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Al despertar.

Domingo, 17 de marzo de 2019
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despertarEl cuerpo humano es el carruaje; el yo, el hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas, y los sentimientos los caballos (Platón)

17 de marzo.  Domingo II de Cuaresma

Lc 9, 28b-36

Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño. Al despertar, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él

The Awakening es una novela de la escritora Kate Chuoín, publicada en 1899. La mezcla de la novela, de narrativa realista, incisivos comentarios sociales y complejidad psicológica hace que El despertar sea un precursor del modernismo literario. La otra persona a la que recurre Edna durante este período de soledad es Mademoiselle Reisz, una dotada pianista cuya forma de tocar es conocida por toda Nueva Orleans pero quien mantiene una existencia por lo general hermética.

También el cine ha abordado esta problemática. El Despertar, es una película de 2003, dirigida por Roland Suso Richter, en la que Sigmon Cable despierta en un hospital aquejado de amnesia. Tratando de recuperar su identidad descubre que tiene la capacidad de volver al pasado, modificar su futuro y resolver el misterio de la muerte de su hermano.

-“Nuestro camino espiritual nos conduce a la responsabilidad con el mundo. Nos conduce a la acción, nos conduce hacia nuestros semejantes. Es afirmativo de la vida y abierto al mundo y se compromete con una existencia digna del hombre, con la preservación de la naturaleza y la protección de los animales. Es la base de una ética del amor”, escribió Willigis Jäger en Sabiduría eterna.

Un Awakenig que agudiza todos los sentidos de todos los seres, elevándoles a categoría de destello que alumbra la noche oscura de la Tierra y el Cielo con un sentido de luz que les proporciona vida y sentido. Y es entonces cuando se cumple aquello que dijo Platón: El cuerpo humano es el carruaje; el yo, el hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas, y los sentimientos los caballos”. Entonces -despertar de Sigmon Cable-, que nos permite recuperar la memoria de nuestra identidad perdida.

Subimos y bajamos por el interior de nosotros mismos aflojando y apretando clavijas de nuestro violín, en la orquesta de la existencia, hasta dar con el tono adecuado y no desafinar del Coro monumental del resto de los seres. La mejor manera de ser todo y ser uno, fundido en un Universo Multiverso. La primera referencia a éste, proviene de la literatura Védica (800 A.C. – 200 A.C.), concretamente del Bhgavataha-Purana, escrito por Viasa. Término usado en cosmología, física astronomía, filosofía, psicología transpersonal, en particular dentro de la ciencia ficción y la fantasía.

Desaparece el hermetismo, tradición filosófica y religiosa basada principalmente en textos pseuodoepigríficos, atribuidos a Hermes Trismegisto, que han influido mucho en la Tradición Exotérica Occidental, y fueron considerados de gran importancia tanto durante el Renacimiento como en la Reforma. La tradición reclama ser descendiente de una Prisca theologia, que afirma que una simple y verdadera teología existe, la cual está presente en todas las religiones y fue dada por Dios al hombre en la Antigüedad. Uno de los primeros en utilizarla fue Agustín de Hipona en su obra La ciudad de Dios.

Cardinal conocimiento y la aprehensión del cristianismo y sus postulados, de particular interés por el curso de Historia de la historiografía.

Lope de Vega y Carpio, lo canta de esta manera en Poemas del alma.

IR Y QUEDARSE.

Ir y quedarse, y con quedar partirse,
partir sin alma, y ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;

arder como la vela y consumirse,
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo, y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;

hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;

creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma, y en la vida infierno.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Llevamos el gen de la transfiguración en nuestro ser.

Domingo, 17 de marzo de 2019
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transfiguration-21Lucas 9, 28b-36

En el camino del seguimiento, en el camino de cuaresma, este segundo domingo nos da una clave para seguir avanzando bien orientados. Nos recuerda que caminamos hacia la vida, no hacia la muerte, aunque esta sea un paso necesario. O quizá nos recuerda cómo, aun en el camino hacia la muerte, la presencia cercana y amorosa de Dios Padre transforma, transfigura el camino.

En los versículos anteriores al evangelio de este domingo, Jesús camina con sus discípulos y les anuncia su pasión y muerte, invitándoles a tomar la propia cruz para seguirle y estar dispuestos a perder la vida por el evangelio. ¡Duro mensaje! Para ellos y para nosotros.

Lucas nos deja entrever a Jesús y sus discípulos caminando hacia Jerusalén bajo la sombra de la cruz, del fracaso anunciado por Jesús, para él mismo y para ellos. ¿Describe esto muchos de nuestros caminos? ¡Cuántas veces nos planteamos el caminar con Jesús como el camino hacia la cruz!

Pero el evangelio de hoy nos dice: En este mismo camino hay gloria, hay encuentro con Dios, hay transfiguración. Es decir hay posibilidad de “ir más allá”, a lo esencial de nuestro ser.

Como a Pedro, a Santiago o a Juan, Jesús nos saca del camino y nos toma consigo para hacernos testigos y partícipes de su encuentro con Dios, de este hecho central en su vida: experimentarse como hijo amado.

La experiencia de cercanía de Dios está narrada con todos los elementos de las teofanías bíblicas, subida al monte (lugar en que Dios habita), vestiduras resplandecientes y personajes centrales en la historia del pueblo que nos conectan con la Ley y los profetas… Pero estos elementos de la teofanía no nos deben confundir.

La importancia y grandiosidad de la cercanía de Dios, no está en “el ropaje” del decorado, sino en la hondura de la experiencia de Jesús, que se ve y se siente a si mismo profundamente amado como hijo. Él es el hijo amado del Padre, de su Abbá.

Es de esta experiencia, no del decorado, de lo que Pedro, Santiago y Juan son testigos. Es ahí, al descubrir a Jesús como hijo amado de Dios, cuando sienten la llamada a escucharle y la atracción irresistible a permanecer con El.

Ante este evangelio puedo quedarme en el ropaje del texto: “¡Qué pena, yo nunca he visto nada así!” o dejarme sacar del camino rutinario, y abrirme a lo que está más allá. Puedo reconocer que a mí también se me ha dado el gen de la transfiguración, que me invita continuamente a dejar la imagen, las apariencias, para poner la mirada en lo alto.

Se nos invita a estar atentos, atentas, a la presencia cercana y amorosa de Dios, como hijos e hijas amados, y experimentar el encuentro con Él que nos “transfigura”.

Se trata de elegir entre seguir cuidando lo externo: los ropajes, los aplausos momentáneos, la presencia en las redes sociales, el número de seguidores que tenemos… o cuidar ese otro “encuentro” que nos lleve a lo profundo, que nos saca del camino para hacernos descubrir Su presencia, transfiguradora de nuestra propia persona y de la realidad de nuestro entorno.

Sí, hay presencias que nos cambian, hay momentos que nos abren de golpe la realidad y descubrimos en ella, en esa realidad cotidiana y conocida, algo más de lo visto hasta el momento presente.

Los evangelios nos invitan a ir más allá de esa imagen de Jesús que angustiaba a sus discípulos cuando subiendo a Jerusalén le veían condenado a la cruz, como un proscrito. Nos invitan a ir más allá de esta apariencia: el que “sube” a la cruz es el mismo que hoy “sube” al Tabor, resplandece junto a Dios y se codea con Moisés y Elías, con la Ley y el Profetismo.

Y con esta mirada profunda, y esta conciencia transfigurada de “hijos e hijas amadas” volvamos al camino, a seguir caminando sobrecogidos quizá, sin contarlo a nadie, como ellos, pero escuchando la voz de Hijo que traspasa nuestra vida e ilumina toda realidad.

Mª Guadalupe Labrador. fmmdp

Fuente Fe Adulta

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Espiritualidad y compromiso.

Domingo, 17 de marzo de 2019
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Transfiguration_YearC_ethiopiaDomingo II de Cuaresma

17 marzo 2019

Lc  9, 28b-36

El llamado “relato de la transfiguración” está repleto de simbolismo: el monte, el color blanco, la alusión a las figuras de Moisés y Elías, la referencia a la muerte en Jerusalén, la reacción de Pedro, la “nube”, el miedo, la proclamación de Jesús como “el Hijo”…

Todo él puede considerarse como una proclamación de fe de la primera comunidad en Jesús resucitado: de hecho, esta narración bien podría entenderse formando parte de los “relatos de apariciones”. Un Jesús “transfigurado” (resucitado), culmen de la “Ley” (Moisés) y los “Profetas” (Elías), se manifiesta en el “monte” (lugar de la divinidad), que es envuelto en una “nube” (que recuerda a la del Sinaí, según el relato del Libro del Éxodo: “Yo vendré a ti en densa sube”, escucha Moisés [Ex 19,9], promesa que se plasma inmediatamente: “Una densa nube cubría la montaña [19,16]).

Ante la teofanía –o manifestación del Misterio–, cabe vivir una actitud de asombro, admiración, sobrecogimiento, adoración, gratitud…, pero pueden darse otras bien diferentes: la del miedo ante lo desconocido que nos desborda y la de la apropiación egocéntrica.

Esta última es la que parece expresarse en las palabras de Pedro. Uno de los mecanismos característicos del ego es la apropiación de todo aquello que le aporta bienestar o le resulta eficaz para sostener y alimentar su sensación de existir.

Sin embargo, la apropiación pervierte el don porque lo cosifica y reduce a un objeto satisfactorio. Y aquello que debía provocar una radical desegocentración se convierte en alimento para fortalecer el ego.

En el campo espiritual, produce una pseudo-espiritualidad desencarnada y narcisista, en la que se busca sencillamente el propio bienestar.

Conscientes de este riesgo, hay quienes optan por marginar la espiritualidad, absolutizando lo que llaman “compromiso”, sin advertir que se cae en un reduccionismo de signo contrario, igualmente empobrecedor y, con frecuencia, también narcisista, en cuanto es objeto de apropiación por el mismo ego.

La comprensión no-dual permite ver ambas realidad como radicalmente inseparables, las dos caras de la misma moneda. No hay entre ellas contraposición, ni siquiera yuxtaposición: la espiritualidad se vive y se expresa como compromiso, y el compromiso hunde sus raíces en la espiritualidad genuina.

Eso es lo que vemos en Jesús de Nazaret, como en tantos hombres y mujeres, que han sabido vivir ambas dimensiones en un mismo movimiento. Los frutos que advertimos en sus vidas tienen el sello de lo profundo, lo transparente, lo armonioso, lo entregado… No hay búsqueda de “refugio” narcisista en la espiritualidad ni búsqueda de “autoafirmación” igualmente narcisista en el compromiso.

¿Cómo se articula en mi existencia esa doble dimensión?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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Transfigurar, cambiar la vida

Domingo, 17 de marzo de 2019
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índiceDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

  1. relatos de luz y revelación.

La luz nos es necesaria y embarga nuestra vida.

         Nos nacen: nos dan a luz.

         Este relato de la Transfiguración es muy semejante al del Bautismo de Jesús: en ambos relatos se abre el cielo, son textos llenos de luz, vestidos resplandecientes, se oye: “Este es mi Hijo, escuchadle”. La nube, Dios, cubre la escena.

         En la vida nos hace falta luz para vivir, nos hace falta ver.

         En el transcurrir de la vida necesitamos que la luz nos ilumine el camino, los problemas e intuir el horizonte y, por nuestra parte hemos de ser lúcidos.

  1. La Transfiguración: un acontecimiento de luz y oración

No les fue sencillo ni a aquellos primeros discípulos, ni a nosotros ver en Jesús, un hombre como nosotros, ver en Él a Cristo, al hijo de Dios.

         Creyente e inteligentemente el papa Benedicto decía en el primero de sus libros sobre Jesús que la Transfiguración es un acontecimiento de oración.[1]

         Este relato es el descubrimiento y encuentro en la fe de los primeros creyentes con JesuCristo. (San Juan lo dice de otra manera: Yo soy la luz del mundo, Jn 8,12).

Los montes.

La Transfiguración acontece junto a Dios (monte) y en oración.

         Las montañas son los lugares más cercanos al cielo, por eso eran consideradas como el lugar de la máxima cercanía con Dios. Jesús está cerca de Dios, Jesús es Palabra de Dios, Jesús es Hijo de Dios.

         Los grandes “acontecimientos” de JesuCristo acontecen en un monte. Estas cosas acontecen cerca de Dios (monte) y en la oración.

  • o Jesús subía y pasaba largas noches de oración en la montaña.
  • o Jesús fue tentado en lo alto de un monte.
  • o Su gran predicación aconteció tras la noche en oración en el monte de las bienaventuranzas.
  • o Jesús toma conciencia de su mesianismo y los creyentes (representados por Pedro, Santiago y Juan) en el monte de la Transfiguración.
  • o Jesús llega a la angustia de muerte en la oración del monte de los Olivos.
  • o Jesús es crucificado en el monte
  • o Jesús llega o vuelve definitivamente a Dios desde el monte de la Ascensión.

         Jesús está cerca de Dios: desde el principio la palabra estaba en Dios, era Dios (Jn 1,1-2) y la cercanía, la luz  de Dios ilumina y orienta toda su vida, la muerte y resurrección de JesuCristo.

         La cercanía de Dios en el silencio de nuestra vida, dejándonos embargar por la nube y la luz de Dios, ilumina y trasfigura nuestra vida.

  1. transfigurar la vida.

         La materialidad de la realidad es importante y valiosa, pero se trata de transfigurar la vida cotidiana.

  • o El ser humano transforma, transfigura los minerales y la energía nuclear en medicina y quirófanos, etc.
  • o Hombres y mujeres lúcidos transforman y transfiguran la biología y psicología en afecto, amistad y familia.
  • o Padres de familia tratan de transfigurar a sus hijos en hombres y mujeres cercanos a Dios: van “sacando de ellos” el homo absconditus: la persona escondida en su interior.
  • o El trabajo humano con su inteligencia y trabajo transforma, transfigura la naturaleza en cultura.
  • o El campesino transfigura el grano de trigo en harina y la mujer sigue amasando el pan en la vida.
  • o Artistas, poetas y cantantes transfiguran la madera, el hierro, la piedra, la palabra, los sonidos en arte, poesía, música transcendente.
  • o La vida de silencio y oración anticipa y transfigura el claustro terrestre en la Jerusalén celestial.
  • o El monte de la Transfiguración transforma las oscuridades humanas en caminos de luz y esperanza, el odio en fraternidad.

Por qué no pensar que es una noble manera de vivir: transfigurar la existencia.

Una vida, una cultura que no transfigura, que no transciende la existencia y sus contenidos, se vuelve intranscendente.

Creer en la Trasfiguración es esperar que esta vida no termina, se transforma. No sabemos científicamente, per esperamos la transfiguración definitiva.

