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Calumnia, que Alguien queda…

Domingo, 20 de febrero de 2022
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Centurión

 

Voy a engarzar en paz esas espinas
entre las rosas todavía nuevas.
Mi voluntad rendida Tú examinas,
Tú mi holocausto sin retorno pruebas.

Tus manos han ceñido mis riñones
desde la mocedad. Te ha reservado
mi corazón la flor de sus carbones.
Si he amado, Señor, a Ti te he amado.

Mi opción de eunuco por el Reino ostento
sobre esta frágil condición de hombre,
capaz, con todo, de acoger Tu aliento.

Cuando el lagar su desazón concluya,
Tú salvarás la causa de mi nombre
que sólo quiere ser la Causa Tuya.

*

***

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera.
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

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***

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«A vosotros los que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian.

Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, no le impidas que tome también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.

Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a losque os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo.

Y si prestáis a aquellos de los que esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo.

Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos.

Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: osverterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida quemidiereis se os medirá a vosotros».

*

Lucas 6, 27-38

***

         Mirad por qué camino va Dios hacia los hombres, hacia sus enemigos. Es el camino que la misma Escritura llama necedad, el camino del amor hasta la cruz. Reconocer la cruz de Jesucristo como el invencible amor de Dios a todos los hombres, tanto a nosotros como a nuestros enemigos: ésta es la mayor sabiduría.

        ¿O creemos que Dios nos ama a nosotros más que a nuestros enemigos? ¿Acaso nos creemos los benjamines de Dios? La cruz no es propiedad privada de nadie: pertenece a todos los hombres, tiene valor para todos. Dios ama a nuestros enemigos -eso es lo que significa la cruz-, por ellos sufre, por ellos conoce la miseria y eldolor, por ellos ha dado a su Hijo amado. Por eso tiene una importancia capital que ante cualquier enemigo que nos encontremos, pensemos de inmediato: Dios le ama, lo ha dado todo por él. También tú, ahora, dale lo que tengas: pan, si tiene hambre; agua, si tiene sed; ayuda, si está débil; bendición, misericordia, amor. ¿Pero lo merece? Sí. En efecto, ¿quién merece ser amado, quién necesita nuestro amor más que aquel que odia? ¿Quién es más pobre que él? ¿Quién está más necesitado de ayuda, quién está más necesitado de amor que tu enemigo? ¿Has probado alguna vez a considerar a tu enemigo como alguien que, en el fondo, está delante de ti en su extrema pobreza y te ruega, sin poder dar voz a su ruego: «Ayúdame, dame lo único que todavía me puede ayudar a liberarme de mi odio, dame el amor, el amor de Dios, el amor del Salvador crucificado»? Todas las amenazas, todos los puños tendidos son, en definitiva, mendigar el amor de Dios, la paz, la fraternidad.

         Cuando rechazas a tu enemigo, rechazas al más pobre de los pobres, le echas a la calle […]. La brasa de carbón quema y hace daño cuando te toca. También el amor puede quemar y hacer daño. Nos enseña a reconocer qué miserables somos. Es el dolor ardiente del arrepentimiento el que se hace sentir en aquel que, a pesar del odio y de las amenazas, encuentra sólo amor, nada más que amor. Dios nos ha hecho conocer este dolor. Cuando lo hayamos experimentado, ya está, ha sonado la hora de la conversión.

*

Dietrich Bonhoeffer,
Memoria y fidelidad,
Magnano 1979, pp. 117ss y 123ss, passim.

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“¿Qué es perdonar?”. 7 Tiempo ordinario – C (Lucas 4,21-30)

Domingo, 20 de febrero de 2022
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El mensaje de Jesús es claro y rotundo: «Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian». ¿Es posible vivir en esta actitud? ¿Qué se nos está pidiendo? ¿Podemos amar al enemigo? Tal vez hemos de comenzar por conocer mejor lo que significa «perdonar».

Es importante, en primer lugar, entender y aceptar los sentimientos de ira, rebelión o agresividad que nacen en nosotros. Es normal. Estamos heridos. Para no hacernos todavía más daño necesitamos recuperar en lo posible la paz interior que nos ayude a reaccionar de manera sana.

La primera decisión del que perdona es no vengarse. No es fácil. La venganza es la respuesta casi instintiva que nos nace de dentro cuando nos han herido o humillado. Buscamos compensar nuestro sufrimiento haciendo sufrir al que nos ha hecho daño. Para perdonar es importante no gastar energías en imaginar nuestra revancha.

Es decisivo sobre todo no alimentar el resentimiento. No permitir que el odio se instale en nuestro corazón. Tenemos derecho a que se nos haga justicia; el que perdona no renuncia a sus derechos. Pero lo importante es irnos curando del daño que nos han hecho.

Perdonar puede exigir tiempo. El perdón no consiste en un acto de la voluntad, que lo arregla rápidamente todo. Por lo general, el perdón es el final de un proceso en el que intervienen también la sensibilidad, la comprensión, la lucidez y, en el caso del creyente, la fe en un Dios de cuyo perdón vivimos todos.

Para perdonar es necesario a veces compartir con alguien nuestros sentimientos. Perdonar no quiere decir olvidar el daño que nos han hecho, pero sí recordarlo de la manera menos dañosa para el ofensor y para uno mismo. El que llega a perdonar se vuelve a sentir mejor.

Quien va entendiendo así el perdón comprende que el mensaje de Jesús, lejos de ser algo imposible e irritante, es el camino acertado para ir curando las relaciones humanas, siempre amenazadas por nuestras injusticias y conflictos.

José Antonio Pagola

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“Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”. Domingo 20 de febrero de 2022. 7º Ordinario. Ciclo C

Domingo, 20 de febrero de 2022
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15-ordinario7 (C) cerezoDe Koinonia:

1Samuel 26, 2 7-9. 12-13. 22-23: El Señor te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra ti.
Salmo responsorial: 102: El Señor es compasivo y misericordioso.
1Corintios 15, 45-49: Somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.
Lucas 6, 27-38: Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.

Primera lectura En 1Sam 24 leemos que David perdona la vida de Saúl. Muy cerca, en 1Sam 26 nos encontramos una versión del mismo relato, que, aunque distinto en la forma, en el fondo sigue siendo el mismo. El texto pretende mostrar cómo en la vida de David la misericordia está unida a su valentía. Después entrar de David en el ejército de Saúl, sus brillantes actuaciones despertaron en Saúl envidia y deseos de darle muerte. David tiene que huir, viviendo un tiempo como fugitivo. Los Zifitas le avisan a Saúl que David está escondido en el desierto. De inmediato “Saúl se levantó y bajó al desierto de Zif, acompañado de tres mil hombres escogidos de todo Israel, para buscar allí a David” (1 Sam 26,2). Dándose cuenta David que Saúl había armado su campamento y que todos dormían, se acercó junto con su ayudante Abisay, encontrando efectivamente dormido a Saúl y todo su ejército. Dios les había mandado un sueño profundo. Todas las condiciones estaban dadas para que David diera de baja a quien quería darle muerte sin razón. Abisay le pide a David que le permita clavar a Saúl en tierra con su lanza. David se niega porque no puede ser clavado en tierra aquel cuya vida depende del que está en el cielo, pues ha sido ungido por el mismo Dios. David muestra su misericordia respetándole la vida a Saúl, y su fidelidad a Dios, reconociéndolo como su ungido. David termina la escena dejando todo en manos de Dios: “Yahvé devolverá a cada uno según sus méritos y fidelidad, pues te había entregado en mi poder, pero no he querido levantar mi mano contra ti por ser el ungido de Yahvé” (1 Sam 26,23).

