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23.7.23 (Dom 16 TO). El hombre siembra trigo, la mujer lo convierte en pan/iglesia (Mt 13).

Domingo, 23 de julio de 2023

IMG_0072Del blog de Xabier Pikaza:

Las dos parábolas unidas que voy a comentar (Mt 13, 3-9 y 13, 31)  son el corazón del evangelio de Mateo (cf. Lc 13, 21), pero no han sido acogidas por igual en una iglesia dominada por varones:

Los hombres-sembradores  han asumido todos los poderes. Las mujeres creadoras de la iglesia/pan han sido relegadas e ignoradas. Esta ha sido y sigue siendo una de la mayores distorsiones anti-evangélicas de un tipo de Iglesia.

Introducción. Dos parábolas, una misma parábola.

Jesús les enseñaba muchas cosas en parábolas diciendo: Salió el sembrador (con ho, varón) a sembrar, y una parte cayó junto camino… (Mt 13, 3-9).

Les dijo otra parábola: “El reino de los cielos se parece a la levadura   que una mujer toma e introduce en tres medidas (de masa) de harina, hasta para que todo fermente. Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: “Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.”(Mt 13, 33-35)

 Contexto. Mt 13, 3-35

 Esta parábola doble empieza con un varón que siembra (13, 3) y culmina con una mujer que muele el trigo, introduce levadura en la masa  y cuece el pan (tres panes) de la iglesia.

Es muy significativo el hecho de que la “elevación/fermento”  del pan de la igleia (Reino) sea “tarea  de mujer”. También es significativo el hecho de que , tras hablar de la “levadura de mujer” que transforma/fermenta la masa de la vida/iglesia , Mateo ponga en boca de Jesús esta: “abriré en parábolas mi boca, anunciaré (=revelaré) lo escondido desde el principio del mundo” (Sal 78, 2). Lo dice Jesús,  un tipo de oglesia no le ha escuchado.

  En conjunto, la iglesia ha interpretado el evangelio con un tipo de filosofía ontológico) y sobre todo con un derecho romano de poderes, no de gratuidad y comunión de vida. Esta parábola final de la levadura/mujer  hasido sistemáticamente “olvidada” por una  iglesia, más jurídico-romana que evangélica

En este tiempo (2023) de reformulación/recreación mística y sinodal de la iglesia, como dice querer el Papa Francisco, puede ser importante una lectura y comprensión más honda de parábola fundante de la mujer-levadura.

DIEZ ANOTACIONES

Principio. Las dos partes (principio y fin de esta parábola doble (13, 3, varón que siembra, y 13, 33, mujer que fermenta y cuece la masa) han de verse (entenderse, aplicarse) de un modo conjunto, como saben los comentarios de Mateo, aunque, en general, una teología (=ideología) eclesiástica se ha fijado en la primera parte (siembra/semilla masculina, en línea de poder) y ha olvidado (negado) la segunda (amasar la harina y “leudarla” o levantarla con levadura femenina, cociendo así el pan/panes de la iglesia).

Éste no es un problema de “mala exégesis teórica”, sino de “mala experiencia vital”, de una Iglesia de imposición masculina, en línea de poder, donde el varón quiere ser todo (el que siembra y que se impone en la iglesia), negando el espacio central que Jesús abre para la mujer (organizar y definir la iglesia, como levadura).

Ciertamente, ambos símbolos (siembra de semilla, levadura/cocimiento de la masa) pueden aplicarse en principio a varones y mujeres (también las mujeres siembran, también los varones deben amasar/leudar/fermentar/cocer los tres panes)… pero están bien aplicados por el evangelio a varones y a mujeres, desde la perspectiva del tiempo de Jesús:

El símbolo dominante del varón es la siembra/semen. El símbolo dominante de la mujer es la acogida, la creación social, la organización y dirección de la iglesia/casa. Lo malo es que los varones de iglesia han apelado a un Jesús falsamente entendido como varón total (que sólo puede ser representado como poder por hombres/varones) y han apartado y colocado a las mujeres en un plano secundario y subordinado.

En este blog de RD (y en FB, lo mismo que en otros escritos y comentarios a los evangelios) he desarrollado este motivo de la semilla de varones y del fermento/levadura de mujeres. El lector interesado podrá ver con más detalle lo que pienso en esos lugares. Aquí mie limito a ofrecer algunas anotaciones críticas y esperanzadas sobre este doble parábola.

