proyecto.

José Antonio Pagola

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“El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.” Domingo 02 de mayo de 2021. Domingo quinto de Pascua

Domingo, 2 de mayo de 2021
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31-PascuaB5 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 9,26-31: Les contó cómo había visto al Señor en el camino.
Salmo responsorial: 21: El Señor es mi alabanza en la gran asamblea.
1Juan 3,18-24: Éste es su mandamiento: que creamos y que amemos.
Juan 15,1-8: El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.

Para entender bien este texto es necesario saber que tanto la vid (o las uvas) o como la higuera (o los higos) son símbolos del pueblo de Dios en el AT. Así, el profeta Oseas (9,10), refiriéndose al pueblo, dice: “Como uvas en el desierto encontré a Israel, como breva en la higuera descubrí a vuestros padres”. Jeremías (24,1-10) cuenta una visión con estas palabras: “El Señor me mostró dos cestas de higos… una tenía higos exquisitos, es decir, brevas; otra tenía higos muy pasados, que no se podían comer”. Los higos exquisitos aparecen como figura de los desterrados fieles a Dios; los «muy pasados que no se podía comer» son figura del rey, sus dignatarios y el resto de Jerusalén que han quedado en Palestina o residen en Egipto (v. 8).

Pero tanto la vid (que da agrazones en lugar de uvas) como la higuera (abundante en hojas, pero sin frutos) son figura del pueblo judío y de sus gobernantes, que no se han mantenido fieles a Dios. El fruto que Dios esperaba de Israel era el cumplimiento de las dos exigencias fundamentales de la Ley: el amor a Dios y el amor al prójimo como a sí mismo (12,28-31). Practicar ese amor, encarnado, según Is 5,7 (cf. Mc 12,1-2), en la justicia y el derecho, era la tarea preparatoria de la antigua alianza en relación con el reinado de Dios prometido. Sin embargo este pueblo no ha dado los frutos deseados a lo largo de la historia. Así Jeremías (8,4-13), después de constatar la corrupción de Jerusalén, que, a pesar de todo, se gloría de la Ley, termina descorazonado diciendo: «Si intento cosecharlos, oráculo del Señor, no hay racimos en la vid ni higos en la higuera».

El texto completo de este pasaje del profeta ilumina el sentido de la esterilidad: “Así dice el Señor: «¿No se levanta el que cayó?, ¿no vuelve el que se fue? Entonces, ¿por qué este pueblo de Jerusalén ha apostatado irrevocablemente? Se afianza en la rebelión, se niega a convertirse. He escuchado atentamente: no dice la verdad, nadie se arrepiente de su maldad diciendo: «¿Qué he hecho?». Todos vuelven a su extravío… mi pueblo no comprende el mandato del Señor. ¿Por qué decís: «Somos sabios, tenemos la Ley del Señor»?, si la ha falsificado la pluma falsa de los escribanos… Del primero al último sólo buscan medrar; profetas y sacerdotes se dedican al fraude”.

Semejante es el lamento de Miq 7,1ss: “¡Ay de mí! Me sucede como al que rebusca terminada la vendimia: no quedan uvas para comer, ni brevas que tanto me gustan”. La decepción del profeta proviene de que los piadosos y justos han desaparecido de la tierra y todos cometen malas acciones. A la higuera-Israel la conmina Jesús en el evangelio de Marcos de este modo: «Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti».

No le lanza una maldición que le desee directamente la muerte o algún mal.

Jesús no expresa odio o aborrecimiento hacia la higuera-institución. De hecho, no le dice: “No produzcas fruto”, ni tampoco anuncia que no encontrarán fruto en ella, condenándola a la esterilidad. Le dice: “Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti”. Expresa así Jesús el deseo vehemente de que ninguna persona, judía o no, recurra para su alimento-vida a la higuera-institución o dependa de ella; quiere que la humanidad repudie su doctrina y su ejemplo; que nadie busque nada en ella ni acepte nada de ella; que quede aislada al margen de la sociedad humana, y termine así su papel histórico.

El juicio tan tajante de Jesús sobre el templo y la institución, que los presenta como el prototipo de lo aborrecible, se debe a que ésta ha sido infiel a la misión que Dios le había asignado, en dos aspectos diferentes que serán explicitados en la perícopa siguiente: hacia fuera ha traicionado el universalismo que debía encarnar, y hacia dentro del pueblo se ha convertido en instrumento de explotación.

Con ello, siendo la institución judía con el templo la única representante en la tierra del verdadero Dios, deforma su imagen, convirtiéndolo en un Dios particularista y legitimador de la injusticia. Apaga así el faro que debía iluminar a la humanidad y cancela todo horizonte de esperanza. Es el juicio del Mesías sobre las instituciones de Israel. Constata el fracaso de la antigua alianza y, por su parte, declara el fin de la misión de Israel en la historia.

Como se ve, las palabras de Jesús no tendrán efecto más que si los cada uno siguiendo su deseo, renuncia a buscar alimento en la higuera, es decir, si dejan de profesar la ideología que la institución propone o las ventajas que procura la adhesión a ella. El cumplimiento de estas palabras, depende de la opción libre de los seres humanos.

Frente a aquel pueblo que había sido infiel a Dios a lo largo de la historia, Jesús funda un nuevo pueblo, una comunidad humana nueva, verdadero pueblo de Dios, cuya identidad le viene de la unión con Jesús, que le comunica incesantemente el Espíritu, y el fruto de su actividad depende de ella.

La vid o la viña es el símbolo de Israel como pueblo de Dios (Sal 80,9; Is 5,1-7; Jr 2,21; Ez 19,10-12). La afirmación de Jesús se contrapone a esos textos; no hay más pueblo de Dios (vid y sarmientos) que la nueva humanidad que se construye a partir de él (la vid verdadera, cf. 1,9: la luz verdadera; 6,32: el verdadero pan del cielo). Como en el AT, es Dios, a quien Jesús llama su Padre, quien ha plantado y cuida esta vid.

Advertencia severa de Jesús, que define la misión de la comunidad. Él no ha creado un círculo cerrado, sino un grupo en expansión: todo miembro tiene un crecimiento que efectuar y una misión que cumplir. El fruto es el hombre nuevo, que se va realizando, en intensidad, en cada individuo y en la comunidad (crecimiento, maduración), y, en extensión, por la propagación del mensaje, en los de fuera (nuevo nacimiento). La actividad, expresión del dinamismo del Espíritu, es la condición para que el hombre nuevo exista.

El sarmiento no produce fruto cuando no responde a la vida que recibe y no la comunica a otros. El Padre, que cuida de la viña, lo corta: es un sarmiento que no pertenece a la vid.

En la alegoría, la sentencia toma el aspecto de poda. Pero esa sentencia no es más que el refrendo de la que cada uno se ha dado: al negarse a amar y no hacer caso al Hijo, se coloca en la zona de la reprobación de Dios (3,36). El sarmiento que no da fruto es aquel que pertenece a la comunidad, pero no responde al Espíritu; el que come el pan, pero no se asimila a Jesús.

Quien practica el amor tiene que seguir un proceso ascendente, un desarrollo, hecho posible por la limpia que el Padre hace. Con ella elimina factores de muerte, haciendo que el discípulo sea cada vez más auténtico y más libre, y aumente así su capacidad de entrega y su eficacia. Pretende acrecentar el fruto: en el discípulo, fruto de madurez; en otros, fruto de nueva humanidad.

El sarmiento no tiene vida propia y, por tanto, no puede dar fruto de por sí; necesita la savia, es decir, el Espíritu comunicado por Jesús. Interrumpir la relación con él significa cortarse de la fuente de la vida y reducirse a la esterilidad. Leer más…

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Dom 2.5.21. Yo soy la Vid: Somos sarmientos y savia unos de otros

Domingo, 2 de mayo de 2021
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84901E38-7894-4225-AC8C-4F17978B43F8Del blog de Xabier Pikaza:

El domingo anterior Jesús decía “Soy el buen/bello pastor” (Jn 10). Este domingo “Soy la vid…” (Jn 15). Quien habla así no  es Jesús de la historia, sino el Cristo pascual, que el evangelio de Juan ha interpretado como presencia y vida de Dios en/para los hombres.

El Dios del AT decía “soy el que soy” (Yahvé: Ex 3, 13), y en él vivimos todos, unos en y con los otros. En nombre de Dios, como signo y presencia de su Vida, Jesús resucitado dice: “Yo soy la vid…”, vinculando en su vida a todos los humanos, empezando por los pobres y excluidos, los que él han vivido y ha muerto.

En Cristo formamos todos “una misma vid”, árbol de vida universal, y así respiramos el mismo aire/espíritu de vida, y  compartimos todos una misma savia, en la Vid/Viña de Dios.

Esto es algo que siempre hemos sabido, pero que ahora (en tiempos de Covid 19) lo sabemos mejor, por las mascarillas  y el riesgo de “aire contaminado”. Todos dependemos unos de los otros.

Éste es el tema del evangelio de hoy: La savia de la Vid/Viña de vida  es “cristo”: O compartimos todos esa savia o morimos sin remedio.  

Evangelio: (Jn 15, 1-8).

 [1. Vid de Dios ] Yo soy la Vid verdadera, y mi Padre el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé fruto más pleno. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado.

 [2. Árbol de vida, vida compartida]  Permaneced en mí, como yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.

 [3. Vid múltiple, sarmientos] – Yo soy la vid; vosotros los sarmientos.quien permanece en mí y yo en él, da mucho fruto; pues sin mí no podéis hacer nada. Quien no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca…  Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis.La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos…. Jn 15, 1-8)

Esta es una alegoría histórica, que presenta a Jesús como Vid, cumplimiento de la esperanza israelita: templo de Dios, fuente de vino, árbol de vida. Por eso, he comenzado diciendo que la viña pertenece al Padre (Apartado 1º), verdadero Viñador: por fin ha plantado una Viña que logra dar fruto por siempre (cf. Is 5, 1-2; Mc 12, 1). Dios no es simplemente “vida” de todos los hombres, es vida que todos los hombres comparten (pues forman una única Vida, un árbol de vida)

Esta es una alegoría cristológica, forma parte de la “controversia” del evangelio de Juan con otros grupos judíos.   Para los judíos “rabínicos” la viña es Israel, como saben dos textos esenciales del AT: Canto de la Viña de Is 5 y el Salmo de la la historia (Sal 80, 9-12). Sin negar ese principio “bíblico”, el evangelio de Juan identifica la Vid con Jesús, a quien toma como “vida universal de Dios”, Dios mismo hecho árbol de vida, de gozo y abundancia, donde todos los hombres y mujeres se encuentran implicados, pues respiran un mismo airé (sin mascarillas), comparten una misma savia. Jesús no es sólo ya un hombre aislado, sino la “humanidad universal”, el Cristo, y así aparece como árbol abundante, sagrado, cuya vida es vida de todos.

