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Magda Bennásar: Anochecía, como cada día…

Miércoles, 19 de mayo de 2021

imagesPero esa tarde fue especial. Tratar de recoger en unas líneas es imposible, tanto como transmitir un paisaje maravilloso con una foto de móvil barato: los matices, las expresiones de las caras, el trabajo aportado de cada uno, sencillo y profundo.

¡Chapeau! hermanxs de comunidad online que el sábado hicimos nuestra celebración del Tiempo de Pascua. Éramos 31 personas de todas las regiones de España, Bélgica, y dos religiosas de Colombia. Íbamos “admitiendo” a nuestro templo virtual a cada uno con rostro y nombre, sencillo, sonrientes, entrando y saludando, presentándonos para los que no nos conocíamos.

La primera rueda fue decir quiénes éramos y brevemente como estábamos. Un poco tímidos al principio, varias personas más expertas iniciaron su compartir con cercanía y profundidad; algo se puso en marcha. Había vida, había experiencias, había palabra compartida.

Nadie presidía, solo una sencilla coordinación para indicar los tiempos y los diferentes movimientos de la celebración. Todos a una, en un silencio que impresionaba iniciamos el compartir escuchando con toda el alma a la persona que, rompiendo la timidez, compartía su reflexión breve del Evangelio del domingo.

El texto se preparó con tiempo. Sabíamos que ese día sería especial no por la buena música o buena homilía del de turno (bien escaso), sino que sería especial porque sería “fruto de nuestro humus- realidad y nuestro trabajo”, en igualdad, con delicadeza, comunicado y acogido como Palabra de Dios hecha carne en los educadores, médicos, administrativos, políticos, amas de casa, diseñadora gráfica con hijos propios y adoptados… de diferentes edades y circunstancias vitales.

Me impactó la capacidad de transmitir cómo la Palabra ilumina nuestras realidades. No era teórico. Parecía que Jesús iba a “pedir ser admitido” en la pantalla en cualquier momento porque si Él se hace presente cuando ve gente que da la vida, ese era su momento, y lo fue. ¡Uf!!!, como un susurro en el gemido del dolor que cada uno llevamos con más o menos gracia.

Vi sufrimiento en los educadores -de profes de Universidad a maestros, pasando por secundaria- un año especialmente complicado, han salido muchos problemas serios en los chavales, en sus familias: desempleo, covid, falta de perspectiva de futuro…

Las sanitarias agotadas, demasiado trabajo, a veces desorganización, sentirse desbordadas para también acoger a una población crispada por la situación…

Otros esperanzados porque sus ONGS caseras o nuevos partidos políticos van cobrando fuerza por su sensibilización con la realidad del planeta y las consecuencias a nivel socio-económico y sobre todo “humano”.

Varias personas agobiadas por mayores a su cargo además de trabajo, familia…emocionalmente afectadas por tanta vulnerabilidad.

Y el eterno comentario sobre la iglesia, que no voy a repetir. Dicen que no encuentran a posibles obispos en nuestro país. Yo el sábado vi a laicos, laicas y religiosas capaces de ello y mucho más. Gente que se forma, que trabaja, que tiene profesiones comprometidas, y que tienen o no familia, pero que intentamos estar ahí, donde respira la vida.

Yo les daría a la mayoría la autoridad para acompañar comunidades, como en los inicios del cristianismo. Ellas y ellos, sin báculos, con la consagración del bautismo, ejerciendo un mano a mano con el Resucitado. Sin pagas, sin púrpuras, sin templos, con el evangelio en el corazón y una comunidad que acompaña y a quien acompañar.

Le decíamos a una religiosa que había invitado a varias amigas, organiza algo en tu área, acompaña a estas personas hambrientas de espiritualidad y comunidad. No nos amedrentemos porque no nos sintamos preparados. Es un error que los laicos se dediquen a leer y leer comentarios de otros, pero que a la hora de compartir, piensen que no tienen nada que decir.

No podemos desmerecer al Resucitado que todos los días, nos espera en la orilla de nuestra vida con unos peces asados y una gran sonrisa para que recobremos el aliento y le sigamos donde la vida nos conduce porque, como nos decía el domingo, él nos sigue. Él permanece en nosotrxs y nos sigue donde vayamos, porque él sí se fía de nosotros. La iglesia no, por ser mujeres, laicos… nos desautorizan, pero el Señor resucitado nos llama por nuestro nombre y nos sigue en nuestras tareas.

Ese modelo de iglesia tradicional, está terminando porque ya no refleja el espíritu del nazareno. Él también cogía la copa de vino, del buen vino de la vida y lo compartía con su gente. Y eso hicimos, cada uno en su casa, teníamos la copa preparada, algunos de zumo de uva por respeto a procesos de desintoxicación, y la levantamos emocionados y nos sentimos Uno.

Cuando al final pedíamos por las necesidades fue gracioso descubrir que la mayoría dábamos gracias, ¡claro! cuando estás a gusto, ves más lo que te sobra que lo que te falta.

De verdad que nuestra pantalla-casa- templo no se vacía, todos queremos repetir y acercar a amigas y a hijos… así fue al principio. ¡Una pasada de sencillez y profundidad!

Gracias

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente espiritualidadintegradoracristiana.es

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