 1. Está en el fondo la visión bíblica del hombre y la mujer, como he desarrollado con cierta extensión en mi comentario de Salmos.

– El Ser humano/varón es sembrador… Siembra en la tierra semilla de trigo, siembra en la mujer semilla de vida humana. Es signo y presencia de Dios tanto en un caso como en otro, aunque corre el riesgo de destruirse y destruir la vida mal-sembrando en la tierra y mal-fecundando en la mujer.

El ser humano/mujer es mundo en plenitud (mundo divino): así recibe la semilla del Dios/varón, así ofrece su levadura divina en el proceso de la vida y, especialmente, en el engendramiento de los hijos. Entendida así, la mujer es la más honda imagen del Dios/horno, Dios/matriz, donde la vida divina se hace humana en cada nacimiento.

2. El Cristo/varón que siembra es una imagen esencial del evangelio… Pero es, al mismo tiempo, esencial la imagen del Cristo/mujer, entendido como plena humanidad, como iglesia/pan compartido

En esa línea, la iglesia establecida, como nueva humanidad, es esencialmente “femenina”. Así lo ponen de relieve los dos textos eclesiológicos fundamentales de la tradición sinóptica:

  1. La parábola de Marta-María en Lc 10, 38-42. Ellas, las dos mujeres, son la administración/dirección (obispos/presbíteros/diáconos) de la iglesia. La iglesia que siembra es más móvil, más simbolizada por varones (los Doce). La iglesia es casa/acogida es más de mujeres. En ese sentido, los obispos/presbíteros sedentes/sedentarios de la iglesia deberían ser todos (básicamente mujeres).
  2. La parábola de la levadura de Mt 13, 33, propia de Mateo, puede y debe compararse y completarse con la de Marta/Marías (Lucas). Esta mujer de levadura es la “administradora”, creadora (obispo/presbítero) de la iglesia. La mujer es el signo fundante del “pan” de la iglesia (eucaristía). Resulta aberrante el hecho de que los varones de poder eclesial hayan usurpado y mal-creado este signo básicamente femenino de la Eucaristía. Una eucaristía sin mujer como la de esta parábola está corriendo el riesgo de ser no-eucaristía.

 3. Tema y riesgo de la levadura en el barco de la Iglesia (Mc 8, 14-21 par…). Fariseos y herodianos, el mal pan de la iglesia.

 La levadura de esta mujer de Mt 13, 33 es buena… y fermenta/leuda las tres masas. Pues bien, en contra de eso, el mayor peligro de una iglesia/barco de varones consiste en la mala levadura que pervierte en pan eucarístico, el pan de la iglesia (convirtiéndolo en pan del diablo, según las tentaciones de Mt 4 y Lc 4). Recordemos este pasaje. Jesús va en la barca de la iglesia… Su signo, su verdad es el pan. El signo/verdad de la iglesia no es un edificio, ni un poder social, ni un dinero… Su signo es el pan. Y el pan de la iglesia se pervierte por la “mala levadura”, propia en especial de los varones (aunque no en exclusiva). Así les dice Jesús:

  1. Cuidaos de la mala levadura de los fariseos malos (se han dado en el judaísmo miles y miles de fariseos buenos), que es un tipo de ley impositiva, de legalismo sin amor. La iglesia ha corrido desde pronto el riesgo de la levadura farisea mala, de convertirse en legalismo, en código de leyes al servicio de un orden sin corazón, de un poder sin justicia
  2. Cuidaos de la mala levadura de herodianos/poder de varones. Herodianos eran en aquel tiempo los que pactaban con los poderes políticos de la familia de los Herodes, los que convertían la iglesia en sucursal y/o aliada de los poderes políticos

 4. Tres masas, tres panes… La mujer de la levadura aparece en esta parábola como “persona sinodal”, abierta a la diversidad. Hay una levadura… (un mismo estilo amoroso y creador de vida) que fermenta/leuda/eleva tres masas.