Segunda lectura

Pablo sigue empeñado en su reflexión sobre la resurrección de los muertos. 1Cor 15,35-58 trae algunos argumentos sobre el modo de nuestra resurrección corporal. En el texto de hoy, Pablo recoge algunas interpretaciones judías que identifican al Adán del primer capítulo del Génesis como el creado a imagen de Dios y por tanto como ser celestial; en cambio, el del capítulo 2 corresponde al Adán sacado del barro y por tanto, un ser terreno y mortal. Jesucristo es el Adán espiritual a quien deben asemejarse los creyentes. Hay que anotar que los judíos no entendían lo espiritual como lo inmaterial, sino como lo que es dinámico, activo, que anima y da vida. Los cristianos en cambio conocemos las dos facetas, en cuanto que nacemos como el Adán terrestre, pecador y corruptible, pero estamos llamados a ser semejantes al Adán espiritual, que es Cristo, que nos anima y nos da vida en abundancia.

Evangelio

Seguimos con el “sermón del llano”. Después de una primera parte de bienaventuranzas y “Ayes”, Jesús inicia la segunda parte invitando a todos los que lo escuchan a cultivar un amor misericordioso y universal para llegar a ser como el Padre que está en los cielos. Si a los pobres los había llamado bienaventurados sin exigirles ningún comportamiento ético previo, ahora, si quieren seguir siéndolo deben llenarse del modo de ser cristiano. Para esto, se necesita según Jesús, algunos principios fundamentales.

En primer lugar, el amor a los enemigos. El AT ve en el odio a los enemigos algo natural (Sal 35), Jesús en cambio une el amor a los enemigos con el amor al prójimo. Los padres de la Iglesia, vieron en el perdón a los enemigos, la gran novedad de la ética cristiana. El filósofo judío del siglo XX P. Lapide (citado por Francois Bovon) escribió: “alegrarse de la desgracia del otro, odiar a los enemigos, devolver mal por mal, son actos prohibidos, mientras que se exige la magnanimidad y el socorro ofrecido al enemigo necesitado. Pero el judaísmo ignora el amor a los enemigos como principio moral.

Este imperativo es el único en los tres capítulos del sermón de la montaña, que no tiene ni un paralelismo claro ni una analogía con la literatura rabínica. Constituye, en términos teológicos, una propiedad jesuánica”. La novedad de Jesús supera por tanto la ley del talión “ojo por ojo y diente por diente”, que rigió por siglos la justicia de Israel. También supera la fórmula veterotestamentaria y neotestamentaria de “amarás al prójimo como a ti mismo” pues ya incluye a los enemigos. Esto no significa que estamos exentos de tener enemigos, menos aún, los que al estilo de Jesús luchamos contra la injusticia, la intolerancia, la corrupción, la violencia, etc. De lo que se trata es de no asumir actitudes condenatorias, sino de abrir los espacios y posibilidades para que los “enemigos” encuentren el camino de la conversión y reconciliación. Que vean en nosotros el amor del Padre y el testimonio vivo de lo agradable que es vivir como hermanos.

Un segundo principio es “al que te golpee en una mejilla preséntale también la otra. Al que te arrebate el manto, entrégale también el vestido. Da al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames” (vv. 29-30). Jesús no intenta reducirnos a la pasividad, el conformismo o la resignación (se trata de ser mansos, pero no “mensos”, tontos). ¿Por cuánto tiempo utilizaron los poderosos la “resignación cristiana” para acallar las voces que exigía sus derechos? No se trata de renunciar a nuestros derechos ni de callarnos frente a las injusticias, sino de renunciar a la violencia como medio absoluto para resolver las diferencias y los conflictos, también, renunciar a nuestras comodidades o a nuestras prendas más preciadas para darla a los que más las necesitan. En este sentido, Jesús supera el concepto de compartir que se tenía hasta el momento, pues ya no basta solo compartir el “pan con el hambriento…” sino entregarlo todo, incluso hasta la propia vida.

En 6,31 encontramos lo que suele llamarse la regla de oro de la convivencia humana. Esta regla era ya conocida en el mundo judío. La novedad de Jesús es cambiar su sentido de reciprocidad por la búsqueda sincera e inagotable de “tratar bien al otro, como quisiéramos que nos trataran a nosotros. La prueba mayor de “tratar bien” es hacerlo con los enemigos, que significa el amor por todos aquellos que con sus obras hacen del mundo un caos, la tolerancia por lo que piensan diferente, la comprensión por los que escogen caminos diferentes, etc. Esto hay que concretizarlo religiosamente rezando por los que nos persiguen y bendiciendo a los que nos maldicen. Amar, bendecir, orar por los “enemigos” no significa perder el sentido de la crítica, de la denuncia o de la reprensión. Lo que pide Jesús es que la iniciativa del amor, del perdón, de la bendición la llevemos los cristianos. Es el testimonio lo que más rápida y eficazmente puede cambiar a los que odian, hacen el mal y maldicen. Bien dice Mt 5,16: “hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos”. El v. 35 es un precioso resumen de todo lo dicho hasta el momento. En el v. 36 encontramos un tercer principio para vivir al modo cristiano: “Sean misericordiosos como es misericordioso el Padre de ustedes”. Mientras Lucas habla de misericordia Mateo de perfección. La misericordia se presenta como un elemento constitutivo del ser cristiano, por que lo es también de Dios.

¿Nos hemos preguntando alguna vez cuán misericordiosos somos? Muchas veces confundimos la misericordia o la compasión con la lástima y eso no es cristiano, por que el que tiene lástima inconscientemente se presenta como superior al otro, en cambio el que tiene misericordia establece una relación de hermanos para encontrar juntos el camino del Señor.

En cuarto lugar, tenemos tres exhortaciones que concretan la actitud misericordiosa de todo cristiano. La primera “No juzguen y no serán juzgados” (v. 37). Esto no significa perder la capacidad de opinar sobre lo bueno o lo malo, sino destruir al hermano a través de la crítica, el chisme y la calumnia. Si esta primera exhortación se dice en negativo, la segunda será en positivo: “perdonen y serán perdonados. La misericordia no se entiende sin la capacidad de perdonar, por que es en este momento cuando las comunidades llegan a vivir realmente como hermanos. La última exhortación, también en positivo es “Den y se les dará”. La misericordia encuentra su punto más alto en el dar y darse. El testimonio de Jesús fue de entrega total por la causa de Dios. Dios lo entregó todo, hasta su propio Hijo. ¿Y nosotros? Entregamos lo que nos sobra o solo lo menos importante. Dar hasta la propia vida por el hermano es la manera más auténtica de vivir el cristianismo. Leer más…

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Dom 20.2.20. Jesús en estado puro: Amar al enemigo, perdonar, no juzgar (Lc 6, 27-36,)

Domingo, 20 de febrero de 2022
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2806A905-80E0-4072-AB21-3C2942BCA7A0-768x516Del blog de Xabier Pikaza:

Ésta es su experiencia, expresada en forma de amor (incluso a los enemigos), de perdón y de superación de un orden judicial de Dios o de los hombres, en línea de amor creador. Ésta es la “esencia de cristianismo”, no hay otra; la aportación del evangelio a la cultura y vida humana.

