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Eunucos “en” el reino de Dios: ¿Nacidos en un cuerpo equivocado? Sobre un sermón de Mons. Munilla

Sábado, 12 de agosto de 2023

@face787856Del blog de Xabier Pikaza:

Monseñor afirma que nadie nace en un cuerpo equivocado, porque Dios hace todas las cosas bien. En un sentido, esas palabras me parecen bien, pero en otro me atrevo a matizarlas,  desde la perspectiva de Mt 19, 10 (cf.  Jesús Martínez Gordo).

Está en el fondo el tema de los eunucos clericales,  como pusieron de relieve  U. Heinemann y E. Drewermann. Está el “misterio” y tarea de la diversidad de género y sexo del ser humano

No quiero entrar en disputas teológico-papales (o anti-papales); me limito a   ofrecer una sencilla exégesis sobre Jesús y los eunucos (cf. Mt 19,10). Digo con Mons. Munilla, que Dios no se equivoca,  pero entiendo esa palabra de una forma quizá diiferente,  en la línea de Jesús, a quien llamaron eunuco (de forma maliciosa).

La “sermón” de Munilla

El obispo de Orihuela-Alicante, José Ignacio Munilla, afirmó en una catequesis durante la Jornada Mundial de la Juventud que se celebra en Lisboa que «La ecología tiene que comenzar por el respeto hacia nosotros mismos, Dios nos ha creado bien, Dios no se equivoca, nadie nace en un cuerpo equivocado», dijo el prelado.

El obispo de Orihuela-Alicante advirtió que la ecología, si no es integral, «no es cristiana», es «ideología», y alertó de algunas «contradicciones flagrantes» del ecologismo que no es integral.

Por ejemplo, indicó el ecologismo «denuncia los transgénicos, pero «al mismo tiempo» defiende «el transgénero, que uno pueda cambiar de repente de ser hombre a ser mujer». «Es una contradicción que deja patente una ideología» .

 Catequesis Bíblica. Punto de partida

 Varios textos bíblicos afirman Dios lo hace todo bien, desde Sabiduría (Sab 8-9) hasta  la palabra clave de Rom 8, 28: “Todo contribuya para bien de los creyentes”. En esa línea, cuando le preguntan a quién ha pecado para que un hombre nazca ciego, precisamente a la vera del templo, Jesús responde: “No se trata de quién ha pecado, sino de cómo ayudarle” (Jn 9, 2-3).

Jesús ha nacido en un mundo lleno de cojos-mancos-ciegos, posesos y enfermos de diverso tipo, y estoy convencido de que no se atrevería a decir las cosas que su Mons. Munilla afirma, en contra del Papa, en una esquina de Lisboa.

Pero, por equivocación, bien entendidas, las palabras de Munilla son “acertadas”: Cada uno ha de vivir para bien (con la acogida y ayuda de otros, en especial de cristianos, como parece ser Munilla) dentro del espectro de arco-iris donde el Dios de la providencia amorosa (difícil de entender, en clave humana) le ha colocado.

No sé cómo responder teóricamente al tema, aunque algo he leído el evangelio de Mateo, y allí se encuentra este texto famoso, donde “eunucos” de diverso tipo forman parte de la Providencia de Dios, siendo “bien nacidos”, así como siendo…y teniendo que ser bien  acompañados por otros seres humanos.

Jesús dice a sus discípulos varones (duros varones, que se creen dueños de la sexualidad de otros, y en especial de la sexualidad de las mujeres y en general de todos los “distintos” a ellos) que han de ser fieles a la vida…

19 10 Sus discípulos le dijeron: Si ésta es la condición del hombre con la mujer, no conviene casarse. 11 Pero él les dijo: No todos entienden esta palabra, sino aquellos a quienes les ha sido dado. 12 Pues hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que han sido hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que se han hecho eunucos a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender entienda (Mt 19 10)[1].

Primera explicación

Los fariseos (19, 3) le preguntaban si el hombre podía expulsar a su mujer por cualquier causa (aitia). Pues bien, la respuesta de Jesús (insistiendo en la fidelidad), suscita el nuevo comentario/pregunta de los discípulos varones, que dicen: Si la causa es esa (es decir, si el hombre no tiene razones para expulsar a su mujer a no ser por porneia) será mejor no casarse, no asumir ese riesgo de unión matrimonial.