 a). No hay pan único, sino tres… Este simbolismo de las tres masas (las tres con la misma levadura) sigue siendo resistente a todas las posibles interpretaciones, como todos los símbolos fundantes… Conforme al culto del templo había siete panes de la proposición, que se ponían casa semana como signo de alimento de (para) Dios en el templo. De un modo significativo, Mt 13, 33 no pone un pan, ni siete, sino tres…que puede entenderse de diversas forma en la línea de un triadismo propio de la iglesia primitiva y en especial de Mateo:

  1. b) Los tres panes de mujer/iglesia podrían vincularse con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de la confesión final de fe y de vida (Mt 28, 16-20). No hay dos panes (uno contra otro, dos en lucha dialéctica infinita, sino tres en línea de apertura a la totalidad…
  2. c) Mateo podría referirse a las tres iglesias fundantes del principio (cf. Hch 15; Gal 2), que se dan la mano en el Concilio de Jerusalén (Pedro, Pablo, Santiago), tres panes distintos, un único pan de comunión. Según eso, la verdad del evangelio es synesthien, compartir los panes diferentes, en comunión de vida…
  3. d) Algunos han pensado en las tres mujeres de la experiencia pascual (Mc 16, par: Magdalena, María la de Santiago/José y Salomé…); tres mujeres, toda la iglesia

5.  Levadura de mujer, levadura en la masa… nuevo fermento de sinodalidad… posibles aportaciones:

El tema de la levadura de mujer (de mujeres) puede y debe aplicarse de hecho, en verdad, el libertad a la autoridad creadora de la iglesia… Eso exige superar un tipo de imposición eucarística de varones que ha venido angostando espiritual, social, jurídicamente a la iglesia en los últimos siglos… En esa línea se pueden y deben recordar algunas iniciativas y caminos:

  1. Me parece importante recuperar el espíritu de fraternidad eucarística de los Hermanos de Jesus, tal como lo formuló hace tiempo Ch. de Foucauld y lo desarrollo R. Voillaume (en el Corazón de las masas….).
  2. Hay que pasar de la falsa disputa sobre la “Ideología de género” y recuperar la levadura de mujer en la iglesia, conforme al evangelio…, no en línea de confrontación de poder frente a un poder de varones, sino en la de una creatividad evangélica.
  3. Lo que importa es que haya buen pan de Jesús, pan de celebración de la vida, en amor creador, pan de justicia, de pluralidad y diálogo… pan de mujer que define el evangelio.
  4. En esa línea hay que insistir, con Francisco (y quizá más allá de este Francisco) en la sinodalidad del pan…, no como una concesión de jerarcas varones (que siguen siendo los del poder), sino como una creatividad esencial e mujeres (y de varones). Sin un tipo de levadura de mujer no se eleva/leuda/fermenta/cuece el pan de la vida. Por mucha simiente de varón que echemos en la tierra (Mt 13, 3), sin levadura de mujer que acoge, muele, amasa, fermenta, cuece el pan no podrá haber iglesia. Un tipo de jerarquía eclesial de iglesia que sólo quiere conservar su poder no sabe nada de esto.

 6. Miedo de iglesia… Una levadura de mujer que sigue siendo inquietante para una iglesia de varones “impotentes”.

Los Doce de Jesús le dejaron en el Huerto (Mc 14, 50 par), todos huyeron. Tenían miedo de la novedad de Jesús, de tener que morir para hacerse pan… Quedaron sólo las mujeres.. Ellas le acompañaron en la muerte, vieron dónde le enterraban… y entraron en su tumba impura… (entrar en un sepulcro era mancharse, compartir la gran mancha/destructora de la muerte.

Pues bien, en contra de los varones, que en general no han/hemos entrado en la tumba de Jesús, las mujeres entraron. Desde ese fondo la levadura del pan de Jesús (levadura de mujer que da vida y muere, sabe morir por los demás) se convierte en un elemento esencial del más antiguo evangelio del Q, asumido por Lc 13, 20-21 y Mt 13, 33.