Se supera así todo principio de guerra” (ojo por ojo), toda venganza, todo intento de construir la paz con armas. Se supera al mismo tiempo la “justicia de ley” y se establece el supra-principio de la gratuidad: No juzguéis, perdonad y amad a todos.

¿Qué se puede hacer si no se puede hacer la guerra, ni cobrar por fuerza las deudas, ni juzgar a los demas? ¡Todo, absolutamente todo! Amar, sembrar vida… Podrán verlo quienes sigan leyendo y quieran gozar del evangelio. Culmino así y supero las cuatro “postales anteriores” sobre el ejército en la Biblia.

Texto (Lc 6, 27-38).

1. Principio y concreciones. 27 A quienes me escuchéis:

  • Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian;
  • 28 bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian.
  • 29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra;
  • y al que te quite el manto, no le impidas (que tome) la túnica. .
  • 30 A cualquiera que te pida, dale;
  • y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.

2.Razonamiento

  •  31como queráis que los hombres os traten, tratadlos a ellos.
  • 32 Si sólo amáis a los que os aman,
  • ¿qué mérito tenéis? También los pecadores (=egoístas) aman a quienes les aman.
  • 33 Y si hacéis bien a los que os hacen bien,
  • ¿qué mérito tenéis? También los pecadores (egoístas)  hacen lo mismo.
  • 34 Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir ¿qué mérito tenéis?
  • También los pecadores (egoístas) se prestan entre sí para recibir de nuevo

3. Como Dios

  • Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos,
  • haced el bien y prestad, sin pedir nada a cambio.Y vuestra recompensa será grande y seréis hijos del Altísimo,
  • pues también Él es bondadoso con los desagradecidos y malos.
  • 36 Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso
  • Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.

 4.Conclusión

  • No juzguéis, y no seréis juzgados;no condenéis, y no seréis condenados;
  • perdonad, y seréis perdonados
  • Dad, y se os dará:os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. (Lc 6, 27-38).

1. Principio humano. La buena nueva de una humanidad liberada (6, 27-30)

Éste es el principio evangélico” del mensaje y vida de Jesús, el germen de vida que él ha sembrado en la historia de los hombres.  No empieza hablando desde Dios, como si Dios le mandara (¡aquí no se cita para nada a Dios!), sino como “profeta/sabio”, experto en humanidad”, desde su propia experiencia de la historia de Israel y de los pueblos.

Así ofrece  cuatro ejemplos de inversión o ruptura del  esquema comercial y legal del talión, que puede expresarse en un famoso principio de química: Nada se crea ni destruye, todo se transforma conforme a un esquema de equivalencia dinámica. En contra de eso, el evangelio establece aquí tres principios de “creación” gratuita: amar, bendecir, no responder con violencia y robo.

  1. Hay un nivel básico práctica generosa, que se expresa como amor y generosidad activa en relación con los «enemigos», superando así los esquemas de retribución (de mérito y provecho egoísta). No basta la cordialidad o amor interno; es necesario que el amor se exprese en el gesto de la ayuda dirigida hacia los otros. No basta con decir que quiero a los demás, debo mostrarlo actuando bien con ellos.
  2. Hay un nivel más alto (de transformación personal), que puede expresarse en un plano expresamente plano religioso (orad por los enemigos, pedir para ellos lo mejor)pero también en un plano simplemente humana: que bendigamos a los enemigos, que hablemos bien de ellos, que deseemos para ellos lo mejor (un mandato de Jesús que la iglesia que lleva su nombre a veces no ha cumplido: Muchas oraciones de los cristianos piden a derrote y destruya a los enemigos
  3. Hay un nivel económico (dar, prestar a fondo perdido). No basta amar con el corazón y orar con la mente; hay que ayudar económicamente a los enemigos, hay que perdonarles.

  La exigencia del amor al enemigo se manifiesta así en la vida concreta, en forma de oración (¡religión!) y economía (comunicación de bienes). Según eso, el principio final de la de gratuidad (¡no-juzgar!) se expande en unas «concreciones ejemplares», que implican una «práctica de gratuidad», que no puede legislarse en plano de juicio, pero que puede y debe presentarse como principio de conducta: «Al que te golpee en una mejilla preséntale también la otra, y al que te quite el manto, no le impidas (que tome) la túnica. A todo el que te pide dale, y al que te quite lo tuyo, no se lo pidas de nuevo» (6, 29-30).

Vivimos sobre un mundo definido por la violencia (golpear en la mejilla, robar) y por un tipo de necesidad (hay gente que no tiene más remedio que pedir). Pues bien, para evitar que la espiral de los deseos se desboque, el texto nos invita a realizar una renuncia creadora que se expresa en tres gestos. (1) No responder a la violencia con violencia (poner la otra mejilla). (2) No impedir el robo con medios coactivos. (3) Ser generoso con aquellos que nos piden algo, no exigírselo de nuevo. Esos gestos implican una transparencia económica (no oculto lo que tengo, no lo cierro, ni lo tapo, pues no quiero excitar más el deseo de posibles ladrones escondidos) y un desprendimiento activo (no exijo mi derecho, ni interpreto mi vida en clave de propiedad). Así supero el nivel de una ley entendida como medio de auto-defensa (incluso violenta), para situarme en un plano de generosidad[1].

El principio de gracia (no-juicio) se expresa en forma de gratuidad activa, que puede superar y supera la espiral de los deseos violentos. Jesús piensa que esa gratuidad (no defenderse, no ocultar lo que se tiene, dar lo propio…) puede cortar y corta la espiral de violencia que nos amenaza. Ese principio no se puede demostrar, pues las demostraciones pertenecen al plano de la equivalencia, regulada por la ley (cf. 6, 32-34), pero puede y debe iluminar la vida de los hombres. Esta es la experiencia clave del ágape, que es amor creador, frente a un eros (de un tipo de amor de equivalencia) que podría interpretarse en clave de equivalencia entre aquello que se recibe y se da. Jesús no quiere mantener el mundo como está; está seguro de que tal como está se destruye. Por eso quiere cambiarlo[2].

(2) Razonamiento: “demostración “humana” (sin apelar a Dios; Lc 6, 31-34).

             Los cristianos (y en especial algunos “eclesiásticos” que se piensan dueños de las llaves de ocultas del conocimiento y de la vida) apelan inmediatamente a Dios, diciendo que las cosas anteriores han de hacerse porque Dios lo manda. Pues bien, Jesús (que hablaba de Dios y le llamaba Padre, como veremos) no empieza apelando para nada a Dios. Apela sólo a la verdad del hombre. Los “mandatos” anteriores (amar al enemigo, poner la otra mejilla, perdonar…) brota del mismo “conocimiento humano”.

            No brota de un Dios superior (porque él así lo mande), sino del mismo conocimiento humano, de un “auténtico” egoísmo, abierto a todos los hombres, como indicaré en las siete reflexiones que siguen:

1.Hay un principio, y ese principio eres tú mismo: Haz a los otros lo que quieres que los otros te hagan a ti. El principio de la “nueva conducta” es uno mismo: Descubrir que no tengo un deseo de que me amen. Para que eso se cumpla de verdad tengo que descubrir que los demás son también personas (como yo lo son), de manera que para que me amen de verdad tienen que ser libres, como yo…

2.De aquí deriva el segundo principio: Haz a los demás lo que deseas que ellos te hagan… Eso significa que tienen que desear para los otros lo que deseas para ti. Para que los demás te puedan amar como tú quieres tienes que tratarlos a ellos como quieres que ellos te traten.