El tema parece referirse varones que quieren mantener la “libertad” de hacer lo que quieran con sus mujeres… A ellos les pide Jesús fidelidad. Pedro responde como buen varón-macho que en caso de exigir fidelidad es mejor no casarse.  

Ciertamente, hay otras formas de entender el texto, que podría referirse a viudos, que, tras la muerte de su mujer, no podrían ya casarse de nuevo, o a otros grupos de personas con dificultades matrimoniales… Pero, en principio, parece preferible la solución tradicional: Los discípulos sienten que la doctrina de Jesús sobre el matrimonio resulta dura para los varones egoístas (quieren mantener su derecho al divorcio), de manera que para ellos sería preferible no casarse. Así lo entiende el Jesús de Mateo, y desde ese fondo responde, aunque cambiando el matiz negativo del comentario de los discípulos, para establecer una doctrina y experiencia universal, introduciendo así una especie de “salto” en la línea del discurso:

Respuesta general, un don divino: “No todos entienden esta palabra de fidelidad   sino aquellos a quienes les ha sido dado (19, 11). Esta cuestión del matrimonio, tal como lo plantea Jesús, con la respuesta de los discípulos (¡mejor no casarse!) no puedan entenderla simplemente todos, sino aquellos  a quienes Dios mismo les ofrece el don de la fidelidad personal, vinculada a la comprensión y experiencia del Reino, entroncada en la fidelidad de Dios.

Según eso, ni el matrimonio en la línea de Jesús (por el Reino) ni el posible celibato del que sigue hablando el texto (eunucos por el Reino) son estados naturales de vida (que se entienden y resuelven por sí mismos), sino que implican (despliegan) un descubrimiento y cultivo de la fidelidad de Dios, en la línea marcada por Gen 1-2. Éste no es por tanto un tema que pueda resolverse por ley o imposición jurídica o social, sino por gracia de Dios y comunión humana. Se trata, pues, de ascender de nivel, entendiendo y desarrollando de esa forma el don del Reino de Dios, como se decía en el contexto de las parábolas (cf. Mt 13, 10-17).

Jesús y los eunucos: “Pues hay eunucos que nacieron así del seno materno, y otros que han sido hechos eunucos por los hombres…” (19, 12). Todo nos permite suponer que Jesús retoma el argumento de los discípulos (¡mejor no casarse!), para situarlo en el plano de la complejidad social y sexual de la vida. No se trata de entender a todos los eunucos de una misma forma, sino de distinguir y precisar los planos, valorando la diversidad de unas situaciones que parecen marcadas por la diversidad de formas de la vida humana.

En esa línea, Jesús se sitúa, y sitúa a sus discípulos, en el contexto de su propia experiencia, en un entorno formado, al menos en parte, por hombres (y mujeres) célibes que han dejado casa y familia, apareciendo así como un grupo ambiguo, criticados o, al menos, marcados por sus adversarios como “eunucos”, pues viven de un modo “anormal”, sin familia establecida, en contra de una tradición de matrimonio para la procreación, que comienza en Gen 1-2. Podemos suponer que Jesús, como Juan Bautista, su maestro, había renunciado a una familia propia (sus discípulos no eran familia, en sentido tradicional).

Jesús no es un mesías de matrimonios ejemplares, de gente bien-casada, dentro de un orden patriarcal, donde los varones regulan y dirigen la vida de sus legítimas mujeres (e hijos), expulsando a los menos convenientes. Al contrario, él es mesías de hombres y mujeres que se sienten llamados a vivir en libertad, como hijos de Dios, en medio de un mundo de niños que parecen abandonados, de pequeños que necesitan compañía y protección, de enfermos, expulsados sociales, marginados afectivos, eunucos…. Sin esta experiencia radical de protesta contra un mundo dominado por fuertes varones que se imponen sobre las mujeres, sin esa apertura a los pobres, pequeños y eunucos de diverso tipo no se entiende el evangelio[2].

Profundización (La familia en la Biblia).