  1. La luz vino a los suyos, pero los suyos no la recibieron.

Es un texto inquietante, que se repite con frecuencia a lo largo de la historia:         La luz vino a los suyos, pero los suyos no la recibieron, (Jn 1,11).

         Muchas veces vivimos en tinieblas. Lo vemos en los parlamentos, en la situación de crisis económica, en la corrupción.

Las mismas estructuras y actividades eclesiásticas no transfiguran nada. Repiten palabras, hacen ritos, emanan disposiciones, pero en lo eclesiástico apenas hay luz, ni cercanía de Dios, ni tan siquiera hay un poco de amor.

         Hemos de seguir luchando como buenamente podamos hasta que lleguemos a aquello que intuía Isaías: El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz, (Is 9,2) y, de nuevo como en el Génesis, la ciudad, la convivencia social y política, las estructuras eclesiásticas no necesitarán ya ni de sol ni de luna que la alumbren, porque la ilumina la luz de Dios, Ap 21, 23

         Como en la Transfiguración, también resuena para nosotros.

Éste es mi Hijo, escuchadle.

[1] J. Ratzinger – Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Primera parte. Desde el Bautismo a la Transfiguración, Madrid, Ed La Esfera de los Libros, 2000, 361.

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“Liberar la fuerza del Evangelio”. 2º Cuaresma – B (Marcos 9,2-10)

Domingo, 25 de febrero de 2018
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808110Este relato de la «transfiguración de Jesús» fue desde el comienzo muy popular entre sus seguidores. No es un episodio más. La escena, recreada con diversos recursos de carácter simbólico, es grandiosa. Los evangelistas presentan a Jesús con el rostro resplandeciente mientras conversa con Moisés y Elías.

Los tres discípulos que lo han acompañado hasta la cumbre de la montaña quedan sobrecogidos. No saben qué pensar de todo aquello. El misterio que envuelve a Jesús es demasiado grande. Marcos dice que estaban asustados.

La escena culmina de forma extraña: «Se formó una nube que los cubrió y salió de la nube una voz: Este es mi Hijo amado; escuchadlo». El movimiento de Jesús nació escuchando su llamada. Su Palabra, recogida más tarde en cuatro pequeños escritos, fue engendrando nuevos seguidores. La Iglesia vive escuchando su Evangelio.

Este mensaje de Jesús encuentra hoy muchos obstáculos para llegar hasta los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Al abandonar la práctica religiosa, muchos han dejado de escucharlo para siempre. Ya no oirán hablar de Jesús si no es de forma casual o distraída.

Tampoco quienes se acercan a las comunidades cristianas pueden apreciar fácilmente la Palabra de Jesús. Su mensaje se pierde entre otras prácticas, costumbres y doctrinas. Es difícil captar su importancia decisiva. La fuerza liberadora de su Evangelio queda a veces bloqueada por lenguajes y comentarios ajenos a su espíritu.

Sin embargo, también hoy lo único decisivo que puede ofrecer la Iglesia a la sociedad moderna es la Buena Noticia proclamada por Jesús y su proyecto humanizador del reino de Dios. No podemos seguir reteniendo la fuerza humanizadora de su Palabra.

Hemos de hacer que corra limpia, viva y abundante por nuestras comunidades. Que llegue hasta los hogares, que la puedan conocer quienes buscan un sentido nuevo a sus vidas, que la puedan escuchar quienes viven sin esperanza.

Hemos de aprender a leer juntos el Evangelio. Familiarizarnos con los relatos evangélicos. Ponernos en contacto directo e inmediato con la Buena Noticia de Jesús. En esto hemos de gastar las energías. De aquí empezará la renovación que necesita hoy la Iglesia.

Cuando la institución eclesiástica va perdiendo el poder de atracción que ha tenido durante siglos, hemos de descubrir la atracción que tiene Jesús, el Hijo amado de Dios, para quienes buscan verdad y vida. Dentro de pocos años nos daremos cuenta de que todo nos está empujando a poner con más fidelidad su Buena Noticia en el centro del cristianismo.

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

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“Éste es mi Hijo amado”. Domingo 25 de Febrero de 2018. Domingo segundo de Cuaresma

Domingo, 25 de febrero de 2018
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20-cuaresma B2 cerezoLeído en Koinonia:

Génesis 22,1-2.9-13.15-18: El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.
Salmo responsorial: 115: Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Romanos 8,31b-34: Dios no perdonó a su propio Hijo.
Marcos 9,2-10: Éste e mi Hijo amado.

Después del anuncio de la pasión y del llamado al seguimiento, Marcos introduce el relato de la transfiguración (Mc 9,2-8). Algo así como una “Pascua anticipada”, junto a una crucifixión igualmente “anticipada”. Después viene la discusión sobre la resurrección y el retorno de Elías (Mc 9,9-13) y la historia de la sanación del niño mudo (Mc 9,14-29). Según Xavier Pikaza, los tres relatos tejen un tríptico eclesial que vincula la experiencia de oración, la fe sanadora y el anuncio de la pasión y la resurrección. Así la experiencia pascual (transfiguración) está unida a la acción liberadora.

Veamos en primer lugar la fuerza simbólica del relato, y después “ataremos cabos” para resaltar el mensaje para nuestro HOY:

“Seis días” que evocan los “seis días” de la creación, o los “seis años” de trabajo antes del “año sabático”. Es pues, tiempo productivo, de siembra, de actividad, de preparación. En este ambiente sucede la transfiguración. Pudiéramos decir que la transfiguración pertenece a “otro tiempo”, que irrumpe en el “tiempo ordinario”, con el fin de producir un contraste, un desequilibrio, un llamado de atención, una corrección.

“Tres discípulos”: Pedro, Santiago y Juan, en representación de la comunidad discipular conducida por Jesús. La humanidad masculina en camino al encuentro transformador con la divinidad. Quizá por ello más necesitada de la corrección que va a desarrollarse en lo alto del monte.

“Vestidos resplandecientes” para resaltar la transformación, en donde el resplandor y la blancura expresan la profundidad y la integridad del cambio operado. Las primeras comunidades cristianas usaron vestidos blancos recién lavados para simbolizar la nueva vida que se proponían vivir. Los vestidos exteriores son expresión de los profundos cambios en el interior de las personas.

“Tres seres resplandecientes”: Jesús, Moisés y Elías, en representación de la “comunidad celestial” en comunión. También masculina. Quizá por ello, el encuentro de las dos comunidades sólo suman “seis”. La plenitud del “siete” tendrá lugar mediante la inclusión de la comunidad femenina.

“Tres tiendas”, simbolismo del éxodo y del Dios del éxodo, experiencia tribal originaria y fundacional de Israel. El tiempo de las tiendas es también tiempo de alianza tribal, de solidaridad, de igualdad. En la fiesta de las tiendas sukkot cada familia hacía una choza y habitaba en ella, recordando la salida de Egipto.

Tenemos un énfasis en el simbolismo trinitario: 3 seres celestiales (Jesús, Moisés, Elías), 3 discípulos (Pedro, Juan, Santiago), 3 chozas (éxodo); tres veces tres junto con la gloria de Dios. Tres significa comunidad, perfección, plenitud. Es la propuesta comunitaria de Dios para la humanidad a partir del mismo ser trinitario de Dios. Es el proyecto a construir una vez que se regrese a la llanura.

“Nube”, para los pueblos del desierto significa sombra, lluvia, vida, alegría, bendición. Por eso, siempre está relacionada con Dios. Es un signo visible de la presencia y la compañía gratificante de Dios. Así lo fue durante la travesía del pueblo por el desierto, Dios caminaba delante de él señalando el camino. La voz y la nube van junto al pueblo, cuando este decide construir el proyecto de Dios.

“Subir el monte alto”: evocando Horeb-Sión, lugar donde Moisés y Elías se vieron “cara-a-cara” con Dios. Epifanía que revela el proyecto de Dios y que da fuerza y sabiduría para llevarlo a cabo. Ascenso humanizador, en cuanto capacidad y decisión para realizar lo revelado por Dios.

“Descender del monte”: a la llanura, para el encuentro y la transformación humana y social. En el descenso, quienes experimentaron la resurrección, discuten sobre la “resurrección de los muertos”. El monte está relacionado con la resurrección y la llanura con la muerte. Evocación de los orígenes de Israel en las montañas tribales en contraste con las llanuras tributarias e idolátricas. Producir tal contraste es la tarea permanente de quienes “descienden del monte”. De ahí el imperativo a descender.

En el camino a Jerusalén era necesaria la transfiguración. Galilea había mostrado el “éxito” del reino de Dios. La comunidad discipular identificó allí la realización de los tiempos mesiánicos relacionados con los milagros de Jesús y con las multitudes necesitadas. La expectativa judía de un Mesías liberador de la opresión romana estaba siendo respondida. La comunidad discipular aún no salía de estos moldes mesiánicos. Cuando Jesús anuncia su pasión y crucifixión, hay alarma y desconcierto. No se entiende un mesianismo que pase por la cruz. Para “corregir” esta situación vivida por la comunidad post-pascual de Marcos, el relato introduce la transfiguración.

No sabemos cuál sea el contenido materialmente histórico de este relato teológico, ni es importante conocerlo; este relato, como todo el evangelio, no está escrito tanto “para que sepamos” un dato material de la vida de Jesús, sino “para que creamos”, para alimentar nuestra fe subrayando un aspecto de una verdad salvífica (no una verdad física). Para comunicarnos un mensaje espiritual (una verdad profunda), sin que importe la veracidad fáctica del hecho que sirve de símbolo-vehículo para la transmisión de ese mensaje (o sea, aunque como verdad superficial no fuera cierto tal hecho).

Lo que en el sentido profundo se trasmite en el texto es una vivencia fundamental para toda persona humana, que lo fue sin duda también para Jesús: la necesidad de transcender la superficie de las cosas para captar su sentido profundo. En un momento privilegiado de gracia, los discípulos pudieron acceder a una visión más honda de lo que significaba aquél Jesús humilde que les acompañaba “como uno de tantos”. Y eso les dio ánimos y les fortaleció para continuar la “subida a Jerusalén”.

La fe es la que opera esa “transfiguración”; por ella la vida real, tantas veces chata y sin relieve, rutinaria o hasta decepcionante, se “trasfigura”, mostrándonos sus riquezas de sentido, su trasfondo de dimensiones transcendentes, hasta hacernos experimentar incluso que “todo es gracia”, como dijo Bernanos. Ante esa visión transfigurada de la realidad, uno se extasía, sentimos el deseo de detener el tiempo para contemplar y saborear… Pero esos momentos privilegiados, transfigurados, son excepciones; a lo largo del camino hacia Jerusalén hay pocos montes Tabor…

La fe es la que debe suplir y hacer posible en el fondo del corazón la fuerza para subir al monte Tabor, incluso cuando podamos estar más cerca del otro monte, el Calvario… La fe nos puede dar “una visión contemplativa de la realidad”, una visión mayor, penetrante, transfiguradora, anticipadamente escatológica incluso. Este poema de Casaldáliga que les ofrecemos parece expresar algo semejante.

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva”

Entonces veré el sol con ojos nuevos
y la noche y su aldea reunida;
la garza blanca y sus ocultos huevos,
la piel del río y su secreta vida.

Veré el alma gemela de cada hombre
en la entera verdad de su querencia;
y cada cosa en su primero nombre
y cada nombre en su lograda esencia.

Confluyendo en la paz de Tu mirada,
veré, por fin, la cierta encrucijada
de todos los caminos de la Historia

el reverso de fiesta de la muerte.
Y saciaré mis ojos en Tu gloria,
para ya siempre más ver, verme y verte.

El evangelio de hoy es dramatizado Leer más…

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25.2.18. Transfiguración: Orar en el monte, curar al niño enfermo

Domingo, 25 de febrero de 2018
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28467627_938624499648076_4596070768342998757_nDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 2º de Cuaresma. Iniciado el camino que lleva a la pascua, la liturgia nos sitúa ante una escena simbólica de hondo sentido mesiánico:

— Para llevarnos al Monte de la Cruz, el evangelio nos hace pasar por el Tabor, para que contemplemos allí a Jesús transfigurado, con Elías y Moisés, mientras en la parte inferior un grupo de discípulos discute con escribas y familiares sobre la curación de un niño lunático (Imagen 1, cuadro de Rafael, en el Vaticano).

— El relato del Tabor traza un camino de subida y bajado con Jesús, como indica la imagen 2 (icono oriental), con los tres discípulos subiendo por un lado y bajando por otro, con Jesús, primero para ver a Jesús, después para decir al mundo lo que hemosvisto.

Subimos con Jesús y él nos revela el misterio radiante de su vida floriosa, para abrir nuestros ojos y darnos la mano en la noche de la contemplación, y en la mañana del compromiso.

Caminemos con Jesús y con sus tres discípulos cercano (Pedro, Juan, Santiago), no tengamos miedo, nos espera el Señor en la Montaña, con sus dos grandes testigos, Elías y Moisés, toda la Biblia, toda la historia.

28055979_938625106314682_5543057415022609950_nÉsta es una de las escenas más queridas de la piedad y del arte cristiano. El relato y el Icono de la Transfiguración ha acompañado y sigue acompañando a millones de cristianos en su peregrinación. Es bueno que la liturgia lo ponga ante nosotros, para tomar con más fuerza el camino, ahora que va avanzando la cuaresma.

El primer Icono es quizá la obra maestra de Rafael Sanzio, y así he querido reproducirlo en grande, para que el lector y orante se fije y obre en consecuencia. Tiene dos planos, sensiblemente iguales:
(a) En el superior Jesús con Elías y Moisés, mientras yacen admirados y con miedo los tras discípulos principales.
(b) En el plano inferior están los otros nueve discípulos que han quedado en el llano, discutiendo con escribas y parientes de un niño “lunático”, al que no logran curar… hasta que Jesús baje de la montaña…

El segundo Icono recoge la tradición oriental, ortodoxa, y nos sitúa también ante dos planos. (a) Arriba Jesús transfigurado, con Elías y Moisés y los tres videntes. (b) En la parte inferior los tres discípulos, que por un lado suben con Jesús para “verle” (contemplación) y por otro bajan (también con Jesús) para curar el niño enfermo.

He desarrollado extensamente el tema en Comentario a Marcos(Estella 2017). Aquí sólo ofrezco una introducción a la lectura histórica y temática de esta escena central del evangelio, invitando a mis lectores a vincular las dos lecturas, la occidental (de Rafael) y la oriental del icono contemplativo de oriente.