(a) La levadura es básica para algunos alimentos. Para que la harina de trigo amasada con agua fermente y pueda hornearse produciendo pan sabroso hace falta levadura. Pues bien, para el judaísmo legal, la levadura era algo inquietante, asociado con la menstruación de la mujer

(b) A lo largo de la tradición bíblica, ella tiene un sentido ambivalente. Sin duda, ella es buena para fermentar el pan, pero, al mismo tiempo, se vincula con un tipo de impureza (desintegración) que la vuelve peligrosa. Por eso, los panes para la ofrenda de Dios son ázimos, sin levadura, como el de pascua, que no podía mezclarse con la levadura (masa fermentada del año anterior), de manera que cada año, tras la pascua, debía comenzar con nueva levadura (cf. Gen 19, 3; Ex 12, 8-20; 23, 15; Lev 2, 4; 8, 26; Dt 16, 3 Jos 5, 11 etc.). En ese último sentido emplea Pablo este símbolo, pidiendo a los creyentes que dejen «la vieja levadura de la malicia y maldad, para celebrar los panes ázimos, de la sinceridad y la verdad» (1 Cor 5, 9).

(c) Junto a la levadura, que se juzgaba impura, por su poder de transformación, está la mujer,que también se consideraba especialmente impura en el campo religioso, precisamente por su menstruación, y por el mismo proceso de la generación. Esa impureza de la mujer-levadura ha definido y sigue definiendo hasta el día de hoy un tipo de visión de la mujers

(d) En contra de cierta tradición rabínica, Jesús opta por la levadura y la mujer…, asumiendo de esa forma el riesgo creador de la vida. . Ésta es una de las imágenes más atrevidas de Q (y en especial de Mateo), pues separa el Reino de Dios del contexto sagrado del templo (donde se come pan sin levadura) y de la fiesta de pascua (también sin levadura), para situar el camino del Reino en el espacio y movimiento de la masa ambigua y creadora concreta de la vida. Jesús opta por la mujer/levadura, en contra de una iglesia posterior de varones que ha querido mantener su identidad masculina estéril y muerta, propia de varones impotentes. Una iglesia de varones-jerarcas sin mujeres no sólo va en contra de Jesús, sino que se está matando a sí misma (no para la vida, como Jesús), sino para la muerte/muerte sin resurrección.

(e) Cierta iglesia actual ha perdido la valentía y el riesgo de Jesús…, riesgo creador, riesgo necesario… El Reino de Dios se relaciona con una levadura que pertenece al campo de trabajo y experiencia de las mujeres que amasan el pan y aparecen por su biología (ritmos de menstruación) más vinculadas a la visión judía de la levadura, como campo que se juzga más propenso a la impureza. Pues bien, Jesús compara el reino con una levadura de mujer que puede fermentar la masa del pan, no para un servicio litúrgico (con panes sin fermentar), sino para la vida normal (como en las multiplicaciones), de pan con levadura.

(f) Al fin ha de estar la mujer en el centro de la Iglesia. Ciertamente un trabajo y signo de los varones sigue estando al fondo (ellos han dirigido el proceso de la agricultura, la siembra y cosecha). Pero el gesto final lo realizan las mujeres que introducen la “levadura” en la masa y así la fermentan, para cocer (hornear) el pan y volverlo comestible. Esta colaboración de las mujeres en el proceso y despliegue del Reino es fundamental por lo que aportan, con sus posibles riesgos, en línea de humanidad, pues el reino de Dios es imposible sin levadura de mujeres, pasando así del espacio sacral (templo, pan sin levadura) y del mundo de los sacerdotes varones (que juzgan a las mujeres impuras) al campo de las mujeres, en el centro de la vida, vinculadas al pan fermentado .

7. Nuevamente los tres panes. Junto los dos signos anteriores (levadura, mujer) debemos insistir en las tres masas/panes.

Ese símbolo (tres), que es esencial y aparece tanto en Lc com en Mt pueden significar el cuidado que se pone en el proceso de la “fermentación”, que quizá es distinto en un contexto más judío y en otro más pagano. También puede significar plenitud. Pero, como he puesto de relieve en la exposición anterior, el número “tres” implica también diversidad, multiplicidad. Cierto tipo de saduceos y fariseos (lo mismo que un tipo de cristianos actuales) quieren sólo una única masa, una religión exclusiva, que se expresa en la condena y expulsión de los contrarios. Por el contrario, la mujer y la levadura nos sitúan ante un mundo de pluralidad, donde no hay sólo una masa (un judaísmo o cristianismo impuesto a todos), sino varias, procesos diversos de fermentación.