Mt 19, 9-12 es un pasaje claramente añadido dentro del “corpus” de su evangelio, pero recoge una tradición de su comunidad que posiblemente proviene de Jesús. En su contexto actual, este pasaje supone que los discípulos reaccionan como “varones” patriarcales ante el principio de fidelidad humana que Jesús les ha propuesto (¡el varón no puede expulsar a la mujer!), a pesar de la posible atenuación que ese principio ha recibido con la sentencia sobre la “porneia”, es decir, sobre la destrucción del vínculo de comunión entre un hombre y una mujer en el matrimonio: ¡Si el matrimonio se aplica así, sería mejor no casarse!

Ése es un comentario realista y muy actual. Son millones y millones los hombres y mujeres que responderían y responden de la misma forma, evitando de hecho el matrimonio (¡formando algún tipo de pareja sin voluntad radical de permanencia!) o contrayendo un matrimonio “light”, como un contrato temporal, mientras dure, sin alianza personal definitiva  entre dos personas (¡sería mejor no casarse!).

En este contexto ha introducido Mateo este “logion” o sentencia de Jesús sobre los eunucos, que en principio tenía otro contexto, y que así debe entenderse (al parecer) como respuesta de Jesús ante algunos que le/les acusan de “eunucos”, por vivir como viven y formar como forman una comunidad de varones y mujeres que han roto los vínculos matrimoniales del conjunto de la sociedad (cf. tema 8):

 ‒ Posible contexto histórico: acusan a Jesús y a los suyos de eunucos . Jesús ha iniciado un tipo de vida no convencional, un celibato entendido como protesta frente  a unas condiciones familiares y sociales de tipo patriarcalista, en las que unos se imponen sobre otros. Él ha perdido a los suyos que “abandonen a su padre y a su madre”, que rompan con un tipo de vida familiar integrada en el sistema de los privilegiados. Su misma vida, y la vida de discípulos, aparece así como protesta contra el orden tradicional, como sabemos Mc 3, 20-21 donde se dice que sus mismos familiares les han acusado de loco, queriendo llevarle de nuevo a su casa.

En un contexto semejante puede situarse la acusación de aquellos que le tildan Jesús y tildan a sus discípulos de “eunucos” en un sentido extenso, tomándoles como “incapaces sexuales” (o quizá incluso como “desviados”), precisamente a causa del grupo específico que forman, de mujeres y varones, sin guardar el orden matrimonial estricto. En ese contexto se sitúa la gran paradoja de Jesús que, por un lado, ha sostenido la exigencia de fidelidad del matrimonio; pero que, por otro, ha compartido su vida y movimiento con gentes (varones y mujeres) de diversa situación y orientación sexual, corriendo así el riesgo de que sus adversarios le acusen.

 ‒ Jesús ha aceptado la acusación y ha respondido hablando de tipos distintos de eunucos,  para presentarse al fin (probablemente) como “eunuco por el reino de los cielos”. No tiene reparo en aceptar la acusación de aquellos que le comparan (y comparan a sus discípulos) con pretendidos “desviados” sexuales. Este Jesús que así responde es el mismo que acepta la compañía de publicanos y prostitutas y de otro tipos de “pecadores” (cf. Mc 2, 15; Mt 21, 31). En ese sentido, debemos afirmar que él no aparece en el evangelio como un ejemplo de “rectitud patriarcalista”, sino como un hombre que conoce (comprende) los diversos tipos de desviación o, mejor dicho de marginación sexual.

 ‒ Jesús distingue tres tipos de eunucos, y lo hace con naturalidad.

 (a) Hay “eunucos por naturaleza” (desde el vientre de la madre), personas con tendencias o posibilidades sexuales distintas, que algunos pueden tomar como, “desarregladas” o simplemente como pecaminosas, por su misma constitución, que abarca un abanico grande de personas, desde los hermafroditas e impotentes sexuales por alteración fisiológica, hasta los diversos tipos de homosexuales y transexaules  físicos y/o psicológicos.

(b) Hay eunucos sociales, que han de entenderse en sentido literal: Aquellos que han sido castrados, para realizar servicios en templos y palacios, con lo que ello implicaba en un plano personal.