Las tres partes del texto

1. Transfiguración (9, 2-8).

images(a. Situación) 2 Y seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, los llevó a solas a un monte alto y se transfiguró ante ellos. 3 Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como ningún batanero del mundo podría blanquearlos. 4 Se les aparecieron también Elías y Moisés, que conversaban con Jesús.
(b. Pedro) 5 Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: Rabbi (=Maestro) (que bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. 6 Estaban tan asustados que no sabía lo que decía.
(c. Dios) 7 Vino entonces una nube que los cubrió y se oyó una voz desde la nube: Este es mi Hijo amado; escuchadlo. 8 De pronto, cuando miraron alrededor, vieron sólo a Jesús con ellos.

b. Discusión en el camino de bajada (9, 9-13).

(a. Resucitar de entre los muertos) 9 Al bajar del monte, les ordenó que no contaran a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del humano hubiera resucitado de entre los muertos. 10 Ellos guardaron el secreto, pero discutían entre sí sobre lo que significaría aquello de resucitar de entre los muertos.
(b. Elías) 11 Y le preguntaron: )Cómo es que dicen los escribas que primero tiene que venir Elías? 12 Él, por su parte, les dijo: Es cierto que Elías ha de venir primero y ha de restaurarlo todo, pero )no dicen las Escrituras que el Hijo del humano tiene que padecer mucho y ser despreciado? 13 Os digo que Elías ha venido ya y han hecho con él lo que han querido, como estaba escrito de él.

c. Milagro del niño lunático (9, 14-29).

(a. Situación)14 Cuando llegaron a donde estaban los otros discípulos, vieron mucha gente alrededor y a unos escribas discutiendo con ellos. 15 Toda la gente, al verlo, quedó sorprendida y corrió a saludarlo. 16 Y les preguntó: )De qué estáis discutiendo con ellos? 17 Uno de entre la gente le contestó: Maestro, te he traído a mi hijo, pues tiene un espíritu mudo. 18 Cada vez que se apodera de él, lo tira por tierra, y le hace echar espumarajos y rechinar los dientes hasta quedarse rígido. He pedido a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.

(b. Creo: la fe del padre) 19 Él (Jesús), respondiéndoles, les dijo: (Generación incrédula!) Hasta cuando tendré que estar entre vosotros? )Hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo.20 Se lo llevaron y, en cuanto el espíritu le vio, sacudió violentamente al muchacho, que cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos. 21 Entonces le preguntó al padre: )Cuánto tiempo hace que le sucede esto? El padre contestó: Desde pequeño. 22 Y muchas veces lo ha tirado al fuego y al agua para acabar con él. Si algo puedes, compadécete de nosotros y ayúdanos.23 Jesús le dijo: (Dices si puedo. Todo es posible a quien cree.24 El padre del niño gritó al instante: (Creo, pero ayuda mi incredulidad!
(c. Lo levantó: la acción de Jesús)25 Jesús, viendo que se aglomeraba la gente, increpó al espíritu impuro, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, te ordeno que salgas y no vuelvas a entrar en él. 26 Y el espíritu salió entre gritos y violentas convulsiones. El niño quedó como muerto, de forma que muchos decían que había muerto. 27 Pero Jesús, tomándole de la mano, lo levantó, y él se puso en pie.
(d. Oración) 28 Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas:)Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?29 Les contestó: Esta tipo (de demonios) no puede salir si no es con oración.

TRES PERSPECTIVA, TRES CONTEXTOS DE LA TRANSFIGURACIÓN (9, 2-8)

Hemos leído detenidamente el texto. Leámoslo de nuevo, sintámulos por dentro. No olvidemos que, conforme a la exégesis tradicional, este pasaje pude entenderse en tres planos o perspectivas

– Perspectiva historicista. Un día Jesús subió a la montaña.

En esa línea, este relato habla de un “hecho” que pasó una vez, durante el tiempo de la vida pública de Jesús, cuando él estaba subiendo hacia Jerusalén, y para sentir mejor lo que hacía quiso subir con tres de sus discípulos a un monte del camino. Leer más…

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La anticipación del triunfo de Jesús. Domingo 2º de Cuaresma. Ciclo B

Domingo, 25 de febrero de 2018
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Ecce Homo +Elisabeth Ohlson Wallin+1998Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo 1º de Cuaresma se dedica siempre a las tentaciones de Jesús, y el 2º a la transfiguración. El motivo es fácil de entender: la Cuaresma es etapa de preparación a la Pascua; no sólo a la Semana Santa, entendida como recuerdo de la muerte de Jesús, sino también a su resurrección. Este episodio, que anticipa su triunfo final nos ayuda a enfocar adecuadamente estas semanas.

El contexto

Jesús ha anunciado que debe padecer mucho, ser rechazado, morir y resucitar. Pedro, que no quiere oír hablar de sufrimiento y muerte, lo lleva aparte y lo reprende, provocando la respuesta airada de Jesús: «Retírate, Satanás». Luego llama a toda la gente junto con los discípulos, y les dice algo más duro todavía: no sólo él sufrirá y morirá; los que quieran seguirle también tendrán que negarse a sí mismos y cargar con la cruz. Pero tendrán su recompensa cuando él vuelva triunfante. Y añade: «Algunos de los aquí presentes no morirán antes de ver llegar el reinado de Dios con poder». ¿Se cumplirá esa extraña promesa? ¿Hay que hacerle caso a uno que pone condiciones tan duras para seguirle?

El cumplimiento: la transfiguración

Seis después tiene lugar esta extraño episodio.

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.

Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»  Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.» De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.» Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».

El relato podemos dividirlo en tres partes: la subida a la montaña, la visión, la bajada. Desde el punto de vista litera­rio es una teofanía, una manifestación de Dios, y Marcos utiliza los mismos elementos que empleaban los autores del Antiguo Testamento para describirla.

            La subida a la montaña

Es significativo el hecho de que Jesús sólo elige a tres discípu­los, Pedro, Santiago y Juan. La exclusión de los otros nueve no debemos interpretarla sólo como un privilegio; la idea principal es que va a ocurrir algo tan importante que no puede ser presen­ciado por todos. Por otra parte, se dice que subieron «a una montaña alta». Mc usa el frecuente simbolismo de la montaña como morada o lugar de revelación de Dios. Entre los antiguos cananeos, el monte Safón era la morada del panteón divino. Para los griegos se trataba del Olimpo. Para los israelitas, el monte sagrado era el Sinaí. También el Carmelo tuvo un prestigio especial entre ellos, igual que el monte Sión en Jerusalén.

            La visión

En la visión hay cuatro elementos que la hacen avanzar hasta su plenitud.

1) La transformación de las vestiduras de Jesús, que se vuelven «de un blanco deslumbrador, como no es capaz de blanquearlos ningún batanero del mundo». Mc parece sugerir que del interior de Jesús brota una luz deslumbradora que transforma sus vestidos. Esa luz simboliza la gloria de Jesús, que los discípulos no habían percibido hasta ahora de forma tan sorprendente.

2) Elías y Moisés. Curiosamente, el primer plano lo ocupa Elías, considerado en el judaísmo el precursor del Mesías (Eclesiástico 48,10); el puesto secundario que ocupa Moisés resulta difícil de explicar. Moisés es el gran mediador entre Dios y su pueblo, el profeta con el que Dios hablaba cara a cara. Sin Moisés, humana­mente hablando, no habría existido el pueblo de Israel ni su religión. Elías es el profeta que salva a esa religión en su mayor momento de crisis, hacia el siglo IX a.C., cuando está a punto de sucumbir por el influjo de la religión cananea. Sin él, habría caído por tierra toda la obra de Moisés. Por eso los judíos concedían especial importancia a estos dos personajes. El hecho de que se aparezcan ahora a los discípu­los (no a Jesús), es una manera de confirmarles la importancia del personaje al que están siguiendo. No es un hereje ni un loco, no está destruyendo la labor religiosa de los siglos pasados, se encuentra en la línea de los antiguos profetas, llevando su obra a plenitud.

3) En este contexto, las palabras de Pedro proponiendo hacer tres tiendas suenan a simple despropósito. Mc lo justifica aduciendo que estaban espantados y no sabía lo que decía. Generalmente nos fijamos en las tres tiendas. Pero esto es simple conse­cuencia de lo anterior: «qué bien se está aquí». Pedro no quiere Jesús no sufra. Mejor quedarse en lo alto del monte con Jesús, Moisés y Elías que tener que seguirle con la cruz.

4) La nube y la voz. Como en el Sinaí, Dios se manifiesta en la nube y habla desde ella. Sus primeras palabras repiten exactamente las que se escucharon en el momento del bautismo de Jesús, cuando Dios presentaba a Jesús como su siervo. Pero aquí se añade un imperativo: «¡Escuchadlo!». La orden se relaciona con las anteriores palabras de Jesús, que han provocado tanto escán­dalo en Pedro, y con la dura alternativa entre vida y muerte que ha planteado a sus discípulos. Ese mensaje no puede ser eludido ni trivializado. «¡Escuchadlo!»

Este episodio está contado como experiencia positiva para los apóstoles y para todos nosotros. Después de haber escuchado a Jesús hablar de su pasión y muerte, de las duras condiciones que impone a sus seguidores, tienen tres experiencias complementarias: 1) ven a Jesús transfigurado de forma gloriosa; 2) se les aparecen Moisés y Elías; 3) escuchan la voz del cielo.

Lo cual supone una enseñanza creciente: 1) al ver transformados sus vesti­dos tienen la expe­riencia de que su destino final no es el fracaso, sino la gloria; 2) al aparecérseles Moisés y Elías se confirman en que Jesús es el culmen de la historia religiosa de Israel y de la revela­ción de Dios; 3) al escuchar la voz del cielo saben que seguir a Jesús no es una locura, sino lo más conforme al plan de Dios.

            El descenso de la montaña

La orden de Jesús de que no hablen de la visión hasta que él resucite (v.9) se inserta en la misma línea de la prohibición de decir que él es el Mesías (16,20). No es momento ahora de hablar del poder y la gloria, suscitando falsas ideas y esperanzas. Después de la resurrección, cuando para creer en Cristo sea preciso aceptar el escándalo de su pasión y cruz, se podrá hablar con toda libertad también de su gloria.

Dos padres, dos hijos, dos escándalos

Las dos primeras lecturas de este domingo se relacionan por oposición. En la primera, Abrahán está dispuesto a sacrificar a su único hijo si Dios se lo pide, cosa que no ocurre. En la segunda, Dios entrega a su hijo para demostrarnos que está dispuesto a concedernos todo. Los dos textos extrañan, incluso escandalizan, a muchos cristianos.

Primer escándalo: el sacrificio de Abrahán (Génesis 22,1-2. 9-13.15-18)

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán,  llamándole: 

̶  ¡Abrahán!

Él respondió:

̶  Aquí me tienes.

Dios le dijo:

̶  Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.

Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:

̶ ¡Abrahán! Abrahán!

Él contestó:

̶  Aquí me tienes.

El ángel le ordenó:

̶  No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo tu único hijo.

Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.

El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:

̶  Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.

La práctica de los sacrificios humanos está muy extendida en los más diversos pueblos y culturas, desde Escandinavia al Japón. Pero el Antiguo Testamento nos informa también de algo más terrible: el sacrificio del primogénito. En casos de extrema necesidad, el rey o el jefe militar ofrecía en sacrificio a los dioses lo más valioso que poseía: el hijo o la hija primogénito. No sabemos si esta práctica estaba difundida también a nivel privado. Si lo que dice el profeta Jeremías no es exageración, cabe pensar que sí.

En esa práctica, desde la óptica de aquellos siglos, hay algo muy valioso: se reconoce el derecho de Dios a lo más querido para cualquier persona. Pero en Israel intuyeron pronto que Dios no quiere esa forma de piedad. Había que compaginar dos cosas aparentemente contradictorias: Dios tiene derecho a la vida del primogénito, pero no quiere ejercer ese derecho.

El relato del sacrificio de Abrahán cumple perfectamente este objetivo: el patriarca reconoce el derecho de Dios, pero Dios no quiere que lo ponga en práctica. Cuando se conocen las circunstancias históricas y culturales, el relato no escandaliza sino que alegra.

Segundo escándalo: el sacrificio de Jesús (Romanos 8, 31b-34)

Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?

Más difícil de explicar es este segundo escándalo. Porque nadie comprende que Dios sacrifique a su hijo para salvar a esa panda de indeseables que somos nosotros. Lo curioso es que los primeros autores cristianos (los evangelistas y los apóstoles en sus cartas) nunca se escandalizaban de este hecho. Se admiraban, pero no se escandalizaban. Pienso que por un motivo muy sencillo: no se quedaban en la muerte de Jesús, todo lo pensaban a partir de la resurrección. La historia había terminado maravillosamente bien. Y eso les capacitaba para ver de forma positiva incluso los aspectos más escandalosos. Las palabras de Pablo en esta lectura no pueden ser más duras: Dios «no perdonó a su propio Hijo». Sin embargo, Pablo no deduce de ahí que Dios es cruel, sino que está dispuesto a darnos todo con él.

Ya que la idea del juicio final se ha utilizado a menudo para angustiar a la gente, conviene advertir cómo lo enfoca Pablo. El Juez es Dios; pero no el Dios justiciero, sino un juez corrupto que se pone de parte de los culpables. Y el fiscal es Jesús, que ha muerto y sigue intercediendo por nosotros. Es el caso más escandaloso de corrupción de la justicia. Afortunadamente para nosotros.

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Segundo Domingo de Cuaresma. La Transfiguración. 25 de febrero, 2018

Domingo, 25 de febrero de 2018
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cuaresma-ii

“Mientras bajaba de la montaña, Jesús les mandó que no explicaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado de entre los muertos. Ellos retuvieron estas palabras, pero discutían entre ellos qué quería decir eso de “resucitar de entre los muertos”.

(Mc 9, 2-10)

En el camino de preparación hacia la Pascua, hoy leemos en el Evangelio el texto de la Transfiguración de Jesús. Se trata de un episodio que prepara a los apóstoles para lo que se acerca: la pasión, muerte y resurrección de su Maestro. En él vemos que Jesús sabía muy bien lo que iba a pasar, mientras que los apóstoles tienen dificultades para comprenderlo y aceptarlo.

Desde que Jesús comenzó a predicar y a sanar, sus acciones y palabras han ido mostrando quién es. Los apóstoles han sido testigos de lo que ha dicho y hecho. Sin embargo, Jesús es muy cauteloso a la hora de revelar su identidad, porque sabe que puede ser fácilmente malinterpretada. Él es el Mesías, sí, pero no un Mesías poderoso y triunfador, sino uno que será rechazado y abandonado por todos, que sufrirá y hasta morirá violentamente, pero que después resucitará. Jesús trata de hacer comprender a sus discípulos esto tan chocante.

En este contexto, la Transfiguración es una confirmación por parte de Dios Padre de quién es Jesús verdaderamente. Nos encontramos en un ambiente de intimidad y propicio para la manifestación de Dios. Solo los tres apóstoles más cercanos suben con Jesús a una montaña; allí, la ropa de Jesús se vuelve resplandeciente, aparecen Moisés y Elías, los envuelve una nube y la propia voz del Padre confirma que aquél es su Hijo, y que todo se hará como él dice.