Ésta es una alegoría eclesial y social (eucarística). La Vida de Jesús (árbol de vida), está centrada y simbolizada en Jesús,  pero  en un Jesús que no se aísla sino que, siendo él, es (somos) todos, compartiendo una misma “savia”. Jesús-Vid universal es la “vida-savia” de Dios compartida por todos, pues todos somos “sarmientos-ramas-hojas-uvas”, los unos de los otros.  Ciertamente, los sarmientos nada pueden sin la savia central de Vid, sin ella mueren.  Pero Vid somos todos en Cristo, una vida compartida, que pasa de unos con otros, un cuerpo de gozo, savia común, que sólo es nuestra en la medida en que la recibimos, la damos, la compartimos.   S

‒ Es una alegoría  cumplida en Jesús.  Los judíos la conocían bien, y así hablaban de la “Vid-Israel”, un pueblo entre otros pueblos (cf. Is 5, 1-2; Sal 80), un pueblo que en un momento dado (cf. Mc 12, 1ss) ha querido conservar su savia y vida sólo para sí. La vida no puede extenderse a todos. Pues bien, Jesús ha querido compartir su savia con todos, rompiendo (cumpliendo…) los límites del Israel sagrado. Por eso le han matado.

‒ Es alegoría profética, mesiánica: ¿Cómo se puede lograr una viña-universal, con savia para todos? El evangelio de Juan responde: Eso sólo lo pudo hacer en un hombre como Cristo, presencia de Dios para todos, que no reserva nada para sí, sino que lo da y lo comparte…. Esta es la vida-vid de Dios, este es el Cristo,  en él todos pueden compartir la vida de Dios.  Por eso él ha podido decir: Yo soy la vida, Dios en vosotros.

‒ Ésta es alegoría  abierta al futuro. No es una palabra de “iglesia aislada del mundo”, sino una palabra “universal”: Viviendo en (como) Jesús, todos podemos formar parte de un mismo “árbol” de vida, sin expulsar a nadie.  Esta “vid” es Cristo, pero no un Cristo por encima, para algunos, sino en para todos, con todos, desde los últimos (enfermos, expulsados sociales). Ciertamente, los sarmientos nada pueden sin la Vid, no tienen savia para vino. Por su parte, Vid tampoco puede extenderse jubilosa por la tierra, dando frutos de abundancia sin sarmientos, y de un modo especial, sin los sarmientos que parecen más inútiles.

AMPLIACIÓN 1. EN TIEMPOS DE COVID 19: COMPARTIMOS UNA ÚNICA VIDA

  1. Éste es una alegoría para tiempos de covid 19:O la “savia” de la “vacuna” de la vida pasa a toda la vid o el árbol se pudre.
  2. Los que quieren tener (mantener para sí) su propia “savia” se pudren y mueren. Pueden mantenerse en apariencia por un tiempo, pero pronto se secan. Sólo allí donde la “savia” de la vida/vid se regala y comparte puede haber vida y resurrección.

AMPLICACIÓN 2.  CRISTO AMPELOS,  ÁRBOL DE PORFIRIO Y ÁRBOL DE LA CÁBALA

Éste signo del “árbol” de la vida ha sido evocado también en otras religiones, de oriente y occidente. Yo mismo escribí un libro de religiones comparadas  (Grandes religiones) y le puse como cubierta un árbol, que puede ser el de Gernika, el del Tao, la higuera de Buda en Benarés, la Vid de Cristo.

              Ése se un signo ecológico y místico, religioso y social, un signo del que quiero ofrecer aquí tres imágenes/iconos fundamentales.

  1. Cristo Ampelos

Ampelos es “vid” en Griego. Éste es el icono clásico de la Iglesia cristiana de Oriente y Occidente (que se puede comparar también con el Árbol de Jesé…). Es un icono espléndido. Pero tiene para mi cierta “limitación”, pues en general se aplica a la iglesia jerárquica: Los sarmientos/ramas de ese Cristo-Vid son ante todo apóstoles y dignatarios de Iglesia; me hubiera gustado que se pusieran (también y sobre todo) los sarmientos/hojas/uvas de los cojos-mancos-ciegos, hambrientos, extranjeros, enfermos y expulsados, que son el árbol y rebaño de Jesús según Mt 25, 31-46

  1. El árbol de Porfirio

Fue un filósofo neoplatónico, de la línea de Plotino que organizó toda la realidad en forma de “árbol ontológico”, poniendo de relieve la vinculación “jerárquica” entre  todos los seres cósmicos, de Dios al ser humano. Es una imagen muy importante,  pone de relieve el “parentesco” de todas las realidades, pero le falta la concreción del hombre histórico, la mediación específica de la vida personal , como amor y entrega de unos a otros en la vida de Jesús.

3.El árbol de las sefirots

Es quizá el más importante de los símbolos del “árbol” de la realidad (de la vida de Dios), elaborado desde el judaísmo, por la cábala hispano-judía del siglo XI-XIII.  Es el “árbol” de los poderes que brotan de lo divino y que constituyen la esencia de la realidad tal como se expresa a través de los “atributos” de Dios,  desarrollados en el conjunto del AT (especialmente en los Salmos) y en todo el judaísmo posterior.

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El labrador, la vid y los sarmientos. Domingo 5º de Pascua. Ciclo B.

Domingo, 2 de mayo de 2021
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Yo-soy-la-vid1-1024x965Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

 

El labrador, la vid y los sarmientos

Para captar la originalidad del evangelio conviene recordar otras referencias a la vid en el Antiguo Testamento. Un salmo compara al pueblo de Israel con una vida pequeña, que Dios trasplanta a la tierra de Canaán, donde crece de manera espléndida y extiende sus pámpanos hasta el Gran Río (el Éufrates). Alude al imperio davídico. Pero llega un momento en que la vid se ve asaltada, pisoteada y destruida por los pueblos vecinos y los grandes imperios. ¿Por qué ha ocurrido esto? Una canción de Isaías ofrece la respuesta: la vid, que ha recibido inmensos cuidados por parte del labrador, en vez de dar uvas da agrazones. Pasando de la imagen a la realidad, Dios esperaba de su pueblo justicia y bondad y encontró malicia y maldad.

            En el evangelio, la imagen cambia profundamente. La vid no es el pueblo, sino Jesús. Y adquieren un protagonismo inesperado los sarmientos, nosotros.

            En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

         Este pasaje se conoce como «la parábola de la vid y los sarmientos». Título erróneo, porque no tiene en cuenta al protagonista principal, el labrador, que es quien poda, arranca y tira los sarmientos que no dan fruto. Y más bien que parábola es una fábula, donde los protagonistas son animales o plantas que pueden hablar y actuar. En este caso, los protagonistas secundarios, los sarmientos, no hablan, pero sí actúan. Algunos deciden mantenerse unidos a la vid, y dan fruto abundante. Otros deciden independizarse, cortar la relación con la vid, y dejan de dar fruto. (La imagen de unas ramas en movimiento, en este caso alejándose del tronco, recuerda la fábula de Yotán, que comienza: «Se pusieron en marcha los árboles para elegirse un rey»).

        El enfoque del evangelio, insistiendo en la idea de permanecer en Jesús, se comprende recordando un episodio de Lucas. En la aparición a los discípulos de Emaús, estos terminan pidiéndole: «Quédate con nosotros, Señor». En Juan cambia la perspectiva. Es Jesús quien nos dice: «Permaneced en mí». Es muy distinto «quedarse con» y «permanecer en», aunque parezcan lo mismo. Lo segundo habla de mayor intimidad, como la de un niño en el seno de su madre.

          El título habitual subraya la importancia de la vid. Y en parte lleva razón: de estar unidos a ella o separados de ella depende el futuro de los sarmientos. Pero la vid no hace nada. Simplemente está ahí. Todas las acciones las realizan el labrador o los sarmientos. Enfoque curioso, que nos obliga a reflexionar sobre la importancia de Dios Padre en la vida del cristiano; y el papel fundamental de Jesús, aunque a veces tengamos la impresión de que no hace nada en nuestra vida.

1ª lectura:  la viña y la poda de Dios(Hechos de los Apóstoles 9, 26-31)

      Aunque no tenga relación ninguna con el evangelio, el texto de los Hechos se puede leer como una concreción del mismo. El final nos dice cómo la vid, la comunidad cristiana, se extiende y fructifica. Y la primera parte, la que trata de Pablo, recuerda lo que dice la fábula a propósito del labrador: «a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto». Podar es cortar, herir al árbol, despojarlo de algo que le ha costado tiempo y esfuerzo producir. Pero el campesino lo hace para que esté más sano y fuerte. Eso es lo que hace Dios con Pablo.

En aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo. Entonces Bernabé se lo presentó a los apóstoles. Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado públicamente el nombre de Jesús. Saulo se quedó con ellos y se movía libremente en Jerusalén, predicando públicamente el nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los judíos de lengua griega, que se propusieron suprimirlo. Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso.

         Después de su conversión, Pablo podría esperar que lo recibieran muy bien en Jerusalén. Pero ocurre algo muy distinto: no se fían de él, lo rehúyen, hasta que Bernabé lo presenta a los apóstoles. Cuando comienza a predicar, los judíos de lengua griega intentan eliminarlo y debe huir a Tarso. En realidad, toda la vida de Pablo fue una gran poda, una vida llena de persecuciones y sufrimientos. Pero a través de ellos se convirtió en el mayor de los apóstoles. Dio mucho fruto. Una buena enseñanza para los que quisiéramos que todo nos fuera bien en la vida, sin ningún tipo de dificultades.

2ª lectura: cómo permanecer unidos a la vid (1ª carta de Juan 3,18-24)

        El evangelio insiste en la necesidad de que el sarmiento esté unido a la vid. La segunda lectura nos indica el modo concreto de mantener la unión.

Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.

       El texto, como es habitual en Juan, resulta complicado y mezcla diversos temas: el amor falso y el verdadero, el complejo de culpabilidad, la confianza en Dios, la observancia de los mandamientos, la fe en Jesús y el amor mutuo, la permanencia en Dios y el don del Espíritu. Siguiendo la metáfora del evangelio, es una vid demasiado frondosa que conviene podar. Bastaría recordar que amar de verdad y con obras equivale a creer en Jesús y amarnos unos a otros. Esa es la forma de permanecer unidos a la vid y la única garantía de que daremos fruto como cristianos.

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5º Domingo de Pascua. 02 Mayo 2021

Domingo, 2 de mayo de 2021
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«Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.»

(Jn 15, 1-8)

Bella imagen de la vid, es una alegoría llena de vida resucitada. Es la imagen de la unión entre Jesús y nosotr@s. ¿Qué vid existe sin sarmientos? ¿Qué Dios vive sin entregar lo que es a quien está unid@ en Él?

En este texto lo primero que salta a la vista es que la vid y los sarmientos son parte de la propia vid. No son dos vides con antagonismo entre la propia vid y el sarmiento, ni son lo mismo, que sería un monismo.

La vid y los sarmientos son diferentes, pero no existen separados. Es decir, las formas separan, porque son lo que  vemos con nuestra mente. Pero sin la proyección mental, entrando en la profundidad de la contemplación, las formas no existen, contemplamos la esencia, lo que es, y entonces no son dos cosas distintas, sino una, con diferencias, que es la auténtica maravilla.

Tanto la física cuántica, como la visión transpersonal nos hablan de que todo está interrelacionado. Nada existe separado, y esto nos lo relata el Evangelio.

El sarmiento no puede dar fruto de por sí”. “ Yo soy la vid , vosotros los sarmientos, el que permanece en mí y yo en él ese da fruto abundante.” «Permaneced unid@s a mi como yo lo estoy a vosotr@s”.