La mujer introduce el fermento en tres medidas/sata de harina amasada. El dato es muy significativo, pues el saton/sata evoca una gran cantidad para un contexto familiar, pues equivale a unos 35 litros… Eso significa que la mujer amasa, fermenta y cuece (hornea) tres masas, que pueden producir uno 35 kilos de pan cada una, una cantidad evidentemente excesiva en un ámbito familiar de subsistencia.

El EvTom 96 dice que Reino del Padre es como una mujer que puso un poco de levadura en la masa, haciendo así grandes panes, identificando el Reino con cada creyente, cada uno con su levadura interior. Por el contrario, en Q (Lc 13, 21) y de un modo especial en Mt 13, 33, identifica el reino con la levadura de Dios (como la semilla de la parábola anterior), una levadura en manos de mujer.

(a) La levadura es única, y actúa por sí misma, pero está vinculada de un modo especial a la mujer, que sabe introducirla en tres porciones de masa, más que a los hombres sacerdotes (saduceos o fariseos) que no saben operar con ella.

(b) Las porciones de masa son varias, son tres, según el texto. Eso significa que la mujer del reino sabe operar en varias líneas a la vez, pues el fermento de Dios opera y actúa en cada una de ellas.

(c) Hasta que todo quede fermentado, pues hay una fermentación o transformación de la totalidad, en línea de mujer, más que de hombre. Ciertamente, Mateo sabe que un tipo de fundamento de la Iglesia ha estado en manos de varones, especialmente de Pedro (16, 18). Pero la transformación del Reino está ligada al gesto de la mujer que introduce el fermento de Dios en las tres medidas de harina, que son un signo de la humanidad.

 8.  Desde la fundación del mundo (13, 34-35).

 En el pasaje anterior, los discípulos habían preguntado a Jesús por qué hablaba en parábolas “a los de fuera” (cf. 13, 10), como si ese lenguaje sirviera para ocultar los misterios del reino, y ésa era la impresión que podía dar una lectura rápida del texto, presentando así las parábolas como resultado de una especie de “castigo” para los no creyentes. En contra de eso, esta reflexión final de la gran parábola de la siembra/levadura (Mt 13, 3.33) pasaje nos muestra que las parábolas forman parte de la revelación originaria de Jesús, abierta a todos, para expresar por ellas la verdad más honda de la acción de Dios y de la vida de los hombres.

 Mt 13, 34-35 retoma una tradición de Marcos (cf. Mc 4, 33), pero 13, 35 añade una palabra exclusiva de Mateo, y nos ayuda a entender a Jesús como Mesías revelador, aquel que ha podido evocar y expandir el Reino de Dios como verdad originaria, desde el comienzo de la historia, y lo hace con signos que parecen muy simples, pero son muy profundo (grano de mostaza y levadura). Sólo en ese contexto podrá entenderse la lección “apocalíptica del juicio”, que vendrá después (13, 36-43).

Sólo es verdadero salvador  aquel que proclama la verdad originaria, los misterios escondidos desde el comienzo del mundo. El evangelio muestra así un camino de sabiduría que desembocará en el discernimiento final, apareciendo como libro de revelación y juicio, que se identifica con la misma trama de la vida de Jesús. De esa forma, Jesús viene a presentarse como encarnación de Dios en la historia de los hombres, a quienes ofrece la revelación suprema.

‒ Todas estas cosas las decía Jesús en parábolas… (13, 34). Mateo retoma el motivo de Mc 4, 33-34, pero matizando y reinterpretando lo dicho en 13, 10-17. Ciertamente, en un sentido, las parábolas constituyen un lenguaje discutible, difícil, de manera que su comprensión (su acogida y cumplimiento) ha dividido a los hombres (y en especial a los judíos). Pero en otro sentido, en sí mismas, ellas son el “lenguaje del reino”, abierto a todos, judíos y no judíos, creyentes y no creyentes.

Sin duda, las parábolas pueden tener un elemento de “lenguaje de acomodacióna los oyentes (tal como ellos podían entenderlas: Mc 4, 32), pero son también y sobre todo un lenguaje de revelación: ¡para que entiendan, porque ése es el lenguaje del Reino! Por eso, Mateo puede suprimir aquí la referencia especial a los discípulos (¡a quienes Jesús explicaba todo en privado! Mc 4, 32), porque al llegar a este nivel no existe lenguaje público y privado, no hay diferencia entre Iglesia y no Iglesia, pues las parábolas constituyen un lenguaje de revelación universal para las muchedumbres.

