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Norma de vida.

Domingo, 14 de noviembre de 2021

c9c8c92f-b049-4ed1-9508-b0fe5a64ec89Mc 13, 24-32

«Y entonces verán al Hijo del Hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria»

Para la mentalidad de las primeras comunidades cristianas el final de los tiempos era algo inminente, y el texto de Marcos refleja esa mentalidad. Es difícil saber si Jesús participaba de ella —los especialistas no terminan de ponerse de acuerdo—, pero en caso de ser así, lo positivo sería que la imagen de Jesús sometido a error —como cualquiera de nosotros— nos mostraría al hombre verdadero en el que creemos, y no esa divinidad disfrazada de ser humano que tan a menudo nos tienta.

Refiriéndonos al texto, la imagen de la hecatombe universal que en él se narra no nos interesa nada, pues nadie cuenta con vivir esa experiencia. Lo que nos interesa es que cada uno de nosotros camina hacia el final de su propio tiempo; que nuestra vida es camino que se dirige paso a paso hacia la muerte, y que nada en la vida de un cristiano tiene sentido sino es mirando al final que le espera.

Por eso, una excelente metáfora de nuestra vida es la del caminante. Sabemos que mientras dura el camino estamos sujetos a error; que tenemos propensión a confundir lo que es mera apariencia con la verdad, y que ese error es lo que habitualmente nos mueve a elegir el mal y echar a perder nuestra vida. Como decía Sócrates, cuando optamos por el mal lo hacemos siempre por su apariencia de bien.

Por ejemplo, el suicida piensa que así se va a liberar de los agobios de esta vida; el terrorista, que está sirviendo a una causa justa; el vengativo, que así se sentirá mejor, y el que se emborracha, por la agradable sensación de beber y el estado de euforia que sigue a la borrachera. En el fondo de toda mala conducta, no subyace normalmente la maldad, ni la voluntad de ofender, ni siquiera la debilidad, sino el error.

Y así las cosas, lo que nos dice Marcos en el evangelio de hoy es que Jesús —al final de su vida— se proclama camino de verdad y nos urge con fuerza a optar por él; que la Palabra está ahí para mostrarnos el camino; para salvar nuestra vida del error y del desastre.

Pero lo hace en el un lenguaje escatológico que no va con nuestro estilo y nos obliga a recurrir a los especialistas para tratar de desentrañar el mensaje. Y lo que estos nos dicen es que Marcos se vale de unas imágenes soberbias para presentarnos a Jesús como el juez supremo del bien y el mal; como la norma de nuestra vida: «Y entonces verán al Hijo del Hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; y enviará a los ángeles…».

Un último apunte. El evangelio asocia siempre el final con un juicio, y lo hace usando una escenografía colosal que no debe confundirnos. Lo que significa ese juicio es que al final de todo resplandecerá la verdad; que al final, los seres humanos nos encontraremos con la revelación definitiva del bien y el mal, del acierto y el error. Que Jesús es la norma definitiva de vida, y que no aceptarlo es equivocarse.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

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