En la misma línea, si Dios es Amor, ¿cómo puede el Amor vivir sin amor y el amor sin Amar? Nuestro Dios es un Dios Trinitario, diferentes maneras de amar, pero el Amor es solo uno. Somos un@ en Dios.

Esto no lo “entendemos” con nuestra mente discursiva, analítica, sino con la inteligencia del corazón, que es la que comprende con las entrañas en un silencio que se hace a veces denso, hasta llegar a ser transparente. Es entonces cuando se abren las compuertas del ser y se descubre la vida entretejida y conectada al AMOR, a la Vid.

Oración

Resucítanos a la nueva comprensión de la alteridad del amar para que seamos un@ en el Amor.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Lo esencial es la Vida que atraviesa y unifica la raíz, la cepa y el sarmiento.

Domingo, 2 de mayo de 2021
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vid1Jn 15, 1-8

Estamos en el comienzo del capítulo 15 del evangelio de Jn, incluido en el larguísimo discurso de despedida que Jn pone en boca de Jesús después de la cena. En esta parte del discurso se habla de la comunidad y su misión en el mundo. Se insiste en que la Vida de Dios debe atravesar a cada miembro para que sea posible el amor que se debe manifestar en obras. La división en partes de los organismos vivos siempre es inadecuada. Toda la vid es un único ser vivo. Para producir frutos necesita de los tres elementos: raíz, cepa y sarmientos.

El simbolismo de la viña es muy frecuente en el AT. Pero no es tan frecuente la imagen de la vid. Además, el sentido que le da Juan es completamente original. El doble aspecto, una misma vivencia individual y una proyección a los demás, es la clave de la experiencia pascual. La Vida de Dios, la de Jesús y la de los discípulos es la misma. Aunque no se nombra expresamente, la Vida sigue siendo el centro del discurso.

Hay que tener en cuenta que la vid es una de las plantas que no produce fruto de provecho si no se poda severamente. Su capacidad de echar follaje es tan grande que, si no se le aplican fuertes correctivos, se le va toda la fuerza en tallos y hojas. La poda se realiza en dos etapas. La primera se hace antes de que brote y consiste en eliminar casi todos los sarmientos del año anterior, dejando solo los más vigorosos, y de estos, una parte mínima (dos o tres nudos). La segunda se hace sobre los pámpanos, eliminado todos los tallos que no llevan fruto e incluso desmochando los que lo llevan.

Yo soy la vid verdadera. Detrás del símbolo de la vid se esconde todo un mundo de sugerencias. Se trata de un ser vivo que se manifiesta a través de elementos distintos, pero unificados por una realidad que los trasciende, la vida. Una vez más es la Vida el centro del discurso. Todo el que se adhiere a Jesús forma parte de la misma vid; forma una comunidad viva que fructifica. En el AT es frecuente que la viña sea improductiva.

Mi Padre es el labrador. Como en el AT, es el Padre quien la ha plantado y la cuida. Pero hay que tener cuidado a la hora de interpretar este aspecto. Jesús nunca se propone como centro de su mensaje. Él predica el Reino que es Dios. Nunca se interpone entre Dios y el ser humano. Jesús nos dice que lo que Dios es para él, lo es también para cada uno de los hombres. No pensemos que Jesús es más que el Padre. La alusión al Padre labrador expresa la preocupación y el interés porque que los sarmientos den fruto.

Todo sarmiento que en mí no lleva fruto, lo elimina, y a todo el que produce fruto, lo poda, para que dé más fruto. ¡Ojo a este párrafo! Tenemos un juego de palabras muy curioso: “airei” no significa cortar ni arrancar sino abolir, quitar. “kathairei” no significa podar sino limpiar, purificar. Ni uno ni otro verbo se suelen utilizar para designar tareas agrarias. Al emplearlos nos fuerza a ir más allá del primer significado. El versículo siguiente nos ayuda a salir del error de interpretación: Vosotros estáis ya limpios por el mensaje que os he comunicado. “Limpios” tampoco tiene nada que ver con la pureza legal que se consigue por rituales. Para Juan el único pecado es la opresión. Como ellos han salido de ese ámbito, se han liberado del pecado.

No debemos entender estos versículos como si Dios actuara en nosotros desde fuera y mecánicamente. Para Jesús, Dios es la savia, la Vida que se comunica a toda la vid. Jesús es el primer sarmiento que vivió plenamente de esa savia divina. No debemos confundir al hombre Jesús con el Dios cristiano, sino como el primer cristiano que, haciendo suya la misma Vida de Dios, nos ha indicado la manera de alcanzar la verdadera plenitud humana. El mensaje de Jesús consiste en que todos vivamos esa Vida divina.

Ni cada individuo ni la comunidad deben considerarse entes estáticos, tienen que dar fruto. Sarmiento improductivo es el que pertenece a la comunidad pero no responde al Espíritu. Incluso el que produce fruto tiene que seguir un proceso que no acaba nunca. Solo el don total de sí mismo permitiría alcanzar la meta. La posesión del Espíritu es un dinamismo que no se detiene nunca. El producir fruto no hace referencia a una moralidad.

El sarmiento no tiene vida propia, necesita recibir la savia de la cepa. La ausencia de fruto delata la falta de unión con Jesús. La presencia de fruto manifiesta que la savia-Vida está llegando al sarmiento. Ni la Vid sin sarmientos puede producir frutos, ni los sarmientos separados de la cepa. Los frutos se alcanzan por la unidad de ambos. Esa unión con Jesús no es algo automático, ni ritual, ni externo; exige la actualización constante por parte del discípulo. Cada individuo y cada comunidad tienen que estar constantemente eliminando todo aquello que le impida llegar a la identificación con Jesús.

Existe una fuerte tendencia a equiparar el “producir fruto” con las buenas obras. En Jn no se hace ninguna distinción entre ser y obrar. Adherirse a Jesús es inseparable de producir el fruto que esa adhesión conlleva, pero el fruto no son directamente las obras, sino la Vida-amor, que necesariamente se manifestará en obras. De esta manera queda erradicado el peligro de creer que son las obras las que me llevan a la identificación con Jesús. Solo la Vida-Amor nos hace ser uno con Jesús y nos capacita para obrar.

Porque sin mí, no podéis hacer nada. Por activa y por pasiva repite una y otra vez la misma idea. El sarmiento que es una sola vida con la cepa produce fruto y hace que la vid sea capaz de dar fruto. El que está separado, no sirve para nada porque no tiene vida. Se trata de participar de la misma Vida de Jesús, que es la del Padre. Recordad: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el padre; del mismo modo el que me coma vivirá por mí”. Estar unido, comer a Jesús es comprometerse con él y participar de su misma Vida. De la misma manera alejarse de Jesús es garantizarse la esterilidad y la muerte.

En esto se ha manifestado la gloria de mi Padre, en que hayáis comenzado a producir mucho fruto por haberos hecho discípulos míos. En este versículo queda claro que no pueden ser palabras pronunciadas por Jesús en la última cena. Los discípulos no comenzaron a dar frutos hasta después de la experiencia pascual. Solo entonces descubrieron al verdadero Jesús y lo vivieron de verdad. No son palabras de Jesús, sino palabras de la comunidad sobre Jesús. Si no hacemos esta composición de lugar, no habrá manera de dar un auténtico sentido al evangelio de Juan.

El domingo pasado se hablaba de un solo rebaño, hoy nos habla de una sola vid. Jesús y los discípulos constituyen una sola realidad viva. Ser vid significa estar unido no solo a Jesús y a Dios, sino a los demás sarmientos. Si me separo de otro sarmiento que está unido a la vid, me tengo que separar de la vid. Esa es la experiencia pascual que tiene que continuar hoy en nosotros. Todos participamos de la misma Vida de Dios que descubrimos gracias a Jesús. La Vida es una sola; al participar de ella tomamos conciencia de que formamos una unidad con todos los hombres, con todo el cosmos y con Dios.

Meditación

En el centro de mi ser esta la fuente de Vida.
En el orden del Espíritu, todo es Uno.
La aparente diversidad es una ficción de la mente.
Si consigo trascender el mundo de las apariencias,
me encontraré en la inmensidad del Ser.
En mi verdadero ser, la armonía y la unidad son absolutas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La vid y los sarmientos.

Domingo, 2 de mayo de 2021
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echar-raicesSea lo que sea que puedas hacer, empiézalo. La audacia contiene genio y poder”. (Goethe)

29 de abril. V domingo de Pascua

No creo que podamos corregir nada en el mundo exterior si, previamente, no lo hemos corregido en nosotros (Etty Hillesum)

Domingo V de Pascua

Jn 15, 1-8

-Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: quien permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; pues sin mí no podéis hacer nada.

El Evangelio nos presenta las obras más destacadas de la vida de Jesús. El ballet Caravaggio del coreógrafo Mauro Bigonzetti, las de Jesús y Michelangelo Merisi. Su escenografía, imágenes y música, nos muestra una línea argumental biográfica que nos ilustra y recrea con los cuadros del profeta de Nazareth y del ilustre pintor barroco.

Ambos personajes –profeta y pintor- se oponen a las repeticiones formales de un cierto legalismo manierista (uno en la Religión, otro en el Arte) para hacerlos más veraces, más naturales, más próximos a su tiempo. Y ambos, igualmente, lucharon para que el público participara en la acción de sus cuadros como si estuviera presenciando la escena en vivo y en directo.

-El pintor italiano de Porto Ércole lo sugiere con brillantez cromática en La vocación de San Mateo, -Iglesia de San Luis de los Franceses, en Roma- o en La crucifixión de san Pedro, en Santa Maria del Popolo. En la vocación del celoso recaudador de impuestos, resuena la voz casi imperativa de Jesús –¡Ven!– invitándole a unirse a la vid como sarmiento. En la crucifixión de Pedro, pidiendo que su cruz fuera puesta al revés de la de su maestro, que se entristeció cuando Jesús le preguntó por tercera vez Pedro, ¿me amas? (Jn 21, 17) después de haberse arrojado al agua para abrazarle y decirle Te quiero más que a mi vida.

Solo unidos a la cepa producen frutos los sarmientos. La vida surge de la vida, decían los antiguos.  Y únicamente de este modo el ser humano alcanza su plenitud. La que San Juan propone en el Apocalipsis 21, 1-2: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva porque el primer cielo y la primera tierra ya pasaron. Viktor Frankl la ve con ojos de psiquiatra y afirma que “Plenitud significa la integración de lo somático, psíquico y espiritual. No resulta exagerado afirmar que esta plenitud tripartita es la que hace al hombre un ser completo“.

En su primera epístola Juan, el que apoyó su cabeza -él que estuvo entroncado- en el pecho de Jesús, nos dice con inusitada ternura cómo conseguirlo: Hijitos, no amemos de palabra y con la boca, sino con obras y de verdad (1Jn 3, 18). Solo quien obra como Jesús puede considerarse unido a él.

El Convoy es una película británico-estadounidense dirigida por Sam Peckinpah en 1978. Un trágico relato de una joven holandesa de origen judío –Etty Hillesum- que morirá en Auschwitz, de la que uno de los protagonistas dice: “Para ella, como para mí, no basta tener el cerebro repleto de teorías. Hay que tenerlas en las venas y vivirlas de verdad. Benedicto XVI la recordaba el 13 de febrero de 2013 citando palabras de su Diario escrito en 1947: “Vivo constantemente en intimidad con Dios”.