(c) Están, finalmente, aquellos que han asumido una conducta familiar y afectiva distinta, por libertad personal y/opor opción social, al servicio del Reino de Dios, asumiendo de esa forma una conducta que el entorno social y cultural condenaba.

‒ Jesús no proclama ningún juicio o rechazo social sobre los eunucos desde el vientre de la madre.No juzga a la naturaleza por “producir” tipos diversos de personas, con capacidades y conductas sexuales distintas.  Tampoco  ofrece un tipo de legislación socio-religiosa, como la Ley de Israel, considerando a esos eunucos (en general) como impuros, o impidiéndoles realizar servicios sacerdotales, sino que se limita a decir que hay eunucos, añadiendo que ellos forman parte de la sociedad y  suponiendo   ellos han de ser acogidos en el movimiento del Reino, tal como son, cada uno como. A los eunucos de diverso tipo no se les admite en el Reino obligándoles a dejar de ser eunucos, sino siéndolo en verdad, asumiendo el camino del reino cada uno desde su propia realidad, desde su propia identidad, siendo así acogidos por la comunidad.

Lo malo es para Jesús destruir a otros, castrándoles con violencia… Lo bueno y necesario es aceptar a cada uno en su propio camino, en la variedad de expresiones de la existencia humana.

Jesús tampoco ofrece un juicio moral sobre los que han sido “eunuquizados” (hechos eunucos) por los hombres, aunque es evidente que todo su mensaje va en contra de aquellos que oprimen a otros, impidiéndoles vivir en libertad. Parece claro que Jesús habría condenado a los que emplean su poder para oprimir a los demás, haciendo en eunucos o prostitutas. Pero en este dicho él se limita a constatar la realidad, evocando como algo ya sabido el hecho de que existen eunucos sociales. Significativamente, el libro de los Hechos supone que el primer gentil convertido fue un “eunuco” (Hch 8). En esa línea, el libro de la Sabiduría había hablado ya (cf. cap. 6) del valor de las estériles y de los eunucos ante Dios.

Pues bien, Jesús insiste en los “eunucos por el Reino de los Cielos”, es decir, en aquellos que, al ponerse al servicio del Reino, abandonando así un tipo de familia patriarcalista,  han sido criticados y condenados, como si fueran sin más unos “eunucos” despreciables. Jesús acepta el insulto y reconoce su validez, pero no para volverse atrás (y buscar otro tipo de comportamiento “aceptable”), sino para ratificar y confirmar su condición de “eunuco”, hombre distinto y despreciable desde una perspectiva dominante. Siglos de exégesis patriarcalista han “espiritualizado” ese “insulto”, interpretando esa palabra (eunuco) en un sentido “noble”, en la línea de un celibato entendido como expresión de dignidad superior y de dedicación al servicio del Reino de Dios.  Pues bien, esa palabra ha de tomarse en un sentido estricto, en contra de todo embellecimiento espiritual, sin maquillarla de un modo intimista ni social. Jesús asume el insulto que le dirigen y, de un modo velado pero muy intenso, se vincula con los eunucos naturales (desde el vientre de la madre) y con los eunucos sociales (castrados por los hombres), haciendo así un camino con ellos.

Esta palabra en la que Jesús acepta y reinterpreta el insulto que le han dirigido llamándole “eunuco” ha de entenderse pues de un modo radical, situándola en el contexto de las dificultades y opresiones sexuales de su entorno. Jesús no aparece en los evangelios como un “hombre patriarcal”, sexualmente dominante, sino como alguien al que desprecian por su conducta sexual “irregular”, porque no ha creado una familia  de prestigio, sino que comparte su vida y movimiento con personas de conducta sexualmente dudosa.

Jesús no ha sido un purista sexual, en la línea que parece defender Mons. Munilla, , sino todo lo contrario, un hombre paradójico.

 (a) Por un lado proclama el ideal de fidelidad indisoluble, en el sentido   radical de la palabra; fidelidad a la vida, a la vida buena (no a la buena vida como tal), es decir, a la vida en comunión, en ayuda a los demás, cada uno como es, dentro del gran espectro de colores de la existencia humana, tan problemática, tan dura a veces, tan excitante en línea de amor, de acogira, de ayuda mutua.