Tal experiencia tiene que dar fuerza y certeza a Pedro, Santiago y Juan para todo lo que seguirá, que no será fácil. En efecto, no acaban de entender que Jesús resucitará porque no se creen que morirá realmente. La verdadera transformación de Jesús no será esta transfiguración, que parece tan agradable, delante de tres de sus amigos. Sino que será la resurrección desde la muerte para liberar de ésta a toda la humanidad. O, en otras palabras: se transformará en Vida sin ningún rasguño de muerte para dar Vida plena a cada persona.

Como los apóstoles, sentimos la tentación de quedarnos en la montaña. En la intimidad, de rehuir lo que pide una entrega de nosotros, generosidad, confianza, disponibilidad para dejarnos transformar. Pero nosotros sabemos cómo sigue la historia. La narración de la Transfiguración de Jesús y de la experiencia que de ella tienen Pedro, Santiago y Juan nos sitúa delante de todo el ciclo. Recibimos de Dios fuerza y certeza de lo que somos y de lo que estamos llamados a ser. Entregamos lo que somos y en este desprendimiento encontramos la vida verdadera. La Vida con mayúsculas, la vida en Dios. Tenerlo presente nos da fuerza, serenidad, esperanza y coraje.

Oración

“Danos valor, Padre, para atrevernos a vivir recordando que tú llevas vida nueva a todas la cosas. Renuévanos para que seamos testigos de tu fidelidad hasta el final.”

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El AT quedó superado por Jesús.

Domingo, 25 de febrero de 2018
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transfiguracion-fondo1Mc 9, 1-9

En los tres ciclos litúrgicos leemos, el segundo domingo de cuaresma, el relato de la transfiguración. Hoy leemos el de Mc, que es el más breve, aunque hay muy pocas diferencias con los demás sinópticos. Lo difícil para nosotros es dar sentido a este relato. Marcos coloca este episodio entre el primer anuncio de la pasión y el segundo. Parece que hay una intención clara de contrarrestar ese lenguaje duro y difícil de la cruz.

Es muy complicado entender el significado de este relato. Para mí, es inaceptable que Jesús se dedicara a hacer una puesta en escena particular. Mucho menos que tratara de dar un caramelo a los más íntimos para ayudarles a soportar el trago de la cruz (cosa que no consiguió). Con ello estaría fomentando lo que tanto critica Mc en todo su evangelio: El poner como objetivo último la gloria; aceptar que lo verdaderamente importante es el triunfo personal, aunque sea a través de la cruz.

La estructura del relato, a base de símbolos del AT, nos advierte de que no se trata de un hecho histórico, sino de una teofanía. No quiere decir que Dios en un momento determinado,  realice un espectáculo de luz y sonido. Son solo experiencias subjetivas que, en un momento determinado, atestiguan la presencia de lo divino en un individuo concreto. La presencia de lo divino es constante en toda la realidad creada, pero el hombre puede descubrir esa cercanía y vivirla de una manera experimental en un momento determinado de su vida.

A Dios nunca podemos acceder por los sentidos. Si en esa experiencia se dan percepciones aparentemente sensoriales, se trata de fenómenos paranormales o psicológicos. Dios está en cada ser acomodándose a lo que es como criatura, no cambiando o violentando nada de ese ser. Es más, la llegada a la existencia de todo ser es la consecuencia de la presencia divina en él. Esto no quiere decir que la experiencia de Dios no sea real. Quiere decir que Dios no está nunca en el fenómeno, sino en el noúmeno. “Si te encuentras al Buda, mátalo”.

Jesús, plenamente humano tuvo que luchar en la vida por descubrir su ser. El relato de hoy quiere decir que, aun siendo hombre, había en él algo de divino. Seguramente se trate de un relato pascual que, en un momento determinado, se consideró oportuno retrotraer a la vida de Jesús. En los relatos pascuales se insiste en que ese Jesús Vivo es el mismo que anduvo con ellos por las tierras de Galilea. En la trasfiguración se dice lo mismo, pero desde el punto de vista contrario. El Jesús que vive con ellos es el mismo Cristo glorificado.

La manera de construir el relato quiere demostrar que lo que descubrieron de Jesús después de su muerte, ya estaba en él durante su vida, solo que no fueron capaces de apreciarlo. Jesús fue siempre lo que se quiere contar en este relato, antes de la muerte y después de ella. Lo que hay de divino en Jesús está en su humanidad, no está añadido a ella en un momento determinado. Este mensaje es muy importante a la hora de superar visiones demasiado maniqueas de Jesús con el fin de manifestar de manera apodíctica su divinidad.

Pedro, Santiago y Juan, los únicos a los que Jesús cambió el nombre. Era buena gente, pero un poco duros de mollera. Necesitaron clases de apoyo para poder llegar al nivel de comprensión de los demás. Los tres acompañan a Jesús en el huerto. Los tres son testigos de la resurrección de la hija de Jairo. Pedro acaba de decir a Jesús que de pasión y muerte, ni hablar. Santiago y Juan van a pedir a Jesús, en el capítulo siguiente, que quieren ser los primeros en su reino. Los tres demuestran que no entendieron el mensaje de su Maestro.

La montaña alta, la nube, la luz, la voz, el miedo, son todos elementos que aparecen en las teofanías del AT. El monte es una clara referencia al Sinaí. La nube fue signo de que Dios les acompañaba, sobre todo en el desierto. La nube trae agua, sombra, vida. Los vestidos blancos son signo de la divinidad. El hecho de que todos sean símbolos no disminuye en nada la profundidad del mensaje que nos quieren transmitir, al contrario, el lenguaje bíblico asegura la comprensión de los destinatarios, que eran todos judíos.

Moisés y Elías, además de ser los testigos de grandes teofanías, representan todo el AT, la Ley y los profetas. Me pregunto, cómo supieron que se trataba de esos dos personajes. También me gustaría saber en qué lengua hablaban. Está claro que lo que se intenta es manifestar el traspaso del testigo a Jesús. Hasta ahora, La Ley y los profetas eran la clave para descubrir la voluntad de Dios. Desde ahora, la clave de acceso a Dios será Jesús.

¡Qué bien se está aquí! Para Pedro era mucho mejor lo que estaba viendo y disfrutando que la pasión y muerte, que les había anunciado unos versículos antes Jesús para dentro de muy poco. Cuando les anuncia por primera vez la pasión, Pedro había dicho a Jesús: ¡Ni hablar! Ahora se encuentra a sus anchas. El mismo afán de gloria que a todos nos acecha.

Vamos a hacer tres chozas. Pedro está en la “gloria”, y pretende retener el momento. Pedro, diciendo lo que piensa, manifestando su falta total de comprensión del mensaje de Jesús. Le ha costado subir, pero ahora no quieren bajar, porque se habían acercado a Jesús con buena voluntad, pero sin descartar la posibilidad de medrar. Al poner al mismo nivel a los tres personajes, Pedro niega la originalidad de Jesús. No acepta que la Ley y los profetas han cumplido su papel y están ya superados. La voz corrige esta visión de Pedro.

¡Escuchadlo! En griego, “akouete autou” significa escuchadle a él solo. A Moisés y Elías los habéis escuchado hasta ahora. Llega el momento de escucharle a él solo. El AT es el mayor obstáculo para escuchar a Jesús. Hoy lo son los prejuicios que nos han inculcado sobre Jesús. “Escuchar” es la actitud del discípulo. En el Éxodo, escuchar a Dios no es aprender de Él, sino obedecerle. La Palabra que escuchamos nos compromete y nos arranca de nosotros mismos.

No contéis a nadie… Es la referencia más clara a la experiencia pascual. No tiene sentido hablar de lo que ellos no estaban buscando ni habían descubierto. No sólo no contaron nada, sino que a ellos mismos se les olvidó. En el capítulo siguiente nos narra Mc la petición de los primeros puestos por parte de Santiago y Juan. Pedro termina negándolo ante una criada. Hechos que hubieran sido impensables después de una experiencia como la transfiguración.

Lo importante no es que Jesús sea el Hijo amado. Lo determinante es que, cada uno de nosotros somos el hijo amado como si fuéramos únicos. Dios nos está comunicando en cada instante su misma Vida y habla en lo hondo de nuestro ser en todo momento. Esa voz es la que tenemos que escuchar. No tenemos que aceptar la cruz como camino para la gloria. No llegamos a la vida a través de la muerte. En la “muerte” está ya la Vida.

Con relación al AT, tenemos un mensaje muy claro en el relato de hoy: Hay que escuchar a Jesús para poder comprender La Ley y Los Profetas, no al revés. Seguimos demasiado apegados al Dios del AT. El mensaje de Jesús nos viene demasiado grande. Como Pedro, lo más que nos hemos atrevido a hacer, es ponerlo al mismo nivel que la Ley y Los Profetas.

Meditación

En Mc, Jesús nos habla con sus hechos.
El mayor atractivo de Jesús es su coherencia.
En él, lo que pensaba, lo que decía y lo que hacía era todo uno.
Esa autenticidad es la clave de un verdadero ser humano.
Jesús era verdad, le miraras por donde le miraras.
Ahí tenemos el modelo de la divinidad.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El fuego invisible.

Domingo, 25 de febrero de 2018
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transfiguracion011La palabra puede transformar la realidad, pero solo el silencio nos transforma a nosotros mismos (Pablo D’Ors)

25 de febrero. Domingo II de Cuaresma

Mc 9, 2-10

Este es mi hijo muy amado. Escuchadle

El compositor vanguardista John Cage (1912-1992) escribió una obra basada en no hacer sonar una sola nota, y en cuya partitura lo único escrito es la palabra “Tacet”, indicando al intérprete que ha de guardar silencio y no tocar ningún instrumento. Su título es 4’33”, el tiempo de duración de la pieza musical en tres movimientos. Cage quería suscitar en el público la necesidad de tomar conciencia de la riqueza sonora que el hombre lleva dentro. Una riqueza que hay que escuchar prestos y disfrutar de ella. Javier Sierra, premio Planeta 2017, insiste en esta misma idea cuando pone en boca de Don Arístides la siguiente frase: Estas piedras, -las ha señalado orgulloso- se tallaron cinco siglos antes del descubrimiento de América. Están esculpidas por los cuatro costados. Estos capiteles hablan, señoras. Tienen su propio idioma. Sólo hay que detenerse a escucharlo”.

La ausencia de sonido es algo natural en la música. Por ejemplo, cuando Ludwig van Beethoven nos enfrenta con el “ta ta ta taaaa…”  de su Quinta Sinfonía a la llamada del Destino en Allegro con brío, lo más interesante para mí, son las cesuras, las pausas que hace entre las notas, el silencio que se produce entre los sonidos.

Cage resalta este necesario mutismo: El silencio que nos rodea puede albergar mucho, pero para mí es más interesante el silencio que llevo dentro. Un silencio que, en cierto modo creo yo mismo. De ahí que ya no busque el silencio absoluto a mi alrededor. El silencio que busco es una vivencia personal.

Posturas plenamente humanas en las que no nos contentamos con arañar la superficie de las cosas, si no que buscamos su sentido profundo: una sorprendente manera de transfigurar el alma.

No hace mucho tuve ocasión de asistir a una conferencia titulada El silencio como camino de contemplación. La daba Olga Cebrián, del grupo Amigos del desierto, y nos hacía la siguiente propuesta del silencio: “buscar ese espacio para estar dentro, para estar conmigo mismo, con la vida, con el misterio, con Dios, con lo que nos refuerza. Así que sin tanto ruido, sin tanto extravío, volvamos al centro, volvamos a casa para desde allí poder relacionarnos mejor con los demás, con la vida, con nosotros”.

Promueve este movimiento el sacerdote Pablo d’Ors, autor de Biografía del silencio, quien nos regala esta enjundiosa sentencia: “La palabra puede transformar la realidad, pero solo el silencio nos transforma a nosotros mismos” (Pablo D’Ors).

Anne Christine Girardot (1970) es una directora francesa reubicada en Holanda. En 2005 fundó junto con John Gruter, la productora Nachtzon Media (Night Sun Media) con la que han hecho numerosos trabajos para la TV pública holandesa. En una sociedad del ruido interesan las historias llenas de Verdad. El año pasado se llevó a los cines un documental, titulado “La isla de los monjes”, que nos acerca a la vida de ocho monjes trapenses.

Según declaró Gi­rar­dot a ACI Prensa, el mensaje de esta cinta es “principalmente un mensaje de esperanza para decir a la gente que todos estamos buscando profundamente nuestra vocación en la vida y que es muy importante ser fiel a lo que estás llamado”.

También aseguró que con su película pretende explicar que “no importa dónde vives tu fe, si dentro de los muros de un monasterio u otro, o en la calle, sino que lo esencial es la relación con Dios y eso tan sólo se encuentra en el interior de cada uno”.

Una vez alguien le preguntó a uno de los monjes: “¿Cuál es vuestra utilidad?” A lo que respondió: “¿Utilidad?” Ninguna. Nuestra misión en la vida es ser signos de la presencia de Cristo en el mundo.

LA LLAMADA DEL DESTINO

Sol

        Sol,

                Sol

                        Miii…

notas-musica

Como Beethoven lo escribió en su Quinta Sinfonía.
En Morse, punto, punto, punto, raya … _
son uve de Victoria
que Churchill eligió para los vencedores. 

Los teletipos y la radio la emitieron
como señal de desembarco en Normandía. 

………………………

Llamada del Destino: Luces radiantes
sobre la noche oscura del de la Cruz y de la mía,
que destruyen las sombras y construyen
un jubiloso anhelo de infinito. 

Un coro de pasiones
que me llaman, me piden y me exigen,
en un clímax que asciende sin cesar
hasta el Reino de Dios.

Hasta donde la pena y la alegría
se abrazan en sonido.

(EN HIERRO Y EN PALABRAS. La llamada del Destino)

 Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Habla un miembro de la comunidad de Roma.

Domingo, 25 de febrero de 2018
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la transfiguracionEstábamos pasando por momentos duros en la comunidad de Roma que lideraba Marcos. Ya desde los comienzos habíamos sido un grupo mirado con sospecha y críticas. Resultábamos odiosos tanto para los judíos que vivían en la ciudad, como para los romanos y ser fieles a la doctrina de Jesús acarreaba el riesgo de ser despreciados, maltratados e incluso perseguidos.

Marcos estaba ausente y entre nosotros habían surgido ciertos problemas de liderazgo, pero era sobre todo la sombra de la calumnia y la persecución la que se cernía como una sombra sobre nosotros. En la fracción del Pan de aquel primer día de la semana faltaron muchos, seguramente por miedo a ser identificados como partidarios de Jesús, y los pocos que habíamos acudido nos sentíamos una insignificante presencia de excluidos en medio de una ciudad que no nos aceptaba como suyos.