La fuente de energía que hace crecer y madurar las uvas se halla en la vid: cepa, sarmientos y uvas (Jesús, individuo, comunidad). Sin esa estrecha conexión con ella, el fruto no se puede mantener con vida. Es patente que el desafío está hoy en manos de los sarmientos. Así lo entiende Etty cuando en otra página escribe: “No creo que podamos corregir nada en el mundo exterior si, previamente, no lo hemos corregido en nosotros”.

El jesuíta de origen húngaro, Franz Jalics, nos señala lo que tenemos que hacer para mantener la vida en los sarmientos: La vid hace que los frutos crezcan si los canales están abiertos. Los sarmientos no tienen que llevar por sí solos el agua, sino que deben asegurar la unión con la fuente y dejar fluir a través de ellos la fuerza de la vid”.

LA VID

Así como los sarmientos son uno con la vid, así nosotros somos uno con el Hijo de Dios. Esta imagen se refiere de forma muy especial a los frutos de nuestro trabajo. Así como los sarmientos no tienen uvas sin la vid, y ni siquiera pueden permanecer con vida, así tampoco nosotros podemos hacer nada sin él. Somos uno con él y, del mismo modo, toda nuestra vida y acción es una con su vida y su acción.

Este ser uno con Cristo se define con dos afirmaciones: él está en nosotros y nosotros en él. Es un estar recíprocamente uno con el otro.

Jesús no dice que nosotros tengamos que operar ese ser uno con él, sino que debemos ‘conservar’ esa unidad ya existente: debemos permanecer en esa ‘unidad’:

Permaneced en mí y yo en vosotros (v. 4)

…el que permanece en mí y yo en él… (v. 5)

El ser uno no es una imagen, sino una afirmación clara de unidad real.

(Jesús, Maestro de Meditación. Edit. PPC, 2014)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Seguid conmigo, que yo seguiré con vosotros.

Domingo, 2 de mayo de 2021
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juan-151-8Jn 15, 1-18

La comunidad nos propone hoy el texto de Jn 15,1-8.

Leemos el texto y después tratamos de comprenderlo:

V 1: la vid es el símbolo de Israel como pueblo de Dios. Y es Dios quién ha plantado y cuida esta vid.

V2 y 3: no se produce fruto cuando no se comunica la vida que se recibe. Quien ama se incorpora en un proceso que se hace posible por la limpieza que hace el Padre: hay una limpieza inicial al hacer la opción por el mensaje de Jesús que ya nos plantea tomar decisiones y luego, una limpieza que se origina por el mismo proceso de seguir optando por el amor.

V4: la unión entre Jesús y los suyos es la condición para la existencia de la comunidad.

V5: entre él y los suyos existe una unión íntima, comparten la misma vida.

V6: el que no sigue con él es el que rechaza el amor, y como consecuencia se seca, se queda solo, muere.

Estrictamente hablando esta breve exégesis podría explicar, para el lector habitual, el significado del texto de hoy.

Haciendo Lectio* con el texto, esta parte sería la lectura y estudio de la Palabra.

Ahondando en el proceso me pregunto qué palabra o frase “emerge” de todo el texto de hoy: y para mí está claro “sigue conmigo que yo seguiré contigo”.

Leía que una mujer china cuenta como perdió el contacto con la tierra cuando empezó a usar zapatos, a los 20 años. Ahora se dedica a acompañar terapias en el bosque para personas que, como ella, por demasiado asfalto y consumismo o falta de información, nunca conectaron con la tierra, o se olvidaron de actualizar esa experiencia periódicamente.  Muchos de estas personas hoy se sienten vacías, sin espíritu o con poca vitalidad, incluso con adicciones para llenar vacíos, que deja el no estar conectados.

“Sigue conmigo que yo seguiré contigo” nos dice Jesús en el texto post-pascual de hoy. Sigue conmigo es fácil de comprender, nos lo han predicado: “Déjalo todo y síguele…” pero nos han dicho menos qué significa que él sigue con nosotros, que él nos sigue para que no cortemos el contacto.

El Jueves Santo veíamos cómo nos lavaba los pies, y nos preguntábamos, Señor ¿qué haces ahí? Hoy nos responde: sigo contigo, donde tú estás, te hago lo que necesitas, para que puedas ir y conectar con los hermanos, con la hermana y madre tierra, tan maltratados hoy.

También el espíritu creado nos dice Sigue con-migo, no me maltrates, somos a-migos, porque yo sigo contigo, mientras quieras.

Mantener la conexión y que fluya de ambas partes es el fundamento de todo. Sin ello nos des-conectamos, des-amigamos, y destruimos; explotamos, a personas y naturaleza.

La potente imagen de la vid y el sarmiento. La unión intrínseca, no-dual, profunda que produce el gozo del buen vino; el vino fruto de esa intimidad de la vid con el sarmiento, abrazados y enraizados en el mismo suelo-tierra.

Al beber un vino recuerda, es fruto de intimidad y de conexión. No sé si nos podía Jesús ofrecer una imagen más mediterránea.

¡Cuánta amistad, comunión de vida, alrededor de una mesa y de una copa de vino…!

No lo agüemos con nuestra miopía. Lavemos pies, y compartamos el vino de la conexión y el gozo del Espíritu se percibirá en nosotros.

Y esa intimidad nos lleva a descubrir nuestro origen, no sólo en la fe, sino también, como nos indica la espiritualidad de la Tierra, nuestro origen como materia y energía. Entendemos que ahí también revoloteaba la Ruah, el Espíritu, la fuerza del amor que ha hecho y sigue haciendo evolucionar todo, absolutamente todo en un dinamos/dinamismo imparable.

Hace unos días celebrábamos el Día Internacional de la Tierra, e invitábamos a los lectores y amigos de nuestra web/blog a contemplar el ciclo del amanecer hasta el atardecer y luego la despedida de la luz por unas horas y otra vez la maravilla del amanecer, imparable, radiante, iluminando todo.

Y para recordar el ciclo, a lo largo del día, encender una vela. Dicen los maestros de la espiritualidad de la Tierra que es importante que ritualicemos los ciclos, y que en ello incluyamos a nuestros pequeños educándoles desde este otro paradigma.

Estos niños tan íntimamente unidos a nosotros, padres/madres, educadores, médicos… ¿qué intimidad pueden ver de nosotros con la Tierra? Muchos vamos al monte y a la playa, pero aprovechar estos espacios para indicarles en su lenguaje y según la edad, la inter- conexión de todo ello con nosotros.

Tal vez sería más fácil explicar que es Jesús quien nos lava los pies de nuestro pisotón ecológico y desde ahí, encariñarles con un Jesús amante acérrimo de la naturaleza y de los niños, y llevarles a conocer una vid y contarles nuestra historia de hoy.

¿Quién no se encariña de alguien que habla así de Dios, poniendo estos ejemplos e imágenes? Con la tecnología de hoy podemos apoyar catequesis y formación de niños y adultos de otra manera más actualizada y que nos haga vibrar.

Nos dice Thomas Berry en “The Sacred Universe”: “Es un reto narrar la historia del nacimiento del humano de nuestra Madre Tierra. Una vez que la historia se ha contado, resulta obvio lo significativo que el título Madre Tierra es. Nuestro largo período sin madre del planeta Tierra ha terminado. Y si no termina es debido a las espiritualidades anteriores que han dominado nuestras mentes y acciones.

Un fuerte cambio se ha realizado en esta relación madre-hijo. Hasta hace poco, el hijo era cuidado por la madre. Ahora, sin lugar a dudas, la madre tiene que ser profundamente cuidada por el hijo. Este ha madurado, se ha convertido en adulto. La relación Tierra-humano necesita realizar un proceso de conversión, que primero será de reconciliación para ir entrando en una relación de intimidad e interdependencia. Estamos en este período…”

“Sígueme que yo seguiré contigo”.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

*(Si quieres información sobre el proceso de lectura orante de la Palabra, contacta).

Fuente Fe Adulta

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La realidad no-dual.

Domingo, 2 de mayo de 2021
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Hojas.1Domingo V de Pascua

2 mayo 2021

Jn 15, 1-8

La no-dualidad no es algo novedoso. Se halla presente, de un modo u otro, en todas las grandes tradiciones sapienciales y espirituales. El término procede del sánscrito advaita (“a-dvaita” = no-dos) y su núcleo se halla presente en la sabiduría del vedanta, en el taoísmo, en el sufismo, en el budismo zen, en alguna corriente de la filosofía griega, en el misticismo cristiano…, incluso en la sabiduría de los pueblos originarios de América.

 En la tradición cristiana, hallamos expresiones claramente no-duales en el evangelio de Juan -como en el texto que se lee al inicio de este comentario- y en otros textos apócrifos (“ocultos”) como el evangelio de Tomás. A lo largo de su historia, siempre ha habido una corriente mística que se ha movido en dicha comprensión.

 Y, sin embargo, parece que en nuestro tiempo la comprensión no-dual se extiende en sectores cada vez más amplios de la población. Hasta el punto de que, según algunos estudiosos, podríamos hallarnos en el umbral de un salto de consciencia colectivo.

 Tal salto de consciencia implica un cambio de “clave de lectura”, que supone una modificación radical en nuestro modo de ver. Ese es el motivo por el que podría decirse que la no-dualidad constituye la mayor revolución de la postmodernidad.

 ¿En qué consiste este “salto de consciencia”? Por decirlo brevemente, en la comprensión -o intuición- de que formamos parte de un Todo indivisible. La Realidad es una, inmanente y trascendente a la vez.

 Esta comprensión implica la superación de dos creencias profundamente arraigadas en Occidente y claramente nefastas en sus consecuencias: el dualismo y el materialismo.

 Nos hallaríamos, pues, en un momento histórico, caracterizado por el paso de un paradigma dualista y materialista a otro no-dual y postmaterialista.

 Si tuviera que resumir el núcleo de la llamada comprensión no-dual, lo haría con las conocidas palabras de Antonio Blay: “Solo hay una Realidad. Pero no la vivimos directamente, sino a través de la mente, y la mente la fracciona: cuando la ve dentro, la llama «yo»; cuando la ve fuera, la llama «mundo»; cuando la ve arriba, la llama «Dios»”.

¿Qué es, para mí, la Realidad?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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La vida, la savia nos viene del Señor. Permaneced no es atrincherarse. Para permanecer hay que cambiar.

Domingo, 2 de mayo de 2021
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. San Juan: un evangelio centrado en Cristo.

         Nos encontramos en el texto evangélico de hoy con un nuevo “Yo soy”: la vid. Y es que el evangelio de San Juan y toda su tradición (tres breves cartas), están completamente centradas en JesuCristo.

El constante “Yo soy” de San Juan es una forma de revelación que remite al nombre del Dios salvador dado a Moisés: “yo soy el que soy (Ex 3,14). Jesús se lo aplica a sí mismo.

De ahí que la fe, los escritos de San Juan vuelvan constantemente a Cristo: al que es: Yo soy el buen Pastor, la puerta yo soy, la luz, el pan, el agua, la resurrección y la vida.