3. Una legión de exegetas y filósofos (entre ellos el mismo Kant) han afirmado que este es un principio de amor egoísta…, que no es signo de Jesús, ni de Dios… Han dicho, además, que este principio (ama a los demás como quieres que ellos te amen) forma parte de la ética “vulgar” de un tipo de judaísmo helenista del entorno de Jesús. Pero a eso se puede responden de dos maneras:

4.Primera respuesta. Este principio (tratar a los demás como quieres que ellos te traten) no es un principio egoísta, sino la superación de todo egoísmo. En el fondo está el descubrimiento del otro como “otro yo”, como alguien a quien debo amar como a mí mismo, como deseo que los demás me traten y amen. No tengo que negarme (odiarme), sino al contrario “amarme” sanamente, deseando que otros me amen… y amándoles yo a ellos de esa forma.

5.Segunda respuesta. Desde aquí se entiende el “pecado”. Ese pasaje habla tres veces de “pecadores”, pero no les define como gentiles, como enemigos de la religión etc., sino como personas que sólo quieren y ayudan a los demás en un plano “comercial”: Es el pecado de los que aman con una segunda intención (para que les amen a ellos); es el pecado de los que prestan y dan… pero sólo con un “interés”, para cobrar los intereses….

6.En contra de riesgo de egoísmo, cuando dice “como queréis que os amen amadlos…”,Jesús está pidiendo que amemos a los otros como otros, como personas, queriendo su bien (no sólo el nuestro). Ciertamente, nos amamos a nosotros mismos (queremos nuestro bien), pero igualmente debemos querer el bien de los demás.

7.Sólo así el egoísmo se convierte en “gratuidad, en universalidad”. Sólo queriendo a los demás gratuitamente, como seres distintos, puedo recibir yo también un amor “gratuito”: no me amarán como siervos, esclavos… sino como amigos libres. Sólo en libertad de amor puede “existir” la humanidad. De lo contrario se destruya a sí misma.

(3) Principio teológico, como Dios… (6, 34-36).

             Sólo en este momento Jesús puede apelar y apela al Dios como “creador gratuito… Éste es el Dios creador, que no presta con usura, que no da para esperar después la “paga”. El dios que da gratuitamente, todo, sin quedarse sin nada, absolutamente sin nada.

Dios no crea para que los hombres le respondan pagándole lo que le deben… Los hombres no deben absolutamente nada a Dios; no tienen obligación ninguna de rendirle algún homenaje de sometimiento o sumisión. Dios lo da todo, gratuitamente, toda la vida es un regalo.

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Amad a vuestros enemigos. Domingo 7º. Ciclo C

Domingo, 20 de febrero de 2022
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ninos-judio-y-palestinoDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado, en la primera parte del “Discurso en la llanura”, Jesús distinguía dos antagónicos: pobres-odiados y ricos-estimados. Los primeros recibirán en el cielo su recompensa; los segundos lo perderán todo. Pero aquí, en la tierra, ¿cómo deben relacionarse ambos grupos? ¿Deben comenzar los pobres una guerra contra los ricos? ¿Pueden contentarse, al menos, con maldecirlos y desearles toda clase de desgracias? A favor de esta postura se podrían citar numerosos salmos, textos proféticos, y la práctica contemporánea de la comunidad de Qumrán. Pero Lucas quiere inculcar una actitud muy distinta, basándose en la enseñanza de Jesús.

Comportamiento con los enemigos (6,27-36)

Al comienzo del evangelio de Lucas, Zacarías, padre de Juan Bautista, profetiza que el descendiente de David vendrá “para que arrancados de las manos de los enemigos, le sirvamos [a Dios] con santidad y justicia”. Es una falsa esperanza. La venida de Jesús no nos arranca de las manos de los enemigos. ¿Qué hacer con ellos?

Ante los sentimientos y palabras adversos

«A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.

Jesús comienza dirigiéndose a “vosotros que escucháis”, sus discípulos. No puede ser más duro y exigente: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os injurian”. Ya no se trata de dos grupos separados (pobres – ricos), cada uno viviendo su propia vida. Hay un grupo enemigo que odia, maldice e injuria a las comunidades cristianas. Igual que hoy día se odia, insulta y critica a la Iglesia. ¿Cómo reaccionar ante ello? Es frecuente la autodefensa, negar las acusaciones o relativizarlas. No es eso lo que quiere Jesús. Incluso en el caso de que el odio, la crítica o la maldición sean injustificados, la postura del cristiano debe ser positiva. De las cuatro cosas que indica Lucas, dos al menos son posibles en cualquier circunstancia: hacer el bien y rezar. El “amor” no hay que entenderlo en sentido afectivo (como el amor entre los esposos, o entre padres e hijos), sino en el sentido práctico de “hacer el bien”. En el evangelio de Lucas, el ejemplo concreto sería el de Jesús curando la oreja del soldado que viene a detenerlo.

Ante las acciones

Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que te quite lo tuyo, no se lo reclames.

De repente, del “vosotros” se cambia al “”. Lo que hay que afrontar ahora no son sentimientos adversos (odio) o palabras hirientes (maldiciones, injurias), sino acciones concretas: “Al que te golpee en la mejilla… al que te quite el manto… al que te pide… al que te quite”. Estas frases le gustarían mucho a Gandhi. Pero a la mayoría le pueden resultar absurdas y prestarse al chiste: “Al que te robe el móvil, dale también el reloj”; “al empresario que intenta robarte, no se lo reclames”.

¿Hay que tomar estas exhortaciones al pie de la letra? En el NT se escuchan dos bofetadas: una a Jesús y otra a Pablo. Ninguno de los dos pone la otra mejilla. Jesús reacciona: “Si he hablado mal, dime en qué. Y si no, ¿por qué me pegas?” (Jn 18,23). Pablo, que se dirige al sumo sacerdote, es más duro: “Dios te va a golpear a ti, pared encalada. Tú estas sentado para juzgarme según la Ley y me mandas golpear contra la Ley” (Hch 23,3).

En cambio, con respecto al no reclamar en caso de injusticia, hay una reflexión de Pablo muy parecida. Un miembro de la comunidad de Corinto tuvo un pleito con otro y acudió a los tribunales paganos. Pablo les escribe que eso debería resolverlo un experto dentro de la comunidad. Y añade algo en la línea del evangelio que comentamos: “Ya es bastante desgracia que tengáis pleitos entre vosotros. ¿Por qué no os dejáis más bien perjudicar? ¿Por qué no os dejáis despojar?” (1 Cor 6,1-11).

La regla de oro

Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. 

El discurso vuelve al “vosotros”: “Como queréis que os traten los hombres tratadlos vosotros a ellos”. La formulación negativa de esta famosa norma aconseja: “No hagas a otro lo que no quieres que te hagan”. Aquí se pide algo más que no hacer daño; se pide tratar bien a cualquier persona. ¿Cómo te gusta que te trate la gente, hable de ti (por delante y por detrás), se comporte contigo? Ponte en la piel de la otra persona y actúa como te gustaría que ella se comportase contigo.

Motivos para actuar así

Lucas es consciente de que Jesús pide algo muy difícil. Por eso añade tres motivos que pueden ayudarnos a actuar de ese modo.

1) El cristiano debe superar a los pecadores.

Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué merito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman.
Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen.
Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué merito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo.

Lo repite tres veces, recogiendo dos verbos iniciales (amar, hacer el bien) y añadiendo uno nuevo (prestar). Si el cristiano se limita a imitar al pecador, no tiene mérito alguno. Se queda sin premio.