Natanías propuso que leyéramos el relato de la transfiguración de Jesús, tal como Marcos nos lo había dejado en su evangelio y asentimos sin demasiado entusiasmo. Ya conocíamos la tradición según la cual Jesús había subido a una montaña alta, el Tabor seguramente, llevándose con él a Pedro, Santiago y Juan (Mc 9,2-13). Eran los mismos que le habían acompañado cuando entró en casa de Jairo y devolvió la vida a su hija, y los que más tarde eligió para estar con él en aquella noche terrible de su oración en Getsemaní.

En la comunidad muchos provenían de la gentilidad y éramos los judíos quienes conocíamos bien las Escrituras y podíamos reconocer todas las alusiones a la historia de nuestro pueblo que aparecían en el relato:

– Si Moisés y Elías estuvieron con el Maestro, quiere decir que Jesús es Aquel de quien hablaron la Ley y los Profetas. ¡Ahora el centro lo ocupa él!

– Dicen nuestros sabios que Elías no murió, sino que fue arrebatado en un carro de fuego (2Re 2,11; Ml 3,23) y que volverá al final de los tiempos. Pienso que Mateo ha querido decirnos que será Jesús quien vuelva envuelto en majestad para juzgar el mundo.

– ¿No recordáis cómo también irradiaba luz el rostro de Moisés cuando hablaba con Yahvé en el Sinaí? (Ex 34,29). El Señor hacía sentir la intensidad de su presencia en medio de una nube (Ex 24, 12-18)…

– Seguramente están también detrás el éxodo y al desierto, por eso Pedro dice lo de “hacer tres tiendas”, lo mismo que la Tienda de la Reunión albergaba el arca de la alianza…

– La “montaña alta” y la voz de Dios hablando de su Hijo primogénito ¿no será para tener presente a nuestro padre Abraham que en el monte Moria estuvo dispuesto a ofrecer a Dios a Isaac, su primogénito? (Gen 22)

– Yo pienso que detrás de Jesús está más bien la figura misteriosa del Siervo de Yahvé del que hablaba Isaías: «Mirad a mi Siervo a quien sostengo, mi elegido a quien prefiero» (Is 42,1).

 Pero también el hijo del hombre que aparece en las profecías de Daniel resplandecía como el sol… (Dan 10,5-6)

De pronto intervino Lisias que no era judío, sino un griego afincado en Roma que había abrazado el Camino y se había bautizado. En su voz notamos una mezcla de apasionamiento e indignación:

 ¡Vuestros comentarios me hacen pensar que estoy entre un grupo de fariseos que comentan un pasaje de la Torah! ¿Por qué no dejáis de dar vueltas al pasado y os enfrentáis con lo que el relato de la transfiguración nos dice sobre el misterio de Jesús? ¿Cómo es que ninguno de vosotros ha recordado que al bajar de la montaña él ordenó a sus discípulos: “No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que este Hombre resucite de la muerte…?” Y luego les habló de lo que él mismo tendría que sufrir. ¿No os hace pensar eso que es el Calvario el monte en el que está pensando también Marcos? Por un lado responde a la pregunta que se hacían todos los que le conocieron a Jesús acerca de quién era él y contesta: «Es el Hijo único del Padre». Pero está sobre todo enfrentándose al escándalo que a todos nos ronda al recordar que seguimos a Alguien que fue crucificado en medio del peor de los fracasos y en un suplicio que sólo merecen los esclavos.

En la cruz Jesús estaba desfigurado, lo mismo que el Siervo de Yahvé de quien leemos que todos apartaban la mirada (Is 53,3). Pero encontramos fuerza para contemplarle ahí gracias a que la gloria futura del Hijo se manifestó por un momento en el Tabor, inundado de luz y participando de la gloria de su Padre. Allí se manifestó algo del esplendor de su divinidad y esa visión es como una luz que nos ayuda a “transfigurar la cruz” que tanto nos escandaliza y nos cuesta aceptar. ¿No creéis que también le dio fuerza a él? Porque no plantó su tienda en la montaña como quería Pedro, sino que bajó de nuevo al camino que iba a conducirle a Jerusalén…

Las palabras de Lisias fueron para mí un fogonazo de luz que me hizo sentirme como Moisés ante la zarza ardiente, pero ahora no era un hombre solo quien escuchaba la Voz, sino que sus destinatarios éramos todos. Ya no era sólo la zarza la que ardía, sino que todo el monte estaba en llamas. Y las palabras que oíamos venían de Aquél a quien Jesús nos había enseñado a llamar “Padre” y que decía: «Este es mi Hijo amado. ¡Escuchadle!».

Me di cuenta de que esa escucha nos daba la llave para descifrar el sentido de lo que estábamos viviendo y conseguía que nuestras tinieblas quedaran invadidas de luz. Los momentos de persecución que atravesábamos se transfiguraban y aparecían como una realidad que tenía en su raíz el leño de la cruz, cargado de un fruto de Vida.

Tomé la palabra para decir: – Hermanos, vamos a orar según la costumbre del propio Jesús cuando pronunciaba la bendición: ¡Bendito seas Señor, Dios del universo, porque en el rostro transfigurado de tu Hijo nos has permitido descubrir el resplandor de tu rostro tres veces santo!

¡Bendito seas porque nos llamas a acompañar a tu Hijo por el camino de las contradicciones y de la persecución! Y bendito seas por revelarnos la luz que se esconde detrás de la muerte cuando ésta es abrazada con amor.

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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Transfigurar es ver más allá de la Realidad

Domingo, 25 de febrero de 2018
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9436bede23a1fc8bf3fe09f59a072ec5_1Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. UN RECUERDO CERCANO.

Pablo VI estaba ya agonizando. Era el sábado 5 de agosto de 1978 por la noche en la paz de Castelgandolfo. Dom Macchi, secretario de Pablo VI, le leyó algunos párrafos, quizás páginas, de un pequeño catecismo que Jean Guitton, amigo personal de Pablo VI, había escrito para niños. Terminada la lectura, el papa Montini dijo unas palabras premonitorias: adesso viene la notte, la notte trasfigurata: ahora llega la noche, la noche transfigurada.

El 6 de agosto de 1978, fiesta de la Transfiguración, fallecía Pablo VI.

La noche, la muerte se transfiguraba en amanecer.

Las últimas palabras del testamento de Pablo VI, fueron: Cierro los ojos a esta tierra dolorosa, dramática y magnífica tierra.

02. LA TRANSFIGURACIÓN.

El relato de la Transfiguración recuerda la permanencia de Moisés ante la gloria del Señor en el Sinaí, cubierto por la nube, y el resplandor de su rostro por haber tratado con Dios.

El texto de la Transfiguración es un mosaico de temas teológicos: la montaña (lugar cercano a los cielos, a Dios), la nube es el signo de la presencia de Dios, la luz: el rostro resplandeciente, los vestidos refulgentes, la voz: Este es mi Hijo, escuchadle.

03. LA TRANSFIGURACIÓN ES LA EXPERIENCIA (CONTEMPLACIÓN) CRISTIANA.

No pensemos que la Transfiguración fue una especie de desfile de moda con vestidos elegantes y resplandecientes.

Aquellos tres discípulos: Pedro, Santiago y Juan, los primeros cristianos discípulos de Jesús, conocían y convivían con Jesús, pero les costó llegar a ver a Cristo en Jesús.

En algún momento, en algún camino, recoveco o “montaña” de la vida vieron, contemplaron a Cristo en Jesús. La Transfiguración es como un adelanto de la resurrección de Jesús. La experiencia contemplativa del Señor resucitado es lo que les llevó a de los primeros cristianos (Pedro, Santiago, Juan, etc…) a componer este relato de la Transfiguración.

Jesús se les transfiguró en el Cristo resucitado. La transfiguración no es algo externo, un cambio de disfraces como en carnaval, sino que la Transfiguración es abrir la realidad cotidiana y caer en la cuenta de que la vida y la historia están llenas de sentido, de vida. La realidad es un lenguaje que nos habla de algo más que la pura materialidad.

o Hay personas que todo lo que tocan o el ambiente en que viven lo transforman (transfiguran) en nervios y lo problematizan todo; sea en la vida familiar, comunitaria, laboral, eclesial, etc. Otros, más bien, trasfiguran la vida y los problemas en un clima de paz; hay quien transforma la vida, la enfermedad, los problemas en paz y serenidad.

o Hay quien transfigura la guerra en paz, el pecado en gracia, el odio en respeto y amor, la enfermedad en fuente de reflexión y aceptación de la propia finitud, la desesperación en esperanza.

o Es también el caso del arte, de la estética: en el fondo es una transfiguración del hierro, de la madera, de la piedra, del lenguaje, de los sonidos y nos transportan un “paso más allá”.

o Cuando escuchamos una misa de réquiem, quizás evocando la muerte de los seres queridos, nos transporta, nos transfigura, nos lleva a otras realidades de esperanza, casa del Padre, del cielo, etc.

o Un atardecer, un encuentro, una oración pueden transfigurar nuestro ser, nuestra existencia hacia la verdad, la bondad o la belleza.

o Nos llegará la noche, la noche de la transfiguración, que decía Pablo VI en sus últimos momentos

Vivir es transfigurar la existencia, transcenderla.

¿Soy persona que transfigura un nacimiento en la familia, un sufrimiento, que transforma el trabajo, la convivencia? ¿Estaré abierto a la transfiguración de la gran noche de la vida?

Lo contrario de transfigurar, de transcender es la intranscendencia.

Vivir es transfigurar la existencia.

03. ¿ATEOS O INTRANSCENDENTES?

16El hombre de hoy tiene, tenemos una dificultad especial para vislumbrar otras dimensiones en el corazón de la realidad terrestre. Solamente vemos la pura materialidad de las cosas. El hombre moderno parece incapaz de descubrir algo más en la realidad que la pura materialidad.

El ateo moderno-postmoderno no es el que no cree en Dios, sino aquel que está privado de capacidad para sobrepasar y TRANSFIGURAR la existencia, la realidad y ver otras dimensiones.

Las capacidades y dimensiones del ser humano hemos de vivirlas pero transfiguradas.

La comida del ser humano no es mero engullir alimentos, sino encuentro, celebración, fiesta. La sexualidad humana no es mera genitalidad, sino que es entrega y amor. Los humanos no vivimos en manada, sino en convivencia.

Un regalo no se limita a un mero objeto, sino que en ese disco o libro que nos regalamos hay una transcendencia, una transfiguración que se llama afecto, empatía, celebrar la vida del cumpleaños, etc.

Persona humana y cristiana es quien transfigura la realidad hacia la luz, hacia el bien, hacia la verdad más profunda. De ahí que no coincida persona religiosa con el ser humano capaz de contemplar.

Antonio Machado, Pío Baroja, M Unamuno, Juan R Jiménez, Gabriel Celaya, Jorge Oteiza, Joan Manuel Serrat, Paco Ibáñez y tantos otros, no han sido personas (poetas, cantantes, etc.) o no son personas especialmente religiosas, pero sí personas capaces de transformar, de transfigurar, de sugerir una Palabra de verdad, de bondad, de estética, de ideales, valores, caminos…

05. ESTE ES MI HIJO AMADO: ESCUCHADLE

240px-giovanni_bellini_-_trasfigurazione_di_cristoLa experiencia, el encuentro con Cristo transforma, transfigura nuestra vida y la llena de paz, de luz, de sentido. Se está bien aquí…

Es cierto que luego vendrá otro monte: el Calvario, el sufrimiento de la vida, pero al final está la Resurrección.

Tal transfiguración es íntima, personal, probablemente no de masas. Acontece en el silencio y la contemplación interior.

En mi opinión habríamos de cambiar una pastoral de sociología religiosa, masiva y de grandes números y concentraciones, por una evangelización personal del encuentro silente y contemplativo con Cristo. (Las masas son siempre inconsistentes y “peligrosas”). Quizás hayamos de vivir a lo “Nicodemo”, uno a uno, en el diálogo personal, más que en las grandes masas.

Por otra parte, Cristo es el Hijo amado a quien hay que escuchar.

Cuando las cosas no van bien en el ámbito eclesiástico o en el ámbito personal propio, la Palabra es Cristo: escuchadle.

ESTE ES MI HIJO AMADO, ESCUCHADLE.

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“Escuchar a Jesús”. 16 de marzo de 2014. 2. Cuaresma (A). Mateo 17, 1-9.

Domingo, 12 de marzo de 2017
Comentarios desactivados en “Escuchar a Jesús”. 16 de marzo de 2014. 2. Cuaresma (A). Mateo 17, 1-9.

je2El centro de ese relato complejo, llamado tradicionalmente “La transfiguración de Jesús”, lo ocupa una Voz que viene de una extraña “nube luminosa”, símbolo que se emplea en la Biblia para hablar de la presencia siempre misteriosa de Dios que se nos manifiesta y, al mismo tiempo, se nos oculta.

La Voz dice estas palabras: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo”. Los discípulos no han de confundir a Jesús con nadie, ni siquiera con Moisés y Elías, representantes y testigos del Antiguo Testamento. Solo Jesús es el Hijo querido de Dios, el que tiene su rostro “resplandeciente como el sol”.

Pero la Voz añade algo más: “Escuchadlo”. En otros tiempos, Dios había revelado su voluntad por medio de los “diez mandatos” de la Ley. Ahora la voluntad de Dios se resume y concreta en un solo mandato: escuchad a Jesús. La escucha establece la verdadera relación entre los seguidores y Jesús.

Al oír esto, los discípulos caen por los suelos “llenos de espanto”. Están sobrecogidos por aquella experiencia tan cercana de Dios, pero también asustados por lo que han oído: ¿podrán vivir escuchando solo a Jesús, reconociendo solo en él la presencia misteriosa de Dios?

Entonces, Jesús “se acerca y, tocándolos, les dice: Levantaos. No tengáis miedo”. Sabe que necesitan experimentar su cercanía humana: el contacto de su mano, no solo el resplandor divino de su rostro. Siempre que escuchamos a Jesús en el silencio de nuestro ser, sus primeras palabras nos dicen: Levántate, no tengas miedo.

Muchas personas solo conocen a Jesús de oídas. Su nombre les resulta, tal vez, familiar, pero lo que saben de él no va más allá de algunos recuerdos e impresiones de la infancia. Incluso, aunque se llamen cristianos, viven sin escuchar en su interior a Jesús. Y, sin esa experiencia, no es posible conocer su paz inconfundible ni su fuerza para alentar y sostener nuestra vida.