Además de esa “vuelta” al Yo soy, una segunda característica de la tradición de san Juan es la constante invitación que hace a sus comunidades a permanecer: Permaneced en mi amor, (Jn 15,9). Permaneced en lo que os enseñé desde el comienzo, (1Jn 2,27).  La tradición de san Juan repite casi obsesivamente esta invitación a permanecer en el Señor. En el párrafo del evangelio que hemos escuchado hoy aparece 7 veces esta expresión: permaneced. Además hoy aparece dos veces esta idea de “permanecer” en la lectura de la 1 Juan (2ª lectura)

Permanezcamos en el que es: en Cristo.

  1. La viña, la vid, los sarmientos.

         En el AT, la viña fue plantada por Dios con amor e ilusión: Mi amigo tenía una viña en fértil collado (Isaías). La viña es símbolo del pueblo de la alianza que Dios hizo con la humanidad. Dios ama y cuida a su pueblo.

         Las alusiones bíblicas a la viña, a la vid, son muchas:

Salmo 80,9         Sacaste una vid de Egipto.

Isaías 5               Mi amigo tenía una viña…

Mt 21                   Es la célebre e intencionada parábola de los viñadores homicidas.

Jn 2,1-12            La parábola de las bodas de Caná: se han quedado sin vino (viña), sin amor.

Dios no crea al ser humano y lo “suelta por ahí” para ver cómo se comporta y luego ya veremos “qué hoja de servicios” presenta y le “mandamos” a la vida eterna o a la muerte eterna. No, Dios crea porque ama y, porque ama, nos salva. El primer acto salvífico es la creación, “sembrar la viña, la vid”.

         En el Nuevo Testamento la viña se centra en la vid, en la cepa, en Cristo, que es y del que nos viene la savia, la vida.

         La unión de los sarmientos a la vid es símbolo de la unión profunda de JesuCristo con quienes se adhieren a él en unidad íntima que fecunda nuestra vida.

         En San Juan (os decía el domingo pasado) no hay categorías, ideas comunitarias para hablar de la Iglesia, porque San Juan centra toda su visión en Cristo. Este es uno de los casos. Lo que importa es que los sarmientos vivamos unidos a la vid, a la cepa, de ahí nos viene la vida.

         La vid, como el pan de vida, son símbolos de la Eucaristía, no meramente de un rito litúrgico, sino de lo que la Eucaristía supone de redención y de abundancia y felicidad en los tiempos mesiánicos: os he hablado de esto para que vuestra alegría esté en vosotros.

  1. Permanecer (no atrincherarse)

Nueve veces aparece en la Palabra de hoy la idea de permanecer. Este permanecer es una expresión, una actitud muy de la tradición joánica.[1] De ahí que S Juan insita muchas veces en Permaneced en lo que os enseñé desde el comienzo (1Jn 2). Permaneced en mi amor, (Jn 15,9).

No se trata de una orden o de una moralina leguleya o de un dogmatismo fanático, sino de permanecer viviendo unidos al amor del Señor que nos ama, como el Padre le amó a él.

Permanecer no significa guardar fósiles dogmáticos o litúrgicos. Permanecer no es guardar en formol la doctrina y los dogmas, en el Santo Oficio. Es cierto que hay que guardar con estima lo que hemos recibido, lo que se nos “ha entregado”, que eso significa la traditio. Pero, siendo ello importante, lo más transcendente de una ciudad no son sus museos, ni Atapuerca.

Muchas veces para ser fiel a la fe, al pasado, hay que cambiar muchas cosas en el presente. ¿Quién entiende hoy lo que significa consubstancial al Padre? o el“Filioque”. ¿Quién entiende y vive esas realidades así expresadas?

Para permanecer hay que cambiar. Para ser y permanecer como personas, como ciudadanos, como creyentes hemos de ir cambiando muchas cosas en la vida.

Se trata de permanecer unidos al Señor, a su Evangelio: buena noticia. No es cuestión de mantener a ultranza las adherencias históricas, ni adherirse a la quincallería y bisutería litúrgicas que se van desempolvando últimamente. Permanecer no es vivir en la intransigencia y fanatismos dogmáticos que imperan hoy en día en muchas iglesias locales. Permanecer es: Permaneced en mi amor.

         Para nuestras generaciones, permanecer puede significar también vivir el tono vital y la gran primavera que supuso el Concilio Vaticano II con su aire fresco y libre en la recuperación de la Biblia, en el repensamiento que el Concilo hizo de la teología, de la moral, en una liturgia más ágil, simbólica y abierta, etc.

  1. La vid. La vida la recibimos de otros.

         Vivir unidos a Cristo.

La imagen de la viña, significa en el mundo bíblico al pueblo de Dios, que recibe la vida de Dios Padre.

         El tema de fondo es la vida, tener vida. Desde el comienzo se nos dice que en Él estaba la vida, (Jn 1,4). Quien cree en Él tiene vida (Jn 3,4). Cristo es el agua de vida, (Jn 4,14). Es el pan de vida, Jn 6,51-54). Cristo es el Buen Pastor que da vida, (Jn 10). Cristo es la resurrección y la vida (Jn 11,25). Cristo es el camino, la verdad y la vida, (Jn 14,6).

         La vida la recibimos de otros: padres, familia, pueblo, amigos, cultura, iglesia, JesuCristo.

El que permanece en mí tiene vida  y dará fruto abundante.

[1] Esto se explica porque en aquellas primeras comunidades de la tradición de Juan, habían comenzado ya a darse las primeras desviaciones espirtualoides (docetismo – gnosticismo) y hubieron de expulsar a muchos porque no eran de los nuestros, (1Jn 2,19)

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“No os quedéis sin Jesús”. 10 de mayo 2020. 5 Pascua (A). Juan 14, 1-12.

Domingo, 10 de mayo de 2020
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joven-caminando-con-jesusAl final de la última cena, Jesús comienza a despedirse de los suyos: ya no estará mucho tiempo con ellos. Los discípulos quedan desconcertados y sobrecogidos. Aunque no les habla claramente, todos intuyen que pronto la muerte lo arrebatará de su lado. ¿Qué será de ellos sin él?

Jesús los ve abatidos. Es el momento de reafirmarlos en la fe, enseñándoles a creer en Dios de manera diferente: «Que no tiemble vuestro corazón. Creed en Dios y creed también en mí». Han de seguir confiando en Dios, pero en adelante han de creer también en él, pues es el mejor camino para creer en Dios.

Jesús les descubre luego un horizonte nuevo. Su muerte no ha de hacer naufragar su fe. En realidad, los deja para encaminarse hacia el misterio del Padre. Pero no los olvidará. Seguirá pensando en ellos. Les preparará un lugar en la casa del Padre y un día volverá para llevárselos consigo. ¡Por fin estarán de nuevo juntos para siempre!

A los discípulos se les hace difícil creer algo tan grandioso. En su corazón se despiertan toda clase de dudas e interrogantes. También a nosotros nos sucede algo parecido: ¿no es todo esto un bello sueño? ¿No es una ilusión engañosa? ¿Quién nos puede garantizar semejante destino? Tomás, con su sentido realista de siempre, solo le hace una pregunta: ¿cómo podemos saber el camino que conduce al misterio de Dios?

La respuesta de Jesús es un desafío inesperado: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». No se conoce en la historia de las religiones una afirmación tan audaz. Jesús se ofrece como el camino que podemos recorrer para entrar en el misterio de un Dios Padre. Él nos puede descubrir el secreto último de la existencia. Él nos puede comunicar la vida plena que anhela el corazón humano.

Son hoy muchos los hombres y mujeres que se han quedado sin caminos hacia Dios. No son ateos. Nunca han rechazado a Dios de manera consciente. Ni ellos mismos saben si creen o no. Tal vez han dejado la Iglesia porque no han encontrado en ella un camino atractivo para buscar con gozo el misterio último de la vida que los creyentes llamamos «Dios».

Al abandonar la Iglesia, algunos han abandonado al mismo tiempo a Jesús. Desde estas modestas líneas yo os quiero decir algo que bastantes intuís. Jesús es más grande que la Iglesia. No confundáis a Cristo con los cristianos. No confundáis su evangelio con nuestros sermones. Aunque lo dejéis todo, no os quedéis sin Jesús. En él encontraréis el camino, la verdad y la vida que nosotros no os hemos sabido mostrar. Jesús os puede sorprender.

José Antonio Pagola

 

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“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. Domingo 10 de mayo de 2020. 5º Domingo de Pascua.

Domingo, 10 de mayo de 2020
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27-PascuaA5 cerezoLeído en Koinonia:

Hch 6,1-7: Eligieron a siete hombres llenos de espíritu
Salmo responsorial 32: Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti
1Pe 2,4-9: Ustedes son una raza elegida, un sacerdocio real
Jn 14,1-12: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida

En la comunidad lucana descrita en la primera lectura, los apóstoles tienen plena conciencia que no lo pueden hacer todo y que necesitan valerse de otros para atender a las necesidades urgentes de la comunidad pero sin desatender el ministerio de la Palabra. Pero ellos no imponen. Invitan a la comunidad a escoger sus propios servidores, animadores. Les presentan a siete personas que son «autorizados» por los apóstoles para satisfacer las necesidades de la comunidad. No son servidores de segunda. Son personas encargadas o enviadas a realizar ministerios diferentes. Pero todos estaban empeñados en la difusión de la Palabra y en el crecimiento numérico y cualificado de la comunidad.

Así mismo, el autor de la carta de Pedro quiere subrayar el papel de todos los miembros de la comunidad creyente en la construcción del templo vivo de Dios. Jesús es la piedra viva, el fundamento, la base para construir la casa de Dios. Sobre esa piedra se instalan las demás piedras, los seguidores de Jesús. De manera pues que no somos sólo espectadores de la construcción. Somos artífices y al mismo tiempo materia fundamental para alcanzar la construcción del gran edificio humano, levantado sobre la roca, Jesucristo, sostenido por la columna del Espíritu Santo y estructurado con la activa cooperación de cada uno de los bautizados. El sacerdocio, más que un honor, un privilegio, una casta… es un dinamismo desatado por el Espíritu para el servicio de la comunidad eclesial. Todos somos ministros, todos sacerdotes, todos servidores en una densa experiencia fraternal al servicio del Reinado de Dios.

El evangelio de Juan revela la situación crítica que vive la comunidad naciente provocada por el ambiente hostil y peligroso en que se va desarrollando. Jesús no sólo es la piedra fundamental, sino que Jesús es también camino, verdad y vida. Los discípulos están confundidos ante las Palabras de Jesús. En los anteriores versículos Jesús ha anunciado la traición de Judas y la negación de Pedro. Este episodio refleja la situación de crisis de los discípulos porque no entienden el camino de Jesús. Las palabras que Jesús pronuncia pretenden alentarles en la esperanza, fortalecerlos en medio de la angustia, devolverles el horizonte de vida.

Jesús es camino, es decir, es proyecto, horizonte de vida para muchos. Su muerte está llena de sentido porque en ella se manifiesta el amor de Dios por la Humanidad y les devuelve la razón de vivir en momentos de confusión y desesperación.

Jesús es verdad: la mentira, el engaño, la corrupción se apodera del corazón de la persona humana. La Palabra anunciada y testimoniada por Jesús, que es la Palabra del Padre, se convierte en criterio de verdad, en transparencia que devuelve la luz.