2) El premio.

¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos.

Ya al principio del discurso prometió Jesús “una recompensa abundante en el cielo” (6,23). Ahora vuelve a mencionar esa “recompensa abundante” (6,35). Pero no habrá que esperar a la otra vida para recibirla porque, actuando de ese modo, “seréis hijos de Dios, que es generoso con ingratos y malvados”. Algunas personas han pagado grandes sumas por un título nobiliario. La realidad de “hijo de Dios” no se compra, se consigue actuando de forma benévola con los enemigos.

3) Un buen hijo  debe imitar a su Padre, que es compasivo (v.36),

Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo

  La compasión de Dios la confirmará más adelante la parábola de los dos hermanos, en la que el padre abraza y festeja al hijo sinvergüenza que ha gastado su fortuna con malas mujeres. Jesús pide mucho, pero también Dios se exige mucho a sí mismo.

Jesús y sus enemigos: ataque, reproche, silencio, disculpa y perdón

Los preceptos anteriores resultan a veces muy tajantes, sin matices. Si Jesús mismo no practicó alguno de ellos, ¿cómo debemos interpretar los otros? La respuesta se encuentra en el resto del evangelio. Leyéndolo se advierte que el tema de los enemigos es mucho más complejo de lo que aquí aparece. Jesús encuentra enemigos muy distintos a lo largo de su vida: los escribas y fariseos, enemigos continuos, que critican y condenan todo lo que hace; las autoridades religiosas y políticas de Jerusalén (sacerdotes y ancianos), que lo condenan a muerte y se burlan de él cuando está en la cruz; Judas, que lo traiciona; los soldados, que se burlan de él, lo golpean y crucifican; el mal ladrón, que lo zahiere.

La reacción de Jesús es muy distinta en cada caso. A los escribas y fariseos no los bendice; los ataca de forma durísima, sin desaprovechar ocasión alguna de condenarlos, insultarlos y dejarlos en ridículo. A las autoridades les reprocha en el huerto que vengan a apresarlo como si fuera un ladrón, luego guarda silencio. Con un reproche reacciona también ante Judas: “¿Con un beso entregas al hijo del hombre?”. Ante los soldados, por mucho que se burlen de él y lo hieran, no protesta ni maldice. Pero su actitud global la representan sus palabras en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, que abarcan a todos los grupos. No solo perdona, también disculpa. Al morir por todos nosotros, estaba cumpliendo su mandato de hacer el bien a los que nos odian.

La medida que uséis con los demás la usará Dios con vosotros (37-38)

El discurso cambia de tema. Deja de referirse a los enemigos para centrarse en la conducta con los otros miembros de la comunidad.

No juzguéis, y no seréis juzgados;
no condenéis, y no seréis condenados;
perdonad, y seréis perdonados;
dad, y se os dará:
os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante.
La medida que uséis, la usarán con vosotros.

La primera parte comenzó con cuatro órdenes (amad, haced bien, bendecid, rezad). Ahora encontramos dos prohibiciones (no juzguéis, no condenéis) y dos mandatos (perdonad, dad).

Lo novedoso es que de nuestra conducta depende la que adopte Dios con nosotros. Si juzgamos, nos juzgará; si condenamos, nos condenará; si perdonamos, nos perdonará; si damos, nos dará. Y aquí llega al colmo el tema de la “recompensa abundante” que ha salido ya dos veces en el discurso; ahora se dice que será “una medida generosa, apretada, remecida, rebosante”.

Estas cuatro normas parecen una receta excelente para corromper a Dios y forzarle a tratarnos bien y perdonarnos. Por desgracia, muchas veces preferimos arriesgar su condena por el breve placer de criticar o condenar a alguien.

El tema de no juzgar y no condenar se desarrolla a continuación, pero la liturgia ha reservado el resto del discurso para el domingo 8º.

La 1ª lectura (1 Samuel 26,2.7-9.12-13)

En aquellos días, Saúl emprendió la bajada hacia el páramo de Zif, con tres mil soldados israelitas, para dar una batida en busca de David.
David y Abisay fueron de noche al campamento; Saúl estaba echado, durmiendo en medio del cercado de carros, la lanza hincada en tierra a la cabecera. Abner y la tropa estaban echados alrededor. Entonces Abisay dijo a David:
—«Dios te pone el enemigo en la mano. Voy a clavarlo en tierra de una lanzada; no hará falta repetir el golpe».
Pero David replicó:
«¡No lo mates!, que no se puede atentar impunemente contra el ungido del Señor».
David tomó la lanza y el jarro de agua de la cabecera de Saúl, y se marcharon. Nadie los vio, ni se enteró, ni se despertó: estaban todos dormidos, porque el Señor les había enviado un sueño profundo.
David cruzó a la otra parte, se plantó en la cima del monte, lejos, dejando mucho espacio en medio, y gritó:
«Aquí está la lanza del rey. Que venga uno de los mozos a recogerla. El Señor pagará a cada uno su justicia y su lealtad. Porque él te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor».

Ofrece un ejemplo concreto de perdón al enemigo, pero por debajo de lo que pide el evangelio. David, perseguido continuamente por Saúl, tiene la posibilidad de matarlo. A eso lo anima su compañero Abisai. David se niega a hacerlo “porque no se puede atentar impunemente contra el Ungido del Señor”. ¿Y si no se tratara del rey? Cuando estaba al servicio de los filisteos devastaba los pueblos vecinos “sin dejar vivo hombre ni mujer”. David no es el modelo ideal para el modo de tratar al enemigo. Pero podemos aplicarnos el mensaje de esta escena: si David perdonó a Saúl por ser el rey de Israel, yo debo perdonar a cualquiera por ser hijo de Dios.

Cuando los enemigos nos hacen un gran favor

En esta época en que se critica tanto a la Iglesia, conviene recordar que las críticas y persecuciones le hacen gran bien. Tertuliano escribía en el siglo III: “La sangre de los mártires es semilla de cristianos”.

En 1870, el estado italiano se apoderó de Roma y arrebató al Papa la mayor parte de los Estados Pontificios. Lo que muchos católicos de finales del siglo XIX vivieron como una terrible ofensa a la Iglesia, hoy lo vemos como una bendición de Dios. Algunos incluso piensan que Italia debería haberse quedado con todo. San Pedro no tenía nada.

Un propósito muy evangélico

No enviar por las redes sociales ninguna noticia, chiste o comentario que fomente el odio o el desprecio, que insulte o se burle de cualquier persona de cualquier ideología.

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20 de Febrero. Domingo VII. Tiempo Ordinario

Domingo, 20 de febrero de 2022
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Amad a vuestro enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.”

(Lc 6, 27-38)

Con el evangelio de hoy no nos vale esa excusa tan socorrida del “no lo entiendo”. Algunas veces nos encontramos con pasajes de significado oscuro pero hoy todo queda meridianamente claro.

Sabemos exactamente lo que quieren decir las palabras de Jesús. No hay problemas de interpretación.

Por eso, hoy tampoco nos vale eso de “no sé lo que quiere Dios de mí”. Este texto es todo un programa de vida. Podríamos incluso llamarlo “La Regla de Vida de Jesús.” Vamos a ver cómo quedaría:

Regla de Vida de Jesús

  1. Amad a vuestros enemigos.
  2. Haced el bien a los que os maldicen
  3. Orad por los que os injurian.
  4. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra.
  5. Al que te quite la capa, déjale también la túnica.
  6. A quien pide, dale.
  7. Al que se lleva lo tuyo, no se lo reclames.
  8. Tratad a los demás como queráis que ellos os traten.
  9. Prestad sin esperar.
  10. Sed compasivos.
  11. No juzguéis.
  12. No condenéis.
  13. Perdonad.
  14. Dad.