Cuando un creyente se detiene a escuchar en silencio a Jesús, en el interior de su conciencia, escucha siempre algo como esto: “No tengas miedo. Abandónate con toda sencillez en el misterio de Dios. Tu poca fe basta. No te inquietes. Si me escuchas, descubrirás que el amor de Dios consiste en estar siempre perdonándote. Y, si crees esto, tu vida cambiará. Conocerás la paz del corazón”.

En el libro del Apocalipsis se puede leer así: “Mira, estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa”. Jesús llama a la puerta de cristianos y no cristianos. Le podemos abrir la puerta o lo podemos rechazar. Pero no es lo mismo vivir con Jesús que sin él.

José Antonio Pagola

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” Su rostro resplandecía como el sol”. Domingo 12 de marzo de 2017. Domingo 2º de Cuaresma.

Domingo, 12 de marzo de 2017
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15-CuaresmaA2Leído en Koinonia:

Gn 12,1-4ª: Vocación de Abrahán, padre del pueblo de Dios
Salmo responsorial 32: Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti
2Ti 1, 8b-10: Dios nos llama y nos ilumina
Mt 17,1-9: Su rostro resplandecía como el sol

Abraham y Sara pertenecían a un clan de pastores seminómadas, de los muchos que buscaban pastos para sus rebaños lejos de las ciudades-estado que, por los años 1800 a.C. se estaban organizando en Mesopotamia y a lo largo de las costas del Mediterráneo. Abraham fue uno de los muchos grupos que emigraban, lo mismo que hoy, «buscando la vida». En ese andar luchando por la vida descubrieron el llamado de Dios a dejarlo todo y fiarse de su promesa de vida. Dios promete a Abraham que será padre de un pueblo numeroso y que tendrá una tierra, la “tierra prometida”. Es lo que anhelan sus corazones, lo que necesitan para vivir una vida humana y digna. Hoy son muchas las “minorías abrahámicas” que siguen escuchando el llamado de Dios, que les invita a buscar nuevas formas de “vida prometida” para todos los hijos de Dios. Hoy también hay muchísimos desplazados por el sistema neoliberal globalizado, que crea marginación y expulsa a los más débiles de sus tierras. Y millones de desplazados por efecto de las guerras y los problemas políticos. Son los nuevos Abrahán y Sara, que se ven forzados a dejarlo todo en busca de la vida digna que la realidad les niega en su lugar de origen.

La Biblia pone el origen de Israel en esta mitológica «migración» desde Oriente Próximo, «justificándolo» en la voluntad de Dios de elegirse un pueblo… Así, en unos textos que son «Palabra de Dios» y que hablan de Dios… en realidad es el pueblo judío el que habla de sí mismo, y se da una identidad a sí mismo, que consiste en la voluntad del Dios altísimo de crearse un pueblo eligiendo a la persona de cuyas entrañas lo haría nacer. Además de padre «biológico» de Israel, a Abraham la Biblia le atribuye el ser «padre en la fe» de Israel, y por tanto de las tres religiones en que derivó la fe de Israel: el judaísmo, el cristianismo y el islam.

Como el problema de la historicidad de los «mitos» bíblicos de la creación, de la primera pareja humana, y del pecado original que abordábamos en el domingo pasado, También los Patriarcas y los orígenes de Israel hoy están sometidos a un nuevo abordaje. Es algo muy nuevo. Hoy en Biblia se habla de un «nuevo paradigma arqueológico», una generación de arqueólogos desprendida de las adherencias y condicionamientos teológicos clásicos, que cree hallar en el subsuelo israelita un nuevo libro que nos habla fehacientemente de los demás libros que componen la Biblia. Israel Finkelstein es el nombre abanderado de este nuevo paradigma bíblico. «La Biblia desenterrada» (editorial Siglo XXI, Madrid 2003, original: The Bible Unearthed. Archeology’s New Vision of Ancient and the Origin of its Sacred Texts). Han aparecido también investigaciones importantes sobre el papel que la creación de la Biblia tuvo respecto a la construcción de la identidad de Israel; así por ejemplo, el libro de Shlomon SAND, Comment le peuple juïf fut inventé (Fayard, Paris 2008, original en hebreo). La visión que actualmente se está imponiendo desde un plano científico respecto al mundo de los patriarcas bíblicos significa una verdadera revolución, un conjunto de descubrimientos muy importantes que transforman el contexto en el que deben ser interpretados. No se trata de una intuición vaga o una primer anticipo, sino de una corriente fundamentada que merece más respecto incluso que las simples «hipótesis» sobre las que hasta ahora estaba basada la ciencia bíblica. Es urgente para los biblistas, los predicadores y todos los agentes de pastoral asomarse cuanto antes a este nuevo panorama, para no ser sorprendidos cualquier día proponiendo interpretaciones que hoy, a estas alturas del desarrollo de las ciencias, no tienen razón de ser.

La segunda carta de Timoteo nos asegura que la Palabra de Dios no está encadenada. Ella hace su propio camino en medio de los muchos caminos del pueblo. Aunque hagamos muchas lecturas interesadas de ella, el Espíritu siempre encontrará las formas de echarla a volar, sobre todo en manos de los que buscan mejores situaciones de vida en dignidad y justicia, como Abrahán y Sara, o como los desplazados de hoy. Todos ellos, minorías abrahámicas o mayorías desplazadas, están pronunciando con su vida el rechazo a este sistema excluyente que ha perdido la brújula, y que podría encontrarla con la Buena Noticia de Jesucristo.

La escena de la transfiguración que nos relatan los evangelios es, obviamente, otro símbolo. No tiene sentido hablar de ella con un «realismo ingenuo», como si la entendiéramos literalmente y a juzgáramos rigurosamente histórica. Escribieron el relato con mucha libertad –o a partir de un relato oral recontado y reelaborado en su transmisión– y hoy nosotros lo podemos interpretar también «de un modo puramente simbólico». En efecto: esa transfiguración de Jesús que el evangelio de Mateo nos cuenta es un símbolo de esas otras muchas «experiencias de transfiguración» que todos experimentamos. La vida diaria tiende a hacerse gris, monótona, cansada, y a dejarnos desanimados, sin fuerzas para caminar. Pero he aquí que hay momentos especiales, con frecuencia inesperados, en que una luz prende en nuestro corazón, y los ojos mismos del corazón nos permiten ver mucho más lejos y mucho más hondo de lo que estábamos mirando hasta ese momento. La realidad es la misma, pero nos aparece transfigurada, con otra figura, mostrando su dimensión interior, esa en la que habíamos creído, pero que con el cansancio del caminar habíamos olvidado. Esas experiencias, verdaderamente místicas, nos permiten renovar nuestras energías, e incluso entusiasmarnos para continuar marchando luego, ya sin visiones, pero «como si viéramos al Invisible».

Todos necesitamos esas experiencias, como los discípulos de Jesús la necesitaron. Nosotros no podemos encontrarnos con Jesús en el Tabor de Galilea. Necesitamos buscar nuestro Tabor particular, las fuentes que nos dan fuerzas, las formas con las que nos arreglamos para lograr renovar nuestro compromiso primero, siendo la oración, sin duda, el más importante Leer más…

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Dom 12.3.17. Transfiguración, una señal de Dios en la montaña

Domingo, 12 de marzo de 2017
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17156205_749635261880335_1321004131998447600_nEl blog de Xabier Pikaza:

Domingo de la Transfiguración, 2º de Cuaresma, ciclo A. Mt 17, 1-9. Una señal de Dios, señal de vida, como las primeras flores de la primavera en el hemisferio norte, anuncio y promesa de verano. Un signo de presencia divina y de futuro humano, un baile de amor (imagen 1) mientras subimos al monte los tres de Jesús (¡Pedro, Santiago, Juan! Todos y todas) donde parecía aguardarnos sin cesar la muerte.

Así debe entenderse este relato de la Transfiguración. Jesús ha dicho a los suyos que van a morir (Mt 16,21-28), pero después, para interpretar el sentido de esa muerte, les lleva a la Montaña, para que escuchen allí la voz de Dios, descubriendo con él a los testigos de la gran Promesa, que son así tres (Moisés y Elías con Jesús), como evoca el gran icono de la “Metamorfosis” (imagen 2).

El tema es “subir”, con Jesús, con otros dos (Santiago y Juan), hasta la cima de un monte grande, no como Sísifo, para bajar de nuevo, desesperados, porque la piedra rueda, vuelve al hondo del valle y debemos subirlas otra vez y otra vez por eternidad de eternidades de infierno creado por los hombres (imagen 3a y 3b: dos versiones del sísifo). No, arriba está Dios, con sus amigos antiguos, y está Jesús transfigurado, con sus nuevos amigos (empezando por Pedro, Santiago y Juan). Por eso queremos subir, pues la vida es un ascenso de gloria acompañada.

El tema es subir, como quiso San Juan de la Cruz, que interpretó este monte de la Transfiguración como el Carmelo, Jardín de Dios, donde crecen las plantas de la vida, realizando el recorrido del gran Cántico, como he querido mostrar en mi libro de San Juan de la Cruz transfigurada (imagen 4).

imagesEn medio del camino de la vida, en una larga Cuaresma sin luces, tiene que haber un momento de Ascenso a la Transfiguración, con Jesús, con sus amigos… para descubrir así en la altura la Gran Luz de Dios que nos dice “Este es mi Hijo”, vosotros sois mis hijos. Sin un momento de ascenso, de amor, la vida humana pierde su sentido.

Una vez más, en este domingo de la Transfiguración, en medio de la Gran Cuaresma, quiero y debo comentar este gran pasaje, según el evangelio de Mateo (cuyo comentario estoy preparando para la imprenta). Esta escena, este relato, esconde otros temas y misterios. Estos son los que quiero destacar esta mañana. Buen domingo a todos, buen comienzo de primavera en ese hemisferio norte.

Texto. Mt 17

17 1 Y después de seis días, tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y les hizo subir en privado a un monte alto. 2 Y fue transfigurado delante de ellos. Su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se hicieron blancas como la luz. 3 Y he aquí que les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. 4 Entonces intervino Pedro y dijo a Jesús: Señor, es bueno que nosotros estemos aquí. Si quieres, levantaré aquí tres tabernáculos: uno para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
5 Mientras él aún hablaba, de pronto una nube brillante les introdujo en la sombra, y salió una voz de la nube diciendo: “Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. Escucharle. 6 Al oír esto, los discípulos se postraron sobre sus rostros y temieron en gran manera. 7 Entonces Jesús se acercó, los tocó y dijo: Levantaos y no temáis. 8 Y cuando ellos alzaron los ojos, no vieron a nadie sino al mismo Jesús solo.

Pasados seis días,

una semana después del anuncio de la pasión (Mt 16, 21-28), subió Jesús con tres discípulos a una montaña,para caminar con ello, para ofrecerles allí un signo de la gran promesa de la vida, en medio de la cuaresma.

La escena tiene un sentido positivo, de ratificación de un misterio, y ha de entenderse en forma de culminación del pasado (Moisés y Elías dan testimonio de Jesús) y de anticipación (como si se adelantara la pascua). Mateo la sitúa en el camino hacia Jerusalén (16, 21) de manera que sólo en ese contexto se entiende, pero Pedro (¡que debía ser la Roca de la Iglesia, el que protestaba contra la entrega de Jesús!) quiere permanecer allí (¡gozar del triunfo de Dios y del cumplimiento de las Escrituras sin entregar la vida!), construyendo tres tabernáculos, que expresan la culminación del tiempo, con Moisés y Elías dando testimonio de Jesús. De esa manera, estos privilegiados (Pedro, Santiago y Juan) quieren compartir la gloria de Jesús (con Moisés y Elías), sin compartir su entrega.

− Transfiguración o metamorfosis, lenguaje paulino (17, 2).

Imágenes, dos sísifos:

17098303_751864554990739_3710803414829335468_nMetemorphôthê, en pasiva, significa “fue trans-figurado” por Dios (metamorfosis), tomando una apariencia distinta, y mostrando así su realidad profunda. Esa transformación ilumina y desvela la verdad del Cristo que, según el himno de Flp 2, 6-11, existiendo en la forma o morfe de Dios, tomó la forma de siervo, haciéndose como nosotros, para entregar de esa manera su vida hasta la muerte y muerte de Cruz.

En este camino de entrega en el que se ha situado ya 16, 21, Jesús muestra en la montaña, su rostro verdadero de Dios. Eso significa que la cruz forma parte del camino y verdad de Dios (cf. 17, 5), pues Jesús se ha transfigurado para que también nosotros nos transfiguremos con él (2 Cor 3,18) reproduciendo su imagen. Éste es, pues, un lenguaje paulino (de la iglesia antigua), que ha visto en Jesús al mismo Dios en forma (morphe) humana.
17201400_751865831657278_4466486802581195195_n

((Nota erudita:
Según el pensamiento antiguo, la forma (morfh/|) no es una apariencia externa (objeto de una visión imaginativa ilusoria), sino la verdad o la realidad más honda (como si dijéramos el “alma” de una realidad). Esta comprensión de la morfh/|, ha sido desarrollada por el pensamiento griego, extendido incluso en el área israelita. En esa línea, la morfé es la realidad esencial, como ha puesto de relieve todo el hile-morfismo, con sus diversas maneras de entender la relación entre materia (visibilidad) y forma (esencia). En esa línea, la transfiguración es una meta-morfosis, el descubrimiento de la realidad de Jesús, que no es divino sólo al final (resurrección), sino en el mismo camino hacia Jerusalén (cf. Flp 2, 6-11).
Gran parte de la teología e iconografía, especialmente en la Iglesia Oriental, constituye una reflexión y comentario de esta experiencia, como he puesto de relieve en No hará ídolos: Imágenes de la Fe 1000, PPC, Madrid 2016. Cf. A. Andreopoulos, Metamorphosis: The Transfiguration in Byzantine Theology and Iconography, St Vladimir, New York. 2005; F. Boespflug y N. Lossky, Nicée II: 787-1987. Douze siècles d’images religieuses, Cerf, Paris 1987; P. Eudokimov, El Arte del Ícono, Claretianas, Madrid 1991; D. Lee, Transfiguration, Bloomsbury, London 2004; L. Oupensky, Teología del icono, Sígueme, Salamanca 2013; A. M. Ramsey, The Glory of God and the Transfiguration of Christ, Longmans, London 1949; P. A. Sáenz, El icono, esplendor de los sagrado, Gladius, Buenos Aires 1991; Ch. Schönborn, El Icono de Cristo. Una Introducción Teológica, Encuentro, Madrid 1999.
Sobre visión de Dios en Is 6, cf. A. Colunga. La vocación profética de Isaías, CiTom (1924) 5-23; O. Keel, Yahwe-Visionem und Siegelkunst. Eine neue Deutung der Majestätsschilderungen in Jes 6, Ez 1 und 10 und Sach 4, SBS 84/85, Stuttgart 1988; B. Renaud, La vocation d’Isaïa. Expérience de la foi: VieSpir 119 (1968) 129-145. O. H. Steck, Bermenkungen zu Jesaja 6: BZ 16 (1972) 188-206; E. Eichrodt, Teología del AT I, Cristiandad, Madrid 1975, 307-356. ))

‒ Como el sol, como la luz, icono de Dios (17, 2).