Es vida: frente a las fuerzas de la muerte que causan terror, Jesús da sentido a la vida, se revela como Señor de la vida y vencedor de la muerte. Y en él todos los que apuestan a favor de un proyecto de vida, de verdad y amor como horizonte que puede salvar a la Humanidad del caos, la injusticia, la corrupción, la exclusión y la maldad.

Quién cree en Jesús cree en el Padre y será transparencia del Resucitado. En el fondo eso es ser cristiano, que es una forma de ser en plenitud hijos/hijas de Dios. Pero la propuesta de Jesús no es un asunto meramente individual, intimista, espiritualista. El proyecto de su seguimiento es exigente y radical. También la persona cristiana, integrada al cuerpo comunitario, debe ser camino, verdad y vida. Estamos llamados a ser una alternativa de vida, junto con otras alternativas de vida -representadas por otras personas y comunidades inspiradas por otras religiones- en medio de un mundo desorientado que con frecuencia no encuentra el sentido de la existencia. Somos servidores de la Vida aún en medio de la muerte que siembra el egoísmo humano cuando desatiende la sabiduría que se manifiesta «por los muchos caminos de Dios». La desatención a esta sabiduría divina manifestada por tantos caminos, repercute en las crecientes injusticias sociales y guerras que pretenden justificarse con apelos a la defensa de la libertad y de la seguridad, o a la imposición de la democracia o de la «libertad de comercio»… pero que en el fondo esconden mezquinos intereses económicos y hegemónicos de las grandes potencias y plagan de hambre y de miseria a los pueblos pobres.

Nuestra misión, pues, como personas cristianas, es juntarnos con muchas otras personas y comunidades creyentes, practicantes de otras religiones, y ser alternativa de vida, de resistencia y esperanza para todos.

En una época como la que vivimos, marcada por la entrada en curso en un nuevo paradigma, el paradigma pluralista, hemos de leer y proclamar con cuidado tanto la expresión de Pedro de un «linaje escogido», como la expresión de Juan, que él pone en labios de Jesús: «Yo soy ‘el’ Camino»… Esta última sobre todo no deja de ser una expresión propia de un lenguaje confesional, un lenguaje de amor y de fe, cultual, y en ese contexto hay que entenderla. No hay que perder de vista que, en otro sentido, son muchos los caminos de Dios, «sus caminos, que no son nuestros caminos», y que nos pueden sorprender siempre con el descubrimiento de «nuevos caminos» de Dios. Recomendamos la lectura de la serie «Por los muchos caminos de Dios», de la Asociación Ecuménica de Teólogos del Tercer Mundo, en la colección «Tiempo axial» (http://latinoamericana.org/tiempoaxial). O el libro de José María VIGIL Teología del pluralismo religioso, disponible en la red (http://cursotpr.adg-n.es/?page_id=3). Leer más…

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Dom 5 Pascua, 10.5.2020 “Haréis las obras que yo hago, y aún mayores… ” (Jn 14, 12)

Domingo, 10 de mayo de 2020
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E62DFB81-63BD-4AF7-8316-AE4D7460C96FDel blog de Xabier Pikaza:

Obras de Jesús, de la Iglesia, del cristiano

 08.05.2020 | Xabier Pikaza
 Éste es un evangelio provocador y escandaloso que termina con unas palabras increíbles (que quizá nadie se cree en esta iglesia):Os aseguro: quien cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo voy al Padre.

Las obras (erga) de Jesús han sido claras a lo largo del evangelio de Juan, en una línea semejante a la  Mt 11, 2-4 (cf. Lc 7, 18-23):los ciegos ven, los cojos andan, que los leprosos quedan limpios, los sordos oyen… los pobres reciben la buena noticia.

Estas obras se entienden en un sentido integral, no exclusivamente “biológico”, en una línea que ha sido desarrollada a partir de los profetas (especialmente Isaías): Se trata de ver-conocer, de vivir-caminar, de compartir con todos la limpieza y verdad de la vida, de resucitar, de entender… En ese sentido, los milagros externos de Jesús sólo reciben sentido como signo y motivo de una transformación integral humana.

Juan evangelista ha reinterpretado esas “obras” en sentido de “señales” (sêmeia) signo intenso de una transformación total del hombre… A eso ha dedicado su evangelio, comentando el sentido profundo de las “obras” de Jesús: Curación del paralítico, del ciego, resurrección de marcos… para crear de esa manera iglesia.

La iglesia es según eso el lugar (la comunidad) donde se realizan las obras de Jesús y aún mayores...

Pues bien, Jesús termina el evangelio de este domingo (Jn 14, 1-12) diciendo que ellos seguirán haciendo la obras que él ha hecho y aún mayores.  Pues bien, yo me atrevo a pensar humildemente que, en sentido general, la iglesia posterior no ha creído ni cree en esto que ha dicho aquí Jesús: ¡Ella no se cree capaz de hacer las obras que hacía Jesús y aún mayores! Ha renunciado a ellas, ha tirado la toalla como se dice vulgarmente. Voy a poner tres ejemplos, después de haber leído alguna docenas de comentarios del evangelio de Juan:

  • Los protestantes, en general (a no ser algunos pentecostales menos creíbles) tienden a decir que la única obra de Jesús es la fe,  y que por eso los cristianos no podemos seguir haciendo las obras que Jesús hacía y aún mayores. Es decir que han renunciado al evangelio.
  • Los católicos, en general, también hemos renunciado… y así piensan (pensamos) que Jesús estaba exagerando al decir (harán las obras que yo hago y mayores…). Claro que somos capaces de hacer obras mayores que las de Jesús, pero de un tipo muy distinto, que a él no se le pasaron por la cabeza: Organizamos un gran sistema religioso, celebramos sacramentos que él no celebraría así, somos capaces de hacer obras como la Catedral de San Pedro del Vaticano o de la Almudena que él no habría hecho así… Pero las obras que hacía Jesús…las ponemos en un “escudo” y se las dejamos a él. Parece que hemos renunciado a ellas.
  • Los ortodoxos… No quiero detenerme en ellos, pero creo que van por el mismo camino. Ellos han tendido a convertir las obras de Jesús en una obra litúrgica, icónica, bellísima… que no es mayor ni menor que las de Jesús, sino que es distinta…

 Por eso me produce miedo leer y comentar este evangelio, donde Jesús me dice a mí (que le llamo cristiano), precisamente a mí, no al cura de le esquina, ni a la monja del piso de arriba, ni a la diócesis de Petersburgo: Tú has de hacer las obras que yo hago, y aún mayores…  Y yo le pregunto ¿pero cómo? Antes de seguir con el tema paso al texto:

Texto. Jn 14, 1-12

En la casa de mi Padre hay muchas estancias (moradas) ; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»

Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas,¿cómo podemos saber el camino?» Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»

Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí?

Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: los que creéis en mí haréis las obras que yo hago y aún mayores. Porque yo me voy al Padre. (Jn 14, 1-12).

Reflexión general sobre el  texto:

F67674EC-4840-4F45-B9C0-22F8BA43E143Quizá nunca se han dicho las cosas que aquí se están diciendo, condensadas, luminosas, palabras como rayos que rasgan la oscuridad e iluminan la noche de la vida. Éstos son algunos de los temas:

Las moradas del Padre. “En la casa de mi Padre hay muchas moradas o estancias…”. Todos los caminos llevan no a Roma, sino al Padre, a las Moradas del amor, que supo describir Santa Teresa. Del Padre/Madre venimos y al Padre/Madre vamos… Esa es la experiencia suprema de la vida.

Jesús, el Camino. Caminantes somos, y todos los caminos  del mar y de la tierra condensan para los creyentes en el Cristo. Por eso, quien toma su camino, que es camino de Evangelio, está ya en manos del Padre.

Hay en este evangelio dos grandes maestros que preguntan Uno es Tomás, otroFelipe. Significativamente, ellos aparecen más tarde como autores de los dos evangelios apócrifos más significativos de la Iglesia. Pues bien, aquí no actúan como autores des evangelios, sino como discípulos del único Cristo

El “yo” de Jesús: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida… Éste es el Jesús pascual que se atreve a decir “yo”, como el Dios del Antiguo Testamento (¡Yo soy el que soy!), pero no un yo aislado en sí, sino abierto al Padre (un yo-camino) y dirigido a todos los que quieran acogerle (un yo-ensanchado, que se hace verdad y vida para todos).

El que me ve a mí ve al Padre… Ésta es la experiencia de los cristianos: ver a Jesús resucitado es ver a Dios. No hay un “más allá” de Jesús en un sentido de verdad o vida más alta. En Jesús, abierto al Padre, en Jesús que es Camino, está la verdad, está la vida.

El que cree en mí hará las “obras que yo hago”. Jesús no está cerrado, como maestro exclusivo, sino como maestro que ofrece y comparte, que enseña y promueve. Por eso, sus seguidores, que somos nosotros, podemos hacer no sólo sus obras, sino aún mayores… Y aquí me paro de nuevo, con ese rabino discutiendo con Jesús sobre sus obras.

Las obras de Jesús y aún mayores...

EE9AE413-A10D-4736-9F94-B12A1A24E19BÉste es el tema del evangelio este 10 de Mayo del 2020, en tiempos de coronavirus. Jesús fue haciendo una obras, y al final, cuando se iba, nos dijo que el Padre quería hacer pos nosotros sus obras, y aún mayores… No sé si alguno de mis lectores cree que esto es verdad, que él, que nosotros, podemos hacer obras mayores que las Jesús, en línea de sanación, de conocimiento radical, de iluminación de los ojos del alma, de fortalecimiento de manos y piernas para anda, de resurrección o renacimiento vital…

Yo, X. Pikaza, sé hacer una obras grandes que Jesús no sabía o no quería hacer, escribir libros… Pero eso ¿es una obra de Jesús? ¿No será una obra equivocada, que no es de Jesús, sino de otros que precisamente le criticaban?

Y tu ¿qué obras de Jesús sabes hacer, y aún mayores, en este tiempo de des-escalada del coronavirus?  ¿Decir misas, organizar colectas, hacer procesiones, abrir iglesias, repartir comuniones a niños…?Pienso que todas esas otras muchas pueden estar relacionadas con las de Jesús, pero a lo mejor no coinciden del todo con las que él hacía…

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El caso sigue siendo hoy, domingo de coronavirus:¿Que obras de Jesús tiene que hacer hoy la iglesia, y aún mayores? ¿Qué obras podemos hacer tú y yo?  Quizá alguno me (nos) ayude a responde a esta pregunta. Mientras tanto, a todos -¡Buen domingo! Feliz y santa desescalada de Coronavirus, con este Cristo Famoso de mi paisano I. Zuloaga, con los devotos  “penitentes”, con Ávila al fondo, como ciudad de penitencia.

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Iglesia naciente, sufriente, creyente. Domingo 5º de Pascua

Domingo, 10 de mayo de 2020
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Caminando-con-Jesus-300x300Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Las tres lecturas de este domingo nos hablan de los orígenes de la Iglesia, de las persecuciones de la Iglesia, y de nuestra relación con Jesús.

Iglesia naciente

            La primera lectura nos cuenta la institución de los diáconos y el aumento progresivo de la comunidad, subrayando el hecho de que se uniesen a ella incluso sacerdotes.

En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el   suministro diario no atendían a sus viudas. Los Doce convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron:

-«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea: nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra.»

La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando. La palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.