(b) Curar a los diversos tipos de eunucos… es como “curar al ciego” de Jn 9,  haciéndole capaz de ver, de verse a sí mismo, de aceptar su propia condición, de vivir en verdad (en contra de un tipo de fariseos, como los de Jn 9 que quieren obligar a todos a ser ciegos como ellos son.

(c) El primer “convertido” pagano de la iglesia es, según Hch 8, 26-39, un eunuco de la Reina (Candace) de Etiopía… El evangelista Felipe no le “convierte“ (le acepta en la iglesia, le bautiza) no para que deje de ser eunuco, para que acepte su cuerpo “verdadero” (Dios no se equivoca) de Mons Munilla, sino para que vuelva a su territorio (de eunucos o no-eunucos, o eunucos de otra manera) del reino de Etiopía.  Deberíamos ir allí, a la iglesia de Etiopía, para saber como fue la vida de este santo eunuco, canonizado por antiguas tradiciones cristianas.

 (d) Jesús conoce las dificultades que existen para vivir su ideal de verdad, de fidelidad humana, en un mundo lleno de personas con diversidades sexuales, como muestra el hecho de que la gente le haya insultado llamándole “eunuco”.

Jesús no ha venido a fundar un sistema de equilibrio social o sexual que se mantiene desde arriba por la fuerza, sino un camino de gratuidad mesiánica, recuperando el principio de la Biblia (Gen 1-2), introduciendo el matrimonio en su proyecto de evangelio, pero sabiendo, al mismo tiempo, que la vida humana resulta difícil y que existen numerosos casos de  diferencias personales y sexuales.

Ciertamente, él ha  mirado el matrimonio como algo natural, propio de la creación (y así apela al Génesis) pero, al mismo tiempo, muy “sobrenatural” (si se permite esa palabra), pues sólo se comprende y puede realizarse allí donde uno es entrega su vida en manos de otro, en una fidelidad fuerte a la vida, a la verdad y condición de cada uno, en libertad. Pues bien, ese ideal de matrimonio, vivido en un contexto de fidelidad y apertura a los pobres y distintos nos sitúa ante posibles formas de matrimonios y vinculaciones sociales distintas, siempre que sean en fidelidad a la vida, es decir, a la gratuidad y a la acogida a las personas de diverso tipo, incluidos los eunucos de los que habla el texto (por naturaleza, por opresión social, por el reino de los cielos).

Eso significa que el matrimonio sólo tiene sentido cristiano si está vinculado a la fidelidad de Jesús hacia los marginados (leproso y endemoniados, paralítico y eunucos de diverso tipo). Por eso, los célibes cristianos (interpretados por la tradición como eunucos por el Reino de los cielos) representan una opción que no puede entenderse en una línea de “honor y superioridad”, sino al contrario, sino, al contrario, dentro de un contexto de inserción en el mundo de los diferentes tipos de marginación social y sexual. Según eso, el proyecto mesiánico de fidelidad matrimonial sólo puede entenderse donde la iglesia acoge a los excluidos y se encarna en un mundo lleno de marginados sexuales y familiares de diverso tipo.

Esto significa que, leído en su conjunto, el evangelio abre una puerta cristiana para aquellos que hoy tendrían “problemas matrimoniales” (impedidos y “eunucos” de diverso tipo, prostitutos/as, divorciados etc.). Ciertamente, la fidelidad matrimonial se inscribe en el camino de pascua de Jesús, y así lo descubren los esposos que renuncian al divorcio y descubren en Cristo el fundamento de su amor definitivo. Pero, al mismo tiempo, esos esposos “fieles” han de sentirse muy cerca de aquellos hombres y mujeres que no pueden celebrar un tipo de matrimonio “ejemplar” en el sentido dominante de la palabra (“eunucos” y homosexuales, impotentes etc. etc.).

Leída así, la sentencia de Mons. Munilla (nadie nace en un cuerpo equivocado, Dios no se equivoca) es verdadera y muy cristiana, pero quizá debe entenderse en un sentido distinto al que él pretende, y eso desde el mismo evangelio. No sé si habrá leído alguna vez, con asentimiento, el texto de Mt 19, 10… y el de bautismo apresurado y fidelísimo del Eunuco de la Candace de Etipopía, realizado por Felipe Evangelista.