9. Las parábolas forman parte de la revelación originaria, abierta para todos (no sólo para los discípulos), interpretando así de un modo universal las tres medidas de la masa en las que la mujer introduce el fermento del Reino.

De esa manera aplica el Jesús de Mateo la sentencia de Sal 78, 2 como profecía no porque ignore que el texto es un salmo, sino porque lo interpreta como profecía, diciendo. “Abriré mi boca en parábolas, revelaré las cosas escondidas desde el comienzo”.

Éste es un salmo histórico-sapiencial, atribuido a Asaf, y Mateo lo ofrece en principio siguiendo a los LXX, que interpretan el hebreo mashal (proverbio o enigma) que está en singular, en plural en parábolas (en parabolai), en plural. Esa traducción de los LXX no es mala y se refiere a las parábolas concretas de Jesús y a todo su mensaje entendido como “parábola”, en la línea del mashal hebreo, que no es un “argumento” griego, sino una penetración sapiencial y creadora en el misterio de la realidad.

‒ Revelaré cosas ocultas desde el comienzo(13, 25). La traducción que aquí ofrece Mateo no va en contra del texto original hebreo ( sacaré a la luz cosas ocultas), ni de los LXX (proclamaré “problemas”), pero ha sido elaborada por la tradición de su escuela, para entender el evangelio como revelación de las cosas ocultas (cf. Col 1, 20; 1 Ped 1, 10.20), en una línea semejante a la de algunos Himnos de Qumrán.

Siendo profeta y por serlo, el Jesús de Mateo aparece así como maestro de sabiduría, como aquel que conoce y proclama en sus parábolas el sentido de las cosas que están escondidas desde el principio del mundo. El texto hebreo y los LXX dicen “desde antiguo”, es decir, desde el principio, tema que Mateo ha interpretado y aplicado bien. Pues bien, Jesús ha penetrado con su sabiduría en ese principio de la historia (de la realidad), para conocer y presentar el verdadero sentido de la creación.

Estas palabras finales nos permiten entender a Jesús como mesías revelador escatológico: aquel que ha podido conocer y proclamar el sentido y despliegue del reino de Dios como verdad originaria y definitiva. Significativamente, ahora que Jesús va a presentarse como Hijo del hombre y portador del juicio final, Mateo le presenta como aquel que ha proclamado en parábolas la sabiduría escondida desde el principio de los tiempos.

 En la línea de Jn 1, 1, Mateo podía haber conservado el lenguaje de los LXX, presentando a Jesús como aquel que conoce la realidad desde el principio (en arjê), pero ha preferido utilizar un término más vinculado a su visión de la realidad y de la historia, poniendo apo katabolê , que significa desde el principio o fundamento (de la misma creación), vinculando así las parábolas de Jesús (y el conjunto de su obra) con el sentido y despliegue de la creación de Dios (como hará en Mt 25, 34). Estrictamente hablando, en este contexto, no era necesario que se añadiera kosmou (para insistir de esa manera en el comienzo del cosmos), como hacen algunos manuscritos (cf. NTG), porque ese sentido está implícito en el texto y en la palabra desde el comienzo , como muestran otros textos del NT (Mt 25, 34; Lc 11, 50; Jn 17, 24, Ef 1, 4 etc.). Sea como fuere, el sentido es claro.

10. Jesús aparece como “revelador cósmico”, es decir, como aquel que conoce y proclama a través de sus parábolas (de toda su enseñanza) el sentido y camino de la realidad, apareciendo así como encarnación de Dios dentro de la misma historia.

Pues bien, entre las revelaciones originarias de Jesús, que iluminan la revelación cósmica de Dios, desde el principio de los tiempos, se encuentra esta palabra de la mujer-iglesia (=mujer en la iglesia) que fermente la masa y crea comunión de pan y vida en la diversidad… algo que la iglesia oficial no ha entendido ni entiende en general, presar como está en un ontologismo más griego que judíos, en un legalismo más imperial/romano que evangélico.

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