La verdad es que queda bien, es un texto corto, fácil de aprender, no tan fácil de vivir. Creo que hoy comprendo un poco más a San Francisco cuando, ante la insistencia de sus hermanos en que escribiera una Regla, los remitía al evangelio. No sé si a aquellos primeros franciscanos les parecería poco, o quizá demasiado…

Lo cierto es que, hacer de la vida de Jesús, o de sus palabras nuestro criterio de vida, no es tarea fácil. Ni siquiera sería fácil tomar este pequeño fragmento de hoy y tratar de vivirlo. Tal vez por eso necesitamos las unas de las otras, por eso nos conviene que la Iglesia sea muy plural y rica en matices. Necesitamos distintos movimientos y familias religiosas que con su esfuerzo hagan vida una palabra, un gesto, un rasgo de la vida de Jesús y, así, entre todos y todas, iremsos formando ese hermoso Rostro de Dios del que somos imagen cuando nos unimos.

Oración

Haznos parte de esa imagen tuya. Ayúdanos, Trinidad Santa, a reflejar un pequeño destello de tu Luz.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Si descubro que no hay enemigo, podré amor a todos.

Domingo, 20 de febrero de 2022
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DOMINGO   7º  (C)

Lc 6,27-38

Seguimos con el sermón del llano de Lucas. Después de las bienaventuranzas, nos propone otro de los hitos del mensaje evangélico: “Amad a vuestros enemigos”. Es el único dato que puede asegurarnos que cumplimos la propuesta. Tampoco es fácil entenderlo, mejor dicho, es imposible entenderlo si no se tiene la vivencia de unidad con Dios. Como programación o como obligación venida de fuera, nunca tendrá éxito, aunque el que lo proponga sea el mismo Dios. Para entrar en la dinámica que los evangelios nos proponen es indispensable comprender que no hay ningún enemigo.

Si sigo pensando que estas exigencias son demasiado radicales, es que no he entendido nada del mensaje evangélico; aún estás pensándote como individualidad separada y egótica, no te has enterado de lo que realmente eres. Jesús propone un planteamiento existencial, que va más allá de toda comprensión racional. Compromete el ser entero, porque se trata de dar sentido a toda mi existencia. Es verdad que desbarata el concepto de justicia del todo el AT y también el del Derecho Romano que nosotros manejamos. Pagar a cada uno según sus obras o la ley del talión, ojo por ojo… quedan superadas.

Quiero sacaros de la sensación de angustia al descubrir que no somos capaces de amar al enemigo. Esa incapacidad es consecuencia inevitable de un mal planteamiento. Si sigo creyendo que el amor es un sentimiento, cerceno la posibilidad de cumplir el evangelio, porque los sentimientos no están sujetos a la voluntad, son independientes y anteriores a  nuestros deseos. Intentaré explicarlo. En griego hay dos verbos que nosotros traducimos por amar: “agapeo” y “phileo”. Pero los primeros cristianos aplicaron al “agapeo” un significado muy concreto, que va más allá del que aplicamos al amor humano.

Agape significó para ellos el amor de Dios o el de un ser humano que imita el amor de Dios. Y ya sabemos que el amor en Dios no es una relación sino un total identificación con todo. Phileo siguió significando un amor de amistad, de cariño, de empatía con otra persona. En el texto que comentamos dice agapete, es decir, amaos como Dios ama o mejor, amaos con el mismo amor de Dios. Esta pequeña aclaración nos puede dar una pista de cómo debemos entender el amor a los enemigos. No se nos exige simpatía o amistad con el enemigo sino el amor de Dios al que tenemos que imitar.

Cuando interpreto la propuesta de amar al enemigo como una obligación de tener sentimientos positivos hacia él, entramos en una esquizofrenia porque no está a mi alcance. Lo que pide Jesús es otra cosa que sí está al alcance de nuestra voluntad. Se nos pide que amemos con el mismo amor con que Dios nos ama. Yo no puedo tener simpatía hacia el que me está haciendo daño, pero puedo considerar que hay algo en ese sujeto por lo que Dios le ama; y yo estoy obligado a considerar ese aspecto que me permita considerarlo parte de mí e identificarme con él a pesar de su actitud.

Esto quiere decir que el amor que nos pide Jesús no está provocado por las cualida­des del otro, sino que es consecuencia exclusiva de una maduración personal. En la vida normal damos por supuesto que tenemos que amar a la persona amable; que debemos acercar­nos a las personas que nos pueden aportar algo positivo. El evangelio nos pide algo muy distinto. Dios ama a todos los seres, no porque son buenos, sino porque Él es bueno. Pero en vez de entrar en la dinámica del amor de Dios, le hemos metido a Él en la dinámica de nuestro instinto. Hemos hecho un dios que premia a los buenos y castiga a los malos. Si pensamos que Dios ama solo a los buenos, ¡qué podemos hacer nosotros!

Ningún amor puede ser consecuencia de un mandamiento. Cualquier forma de programación es lo más contrario al amor. Ésta es la causa de tanto fracaso espiritual. El amor de que habla el evangelio, como todo amor, tiene que ser consecuencia de un conocimiento. La voluntad es una potencia ciega, no tiene capacidad ninguna de elección. Solo puede ser movida por un objeto que la inteligencia le presente como bueno. Lo que le es presentado como malo, lo rechaza sin paliativos, no puede hacer otra cosa. Cuando en la vida real, repetimos una y otra vez una acción que consideramos mala, es que, en el fondo, no hemos descubierto la razón de mal en esa acción, y solamente la hemos considerado mala como fruto de una programación externa o una obligación impuesta.

Pero ese conocimiento, que nos lleve a descubrir como algo bueno el amor al enemigo, no puede ser el que nos dan los sentidos ni la razón, que ha surgido exclusivamente para apoyar a los sentidos y garantizar la vida individual y biológica. El conocimiento que me lleve a amar al enemigo tiene que ser una toma de conciencia de lo que realmente soy, y por ese camino, descubrir lo que son los demás. Este amor es lo contrario del egoísmo. Llamamos egoísmo a una búsqueda del interés individual del falso yo. Cuando descubro que mi verdadero ser y el ser del otro se identifican, no necesitaré más razones para amarle. De la misma manera que no tengo que hacer ningún esfuerzo para amar todos los miembros de mi cuerpo, aunque estén enfermos y me duelan.

No podemos esperar que este Amor, que se nos pide en el evangelio, sea algo espontáneo. Todo lo contrario, va contra la esencia del ADN que nos empuja a hacer todo aquello que puede afianzar nuestro ser biológico y a evitar todo lo que pueda dañarlo. Para dar el paso de lo biológico a lo espiritual, tenemos que recorrer un proceso de aprendizaje inteligente, pero más allá de la razón. Solo la intuición puede llevarme al verdadero conocimiento, del que saldrá el Amor-agape.

