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“Me llamo Araceli y, cuando sea posible, estoy disponible para ser vicaria”

Sábado, 8 de enero de 2022

18F0D224-8D5E-4D1F-92CD-7C11634E0CCB“¿Qué hace una feminista como yo en una iglesia como ésta?”

Me considero una mujer afortunada y feliz por poder compartir mi vida y mi fe con un grupo de personas que creen en una Iglesia sencilla, igualitaria y evangélica

Las mujeres católicas hemos salido a la calle, a los medios de comunicación, nos hemos rebelado y seguiremos proclamando y alzando nuestra voz “hasta que la igualdad sea una costumbre en nuestra iglesia”

Jesús de Nazaret propuso igualdad entre hombres y mujeres, los derechos humanos así lo establecen, pero en nuestra Iglesia estamos muy lejos de que esta igualdad se alcance y se respete

Tenemos una iglesia muy clerical, hecha por y para los hombres ordenados, que no nos deja espacio, es una gerontocracia fuera de época; y una Iglesia clerical no se puede soportar

Me llamo Araceli, Aratxu, y formo parte del grupo Berpiztu.

Sí, hoy quiero contaros que yo estoy disponible para ser vicaria, si fuera elegida para ello; y, como yo, muchas mujeres en nuestra diócesis. No dejo de preguntarme, tal y como están las cosas, si yo podría ser vicaria en la diócesis de Bizkaia, en el caso de que algún día —no tardando mucho— fuera posible.

Ahora estoy jubilada y si tuviera que definirme en pocas palabras diría que soy una mujer madura, cristiana y feminista. Estos han sido los tres ejes de mi vida.

La madurez: la búsqueda de la preciada madurez a través de un proyecto personal de vida que llevo haciendo, y compartiendo con mi grupo de referencia, durante más de 25 años. Siempre he querido dirigir mi propia vida, no ser como una barca a la deriva. El proyecto personal de vida, compartido en el grupo de referencia, ha sido la brújula que me ha guiado en el proceso de crecimiento personal, familiar y social.

Cristiana: me defino como cristiana porque he logrado establecer una relación personal con Jesús de Nazaret. Cultivando mi espiritualidad, mi inteligencia emocional y espiritual mediante diversas experiencias a lo largo de la vida, pero, principalmente, mediante la oración, la meditación y el compromiso con la vida y conmigo misma.

Gracias a mi comunidad cristiana de Sestao, a toda ella, a Cáritas, a mi grupo de referencia, he podido mantener y mantengo mi relación personal con Jesús. La revisión de vida, el discernimiento, las alegrías y las penas, el compromiso sindical, la oración compartida, mis relaciones personales y afectivas… Me considero una mujer afortunada y feliz por poder compartir mi vida y mi fe con un grupo de personas que creen en una Iglesia sencilla, igualitaria y evangélica.

Mi tercer eje: soy feminista. En mis años de trabajo como maestra (25) he tratado de enseñar y educar en valores: la solidaridad, la responsabilidad, el respeto, la justica y la igualdad entre todos los seres humanos, sin distinción de raza, sexo, país, religión…

En mis 16 años como sindicalista también he procurado trabajar por la igualdad y la no discriminación de la mujer en el mundo del trabajo, y más concretamente en el ámbito de la enseñanza, y creedme si os digo que queda mucho, mucho camino por recorrer.

Muchas veces me he preguntado: ¿Qué hace una feminista como tú en una iglesia como esta? Es aquí donde quiero enmarcar la reflexión que hoy nos ha convocado: vicarios/vicarias; laicos y laicas. Y para ello, tres pinceladas de la Iglesia que yo quiero y por la que apuesto con mi compromiso de vida.

¿Podemos ser las mujeres vicarias, diaconisas, sacerdotisas? Yo creo que sí ¿Qué opina la teología feminista? ¿Qué dice sobre ello?

Quiero citar ahora una frase del movimiento Revuelta de Mujeres en la Iglesia, con el que me siento muy identificada: “Limpiar y poner flores, que lo hagan los señores”. Este movimiento, y otros muchos semejantes, reivindican en nuestra iglesia la necesidad de que las laicas y laicos tengamos “voz y voto”. Las mujeres católicas hemos salido a la calle, a los medios de comunicación, nos hemos rebelado y seguiremos proclamando y alzando nuestra voz “hasta que la igualdad sea una costumbre en nuestra iglesia”.

Hago míos los enunciados del movimiento Revuelta de Mujeres y cito literalmente: “Basta ya a la profunda discriminación que vivimos”. “Queremos recuperar las prácticas liberadoras de Jesús con las mujeres, poner fin al machismo en la Iglesia” o “hasta que laicos y laicas tomen la palabra en la eucaristía, en la Iglesia”. “Queremos que el pensamiento femenino se oiga, que podamos estar en los foros de debate, que se pueda escuchar a las teólogas…” Y queremos una serie de derechos que no tenemos reconocidos, entre ellos, poder ser vicarias laicas.

Jesús de Nazaret propuso igualdad entre hombres y mujeres, los derechos humanos así lo establecen, pero en nuestra Iglesia estamos muy lejos de que esta igualdad se alcance y se respete.

No se trata únicamente de que algún día, no tardando mucho, algunas de nosotras podamos ser vicarias o sacerdotisas. Este es el momento de que la Iglesia católica empiece a tomar conciencia de que las mujeres tenemos un papel protagonista en ella, y de que no estemos subordinadas a los hombres. No podemos ser subsidiarias de lo que ellos dicen, tenemos que tomar las decisiones conjuntamente, avanzando hacia la paridad.

¿Estáis de acuerdo?

Una iglesia que no nos deja espacio

Tenemos una iglesia muy clerical, hecha por y para los hombres ordenados, que no nos deja espacio, es una gerontocracia fuera de época. “Con voto, con voz, así nos quiere Dios” “Sin mujeres no hay futuro” o “Una iglesia clerical no se puede soportar”. Hartas ya de tanta desigualdad alzamos la voz y decimos: Yo también estoy disponible para ser elegida vicaria. Y espero que sea posible cuanto antes.

Voz y voto en todos los niveles. Creemos que tienen que cambiar las estructuras, el Derecho canónico y una cultura interna de la Iglesia que, a veces, las mujeres hemos interiorizado con demasiada normalidad, en el sentido de aceptar ser siempre las segundas o las terceras. “No se trata de ser las primeras, se trata de ser iguales”, afirman los movimientos feministas en nuestra Iglesia, y yo estoy de acuerdo.

Este Papa ha nombrado mujeres en cargos importantes, se están dando pasitos, pasitos, pero hay que avanzar más y más rápido, empezando por nuestra Diócesis. Ahora es el momento. Una iglesia patriarcal ya no nos sirve. Las mujeres estamos unidas, somos Iglesia, no vamos contra ella y lo que queremos es que se nos reconozcan unos derechos que tenemos por el hecho de ser bautizadas.

Lo dicho: “Cuando sea posible, estoy disponible para ser vicaria, si soy elegida para ello. Y espero que tal posibilidad —ya existente en otras diócesis— sea real en la nuestra cuanto antes”.

 Fuente Religión Digital

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