El texto de Mc 9, 2-3 era más sobrio, sólo decía que se transfiguró y que sus vestiduras quedaron blancas (como ningún batanero podría haberlas blanqueado…). Mateo, en cambio, elaborando una tradición ya evocada en Lc 9, 29, describe los rasgos de las transfiguración de un modo muy preciso: Brilló su rostro como el sol. Esta imagen poderosa proviene de la tradición de las religiones “solares”, que presentan al Gran Dios o a su enviado como Astro del día. Pues bien, Mateo evoca aquí con toda precisión al Cristo-Sol, como rostro que mira y que irradia, expandiendo su luz.

Por eso, el texto sigue diciendo que sus vestiduras eran blancas como la luz, luz de Dios que todo lo alumbra y transforma en Jesús. Ya no estamos ante el signo de la Estrella que viene a la cuna de Jesús nacido (2, 1-4), sino ante el mismo Sol crecido, que desde su montaña alumbra todo lo que existe. Ésta es evidentemente la montaña de la transfiguración, que definirá desde ahora toda la experiencia religiosa y la “mística” cristiana, una transfiguración que sólo se despliega y expresa en el camino de entrega de la vida, a favor de los demás, subiendo a Jerusalén.

((Nota erudita 2:
Gran parte de la teología e iconografía, especialmente en la Iglesia Oriental, constituye una reflexión y comentario de esta experiencia, como he puesto de relieve en No hará ídolos: Imágenes de la Fe 1000, PPC, Madrid 2016. Cf. A. Andreopoulos, Metamorphosis: The Transfiguration in Byzantine Theology and Iconography, St Vladimir, New York. 2005; F. Boespflug y N. Lossky, Nicée II: 787-1987. Douze siècles d’images religieuses, Cerf, Paris 1987; P. Eudokimov, El Arte del Ícono, Claretianas, Madrid 1991; D. Lee, Transfiguration, Bloomsbury, London 2004; L. Oupensky, Teología del icono, Sígueme, Salamanca 2013; A. M. Ramsey, The Glory of God and the Transfiguration of Christ, Longmans, London 1949; P. A. Sáenz, El icono, esplendor de los sagrado, Gladius, Buenos Aires 1991; Ch. Schönborn, El Icono de Cristo. Una Introducción Teológica, Encuentro, Madrid 1999. )))

‒ Moisés y Elías (17, 3).

De manera muy significativa, este Cristo Icono de Dios, sol divino cuyos vestidos son luz, no está con serafines como el Dios de Is 6, 1, cuyo manto llenaba con sus vuelos todo el templo, sino acompañado por Moisés y Elías. Éste es un Dios que se “encarna” en el camino de los profetas, de manera que no está en Jerusalén, sino que va a morir allí, dando su vida… Esta diferencia entre el Dios del templo (Is 6) y el Cristo de la montaña (Mt 17) marca la conexión y diferencia entre Israel y el cristianismo.

La conexión viene dada por la presencia de Moisés y Elías. De una forma lógica, Mateo corrige el orden en que ellos aparecían en Marcos, poniendo a Moisés (Ley), antes que a Elías (profecía; Mt 17, 3; cf. Mc 9, 4), para mantener en principio el esquema “canónico” de Israel, con la Ley antes de los profetas. De todas maneras, en la discusión que sigue, el referente fundamental para entender el camino de Jesús será Elías, vinculado a Juan Bautista, más que Moisés. Están los dos con Jesús, pero sólo Jesús irradia luz como sol, sólo a él se dirige la palabra de Dios que dice “este es mi Hijo”, como centro y meta del camino “epifánico” de Israel, subiendo a Jerusalén para dar la vida de Dios a los hombres.

((Sobre visión de Dios en Is 6, cf. A. Colunga. La vocación profética de Isaías, CiTom (1924) 5-23; O. Keel, Yahwe-Visionem und Siegelkunst. Eine neue Deutung der Majestätsschilderungen in Jes 6, Ez 1 und 10 und Sach 4, SBS 84/85, Stuttgart 1988; B. Renaud, La vocation d’Isaïa. Expérience de la foi: VieSpir 119 (1968) 129-145. O. H. Steck, Bermenkungen zu Jesaja 6: BZ 16 (1972) 188-206; E. Eichrodt, Teología del AT I, Cristiandad, Madrid 1975, 307-356)).

− Kyrios, Hijo de Dios (17, 4-5).

Pedro llama a Jesús “Kyrie” (Señor), en vez de Rabbi (Maestro), a diferencia de Mc 9, 5, destacando así su grandeza y soberanía, como Señor Pascual, signo divino, por encima (a diferencia) de Moisés y Elías. Esta denominación y título ha de entenderse en sentido estricto; y a ella se debe añadir la voz de la nube (del Dios de Israel diciendo: ¡Este es mi Hijo… escuchadle!

La nube es signo de la presencia y providencia de Dios que guía al pueblo de Israel (Ex 13, 21-22), como ha recordado Pablo al afirmar que todos los israelitas se hallaban bajo la nube de Dios (cf. 1 Cor 10, 1-2). Pues bien, la Voz de la Nube es la voz de Dios, que da testimonio de Jesús, llamándole su Hijo Querido, a quien los hombres deben escuchar, ratificando así la palabra del bautismo (comparar Mt 17, 5 con 3, 17). Quizá se puede evocar en ese contexto la voz grande (27, 46) de Jesús que grita a Dios ante la muerte, con la voz de la nube que Dios dirige aquí a Jesús, diciendo “este es mi Hijo querido” (17, 5).
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‒ Terror divino, experiencia de resurrección (17, 6-7).

En esa línea se sitúa estos versos en los que Mateo pone de relieve el poder sobrecogedor de la experiencia de Dios que habla a Jesús en la montaña y deja a los tres discípulos (Pedro, Santiago y Andrés) paralizados, llenos de terror, de manera que el mismo Jesús tiene que tocarles y despertarles, diciendo (ege,rqhte, levantaos, resucitad), para que así vuelvan a la vida.

Al oír la voz de Dios, los discípulos han caído sobre el rostro, llenos de temor, pues han descubierto a Dios en Jesús, han ido más allá de los límites del mundo, tienen que morir (y en el fondo han muerto), como bien sabe la tradición israelita (cf. Is 6, 5).

De esa forma, Jesús viene a ellos desde más allá de la muerte, desde el lado de Dios, y les despierta, es decir, les eleva, diciéndoles levantáos, resucitad. Esta experiencia es un toque de resurrección, y así se dice que tocándoles… les levantó de nuevo, para que siguieran viviendo en este mundo, pero bien fundados en el más allá, desde la presencia del Dios de Jesús que nos resucita.

‒ Y abriendo los ojos sólo vieron a Jesús (17, 8).

Ésta ha sido una experiencia de muerte, y los tres discípulos de Jesús han desbordado los límites de este mundo, han entrado en eso que podría llamarse el “espacio celeste”, contemplando más allá de la muerte la gran Luz de Dios en Jesús, la palabra que dice “éste es mi hijo, escuchadle”. Lógicamente tendrían que haber muerto sin retorno a este mundo, pero ésta ha sido una muerte para retornar, y por eso Jesús les toca y les despierta (cf. 9, 25: tomó de la mano a la niña y resucitó…). Pues bien, Jesús toca aquí a los tres y les resucita, para que vivan desde el otro lado, como testigos de la resurrección que supera a la muerte (cf. 16, 21).

Esta experiencia define a los cristianos, que han descubierto la presencia y acción de Dios en la muerte de Jesús, que han experimentado a Jesús como el viviente, aquel a quien deben seguir, como ha dicho Dios (escuchadle: 17, 5). Por eso, lógicamente, abriendo de nuevo los ojos, tras la luz cegadora de la montaña sagrada y la Palabra de Dios, sólo ven a Jesús hombre, al mesías concreto de la historia, que les lleva hacia Jerusalén. Leer más…

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“Por la renuncia al triunfo”. Domingo. 2º de Cuaresma. Ciclo A.

Domingo, 12 de marzo de 2017
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08-transfiguaracionDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El tema común a las tres lecturas de este domingo es “por la renuncia al triunfo”. En la primera, Abrahán debe renunciar a su patria y a su familia, experiencia muy dura que sólo conocen bien los que han tenido que emigrar. Pero obtendrá una nueva tierra y una familia numerosa como las estrellas del cielo. Incluso todas las familias del mundo se sentirán unidas a él y utilizarán su nombre para bendecirse.

En la segunda lectura, Timoteo deberá renunciar a una vida cómodo y tomar parte en el duro trabajo de proclamar el evangelio. Pero obtendrá la vida inmortal que nos consiguió Jesús a través de su muerte.

En el evangelio, si recordamos el episodio inmediatamente anterior (el primer anuncio de la pasión y resurrección) también queda claro el tema: Jesús, que renuncia a asegurarse la vida, obtiene la victoria simbolizada en la transfiguración. Así lo anuncia a los discípulos: «Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar a este Hombre como rey». Esta manifestación gloriosa de Jesús tendrá lugar seis días más tarde.

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:

― «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»

Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.»

Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:

― «Levantaos, no temáis.»

Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:

― «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

El relato podemos dividirlo en tres partes: la subida a la montaña (v.1), la visión (vv.2-8), el descenso de la montaña (9-13). Desde un punto de vista litera­rio es una teofanía, una manifestación de Dios, y los evangelistas utilizan los mismos elementos que empleaban los autores del Antiguo Testamento para describirlas. Por eso, antes de analizar cada una de las partes, conviene recordar algunos datos de la famosa teofanía del Sinaí, cuando Dios se revela a Moisés.

La teofanía del Sinaí

Dios no se manifiesta en un espacio cualquiera, sino en un sitio especial, la montaña, a la que no tiene acceso todo el pueblo, sino sólo Moisés, al que a veces acompaña su hermano Aarón (Ex 19,24), o Aarón, Nadab y Abihú junto con los setenta dirigentes de Israel (Ex 24,1). La presen­cia de Dios se expresa mediante la imagen de una nube espesa, desde la que habla (Ex 19,9). Es también frecuente que se mencione en este contexto el fuego, el humo y el temblor de la montaña, como símbolo de la gloria y el poder de Dios que se acerca a la tierra. Estos elementos demuestran que los evangelistas no pretenden ofrecer un informe objetivo, “histórico”, de lo ocurrido, sino crear un clima semejante al de las teofanías del Antiguo Testa­mento.

La subida a la montaña

Jesús sólo elige a tres discípu­los, Pedro, Santiago y Juan. La exclusión de los otros nueve no debemos interpretarla sólo como un privilegio; la idea principal es que va a ocurrir algo tan importante que no puede ser presen­ciado por todos. Se dice que subieron «a una montaña alta y apartada». La tradición cristiana, que no se contenta con estas indicaciones generales, la ha identificado con el monte Tabor, que tiene poco de alto (575 m) y nada de aparta­do. Lo evangelistas quieren indicar otra cosa: usan el frecuente simbolismo de la montaña como morada o lugar de revelación de Dios. Entre los antiguos cananeos, el monte Safón era la morada del panteón divino. Para los griegos se trataba del Olimpo. Para los israelitas, el monte sagrado era el Sinaí (u Horeb). También el Carmelo tuvo un prestigio especial entre ellos, igual que el monte Sión en Jerusalén. Una montaña «alta y apartada» aleja horizontalmente de los hombres y acerca verticalmente a Dios. En ese contexto va a tener lugar la mani­festación gloriosa de Jesús, sólo a tres de los discípulos.

La visión

En ella hay cuatro elementos que la hacen avanzar hasta su plenitud. El primero es la transformación del rostro y las vestiduras de Jesús. El segundo, la aparición de Moisés y Elías. El tercero, la aparición de una nube luminosa que cubre a los presentes. El cuarto, la voz que se escucha desde el cielo.

1. La transformación de Jesús la expresaba Marcos con estas pala­bras: «sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no es capaz de blanquearlos ningún batanero del mundo» (Mc 9,3). Mateo omite esta comparación final y añade un dato nuevo: «su rostro brillaba como el sol». La luz simboliza la gloria de Jesús, que los discípulos no habían percibido hasta ahora de forma tan sorprendente.

2. «De pronto, se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él». Moisés es el gran mediador entre Dios y su pueblo, el profeta con el que Dios hablaba cara a cara. Sin Moisés, humana­mente hablando, no habría existido el pueblo de Israel ni su religión. Elías es el profeta que salva a esa religión en su mayor momento de crisis, hacia el siglo IX a.C., cuando está a punto de sucumbir por el influjo de la religión cananea. Sin Elías habría caído por tierra toda la obra de Moisés. Por eso los judíos concedían especial importancia a estos dos personajes. El hecho de que se aparezcan ahora a los discípu­los (no a Jesús) es una manera de garantizarles la importancia del personaje al que están siguiendo. No es un hereje ni un loco, no está destruyendo la labor religiosa de siglos, se encuentra en la línea de los antiguos profetas, llevando su obra a plenitud.

En este contexto, las palabras de Pedro proponiendo hacer tres chozas suenan a simple despropósito. Pero son simple conse­cuencia de lo que dice antes: «qué bien se está aquí». Cuando el primer anuncio de la pasión, Pedro rechazó el sufrimiento y la muerte como forma de salvar. Ahora, en la misma línea, considera preferible quedarse en lo alto del monte con Jesús, Moisés y Elías que seguir a Jesús con la cruz.

3. Como en el Sinaí, Dios se manifiesta en la nube y habla desde ella.

4. Sus primeras palabras reproducen exactamente las que se escucharon en el momento del bautismo de Jesús, cuando Dios presentaba a Jesús como su siervo. Pero aquí se añade un imperativo: “¡Escuchadlo!” La orden se relaciona directamente con las anteriores palabras de Jesús, que han provocado tanto escán­dalo en Pedro, y con la dura alternativa entre vida y muerte que ha planteado a sus discípulos. Ese mensaje no puede ser eludido ni trivializado. “¡Escuchadlo!”

El descenso de la montaña

Dos hechos cuenta Mt en este momento: La orden de Jesús de que no hablen de la visión hasta que él resucite y la pregunta de los discípulos sobre la vuelta de Elías.

Lo primero coincide con la prohibición de decir que él es el Mesías (Mt 16,20). No es momento ahora de hablar del poder y la gloria, suscitando falsas ideas y esperanzas. Después de la resurrección, cuando para creer en Cristo sea preciso aceptar el escándalo de su pasión y cruz, se podrá hablar con toda libertad también de su gloria.