            La comunidad de Jerusalén estaba formada por judíos de lengua hebrea y judíos de lengua griega (probablemente originarios de países extranjeros, la Diáspora). Los problemas lingüísticos, tan típicos de nuestra época, se daban ya entonces. Los de lengua hebrea se consideraban superiores, los auténticos. Y eso repercute en la atención a las viudas. Lucas, que en otros pasajes del libro de los Hechos subraya tanto el amor mutuo y la igualdad, no puede ocultar en este caso que, desde el principio, se dieron problemas en la comunidad cristiana por motivos económicos.

            Los diáconos son siete, número simbólico, de plenitud. Aunque parecen elegidos para una misión puramente material, permitiendo a los apóstoles dedicarse al apostolado y la oración, en realidad, los dos primeros, Esteban y Felipe, desempeñaron también una intensa labor apostólica. Esteban será, además, el primer mártir cristiano.

Dignidad de la Iglesia sufriente

            La primera carta de Pedro recuerda las numerosas persecuciones y dificultades que atravesó la primitiva iglesia. Lo vimos el domingo pasado y lo veremos en los siguientes. Pero este domingo, aunque se menciona a quienes rechazan a Jesús y el evangelio, la fuerza recae en recordar a cristianos difamados e insultados la enorme dignidad que Dios les ha concedido.

            Mientras los judíos, después de la caída de Jerusalén (año 70), se encuentran sin templo ni posibilidad de ofrecer sacrificios al Señor, los cristianos se convierten en un nuevo templo, en nuevos sacerdotes que ofrecen víctimas a Dios por medio de Jesucristo.

            Al final, recogiendo diversas alusiones del Antiguo Testamento, traza una imagen espléndida de la comunidad cristiana: «Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa».

            En nuestra época, cuando la Iglesia parece cada vez menos importante y se ve atacada y condenada en numerosos ambientes, estas palabras de la carta nos pueden servir de ánimo y consuelo.

Queridos hermanos: Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo. Dice la Escritura: «Yo coloco en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado.» Para vosotros, los creyentes, es de gran precio, pero para los incrédulos es la «piedra que desecharon los constructores: ésta se ha convertido en piedra angular», en piedra de tropezar y en roca de estrellarse. Y ellos tropiezan al no creer en la palabra: ése es su destino. Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. 

Camino, verdad y vida

Iglesia creyente

            El evangelio nos sitúa en la última cena, cuando Jesús se despide de sus discípulos. En el pasaje seleccionado podemos distinguir tres partes: el hotel, el camino hacia él, los huéspedes.

            El hotel

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»

            En la primera parte, Jesús sabe el miedo que puede embargar a los discípulos cuando él desaparezca y queden solos. Y los anima a no temblar, insistiéndoles en que volverán a encontrarse y estarán definitivamente juntos en el gran hotel de Dios, repleto de estancias. Como diría san Pablo, hablando de lo que ocurrirá después de la muerte: «Y así estaremos siempre con el Señor». Esta primera parte, válida para todos los tiempos, adquiere especial significado en esto meses en los que la epidemia del coronavirus ha causado tantas muertes y miles de personas no han podido ni siquiera despedirse de su seres queridos. No están solos. Están con el Señor.

            El camino.

Tomás le dice:

-«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»

Jesús le responde:

-«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»

            La objeción lógica de Tomás, realista como siempre, le permite a Jesús ofrecer una de las mejores definiciones de sí mismo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida.» ¿Cómo hablar de Jesús a quienes no lo conocen o lo conocen poco? La mejor fórmula no es la del Concilio de Calcedonia: «Dios de Dios, luz de luz…». Es preferible esta otra: camino, verdad y vida.

            Sugiere que para llegar a Dios hay muchos caminos, pero para llegar a Dios como Padre el único camino es Jesús. El musulmán alaba a Dios como Fuerte (Alla hu akbar). El cristiano lo considera Padre.

            Jesús es también la verdad en medio de las dudas y frente al escepticismo que mostrará más tarde Pilato. La pregunta correcta no es: «¿Qué es la verdad?», sino «¿Quién es la verdad?». La verdad no es un concepto ni un sistema filosófico, se encarna en la persona de Jesús.

Jesús es también la vida que todos anhelamos, la vida eterna, que empieza ya en este mundo y que consiste «en que te conozcan a ti, único dios verdadero, y a quien enviaste, Jesucristo».

Los huéspedes

Felipe le dice:

-«Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»

Jesús le replica:

-«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.»

            Una nueva interrupción, esta vez de Felipe, desemboca en el pasaje más difícil y desconcertante. Ahora no hace falta recorrer ningún camino para llegar al Padre. Para verlo, basta con mirar a Jesús. Estas palabras, que a oídos de los judíos sonarían como pura blasfemia, nos invitan a creer en Jesús como se cree en Dios; a creer que, quien lo ve a él, ve al Padre; quien lo conoce a él, conoce al Padre; que él está en el Padre y el Padre en él. Y al final, el mayor desafío: creer que nosotros, si creemos en Jesús, haremos obras más grandes que las que él hizo. Parece imposible. El padre del niño epiléptico habría dicho: «Creo, Señor, pero me falta mucho. Compensa tú a lo que en mí hay de incrédulo».

            La Iglesia debatirá durante siglos la relación entre Jesús y el Padre, y no llegará a una formulación definitiva hasta casi cuatrocientos años más tarde, en el concilio de Calcedonia (año 452). El evangelio de Juan anticipa la fe que hemos heredado y confesamos.

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Quinto Domingo de Pascua. 10 Mayo, 2020

Domingo, 10 de mayo de 2020
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Llevo tanto tiempo con vosotros, ¿y todavía no me conoces, Felipe?”.

(Jn 14, 1-12)

Así, de primeras, ¿cómo te imaginas a Jesús en este momento?

Sí, sí, así. Me refiero a eso que percibes que puede haber detrás de sus palabras, de esta frase, además, sin reparar en el contexto. Más bien tal vez te suene algo así como “Llevo taaaaaaanto tiempo…, ¡¡¿y todavía no me conoces, Felipeee?!!”, a modo mosqueo in crescendo. Aunque también se me ocurre que tal vez, solo tal vez, te lo imagines desanimado; Jesús desanimado, frustrado, triste, encontrándose con sus límites y su ser de barro. En definitiva, Jesús humano.

Pero vamos a entrar en el contexto. Este evangelio nos sitúa en la que llamamos última cena. Jesús ha hecho un gesto de servicio a sus discípulos, les ha lavado los pies; un servicio en esa época asignado a las mujeres y a los esclavos. Y ahí se ha encontrado con la objeción de Pedro, un tanto fanfarrón: “no me lavarás los pies”, pero también con su seguimiento incondicional cuando le responde: “Señor, no sólo los pies, también las manos y la cabeza”. En definitiva, Pedro humano.

Cenan, y al terminar Jesús parte un pan y se lo reparte, toma una copa de vino y se la pasa. Hace un gesto de entrega. Y ahí, se encuentra con que otro discípulo, Judas, sale del lugar en el que están porque ha quedado con las autoridades religiosas para llevarles, a cambio de unas monedas, hasta Jesús. Judas el oportunista, el “por interés te quiero Andrés”, el negociante. Judas humano, al fin y al cabo.

Y ahora, después de estos gestos tan significativos y culmen de su vida, ahora que les está hablando del Padre, que se reconoce Hijo y Hermano… es aquí cuando descubre que otro de los suyos, Felipe, o no se ha enterado de nada o de muy poco. Felipe el despistado, distraído, tal vez incluso el “mente embotada”. Felipe humano, claramente humano.

Ahora sí. Ahora, ¿cómo te imaginas a Jesús en este momento? Adéntrate a verlo, apostando por los suyos una vez más, dándoles otra oportunidad a pesar de todo. En definitiva… Jesús humano.

Oración

Abre nuestros ojos, Señor.

Y abre nuestro corazón, Señor.

Abre nuestra escucha a tu susurro “no temáis, soy yo”.

Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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En Jesús podemos encontrar al Dios-Vida.

Domingo, 10 de mayo de 2020
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homiliaJn 14, 1-12

El contexto de este evangelio es el discurso de despedida después de la cena en el evangelio de Jn. En el capítulo 13 el centro es Jesús. Termina con la despedida, diciendo: a donde yo voy vosotros no podéis venir. En este capítulo 14 el centro es el Padre. El ambiente es de profunda inquietud y zozobra. La traición de Judas, el anuncio de la negación de Pedro, el anuncio de la partida. Todo es terriblemente inquietante. Está justificada la repetida invitación a la confianza. La clave del mensaje en este capítulo es la relación de Jesús y la de cada uno de sus discípulos con el Padre.

Aunque Jn pone en boca de Jesús todo el discurso, en realidad se trata de reflexiones de la comunidad a través de muchos años de vivencia cristiana. Lo que se propone como futuro es ya presente para el que escribe y para aquella comunidad para la que se escribe. Pero este presente deja entrever un nuevo futuro que el Espíritu irá realizando. Se percibe la dificultad que tiene la comunidad de expresar su experiencia. Esta vivencia pascual está anclada en la presencia viva de Jesús, del Espíritu y del Padre. Los tres forman parte de una Realidad que les acompaña y les transforma.

Creed en Dios y creed también en mí. “Pisteuete eis”, no significa creer, en el sentido que damos hoy a esa palabra. Sería “creer” en sentido bíblico, es decir, poned vuestra confianza en… Jn utiliza esta construcción 30 veces, aplicada a Jesús. Solo en 12,44 y aquí pone como término a Dios, indicando claramente la identidad de ambas adhesiones. La confianza en Jesús y la confianza en Dios son la misma realidad. Si buscan a Dios, están en el buen camino, porque están con él. No tienen nada que temer porque Jesús les acercará al Padre con el que está identificado.

En el hogar de mi Padre hay muchas estancias. Jesús va al Padre para procurarles un tipo de relación con Dios, similar a la suya. No hay diferencia entre unas moradas y otras. No se trata de un lugar, sino del ámbito del amor de Dios. En el corazón de Dios, todos tienen cabida. También podía traducirse: en la familia de Dios hay sitio para todos. Todos los seres humanos están llamados a formar parte de la familia del mismo Dios. Jesús está en el seno del Padre y todos pueden sentirse allí.

Todo el lenguaje es mítico-simbólico. Me voy, me quedo, vuelvo, no se puede entender literalmente. Esta teología es clave para entender la marcha de Jesús y a la vez, su permanencia. Aunque la formulación es mítica, el mensaje sigue siendo válido. Hoy tendríamos que decir que la meta de todo está en Dios. Esa identificación con Dios es la que tenemos que descubrir y vivirla ya aquí. En Jesús, Dios ha manifestado su proyecto para el hombre, que se tiene que realizar en cada uno.

Yo soy Camino. Yo soy Verdad. Yo soy Vida. Sin artículo ni determinado ni indeterminado, porque lo que se quiere decir que está más allá de ambos. Se trata del texto más profundo de todo el evangelio. Camino, Verdad, Vida hacen referencia al Padre. No se pueden separar los conceptos. La Realidad a la que se refieren está más allá de tiempo y espacio. Se han dado infinidad de interpretaciones desde los primeros padres y siguen hoy los exégetas intentando desentrañar el significado del texto.