Los motivos que propone el evangelio para ese amor, también apuntan al “agape”. “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”. Mateo es más radical y habla de “sed perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto.” Se nos pide que nos comportemos como Dios. Se nos pide salir al padre, comportarse como el padre. Solo alcanzando una conciencia clara de ser hijos, podremos considerarnos hermanos. Para los judíos, el concepto de hijo estaba más ligado a la relación humana que a la biológica. Alcanzar la plenitud humana es imitar a Dios como Padre. Por eso Jesús consideró a Dios Padre.

Otro problema muy complicado es compaginar este amor con la lucha por la justicia, por los derechos humanos. Jesús habla de no oprimir, pero también, de no dejarse oprimir. Tenemos la obligación de enfrentarnos a todo el que oprime a otro o trata de oprimirme a mí. Tolerar la violencia es hacerse cómplice de esa violencia. Si no ayudamos a los demás a conseguir los derechos mínimos que no se le pueden negar a un ser humano, se nos calificará, con razón, de inhumanos. Pero la defensa de la justicia, nunca se debe hacer con odio, venganza y violencia. Sin la experiencia interior, será imposible armonizar la lucha por la justicia y el verdadero amor. Sin renunciar a la lucha por la justicia, debemos tener claro que esa lucha, tenemos que llevarla a cabo con amor.

Meditación

La exigencia de amor está dentro de ti. Es tu verdadero ser.
Cuando llegues al centro mismo de tu ser, lo descubrirás.
Si eres uno con el UNO, eres UNO con todos.
Si eres UNO, no hay opción, porque no hay otro.
Si te empeñas en ser uno separado,
potenciarás tu yo, pero te destrozas como ser humano.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Jesús en estado puro.

Domingo, 20 de febrero de 2022
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Lc 6, 29-38

«Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen… Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis… no condenéis… perdonad…»

Estamos en el núcleo más íntimo del evangelio; en lo que más genuinamente expresa el sueño de Jesús; el Reino: una humanidad de hijos que solo queriéndose como hermanos encontrará su camino.

Pero estas expresiones que hoy leemos pueden ser interpretadas de muy diversas maneras. De hecho, unos la interpretan como una norma moral sumamente exigente que nos abre las puertas del cielo, otros, como un tratado de sabiduría que nos señala el camino de la felicidad, y otros, como una propuesta genial de convivencia capaz de llevar la humanidad a la plenitud a la que está destinada.

Pero conociendo a Jesús como creemos conocerle, resulta muy difícil imaginar que solo buscase la raquítica salvación de una docena de perfectos, sino que nos estaba proponiendo un proyecto de mucha más envergadura… Y así debieron creerlo también los poderosos de Israel, pues solo necesitaron unos meses de predicación para saber que tenían que matarlo porque su doctrina hacía peligrar su estatus y comprometía su forma de vida.

Y es que una lectura superficial del evangelio nos puede llevar a concluir que Jesús no abordó los problemas sociales y políticos de su época —y por tanto de ninguna época—; que sus consideraciones están tan centradas en la persona que no son válidas para dar solución a las dificultades reales de la sociedad. Pero si profundizamos en él veremos que es justo al contrario, porque Jesús construye el Reino desde dentro, no desde fuera, se centra en las personas para que esas personas construyan una sociedad humana mucho más justa y fraterna.

El objetivo último de cualquier sociedad es la convivencia, pero la convivencia se puede tratar de imponer a través de las leyes —cosa que nunca se logra— o se puede sembrar. Como decía Ruiz de Galarreta: «La ley deja a la persona a sus fuerzas, le pone preceptos que debe cumplir, le amenaza, le castiga, pero no le cambia el corazón. El Evangelio le coloca ante el don de Dios, le hace conocer a su Padre, le convierte en Hijo, lo cambia por dentro… y ya no tiene que mandarle nada».

Cuando la convivencia se siembra, tarda un tiempo en dar fruto, pero cuando lo da, da el ciento por uno. La razón es que las actitudes evangélicas —aunque parezca lo contrario— son contagiosas, y cada acción de generosidad, de perdón, de fraternidad, es una siembra que acaba dando fruto. Y es por eso por lo que estamos invitados a actuar como hijos; a estar en el mundo como estuvo Jesús, porque su semilla es poderosa y capaz de cambiarlo definitivamente a mejor.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Fuente Fe Adulta

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El plan al revés.

Domingo, 20 de febrero de 2022
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(Lc 6, 27-38)

Tienes un plan, una hoja de ruta que requiere, como punto básico, ponerse a la escucha. “A vosotros que me escucháis os digo…”.

Con tantas distracciones alrededor es posible que ni siquiera lleguemos al punto básico. Pero no nos pongamos negativos, vamos a pensar que sí, que llegamos a escuchar desde dentro: “Amad a vuestros enemigos”.

Suena contra natura. El individualismo reinante nos pone en guardia: cualquiera puede ser el enemigo. Bajar la guardia es complicado. ¿Qué significa este mensaje?… y hay más: “Haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian”. Algunos ya tuvieron bastante, se retiran.

“Haced el bien… sed misericordiosos… no juzguéis… perdonad… dad…”. “Amad a vuestros enemigos”, escuchan de nuevo quienes quedaron expectantes.

Es muy posible que interpretemos este evangelio mirando siempre hacia fuera, a los otros. Habría revisar, humildemente, lo que sucede dentro de cada uno.

Empecemos por un poderoso enemigo interno: el ego. Campa a sus anchas tomando decisiones sobre quien es amigo, quien enemigo. Sus prácticas son sibilinas, egoístas, discriminatorias, selectivas, abusivas… y va tejiendo una red que es la envidia de la araña más ingeniosa. El miedo es su principal arma, disimulada con síntomas de prepotencia, ambición y exigencia. Quien se sienta libre de esto “que tire la primera piedra” (Jn 8,7)

Ahora miremos hacia fuera, al complicado entramado mundial: guerras, abusos, leyes injustas, discriminación por color de piel, por ser pobre, por ser mujer; alambradas y muros que señalan a los que llegan como enemigos; usos y abusos financieros delictivos amparados en marcos legales envueltos en oscuridades difíciles de detectar; muertes y detenciones de personas activas en la denuncia y en la ayuda a los más desfavorecidos… y volvemos a escuchar: “Amad a vuestros enemigos”.

Existe otra posibilidad. Mirémonos a un espejo, compartamos una pregunta con nuestra imagen: ¿Alguien piensa en mí como un enemigo, alguien concreto con intención desea causarme algún mal? Es duro.

En este choque de trenes vive el homo sapiens (en sentido masculino y femenino) sin reconocer que la humanidad es una y que, aunque camine orgullosamente erguido, no llegará a ser quien está llamado a ser hasta que cambie las herramientas que empuña desde hace millones de años por otras que mucho más sutiles: la bondad, la misericordia, el perdón, la generosidad, el cuidado, la ayuda desinteresada, oración, la bendición…

Propones un plan al revés que nos deja confusos, aturdidos. Nos propones conversión. Nos empujas hacia el precipicio para ver si reaccionamos y aprendemos a vivir desde el Amor, con una única inscripción en la hoja de ruta que recibimos al llegar a este mundo: “Amaos unos a otros como yo os he amado” (Jn 13, 34-35). Así no habrá enemigos sino hermanos.

Demos gracias por tantos hombres y mujeres que hicieron y hacen de su vida una obra de arte de Amor.

Mari Paz López Santos

Fuente Fe Adulta

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Amor como certeza de no-separación.