El segundo tema, sobre la vuelta de Elías, lo omite la liturgia.

Resumen

Este episodio no está contado en beneficio de Jesús, sino como experiencia positiva para los apóstoles. Después de haber escuchado a Jesús hablar de su pasión y muerte, de las duras condiciones que impone a sus seguidores, tienen tres experiencias complementarias: 1) ven a Jesús transfigurado de forma gloriosa; 2) se les aparecen Moisés y Elías; 3) escuchan la voz del cielo.

Esto supone una enseñanza creciente: 1) al ver transformados su rostro y sus vesti­dos tienen la expe­riencia de que su destino final no es el fracaso, sino la gloria; 2) al aparecérseles Moisés y Elías se confirman en que Jesús es el culmen de la historia religiosa de Israel y de la revela­ción de Dios; 3) al escuchar la voz del cielo saben que seguir a Jesús no es una locura, sino lo más conforme al plan de Dios.

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Segundo Domingo de Cuaresma. 12 Marzo, 2017

Domingo, 12 de marzo de 2017
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“Delante de ellos se transfiguró”

(Mt 17, 1-9)

Jesús tomó a los cercanos, a los que podían “ver” la grandeza de su humanidad y divinidad unidas.

Jesús permite que le vean en su “completud”, transfigurado. Hoy sólo quiero fijarme en la palabra “transfiguración”. La palabra “trans” significa etimológicamente al otro lado de. En el lenguaje de hoy, traspasar.

En Occidente, en nuestra sociedad  racional y dualista hablamos en términos antagónicos. Eres humano o divino, es de noche o de día. Pero Jesús no vivió eso. Me viene el ejemplo de los polos opuestos de una pila. No son antagónicos, son complementaros. Sin la comunión de los dos, no hay corriente que genere vida en términos de luz, calor, etc.

Descubrir en los polos opuestos, los complementarios. Las dos orillas de un rio, la una sin la otra no pueden existir,  pues no habría posibilidad que el cauce del mismo fluyera… Las dos alas de los pájaros, la una sin la otra no posibilitaría el vuelo.

Esto le pasó a Jesús, fue un instante, una ráfaga, una eternidad sin tiempo. En donde se encontró con Su Padre y esto le hizo sentirse profundamente amado y tener una experiencia de unidad en Él y con todo. Una experiencia de transcendimiento. La sincronía entre lo humano y lo divino. La Unidad de ser  hace resplandecer la Luz que es su esencia y todo es transparencia en Él.

Trans, es ir al otro lado de. Integrar las orillas, integrar humanidad y divinidad. Ser y hacer, nada sobra, todo es posibilidad de comunión.

Jesús se siente pleno, colmado, completo. Ha llegado a la perfección, pero no como lo entendemos nosotros, sino en términos de ser uno con el Padre. De Paz interior, de completud, de no caber nada más en Él. Vive un lleno total, no necesita ni quiere nada, disfruta de su ser en el Padre.

Toda oscuridad es traspasada por la Luz de la Vida, no hay sombras. Solo el resplandor de la completud del Padre en el Hijo… “Tú eres  mi Hijo amado”.

Jesús, Dios y hombre, comunión de plenitud.

ORACIÓN

Padre, que  nuestra vida se transcienda de Amor para poder ser resplandor de Vida nueva, transparente, llena de Humanidad y Danza

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Lo divino en Jesús no puede verse ni oírse

Domingo, 12 de marzo de 2017
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trasfigurazione2Mt 17, 1-9

El domingo pasado, tirarse del templo para ser recogido por los ángeles, era una tentación. Pero hoy, una espectacular puesta en escena de luz y sonido, nos parece la cosa más natural del mundo. Desde la razón, es una contradicción, pero en el orden trascendente, una formulación puede ser verdad y la contraria también.

Aunque no sabemos cómo se fraguó este relato, debe ser muy antiguo, porque Mc, ya lo narra completamente elaborado. Una vez que, descubrieron en la experiencia Pascual lo que Jesús era, trataron de comunicar esa vivencia que les había dado Vida. Para hacerlo creíble, lo colocaron en la vida terrena de Jesús, justo antes del anuncio de la pasión. Así disimulaban la ceguera que les impidió descubrir quién era.

No podemos pensar en una puesta en escenapor parte de Jesús; no es su estilo ni encaja con la manera de presentarse ante sus discípulos. Por lo tanto, debemos entender que no es la crónica de un suceso. Se trata de una teofanía, construida con los elementos y la estructura de las muchas relatadas en el AT. Probablemente es un relato pascual, retrotraído a la época de su vida pública, tiempo después de haberse elaborado.

El relato está tejido con los elementos simbólicos, aportados por las numerosas teofanías que se narran en el AT. Nada en él es original; ni siquiera la voz de Dios es capaz de aportar algo nuevo, pues repite exactamente lo que dijo en el bautismo. Se trata de expresar la presencia divina en Jesús, con un lenguaje que todos podían reconocer. Lo importante es lo que quiere comunicar, no los elementos que utiliza para la comunicación.

No es verosímil que esta visión se diera durante la vida de Jesús. Si los apóstoles hubieran tenido esta experiencia de lo que era Jesús, no le hubieran negado poco después. Tampoco fue un intento de preparar a los apóstoles para el escándalo de la cruz. Si fue ese el objetivo, el fracaso fue absoluto: “Todos le abandonaron y huyeron”.

En la experiencia pascual descubrieron los discípulos lo que era Jesús. Todo lo que descubrieron después de su muerte, estaba ya presente en él cuando andaban por los caminos de Palestina. Los exégetas apuntan a que estamos ante un relato pascual. Si se retrotrae a la vida terrena es con el fin de hacer ver que Jesús fue siempre un ser divino.

No podemos seguir pensando en un Jesús que lleva escondido en la chistera el comodín de la divinidad, para sacarlo en los momentos de dificultad. Lo que hay de Dios en él, está en su humanidad. Lo divino nunca podrá ser percibido por los sentidos. Es hora de que tomemos en serio la encarnación y dejemos de ridiculizar a Dios.

La única gloria de Dios es su ser. Nada que venga del exterior puede afectarle ni para bien ni para mal. El aplicar a Dios nuestras perspectivas de grandeza, es sencillamente ridiculizarle. La única gloria del hombre es manifestar que en él está ya ese mismo amor. Manifestar amor hasta la muerte por amor, es la mayor gloria de Jesús y del hombre.

Jesús vivió constantemente trasfigurado, pero no se manifestaba externamente con espectaculares síntomas. Su humanidad y su divinidad se expresaban cada vez que se acercaba a un hombre para ayudarle a ser él. La única luz que transforma a Jesús es la del amor y solo cuando manifiesta ese amor ilumina. En lo humano se transparenta Dios.

Los relatos de teofanía que encontramos en el AT, son intentos de trasmitir experiencias personales de seres humanos. Esa vivencia es siempre interior e indecible. La presencia de Dios es el punto de partida. Esa presencia es nuestro verdadero ser. La gloria no es una meta a la que hay que llegar, sino el punto de partida para llegar al don total.

Tomó consigo a tres: La experiencia interior es siempre personal no colectiva, por eso los presenta con sus nombres propios. Moisés también subió al Sinaí acompañado por tres personas. El monte: Es el ámbito de lo divino. Si Dios está en el cielo, la montaña será el mejor lugar para que se manifieste. El monte alto es el lugar donde siempre está Dios.

Rostro resplandeciente: la gloria de Dios se comunica a aquellos que están cerca de Él. A Moisés, al bajar del monte, después de haber hablado con Dios, tuvieron que taparle el rostro porque su luminosidad hería los ojos. La luz: ha sido siempre símbolo de la presencia de la Gloria de Dios. La nube: Símbolo de la presencia protectora de Dios. A los israelitas les acompañaba por el desierto una nube que les protegía del calor del sol.

Moisés y Elías: Jesús conectado con el AT. La Ley y los Profetas en diálogo con Jesús. El evangelio es continuación del AT pero superándolo. La voz: la palabra ha sido siempre la expresión de la voluntad de Dios. ¡Escuchadlo! Es la clave del relato. Solo a él, ni siquiera a Moisés y a Elías. El miedo, aparece en todas las teofanías. Ante la presencia de lo divino, el hombre se siente empequeñecido. Miedo incluso de morir por ver a Dios.

El relato propone a Jesús como la presencia de Dios entre los hombres, pero de manera muy distinta a como se había hecho presente en el AT. Por eso hay que escucharlo. Su humanidad llevada a plenitud es Palabra definitiva. Escuchar al Hijo es transformarse en él y vivir como él vivió, ser capaces de manifestar el amor a través del don total de sí.

Ni la plenitud de Jesús ni la de ningún hombre están en un futuro propiciado por la acción externa de Dios. La plenitud del hombre está en la entrega total. No está en la resurrección después de la muerte ni en la dicha después del sufrimiento. La Vida y la gloria están allí donde hay amor. La vida de Jesús se presenta como un éxodo, pero el punto de llegada será el Padre, que era el punto de partida al empezar el camino.

A los cristianos nos queda aún un paso por dar. No se trata de aceptar el sufrimiento y la prueba como un medio para llegar a “la gloria”. Se trata de ver en la entrega, aunque sea con sufrimiento, la meta de todo ser humano. El amor es lo único que demuestra que somos hijos de Dios.Darse a los demás por una recompensa, no tiene nada de cristiano.

Jesús nos descubre un Dios que se da totalmente sin pedirnos nada a cambio. No es la esperanza en un premio, sino la confianza de una presencia, lo que me debe animar. La transfiguración nos está diciendo lo que era realmente Jesús y lo que somos realmente cada uno de nosotros. ¡Sal de tu tierra! Abandona tu materialidad y adéntrate por los caminos del Espíritu. Vives exiliado en tierra extraña, que no es el lugar que te pertenece.

Meditación-contemplación

Jesús era todo luz porque Dios lo inundaba.
Ese es el punto de partida para él y para nosotros.
No debemos esperar ninguna transfiguración
sino de descubrir nuestro ser no desfigurado.

No tengo que caminar hacia una meta fantástica que me prometen,
sino descubrir ya en mí el más sublime don: Dios mismo.
Debo vivir mi realidad esencial que ya está en mí.
Dios está ya en la profundidad de mi propio ser.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Salir de su tierra

Domingo, 12 de marzo de 2017
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El abbé Pierre, el 1 de Febrero de 1954, en Radio Luxemburgo

Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos” (Ortega y Gasset)

12 marzo, II domingo de Cuaresma

Mt 17, 1-9

Seis días más tarde llamó Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña elevada.

El Génesis relata en 12, 1-4 la vocación de Abrahán, padre del pueblo de Dios: “Sal de la tierra nativa y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”Y Abrahán sale mirando lejos, respondiendo a la llamada de un Dios que nos ilumina (2 Tim 1, 10) y con la vista puesta en el futuro. Nada importa la realidad o no del hecho. Lo trascendente es lo que el mito significa. Hace poco me enviaba un amigo el dibujo de una pareja en la cama. Ella leyendo un libro y él medio sentado. Le dice él: “Cariño, estoy sin calzoncillos”. Y ella le contesta sin tan solo mirarle: “No te preocupes, cielo; mañana te compro unos”.

De un mensaje, lo de menos es lo que se dice; lo importante es lo que con él se quiere decir. Hay que evitar la letra que mata y recuperar el Espíritu que vivifica. San Pablo nos lo recuerda en su 2 Cor 3, 5-6: “nuestra capacidad viene de Dios, que nos capacita para ilustrar una alianza nueva: no de puras letras sino de Espíritu; porque la letra mata, el Espíritu da vida”.

Ortega y Gasset dijo: “Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos”.

Y esto es lo que hace el papa Francisco cuando en septiembre de 2015 se abraza con cuatro representantes de las principales creencias -una budista, un judío, un cristiano y un musulmán- y pronuncia este memorable discurso: “La mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes, y esto debería provocar un diálogo entre las religiones. No debemos dejar de orar por él y colaborar con quienes piensan distinto. Muchos piensan distinto, sienten distinto. Buscan a Dios o encuentran a Dios de diversa manera. En esta multitud, en este abanico de religiones hay una única certeza que tenemos para todos: todos somos hijos de Dios. Que el diálogo sincero entre hombres y mujeres de diversas religiones conlleve frutos de paz y justicia”. Nuestro cardenal, Carlos Osoro, declaraba en octubre de 2016 que “La libertad auténtica se alcanza cuando se respeta la libertad religiosa”.

Ojalá seamos esa luz que el protagonista Hiroyuki Sanada proponía, como final de cinta, fueran sus hijos Eliseo y Eladia: “las luces más brillantes en la más oscura noche”Babel (2006), del mejicano Alejandro González Iñárritu. Un noble deseo como el de Abrahán, el de Pablo, el de Francisco, el de Osoro, el de Ortega, y el de Jesús, comprometido como el Abbé Pierre (1912-2007) –“Ángel de los pobres”– y fundador de Los Traperos de Emaús en mirar el futuro sin dejar de atender las necesidades del presente.

El 1 de febrero de 1954 irrumpió por sorpresa en Radio Luxemburgo y consiguió que le permitieran hablar en directo. Conmovió a los oyentes con un discurso en el que proclamó la insurrección de la bondad: “Una mujer acaba de morir congelada esta madrugada en la acera del bulevar de Sebastopol, manteniendo aún aferrada a su mano la notificación judicial de expulsión de su domicilio. No podemos aceptar que sigan muriendo personas como ella. Cada noche son más de 2 000 personas soportando el hielo, sin techo, sin pan, más de uno casi desnudo; para esta misma noche es necesario reunir 5 000 mantas, 300 grandes tiendas de campaña, 200 ollas. Venid los que podáis con camiones para ayudar al reparto […] Al Hotel Rochester, calle Le Boétie 92. Imploro, frente a los hermanos que mueren de miseria, aumente en nosotros el amor para hacer desaparecer esta lacra. «¡Que tanto dolor despierte el alma maravillosa de Francia!»

EL ÁNGEL DE LOS POBRES (Abbé Pierre)

Yo continuaría creyendo, incluso si el mundo pierde esperanza.

Y continuaría amando, incluso si los otros destilan odio.

Yo continuaría construyendo, incluso si otros destruyen.

Yo continuaría hablando de paz, incluso dentro de una guerra.

Yo continuaría iluminando, incluso en medio de la obscuridad.

Yo continuaría sembrando, incluso si los otros pisotean la cosecha.

Y yo continuaría gritando, incluso si los otros se callan.

Y yo dibujaría sonrisas en los rostros con lágrimas.

Y yo aportaría alivio, cuando se vea dolor.

Y yo ofrecería motivos de alegría allí donde no hay más que tristeza.

Y yo invitaría a caminar aquel que ha decidido detenerse…

Y yo extendería los brazos a aquellos que se sienten agotados”.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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