Jesús es Camino, que empieza y termina en Dios. En medio está Jesús, pero no significa espacio ninguno. Desde Dios hasta Dios no puede haber ningún trecho. Jesús es, como todo ser humano, un proyecto ya realizado, porque recorrió el camino que le llevó a la plenitud humana. Ese camino es el amor total que abarca toda su vida. Los que le siguen deben recorrer también ese camino, es decir, ir de Dios que es su origen hasta Dios que es la meta. En el AT el camino era la Ley. Jesús la sustituye por su persona.

Yo soy verdad, es decir soy lo que tengo que ser. No se trata de la verdad lógica sino de la verdad ontológica que hace referencia al ser. Jesús es auténtico, hace presente a Dios, que es su verdadero ser. Es lo que tiene que ser. Lo contrario sería ser falso. “Yo soy” es el nombre que se dio a sí mismo Dios en la zarza. Jn repite hasta la saciedad el “yo soy”. El complemento puede ser cualquiera: puerta, pastor, camino, vida, verdad, vid. Si descubro y vivo que Dios está identificado conmigo, ya lo soy todo.

Yo soy Vida, es decir, lo esencial de mi ser está en la energía (Dios) que hace que sea lo que soy. Recordad: “El Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me coma, vivirá por mí.” Está hablando de la misma Vida que es Dios, que se le ha comunicado a él y que se nos comunica a nosotros. De la misma manera que no podemos encontrar la vida biológica independientemente de un ser que la posea, así no podemos encontrarnos con un Dios ahí fuera separado de un ser que lo manifieste.

Nadie va al Padre sino por mí. También se podía decir: a nadie viene el Padre si no es por mí. En c. 6 había dicho: “nadie viene a mí si el Padre no lo atrae”. Las dos ideas se complementan. Para el que nace del Espíritu, el Padre no es alguien lejano ni en espacio ni en tiempo, su presencia es inmediata. Hacerse hijo es hacer presente al Padre. La identificación con Jesús, hace al discípulo participar de la misma Vida-Dios. Ni el Padre tiene que venir de ninguna parte ni nosotros que ir. Él está ya en nosotros.

Si llegáis a conocerme del todo, conoceréis también a mi Padre”. Una vez más se refleja el “ya, pero todavía no” de la primera comunidad. El seguimiento de Jesús es un dinamismo constante. No se trata de progresar en el conocimiento, sino en la comunión por amor. El conocimiento vivencial de Jesús, hará que el Padre se manifieste en el discípulo. Lo que pide Felipe es una teofanía como las narradas en el AT. Piensa que Jesús es un representante de Dios, no la presencia misma de Dios.

¿Cómo dices tú, muéstranos al Padre? Esta queja es una clara reflexión pascual. En su vida pública, sus seguidores no entendieron ni jota de lo que era Jesús. Felipe sigue separando a Dios del hombre. No ha descubierto el alcance del amor-Dios ni su proyecto sobre el hombre. No se han enterado de que Dios sólo es visible en el hombre. Desde esta perspectiva, Jesús podía decir: quien me ve a mí, ve a mi Padre. Y: si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre porque el Padre es más que yo. Seguimos cayendo en la trampa de querer ver a Dios de manera rotunda y segura.

Las exigencias que os propongo no lo hablo por cuenta propia”. “Remata” no significa dicho o palabra sino propuesta, exigencia realizada y manifestada a través de la vida. Fíjate que a continuación habla de obras: “el Padre que permanece en mí, él mismo hace las obras”. Y a continuación: “si no me creéis a mí, creed a las obras”. Las obras son la manifestación de que Dios está en Jesús. El Padre ejerce su actividad creadora a través de Jesús. Él, a partir de su propia experiencia, propone las “exigencias” que Dios le pide a él. Jesús, a través de sus obras, realiza el designio creador.

Meditación

Jesús descubrió el camino que le llevo a su Centro.
Ese Centro fue su Verdad y allí encontró la Vida,
la misma VIDA de Dios que se le comunica.
Tengo que encontrar mi propio camino,
que me llevará también al mismo Centro.
En él encontraré mi Verdad, que me dará la misma Vida.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Yo creo en tí.

Domingo, 10 de mayo de 2020
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293034B9-10D6-438E-BB33-14DB84928620Ve con confianza en la dirección de tus sueños y vive la vida que has imaginado (Henry David Thoreau)

10 de mayo. DOMINGO V DE PASCUA

Jn 14, 1-12

No os tu turbéis, creed en Dios en mí (v14, 1)

Muchas veces escuchamos decir a la gente que las personas religiosas no piensan, no se cuestionan las cosas, no son inteligentes; los católicos repiten lo que dice el Papa, creen en dogmas, pero no saben explicar lo que creen.

Y si bien, como en todo, existen personas que quizás repiten sin reflexionar, o creen sin cuestionar, no son la mayoría, pues todo buen cristiano debe conocer lo que cree. La fe no es ciega, es luz, lo cual nos permite ver profundamente y comprender la realidad de un modo único.

La fe no es irracional; si bien va más allá de la razón, no queda limitada por ella. La fe es racional, es lógica.

“Las esperanzas vanas y engañosas son para el imbécil, los sueños dan alas a los insensatos; tratar de asir una sombra o perseguir el viento es buscar apoyo en los sueños” (Eclesiástico 34, 1-2)

Pero las palabras de Jesús no es suficiente soñarlas, hay que oírlas bien primero, y luego llevarlas a la práctica.

Quienes no nos engañan nunca, porque la trampa sería una traición a su propia naturaleza, son los animales y las plantas, y porque según el Antiguo Testamento, “todo lo creado es carne mortal (Génesis 6, 13), o Isaías 40, 6: “Toda carne mortal como hierba, y toda su belleza flor campestre”.

En La vida secreta de las plantas, Peter Tompkins y Christopher Bird dicen:

“Las plantas son seres vivos maravillosos, únicas criaturas que en medio del silencio producen su propio alimento y constituyen la mayor fuente de riqueza de nuestro planetay que todos los seres existentes -el hombre, las plantas, la Tierra, los planetas y las estrellas- se relacionan íntimamente entre sí: lo que afecta a uno de ellos afecta a los demás, manteniendo relaciones físicas, emocionales y espirituales entre las plantas y el hombre.

Si yo no creyera en ti, Jesús, pensaría que te estoy traicionando, a ti y a mí de algún modo, y sentiría y tendría grandes remordimientos en las ideas de mi conciencia.

Escribió Oscar Wilde en El retrato de Dorian Gray: Todos los impulsos que nos esforzamos por estrangular se multiplican en la mente y nos envenenan. Después no queda nada, excepto el recuerdo de un placer o la voluptuosidad de un remordimiento.

Lo ideal sería estar convencidos de que Dios hizo desde el principio un mundo distinto, que está dentro y fuera de nosotros mismos, donde deberíamos intentar vivir.

Zaida C. de Ramón dice así en uno de sus Poemas:

COMO UN BARCO A LA DERIVA

Nunca olvidaré aquel día
cuando a mi vida llegaste
en tinieblas yo me hallaba,
mas Tú mi senda alumbraste.

Entre multitud de gente
vagaba sin esperanza
como un barco a la deriva
naufragando, iba mi alma.

A inquirir comencé un día
¿qué pasaba? no sabía
entre temores y dudas,
existía, mas no vivía.

¿Qué pasa conmigo, Dios?
¿Qué es lo que me está pasando?
Quiero reír y no puedo;
siempre termino llorando.

Ayúdame mi buen Dios;
ayúdame, te lo pido
sana ya mi corazón
y llena hoy mi vacío

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Camino, Verdad y Vida.

Domingo, 10 de mayo de 2020
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publicacionvdomingo-de-pascuaJn 14, 1-12

10 de mayo de 2020

El Evangelio de Juan siempre es catalogado como el más complejo, elevado, teológico; no falta razón si accedemos a él intentando comprenderlo del tirón o como un relato histórico. Pero también se le puede definir como muy profundo en cuanto a la visión de Dios y del ser humano. En ese sentido, el texto de este 5º domingo de Pascua nos revela la vida interior de Jesús, donde está Dios y desde donde Dios se revela a la humanidad. Parece un juego de palabras, pero están apuntando a lo más íntimo de nuestra existencia desde una perspectiva cristiana.

Estas palabras de Jesús forman parte de los discursos de despedida antes de su muerte. Cuando es pronunciado, el clima entre ellos era de máxima tensión y de espera incierta del desenlace. Era un momento paradójico, incomprensible pues tenían que sincronizar, por un lado, el mensaje del mandamiento del amor que acababan de escuchar con la decepcionante traición de Judas; por otro, el ejemplo radical del lavatorio de los pies con la predicción de la negación de Pedro. En medio de esta situación planteada, el Evangelio de Juan pone en escena a Jesús cuyas primeras palabras intentan situar a los oyentes en una posición de aliento y de nueva mirada: “no estéis angustiados, confiad en Dios y confiad en mí”. La angustia, el miedo, nos paralizan y nos permiten ver por una rendija la realidad y, a veces, bastante distorsionada. Jesús propone vivir desde la confianza profunda porque amplía el campo de visión y genera descanso y mayor lucidez. Lo contrario al miedo no es la valentía sino la confianza, la valentía es una consecuencia de esa confianza profunda en la energía vital y trascendente que todos tenemos. Buen mensaje para vivir así los tiempos que corren.

Pero Jesús quiere que demos un paso más como creyentes. Su discurso tiene una clara pretensión de revelar cómo es nuestro interior y cómo manejarlo para no convertir la fe en una creencia sino en una experiencia. Que no nos asustemos si nos asomamos a lo que hay dentro de nosotros y que lo podamos comprender. Dice que ahí está el Padre, es decir, el origen de nuestra existencia, la fuerza creadora que sostiene nuestra vida. Esa Presencia puede ser creíble a los ojos de los demás a través de las obras, de lo que somos, decimos, decidimos, omitimos, pensamos…Y nos propone mirarle de una manera nueva, mirarle como Camino, como Verdad y como Vida. Como Camino y no como un código ético que excluye a los no entran en esta ruta o a los que, creativamente, descubren nuevas formas de acceder a Él. Camino es una dirección que conduce a un horizonte y que es esencial saber adónde se va a llegar como comunidad humana. Ese horizonte nos habla de la plenitud, una plenitud bien aireada en este tiempo de Pascua. Como Verdad, es decir, como la conciencia humana de Dios, la evidencia en nuestra historia de que existe. No es una Verdad excluyente, todo lo contrario, es una Verdad liberadora y para todo el género humano. Como Vida, una vida que, como nos muestran los escritos joánicos, recorre las profundidades humanas y es eterna, ilimitada, nos une con la Divinidad y nos sostiene en cada momento de la existencia.

A veces, nos invade el pragmatismo cuando nos situamos ante el mensaje del Evangelio. Parece que siempre hay que sacar un compromiso, una forma de actuar, un acto para mejorar la vida. Mirarnos y mirar a Dios de una manera nueva es mucho más pragmático a largo plazo porque nos cambia desde dentro. Hoy recibimos una revelación que no tiene precio: somos prolongación de Jesús; como bien rezamos en el Credo, “de la misma naturaleza que el Padre”, de la misma esencia, compartiendo raíz, origen y horizonte. Esta es nuestra fuerza y nuestra nueva mirada.

FELIZ DOMINGO

Rosario Ramos

Fuente Fe Adulta

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