 Notas

[1] Sobre el fondo histórico del texto, cf. Meier, Judío marginal I,341-354. Desde diversas perspectivas: J. D. Amador, Eunuchs and the gender Jesus: Matthew 19.12 and transgressive sexualities: JSNT 28 (2005) 13-40; J. Blinzler, Eisin eunouchoi: Zur Auslegung von Mt 19.12: ZNW 48 (1957), 254-270; M. Broshi, Matrimony and poverty. Jesus and the Essenes: R.Qumran 19 (2000) 629-634; H. Cáceres, Jesús, el varón, Verbo Divino, Estella 2011; W. Heth, Matthew’s “Eunuch Saying” (19:12) and Its Relationship to Paul’s Teaching on Singleness in 1 Corinthians 7, DallasTh.Sem. 1987; H. Hübner, Zöllibat in Qumrán: NTS17 (1970/1971) 153-167; D. B. Martin, Sex and the Single Saviour: Gender and Sexuality in Biblical Interpretation, Knox, London 2006; F. Moloney, Matthew 19, 3-12 and Celibacy: JSNT 2 (1979) 42-60; H. Moxnes, Poner a Jesús en su lugar, Verbo Divino, Estella 2005; Q. Quesnell, Made Themselves Eunuchs for the Kingdom of Heaven (Mt 19:12); CBQ 30 (1968)335-358; D. Trautman, The Eunuch Logion of Matthew 19,12, DST, Roma 1966. Sobre los eunucos, cf. P. Browe, Zur Geschichte der Entmannung: Eine Religions- und Rechtsgeschichtliche Studie, Müller und Seiffert, Breslaw 1936; P. Brown, The Body and Society: Men, Women and Sexual Renunciation in Early Christianity, Columbia UP, New York 1988; P. Guyot, Eunuchen als Sklaven und Freigelassenen in der griechisch-römischen Antike, Klett-Cotta, Stuttgart 1980; M. Keufler, The Manly Eunuch: Masculinity, Gender Ambiguity, and Christian Ideology in Late Antiquity, Chicago UP, 2001; M. Riquet, La Castration, Lethielleux, Paris 1948; P. Scholz, Der entmannte Eros: eine Kulturgeschichte, Artemis & Winkler, Düsseldorf 1997.

[2] En su forma actual, este pasaje (19,12) puede haber sido recreado por una comunidad posterior, con posibles tendencias ascéticas, en la línea de un cristianismo sirio propenso al celibato). Pero en su raíz parece estar la experiencia de Jesús y sus primeros seguidores, cuyo celibato no ha sido una opción ascética, ni una forma de elevarse en pureza sobre los demás (por mística y/o rechazo de la práctica sexual), sino un modo concreto de solidarizarse con los sexualmente marginados, un gesto que aparece como extrañamente peligroso para orden social establecido. Estos eunucos son marginados físicos y sociales, pero a su lado se pueden situar también otros hombres y mujeres que se sienten capaces de renunciar a un matrimonio que somete a las mujeres (y de otra manera a los hombres), bajo un tipo de imposición de ley. Estos “eunucos por el Reino” pueden asumir y desarrollar un tipo de libertad distinta, que les vincula precisamente con los eunucos físicos y sociales. Este motivo puede haber sido evocado también veladamente en Mt 22, 23-33 (cf. Mc 12, 15), donde Jesús afirma que, en la resurrección, hombres y mujeres no se casarán, no vivirán bajo un matrimonio de ley, en el que la viuda está obligada a someterse al hermano de su difunto marido. Los ángeles de Dios de los que habla ese pasaje   no son “espíritus sin sexo”, sino seres capaces de mantener unas relaciones personales distintas, en libertad y gratuidad, vinculados con Dios, viendo su rostro, descubriendo y expresando su presencia. El gesto y camino de los eunucos por el reino está al servicio de la manifestación angélica de Dios en los marginados y pobres, y especialmente de los niños y pequeños, pues  “sus ángeles ven el rostro de mi Padre que está en los cielos” (18, 10).

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