Domingo, 20 de febrero de 2022
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Tejido-640x360Domingo VII del Tiempo Ordinario

20 febrero 2022

Lc 6, 27-38

El amor no nace de la voluntad, sino de la comprensión: en nuestra verdadera identidad, somos Amor. Habremos de recurrir a la voluntad para poner los medios que nos ayuden a liberarlo cuando lo notemos apagado o bloqueado, pero el amor no nace de la voluntad: es una realidad transpersonal, es lo que somos.

El amor no conoce fronteras, límites ni finales: es dinamismo que fluye sin cesar. Lo cual no niega que sea también lúcido y asertivo.

El amor no pone condiciones -es siempre humilde, gratuito e incondicional-, aunque moviliza poderosamente y nos saca de las inercias del egocentrismo.

El amor da paz, aunque nunca nos deja en paz.

El amor incluye a los enemigos -tal como afirma Jesús, que supo vivirlo así-, porque no existe nada separado de la totalidad: la realidad es no-separación. De hecho -más allá de la legítima protección ante cualquier amenaza-, lo que impide amarlos es la lectura que el ego hace de ellos y de la situación.

El amor es universal, pero el ego, según sus particulares e interesados criterios, divide y fracciona la humanidad en “buenos” y “malos”. A partir de esa etiquetación, genera comportamientos de diverso tipo.

Lo que ha ocurrido es que se ha desplazado el amor del centro, lugar que pretende ocupar el ego. El amor es, por su propia naturaleza, universal; el ego, por el contrario, egocéntrico. El amor fluye en todas las direcciones; el ego se mueve en función de sus intereses.

El amor no es, en primer lugar, un sentimiento o una emoción; es certeza de no separación. En cuanto tal, el amor no pasa nunca, porque aquella certeza es definitiva: define la naturaleza de lo real. La realidad no es una suma de objetos separados, sino un único tejido que, desplegado en infinidad de formas diferentes, comparte la misma “sustancia” o identidad. Eso explica que también los “enemigos”, más allá de todos sus comportamientos, son no-separados de mí.

¿Cómo entiendo y vivo el amor?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El perdón no arregla el pasado, pero mejora el futuro

Domingo, 20 de febrero de 2022
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F6799A96-DFA2-4586-9293-6DE64CCEF402Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

0.1.- El amor es la experiencia fundamental del cristiano.

    La experiencia primordial y fundante del cristiano es la de ser amado por Dios. Dios es amor, (1Jn 4,8). Dios nos ama siempre y, sobre todo, en nuestra condición de pecadores y seres débiles:

Dios nos ama cuando aún éramos pecadores, (Rom 5,8).

    El Dios que se nos da a conocer en Jesús no es un Dios exigente o amenazante, sino que es un Dios de bondad.

    Ni tan siquiera se trata de un amor recíproco, de amistad (filia), sino la cuestión es que Dios nos ha amado primero, (1Jn 4,10.16).

    La experiencia cristiana más genuina es, pues, la del amor. Donde hay amor, hay cristianismo. Es lo que tantas veces hemos cantado en nuestra vida: Ubi charitas et amor, Deus ibi est: donde hay caridad y amor, allí está Dios

    Somos cristianos cuando nos sentimos amados por Dios incluso -y sobre todo- cuando nos vemos hundidos en la vida.

Cuando no se tiene la experiencia de ser amado en la vida es muy difícil ser cristiano, sentirse bienaventurado en la vida (recordemos lo que escuchábamos el domingo pasado: sed bienaventurados, felices en la vida).

Uno puede ser un perfecto religioso cumplidor de la ley, aceptar militarmente el dogma, la dcotrina y la disciplina eclesiástica, pero ser cristiano es amar y ser amado.

02.- Amor incluso al enemigo.

    El amor, el amor al enemigo es el núcleo moral del cristianismo. En ocasiones amar significa perdonar al amigo y al enemigo.

    La primera pulsión ante el enemigo es el odio, la venganza.

Ante viejas cuestiones familiares, políticas, en el pueblo, etc., brotan sentimientos de “ajuste de cuentas”, de desprecios, de “cerrar puertas y relaciones”, represalias, etc.

    Pero la venganza multiplica el mal, la enemistad, el odio y no soluciona nada, sino que encona las situaciones.

La enemistad y el odio se solucionan con el perdón, no con la venganza.

03.- Poner razón en los sentimientos.

    El primer sentimiento que brota en nosotros ante un grave agravio u ofensa es el odio, la venganza. Somos humanos. Pero hemos de aprender a dar salida sensata y razonable a nuestros impulsos y pulsiones. Se trata de poner razón en nuestra pulsionalidad. La venganza más eficaz es el perdón.

Poner un poco de razón en los sentimientos de odio crean un clima de respeto, de comprensión, de aprender a vivir en respetuosa convivencia. En los viejos contenciosos familiares, político-sociales, etc., es sano e inteligente crear un clima de respeto, de comprensión, de aprender a vivir en sana y, cuando menos, educada convivencia.

Poner un poco de razón en el odio es inteligente, sano, humano y cristiano.

    Saber dejar de lado viejas actitudes, problemas y ofensas indican una gran calidad personal, una profunda bondad, un alto nivel cristiano. Son una variante del perdón

04.- Justicia y amor.

    El amor incluso a los enemigos ha de llegar también a la justicia. Una justicia sin bondad fácilmente se convierte en venganza, en ajuste de cuentas.

    La justicia a gran y pequeña escala no puede mirar la realidad solamente desde la ley y el Derecho. Quienes han de administrar justicia no han de hacerlo no solamente la ley, sino también la convivencia, la bondad, el respeto y la magnanimidad.

    Llegaremos la pacificación de nuestro pueblo cuando sepamos poner un poco de magnanimidad y corazón amplio en la justicia y cuando veamos las cosas desde lo que escuchábamos en el evangelio: desde el perdón y desde el tratad a los demás como queréis que ellos os traten.

    En la Iglesia también se han olvidados estas cosas y muchas veces se actúa y condena con justicia que suena más a represalia y a condenación que a misericordia.

    No nos olvidemos que cuando Dios hace justicia, lo que hace es amarnos más.

05.- Ser discretos en la vida.

En ocasiones amar significa ser discretos y saber callarse en la vida. En cuestiones y defectos -pecados- personales, en cuestiones familiares, profesionales, de vecindad, de pueblo, etc… amar significa no ir por la vida aireando, aventando, los defectos y fracasos de los demás; y mucho menos calumniar.

No es libertad de expresión airear, publicar, radiar, televisar -muchas veces con intereses comerciales- las debilidades y fracasos humanos. En muchos contextos amar significa callar. ¿Quién no tiene fallos y pecado en la vida? No tiremos la primera piedra.

06.-Bendecid y orad por quienes o maldicen / haced el bien / sed compasivos.

    Bendecid: decid bien.

Ante un problema grave, ante un pecado, ante una ofensa o un defecto de los demás, un fracaso enseguida le “damos al ventilador” para que se extienda lo más posible la cuestión.

    Si queremos decir algo, digamos bien: bendigamos y no echemos más leña al fuego. En ocasiones la mejor forma de hablar es callarse.

    Y al mismo tiempo: orad y sed compasivos.

    Es otra actitud hondamente cristiana: ser compasivos, no juzgar, no condenar. ¡Cuántas veces leemos en los evangelios que Jesús sintió lástima, tuvo compasión, incluso en alguna ocasión lloró!

    Acojamos en nuestra vida el amor y el perdón del Señor. Con ese amor y perdón, también nosotros podremos amar y perdonar.

Bendecid, orad y amad a vuestros enemigos

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Recordatorio

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